Hacerlo reduciría las cargas tributarias y de deuda para las generaciones futuras, al mismo tiempo que limitaría de manera crucial los riesgos de una inflación mucho más alta en el más corto plazo. Es más, una meta de inflación más elevada -y el resultante restablecimiento de la credibilidad- les permitirían a los bancos centrales regresar a una meta de inflación más baja sin crear una recesión una vez que los niveles de deuda se hayan reducido y la demanda agregada se haya recuperado.
(Brigitte Granville es profesora de Economía Internacional y Política Económica en el Queen Mary College, Universidad de Londres, y autora de Remembering Inflation, de inminente publicación por Princeton University Press. Copyright: Project Syndicate, 2011)
"El primer ministro británico, Gordon Brown, ha admitido por primera vez parte de su responsabilidad en la crisis financiera ya que no supo entender hasta qué punto estaban interrelacionados los bancos mundiales. Precisamente ha sido duramente criticado durante la crisis financiera por no saber predecirla y gestionarla"… Gordon Brown admite que cometió "un gran error con los bancos" (El Confidencial – 11/4/11)
Según recoge el Daily Telegraph (11/4/11), Brown admite que cometió "un gran error" en la manera en la que abordó la regulación financiera antes de que el sistema financiero se colapsara. Y añade que "tengo que aceptar mi responsabilidad".
Brown, que entonó el mea culpa en una conferencia den Bretton Woods, también se ha referido a la FSA (Financial Services Authority, organismo encargado de regular el sistema financiero), puesto en marcha por él mismo en un movimiento sorpresa en su primer día como primer ministro en 1997.
"Pusimos en marcha la FSA pensando que los problemas vendrían del rescate de una institución financiera. Pero nos equivocamos. No supimos ver hasta qué punto estaban enredadas las cosas".
La crisis de 2008 provocó un efecto contagio de unas entidades a otras debido a la fuerte interconexión que existía entre el sector financiero mundial.
"Reforma, sí. Revolución, no. El informe preliminar elaborado por una comisión independiente sobre la reforma del sistema bancario británico ha descartado la radical idea de separar por completo la banca comercial de la de negocios y apuesta por una combinación de medidas más moderadas como fórmula más viable para dar estabilidad al sistema financiero y evitar una crisis como la que empezó en 2007"… Los expertos impulsan la vía moderada en la reforma de la banca británica (El País – 12/4/11)
La gran banca había amenazado con abandonar la City de Londres y trasladar sus cuarteles generales a Nueva York u Hong Kong si Reino Unido adopta medidas demasiado radicales. Un peligro que parece haber desaparecido: las acciones de los bancos británicos se dispararon nada más abrirse la cotización en la Bolsa de Londres (11/4).
Presidida por sir John Vickers, la Comisión Independiente sobre la Banca se creó en junio de 2011 con el encargo del Tesoro de ofrecer propuestas con dos objetivos fundamentales: mejorar tanto la estabilidad como la competitividad del sistema financiero. En realidad, lo que hizo el Gobierno al pedir ayuda a un grupo de cuatro expertos fue buscar un árbitro que resolviera una polémica que no solo dividía a los analistas sino que tenía el potencial de llevar también la división a la coalición de conservadores y liberales-demócratas formada hacía entonces tan sólo unas semanas.
El dictamen de los expertos es que, aunque una división absoluta entre la banca de negocios y la banca al detalle puede ser la forma más sólida de proteger a la segunda de la primera, en realidad no es necesaria: con una serie de medidas combinadas menos radicales se puede conseguir el objetivo de estabilidad buscado y al mismo tiempo no perjudicar la competitividad de la banca británica.
Lo que proponen es crear lo que denominan un "anillo de protección", un ring-fencing en torno a la banca al detalle, de forma que un banco pueda seguir operando en ambos sectores pero de forma claramente diferenciada, con empresas filiales separadas. Pero, detalle crucial, manteniendo la capacidad de mover su capital de una actividad a la otra.
El informe -cuyas conclusiones finales, en septiembre (2011), condicionarán la reforma del sistema a pesar de que solo tiene carácter consultivo- parte de la tesis de que son los accionistas y los acreedores (exceptuados los depositantes) de la banca, y no los contribuyentes, los que han de soportar las pérdidas en tiempos de crisis. Es decir, que no debería haber operaciones de rescate con dinero público como la que se han dado estos años.
Para ello hay que crear un entorno que obligue a los bancos a ser más prudentes y a tener "más capacidad de absorber las pérdidas", a hacer más sencillo y menos costoso que un banco resuelva sus apuros cuando los tenga y a reducir los incentivos que premian la toma de riesgos excesivos en el negocio.
Y sugieren, sobre todo, la citada separación contable y de gestión de la banca al detalle y la de negocios, para que los apuros de una no afecten a la otra, el llamado "anillo de protección", y aumentar al 10% el capital core de las reservas en los bancos sistémicos y en toda la banca al detalle.
– La reforma de la reforma bancaria (Project Syndicate – 18/4/11) Lectura recomendada
(Por Howard Davies)
Londres.- En los últimos tres años se han derramado océanos de tinta (o de bytes) sobre la formulación de programas para resolver el problema de los bancos que son "demasiado grandes para quebrar". Muchos académicos y expertos han criticado a los reguladores y a los banqueros centrales por su incapacidad para entender los atractivos evidentes de la llamada "banca estrecha", un restablecimiento de la separación entre la banca comercial y la banca de inversión/mercantil de la era Glass-Steagall, o de aumentar fuertemente los requisitos de capital. Si se adoptara uno solo de esos remedios, el mundo sería un lugar más seguro y feliz y los contribuyentes ya no correrían el peligro de tener que rescatar a los irresponsables financieros.
En respuesta, los banqueros tienden a argumentar que cualquier interferencia en sus negocios sería un ataque inadmisible contra su derecho humano inalienable de perder el dinero de los accionistas y depositantes del modo que más les plazca. Además, sostienen que el costo de cualquier aumento de los requisitos de capital sencillamente se transmitiría a los deudores mediante tasas de interés más elevada, lo que haría que la economía se detuviera en seco.
Lo anterior podría describirse como un diálogo de sordos, pero la mayoría de las personas sordas logran comunicarse bastante bien mediante señas y otros medios.
En este terreno ferozmente disputado hace su entrada la Comisión Bancaria Independiente del Reino Unido, establecida el año pasado por el Secretario de Hacienda, George Osborne, con el mandato de examinar las posibles reformas estructurales al sistema bancario orientadas a salvaguardar la estabilidad financiera y la competencia. Preside la Comisión John Vickers, rector del All Souls College de Oxford, que es de lo más distinguido que hay en los círculos académicos británicos. Participa junto a él Martin Wolf del Financial Times, lo que permite suponer que habrá una buena recepción en las páginas financieras.
El informe provisional de la Comisión, que se publicó el 11 de abril, es lúcido y agudo. También demuestra de modo convincente que todos los remedios propuestos tienen costos significativos. El lector se ve obligado a deducir que, después de todo, tal vez los reguladores no hayan sido tan torpes.
Un punto obvio es que es difícil encontrar una relación clara entre la estructura de la industria financiera y el éxito o el fracaso en la crisis. A algunos bancos universales les fue bien, a otros mal. Algunos bancos de inversión prosperaron (en el caso de Goldman Sachs, tal vez demasiado), otros se colapsaron. Algunos bancos abiertos al público en general quebraron, como Northern Rock, mientras que otros permanecieron a flote (por ejemplo, la filial de Santander en el Reino Unido).
Vickers descarta algunas de las opciones más seductoras. La banca estrecha, que supone que los depósitos del público en general se guarden en entidades separadas, respaldados exclusivamente con activos seguros y líquidos como los bonos del gobierno, no se ve bien bajo el microscopio de All Souls. Advierte que "los costos sociales serían significativos", puesto que se perderían las sinergias entre la recepción de depósitos y el otorgamiento de créditos. Y es casi seguro que los gobiernos tendrían que hacerse cargo también de algunos bancos de crédito, por lo que los supuestos beneficios en términos de aislar el dinero del público no se harían efectivos.
A Vickers tampoco le agrada la llamada "banca de objeto limitado", en la que toda la deuda está titularizada de hecho. "Habría una disminución del valor agregado económico debido a la intermediación", y los créditos a las pequeñas y medianas empresas resultarían perjudicados.
Tampoco hay una opinión favorable en cuanto a limitar directamente el tamaño de los bancos. ¿La norma de Volcker? "Es poco probable que el impacto fuera positivo en el Reino Unido" o, implícitamente, en ningún lugar fuera de los Estados Unidos.
La Comisión se detiene un poco más en el modelo Glass-Steagall, pero tampoco se muestra plenamente satisfecha: "los costos de una total separación podrían ser mayores de lo necesario para abordar los problemas", en parte debido al potencial surgimiento de "economías de alcance entre los servicios bancarios de inversión abiertos al público en general y los corporativos". Además, "la total separación eliminaría todos los beneficios de la diversificación intrabancaria y acabaría de ese modo con la posibilidad de que una parte del grupo pueda salvar a otra".
En ese punto del informe, los lectores en las salas de juntas de los bancos británicos esperaban una victoria fácil en tres sets. El profesor, que detenta el título de Sir, recibiría las Llaves de la Ciudad (Freedom of the City of London) -un honor poco conocido pero apreciado que permite al titular cruzar el puente de Londres con un rebaño de ovejas.
Sin embargo, el asunto no acaba bien. Una reforma que sí sería favorecida es lo que la comisión describe como "protección de las operaciones de banca abierta al público en general". El impacto sería que se impondría a los bancos que llevan a cabo actividades de este tipo en el Reino Unido el requisito de realizarlas en una filial capitalizada por separado. Los requisitos de capital para esa filial serían más onerosos, con un mínimo de capital de nivel 1 del 10%, en comparación con la nueva norma de Basilea 3 del 7%.
Dicho requisito impondría costos a los bancos universales al limitar su capacidad de transferir capital dentro del grupo. Se desconoce la magnitud de estos costos, pero los precios de las acciones de los bancos que podrían verse afectados (Barclays y el Royal Bank of Scotland, en particular) aumentaron cuando se publicó el informe, lo que sugiere que no son tan altos como se temía.
La principal ventaja del esquema es que se combina perfectamente con otras reformas que están en proceso en Basilea. La protección de las operaciones de banca abierta al público en general tiene más sentido si va aparejada con un nuevo régimen de resolución, que permitiría a la filial estar vinculada sin que haya contagio en el grupo. Si se logra llegar a un acuerdo de rescate paralelo que permita a los tenedores de acciones compartir la carga, estaríamos cerca de una reforma inteligente y poco costosa que puede ser bien recibida en el mercado -y que las instancias de regulación tendrían una verdadera oportunidad de gestionar.
Los que quieren bancos a la medida, incluso si ello resultara perjudicial para ellos mismos, no están contentos con Vickers. Sin embargo, al ofrecer una evaluación honesta y rigurosa de las principales propuestas de reforma, la Comisión Bancaria Independiente ha contribuido con un servicio invaluable y merece que se le reconozca por ese trabajo tan elegante.
(Howard Davies, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido y ex gobernador adjunto del Banco de Inglaterra, es actualmente director de la London School of Economics. Su libro más reciente es Banking on the Future: The Fall and Rise of Central Banking. Copyright: Project Syndicate, 2011).
– El contradictorio Banco de Inglaterra (Project Syndicate – 5/5/11)
(Por Linda Yueh) Lectura recomendada
Oxford.- Andrew Sentance, miembro saliente del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, ha expuesto un panorama hipotético que menoscabaría la credibilidad del Banco de Inglaterra. Hay dos fuerzas contradictorias que podrían mantener la inflación muy por encima de su objetivo del dos por ciento no sólo este año y el próximo, sino también en 2013 incluso.
El dilema consiste en que cualquier depreciación de la libra esterlina aumenta el nivel de inflación importada que no queda compensada por la capacidad disponible en la economía. Dicho de otro modo, el Reino Unido tiene una capacidad disponible -la producción disminuyó el 6,4 por ciento durante la recesión y no se ha recuperado totalmente-, pero no suficiente. De modo que la inflación ha superado el objetivo del Banco durante todo el período de recuperación respecto de la crisis financiera de 2008 y, según Sentance, podría permanecer por encima de dicho objetivo durante el período de dos años de previsión a medio plazo del Banco.
Peor aún: si el Gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyin King, está en lo cierto al sostener que la inflación superior al objetivo se debe a la inflación importada, aumentar los tipos de interés tendrá pocos efectos, a no ser que induzca una apreciación de la libra esterlina, lo que reduciría el costo de las importaciones, pero su depreciación ha de reequilibrar la economía al aumentar las exportaciones. De hecho, el Gobierno británico cuenta con eso. Su nueva Oficina de Responsabilidad Presupuestaria prevé que en los próximos años el comercio contribuirá tanto como el consumo al crecimiento del PIB.
Naturalmente, eso significa acabar con el déficit por cuenta corriente, que ha sido de entre uno y tres por ciento, aproximadamente, del PIB y eso entraña, a su vez, un mayor debilitamiento de la libra esterlina. Evidentemente, ésta no puede apreciarse y depreciarse simultáneamente.
Teóricamente, la libra esterlina podría mantenerse en el tipo actual de unos 1,60 dólares y mejorar la situación comercial, si el aumento del volumen de exportaciones baratas superara el valor de unas importaciones más caras: el llamado efecto de la curva en J. En ese caso, la balanza comercial mejoraría con el tiempo, después de un deterioro inicial. Ocurrió a comienzos del decenio de 1990, cuando la libra esterlina se debilitó tras salir del Mecanismo de Tipos de Cambio, pero ahora las condiciones económicas mundiales son menos sólidas.
Otro problema es el de que las exportaciones británicas (en particular, las de servicios) compiten en calidad y no en precio y, como el Reino Unido ya no produce manufacturas de gama baja, hay que importarlas. Dicho de otro modo, la demanda de importaciones y exportaciones no es muy elástica en materia de precios y sólo hay un margen limitado para substituir los productos de fabricación nacional. Hasta ahora, el déficit comercial ha mejorado, pero, al haber estado la libra esterlina un 25 por ciento, aproximadamente, más baja, ponderada en función del comercio, durante cuatro años, la parte alta de la J parece un poco lejana.
Además, hay otro dilema: el desfase de la producción. Gran Bretaña ha recobrado sólo una tercera parte de su producción perdida a consecuencia de una recesión profunda. Al haber crecido la economía sólo el 1,5 por ciento el año pasado y el desempleo el 7,8 por ciento (casi el punto máximo en 17 años), debería haber factores de producción inactivos listos para ponerse en marcha.
Pero, ¿y si ha quedado dañado el potencial de producción de la economía? ¿Y si, como ha ocurrido en otras crisis financieras, el aumento de la producción sigue siendo flojo durante varios años, mientras los bancos rehacen sus balances generales y el desapalancamiento se produce lentamente?
En ese caso, el Reino Unido podría no seguir creciendo un 2,75 por ciento anual, sino más cerca -pongamos por caso- del dos por ciento. De ser así, hay un desfase menor en la producción: un nivel menor de potencial de producción junto con un nivel mayor de desempleo significa que el crecimiento irá acompañado de inflación.
Naturalmente, el desfase en la producción resulta difícil de computar, pero la inflación básica (la que excluye los precios de la energía y de los alimentos) ha superado el dos por ciento durante gran parte del período de recuperación y los impuestos indirectos, como el IVA, destinados a reducir el déficit fiscal, han contribuido a la presión al alza de los precios. Por otra parte, el aumento anual de los salarios, que ha sido de sólo el dos por ciento, significa que, aun después de 16 meses de una inflación mayor que el objetivo, siguen existiendo sólo efectos mínimos de segundo orden.
El Banco de Inglaterra parece en verdad contradictorio. La mayoría está votando a favor de mantener sin cambios los tipos de interés, pero hay dos votos a favor de un aumento de 0,25 de los tipos, un voto a favor de un aumento del 0,50 por ciento e incluso un voto a favor de más relajación cuantitativa. Esa inhabitual división en cuatro opciones de los nueve miembros de su Comité de Política Económica refleja diferencias en cómo se evalúan las influencias contradictorias en la estabilidad de los precios. Además, con una cuarta parte de la economía en contracción (o estancamiento, después de descontar los efectos del tiempo atmosférico), no resulta difícil entender por qué los miembros del Comité no consiguen ponerse de acuerdo.
Pero la inacción del Banco -justo cuando el BCE ha aumentado sus tipos de interés para empezar a normalizar la política monetaria- podría enviar una señal inapropiada, según Sentance y, como éste advierte también, si la inflación se mantiene por encima del objetivo del Banco de Inglaterra durante otros dos años, una abrupta y profunda restricción monetaria socavaría la recuperación… y podría menoscabar la credibilidad del propio Banco de Inglaterra.
(Linda Yueh es profesora de Economía del St. Edmund Hall en la Universidad de Oxford y corresponsal de economía de Bloomberg TV. Haga clic aquí para ver su entrevista a Andrew Sentance. Copyright: Project Syndicate, 2011)
"Súper clase, globócratas, uberricos. Son nuevos nombres para denominar a una nueva élite global que ha sido definida como una nación aparte"… "Richistán": el país de los megarricos (BBCMundo – 15/5/11)
Son tan ricos estos magnates que viven más alejados de la realidad del común de los mortales de lo que tradicionalmente han estado las élites pudientes.
Chrystia Freeland, periodista financiera y autora del libro "Plutócratas", le dijo a la BBC que muchos de estos megarricos "son hijos de la globalización y el desarrollo tecnológico"; una minoría selecta muy particular que maneja una "porción desproporcionada" de la riqueza global.
Pero ¿cómo son estos nuevos potentados?
"Comunidad transglobal"
"Los ricos de hoy son diferentes a los ricos de ayer. La mayoría no son caballeros ociosos que heredaron sus fortunas: son nerds adictos al trabajo y perpetuamente cansados", estima Chrystia Freeland.
"Nuestra economía global interconectada y de paso lento ha propiciado el surgimiento de una nueva súper élite que consiste, en grado notable, en acaudalados de primera o segunda generación".
Los bienes y servicios de lujo más ventajas impositivas convierten a Londres en un imán para megarricos transnacionales.
Según Freeland, los miembros de esta élite son "tesoneros, altamente educados, meritócratas del jet set que se consideran los ganadores en buena lid de una dura competencia económica global".
Y, aunque su residencia principal esté en Nueva York, Londres, Hong Kong o Bombay, forman "una comunidad transglobal de pares que tienen más en común entre ellos que con sus conciudadanos. Son una nación en sí misma".
Esa nación, o "Richistán", como la denomina el autor estadounidense Robert Frank, está formada por personajes de muy variado origen.
La componen oligarcas rusos, jeques del Golfo Pérsico, petroleros texanos, magnates estadounidenses de internet, condes italianos, "bolligarcas" indios (en referencia a magnates de la industria del cine nacional, o Bollywood) y multimillonarios de los paraísos fiscales.
Se encuentran en lujosos destinos turísticos, exclusivos debido a su costo y, como acudiendo a una reunión familiar, llegan en sus jets privados a todos los eventos elitistas que los acojan, como el Foro Económico Mundial en Davos.
Y Londres, la capital del Reino Unido, es un imán para ellos debido a una combinación de factores como bajos impuestos para los no residentes, la zona horaria, la lingua franca internacional que es el inglés, el estatus de centro financiero y los bienes y servicios de lujo disponibles.
¿De dónde salieron?
Durante las pasadas décadas la economía global ha estado marcada por la integración de los mercados, la liberalización del comercio y la revolución de las tecnologías de la información.
Esto ha creado una prosperidad global por la que cientos de millones de personas han salido de la pobreza absoluta y se han ubicado entre las clases medias particularmente en las crecientes economías asiáticas de China e India.
Pero en la medida en que se apreciaba un crecimiento de la economía planetaria también surgía otro fenómeno: el de la ampliación de la brecha entre ricos y pobres dentro de sus propios países.
Este fenómeno, como le señaló Chrystia Freeland a la BBC, fue particularmente pronunciado en Estados Unidos entre 2002 y 2007 cuando el 65% de todo el crecimiento de los ingresos correspondió al 1% de la población.
En 1987, el 1% más rico de EEUU se hacía al 12,3% de los ingresos en bruto del país. Dos décadas después, la cifra era 23,5%
Pero la segregación de la riqueza se ha presentado además en países como Reino Unido, Canadá, Alemania y en las naciones escandinavas, así como también en la China comunista.
La división entre súper ricos y el resto llevó a que tres analistas del Citigroup concluyeran que "el mundo está dividido en dos bloques: la plutocracia y todos los demás".
Según explicaron, en la plutocracia no existen consumidores estadounidenses, británicos o rusos. Lo que hay son consumidores ricos, que son pocos pero se llevan una tajada enorme de los ingresos globales y consumen una cantidad de bienes desproporcionadamente grande.
Y luego están los demás: un grupo multitudinario pero virtualmente irrelevante en términos de ingreso y consumo.
¿Un problema?
¿Representa, entonces, un problema la aparición de esta clase de ultrarricos?
Según Credit Suisse en el mundo hay:
– 81.000 personas con más de US$ 50 millones
– unas 30.000 con más de US$ 100 millones
– 2.800 con más de US$ 500 millones
– alrededor de mil multimillonarios
Para Alan Greenspan, el legendario jefe de la Reserva Federal de EEUU, el lío es que "básicamente tenemos una economía muy distorsionada", según dijo en una entrevista en el verano pasado (2010).
Julia Margot, subdirectora del grupo independiente de análisis Demos, le dijo a la BBC que "deberíamos preocuparnos" por este fenómeno, particularmente en "sociedades que están obsesionadas por lo que sus élites hacen" debido a la exposición continua que éstas tienen en los medios de comunicación.
"Existe una compulsión muy intensa a ser parte y parecerse" a esas élites debido a la "fabricación de aspiraciones que se parecen a los sueños de Hollywood".
Sin embargo, en su opinión "si hablas con jóvenes de escasos recursos te das cuenta de que -debido al modo en que se ha desarrollado el mercado laboral, y por la manera en que funciona la movilidad social- sus aspiraciones no se van a cumplir", lo cual puede generar cada vez más frustración.
En palabras de la autora Freeland, el auge de los "uberricos" presenta, por lo menos, un dilema.
"En la economía global competitiva de hoy, necesitamos más que nunca a los súper ricos y las compañías innovadoras que ellos han creado. Pero ellos nos necesitan a nosotros también, como consumidores, como empleados, como conciudadanos".
No obstante, añade, "hay una lección que nos enseña la historia. A largo plazo las súper élites sólo pueden sobrevivir de dos maneras: suprimiendo la disidencia o compartiendo la riqueza".
¿Cuál de estos dos modos prevalecerá? Sólo el tiempo podrá decirlo.
"Estamos asistiendo a un proceso en el que una gran parte de la economía occidental está completamente a la deriva. La actual crisis sistémica ha dejado sin referencias a buena parte de las autoridades públicas, a lo que hay que añadir el vaciado intelectual de la academia, que asiste perpleja al desmoronamiento de todo el paradigma neoclásico"… Reino Unido, ¿el próximo? (Cinco Días – 25/5/11)
Con estos parámetros, tanto los Gobiernos como los bancos centrales intentan de forma desesperada mitigar los efectos de la crisis de deuda privada que asola a los países centrales, especialmente EEUU y Reino Unido, y que tiene ramificaciones y alumnos aventajados entre los países periféricos europeos, como España, Grecia o Portugal. Hasta ahora, todo el ruido mediático, y donde se han focalizado los lobbies financieros, ha sido en la grave situación de los periféricos, sin entrar a valorar que el riesgo de EE UU, Reino Unido o Alemania por contagio puede desencadenar una recesión sin precedentes.
El caso británico es digno de estudio. La economía de Reino Unido ha sido afectada de forma significativa por la crisis financiera y económica internacional. El PIB en 2010 fue un 4,5% más bajo que el pico alcanzado en la fase precrisis. El desempleo ha aumentado en más de 800.000 personas desde 2007 y las finanzas públicas se han deteriorado de forma abrupta, alcanzándose en el ejercicio 2010-2009 una cifra de déficit público del 10% del PIB, algo impensable en esta economía.
Existe evidencia de que parte de la caída del PIB sufrida, lejos de ser un shock transitorio, se va a convertir en permanente. Las estimaciones apuntan a que el coste de la crisis bancaria puede ser algo superior al 60% del PIB existente con anterioridad a la crisis. Esta situación se ha traducido en que más de un 80% del capital del Royal Bank of Scotland y más del 40% del Lloyds Bank Group son propiedad del Estado, después del proceso de rescate llevado a cabo por el Ejecutivo desde el estallido de la crisis financiera en 2008. Sin duda, este proceso ha deteriorado significativamente la competencia en el sistema bancario británico, con un proceso de desaparición, o absorción, de buena parte de los competidores de los dos grandes grupos. El proceso de bancarización británico, y sobre todo el peso de este sector en la economía, explican las serias consecuencias futuras de esta profunda crisis financiera. Reino Unido es el país con mayor porcentaje de activos bancarios domésticos sobre el PIB, casi el 500% del PIB.
Con esta situación, resulta muy útil analizar qué ha ocurrido en el pasado en diversos países para entender la magnitud del efecto que va a tener para Reino Unido esta crisis bancaria, cuyo origen es claramente sistémico. La evidencia empírica muestra que, salvo en los casos de Suecia y Corea, las crisis bancarias han tenido unos efectos permanentes para los países que las han sufrido, y en el caso de Reino Unido, las expectativas son claramente de una pérdida de PIB potencial considerable. Esto también tiene que ver con el modelo de solución de crisis bancarias, que en el caso de Suecia supuso un castigo muy severo a los gestores, también pérdidas para los acreedores y un grado de transparencia máximo.
Las necesidades de incrementar el capital y la liquidez del sistema bancario son claves para restaurar la confianza y el buen funcionamiento del sistema financiero. Sin embargo, en el caso de Reino Unido hay dos problemas fundamentales. La evidencia empírica revela que a menores ratios de capital y solvencia, como es el caso del Reino Unido, mayores pérdidas en el PIB con posterioridad a la crisis bancaria. En este sentido, Reino Unido tiene dos hándicaps muy graves. Uno es que la competencia bancaria prácticamente ha desaparecido, Reino Unido controla más del 60% del total del capital de los dos principales grupos bancarios. Y el segundo es que no puede inyectar más capital a sus entidades, pues la situación de las finanzas públicas no lo permite.
En resumen, la crisis financiera ha provocado un aumento de la probabilidad de suspensión de pagos por parte de entidades británicas, y también irlandesas, a partir de la crisis de Lehman. Sin embargo, a pesar de una cierta estabilización en 2009-2010, no podemos descartar una crisis de deuda soberana, pero también bancaria, lo cual hace de la economía británica una economía muy vulnerable. La severa consolidación fiscal ha elevado, aún más, la probabilidad de quiebra del sistema financiero, pues el nivel de desempleo y el empobrecimiento social harán que la pérdida de PIB potencial se convierta en estructural y así Reino Unido deje de ser una gran potencia, básicamente financiera, y pase a ser un país con serias dificultades para crecer al nivel de antaño."Los bancos británicos deberán imponer un "muro invisible" que aísle sus actividades de banca de inversión del negocio minorista. El objetivo es evitar que los contribuyentes tengan que asumir el coste de rescates bancarios en caso de que se produzca una nueva crisis en el sistema"… Londres impondrá un 'cordón sanitario' sobre el negocio de la banca de inversión (Cinco Días – 16/6/11)
El ministro de Economía de Reino Unido, George Osborne, anunció el 15 de junio (2011) la batería de medidas que prepara el Ejecutivo para imponer un cordón de seguridad que aísle el negocio minorista de las divisiones de banca de inversión.
Según explicó Osborne, los grandes bancos británicos deberán proteger su negocio con particulares de las potenciales pérdidas que puedan generar las áreas de banca mayorista, especializadas en la intermediación de productos financieros y en operaciones con grandes corporaciones.
Además de incorporar una redefinición societaria para aislar al máximo el negocio de banca de inversión, el ministro también anunció que la gran banca de Gran Bretaña deberá alcanzar niveles de capital superiores a los establecidos en la nueva regulación internacional de solvencia, conocida como Basilea III. Para los activos con más riesgos deberán reservar cerca de un 10% de capital, frente al 7% que marca Basilea.
La reforma planteada por Osborne es la que va más lejos entre las nuevas regulaciones financieras que se están desarrollando en varios países europeos. Tan solo los elevados requisitos de capital impuestos por Suiza a sus dos grandes bancos pueden considerarse más duros.
"Esta medida es regresiva y costosa para la banca británica aunque menos dañina que la obligación de segregar el negocio de banca de inversión", explicaba ayer el analista Mike Trippitt, de Oriel Securities, a la agencia Reuters. En Estados Unidos, la regulación que ahora debate el Congreso obligaría a los grandes grupos financieros a trocearse para separar por completo el negocio de banca de inversión.
En su tradicional discurso en Mansion House, residencia oficial del alcalde de Londres, Osborne también ha reclamado que la Unión Europea deje a los reguladores nacionales un cierto margen de adaptación de Basilea III.
La decisión de aislar el negocio de banca de inversión pretende, según el ministro de Economía británico, no evitar nuevas quiebras, sino conseguir que si estas se producen no afecten al conjunto de la entidad bancaria. De esta forma, se lograría reducir la factura que el Estado tendría que pagar en el rescate del banco.
"Las masivas manifestaciones helenas y las últimas movilizaciones británicas no son más que expresiones diferentes del mismo problema, el de los recortes que ambos gobiernos (en proporciones muy distintas) llevan tiempo aprobando. Y ese clima presupuestariamente restrictivo va a llevar a la calle a muchos ciudadanos europeos en los próximos meses"… Huelgas y represión: el futuro de la política europea (El Confidencial – 30/6/11)
En ese sentido, la huelga de funcionarios británicos prevista para el 30/6 es una buena muestra de algunos de los puntos futuros de conflictividad, que serán más notorios cuanto más avancen las políticas de austeridad. Uno de los aspectos materiales que más han empujado para que la huelga se convoque ha sido la reforma de las pensiones. Un tema importante, señala Miguel Martínez Lucio, profesor de Human Resources Management de la Manchester Business School, "porque supone una bajada indirecta de sueldos y porque las pensiones previstas para este colectivo son ya inferiores a las del sector privado. Pero sobre, todo porque hablamos de trabajos como los de asistente social, maestro de escuela o policía en los que el número de agresiones sufridas por los funcionarios públicos se están multiplicando. Y si no conservas una oferta económica decente, ¿cómo vas a atraer a la gente a un puesto donde la violencia es habitual? Por eso hay apoyo a la huelga: la gente sabe que es duro ser hoy un profesor o un asistente social".
Ambiente de lucha en Reino Unido
A pesar de no ser una huelga general, todo está preparado para que la de hoy sea una gran movilización. Los sindicatos convocantes son cuatro, tres de la educación, NUT (National Union of Teachers 200.000 afiliados), ATL (Association of Teachers and Lecturers, 160.000) y UCU (University and College Union, 120.000) y uno de los servicios públicos, PCS (Public and Commercial Services Union, 300.000), cuyos afiliados se han manifestado masivamente a favor de la huelga, lo cual hace pensar en un seguimiento elevado. Para Andrew Richards, profesor de Ciencia Política en el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales de la Fundación Juan March, "tras 20 años en los que los niveles de conflicto industrial han sido bastante bajos, una movilización como esta es significativa, aun cuando no llegue a los niveles mucho más elevados de una huelga general". No obstante, el panorama apunta hacia un ambiente generalizado de confrontación. Por una parte, apunta Martínez Lucio, en septiembre está prevista la movilización de académicos y de estudiantes universitarios, y para octubre, señala Richards, los dos sindicatos más grandes del sector público, UNISON (con más de 1.375.000 afiliados) y UNITE (más de 1.000.000) están planificando huelgas.
En todo caso, estas movilizaciones "no son más que expresiones específicas de un conflicto más general, ya que todo proviene del problema de la crisis económica y de cómo la están resolviendo a base de recortes". Y ello no sólo supone la rearticulación de muchas posiciones sociales, sino también la reordenación o desaparición de muchos de los viejos actores, En ese contexto, los partidos socialdemócratas aparecen especialmente desubicados, ya que han de aplicar políticas que no coinciden con su ideario y que son ampliamente rechazadas por muchos de sus votantes. En el caso británico, señala Richards, "el comportamiento del partido laborista ha decepcionado notablemente a los sindicatos, ya que su líder, Ed Miliband, se ha manifestado en contra de la huelga, perdiendo así una gran oportunidad de articular un discurso narrativo que refleje las preocupaciones de una sociedad".
Para Richards, hubiera sido mucho más coherente que el pequeño de los Miliband hubiera afirmado que, a pesar de vivir una solución económicamente grave, habrían de buscarse soluciones que no pasaran por la confrontación con los sindicatos y los trabajadores. "Al no hacerlo así, es probable que muchos de quienes van a la huelga acaben pensando, al igual que ocurría en las movilizaciones españoles, que apenas hay diferencia entre los dos principales partidos".
Lo que ha ocurrido a los laboristas es que su líder no ha querido aparecer como un político que apoya las huelgas, sino como una alternativa creíble de los conservadores, señala Martínez Lucio, "alineándose con la tendencia general de los partidos socialdemócratas europeos, que tiene miedo de aliarse con las propuestas radicales contra la crisis. Sin embargo, en este caso han perdido una gran oportunidad, no sólo porque haya mucho apoyo para los sindicatos en la sociedad británica sino porque no estamos hablando de una huelga de trabajadores bien pagados con condiciones laborales de lujo que defienden sus privilegios, sino de empleados que trabajan en condiciones muy complicadas".
Una socialdemocracia cada vez más cuestionada
El problema de fondo, afirma Martínez Lucio, es que los socialdemócratas europeos han aceptado en gran medida el discurso liberal-conservador sobre los orígenes de la crisis y sobre cuáles deben ser las soluciones. Y, por eso, la crisis parece estar dejando sin sitio a una socialdemocracia cada vez más cuestionada. De una parte, los poderes financieros que les demandan austeridad tienden a no fiarse de la voluntad de hacer reformas de los partidos de centro izquierda; por otra, sus electores no coinciden ni en la necesidad de los recortes ni en el modo en que están actuando respecto de esos mismos poderes financieros. Desde esta perspectiva, las movilizaciones están siendo perjudiciales para los partidos de izquierda parlamentaria, situados en una tierra de nadie que les obliga a hacer cada vez mayores equilibrios.
La cuestión es dónde va a ir a parar ese caudal de descontento. El descreimiento y el alejamiento de la política es una opción y el aumento de la presencia social del populismo es otra, pero la hipótesis que más suele manejarse es el surgimiento de un nuevo tipo de izquierda. Moreno descarta esta posibilidad, ya que, afirma, "la izquierda lleva años estancada, ni ha dado el perfil ni ha ofrecido programas ni ha hecho nada. Y los sindicatos ahí están, chupando del frasco del Estado, sin que sepamos dónde va a parar el dinero que se les da".
Sin embargo, lo que nos está diciendo la experiencia de las movilizaciones europeas es que, más allá del signo que tengan, están apareciendo novedades sustanciales en la política que tiene poco que ver con las claves bajo las que estábamos acostumbrados a analizarla. Entre ellas:
1 En países como el Reino Unido, señala Martínez Lucio, está aumentando tanto la afiliación a los sindicatos como su presencia social. "Dado que el sistema electoral británico dificulta la existencia de partidos minoritarios y prácticamente imposibilita un espacio de izquierda fuera del partido laborista, son las formaciones sindicales las que están empezando a jugar este papel de izquierda alternativa. Desde hace unos años están apareciendo nuevos líderes sindicales, algunos de los cuales siguen militando en el partido laborista, que están ocupando claramente ese espacio". Lo que está por verse es cómo transforman esa presencia en algún tipo de poder político.
2. Las alternativas son cada vez más numerosas y fragmentadas, como demuestran múltiples ejemplos europeos (los últimos, España y Grecia). En un sentido, porque están apareciendo nuevos jugadores políticos, que van desde UPyD hasta el Frente Nacional francés pasando por la apuesta centrista de François Bayrou, el ascenso de los Liberal Demócratas en el Reino Unido o por la recomposición de la izquierda alemana en Die Linke, lo cual está produciendo un juego de intereses político cada veza más fluido. Pero, en otro, porque se está generando un magma de organizaciones jóvenes, bien estructuradas, que están potenciando cada vez más la sociedad civil (como se ha notado en el 15 M español) pero que carecen de un conductor articulado". Sin embargo, y aunque "este no sea un fenómeno nuevo, porque llevamos en esa situación fragmentada un periodo relativamente largo", está cobrando cada vez más importancia, lo que está haciendo fermentar un caldo de cultivo del que va a surgir algo, aun cuando no pueda adivinarse todavía el qué.
"La libra esterlina lleva más de 300 años en circulación y se le nota el kilometraje. Traquetea en las marchas más bajas de la política monetaria (con tipos de interés en el 0,5% desde marzo de 2009). Pierde terreno ante divisas más jóvenes como el euro, que desde su puesta en circulación se ha revalorizado un 23% frente a la divisa británica. Y necesita empujones multimillonarios de la imprenta del Banco de Inglaterra para poder seguir el ritmo del mercado (empezó con una inyección de 75.000 millones de libras y ya va por los 200.000 millones). En esas penosas condiciones, ¿hacia dónde se encamina la moneda de la reina?"… La libra, en declive, se acerca al euro (Cinco Días – 1/8/11)
A juzgar por su evolución desde el comienzo de la crisis hace cuatro años, la libra se arrastra a trompicones hacia una humillante paridad con el euro, la moneda que los conservadores de David Cameron y, en mucha menor medida, los laboristas de Ed Miliban, han mirado con desprecio o desconfianza desde su nacimiento en 1999. La euforia de los euroescépticos, que vieron en la actual crisis de la zona euro la confirmación de sus argumentos contra la moneda común, no se ha materializado en una libra más fuerte. Todo lo contrario.
La libra no para de perder valor, con una caída acumulada durante el último año de más del 5% frente a la moneda europea a pesar de las dificultades en Grecia, Irlanda o Portugal. El viernes cerró a 1,14 euros por libra, muy lejos del 1,71 que llegó a costar en los arranques de la Unión Monetaria. Y su posición internacional, fuera ya del pódium donde se aprietan las divisas estadounidense, europea y japonesa, podría perder nuevos puestos ante la pujanza de monedas emergentes como el renminbi chino.
La lectura optimista de esa evolución sugiere que gracias a la depreciación Reino Unido ha reactivado sus exportaciones. Pero ese alivio no basta para camuflar las verdaderas razones de una imparable caída en el tipo de cambio. Tom Brown, director ejecutivo del Nordestuche Bank en la City londinense, identifica tres motivos para la pérdida de valor de la moneda británica: el mal estado de la economía nacional, los problemas del euro y el bajo tipo de interés fijado por el Banco de Inglaterra.
Ninguno de los tres tiene visos de variar a corto plazo. Y en uno de ellos, la crisis del euro, el gobierno conservador de David Cameron ha perdido toda capacidad de influencia diplomática ante la creciente fuerza del Eurogrupo (reunión de los países de la zona euro), un foro en el que no tiene asiento.
Pero el principal lastre de la centenaria moneda sigue siendo la economía británica, una de las más castigadas por la crisis financiera. El Producto Interior Bruto cayó casi un 5% en 2009; el déficit público se disparó 850 puntos básicos en dos años hasta el 11,2% y este año todavía rondará el 9%; y el Estado sigue siendo el principal accionista de las grandes entidades bancarias como Royal Bank of Scotland o el grupo Lloyds.
Los datos económicos del país no anticipan una mejoría. El Banco de Inglaterra tiene previsto mantener su política monetaria relajada por temor a una nueva recesión, mientras que el Banco Central Europeo ya se ha permitido elevar sus tipos de interés hasta el 1,5% ante la recuperación de la zona euro.
"El retraso de subidas de tipos en Reino Unido debilitará la libra, por eso hemos movido nuestra estimación para este año desde 0,81/0,86 (peniques por euro) a 0,88/0,91", aseguran los analistas de Bankinter en su Informe de perspectivas del tercer trimestre de 2011. Es decir, un poco más cerca del mínimo histórico de la libra frente al euro, marcado el 29 de diciembre 2008 cuando un euro llegó a valer 0,97 peniques. Menos poder adquisitivo para los británicos dentro y fuera de sus fronteras. La economía de la isla sigue amenazada por un debilitado consumo interno y una desbocada inflación (camino del 5%), lejos del objetivo marcado por el Banco de Inglaterra (2%). "En un escenario normalizado", añaden los analistas de Bankinter, "esta aparente inconsistencia vendría acompañada de cierto dinamismo en el crecimiento pero las circunstancias tan especiales por las que atraviesa la economía global impiden que esto sea así".
Londres prevé un crecimiento durante este año del 2,1% y del 2,5% en 2012, aunque la Comisión Europea considera demasiado optimista ese escenario, sobre todo, para el año que viene. La coyuntura se encuentra tan débil que uno de los miembros del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra ya es partidario de ampliar la inyección de 200.000 millones de libras para mantener en pie la economía.
El crecimiento puede verse afectado por un ajuste fiscal hasta 2014 que incluye un recorte de gasto por valor de 95.000 millones de libras y un incremento de impuestos por 30.000 millones. El tijeretazo de Cameron a la inversión pública al final del periodo será del 28% en relación con las partidas del actual ejercicio y tiene prevista la reducción de 400.000 puestos de trabajo en la función pública. Más tensiones de precios Premisas que han llevado a Bruselas a alertar en su último análisis de la economía británica (con motivo del plan nacional de reformas) sobre el riesgo de que Reino Unido caiga en una espiral de inflación, tipos de interés más altos y débil crecimiento. Todo ello acompañado de una tasa de paro que hasta el momento de la crisis era casi insignificante (5%), pero que ahora se ha instalado en el 8%, con un castigo especialmente marcado a la población de entre 18 y 24 años (donde el paro de larga duración ha aumentado un 43%, siete puntos más que la media).
Un panorama que aboca a la libra a cotizar con toda probabilidad por debajo del euro. La divisa de 60 millones de británicos ni siquiera puede rentabilizar su aislamiento porque el país tiene una exposición a los países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal en la zona euro; y Rumanía, Letonia y Hungría, en la UE) equivalente al 8,4%de su PIB, superior, según las cifras de la CE, a la de países de la Unión Monetaria como Francia (5,4%), Alemania (6,6%) o España (7%). ¿Cuánto tiempo tardarán los británicos en percatarse de esa dependencia y pedir refugio a la zona euro? En el caso de la UE tardaron solo cuatro años desde la firma del Tratado de Roma en 1957. Pero el general DeGaulle les dejó en la puerta durante más de una década hasta 1973.
La mayoría de los países europeos con divisa propia la mantienen ligada a la cotización del euro y sus bancos centrales se limitan a seguir la política del BCE. Reino Unido y Suiza, en cambio, gestionan todavía su moneda con cierta independencia. Pero la evolución de ambas monedas es diametralmente opuesta. El franco helvético ha ganado enteros como valor refugio durante la crisis (y se ha revalorizado un 33,7% frente al euro desde julio de 2009), la libra esterlina se ve arrastrada por los problemas de una Unión Monetaria en la que no tiene ni voz ni voto. "La libra no podrá escapar a los problemas del euro porque es un vecino muy cercano y muy grande", augura Tom Brown, director ejecutivo en la City londinense del banco alemán Nordestuche Landesbank. ¿Qué salida le queda entonces? Brenan Donelly, de la organización European Movement, descarta el ingreso en la zona euro "porque no hay ningún movimiento a favor entre la población". Así que Londres seguirá de momento en un limbo monetario cada vez más infeliz.
"Los disturbios de Inglaterra son difíciles de comprender porque encierran diversos fenómenos a la vez. Algunos, conocidos: pobreza, delincuencia, exclusión social y compleja integración de las minorías étnicas. ¿Pero por qué había también jóvenes acomodados entre los alborotadores?"… Una semana de furia (El País – 14/8/11)
El inglés es un pueblo guerrero y con tendencia a liarla. Sus hinchas de fútbol han dado al mundo la palabra hooligan, sus turistas suelen estar en casi todas las peleas veraniegas y sus barrios multiétnicos -o sus guetos monoétnicos- explotan de vez en cuando. Pero nadie estaba preparado para la ola de violencia que estalló el pasado sábado (13/8) por la tarde en Tottenham y se extendió durante cuatro días, primero al resto de Londres y luego a numerosas ciudades de Inglaterra y en particular a Birmingham y Manchester.
Al margen de cuáles fueron las circunstancias del incidente que detonó el conflicto –la muerte del joven Mark Duggan por disparos de la policía- o las condiciones de vida de muchos de los que se echaron a la calle, nadie acierta a dar con una explicación. Quizás porque no hay una explicación, sino muchas. Quizás porque el saqueo multitudinario de tiendas sea el reflejo de muchos fenómenos al mismo tiempo. Porque no es fácil entender un movimiento capaz de darse el placer de convertir en antorcha una casa de muebles con 140 años de historia, atropellar a un grupo de musulmanes que protegían sus propiedades, provocando la muerte de tres de ellos, matar a patadas a un hombre que intentaba evitar un incendio, o desafiar durante horas a la policía. Lo mismo en Hackney (Londres) que en el centro de Birmingham o de Manchester. Un movimiento que ha obligado al primer ministro y al Parlamento a interrumpir sus vacaciones y a movilizar a la policía de todo el país.
Los disturbios de esta semana de agosto (2011) en Inglaterra son difíciles de comprender, porque encierran diversos fenómenos al mismo tiempo. Algunos, conocidos: pobreza, exclusión social, dificultades de integración-aceptación de las minorías étnicas, las relaciones difíciles históricamente entre la policía y esas minorías. Otros son fenómenos nuevos, como el papel que han jugado las nuevas tecnologías de comunicación y en particular las redes sociales. Hay, además, aspectos circunstanciales, como la torpeza inicial de la policía para afrontar la situación.
Hay también factores cuyo peso en este fenómeno es objeto de encendidas polémicas, como el efecto que tiene a largo plazo el Estado de bienestar, que a juicio de algunos transforma a parte de la población más desfavorecida en parias sin incentivos para salir del agujero en el que viven, la incapacidad del Estado de superar ese problema a través del sistema educativo, los efectos en la sociedad de las familias monoparentales, o el consumismo que acaba fomentando el sistema económico neoliberal. Otros factores son coyunturales, como el impacto de las políticas de ajuste impulsadas por la coalición de conservadores y liberal-demócratas. Y algunos, en fin, entran en el terreno de la sociología, como el culto al gangsterismo o el comportamiento de las masas.
El profesor John Brewer, presidente de la Asociación Sociológica Británica, cree que el Gobierno debería tener muy en cuenta ese último aspecto en lugar de tratar los disturbios como un fenómeno puramente criminal, como ha hecho el primer ministro, David Cameron, con el apoyo del líder de la oposición, el laborista Ed Miliband.
"Veo los disturbios como una clásica forma de comportamiento de masas", explica Brewer. "Lo que hay que tener en cuenta con las masas es que son impredecibles e irracionales. Las dinámicas de una muchedumbre se imponen y la gente pierde su identidad", explica. "Lo que es realmente interesante sobre los participantes en los disturbios de estos días es que había gente que normalmente no se comportaría de la forma que hemos visto que se comportaban. Había una bailarina, una enfermera… Si nos fijamos en personas que están siendo procesadas, no encajan con la imagen de jóvenes alienados, desencantados, criminales. Es un ejemplo de cómo gente corriente se ve absorbida por una muchedumbre y pierde sus inhibiciones y reservas habituales", añade.
"Es obvio que algunos tenían como único objetivo utilizar los disturbios para delinquir. Pero no todos. Castigar a cada uno de ellos como si fueran jóvenes desencantados que se han echado a la calle por razones criminales, significa no comprender y desfigurar los disturbios", asegura Brewer.
¿Significa eso que los tribunales tienen que tratar a unos y otros de forma distinta? "No. Pero el Gobierno tiene que entender que si utiliza el crimen como explicación, no va a comprender el comportamiento que representaban los disturbios. Que si etiquetan a los participantes como criminales, no va a comprender el fenómeno. Lo que ha de hacer el Gobierno es verlo como un ejemplo de comportamiento de masas, de gente que normalmente no haría lo que ha hecho", remacha el profesor.
Las palabras de Brewer deberían ser agua bendita para Natasha Reid, una joven de 24 años que el domingo (14/8) por la noche robó un televisor de pantalla plana solo porque habían saqueado una tienda en su barrio, Edmonton, en el norte de Londres. "¿Por qué lo he hecho?", se pregunta desde entonces esta joven que un mes antes se había graduado como asistente social y vive en una familia sin problemas. Desde entonces no come ni duerme, ha explicado su madre al diario The Times. Acabó presentándose a la policía y devolviendo lo robado.
No es la única, muchos se preguntan por qué ha pasado todo esto en un país rico. "Hacen lo que hacen porque están aburridos y así se divierten. Pero también porque les resulta fácil unirse a un grupo o a una banda. A los padres de muchos de ellos no les importa lo que hacen o no lo saben. Tampoco les importa si los dirigentes son corruptos o no. No les importa nada", explica Chantal, una joven de 20 años de origen jamaicano en Hackney, al este de Londres.
Hackney es un barrio pobre, pero es también un barrio emergente, en el que la marginación social se confunde con un cierto espíritu bohemio. Es uno de los pocos lugares en los que los disturbios no han sido un mero ejercicio de saqueo, sino un enfrentamiento con la policía que, en parte, ha tenido aires de protesta política semejante a batallas del pasado, como las que hubo en Brixton en 1981 o en Tottenham en 1985.
Aquellos disturbios eran sobre todo una rebelión de los negros contra la policía y contra su marginación en la sociedad. Todo ha sido muy distinto esta vez. Empezó en Tottenham el sábado 6 de agosto por un conflicto entre la policía y la comunidad afrocaribeña. Sam, que trabajaba en el North East London College y ha perdido el empleo por el tijeretazo al presupuesto, vive en Tottenham y pertenece a esa minoría. "Me apunto a la oficina de empleo, pero nunca me llaman", explica. "Quien sí se fija en mí es la policía. Conozco amigos blancos detenidos por posesión de drogas que son liberados muy pronto. Los negros vamos a la cárcel". "Ya antes de los altercados, había mucha furia contra los políticos en las zonas pobres. El conflicto racial no ha desaparecido, pero ahora hay otros factores", asegura.
Bobby estudió dos años de ingeniería y, ya entrado en la veintena, aún vive con sus padres. No tiene acceso a una vivienda oficial. Dejó los estudios. "Lo que ha pasado no es una coincidencia. Con el alto desempleo, con el declive económico, la degradación del sistema educativo, y con lo que hacen los políticos, nada bueno vendrá", razona. "En las películas se suele ver a pocos negros educados. Somos traficantes o asesinos. Para nosotros, aunque seamos graduados, todo resulta más difícil", se queja.
Thomas Johnson, un estudiante de periodismo de 24 años de origen eritreo: "Lo que está sucediendo en Inglaterra es un anticipo de lo que sucederá en otros lugares, también en Madrid y en Nueva York. En Londres ha ocurrido antes porque aquí los ricos y los pobres, a diferencia de otras ciudades, viven en barrios contiguos".
"Hay mucha corrupción. Ya nadie sabe lo que es correcto. Muchos sienten que carecen de poder para influir y que solo tienen que pagar impuestos. Pero también es cierto que las políticas de subsidios no promueven el esfuerzo personal de los ciudadanos que los reciben", reconoce. Enlazando con ese argumento, un tendero indio advierte: "Los padres deberían tener más control sobre sus hijos. Es obvio que los Gobiernos de este país son muy blandos, falta más disciplina en las escuelas".
Los disturbios han puesto en primer plano ese viejo doble debate: el papel que deberían jugar las familias para acabar con el gamberrismo endémico del país, los enormes problemas de comportamiento antisocial y, en paralelo, los efectos perniciosos que puede tener un sistema de ayudas sociales que acaba por desincentivar a muchos de los que las reciben.
Es un debate que obsesiona en particular a Anthony Daniels, médico y psiquiatra de prisiones ya retirado y reconvertido en escritor y articulista con el seudónimo de Theodore Dalrymple. "Los jóvenes británicos lideran el mundo occidental en casi todos los aspectos de patología social, desde las tasas de adolescentes embarazadas a las de drogadicción, desde alcoholismo a crímenes violentos", afirma en The Australian.
"Los niños británicos tienen más posibilidades de tener un televisor en su habitación que un padre viviendo en casa. Un tercio de ellos nunca han comido con otro miembro de su familia en la casa familiar. Familia no es la palabra que define la estructura social de la gente en las zonas de la que proceden mayormente los protagonistas de los disturbios. Son, por lo tanto, radicalmente asociales y profundamente egoístas. Al crecer están destinados no solo al desempleo sino a ser inempleables", sostiene.
"Los disturbios son la apoteosis del Estado de bienestar y de la cultura popular en su forma británica", afirma en otro artículo en City Journal. "Una población que cree que tiene derecho a altos niveles de consumo con independencia de su esfuerzo personal; y que si no consigue alcanzar esos niveles en comparación con los demás lo percibe como una injusticia. Se ven a sí mismos como despojados, incluso a pesar de que cada uno de sus miembros ha recibido una educación que ha costado 80.000 dólares, por la que ni él ni probablemente ningún miembro de su familia ha hecho mucho por contribuir. E incluso si fuera capaz de reconocer eso, no significa que vaya a mostrarse agradecido, porque la dependencia no crea agradecimiento. Al contrario: simplemente sentiría que las subvenciones no son suficientes para permitirle vivir como quisiera", sentencia Daniels.
¿Tienen razón quienes denuncian que el problema de fondo es que hay demasiada gente que recibe demasiada ayuda del Estado? "Hay un elemento de verdad en eso", admite Rod Morgan, profesor emérito de justicia criminal de la Universidad de Bristol y ex presidente del Consejo de Justicia Juvenil. "Por un lado, hay una elevada proporción de familias en las que ninguno de sus miembros ha trabajado desde hace varias generaciones. Y se puede argumentar que su supervivencia se debe a que dependen completamente del Estado. Eso es verdad. Por otro lado, básicamente han tenido un apoyo insuficiente del Estado, el sistema educativo les ha fallado porque sus expectativas de conseguir un empleo son a menudo extraordinariamente bajas. Se puede decir que, en efecto, hay una dependencia excesiva del Estado y reciben demasiadas ayudas, pero al mismo tiempo es muy pobre el nivel de los servicios que les deberían permitir escapar de esa situación".
Mucha gente opina que el problema de fondo es que muchos padres no se ocupan de sus hijos, creen que es el Estado, no ellos, quien ha de educarles. "Sí, por supuesto, los padres deberían ser responsables de lo que hacen sus hijos", dice Morgan. "Pero hay mucha gente joven que procede de familias monoparentales, a menudo con madres que eran extraordinariamente jóvenes cuando los tuvieron. Este país tiene un considerable problema de embarazos juveniles. Una de las cosas que este país no ha sabido hacer bien es ayudar a los jóvenes padres a afrontar mejor el comportamiento destructivo de sus hijos adolescentes", concluye.
Según el profesor Rod Morgan, una de las grandes diferencias entre los disturbios de los años ochenta y los de esta semana es que los de ahora han sido "una expresión de violencia generalizada y para muchos de los que participaron era como una fiesta". Morgan agrega: "¿Por qué? Creo que en este país tenemos una generación de gente joven que en líneas generales ha fracasado, que vive en ambientes y en comunidades con familias altamente disfuncionales, con pocos estudios, y ese problema se va a complicar aún más con la crisis y los recortes de los servicios locales", añade. "No estoy diciendo que esos factores específicos sean las causas primarias, pero forman parte del conjunto de causas. Y como seguimos políticas económicas neoliberales, el diferencial de ingresos en este país tiende a ser mucho peor que en la mayoría de los demás países occidentales. Hemos creado una sociedad consumista altamente individualizada en la que algunos productos se escapan a la capacidad de ciertos grupos para conseguirlos, y debido a su falta de educación y a sus escasas aspiraciones se crea una mezcla muy potente y potencialmente peligrosa".
Otra diferencia notable respecto a disturbios anteriores es que aquellos eran conflictos entre un determinado grupo étnico y la policía o entre grupos étnicos. No ha sido el caso de esta vez. "Lo que no quiere decir que no pueda llegar a serlo; preocupa el potencial para provocar enfrentamientos interraciales", advierte Morgan.
Un peligro que se hizo evidente en la zona de Winson Green, en Birmingham, donde la muerte de tres musulmanes atropellados por un afrocaribeño ha dañado la relación entre esas dos comunidades. Pero detrás de esas tensiones palpitan otros problemas. "La gente tiene muchas carencias de formación académica en este distrito. El Gobierno debe entender lo que la comunidad necesita: empleos", se quejaba Bustan al Qadri, representante del consejo de mezquitas de las West Midlands.
La tensión se palpaba aún en Winson Green 36 horas después del atropello de dos hermanos de 30 y 31 años y un joven de 21. Aunque el primer ministro, David Cameron, rindió homenaje al padre del chico más joven por sus esfuerzos para evitar que las muertes provocaran un enfrentamiento violento entre negros y musulmanes, creen que el primer ministro minusvaloró el incidente en los Comunes. Fue quizás el menor de sus reproches. Líderes de varias comunidades se quejaban en Winson Green de que las cámaras de seguridad no funcionan en el barrio y de que las ambulancias tardaron esa noche más de media hora en llegar al lugar del ataque. Detrás de los disturbios, sea cual sea su origen emocional, hay también problemas materiales. El Gobierno admite ya que tiene que abordar diversas cuestiones sociales y económicas para evitar que una oleada de violencia como la ocurrida ahora vuelva a repetirse.
Un disparo policial fue la espoleta del caos
Donovan, de 19 años, amante de la batería, padre jamaicano y madre inglesa, da la impresión de ser un chaval centrado. "Nunca olvidaré la conversación que tuve en un autobús con Mark Duggan. Me dijo que no me metiera en problemas, que él lo había hecho y que pasó demasiado tiempo entrando y saliendo de la cárcel", comenta cerca de la comisaría de Tottenham, el suburbio donde el pasado día 6 prendió el chispazo de los disturbios. Sam, amigo de Donovan, de 25 años y origen antillano, asegura que "Duggan no era estúpido. No apuntaría un arma contra un policía". No quisieron decir nada más. Aunque de sus muecas se deduce que saben mucho más de lo que contaban el miércoles, un par de días antes de que la Comisión Independiente de Quejas de la Policía emitiera un comunicado en el que deja claro que Duggan, el hombre de 29 años muerto a tiros hace 10 días, no disparó contra los agentes. La comisión precisó que la policía pudo proporcionar información confusa, y muchos medios de comunicación publicaron que Duggan empleó su pistola contra los agentes que seguían sus pasos desde meses atrás. La familia de la víctima no creyó nunca la inicial versión policial.
Duggan, padre de tres hijos con su novia -la estudiante universitaria Semone Wilson, de la misma edad-, era un tipo al que todo el mundo conocía en Tottenham. Minutos antes de morir envió desde un taxi un mensaje a Semone en el que decía que la policía le seguía. "Era un buen padre. Adoraba a sus hijos", comentó la viuda. Diferente es si era un buen ciudadano. No lo parece.
Duggan creció en Broadwater Farm, un bloque de edificios de protección oficial, un lugar propicio para que emerjan las bandas juveniles. En su página de Facebook colgó fotos en las que sale formando una pistola con los dedos de la mano, y en otra, vestido con una camiseta en la que se lee Star Gang, el nombre de una banda escindida de otro grupo criminal, Man Dem, dedicado al tráfico de cocaína. Quienes le apreciaban definían a Duggan como "soldado", "general de cinco estrellas" y otros calificativos usados en el hampa.
Algunos vecinos de Tottenham han relatado que Duggan solía llevar un arma "porque estaba paranoico" desde que su primo Kelvin Easton, de 23 años, murió en marzo a las puertas de un club nocturno (alguien rompió una botella y se la clavó en el corazón). Desde entonces, la policía seguía muy de cerca los pasos de Duggan.
"El gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, dijo el martes que el banco central de Reino unido está preparado para subir los tipos de interés o comprar más activos para asegurar el objetivo de inflación, pero advirtió de que hay límites en lo que la política monetaria puede lograr"… Hay límites a lo que la política monetaria puede lograr, dice el Banco de Inglaterra (The Wall Street Journal – 16/8/11)
En una carta abierta al Ministro de Economía después de publicarse el dato de inflación de Reino Unido -que se aceleró al 4,4% en julio- King afirmó que los grandes riesgos para la economía del Reino Unido provienen del exterior del país.
"Los recientes acontecimientos en las bolsas mundiales y en la zona del euro son de particular preocupación", escribe King. Los desafíos a los que se enfrentan los países endeudados del euro causan "estrés severo y trastornos" en los mercados financieros, agregó.
"Si el riesgo cristaliza, podría tener un impacto significativo en la economía del Reino Unido", dijo King. El gobernador dijo que el banco endurecerá o flexibilizará la política monetaria en función de lo que sea necesario, pero agregó que hay límites en lo que la política monetaria puede lograr cuando "los ajustes reales" son necesarios en Reino Unido y las economías globales.
En respuesta, Osborne dijo estar de acuerdo con la afirmación de que los grandes riesgos para la economía del Reino Unido emanan del extranjero. El ministro de Economía dijo que los países endeudados deben embarcarse en un proceso de consolidación fiscal y la demanda global debe ser reequilibrada para apoyar el crecimiento económico. La zona euro debería demostrar un mayor compromiso con la integración fiscal y los líderes mundiales deben hacer un mayor progreso en las negociaciones sobre el comercio y las reformas económicas, añadió.
Osborne afirmó que la propia consolidación fiscal del Gobierno de Reino Unido proporciona al Banco de Inglaterra "el espacio que necesita" para mantener una política monetaria laxa y apoyar la recuperación del Reino Unido.
– Las grandes expectativas de David Cameron (Project Syndicate – 31/8/11)
(Por Naomi Wolf) Lectura recomendada
Nueva York.- Mientras escucho las noticias que provienen de Inglaterra luego de la reciente ola de disturbios urbanos -y mientras leo la nueva e irresistible biografía de Charles Dickens escrita por Robert Douglas-Fairhurst, Becoming Dickens-, la vida y el arte parecen replicarse entre sí.
Tras los disturbios, el primer ministro británico, David Cameron, propuso resucitar los juzgados de menores, reclamó sentencias duras y trajes anaranjados para los convictos y propuso otras ideas aún más odiosas. Por ejemplo, los convictos podrían ser expuestos intencionalmente al acoso público a través de tareas de limpieza, y sus familias, que no cometieron ningún delito, podrían ser desalojadas de sus viviendas subsidiadas por el estado. Cameron también está analizando arrestos por comentarios en Facebook, la suspensión de las redes sociales y un poder más letal para la policía.
En la Inglaterra de Dickens, el poder judicial no era independiente, y los periódicos eran objeto de la censura estatal. Los niños (como Oliver Twist) recibían castigos destinados a quebrarlos; la gente pobre acusada de delitos relativamente menores era transportada a Australia o recibía castigos humillantes en público; la policía ejercía un poder violento y sin restricciones sobre los pobres.
No estoy a favor de la indulgencia hacia los saqueadores y los matones; pero ya sabemos adónde conducirán al país la caterva de legislación punitiva que está proponiendo Cameron y sus esfuerzos por explotar el malestar civil para tomar medidas drásticas contra las libertades civiles.
De la misma manera, ya sabemos cómo es una Inglaterra sin una red de seguridad social -donde los pobres no tienen ninguna esperanza y ninguna movilidad-. La educación pública prácticamente no existía para las "órdenes inferiores" hace 150 años y la universidad era una fantasía para ellas -como bien podría volver a suceder, ya que los costos de la matrícula pueden triplicarse en el mandato de Cameron.
En Becoming Dickens, Douglas-Fairhurst rechaza la reciente teoría literaria "postestructuralista" y reexamina a Dickens y su Inglaterra en el marco de sus contextos históricos y políticos. Este enfoque ofrece perspectivas valiosas -y en buena hora-. Estas interpretaciones "historicistas" de la Londres victoriana también aparecieron recientemente en la fascinante exhibición actual en la Wellcome Collection, "Dirt: The Filthy Reality of Everyday Life", y en el nuevo éxito editorial de Bill Bryson, At Home, un libro que examina la historia social en torno a una casona victoriana.
El renovado interés en la historia social victoriana -lo que la gente comía y usaba, quién trabajaba para quién, etc., en contraposición a la historia de las batallas y los "grandes hombres"- tal vez no sea una coincidencia. Las sociedades capitalistas occidentales, especialmente el Reino Unido y Estados Unidos, actualmente están en el proceso de retroceder en el tiempo a la era pre-victoriana, para beneficio de un pequeño grupo de elites que excluye a la clase media y a la clase trabajadora que más se beneficiaron con las reformas sociales, económicas y políticas de los victorianos -por no hablar de los pobres.
En consecuencia, se ha vuelto un imperativo recordar que fueron los últimos victorianos los que reconocieron la dimensión moral de la modernidad, dando lugar a casi todo tipo de reforma pública que hoy damos por sentada como la marca de una sociedad civilizada.
La realidad victoriana temprana -niños indigentes en las calles, una epidemia de cólera atroz y pilas de "mugre nocturna" sin recoger en las calles- era una realidad altamente "privatizada". En los años 1830, como demuestra conmovedoramente Douglas-Fairhurst, los niños y las niñas que provenían de familias económicamente vulnerables podían terminar sin escolaridad y trabajando 18 horas por día en fábricas de betún, como el Dickens de 12 años.
La gente que no pagaba a sus acreedores era enviada -junto con sus familias- a las cárceles de los deudores, como pasó con John Dickens, el padre de Charles, que fue preso por deber 40 libras. La gente mayor sin ningún tipo de sustento moría vestida con harapos en los callejones, mientras que las familias de clase media baja, sin ningún seguro de desempleo o asistencia social, vivían permanentemente aterradas por la enfermedad o el despido, que implicaban la "ruina" y, posiblemente, terminar en la calle.
Londres en los años 1830 era una ciudad en la que una tercera parte de las mujeres eran sirvientas y otra tercera parte eran prostitutas. Una enorme brecha entre las elites y todos los demás aseguraba que los escalones más altos de la literatura, los negocios y la política estuvieran en manos de la minoría adinerada, y que los talentos que surgirían una generación más tarde, luego de una educación más amplia financiada por el estado, fueran reprimidos. Y así es como más o menos se veía toda Inglaterra sin una red de seguridad social.
En contraste, los últimos victorianos, entre los años 1850 y 1880, crearon importantes obras públicas e iniciativas de bienestar público, que incluyeron redes de hospitales financiados por el estado y una educación primaria obligatoria. Expandieron un sistema de asilos para pobres y ayuda para los desposeídos, construyeron sistemas municipales de suministro de agua y tratamiento de aguas servidas, municipalizaron las fuerzas policiales y supervisaron la inversión pública en sitios históricos que siguen estando entre nosotros, como el terraplén del Támesis y el Victoria and Albert Museum.
De la misma manera, con decenas de miles de niños en la calle que dependían de lo que podían hurgar en la basura o robar para alimentarse, los últimos victorianos establecieron sistemas de orfanatos. Encargaron las primeras encuestas epidemiológicas para identificar la causa de los brotes de cólera -que podían acabar con la mitad de la población de un barrio en cuestión de semanas- y construyeron nuevas centrales depuradoras de agua para frenar la propagación de la enfermedad del Támesis mugriento y de las bombas locales contaminadas. Construyeron los primeros hospitales públicos importantes en un momento en el que los nacimientos y otras prácticas médicas en las casas propiciaban el contagio y la muerte.
En las democracias capitalistas avanzadas de hoy, el olvido por parte de la mayoría de los ciudadanos de esta historia favorece los intereses de las elites; de lo contrario, mucha más gente, si no la mayoría, estaría reclamando a los gritos la muerte de los esfuerzos cada vez más exitosos por reducir el sector público.
Mientras Cameron y otros conservadores occidentales intensifican sus esfuerzos por abrir un camino hacia el pasado, es importante tener en mente que no hay nada novedoso o innovador en la ausencia de un estado benefactor y la privatización de los servicios básicos. Ya pasamos por eso -de hecho, mucho de lo que hoy está siendo desmantelado en Gran Bretaña fue construido en la época victoriana debido a las condiciones sociales atroces de la mayoría de la gente-. Si las fuerzas políticas conservadoras de hoy siguen en el poder, Inglaterra -y otros países occidentales- corre el riesgo de regresar al pasado, oscuro, peligroso e ignorante.
(Naomi Wolf es una activista política y una crítica social cuyo libro más reciente es Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. Copyright: Project Syndicate, 2011)
"El nuevo Comité de Política Financiera (FPC por sus siglas en inglés) del Banco de Inglaterra se está encontrando con limitaciones mucho antes de adquirir poderes formales en 2013"… El fantasma de una crisis crediticia se cierne sobre Reino Unido (Expansión – 28/9/11) (Artículo original publicado en The Wall Street Journal Europe The Rising Specter of a U.K. Credit Crunch)
Es muy consciente del riesgo existente de que la congelación de la financiación de los bancos pueda invertir la leve mejora de las condiciones de crédito para los hogares y las empresas británicos apreciada en el tercer trimestre (2011) Pero las actas de la última reunión (correspondiente) muestran que no hay mucho que el FPC pueda hacer para ayudar.
La recomendación del FPC es que los bancos deberían aprovechar cualquier oportunidad para mejorar su capital y su liquidez, siempre y cuando no dañen con ello a la economía, algo que resulta confuso. Señala que los bancos deberían restringir los "repartos".
Pero Lloyds Banking Group y Royal Bank of Scotland no pagan en la actualidad dividendos, Barclays sólo pagó el año pasado 531 millones de libras (611 millones de euros) y es de suponer que HSBC esté exento ya que no afronta presiones para financiarse. Incluso si se incluyen los bonus -siendo estrictos, un coste más- sólo Barclays se ve afectado materialmente.
El mensaje principal del FPC parece ser que los bancos deberían ralentizar el ritmo de desapalancamiento si es necesario en lugar de cortar el crédito. Pero es probable que este mensaje caiga en saco roto si los bancos no pueden refinanciar la deuda a largo plazo.
Además, las decisiones sobre el capital y la liquidez bancarios se están rigiendo por los mercados más que por los reguladores; los bancos quieren convencer a los inversores de que pueden cumplir las nuevas reglas de Basilea III sin tener que ampliar capital o sacrificar el rendimiento.
En realidad, la mayoría de las herramientas preventivas identificadas por el FPC -límites al apalancamiento, colchones anticiclo, límites a los préstamos sobre el valor- están diseñadas para restringir el apalancamiento durante un boom, pero no incentivarán el crédito en una crisis. Una de las políticas que podría cambiar las cosas -reducir la cantidad de capital que los bancos deben mantener frente a determinados activos para incentivar el crédito- es ilegal bajo la legislación de la UE.
Si la financiación bancaria sigue siendo un problema, la mejor esperanza para evitar una crisis crediticia reside en que el BCE o el Tesoro proporcionen liquidez a largo plazo -volviendo al terreno de una política fiscal o monetaria más tradicional-. Pero teniendo en cuenta que el apoyo de los contribuyentes a los bancos es un tema tabú, las cosas tendrán que empeorar mucho antes de que eso suceda.
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