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Democracia: Antecedentes y matices contemporáneos (Perú) (página 2)

Enviado por edgardo calle


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El motivo de Rousseau para pedir esa igualdad era bastante claro. Se desprendía directamente de su insistencia en la soberanía de la voluntad general pues cuando las diferencias en cuanto a la propiedad dividen a los hombres en clases con intereses opuestos, los hombres se regirán por intereses de clase, que son, por lo respecta a toda la sociedad, intereses particulares, de modo que no podrán expresar una voluntad general orientada al bien común. La aparición y el funcionamiento constante de la voluntad general requerían una sociedad de una sola clase de propietarios trabajadores. Tal sociedad se podría lograr por la acción del gobierno. "por ello es una de las principales funciones del gobierno prevenir la desigualdad extrema entre las fortunas, no arrebatando la riqueza a sus poseedores, sino privando a todos los hombres de los medios de acumularla; ni mediante la construcción de hospitales para los pobres, sino impidiendo que los ciudadanos sean pobres.

Democracia formal y social

8.1.- DESDE EL PUNTO DE VISTA MARXISTA.

La democracia construida sobre el principio de la mayoría es considerada por los marxistas como una democracia formal o burguesa, en oposición a la democracia social proletaria, nombre bajo el cual se distingue un orden social que garantiza a los ciudadanos no solo una participación igual en la formación de la voluntad colectiva, sino también en cierto sentido, una igualdad económica.

Ésta antítesis debe ser radicalmente rechazada, puesto que es el valor de la libertad y no el valor de la igualdad el que define en primer lugar la idea de la democracia. Indudablemente también desempeña un papel en la ideología democrática el pensamiento de la igualdad, pero, como hemos visto, solamente en un sentido negativo, formal y secundario, al intentar atribuir a todos la mayor libertad posible y, por lo tanto una libertad igual, consistente en una participación alícuota en la formación de la voluntad estatal. Históricamente la lucha por la democracia es una lucha por la libertad política, esto es por la participación del pueblo en las funciones legislativa y ejecutiva.

La absoluta independencia de la idea de igualdad – fuera de su concepto de igualdad para el uso de la libertad – respecto de la idea de democracia, se manifiesta claramente en el hecho de que la igualdad, no en acepción política y formal, sino en cuanto a equiparación material, esto es, económica, podría ser realizada en una forma que no fuese la democrática, o sea en la autocrática – dictatorial, no solo tan bien como bajo aquella, sino tal vez mejor. Prescindiendo de que al hablar de la igualdad económica ofrecida a los ciudadanos por una democracia social no solo se piensa en una igualdad, sino en abundancia para todos, el concepto de la igualdad puede adoptar significados tan diferentes que resulta imposible considerarlo esencial para el concepto de la democracia. Con el nombre de "igualdad" se quiere dar a entender "justicia", y esta admite tantas interpretaciones como aquella. La teoría marxista, o, al menos, una tendencia moderna de ella, especialmente la doctrina bolchevista, aspira a emplazar bajo el nombre de "democracia", no la ideología de la libertad, sino la ideología de la justicia. Pero es una manifiesta corrupción de la terminología aplicar el vocablo "democracia", que tanto ideológica como prácticamente significa un determinado método para la creación del orden social, al contenido de ese mismo orden, que escosa completamente independiente. Este desplazamiento ideológico, sino en sus propósitos, por lo menos en sus consecuencias, tiene por resultado que se utilice a favor de un sistema expresamente dictatorial la gran autoridad y el crédito de que el lema de la democracia goza precisamente gracias a su ideología de la libertad. Así, sin vacilaciones, se llega a negar – siguiendo el camino de este concepto de la democracia social, contrapuesto al de la política – que existe diferencia entre la democracia y la dictadura, declarando a ésta, cuando se inspira en la justicia social, como "verdadera" democracia. Ello tiene por consecuencia que se deprima de manera injusta la democracia actual, y con ello los méritos de quienes la han realizado, a costa muchas veces de su interés material.

8.2.- DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA DEMOCRACIA SOCIAL.

La idea de la democracia es la idea de libertad en el sentido de autonomía o autodeterminación política. Su expresión relativamente más pura se encuentra allí donde el orden jurídico estatal es creado directamente por los mismos que a él están sometidos, allí donde las normas de conducta de un pueblo son acordadas por el pueblo mismo reunido en asamblea. Cuando en lugar de la asamblea popular se crea un parlamento elegido por el pueblo – aún con arreglo al principio del sufragio universal e igualitario – estamos en presencia de una limitación de este principio de la autonomía (disimulada apenas por la ficción de la representación), la cual queda desde luego ceñida a la creación de los órganos que han de establecer el orden jurídico de Estado. Ciertamente, no puede comprenderse la democracia partiendo de la sola idea de libertad; ya que ésta, por sí misma, no puede fundar un orden social, cuyo sentido esencial es la vinculación; y solo una vinculación normativa puede establecer vínculos sociales y establecer una comunidad. El sentido más profundo del principio democrático radica en que el sujeto no clama libertad solo para sí, sino para los demás; el "yo" quiere que también el "tu" sea libre porque ven en él su igualdad. De ese modo para que pueda originarse la noción de una forma social democrática, la idea de igual ha de agregarse a la libertad, limitándola.

8.3.- LA ANTÍTESIS ENTRE LA PRIMACÍA DEL CONOCIMIENTO Y DE LA VOLUNTAD.

La democracia, al limitar la autoridad relaja también la disciplina; por eso se opone a todo poder absoluto, incluso el de la mayoría. El poder ejercido por la mayoría debe distinguirse de todo otro en que no solo presupone lógicamente una oposición, sino que la reconoce como legítima desde el punto de vista político, e incluso la protege, creando instituciones que garantizan un mínimo de posibilidades de existencia y acción a distintos grupos religiosos, nacionales o económicos aun cuando solo estén constituidos por una minoría de personas; o, en realidad, precisamente por constituir grupos minoritarios.

La democracia necesita de esta continuada tensión entre mayoría y minoría, entre gobierno y oposición, de la que dimana el procedimiento dialéctico, al que recurre esta forma estatal en la elaboración de la voluntad política. Se ha dicho acertadamente que la democracia es discusión. Por eso el resultado del proceso formativo de la voluntad política es siempre la transacción, el compromiso.

La democracia prefiere este procedimiento a la imposición violenta de su voluntad al adversario, ya que de ese modo se garantiza la paz interna. Un principio vital de la democracia es, pues, no la existencia de un liberalismo económico porque la democracia puede ser liberal o socialista – , pero sí la garantía de las libertades: libertad de pensamiento y de prensa, libertad de cultos y de conciencia: afirmación del principio de tolerancia y, sobre todo libertad de la ciencia, juntamente con la fe en la posibilidad de su objetividad. Todas las constituciones democráticas están informadas por ese espíritu que, especialmente por lo que se refiere a la ciencia es el de aquel tipo de hombre que hemos descrito como específicamente demócrata.

La autocracia no puede tolerar la oposición; no existe en ella discusión ni transigencia sino imposición. Y al no admitirse la tolerancia, todavía menos cabe hablar de libertad de conciencia, religiosa o de pensamiento. El primado de la voluntad sobre el conocimiento tiene como consecuencia la de que solo puede pasar por verdadero lo que es bueno: pero lo que es bueno nadie puede decirlo sino la autoridad estatal, a la que han de someterse no solo la voluntad, sino la razón y la fe de los súbditos; de manera que quien osa resistir a esa autoridad, no solo delinque, sino que incurre en error. Comprenderse, pues, que en tal sistema, la libertad de la ciencia habrá de ser objeto de ataque más o menos directo: solo se la tolerará como instrumento del poder, cuando sus conclusiones pueden aprovechar más o menos a los intereses del mismo.

8.4.- EL OBJETO DE LA DEMOCRACIA SOCIAL.

En cuanto al objetivo de la democracia social, está evidentemente impuesto por el contenido de los derechos sobre los que reposa: se resume en la liberación de los individuos respecto a todas las formas de opresión. Esta liberación, figura moderna de la libertad, no es el monopolio de ningún régimen. La prometen sin duda, con vehemencia, las democracias marxistas, pero no cabe olvidar que también se encuentra enunciado en el mensaje sobre las cuatro libertades por el que el 6 de enero de 194, el presidente Roosevelt fijo el ideal del mundo libre.

Políticamente, el objetivo de la democracia es la liberación del individuo de las acciones autoritarias, su participación es el restablecimiento de la regla, que en todos los dominios estará obligado a observar. Económica y socialmente, el benéfico de la democracia se traduce en la existencia, en el seno de la colectividad, de condiciones de vida que aseguren a cada uno la seguridad y la comodidad adquiridas para su dicha. Una sociedad democrática es, pues, aquella en que se excluyen las desigualdades debidas a los azares de la vida económica, en que la fortuna no es una fuente de poder, en que los trabajadores estén al abrigo de la opresión que podría facilitar su necesidad de buscar un empleo, en que cada uno, en fin, pueda hacer valer un derecho a obtener de la sociedad una protección contra los riesgos de la vidas. La democracia social tiende, así, a establecer entre los individuos una igualdad de hecho que su libertad teórica es impotente a segura.

8.5.- VALORES Y FINES DEL ESTADO SOCIAL.

Si el Estado social significa un proceso de estructuración de la sociedad por el Estado (correlativo a un proceso constante de estructuración del Estado por la sociedad), hay que preguntarse sobre los valores y fines que lo orientan. Los valores básicos del Estado democrático – liberal eran la libertad, la propiedad individual, la igualdad, la seguridad jurídica y la participación de los ciudadanos en la formación de la voluntad estatal a través del sufragio.

El Estado social democrático y libre no solo no niega estos valores, sino que pretende hacerlos más efectivos dándoles una base y un contenido material y partiendo del supuesto de que individuo o sociedad no son categorías aisladas y contradictorias, sino dos términos e implicación recíproca de tal modo que no puede realizarse el uno sin el otro. Así, no hay posibilidad de actualizar la libertad de su establecimiento y garantías formales no van acompañadas de unas condiciones existenciales mínimas que hagan posible su ejercicio real; mientras que en los siglos XVIII y XIX se pensaba que la libertad era una exigencia de la dignidad humana, ahora se piensa que la dignidad humana "materializada en supuestos socio económicos" es una condición para el ejercicio de la libertad.

La propiedad individual tiene como límite los intereses generales de la comunidad ciudadana y los sectoriales de los que practican en hacerla productivo, es decir que los obreros y empleados. La seguridad formal tiene que ir acompañada de la seguridad material frente a la necesidad económica permanente o contingente, a través de las instituciones como el salario mínimo, la seguridad de empleo, la de atención médica, etc. La seguridad jurídica y la igualdad ante la ley han de ser completamente con la seguridad de unas condiciones vitales mínimas y con una corrección de las desigualdades económico – sociales.

Y, en fin, la participación de la voluntad estatal debe ser perfeccionada con una participación en el producto nacional a través de un sistema de prestaciones sociales y con una `participación en la democracia interna de las organizaciones y de las empresas a través de métodos como el control obrero la congestión o la auto gestión.

La Revolución Francesa y la representación

Rousseau, Montesquieu, de ésta manera desarrollan el instrumental teórico, con el que se haría la revolución Burguesa y democrática en Europa y el mundo a partir de Francia, sin embargo, sus propuestas no eran operacionalizables: Para establecer la división de los poderes era preciso disminuir o eliminar el poder de los borbones y para hacer primar la voluntad general, y votar, cosa imposible para un país como la Francia de entonces, que contaba ya con algo así como veintisiete millones de habitantes, la solución fue dada por un político de gran pragmatismo: El abate Emmanuel Sieyés, autor del panfleto: ¿qué es el tercer estado? (1789).

En dicho documento entre otras cosas, Sieyés desarrolla la llamada teoría de la representación política, que con sucesivas transformaciones, llega a nosotros como la democracia representativa, nombre y apellido que tiene el sistema democrático peruano por mandato expreso del artículo. 87º de nuestra constitución.

Por ser Sieyés el fundador teórico y quién hizo poner en práctica el sistema representativo en la primera asamblea nacional francesa, vale la pena desarrollar brevemente sus ideas.

Dice Sieyés que las sociedades políticas pasan por tres etapas.

– VOLUNTADES INDIVIDUALES.- Puede describirse como "un número más o menos considerable de individuos aislados que quieren reunirse…su obra es asociación" Esto es lo que Rousseau llamaba "contrato social".

– VOLUNTAD COMÚN.- En la cual los asociados "discuten, pues, entre sí, y convienen respecto a las necesidades públicas y al medio de proveerlas. Se ve que aquí el poder pertenece al público". Esto correspondería a lo que Rousseau llama la voluntad general, y que fue el punto más avanzado en su concepción democrática.

– VOLUNTAD COMÚN REPRESENTATIVA.- En la que la asamblea de asociados es sustituida por una asamblea de representantes en quienes aquellos delegan su poder. Sobre esto dice Sieyés: "Distingo la tercera época de la segunda en que no es ya la voluntad común real la que obra, es una voluntad común representativa. Dos caracteres indelebles le pertenecen, hay que repetirlo: 1º ésta voluntad no es plena e ilimitada en el cuerpo de los representantes, no es sino una porción de la gran voluntad común nacional. 2º Los delegados no la ejercen como un derecho propio, es el derecho de otro; la voluntad común no está allí sino en comisión".

Para reforzar esto último, en otra parte del panfleto dice, refiriéndose a los representantes: "…los intérpretes de una voluntad están obligados a consultar a sus comitentes, sea para hacer explicar su procuración, sea para darles aviso de las circunstancia que exigirían nuevos poderes".

Es de resaltar que en su calidad de fundador de la teoría de la representación (y nótese que en ningún momento utiliza él la palabra "democracia"), Sieyés considera, en primer lugar, que la voluntad común o general debe expresarse a través de representante pero, al mismo tiempo que corresponde a los representantes consultar a sus comitentes (es decir a sus electores), y explicar sus actos como mandatarios.

En su origen, entonces, la representación política no tenía el carácter de mandato a libre voluntad del representante, como se le hace aparecer ahora en el caso de los senadores y los diputados. Si bien no existía un mandato imperativo (porque el propio Sieyés señala que el representante lo es de toda la nación y no solo de sus electores, como hoy dice el artículo 176º de nuestra constitución), sin embargo tenía impuesta la obligación de ejercer su cargo en referencia a la voluntad expresiva del conjunto de electores.

El sistema de restricción censitaria del voto

Caído Napoleón, en Francia ocurre la restauración con Luis XVIII. Éste rey, borbón y monárquico a la antigua no puede abolir, sin embargo ciertas instituciones de gobierno que han aparecido con la revolución y tiene que ver con una constitución en la que se reconoce la existencia de una cámara elegida por votación, ante la cual responden políticamente los ministros de Estado.

Sin embargo se establecen sistemas de restricción del voto para elegir diputados mediante el requisito de tributar trecientos francos al año (el llamado censo), para tener ciudadanía. Con ello, en 1814, votaban cien mil de alrededor de treinta millones de franceses, es decir el cero punto tres por ciento (0.3%) de la población francesa. En el año 1830, luego de otra revolución popular el censo se redujo a doscientos francos, para elevar el número de votantes a ciento sesenta y ocho mil, es decir el cero punto 6 por ciento (0.6%).

10.1.- EXTENSIÓN DEL VOTO CENSITARIO POR TODO EL MUNDO.

El sistema de restricción censitaria del voto se extendió por todo el mundo llegando hasta nosotros. Su defensor más caracterizado, por su vigencia y su época, fue Benjamín Constant, otro autor francés que en 1814 publicó su obra principios de política. Transcribimos de ella párrafos donde explica el voto censitario.

"Para, ser miembro de una asociación hay que poseer cierto grado de raciocinio y un interés común con los demás miembros de la asociación. Se supone que los menores de cierta edad legal No poseen ese grado de raciocinio; se estima igualmente que los extranjeros no se guían por ese interés. La prueba es que los primeros al cumplir la edad legal, se convierten en miembros de la asociación política y los segundos alcanzan la ciudadanía mediante su residencia, sus propiedades o sus relaciones. Se supone que tales hechos dan, a los unos, raciocinio a los otros el interés requerido"

"Pero ese principio necesita una ampliación adicional. En nuestras sociedades actuales, el nacimiento en el país y la madurez de edad no bastan para conferir a los hombres las cualidades requeridas por el ejercicio de los derechos de ciudadanía. A quienes la indigencia mantiene en una perpetua dependencia y condena a trabajos diarios no poseen mayor ilustración que los niños acerca de los asuntos públicos, ni tienen mayor interés que los extranjeros, en una prosperidad nacional cuyos elementos no conocen y cuyos beneficios solo participan indirectamente"

"No quiero cometer ninguna injusticia con la clase trabajadora. Es tan patriota como cualquiera de las restantes y a menudo, realiza los más heroicos sacrificios, siendo su abnegación tanto más de admirar cuanto que no se ve recompensada por la fortuna ni por la gloria. Pero una cosa es, a mi juicio, el patriotismo por el que se está presto a morir por su país y otra distinta el patriotismo por el que se cuidan los propios intereses. Es preciso, además, del nacimiento y la edad legal, un tercer requisito: el tiempo libre indispensable para ilustrarse y llegar a poseer rectitud de juicio. Sólo la propiedad asegura el ocio necesario, solo ella capacita al hombre para ejercer el ejercicio de los derechos políticos".

"Un escritor célebre ha observado muy acertadamente que cuando los no propietarios tienen derechos políticos ocurre una de éstas tres cosas: actúan en virtud de su propio impulso y entonces destruyen la sociedad, son movidos por el hombre, los hombres en el poder son instrumentos de tiranía, o bien son los aspirantes al poder quienes los manejan y en tal supuesto son instrumentos de facción. En consecuencia, es preciso establecer condiciones de propiedad, tanto para ser electores, como para ser elegibles".

"¿Qué condiciones equitativas de prioridad deberían establecerse?"

"una propiedad puede ser tan limitada que el que la posee solo es propietario en apariencia. Según un autor que ha tratado perfectamente el asunto, quien no posea una renta territorial suficiente para vivir durante el año, sin tener que trabajar para otro, no es verdaderamente propietario. La parte de propiedad que le falta, lo sitúa en la clase de los asalariados. Los propietarios son dueños de su existencia porque pueden negarle el trabajo. Solo quien posee la renta necesaria para vivir con independencia de toda voluntad extraña, puede ejercer los derechos de ciudadanía. Una condición de propiedad inferior sería ilusoria; una más elevada sería injusta"

Así dicho, y puesto además en letras de molde, este alegato resulta inadmisible aún a las mentalidades democráticas más estrechas de nuestro tiempo. Sin embargo, eso era la democracia hace poco más de siglo y medio: en realidad, una forma de plutocracia del dinero, ligeramente ampliada en relación a los modelos clásicos de la antigüedad.

10.2.- HISTORIA DE LA IMPLANTACIÓN DEL VOTO UNIVERSAL.

En 1848, el gobierno era democrático, pero del modo censista. En realidad el poder en Francia lo tenían los grandes financistas e industriales. Ni los sectores obreros y desocupados, ni los campesinos, ni siquiera lo que hoy llamaríamos clase media, tenían una cuota de participación en la estructura de poder.

Un grupo de diputados que constituía la minoría en la cámara planteó reducir el censo a cien francos, con lo cual los votantes pasarían a ser algo más de cuatrocientos mil. El gobierno contestó airadamente que NO. Y guiso, a la sazón Primer Ministro, les gritó despectivamente ¡"ENRIQUECÉOS"!.

Alguien propuso como alternativa la implantación del voto universal y se inició la gran revolución de 1848, originalmente en parís, pero que pronto se extendió por toda Europa y la transformó. A partir de allí y nótese que estamos hablando recién de hace ciento treinta años atrás, los hoy países desarrollados fueron adoptando poco a poco, el sistema democrático – representativo con voto universal.

Sin embargo, las restricciones censitarias para ser electo perduraron largo tiempo. A título de ejemplo, Gran Bretaña adopta el sistema de voto universal recién el 1948, es decir, luego de terminada la II guerra mundial.

10.3.- LA DEMOCRACIA EN LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS.

La revolución europea de 1848 fue continental y salvo contadas excepciones, todos los países se removieron con una ola revolucionaria que duró cerca de tres años. Hoy, los historiadores se han puesto de acuerdo en considerar que dicho proceso obedeció a la generalización del sistema capitalista en Europa y a la aparición consiguiente de los sectores obreros y medios, en el sentido contemporáneo de los términos, que no encontraban un sitio dentro del sistema de control y ejercicio del poder estatal.

El voto universal en Francia y la progresiva democratización de otros países (en muchos de los cuales había aún monarcas absolutistas), otorgarían creciente poder a las mayorías, las que mediante su voto podría modificar el curso de las cosas. Especialmente serio era el problema de la regulación de las relaciones laborales, en una época en la que no había salarios mínimos, seguridad social, jornada de trabajo, descansos, etc. La mano de obra era brutalmente explotada, especialmente las mujeres y los niños, trabajando doce horas y hasta catorce horas diarias por unos cuantos centavos, sin domingos ni vacaciones.

La pugna por romper con estas injustas condiciones de vida, llevó a la lucha llevó a la lucha por la democratización (es decir, división de poderes con aparición de parlamentarios elegidos y ministros responsables ante ellos, para posteriormente ir sustituyendo las monarquías por repúblicas o convirtiéndolas en monarquías constitucionales, que es algo equivalente) y llevó también a la exigencia del voto universal. Sin embargo, con ello ocurría que el poder iría cambiando de mano dentro de las sociedades, perdiendo así las minorías burguesas la hegemonía.

Originalmente, hemos visto que la representación ligaba la actuación del representante al criterio de su elector (al que se debía), pero ya a fines del siglo XIX se insiste que la soberanía dentro del Estado reside en el cuerpo gobernante. En otras palabras, que son los poderes políticos centrales (Ejecutivo y Legislativo, según sus atribuciones en cada caso), los que ejercitan la soberanía en nombre del pueblo elector.

De esta manera por la fuerza de los hechos históricos, la democracia representativa se fue convirtiendo en un modelo en el cual, nominalmente, el poder residía en el pueblo, pero para todos los efectos prácticos, el poder era ejercitado con amplia libertad y sin mandato imperativo alguno por los gobernantes elegidos.

En otras palabras, la democracia representativa devino en un modelo en el cual el pueblo tiene como derecho fundamental elegir a sus gobernantes cada cierto tiempo para que, una vez elegidos, éstos gobiernen el Estado según sus propias consideraciones de cosas y circunstancias. En el intermedio, entre elección y elección, no hay consultas populares ni pulsación de la opinión pública que obligue a los representantes. Se supone que en la siguiente elección se juzgará el periodo de gobierno por el pueblo, orientándose en consecuencia el sentido de los votos.

Es evidente que en los países desarrollados este mecanismo se ha interconectado con varios otros, que permiten la influencia del pueblo en sus gobernantes. El plebiscito, las renovaciones parciales de los órganos legislativos y la llamada opinión pública, tienen peso en las decisiones de los gobiernos, pero también es evidente que ello está relacionado al grado de bonanza existente. Desde el año 1974 en adelante, los especialistas en los sistemas políticos de los países desarrollados coinciden en encontrar crecientes rasgos de autoritarismo y ello se vincula a la prolongada crisis en que ha ingresado el sistema capitalista desde aquel año.

10.4.- LA DEMOCRACIA Y EL VOTO EN EL PERÚ.

Es ya lugar común en nuestra historia política que los períodos con gobiernos de facto superan a los gobiernos constitucionalmente elegidos.

Sin embargo, el problema de lo democrático en el Perú, es mayor aun: los procesos electorales habidos, han sufrido serio cuestionamientos según época y circunstancias.

Los recuentos hechos hasta 1930 atestiguan sobre el robo sistemático de las ánforas, la adulteración del número de votos, la manipulación en el reconocimiento de credenciales a la instalación del congreso y mecanismos similares que eran el uso simple y llano de la fuerza, o la influencia, para falsear el boto popular. Las cosas parecen haber seguido invariablemente ese curso en aquella época.

La constitución de 1933 nunca vio que el gobierno constitucionalmente elegido fuese sucedido por otro de igual origen, pero si fuese testigo de golpes de estado y manipulaciones arbitrarias sobre los procesos electorales (casos de 1936, 1950 y 1962 entre otros, aunque este último es aún demasiado cercano para haber sido analizado desapasionadamente). Podemos decir, por tanto, que desde el ángulo de los hechos, el boto popular no ha tenido hasta hoy el designio rector que las constituciones le han asignado en nuestro país. Por el contrario, ha sido sistemáticamente postergado, violentado y evadido.

A estos elementos hay que añadir algunos otros de derecho, el principal de los cuales fue le restricción capacitaría del boto analfabeto durante casi noventa años, a pesar que este grupo social constituía un amplísimo porcentaje de la población en edad de botar. En las elecciones de 1978 los analfabetos eran aproximadamente un tercio del total. Recién nuestra constitución de 1978 derogo este anacronismo, emparentado con el antiguo sistema de boto censitario porque, al fin y al cabo, ser analfabeto es une de las consecuencias más evidentes de ser pobre en el mundo de hoy.

10.5.- LA DEMOCRACIA EN LA CONSTITUCION.

En esta revisión no debemos dejar de abordar nuestro actual sistema constitucional de democracia representativa que, básicamente, contiene tres derechos para los ciudadanos:

  • a. Elegir (y ser elegido) en los comicios generales para presidente, senadores y diputados, que se realizan cada cinco años.

  • b. Elegir (y ser elegido) en los comicios municipales, cuya realización no tiene plazo constitucional pero que, por la ley se realizan cada tres años.

  • c. Participar libremente en partidos políticos.

No existen otro derechos políticos efectivos y si tomamos en consideración que la función principal que asigna la constitución a los partidos es la de participar en los procesos electorales, entonces concluiremos que el derecho político fundamental es elegir y ser elegido. De esta manera, muestra constitución consagra, en una de sus versiones más depuradas, el concepto clásico de la democracia representativa que venimos comentando en esta exposición.

Resulta interesante, la constitución dice: "los ciudadanos tienen el derecho de participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos en comicios periódicos y de acuerdo con las condiciones determinadas por la ley…".

La última parte del párrafo que acabamos de mencionar se refiere a la representación, pero los derechos ciudadano de participar "directamente" en los asuntos públicos, llama indiscutiblemente a la necesidad de la existencia de otros mecanismos, adicionales a los electorales, para que los ciudadanos participen en política.

Esto demuestra que nuestros constituyentes tuvieron conciencia, cuando menos, de la necesidad de declarar una ampliación de los estrechos marcos de decisión, que impone el modelo puramente representativo para el funcionamiento del gobierno. Sin embargo, en lo concreto, la constitución no trae ninguna norma específica que haga viable esta participación directa, esterilizando en el plano constitucional, la posibilidad de una participación más efectiva y directa del pueblo en el gobierno.

10.6.- CRÍTICA A LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA.

Como resulta obvio, no compartimos el criterio democrático- representativo claramente predominante en nuestra actual constitución y ello ocurre no porque consideremos negativos los procesos electorales y otras votaciones nacionales sino, precisamente, porque el sistema adoptado, a nuestro entender, restringe la participación ciudadana al acto electoral y no establece mecanismos suficientes para que la voluntad popular se exprese en diversas circunstancias y sea influyente en los actos de gobierno.

En primer lugar, refirámonos a los procesos electorales mismos. Hoy no se detectan ya los grandes fraudes electorales del antaño, pero la propaganda política masiva se influye decisivamente en la opinión y el voto. Si bien es falso decir que quien tiene más recursos para propaganda, gana (porque muchas veces la historia demuestra lo contrario), si se puede afirmar que, estadísticamente, ganan los que tienen más acceso a la propaganda y casi nunca ganan los que lo tienen en poca escala o no la tienen nunca.

De esta forma, el carácter de filtro y de "ajuste de cuentas" para el gobierno, en funciones que se asigna a los procesos electorales periódicos, tiene serias limitaciones, ya que el sistema utiliza un mecanismo propagandísticos que alteran, en mayor o menor grado, la voluntad expresada en el voto. En las sociedades capitalistas como la nuestra, esto da enormes ventajas a las fuerzas políticas que representan a los grandes intereses económicos, porque les facilitan grandes cantidades de dinero para propaganda electoral, estableciéndose así una estrecha vinculación entre poder económico y poder político, en el corazón mismo del sistema democrático-representativo, expropiándole su carácter esencialmente popular.

Es evidente que ello puede controlarse parcialmente, estableciendo límites al gasto en la propaganda política electoral, o uniformizando el derecho de todas las fuerzas participantes a informar.

Con tendencia a la proporcionalidad resultante de las elecciones parlamentarias inmediatamente anteriores", lo que parece anunciar que ganó más votos antes, tiene más derecho de hacer propaganda hoy día, criterio francamente discutible y que, más que democrático, tiende a perpetuar al gobierno en actual oficio, ya que el tendrá la mayor densidad de publicidad electoral propia.

En segundo lugar, hay un casi total vacío de participación directa del pueblo entre elección y elección, salvo las municipales. No existen el referéndum ni el plebiscito, ni renovaciones parciales de las cámaras, ni elecciones complementarias. A diferencia de la constitución de 1933, en la que por lo menos existían estas últimas, de acuerdo a la actual constitución, no se realiza pronunciamiento popular normal alguno durante un periodo de gobierno. Esto es inusual en cualquier sistema democrático representativo más o menos desarrollado y tiende a aislar al gobernante del gobernado, debilitando el sistema en su conjunto.

En tercer lugar.- no existe ningún mecanismo formal por el que el gobernante toe tome en consideración (con fuerza efectiva) las opiniones de los electores. Ni siquiera, en rigor, existe mecanismo alguno para obligarlo a cumplir el plan o proyecto que propuso al ser candidato. En otros países existe, aunque sea, la opinión pública, pero en nuestro medio este fenómeno no existe sino figurativamente, porque ni las encuestas ni los medios de comunicación masiva expresan, ni por ultimo pueden expresar, verdaderamente, a la opinión nacional. Nuestro subdesarrollo, nuestras distancias sociales y otros factores que juegan en los círculos del poder, impiden que esto ocurra.

Por lo tanto consideramos que en base a elementos de nuestra realidad y nuestra historia, el sistema democrático-representativo existente, no otorga verdaderamente el control del poder al pueblo y por lo tanto, no emana de él, sino de manera muy relativa a través de la elección periódica de representantes, lo cual es muy distinto a decir que el pueblo influya en las decisiones del gobierno.

Esto, en un país que cuenta con nuestra tradición política, devalúa el significado de lo democrático para el pueblo, aunque solo sea porque muchas veces no se vea gran diferencia entre el gobierno de facto anterior y el que se eligió, en problemas claves como en nivel de vida y las remuneraciones, especialmente en periodos de aguda crisis como la de 1930.

Es por ello indispensable ampliar los márgenes de lo democrático, superar el marco relativamente estrecho de la representación, tal como ha llegado a nosotros e implantar de diversa maneras lo que la constitución llama participación directa del ciudadano en los asuntos públicos.

Evidentemente, nada de esto es recortar el voto popular, sino más bien potenciar la expresión de la voluntad popular. Después de todo el voto popular no vale por sí mismo, sino en tanto que la democracia representativa lo ha convertido en el vínculo preponderante (y en algunos casos único), de la expresión popular. En consecuencia, ampliar esa expresión no es desmerecer el voto, sino reforzar lo democrático, que es a fin de cuentas el sistema que hay que perfeccionar y profundizar cualitativamente.

10.7.- ACCIONES QUE SE DEBE TOMAR PARA FORTALECER LO DEMOCRATICO.

Lo que viene a continuación no es una enumeración taxativa sino indicativa; es decir, no pretendemos ni que esto es todo lo fundamental, ni que todo ello debe aplicarse a le vez, creemos, si, que estas propuestas son una expresión en positivo de nuestras criticas al sistema vigente.

  • Se debe favorecer y estimular creativamente la organización popular, para que las personas obtengan una cuota orgánica de poder en la sociedad, según sus intereses solo así un gobierno (cualquiera que sea) puede auscultar el sentir del todo social con verosimilitud y estar sometido a sus expresiones. Sólo así los ciudadanos ascienden cualitativamente de ser personas individuales y aisladas, a construir grupos humanos con acumulación de fuerza.

  • Por otro lado y lo demuestra la historia, una de las primeras medidas de toda dictadura es disolver, o al menos entorpecer la existencia de organizaciones sociales de diverso tipo, en especial las de trabajadores (que en nuestro entorno son las más contestatarias al sistema capitalista por su propia naturaleza). Se puede afirmar, contundentemente que la organización sólida y diversificada del pueblo (también en partidos políticos, pero no solo en ellos) es condición esencial para la existencia de la democracia, al permitir la acumulación de poder efectivo en manos populares.

  • Debe establecerse canales formales dentro del Estado para lograr una representación funcional de las distintas organizaciones del pueblo, a efecto de que puedan hacer visible su derecho de opinión e iniciativa y pueden ser sistemáticamente informadas de la marcha del país y de lo que atañe a sus intereses específicos. Aquí estamos hablando de canales institucionales de participación para gremios, colegios profesionales, organizaciones culturales, universidades, etc., que de esta manera puedan influir organizadamente en el gobierno en nombre del pueblo.

  • Se debe dar normatividad sobre la propaganda política electoral, que signifique una mayor uniformización el uso de este mecanismo de captación de votos, a fin de no tender a beneficiar a quien obtiene más recursos económicos y financieros para su campaña, o a quien obtuvo más votos en las elecciones anteriores, limitando, a la vez, el bombardeo publicitario a que se ve sometido el ciudadano durante los períodos electorales.

  • Se debe acentuar la expresión de la voluntad popular mediante los procesos electorales, principalmente, elecciones de renovación parcial de las cámaras legislativas cada dos otros años, a fin de pulsar la recomposición de las opiniones populares.

  • Se debe instaurar el sistema de referéndum o plebiscito, parea ciertas decisiones trascendentales de gobierno, o cuando sea solicitado por una parte significativa de los gobernantes elegidos o de la población misma.

Hay quienes se oponen a éstos mecanismos por considerar que dificultan la marcha del gobierno. Puede ser que en cierta medida ello ocurra, pero lo democrático, a muestro juicio, no consiste en hacerle las cosas fáciles al gobernante, sino en saber armonizar gobierno efectivo con estímulo a la expresión, control y participación del pueblo en las decisiones.

Hay otros que manifiestan desacuerdo con estas medidas, porque consideran que nuestro pueblo no está preparado aún para ejercitar derechos democráticos más amplios y propios de sociedades que han logrado mayor grado de desarrollo. Esto no es cierto por dos razones:

Primero, porque no se ha demostrado que un pueblo tenga madurez para elegir a sus gobernantes pero carezca de ella para tomar otras decisiones políticas del mismo cuño. Más bien, el asunto es al revés y si se reconoce a un pueblo la capacidad de elegir gobernantes, se le debe reconocer con mayor razón la de votar y opinar sobre asuntos aún más concretos. Después de todo, es más fácil equivocarse sobre las personas que sobre otras cosas.

Segundo, la historia demuestra que los derechos democráticos no se otorgaron a los pueblos sino que, en general, fueron conquistados por éstos en su lucha. Por lo tanto, no se trata de que haya pueblos preparados para mayor o menor grado de democracia. Si ocurre, más bien, que solo ejercitando sus derechos la persona se hace consiente, capaz de utilizarlos y de reconocer su valor.

Por ello consideramos, en definitiva, que democracia y voto popular son cosas distintas pero interconectadas. El voto es requisito necesario, pero no suficiente para la existencia de la democracia, en la medida que esta debe significar la expresión efectiva y permanente de la voluntad popular y su cumplimiento por las gobernantes elegidos.

Sobre todo, es indispensable reconocer, para quienes creemos y abogamos por la democracia, que ella se desarrolla y consolida solo cuando el pueblo la práctica y cuando siente que vivir en democracia es algo distinto y mucho mejor que vivir en dictadura. Naturalmente por ello no basta la democracia representativa estrecha que contiene nuestra constitución.

El Referéndum

El tercer remedio de la llamada democracia participativa, es el referéndum, que constituye un llamado directo a la población para que ejerza de manera inmediata y sin el tamiz de los representantes, el poder de decisión sobre un tema específico.

El referéndum puede plantearse para que el pueblo se pronuncie sobre un tema que todavía no es norma y se requiere la orientación concreta dada la trascendencia de la decisión que se va a adoptar, puede plantearse para la ratificación de una norma ya adoptada o adoptada en principio y sujeta a consulta por los órganos legislativos, o, finalmente, puede solicitarse para la desaprobación de las leyes o las normas que los representantes han aprobado como buenas.

En este tercer caso se trata de un control concreto e inmediato del accionar de los representantes elegidos. Consiste en el llamamiento a la población para que sea ésta la que decide sobre la conveniencia o inconveniencia, sobre la bondad o el perjuicio que le puede causar a la comunidad determinadas leyes que son aprobadas por los órganos deliberativos, sea el congreso, sea el gobierno regional o sea el municipio.

Debe quedar en claro que aquí no se trata de una discusión jurídica donde se analiza si la norma coincide o no con las leyes o disposiciones de mayor jerarquía. El debate en el referéndum se centra en la conveniencia o inconveniencia de la ley. Puede que sea jurídica. Puede que la norma caiga dentro del cono de proyección de la norma superior, pero puede estimarse igualmente como inconveniente. Se trata entonces de una estimación política

Para la activación del referéndum, las distintas constituciones fijan reglas. O pueden ser llamados por las autoridades, o pueden ser llamados por el pueblo o a instancias del pueblo previa satisfacción de algunos requisitos, como ser un número de adhesiones suficientemente representativo de la población.

Componentes de la democracia

En la democracia moderna juega un rol decisivo la llamada "regla de la mayoría", es decir el derecho de la mayoría a que se adopte su posición cuando existen diversas propuestas. Ello ha llevado a que sea un lugar común de la cultura popular asimilar democracia con decisión mayoritaria. sin embargo muchos sistemas democráticos no utilizan la regla de la mayoría o la restringen mediante sistemas de elección rotativos, al azar, derecho a veto, etc. de hecho, en determinadas circunstancias, la regla de la mayoría puede volverse antidemocrática cuando afecta derechos fundamentales de las minorías o de los individuos.

las democracias reales suelen ser complejos mecanismos articulados, con múltiples reglas de participación en los procesos de deliberación y toma de decisiones, en los que el poder se divide constitucionalmente o estatutariamente, en múltiples funciones y ámbitos territoriales, y se establecen variedad de sistemas de control, contrapesos y limitaciones, que llevan a la conformación de distintos tipos de mayorías, a la preservación de ámbitos básicos para las minorías y a garantizar los derechos humanos de los individuos y grupos sociales.

13.- DEMOCRACIA Y REPÚBLICA.

Las diferencias y similitudes entre los conceptos de «democracia» y «república» dan lugar a confusiones habituales y diferencias de criterio entre los especialistas.

En general puede decirse que la república es un gobierno regido por el principio de división de poderes y sin rey, en tanto que la democracia es un sistema en el que el gobierno es elegido por el pueblo.

Teorías de la democracia

  • la democracia como liquidación de los conflictos (en la volante genérale no hay separación entre los intereses de los miembros).

  • la democracia como el ámbito en el cual se gestionan los conflictos.

En la primera versión las democracias realmente existentes siempre aparecen como imperfectas, ya que están siempre lejanas del ideal. Este se identifica la democracia ideal con la practicada en forma directa en comunidades pequeñas (en suiza, en algunas de las colonias americanas en él; SIGLO XVIII, en organizaciones religiosas o voluntarias). La gestión de los conflictos parece una función mezquina, pequeño-burguesa.

Orígenes intelectuales de la versión "a". ROUSSEAU, pero seguramente antes la laicización de la teoría de soberanía.

Para acercarnos a entregar la respuesta resulta importante conocer lo que implica el individualismo posesivo. Esto puede hacerse sobre la base de siete enunciados básicos que MACPHERSON realiza (en Ruiz, 1984) y que a continuación se resumen:

  • Ausencia de coerción por otro individuo.

  • Los vínculos sociales se producen producto del interés.

  • Capacidades del individuo son de su propiedad.

  • Libertad de enajenar su trabajo.

  • La sociedad humana consiste en una serie de relaciones de mercado.

  • Cada libertad individual puede ser limitada en derecho sólo por las reglas y obligaciones necesarias para asegurar esa misma libertad para los demás.

  • La sociedad política es una invención humana para la protección de la propiedad personal y sus bienes. por lo tanto para la mantención de relaciones ordenadas.

Estos 7 postulados, que tienen un fuerte contenido de pensamiento moderno clásico (LOCKE, ROUSSEAU, HOBBES) hacen pensar en una democracia en donde el actor importante es el individuo por sobre todas las cosas. La democracia debe entonces asegurar la protección de los derechos y de la propiedad del individuo, evitando que otro individuo, o el estado puedan coartar esos derechos.

15.- ALGUNAS DE LAS TEORÍAS QUE PODEMOS MENCIONAR SON:

15.1.- LAS TEORÍAS ELITISTAS.

Por su parte, se refieren a la existencia de grupos que buscan la obtención del poder político en una sociedad políticamente organizada.

La existencia de estas elites, propuestas por Pareto, mosca y también michels, provoca que este grupo minoritario (en términos cuantitativos) del sistema social se encargará de dirigir al resto del sistema, y que esta minoría se distanciará y escapará del control de la mayoría (las masas).

Según lo anterior las teorías elitistas merman a la democracia desde el punto de vista del individualismo posesivo de dos maneras:

  • al existir una tendencia a un fuerte empoderamiento de las elites, se pierden las formas de control por parte de la mayoría. el estado entonces ya no presenta participación desde la sociedad (en pos de la protección individual) y la democracia se transforma en una manera de resolver el conflicto de poder entre las élites.

  • esta pérdida de control por parte de las mayorías, pueden producir que las elites gobiernen para el beneficio de las minorías empoderadas y no para la protección de las libertades y de la propiedad individual, que corresponden a las premisas fundamentales del individualismo posesivo.

15.2.- LA TEORÍA PLURALISTA.

La teoría pluralista del poder tiene por objeto "verificar la afluencia e influencia en los poderes públicos de la pluralidad de agentes a la hora de la formación de la agenda pública".

Según el pluralismo, no existe en realidad un poder dominante, sino más bien una diversidad de los mismos, que determina que se produzcan intercambios entre ellos al desarrollar las políticas públicas. En este sentido, se considera el análisis de la política como el análisis de los grupos. De esta manera, "el proceso de elaboración de políticas es, fundamentalmente, un continuo conflicto e intercambio entre diferentes grupos, y el gobierno se considera un grupo más".

En consecuencia, analizar esta política pública desde el pluralismo clásico no resulta adecuado, en cuanto "proceso de elaboración de políticas públicas que refleja precisamente una búsqueda de consenso". De hecho, si por algo se caracteriza la ley de calidad de la educación, como veremos, es porque su aprobación ha estado caracterizada precisamente por la falta de consenso y por la oposición directa de grupos de interés relevantes, que han presentado distintas posibilidades de acceso a la arena política.

Por este motivo, partimos del enfoque del pluralismo institucional ya que éste corrige el pluralismo clásico, en el que el estado sería como una organización independiente que hace políticas para responder a la presión de innumerables grupos sobre el gobierno. En cambio, el pluralismo institucional admite la relevancia del papel de la burocracia, puesto que no son únicamente los grupos de presión quienes influyen en la formulación de políticas, sino también "los agentes públicos, en última instancia, intentarán aplicar sus perspectivas y buscar la satisfacción de sus intereses".

Consecuencia, este enfoque reconoce el papel de la pluralidad de intereses tanto en la sociedad como en el estado. Por otro lado, en el enfoque denominado pluralismo reformado se reconoce que las relaciones entre el gobierno y los grupos de interés se encuentran casi siempre institucionalizadas y se excluye a ciertos grupos del proceso de elaborarla.

Esta teoría permite comprender las razones para el cambio de la política educativa, ya que analiza las correlaciones de fuerzas entre grupos de interés, al momento de elaborar esta política. para analizar la teoría pluralista de acceso e influencia en el poder de los distintos agentes sociales, primero nos detendremos en la identificación de los problemas y en las demandas e intereses de los actores públicos y privados; posteriormente, en su capacidad de acceso al diseño de la agenda y en los mecanismos de interacción entre los actores.

15.3.- TEORÍA ECONÓMICA.

Se entiende por teoría económica el conjunto de hipótesis que pretenden reproducir aspectos de la realidad económica. En la teoría económica se distinguen dos enfoques diferenciados.

Tradicionalmente las teorías económicas se centraron en temas como la moneda, el comercio internacional y la producción de bienes. Más adelante se introdujeron nuevos temas como el ciclo económico, la teoría del equilibrio, la inflación, el ahorro, la inversión y otros aspectos macroeconómicos. Actualmente la economía tiende incorporar nuevas situaciones relacionadas con la teoría de la elección y el modo en que los agentes económicos parcialmente racionales toman decisiones basándose en incentivos y expectativas.

La teoría nos dice cuáles son los principales componentes del sistema económico, cómo funciona cada uno aisladamente, así como el funcionamiento de todos ellos en conjunto.

Algunas teorías económicas son: mercantilistas (SIGLO XVI – XVIII): se fundamentaban en la riqueza de los factores de la producción y estaban consideradas la mano de obra, recursos naturales y el capital. Existía una protección al estado y a la industria doméstica. Fisiócratas (escuela francés del SIGLO XVIII): se fundamentaban en la tierra; existía la libertad económica.

15.4.- TEORÍAS REPUBLICANA.

En la teoría republicana puede remontarse ya a los escritos de platón y Aristóteles. La república de platón presenta un estado ideal sobre lo que él considera los elementos básicos del alma humana: el apetito, la razón y el ánimo. de acuerdo con esto, su república ideal estaba compuesta por tres grupos diferenciados: una clase comercial (identificada con el apetito), una clase ejecutiva (equivalente a la razón) integrada por administradores y soldados responsables del cumplimiento de las leyes, y por último los guardianes por reyes filósofos (el ánimo) que ejercerían como legisladores. Como platón confiaba a los guardianes, un pequeño grupo seleccionado, la responsabilidad de mantener una polis organizada con armonía, el republicanismo es a menudo asociado con los fines o metas establecidos por un pequeño sector de la comunidad que puede percibir lo que constituye el bien común.

La política de Aristóteles presenta otro concepto de orden republicano, planteamiento que ha prevalecido en la mayor parte del mundo occidental. Aristóteles clasificaba a los gobiernos basándose en quien nos dirigía: uno, unos pocos, o muchos. Dentro de estas categorías distinguía entre formas buenas y malas del gobierno: monarquía (buena) contra tiranía, aristocracia (buena) frente a oligarquía, cuya principal diferencia consistía en que los dirigentes gobernaran por el bien del estado o en beneficio de sus propios intereses.

Uno de los aspectos más pertinentes para el republicanismo del mundo occidental esa distinción que hace Aristóteles entre democracia, la forma malas del gobierno de los muchos, y política, su contrario, la forma buena. El filósofo creía que las democracias que caerían en un período de turbulencia e inestabilidad porque los pobres, que según su pensamiento se convertirían en la mayoría, intentaría conseguir una igual social y económica que ahogaría la iniciativa individual. Por el contrario, la política, con una clase media capaz de resolver con justicia conflictos entre ricos y pobres, permitiría el gobierno de los muchos sin los problemas y el caos asociados con los regímenes organizados.

James Madison, a menudo llamado "padre de la constitución de estados unidos", definía la república en términos parecidos a los de la política aristotélica. Según él, las repúblicas eran sistemas de gobierno que posibilitaban el control directo o indirecto del pueblo sobre sus gobernantes. Advirtió, sin embargo, sobre los efectos de las facciones mayoritarias e insistió en los derechos de las minorías.

El concepto madison ano de republicanismo coincide con el aristotélico de política en muchas dimensiones importantes, pero ambos son diferentes en esencia de la idea plutoniana. A madison y Aristóteles les preocupaba en medio con el que se pudiera asegurar un gobierno justo y estable. Para esto Aristóteles se apoyaba en una clase media predominante y madison, con un concepto más amplio, propugnaba una república en el que los distintos intereses se supervisasen y controlasen entre sí. Madison también hacía hincapié en la elección de representantes por parte del pueblo, ya que éstos sacrificarían con menor probabilidad el bien público de lo que lo haría la mayoría de la gente. Según escribió madison, las democracias puras, en las que el pueblo gobernaba de forma directa, "siempre han sido espectáculos de turbulencia y de enfrentamiento".

Las concepciones denominadas clásicas de la democracia

La democracia, como comúnmente se cree, no tiene una sola concepción teórica. Como veremos, lo que existe realmente son distintas percepciones democráticas que abordan de manera diferente el papel del individuo y la colectividad en la vida política, económica y cultural. Sin embargo, cabe señalar que las democracias que se han dado en el capitalismo en el tiempo y en el espacio, tienen un aspecto en común: la visión individualista de la sociedad. Ésta se originó como producto de:

  • las teorías contractuales de los siglos XVII y XVIII, en las que el que ejerce el poder soberano son los individuos libres e iguales;

  • el nacimiento de la economía política, donde el individuo es el sujeto.

ADAM SMITH planteaba que "persiguiendo su propio interés, por lo general promueve el interés de la sociedad en forma más efectiva que si promoviera el de sí mismo". También contribuye a esta concepción individualista de la sociedad la filosofía utilitaria de BENTHAM Y JAMES MILL, donde los estados mentales personales tal como el placer y el dolor resuelven el problema del bien común, definido como la suma del bienestar de cada individuo. 

La concepción de la democracia o democracias en que la sociedad política está compuesta por individuos que se ponen de acuerdo entre sí, excluye la existencia de grupos, clases, asociaciones de todo tipo, partidos políticos entre otros. Esta visión ideológica de la realidad capitalista, no le posibilitó percibir que son las categorías sociales antes señaladas, y no los individuos los principales protagonistas del quehacer político en las formaciones sociales capitalistas contemporáneas.

Como ya se planteó, existen maneras distintas de conceptuar la participación democrática. Por un lado, tenemos la que propiciaron BENTHAM Y JAMES MILL, y por otro, la de ROUSSEAU que fue utilizada para un sistema más moderno por JOHN STUART MILL Y COLE.

BENTHAM Y JAMES MILL, tenían una visión bastante pragmática de la democracia, focalizándose básicamente en los "arreglos institucionales". La participación del pueblo poseía un papel limitado. Para ellos, la participación estaba orientada a asegurar los intereses privados de cada ciudadano. ROUSSEAU, en su teoría política, tenía una concepción más amplia de la participación que iba mucho más allá de la protección de los intereses individuales, por cuanto tomaba en cuenta el efecto psicológico de los que participaban, debido a que se planteaba toda una interacción entre las instituciones y los individuos. El sistema político de ROUSSEAU estaba encaminado a formar un individuo social responsable y que el accionar político se desarrolle mediante un proceso participatorio. 

JOHN STUART MILL veía la participación en términos similares a los de ROUSSEAU. Consideraba que si un individuo sólo se concentraba en sus asuntos privados y no tenía una participación activa en los asuntos públicos, sus capacidades para realizar acciones públicas se mantendrían subdesarrolladas, le otorgaba gran importancia  a la participación en las funciones productivas y de otra índole que generaba la industria dentro del capitalismo moderno por su papel educativo. Asimismo, privilegiaba la participación activa a nivel de los gobiernos locales. con el fin de que se pueda dar una participación real en la industria, a una transformación de las relaciones de autoridad, para lo cual tendría que establecerse un sistema de elección de los gerentes por todos los empleados, tal como se hacía con los representantes a nivel local, se sustentaba principalmente en la hipótesis teórica de ROUSSEAU, de que es la voluntad y no la fuerza la base de la organización social y política. Los hombres deberían cooperar en asociaciones para satisfacer sus necesidades.

Dentro de esta perspectiva, definía la sociedad como un "complejo de asociaciones que se mantenían juntas por la voluntad de sus miembros". No limitaba el principio democrático a la esfera de la política, sino a todas las otras formas de acción social, especialmente en la industria.  

La concepción pragmática de la democracia de BENTHAM Y JAMES STUART ha tendido a tener mayor influencia en estados unidos, el cual la ha impuesto como el modelo ideal de democracia, especialmente en la periferia que está bajo su dominación. La doctrina anglo-sajona no trata de lidiar con aspectos de principios. Le basta definir la democracia en función a su relación con las técnicas y procesos supuestamente democráticos. En Francia y gran parte de Europa, la democracia adopta una posición más racionalista, preocupándose en mayor medida de las cuestiones conceptuales. Las posiciones democráticas empíricas y las racionalistas, se mueven a diferentes niveles de abstracción. Mientras que los europeos, por lo general, están inclinados a privilegiar la categoría "pueblo", los anglosajones se refieren a "gobierno". 

ROUSSEAU, aparte de tener una influencia en una concepción más racionalista de la democracia, incidió igualmente en el desarrollo de una visión más intransigente de la democracia, debido al énfasis que se puso en que la voluntad general sólo podía discernirse si el esfuerzo provenía de todo el pueblo y no sólo de una parte. La idea que se tenía de la gente se limitaba a aquella que se identificaba con la voluntad e interés general. Los que estaban en desacuerdo con ello no pertenecían a la nación. Esta forma de concebir la nación devino en un argumento político importante que fue utilizado por los jacobinos, BABEUF Y BUONANOTE. 

ROBESPIERRE, como buen discípulo de ROUSSEAU, consideraba que la voluntad general de la verdadera mayoría popular no podía identificarse con la mayoría o minoría parlamentaria. Por otro lado, SAINT – JUST planteaba que la libertad se lograba cuando la voluntad general podía expresarse como una unidad indisociable del pueblo como un todo. Era incapaz de ver en las partes un medio para expresar y organizar las distintas tendencias de la opinión pública. La democracia propiciada por los jacobinos era la de un solo partido. Toda reunión pública que no fuera promovida por los clubes jacobinos era prohibida y considerada subversiva por cuanto atentaba contra la unidad del partido.

A finales de 1794, BABEUF, pensaba que se debía subordinar la asamblea legislativa al control del pueblo, sin embargo, mostraba una gran desconfianza del pueblo debido a que "la mayoría siempre es partidaria de la rutina y la inmovilidad". Y sus partidarios, existía un gran peligro de que la mayoría, por su indiferencia, sea dominada por la minoría.

Así mismo ponían todo el énfasis en la conducción del proceso político en los líderes. Lo que denominaban la democracia revolucionaria debería sustentarse en la obediencia y lealtad de las masas a sus líderes. No debería confiarse en las masas ni en la selección de sus líderes, por lo menos al inicio de la revolución. La selección tendría que dejarse al partido de la vanguardia.

Se requería de una autoridad fuerte animada por una única voluntad de establecer la igualdad en una sociedad corrupta. Las tareas centrales de la revolución eran: eliminación de la oposición, y establecer un sistema de educación intenso y de propaganda. La prensa debería encuadrarse en los principios proclamados por la sociedad en abstracto, y no debería expresar opiniones contrarias a los sagrados principios de igualdad y soberanía de la gente.

Esta visión de la tendencia totalitaria de la democracia que se sustentaba en la individualidad, fue superada en él, SIGLO XIX, por teorías más colectivistas donde el análisis de la sociedad se realizó en función a clases.

Lo último señalado se sustentaría en que en el denominado socialismo real, el partido único era el representante exclusivo de los trabajadores considerados como una unidad homogénea, además se consideraba como la alternativa a las formas tradicionales de representación. pero, aparte de este señalamiento, el denominado socialismo real que no fue que otra forma de capitalismo donde el estado fue el centro de su dinámica y funcionamiento no generaron concepciones de representación y de la democracia fundamentalmente distintos del capitalismo privado "regido" por el mercado, lo que los llevó a privilegiar el concepto capitalista de soberanía, pero en el marco de garantizar la unidad del partido.

La democracia contemporánea

La democracia contemporánea no es más que un concurso de popularidad en la cual los que aspiran a gobernarnos se pasan el tiempo enfocando sus campañas a las personas más vulnerables a sus miras políticas y promesas sin sentido claro está que algunos político cumplen algo de lo que dicen en pocas palabras los gobernantes no se eligen solos pero si se aprovechan de las necesidades del pueblo.

La democracia ateniense y la república romana no se encarnaron solamente dos formas históricas de la democracia, extrema la primera y limitada la segunda. También encarnaron dos concepciones de la democracia. Atenas planteó el ideal democrático en toda su pureza. Durante su etapa republicana, roma encarnó en cambio la democracia posible:

Esa parte del ideal democrático que es accesible en cada época. O, con otras palabras, una forma mixta de gobierno donde el elemento democrático se resigna a mezclarse con los elementos monárquico y aristocrático hasta tanto consiga eliminarlos a través de una larga evolución cuyo remate natural tendría que ser el regreso de la democracia pura de inspiración ateniense. La historia de la democracia contemporánea expresa la tensión entre estas dos maneras de concebir la democracia: evolutiva una, utópica la otra. A partir del ejemplo romano, la democracia fue ganando espacio lenta y trabajosamente del, SIGLO XVII, en adelante, cuando Europa empezó a superar las monarquías absolutas para reimplantar una concepción republicana del poder abierta ella misma al progreso de su elemento democrático.

Pero, no bien el elemento democrático llegaba a cierta altura en esta evolución "romana" y corría el riesgo de detenerse satisfecho, de inmediato lo picaba el aguijón del ideal democrático ateniense, instándolo a reanudar la marcha. Ambas concepciones de la democracia estuvieron presentes durante las dos grandes revoluciones que marcan el advenimiento político de los tiempos modernos. En 1688, la llamada "Gloriosa Revolución" sustituyó la monarquía absoluta en Gran Bretaña por una monarquía parlamentaria "mixta", al estilo romano, donde se mezclaban los tres elementos típicos del régimen mixto: monárquico (el rey o la reina), aristocrático (la Cámara de los Lores, hereditaria) y democrático (la Cámara de los Comunes, elegida por un padrón electoral minoritario primero y mayoritario después, al fin de una larga evolución). Aun así, habría que aclarar que, vista desde la concepción ateniense de la democracia, la Cámara de los Comunes era en sí aristocrática por electiva, reduciéndose en tal caso el elemento democrático del régimen mixto inglés a los propios votantes.

Si bien en el curso del revolucionario siglo XVII inglés predominó por lo visto la concepción "romana" de la democracia, también hubo movimientos apasionadamente democráticos en el sentido ateniense como los levellers.

La discordia entre los "atenienses" y los "romanos" de la democracia, latente en la revolución inglesa, estalló en la Revolución Francesa.

Francia no era una pequeña ciudad – Estado a la manera de la polis ateniense o de esa Ginebra natal en la que pensaba Rousseau cuando renovó el ideal ateniense en el campo de las ideas políticas, sino una vasta nación con muchas ciudades dentro. Como le resultaba materialmente imposible lograr la reunión cotidiana de los ciudadanos en una ecclesia, la democracia directa al estilo griego le estaba vedada. Pero Sieyés primero y los jacobinos después, forzando su interpretación de la democracia, hicieron como si esa presencia de los ciudadanos se diera efectivamente en la asamblea de los representantes del pueblo. De aquí provino la dictadura de la asamblea en nombre de la democracia, como si la asamblea fuera esa ecclesia que en realidad no era.

La dictadura de la asamblea fue posible porque, así como era lógico que no hubiera necesidad de proteger a los ciudadanos atenienses contra los posibles abusos de esa asamblea que ellos mismos formaban, en la Francia revolucionaria de fines del siglo XVIII tampoco se los protegió contra una asamblea que pretendía ser ella misma la voluntad de los ciudadanos cuando en verdad sólo los "representaba" porque ellos no estaban "presentes", porque brillaban por su ausencia. De esta sustitución del pueblo por una asamblea que usurpaba su papel resultó no sólo la dictadura sino la más feroz de ellas: el terror jacobino de Robes Pierre y Saint – Justo en 1793-1794, acuciado además por el pánico que generaba el cerco militar al que habían sometido a Francia las monarquías europeas.

MIRABEAU, imagino la transición de Francia no ya de la monarquía absoluta a la democracia absoluta que pretendían encarnar los jacobinos sino a una monarquía parlamentaria al estilo inglés y, cuando el proyecto fracasó y el rey Luis XVI fue decapitado, vinieron sucesivamente el Terror, un Directorio equilibrado en los tiempos revisionistas del Termidor y, finalmente, el imperio napoleónico. En vez de la Roma republicana, la Roma imperial de Napoleón.

De este modo la Francia revolucionaria, que había querido ser primero la Roma republicana e "inglesa" de Mirabeau en su intento de salvar al mismo tiempo a la revolución y a la monarquía, terminó siendo la Roma imperial cuando Napoleón volvió a instalar su poderosa memoria no sólo en la pretensión de dominar a Europa sino también en su deseo de ser coronado delante del Papa en Roma. "Delante de" y no "por" el Papa porque, en el momento en que éste se disponía a ponerle la corona, Napoleón se la quitó de las manos y se la colocó él mismo, reivindicando la pretensión de los emperadores románico-germánicos en su pugna medioeval con la Iglesia y volviendo de este modo a Carlomagno y al Sacro Imperio Romano Germánico. La "romanización" de la arquitectura, el arte, el vestuario y las costumbres que caracterizaría a la época acompañó del lado de la sociedad a la nostalgia política napoleónica.

Ahora estamos en condiciones explicar por qué la Revolución Francesa fue el fracaso más glorioso de la historia.

¿Cómo es posible aunar el fracaso y la gloria? El "fracaso", sin duda, existió. A la inversa de las revoluciones inglesa del siglo XVII y americana del siglo XVIII, que fueron exitosas porque lograron lo que pretendían, fundar regímenes que partirían del ejemplo de la República Romana en su largo viaje hacia la democracia plenaria que aún no ha terminado, la Revolución Francesa pretendió y no logró lo que pretendía:

Restaurar de inmediato nada menos que la democracia ateniense. Tuvo primero, como vimos, su momento "romano" con Mirabeau. Pero ya vimos que la pretensión de considerar la asamblea de los representantes del pueblo como si fuera idéntica al pueblo falsificó el ideal ateniense. Después de esta falsificación, la Revolución Francesa desembocó en el imperio napoleónico y, luego de la derrota de Napoleón en Waterloo en 1815, en la restauración de la dinastía de los Borbones en cabeza de Luis XVIII. Acabó volviendo a la estación de la que había partido en 1789.

Pero, ¿quién negaría que este estrepitoso fracaso fuera, además, "glorioso"? La Revolución Francesa encendió la imaginación de sus contemporáneos y de las generaciones subsiguientes por el mundo entero de un modo incomparable con la difusión mucho más "discreta" que obtuvieron las revoluciones inglesa y americana.

¿Dónde reside el secreto de esa "gloria"? Las revoluciones anglosajonas fueron episodios consignados en un principio sólo a los pueblos que las experimentaban y a los teóricos que las analizaban. Fue Emanuel Kant quien, después de lamentar junto a tantos otros los desvíos y los excesos de la Revolución Francesa, hizo notar que ella al agitar otra vez, a más de dos milenios de distancia, la bandera de la democracia ateniense, logró un impacto universal.

Horrorizado ante sus desvíos, el mundo también aprendió de ella que la democracia ateniense es un ideal irrenunciable. El legado de la Revolución Francesa, según KANT, no ha sido el recuerdo de su errática trayectoria sino la impresión que produjo en la audiencia mundial que tenía noticias de ella, modificando para siempre los ideales políticos de la Humanidad.

Los anglosajones, de acuerdo con su espíritu eminentemente práctico, reinstalaron con sus revoluciones el proyecto romano de la "democracia posible". Los franceses, adictos a las ideas abstractas, reinstalaron en cambio el ideal de la "democracia imposible" que alguna vez Atenas pudo encarnar porque, a la inversa de Francia, no era una nación sino una ciudad. De la Revolución Francesa en adelante, el ideal de la democracia plenaria ya no nos abandonó.

Y así fue como, mientras los anglosajones produjeron dos revoluciones exitosas aunque discretas, los franceses produjeron una revolución fracasada pero gloriosa.

La bandera que ella izó nos sigue convocando desde el balcón del futuro. Pero es el camino "romano" de la democracia posible el que, habiendo renacido con los tiempos modernos en Inglaterra y en los Estados Unidos, ha llegado a involucrar en nuestro tiempo a casi todos los regímenes políticos de Europa, Oceanía y América del norte y del sur, penetrando además en Asia y hasta en África. Es a este conjunto de regímenes políticos que les damos, pese a sus variaciones, un nombre común: son las diversas versiones de la democracia contemporánea.

El exigente ideal ateniense, por su parte, no sólo no ha desaparecido desde la Revolución Francesa. Se ha vuelto, si cabe, más apremiante, porque la revolución de las comunicaciones nos acerca unos a otros como habitantes de la "aldea global", logrando así que el mundo actual sea más "pequeño" por lo estrecho de sus contactos de lo que era la nación francesa en el siglo XVIII11. Esto permite que la interacción entre los seres humanos de todo el planeta sea más intensa y se sitúe en cierto modo a media distancia entre el contacto cotidiano que tenían entre ellos los ciudadanos atenienses y la lejanía que separaba a los ciudadanos de la nación francesa en los tiempos de la carreta y el caballo.

Quizás este decisivo acercamiento comunicacional que se produce entre las naciones y dentro de ellas explique que lo que ahora se difunde impetuosamente por el mundo sea un modelo político al que podríamos llamar romano avanzado. "Romano", porque incluye regímenes en definitiva "mixtos", que mezclan el elemento democrático con los elementos aristocrático y monárquico. Pero romano "avanzado" porque el elemento democrático no ha cesado de ganar terreno sobre los otros dos elementos en los regímenes "mixtos" contemporáneos de modo tal que lo que hoy predomina en el mundo es la "república democrática", una forma todavía mixta donde predomina la democracia y a la que, apegada a su tradición aristocrática, nunca había llegado la República Romana.

Es que, en tanto Atenas le quedaba a Roma cada día más lejos porque se hundía en el pasado, a las repúblicas democráticas contemporáneas les queda cada día más cerca, en un futuro que ya no es tan borroso gracias al "achicamiento" del mundo mediante las computadoras, los satélites y el Internet, a mitad camino entre una ciudad griega y las naciones "a caballo" de los, SIGLOS XVIII Y XIX. Esto explica por qué, al lado de la democracia representativa que todavía prevalece en las constituciones contemporáneas, ellas se han ido poblando de formas semidirectas como el plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular, así como la proliferación de las encuestas, que son los mensajeros avanzados del retorno ateniense.

Pero este retorno sigue siendo por ahora menos intenso que la interacción de los ciudadanos atenienses entre ellos porque no es "real" sino "virtual". Podemos comunicarnos unos con otros mediante Internet a lo largo del ancho mundo pero, si bien tenemos noticias unos de otros como no las habíamos tenido, no estamos físicamente en presencia unos de los otros como en la (feria y plaza pública de los atenienses) o en lo eclesial, sino a través de una pantalla la discusión sobre la definición acerca de la democracia está atravesada por diferentes debates. Desde los antiguos, se pensaba a la democracia como democracia directa, en la cual los ciudadanos ejercen el derecho a la participación en la toma de decisiones sin intermediación.

La democracia se asocia desde entonces con soberanía popular, voluntad general e interés común. Esta concepción tradicional de la democracia se articula en torno al protagonismo central del pueblo concebido como soberano, como un todo homogéneo y capaz de producir una voluntad colectiva. Los protagonistas de este tipo de democracias son los sujetos, capaces de identificar aquello que constituye el bien común. Estas concepciones fueron elaboradas para sociedades simples y apenas industrializadas.

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