Por la enorme trascendencia de este asunto se deben efectuar con mucha claridad y desde el principio algunas precisiones. Si bien es cierto que pueden constatarse en la economía mundial señales de tal "globalización", para comprender su verdadero sentido, dimensión y alcance (y, por ende, disponer de elementos para construir una interpretación con argumentos de fondo al respecto), aquellas señales requieren la elaboración del más amplio y profundo análisis económico posible, como parte que son del avance y desarrollo (y de las características principales) del sistema capitalista en el cual se encuadran. Porque no puede dejarse de tener siempre presente que una investigación en sí debe tratar de explicar la esencia de los procesos que determinan las realidades que estudia y no meramente describir estas últimas como simples hechos consumados.
Este trabajo presenta un enfoque que intenta demostrar las particularidades determinantes de la etapa que está viviendo la economía mundial y sus consecuencias sociales, políticas e inclusive ideológicas, especialmente en países subdesarrollados y dependientes como los latinoamericanos; pero también en otros, incluidos los países desarrollados y aquéllos que no lo son y se encuentran en zonas desarrolladas, fundamentalmente en Europa Oriental. Por su intermedio, entonces, se deberán encontrar los principales elementos y tendencias referidas a categorías, variables y/o temas económicos que fijan el actual funcionamiento internacional; no sólo hechos descriptivos de una globalidad que no presenta (o por lo menos no hace énfasis en) su razón de ser ni en sus consecuencias y costos económicos, sociales y humanos.
En este último sentido resulta indicativo, como una primera aproximación al significado real, por lo menos en términos económicos, del concepto de "globalización", el que la propia CEPAL refiere en su Informe 1995 "La inversión extranjera en América Latina y el Caribe", donde toma, inclusive, como fuente a John Dunning ("Empresas multinacionales y economía global, 1993, Reading, Maryland, Addison-Wesley Publishing Company Inc.). Dice en su página 16: "Se entiende por globalización el proceso mediante el cual una parte mayoritaria y creciente de la riqueza y el valor se genera o produce a través de redes privadas interconectadas de producción y abastecimiento. Es decir se trata de un proceso cada vez más intenso de "producción internacional", concepto que John Dunning define como el "conjunto de actividades que agregan valor, organizadas transnacionalmente por una firma (ET), que tiene la propiedad o el control."
De esta forma, la configuración principal del sistema mundial capitalista queda pautada por un tipo de estructura, de desarrollo, de funcionamiento y de tendencias económicas, cualitativamente diferentes a los que el concepto y la acción del fenómeno "globalizador" hoy en boga viene apuntando; porque habrá que ver, entonces, el papel y el grado a que ha llegado el gran capital privado y su concentración, centralización e internacionalización en un sistema cuya esencia económica (desarrollo desigual y combinado) ha sido diferenciadora y creadora, desde su inicio, de disparidades crecientes, dominaciones y dependencias en términos de clases sociales, países y regiones, ya sea en lo económico como en lo social, lo político y lo ideológico.
Así se puede llegar a la hipótesis central de que el sistema capitalista está viviendo una nueva fase de su desarrollo histórico y mundial, inclusive (aunque pueda parecer aventurado) desde el punto de vista teórico. De esta forma el análisis derivará en un diagnóstico y una perspectiva muy distintas de la realidad mundial, de las relaciones internacionales regionales y de las situaciones nacionales de los diferentes países, tanto en aspectos estructurales como de objetivos y aplicación de medidas de política económica.
El mismo deberá ser producto (o simplemente no ser) de fuerzas económicas y sociales distintas (y/o nuevas) a las hoy predominantes, tanto nacionales como internacionales, para crear otras sociedades, otras economías, otros Estados. Sin que éstas estén signadas por el incremento de las múltiples dependencias, diferenciaciones y discriminaciones de clases y países; ni por las perjudiciales consecuencias que traen para tantos seres humanos como producto de la hegemonía y la dominación de los poderosos intereses económicos, políticos y sociales que rigen esa denominada "globalización" que hoy pretende dirigir, de hecho, a todo el mundo en dirección al siglo XXI.
Se concretan en cada una de las diversas sociedades, economías y Estados los grados particulares en que se expresa históricamente la relación entre los binomios desarrollo/subdesarrollo y dominación/dependencia. Todos estos criterios y precisiones intentan, de acuerdo a la actual situación que viven las economías mundial y latinoamericana, abordar y desarrollar.
Así, estudiado el panorama mundial y regional del avance ocurrido en el capitalismo internacional, se podrá disponer de un marco teórico/práctico dentro del cual podrán evaluarse las causas y consecuencias reales de esa "globalización" mundial en lo económico/social, con todo lo que ello significa en lo político/ideológico, y en relación con sus políticas y medidas correspondientes, tanto en lo nacional como en lo regional.
En función del conjunto de objetivos planteados, se partirá del concepto de que "Los marcos internacionales y su incidencia dentro de las economías internas son considerados, por lo tanto, como aspectos que influyen y condicionan de modo importante a economías subdesarrolladas y dependientes como son la uruguaya, la argentina, la brasileña y la paraguaya…". A partir de esta configuración, vale la aclaratoria que ello "no debe interpretarse en el sentido de que los asuntos internos son totalmente determinados por hechos o decisiones internacionales, de la misma manera que tampoco son plenamente autónomos."
Tal aclaratoria se hace respetando la comprobación histórica de que, aun dentro de ese genérico condicionamiento e influencia, cada tipo de economía, sociedad o Estado (nacional, regional, continental) los expresa en función de las peculiaridades con que los procesos respectivos se manifiestan y desenvuelven. De ahí, precisamente, el valor y la necesidad de la existencia de estudios específicos que permitan captar esas tan complejas combinaciones de múltiples aspectos y áreas (económicas, sociales, políticas), que resultan ser (y se dan en) cada país y/o región a través de su proceso histórico.
Por consiguiente, se ratifica la idea de que "La relación entre lo interno y lo externo, en definitiva, se presenta de modo típicamente dialéctico, interrelacionado y se definirá en virtud de cada realidad concreta y sus antecedentes históricos"; de donde "se deriva de modo más general que en toda sociedad predominarán los elementos internos en el sentido antes enunciado, es decir de acuerdo a cómo se articule la combinación interrelacionada entre lo internacional y lo nacional".
De esta combinación dialéctica se desprende, a su vez, una consecuencia importante que ratifica aún más la complejidad de esa determinación: "Las realidades históricas demuestran que lo internacional se expresa generalmente en dicho tipo de economías mediante acontecimientos o configuraciones de diversa índole que, inclusive, llegan a agregar, con el tiempo, peculiaridades a cada país. Estas configuraciones, en muchos casos, terminan combinándose y vinculándose estrechamente a las particularidades inherentes de cada país y estas mismas particularidades inherentes determinan que iguales acontecimientos internacionales puedan resultar de diferente envergadura, calidad y tipo de influencia en cada país."
CONCERTACIÓN Y CENTRALIZACIÓN DEL CAPITAL.
¿Triunfo del capital o manifestación de la descomposición?
El proceso de mayor concentración y centralización capitalista, hasta el presente, había tenido lugar a comienzos de siglo. Se verificó así, la vigencia de las leyes expuestas por Carlos Marx en El Capital. Con la era de los monopolios se conformó definitivamente el sistema imperialista, mediante un reparto o ‘cartelización’ del mercado por los grandes trusts.
Este fin de siglo parece estar alumbrando una nueva furia monopolizadora, equivalente o superior a aquélla. Refiriéndose a lo que acontece en los EE.UU., "la mayoría de los analistas prevé que esto va a continuar indefinidamente", señala The Economist, aunque lo hace con preocupación, porque esta "fiebre de fusiones" o "fusionmanía" – como la denomina -, "acompañada de una acelerada alza de las cotizaciones de las acciones, de los precios de la propiedad inmobiliaria y de las obras de arte, sugiere
n que Estados Unidos está desarrollando una burbuja económica".
Por la vía de "fusiones", "adquisiciones", "consolidaciones", "Opas", etc., la prensa capitalista no deja de sorprenderse por la magnitud que está alcanzando este proceso. La ola de fusiones viene acompañada de ‘nuevos paradigmas’, que expresan la "creencia generalizada de que la economía de Estados Unidos ha entrado en una nueva era dorada en la que las viejas reglas (por ejemplo, que todo lo que sube puede bajar) ya no rigen".
The Economist, que hasta hace poco era uno de los principales apologistas de ese ‘boom’, ha comenzado a virar y a alarmarse: "La reciente locura por las fusiones, incluyendo una oleada de inmensas fusiones bancarias, es una característica saliente de las economías burbuja", lo que – dice la revista londinense – llevó en cada una de "la champagne tiene un sabor maravilloso hasta que las burbujas se le suben a uno a la cabeza, las burbujas financieras tienden a producir fuertes malestares económicos después de la borrachera".
¿’Mundialización’ del capital o ‘purga’ intercapitalista?
Marx y Engels – el último llegó a analizar incluso la primera fase de la gran monopolización que despuntó en la última década del siglo XIX -, consideraron siempre a la concentración y centralización del capital como una manifestación de ‘maduración’ de las relaciones de producción capitalista y, sobre todo, del choque irreconciliable entre las necesidades del desenvolvimiento de las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad dominantes; es decir, del carácter finito o del ‘límite histórico’ al que arribaba obligadamente este modo de producción.
Bajo el dominio del capital financiero, las crisis de sobreproducción, de proporcionalidad entre los diversos sectores de la producción, de pauperización y polarización crecientes – fenómenos característicos de la época capitalista – se transforman cada vez más en crisis ‘sistémicas’, crisis estructurales de catastróficas consecuencias sociales, que colocan a su etapa imperialista bajo el signo ‘de las guerras y las revoluciones’ (Lenín). Se sientan así las bases ‘objetivas’ para el derrocamiento revolucionario del capitalismo.
Contradictoriamente con todo lo que enseñaron Marx y Engels, sin embargo, tras su muerte y en el mismo momento en que transcurría la primera ‘fiebre de fusiones’, se abrió paso en la social-democracia una concepción diametralmente opuesta: la de un idílico desenvolvimiento económico y social. Igual que ahora, ‘teorías’ sobre la ‘mundialización’ o ‘globalización’ del capital, inundaron el ‘mercado’, sosteniendo que la conformación de los monopolios era la vía para la ‘aldea global’ (para la social-democracia se realizaría por esa vía el ‘socialismo’ en forma ‘indolora’).
Analizando este asunto durante su época, cuando tuvo lugar la primera gran internalización del capital, Nikolai Bujarin explica que la tendencia a la monopolización, a los trusts y a la internacionalización del capital "choca con una tendencia más fuerte", la de "la nacionalización del capital y al cierre de las fronteras". La social-democracia – como la inmensa mayoría del pensamiento de ‘izquierda’ de nuestros días -, no sólo negaba esta dialéctica; negaba también que el capitalismo fuera un "proceso de contradicciones" que lo conduce inevitablemente a su descomposición y derrumbe. "La sociedad capitalista – decía Bujarin polemizando con Rosa de Luxemburgo – es una ‘unidad de contradicciones’. El proceso del movimiento de la sociedad capitalista es un proceso permanente de reproducción de contradicciones capitalistas. El proceso de reproducción ampliada es un proceso de reproducción ampliada de esas contradicciones. Si esto es así, entonces resulta evidente que estas contradicciones tienen que hacer saltar finalmente el sistema capitalista en su conjunto. Así hemos llegado al límite del capitalismo".
Los bolcheviques, que de acuerdo a la opinión hoy dominante serían unos ‘vulgares catastrofistas’, demostraron que tenían razón. Las ‘ilusiones’ de la social-democracia se pagaron muy caro. A pesar de las ‘teorías’ de la ‘mundialización’ del capital de Kautsky, la ‘socialización de la producción’ ejecutada por el capital financiero no condujo a la ‘transición pacífica’ al socialismo, sino a la 1ª y la 2ª Guerra Mundiales: los ‘cárteles’ se deshicieron, y los diferentes trusts y Estados imperialistas se despedazaron para defender sus mercados.
La ‘socialización de la producción’ – incesante sin dudas bajo la era moderna -, es sólo un polo de las contradicciones de este régimen social de producción. Una ‘unidad mundial’ del capital es una quimera en las condiciones de este régimen social de producción. La finalidad ideológica de estas ‘teorías’ que, de tanto en tanto se remozan, es ocultar las contradicciones insalvables del sistema imperialista y la barbarie a que conduce.
Las ‘modernas teorías’ sobre la ‘mundialización’ del capital reaparecieron, a partir de fines de los 60 y principios de los 70, con el agotamiento de la ‘era dorada’ de la reconstrucción de postguerra y la emergencia de una gran crisis capitalista. Esta crisis se expresó, primero en 1971, en la quiebra de los acuerdos monetarios de Bretton Woods (1944), y después, en dos sucesivas ‘explosiones’ de los precios del petróleo.
Como manifestación de esta primera gran crisis de Postguerra, el imperialismo yanki comenzaba a ‘victimizar’ a sus socios que había ayudado a reconstruir (plan Marshall).
Fue precisamente el período en que, en Europa, se inició un debate entre un sector de la ‘izquierda’ académica, que ‘redescubre’ la vigencia de ciertas imposturas kautskianas, como reacción al ‘superimperialismo norteamericano’.
Uno de los cultores de la ‘mundialización’ fue Nicos Poulantzas, quien pondrá de ‘moda’ la especie de "la función ‘decisiva’, ‘dominante’ del capital americano a escala mundial", que como fue criticado correctamente por Christian Leucate, "lo lleva paradójicamente a ignorar en lo esencial los efectos de localización y el conjunto de los problemas de circulación que resultan del carácter desigual del desarrollo del proceso productivo capitalista. ¿Es necesario recordar que el capital no solamente no está totalmente unificado, sino también que no se mueve dentro del simple espacio abstracto del mercado mundial? El sistema de las economías nacionales, concebidas como entidades territoriales y políticas, como formaciones sociales distintas, como unidades económicas unidas por el intercambio mundial de los capitales y de las mercancías sigue siendo verdaderamente el lugar principal donde se desarrollan, en formas múltiples, la contradicción entre la socialización mundial de las fuerzas productivas y un proceso de internacionalización del capital realizado bajo la dominación del imperialismo USA".
En todas las apologías de la ‘mundialización’ del capital, desde Bernstein y Kautsky a Poulantzas, hay un reduccionismo economicista que Bujarin advirtió. Bujarin demostró cómo las contradicciones y las crisis económicas se dirimen siempre en la arena política: "la contradicción entre el trabajo social mundial y la apropiación ‘nacional’/estatal se expresa en el conflicto entre las organizaciones estatales del capital y en las guerras capitalistas".
Las ilusiones sobre un ‘capital mundial’ o una burguesía ‘cosmopolita’ han dado lugar históricamente a grandes unilateralidades, ‘igualando’ no sólo a todas las burguesías imperialistas, también a las de los países atrasados; o colocando a esas burguesías ‘nacionales’ en las antípodas de las primeras, subordinando a un segundo plano la lucha burguesía/proletariado. Ambas imposturas se han combinado, y por supuesto unas se han mutado en las otras.
Helmut Kohl, el ‘catastrofista’
Por primera vez desde la 2ª Guerra, a fines de junio de 1997, en medio de grandes choques comerciales en Europa y de disputas por la dirección del futuro Banco Central Europeo, el jefe de la mayor potencia del viejo continente –Alemania– agitó el fantasma de una nueva conflagración mundial. Para Helmut Kohl "habrá guerra o paz en el siglo XXI" en función –dijo- de cómo se arribe a los objetivos de Maastricht, es decir, la ‘unidad europea’ y la ‘fortaleza’ de la moneda única (el ‘euro’). Dado que esos objetivos son interpretados en forma diferente por los diversos ‘socios’ europeos, es evidente que hay un conflicto en ciernes entre las burguesías alemana, francesa, inglesa e italiana, por lo menos, y especialmente, con la norteamericana, y aún la japonesa, que esperan explotar esa ‘unidad’ en su beneficio.
Si el ‘peligro’ de la ‘guerra fría’ sirvió, entre otras cosas también, de escudo —no contra el ‘comunismo’— sino para ocultar las grandes contradicciones capitalistas, su ‘desaparición’ las ha hecho aflorar en forma violenta. Dada la enorme crisis mundial de sobreproducción de mercancías y excedencia de capitales, la ‘caída’ del ‘socialismo real’ lejos de ‘contrarrestar’ esta crisis la ha agravado.
‘Teóricamente’, la monopolización de la concurrencia debiera llevar a la ‘mundialización’ del capital; es decir, forma parte de su ‘reproducción ampliada’ lógica. Sin embargo, el capital financiero no puede perder su ‘marca de origen’, o más rigurosamente, jamás podrá perder la condición ‘nacional’ (imperialista) sin privarse a sí mismo de los atributos que ha creado para consagrar su dominación. Esto es, su Estado y los recursos puestos a su disposición (¡militarismo!). Tenemos así la ‘cuadratura del círculo’, o en palabras de Bujarin, la "reproducción ampliada de sus contradicciones".
Recientemente, Le Monde publicó un estudio que revelaba que lo sucedido en la industria aeronáutica con la ‘megafusión’ de la Boeing y la McDonell Douglas, se estaba reproduciendo también en la industria de las telecomunicaciones. "Una tríada" de tres grandes pulpos yankis, con WorldCom-MCI a la cabeza -fruto de una ‘megafusión’ reciente-, junto a American Telegraph and Telephone (ATT) y Sprint, conformarán ya "un oligopolio mundial" que "representa el 85% del mercado internacional" de las telecomunicaciones. Esto ha provocado la reacción ‘lógica’ de otros ‘concurrentes’ del mercado, en primer lugar las burguesías imperialistas afectadas, que como "Telecom Italia decide dejar plantada a ATT" tras meses de negociaciones para una ‘alianza’. Ahora, la italiana se fusionó con la inglesa Cable & Wireless para frenar las pretensiones de ‘desembarco’ del pulpo yanki en Europa.
La tendencia a las fusiones -a la concentración capitalista- presupone obligadamente también la contraria. Por esto, los mismos estados imperialistas que alientan la concentración de sus monopolios como una vía para salvarlos de la crisis, pueden actuar -y actúan- en forma diferente, forzando incluso la no realización de determinadas fusiones. Es lo que seguramente está ocurriendo en la aeronáutica comercial de los EE.UU. La ola de fusiones que se desató tras la anunciada alianza de United con Delta plantea "la posibilidad de que las seis mayores aerolíneas de los EE.UU. formen tres grandes empresas que controlarían un 80% de los pasajes (dentro) del país", que según The Wall Street Journal "no le gusta al gobierno de los EE.UU.". Esas alianzas, además, tendrían un carácter efímero, "alianzas de marketing (que no llegan a ser fusiones)".
The Wall Street Journal califica de "postura confusa" a la de EE.UU., porque "mientras promueve acuerdos internacionales para compartir vuelos quiere proteger a las pequeñas aerolíneas de las grandes", pero omite que ello estaría dictado por el temor a la entrada de la competencia extranjera y a un sistema de fusiones tan inestable que podría desatar una guerra de tarifas en cualquier momento, derrumbando aún más los beneficios capitalistas.
Ciertamente, la "ola de fusiones y adquisiciones sin precedentes", como la califica Fortune, "a diferencia del boom de fusiones de otras épocas, en que se combinaban compañías de distintos sectores, involucran ‘combinaciones estratégicas’ de empresas de la misma industria. Su objetivo es utilizar la escala para dominar el mercado".
La ‘furia’ de fusiones es un recurso excepcional que interpone el capital financiero para evitar las crisis, pero lo que hoy puede ser un recurso ‘contrarrestante’, ulteriormente, no hace más que potenciarlas.
El capitalismo inglés tuvo un ‘dominio’ irrestricto del planeta durante más de un siglo. El capitalismo norteamericano que ocupó su lugar a partir de la última postguerra tuvo que vérselas con sus ‘competidores’ europeos y el Japón, menos de 25 años después. La tendencia a la internacionalización del capital convive obligadamente con la tendencia a su fraccionamiento: "es imprescindible tener en cuenta el desajuste estructural que se opera, en la fase imperialista, entre reproducción económica del capital (cuyo ciclo tiende a estar enteramente internacionalizado) y la reproducción social de las relaciones sociales de producción (cuyo lugar sigue siendo necesariamente la estructura de las formaciones sociales burguesas)".
Concluimos entonces. La ‘unificación mundial’ del ‘mercado’ es una contradicción en sí misma. Por un lado, el capital no puede desenvolverse sin alentar y recrear sistemáticamente las ‘desigualdades’, la ‘anarquía’ y el ‘caos’ inherentes al régimen específico del modo de producción capitalista. Por el otro, el capital tampoco puede reproducirse y desenvolverse en forma ‘ampliada’ sin provocar una creciente ‘socialización’ de la producción y una extrema polarización entre un puñado de ‘super-ricos’ y un inmenso mundo de miserables y explotados. Todo esto alcanza tal magnitud bajo el dominio del capital monopolista que no hace más que exponer, en forma cada vez más aguda, la caducidad histórica de este régimen social, sus tendencias a la putrefacción y a la barbarie y la necesidad ineluctable de su reemplazo.
La amenaza del ‘super’ – canciller alemán (‘reelecto’ cuatro veces, aunque ahora parece en caída libre), huelga casi decirlo, no fue un exabrupto. Hay quienes creen que la prepotencia entre países se ejerce sólo contra el mundo semicolonial -y ahora los ex-‘socialistas’. A estas naciones sometidas al atraso y el saqueo por el capital financiero, los ‘globalizadores’ las denominan ‘en desarrollo’, no sólo para encubrir esa expoliación, sino sobretodo la propia categoría ‘imperialismo’, que han borrado de las ‘ciencias sociales’.
Los vendedores de ‘espejitos’ dicen que la ‘prepotencia’ estaría en ‘desuso’, o que sería ya un rasgo ‘menor’ o hasta ‘tolerable’ del mundo ‘avanzado’, el cual habría logrado la ‘proeza’ de hacer desaparecer sus tendencias más destructivas (‘imperialistas’): los choques entre ‘potencias’ serían ahora ‘civilizados’.
Este macaneo, que domina los ámbitos académicos, incluso entre los más ‘izquierdistas’, no sólo fue desmentido por Kohl; es lo que demuestra el constante in crescendo de los últimos años en materia de choques ‘comerciales’ y prácticas de ‘dumping’ (colocación de la producción en el mercado por debajo de su precio de producción) entre los EE.UU., Europa y Japón.
A pesar de esto, en la prensa capitalista domina un lenguaje ‘lavado’ o alambicado para referirse a este proceso. Lo que se llaman "fusiones", "consolidaciones" o "adquisiciones" son frecuentemente, en realidad, "take-overs", adquisiciones ‘hostiles’ o ‘capturas’ dirigidas a hundir a los ‘competidores’ para hacerlos ‘desaparecer’. No son compras para facilitar la ‘ampliación de la producción’, sino para eliminar capitales excedentes del mercado. Lo que se está persiguiendo es el cierre de plantas, la modificación radical de las relaciones laborales (‘flexibilización’, ‘tercerizaciones’, etc.) y, sobre todo, una expulsión masiva de trabajadores que dejará las cifras de desempleo actuales – que ya alcanzan niveles sin precedentes en toda una serie de países – como un recuerdo de ‘buenos tiempos’. Este es el gran objetivo que incentiva las ‘fusiones’, como lo dicen sin escrúpulos los gerentes de los grandes pulpos.
Se trata de una destrucción masiva de riqueza y fuerzas productivas -¡en medio de un mar de necesidades básicas insatisfechas a escala mundial!. Los monopolios no tienen como transformar esa riqueza en ‘capital productivo’, los capitales entonces ‘sobran’. Las mercancías que ese ‘capital’ produce no las acepta el mercado, por lo tanto ‘no se verifican’ como mercancías, es ‘capital muerto’.
En estos cierres fabriles y ‘achiques’, lo que se envía a la basura no son maquinarias o equipos ‘tecnológicamente obsoletos’. Lo sucedido con la planta belga de la Renault reveló que lo que se ‘desecha’ son plantas ultramodernas.
Ya no bastan los ‘viejos recursos’ de las naciones ‘poderosas’ para contrarrestar las crisis de sobreproducción y las bancarrotas. No basta con descargarlas sobre la inmensa masa de los pordioseros del ‘tercer mundo’. Por la magnitud de sus contradicciones y de las del régimen imperialista en su conjunto, las potencias imperialistas están obligadas a despedazarse y a atacar, fundamentalmente, a sus propios trabajadores.
Quiere decir entonces que las ‘megafusiones’ – las que se realizan, y también las que fracasan- están indicando una impresionante escalada de ‘toma de posiciones’ en el mercado, por la vía de recursos extraordinarios. El más importante de estos es la acción de cada estado imperialista, que, como vimos, salen abiertamente a resguardar los intereses de sus monopolios. Se delata así que los pulpos tienden a operar no a través de las leyes de la ‘competencia’ mercantil, sino de leyes ‘extraeconómicas’.
La afamada ‘superioridad’ del mercado se deschava como un gigantesco ‘fraude’. Ya demostró Engels que el ‘darwinismo mercantil’ que "los economistas celebran como la más grande conquista histórica, es el estado natural -no de la ‘civilización’ sino- del reino animal".
Por la vía del monopolio se expresa, en último término, no el dominio de las leyes del mercado, sino la tendencia a su disolución y la del régimen social en que se asienta. Es esto precisamente lo que señalaron las ‘vetustas’ leyes descubiertas por Marx.
"Ola de fusiones que podría superar la de los ‘barones ladrones’…"
Pues bien, en la base de todo este proceso ‘sangriento’ de fin de siglo reaparece esa tendencia a una furiosa monopolización capitalista como la que se vivió en su momento entre 1890 y 1905/10.
En los EE.UU., "la magnitud de su volumen está dejando estupefactos a los banqueros de inversión. ‘La intensidad del negocio casi da miedo -dice Steve Koch, codirector de fusiones y adquisiciones en Credit Suisse First Boston-. Simplemente hay una actividad asombrosa’…". Esto se decía un mes antes de desatada la ola de ‘megafusiones’ bancarias que provocó la de Citicorp -el segundo banco comercial- con Travelers Group -firma Nº 1 en servicios financieros- que, cuando se anunció, The Wall Street Journal dijo que "estremece al mundo de las finanzas" y calificó como "la mayor fusión de la historia". A ésta siguió, inmediatamente, la del BankAmerica y NationsBank, quinto y tercer banco comerciales de los EE.UU. y "segunda fusión más grande de la historia de los EE.UU." y, el mismo día, la de Bank One y First Chicago, que seguían a los anteriores en el ‘ránking’ de los mayores bancos comerciales norteamericanos. "La velocidad vertiginosa de (estos acuerdos) … comenzó, según The Wall Street Journal, hace más de una década" y "en cinco años", dice el ex-presidente del ahora fusionado Bank One, sólo "habrá cinco o seis grandes bancos".
A principios de marzo se decía que "probablemente nos encontremos en medio del mayor auge de uniones en la historia de Estados Unidos. En 1997, hubo una actividad de fusiones y adquisiciones jamás vista anteriormente. Según Securities Data, el valor total de todos los acuerdos anunciados en EE.UU. alcanzó los u$s 908.000 millones, un 47% más que el total de 1996, que fue en sí un año récord. En total se cerraron 11.029 tratos". The Economist lleva las fusiones en los EE.UU. en 1997 hasta "957.000 millones de dólares (equivalente al 12% del PBI), más que los que los 138.000 millones de 1991 (2% del PBI). Este promete ser otro año récord".
También "las fusiones y adquisiciones europeas alcanzaron un nivel récord en 1997, totalizando 419.000 millones de dólares -incluyendo a la unión entre los bancos suizos UBS y SBC a principios de diciembre". A pesar de estas cifras, en diciembre, "Philip Keevil, encargado de fusiones y adquisiciones en Salmón Smith Barney -uno de los principales bancos de ‘inversión’ de New York-", decía que "sin embargo, Europa, representa la nueva frontera para la expansión de los negocios el próximo año". Así "prevén boom (de fusiones) en Europa en 1998".
Japón parecía refractario hasta hace poco a este proceso. En 1997, las fusiones ascendieron sólo a "10.500 millones de dólares" según Daiwa Securities, pero también aquí parece que "la hora de las fusiones ha llegado": una "fiebre de fusiones contagia" a Japón. Hasta ahora, "en Japón las fusiones suelen decepcionar a los inversionistas, porque generalmente no resultan en la clase de despidos masivos que pueden aumentar las ganancias de una empresa". Claro que el incremento esperado de las fusiones aquí, también, tiene como "principal motivo la desesperación de muchas compañías japonesas".
A escala de los EE.UU., "para encontrar un período similar de cambio económico y de fiebre por las fusiones, hay que remontarse al siglo pasado, en la década de 1890", dice Fortune, aunque es evidente que se trata de un fenómeno que se reproduce a escala mundial. Para EE.UU., en moneda a valor constante y con relación a su PBI, esta ‘fiebre’ de fusiones está ya al nivel de la que la precedió entre 1984 y 1988 (tomando cifras de 1993 a 1997), con un volumen equivalente al 24/25% del PBI. Sólo la ‘fiebre’ histórica que alumbró con el siglo XX, cuyo punto más alto se alcanzó entre los años 1898 y 1902 tuvo un volumen equivalente al 34% del PBI de la época (entonces, la economía norteamericana no tenía aún la dimensión que alcanzó en los últimos 50 años; mucho mayor en la actualidad de lo que era a principios de siglo, comparada en términos relativos con las otras naciones imperialistas.
"Esta ola" de fusiones, dice Fortune respecto a los EE.UU. "podría sobrepasar la bonanza de la época de los ‘barones ladrones’…" (así pasaron a la historia los que protagonizaron la primera ‘gran ola’). Ya "las transacciones anunciadas este año ascienden a 444.330 millones de dólares, según Securities Data, una cifra que representa casi la mitad del total récord de 1997"; esto en sólo 3 meses y medio de 1998. Está claro que la ‘frontera’ de las fusiones tampoco ha llegado a los EE.UU.
Por otra parte, la revista de las grandes finanzas yankis que venimos citando se refiere a esas "tres grandes oleadas" cuatrianuales como a procesos independientes, cuando existe plena evidencia que las dos últimas forman parte de un único proceso que estamos recorriendo.
Otro aspecto que estaría indicando que la tendencia presente a las "fusiones" y "consolidaciones" va más allá de todo lo conocido en el pasado es que "ahora se anuncia la fusión de los mercados (las bolsas), que marcaría otro paso en la historia". Las bolsas donde cotizan las acciones y los títulos de la deuda pública de los estados, se encontraban en los EE.UU. ya suficientemente concentradas: "entre 1940 y 1980 … cayeron de 18 a 7". Ahora se anunció la fusión del American Stock Exchange (AMEX), "la segunda Bolsa de los EE.UU.", con Nasdaq, importante bolsa surgida de otro proceso de fusiones en los 60, lo que todavía "favorece más la consolidación de las bolsas de EE.UU.". Como ha sucedido en todo el mundo, este proceso tiene que ver también con el retroceso relativo de las Bolsas como ámbito ‘natural’ para la comercialización de las acciones, las que en forma creciente se efectúa a través de los llamados ‘fondos comunes de inversiones’ y ‘mercados terciarios’, que operan no sólo en acciones, sino también el floreciente negocio de ‘opciones’ y ‘derivados’. Por la vía de su fusión los grandes agentes de Bolsa están peleando su tajada del mercado accionario, aunque siguen monopolizando el filón de la especulación financiera internacional que se da a través de títulos y bonos públicos y que ha crecido exponencialmente en los últimos 20 años.
El proceso de fusiones de los mercados de valores se ha extendido, también, al de los llamados ‘derivados’: "Hace dos años, la New York Merchantile Exchange, que se concentra en productos de energía, se fusionó con la Commodities Exchange, más fuerte en metales. El año pasado, las bolsas de café y algodón de Nueva York también anunciaron una fusión.
En los últimos dos decenios del siglo veinte se han desencadenado una serie de procesos de gran trascendencia, tanto por la magnitud de los efectos generados como por la complejidad que estos asumen en su expresión fenoménica, en donde se advierte la inmediata y recíproca dependencia con la cual están concatenados. De estos procesos destacan dos: las formas en las cuales se desarrolla competencia en el mercado global y; la acelerada dinámica del desarrollo científico tecnológico ambos, responsables de las transformaciones que de manera dramática alteran la configuración tecno-económica, modificando el conjunto de premisas organizativas y científico-tecnológicas así como de las formas de comprensión que durante largo tiempo posibilitaron el despliegue de un cierto modelo de desarrollo (centro-periferia) y de una particular estructura bipolar del poder mundial.
Por otra parte, estos proceso también han provocado el derrumbe de muchas de las certezas que guiaron gran parte de la actividad en la época moderna; certezas derivadas a partir de marcos teóricos de interpretación hoy bajo serios cuestionamientos, pues ellos no facilitaron una compresión ni mucho menos la previsión de la dinámica y magnitud que asumen las actuales transformaciones. Junto con ello, se desdibujan valores, ideologías y doctrinas políticas, sociales y económicas que impregnaron de sentido a los proyectos individuales y colectivos de una parte importante de la humanidad. Por ello, han sido abandonadas, o por lo menos no tienen el poder de convocatoria que antes tuvieron.
En el plano económico, por ejemplo, parece evidente que al mercado le fue otorgado un rol preponderante: se impone como el instrumento más apropiado para manejar los intereses competitivos. En el plano político, por su parte, la democracia representativa es considerada como el medio de mayor eficacia para elegir entre orientaciones políticas diferentes. En el plano social, las cosas no están muy claras. Sin embargo, una tendencia parece imponerse; los gobiernos abandonan la pretensión de una sociedad más equitativa que asegura el bienestar social para el conjunto de los ciudadanos, propiciando en cambio, el surgimiento entre los individuos, de atomizadas formas de autoayuda, mediadas por el mercado y no por formas colectivas de solidaridad.
Estas consideraciones que dominan en la política económica contemporánea, de algún modo, configuran un sistema político, económico y social ligado en forma indisoluble a dos procesos – estrechamente relacionados, mismos que emergen como distintivos en este último cuarto de siglo: la competencia derivada de la economía global y; la dinámica del desarrollo tecnológico, que además de generar las condiciones para la consolidación de un cierto sistema, imponen a escala planetaria un nuevo paradigma del quéhacer eficiente, entendiendo por ello la sustitución de un modelo rector del progreso tecnológico/comercial que las empresas utilizaban para identificar y desarrollar los procesos, productos y sistemas de gestión más rentables a partir de las alternativas tecnológicas que estaban disponibles en el mercado.
Las nuevas formas e intensidades que la competencia adquiere en el marco de una economía globalizada, manifiestan su significado e importancia por una parte, en las colosales dimensiones que adquieren las entidades económicas líderes del mercado global y; por otra, en las modificaciones que está experimentando la conducta empresarial.
Las dimensiones y las complejas articulaciones y características que adoptan las estructuras tecno/económicas de los conglomerados productivos, financieros y comerciales contemporáneos, simbolizados por las empresas transnacionales, que aunque poseen elementos comunes son extremadamente diferenciadas. Se derivan de una misma lógica de acumulación, esto se corresponde a un mismo proceso de concentración y centralización del capital, pero se cristalizan en distintas formas y por ello, no existen modelos únicos susceptibles de ser aplicados en forma universal.
Un ejemplo de lo anterior se visualiza en la industria de las telecomunicaciones. Por una parte se puede observar la constitución de la más grande compañía global en los negocios de las comunicaciones que se origina con la fusión de las empresas Time- Warner y Turner con ventas combinadas que superan los veinte mil millones de dólares anuales que busca en la centralización de las decisiones ubicar la forma más eficaz para incrementar la rentabilidad de sus negocios. Por el contrario, en el mismo sector la AT&T anuncia la división del conglomerado en tres estructuras separadas y autónomas de manera tal que las nuevas compañías sean más responsables frente a sus clientes, al mismo tiempo que permite aminorar los crecientes costos de gestión que generalmente acompañan a los procesos decisorios hipercentralizados.
En lo que se refiere a la conducta empresarial -en el contexto de una competencia globalizada – se observa la adopción de una estrategia muy singular en la cual se combinan simultáneamente tácticas de competencia y colaboración inter y entre-empresas. Para ejemplificar lo anterior seguiremos con el ejemplo del sector de las telecomunicaciones que para muchos observadores se ha constituido en el núcleo del desarrollo industrial para finales de este siglo.
La magnitud del mercado global de las comunicaciones puede ser visualizada conociendo la cifra de sus ventas anuales, mismas que giran en torno a los cuatrocientos mil millones de dólares anuales. Estas cifras tenderán a crecer en un futuro inmediato debido a dos factores:
- La liberalización de los mercados y la privatización de los servicios, procesos que se están llevando a cabo a escala mundial están modificando dramáticamente la configuración de los mercados exigiendo a las empresas del sector un cambio radical en sus estrategias antes basadas en la manutención de posiciones monopolices derivadas de su naturaleza tecnológica. Estas mismas empresas por una parte ven multiplicadas sus oportunidades de negocios, pero al mismo tiempo deben afrontar una aguda competencia en el abastecimiento de equipos de telecomunicación como en el equipamiento y operación de las redes de servicios y;
- La incesante multiplicación de opciones tecnológicas que ofrecen a los usuarios las nuevas tecnologías de "multimedia" que hacen posible la combinación de imágenes virtuales, películas en movimiento, sonido, textos y datos que permiten la transmisión casi instantánea y un procesamiento oportuno y eficaz de enormes, variados y complejos volúmenes de información.
Sin embargo, en relación a los efectos generados por la innovación en éste sector quizás de mayor importancia sean las asociaciones que están siendo forjadas entre las empresas de telecomunicación tales como aquellas dedicadas a la información de sistemas tecnológicos, las que proveen información, las compañías de publicidad, editoriales medios escritos y electrónicos, etc. La computación, las telecomunicaciones, la publicidad, la educación y el esparcimiento están generando no sólo productos y servicios complementarios sino más bien, mercancías de muy difícil diferenciación.
Con el fin de asegurar la sobrevivencia y expansión de la empresas del sector telecomunicaciones en el mercado global, éstas han sido obligadas a establecer sofisticadas alianzas estratégicas. De entre las más importantes cabe mencionar la asociación entre la British Telecom y la MCI a través de la compra del 20% de las acciones de esta última empresa (cuatro mil trescientos millones de dólares) iniciando una nueva compañía Concert que ofrece desde servicios telefónicos hasta complejos sistemas de conexión ; la asociación denominada Unisource entre las empresas de telecomunicación de Holanda, Suecia, España y Suiza conjuntamente con la ATT; la Infonet, asociación entre la AT&T, la France Telecom, la KDD (Japón), Telstra (Australia) Telia (Suecia), Telefónica (España); la Transpacific asociación que cuenta entre sus miembros a la AT&T, la KDD, la Unitel (Canadá), Korea Telecom, Telstra y la empresa de telecomunicaciones de Nueva Zelandia. En Japón la Nippon Telegraph and Telephone (NTT) la segunda empresa más importante a nivel mundial en el sector ha cerrado tratos con la AT&T, la General Magic, Microsoft, Silicón Graphics, Sony y un importante número de otras empresas ligadas a la generación de avanzados servicios interactivos que ofrece la tecnología de la multimedia, buscando aplicaciones en los campos científicos y tecnológicos, en los negocios, en los servicios de educación y de salud, así como en los servicios de bienestar social y recreación y esparcimiento.
En estas alianzas se pueden observar que la estrategia se basa en el establecimiento de lazos de cooperación de distintos tipos y objetivos, ya sean de carácter permanente o temporal. La primera forma de alianza estratégica se establece a través de fusiones, proyectos conjuntos de inversión y/o la integración de redes y estructuras productivas para la generación de un insumo, producto o línea de productos. Por su parte, en las temporales las empresas buscan asociaciones delimitadas en el tiempo, diseñadas a partir de objetivos específicos, sean estos contribuir en la investigación y desarrollo de un producto o insumo principal o, con el fin de controlar importantes segmentos de los mercados nacionales, regionales y globales. Aquí cabe destacar la singularidad de estas formas de cooperación. Ellas a pesar de establecer una estructura oligopólica en los mercados globales más dinámicos sin embargo, no pueden eliminar la competencia, inclusive, ésta se estimula entre asociaciones en las que participa una misma empresa, ya que las alianzas cristalizan en unidades económicas autónomas que están obligadas a lograr un uso eficiente de los recursos y lograr la mayor rentabilidad posible.
Existen otros aspectos de la competencia global que es preciso destacar. Decíamos anteriormente que la competencia es reforzada, intensificada y canalizada a través de mecanismos diseñados para incrementar aquella eficiencia empresarial que le permita la sobrevivencia y expansión a través de las alianzas estratégicas. Sin embargo, la competencia se desplaza también a otros ámbitos y se le agregan, por tanto, otros objetivos.
Uno de ellos es reducir los conflictos sociales -al interior de la empresa- reemplazando las formas tradicionales de mediación y negociación de los sujetos colectivos (sindicatos) por formas competitivas, es decir, ubicando a los trabajadores en férreas formas de competencia en las cuales los individuos luchan entre sí para asegurarse una privilegiada inserción laboral ubicándose en los nichos productivos más dinámicos (aquellos de mayor expansión y rentabilidad) y con ello, reducir la incertidumbre del desempleo y/o la expulsión hacia ramas estancadas de la actividad económica. En este marco, la conducta estratégica de los trabajadores se dirige, entonces, hacia el drástico incremento de sus conocimientos, habilidades y destrezas, capacitándose para mostrar eficiencia ante un mercado laboral (especialmente el de las empresas transnacionales) cada vez más reducido y competitivo.
Con el fin de profundizar esta línea de argumentación y el análisis de estos procesos tomando como hilo conductor la competencia que emerge de la economía globalizada se hace imprescindible, destacar un fenómeno de suma importancia que se ha hecho por sí mismo evidente hacia el final del siglo veinte: la corporación transnacional y el rol central que ella asume en relación a los cambios que están ocurriendo.
A través de esta peculiar forma de organización económica, la cual comúnmente ha sido comprendida y conceptualizada como proceso de transnacionalización de la economía mundial, se busca comprender el creciente rol de las empresas transnacionales globales y con ello, conocer la evolución de una parte significativa de las determinaciones más importantes de la política económica internacional contemporánea.
Una cifra da cuenta de la importancia de la empresa transnacional global. Seiscientas de ella, ya en 1985, eran responsable de la generación de más del 20% del valor agregado total en la industria y la agricultura. Las líneas de negocios principales de estas empresas globales se concentran en la industria petrolera, en la producción de máquinas y equipos, en la industria petroquímica fina, la automotriz, aeroespacial, telemática, cibernética, microelectrónica, etc.
Para efecto de nuestro trabajo en relación a las empresas transnacionales globales y la competencia queremos destacar un aspecto específico de su actividad. Nos referimos no sólo al hecho por demás conocido de que las transnacionales están incesantemente incrementando los flujos del comercio y de la inversión sino más bien, nos interesa resaltar la estructura de este intercambio. Esto es, la importancia creciente que en estos flujos están adquiriendo las denominadas operaciones internas de una red global en expansión: el intercambio de insumos y de bienes tecnológicos (resultados de la investigación y desarrollo) al interior de la empresa transnacional global – entendiendo por ello no sólo una empresa o un conjunto de empresas ligadas por un centro de control financiero común – sino que más bien, con este concepto queremos enunciar una compleja y extendida red de relaciones de competencia y colaboración (alianzas estratégicas) y que progresivamente se van integrando en vastos conglomerados o sistemas complejos de interdependencia en donde las tareas de investigación y desarrollo, las de producción, mercadeo y financiamiento se van compartiendo y configurando entidades económicas y organizacionales de vastas proporciones y de singulares atributos.
Efectivamente, es fácil constatar que la última década fue marcada por el incremento de la interdependencia y la globalización de los mercados a través de una rápida aceleración de los flujos del comercio y de la inversión, la creación y difusión de nuevas tecnologías, el explosivo crecimiento de los mercados de capital y la integración de los mercados financieros, así como por la modificación de las conducta que guían las operaciones empresariales ahora ubicadas en un ámbito planetario. Los actores primarios de este proceso de globalización obviamente son las empresas transnacionales, a través de los flujos de inversión y del fortalecimiento de los lazos corporativos.
Esta transformación empero, no transcurre sin conflictos. Estos procesos generan una creciente rivalidad entre las transnacionales, representadas política y comercialmente por los gobiernos nacionales de los países centrales y/o los bloques regionales. Por otra parte, el altísimo costo en el que se incurre para mantener a las empresas en situaciones tecnológicamente competitivas paradójicamente, está fomentando una singular forma de cooperación denominada alianza estratégica, o también definida bajo la conceptualización del llamado "tecnoglobalismo". En síntesis, nos encontramos con una nueva forma de vinculación inter-empresas, llevada a cabo a través del establecimiento de complejas redes internacionales, tejidas por las empresas transnacionales en su incesante búsqueda tendiente a reducir costos y disminuir las elevadas incertidumbres propias de procesos productivos que requieren elevados volúmenes de inversión, derivados del alto grado de contenido tecnológico que conllevan sus productos y servicios.
Así, al conjuntar sus esfuerzos de investigación y desarrollo con sus empresas rivales – incluso con aquellas con las cuales se disputan los mismos mercados- disminuyen la magnitud de sus inversiones al compartirlas entre varias empresas pero, además, logran disminuir los niveles de incertidumbre, pues se están asociando con sus principales competidores tecnológicos y el riego de que aparezca un producto con mayor innovación incorporada en ese particular segmento de mercado disminuye notablemente.
Postulamos como común denominador de todos estos cambios, esto es una de las determinaciones básicas de estos procesos de transformación, el reforzamiento de la competencia y como efecto inmediato para las empresas se impone la urgente necesidad de conocer y respetar las reglas de este nuevo juego: la competencia en una economía global.
Esta nueva forma de competencia no ha afectado a todos los países y empresas por igual. En alguna manera extremadamente simplificada se podría decir que un puñado de innovaciones de empresas japonesas en los sectores automotriz, semiconductores, computadoras, microelectrónica, equipos de oficina, máquinas- herramientas sacudieron a las empresas norteamericanas y europeas pues ocuparon agresivamente importantes posiciones del mercado internacional y cubrieron importantes segmentos de sus mercados internos. Las empresas norteamericanas fueron las más perjudicadas pues fueron expulsadas de sus confortables posiciones oligopólicas conquistadas desde la postguerra. Por su parte en Europa, cuando incluso la asistencia gubernamental supranacional (Comunidad Económica Europea) fue incapaz de seguir protegiendo las empresas de esta competencia (mediante barreras y recursos de capital para el desarrollo de nuevos conocimientos y tecnologías) las empresas tuvieron que enfrentar la tarea de mejorar sus capacidad de competir internacionalmente. En este sentido, la nueva era de la competencia internacional está basada en un puñado de miles de grandes e innovativas empresas líderes que desarrollan sus actividades en un reducido número de ramas industriales; no más de una docena de industrias de alta tecnología e intensivas en uso de capital que tienen como objetivo servir a los tres mercados más importantes y dinámicos: Estados Unidos, Europa y Japón.
Estos fenómenos han originado importantes procesos entre ellos, el de la reestructuración industrial lo cual constituye un aspecto central para este nuevo orden industrial internacional que genera la economía global.
Uno de los trabajos más fructíferos en torno a la reestructuración industrial (Kaplinsky, R. 1990) señala que este fenómeno a lo menos ha sido comprendido mediante distintas interpretaciones de entre ellas podemos destacar las siguientes.
De acuerdo a los regulacionistas franceses la reestructuración es el medio por el cual adviene un determinado patrón de acumulación sostenible basado en el régimen de acumulación (que equilibra consumo, ahorro e inversión) y el modo de regulación(formas institucionales y patrones sociales de conducta que determina el régimen de acumulación).
Por su parte, los Schumpeterianos estructuralistas visualizan estos fenómenos como procesos generados por ciclos de onda larga de cincuenta años de rompimientos tecnológicos fundamentales que sostienen el crecimiento. Por ejemplo, los ciclos de crecimiento industrial previos, de acuerdo a este esquema estarían basados en la industrial textil, acero, ferrocarriles y maquinarias de combustión interna. Posteriormente irrumpe la industria química y siderúrgica y el recurso energético principal es la electricidad. Más tarde son otras las ramas dinámicas, destacando por sobre todo la industria automotriz, la explotación del petróleo y la industria petroquímica. Por último, aparecen ramas tales como la microelectrónica, la robótica, la generación de nuevos materiales, la telemática, informática, cibernética, los sistemas expertos, etc.
Otra interpretación visualiza la presente transición en términos del agotamiento del paradigma de producción masiva, esto es, que la producción de mercancías estandarizadas mediante el uso de máquinas con propósitos especiales y una rígida división del trabajo es ahora reemplazada por un nuevo paradigma de especialización flexible basado en la producción de pequeños lotes de productos diferenciados, generados con maquinaria de uso múltiple integradas en cadenas productivas flexibles, autoreguladas y diseñadas por sistemas expertos y por la inteligencia artificial; modificaciones que necesariamente implican la adopción de nuevas formas de organización del trabajo. En otras palabras, se interpreta la reestructuración industrial en términos de una transición desde la máquina-factura a la sistemo-factura, esto es una nueva práctica organizacional en la cual la integración de las unidades productivas, vía la tecnología automatizada, generan nuevas relaciones inter-firmas y prácticas integrales de trabajo supeditadas a orientaciones individuales.
Cada una de estas interpretaciones contiene alguno de los elementos que conforman la esencia de este nuevo orden industrial internacional que se está configurando en este fin de siglo.
2. La empresa transnacional y los procesos de globalización, especialización y regionalización
El rol preponderante de las corporaciones transnacionales, en el campo de la reestructuración industrial, se visualiza especialmente en relación a las dos áreas principales, en las cuales se ha incrementado la competencia internacional, el comercio y la inversión directa.
Antes, con el objeto de una mejor comprensión del fenómeno del incremento de la competencia internacional parece pertinente referirse primero a la naturaleza de la evolución del capitalismo y la descripción de los más importantes rasgos que caracterizan a la empresa industrial moderna.
La primera fase del capitalismo se caracteriza por la empresa familiar. A finales del siglo IX una nueva forma de capitalismo aparece en Europa y Estados Unidos: el capitalismo gerencial. El capitalismo gerencial estaba basado en el reclutamiento de ejecutivos profesionales los cuales emprendieron proyecto de inversión a largo plazo e implementaron prácticas organizacionales para asegurar cuotas del mercado. Sin embargo, en este capitalismo gerencial al menos se pueden observar dos formas distintas a saber; el gerencial competitivo y el gerencial cooperativo. El primero en EEUU y el segundo en Alemania.
El gerencialismo competitivo que reguló la expansión de las actividades manufactureras en los Estados Unidos se constituyó en una de la más despiadadas formas de competencia entre las principales núcleos industriales. El nudo de las ventajas competitivas se manifestó en la innovación y en un proceso productivo basado en la explotación de economías de escala, a través de fuertes inversiones de capital que diseñaron inmensas líneas de producción de productos estandarizados, todo esto complementado con fuertes inversiones en marketing y en el desarrollo de estrategias de expansión en los mercados nacionales. El éxito de estas estrategias se puede simbolizar en el fordismo que posibilitó la producción masiva de automóviles, considerado como la realización del sueño americano.
En Alemania, el capitalismo gerencial fue en grandes términos similar al desarrollo en los Estados Unidos sin embargo, es posible advertir tres diferencias:
- Las empresas alemanas se concentraron más bien en bienes intermedios y de capital, logrando un significativo desarrollo en la industria química-farmacéutica, la producción de aceros y la industria de maquinaria pesada.
- Las ventajas competitivas de las empresas alemanas se basaban tanto en las economías de escala como en las economías dirigidas.
- La relación inter-empresas (con abastecedores y competidores) y la intra-empresa (con el trabajo) tienden a ser más bien cooperativas que competitivas. Empero, el estímulo principal para esta cooperación fue el fenómeno de la concentración del capital industrial que posibilita la coordinación de las operaciones de negocios a través de la constitución de grupos financieros. En efecto, actualmente los diez bancos más importantes poseen un control accionario decisivo sobre las 100 empresas más importantes del país. Esta forma de dirección de las empresas le permite a Alemania convertirse en una de las más fuertes economías industriales de Europa y en una de las economías más competitivas a nivel mundial.
Sin embargo el ejemplo más pleno del capitalismo gerencial cooperativo es Japón. Este sistema le ha permitido colocarse en posiciones de control de importantes mercados globales en la mayor parte de las actividades industriales de mayor dinamismo. De entre las características más importantes de este modelo de capitalismo, destaca el compromiso estratégico de largo plazo para con la innovación y el continuo mejoramiento de los productos. Por otra parte, en lo que se refiere a la cooperación esta toma nuevas características que la refuerzan. En lo referente a las relaciones laborales introduce en los salarios el principio de que los trabajadores no son pagados tanto por la tarea productiva sino más bien por aquellas tareas que el trabajador es capaz de realizar. Por otra parte, y de mayor importancia aún, en término de las relaciones con otras empresas destaca la formación de los Keiretsu o alianza estratégica de negocios, configurando asociaciones permanentes entre diferentes empresas, de tal modo que el conjunto de compañías japonesas más competitivas internacionalmente están organizadas en sólo seis grupos de negocios, centralización que les posibilita además, operar bajo una estrecha colaboración con organismos gubernamentales, particularmente en la investigación y desarrollo de productos de tecnología de punta y para la detección y captura de nuevos mercados.
De lo anterior, se podrían deducir algunas conclusiones preliminares. Parece indudable que la fuerza rectora de la competitividad internacional es el modo capitalista de producción que aunque se manifieste en alguna formas específicas o variantes nacionales -e incluso que estas variantes sean importantes, no impiden incluir a todas estas experiencias en un mismo modelo de economía de mercado. Las diferencias entre el capitalismo gerencial competitivo y el capitalismo gerencial cooperativo se encuentran entonces en tres puntos: en el rol del gobierno en la actividad económica; en los horizontes temporales considerados en los procesos de toma de decisiones y; en la naturaleza de las relaciones inter-empresas e intra-empresas (las relaciones laborales).
La teoría acerca de las etapas del desarrollo competitivo (Porter,M. 1990), reelaboradas más tarde por Ozawa (Ozawa,T.1992) es muy ilustrativa al respecto. Porter describe el desarrollo competitivo de las economías nacionales en términos de cuatro etapas, las cuales son sintetizadas a través de ciertas características competitivas secuenciales.
Para la primera etapa, las actividades basadas en los recursos naturales y en las manufacturas intensivas en uso de trabajo son centrales para la obtención de las ventajas competitivas. En la segunda etapa, en cambio, la actividad económica estaría basada en la fabricación de bienes intermedios y de capital (industria química y pesada), la tercera en la generación de la infraestructura (vivienda, transportes, comunicaciones). En la cuarta etapa, la actividad económica estaría impulsada por las inversiones; el éxito empresarial descansa en el investigación y desarrollo derivados de un pleno uso del capital humano.
Por su parte, Ozawa ha mejorado el esquema demostrando como la experiencia japonesa configura un modelo en el cual resaltan las relaciones de interdependencia entre el mejoramiento estructural, las ventajas comparativas dinámicas y la inversión extranjera directa, conjuntamente con la unión de las estrategias de uso intensivo de capital y uso intensivo de recurso humano calificado para la generación de un constante progreso tecnológico. De esta manera, se puede comprender como un estadio particular del desarrollo competitivo es asociado con un patrón específico de exportación, basado en la adquisición y consolidación de niveles de competitividad. Así, el primer estadio estaría caracterizado por ventajas comerciales basadas en factores, produciendo mercancías primarias y bienes de uso intensivo de trabajo. Por su parte, el estadio guiado por la inversión basaría en cambio sus ventajas competitivas en la producción a escala de bienes intensivos en capital. Por último, el estadio de la innovación – que basa sus ventajas en la investigación y el desarrollo – se caracteriza por la exportación de productos cada vez más sofisticados tecnológicamente.
En este sentido, el crecimiento económico y la transformación sería acompañada por un cambio en los patrones de las ventajas comparativas dinámicas. Debe ser mencionado además, que estos cambios no suceden a partir de transformaciones instantáneas, más bien son el resultado de progresivas transiciones caracterizadas por el surgimiento y caída de actividades económicas específicas y puede ser conceptualizado como un cambio en el centro de gravedad de la economía como una totalidad.
Pero quizás el aporte más importante de Ozawa es destacar la relación tan importante que tiene la inversión extranjera directa en los cambios estructurales de la economía.
3. El comercio internacional: globalización y especialización
La principal alteración del sistema de comercio internacional ha sido su notable expansión; el surgimiento de nuevos exportadores (Japón y los países asiáticos) la apertura de los mercados de Norte América mediante el Tratado de Libre Comercio y en una menor medida la apertura de los mercados europeos responsables y en general la liberalización de mercados propuesta e impuesta a los países en vías de desarrollo son responsables de este incremento en los flujos del comercio mundial.
En Japón y Estados Unidos durante el período 1970-89 se puede observar una significativa especialización en su comercio internacional a diferencia de los países de la Comunidad Económica Europea. De los países más importantes Japón -en las dos últimas décadas- ha duplicado sus exportaciones en los sectores basados en la generación de conocimientos (química fina, componentes microelectrónicos y telecomunicaciones) que son áreas caracterizadas por actividades innovativas directamente ligadas a ingentes gastos en investigación y desarrollo, lo que produce efectos para el conjunto del sistema económico, en tanto que sirven como insumos intermedios y de capital para un gran número de otros sectores industriales y de servicios.
Por otra parte, es posible observar el crecimiento de la industria de bienes de capital especializada (instrumentos y máquinas de ingeniería tales como máquinas herramientas) actividades caracterizadas por una muy alta diversificación de la oferta, destinadas principalmente a ser insumos para actividades industriales que preferentemente utilizan economías de escala y procuran dominar la oferta mediante la captura de nichos de mercados. Este tipo de especialización comercial característico para Japón es particularmente evidente en los esfuerzos de investigación y desarrollo en los sectores industriales basados en la microelectrónica, tales como los sistemas de procesamiento de datos y el de componentes electrónicos y telecomunicaciones, retirándose paulatinamente de los sectores tradicionales. Sobre estos mismo fenómenos encontramos otras visiones una visión adicional de este fenómeno. Mandeng ( Mandeng, O. J. 1991) por ejemplo, postula que el crecimiento económico ha llegado a ser cada vez más independiente de la intensidad de los flujos del comercio internacional y que los elementos dinámicos estarían centrados en grandes empresas que producen manufacturas tecnológicamente complejas para mercados globales imperfectamente competitivos. Allí, es donde los nuevos actores estarían rápidamente mejorando sus resultados en el comercio internacional.
Fajinzylber por su parte, (Fajinzylber, F. 1991) a partir del trabajo de Mandeng, ubica no solo a los países ganadores, aquellos que han incrementado su cuota de mercado, sino que también analiza estas ganancias de acuerdo a los principales productos involucrados. En este sentido distingue productos que están gozando de un incremento en la cuota de mercado de aquellos que la están perdiendo. Para ello acuña la figura de los productos "dinámicos" y los "descendentes". Los países ganadores incrementan sus cuotas de mercado a través de productos "dinámicos". Los países perdedores pueden perder sus cuotas de mercado con productos dinámicos (una situación definida como "pérdida de oportunidades") o con productos "descendentes" en una situación denominada "retirada". Naturalmente, la mezcla de productos para virtualmente todos los países contiene ejemplos de ambas clases.
Entre los principales países de la OECD, Japón claramente es el que ha obtenido las mayores ganancias en cuotas de mercados y más importante aún, cerca del 80% de sus exportaciones están ubicado en una óptima situación y casi todas ellas son manufacturas que no están basadas en recursos naturales. Con pocas excepciones, los países de la Unidad Económica Europea, aunque es posible observar ganancias en sus cuotas de mercado, éstas son significativamente menores a las alcanzadas por los países asiáticos y, enfrentan muchas oportunidades perdidas en sus resultados de exportación. No obstante, se hace necesario destacar el hecho que a pesar de las pérdidas sus exportaciones (en gran parte) no son manufacturas basadas en la explotación de recursos naturales. La situación es crítica para países como Australia y Nueva Zelandia que basan sus exportaciones en recursos naturales y manufacturas directamente relacionadas con actividades primarias. Bajo este mismo esquema propuesto por Fajinzyber los Estados Unidos estarían perdiendo importantes cuotas de mercado debido a que un número menor de sus productos se encuentran en la situación óptima y peor aún, muchos de sus productos se ubican en la zona de "las pérdidas de oportunidades". Una proporción similar de productos de exportación se encontraría en la fase de retirada.
Este esquema demuestra un dramático cambio en las relaciones comerciales de los países de la OECD generando diversos efectos el más importante es el apresuramiento de las iniciativas de integración de los bloques regionales, especialmente de aquellos países que están perdiendo cuotas en el mercado mundial, Estados Unidos con el TLC y los países europeos con la Unión Económica Europea.
4. La globalización y la inversión directa
Otro aspecto de suma importancia para la compresión de los procesos que originan la globalización es indudablemente la inversión directa. Desde los años 80s la dinámica que se observa en los flujos de la inversión directa internacional es notoriamente superior a la dinámica que se presenta en el comercio internacional y se convierte en un componente principal del crecimiento económico. Una de las medidas más eficaces tomadas por las empresas transnacionales para eliminar las restricciones al comercio internacional fueron indudablemente las inversiones condicionadas. Se negociaban inversiones en los distintos países a condición del levantamiento selectivo de barreras arancelarias. Por lo mismo, quizás es que el proceso de transnacionalización propicia, simultáneamente, el fortalecimiento de tendencias hacia la globalización y la regionalización.
La regionalización podría ser explicada advirtiendo el significado e importancia del hecho de que cerca de la mitad de flujos comerciales de Japón y de los Estados Unidos están directamente relacionados con la inversión externa directa, esto es se trata de operaciones entre compañías transnacionales. Es interesante observar, por otra parte, que alrededor del ochenta por ciento de los flujos de inversión externa directa se concentran en una triada conformada por Estados Unidos, los países de la Comunidad Económica Europea y Japón. Que los países donde se originan los flujos de inversión (fuentes) son los miembros de la Comunidad Económica (con un promedio anual de 39 mil millones de dólares en el período que transcurre entre 1985, y 1989 y Japón que para el mismo período incrementa seis veces sus inversiones alcanzando la suma de 111 mil millones. Lo anterior también podría explicar la concentración de los flujos comerciales en esta tríada pues el 67% del comercio mundial se efectúa entre estos tres grupos de países. (UNCTC, World Investment Report, 1991).
La importancia de las tendencias hacia la regionalización que acompañan al proceso de globalización se puede advertir en múltiples aspectos. En primer lugar las empresas transnacionales que actúan en el mercado global deben concebir e implementar estrategias específicas para cada uno de los tres más importantes mercados que componen la tríada, específicamente en relación al diseño de los productos, el mercadeo y distribución, la red de abastecimiento, finanzas, comercio e inversión externa. En este sentido, varios autores (Agosin, M. y Tussie, D. 1992) han puesto en evidencia la importancia que tiene para los flujos del comercio internacional las diferencias existentes entre las distintas prácticas institucionales de los países que componen la Tríada pues afectan directamente a las ventajas competitivas.
En segundo lugar, las industrias de alta tecnología que se convierten en las empresas líderes de la competencia global no están igualmente distribuidas entre los países. Esto implica, muchas veces, que ante un incremento de la competencia los gobiernos se sienta impulsados a generar políticas diseñadas para alcanzar o mantener sectores económicos competitivos, al mismo tiempo que generan medidas que dificultan el desarrollo de los negocios de las empresas "extranjeras". Un ejemplo notorio de lo anterior lo constituye el MIT (el ministerio japonés para el comercio internacional y la industria) que toma medidas que incluyen desde la asignación dirigida del gasto público (compras gubernamentales hacia determinadas empresas) hasta la subvención de investigación y desarrollo para áreas específicas del desarrollo científico/tecnológico.
En tercer lugar los países miembros de la Tríada influyen decididamente en la definición de las reglas del juego con respecto al sistema multilateral. Entre las parte más importantes del sistema cabe mencionar a la Organización Mundial de Comercio, la Organización para la cooperación económica y el desarrollo (OECD), el sistema que regula las finanzas internacionales (FMI, Banco Mundial, el Banco Internacional de Pagos (BIS) y el sistema de Naciones Unidas. A través de estos organismos los países desarrollados agrupados en el "grupo de los siete" (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Japón) negocian las políticas globales en relación a las tasas de intercambio, las tasas de interés, al financiamiento externo, y de manera importante influyen sobre las tendencias hacia la globalización y regionalización.
Parece que para una cabal comprensión de los fenómenos que nos preocupan los esfuerzos teóricos basados en la conceptualización de las ventajas comparativas de las naciones no son suficientes. Por ello, habría que acudir hacia aquellas investigaciones basadas en las ventajas competitivas de las empresas, mismas que colocan el énfasis en la decisiva importancia que adquiere la investigación y desarrollo, la innovación y la tecnología para la obtención de roles y jerarquías de privilegio en la nueva división internacional del trabajo y del comercio.
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