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Inmigracion y literatura: literatura infantil y juvenil (página 2)


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Graciela Montes se refiere a este libro: "El modelo del Centro Editor como polo cultural me hacía fantasear con la posibilidad de construir algo semejante pero para los chicos, con buena divulgación y buena literatura, ambas cosas, pero bien diferenciadas. A Entender y Participar, donde escribíamos sobre todo Graciela Cabal y yo, siguió Vida y Salud con María Inés Bogomoly y Julieta Imberti, luego Una Historia Argentina (para los que quieren saber de qué se trata), en la que yo hacía el relato pero los historiadores Lilia Ana Bertoni y Luis Alberto Romero se ocupaban de elaborar el informe y supervisar académicamente" (4).

Ema Wolf "nació en Carapachay, provincia de Buenos Aires (Argentina), el 4 de mayo de 1948. Es licenciada en Lenguas y Literaturas Modernas por la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1974 realizó una investigación sobre el kitsch en los medios masivos de comunicación para el Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y Letras, trabajo que se completó con un curso dictado en la Universidad de Bahía Blanca y un fascículo sobre la novela de folletín para el Centro Editor de América Latina. En 1977 realizó investigaciones para el libro Ortiz, la Argentina opulenta, de Félix Luna. Ya desde 1975 trabajó en forma continuada para distintos medios periodísticos y revistas infantiles. En la década del 80, a partir de su vinculación con la revista Humi, comenzaron a publicarse sus primeros títulos en el campo de la literatura para chicos. En 1996 inició sus colaboraciones en la revista del diario La Nación e integró el comité de redacción de la revista La Mancha" (5). En 2000, obtiene el Primer Premio Nacional de Literatura Infantil, en el certamen organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación correspondiente a la producción 1994/1997. La obra galardonada fue Historias a Fernández (Buenos Aires, Sudamericana, 1994). El jurado estuvo integrado por los escritores María Granata, Perla Suez, Ana María Shua y Antonio Requeni (6).

En 1991 Sudamericana publicó La gran inmigración, con texto de Ema Wolf, investigación histórica de Cristina Patriarca e ilustraciones de Daniel Rabanal. Canela es la directora editorial, y la asesoría histórica estuvo a cargo de Félix Luna. Este ensayo -que fue reeditado varias veces; la última, en 1997- integró la serie "Vida cotidiana", acerca de la que afirma Luna, en las "Palabras liminares": "Los volúmenes de esta serie, pues, son auténticos libros de historia. Pero historia de la gente común en sus vicisitudes cotidianas: hombres y mujeres que en su anónima humildad elaboraron día a día la compleja urdimbre del país que tenemos. Que estas realizaciones sirvan para entender mejor nuestras propias raíces y, consecuentemente, a quererlas más y serles más fieles".

La editorial expresa la motivación que dio origen a la obra: "En la segunda mitad del siglo pasado, los nacidos en esta tierra asisten, sorprendidos, al desembarco de miles de inmigrantes. Son suizos, turcos, alemanes, irlandeses, judíos, italianos, españoles, galeses, que han de modificar definitivamente nuestra identidad. Cada grupo protagoniza un capítulo poblado de historias trágicas y cómicas, mitos resucitados, sueños, prejuicios, chifladura, poesía y lucha por el duro sobrevivir de cada día. Este libro, que abarca aproximadamente el período 1830-1910, nace con el propósito de acercar a los jóvenes la épica fantástica de aquellos años –injustamente domesticada por los manuales escolares- que tuvo por actores, esta vez, a sus propios abuelos" (7).

Notas

  • 1. Montes, Graciela: "Datos biográficos", en www.gracielamontes.com Noviembre de 2001

  • 2. S/F: "Argentina: Ema Wolf obtiene el Premio Nacional de Literatura Infantil", en Imaginaria, N° 19, Buenos Aires, 23 de febrero de 2000.

  • 3. Montes, Graciela; Romero, Luis y Bertoni, Hilda: Los tiempos de los inmigrantes. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1990

  • 4. Montes, Graciela: "Literatura y sociedad", en www.gracielamontes.com Noviembre de 2001

  • 5. S/F: "Datos biográficos", en Imaginaria, N° 9, Buenos Aires, 6 de octubre de 1999.

  • 6. S/F: "Argentina: Ema Wolf obtiene el Premio Nacional de Literatura Infantil", en Imaginaria, N° 19, Buenos Aires, 23 de febrero de 2000.

  • 7. Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana, 1991.

3. Memorias

El historiador Exequiel César Ortega sostiene que "La inmigración jugó importante papel ya a mediados de esta etapa del "80 al "30. En ciudad y campaña, en oficios diversos que abarcaron la agricultura y la naciente industria; e incluso se dieron lugares como ejemplos de cuánto podía una colonización bien planeada…". Comenta qué sucedió con los inmigrantes llegados a nuestra tierra: "El medio nuestro los asimiló bien pronto y sus descendientes inmediatos se sintieron integrantes "de la tierra". A menudo ascendieron de Status, integraron profesiones, comercio e industria; impulsaron los nuevos partidos políticos mayoritarios".

El gobierno de esa época "En lo social favorecería cada vez más la inmigración, sobre todo la europea en general, perdidas bastante las esperanzas de la anglosajona y francesa en particular. Inmigración que cubriese las necesidades crecientes de mano de obra ciudadana y sobre todo rural, mediante la colonización y la ocupación de dependencia o el arrendamiento y la mediería (1)".

En el 80, la autobiografìa surge como el "lugar donde se expresa lo particular, lo curioso, lo diferenciador, lo propio de un sector social" (2); este sector es el de la clase dirigente, grupo que se caracteriza por haber sido educado con una gran influencia de la cultura europea, particularmente francesa (3). Cobra gran importancia la evocaciòn de la vida "vulgar", calificativo que abarca tanto la vida cotidiana, real, como los comportamientos censurados por la moral corriente (4).

La autobiografìa se caracteriza, en este perìodo, por asumir el aspecto de la charla social (causserie), de la anècdota, y por la frecuente utilizaciòn de citas que remiten a lecturas extranjeras. En las obras autobiogràficas de los hombres del 80 aparece como modelo el "hombre de mundo", que conjuga en sì mismo muy diversas facetas. Como consecuencia del impacto de la inmigraciòn, aparecen "evocaciones nostàlgicas de tiempos màs austeros" y "descripciones costumbristas con toques moralizantes".

Miguel Cané fue un "escritor argentino nacido en Montevideo en 1851. Licenciado en derecho y periodista político, desempeñó distintos cargos públicos y, como diplomático (Ministro de Asuntos Exteriores), estuvo en Europa en varias ocasiones. Fue decano de la facultad de Filosofía y Letras. Entres su obras, fragmentada y testimonial, se distinguen Juvenilia (1884), novela en que evoca recuerdos infantiles y de adolescencia; En Viaje 1881-1882 (1884), impresiones de Venezuela y Colombia; Prosa Ligera (1903), Charlas literarias, etc. Póstumamente aparecieron recapitulados sus Discursos y Conferencias (1909). Es una de las figuras del grupo de prosistas llamado "hombres del 80", influidos por el parnasianismo y el naturalismo. Murió en Buenos Aires en 1905" (5).

Susana Zanetti destaca que "la actitud de nostalgia, de reminiscencia, de regreso al pasado, es una constante del 80"; Juvenilia presenta -a su criterio- "un melancòlico contrapunto entre la adolescencia despreocupada de ayer y el hombre maduro de hoy. Aùn asì, la evocaciòn tiende generalmente a las anècdotas festivas, alegres". En la obra advierte ciertas semejanzas con David Copperfield, de Charles Dickens, pero la diferencia de la obra inglesa el hecho de no entrañar denuncia ni afàn testimonial.

El tema del fracaso generacional està encarnado en la suerte corrida por los condiscìpulos; algunos han muerto, otros se encuentran empleados con sueldos de hambre, sòlo unos pocos se destacan. Esta actitud surge de lo que la ensayista denomina "doble melancolìa" frente al pasado y frente al povenir (6).

Miguel Canè nos ha dejado en Juvenilia (7) testimonio de su visiòn de los inmigrantes. A las figuras del grotesco enfermero italiano y los temibles quinteros vascos, contrapone la grandiosidad del profesor Amadeo Jacques, sìmbolo de la inmigraciòn anhelada por los hombres del 80.

En su autobiografìa, Canè evoca este personaje con rasgos despectivos. "La enfermerìa era, como es natural, econòmicamente regida por el enfermero. Acabo de dejar la pluma para meditar y traer su nombre a la memoria sin conseguirlo; pero tengo presente su aspecto, su modo, su fisonomìa, como si hubiera cruzado hoy ante mis ojos. Habìa sido primero sirviente de la despensa; luego, segundo portero, y, en fin, por una de esas aberraciones que jamàs alcanzarè a explicarme, enfermero. "Para esa plaza se necesitaba un calculador, dice Beaumarchais; la obtuvo un bailarìn" ".

Se refiere al aspecto fìsico del inmigrante: "Era italiano y su aspecto hacìa imposible un càlculo aproximativo de su edad. Podìa tener treinta años, pero nada impedìa elevar la cifra a veinte unidades màs. Fue siempre para nosotros una grave cuestiòn decir si era gordo o flaco. (…) Empezaba su individuo por una mata de pelo formidable que nos traìa a la idea la confusa y entremezclada vegetaciòn de los bosques primitivos del Paraguay, de que habla Azara; veìamos su frente, estrecha y deprimida, en raras ocasiones y a largos intervalos, como suele entreverse el vago fondo del mar, cuando una ola violenta absorbe en un instante un enorme caudal de agua para levantarlo en espacio. Las cejas formaban un cuerpo unido y compacto con las pestañas ralas y gruesas como si hubieran sido afeitadas desde la infancia. La palabra mejilla era un ser de razòn para el infeliz, que estoy seguro jamàs conociò aquella secciòn de su cara, oculta bajo una barba, cuyo tupido, florescencia y frutos nos traìa a la memoria un ombù frondoso".

"El cuerpo, como he dicho, era enjuto; pero un vientre enorme despertaba compasiòn hacia las dèbiles piernas por las que se hacìa conducir sin piedad. El equilibrio se conservaba gracias a la previsiòn materna que lo habìa dotado de dos andenes de ferrocarril, a guisa de pies, cuyo envoltorio, a no dudarlo, consumìa un cuero de baqueta entero. Un dìa, nos confiò en un momento de abandono, que nunca encontraba alpargatas hechas y que las que obtenìa, fabricadas a medida, excedìan siempre los precios corrientes".

Recuerda el personal castellano del enfermero: "Debìa haber servido en la legiòn italiana durante el sitio de Montevideo o haber vivido en comunidad con algùn soldado de Garibaldi en aquellos tiempos, porque en la època en que fue portero, cuando le tocaba despertar a domicilio, por algùn corte inesperado de la cuerda de la campana, entraba siempre en nuestros cuartos cantando a voz en cuello, con el aire de una diana militar, este verso (!) que tengo grabado en la memoria de una manera inseparable a su pronunciaciòn especial: Levàntasi, muchachi,/ que la cuatro sun/ e lo federali/ sun venì a Cordun. Perdiò el gorjeo matinal a consecuencia de un reto del señor Torres que, hacièndole parar el pelo, le puso a una pulgada de la puerta de calle".

Sobre sus aptitudes para el trabajo, afirma: "Como prototipo de torpeza, nunca he encontrado un spècimen màs completo que nuestro enfermero. Su escasa cantidad de sesos se petrificaba con la presencia del doctor, a quien habìa tomado un miedo feroz y de cuya conciencia mèdica hablaba pestes en sus ratos de confidencia".

Los estudiantes encontraban diversas distracciones en la quinta de Colegiales; una de ellas, vinculada a otros inmigrantes. "En la Chacarita estudiàbamos poco, como era natural; podìamos leer novelas libremente, dormir la siesta, salir en busca de camuatìs y sobre todo, organizar con una estrategia cientìfica, las expediciones contra los "vascos" ".

Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos quinteros: "Los "vascos" eran nuestros vecinos hacia el norte, precisamente en la direcciòn en que los dominios colegiales eran màs limitados. Separaba las jurisdicciones respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de bordes cubiertos de una espesa planta baja y bravìa. Pasada la zanja, se extendìa un alfalfar de una media cuadra de ancho, pintorescamente manchado por dos o tres pequeñas parvas de pasto seco. Màs allà (…) en pasmosa abundancia, crecìan las sandìas, robustas, enormes, (…) allì doraba el sol esos melones de origen exòtico (…) No tenìan rivales en la comarca, y es de esperar que nuestra autoridad sea reconocida en esa materia. Las excursiones a otras chacras nos habìan siempre producido desengaños, la nostalgia de la fruta de los "vascos" nos perseguìa a todo momento, y jamàs vibrò en oìdo humano en sentido menos figurado, el famoso verso de Garcilaso de la Vega".

Se refiere a la disposiciòn anìmica de esos inmigrantes: "Pero debo confesar que los "vascos" no eran lo que en el lenguaje del mundo se llama personajes de trato agradable. Robustos los tres, àgiles, vigorosos y de una musculatura capaz de ablandar el coraje màs probado, eternamente armados con sus horquillas de lucientes puntas, levantando una tonelada de pasto en cada movimiento de sus brazos ciclòpeos, aquellos hombres, como todos los mortales, tenìan una debilidad suprema: ¡amaban sus sandìas, adoraban sus melones!"

Dos veces hurtaron fruta los adolescentes sin ser vistos. La tercera, "detràs de una parva, un vasco horrible, inflamado, sale en mi direcciòn, mientras otro pone la proa sobre mi compañero, armados ambos del pastoril instrumento cuyo solo aspecto comunica la ingrata impresiòn de encontrarse en los aires, sentado incòmodamente sobre dos puntas aceradas que penetran… (…) ¡cuàn veloz me parecìa aquel vasco, cuyo respirar de fuelle de herrerìa creìa sentir rozarme los cabellos! (…) aquel hombre terrible meyado en su tridente, empezò a injuriarme de una manera que revelaba su educaciòn sumamente descuidada. (…) Me tendì en la cama y, mientras el cuerpo reposaba con delicia, reflexionè profundamente en la velocidad inicial que se adquiere cuando se tiene un vasco irritado a retaguardia, armado de una horquilla".

En otro pasaje se refiere a Amadeo Jacques -quien naciò en 1813 y muriò en 1865-, destacando su loable acciòn dentro del Colegio: "El estado de los estudios en el Colegio era deplorable, hasta que tomò su direcciòn el hombre màs sabio que hasta el dìa haya pisado tierra argentina. Sin documentos a la vista para rehacer su biografìa de una manera exacta me veo forzado a acudir simplemente a mis recuerdos que, por otra parte, bastan a mi objeto".

"Amedèe Jacques pertenecìa a la generaciòn que al llegar a la juventud encontrò a la Francia en plena reacciòn filosòfica, cientìfica y literaria". (…) habìa crecido bajo esa atmòsfera intelectual, y la curiosidad de su espìritu lo llevaba al enciclopedismo. A los treinta y cinco años era profesor de filosofìa en la Escuela Normal, y habìa escrito, bajo el molde eclèctico, la psicologìa màs admirable que se haya publicado en Europa. El estilo es claro, vigoroso, de una marcha viva y elegante; el pensamiento sereno, la lògica inflexible y el mètodo perfecto. Hay en ese manual, que corre en todas las manos de los estudiantes, pàginas de una belleza literaria de primer orden y aùn hoy, quince años despuès de haberlo leìdo, recuerdo con emociòn los capìtulos sobre el mètodo y la asociaciòn de ideas. Al mismo tiempo, el joven profesor se ocupaba en las ediciones de las obras filosòficas de Fenelòn, Clarke, etc., ùnicas que hoy tienen curso en elmundo cientìfico".

Evoca el exilio del francès: "Pero Jacques no era uno de esos espìritus frìos, estèriles para la acciòn, que viven metidos en la especulaciòn pura, sin prestar oìdo a los ruidos del mundo, y sin apartar su pensamiento del problema, (…) El 2 de diciembre, como a Tocqueville, como a Quinet, como a Hugo, lo arrojò al extranjero, pobre, con el alma herida de muerte, y con la visiòn horrible de su porvenir abismado para siempre en aquella bacanal".

"Tomò el camino del destierro y llegò a Montevideo, desconocido y sin ningùn recurso mecànico de profesiòn; lo sabìa todo, pero le faltaba un diploma de abogado o de mèdico para poder subsistir. Abriò una clae libre de fìsica experimental, dàndole el atractivo del fenòmeno producido en el acto; aquello llamò un momento la atenciòn. Pero se necesitaba un gabinete de fìsica completo y los instrumentos son caros".

"Un momento Jacques fue retratista, (…) Pero ni la fotografìa, que màs tarde perfeccionaron, ni la daguerrotipia, que le cedìa el paso, como el telègrafo de señales a la electricidad, daban medios de vivir".

"Jacques se dirigiò a la Repùblica Argentina, se hundiò en el interior, casòse en Santiago del Estero, emprendiò veinte oficios diferentes, llegando hasta fabricar pan, y por fin, tuvo el Colegio Nacional de Tucumàn el honor de contarlo entre sus profesores. Fueron sus discìpulos los doctores Gallo, Uriburu, Nouguès y tantos otros hombres distinguidos hoy, que han conservado por èl una veneraciòn profunda, como todos los que hemos gozado de la luz de su espìritu".

"Llamado a Buenos Aires por el gobierno del general Mitre, tomò la direcciòn de los estudios en el Colegio Nacional, al mismo tiempo que dictaba una càtedra de fìsica en la Universidad. Su influencia se hizo sentir inmediatamente entre nosotros. Formulò un programa completo de bachillerato en ciencias y letras, defectuoso tal vez en un solo punto, su demasiada extensiòn. Pero M.Jacques, habituado a los estudios fuertes, sostenìa que la inteligencia delos jòvenes argentinos es màs viva que entre los franceses de la misma edad y que, por consiguiente, podìamos aprender con menor esfuerzo".

Tres nacionalidades, tres ocupaciones bien distintas, son evocadas por Miguel Canè en esta obra. Los pàrrafos transcriptos, sin embargo, no alcanzan para brindar una visiòn acabada de la postura del autor acerca de la inmigraciòn. Para lograrla, se debe recurrir a todos sus textos –algunos de ellos no literarios, como la Ley de Residencia, de 1904-, los cuales, junto a Juvenilia, nos proporcionaràn una cabal idea del sentimiento de este hombre del 80 frente al aluviòn inmigratorio.

Notas

  • 1. Ortega, Exequiel Cèsar: Còmo fue la Argentina (1516-1972). Buenos Aires, Plus Ultra, 1972.

  • 2. Stratta, Isabel: Pròlogo a Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980.

  • 3. Prieto, Adolfo: La literatura autobiogràfica argentina. Buenos Aires, CEAL, 1982.

  • 4. Ara, Guillermo: Pròlogo a Wilde, Eduardo: Aguas abajo. Buenos Aires, Huemul

  • 5. S/F: en Internet.

  • 6. Zanetti, Susana: op. cit.

  • 7. Canè, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980.

4. Novelas

El escritor y politico Lucio Vicente López nació en Montevideo, Uruguay, en 1848; falleció en Buenos Aires en 1894. "Hijo de Vicente Fidel López y nieto de Vicente López y Planes, llegó a Buenos Aires en 1863 y se graduó de abogado en 1872. Apoyó a Adolfo Alsina y fue diputado provincial y nacional. Tomó parte de la Revolución del 90. Fue ministro del Interior de Luis Sánez Peña. Colaboró con El Nacional, diario de Domingo Faustino Sarmiento, en La Nación y en Sud América, donde publicó, como folletín, La gran aldea, su obra más importante" (1).

Esa novela(2), que Lòpez dedica a Miguel Canè, su "amigo y camarada", aparece en 1884. "El subtìtulo de La gran aldea, "Costumbres bonaerenses", previene ya las caracterìsticas del realismo a que recurrirà su autor, Lucio Vicente Lòpez (1848-1894): una actitud crìtica, no disolvente sino reformista, encaminada a registrar tipos y hàbitos de una sociedad, y a poner de relieve algunos de entre ellos mediante el sarcasmo, la ironìa o la simple caricatura. (…) la propuesta fundamental de La gran aldea es la de demostrar que el Buenos Aires provinciano de 1860 pervive en el Buenos Aires cosmopolita de 1880, que la clase social que manejaba sus destinos en la època de Pavòn continuaba controlando los hilos de la polìtica y de las finanzas y dando el tono de la sociabilidad en la època del alumbrado a gas y de los tranvìas a caballo" (3).

"Aunque esperanzada con el potencial talento literario del autor, ya en el momento de su publicaciòn la crìtica fue en general adversa con la novela, pero ùtil, segùn Lòpez, porque "ha despertado la curiosidad y me ha favorecido la venta". En ella pesa màs la crònica que la densidad literaria -Rojas la ve "inferior a su fama"-, y asì parece haber sido desde que se publicò: en su època influyeron tanto su calidad de instrumento de lucha polìtica e ideològica como el hecho de ser una novela en "clave", por la que desfilaban las figuras del dìa (Mitre, Sarmiento, Avellaneda, etcètera); en nuestros dìas pesa el valor testimonial, intenciòn que ya proclama el autor desde el subtìtulo (Costumbres bonaerenses), que permite rastrear el pasaje de un Buenos Aires "patriota, semisencillo, semitendero, semicurial y semialdea", a la ciudad "con pretensiones europeas" en diversos registros: en lo urbano, con la transformaciòn de la ciudad que es màs modernizaciòn que ampliaciòn, con la incorporaciòn a la vida cotidiana del gas de alumbrado, el tranvìa, las nuevas formas de la arquitectura y la decoraciòn; en lo social, con el advenimiento de las nuevas burguesìas, el gallego sirviente al lado del mulaterìo, la desapariciòn del tendero criollo; en lo polìtico, con la consolidaciòn del roquismo, que impone la unificaciòn del paìs desde el poder central –y desde la ciudad capitalizada- y las tensiones que eso provoca; en lo econòmico, con el pasaje de los buenos tiempos del Estado de Buenos Aires al manejo financiero que culminarà con la crisis de 1890; en lo religioso, con el progresivo avance del laicismo estatal y la nueva religiòn de la burquesìa; en lo literario, con el pasaje del Romanticismo al Realismo y al teatro ligero francès…" (4).

En esta obra aparecen inmigrantes, vistos desde la perspectiva de un escritor que añora un pasado que no volverà.

Lòpez compara a los tenderos de antaño con los del presente: "¡Y què mozos! ¡Què vendedores los de las tiendas de entonces! Cuàn lejos estàn los tenderos franceses y españoles de hoy de tener la alcurnia y los mèritos sociales de aquella juventud dorada, hija de la tierra, ùltimo vàstago del aristocràtico comercio al menudeo de la colonia".

Recuerda a uno de aquellos tenderos criollos: "Entre los prìncipes del mostrador porteño, el màs cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador. No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a Buenos Aires, a la piràmide misma le habrìa disputado ese derecho".

Describe la estrategia del tendero para dirigirse a su clientela: "Don Narciso subìa o bajaba el tono segùn la jerarquìa de la parroquiana: dominaba toda la escala; poseìa toda la preciosidad del lenguaje culto de la època y daba el do de pecho con una dama para dar el sì con una cocinera".

"Los tratamientos variaban para èl segùn las horas y las personas. Por la mañana se permitìa tutear sin pudor a la parda o china criolla que volvìa del mercado y entraba en su tienda. Si la clienta era hija del paìs, la trataba llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo. Si èl distinguìa que era vasca, francesa, italiana, extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el ùltimo precio, el "se lo doy por lo que me cuesta", por el tratamiento de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la mañana, con algunas cuantas palabras de imitaciòn de francès que èl sabìa balbucir, era irresistible. Durante el dìa, los tratamientos variaban entre hija e hijita, entre tù y usted, entre madamita y madama, segùn la edad dela gringa, como èl la llamaba cuando la compradora no caìa en sus redes".

Los inmigrantes trabajaban junto a los criollos: "daban las cuatro y, no bien habìa entrado el gallego cotidiano con las viandas, don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la trastienda". Lucio V. Lòpez menciona otro gallego relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un galleguito ladino y vivaracho".

En la adolescencia, el protagonista acude a la escuela de dos maestros, a los que describe con estas palabras: "Don Pîo Amado y don Josef Garat, mis maestros, eran dos personajes singulares; singular era su escuela, singular la enseñanza, singular todo lo que los rodeaba. Don Pìo era la bondad y la benevolencia personificadas; don Josef era la intransigencia, el mal humor y la ira misma. Reunidos, don Pìo era la nota còmica del colegio, don Josef era la nota èpica. Amàbamos a don Pìo y lo amàbamos con toda el alma; temblàbamos ante don Josef y lo respetàbamos a fuerza de malquererlo".

En otro pàrrafo se refiere al aspecto fìsico del segundo: "Don Josef, en cambio, era un Orestes. Alto, vigoroso, la cara roja como un pimiento, la nariz chica y encorvada, la cabeza mezquina pero bien puesta sobre los hombros. Don Josef pasaba la vida clamando contra todo lo que lo rodeaba: contra el paìs, contra sus hombres, contra las mujeres, contra los muchachos y contra don Pìo, a quien tenìa en poca cuenta en las situaciones normales".

Uno de estos maestros era inmigrante: "Don Josef era oriundo de Cataluña y se vanagloriaba de haber nacido en el castillo Monjuich, de haber salvado la vida a varias personas, de haber presenciado un naufragio y de haber sido casi vìctima del hambre de una tigra mansa; preciàbase de haber conocido a la reina de España, doña Cristina, de haberla visto comer una olla podrida en un dìa de toros. Hacìa sacrificio de confesarse descendiente de don Gonzalo de Còrdoba, pero no se prestaba a pregonar mucho el parentesco, y lo repudiaba con majestad, porque no querìa que nadie sospechase que èl aprobaba las rendiciones de cuentas de su poco escrupuloso antepasado. Vivìa crònicamente colèrico, sin que esto importe decir que no supiera interrumpir sus accesos para hablar con fruiciòn, de los tesoros de Potosì y de fortunas colosales como las de los cuentos de hadas, porque el buen viejo tenìa altamente desarrollada la nota de la codicia".

Pero, cuando èl levantaba la voz en la clase, o fuera de la clase, o con los tertulianos nocturnos que lo visitaban en el colegio, entonces temblaba la casa: buscaba la invectiva, la lanzaba al rostro del adversario y la sazonaba con vocablos de estofado acabando por dominar el debate con sus gritos estentòreos. Dentro de ese cuerpo vigoroso, de rica muscultura de atleta, en el fondo de ese caràcter atrabiliario, disputador y pendenciero que amenazaba tragarse la tierra, se escondìa un ser enteramente pusilànime. Don Josef era una liebre".

Recuerda con cariño a esos pedagogos: "Era un muchacho de quince años cuando entrè en el colegio y apenas sabìa leer y escribir, pero trabajè con tesòn y me abrì paso. Don Pìo me amaba y don Josef, que habìa empezado por expresarme el màs profundo desprecio, habìa pasado del indiferentismo al entusiasmo con una facilidad extraordinaria. Yo comenzaba a ser su ìdolo. De cuando en cuando pensaba que, siendo yo como era un pobre diablo, sin padre, sin fortuna, era demasiada generosidad de su parte interesarse por mì como se interesaba y me lo echaba en cara; pero cuando lo sorprendìa con un progreso inesperado para èl, o con un buen rasgo de conducta, entonces el buen viejo se exaltaba y pasaba los lìmites del entusiasmo en sus elogios".

Inmigrantes y criollos conviven en esta obra -que incluye pàginas de "larvada xenofobia"-, en la que "Lucio Lòpez anticipa una visiòn crìtica nostàlgica y casi desesperanzada del cariz que toma la vida polìtica y social de la Argentina".

La llegada de los inmigrantes a suelo argentino significò una transformaciòn de gran importancia. El porteño se encontrò conviviendo con extranjeros de diversas nacionalidades y esa realidad se vio reflejada en la literatura.

En algunos autores, el sentimiento de aversiòn no reviste tonos demasiado violentos; se limitan –como Miguel Canè, en Juvenilia- a presentar vascos temibles e italianos ridìculos. En Cambaceres, el inmigrante es presentado como un ser ignorante e inmoral; el escritor no disimula lo que siente ante quienes llegaron a tentar suerte en nuestro paìs.

Eugenio Cambaceres nació en Buenos Aires en 1843; falleció en París en 1888. "Cursó estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se graduó de abogado en la Facultad de Derecho. En 1870 fue elegido diputado de la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, donde presentó un proyecto de separación de Iglesia y Estado, que produjo un gran revuelo. Electo diputado nacional en 1874, al poco tiempo abandonó la vida pública para dedicarse a la literatura. Siendo una de las figuras centrales de la Generación del 80, publicó cuatro novelas: Potpourrí: silbidos de un vago (1881), Música sentimental (1884), Sin rumbo (1885) y En la sangre (1887). Fue el principal escritor argentino adscripto a las técnicas del naturalismo, lo que le permitió incorporar diferentes temas urbanos a la narrativa nacional, como la fiebre especulativa y la inmigración. A pesar de que, en un comienzo, la crítica se mostró hostil con su obra, sus novelas obtuvieron gran éxito de público" (5).

En la novela En la sangre (6) alude al italiano, padre del protagonista, con estas palabras: "Arrojado a tierra desde la cubierta del vapor sin otro capital que su codicia y sus dos brazos, y ahorrando asì sobre el techo, el vestido, el alimento, viviendo apenas para no morirse de hambre, como esos perros sin dueño que merodean de puerta en puerta en las basuras de las casas, llegò el tachero a redondear una corta cantidad".

Andrès Avellaneda encuentra una explicaciòn para esta actitud: "Esos otros, responsables del peligro que ronda en la nueva ciudad, son para Cambaceres los inmigrantes y sus hijos, cuyas exigencias pugnan por modificar una realidad celosamente congelada" (7).

El desdèn por el extranjero se evidencia con gran claridad en este libro. La sangre es el medio por el que las lacras sociales se transmiten de generaciòn en generaciòn. No obstante haber nacido en la Argentina, el protagonista tiene las caracterìsticas del inmigrante, de acuerdo con los postulados del naturalismo, corriente en la que encontramos al autor.

Este movimiento, surgido en Francia en la segunda mitad del siglo XIX, sostiene tres principios bàsicos: la influencia de la raza, el medio y el momento; la importancia de la herencia y el caràcter fisiològico de las pasiones. "Con Eugenio Cambaceres –afirma Teresita Frugoni de Fritzsche- el naturalismo francès se incorpora a la novela argentina permitièndole asì alcanzar una dimensiòn realista que seguirìan todos los autores del siglo XIX y proncipios del XX, superando los esquemas simples y antitèticos de la època romàntica" (8).

La argumentaciòn naturalista lleva a un determinismo que permite, segùn la teorìa, predecir el rumbo que tomarà la vida de los descendientes. Genaro, aunque argentino, lleva en sus venas la marca hereditaria del napolitano; està signado por todos los defectos que el novelista atribuye a ese grupo social y, al igual que sus paisanos, parece no tener virtud alguna. Lejos de plantear la responsabilidad del individuo, el autor hace hincapiè en lo heredado, en lo fatal. No sòlo da por supuestas las cuestionables leyes de la herencia y la influencia de la raza, el medio y el momento, sino que se aferra ciegamente a ellas, llegando a una postura prejuiciosa y, por ende, injusta.

La novela apareciò publicada como folletìn en 1887, en el diario Sud-Amèrica. Fritzsche nos recuerda cuàl fue la acogida que tuvo la obra: "Paralelamente con su publicaciòn aparecen en el diario artìculos de ìndole diversa vinculados con la novela. Suponemos que parte del pùblico la considera inmoral, si nos atenemos a la defensa que J.A.A. (Juan Antonio Argerich) realiza en el nùmero del 13 de setiembre, observando que no es preciso atender a los asuntos que explota Cambaceres sino a su mèrito literario, pues es un hombre que conoce la vida y por lo tanto un escèptico".

Encontramos en Genaro dos momentos sucesivos: durante los primeros años, mortificado, trata de sobreponerse a su condiciòn; luego, con resentimiento y gran dolor, acepta su estigma. El muchacho culpa a sus progenitores por el desprecio de que lo hacen vìctima sus condiscìpulos; la vergûenza de su origen lo llena de odio, despecho y deseos de venganza, que consumarà en la persona de su esposa. "Estaba en su sangre eso, constitucional, inveterado –dice el novelista-, le venìa de casta como el color de la piel, le habìa sido transmitido por herencia, de padre a hijo".

Genaro desprecia a sus padres. Cambaceres muestra una vez màs la bajeza del joven, quien piensa: "¡Su padre… menos mal èse, se habìa muerto y de los muertos nadie se acordaba; pero su madre viva y a su lado, estando con èl, era una broma, un clavo, adònde irìa èl que no lo vieran, que no supieran, que no le hiciese caer la cara de vergûenza con la facha que tenìa, con sus caravanas de oro y su peinado de rodetes!". Para evitarse esa humillaciòn constante, Genaro hace que su madre vuelva a Italia. Queda en libertad para disponer a su antojo de los ahorros de sus padres y, a cambio, ni siquiera lee las cartas que la mujer le envìa.

Al describir a los inmigrantes, Cambaceres recurre siempre a la comparaciòn con animales; asì, habla de la cabeza de ave de rapiña del padre del protagonista, de la astucia felina de Genaro: "En un brusco manotòn de gato hambriento, alargò de instinto el brazo; crispados los dedos, como clavada la garra ya sobre el montòn de billetes". Estas imàgenes son empleadas por el escritor con el propòsito de degradar a los extranjeros, de mostrarlos lindando con lo irracional".

Ante la fuerza del instinto, nada puede hacer el protagonista: "Y si tal habìa nacido -se defiende-, si asì lo habìan fabricado y echado al mundo de sus padres, ¿era èl el responsable, tenìa èl la culpa por ventura? No, como no la tenìan las vìboras de que fuera venenoso su colmillo". Ni siquiera tiene valor para matarse: "ni de ese triste rasgo de nobleza, ni de esa ùltima, ni de esa ùnica prueba de valor y entereza era capaz". El "vivirìa, seguirìa prendido con dientes y uñas a la vida, como los perros a las osamentas!…".

Antonio Pagès Larraya opina sobre el tratamiento que Cambaceres da a sus personajes: "La herencia y el medio conforman a Genaro, criatura vacìa de ètica, casi infrahumana. Quizàs el afàn de apegarse a una conclusiòn que hoy nos parece arbitraria –la de que en los hijos del inmigrante perdura el inescrupuloso apetito de los padres- volviò estrecho el relato. Las aventuras del "parvenu", del trepador que se eleva sin elegir los medios, pierde vigor por su forzada limitaciòn a una tesis" (9).

Aparecen, a lo largo de la obra, otros inmigrantes retratados con la misma crueldad. Entre ellos, los amigos del napolitano, quienes "habìanse pasado la voz para el velorio. Poco a poco fueron llegando de a uno, de a dos, en completos de paño negro, con sombreros de panza de burro y botas gruesas recièn lustradas". El comportamiento de los paisanos, afligidos, le merece un comentario despiadado: "Zurdamente caminaban, iban y se acomodaban en fila a lo largo de la pared, en derredor del catafalco elevado en la trastienda. Uno que otro, cabizbajo, en puntas de pie, aproximàbase al muerto y durante un breve instante lo contemplaba. Algunos daban contra el umbral al entrar, levantaban la pierna y volvìan la cara".

El "tano" capataz del cementerio tenìa voz vinosa; el gallego portero de la universidad era ñato de nariz y cuadrado de cabeza; Bearnès, el dueño del cafè, era ronco, gordo, gritòn y gran bebedor de ajenjo. Y asì, podrìamos enumerar muchas oportunidades en las que los inmigrantes son vìctimas del escarnio del autor.

El testimonio de Cambaceres nos brinda la posibilidad de conocer la actitud de un hombre de esa època ante las profundas transformaciones que se estaban operando. El aluviòn inmigratorio cambiò para siempre la estructura de la sociedad y motivò pàginas como las del autor de En la sangre, las cuales, aunque resultan violentas a los lectores, son tambièn parte de nuestra literatura.

La atmòsfera de la Argentina de fines del siglo XIX es descripta por el historiador Exequiel Cèsar Ortega, quien escribe: "Las medidas econòmicas y financieras oficiales, de todo tipo, se encaminaron hacia las soluciones desesperadas. El esfuerzo por reducir desniveles se reflejò hasta en los cambios de los ministros de Hacienda, emisiones monetarias clandestinas, proyecto de nuevas ventas, concesiones y emprèstitos, circulaciòn de emisiones derogadas ya… Hasta que llegò el llamado presidencial de Juàrez Celman contra la fiebre especuladora y que exhortaba en cambio a la cordura en inversiones, negocios, gastos y juego de Bolsa "a pase y diferencia" (10).

Algunas obras literarias reflejan la crisis de la Bolsa de Comercio y la revoluciòn de 1890. Son novelas que aparecieron como una manifestaciòn de los creadores frente a una situaciòn; ellos buscaron moralizar y demostrar los peligros que se corrìan si no se cambiaba el rumbo.

Andrès Avellaneda escribe al respecto: "Hacia el 90, como una consecuencia de la crisis que vive el paìs y uno de cuyos sìntomas màs agudos es probablemente el crack financiero que se produce en la Bolsa para esa fecha, este naturalismo se hace social, recoge la temàtica de esa crisis, y documenta el fenòmeno en una serie de novelas que, por ese mismo motivo, ha sido llamado "el ciclo de la Bolsa" " (11).

Irene Ferrari realiza una valoraciòn de las obras a las que nos referimos. Ella escribe: "Varios de nuestros escritores buscaron comprender lo ocurrido y dejar constancia de ello. Las once novelas de esta etapa, de escaso valor literario, fueron llamadas posteriormente "el ciclo de la Bolsa". Entre las màs representativas estàn Horas de fiebre, de Segundo Villafañe, y Quilito, de Carlos Marìa Ocantos. Pero la ùnica reconocida por la posteridad es la de Martel" (12).

Acerca de la revoluciòn y de la caìda de Juàrez Celman aparecieron La Bolsa y Horas de fiebre de Segundo Villafañe, y en Parìs Quilito, de Carlos Marìa Ocantos. Cinco años màs tarde Pedro Morante publica Grandezas. En las pàginas de estas cuatro novelas se suceden escenas de los lugares màs significativos en la vida porteña de ese momento: Palermo, el Hipòdromo, Florida, el Club del Progreso, pero particularmente describen el edificio y la actividad de la Bolsa. Todos coinciden en censurar las costumbres y la moral de ese momento tan convulsionado de nuestra historia. Los ecos de la revoluciòn y de los acontecimientos que la precedieron se prolongan en otra novela aparecida en 1898: La Maldonada, del periodista español Francisco Grandmontagne, incorporado a la vida argentina. Pero posiblemente el relato que pinta màs acabadamente ese momento històrico sea La Bolsa" (13).

Andrès Avellaneda señala que "dos grandes grupos de novelas filiadas en mayor o menor grado al naturalismo, se refieren a los temas decisivos en el momento ochentista: el inmigrante y la fiebre financiera". Entre las novelas protagonizadas por inmigrantes menciona En la sangre de Cambaceres, Inocentes o culpables de Argerich, Bianchetto de Adolfo Saldìas y Teodoro Foronda de Francisco Grandmontagne, ademàs de algunas de las Novelas argentinas de Carlos Marìa Ocantos.

El otro grupo de novelas –el que tiene que ver con la Bolsa- aparece con celeridad: "El mismo año de la crisis se publica Abismos de Manuel Bahamonde; al año siguiente aparecen La Bolsa, de Juliàn Martel (Josè Marìa Mirò) (14); Quilito, de Carlos M. Ocantos; y Horas de fiebre, de Segundo I. Villafañe".

No termina aquì la producciòn al respecto: "El tema sigue interesando a los novelistas a partir de 1891 –agrega-: Grandezas (1896), de Pedro G. Morante; Quimera (1899), de Josè Luis Cantilo, prolongan una lìnea temàtica que llega hasta Roberto J. Payrò, con Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1910)".

"Escasa informaciòn ha sido recogida acerca de la existencia de Josè Marìa Mirò, conocido literariamente como Juliàn Martel –escribe Noè Jitrik. Sin embargo, hay dos hechos relevantes que vinculan su vida con su obra: fue pariente pobre de una poderosa familia cuyo palacio se levantaba donde hoy està la Plaza Lavalle y, como consecuencia de ello, tuvo que trabajar en el periodismo, de cuyo anonimato emergiò por esta novela, la ùnica que escribiò. (…) Al parecer, cuando tenìa 20 años se acercò a la Bolsa para inicarse en las operaciones con la esperanza, muy comùn en esa època, de enriquecerse ràpidamente para poder conquistar asì el corazòn de una mujer. Es verosìmil que eso haya sucedido, asì como la pèrdida de todo su dinero. Posteriormente a esos episodios, es decir hacia 1888, entra al diario La Naciòn como cronista volante, episodio trascendental en primer lugar porque constituye un excelente puesto de observaciòn, luego porque siendo una tarea anònima no le concede el reconocimiento esperado".

"Durante 1890 escribiò La Bolsa; la ùltima frase fue redactada el 30 de diciembre. Dos hechos notables pueden observarse: el primero es que siendo una obra realista y de actualidad no ha incluido como tema la revoluciòn del mismo año; el segundo es que en el mismo año se publicò en Francia L'Argent, novela mediante la cual Zola investiga y condena el sistema financiero. (…) La Bolsa aparece en folletìn en La Naciòn desde el 24 de agosto hasta el 4 de octubre de 1891, con gran èxito de pùblico y de crìtica".

"La Bolsa es una obra literariamente poco importante, inmadura, pero que asì y todo expresa varias cosas de interès; en primer lugar hay, conscientemente o no, una tentativa por trascender la literatura del 80 en su fisonomìa màs exterior; en segundo lugar, muestra un escritor desclasado, emergente del periodismo y que anticipa, por esas razones, un nuevo tipo de escritor, el profesional; en tercer lugar, se trata de un libro inspirado en hechos contemporàneos, ubicado en una actualidad, comprometido polèmicamente con sus interpretaciones" (15).

El propòsito moralizante aparece en la obra de Martel, en la que una mujer observa còmo su marido, estudiante brillante de otros tiempos, se ve envuelto en la fiebre especuladora. Le advierte cuàles seràn las consecuencias de su actitud, pero "no logrò convencerlo ni aquel dìa en que con sus dos hijos en brazos (dos preciosuras, frutos de sus amores) le preguntò si correrìa el peligro de verlos expuestos al deshonor o a la miseria".

El narrador tambièn advierte al personaje que, enceguecido, no puede escucharlo: "¡Come, come, insigne doctor, saborea despacio los manjares que te presentan, porque los bolsistas como tù, sàbelo bien, no tienen nunca seguro el pan de mañana!…". El narrador le habla asimismo al lector, a quien hace partìcipe de sus funestos vaticinios: "Con su ancha cara bondadosa disfuminada en una expresiòn de insana codicia, oyèrais hablar a aquel ministro de emisiones clandestinas, de grandes negocios solapados que, al aumentar la fortuna de S. E., seràn màs tarde la ruina y el deshonor de la patria".

Escribe Martel: "la raza semita, arrastràndose siempre como culebra, vencerà, sin embargo, a la raza aria". Noè Jitrik analiza la visiòn del inmigrante en esta novela: "Hay dos razones aparentes de culpabilidad; una es polìtica, el règimen juarista, la otra es moral, la de los que medran con el sistema, Granulillo, Armel y los otros; pero los verdaderos culpables son otros, los agentes corruptores, los que frìamente traman apoderarse del paìs y destruir a sus hombres y, especialmente, su sentido moral: son los judìos y en ellos se detiene la mirada profunda, sagaz; hay una esencia en ellos a que debe remitirse toda comprensiòn del fenòmeno. Varias veces los judìos son atacados ya sea por personajes ya por el narrador; quien los defiende es el personaje màs corrompido, Granulillo. Glow los ataca con argumentos de Edouard Drumont, cuyo libro, La France juive (1886), cita. Sorprende sin embargo que en la novela no se haga actuar concretamente a un personaje judìo sino que todas las acusaciones sean de caràcter general. Los "culpables" estàn establecidos; se lo ha encontrado ya sea porque estaban en el ambiente, ya porque el argumento sirve para escamotear un anàlisis màs concreto de responsabilidades actuales".

"Segùn algunos crìticos, Bagù entre ellos, no existìa problema judìo en el paìs -agrega-; todas las referencias literarias anteriores son incidentales; las manifestaciones del propio Sarmiento (Condiciòn del extranjero en Amèrica) tienen un caràcter teòrico; en 1888 entraron al paìs 8 familias judìas, al año siguiente 136 y casi todos se fueron al interior. El judìo viene a ser lo extranjero por antonomasia y, en una concepciòn naturalista, un objeto privilegiado pues no ha mezclado su sangre. Lo màs probable es que el ataque sea contra los extranjeros en general, lo cual le restituye el alcance de alegato antirroquista que se va constituyendo a partir de la aplicaciòn del plan roquista, especialmente inmigratorio. En consecuencia, su profecìa de ruina cubre la moral de la naciòn entera, fiscaliza todo un sistema polìtico y canaliza el resentimiento de los que estàn fuera de èl; el prototipo de este alejamiento es el general Mitre, cuyo diario publica este folletìn".

"La lectura màs superficial e ingenua de La Bolsa de Juliàn Martel sorprende por la enorme carga de xenofobia y antisemitismo –afirma Gladys Onega. (…) Los protagonistas del drama se convierten en un ente abstracto llamado judaìsmo internacional; los instrumentos, algunos patricios argentinos "contagiados" (de acuerdo con la terminologìa naturalista); las vìctimas, otra vez, los mismos patricios. ¿Cuàl es la actuaciòn de la clase media y del proletariado en la crisis? Ninguna. ¿Cuàl es la funciòn del inmigrante? La imagen que tiene Martel sobre la inmigraciòn masiva està subordinada a la del tipo argentino aristocràtico y ambas, a su vez, a la del judìo que es el deus ex machina de la concepciòn irracionalista de la economìa" (16).

Abelardo Arias nació en Córdoba en 1918; falleció en Buenos Aires en 1989. "Fue director de la Biblioteca del Colegio de Escribanos. De sus numerosos viajes por Europa quedan testimonios en sus crónicas Diario Latino y París-Roma: lo visto y lo tocado. Escribió algunos dramas pero alcanzó notoriedad con sus novelas realistas y de hondura psicológica. En Alamos talados y La vara de fuego se inspiró en elementos autobiográficos. En Polvo y espanto y De tales cuales abordó la novela histórica. En Minotauroamor recreó el mito de Teseo. Obtuvo, entre otros, el Premio Municipal" (17).

Alamos talados (18) fue distinguida en 1942 con el Primer Premio de Literatura de Mendoza, el Primer Premio Municipal de Buenos Aires y el Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura. Marcela Grosso y Marta Baldoni señalan la importancia de la inmigración en la novela: "El poder se ve amenazado por la presencia de lo otro, del elemento extraño: el inmigrante, figura que genera tres efectos correlativos: a) el enfrentamiento entre gringos y criollos, b) la exaltación del linaje y la hispanidad, c) el rechazo del progreso y las nuevas costumbres".

La clase alta, representada fundamentalmente por los abuelos, se mostraba bondadosa con los criollos y los inmigrantes, en general, aunque había excepciones: "El inmigrante aparece descalificado, caricaturizado (…) o mirado con simpatía, en tanto se ciña al mandato de la abuela y no compita en el circuito de producción económica. Don Ramón Osuna sentía un "desprecio soberano por los gringos, como él llamaba a cuantos no hablaran el castellano. Desprecio que alcanzaba a toda idea que de ellos proviniera. No quiso alambrar su estancia; sembrar era cosa de gringos y nunca el arado rompió sus tierras. (…) Decir "gringo" es un insulto (…) El atributo "criollo", en cambio, tiene connotaciones positivas (…) se convierte en una abstracción, en un símbolo de pureza racial y moral" (19).

La diferencia entre terratenientes e inmigrantes es señalada por uno de los personajes: "Doña Pancha aún no podía comprender cómo abuela había recibido, "con aire de visita", a uno de esos gringos bodegueros, decía ella recalcando la palabra con retintín. Ella no podía entenderlo y menos disculparlo. Entre tener una viña y tener bodega para hacer vino había un abismo infranqueable. Eran dos castas distintas, y la Pancha se había constituido guardián insobornable de esa separación".

Cuando las penurias económicas obligan a la anciana señora a talar los álamos, allí está un inmigrante, posibilitando que el lector saque conclusiones sobre la personal postura del autor: "Con el pie en el estribo de su auto rojo, el turco hacía anotaciones en una libreta. Uno, tras otro, caían los álamos de mi adolescencia" (20). Grosso y Baldoni sostienen que "La presencia invasora del inmigrante aparece metaforizada por el coche rojo del turco, que recorre el texto en varios capítulos". Acerca del propietario del vehículo comentan: "Claras son las connotaciones demoníacas que despliega este personaje (…) Las aspiraciones comerciales del turco, que exceden a las del agricultor contratado, lo convierten en una amenaza, un peligro para el sistema. La compra de la vid y de la madera es sustituida por la idea de usurpación, de estafa: el turco no compra sino que "se leva". Caída, atropello, usurpación, tala, profanación, son los efectos del ingreso del inmigrante en el sistema, que es quebrado sin posibilidades de restauración" (21).

Los criollos, que se agrupan bajo la protección de la señora y sus descendientes, ven como algo degradante el trabajo en la viña, pues nacieron para domar potros y para hacer tareas que exijan valor y destreza: " "Los criollos no somos muy guapos pa" estos menesteres, eso di" andar cortando racimitos son cosas pa" los gringos y las mujeres –había dicho Eulogio-. Ahora, lidiar con toros, jinetear potros, trenzar tientos de cuero crudo, marcar animales, ésas son cosas di" hombre" y hasta si se trataba de dar una manito para cargar las canecas, entonces se ajustaban el cinto y la faja, acomodaban el cuchillo en la cintura, "y no le hacían asco a juerciar un poco" " (22).

Quienes se interesan por el arte y la cultura conoceràn seguramente al arquitecto Luis Fernando Rodrìguez Querejazu, cuyos cursos audiovisuales son seguidos por gran cantidad de pùblico en diversas instituciones. Rodrìguez Querejazu no es sòlo arquitecto y docente. Es tambièn escritor, y ha cultivado en algunas de sus obras la vertiente autobiogràfica. Nos referimos a aquellas en las que aparece la historia reciente, en las que se presenta como protagonista desde su nacimiento.

Como Fernando de Querejazu publica El pequeño obispo (23), una novela "absolutamente autobiográfica, aunque parezca un disparate lo que ocurre allí", surgida de "la necesidad de homenajear a mis padres, que eran admirables" (24).

El 10 de febrero de 1926 llegó a América el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón Franco, concretando así una proeza histórica. Ese mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de Córdoba, veía la luz el protagonista de esta novela. Sus padre, de origen español, lo llamaron Fernando en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se produjo el aterrizaje.

Marino Gòmez- Santos, Premio Nacional de Literatura de España, explica què significaba para los hispanos el arribo a Amèrica del hidroaviòn: "El diagnòstico que resulta del estudio de la situaciòn polìtica, en lo cual coinciden algunas personalidades que merecen el mayor crèdito, es realmente alarmante. (…) Todo se olvida dìas despuès, cuando Ramòn Franco, Julio Ruiz de Alda, Duràn y Rada parten en el hidroplano Plus Ultra para llevar a cabo la heroica travesìa de Palos a la Argentina. Este raid aèreo es una hazaña maravillosa, y su onda expansiva, como noticia sensacional, llega a todos los rincones del mundo. Una vez màs los españoles sueñan con la proeza de llegar a tierras de Amèrica, ahora por el aire, cuya navegaciòn sigue siendo un azar, como en tiempos de Colòn lo habìa sido por el mar. Los pilotos, con elementales instrumentos de orientaciòn a bordo, llegan al punto de destino despuès de haber sufrido contratiempos y averìas tremendas. Despuès de la gesta del Plus Ultra, el viaje rutinario a Amèrica, a bordo de un aviòn, iba a ser posible enseguida. Una època sorprendente parece comenzar" .

"La euforia general es aprovechada por Primo de Rivera, quien, "consciente de la hostilidad que ha ido acumulàndose en torno a su persona, aprovecha la llegada a Madrid de los tripulantes del Plus Ultra. El 10 de abril el rey impone en el aeròdromo de Cuatro Vientos, la medalla que lleva el nombre del hidroplano famoso, asì como la del Mèrito Aèreo, a Ramòn Franco y a los demàs aviadores que habìan tomado parte en el raid Palos-Buenos Aires. Primo de Rivera se acoge espontàneamente a la popularidad del acto, en el cual don Alfonso XIII le impone la Gran Cruz de la Orden de San Fernando" (25).

La evocación del escritor, que se inicia en la fecha de arribo del hidroavión, tiene como escenario el querido paisaje de Canals, provincia de Córdoba, donde "se vivía bien, atrayendo a las poblaciones cercanas, en un gran radio a la redonda, que buscaban los atractivos de este centro vitalizador". En esta localidad, fundada por un naviero valenciano, no se conocían las desdichas; la naturaleza, pródiga, brindaba a los hombres todo lo necesario para ser felices. Su tesón y fe en el futuro de la nueva patria eran una fuerza vital y fecunda.

Fernando, el pequeño que despierta a la conciencia, será el reflejo de dos mundos unidos en la sangre nueva.

En Una ciudad junto al río, Jorge E. Isaac evoca la inmigración árabe que llegó a la Argentina. El escritor entrerriano fue distinguido con el premio "Presidente de la Naciòn" por sus cuentos regionales, con el Premio Municipal de Cultura de Concepciòn del Uruguay para obras teatrales, y con el lauro de la fundaciòn Arcien por su novela Antes que termine el siglo… En 1988, durante la Feria del Libro, el doctor Renè Baròn le entregò personalmente el premio que lleva su nombre, distinguiendo a Una ciudad junto al rìo (26) como la mejor novela editada durante los años 1986 y 1987. El jurado que lo otorgò -designado por la Sociedad Argentina de Escritores- estuvo integrado por Luis Ricardo Furlàn, Raùl Larra y Juan Josè Manauta.

La novela fue presentada en la Uniòn Arabe por el profesor Elio C. Leyes -"escritor y presidente de la Universidad Popular, autor de Voz telùrica de Gerchunoff, editado por el Ateneo Judeo Argentino "19 de abril" de Rosario" (27)-, quien "señalò que el libro bien podìa llamarse "Los gauchos àrabes", en justo parangòn –según dijo-con la celebrada obra de Gerchunoff, en la cual no debe haber escritor que haya profundizado tanto como èl" (28).

El Gobierno de Entre Rìos la declarò, por iniciativa del Consejo General de Educaciòn, de lectura complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a partir del sèptimo grado, recomendando su utilizaciòn en la enseñanza.

La obra està dedicada "a los inmigrantes àrabes –sirios y libaneses- y, por natural extensiòn, a españoles, italianos, alemanes, judìos, suizos, rusos, polacos, yugoslavos, y de cuanto otro origen y procedencia màs, que se lanzaron un dìa por los riesgosos caminos del mar a la aventura de "hacer la Amèrica" ".Partiendo de su propia etnia, la mirada de Isaac se vuelve abarcadora, hasta incluir a hombres de diversa procedencia.

Los siriolibaneses "comienzan a llegar a mediados del siglo diecinueve, pero arriban con mayor intensidad a partir de 1896, radicándose en colonias fundadas entre ese año y 1903. Se establecieron en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Misiones. Más tarde "llegaron al Noroeste, A Santiago del Estero y a Cuyo" (29).Y a la Patagonia fronteriza (30). Isaac evoca su gesta.

Un 10 de noviembre –nòtese la fecha elegida-, el autor fue, como de costumbre, a pescar. Ese dìa, algo inusual alterò la placidez de su hobby: un objeto centelleaba, entre las ruinas de una vivienda, a la luz del sol. Intrigado, se acercò a èl y vio que era un cofre. Una vez en su casa, lo abriò sin dilaciòn, y comprobò, con gran sorpresa, que era un libro de cuentos escrito en àrabe. Con su tesoro fue en busca de un editor, quien lo enfrentò a un problema: la obra no podìa editarse sin tìtulo, y el mismo debìa surgir de ella, como un resultado lògico. Una vez superado el obstàculo, nos hallamos ya en condiciones de emprender la lectura de estos papeles, a los que Isaac –empleando un recurso literario de larga data- no hizo màs que encontrar.

La acciòn transcurre durante el año 1925. Cada acontecimiento se detalla prolijamente, ya que estos papeles eran un diario personal. El autor del diario, un joven, cuenta sus andanzas por el puerto, desde donde podìa observar la llegada de los inmigrantes de diferentes nacionalidades, a los que reconocìa por sus costumbres y fisonomìas, aùn cuando ellos no habìan descendido del barco.

El protagonista evoca el momento en que los extranjeros arriban a la nueva tierra: "Los inmigrantes, aunque vengan en el mismo barco, llegan y descienden aquí de manera diferente según sea su origen que nosotros, con sólo mirarlos y hasta a veces sin oírlos, hemos aprendido a determinar con riesgo escaso de equivocarnos". Seguidamente, describe el desembarco de italianos, alemanes, españoles, judíos y árabes, señalando las peculiares características de cada grupo.

Sobre estos ùltimos, comenta: "Los àrabes –siriolibaneses- que disputan el tercer lugar a los alemanes en cuanto al nùmero de los que ingresan en estas regiones, son los màs independientes de todos. Es muy raro que arriben en parejas. Tan raro que nunca vi ninguna. Ellos emprenden el viaje solos y si descienden varios juntos de un barco y se comportan como parientes, es que se han hecho amigos durante el dilatado trayecto. En su mayorìa son cristianos, pertenecientes a la Iglesia Griega Ortodoxa".

"Cuando recorren la angosta planchada por la que descienden, muestran el gesto adusto, expresivo de la trascendencia que para ellos asume el primer contacto con la nueva tierra. Siempre observo que lo hacen moviendo los labios. Y aunque en manera alguna puede oìrse màs que un leve murmullo, yo sè que estàn diciendo, con la profunda y religiosa unciòn de un ruego: "Ayùdame, Dios mìo…" ". Luego, solos tambièn, acometeràn la empresa que alentaron en la intimidad de sus mejores sueños".

A este pormenorizado relato de costumbres se suman, como hilos paralelos de la acciòn, las narraciones de cuanto sucedìa en Arabia –que el joven conocìa con dos meses de retraso- y en el mundo entero, hacièndose especial hincapiè en los adelantos de la ciencia y la tècnica.

Afirma el escritor que "tiene la novela la misiòn fundamental de ir revelando aspectos poco conocidos de la inmigraciòn àrabe, que ocupa el tercer lugar, a continuaciòn de la española e italiana, entre las que le han proporcionado el fundamento humano que hoy posee el paìs. Destaca el individualismo de sus componentes, su coraje para internarse solos en las regiones menos hospitalarias y màs desoladas, y su decisiòn de insertarse en la nueva tierra sin prevenciòn alguna. Y expone una teorìa, que se apoya en los ocho prodigiosos siglos de dominaciòn en la penìnsula ibèrica, "teorìa no carente de sòlido fundamento", segùn señala en su nota de crìtica literaria La Prensa".

Le preguntamos què se propuso al escribir la obra. Nos responde: "El libro tiende a reflejar las caracterìsticas de las principales corrientes inmigratorias -especialmente la àrabe- al tiempo que me ocupo de sus costumbres, tradiciones y tendencias en sus actividades laboriosas, y lo hace con un sentido de inocultable admiraciòn hacia esos hombres y mujeres a quienes los unìa un antecedente comùn: su valentìa rayana en la heroicidad, al cortar las amarras sentimentales que los unìan a los lugares que amaban y a los seres queridos que quizàs no volverìan a ver màs. De esta manera desfilan en èl, tambièn, españoles, italianos, alemanes, judìos, polacos, griegos, y de otros orìgenes, y son ellos, con sus diàlogos y acciones, los hacedores de la obra y los constructores del tiempo en que se enmarca la novela".

Comenta que escribirla le llevò "Seis o siete meses. No màs. Mi paso por las redacciones de los diarios –de lo cual nunca termino de agradecerle al destino-, me ha proporcionado cierta soltura para expresarme. Me llevò sì, otro tèrmino parecido la inserciòn temporal de la obra. Necesitaba ubicarla entre 1918 y 1930. Aunque los aportes inmigratorios màs numerosos llegaron al paìs a fines del siglo XIX y principios del XX, requerìa algo màs cercano que le proporcionase cierta vital proximidad. Despuès de1918, porque terminada la que se llamò "Gran Guerra" –1914/1918- se reanudò el flujo de inmigrantes. Y antes de 1930, porque en ese año se detuvo, coincidiendo -por motivos que serìa extenso analizar ahora- con el comienzo de la declinaciòn del paìs".

Señala que es la suya "una obra cuidadosamente documentada". Recuerda la investigaciòn que llevò a cabo: "Estuve casi tres meses en los archivos hojeando La Naciòn y La Prensa de aquellos doce años, hasta que, al fin, se me aparecieron dos hechos, en fechas casi coincidentes, cuyo hallazgo justificò con creces el tiempo que me llevò buscarlos; ambos, de gran trascendencia nacional y repercusiòn universal. Uno: la rebeliòn acaudillada por Abd-el-Krim, cuyas primeras acciones resultan victoriosas, conmoviendo al mundo àrabe y, por consiguiente, a los inmigrantes de ese origen, pues nunca claudicarà en aquel el sueño de recuperar su perdida grandeza. Otro: el vuelo del Plus Ultra que emociona hasta el delirio a los españoles y a sus descendientes, pero que asume tambièn la singularidad de extenderse a las otras colectividades, de manera que, al tèrmino del vuelo, el jùbilo alcanza a todas y a todos por igual. No es posible leer los relatos de aquellos dìas sin que cierta emociòn, superando los años transcurridos, nos alcance de alguna manera. En La Naciòn, Leopoldo Lugones volcò su encendida prosa glorificando la hazaña".

No sòlo de los diarios provino la informaciòn: "tambièn hay otro tipo de fuentes, como la vida misma; muchos de los personajes fueron tomados de la vida real, como el alemàn que tenìa esa tremenda cicatriz en el lado izquierdo del rostro, o Don Amìn, quien, sin embargo, puede resultar el menos creìble de los personajes de la obra".

La novela tuvo un hermoso destino, pues fue seleccionada para obsequiarla al Papa: "Habìa que elegir un regalo para Su Santidad y -como podrà imaginar- no era nada fàcil. Alguien propuso regalarle un libro, un libro dedicado a los inmigrantes, cuyo tìtulo evoca un lugar como el que visitarìa Juan Pablo II. El ilustre visitante pronunciò, en el acto de su arribo, uno de los discursos màs emotivos que se hayan escuchado. Y su tema fue, por pura casualidad, claro… ¡los inmigrantes!". Luego, el libro partiò de esta tierra, con su ropaje de lujo, en el aviòn papal. Y allà està ahora. En el Vaticano, al que arribò en tan original manera" (31).

"Perla Suez (n. el 28 de noviembre de 1947 en Córdoba) es una escritora especializada en literatura infantil y juvenil, ensayista, novelista y traductora argentina. Se recibió de Profesora y Licenciada en Letras Modernas en la Universidad de Córdoba. También estudió, en la misma universidad, Psicopedagogía y Cinematografía. Entre 1885 y 1989 dictó talleres en el marco del Plan Nacional de Lectura de la Dirección Nacional del Libro.

Cofundó el CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) y lo dirigió desde 1983 a 1990. Creó la revista Piedra Libre, que dirigió hasta 1995. Realizó la traducción de Le loup est révenu de J. De Pennart. Fue jurado en diversos concursos literarios (32).

Acerca de su novela Memorias de Vladimir (33), ella escribe: "Nací en Córdoba. Me crié en Basavilbaso, un pueblo de la provincia de Entre Ríos. Muy cerca de donde transcurre una etapa de la vida de Vladimir. A medida que la historia avanzaba me reencontraba con espacios vividos. Sabía que estaba escribiendo un episodio de mi vida. Buscaba dentro mío una voz propia que naciera de mis palabras. Soy nieta de inmigrantes judíos que escaparon de Rusia en la época en que el zar Nicolás II los perseguía. Durante el tiempo en que trabajé en este libro estuve muy preocupada por la suerte de mi personaje. Sentí ternura por él y esa ternura no me abandonó hasta el final. Mi personaje habla en esta historia como lo hacía mi abuelo. Vladimir tiene un aire a mi padre. Vera, el gran amor de Vladimir se me figura a mi madre" (34).

Relata el protagonista: "Nací en la aldea de Porskurov hace mucho tiempo. El zar mandaba en Rusia, el zar Nicolás II. No conocí a mis padres. Fui criado por mi tío Fedor. A los diez años hachaba leña de la mañana a la noche por apenas un copec. (…)Tío Fedor era colchonero, guardaba la máquina de cardar en el cobertizo. A veces para soportar el miedo yo cardaba lana. Cuando oía chirriar el cerrojo de la puerta y reconocía sus pasos, mi corazón volvía a su remanso".

La novela fue galardonada con el White Ravens, 1992, Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich, Alemania, y ALIJA, Asociación Argentina de Literatura Infantil, Sección Nacional del IBBY.

Polifacético autor, es novelista, escritor de cuentos, periodista cultural, ensayista, guionista de cuentos y cine, autor teatral, humorista, traductor etc. Como periodista, ha colaborado en numerosos periódicos y revistas de habla hispana.

En su vertiente de novelista, se caracteriza por tratar frecuentemente temas y personajes judíos (ese era su origen), con finas descripciones y con gran sentido del humor. En la periodística, sus ensayos y artículos, están muy bien documentados y analizados con rigor. Ha recibido varios premios, traduciéndose sus obras a varios idiomas (35). Es el autor de El alma al diablo.

"A pocas cuadras de donde vive Mordejai, en el Once, el barrio judio de Buenos Aires, se alza una casa misteriosa y cerrada muy distinta de la que habita el con su familia. Luego de varios anos, cuando Mordejai esta por cumplir los trece, los habitantes de aquella casa regresan, acompanados de una oscura historia; la curiosidad y el azar llevan a Mordejai a involucrarse en una trama de suspenso que derivara en la verdad" (36).

Dimitri es el nieto de Vladimir. En Dimitri en la tormenta (37), "Dimitri y su abuelo ayudan a Tania, que viene escapando del nazismo, a entrar al país. A través de lo que la mujer cuenta, el chico irá descubriendo el horror de la guerra. Comprenderlo se le hace difícil, muy difícil. Una novela donde se entrelazan sin tapujos tristeza, odio y dolor con momentos de intensa felicidad. Any, el amor y la emoción profunda de cumplir trece años y festejar el barmitzvá" (38).

Relata Tania: "Con el anillo de brillantes de mi madre compré a uno de los comandantes y escapé. Vagué por cloacas, estuve en una iglesia donde un sacerdote me ayudó. Disfrazada de mendiga, pude llegar a la bahía de Gdansk. Y logré esconderme en el barco carguero en el que llegué".

Esta novela fue seleccionada por la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina (ALIJA) y por la Fundación de Lectura, Fundalectura, Bogotá, Colombia, entre los mejores libros para jóvenes.

María Teresa Andruetto "naciò en Arroyo Cabral, provincia de Còrdoba, en 1954. Es egresada de la carrera de Letras, de la Universidad Nacional de Còrdoba. Ejerciò paralelamente el periodismo y la docencia. Publicò Palabras al rescoldo, Pavese y otros poemas y Kodak (poesìa), Tama (novela, Primer Premio Luis de Tejeda/92) y Todo movimiento es cacerìa (cuentos) y diversos libros para chicos y jòvenes. Contribuyò a fundar y trabajò durante años en un centro especializado en literatura juvenil (CEDILIJ) y fue secretaria de redacciòn, entre 1987 y 1996, de la revista Piedra Libre. Ejerce la docencia en el nivel terciario, coordina talleres de escritura y asesora diversos proyectos docentes en su especialidad" (39).

En varios de sus libros aparece el tema de la inmigraciòn, que ella conoce bien de cerca, ya que desciende de inmigrantes. A Stéfano (40), una de sus novelas, nos referiremos seguidamente.

En esta obra, dedicada a su padre, relata la vida de un inmigrante italiano que llega a nuestro paìs con su bagaje de ilusiones y recuerdos. En tiempos de guerra, en Italia, la pobreza llega a extremos patéticos. La madre del protagonista ha encontrado un ave. Años después, el hijo recuerda: "La veo en la cocina: saca agua de la que hierve en un latón, echa el agua sobre la torcaza muerta y la despluma con dedos diestros, luego la chamusca sobre la llama y la desventra. Lava víscera por víscera, desechando sólo la hiel amarga. Cuando está limpia, la divide en cuatro y dice: Tenemos para cuatro días. Yo no digo nada, sólo miro cómo separa una de las partes y luego oigo que me envía a guardar las tres restantes sobre el techo de la casa, para que el sereno las mantenga frescas. Cuando regreso, está sacando de la bolsa harina de maíz. Mete la mano hasta el fondo y yo escucho el ruido que hace el tazón al raspar la tela. ¿Alcanza?, pregunto. Para esta vez, dice. ¿Y mañana? Dios dirá".

La autora nos ha confirmado la condiciòn autobiogràfica de ese episodio: "el hambre de mis abuelos y tambièn el de mi padre durante la guerra (el episodio del huevo –lo blanco o lo amarillo- y el flan de huevos son literalmente episodios de su vida)" (41).

Stèfano se despide de su madre, viuda y sin màs hijos, quien no quiso acompañarlo en la aventura por el nuevo mundo. La partida es desgarradora para ambos, no obstante haber sido anunciada con años de anticipaciòn por el muchacho. La mujer "distinguiò, por sobre la distancia que los separaba, los tiradores derrumbados, el pelo de niño ingobernable, la compostura todavìa de un pequeño. Sabìa que correrìa riesgos, pero no dijo una palabra, la mirada detenida allà en la curva que le tragaba el hijo. A poco de doblar, cuando supo que habìa quedado fuera de la vista de su madre, Stèfano se secò los ojos con la manga del saco".

Luego vendrìa la travesìa en el Syrio, el naufragio. A Stéfano le toca en suerte un viaje accidentado: "En medio de la noche los ha despertado la tormenta, el ruido del agua contra la banda de estribor. El llanto de un niño viene del camarote vecino o de otro que está más allá. Aquí donde ellos esperan, nadie grita, sólo el hombre de jaspeado dice que el mar esta noche no quiere calmarse y es todo lo que dice; habla con serenidad, pero Stéfano sabe que está asustado. Al llanto del niño se han sumado otros, pero nadie ha de tener más miedo que él, que quisiera que a este barco llegara su madre y lo apretara entre los brazos y le dijera, como cuando era pequeño y todavía no soñaba con América, duerme, ya pasará".

Llegan los sobrevivientes. Stèfano se hospeda en el Hotel de Inmigrantes: "El hotel está a pocos pasos de la dársena; tiene largos comedores y un sinfín de habitaciones. Les ha tocado un dormitorio oscuro y húmedo. En la puerta, un cartel dice: Se trata de un sacrificio que dura poco. (…) Los dormitorios de las mujeres están a la izquierda, pasando los patios. Por la tarde, después de comer y limpiar, después de averiguar en la Oficina de Trabajo el modo de conseguir algo, los hombres se encuentran con sus mujeres. Un momento nomás, para contarles si han conseguido algo. Después se entretienen jugando a la mura, a los dados o a las bochas". Comienza la vida americana del inmigrante.

El muchacho y su amigo se trasladan al campo del tìo de este ùltimo, en el que comprende que, por mucho que se esfuerce, nunca tendrà un puesto similar al de su compañero de viaje. Se inicia en la mùsica y se integra a un circo, hasta que finalmente se establece, forma pareja, y la vida le regala la felicidad de un hijo.

Este es –muy resumido- el argumento de la historia que està destinada a lectores adolescentes, pero que puede ser leìda con sumo interès por los adultos. Tanto unos como otros encontraràn en ella ecos de lo que les han relatado sus mayores, atisbos de la misma esperanza y el mismo dolor, narrados con maestrìa por una escritora que sabe hacernos vibrar con su pluma y que presenta interesantes recursos estilìsticos, como el manejo del tiempo y el cambio de registro en la narraciòn.

La novela permite que los jòvenes de hoy, bisnietos de quienes vinieron a "hacer la Amèrica" comprendan cuànto debieron abandonar sus mayores y cuànto encontraron aquì. Al mismo tiempo les permitirà disfrutar de la lectura de una obra muy bien escrita, que no por abordar un tema con sentimiento, deja de lado la riqueza de la literatura cultivada con talento.

Cecilia Pisos es la autora de Como si no hubiera que cruzar el mar (42), novela con la que resultó Finalista del Premio Jaén de Narrativa Infantil y Juvenil (Alfaguara y Caja General de Ahorros de Granada), Granada, España, 2003 (43). En esa obra, "Carolina tiene doce años y viaja por primera vez sola en avión hacia Madrid, donde la espera su tío. La acompañan las cartas de María, su bisabuela, que también cruzó el mar sola, pero en barco y desde España hacia la Argentina. Aunque las épocas son muy distintas y las historias se cruzan, las vivencias se parecen mucho y esas cartas le sirven a Carolina para crecer y entender tantas cosas que le suceden en ese país tan distinto y a la vez tan similar al suyo. Cartas, relatos, canciones, chistes, charlas telefónicas, recetas de cocina y muchos otros géneros pueblan esta novela inteligente y emotiva, que atrapa página tras página" (44).

En una de las cartas, escribe la bisabuela María del Pilar, que dejó su Santa Cruz de Portas: "Buenos Aires es muy grande. Tiene ruidos y olores extraños y las voces que se escuchan son de muchas partes, así que todos hablan pero no creo que ninguno se entienda. A mí me cuesta: dos o tres veces tengo que intentar hasta que encuentro a alguien que me hable en español y a quien yo pueda preguntar por una calle o un sitio cualquiera".

Lydia Carreras de Sosa nació en Rosario (Argentina) en 1949 Y allí vive. Actualmente es profesora de Inglés. Ha publicado una docena de cuentos para adultos. Para ella la Literatura Infantil y Juvenil es un desafío fascinante ante el que se enfrenta a diario. Busca la atención de los jóvenes a través de situaciones de la vida real (45).

A principios del siglo xx, cinco de los hermanos Centenera deciden emigrar a la Argentina, tierra de oportunidades. Huérfanos, jóvenes y sin trabajo, emprenden el viaje en barco, llenos de ilusiones. Pero cuando están a punto de llegar, la hermana pequeña desaparece. Incapaces de enfrentarse a esta tragedia, y perdidas todas las esperanzas de hallarla, juran no volver a mencionar el hecho y seguir adelante con sus vidas. Con el tiempo, Joseph, uno de los hermanos, rompe la promesa y cuenta todo a una amiga, quien va a ayudarlos a desvelar la verdad (46).

"El día que Mijaíl preguntó por Ángela y el carnaval, Sabino escuchó el retintín de la desgracia, el cencerro de la muerte. Bien sabía que cuando la tragedia se pone en movimiento, ya no hay quien la detenga.

Una plaza en la parte vieja de la ciudad. Un vendedor de yuyos que llegó desde Bolivia huyendo de la miseria. Una muchacha que no pudo vivir más allá ni más acá de su hermosura. Y el carnaval en el barrio de San Pedro, saturado de humo de frituras y de ensueños. Campo de batalla contra la muerte entre guerreros coloridos y emplumados. En donde caen las máscaras sociales y todos son iguales. Por un rato.

Presagio de carnaval cumple las reglas de la tragedia. Un destino fatal que se inició con el primer hombre y continúa su marcha.

Liliana Bodoc inaugura con esta novela una nueva etapa en su deslumbrante narrativa: Presagio de carnaval es una novela trágica que, lejos de la fantasía, reflexiona sobre las miserias de la existencia humana (47)".

Liliana Bodoc nació en Santa Fe, el 21 de julio de 1958. Es autora de "La Saga de los Confines" que incluye las novelas "Los días del Venado", "Los días de la Sombra" y "Los días del fuego". Publicó también la novela juvenil "Diciembre Súper Álbum" y el libro de cuentos "Sucedió en colores". Recibió el Premio a la Mejor Obra Literaria Juvenil de la Fundación el Libro (2000), la distinción White Ravens (IBBY, 2000 y 2001), el Premio de Narrativa de la Fundación Fantasía Infantil y Juvenil (2001), la distinción Destacado de Alija (2003), el Premio Calidoscopio (2003) y el Premio Konex (2004)" (48).

Norma Huidobro nació en Lanús, provincia de Buenos Aires, en 1949. Es egresada de la carrera de Letras por la Universidad de Buenos Aires. Dictó clases de Lengua y Literatura en colegios secundarios y coordinó talleres literarios. Actualmente se desempeña como asesora literaria. Ha publicado Octubre un crimen, El misterio del mayordomo, El misterio de la casa verde, El sospechoso viste de negro, Sopa de diamantes y, en esta misma colección ¿Quién conoce a Greta Garbo?, que fue finalista del premio Norma-Fundalectura del año 2000. Recibió también, entre otras distinciones, el Premio El Barco de Vapor (2004) y Premio Clarín de Novela (2007)" (49).

Partes: 1, 2, 3
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