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De la frustración al compromiso. Las letras cubanas en el período 1923-1940

Enviado por Ramón Guerra Díaz


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    De la frustración al compromiso. Las letras cubanas en el período 1923-1940 – Monografias.com

    De la frustración al compromiso. Las letras cubanas en el período 1923-1940

    Una cultura nueva que nace a la independencia formal con el siglo XX, vivió los primeros años de la República, entre el letargo de la colonia que desaparece y los asomos de la modernidad que llega de la mano de una nueva forma de dependencia: el tutelaje yanqui, resumido en la Enmienda Platt, la penetración de las compañías norteamericanas y el fuerte reflejo de una cultura pragmática y consumista.

    El pueblo cubano que emerge de una intensa guerra por la independencia, desangrado y con un país en ruinas, ve con tristeza como su clase dirigente no puede presentarle al nuevo ocupante, un frente común, por el contrario, cambia sus aspiraciones por la adulación entreguista y el reformismo cómplice.

    En tanto los sectores populares contenían su ira y daban muestra de su desaprobación, ante las reales intenciones del arrogante interventor, que no era otra que anexarse a Cuba.

    Las autoridades de ocupación norteamericanas maniobran para dividir a las fuerzas revolucionarias que habían ido a la manigua a luchar por la independencia, mientras se alían a los sectores reformistas, fieles a España hasta el último momento y colaboracionistas incondicionales en estos tiempos de cambio de poder.

    Frustración, ese es el sentimiento que se generalizó en un pueblo que fue a la guerra impulsado por las ideas de José Martí y su Partido Revolucionario Cubano, en busca no solamente de la libertad formal de la nación, sino de la creación de una República, "con todos y para el bien de todos".

    Frustración, es el resumen de desalientos y rebeldías que sumió a un pueblo entero ante la imagen triste de su "República", convertida en un negocio, en el que ganaron millones de pesos, los "Generales y Doctores", a los que se refirió Loveiras, los mismos que en grotesca componenda se turnaron en el poder, para enriquecerse y servir a intereses ajenos a la mayoría.

    Frustración, porque las "élites" de poder se convirtieron en comparsa segundona de un estado extranjero corruptor, que fomentó los peores vicios de la política y se hizo de la "vista gorda" ante los escándalos financieros en que se vieron envueltos esos gobiernos, para finalmente y de forma hipócrita, "alarmarse" ante estos desmanes y enviar a un "procónsul" como Crowder para supervisar los manejos de los fondos públicos del gobierno de Zayas, en el más vergonzante acto de ingerencismo, que el "choteo" criollo convirtió en la "sombra del poder".

    Ante esta situación, que la crisis económica mundial de post-guerra y la dependencia de los Estados Unidos agravaron, la solución para los círculos de poder fue el apoyo incondicional a un "hombre fuerte", que envuelto en un programa populista, se jactaba de no permitir una huelga por mucho tiempo, ese hombre era un veterano general mambí, devenido en represor en otros gobiernos y hábil en el "manejo" de fondos e "influencias": Gerardo Machado Morales.

    El marasmo social y cultural de la República se sacude con la irrupción de una generación nueva, nacida cuando sus padres estaban en plena lucha por la independencia, que creció escuchando de sus mayores las hazañas heroicas de un pueblo por su libertad y que en plena juventud se avergüenza de los desmanes de los políticos, el sometimiento y el derrotismo de las "clases vivas" y sobre todo de la omnipotencia de los embajadores yanquis, cuya opinión era oída primero.

    El período comprendido entre 1923 y 1940 no solo constituye el momento protagónico de una nueva generación de cubanos, no marcada por las frustraciones del fracaso de la revolución independentista, sino la toma de posición de este grupo ante los grandes cambios sociales y culturales que se producen en estas primeras décadas del siglo XX.

    Constituye la entrada de Cuba, su intelectualidad y su pueblo en general dentro de la modernidad de post-guerra, donde junto a las nuevas ideas estéticas aparece de modo concreto el nuevo ideal humano con la Revolución Bolchevique de Rusia, encabezada por Lenin y convertida en estado socialista y en la que los sectores populares guiados por el Partido Comunista emprenden la construcción de una nueva sociedad más justa en cuanto a la distribución de las riquezas de la nación, aunque plagada de una serie de taras en su aplicación concreta, que determinó su agotamiento, no como sistema social sino como formas de gobierno.

    No es casual que sea una protesta política, la que dé a conocer a esta nueva generación, que se sacude la frustración de sus padres y ejerce un fructífero liderazgo en los cruciales años de lucha contra la dictadura de Machado y la saga revolucionaria de los años 30.

    Liderazgo que no solamente es político, sino que abarca los ámbitos culturales y sociales, como veremos más adelante, en lucha por cambiar la situación imperante en Cuba, con la mirada atenta a lo que ocurre en el mundo, asimilando influencias, pero ante todo reconociéndose como pueblo. Retomando en primer lugar, lo más genuino de los ideales del decimonónico: la obra integral de José Martí, puesta en función de los cambios que necesita el país.

    La entrada de la sociedad cubana en los tiempos modernos, pasa por la puesta en su lugar, con sus luces y sombras, de los cambios socio-culturales que trajeron el advenimiento del segundo momento republicano de nuestra historia, en el que son protagonistas, además de los sectores de la burguesía y sus aliados, los grupos populares, diversos y variopintos, con sus complejidades y sueños, que abarcan las aspiraciones de los grandes grupos de trabajadores y campesinos, además de sectores minoritarios como intelectuales, estudiantes y para el caso de Cuba, el negro, preterido y disuelto en una dudosa integración social, que intentaba negar su influencia en el etno nacional.

    El arte y la literatura occidental cambian mucho, dado las grandes y profundas transformaciones históricas que se producen tras la Primera Guerra Mundial. Ha surgido un país gobernado por los trabajadores y el escepticismo inunda la vida intelectual. El siglo XX irrumpe con todas sus fuerzas, cambiándolo todo en el modo de pensar y de hacer cultura, fundamentalmente en Europa, desde la cual irradia hacia el resto del mundo occidental.

    Cuba no estaba ajena a estos cambios que influyeron en la nueva visión que sobre sus problemas internos, nacidos al calor de la mediatización impuesta por el gobierno de la Estados Unidos y la dependencia de un reaccionario bloque oligárquico formado por la alta burguesía cubana y los intereses de la burguesía inversora norteamericana que mantenían un predominio sobre el poder político, la sociedad y la economía del país.

    En contraposición se desarrolla un movimiento popular que comienza con la inconformidad de los trabajadores, desorganizados y aún faltos de experiencias de lucha clasista y que alcanzará un mayor impulso con la entrada en la escena política de los estudiantes universitarios y de la joven intelectualidad, que unidos a un fuerte movimiento de veteranos y patriotas, enfrentan los problemas nacionales de forma combativa, no desde la óptica de los grupos tradicionales, sino desde posiciones nacionalistas y antiimperialista que en algunos grupos evolucionará hacia la izquierda.

    Era la entrada al escenario político nacional de nuevos grupos, sin compromisos con la politiquería tradicional que habían hecho del poder un modo de vida, al enriquecerse desde los cargos públicos valiéndose de todas las artimañas para robar los dineros del estado.

    Juan Marinello calificó el decenio de los veinte como la "Década Crítica", los años decisivos en la fragua de una nueva conciencia nacional, años de forja para una nueva generación que aparecía libre de compromisos políticos con los pro-hombres de la República bufa instalada en Cuba en 1902.

    Durante esta década ocurren, las Reformas Universitarias, la "Protesta de los Trece", la creación de la revista Avance, la aparición del Grupo Minorista, del Movimiento de Veteranos y Patriotas, la fundación del Partido Comunista y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba y muchos otros acontecimientos que fueron definiendo un nuevo pensamiento en la sociedad cubana.

    El movimiento por las reformas universitarias lo lleva adelante la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU,1922), fundada por el joven estudiante Julio Antonio Mella(1903-1929). Estas reformas eran un cambio necesario en la alta casa de estudios dado el estancamiento visible de sus programas y a los vicios politiqueros que llevaban a muchos profesores a ser verdaderos dueños de las cátedras más que por méritos académicos, por su vínculo con los detentadores del poder.

    Los estudiantes cubanos, por primera vez toman la palabra para exigir cambios en la Universidad, el primero de ellos, la Autonomía, acompañada de la depuración del claustro profesoral, con la consiguiente modernización de los planes de estudios, entre otras muchas propuestas.

    La organización de los estudiantes universitarios y su lucha por la reforma de la Universidad de La Habana, fueron el primer paso de la nueva generación de cubanos que pugnaba por opinar sobre los destinos de la República de Cuba, pero el detonante ideológico de estos agitados años fue la Protesta de los Trece, hecho llevado a cabo por un grupo de jóvenes intelectuales cubanos en el paraninfo de la Academia de Ciencia, el 18 de marzo de 1923[1]al denunciar públicamente los desmanes del gobierno de turno, que había comprado el antiguo convento de Santa Clara por un valor superior a su precio real, en una clásica maniobra fraudulenta que ocultaba el robo de los fondos públicos,

    La denuncia pública y enérgica marcó el inicio de una nueva etapa en la cultura nacional; por primera vez tomaba partido la nueva generación de intelectuales cubanos y lo hacían contra la herencia neocolonial de la República.

    A estos jóvenes lo caracteriza su apego nacionalista a la sociedad, su afán de rescate de lo nacional, el intento por modernizar la cultura, el adecentamiento de la política, la lucha contra las costumbres corruptas de la politiquería tradicional y el reconocimiento de que los males fundamentales del país están en la dependencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

    Participan activamente en la vida política, primero en la efímera Falange de Acción Cubana y luego en el Movimiento de Veteranos y Patriotas, de cuya ala radical muchos formaron parte, preconizando una salida armada a la situación de crisis del país.

    El Movimiento de Veteranos y Patriotas fue una agrupación heterogénea conformada por veteranos de la guerra de independencia descontentos por la paga irregular de sus pensiones. Con la entrada al mismo de los jóvenes intelectuales nucleados alrededor de los que protagonizaron la "Protesta de los Trece", fundamentalmente de Rubén Martínez Villena, este movimiento toma posiciones nacionalistas y civilistas más radicales.

    La deformación de los objetivos del movimiento y su conversión en un grupo politiquero, desilusiona a estos jóvenes que tomarán en algunos casos, posiciones más revolucionarias, en tanto otros transitan hacia una actitud más conservadora.

    Rubén Martínez Villena (1899-1934) es el más destacado intelectual de este grupo, tenía 23 años al encabezar la "Protesta de los Trece" y su pensamiento político transitaba por una etapa de reformismo nacionalista, al que lo lleva su preocupación por los males de la sociedad cubana y su política en general. Al fundar la Falange Cubana pretende adecentar la vida pública del país y ya en el Movimiento de Veteranos y patriotas apoya la tesis de la lucha armada para cambiar radicalmente la situación política y social de la nación.

    Tras el fracaso de este movimiento, Villena entra en contacto con las ideas de izquierda y con la clase obrera, impregnándose del conocimiento de las ideas marxistas, con las cuales se identificaría, convirtiéndose en el más importante líder del movimiento revolucionario de los años 30, encabezando las luchas anti-machaditas y anti-oligárquica hasta su muerte.

    Como consecuencia de la posición de los jóvenes intelectuales ante los problemas de la República, surge el Grupo Minorista que se convierten en los intelectuales más influyentes entre 1924 y 1929, con un programa bien definido, que se propone la revisión de los falsos valores, el arte vernáculo, la introducción y popularización de las ideas nuevas, la reforma de la enseñanza pública, autonomía universitaria, independencia económica, mejoramiento de la agricultura, la unidad latinoamericana, así como la oposición al imperialismo, las dictaduras y los fraudes políticos.

    En cuanto al movimiento estudiantil su evolución fue marcada por un grupo de jóvenes encabezados por Julio Antonio Mella (1903-1929), que se incorporan a las luchas sociales, vinculándose al pensamiento más progresista del momento. Participaron activamente en la lucha contra el presidente Machado, creando el Directorio Estudiantil Universitario, donde convergen diferentes tendencias ideológicas, tanto de la derecha, como de la izquierda. El fin común era derrocar a la dictadura machadista y la reforma de las instituciones del estado. En medio de la lucha se radicaliza el grupo de izquierda para formar el Ala Izquierda Estudiantil, de filiación revolucionaria e insurreccional.

    El movimiento obrero impactado directamente por la crisis económica internacional y su repercusión en Cuba, rebasa en este período la etapa mutualista y cooperativa de sus agrupaciones, dispersas y gremialistas, permeadas por el anarquismo. Comienza a dar sus primeros pasos hacia la unidad, ya no solo bajo las consignas sectoriales, sino clasistas, a lo cual se unirá el reforzamiento ideológico que significó el triunfo de la Revolución Proletaria en Rusia y la propagación de las ideas marxistas. En 1925 surge la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), encabezada por Alfredo López y muy vinculada a la vanguardia comunista del país.

    Las ideas marxistas se fueron propagando entre otros muchos jóvenes intelectuales y obreros cubanos, que tenían como base ideológica un arraigado patriotismo, democrático, progresista, de verdadera pureza política, que se une a un antiimperialismo que le llega de la experiencia de la realidad cubana en la que los Estados Unidos es la causa principal de los males de la sociedad insular.

    El 18 de marzo de 1923 se constituye la primera organización marxista de Cuba, la Agrupación Comunista de La Habana, en meses posteriores se crean organizaciones similares en varios partes del país que finalmente fundan, el 16 de agosto de 1925, el Partido Comunista de Cuba. Baliño y Mella aparecen entre los promotores de la nueva organización revolucionaria.

    La organización marxista cubana, surgida en momentos de radicalización dentro del panorama político y social cubano, jugó un importante rol en la educación ideológica de los sectores progresistas y revolucionarios que conformarán la vanguardia en la lucha contra la tiranía de Machado y por la implementación de una sociedad más justa en el país. El partido creció, nutridas sus filas con personas salidas de los sectores más humildes de la sociedad que fueron los que dieron la tónica revolucionaria en medio de la heterogeneidad de movimientos y tendencias que combatieron a la dictadura machadista.

    Destaque principal debe recibir el fortalecimiento del pensamiento revolucionario cubano de esta etapa con el redescubrimiento que hace esta generación de la obra política de José Martí.

    El estudio de la obra martiana cobra vigencia, se leen sus libros y se actualiza su legado, aplicando sus enseñanzas en la tensa confrontación de ideas del período. Martí resurge como un contemporáneo, para patentar la justeza de la lucha por una sociedad en la que se cumpliera el principio básico martiano de tener una república "con todos y para el bien de todos"

    Uno de los hombres de esta generación, Francisco Ichaso reflexionará años más tarde sobre este reencuentro con la obras del Apóstol:

    "El descubrimiento de José Martí (…) se articula a una honda preocupación nacional. Martí y su pensamiento se perfilan, dejan de ser una cosa vaga para convertirse en magisterio integral. Martí ya no es solo el creador de la independencia, es además el forjador de la nación. El culto a Martí conlleva un sentido revolucionario"[2]

    Si 1923 significó la apertura política de una nueva generación, 1927 es el momento de definición literaria de este joven movimiento intelectual. La publicación de la revista Social, el Suplemento Literario del Diario de la Marina y otras publicaciones periódicas, son el preludio de la aparición de la Revista de Avance(1927), todo un impulso telúrico en medio de la mediocridad cultural habanera, que se convirtió en la tribuna de la vanguardia intelectual y en blanco del ataque de la reacción conservadora.

    La Revista de Avance 1927[3]apareció en marzo de ese año, su título real era el año en que se editaba: 1927, 1928, 1929 y 1930, lo demás era el subtítulo. Su compromiso social provoca que se desate sobre ella la persecución del gobierno de Gerardo Machado, encarcelando a sus editores y dificultando la circulación de la publicación, hasta que en 1930 los editores deciden no seguir editándola por las presiones que sobre ellos ejerce el régimen.

    La Revista de Avance, es la publicación cultural más importante de esta etapa, deja una profunda huella en la cultura cubana al mostrar en sus páginas las inquietudes renovadoras de los minoristas. Difunde el pensamiento más actualizado de Europa y América, en cuanto a la cultura, publica los trabajos de los jóvenes creadores cubanos y aboga por cambios en la cultura y la sociedad cubana.

    Las masas estaban por entrar en acción y sería su rica y decisiva participación lo que determinará el profundo cambio de la década del treinta, con la maduración de muchas expresiones de la cultura nacional.

    La lírica cubana de este período está encabezada por un pequeño grupo de jóvenes que se inician con la publicación, en revistas y periódicos, de versos que se alejan de las tendencias románticas y modernista, que salvo contadas excepciones caracterizaron a la primera generación republicana.

    Regino Boti y José Manuel Poveda son los precursores de estos "nuevos". Boti en plena madurez creativa, verdadero puente con la vanguardia de la cual fue acertado crítico e incursionador en los nuevos estilos y formas. Poveda, genial y desgraciado, aplastado por la mediocridad de sus circunstancias.

    Los poeta de la vanguardia, al igual que el resto de los escritores, se proponen cambiar su tiempo y sus circunstancias y comienzan por cuestionar al creador y sus problemáticas. "Se escribe entonces "El Gigante"(1923) de Martínez Villena, "Confesión treinteña"(1923), de Tallet, "Fuerza"(antes del 25), de María Villar Buceta, testimonio de la nueva sensibilidad que más tarde asumirá otro derrotero"[4]

    El exotismo y la moda encontraron en Cuba una cepa muy fértil en las diversas vertientes culturales de las etnias africanas que la esclavitud había sembrado en nuestra tierra. Los estudios afrocubanos insipientes y dispersos comenzaron a ganar en importancia en la década del veinte, impulsados por la novedad vanguardista, el paso de algunos estudiosos por el país, pero sobre todo por el ya mencionado componente africano en las raíces culturales de la sociedad cubana.

    En la poesía se acentúa el uso del tema negro con los poemas de Alejo Carpentier, escritos en París en 1928, "Liturgia" y "Canción", con la impronta de su experiencia cultural en Cuba; Ramón Guirao, "Bailadora de Rumba", 1928 y José Zacarías Tallet, "La Rumba", 1928, todas a partir de un enfoque folklorista, matizado y un aire paternalista sin asumirla del todo como parte de una misma cultura.

    Esta vertiente de la poesía negrista fue cultivada de forma circunstancial por otros creadores cubanos, como Emilio Ballagas, "Elegía de María Belén Chacón" y "Para dormir un negrito", siempre con una mirada externa de acentuado sabor costumbrista.

    Una segunda vertiente nace desde las raíces del propio negro y sus problemas, en una poesía que va a emparentarse con la poesía social. De ella nacen los versos de Nicolás Guillén, a quien corresponde poner a la poesía afrocubana en el justo lugar que merecía, dándole voz a un sector marginado de la sociedad cubana, cuyas manifestaciones culturales habían sido tenidas como oscurantistas o seudo cultura, en clasificación nacida de la elites intelectuales del país.

    La aparición de "Motivos del son", 1930, en las páginas de Diario de la Marina, constituyó un acontecimiento, en el que "lo cubano" se miraba en el espejo para verse mulato y asumirse con tal, sin miedo a ser parte de un todo mestizo, hasta ese momento negado por muchos.

    Para reafirmar esta vocación fundacional aparece en 1931 su cuaderno, "Songoro Cosongo", a quien ya agrega el subtítulo "versos mulatos", reafirmadores de lo realmente nuevo, la aparición de una poesía de raíz nacional y popular.

    Su poemario, "Cantos para soldados y sones para turistas", 1937, es ya una radiografía social de las clases populares urbanas, con sus penurias y sueños, entre soldados que reprimen y turistas indiferentes.

    La poesía social tenía en Cuba antecedentes en la queja, a veces pesimista, del marginado con ejemplos muy marcados en "Poemas de los cañaverales" de Felipe Pichardo Moya y "La Zafra" de Agustín Acosta, ambos referidos al tema más polémico de la sociedad cubana, este será el precedente más inmediato a, "Salutación fraterna al taller mecánico", 1929, de Regino Pedroso, aparecido en la Revista de Avance, con poesía de compromiso explicito y militancia marcada.

    De corte similar por su compromiso social y la vehemencia de sus versos es Manuel Navarro Luna que da a conocer sus cuadernos "Surco",1928 y "Pulso y Onda", 1929, con poesías de tendencia vanguardista en la que expresa las penas del hombre explotado. Continuando su línea de denuncia Navarro Luna da a conocer, "La tierra herida", 1936, con énfasis en el tema campesino y sus problemas pospuestos, tratado de forma vigorosa y comprometida.

    La poesía "pura" fue también preocupación de los creadores cubanos sobresaliendo en esta vertiente, Mariano Brull, Emilio Ballagas y Eugenio Florit.

    Desde su "aldea" guantanamera, Regino Boti continua su obra renovadora, asimilando algunos elementos de vanguardia en sus obras "Kodak-Ensueño", 1929, y "Kindergarten", 1930, obras que le permiten a la primera generación republicana tener en él un puente con los nuevos poetas, convirtiéndose en el mejor representante de su generación.

    En la narrativa, los aires renovadores de la vanguardia van más despacio, dado el lastre "naturalista" que arrastra la prosa en la isla. Será Luis Felipe Rodríguez, un hombre de la primera generación por su edad, pero con una amplia obra en este período renovador, quien muestre el camino a los escritores más jóvenes.

    Su obra de denuncia social se hace discursiva y didáctica, lastres que le hacen perder efectividad literaria, pero su vehemencia y militancia de izquierda hacen que sus cuentos funcionen como testimonio del drama del campesino y el obrero agrícola, sectores que conoció de primera mano por su origen y convivencia con ellos.

    Pese a ello la influencia de Luis Felipe sobre los narradores de la segunda generación es muy importante, porque les abre la visión sobre un mundo que los escritores de la ciudad no conocen, ese mundo que el cosmopolitismo capitalino oculta y que ahora se hace tema de urgente denuncia y solución.

    En 1923 publica su volumen de cuentos, "La pascua de la tierra natal" y al siguiente año da a conocer la primera versión de su novela, "La conjura de la ciénaga, que reaparecerá en 1937, más ampliada y elabora, como "Ciénaga". La obra, no es una novela de costumbres, sino un fresco de la sociedad rural cubana en la que las descripciones y las imágenes de la vida en el campo son sus momentos más logrados.

    En 1932 da a conocer su volumen de cuento "Marco Antilla", obra iniciadora de la cuentística contemporánea cubana, en la que los rasgos principales de su obra alcanzan su mejor momento. El libro es la obra narrativa más influyente del período, por su denuncia de los problemas del hombre común, en este caso cortadores de caña, explotados y desventurados, sin disimular el afán de propaganda doctrinaria.

    Los nuevos narradores "descubren" los temas campesinos y sociales de su país, iniciándose una etapa en la que los creadores tratan de reflejar la realidad social de su momento.

    Entre los narradores nuevos se destaca Carlos Montenegro, dueño de una prosa desnuda de adornos verbales, directa y documental, que le sirve para incursionar en temas de la realidad social poco trabajados por la literatura nacional: el mundo de las cárceles, y la temática marinera.

    Debuta con, El renuevo y otros cuentos",1929, en el que recopila cuentos de temas diversos y en el que ya aparecen obras sobre el mundo carcelario, marinero y vivencias de su natal Galicia. Su segundo libro, "Dos barcos", 1934, reitera las temáticas marineras y de la prisión, en narraciones de menor carga trágica y en las que se muestran inclinaciones revolucionarias y antiimperialistas.

    En 1938 aparece su mejor obra, la novela, "Hombre sin mujer", narrada con descarnado naturalismo y economía de recursos, que ponen de manifiesto su condición de buen narrador. En ella describe la vida carcelaria, esa que conoció directamente durante una etapa de su vida, sus aberraciones y el descarnado dilema del hombre sin mujer y sin libertad.

    Lino Novas Calvo inicia por estos mismos años, una sólida obra narrativa dirigida principalmente a dos vertientes, los relatos de aventuras y los relativos a temas oníricos y del subconsciente. Su técnica narrativa tiene mucha influencia de los cuentistas ingleses y norteamericanos contemporáneos, principalmente Hemingway, con sus relatos de planos breves y descripción gestual para dar los estados de ánimo de los personajes.

    De este período es su novela "El Negrero", 1933, en la que trata el tema de la trata de esclavos de forma excepcional, partiendo de la figura del tratante Pedro Blanco de Trava. La estética de su obra deja entrever su preocupación por hacer un cuento que se ajuste a las nuevas necesidades expresivas de su época.

    El movimiento negrista en la narrativa está representado por la novela "Ecue Yamba O, 1933, de Alejo Carpentier; la recopilación de cuentos "¡Oh mío Yemayá", 1938, de Rómulo Lachatañeré; los "Cuentos negros de Cuba", 1940, de Lydia Cabrera y los relatos de Gerardo del Valle, aparecidos en revistas de la época y recopilados en 1967 bajo el título, "Cuentos del cuarto del fambá".

    A todos los caracteriza la interpretación de las leyendas orales del negro cubano, movidos por la curiosidad de lo novedoso y de la moda, pero desde afuera, sin comprender el sentido de estas culturas tan cerradas por la discriminación y los prejuicios.

    El escritor más interesado en la renovación formal de la narrativa cubana lo fue Enrique Labrador Ruiz, quien escribe una trilogía de novelas("El laberinto de sí mismo", 1933; "Cresival", 1936 y "Anteo"), que él llamó "gaseiformes" por su parecido con los gases al no presentar forma definida, eran bocetos de novelas en los que incluye borradores, esbozos de personajes, el andamiaje dramático y muchos vacíos que debe llenarlo el lector con su imaginación y talento. Para el lo más importante es la técnica y no el tema, evadiendo así la realidad que lo rodea.

    Enrique Serpa, desarrolla una narrativa naturalista con rápidas, certeras y bellas imágenes sobre la realidad cubana, experimentando con el monólogo interior a lo Joyce.

    Su primer libro de cuentos, "Felisa y yo", 1937, contiene los relatos más conocidos y elaborados debido a su pluma, "Aletas de tiburón" y "La aguja", entre otros. Con el mar como protagonista de sus relatos de corte social, su prosa se presenta dura y hermosa, reflejo de una realidad que él conoce de cerca.

    En 1938 aparece su novela más conocida, "Contrabando", protagonizada por un grupo de hombre dedicado al tráfico de alcohol entre Cuba y los Estados Unidos en época de la "Ley seca" en ese país.

    Pablo de la Torriente Brau, presenta credenciales de escritor de oficio y calidad, pese a su juventud. Su primer cuento publica en la prensa, "El héroe", denota las características de su prosa posterior, ironía y humor negro, junto al documentalismo testimonial del periodista. En 1930 presenta sus primeros cuentos en el cuaderno "Batey", en el que también aparecen cuentos de Gonzalo Mazas. En 1940 se publica post-mortem su novela, Aventura del soldado desconocido cubano, con una gran carga ideológica en su lenguaje, a pesar de ser una obra pulida en cuanto a su estilo.

    Será el periodismo, el medio de expresión fundamental de Pablo, a través de él desarrollará su capacidad de observación, su compromiso social y un lenguaje, que preludia la nueva narrativa cubana. Sirvan de ejemplo sus relatos sobre el levantamiento campesino en las montañas guantanameras, "Realengo 18" y "Presidio Modelo", todo un largo reportaje que denuncia la vida de los presos en el reclusorio nacional de Isla de Pinos.

    El naturalismo seguirá siendo la forma de expresión más importante de muchos escritores cubanos en esta etapa, entre ellos el más relevante es el conocido José Antonio Ramos, quien publica sus novelas: "Coaybay", 1927, metáfora política de la Cuba republicana; "Las impurezas de la realidad", 1929 y "Caniquí", 1936, su mejor novela, en la que se presenta renovado en cuanto a la construcción de los personajes, dotados de una sólida construcción sicológica.

    La crítica y la ensayística del período están marcadas por el compromiso social de los más destacados cultivadores de este género en la nueva generación intelectual. Para la mayoría será la política y la crítica social su principal fuente de inspiración, aunque ocuparon tiempo para referirse a la cultura, al literatura y las artes en general.

    Esta vanguardia crítica se radicaliza en las filas del minorismo, entra en contacto con las nuevas corrientes políticas, filosóficas y estéticas del mundo y se proyecta principalmente en la "Revista de Avance".

    Entre ellos Félix Lizaso, Francisco Ichaso y Jorge Mañach, se orientan por la vía del nacionalismo conservador, en busca de soluciones de los problemas cubanos a partir de las "élites" y la revitalización de la "alta cultura", desconfiados de las masas y su capacidad de hacer cultura y de gobernar.

    Otros, entre los que se cuentan Rubén Martínez Villena, Julio Antonio Mella, Juan Marinello y Raúl Roa, se mantienen junto a los ideales revolucionarios, cultivando con inteligencia el ensayo social, comprometido con los más humildes.

    Jorge Mañach desarrolla una amplia labor ensayística en todo el período, siendo uno de los principales ideólogos del nacionalismo conservador. En 1924 aparece una recopilación de sus ensayos, "Glosario", con trabajos publicados en el Diario de la Marina, muchos de ellos referidos a la cultura cubana; en ese mismo año se publica, "La pintura en Cuba hasta 1900", importante estudio referido al tema, en el que desarrolla su amplio conocimiento sobre las artes plásticas del país.

    En 1925 se da a conocer su volumen "Estampas de San Cristóbal" bojeo costumbristas a La Habana que fue, también de ese año es su reflexivo libro, "La crisis de la alta cultura en Cuba", en el que analiza las tendencias de la cultura nacional y sus posibles salidas, sobre el mismo tema volverá en, "Utilitarismo y cultura", 1927, e "Indagación del choteo", 1928, este último un acercamiento pesimista, superficial e irónico al cubano y su forma de ser como freno a su capacidad para el pensamiento elevado.

    La obra más conocida de Jorge Mañach es su ensayo biográfico, "Martí el apóstol", 1933, insuperable aún, pese a las limitaciones de enfoque de la figura del Héroe Nacional. De innegable calidad literaria, fue ampliamente acepta por el público cubano, en un momento singular de nuestra historia,

    contribuyendo a profundizar en la figura más querida del retablo de los héroes cubanos.

    La obra crítica de Francisco Ichazo está dirigida a la crítica literaria y artística publica publicada en la prensa y recopilada luego en varios volúmenes. Sobresale entre estos, "Defensa del hombre", 1937, en el que se recogen nueve ensayos, entre ellos, "Defensa de lo cursi".

    Félix Lizaso se dedica a indagar básicamente en la figura de José Martí. Su preocupación por el tema influye en el auge de los estudios sobre la obra del mismo y en el mejor conocimiento de todo su legado, en un momento en que las nuevas generaciones revalorizan el papel de Martí en las luchas políticas del momento. Con una amplia ensayística sobre temas martianos, en la que sobresale, "Pasión de Martí", 1938, y "Martí, místico del deber", 1940; además de varias compilaciones de trabajos del Maestro: "Artículos desconocidos de Martí", 1930, y "Epistolario de José Martí", 1930-1931, en tres tomos, Lizaso es uno de los más importantes estudiosos del Maestro.

    Incursionó en la crítica literaria con, "La poesía moderna en Cuba", en colaboración con Antonio Fernández de Castro y "Ensayista, contemporáneos", 1938, con una atinada apreciación crítica.

    A José Antonio Fernández de Castro, correspondió una importantísima labor de promoción de la nueva literatura cubana desde la página literaria del Diario de la Marina. En su obra ensayística se destaca su preocupación por la evolución de la cultura nacional: "Medio siglo de historia colonial", 1923, José Antonio Saco y sus amigos durante la revolución de Yara",1923,

    el prólogo a los escritos de Domingo del Monte", 1929, Barraca de Feria", 1933, y "Ensayos cubanos de historia y crítica", entre otros.

    Juan Marinello logra con el ensayo la plenitud intelectual, tanto en lo literario como en lo político. Desarrolla una intensa actividad revolucionaria, desde la izquierda, primero en las filas de los Minoristas, en la lucha contra Machado y como dirigente de los comunistas cubanos.

    Su obra de crítica y ensayo está dedicada a la literatura, la cultura y la sociedad, entre los que sobresalen: "Nuestro arte y las circunstancias actuales", 1925; "Sobre la inquietud cubana", 1930; "Americanismo y cubanismo literario", 1932; "Poética: ensayos en entusiasmo", 1933; y "Literatura Hispanoamericana", 1938, entre otras, aparecidas al calor en la prensa de la época.

    En cuanto al ensayo político, sobresale Rubén Martínez Villena con trabajos dirigidos a esclarecer las motivaciones de las luchas sociales que estaban desarrollándose en Cuba y su compromiso con la causa de los humildes, que lo han llevado a una visión más completa de los problemas de Cuba a través de las concepciones marxistas que él había abrazado, destacándose sobretodo dos ensayos, "Un aspecto del problemas económico de Cuba", 1926, aparecido en la Revista Venezuela Libre, en la que hace un análisis de la industria azucarera como base de la economía de la isla.

    Este trabajo es preámbulo al que en su nombre leyera Julio Antonio Mella en el Congreso contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, en Bruselas, Bélgica en 1927. Este ensayo conocido como, "Cuba, factoría yanqui", es el primer intento de interpretación marxista del proceso económico cubano. Es un texto pormenorizado en cuanto al recuento de la penetración del imperialismo norteamericano en Cuba, en el que la denuncia se apoya en datos estadísticos, muy actualizados, para probar su tesis acerca de la dependencia de la república cubana de los intereses de la oligarquía de los Estados Unidos.

    Otro destacado ensayista político lo fue Raúl Roa, hombre de acción, con amplio protagonismo en la Revolución de los años 30, quien expresa sus criterios en obras como, "Reacción versus revolución", 1933; "Una semilla en el surco de fuego",1934;; "Bufa subversiva", 1936; "José Martí el destino americano",1938; y su polémico folleto "La Jornada revolucionaria del 30 de septiembre, 1935.

    De la primera generación republicana continúan su obra ensayística estudiosos de la talla de Medardo Vitier, José María Chacón y Calvo y Fernando Lles.

    Vitier se destaca por sus estudios sobre la historia y evolución de las ideas filosóficas en Cuba y en particular sus trabajos dedicados a Varona en obras de expreso didactismo en el que embrida el vuelo literario. En 1937 aparece su libro, "La ideas en Cuba", con un examen minuciosos de la evolución del pensamiento cubano, estudios que completará años más tarde con "La filosofía en Cuba", 1948.

    José María Chacón y Calvo es el erudito cubano de más renombre en el siglo XX, al decir de Max Henríquez Ureña(5), su amplia labor con los estudios de la literatura cubana deja en este período un buen número de trabajos: El prólogo al volumen, "Las cien mejores poesías cubanas, 1922, "Epistolario de Heredia",1926, "Los comienzos de Zenea", 1927, "Los orígenes de la colonización", 1929, "El documento y la reconstrucción histórica", estudio que acompaña al "Cedulario cubano", 1929, con papelería cubana de los Archivos de Indias; "El Consejo de Indias y la historia de América", 1932, entre otros muchos trabajos.

    José María Chacón y Calvo trabajó múltiples temas de la cultura y la historia de Cuba y América, abarcando también en sus estudios a las letras y la lengua castellana. Hombre de cultura enciclopédica, estuvo entre los grandes animadores de muchas instituciones culturales que lo contaron entre sus fundadores.

    • 1. Max Henríquez Ureña, Panorama de la Literatura Cubana, Tomo II. La Habana, 1979

    Junto a Jorge Mañach y desde el Departamento de Cultura de la Secretaría de Educación, trató de reanimar la cultura cubana, tras los violentos meses de la Revolución Antimachadista, aplicando por primera vez una política cultural desde el gobierno. Compartió con Mañach el criterio sobre el liderazgo de la "alta cultura" en la sociedad y su papel regenerador del país, apoyando la idea de que fueran los intelectuales quienes marcaran el rumbo transformativo de la sociedad.

    Fernando Lles escribe ensayos que reflejan sus preocupaciones filosóficas volcadas en la reinterpretación de los mitos clásicos, "La higuera de Timón", 1922, "La sombra de Heráclito", 1923, y "La escudilla de Diógenes", 1924. En tanto que incursiona en temas más contemporáneos como, "Individualismo, socialismo y comunismo",1932, y "El individuo, la sociedad y el estado, 1933.

    El teatro cubano no vive sus mejores momentos, aún es muy fuerte la influencia del teatro bufo con el Alhambra ejerciendo su dictado de ligereza y choteo para reflejar el mundo social y político en que se desenvuelve.

    José Antonio Ramos mantiene en este período su vigencia como el mejor autor teatral cubano, haciendo obras de apego al tradicional teatro español, muy arraigado en los gustos del público nacional y sin abandonar sus preocupaciones sociales. Aunque sus temas asimilan algunos conceptos del teatro moderno, en especial los recursos para crear la atmósfera dramática. De este período mencionemos sus obras, "En las manos de Dios", 1933, obra que ataca el fanatismo religioso y "La recurva", 1939, drama en un acto que se desarrolla durante los años de la revolución antimachadista.

    La literatura teatral del período, no escapa a las preocupaciones sociales sobretodo con el tema de los oprimidos, principalmente los temas rurales, reflejados muchas veces bajo la óptica del drama rural español. Se destacan en esta vertiente, Marcelo Salinas, José Montes y Juan Domínguez.

    Será Juan Domínguez quien se salga un poco de lo trillado para experimentar con la concepción escénica en su obra "Sombras del Solar", 1937, en la que concibe el desarrollo dramático en escenas simultáneas y énfasis de las luces en una u otra escena según el conflicto.

    Carlos Montenegro incursiona en la literatura teatral con tres obras, "Tururi-nam-nam", 1939, parodia política, "Los perros de Radziwill, 1939, drama en tres actos con tema de la Segunda Guerra Mundial y "En la prisión" o "Asesinato del líder", publicado en el período Hoy.

    Jorge Mañach escribe para el teatro, "Tiempo Muerto", 1928, y traduce al español la obra de Eugene O"Neill, "En la zona" mientras Teté Casuso escribe el drama campesino "Realengo 18", basada en el reportaje de su esposo Pablo de la Torriente Brau.

    Partes: 1, 2
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