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Generación de los 90 o generación plaqueta en Lambayeque (página 8)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Se baten dos ángeles de oro y cieno por el deterioro

abismo de la luz.

TODAVÍA EL PARAÍSO

Si tuvieras que buscar el paraíso

lo harías entre los rincones oscuros de tus manos,

pero también en las sólidas fisuras de los paisajes

que coinciden en los rostros que arremeten su montura,

su delicia derramada en el beso.

Y siendo así ¿qué esperabas sentado al borde de las aceras

donde una fina niebla urde causticidades.

Y un pájaro no virginal desnuda su balanza de sombra

y su esqueleto?

¿Qué espera tu rostro de la inabarcable invocación

de los hombres que se acoplan en templos donde

el hilo de madeja nunca es soltado,

menos, investidos de blancura?,

¿qué esperan tus manos en las plazas desceñidas

donde el fruto es una oscura noticia muriente de tacto

echado al abismo para rodar, corrosivo y suplicante?

Esas lágrimas que vierte en tu espuma horadada

¿no son acaso la encarnación de tu ardor

en sombra inclinada?

Veme a mí, igual que tú, pereciendo sobre un oleaje

intermitente,

engañado por un fruto cuya única luz consiste

en abolir su rígida armonía.

Que me den un barrote y veráS que moveré el mundo,

aún así, no atravesaré el ojo de una aguja,

menos nombraré la certeza del buen fruto,

ni el viento del árbol que cobija.

Veamos: por aquí a la ventura,

por allá el decir inaudible,

la fosa oscura que recrea si no el paraíso.

En la boca del lobo desgarremos nuestras vendas.

¡Ah, que nos den visión de un augurio apremiante,

que nos devuelvan el mar, las montañas y los pájaros

si ya no importa el paraiso!.

5.- Luis Antonio Noblecilla Rivas

Poesía

POEMA DE DUDOSA PROCEDENCIA

Amadis

A fines de siglo tendrás la casa

Encendida a media luz

Y sentirás un antiguo pavor de ladrones

rondando tu biblioteca

revolviendo tus libros de caballería

A fines de siglo sabrás que ser héroe

Es un oficio difícil

mucho más difícil que cruzar los helados

bosques de Noruega

Montado en un furioso caballo de fuego

Que la nieve derrite como a un poema no escrito

perdido en la memoria

A fines de siglo serás el último héroe de la familia

Aunque no lo quieras

Y toda la tribu que no heredaste

Te esperará junto a las altas chimeneas del atardecer

repitiendo tu azorado nombre de pájaro silvestre

Como un disco rayado por la aguja del gramófono

A fines de siglo te darás cuenta

Que ser héroe es un trabajo indeseable

que nadie busca en los Clasificados de los diarios

matutinos

Y te enfrentarás de nuevo a tus ladrones

A tus gloriosos demonios interiores

Que acechan tus sueños de santo reprimido

con mujeres corrompidas en las calles

Pero ya no temerás porque esta vez los dioses

serán propicios a tu causa a tu hacha de hierro

Y te darán una cita con una casta mujer de limpios dientes

que obedecerá tus perversas manías de héroe

cansado de serlo

Sólo que no irás a su encuentro porque todo esto sucederá

a fines de siglo

Cuando alguien lea este poema de dudosa procedencia.

6.- Giulianna Aguirre Zevallos

Poesía

Mayo 3 (Quiero olvidarte)

Por el despeñadero

sensible va:

una lágrima

tu recuerdo

el placer de la entrega…

el filo de la verdad.

Cadenas

unas tras otras

mil mentiras urdidas

la traición el dolor. Lo pasado

Ovillo desatado una y otra vez.

Soy piedra desgastada

rodando

rodando

rodando.

Siendo espectador y director

en inacabada película

calculando el tiempo

saboreando mis errores.

Filme sin final.

Perenne ardid.

No acabo aún

por encallar

en el puerto del Olvido.

Mayo 30(Desapareciste sin más)

ESPERO

Sobrevivo

arrastrando tus cadenas

tu egoismo supremo

Sabes?

Hoy te encontré

escondido en mis retinas

estabas allí

con tu mirada de niño abandonado.

Vistiéndome

encontré tus manos

tus besos tallados en mi piel.

Inútil diluirte

cotidianamente en el trabajo

o como azúcar en mi café.

Sombra sin tiempo

mi noche de insomnio

en plenilunio

cada tarde palpitas

en cada latido.

7.- Stanley Vega Requejo

Poesía

A LA HOJA DE PAPEL ENTRO

lentamente.

Igual que una

hemosa muchacha

recién bañada

la he visto humana, transformable.

SOSPECHO QUE OTRO SER

no ajeno

viene detrás de mí

Que atraviesa los días

como a una ruidosa quebrada,

saltando piedra tras piedra.

Que a la lluvia expone

sus cabellos

y hunde sus pasos

en el anochecido lodo del asfalto.

Que con sus mejillas

acaricia las aceras del aire

en tanto sigue respirando

mi apariencia.

Ser que me busca

entre las hojas caídas de un árbol,

bajo la hierba crecida.

Otro ser que soy yo.

Condenado a no encontrarme.

DURANTE EL VERANO

las tardes suelen engordar

y dormir desnudas la siesta

sobre la vasta tranquilidad

de las azoteas.

GANAS DE GRITAR

toda esta náusea absurda

que es el creerme vivo.

Ganas de gritar abruptamente

sobre las hondas fosas

de mis zapatos deshabitados.

Ganas de gritar

hasta quedar con el alma

afónica, lívida, muerta.

Ganas tengo ahora

de no tener ganas.

8.- Joaquín Huamán Rinza

Poesía

ECLIPSE

Por siete minutos pasajeros

por siete minutos eternos,

la tierra

miserable esfera del infinito,

será oscura noche

por el don inefable de un sabio.

Y por divina gracia, en un eclipse

de mi chaqueta, se cubre

el desnudo sucio de mi piel cobriza,

toco el botón rojo y el pulcro de culpa.

Y más profundo,

con licenciosas ademanes cubro

en una música de mundo,

el palpitar en su bombeo de fantasía.

Cuanto pesar ser así

por setecientos setenta y siete puntales,

cuando se oculta vertiginosamente

el sol

y el ocaso se dibuja en las pestañas,

solitario, silencioso en los sueños

de estos sueños en un oscuro bulto

que c

a

e

en el bolsillo

roto

del

d

í

a.

9.- Nevenka Walterddorfer Mendoza

Poesía

LA ESPERA

Eres un navío,

que viene rebelde hasta mi puerto,

el espera ansioso escuchar

el llamar de tu sirena,

tiras las amarras hacia el poyo,

y en vano intento sujetarlas

o fundirlas en mi alma,

para evitar tu partida,

surcas insinuante

mis desiertas aguas,

que sólo tu navío

sabe que respiran,

no hay gaviotas en mi puerto

ni navío más que el tuyo

que descansa su cansancio,

sólo madera que penosamente cruje

esperando ser cuidada.

II

Soy arcilla entre tus manos

linfa que a tus labios humedece,

caricia de la noche no esperada,

sueño del deseo prisionero

III

Seré racimo de uva fermentada

para embriagar tu loco corazón,

elixir que calme tu sed de pecador.

IX

Eres un intruso

que evadió mi lejanía,

no te dejaré partir

poblaste mi desierto de esperanzas.

10.- Ana Cecilia de los Milagros Miranda Salazar

Poesía

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DEL MUNDO

Y no te amarás a ti mismo porque este es el egoísmo

más grande ante la máscara desgastada

de la sociedad mundana.

No amarás realmente a tu prójimo, pero sí

fingirás hacerlo porque la sagrada apariencia

te ha elegido como paradigma, no auténtico, de

la filantropía cristiana.

No creerás en tus ideales ni siquiera los tendrás

porque es el mayor pecado contra la trivialidad y

la vanalidad de tu "habitat" social

No serás sincero porque no puedes destruir el arquetipo

de hipocresía, con el cual se masturba la raza humana

No matarás la injusticia, ni el hambre,

ni la indiferencia porque serás señalado

como revolucionario nocivo para el orden público

y el conformismo ideal del sistema mundial.

No admitirás libremente tu sexualidad, porque este es pecado

no te será fácilmente perdonado por la doble moral

que pinta sucio al amor.

No robarás una sonrisa del alma dolida

de un desconocido porque la educación no te permite

Intimar con un ser que no pertenece a tu morboso

"status" y que no hace juego con tu traje parisiense

No te antepondrás la razón al dogma;

porque pensar no está de moda

y no es aconsejable romper los mitos creados

para la complacencia momentánea de tu reprimida sed de haber.

No ambicionarás tu mejoría intelectual, ni siquiera

personal porque la mediocridad exige, hoy más que nunca,

tu respeto.

Y no te negarás a ser parte de la vulgar realidad de la vida,

ni a compartir el mismo molde de los individuos que rodean tu espacio,

de los seres que temen salir de los esquemas, de los seres que sí morirán,

porque de ellos… es el reino de los cielos.

ANY MANE

Veo a la nada sentada en el sillón de mi casa

(y no me animo a llamarte).

Tú, como siempre,

y como nunca

estarás en la esquina jamás vista por tu propia piel

(y no me animaré a tocar tu rostro).

Milagrosamente

tú no ves el reflejo que yo veo

jamás llegaste al lugar indicado

¡amado niño de mis versos!

amado

concebido en un aula sin libros.

Tú, hoy, el lunes y el martes

caminarás perdido en mi sombra de Júpiter

y así seguirás todos los días

(y no me animaré a sentirte).

Hoy, amado ángel

seré el demonio que borre tus pisadas.

Hoy, amado ángel

tampoco he de animarme a quererte.

CUARTO NÚMERO UNO Torneo de serpientes

reptando en tus cabellos.

Tómame.

Aleja las serpientes

y toma mi falsa inocencia entre tus brazos

¡Cortad hermanos

los hilos de libertades ajenas!.

Toma mi mano a distancias

Vámonos respirando aire puro

a las entrañas de la sierra

a mis muslos

a tu ombligo vestido de negro

vámonos conviniendo conjuros

para eximir del primer tiempo

a tu hedonismo

(para olvidar que somos basura)

y atreverme a enviar mi alma

a tu mundo de espejos

atreverme a ser odiada

Veinticuatro horas cada día.

Hermanos ¡cortad los hilos de libertades ajenas!

Hermanos ¡cortad mi libertad!

Me estoy perdiendo.

11.- Gustavo Alonso Mondragón Hernández

Poesía

ESA MANERA DE EXISTIR

Esa manera de existir

De arrastrar mi sombra por el polvo

En que han de volverse mis carnes y mis huesos

A través del tiempo desfigurados

Como el agua el reflejo de mi rostro conmovible

A la herida a la llaga de mi corazón abierto

Por la hostilidad del mundo al que fui parido

E insospechadamente montado

Sobre una tortuga hacia la muerte

Donde las luces se apagan para que nunca se enciendan

Donde todos quieren llegar

Y olvidarse de los gritos de los desórdenes

De los gestos indeseables que uno hace frente al espejo

Y de los días plúmbeos que nos fueron dados para vivir

El hiperamargo dolor

Que desde el fondo me entristece.

NO MUERO

Mi carne es mohienta arcilla acongojada

Completamente xántica y fermentada

El cráneo y los pelos no piensan

Mi superficie cosquillea con el calcio

Con un volcán deyectivo en el puño para morir mejor

Utilizo espuma de farmacia

Y un dedo cansado de sauna

Luego me visto y trituro el humo del día

El excremento continúa

No muero.

MAS RAPIDO QUE INMEDIATAMENTE

Me siento como un pez fuera del agua

Entre una cámara de gas de máquinas cibernéticas

Y bajo los astros que se asoman por las noches

Para ver mis huesos

Arrumados al planeta.

RUTINA

Mi casa parece una congeladora

Y yo un pescado fresco

Humeando los escritos de Vallejo

De Pessoa y Jean Paul Sartre

Los colores de Rembrant y Picasso

Que iluminan mis ojos

Y la cárcel de mis ansiosos deseos

Como si escuchara

El Long Play de Richard Clayderman

Frente a una tasa de café caliente…

12.- Luis Yomona Yomona

Poesía

CANCION PARA EL LECTOR

Bueno

Después de todo

Te ofrezco yo poeta una tristeza

Aplastante y rebelde

Con zapatos blancos

Toda mi alma

Caída en otro tiempo

Sin testigos

Yo poeta

Fui zanja equivoca la

Un pozo con aguas infantiles

¡Qué fugaz desconcierto!

Forjé caminos invencibles

Llegué al filo de silencio

Estaba equivocado

(siempre me equivocaba)

De mis manos

Desprendíanse gaviotas de algas

Y a mi cauce

Anónimo y oscuro

Arribaban

Peces de ensueños

Y no quise

Y me quedé con la tarde triste

Definitivamente triste como una solitaria multitud

Venida desde ti

Con tus ojos tibios y encendidos

Al borde una terca luz sin memoria.

CONTRA EL ESPEJO

Años allá que estoy en el exilio rodeado de bosque

Y silencio.

La nube desbordándose entre descolgados cuchillos

Esculpe, pinta y enciende al niño que viste al sol y no se quema.

Sólo moran las costillas que mueren anunciando otras

Ventanas.

El otoño desnudo en mascará al árbol y la noche es una orquesta indeterminada.

Hoy como ayer, vendo mi humanidad en el mercado de las pulgas de parís. Parto hacia de blancas y retorcidas

Callejuelas- monte athos.

Casa lacrada

(invertidas piernas)

apareces como luna vigilando a la tierra para caer

con erupto y místico fin:

Rojo – amarillo sobre – exilio de menta –

Negro – azul.

(¡Fuera de mi vista! ¡Iguanas y cuervos!)

Me voy con las primeras excavaciones a la externa primavera,

A la vida, al desierto de los flores. Y voy a decir

Del café de Parma, de las alitas de las butacas, del mostrador de las tabernas, donde modesto y hospitalario

Bebo mi retsima, de mi levantar, de las sombras del vacío de Roma.

Oh, estudiantes del dolor, recoged mis pedazos y quitadme la perfil visión de la mujer.

Es absurda mi cabeza, mi vientre. No finjo. Mi mentón….

FUEGO EN LA SANGRE

Cavilando con desvarío

Transido en la agrija del propíleo insomnio

Ventura enojosa del viento

Adrede asirse azorado

Alcanzar con lisor

Perfumada litomorfita

De razón universal.

Satélites cantos de cicutas

Desprende cerval sombrío.

Glayo moribundo

Llora favila lacia

Y tiñe áurea exida

sistro agorero

canta ágatas musgosas.

EL HOMBRE DE LA CREACION

y dios se masturbó sobre la tierra

día sexto

y regó enorme nebulosa

entre aguas oxidadas y piedras caudalosas.

El hombre se hizo carne

Y la carne hombre en presencia del tiempo.

Al principio anduvo triste

El hombre.

Dios también de su costado saco el secreto

Y el secreto pecó en manzana.

De dios creo que la eyaculación fue incompleta

Porque aún en este siglo

El hombre se avergüenza de ser hombre.

A MI AMADA AUSENTE

Ahora que descansa en mi sangre

Como libero coñac,

La luz del recuerdo pregunta por ti.

¿Donde, ligeraré inocente se esconde

el alegre musical: tu voz de balada?.

De otro amanecer, tus besos se componen.

La sombra de tu silencio

Besa a flor de ave y murmura cisnes de

Escarlata, hoy;…Mi dicción.

En el atardecer del dipsómano álbum

Estoy deshojando palabras de ilusión

Mi nostalgia se confunde con el frío

Zapateando desconcertado

Al compás de tu ausente sonrisa.

Amor, galante poesía

Recorre ahora el mar de mi silencio,

Navegando ignoto

13.- Luis Hinojosa Valdera

(Premio Regional Himno COSEMSELAM-2001)

Poesía

DOS SONETOS PARA MARGARITA

Canción de espera, junto a la luna

A nsioso el beso quiere caer

R osado encanto dime si alguna

M ágica fiesta vibra en tu cuna

E ntre los pianos de una mujer.

N iña el aroma también se aúna

M usita el hado regio placer

A caso duermes como ninguna

R osa que al viento quiere volver.

G ema del alba, quien te idealiza

A l pie del nimbo de una sonrisa

R ítmicas coplas meciendo está.

I nventa el cielo, manto opalino,

T ibios luceros por el camino

A ntes que el sueño te envuelva ya!

II

M ientras la brisa, dócil remienda

A l rubio astro su corbatín

N ovicios rayos doran la senda

A urea cortina tiñe el confín.

Y la princesa que se encomienda

A bre su pecho como un jazmín

Y son sus rezos, galope y rienda

V eloz pegaso del querubín.

A sí es la niña, cual mariposa

S iente en sus besos la tenue rosa

Q ue Dios le puso como mamá.

U nido al velo de su carita

E l tierno ramo de Margarita

Z arpa en los ojos de su papá!

INQUIETUD

Lucerito que me miras

dime pronto, dónde estás

Te has metido entre las nubes

o te habrás caído al mar

No me asustes lucerito,

ni me hagas preocupar

El camino está muy triste

triste la escuela, el hogar.

RAMITOS DE MI CANCIÓN

A Childre y Jomara

El sol despierta, la aurora ríe

el fresco día ya va a rodar

y yo espero que el rey me envíe

sus rayos de oro para jugar.

Las rosas miran mis volteretas

el verde manto quiere soñar

suenan las hojas como trompetas

cuando hacia un árbol me ven trepar.

Mientras las ondas de mi sonrisa

surcan espacios de azul cristal

el medio día ya se desliza

con tibios besos de luz vital.

Por el camino tiende su manto

la fresca brisa con dulce afán

las breves horas con tierno encanto

como avecillas vienen y van.

La tarde canta y alegre vuela

y entre sus alas lleva un botón

el astro agita su tibia espuela

con los ramitos de mi canción.

ESTACION DIVINA

Cuando tú llegas, oh primavera

con tu sonrisa de gran primor

tienden los campos su red sincera

donde se mece la alegre flor.

Yo soy el niño que se apasiona

oh primavera, cuando te ve

vibra mi alma y se ilusiona

con tus rosales llenos de fe.

Oh, primavera, estación divina

caen tus besos como una alud

tú eres el cáliz que se empecina

en despertar a la juventud.

Cuando tú llegas, oh primavera

cantan las aves, sueña la flor

los campos riíen y el mundo espera

que entre tus manos, brille el amor

ELEGÍA A MARIO FLORIAN

Maestro dime: ¿Por qué encendiste

Allá en la gloria tu tierna O?

Recién el verso que tú puliste

Inventa el trazo que ayer me diste:

Obesa niña que se fugó?

Frágil se mece. Como un espejo,

Luce la escarcha de su esbeltez:

O del cuaderno… ¡Pájaro añejo!

Rompe el encanto por esta vez.

Ingenua luna no tengas pena

Al pie del Justo el poeta estrena

Nocturnas Oes por la niñez!

ADIVINANZA

Expresión de competencia

que a razonar nos invita

y mide la inteligencia

como balanza chiquitita.

14.- Roger Torres Velásquez

Poesía

MI CASA

Mi casa es un poema de típicos recuerdos

Su calle una feria vestida de metáforas

Su puerta el busto creciente de la noche

Su ventana un brindis de sol en la mañana.

Mi casa es un festín de lápices danzantes

Fluida luz de agua enamorada

En ella bebo la sangre de los libros

En ella sepulto la tragedia de las horas.

En mi casa la gallina es una sinalefa

Que picotea las sílabas perdidas

El pardo conejo un hiato

Que une la hierba vocálica del alba.

Los patos bicolores recorren el esternón

De la tarde anafórica

El agua ríe con su pubis cristalino

Fuente de sonidos en honesta entrega.

Mi casa es un palacio sin ley

Sin códigos mortales

Allí están las figuras pinceladas

Construidas con fuego de palabras.

En mi casa de semánticos suspiros

Mi cama es un teatro

Donde mis huesos son actores

De una comedia infinita.

CANTO EN SÍ MAYOR

Ahora que el invierno

Me tortura los huesos

¿Quién ha llenado de musgos

La sed de tu alma?

Ahora que la lluvia

Envejece mi piel

¿Quién se olvidó sus huellas

En tu pecho?

Ahora que el silencio

Me taladra los ojos

¿Quién hace tanta bulla

En tu corazón?

Ahora que la noche

Me hostiga con sus sogas

¿Quién se burla a la

Orilla de mi pena?

Ahora que la muerte

Me persigue con sus mohos

¿Quién escupe piedras a la vida?

Ahora que tu amor

Se yergue en la penumbra

Como un himno robusto

De voluntad

Aviva mis células

Con el timbre prístino

De tu fresco manantial

PLEGARIA DE LOS BESOS

Sobre la playa sideral de tu hermosura

Un viento heráldico danza en tus arenas

Sobre el celeste muro de tus años

Un blasón de canarios planetarios

Dibujan orquídeas en tu rostro.

Sobre el lienzo peregrino de tus labios

Un orquestal pincel detiene el tiempo

Pintando de auroras

El cielo de tus sueños.

Amo la ceremonia integral

De tu cuerpo otoñal

La estatura indómita de tu cabellera

Que cubre de espumas excitantes

Mi palidez de escudos jubilosos.

En mi barca de cristal sensitivo

Izaré la raza cónica de tu boca

Celebraré la gloria verbal de tus ojos

Sonoros remos del sentimiento.

En la palma del verano dramático

Un ángulo de tu cuerpo me obsesiona

Dilata el clima de mis trompetas soñadas

Amarrado al mar artesanal

De tus ensueños.

Escribo en las paredes de mi vientre

La lozanía de tu voz

La sed y fatiga de tu nombre

Ciegas noches de sudor

Que cabalga el festín de las almas

En combate idílico

De amalgamar al sol torácico

A la masa innata de tu hermosura

FRENTE A TI

Frente a ti, el universo es una partícula

Engendrada a gritos

Una caravana de golondrinas desfilando

Hacia lo alto de los invisibles caminos.

Frente a ti, la lluvia despeina su calentura

El verano hociquea los almohadones viejos

El invierno deletrea sus acciones infantiles

La primavera llega pariendo amaneceres.

Frente a ti, nublan sus pupilas las estrellas

Se oculta de mis sueños la mentira

El frío riega de pantanos mi camisa

Y yo salgo roto y olvidado en está noche.

Frente a ti, silba mi zapato bajo el agua

Tose mi pantalón afiebrado de placeres

Retiene el reloj sus manecillas de santo

Y de mi frente desamparada huyen las palomas….

NARRADORES

1.- Dandy Berrú Cubas

Cuento

EL SHULKA

Cinco meses hace que doña Grashe, la partera de Payac, le había facilitado con cariño extremo ver por vez primera, los cálidos chorros de luz matinal colados por los tres simulados hoyos del acalaminado techo a dos aguas. Era el último de los cuatro y, por añadidura el único varón. Segundo Teodoro se ha de llamar, ¡como el finaol -exclamó Dominga al momento de parir. A su esposo lo hallaron muerto una mañana entoldada de verano camino al pueblo, en plena cintura del recodo, la pesada (llamado así por las continuas apariciones de patos o caballos en plena media noche de luna llena). Un anciano aliso cuyo vértice sesgada el caminillo en dos, sujetaba la mitad de su cuerpo.

Aguardó apoltronado, mirando fijamente un punto indeterminado del espacio celeste: como lo hacen las imágenes sacras en algún rincón de los conventos. Sin discreción alguna las moscas entraban y salían de su boca dilacerada. Parte de la prenda que cubría su genuflexo tronco, mostraba un inusual estampado de macebra tendencia, tan igual a un trazo cartográfico ahogado en tinta púrpura.

– ¡Hoy cumples cinco meses cholito! ¡Ay hermosura qué éstas! ¡Todito al Teodoro le has sacao, hasta la manchita en el purushco! ¡Grande serás, y trejo como tu taita! -Este y otros monólogos acrecentaban la fe de Dominga.

Le había cambiado sus pañales mojados y disponíase a ovillarlo con la policroma faja tejida, parecíase a un trompo callejero antes de echarse a danzar (la tradición manifiesta que así se macizan los futuros hombres del ande). Sin el obligado reposo, el párvulo fue cruzado delineando una cerrada aspa en la espalda de Dominga, quien sujetando la bayeta negra improvista una peculiar hamaca portátil!.

¡Rosaura! has de pelear las papas, doshitas nomá son; y tu Umbelina, al agua te has de ir; si la Shole trae huevitos, los cocinan, aunque últimamente solo habillas le dan a la pobre, ¡Dashito vengo, mudo la vaquita con la leña!

Las órdenes se cumplirían sin musitar. Desde que los Panlagua les arrebataron la última porción de tierra, aconchavadas con el teniente gonernador de Huichud; la becerra muca color de mito, se convirtió para los Carhuajulcas en una alhaja a la cual había que cuidar, pues era sólido capital predipuesto, materializado en rumiante. Desde que Teodoro murió, era duro mantenerla. Dominga pagaba el arriendo del pasto con mandatos de Umbelina o Soledad, que ya acariciaba una década de vida. Cuesta arriba caminaba la corajuda viuda por aquel tramo sinuoso, casi todos sus movimientos eran de memoria. El silencio de la agreste montaña empapada de neblina la volvió cavilosa, arcanos recuerdos trazábanse con quiméricos sueños que acuñaba pacientemente hace algún tiempo. Si no fuera porque Teo le reclamó al desgraciado del Adriano por el agua, tal vez no lo hubiera muerto; encima nos quitó la melguita. El fatal de don Cusha nada dijo como autoridá, compadres son pues. Pero tú cholito, cuando grandes seas, has de cobrar una a una las trampas que nos han hecho, ¡valienta putas!.

La pobre no pudo retener en silencio, su grave sentencia.

– ¡Hijos de shapingo y la cuda! ¡La trampa se los llevará! Con el favor de la virgen Ashuca, en la escuela te he de ver, sostén y guía de tus hermanas has de ser, y la gente con respeto te nombrará. Sin tener en cuenta, pronto se halló frente a su vaca, quien a falta de hierba, su larga corbata que la ataba al suelo empezó a morder. El shulka ensayó un bostezo, sintiendo aligerarse en sus incómodos adentros. Dominga bajó con ligereza la erguida pendiente, detuvo el paso, en el recortado llano, donde echó sus raíces un sauce robusto. Con el delicado ademán maternal desató el descolorido manto para ubicar a Teodorito perpendicularmente al árbol, bajo las sombras de sus ramas copiosas. Su indeseable e incómoda situación de miserabilidad le impedía sacudirse con facilidad del pesado fardo del rencor. De manera mecánica se dirigió a la jaspeada y desató la soga que sujetaba al noble animal. En impulsiva actitud la encaminó hasta el chorro de agua, este equidistaba, al recortado llano. Sin tardar, ella subió algunas brazadas a la crispada pendiente, a tal punto que formó un ángulo de ciento treinta grados cuesta arriba. Abajo, Teodorito aguardaba. Dominga se dispuso, clavar la estaca. Una horadada piedra, imposible de tomar en una sola mano, serviría de mazo en aquel cotidiano acto. Los pensamientos en alta voz lo habían llenado de tristeza que, instantáneamente se abrocharon con manojos de coraje al reparar la apacible figura del pequeño Teodorito. Inspirando viento de rebeldía hizo lo que tenía que hacer. Cada golpe al madero era un golpe al tirano, a la mala sombra, escupitajo certero a la ecléctica licencia de todos los astros; en fin, lo cierto es que, cuando la piedra iba con más fuerza a golpear la cabeza de su objetivo, esta safó de la mano de Dominga, y saltó celebrando su libertad. Por aquel momento la piedra tomó vida, y brincó con más energía, sin nadie que la detenga; como deseando cumplir con un recado atrasado. Dominga, inmóvil, perpleja, dudando de lo que sus ojos veían: la piedra y su hijito. La piedra brincando por la ladera, y Teodorito desamparado; blanco ingenuo para esa iracunda masa pétrea. Como un puma se lanza sobre su presa, así salió disparada Dominga, a la caza de la piedra salpicada de boñiga. Llevaba consigo el encargo mortal!.

– ¡Virgen Santa! ¡Mi Teodiitoooo…! Abofeteando tenazmente al impaciente silencio. Corría con sus manos pegadas al rostro; Dominga lloraba y estaba dispuesta a no permitir una putada más. Por desgracia la piedra llevaba ventaja. Mientras corría, sintió morir sin misericordia toda esperanza de castigo para los que tanto mal derramaron sobre su cabeza, y la de los suyos. Vio desfallecer de a pocos la seguridad de sus hijas y la consideración futura de toda su familia; su ilusión y sus esperanzas. Todo por la borda. El rocío irrumpió la mirada de sus ojos claros; la angustia tendió su manta… y cuando todo parecía consumado… mugió la vaca.

2.- Nicolás Hidrogo Navarro

Cuento

A ESA HORA DEL DÍA

La noticia se diseminó gaseósica por todo el pueblo. Algo indecible se agitaba, la brizna escasa, el remolinito en la esquina y la música opaca, las piedras cuarteadas por el irreverente sol del mediodía. Nubes de polvo flotando en la Marginal. Un ambiente de infierno, ingrávido, denso, tumefacto, hasta el respirar se tornaba dificultoso. Las calles silenciosas y desiertas, los papeles perezosamente se dejaban llevar por no sé qué fuerza del aire inexistente a esa hora del día: cartones, plásticos, cáscaras de toronjas, hojas muertas de girasol, periódicos viejos. En la esquina principal del pueblo, la de los mercaderes y las escasas diversiones, el tiempo se había detenido vencido, nadie sabía con certitud qué hora del día era, pero todos estaban con la idea acostumbrada de ser la hora del castigo, la hora del sol miccionador que, radiante de furor y henchido de cólera, azonzaba a la población. Un grupito de niños jugaba silenciosamente, casi sin ánimos en una vereda descascarachada. Era julio, mes fiesta del pueblo y de la patria. Una manada de caninos garrapatosos, empolvados, famélicos y de colores terrosos perseguía irrenunciablemente a un par de macizas y corpulentas perras que estaban en sus días dispuestas, desatando sus perfumes concupiscentes, luciendo su abultada vulva bermeja que llamaba lascivamente a la horda de vagabundos, todos se empujaban y pugnaban por estar cerca olisqueando tan apetitosas señales eróticas, gruñidos y mordiscos se sucedían intermitentemente, todos mostraban sus puntiagudos dientes asesinos, y su aspecto más hosco. Un perro azabache, corpulencia de mastín, de ojos tenebrosos y faite, dominaba a la comparsa de llamativas acciones, nadie se le acercaba, nadie lo molestaba so pena de una revolcada de mordiscos. En todas las esquinas se arremolinaban los perros. "¡Qué barbaridad –exclamaba, con escándalo púdico, doña Concepción—esto es una plaga de mañosos, sucios, cochinos animales!" Por donde uno se cruzara se encontraba con el espectáculo callejero incensurado de estos animales apareando desfachatadamente ante la mirada curiosa e indiscreta de algunas gentes. "¡Zape, animales de Satán, sinvergüenzas!", vociferaba, gruñendo, doña Carmen, otra beata, anciana cascarrabias, desde el balcón de su casa, haciendo ademanes de alcanzar con sus manos y hacer pedazos la escena que manchaba sus ojos y poblaba sus oídos de cosas que nunca escuchó como lícitas.

Allí en la esquina más concurrida, donde ocurrían todos los sucesos, pero a esa hora desierta, subrepticiamente se habían llevado a cabo unos acontecimientos violentos: un disparo de Smiht Wesson, sórdido y seco, habían cegado la vida de un soldado. Era la hora más triste para morir, ni siquiera la noche lo era tanto peor como algunos lo pueden creer, pues ella era un alivio para los habitantes de esos lares, la tierra se enfriaba, pero a esa hora del día era un horno gigantesco, todos caían en una modorra y aletargamiento lánguido, era mejor dormir, pero dormir con tanto calor, qué locura, mejor ir a las orillas del Utcubamba. A esa hora del día morían las amapolas y sus vástagos en el parque y en los jardines. Esa hora era dos horas pasadas del mediodía, cómo olvidarlo, no había ganas de vivir, pero morir a esa hora el sol castigaba a Bagua Grande por no sé qué maldades cometidas por los primeros habitantes; las calaminas crujían, los árboles penosamente se marchitaban y descolorían gimiendo de sed, el agua innecesariamente se evaporaba, la ropa lavada se secaba en media hora hasta quemarse y el agua del cuerpo se escurría como en un baño soporífero.

A esa hora del día a nadie se le hubiera antojado formar una gresca trapisondana, pero a esa hora nadie hubiera despreciado un vaso de cerveza, en "El Bagüinito", por supuesto. La cerveza corría allí como en el Utcubamba el agua impetuosa; las cajas eran vaciadas como la avidez casi de la vida; qué premio más agradable a esa hora del día. Y eso era posible, consumir lagos de cerveza, porque las cosechas iban de bien en mejor. Don Matapericos había cosechado 70 fanegas de arroz por hectárea y multiplicado por 30, ¡uf!, era un buen año, a celebrarlo en El Bagüinito, ¡viva!.

El Bagüinito estaba en su punto, atiborrado de gente, la cerveza regada por el suelo, los fuentones de cashcas sudadas, el tufo de tomate avinagrado de los embriagados, los eructos agudos y sonoros por el ají rocoto, las chapas de las botellas tapizando el piso de ocre rojizo, un vaso con cerveza residual, lleno de colillas de cigarrillos Arizona en la primera mesa. Un borrachín, de los que viven de mesa en mesa mendigando un vaso de licor, yacía en el suelo guturando palabras inconexas, extrañas y despachando un hilillo cristalino semicuajado por entre las comisuras de sus labios. El mozo de El Bagüinito, de lo más atento, el más vivaracho y astuto, con su mirada telescópica y nerviosa de carisma, de nariz rechoncha; su fama era tal que retenía en la mente la cantidad de botellas repartidas en las mesas del local, de inicio a fin, antes que acabara la jornada, aún antes que don Paulino, sabía el total de la venta y la ganancias. En el fondo, rincón discreto, casi para parejas, aun grupo de soldados celebraba su primer permiso con una veintena de cervezas. Sonaba chilloso en el parlante del tocadiscos "Mil años" y todos expresaban su júbilo cuando veían aparecer las botellas con gotitas frescas y vivificantes por el hielo que refrescaban la mano y luego los reductos del intestino. Don Paulino sonreía de buena gana, su negocio marchaba sobre ruedas, esa fue su ambición desde que un año plagoso acabó con sus arrozales: El Bagüinito. De ir como iba en el negocio pronto vería cristalizar su segunda ilusión: "una casa rosadita" como en Moyobamba, había leído La Casa Verde y le fascinaba porque la obra concordaba en muchos aspectos con su vía y la de Bagua Grande, por ello quería seguir adelante con la misma idea que movió a don Anselmo. El tiempo transcurría cadenciosamente, con una tonelada de plomo en su lomo, un minuto era una hora allí. Del fondo del avanzaban, líquidos y violentos, varios ¡uuuuurraaaaas! Un melenudo deambulaba de aquí por allá, petulaba su fuerza, jactábase de su valor y fanfarronea su hombría, pero nadie le hacía caso, nadie quería morir a esa hora del día. Por la puerta se divisaba el trote silencioso y filosófico de un burro cargado de latas con agua, iba describiendo una línea de agua a su paso, pero la tierra, como carbón de brasero reticente, lo absorbía tan rápido como caía. Ahora se escuchaba afónico y revolucionado a Ivan Cruz, todos con el rostro embotado lo reclamaban y viva voz y lo imitaban trotando su compás, sudaban como mulas fanegueras, se sacaban las camisas empapadas y pegoteadas del sudor los más osados; los más recatados sólo se limitaban a desabotonarse y hacerse abanico con la camisa: todo era permitido en El Bagüinito, bailar, gritar, cantar, decir palabrotas, enamorar y tocar a la paisana tetona y meterle la mano bajo la falda cuando llegaba con la fuente de cashas humeantes, pero menos pelear.

El marasmo de la tarde llegó a su cenit cuando acostumbradamente las calaminas iniciaban su tableteo de desuntumación del zinc y junto a ello llegó abalanzado su fatalidad. Los soldados, ya sin dinero ni crédito, pedían licor, pero don Paulino ordenó a su solícito mozo no ofrecer ni servir nada mientras no pinten la marmaja y la gresca se armó. Los alardes de poder y dinero se escuchaban en toda la alcalina e intoxicada y polvosa sala. Luego vino la consecuencia y los estragos de la borrachera: la destrucción de las sillas, botellas y mesas. Don Paulino cerraba los ojos y lloraba en el alma a cada contrasuelazo de un objeto de su propiedad. El mozo, entrenado por la experiencia de esas familiares escenas, corrió a la Guardia Civil que distaba a unos 90 metros y trajo a un cabo lenguaraz y con los ojos inyectados en sangre, al ver que corrían los facinerosos satisfechos por la lavada de honor ante la afrenta de considerarlos insolventes, trató de atrapar al más despabilado y, al no poderlo hacer con las manos, lo hizo con 50 gramos de plomo duro al unísono del pensamiento. Le perforó y derritió el pulmón derecho y la sangre amó caer al suelo a borbotones confundiéndose con la fangosidad de polvo resecado de la calle. El estampido grueso y pesado, se escuchó en todo el silencioso pueblo espantado a las tórtolas y barullando la pereza del sueño de las gallinas en los corrales.

A los cinco minutos todo fue apiñamiento y espasmos de sorpresas de terror configurado de una máscara nitrática. "Han matado al cabo Mego –gritó alguna conocida del infortunado que veía como se le escapaba algo por entre sus cuatro costados sin poder evitarlo–. Ahora si se jodieron estos tombos abusivos y maricas. Los mataremos a todos, hoy. En ese momento un decibeleo de ochenta y dos marranos juntos dejó helados y paralíticos a todos y hasta los más valientes sintieron un peñisco furtivo en el corazón. Estaban sacrificando en el camal. "Pobrecitos –comentaban doña Juanita y don Líquido, de balcón a balcón—Estos matones de los carniceros la pagarán cuando mueran. Así tendrán que gritar. Como se les ocurre matar animales a esta hora, la sangre debe estar hirviéndoles en el cuerpo.

El lugar donde cayó el cabo se convirtió en un carnaval de sangre, cuajada y cocida por el lejano horno galáctico del sol, Más parecía que había muerto naufragando en su propia sangre que por ígneos proyectiles. A las seis de la tarde, obligatoriamente el sol dejó de castigar el cuerpo embadurnado de sangre vidriosa y polvo. El ejército llegó en un comboy de tres carros repletos de soldados seguros para la guerra. Eran sus camaradas de batallón al mando de cuatro oficiales que habían sido radiados sobre el suceso desde Bagua Grande. Cuando vieron el cuerpo, inerme y acosado por curiosos, y por una manta de moscas de muerto, sus camaradas no pudieron disimular el infinito odio a la policía, las venas de sus brazos parecían reventar con la prensión del gatillo de sus FAL; sentían el aprensamiento hacia sus estómagos de un no sé qué impulso asesino y exterminador. Fueron a la comisaría y allí, el oficial más soberbio hasta unas pocas horas antes, parecía el niño más indefenso del mundo. Mudo y con el rostro constipado no atinaba a coger las palabras ni hilvanarlas. Fue objeto de la más dura rechifla de la población y casi fue bañado de escupitajos, siendo la amonestación más humillante de su vida, quizá la primera y la última, por tener esa práctica de la ley del armado: disparar sobre cualquiera.

Eran las 7 p.m. cuando se retiró el ejército con su prisionero más resguardado que el propio presidente de la república. La policía quiso cobrar su bríos de otrora tratando de esparcir a la muchedumbre que quería saciar su sed de venganza por todas las tropelías. Las puertas de la policía se cerraron y se apertrecharon temiendo lo peor, pero confiando en el poderío de sus armas. "Morírán como ratas allí dentro, sentenció un paralítico en ruedas que dirigía los insultos, la justicia del pueblo es más válida y sabia que aquella acomodada y dada por otros que no pertenecen a ella.

Esa noche llovió torrenciales piedras de la tierra y agua reinvidicadora del cielo sobre la comisaría que se deshacía en llamas. Los guardias huyeron como conejos montaraces a los cerros cercanos dejando a los presos ocasionales en sus pútridas celdas y a la merced de las lenguas impetuosas del fuego purificador. Llovió tanto, relampagueó mucho, resplandeció tanto que a la mañana siguiente toda la ya excomisaría parecía un chicle derretido en un promotorio de algarrobos calcinándose dentro del horno de pan de don Sebastián.

3.- Rubén Mesías Cornejo

Cuento

EL REO

Mis ojos incursionaban entre los intersticios de la sólida mampostería que atrapa mi cuerpo, puede parecer que estoy buscando una salida para el fantasma que resbala del eje de mis huesos, casi lo siento alejarse de esta forma enclaustrada rumbo al éter que se insinúa entre los barrotes. Afuera el aposento se difumina entre los colores que guarecen el cielo de Jaquijahuana, las nubes disponen su orden urgidas por el viento dictador, una baraja de formas obsesiona a mis ojos fugitivos de esta inexpugnable celda. ¡Qué abundancia de posibilidades se entreveran a mi ser!.

El pasado se desglosa en múltiples imágenes antiguas y reciente que se filtran en mi memoria con rapidez!. Me he burlado en demasía de la muerte, la tomé como si su singular llama no pudiera rozar mi armadura. Muchas veces la desafié prematuramente en los campos de batalla de Italia y del Perú, pero ella no acudía espantada por mi coraje, entonces confieso que se apoderó de mí el placer de a victoria ¡cuantos enemigos del muy magnifico Gonzalo Pizarro han sido ejecutados por orden mía!. Todavía puedo escuchar el crujido de sus vértebras precipitándose hacia el vacío mientras su cuerpo se convulsionaba colgado del patíbulo como los macabros frutos del árbol de la muerte, en ese instante no tuve piedad, no precisaba de ella pues mi voz tenía facultad de ejercer la justicia sumaria inherente a los azares de esta guerra que me estaba enloqueciendo con su trágico curso. No había tregua para el asesinato, y el allanamiento de los solares de los tránsfugas en cuyas huellas exploraba los signos dejados por la esperanza de huir de las fauces del cazador que soy yo. De mis manos brotó la sal que mancilló sus cabezas con el oprobio de su derrota ¡no!. No debo escuchar sus súplicas propaladas a gritos. Saben que no torceré mi decisión, que su desamparo no me conmoverá pese a celebrar suntuosos ágapes cuando la victoria nos favorecía yo no soy traidor como vosotros, hombres débiles que tiendes a salvar su cuerpos en desmedro de su alma con mis sentidos sutiles una vía luminosa que me exonera del triste miedo que siento el condenado ahora que los episodios se fragmentan sobe mi cráneo octogenario. Todo se deshace y apenas cierre los ojos viene a atravesarme la sombra de una escena indeleble, conservada, sobre las demás porque es el epilogo de una historia infame: veo el desbande de Cépeda, la deserción masiva de un rebaño asaltado por la ignominiosa carencia de principios, detrás de aquella traición se oculta la cáustica sonrisa sangre en aquel campo como se infería por la presencia de rostros ocultos por la vistosa plumería de los morriones. Contar su numero seria como enumerar la arena de una clepsidra diabólica, pese a que la pena capital se cierne sobre mi encierro y el tiempo agota mi aliento. Mi voz es oída por el adobe, ni siquiera hay un celador que se detenga al escuchar mi especulación, el rumor se arrastra resignado por el corredor ¿a quién puedo convencer si todos llevan como una máscara sobre el rostro ensangrentado?. Duele despojarse del molde que define las acciones, detrás se enciende como una herida que el aire palpa con sus dedos engarfiados. La carne se abisma, las células se dividen, y un tímido manantial se insinúa en medio del dolor, solo esa minúscula ventana recien labrada le otorga autenticidad al barro humano. Nadie puede suplir esa identidad con su sonrisa melosa y crispada que compra una encomienda u otorga una prebenda. Ni siquiera me importa poner las manos sobre una heredad malversada, porque se que los baldones se abaten sobre la conciencia de mis jueces. Diego de Centeno sintió la trémula llamada del honor cuando vino a los ojos de su amo, cuando nos enfrentamos pude entender su dilema. La puerta se abre y deja paso a la luz, sus rayos señalan el camino hacia raso suspendiendo su relieve sobre mi anciana humanidad si el tiempo pudiera adelantar la longitud me atravesarían de parte a parte como la condesa Báthory solía ejecutar a sus reos allá -en el reino condenado para divertir al clérigo y escarmentar a la plebe española que observa el espectáculos. La escalinata de madera me conduce peldaño a peldaño hacia el tocon que funge de patíbulo para los decapitados. Luego mi cabeza será amputada por el canto del hacha y mis miembros serán expuestos al morbo del pueblo del Cuzco, sin embargo esto ya debe concluir, ahora estoy agachando mi cabeza ante el verdugo Juan Enríquez, su pesada hacha cae cobre mi cerviz. Y el viento arrastra el último resuelto de la garganta de Francisco de Carbajal.

4.- Gustavo Hidalgo Campos

Cuento

PEDACITO DE VIAJE

ࠔengo cinco minutos para llegar al paradero.ࠃinco minutos y una angustia amotinada que echa a perder el poco buen juicio que va quedando y no sabe hacer otra cosa que ordenar disparatadas.ࠎo termino de arreglar mis cabellos niࠡbotonar la camisa y ya estoy dejando mi habitación, tomando la calle y enrumbando mis pasos hacia la gran avenida.ࠓe repite el viejo episodio, la contienda de siempre.ࠖuelvo a retar al atleta campeón.ࠒesulta estúpido, desde luego, pero consigo abordar la combi en el momento justo.ࠃonsigo abordarla y corroborar mi estupidez, nuestra estupidez, la de la especie toda, a través de la satisfacción que empieza a embargarme:ࠎo hacemos sino celebrar victorias insignificantes en las entrañas de una guerra que tenemos perdida desde siempre.ࠐero así de cierta es mi satisfacción.ࠁunque el chofer se niegue a partir mientras no vea llena la mayor parte del vehículo, la angustia ya ha dejado de joder.ࠄe todos modos, uno mi voz a la de otros pasajeros que reclaman la partida.ࠎo faltan los que protestan de mala manera.ࠐor mi parte, me limito a animarlo asegurándole que por el camino hay varios pasajeros esperando.ࠆelizmente, no tardará en producirse la largada:ࠃhiclayo, allá vamos. El trayecto siempre ofrece novedades, fragmentos de existencia que pueden enriquecer aun a los espíritus más insensibles.ࠐermite participar, de algún modo, en la conjunción de dos ciudades que no tardarán en aparearse y dar ser a un nuevo monstruo.ࠍonstruo del cual se perciben los anticipos, señales ciertas de una bestia cuyos berridos-cada vez menos lejanos-parecieran haber capturado ya la atención de una próspera y pujante hermandad de oscuras aves de carroña, picos curvados que van trocándose en agua de sólo pensar en las delicias que proporcionará el engendro.ࠅslabones fundamentales de esta unión, ocupando espacios cada vez más cercanos los unos de los otros, los molinos despliegan su arquitectónica homogeneidad, suࠢulla, su desorden, con atrevido empuje.ࠅs probable que se jacten de ser los espermatozoides de vanguardia, los altivos abanderados de la gesta.ࠄecir del paisaje es decir de un gigantesco mosaico en cuya composición pareciera que todas las manos han puesto de los suyo.ࠃombinación de arenales y verdor, de campos de cultivo y sectores poblados de maleza, de azules y grises montañas vislumbrándose a lo lejos y avanzadas de ciudad cada vez máa agresivas y caóticas, regala un riquísimo repertorio de olores y sabores que muy bien podrían saciar a los espíritus más voraces.ࠍe urge llegar, es cierto.ࠐero nada puede interponerse entre este pedacito de viaje y el gozo que siempre me procuro con él.ࠐese a la urgencia, pese al hedor que despiden los cuerpos de tanto animal muerto abandonado a la vera de la gran autopista, pese a la bruta arremetida de los basurales y su corte de gallinazos-debo admitir que amo a los gallinazos-, pese a la proximidad-terrible proximidad-de un cobrador con emanaciones de no haberse bañado en semanas, pese a quien le pese, el gozo, mi gozo, el de cualquier espíritu abierto, es una verdad conquistada.ࠕna hermosa verdad que no empañará ni el hecho de haber atropellado a un perro e ir pensando ya que dentro de unas horas, durante el trayecto de vuelta, del pobre y desventurado can no quedará otra cosa que un pestilente revoltijo de vísceras y pelos castaños.࠼/font>

5.- Luis Rolando Alarcón Llontop

Cuento

NO PODEMOS DORMIR CONTIGO

La mañana que llegó todas las chicas nos apretujamos al borde de la escalera para verla sin entrar sin que nos viera. La señora Meza se había enfundado desde temprano en el eterno traje de gasa blanca con el que recibía sus inquilinos. En un rincón su esposo, viejo y huraño, permanecía inmutable a los encantos de la novedad leyendo un periódico de cualquier día, aún cuando Gabriela entró empapada en los sudores del viaje y de su propia timidez pero con una belleza tan fresca que nos hizo olvidar el irrespirable sopor de marzo. Yo me le acerqué para conocerla porque compartiríamos el mismo dormitorio impersonal y gris, y enseguida comenzamos a contarnos todo lo que se cuentan las viejas amigas que se conocen el primer día. Por las noches nos dirigimos a nuestras camas vecinas para que durmiera el cansancio de su largo viaje. En cambio yo, a su lado, no pude conciliar el sueño- Ni esa, ni las noches siguientes.

Al principio pensé que podía ser la emoción por su llegada o las bondades de su compañía porque Gabriela no sólo era una mujer más hermoso que había venido a la pensión sino que su sola presencia parecía llenarlo todo de un humor distinto. No es que fuera tremendamente bella pero era lo suficiente como para complacerse con sólo verla. Así que no me preocupé demasiado, me cubrí las incipientes ojeras de azul y me fue al hospital a seguir con mis clases de enfermería. Cuando regresé, como a las ocho, rendida por los trajines de la vida estudiantil, la encontré durmiendo plácidamente como sólo pueden dormir las despreocupadas princesas hindúes. Me le acosté tan cerca que casi podíamos respirar la misma respiración. Y me quedé así, despierta, viéndola, hasta el amanecer.

A la mañana siguiente mi preocupación creció en proporción directa a la profundidad de mi ojeras; y hasta me ruboricé cuando Gabriela se despertó radiante con todos los colores de la lozanía en su lugar. Ella pudo verme la turbación en el rostro pero volteó la cara antes que le confesase el inexplicable y repentino insomnio. En el desayuno la señora Meza vio mi desgracia por encima del maquillaje azul de los ojos, me increpó que estaba estudiando demasiado y me dio doble ración de quáquer como para compensar; y justo cuando le iba a contar los detalles de mi malestar, los jóvenes esposos Curti, con un semblante parecido al de mi primera noche, se sentaron a la mesa y mascullaron a coro: "No puedo dormir". Algo me dijo que lo que pasaba era más extraño de lo que en un principio pensé, pero preferí todavía no decir nada. Aunque en extremo cansada, mantuve mi cuerpo sentado en la clase pero mi mente en otra parte: el inusitado fenómeno de la residencia Meza. En el cafetín del hospital comí cuanto pude porque supose que me iba a ser falta la mañana siguiente cuando amaneciera con las ojeras sobre los pómulos. Algunos kilos de menos y ninguna hora de sueño. No me equivoqué. Ese día se levantaron de la noche sin dormir no sólo los esposos Curti, sino también el estudiante de leyes, las otras chicas y hasta el esposo de la señora Meza. La dueña de la pensión tampoco había dormido pero, en la mesa, no comentó nada porque toda la noche se la pasó fingiendo un sueño celestial para evitar responder las injurias que su marido le hacía al gobierno por la falta de sueño. Entonces, calladamente, comencé a desenredar mi hipótesis. Como supuse, esa noche media ciudad se la pasó en vela.

Al quinto día de la estancia de Gabriela el malestar se había general. En los hospitales se hablaba de la posibilidad de una rarísima enfermedad originaria del Africa, los párrocos rezaban porque creían cerca del día del juicio final y algún brujo vio en sus delirios de san pedro y aguardiente- un "daño" colectivo. Como ajena a lo que sucedía, Gabriela había ido a una playa poco concurrida a pasar el día libre mientras esperaba la tramitación de su matrícula en la Escuela de Leyes. Tendida sobre la arena se había quedado dormida con un sombrero de paja encima del rostro; y cuando se levantó encontró que los peces alborotados por su presencia caleteaban por millones, unos encina de otros, llenando la playa hasta donde le alcanzaba la vista. A esas alturas el insomnio general era ya una preocupación del gobierno central. A la misma hora que Gabriela regresaba espantada por sus horrores en la playa, llegaba a la ciudad el Ministro de Salud Pública; por la tarde arribó también el de Trabajo y Asuntos Indígenas porque los indios y negros de las haciendas se negaban a trabajar por exceso de cansancio y falta de sueño. En la noche llegaron periodistas extranjeros, pero una artimaña de un funcionario del Ministerio de Gobierno y Policía sedujo a la prensa para que cubriera el inédito (pero menos importante) suceso de los millones de peces fuera del mar. Al otro día los diarios de todo el mundo abrían sus primeras planas con fotos verídicas de las playas de la caleta San José; pero de insomnio, nada. En la residencia nadie, excepto yo, se había percatado en que la púnica persona en la ciudad que sí dormía era Gabriela y que la epidemia comenzó justo el día en que llegó. La esperé en la puerta para pedirle una explicación por lo que pasaba y cuando ella entró ya no pudo evadirme. La cogí por las muñecas y ella adivinó mis pensamientos.

– No lo pude evitar -dijo con lágrimas en los ojos-. He venido huyendo de esto desde hace mucho.

Yo la solté porque comprendí que Gabriela era la víctima más afectada de los estragos que causaba. Quise decir algo más pero otra vez se adelantó a mis palabras.

– Sí, lo sé, no pueden dormir conmigo.

Esa misma tarde Gabriela cogió sus maletas y se marchó sin despedirse para devolvernos el sueño de muchos días. La ciudad pudo dormir toda la noche y todo el día siguiente; y cuando la gente despertaba se encontraba perpleja por no saber las fechas. En la residencia apenas si se dieroon cuenta que Gabriela no estaba; de todas maneras la señora Meza lo justificó de cualquier modo.

– Debe haberse aburrido la pobre de un lugar tan extraño donde la gente no puede dormir y los peces huyen del mar.

No es que me haya acordado de ella, después de todo el tiempo que ha pasado desde el insomnio, lo que pasa es que la he visto recién. No aquí, sino en Lima. Estaba sentada en un restaurante del aeropuerto tomando café acompañada de un ciudadano británico. Me acerqué a saludarlo y ella me recibió con una sonrisa. Me presentó al inglés diciéndome que era su esposo. Yo ya sabía que por lo menos había estado acostándose con él. Se lo noté en sus ojeras.

6.- William Piscoya Chicoma

Artículo

EL HAIKU: POESÍA DE ESTACIONES

Muchos autores consideran al Haiku como la forma poética que manifiesta claridad directa y espontánea que, consecuentemente, transmite un goce estético desde el primer momento que el lector se hace partícipe de la carga de su sentido. Y es que, sin recurrir a formas artísticas ni engranajes intelectuales y con el más mínimo ejercicio racional para su entendimiento, el Haiku, es unas de las tantas exquisitas manifestaciones de la cultura japonesa, específicamente hablando, la expresión más acabada de la sensibilidad poética japonesa. No se conoce con exacta precisión la época en que aparece, en el Japón, este género literario de breve constitución. Sin embargo, son no pocos los estudiosos que advierten que el Haiku es una forma desprendida del Tanka o del Renga, dos de las formas poéticas más conocidas durante el reinado del Emperador Gotaba en 1186. Es el Tanka o comúnmente llamado Estrofa encadenada que da inicio a la tradición Renga, en cuya composición participaban, como número límite, tres poetas. Esta misma forma poética se convirtió en la composición más importante de su época y duró los 800 años de su larga y prolongada vida. La tradición poética japonesa reconoce a Sogui como padre del Haiku. Junto con Sakan, otro gran poeta del Japón, logran independizar al Hokku del Renga, dando forma y vida a la composición poética más breve, expresión de lo sutil, nutrida de un profundo amor a la naturaleza y con un hondo e inacabable sentido fundado en el principio de síntesis y belleza. Género que demuestra concisión y carácter elemental, el Haiku, es un poema corto de 15 estrofas distribuidas en tres versos de 5, 7 y 5. Por sus referentes poéticos que son tomados de la naturaleza: el río, la nieve, el viento, el atardecer, el sol, la luna, los grillos, la rana, etc., el Haiku ha sido denominado como poesía de estaciones. Pero sus estudiosos han señalado, con suficientes fundamentos, que la característica más resaltante del Haiku es la actitud para crear en el lector un sentimiento y una emoción estética donde se aprecia tres tipos de experiencias: por parte del poeta, del lector y de la naturaleza. Esto hace posible la diversidad de lecturas, intentando restituir, en parte o en todo, la experiencia originaria del poeta, es decir la unidad universal. Estéticamente hablando esta forma poética oriental responde a principios y sentimientos de la filosofía Zen. Temáticamente muestra el tiempo, la fugacidad de este y la fragilidad de la vida. Y es tanta la variedad en la forma y recursos para la elaboración que, ciertamente, este género tan corto y profundo a la vez, resulta inagotable para sus cultores. Grandes representantes del Haiku son Basho, Busón, Issa, Shiki, Moritake, Taigi y otros grandes poetas del Japón antiguo. Mucho se ha afirmado acerca de evidentes aportes que cada uno de estos autores, han legado para el enriquecimiento del Haiku, pero, talvez, son cuatro poetas – Bassho, Busón, Issa y Shiki- quienes la tradición del Haiku en el Japón, reconoce como las sensibilidades más finas y aportativas. Con Matsuo Basho(1664-1694), y después de la evolución y las iniciales tendencias, el Haiku, se tornaría más libre, donde es válido cualquier expresión, demostrando un arte más humanista y con un ingrediente de obsenidad y hasta vulgaridad. Es famoso el Haiku que, a los 40 años, escribió Basho y donde se aprecia la experiencia vital con el mundo que este poeta exigió para su vida y poesía: "El estanque antiguo/Salta una rana/ El ruido del agua". Busón(1715-1783) daría al Haiku una dosis de romanticismo devenida de la calidad aristocrática y cortesana de la que gozó Busón. La poesía de este fino poeta resulta presentando una nueva alternativa para el Haiku que se va a ver incrementado de la finesa y energía en su percepción de la vida del hombre y donde sobresale distintivamente una ferviente búsqueda de la belleza. Lo romántico, la fineza y energía de Busón en el siguiente poema: "La niña muda/ se convirtió en mujer/ ya se perfuma". Issa(1763-1834) dotó al Haiku de un sentido más sentimental que filosófico, además que lo hizo extremadamente simple, donde importó el contenido y no así la forma. Asimismo instauró en la elaboración de esta forma el sentido de identificación y amor a los seres animales, con una marcada tendencia al sentimentalismo, al contrate y al sarcasmo: "Para el mosquito/la noche también es triste/triste y sola". Issa es cribió 54 haikus sobre culebras, 90 sobre animales voladores, 150 sobre mosquitos, 15 sobre el sapo, 250 sobre la rana, 230 sobre la luciérnaga y 60 sobre los más variados insectos. Otro famoso haiku de Issa: "Cuando muera/van a guardar mi tumba/grillo". Shiki(1867-1902) es el descubridor y el que impuso el término Haiku como nombre de la composición. Se dice que su vida fue un haiku por su brevedad, ya que murió tuberculoso a los 35 años de edad. Sin embargo, Shiki, escribió 80 ensayos sobre el Haiku consiguiendo desligarlo de la práctica del Renga. Dos haykus de quien es considerado restaurador del Haiku y voz aplificadora de la tradición poética japonesa: "Noche de primavera:/Un transeúnte/Sopla una flauta". "Ah si me vuelvo/ese pasante ya/ no es sino bruma". En la poesía hispanoamericana, el Haiku, ha ejercido una evidente influencia que se ha visto, en los últimos años, convertida en una serie de actuaciones notables de nuestros propios poetas con el fin de escribir mutuamente Rengas y Haiku. Tal es el caso de Xavier Villarrutia y José Gorostiza, ambos mexicanos, que siguen la línea expresada por Juan Tablada, también mexicano que es el autor de los primeros haikus en lengua literaria española. Octavio Paz, en otro de los casos, se juntó con el poeta italiano, otro francés y un último inglés para componer Renga. Jorge Luis Borges, en 1981, publicó 17 haikus en el libro "La Cifra". Y Javier Sologuren, otro estudioso del Haiku en nuestro continente, dice que, en el Perú, Alberto Guillén y José María Eguren ocacionalmente se einteresan por las creaciones estéticas del Japón, pero de maneras tangenciales ya que en todas sus obras no aparece un solo Haiku. Más tarde sería, en nuestro país, cuando aparecen ciertas composiciones que animan e impulsan la práctica de este género. Con Enrique Peña Barrenechea, Washington Delgado, Blanca Varela, Ricardo Silva-Santisteban, Alfonso Cisneros Cox, Carlos Zúñiga, Inés Cook y Cronwel Jara, entre los últimos. Si bien es cierto que el Haiku no es una constante en su labor poética, el mismo Javier Sologuren, ha incursionado en este sutil y brevísimo género poético japonés. Así lo confirman los siguientes: "Haikus escritos en un amanecer de otoño", donde ciertamente lo único extenso es solamente el nombre: "Los fuertes vientos/no arrastran hojas/mis pensamientos.". "Tú, cara a cara./Y me hablas, me sonrés/¡Y que lejana!". "Nadie. La Luna. Nadie./Yo. Nadie. Sombra./Nada ni nadie.".

7.- Luis Ernesto Facundo Neyra

Cuento

LA GARZA ENCANTADA

Con la llegada de la primavera le notábamos más vida a la campiña, más color, más alegría.

Nos llenaba de entusiasmo. Por eso salimos contagiados de optimismo la mañana que decidimos ir a cazar pájaros.

Tomamos un sendero bordeado de campanillas lilas y de cargados platanales que se mecían con el viento como abanicos ante la tierra caliente. Por ese rumbo llegamos al corazón de una enorme chacra, donde los mangales florecían, y las garzas con sus largas patas saltaban entre los surcos de los arrozales segados.

A nosotros nos interesaban los pájaros y decidimos trepar sobre los enormes mangales. De árbol en árbol buscábamos afanosamente algún nido y solo pudimos conseguir no pocos ataques de las avispas.

-Mejor utilicemos los jebes- me dijo Juan, mientras descansábamos reclinados sobre el grueso tronco de un mangal.

-No tenemos muchas piedras y además hay que correr mucho tras los tordos o las zonas- respondí.

-Sí, pero es mejor a terminar "cuculo" con las avispas, -dijo convincente Juan.

Nos dispusimos a preparar nuestros tiradores y caminamos con dirección a unos sausales que se encontraban al pie de la acequia que distribuía el agua para las tierras de este lugar, se veían muy copiosos y sus ramas mecían la varios tordos puestos de pecho con su plumaje azabache.

A unos diez metros de distancia templamos los jebes de nuestros tiradores y dos piedras redondas salieron disparadas sin conseguir hasta que tengamos en nuestras manos por lo menos una de ellas.

Avanzamos agazapados hasta cierta distancia y nos colocamos en posición de tiro sobre la bandada de tordos.

  • ¡El de la copa es mío!, le dije a Juan.

  • Difícil. Ese es el primero que vuela, me respondió.

Afiné la puntería, disparo y el proyectil despluma la cola del tordo que salió volando haciendo sus movimientos ondulantes en el aire.

  • ¡Ya lo tenemos!, gritó entusiasmado Juan, mientras corríamos tras nuestras presa que a pesar del impacto se alejaba hacia el fondo de la campiña.

Y nosotros, corre y corre de un lado para otro hasta que se nos perdió entre un pequeño bosque. Curioso paraje de una tranquilidad solemne.

-¡Mira Lucho! Gritó, de pronto, Juan.

En medio de un verde pastizal una hermosa garza blanca descansaba sobre una pata. Su cabeza. Comúnmente pequeña con moño largo y brillante se mostraba mucho más grande y destellaba hermosura. Su pico largo y amarillo brillaba con el sol y la albura de su pecho parecía iluminar todo el ambiente del bosquecillo.

– Hay que atraparla, dijo Juan entusiasmado por el hallazgo.

Nos fuimos acercando lentamente, y a medida que avanzábamos el hermoso animal daba unos pequeños saltos y graznaba como invitándonos a seguirla.

– Mejor disparémosle desde acá, le propuse a Juan.

– Tienes razón, será difícil capturarla. Prepara tu tirador.

– Disparemos juntos, acoté.

Una, dos y hasta tres veces disparamos pero las piedras parecían perderse sobre su pecho albo y brillante. Quise revisar bien los jebes del tirador cuando al manipularlo se me cayó. En ese momento observé cómo mi instrumento se hundía lentamente en el pastizal y nosotros teníamos el cuerpo hundido hasta cerca de la rodilla.

– Garz… Garz… Garz…

Nos llamaba la garza que se veía grande, hermosa y radiante y su graznido nos comenzó a llenar de miedo.

  • Salgamos despacio, le dije a Juan y nos tomamos de la mano. Poco a poco fuimos retrocediendo sacando con dificultad las piernas del pasto pantanoso.

– Garz… Garz… Garz…

Insistía en su llamado la garza que comenzaba a acercarse hacia nosotros.

Pronto nos dimos cuenta que estábamos pisando tierra firme, volteamos sin mirar a la garza y corrimos despavoridos con el corazón en la boca.

Llegados al pueblo nos informamos que habíamos tenido un encuentro con la Garza Encantada del pantano, ave mítica de nuestro pueblo.

Epílogo

Es curioso y divertido ver cómo la gente recibe un nuevo libro, aún más cuando es de crítica o de virulencia literaria. El libro salió contra viento y marea – a pulso, sin un auspicio, las Municipalidades estaban ocupadas en contar y cobrar sus tributos y los regidores de cultura, más preocupados por repartirse sus dietas adelantadas de 2002- y de los tres invitados para comentar, MIlton Manayay, Néstor Tenorio y Carlos Bancayán, éste último faltó sin avisar previamente. Sólo edité 10 ejemplares artesanalmente –como casi toda la experiencia juvenil de los 90- y esa noche casi todos fueron a parar a amigos o, lo que ilusamente se cree, a "personas para que comenten o publiquen algo". La presentación se dio el jueves 24 de enero de 2002, tal como estaba planificado. El público estaba la mitad compuesto por invitados, un cuarto por curiosos autoinvitados y el otro cuarto por gente que estaba esperando los bocaditos que se estilan. Muy habilmente no se lo di a nadie y mantuve casi en estricta reserva el libro, a excepción de los presentadores y yo que fuimos los únicos que sabíamos del contenido. La razón de esto fue la esperada reacción, que se generó a los pocos días cuando en forma ansiosa consiguieron, creo prestarse. Era un libro que involucraba directamente a 16 autores y a un centenar de personas – que hasta ahora ni siquiera saben el contenido del mismo- en forma indirecta.

Es muy fácil, cómodo y gratuito escribir para agradar a todos. En nuestra farándula literaria, local y nacional –según autores en internet, también en el ámbito mundial- es una costumbre casi viciosa y mafiosa elogiar y construir edificios líricos, fofos, en la presentación de obras publicadas que logran ser más amplias que la obra misma. Hay un seudomarketing en provincias – que recién ahora veo emerger- que para que uno y la obra sea conocido, es necesario traer o hacer prologarla por un autor limeño, es decir el síndrome y coloniaje centralista en literatura puede estar ya entre nosotros como una insulsa pretensión. Busqué, para la presentación de la obra, sencillamente a un compañero de época universitaria, hoy convertido en un prominente docente universitario, y a un antiguo profesor de Literarura hispanoamericana, con quien tuve memorables roces en su cátedra universitaria, pero igual, maduramente este gran vargallosiano como yo, estuvo puntual como segundero y dijo "cumplido".

De los 10 ejemplares, en calidad de globo de ensayo, porque hoy, 14 de febrero, el trabajo continúa construyéndose, encontré mezquindades, reconfirmé personalidades y descrubrí por qué a veces los autores noveles te sonríen o te muestran los colmillos cuando lo incluyes o excluyes. Es un riesgo hacer una antología de crítica o de publicación de opúsculos: o trabajas en función de calidad o en función de tus amigos auspiciosos. Mucha gente que "caminó" o "acompañó" a los grupos o círculos literarios de los 90, caso "Arboleda", han pegado el grito en el cielo porque los he presentado desnudos, sin el tunicaje que ellos esperaron o por lo menos estuvieron acostumbrados a verse presentados. Indudablemente, yo era del círculo literario de la competencia, pertenesco a "Los Ubicuos Malditos", abaldonados como los rabelesianos, moferos, los satiricones, los maquiavélicos y picadores. Las Fichas Literarias los han representado como daguerrotipo con la cara sucia y sin tiempo para posar, que no quiso que se publicara. Están allí crenchudos como Antonio el Consejeiro vargallosiano; mengos de Lope de Vega, hamletianos shakespearianos, segismundos calderonianos, trogloditas, en harapos, con sus ínfulas, fobias y contradicciones y dicotomías existenciales sartreanas. Es decir su biografía está ya capturada, algo que ellos hubieran esperado mantenerlos en secreto literario y familiar para que algún espelólogo literario –en el futuro- se atreva a bucear en sus profundidas y misterios. Sencillamente ya tienen, en las Fichas LIterarias, su mapa biográfico delineado que no podrán obviar y que servirá de referente: ¡Perdón, me equivoqué, no quise decir eso, no pensé que lo iban a publicar, ya estoy jodido! Es indudable que responder a una pregunta morbosa y fútil "¿A qué edad tuviste tu primera relación sexual… qué significado tienen la viriginidad, qué influencias literarias tuviste, …" dejó a más de uno con el ceño fruncido y decir "estas preguntas me joden y no tienen nada que ver con la literatura".

Es indudable que la reacción concertada está villana y solitariamente encaminada por Stanley Vega, quien quiere hacer creer que todo su grupo, grupo que por supuesto ya no existe como tal, está incómodo por el uso de las Fichas que los pinta de cuerpo entero y que existen afirmaciones que no son ciertas dentro del libro. En primer lugar yo no escribí el libro para agradar más a mis amigos o convertir a mis enemigos gratuitos en amigos, sino fundamentalmente para presentar una visión fría, objetiva, sin la acostumbrada patería o sobonería – actitudes mezquinas que jamás he practicado ni practicaré- dura y escarnecida de la realidad vivida y reconocida por ellos mismos a media voz: la generación literaria de los 90 en Lambayeque fue una generación inmadura para el éxito, desorganizada, mediática, juerguera, humera, efectista, de pose, cargada de odios y rencores cismáticos que no conocieron lider alguno porque no sólo se sentían huérfanos de influencias, lectores, mentores, exégetas, mecenas y público, sino también huérfanos de unidad y solidaridad humana y respeto por lo que cada uno aportaba. No se podrá negar que de la treintena de activantes como creadores, acompañantes, oficieros, sonidistas, presentadores, promotores, divulgadores y seguidores, contensión y diletantes, fueron pocos los que se beneficiaron y aprovecharon del trabajo colectivo y proyectaron una seudaimagen de abanderados donde además contribuyeron a hacercelos creer y sentir fantoches de barro y se quedaron como tal, hasta hoy. Dismitificar esto cuesta: complot, veda de algún editor suplementistico, "maleta", indisponer, minimizar y zopilotear lo hecho por los demás de la competencia. Nadie ha dicho que a nadie no le interesaba los recitales que organizó "Argos" y "Arboleda", pues su público asistente fueron, en su gran mayoría, ellos/nosotros mismos con algún curioso, familiar, amigo o los mismos fantasmas que todos conocemos del INC. Si alguien fue o se creyó famoso por la edición de una plaqueta, sólo fue entre el grupo, los más desvalidos, los que estaban como escuderos, mas no el público extragrupo literario. A algunos miembros de la generación les duele lo que nunca les dolió decir: "Fuimos desorganizados, incapaces de hacer causa común, dolientes cuando alguien quería emprender una acción, inmaduros para aceptarnos y encaminarnos y bastante lejanos de hacer de la literatura un templo de humildad, encuentro consigo mismo y una lámpara votiva que irradie poesía y narratividad con universalidad.

PARCHE: Cuando se quiere ser coautor no sólo hay que ponerle sangre a un libro, hay que padecer para escribirlo, editarlo, difundirlo y hasta autoconstruirse un aurea protectora cuando viene la indiferencia, la mal hadada crítica, cuando otros complotan para que ni siquiera salga una línea de comentario en un periódico. Hay que soportar todas esas iniquidades, hasta de recibir una seudosonrisa, que la prefiero mejor como una colmillada de algún fauno goyesco. Se es o no autor, se es o no plagiador. No debemos permitir un comodín zángano que quiera habitar en tus tintas y en tus pensamientos y hacerse dueño de una propiedad intelectual y tu propio universo verbal y experiencial.

Lambayeque, febrero de 2002

 

 

Autor:

Nicolás Hidrogo Navarro

Nicolás Hidrogo Navarro (1968-?), es un joven narrador lambayecano, licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional "Pedro Ruiz Gallo" promoción 1988-1994, egresando de ella con honores de haber ocupado el Primer Puesto en los cinco años consecutivos. Fue fundador del grupo literario "Ubicuos Malditos" de prolífica producción. Fue Presidente del Círculo de Estudios Lingüísticos y Literarios "NIXA"-FACHSE-UNPRG. Fue miembro del Círculo Literario "Argos", desde donde activó. Tiene una decena de Premios Literarios locales y regionales (Entre los más destacados en Lundero 1992 y 1994, en el género cuento). Actualmente ejerce la docencia en el Colegio Pre-Universitario AFUL-Chiclayo, en el Instituto Superior Pedagógico "Inca Garcilaso de la Vega"-Chiclayo, el Instituto Superior Tecnólógico "Manuel Mesones Muro"-Chiclayo.

Está ya preparando su próxima edición de un libro de cuentos y prepara su novela "Childre no quiere hablar desde allá".

Este primer trabajo lo convierte en el abanderado de la crítica literaria y develador adelantado de la generación de los 90 en Lambayeque.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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