2. Leonardo Da Vinci
Es el arquetipo por excelencia del hombre integral del Renacimiento. Considerado como el genio más completo de todos los tiempos, su obra abarca no sólo el campo de las artes, sino también el de las ciencias físicas y naturales y el de la filosofía. Leonardo fue un personaje del futuro. Hace casi cinco siglos que murió, pero estuvo más despierto que la mayoría de los hombres y mujeres que hoy están a punto de cruzar la frontera del tercer milenio. Científico y artista, supo combinar como nadie la razón con la intuición y la seriedad más rigurosa con el espíritu lúdico. Su figura no cabe en ningún molde ni admite etiquetas, porque con la misma pasión y maestría fue pintor, escritor, cocinero, ingeniero, biólogo, creador de acertijos y juegos de palabras, escultor, inventor, artesano, humorista, botánico, filósofo, arquitecto, físico… e investigador de los secretos últimos de la realidad. En él, los opuestos se integran y las paradojas se reconcilian. Leonardo da Vinci fue un hombre que despertó cuando todos los demás seguían durmiendo, como escribió Dimitri Merejovski. Aunque no muy conocida, existe en él una dimensión esotérica que emana de su figura e impregna toda su vida y su obra. El conocimiento que Leonardo tenía sobre lo oculto se trasluce en su pintura y, sobre todo, en sus abundantes escritos, plagados de pensamientos y observaciones que revelan su profundo saber sobre los enigmas de la existencia. Todo su monumental corpus de trabajo está teñido por este contacto con lo que está más allá de los niveles ordinarios de percepción.
Leonardo nació en Vinci, población cercana a Florencia el 15 de abril de 1452. Hombre singular, genio indiscutible, personaje del Renacimiento Italiano, escultor, ingeniero, inventor, dibujante y pintor. Fue hijo ilegítimo, pero hasta los 24 años, único del notario ser Piero y de una campesina muy joven Caterina (su padre tuvo luego otros once hijos en terceras y cuartas nupcias). Por ese motivo así como por las costumbres de la burguesía toscana de la época, el joven Leonardo recibió una educación buena y heterogénea en el seno de la familia paterna. Pudo dedicarse sin trabas en los más distintos campos: en rudimentos literarios, pero sobre todo en la música y en las artes figurativas. Esto hizo que a los quince años su padre lo colocara en el taller de Andrea de Verrocchio, cuyas enseñanzas compartió con Sandro Botiticelli y a los veinte pudiese inscribirse en la corporación de San Lucas. Estas breves noticias ya nos dan una idea y perfilan algunos de los trazos esenciales de la elevada y compleja talla universal de Leonardo y de su posición respecto a la civilización del Renacimiento de aquel entonces en uno de los centros clave: la Toscana florentina y de los Médicis. Su vida artística se puede dividir en cuatro períodos: florentino (1452-82), milanés (1489-99), período de vida errante (1500-16) y el último que abarca tres años, el de su exilio voluntario en Francia, en la corte de Francisco I. De su estancia en la corporación de San Lucas se tienen pocas noticias, pero "La Anunciación" (Ufizi) para San Bartolomé de Monteoliveto, donde la fusión de la luz y la sombra anuncia el "sfumato" leonardesco, tan encontrados en su obra pictórica más representativa.
Como pintor, Leonardo sobresale por ser:
- Un maestro del claroscuro, capaz de modelar con sutileza cualquier forma gracias a los juegos de luz y sombra.
- Un especialista de la composición "clásica": logra simetría, triángulo y solidez sin cansar.
- Un refinado colorista, escoge cuidadosamente los colores en gamas y matices que contribuyen a la creación de una atmósfera que da unidad al cuadro.
- Un perfecto dibujante: no se le escapa ningun detalle y el escorzo de la mano de la Virgen de las Rocas es digno de Mantegna.
- Un cuidadoso analista de las expresiones del rostro, en particular un maravilloso intérprete de la dulzura femenina.
- El creador de la misteriosa sonrisa de la Gioconda: este aspecto es parte de lo anterior. La sonrisa de la mujer nace en la comisura de sus labios y se encuentra en la mayoría de sus rostros femeninos, hasta inclusive en su San Juan.
En 1481 los monjes de San Donato de Scopeto, cerca de Florencia, le encargan la "Adoración de los Reyes Magos" y un "San Jerónimo" (1482 Pinacoteca Vaticana), en el que en un ambiente claroscuro asocia la figura al ambiente de la caverna, anticipo del de la "Virgen de las Rocas". En este período la mentalidad de Leonardo se desarrolla en contacto con la cultura humanística florentina.
Mientras se dedicaba a otros trabajos que emprendía, como fueron: hidráulica, ingeniería y escultura, pintó dos grandes obras: la "Virgen de las Rocas" (1483-93, Louvre), lo suave ambiguo de los tipos y la fusión pictórica entre la figura y el ambiente hacen de ellas una muestra de la poesía figurativa de Leonardo. La segunda gran obra de su período milanés es la "Santa Cena" o "Ultima Cena" como también suele llamarse (1499, refectorio de Santa María delle Grazie), en la que abandona el esquema geométrico, supliéndolo por un nuevo ritmo, en una perspectiva arquitectónica casi maciza. Permaneció en Milán hasta 1500, después se trasladó primero a Mantua, donde retrató a "Isabel de Este" (Louvre), más tarde a Venecia y finalmente volvió a Florencia. En la capital toscana, también dedicado a su búsqueda científica, inicia una nueva era y pinta dos obras capitales, "Santa Ana" (1501, Londres Royal Academy) y "La Gioconda" (1503, Louvre), acaso retrato de Mona Lisa, es el único de los realizados por LEONARDO cuya paternidad no ha sido discutida. Siempre fue considerada como la cima del arte del retrato de todos los tiempos. En ella alcanza perfección extraordinaria el "sfumato", del que ya anteriormente hemos hablado. No solo ha sido copiada infinidad de veces, sino además objeto de deformaciones y manipulaciones. Por su universalismo y naturalismo, Leonardo transforma el orden gótico. A la perspectiva lineal añade la perspectiva atmosférica. En sus escritos elaboró teorías científicas de la perspectiva, de la anatomía, del color y de las sombras. La obra científica de Leonardo, en especial sus originales contribuciones a la mecánica de los sólidos y de los fluidos, sus invenciones, quedó casi desconocida de sus contemporáneos. A Leonardo no le interesaba la gloria, ni las riquezas, ni el reconocimiento de sus contemporáneos. Dos años antes de morir, se instaló en el castillo de Cloux, cerca de Amboise, en el valle del Loira. Ocupó su tiempo en poner en orden sus manuscritos, en dibujar visiones cósmicas y en recrear amorosamente, pincelada a pincelada, su cuadro más amado: el retrato de la dama misteriosa que conocemos como La Gioconda. Junto con la inquietante figura de San Juan, fueron los dos únicos cuadros que conservó a su lado hasta el último momento. En su testamento dejó una pequeña viña, un vestido, algunos ducados para sus sirvientes, y sus manuscritos, que legó a su fiel Menzi. Vivió como un "infiltrado" en la sociedad de su época, pero su cordura y su sentido común le ayudaron a sobrevivir sin crearse demasiados problemas. Tenía que ganarse la vida y fue cuidadoso con sus protectores. Hasta cierto punto la iglesia fue su primer cliente, pero no resistió la tentación de cuajar sus pinturas religiosas de simbolismos heréticos. Murió en soledad y trabajando. Para muchos, su legado es el patrimonio artístico de valor incalculable que dejaba para la Humanidad. Para algunos pocos, su verdadero legado va más allá. Lo más importante de su herencia puede que haya estado protegido por un sistema de apertura retardada, que ahora mismo está a punto de activarse y desvelarnos su contenido. Justo en estos momentos de cambio global y de profunda transformación, es cuando se hace necesario ampliar las fronteras mentales para internarnos en otras dimensiones de la realidad. Algo en lo que Leonardo, sin duda, también fue un maestro.
A continuación nombraré y describiré características del artista que se relacionan directamente con su obra. Leonardo fue un maestro en combinar la mirada del niño con la experiencia del adulto. Una de las claves de su genialidad reside en su forma de percibir la realidad, directamente relacionada con la activación de sus capacidades cerebrales. Ya se ha convertido en un tópico la afirmación de que los seres humanos sólo utilizan menos de un diez por ciento de su poder mental. Leonardo es un ejemplo de lo que puede conseguir una persona cuando se activa en ella parte de ese potencial dormido. Su habilidad para integrar el pensamiento racional (que separa para comprender) con el pensamiento analógico (que une y relaciona cosas aparentemente diferentes) fue tan magistral que excede, con mucho, el marco histórico y cultural en el que vivió. Su luz interna se proyecta hasta nuestros días, iluminando el camino de aquellos que comienzan a desarrollar sus potencialidades latentes. De hecho, es ahora cuando comienzan a revelarse las facetas ocultas de Leonardo, quizá porque hasta ahora el mundo no estaba preparado para comprenderlas. Leonardo fue precursor de Bacon y de Galileo; antes de Copérnico escribió que "il sole no si mouve"; anticipó la teoría de la gravedad doscientos años antes de que se formulara y descubrió también lo que Newton llamaría más tarde "el espectro solar". Pero en este caso, como en tantos otros, Leonardo no especula ni se pierde en divagaciones teóricas; simplemente aplica lo que descubre, y así plasma en los reflejos de una gota de agua los efectos de la descomposición de la luz por refracción en un prisma. No es de extrañar que la contemplación de sus obras subyugue e inspire de un modo tan intenso. El pensamiento de Da Vinci revela también que su conciencia dio un salto cuántico. "La pittura è una cosa mentale" anotó. Esta cita resuena en la misma frecuencia que la afirmación de Eddington acerca de que la materia del Universo es materia mental. Ciertamente, como explica la nueva física, el Universo comienza a parecerse más a un gran pensamiento que a otra cosa. Para Leonardo, los límites de la realidad los pone uno mismo. Las fronteras no están fuera, sino dentro de la propia mente, y por eso afirma que "todos nuestros conocimientos tienen su origen en nuestras percepciones".Da Vinci trabajó activamente sobre su propia persona. Su primer campo de experimentación fue él mismo, su cuerpo y su mente. Y en sus manuscritos nos dejó información más que suficiente para saber cómo lo hacía. Veamos algunas de las técnicas personales que empleaba: Equilibrio de los dos hemisferios cerebrales. El de la conciencia está ligado con los procesos bioquímicos del cerebro. Nuestro mundo está organizado de manera que el hemisferio izquierdo (lineal, ordenado, analítico, objetivo, lógico) tiene más actividad que el derecho (espacial, aleatorio, intuitivo, sensual y creativo).
Una de las formas en que ambos tipos de ondas cerebrales pueden armonizarse es utilizando las dos manos y practicando la acción opuesta a la que se está acostumbrado. Es bien sabido que Leonardo utilizaba la escritura especular, que sólo puede leerse con la ayuda de un espejo. Siempre se ha dicho que lo hacía para ocultar el contenido de sus notas. Una explicación tanto más absurda cuanto que se sabe que Da Vinci preparaba sus cuadernos para que fueran publicados, y además muchos de ellos están escritos dirigiéndose de forma personalizada al lector. Resulta mucho más coherente con la personalidad de Leonardo pensar que su escritura especular era una de sus técnicas personales. Visualización y trabajo con imágenes interiores. Leonardo afirma "mirar en su memoria" y recomienda practicarlo cuando se está tendido en la cama"Volver con la imaginación a lo que me interesa es un notable ejercicio", dice. Detallista y minucioso en sus descripciones, matiza que para él hay dos formas de trabajar con la imaginación conscientemente dirigida: "recrear internamente las cosas que ya han pasado, o imaginar las cosas que pasarán".
Maquiavelo:
El renacimiento es una etapa histórica que, cuando menos, merece el calificativo de sorprendente. Hay quienes opinan que su esplendor es solamente el de los temas de la Edad Media desarrollados en otro tono; otros piensan que es un simple regreso a lo antiguo, con un poco de pedantería y sin originalidad; algunos más creen que, en efecto, es una vuelta a nacer, una eclosión de la luz y una irrupción de oxígeno al interior de un ámbito cultural agotado. Ernest Bloch afirma que se trata: del nacimiento de algo que el hombre no había concebido hasta entonces, de la aparición de figuras que jamás se habían visto en la tierra. Ellas surgieron y realizaron su obra; era una primavera, un nuevo comienzo Y cita, como traductora del sentimiento del tiempo, una frase del arquitecto Alberti:" El hombre fue creado para actuar, la utilidad es su destino". Añade otra expresión –de Hutten– para completar el cuadro: " La ciencia prospera, los espíritus chocan, vivir es un placer." Bloch nos dice que la consigna de la época es trabajar, porque el hombre nuevo ya no siente vergüenza de hacerlo: El veto que la nobleza emitió contra el trabajo –por considerarlo degradante y deshonroso– fue levantado; se asiste al nacimiento del homo faber, quien sin conciencia plena del cambio ocurrido, transforma al mundo con su actividad. A los ojos –marxistas y heterodoxos– de Bloch, el fenómeno "renacimiento" hunde sus raíces en la economía de la época. Sin caer en el determinismo económico, es preciso reconocer los nuevos hechos en este ámbito de la vida humana. Es el inicio del capitalismo: La burguesía citadina, aliada a la realeza, que se encamina hacia el absolutismo, pone fin al feudalismo caballeresco. Triunfan los esfuerzos que, en Italia, durante los siglos XIII y XIV, se tradujeron en revueltas de artesanos… los Médici crean en Florencia el primer banco. Las empresas manufactureras se imponen sobre las artesanales; se comienza a calcular costos, puesto que ya no sólo se trata de aprovisionar el mercado local, sino de expedir productos a puntos lejanos… el Renacimiento parte de Italia. Ella aporta dos hechos nuevos: la conciencia del individuo que se desarrolla a partir de la economía capitalista individual, frente al mercado cerrado de las corporaciones; la impresión de inmensidad que sustituye a la imagen del mundo artificial y cerrado de la sociedad feudal y teológica. Es el tiempo de Leonardo de Vinci, el de la multifacética musa; de Cristóbal Colón y Magallanes. Es la victoria de Copérnico y de su mirada sobre la naturaleza. Cimabue, Giotto, Dante, Petrarca, Rafael, Miguel Angel, Bruneleschi, Jan Van Eyck, Bramante, Giordano Bruno y Galileo, Telesio, Pomponazzi, Campanella, Paracelso, Jacob Boehme, Francis Bacon, Kepler, Newton, Grocio, Bodino y Hobbes.
La conquista del mundo, de la naturaleza, realiza rápidos progresos, la vida presente apasiona a los hombres. ( Ortega y Gasset, al hablar de la reconquista española contra los moros y describir los templos almenados que edificaban los hombres de Fernando e Isabel, comenta: " querían ganar el cielo sin perder la Tierra"), el más allá palidece y esto ocasiona una inversión de valores. Bloch concluye:
La filosofía del Renacimiento ha servido, con frecuencia, como simple introducción al capítulo principal ( de la filosofía burguesa) consagrado a Descartes, cuyo cogito ergo sum era presentado como la primera piedra de una filosofía nueva. Esta manera de ver las cosas es, empero, completamente falsa. Descartes tuvo predecesores que fueron mucha más que predecesores. Maquiavelo es un hombre de esta época. Si su vida, sus obras y los debates en torno a su obra no plantearan el problema del fin y los medios, es decir, el problema de las relaciones entre política y moral o ética, tal vez el estudio de este hombre no merecería un esfuerzo mayor al de una hora de lectura curiosa y poco o muy apasionada. Pero lo primero que hay que decir, y de lo que " hay que persuadir a lo no-italianos", es que se trata de problemas mucho más complicados de lo que siempre se ha pensado al plantearlos.
Las frases célebres a las que la ignorancia disfrazada de erudición reduce el pensamiento de Maquiavelo no son las reglas de la política eterna. Es necesario percatarse de que no sería posible explicar a Maquiavelo si se abstrae o separa su vida de sus obras. Y la vida de este hombre es una de las más gravemente deterioradas por los biógrafos que suelen operar como si fuesen "cirujanos plásticos" y no historiadores. Casi resulta paradógico, pues se trata de un hombre que enseñaba a preferir "la verdad de hecho de las cosas". De su vida se han hecho condenas o defensas y se ha caído en el error de confundir los problemas de Maquiavelo con los que Maquiavelo plantea a quien lo lee. Además, en este caso como en otros análogos, es preciso referirse a lo que el mismo dijo, antes de juzgarlo. Haremos continuas citas. Lo cierto, para comenzar, es que, pese al juicio final que estimamos acerca de su obra, se trata de un personaje extraordinario, Cuyo pensamiento es piedra de escándalo a cuatro siglos de distancia… un hombre honrado por Bacon y Spinoza; un hombre al que Voltaire hizo refutar por Federico II; un hombre al que Kámenev y Vichynsky citaron ante la barra de los procesos en Moscú …
¿ A qué se debe esa permanencia, ese punto de referencia constante, ese recurrir cíclico a Maquiavelo ? Tal vez el fenómeno tenga su origen en la actualidad perenne del problema del Estado, del poder, del vínculo entre gobernantes y gobernados, o de la enunciación totalitaria –de derecha o de izquierda– de la famosa "razón de Estado" que sirve para justificar los excesos de cualquier poder exacerbado contra las personas. ¿ Qué es esta razón de Estado? Un concepto híbrido en el que se mezcla todo lo que Maquiavelo reveló acerca de la autonomía de la política y de los estímulos que actúan sobre el príncipe y sobre el Estado, más la herencia racionalista del despotismo ilustrado… La razón para Maquiavelo, no es más que instrumento, rigor en la acción, previsión, olfato político, intelección de situaciones, astucia y no luz… es la que afila a la fuerza; es instrumento no guía. Es Maquiavelo quien repite que, si los hombres fueran buenos, el príncipe sería recto también. Entonces es preciso plantearse una pregunta o, mejor dicho, dar cabida a una sospecha. No sabemos si Maquiavelo postula con pena la necesidad de la astucia y de la crueldad calculada, o si, por el contrario, goza en modo malsano al descubrir que la astucia y la violencia se vuelven necesidad y, por tanto, están permitidas y abren campo a ese combate perpetuo que Maquiavelo parece amar como el clima en que su propia virtú puede expresarse y mejorarse. En cualquier caso, como veremos, no es fácil comprender, y mucho menos juzgar, a Maquiavelo. Menos aún refutarlo –dice Georges Mounin–, aunque esta tarea es algo que todo el mundo ha soñado hacer, lo que todo el mundo desea y, sin lugar a dudas, lo que es necesario hacer. Maquiavelo, como todos nosotros, estaba hecho –si se nos permite emplear el término bíblico– de tierra. Pero, en realidad, como cada uno de nosotros, estaba hecho de su tierra, aquella en la que nació, en la que se han ido perdiendo a lo largo de los siglos los restos de los suyos. Nicolás Maquiavelo fue un florentino y, por tanto, un italiano y un europeo. Veamos más de cerca, pues, la tierra de que estaba hecho este hombre, nacido en Florencia el 3 de Mayo de 1469, hijo de Bernardo y Bartolomea, hermano menor de Primavera y Margarita. Para entonces, Erasmo tenia dos años y Leonardo de Vinci 17. Nicolás pasa su adolescencia como testigo de acontecimientos notables. Ejemplo: el complot de los Pazzi contra el nieto de Cosme de Médicis, el fracaso de la conjura; la detención de los culpables y su tortura; el cadáver de Jacobo Passi, arrastrado por Florencia atado a la cuerda de la que fue colgado por los pies, del balcón del Palacio Viejo, y luego arrojado al río Arno. Europa, entonces, tiene nombres sonoros: España, Francia, Inglaterra y Alemania. Los españoles están en la fase definitiva de su lucha contra os moros, que culmina en Granada en 1492. la inquisición nace en 1481. Los Ingleses celebran el fin de la guerra " de las dos Rosas" y el inicio de la dinastía Tudor, de la que formará parte Enrique VIII. Los franceses están unidos bajo Luis XI y se preparan para sus luego largas guerras en Italia contra los españoles, quienes los derrotan definitivamente en Pavía en 1525, fecha en que Carlos V ya es Emperador de Alemania y sus soldados instalan establos en los templos de Roma. Los alemanes –bajo el Sacro Imperio Romano Germánico– son como los italianos pero sin Papa, es decir, están divididos en pequeños Estados y los gobierna un emperador sin poder real. Lutero comienza su lucha en 1517, cuando Maquiavelo tiene 48 años. A las puertas de esta Europa, los otomanos, de quienes Maquiavelo sabrá poco. Sin embargo, en el conjunto político mundial ocupan lugar importante y se les teme, se comercia con ellos y no faltan voces que hasta pidan una cruzada. Tienen buen ejército y poderosa marina, bien implantados respectivamente en Belgrado (Yugoeslavia) y Rodhas (Grecia), son los dueños de Alejandría. En cuanto a Italia, hacia 1490 no es más que una constelación de pequeños Estados que se constituyen y se disuelven constantemente. Un recuerdo de la época lo constituyen hoy día la República de San Marino y el Principado de Mónaco. pero lo mismo, o algo semejante, eran entonces Boloña, Forli, Inola, Urbino, Mantua, Parma, Perugia, Siena, Génova, Nápoles y Milán. En términos generales, quedan cada vez menos comunas medievales, verdaderas repúblicas. Es la época de los condottieri, militares por vocación y emprendedores de guerras a destajo, quienes fácilmente mueven a sus tropas contra sus propios pagadores y financieros con el objeto de apoderarse de uno que otro Estado para su provecho personal, aunque fueran ya dueños de otro. Sicilia y Cerdeña pertenecían a España desde 1282. El ducado cuya capital era Turín jamás se sintió italiano. Maquiavelo escribe de este mundo atomizado: La Iglesia nunca fue lo bastante poderosa como para apoderarse de toda Italia, pero si lo suficiente como para impedir a otro ocuparla. Por eso este país no ha podido unificarse nunca bajo un jefe. Hay cinco estados mayores, astros de superior magnitud: Venecia, Nápoles, Milán, Roma y Florencia Venecia es todavía una "gran potencia". Su "dogo" (dux) inamovible y su Gran Consejo le dan forma de aristocracia añeja. Mounin hace notar que a ese Consejo sólo tienen acceso los representantes de familias que ya eran ricas en 1297. Venecia es dueña de buena parte de los puertos del Adriático ubicados en la costa dálmata, pero comienza a sentir los contragolpes de la llegada de los turcos a Constantinopla y, más tarde, los de las nuevas rutas al Asia y al Nuevo Mundo. República marina agresiva, siempre ávida de puertos, Venecia es temida, "es decir, odiada, por todos en Italia". En cuanto a Milán, es propiedad de los Sforza, vencedores de los Visconti. Allí reina Ludovico el Moro, quien anima a los franceses contra los españoles. Es un Estado potente y combativo, más rico económicamente que Florencia.
En cuanto a Roma, capital de los Estados Pontificios, debe recordarse que se encuentra bajo el Papa Alejandro VI (Borgia) y que sus territorios van desde el Po hasta Gaeta. Se trata de un Estado feudal de naturaleza confusa, dentro del cual de hecho, "los miembros de las familias nobles tienen tanto poder como son capaces de imponer por la fuerza. Es una de las épocas más tristes de la Iglesia católica pues, como los recursos materiales del papado se ven reducidos en toda Europa, y, al mismo tiempo, las ambiciones económicas no tienen freno, se venden cada vez más todas las dignidades pontificias, los cardenalatos –hasta en 100 mil ducados, y más– y luego las indulgencias. Alejandro VI llegará a hacer envenenar con cierta regularidad a uno u otro cardenal cada vez que necesita 100 mil ducados, lo que aprovecha también para confiscar, la noche misma del deceso, toda la herencia en dinero y bienes que encuentra en Roma.
El negocio es próspero y permite mantener ejércitos que dan al Papa gran peso diplomático y autoridad para dirimir en su provecho, como árbitro, muchas querellas italianas. Nápoles, muerta ya la reina Juana, es un reino ocupado por españoles. Impera una dinastía de origen bastardo, encabezada por Fernando I ( Ferrante, hijo natural de Alfonso el Magnánimo), un monstruo de crueldad en un siglo en que la marca es difícil de batir. Administrador capaz, Fernando encarna al último Estado puramente feudal de Italia y al mayor peso militar en la balanza italiana, al menos en los que toca a asuntos no marítimos.
Nos queda por ver Florencia, donde todas las antigua estructuras comunales son respetadas, pero donde la República –como en su tiempo decía Julio Cesar no era ya sino una palabra. Todas las viejas formas estaban amañadas y arregladas para asegurar la dominación de los Médicis, vieja familia que, gracias a su dinero, obtiene el poder con Cosme el Viejo, a quien suceden Pedro el Gotoso y Lorenzo el Magnífico. Este último fallece en 1492, después de esforzarse, a punta de florines, por mantener el equilibrio entre los estados Italianos. Todo se arruinará por obra y gracia de las tropas francesas. Florencia expulsa luego a Pedro II de Médicis, a quien considera culpable de haber defendido con demasiada suavidad los intereses de la ciudad ante el Rey Carlos VIII de Francia. Entonces se restablece la república, con una constitución reconocida por Jerónimo Savonarola: aquella sobrevivirá al patíbulo del monje y regirá a la ciudad hasta la caída de Maquiavelo en 1512. A partir del siglo XIII, en principio, Florencia es una república. En la práctica, todas sus instituciones funcionan en beneficio de los ricos, a pesar de las luchas de los pobres. Ya desde la Edad Media, Florencia conoce algo del "capitalismo". La ciudad-Estado juega un papel importante en la elaboración y la exportación de seda y de lana y, sobre todo, se vuelve un centro bancario. Apoyados por una red extraordinariamente densa de filiales, los bancos florentinos controlan una gran parte del comercio mundial y, por sus préstamos a diversos soberanos, tienen una importante fuerza política.
Teocrito: Es considerado el poeta griego fundador del genero bucólico, que inspiró a numerosos autores latinos y conoció un enorme auge durante el renacimiento europeo. Escribió breves obras dramáticas llamadas mimos, que reflejaban la vida campesina y urbana, y poemas divertidos sobre situaciones corrientes llamados epigramas. También realizo poemas épicos cortos. Pero sin duda, lo que mas lo hizo famoso fueron sus IDILIOS, escenas de conversaciones entre campesinos y pastores en los que apaciblemente comparten sus experiencias cotidianas. Uno de sus IDILIOS más conocidos se titula Las Siracusanas, una charla entre mujeres que viven con sus esposos en Alejandría y han estado participando en las fiestas de la ciudad. Por sus sencillez contrasta con las obras grandiosas que hacen alabanza a las transcendentales hazañas de Alejandro Magno y sus huestes. Otro rasgo fundamental de Teócrito son las alusiones que hacen los personajes comunes a seres míticos, como si convivieran con ellos. Los dioses, los héroes, comen y se involucran en las conversaciones de los pastores, de los cabreros, de las siracusanas. Teócrito de Siracusa ( C. 310 a.C – 250 a.C ). Nació en la ciudad del mismo nombre, colonia helénica de la Magna Grecia al sur de Italia, en Sicilia. Vivió en Alejandría pero se cree que quizás pudo vivir en Rhodas. Los escasos datos conocidos en torno a su vida parecen indicar que hacia el 275 abandonó su tierra natal, escenario de muchos de sus poemas, para establecerse mas tarde en la Isla de Cos.
Escribió poesías cortesanas para Hierón II de Siracusa. En la isla de Cos conoció a los poetas: Filetas, Nicias y Ascrepiades y en Alejandría, donde tuvo estrecha amistad con Calímaco fue poeta laureado en la corte de Tolomeo II. La más alta expresión de la lírica pastoril fue, indiscutiblemente, Teócrito de Siracusa. Con el se inicia la poesía bucólica o pastoril. Sus obras mas importantes son los IDILIOS. Su prestigio, de cualquier forma fue muy grande en todo el orbe helénico y sirvió de inspiración para muchos poetas y escritores de tiempos posteriores. No hay hecho ciertos en cuanto a su vida, solo lo que se puede recoger a partir de sus propios IDILIOS. Virgilio que se inspiró en él para sus égoglas, llamó en homenaje a sus memorias <<musas sicilianas>> a las protectoras de la poesía bucólica. Teócrito de Siracusa, murió en año 250 a.C, posiblemente en Cos. La más alta expresión de la lírica pastoril fue, indiscutiblemente, Teócrito de Siracusa. Nació en el siglo III A.C. Con él se inicia la poesía bucólica o pastoríl. Su obra mas importante son los IDILIOS, cuadritos de la vida campestre, muchos de ellos dialogados, trazados con gran delicadeza y sencillez. Sus pastores son lindas estilizaciones de la realidad, pero sin la sabiduría de los de su imitador latino Virgilio. Es un género artificial que tubo gran difusión en el mundo posterior. En España fue utilizado por Gracilazo de la Vega. Con este género poético, Teócrito de Siracusa, introduce la sencillez e inocente vida de los pastores, hermoseada por el canto y el amor. A través de esta modalidad el poeta siracusano rendía pleitesía a una "inclinación" de su época, que en la hipercultura de las grandes ciudades sentía la nostalagia del privitevismo y sencillez de la naturaleza: rasgo que se encuentra también , expresión en la filosofía del cinismo, renegadora de la civilización.
Se conservan de el abundantes epigramas y hasta treinta IDILIOS o cuadros poéticos muy variados: bucólicos propiamente dichos, mimos, relatos épicos, canciones amorosas, etc. El ha expresado en sus poesías pastoriles ese sueño de una vida feliz en medio de una naturaleza risueña que obsesiona a las almas muy civilizadas; su poesía posee un bello realismo y ha guardado la misma lozanía a través de los tiempos. Relata con precisión breve, jugosa y original el aspecto de las cosas (Thalasias; se eleva a veces a las cumbres más altas de la poesía mítica (Dafnis) y otra sabe pintarnos con un realismo sobrio e ingenuo las costumbres de los pastores sicilianos. Sobresale en el dialogo familiar de sus personajes (el mimo de las Siracusanas). Describe con veracidad palpitante los ardores del antiguo amor, sensual y fatal (La Maga, El Cíclope). Escritor lleno de fantasía imaginativa y poseedor de una sabia tradición métrica y lingüística, Teócrito de Siracusa fue uno de los más altos representantes del período alejandrino. Sus principales obras fueron: Los epigramas, IDILIOS, El niño del Oráculo, La siracunasa, Serenata, Dafni, La Caridad, Poema "Megara", Himno a los Dioscuros, Las Talasias, entre otros. Dafni: Es un poema mítico pastoril siciliano es una invención de la canción bucólica. El protagonista (Dafni) hijo de Remete y una ninfa, aprendió de su padre a jugar el Zampone. Dafni de físico hermoso y divino, fue amado tanto por seres humanos como los dioses. Es considerado la versión más antigua de la leyenda triste. Danfi cegó su vida al ser traicionado por una ninfa, lanzándose a un acantilado, pues su amor no era recompensado por su amante.
En el Idilio VII, llamado Thalisia donde describe un festival de la cosecha en la isla de Cos. En este poema Teócrito habla en primera persona e introduce amigos y a rivales contemporáneos en un modo rustico.
Morris: El espíritu renacentista, amante de la belleza, de la exaltación de los valores humanos, se materializó de una forma especialmente brillante es el campo de las artes. Las nuevas técnicas y concepciones estéticas acerca del mundo y la sociedad iniciaron su desarrollo en Italia, pero pronto se difundieron por toda Europa dando lugar a una serie de corrientes artísticas bien diferenciadas. El movimiento literario renacentista fue iniciado ya en el siglo XIV por Dante Alighieri, Petrarca y Boccaccio, que significaron el uso de lengua vulgar en sus famosísimas obras: "La divina comedia", "Cancionero", "El Decamerón" respectivamente, pero fue en el transcurso de las dos centurias siguientes cuando alcanzó su momento más característico con Baltazar Castiglione, Ludovico Ariosto, y Torquato Tasso. La literatura renacentista estuvo representada en España por Fernando de Roja presunto autor de "La Celestina", Garcilaso de la Vega (Introductor de las modas Italianas), Santa María de Jesús y la novela "Lázaro de Tormes"; y en Francia por Rabelais y Ronsard.
Renacimiento Español Conocemos con este nombre la época del apogeo imperial y artístico de España, que va desde el siglo XV concretamente desde 1492 con los reyes católicos, el fin de la reconquista y el descubrimiento de América, hasta la muerte de Felipe II (1598) en lo político, y la de Calderón (1681) en lo literario. Este período español es también uno de los más prodigiosos de la historia de Occidente. Se le denomina tradicionalmente Siglo de Oro. Se plantea un problema histórico en torno a la existencia de un Renacimiento Español. Los españoles Menéndez Pidal (la idea imperial de Carlos V), Américo Castro y Federico Deonis, entre otros, han demostrado suficientemente la realidad de un Renacimiento en la península, con las características italianizantes (Boscán, Garcilaso) y humanísticas (Fray Luis Deleón) del europeo, pero también con las peculiaridades que imprime España a toda manifestación cultural y humana (novela picaresca y poesía mística, sublimadas a la síntesis Cervantes).
En efecto, cabe señalar dos etapas en el Renacimiento Español: PRIMERA: La típicamente europea, al modo italiano, que floreció durante el reinado de Carlos I (1517-1556), donde se destacó la poesía petrarquista de Garcilaso, la novela pastoril, la corriente Ersmista y la novela "Lázaro de Tormes" que da lugar a las posteriores novelas picarescas. SEGUNDA: La auténticamente nacional asimilada, que coincidió con el reinado de Felipe II (1556-1598) y cuyos sazonados frutos fueron de Fray Luis Deleón y Fernando De Herrera, las creaciones de los místicos y ciertos nombres mayores de la picaresca, como Mateo Alemán y el genial Cervantes. La poesía petrarquista, primer signo de la llegada de las corrientes renacentistas a España fue la aspiración de la lírica de influjo italiano. La zona mediterránea española fue, normalmente, el trampolín de acceso de las formas de civilización italiana hacia el corazón de Castilla. Sabido es que todo nació en 1526 del encuentro en Granada del barcelonés Juan Boscán (¿1492?-1542) con el Embajador veneciano Andrea Navagiero, durante la luna de miel del Emperador y su prima Doña Isabel de Portugal. Aquel ambiente de bodas reales, principió al placer de la poesía, despertó en Boscán el deseo de adaptar a la lengua castellana el endecasílabo, toscano, lo que llevó a cabo inmediatamente en sus múltiples sonetos y en sus poemas Hero y Leandro Octava Rima, pero acaso el mayor esfuerzo por italianizar las lenguas españolas lo haya hecho Boscán. Por un destino muy singular, la carta prólogo de El Cortesano (1534), dirigida a doña Gerónima Palova d´Almogáver, se debe a Garcilaso de la Vega (150-1536), gran amigo de Boscán y modelos de caballeros de la corte del Emperador. Tanto por su vida como por su obra, Garcilaso fue un personaje característico del Renacimiento y altísimo poeta, adaptó definitivamente al castellano el endecasílabo italiano.
Alberti: León Battista ALBERTI (Génova, 14 de febrero de 1404 – Roma, 25 de abril de 1472) fue el primer y más importante teórico del arte del Quattrocento, así como ejemplo del ideal de Hombre completo del Renacimiento. Hijo de un noble florentino exiliado, recibió una educación acorde con su clase social, primero en la escuela de Barsizia (Padua) y luego en la Universidad de Bolonia, donde estudió griego, matemáticas y ciencias naturales. En 1432 fue nombrado abreviador apostólico, léase secretario, del Papa Eugenio IV y durante esta su primera estancia en Roma se inició en el estudio de la arquitectura clásica. Más tarde, en 1434, se incorporó a la corte papal, establecida en Florencia, ciudad capital del arte y la cultura del Renacimiento. Con sus ideas humanistas, se introdujo rápidamente en los círculos intelectuales de la ciudad, contando entre sus amigos nombres tan célebres como Donatello y Brunelleschi, por quien expresa gran admiración, estudiando con fuerte interés sus ideas sobre perspectiva en pintura y relieve. También participó plenamente en la vida literaria florentina, defendiendo el uso del italiano frente al latín. Después de su estancia en Florencia y en otras ciudades de Italia, Alberti volvió a Roma en 1452, donde fue secretario de seis papas. Para uno de ellos, Nicolás V, realizó labores de arqueólogo, consejero de restauración de monumentos antiguos y asesor en cuestiones de urbanismo. Desarrolló su actividad en diversos centros humanistas de Italia, como Florencia, Roma, Mantua y Rímini, por donde se dejó sentir su influencia, y, como reconocida personalidad artística, contó con numerosos discípulos y seguidores, quienes colaboraban con él en sus construcciones arquitectónicas. Alberti tuvo una formación más teórica que práctica, al contrario que la mayoría de los grandes arquitectos renacentistas, como Brunelleschi o Michelozzo. Aunque sus edificios se cuentan entre los más importantes de la arquitectura quattrocentista, fue fundamentalmente un teórico, que escribió tanto de arquitectura como de escultura y pintura. Sus importantes tratados sobre la teoría del arte le han llevado a ser considerado émulo de Viturbio, otro teórico del arte de la Roma clásica, al que efectivamente estudia y toma como referencia. En 1435 escribe su tratado De pictura, que dedica a Brunelleschi, en el que estudia las leyes de la perspectiva desarrolladas por éste, considerándolas fundamentales para la pintura de su época y de las venideras. Durante su primera estancia en Roma descubre la grandeza del arte antiguo y manifiesta su admiración por el mismo, que le lleva a profundizar en el conocimiento de las proporciones, las tipologías y la decoración de la arquitectura de la Roma clásica y a escribir Descriptio urbis Romae (1434), primer análisis sistemático para la reconstrucción de la ciudad papal. En 1453 comienza a escribir el primer estudio concienzudo sobre arquitectura del Renacimiento, que finalizaría en 1485, De re aedificatoria, un tratado en diez libros en el que la perspectiva se entiende como el instrumento más preciado por el arquitecto y defiende un concepto clasicista de la belleza, entendiéndola como proporción y equilibrio entre todas las partes del objeto, una armonía perfecta en la que nada debe sobrar ni faltar. Uno de los últimos tratados que escribe sobre la teoría del arte es De statua (1464), en el que expone sus ideas sobre la escultura. Como completo humanista, escribió también poesía y sobre temas filosófico y sociales, tales como la familia, el estado, literatura… Sus escritos ejercieron una influencia decisiva, perdurando muchas de sus aportaciones hasta nuestros días. Aunque Alberti nunca participó en el levantamiento real de sus edificios, proyectaba todos los elementos con detalles y, sin llegar a conocer los secretos del oficio de maestro de obras, diseñó auténticos edificios maestros, modelos de tantos arquitectos posteriores. Encontramos en él uno de los introductores del Renacimiento en la arquitectura, imponiendo una belleza clásica precedente de las más importantes obras del Cinquecento. Alberti nos ha legado una influencia decisiva en la arquitectura y unos edificios tan bellos como el Palacio Rucellai y la fachada de Santa Maria Novella entre otros.
Teórico del arte, arquitecto, organista, poeta, filósofo, pensador, humanista…. Con sus conocimientos a la vez enciclopédicos y prácticos, clásicos y modernos, Alberti realizó el ideal de Hombre nuevo propuesto por el Renacimiento, artista múltiple y ducho en todos los campos del saber, y en él se encuentra el máximo representante de aquellos que creyeron que el arte era más teoría que práctica. La primera y más importante obra arquitectónica de Alberti en la ciudad de Florencia es el Palacio Rucellai (1446), muestra del poderío de esta familia burguesa que siempre se distinguió por su mecenazgo. Alberti, con la colaboración de Bernardo Rossellino, presenta una innovadora alternativa al resto de típicos palacios de la época, que si bien no gozó aquí de un total éxito, sí lo tuvo más tarde en la Italia septentrional y casi toda Europa hasta el neoclásico. Con una planta difícil por su asimetría, el arquitecto presta especial atención a la fachada, en la que su brusca e irregular terminación en el lado este indica que resta inacabada y, por lo tanto, ordenada sin el principio de simetría axial. Tampoco se ve en ella el concepto de entrada central monumental, el cual no apareció hasta finales del siglo con el Palacio Strozzi diseñado por Giuliano da Sangallo. Alberti opta en esta portada por un original orden geométrico propio, que incluso hace que los arquitrabes que marcan las divisiones horizontales no coincidan con las alturas de las plantas. Esta visión de horizontalidad está contrarrestado por las pilastras, que a modo de lesenas de escaso relieve, como el de los sillares, se superponen en altura presentando un orden distinto en cada piso, dórico en la planta baja y corintio en las superiores, lo cual nos recuerda al famoso Coliseo romano. Todo esto produce un interesante juego de luces y sombras que remarcan el sentido geométrico del edificio. A destacar también las personales ventanas, típicas de la arquitectura albertina, bíforas rematadas en sendos arcos de medio punto que a su vez se hallan englobados en uno mayor en cuyo tímpano se integra un característico óculo.
Ghiberti: Lorenzo de Bartoluccio, alias Lorenzon Ghiberti (Florencia, 1378 – Florencia, 1 de diciembre de 1455), hijo y aprendiz de un orfebre florentino, fue el primer escultor que basó su arte en la cultura, en las fuentes del Humanismo. Sus Puertas del Baptisterio de Florencia son consideradas las inauguradoras del arte del Renacimiento. Amigo asiduo de artistas, humanistas y erúditos, Ghiberti estudió los clásicos, Plionio, Ateneo el Viejo, Vitrubio…, y fue un propagador activo de las ideas humanistas, así como uno de los primeros coleccionistas de arte antiguo. Aunque dedicado principalmente a la escultura, también ejerció de arquitecto y de pintor, y en sus últimos años escribió el libro I Comentarî, sobre diversos aspectos del arte. En 1402, en competencia con Brunelleschi y otros arquitectos afamados como Jacopo della Quercia, es cuando gana el concurso para la realización de las dos puertas que le restaban al Baptisterio de San Giovanni de Florencia. Las segundas que realizó, las Puertas del Paraíso, de una belleza incomparable, son consideradas la cima máxima del relieve renacentista. Sus esculturas traslucen una elegancia lírica acompañada de perfección técnica así como el interés que tenía por la sencillez clásica de peso y volumen. En sus primeros trabajos se observan todavía numerosas reminiscencias góticas, pero conforme va avanzando el siglo XV va desarrollando sus nuevas ideas de corte renacentista con mayor intensidad, como se desprende de una observación de la evolución de su obra, que va tendiendo hacia una representación más naturalista del movimiento, el volumen y la perspectiva, así como una idealización mayor del tema. En sus últimos años de vida, entre 1447 y 1448, escribió un tratado de arte en tres volúmenes, un manuscrito que dejó inacabado, llamado I Comentarî. En él realiza una historia del arte y de los artistas, tanto antiguos como del Trecento, desde el propio arte y, a la vez, trata de establecer la base científica del arte figurativo basándose en la óptica y en la teoría de las proporciones. Entendía Ghiberti la escultura, y también la pintura, no como artes de acción, artes mecánicas, sino como el resultado de la integración entre la técnica, la materia, y el razonamiento, la invención. I Comentarî refleja, además, el mundo del propio Ghiberti con una voluntad autobiográfica hasta entonces desconocida en los tratados de crítica del arte.
Ghiberti es conocido fundamentalmente por sus puertas para el Baptisterio de Florencia, consideradas las primeras inaguradoras del arte del Renacimiento y las segundas, las Puertas del Paraíso, como la cúspide del relieve renacentista. Estas obras hacen a menudo sombra a otras creaciones del artista que son igualmente merecedoras de reconocimiento. Mientras ejecutaba sus primeras Puertas del Baptisterio, fue maestro de obras de la iglesia de Orsanmichele. En su escultura destacan, por ejemplo, sus estatuas monumentales de San Mateo (1419-1421) para el gremio de cambistas de Orsanmichele o las de San Esteban (1425-1426) para el gremio de tejedores de lana. También a recordar sus bajorrelieves en bronce para la Fuente bautismal de la Catedral de Siena (1417-1427), con escenas como el Bautismo de Cristo o San Juan conducido ante Herodes, así como el Relicario en bronce de San Cenobio y otras tantas obras. El excelente trabajo que realizó con las segundas Puertas del Baptisterio de Florencia hizo que Ghiberti fuera considerado también el más adecuado para ser el artista que decorara las terceras. Así, emprendió en 1425 la realización de los relieves en bronce dorado de las últimas Puertas, que no finalizaría hasta 1452. Las puertas que, merced a su impresionante hermosura, Miguel Ángel bautizaría como las Puertas del Paraíso. El programa iconográfico de estas terceras Puertas de Baptisterio levantó encendidas polémicas entre los humanistas florentinos, como Leonardo Bruni, Ambrosio Travesari, Niccolò de Uzzano y Niccolò Niccoli, pues Ghiberti optó por modificar totalmente la estructura trecentista de Andrea Pisano que había mantenido en las segundas. El espacio disponible queda dividido en diez cuadros, cinco para cada batiente, inscritos en una rica y estrecha orla. La reducción del número de espacios ocasionó que dos o más episodios del programa tuvieran que fundirse en un solo cuadrado, creando en consecuencia un principio narrativo necesariamente distinto al de sus primeras Puertas. Si en éstas la figura humana concreta el espacio, en las segundas el paisaje y las perspectivas arquitectónicas dan fondo a las movidas escenas. Difícilmente el arte del relieve ha superado tal grado de perfección. Del bajo al alto relieve, los fondos y las figuras van emergiendo de la superficie hasta alcanzar una plena corporeidad, aunque los cuerpos henchidos del clasicismo no llegan a perder la armonía y la fragilidad de movimiento del último Gótico. Y, del mismo modo, las arquitecturas, aunque concebidas bajo en conocimiento de la invención brunelleschiana, no llegan a crear un eje inmóvil en el que coincidan todas las líneas del cono visual, sino que obedece al principio medieval del punto de vista variable que Ghiberti llama "región del ojo". Aunque todavía se mantienen resabios del Gótico, es evidente la evolución del estilo ghibertiano hacia un Renacimiento más pleno. El resultado de ese encuentro entre conceptos artísticos, ya que no opuestos, diferentes, es una síntesis que alcanza la perfección, una perfección que hizo exclamar a Miguel Ángel que aquellas Puertas, por su belleza, debían ser las que abrieran el Paraíso. Aunque la belleza del bronce ghibertiano al parecer no alcanzó la gloria que según Miguel Ángel merecía, lo cierto es que cuando en 1452 las Puertas de Ghiberti iban a ser colocadas en el lado sur del Baptisterio, dada su hermosura merecieron el honor de desplazar a las de Andrea Pisano para encararse con la gran portada de la catedral principal de Florencia, Santa María dei Fiori. En su inacabado manuscrito I Comentarî, Ghiberti considera que de todas sus obras la creación más extraordinaria son estas terceras Puertas del Baptisterio, realizadas "con la mayor habilidad, la mayor ponderación y el máximo espíritu de aventura". Otra etapa importante dentro de esta historia: EL HUMANISMO.
Durante la Edad Media, la idea de cristiandad pesó sobre toda la cultura. Pero con el declinar de ésta, elhombre y sus creaciones pasaron a ser el centro. Con ello se produjo un cambio importante en el modo de pensar, de vivir y de ver el mundo. Se iniciaba una etapa nueva en la vida de los europeos, que recibió el nombre de humanismo. El ser humano se revaloriza: se destaca su inteligencia, su creación artística, su libertad, inspirada en la civilización clásica, el mundo adquiere una fisonomía distinta y todo tiende a humanizarse.
Orígenes del humanismo: El humanismo nació en Italia en el siglo XIV y los que le dieron vida fueron dos florentinos, ambos escritores, Petrarca y Boccaccio, que por esta razón se constituyeron en los precursores del Renacimiento. Ambos se dedicaron con entusiasmo al estudio de las obras de la antigüedad clásica. Obras olvidadas y desconocidas de esa época las dieron a conocer y resucitaron gran parte del pasado de la literatura grecorromana; pero esta pasión por lo antiguo no sólo se limitó a lo literario, sino que también abarcó a las artes plásticas, y a la forma de vida humana, en general. Francisco Petrarca fue calificado como el padre del humanismo por el impulso que dio al redescubrimiento de las letras clásicas y fue, a la vez, un filólogo (estudioso de los idiomas y obras literarias, especialmente en su parte gramatical), que inició la búsqueda de los manuscritos clásicos descubriendo, entre otras cosas, las cartas de Cicerón, que hasta esa fecha eran desconocidas. También estudió las obras de Horacio y de Virgilio y escribió en un latín perfecto numerosos poemas y epístolas, en los que ensalzó a los literatos de la antigüedad. Tanto los papas como los principales monarcas de la época admiraron la labor cultural de este hombre, por lo que el Senado de la República de Venecia lo nombró Ciudadano de Honor y tanto la ciudad de Roma como la Universidad de París lo premiaron con el estímulo máximo de ese entonces, la corona de laurel. Juan Boccaccio, fue contemporáneo de Petrarca y también escribió numerosas obras en latín, idioma que dominaba a la perfección, pero no pudo incursionar en las obras de la antigüedad griega por desconocer el idioma heleno. Su obra más famosa es el Decamerón, colección de cien cuentos, en los que relata los vicios e inmoralidad de esa época. Esta obra se caracteriza por su estilo, que es la prosa clásica.
Influencia griega: En el siglo XV, el humanismo adquiere real relevancia con la caída de Constantinopla, el último baluarte imperial. Luego del ataque de los turcos y la consiguiente destrucción del imperio bizantino, los eruditos helénicos abandonaron Constantinopla y buscaron refugio en las tierras occidentales, especialmente en Italia, país con el que habían mantenido cordiales relaciones durante toda la Edad Media. En este lugar dieron a conocer textos helénicos desconocidos hasta entonces y enseñaron el idioma griego, ignorado por completo en occidente. Este paso es considerado como esencial en el desarrollo y penetración de la cultura bizantina en Italia. Se crearon escuelas de estudios griegos y una de la más importantes fue la de Miguel Crisoloras, quien junto con enseñar el idioma explicó diversas obras clásicas, poniendo especial énfasis en Homero. También sobresalió Basilio, dirigente de la Iglesia Ortodoxa, y que luego de radicarse en Roma abrazó la religión católica. Trajo desde Constantinopla más de 800 códices (manuscritos antiguos) griegos y latinos, que contenían obras de Tácito, de Sófocles y de Tito Livio. Todos querían leer estos textos y tener acceso al saber. Y exactamente en este mismo período, con la invención de la imprenta, se logra la difusión masiva de la cultura, con textos a bajo costo. Las diferentes regiones donde se observaron cambios por la etapa del humanismo.
Humanismo en Francia: La difusión del humanismo en Francia fue algo más tarde que en Alemania. La inauguración del movimiento humanista en este país se debió a la acción de Guillermo Fichet, de Saboya. A su regreso de un viaje a Milán comenzó a editar las obras de los clásicos latinos y de los humanistas italianos. A Fichet le sigue quien le constituyó en el verdadero padre del humanismo francés, Jacobo Lefevre, la personalidad más vertiginosa de la intelectualidad de su país en el Renacimiento. Lefevre fue humanista más por su búsqueda de un nuevo ideal filosófico que por su manejo del griego y del latín. Viajó a Italia y a su regreso dictó Clases de filosofía en el colegio del Cardenal Lemoine. Publicó obras como las Paráfrasis sobre la física, de Aristóteles y la Introducción a la metafísica. Junto a Lafevre resalta en Francia Guillaume Budé, quien estableció su autoridad de helenista en el libro Comentarios de la Lengua Griega. Fundó el Colegio de Francia y desde el punto de vista religioso estuvo mezclado en las pugnas que existieron entre los católicos y luteranos.
El humanismo en Inglaterra: A fines del siglo XV aparece el Humanismo en Inglaterra, Erasmo de Rotterdam influyó notablemente en Tomás Moro, el mayor representante del humanismo inglés. Tomás Moro escribió Utopía, libro en el que condensó todo su disgusto por la mezquindad del mundo que le rodeaba y que se encontraba perturbado por una crisis que afectaba a las voluntades y llenaba de amargura a muchos. Moro, en su libro, presenta un sueño irrealizable, donde existe un estado previsor, regido por magistrados elegidos por el pueblo y donde el trabajo se organiza. Allí se distribuyen los víveres y los bienes producidos por la colectividad. En su obra, además, comenta que una legislación liberal evita las discrepancias religiosas mediante la tolerancia y aunque la familia forma el engranaje de la sociedad, se admite el divorcio para evitar las incompatibilidades. Tomás Moro, profundamente católico, compatibilizó su fe con las actividades políticas, participando en la tarea de gobierno. Murió decapitado en 1535, acusado de traición. En el año 1935 la Iglesia católica lo canonizó.
Humanismo en España: El humanismo penetró en España en la época de los Reyes Católicos y contó con el apoyo del Cardenal Francisco Jiménez Cisneros, confesor de la reina Isabel y consejero de los monarcas. Este prelado creó la Universidad de Alcalá de Henares, la que se constituyó en el centro de los estudios humanistas. Los heruditos estudiaron los manuscritos de las Sagradas Escrituras y publicaron la llamada Biblia políglota Complutense. Esta Biblia contenía el Antiguo Testamento en diferentes idiomas (caldeo, hebreo, griego y latín) y el Nuevo Testamento en griego y latín y, además, constaba con un vocabulario hebreo-caldeo y una gramática hebrea. Esta obra es un verdadero monumento de la humanística española. Antonio de Nebrija y Juan Luis Vives son los máximos exponentes del Humanismo español. Nebrija publicó una gramática española, que fue no solamente la primera editada en España, sino también la primera en un idioma romance. Vives, por su parte, conoció a fondo el latín y escribió sobre filosofía, teología, moral y pedagogía. Fue un crítico científico de los métodos y normas vigentes en la enseñanza de esa época. Su obra más celebrada es Instrucción de la mujer cristiana, libro que traza las normas que deben regular la educación femenina.
Monografías extraídas de www.monografias.com Enciclopedia del estudiante Búsqueda por Yahoo Search y Google.com
Autor:
Enrique Ramirez y Maximiliano Bajo.
Taller "Con las manos abiertas" J.J. De Urquiza Nº 35, EGB 3 9no Año
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