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Vida y obra de Alejandro Casona (página 3)


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El teatro y la crítica

"Yo creo que el teatro debe concebirse en lírico, pero realizarse en dramático", decía Casona en 1935, encontrando adecuada fórmula de expresión a la característica uniforme de su teatro. "… El teatro no es una literatura fundamentalmente. No es el libro lo que me incomoda únicamente, sino esto puesto en pie, con luces, con dirección, con la actriz, con el actor, con el público. Ahí está lo fundamental. La gran aventura del teatro es la muchedumbre", añadiría casi treinta años después, al volver a España. "Tengo que escribir paseándome, saliendo por los jardines y caminando entre pinares, entre árboles que huelan. Así suelen producirse en mí las ideas para una comedia. Después, lo que se llama escribir el tema, enamorarse de él…, una vez que he inventado el tema y que lo encuentro, cuando me siento a escribir no me cuesta esfuerzo alguno", explicaría. Cuando al regresar a España, su teatro triunfaba de forma poco menos que apoteósica, diversas críticas despertaron ardientes polémicas, canalizadas fundamentalmente en torno a su interpretación del realismo: "¿Qué les pasa conmigo? ¿Cómo, después de llevar tantos años escribiendo y estrenando comedias, puedo ser juzgado de un modo tan subjetivo? ", arremetía Casona en una entrevista con José Monleón, publicada en la revista Primer Acto en enero de 1964. Inmediatamente, con convencimiento, explicaba su idea de lo que en arte debe entenderse por realismo: "Yo he llevado el teatro del pueblo, formando parte de las Misiones Pedagógicas, por más de 500 pueblos de España. Recuerdo aún cuando llegamos a Sanabria. Iban médicos, ingenieros, peritos agrícolas… Pintamos y decoramos la escuela. Construimos un camino hasta su puerta. Estudiamos el plan de cultivos más adecuado; aún recuerdo que pedimos trigo del Canadá y que los resultados fueron magníficos. Mi trabajo fundamental era dirigir una compañía de teatro creo que las representaciones deslumbraban a las gentes más que todo el resto. Me acuerdo, como si le viese ahora, que una tarde montamos "El dragoncillo", de Calderón. Un campesino con actitud despectiva, sacaba los grumos del tabaco cuando se levantó el telón. Se había pegado el papel de fumar al labio y le pasaron los 40 minutos en un segundo. Cuando acabo la representación sintió una especie de sobresalto… Yo creo que cada cual cumplía una función; la mía era el teatro; la del otro, decirle al campesino la mejor época de siembra. Y, con decir esto no desprecio el trato político- social que, al contrario, respeto. Simplemente yo hago mi teatro"; Autonomía que defiende con insistencia: "Yo no miento jamás en mi teatro. Hago el teatro que me sale y responde a mí por su sinceridad. Mi obra es unitaria y basta leer un par de escenas para que cualquier crítico lo identifique como mío. Nunca he escrito sirviendo ideas o afectos ajenos. Como decía el poeta, el vaso es pequeño, pero limpio y mío…" Sabe, incluso, justificar histórica y circunstancialmente las líneas maestras de un teatro que, proyectado en América, es decir, "en casa ajena", no podía ni denunciar, ni instruir: "Tenía que escribir el teatro del amor, del odio, de la venganza… Por eso se me puede acusar, con razón, de estar desligado del dato contingente, pero no del hombre. Su ininterrumpida actividad como guionista de cine, colaborador radiofónico, articulista, ensayista, conferenciante, adaptador y traductor de obras ajenas, Alejandro Casona escribe, y estrena, hasta su regreso a España, esta extraordinaria nómina de obras, todas ellas, según alguno de sus críticos, de calidad admirable: "Las tres perfectas casadas" (1941);" La dama del alba" (1944) "La barca sin pescador" (1945); "La molinera de arcos" (1947); "Los árboles mueren de pie" (1949); "La llave en el desván" (1951); "Siete gritos en el mar" (1952); "La tercera palabra" (1953); "Corona de amor y muerte" (1955); "La casa de los siete balcones" (1957); "Carta a una desconocida" (1957), y "Tres diamantes y una mujer" (1961).

Buena parte de esta labor escénica de veinticinco años será traducida a diversos idiomas – entre ellos el hebreo – y se representará en los teatros más importantes dentro y fuera de Europa.

El éxito internacional alcanzado por Casona no impidió que éste se viera asaltado frecuentemente por la nostalgia de su tierra natal. Esta nostalgia comenzó a hacerse insufrible a partir de1955. La necesidad del regreso se va haciendo imperativa tras su breve escala en Barcelona – donde ve a su padre, ya muy anciano – durante un viaje a Francia y Portugal; tras el recuerdo fresco de la patria que le lleva su propia esposa, que visita España en 1958; y, definitivamente, tras su propia estancia en Madrid durante algunas semanas de 1961. Por fin, en abril de 1962, la familia Casona abandona de forma definitiva Buenos Aires para fijar su residencia en Madrid, donde se representa el 23 de abril de ese mismo 1962"La dama del alba", con el mismo clamoroso éxito de público que tendrán las representaciones de:" La barca sin pescador" (16 de febrero de 1963); "Los árboles mueren de pie" (18 de diciembre de 1963), o "La casa de los siete balcones" (29 de marzo de 1964). Una a una van representándose en España las obras que ya había obtenido gran resonancia en los ámbitos teatrales extranjeros. Con estas representaciones, Alejandro Casona va reencontrándose con el público español, que, en honor a la verdad, le recibió con los brazos abiertos. No se necesitó mucho tiempo para que Casona se viera alzado a la cima de la popularidad: de todas partes se le llamaba para dar conferencias.

"El caballero de las espuelas de oro"

La última de las obras escritas por Casona, primera que vio la luz en España tras su definitivo regreso en 1962, es "El caballero de las espuelas de oro". Retrato dramático en dos tiempos, dividido en ocho cuadros, cuyo personaje central es Don Francisco de Quevedo.

De ella dice Federico Carlos Sainz de Robles que "es obra que se aparta radicalmente del resto de la producción escénica de Casona". La razón de este radical apartamiento hay que buscarla en la propia circunstancia histórica que como autor teatral tuvo que vivir, y vivir dramáticamente, Alejandro Casona a su vuelta a España.

La idea del regreso había sido obsesiva para el autor de "La dama del alba" desde mediados los cincuenta; en sus pensamientos ocupaban un lugar destacado no sólo los asuntos materiales – traslado, búsqueda de piso…- y de adaptación a la situación política de España sino también una honda preocupación por el lugar que le correspondería en el panorama teatral español de los 60. Era consciente Casona de que durante el cuarto de siglo que había permanecido desligado del quehacer escénico español debían haberse producido en éste cambio que podrían hacer peligrar el prestigio que como dramaturgo le había acompañado desde el estreno de: "La sirena varada" y "Nuestra Natacha."

Para cerciorarse, y precaverse, de los efectos de estos posibles cambios, durante una breve estancia en Madrid en 1961 hizo que su amigo Sainz de Robles le trazara, muy en detalle, el panorama del teatro español contemporáneo. No hay que dudar que tan sagaz crítico le haría ver que los autores españoles no habían permanecido estancados sino, muy al contrario, abiertos a todos los vientos renovadores que se habían levantado en los teatros mundiales de la posguerra. Le habría hecho observar, también, el fuerte compromiso que los dramaturgos más jóvenes tenían con la realidad inmediata, compromiso que había acarreado un sensible cambio de tono en el lenguaje de la escena, y en el modo de entender la propia función del teatro.

Durante esta misma estancia de unas semanas en Madrid -recordemos, en 1961 – Casona tendría oportunidad de asistir en directo al éxito clamoroso que estaban obteniendo las obras de Buero Vallejo pertenecientes al luego denominado "ciclo histórico". "Un soñador para un pueblo" (1958) y "Las Meninas", cuyo estreno estaba aún reciente (diciembre de 1960). Estas obras según Ruíz Ramón,"toman sus materiales del pasado histórico sin intención ni empeño alguno de recrearlos históricamente, si no como trampolín o espejo y como mina de significaciones cara al presente y como "modelos" en el sentido que la sociología da al vocablo".

No hay duda del influjo que "Las Meninas" ejercieron en Casona a la hora de redactar la que sería su última obra. Sobre el paradigma del drama histórico de Buero comenzó a investigar concienzudamente en la vida y obra de Quevedo, figura que, según el propio dramaturgo, le había interesado desde siempre pero que en su opinión sólo podrían tener interés para el público español. Así pues, ya desde 1961, Casona trabajaba en esta obra. Sin embargo, frente a la relativa facilidad con que había producido todas sus creaciones anteriores, ésta se le fue resistiendo y no vio la luz hasta finales de 1964. Casona quería dar al público el producto más acabado de su arte. Pero la dificultad estribaba en el esfuerzo de adaptación a las corrientes teatrales actuales que estaba haciendo. Este esfuerzo de adaptación le había hecho renunciar a los temas y técnicas a las que había permanecido fiel desde "La sirena varada"; le había hecho renunciar, según afirma F.C. Sainz de Robles, hasta su propia voz poética para dar paso a la del propio Don Francisco de Quevedo.

Las características fundamentales del teatro de Casona anterior al Caballero… se han solido resumir en dos notas esenciales; su lirismo por un lado y la mezcla de fantasía y realidad por otro. Ambas notas estaban presentes ya en su primera obra estrenada y el propio Casona fue consciente así se lo dice a José Monleón en una entrevista publicada en 1964 en Primer Acto de que tal vez todo su teatro "responda a un desarrollo del mundo esbozado en La sirena varada, que fue, por otra parte, una revolución en el panorama teatral español de preguerra". Y puntualiza más adelante:

"También fue nueva la intervención de la lírica excesiva, hoy lo reconozco, pero entonces lo sentía así y un enfrentar la realidad y la fantasía, triunfando finalmente la primera a pesar de vestir a esta última con las mejores galas".

La novedad del teatro casoniano en1934 es puesta así de relieve por F.C. Sainz de Robles:

"¿Por qué La sirena varada nos parece distinta a las obras teatrales vigentes en la España de 1934? Ante todo por su intención: no intenta defenderse con frases ingeniosas ni con diálogos de oportunidad social; no pretende reflejar un costumbrismo facilón en tecnicolor eficiente; desdeña los efectos -trucos- de un realismo crudo, espejo de muchas vidas similares o parecidas a las sumadas en la sala del espectáculo; repudia el chiste rebuscado y la situación retrucada; rehuye el vocabulario corriente y moliente y la táctica para alcanzar epidérmicas reacciones. La intención de Casona en su comedia juzgada suma una serie de problemas planteados por vez primera sobre los escenarios: la dignificación de la frase en su mejor expresividad lírica y la dignidad de la idea en su secreto más engolosinante; la superación del realismo ortodoxo en un plano de identificación con el mundo de los soñado, de lo imprevisto, de lo asombrosamente revelador; la caracterización de los personajes no por su palabrería y por sus respingos sociales, sino por su voluntad subterránea de evadirse de las trampas de lo vulgar; la revalorización del instinto como inspiración vital, y con él las potencias subconscientes e inconscientes; la recuperación de la realidad normal de las verosímiles y asequibles sorpresas de la realidad extraordinaria; la armonía de lo vivido y de lo anhelado no como incidencia, sino como coincidencia".

Los mismos valores pueden encontrarse en "Prohibido suicidarse en primavera" (1937) o en "Los árboles mueren de pie" (1949), en las que se plantea el mismo enfrentamiento entre realidad y fantasía. Podemos decir que durante toda su vida Casona fue fiel a los planteamientos dramáticos de su juventud, profundizando, si cabe, cada vez mas en su posición lírica (buena prueba de ello son "La dama del alba" (1944) y "La casa de los siete balcones" (1957).

En América, estas constantes le habían franqueado siempre las puertas del éxito, a pesar de que ninguna de sus obras reflejara los problemas del momento. Al llegar a España el público español pareció reaccionar de igual modo. Una a una fueron estrenándose en los escenarios españoles las obras que durante veinticinco años de exilio había producido Casona. Todas con gran éxito de público. Un público que fervorosamente aplaudía al mito Casona que había ido forjando desde su partida en 1937.

Pero el dramaturgo, que, como he dicho, conocía ya el cambio que en la escena española se había producido desde que ganara el premio Lope de Vega la obra de Buero "Historia de una escalera" (1949), se sentía cada vez más inquieto y desasosegado. La crítica joven le pedía con insistencia una obra nueva no estrenada fuera de España y se mostraba cada vez más recelosa de que el dramaturgo pudiera adaptarse a los nuevos tiempos. El recelo se convirtió en franca hostilidad. A medida que se iban representando las obras de Casona se iban sucediendo también en las revistas especializadas, ínsula y primer acto primordialmente, las críticas más negativas. Ricardo Domenech denuncia la falta de actualidad de las obras de Casona. "Que si cuando nacieron ya eran viejas, hoy nos parecen piezas de museo"- , su poca utilidad en un momento en que los dramaturgos han optado por dar "la batalla a favor de un arte realista, comprometido, responsable" con el que nada tiene que ver con el teatro casoniano, "teatro poético, teatro donde la realidad es presentada a través de un laborioso proceso de alquimia, teatro que cuida más de lo retórico de una frase que de su verosimilitud en el lenguaje cotidiano, teatro, en fin, que nos da una versión amable y convencional de la vida y donde todo lo que puede tener una entidad trágica se diluye y se esfuma por obra y gracia de un afán esteticista…

A estas críticas se unen A. Fernández Santos y José Monleón, para quienes el teatro de Casona es, como para Domenech, un teatro lírico alejado del teatro realista y social vigente, un teatro de "evasión".

Estas opiniones acerca de su teatro hacen mella en el ánimo de Alejandro Casona, acostumbrado desde sus comienzos a un éxito sin fisuras. La experiencia del retorno se le convierte en una experiencia agridulce en la que se mezclan los aplausos del público y el acíbar del rechazo de los críticos. Vive desasosegado y en ocasiones su nerviosismo le vuelve irascible incluso en público. Resulta casi patético observar cómo interpela directamente a los críticos del Primer acto en una entrevista publicada en enero de 1964. Según palabras de J. Monleón, Casona fue directamente al asunto que le inquietaba preguntando: "¿Qué les pasa conmigo? ¿Cómo después de llevar tantos años escribiendo y estrenando comedias, puedo ser juzgado de un modo tan subjetivo? ".

También es patente su amargura en las palabras que dirige a Antonio Gala desde las páginas del número 51 (1964) de Primer acto, en que se publica el texto de "Los verdes campos del edén":

"Si hoy vengo otra vez aquí es simplemente a avisarte de un grave peligro que estas corriendo, porque has tenido el atrevimiento inaudito de llegar a la escena española con tu carga fresca de humor, de poesía y de ternura precisamente en un momento en que la sonrisa empieza a estar muy mal vistas entre los que dictan la moda en nuestro teatro. Tan mal vistas que, de seguir así, pronto estarán las cosas condenadas a destierro en nombre de un mal llamado "realismo", mucho más falso en su imitación de la realidad que aquella magnífica "mentira desnuda " en que el teatro tuvo su nacimiento y sus siglos de oro."

El esfuerzo que debería hacer para adaptarse al teatro realista imperante en aquellos días, no hay duda, tenía que resultar en extremo doloroso para un hombre que se había forjado en el credo estético del lirismo y que creía firmemente que "por mucho que los dictadores de la moda truenen contra la poesía, no creo que nadie pueda expulsarla jamás de los escenarios, que son su casa solariega".

El fruto de este esfuerzo, como he dicho, es "El caballero de las espuelas de oro", que el propio autor -recuperamos aquí la voz de Casona – resume así a José Monleón en la entrevista antes citada:

"El protagonista es Quevedo, un personaje que me atrajo siempre. Hasta ahora no he podido escribir la obra meditada durante tantos años: ¿Qué Quevedo, iba yo a presentar en América? Es aquí donde debo gritar, donde Quevedo tiene una significación, donde se le puede entender… Muchos me han dicho que la figura de Quevedo no es buena para el teatro porque "le falta mujer". Pero yo creo que hoy el público acepta la problemática del hombre solo. Además, en la vida de Quevedo si hay mujeres. Quizás el mejor soneto en lengua castellana es el que dedicó Quevedo a una mujer que conoció en Italia, y que aparece en mi obra con el nombre de Laura. En mi pieza, al final de su vida encuentra a Sanchica, una manceba de catorce años, que viene a personificar la visión de una España mejor. "El caballero de las espuelas de oro" es un drama dividido en dos partes, con un intervalo en el que se suponen transcurridos veinte años. En la primera parte aparece Quevedo en constante lucha y en agitada crítica contra su tiempo. Quevedo es el Señor de la Soledad, como los pícaros o los caballeros auténticos de la época. En la segunda parte vemos un Quevedo agitado en apariencia. En realidad ha dejado de ser un polemista para consolidar su condición revolucionaria. Se le ofrece una embajada, que Quevedo rechaza. Su lucha con el Conde- Duque de Olivares acaba por llevarle a la cárcel de San Marcos, de León, donde soporta grillos en pies y manos. De allí sale incapacitado para escribir y se refugia en su casa de Villanueva de los Infantes, donde muere. En Villanueva encuentra a Sanchica, una muchacha de la región a quien gustan las ventanas abiertas y la verdad gritada. Quevedo muere en sus brazos. En cuanto al título, lo he sacado de esas espuelas de oro que, según dicen tenía Quevedo para la muerte, que, naturalmente, le robaron al morir. Quevedo era cojo, y las espuelas de oro tenían un signo no sé si de revancha o desafío. Es en esta superación de su limitación física donde la anécdota adquiere categoría de título."

Como se desprende de este resumen, "El caballero de las espuelas de oro" -pretende adherirse al paradigma del drama histórico propugnado por Buero. Pero Casona no pudo desembarazarse de su talante lírico y a pesar del éxito de público que obtuvo -desde que se estrenó, primero en Puertollano, después en Madrid (1 de octubre de 1964) alcanzó cerca de mil representaciones- la crítica más joven siguió manifestándose insatisfecha. Ángel Fernández Santos se refería al Caballero… afirmando que "su primera obra" "española" después de tantos años, nada nuevo aportaba a lo que ya habíamos visto en las "argentinas" la misma prosa, el mismo lirismo, las mismas estructura poéticas y mentales.

Llama la atención este juicio que denuncia la persistencia casoniana en sus esquemas y el totalmente contrapuesto de Saíz de Robles, para quien "El caballero de las espuelas de oro" es un flagrante caso de infidelidad.

La verdad es que el texto de El caballero… evidencia signos de ambas cosas por un lado una voluntaria cesión de la voz propia a favor de la del personaje; por otro, pasajes enteros de un contenido lirismo.

Poseedor de una técnica consumada para la adaptación de obras clásicas, Casona presenta a un Quevedo verosímil gracias a la incrustación en el diálogo dramático de párrafos enteros tomados literalmente de las obras de Quevedo. Es tal la maestría con que los incrusta que sólo tras un minuciosísimo examen del texto escrito es posible reconocer las fuentes, por lo demás, confesadas por el propio dramaturgo: Memorial pidiendo plaza en una academia, Premática del desengaño contra los poetas gueros, aguja de navegar "cultos" capitulaciones matrimoniales, Vida de la corte y oficios entretenidos de ella, Premática de las cotorreras, la culta latiniparla, El siglo del cuerno, Los sueños, etc.

También los textos poéticos quevedianos reviven en boca del personaje casoniano, bien reproducidos fielmente -caso del famoso soneto "Cerrar podrá mis ojos…"- bien manipulados a gusto del autor, como es caso de unos versos de la jácara de Quevedo "Relación que hace un jaque de sí y de otros"…

El realismo histórico de Casona se sustenta casi exclusivamente en esta mímesis lingüística puesto que al lado de episodios realmente documentados en la biografía del genial autor de "Los sueños" y de la presencia en escena de personajes que convivieron con él o al menos transitaron por la España de la época, aparecen escenas totalmente inventadas, bien por la leyenda popular, bien por el propio Casona. Tampoco el rigor cronológico le preocupa. Su única preocupación es presentar un Quevedo que, como reza la cita del Marco Bruto que figura al frente de la obra, amoneste "lo que debe hacer el vivo".

A la superficie del texto pretendientemente realista afluyen, sin embargo, como dije antes, ráfagas del talante poético del Casona de siempre: Las escenas en que se vive el imaginario reencuentro entre Monna Laura y Quevedo, con la inserción del conocido soneto; las escenas en que aparece Sanchica… Sanchica, nombre que quiere simbolizar el pueblo llano, real, sin instrucción…, pero nutrido por la canción, por la poesía.

Proliferaron las tesis doctorales sobre la vida y sobre la obra del dramaturgo asturiano; se le hacían múltiples entrevistas tanto en las revistas especializadas como en las de sociedad; se leían y representaban por doquier, sus obras pero si la popularidad le acompañaba, la salud se negó a hacer lo mismo: una vieja dolencia cardiaca, se le fue agravando y hubo de someterse a una operación quirúrgica en julio de 1965. La recuperación no fue posible y falleció, tras una nueva intervención, el 17 de septiembre de 1965.

Ejes fundamentales en el teatro de Casona

Todo el teatro de Casona gira en torno a tres ejes fundamentales: el amor, Dios y la muerte. Parece raro que la obra de renombre de un autor como es Casona, pueda resumirse en tres protagonistas tan claros, pero es así: Dios, el amor y la muerte.

Para entrar en materia hay que entender primero tres conceptos fundamentales: ni la muerte es el fin de la existencia (únicamente), ni el amor es de una fuerza pasiva, ni Dios es un ente abstracto que se limita a esperar la acción humana.

El amor es una fuerza viva que hace a los protagonistas llegar incluso a la muerte, siendo esta la única manera de estar realmente libres, siempre y cuando Dios esté de acuerdo con la decisión. Dios dispone, el amor ata y la muerte libera.

El universo del hombre está basado en un equilibrio, en un Cosmos perfecto, pero ese Cosmos es roto por la entrada del amor. El equilibrio sólo es repuesto con la llegada de la muerte, ya que de otro modo el individuo vive en constante tensión, con la preocupación de perder lo que tiene, o habiéndolo ya perdido.

En caso de que el individuo trate de recurrir al suicidio contraponiéndose con lo primero, sólo el amor consigue salvarle, aunque es Dios quien está detrás de ese amor, Él es quien pone la mano para que la muerte se realice o no.

El individuo no puede conseguir la paz, es decir, la liberación, si trata de poner fin a su existencia por su propia mano. El hombre alcanza la paz si muere de manera natural o alguien le obliga a morir, de ninguna otra manera.

En síntesis el individuo está sujeto a constantes cambios que rompen su Equilibrio, que le obligan a salir de su realidad y a conocer otras, el amor, el desengaño (implícito ya en el amor) le obligan a vivir en una constante tensión que se rompe con la llegada de la muerte ¿y qué es la muerte sino una fase más de la vida?.

La vida es una inmensa carrera, todos salimos y nos encontramos con obstáculos que debemos atravesar, con más o menos dificultades, ahora bien, es inútil tratar de poner fin a la carrera antes de tiempo, siempre va a haber algo que nos empuje a continuar.

Ya sea el caso de "Los árboles mueren de pie", con un ramo de rosas que dice mañana, o con la promesa de un mundo más bonito en "Nuestra Natacha", el individuo encuentra una razón más poderosa para vivir que para provocarse la muerte.

Estaba desesperada… No podía más. Nunca tuve una casa, ni un hermano, ni siquiera un amigo. Y sin embargo esperaba… esperaba en aquel cuartucho de hotel, sucio y frío. Ya ni siquiera pedía que me quisieran: me hubiera bastado con alguien a quien querer yo. Ayer, cuando perdí mi trabajo, me sentí de pronto tan fracasada, tan inútil. Quería pensar en algo y no podía. Sólo una idea estúpida me bailaba en la cabeza: "no vas a poder dormir… no vas a poder dormir". Fue entonces cuando se me ocurrió comprar el veronal. Seguramente las calles estaban llenas de luces y de gente como otras noches, pero yo no me di cuenta hasta que llegué a mi cuarto tiritando. Hasta aquel pobre vaso en que revolvía el veronal tenía rajado el vidrio. Y la idea estúpida iba creciendo: ¿Por qué una noche sola…? ¿Por qué no dormirlas todas de una vez? Algo muy hondo se revelaba dentro de mi sangre mientras volcaba en el vaso el tubo entero; pero ni un clavo donde agarrarme; ni un recuerdo, ni una esperanza… una mujer terminada antes de empezar. Había apagado la luz y sin embargo cerré los ojos. De repente sentí como una pedrada en los cristales y algo cayo dentro de la habitación. Encendí temblando… Era un ramo de rosas rojas, y un papel con una sola palabra: "Mañana" ¿De dónde me venía aquel mensaje? ¿Quién fue capaz de encontrar entre tantas palabras inútiles la única que podía salvarme?. Mañana. Lo único que sentí es que ya no podía morir esa noche sin saberlo. Y me dormí con la lámpara encendida, abrazada a mis rosas ¡mías!, las primeras que recibía en mi vida… y con aquella palabra buena calándome como otra lluvia: Mañana, mañana, mañana…

En los casos como "Corona de amor y muerte", la protagonista es realmente libre cuando ya esta muerta, llegando incluso a aparecer para dar las gracias por la paz que le han proporcionado después de su muerte.

Casona plantea en sus obras la muerte en todos sus aspectos: asesinato, suicidio, la muerte anunciada, el parricidio…, aunque todo en un ambiente muy idílico en donde comprobamos como ya hemos dicho que la muerte no es, ni mucho menos, el fin del individuo.

Nuestro autor nos plantea también la idea de un mundo sobrenatural, que nos lleva a conocer ese otro lado, el que esta más allá de la muerte, planteado como un remanso de tranquilidad.

Estos y otros aspectos de la muerte son los que nos proyecta Casona a lo largo de sus obras. Hay que decir (y que conste que esto es algo a titulo personal, no constatado por ninguna fuente) también que Casona teme a la muerte, a esa muerte violenta que el mismo cuenta. Destaca que ninguno de sus personajes encuentra la muerte de manera tranquila, todos son víctimas de la violencia, del suicidio o de la desesperación.

Sin embargo Casona no murió víctima de la violencia que tanto temía, murió de enfermedad, en la paz del hospital rodeado por aquellos que le querían y recibiendo noticias de su éxito. De alguna manera su propia muerte fue la más tranquila de su obra.

Los temas de actualidad en el teatro de Casona

Casona trata en sus libros temas tan actuales como las drogas o la prostitución. Hay que tener en cuenta que Casona escribe desde los años 20 hasta mitad de los sesenta, sobrevive a la Guerra Civil y a la Guerra Mundial, a la censura y al exilio, admirado por muchos y odiado por algunos. Es un autor"diferente", revolucionario a su modo.

Habla de esos temas que todos temían pero los cuenta bajo un halo de fantasía, de misticismo. Nos lleva el fango del mundo actual bajo la mano del mundo inventado e imaginario.

Casona se enfrenta a un tema tan controvertido como son las drogas en su obra: "Romance en tres noches". En esta obra nos encontramos con Álvaro, adicto a lo que llaman: otra clase de nieve, una gran esponja de niebla.

En fin, Álvaro huye a las montanas para alejarse de ese mundo en el que le es demasiado fácil dar con un gramo de sueno. Álvaro trata de no enfrentarse a ese mundo, trata de huir de él, pero el síndrome de abstinencia es demasiado fuerte. Es descrito por nuestro protagonista en toda su crudeza:

"Es peor que cualquier hambre y cualquier sed. He venido aquí para librarme de ella, y ahora, si pudiera, volvería la fin del mundo a buscarla. (…) Hace tres semanas que vengo luchando con todas mis fuerzas por conseguir una hora de sueño. He corrido por el bosque; me he metido desnudo en la nieve y luego en agua caliente; he cerrado los ojos a la fuerza noches enteras, con los puños apretados, con la cara contra la almohada…, inútil! Por mucho que aprietes los párpados ves por todas partes; chispas que te pican como avispas; los oídos te zumban; el corazón te golpea como un martillo de fiebre, se te pega a la carne un sudor frío, desesperado… ¡Y el cerebro sigue ahí, en pie, despierto!"

Álvaro cede finalmente y vuelve a la ciudad, donde accede de nuevo y acude a donde solía conseguir las dosis, sólo que la dosis es demasiado grande y acaba muriendo.

Casona no trata de dar una lección moral sobre las drogas, no trata de decir: No, al estilo de los anuncios actuales, de hecho, finalmente, Álvaro consigue la paz que buscaba, se queda dormido y muere, sabe que nunca va a poder dejar las drogas, por eso deja que sean ellas la que acaben con él.

Sin embargo Casona nos cuenta la historia de la agonía de Álvaro bajo el velo de la historia de amor de Dan y Elsa. Dan es un montanero que suena con encontrar a su mujer ideal y Elsa es un correo de droga, la que lleva la nieve que luego consume Álvaro. Al final el amor por Dan hace a Elsa abandonar ese mundo y huir a las montanas.

Nos damos cuenta en este drama de que el amor es más fuerte que las mismas drogas, del mismo modo que en:" Corona de amor y muerte" era más fuerte que la muerte. La historia desarrolla su segundo acto en un club nocturno, allí nos encontramos con tres personajes controvertidos: Madame Olga, Astra y Clara. Madame Olga es la Madame del local, la que controla los envíos y a la gente.

Astra y Clara son dos prostitutas. Destaca que Clara es poco más que una niña, se niega a ceder ante Astra y nos revela cual es su auténtica obligación y la relación que la une a Astra:

Astra: Llevas un vestido demasiado bonito para no lucirlo en el salón.

Clara: Mi obligación es exhibir los vestidos en los desfiles, pero no aquí.

Astra: ¿Y quién habla de obligación? No puedo hacer un regalo a la mejor de mis modelos?

Astra, al igual que Madame Olga, emborracha a Clara, le da drogas que hacen que la chica sea más apropiada para sus fines, ya que uno de sus clientes, Harris, está encaprichado de la chica. Se nombra a este personaje, que no llega a aparecer, pero que conocemos de alguna manera.

El personaje de Harris, provoca asco y sensación de desagrado en el público. Casona nos permite hacernos una imagen de él, un ricachón dueño de una gran compañía, al que le gusta abusar de niñas. Clara se niega a seguir de esa manera, aún puede salir de ese mundo, pero Astra le obliga a seguir, alabando las drogas para mejorar el carácter de la chica:

Astra: Sin embargo la otra noche te quitó el dolor. Y luego hablabas sin parar y te reías tan alegre… Toda la noche estuviste bailando con Harris.

Clara: No lo recuerdo apenas. Lo único que sé es que me dejó la boca con sabor a metal en la garganta. Y por la mañana, al despertar, me zumbaban los oídos y me dolía la cintura…

La obra trata también el drama de la guerra. Entre la galería de personajes que desfilan por el burdel encontramos a Durán. Durán es un veterano de la guerra que también ha caído en las garras de las drogas, sólo que en este caso no lo hace por necesidad, lo hace por realmente ya ha probado todo, ha probado todos los medios para llenar su soledad y lo único que consigue arrancarle de sus recuerdos es la droga: un poco de alegría prestada, una anestesia de madera, como él dice.

Durán, capitán de la Resistencia, se quedó encerrado en un subterráneo con sus tropas, durante cuarenta días, en los cuales sufrió el hambre más atroz, llegando incluso a verse obligado a comer barro y astillas. Durán consiguió salir vivo, pero arrastró ese hambre durante el resto de su vida, tanto que acabó llevando trozos de pan en los bolsillos.

Tampoco Casona pretende hacer una lección moral sobre esto, nos muestra sólo a un hombre enfrentado consigo mismo, un hombre que, pese a que ahora lo tiene todo, no puede disfrutar de nada, ya que, como dice Madame Olga: "El pasado te sigue pegado a tu piel como un olor maldito".

En esta obra los únicos que pueden escapar son Elsa y Dan. Elsa porque, pese al mundo en el que ha vivido, se ha mantenido limpia, pura en ese mundo frío y sucio en el que ha crecido, no ha permitido que ese mundo le manche, de modo que hay salvación para ella.

Lleva el consuelo a otros, la muerte a otros, concede el último sueño a Álvaro, pero sabemos que este era ya un personaje condenado, no hay solución para él, por lo que Elsa no tiene culpa, se limita a darle lo que pide.

Dan es puro, ha vivido entre la nieve auténtica, no entre esa nieve artificial entre la que ha crecido Elsa. Cuando Dan descubre quien es ella realmente se siente hundido, ya que él observaba que era la mujer perfecta se vuelve indecorosa como la droga que transporta, tanto le afecta que intenta entrar en ese mundo de Elsa, ese amor tan grande hacia ella le ciega, hasta el punto de olvidar sus montanas y su vida limpia.

Pero es ella, Elsa, la que le saca nuevo y le lleva al mundo de fantasías, al mundo de la montaña separado del lodo de la ciudad, huyendo ambos a" una imaginaria frontera de nieve y abetos".

Hay que decir que Casona suele plantear el enfrentamiento entre estos dos mundos, el de ciudad y el de montaña, quizás fruto de su pasado asturiano y del tiempo que pasó en la soledad del valle de Arán. Siempre el mundo de montaña es más hermoso, más lleno de vida, más puro y más claro que el resto. En el momento en el que los personajes caen el mundo urbano empiezan a cambiar, a pudrirse, y sólo pueden curarse volviendo al "otro mundo", al mundo de la Naturaleza.

En síntesis, Casona trata temas como la prostitución infantil, en el mundo de las modelos, de la droga, de la guerra… sus obras causan el mismo efecto ahora que cuando se estrenaron, y, si las cosas siguen así, podrán representarse dentro de otros veinte años con el mismo resultado.

Conclusiones

El individuo está atado a la vida aunque no quiera, el hecho de querer salir de ella supone un error. La muerte se presenta bajo diversas formas y disfraces, pero al final se reduce a una fase más, un momento más en la vida, que llega tarde o temprano. Lo fundamental para Casona es como llegue.

Si se ha vivido con belleza, disfrutando cada minuto, viviendo en su plenitud, la muerte no es algo malo, es algo que hay que aceptar. Casona vivió dos guerras mundiales, una guerra civil y más de veinte años en el exilio, puede decirse que vivió ¿verdad?

Su obra es un canto a la libertad, a la vida por encima de esa muerte violenta que tanto le gusta pintar, la salvación de esas dulces damas suicidas a manos del amor más dulce que la misma vida.

La muerte no es para Casona el fin de la existencia, es un momento, decisivo, pero un momento, después de ese momento nos encontramos en un mundo sobrenatural, un remanso de tranquilidad, un lugar donde por fin descansar. Todos los personajes coinciden en eso: Inés de Castro, Álvaro, Angélica…, todos ellos disfrutan con la muerte de un descanso que antes no tenían.

La vida es una tortura, un caos, y los personajes, que sufren de soledad durante su vida, se encuentran que al morir gozan de paz, de paz absoluta. Cuando el individuo cae en la locura sólo le quedan dos caminos, o volver a ser él mismo, o aceptar la mentira que se ofrece, viviendo en la vida que se le ofrece, una vida irreal, pero otra vida, a fin de cuentas.

El individuo muere cuando se acaba su vida, y renace con su vida nueva, la vida del loco, que sabe, de alguna manera que su mundo es ficticio, pero no tiene más remedio que aceptarlo.

Ante esto se nos plantea la idea de Casona como un ser resignado a su destino, pero esto está muy alejado de la realidad. Casona no aceptaba la cercanía de su muerte, al igual que sus personajes, que se rebelan contra esa muerte, ya que la idea de vida está por encima de todo.

Casona nos presenta la idea de fuerzas más fuertes que la muerte: el amor, la ilusión, la esperanza… son fuerzas más poderosas que la muerte, por eso la idea de muerte no se acepta sin más. Casona nos muestra las cosas que hay que vivir antes de dejar pasar la vida.

Los personajes viven en la oscuridad y deciden poner fin a su vida, pero en ese momento encuentran el rayo de luz que necesitaban, empiezan a vivir las cosas que antes no tenían y la idea de la muerte se aleja. Todos los personajes necesitan las mismas cosas: una mano amiga, una persona en la que apoyarse, un pasado con recuerdos bonitos… Y cuando encuentran eso que les faltaba, empiezan a ser felices.

De alguna manera es esa felicidad lo que Casona trata de mostrar en sus obras: todos los personajes son felices aunque sea durante un momento, y esa felicidad les acompaña ya durante el resto de sus días, del mismo modo que la desgracia también acompaña, pero la desgracia acaba olvidándose mientras que las alegrías siguen quedando ahí.

Hay veces en que no hay más remedio que aceptar la muerte (Inés de Castro), otras veces es mejor la mentira a la verdad (Angélica) y otras, en la mayoría de las ocasiones, es mucho más lo que nos hace vivir (Marta Isabel), sólo hay que aceptar la muerte cuando sea ella la que por su propia mano venga a buscarnos, nunca yendo nosotros en su busca.

Para terminar por este recorrido debemos quedarnos, ya no con uno de esos pensamientos que él ponía en boca de sus personajes, sino con unas palabras que el mismo inspiró a uno de sus amigos, a uno de esos que "tuvo la culpa" de que tomara el camino del teatro, con las palabras de su amigo Víctor Ruíz Iriarte:

"Alejandro Casona ha significado en nuestra escena una fulgurante llamarada de poesía que el tiempo, aunque se muestre ingrato y despiadado como acostumbra, no apagará jamás. Era todo un hombre de teatro en el sentido más puro y más admirable porque era también todo un escritor – sin duda, uno de los escritores de nuestro tiempo mas limpia y entrañablemente españoles – diestro en las difíciles y delicadas sutilezas que el idioma guarda para el dialogo; celoso estudiante de los clásicos que, con una infinita gracia, había penetrado en su difícil secreto; dueño siempre de la palabra justa y oportuna y brillante y donosa. Por eso sus escenas eran una pura delicia de armonía, de encanto lírico, de emoción dramática y, cuando ello era justo, como en la hermosa farsa de "Otra vez el Diablo", de buen humor, cordial, inteligente y desenfadado.

Dominaba como un mago los sutiles recursos de una situación dramática. Jugaba, empeñado en la limpia y clara filosofía de los poetas, con el Bien y con el Mal. Tenía un Universo propio de intervenciones y sueños pletóricos de fantasía. Por eso en sus fábulas surgían, como habitantes de su particular mundo encantado, los fantasmas; y la Muerte; una sirena – ¡inolvidable sirena enamorada! – los pacíficos y burgueses diablos, tan bondadosos y tan joviales, y los locos de amor. Sus comedias, sus farsas, sus dramas, aquellos leves y encantadores entremeses escritos en sus años mozos para la estudiantina, brillan y brillaran siempre, encendidos de ilusión, de ternura y de esperanza…"

Las puertas deslumbrantes que Casona abrió en el teatro español permanecerán abiertas. Y esta, en resumen, será su gloria y su ventura.

Documentos 

PRIMER DOCUMENTO

ALEJANDRO CASANA Y DOÑA FAUSTINA ÁLVAREZ

                     edu.red

Entre las maestras que han pasado por las escuelas de Miranda de Avilés cabe destacar a doña Faustina Álvarez García, madre de Alejandro Casona, la cual regentó esta escuela desde 1910, mes de octubre, poco más o menos, hasta 1916, mes de junio o julio.

Aunque en todas pastes aparece como natural de canales (León), incluso en la correspondencia de toda su familia, lo cierto es que su lugar de nacimiento fue en Renueva (León), el día 15 de febrero de 1874, según acredita la partida de Bautismo.

Sus primeros años y primeras letras tuvieron el escenario de Canales en la casa llamada de Los Balcones, cerca de la Iglesia Parroquial, casa señorial pero que por razón de herencias y las divisiones que en ella se llevaron a cabo hoy se haya en mal estado, aunque no deja de traslucir lo que debió de ser hace años.

De inteligencia poco común, más de una vez algún profesor gustaba de conversar largamente con ella, cautivado por sus observaciones y por las ideas personales que aportaba al diálogo.

Obtiene en sucesivas oposiciones las plazas de Llanos de Alba (León) donde desempeñó por 90 pesetas cada curso el magisterio durante dos años, Besullo (Cangas de Narcea), Barcia (Luarca) y Miranda de Avilés, última plaza que desempeña como maestra.

Durante esta época hubo dos hitos importantes en su vida: el primero tuvo lugar en Llanos de Alba que fue su primera escuela. Hacía equipo con otras maestras de los contornos compartiendo todas la misma casa. Un día, estando asomada al bacón (aún existe) vieron pasar a un joven, acompañado de un mozo del pueblo. Llevaban un caballo cargado con una maleta y un paquete de libros. Era el nuevo maestro de Riello, que había llegado en tren hasta La Robla donde había ido un propio del pueblo a esperarle. Cambiaron unas palabras, y las jóvenes maestras lo invitaron a subir, ofreciéndole el tradicional chocolate, muy de boga en aquellos años y lugares. Según palabras del futuro padre de Alejandro Casona": aquel chocolate fue el principio del fin". El maestro se llamaba Gabino Rodríguez Álvarez. Lógicamente todo terminó en boda. Esta tuvo lugar en Canales, parroquia de san Adriano, Arciprestazgo de Carbajales y entonces diócesis de Oviedo, el día seis de octubre de 1897, según reza la partida de matrimonio.

Luego empezaron a llegar los hijos: Teresa que nació en Canales de León, Matutina y Alejandro en Besullo, José en Barcia y Jovita en Santo Domingo de Miranda, Avilés.

El segundo hecho de aquellos años fue su llegada a Miranda en 1910 cuando contaba 36 años. Fue su última escuela puesto que aquí preparó las oposiciones a Inspectora. En Miranda desarrolla una labor docente y social extraordinaria: escribe en la prensa, idea la creación de una Cantina Escolar para las niñas pobres, que no llegó a funcionar por tener que ausentarse cuando estaba a punto de ponerse en marcha, a su vuelta de las oposiciones funda la Mutualidad Escolar "Perpetuo Socorro" la primera que funcionó en Asturias para niñas… Ella misma nos cuenta como nació su Mutualidad: "… convoqué el jueves a las madres de familia, les hablé de las grandes ventajas de la Mutualidad, de la necesidad de implantar la de niñas en Miranda, y el resultado fue la inscripción de 40 mutualistas que apostaron la peseta que ha de figurar como primera imposición en la libreta de dote infantil reservado…"

Así nació la Mutualidad de niñas, de la que su fundadora es a la vez secretaria, y secretaria adjunta su hija Matutina Rodríguez Álvarez. Presidenta adjunta la niña Consuelo Suárez García "la Pachica".

Paralelamente funcionaba ya la "Mutualidad Escolar Artime" fundada por don José Fernández Artime, otro benemérito maestro de niños en Miranda.

Escribe artículos en la prensa diaria y concurre al Certamen que sobre Mutualidad Escolar organiza, con carácter nacional, la Federación Nuestra Señora de la Victoria de Melilla (Mutualidades Escolares), siendo premiado su trabajo como hace constar en nota a pie de página el maestro Artime en la Memoria de su Mutualidad Ejercicio 3º (Pág. 100-127). Bibliografía.

De su labor literaria en Miranda queda constancia, como hemos dicho, en las páginas de La Voz de Avilés; además del trabajo antes citado y los sabrosos comentarios o crónicas sobre conferencias programadas en la Escuela por la Mutualidad y que todas van firmadas indefectiblemente por "La Maestra de Miranda", y en las que se refleja y aflora su talante e intuición pedagoga, periodista y escritora, en una palabra, de la madre de Casona.

Tiene publicado un folleto apenas conocido: "La Maestra leonesa frente al problema del analfabetismo", Imprenta Provincial, León 1926.

A Miranda llega en el verano o acaso al comenzar el curso de 1910, así se deduce de uno de sus artículos en los que hace su presentación a las madres de Miranda. Una vez puesta en contacto con la problemática social del pueblo trata por todos los medios de fundar una Cantina Escolar que no pudo llevar adelante debido a diversas causas que ella expone en otros de sus escritos, a pesar de estar ya muy avanzadas las gestiones.Funda la Mutualidad "Perpetuo Socorro", paralela a la del maestro Artime. Pero teniendo la vista puesta en sacar unas oposiciones para las que se preparaba concienzudamente, acaso resto brillantez a su labor con las niñas de la escuela. Las largas ausencias de la maestra se dejaban notar entre las alumnas que quedaban en manos de maestras interinas y de alumnas aventajadas que más tarde llegarían todas a maestras. No obstante estaba entregada de lleno a la enseñanza compaginando estudio, trabajo, enseñanza, y educación e incluso publicación de artículos en periódicos y revistas como, además de La Voz de Avilés, en La Voz de Asturias, La Previsión Popular, etc.

Su hijo Alejandro Casona venía por temporadas, hablaba mucho y siempre estaba leyendo y escribiendo, pero estudiaba poco. Tenía una novia en Madrid y era Consuelo quien le daba el dinero para escribirle.

De la estancia de Casona en Miranda he podido recoger varias anécdotas, unas de labios de los ancianos de Miranda; Amaro, la citada Consuelo, otras de don José Rodríguez, hermano de Casona, etc. Empezaremos por el artículo que el propio Casona escribió sobre su estancia en Miranda. En carta de su hermano 8/06/17 don José Rodríguez Álvarez, abogado, maestro y Licenciado en Filosofía y Letras me decía: "…no he podido encontrar el articulo de Alejandro sobre el Rey de las Patagonia, en sus tiempos escolares en Miranda, aunque si sé que lo conservo (salvo que algún amigo -lo que no recuerdo- no me lo haya devuelto)". Lo que sí tenemos es el artículo que desde Argentina dedicó en el aniversario de su nacimiento.

El mismo problema que había tenido doña Faustina con su madre incapaz de comprender para qué servía una hija estudiada, lo tuvo Casona con la suya aunque por diverso motivo. La maestra deseaba que sus hijos fueran adictos a la lectura y al estudio organizado. Alejandro no miraba para los libros, nos dijo doña Consuelo, "no sé como diablos podía aprobar. Apenas estudiaba o al menos yo nunca lo veía con los libros. La madre iba con frecuencia al Instituto. Los profesores no se andaban con chiquitas: "Sabemos que no mira una lección pero en los exámenes él se defiende. Como se arregla no lo sabemos". Y añade doña Consuelo "sobre todo lo que se dice las matemáticas no las podía ver ni en pintura". Este detalle se traslucirá curiosamente años después en su obra "Nuestra Natacha" escrita durante un verano en la casa, hoy Villa Faustina, de Canales. Alejandro prefería más que nada escribir. Era lo suyo, recuerdo que en aquel entonces andaba a vueltas con una novelita que él había titulado "Cabecita loca". De vez en cuando se acercaba y me decía:

– Oye Consuelo, qué te parece que haga con este personaje?

– No sé, los cuentos terminan siempre en boda ¿no crees? Me imagino que en las novelas pase igual…

– No, mujer, este es el que tiene que morir, siempre tiene que morir alguno

– Hombre Alejandro, por Dios no lo mates…

Así, mientras su madre lo creía estudiando él escribía aquella novela que a la vez trataba de explicármela, preguntándome y respondiendo como si de una obra de teatro se tratara…"

Doña Faustina innovó en Miranda nuevos métodos de enseñanza. Las maestras anteriores no sabían más que andar con el palo en la mano repitiendo lecciones y copiando. "Yo, dice Consuelo, que era de las más adelantadas, cuando vino doña Faustina no sabía colocar las cantidades para sumar. Ella exigió una libreta a cada alumna que titulaba "Libreta de cosecha propia" donde se hacían resúmenes de lecciones, de alguna explicación que había dado en clase, redacciones, observaciones personales de la vida del pueblo… etc, trabajaba con vocación"… "Cuando nació su hija Teresa empezó a estudiar y ella le preparó el programa de ingreso me preparó también a mí al mismo tiempo porque me decía que yo valía, aunque en mi casa no querían que estudiara porque, según ellos, no tenían con que pagarme los estudios, pero ella insistía que sí, que era una pena que no estudiara, hasta que los convenció. Luego consiguió del Ayuntamiento de Avilés que crearan una auxiliaría para Miranda porque siempre lleve buenas notas".

En cuanto a las anécdotas de que Casona aprendió en esta escuela a leer, Consuelo dice que no le parece, pues Casona era de los que no necesitaban ir a la escuela para aprender a leer, seguramente aprendió en casa con su madre.

Vivía sola en la Casa de Falo y únicamente estaba yo con ella que vivía en aquel entonces en la casa Cuartel aunque dormía allí también con ella y en la otra Teresa que era la hija mayor y yo: No había luz y alumbrábamos con una vela.

De Miranda va a Murcia en 1916 donde saca las oposiciones de Inspectora de Enseñanza Primaria llevando el número 1, es la primera mujer obtiene este titulo en España. Estando examinándose en Madrid, una de las compañeras le aconseja que es mejor que se retire de la oposición porque al verla tan humilde y sencilla y pequeñita no la consideraba estar a la altura de las demás. Faustina calla y sólo espera que lleguen al final, donde con gran sorpresa y admiración del Tribunal y opositores lleva el número 1, con bastante ventaja sobre los demás. El presidente de las oposiciones desea conocerla para cambiar impresiones sobre algunos temas de la oposición y queda sorprendido de aquella inteligencia tan despierta y de la personalidad de aquella mujer.

Regresa enseguida a Canales y desde el bacón de su casa habla a sus gentes animándolos para que siempre permanezcan unidos y dispuestos para mejorar el pueblo.

Aprobadas las oposiciones va destinada de Inspectora a Murcia con toda su familia y allí empiezan los estudios algunos de sus hijos, Casona, entre ellos.

Más tarde va a Palencia, puesto que el clima de Murcia no le sienta bien y de aquí regresa a León como Inspectora. Como esta cerca de casa poco a poco levanta allí una vivienda que lleva aún el nombre de "Villa Faustina".

Estando de Inspectora en León da conferencias, alguna de ellas ha sido publicada, y visita con frecuencia las escuelas. Había muchos pueblos abandonados e incultos por completo causa a veces de los mismos maestros. Llegaba por sorpresa a las escuelas. Estaban despistados y los maestros se disculpaban argumentando que los niños se ponían muy nerviosos. Entonces ella les mandaba rezar el padrenuestro, y una vez que lo terminaban, decía a la maestra: ve usted, para rezar el padrenuestro parece que no se ponen nerviosos, es que lo saben bien… Ella era sobre todo muy maestra.

Por estos años ya se resentía mucho de la garganta. Por la mañana, dice Consuelo, iba yo a la oficina y le traía el correo después de registrar lo que tenía que registrar y lo demás lo hacía ella en casa. Después que yo marché siguió muy mal. Ella no lo sabía, sólo su hija. Los caldereros de Miranda que recorrían esta zona, sobre todo la familia de Merín, pasaron más de una vez a visitarla a Canales cuando ya la enfermedad la tenía acorralada. Gustaba recordar hechos, personas y anécdotas de su escuela de Miranda.

Fue un 10 de octubre de 1927, cuando apenas había empezado el curso escolar, para ella la carrera final, el último y definitivo salto en el escalafón, cuando a la edad de 53 años dejó de existir, tras varios meses de dura enfermedad en el que fue tenido por muchos como su pueblo natal, muriendo víctima de un cáncer de garganta. Alguna de sus alumnas lo achacaban a lo mucho que esforzaba su garganta en la escuela y luego en charlas, conferencias, etc.

SEGUNDO DOCUMENTO

AUTOBIOGRAFÍA DE LA INFANCIA Y JUVENTUD DE CASONA EN ASTURIAS.

Yo soy de una aldea asturiana, una aldea muy pequeña llamada Besullo, perdida en las montañas. Ahora ya no está tan perdida, porque tiene una carretera, que yo no conozco todavía. El Besullo de mis mayores era aldea perdida, pero no en el sentido de Palacio Valdés, sino perdida realmente en el paisaje, en el monte, donde era muy difícil llegar.

Besullo, fundamentalmente, era una aldea de labradores, pastores y herreros. Mi abuelo era herrero; tenía un mazo romano. Se conservan aún algunos mazos romanos en Besullo.

Me imagino cómo estaban ellos, desnudo el torso y machacando y calentando hierro hasta ponerlo al rojo blanco, que casi aúlla cuando lo meten en agua fría.

De niño, una de las cosas que más me impresionaban era el trabajo del herrero. Hoy me parece que si no fuera escritor y me dijeran qué quería ser en la vida, yo no sé…creo que quisiera ser herrero, como era mi abuelo.

Entre las gentes de este Besullo mío había una gran tradición oral de romances viejos, que se están perdiendo mucho. Cuando yo era niño, y tengo bastantes años, esta tradición oral se conservaba muy viva todavía. Aquellas gentes, después de las faenas del campo, se ponían a recitar o cantar esas viejas melodías, muy lentas y muy extrañas, que yo ahora sé lo que son, claro: romances famosos de los siglos XIV, XV y XVI, con temas de lobos, pastores, príncipes, encantamientos. Sobre todo, dominaban los temas de encantamientos.

La niebla contribuye a que todas las cosas no tengan un límite seguro, sino una esfumatura, para que no se sepa dónde las cosas empiezan y terminan. En una palabra, que no hay distancia. Usted ve un carro muy lejos y resulta que no está tan lejos, que está muy cerca; o ve una cosa muy cerca y luego resulta que está lejos. Cuántas veces nos ha parecido que estábamos a una gran altura y luego comprobamos que es mentira, que ha sido todo efecto de la niebla, y que uno está en un sitio completamente llano. Estas cosas hacen que el carácter asturiano esté en la lírica un poco, como el galaico y el portugués, que son las tres grandes zonas de lirismo de España.

Yo soy de una familia pobre, y los niños aldeanos no tienen juguetes; pero yo tengo un juguete sensacional, fabuloso, en la infancia: un castaño. Era un castaño al que llamaban "La Castañarona". Cuando se le da el nombre femenino quiere decir allí más grande. Era un castaño…!No sé¡…No puedo calcular el tamaño. Lo recuerdo tremendamente grande, con el tronco hueco por completo por un rayo, sin ramas. Cabíamos dentro de él siete u ocho niños. Allí jugábamos, subiendo por el tronco, pasando de un brazo a otro. Jugábamos un poco como Peter Pan, un poco como conejos dentro de un árbol. Era prodigioso, porque un día "La Castañarona" era un castillo; otros días, un barco; a veces, un palacio; en ocasiones, un bosque. Siempre, en definitiva, un juguete maravilloso que era muy difícil que un niño de ciudad pudiera tener y nosotros, niños de aldea, poseíamos sin lugar a dudas.

Estudié el bachillerato en Gijón, mejor dicho, los dos primeros años. Gijón, para mí, fue un descubrimiento sensacional: el mar, la vida urbana, los tranvías.

Yo recuerdo haber ido algunas veces de excursión con los chicos que se escapaban hasta el Musel para ver salir los barcos que van a América. ¡Qué lejos estaba yo de pensar que en esos barcos un día tendría yo que ir y estar tanto tiempo en América!.

Mi padre y mi madre eran maestros los dos. El maestro siempre ha sido entre todos los cargos públicos de España, el peor pagado, de modo que llevaba una vida muy modesta, muy modesta. Lo difícil es que en las circunstancias en que vivían no podían tener una escuela en el mismo sitio juntos. Tenían que vivir obligatoriamente separados y entonces los chicos teníamos que estar unas veces con papá y otras veces con mamá, como si fuera un matrimonio divorciado.

Era la historia, era la geografía, era la literatura lo que más me interesaba. Y ya, en cuanto se trataba de cosas: árboles, metales, fórmulas de triángulos, notaba que me interesaba poco. Necesitaba vida. Y en Gijón empecé a leer.

Entonces vi teatro por primera vez. Y eso me intranquilizó de un modo terrible, hasta el extremo de que no pude dormir. Había descubierto algo sensacional, un mundo maravilloso, no en el sentido de que pudiera pensar que nunca pertenecería a ese mundo, sino que aquello me parecía mejor que ningún libro de cuentos, mejor que ninguna novela, mejor que nada de lo que había visto en mi vida hasta aquel momento. No había podido ni soñar el descubrimiento del teatro.

TERCER DOCUMENTO

El trabajo de las Misiones era enteramente gratuito. Casi todo el material, enseres, libros, trabajadores, etc., se ofrecían gratuitamente y se rendían jornadas máximas. Recorrimos los artistas-muchachos estudiantes- y yo, en días de fiestas, domingos y vacaciones, pueblos y aldeas próximos a la capital y a varias otras provincias. Era un teatro como el que pasa en la carrera del Quijote: sencillo, montado casi siempre en la plaza publica, con un escenario levantado con maderas toscas por los propios muchachos artistas. Los trajes eran muy sencillos, realizados con un gasto mínimo de unas pesetas, y el carácter general de este teatro era la belleza, predominantemente lírica, aliándose con las antiguas canciones populares corales y los romances tradicionales. El camión que nos conducía hacía su aparición en una aldea, tocábamos los heraldos como en pleno siglo inicial del teatro "en el Corral de Doña Elvira" y en pocos momentos estábamos ya en función, regalando a aquella pobre gente olvidada un poco de recreo y bienestar espiritual. Después obsequiábamos algunos volúmenes para fomentarles una biblioteca y hacíamos un poco de música folclórica del siglo a que se remontaba nuestra representación.

NOTA: cita que Sainz de Robles hace en su prólogo a las Obras Completas de lo que Casona dijo en entrevista a L. de la Torriente del diario Excelsior de México, el 2 de junio de 1937.

Durante los cinco años en que tuve la fortuna de dirigir aquella muchachada estudiantil, más de trescientos pueblos-en aspa desde Sanabria a La Mancha y desde Aragón a Extremadura, con su centro en la paramera castellana nos vieron llegar a sus ejidos, sus plazas o sus porches, levantar nuestros bártulos al aire libre y representar el sazonado repertorio ante el feliz asombro de la aldea. Si alguna obra bella puedo enorgullecerme de haber hecho en mi vida, fue aquella; si algo serio he aprendido sobre pueblos y teatro, fue allí donde lo aprendí. Trescientas actuaciones al frente de un cuadro estudiantil ante públicos de sabiduría, emoción y lenguaje primitivos son una tentadora experiencia.

NOTA; cita que Sainz de Robles hace en su prólogo inmediatamente después de la cita anterior, pero sin especificar su fuente, diciendo sólo: "Y también de Casona las siguientes declaraciones:"

CUARTO DOCUMENTO

RECUERDO Y EJEMPLO DE COVADONGA

Una vez más los asturianos de Buenos Aires celebran alborozados la gran fecha histórica de Asturias y España, al cumplirse un nuevo aniversario de la batalla de Covadonga.

Y sin embargó Asturias es un pueblo de trabajo y paz; su ánimo andariego, enemigo de menudas fronteras negativas, es amante de todos los pueblos, su garganta lírica está más hecha al cantar amigo que a la palabra rencorosa; jamás su tradicional orgullo se basó en afanes bélicos, ni jamás fue buen símbolo espada guerrera en el brazo asturiano nacido para el culto civil del timón y las redes en su bravo mar Cantábrico, del arado y el hacha leñadora en sus campiñas verdes, del pico y el barreno en sus galerías de carbón. ¿Por qué entonces ese eterno recordar de una batalla remota?

No hay en ello ninguna negación de su carácter. Al contrario; si el buen asturiano de hoy se enorgullece legítimamente de aquella gesta casi milagrosa es precisamente porque aquella victoria guerrera de ayer hizo posible toda una civilización y una cultura constructivas, devolviendo al hombre hispánico su libertad perdida por una traición dinástica, y señalizando por ochocientos años el camino recuperador a una España que necesitaba toda su geografía para desenvolver toda su historia. De Covadonga nació Asturias; De Asturias nació España, y de España este inmenso mundo nuevo al otro lado del mar.

Así nacen también los más caudalosos ríos; de un alto manantial entre peñascos, el borbollón de agua inicial cabe en el cuenco de una mano como un pequeño corazón latiendo.

Quitemos a la batalla legendaria toda la tramoya con que la fantasía y el romancero popular la han ido vistiendo durante siglos y siglos; rebajemos hasta el límite de un simple batallón punitivo esos ciento ochenta mil sarracenos armados de los que hablan las crónicas primitivas. Prescindamos de la intervención divina con su inocente magia de piedras y flechas que se vuelven contra los mismos que las arrojan, y de tormentas que descargan milagrosamente sobre los infieles respetando al paso de los fugitivos aterrados. Lo que queda en pie basta por sí sólo para justificar su enorme trascendencia histórica, no sólo española sino europea, y da más exactamente la medida del hombre. Una Covadonga desnuda de tal ropaje inútil es más fuerte y dramática que esa Covadonga disfrazada de símbolos y milagros pueriles que suele escribirse en los libros colegiales. Su mayor grandeza está precisamente en su sencillez elemental. Veamos el hecho sin vídrios de aumento y de color.

Por la costa norte de África avanza triunfalmente, a golpes de cimitarra fanática, un credo político-social y religioso que niega la libertad del hombre, que hace su cielo prometido con los mismos placeres de la tierra, que basa su ley en la fuerza, y su economía de Estado en el botín de la conquista. Frente a él, la España visigótica sólo puede oponer una organización feudal caduca, roída por ambiciones aristocráticas que se agitan como tábanos en torno a una corona electiva, eternamente en disputa y de espaldas a la voluntad del pueblo. Tal Estado, en discordia civil, y con la traición el Conde de Julián en las mismas puertas africanas, no puede resistir el asalto del Islam y en una sóla jornada será enterrado vergonzosamente en el fango del Guadalete. La patria dinástica ha caído, el poderío feudal ha saltado en pedazos, y la Península entera ha puesto su viejo orgullo de rodillas, pagando en tributos y trabajos forzados la clemencia del vencedor. He ahí la España monárquica del sur.

Pero allá en el norte, acorralados en los riscos del Auseva, entre el batir del mar y el alto gesto de sus montañas, hay un puñado de hombres que no se resignan a perder su libertad y su fe. No es la corte de Toledo podrida de caudillajes militares y de intrigas palaciegas, educada en el puñal contra el hermano o en el tósigo de Ervigio. Es nada menos que todo un pueblo de trabajo, hecho de pastores, cazadores y labriegos. Desnudos frente a las cimitarras de oriente y la férrea organización guerrera de Alqama, sólo tiene el hierro de sus hachas de leñadores, sus ballestas de palo de cazadores de osos, las abarcas de cuero de sus pies de pastores, el escudo de piel de toro sobre su pecho de campesino. Pero detrás del hacha hay un hombre que, ya entonces "prefiere morir de pie antes que vivir de rodillas"; Detrás del escudo de piel hay un corazón más fuerte que el escudo.

He ahí la verdadera grandeza de Covadonga: un pueblo devoto de su independencia, frente a un ejército de conquista. El resultado no podía ser otro. Contra un pueblo pegado a su suelo es imposible luchar; es como luchar contra un paisaje humano, contra los árboles que tuvieran músculos dentro de sus ramas, contra riscos y montes que tuvieran entrañas, contra ríos que llevaran sangre de hombre en sus aguas.

Quizá la gesta de Covadonga, considerada en su simple aspecto militar, no fue más que una pequeña batalla campal resuelta en una tarde de tormenta. Pero aquella primera rebeldía tuvo la virtud de congregar e iluminar a todos los rebeldes. En las cumbres, vendadas de niebla, de los Picos de Europa, se enciende la primera hoguera de la Reconquista, que ha de tardar ochocientos años en calentar la Vega de Granada. Un puñado de Astures enfrenta victoriosamente a todo un imperio, removiendo toda esperanza a ambos lados de los Pirineos, haciendo posible la muralla de Carlos Martel en Poitiers, y salvando con ello las esencias tradicionales de toda la Europa cristiana.

España, la España destinada a llenar uno de los más anchos capítulos de la Historia Universal y a extender la cultura del mundo moderno por los siete Mares, nace como nació Cristo: es un pesebre de paja campesina junto al Santuario de Auseva, conociendo la anunciación de los pastores antes que la adoración de los Reyes, en una humilde Navidad regional del año 722. Su portal de Belén se llama Asturias.

He ahí, amigos asturianos y argentinos, el porque de esta gozosa celebración tradicional. Nada más lejos del espíritu asturiano que el clarín de las guerras agresivas y el estruendo teatral de las batallas. Covadonga es sagrada para nosotros porque es un Nacimiento, porque es el símbolo vivo de nuestras libertades populares, porque es el grito y ejemplo perdurable de nuestra independencia nacional.

Jamás nuestra tierra puede renegar de lo que significa su fecha original. Cuando otra traición de nuestros días abrió las puertas del sur a la nueva invasión africana, entregando el pecho español a la gubia mercenaria de Tercios y Mehalas, Antonio Machado, el gran poeta del pueblo, pudo lanzar justamente su soneto acusador al rostro del nuevo conde don Julián. Covadonga seguía presente en la conciencia española, sigue presente en esos guerrilleros desnudos y descalzos que aún hoy se niegan a aceptar otra fuerza que la de la justicia, ni a reconocer otro aire digno de ser respirado que el aire limpio y alto de la libertad.

Donde haya un pueblo que se niegue a aceptar de rodillas el yugo de la conquista; donde haya que defender la tierra madre a borbotones de sangre y alma, bajo las banderas civiles de la cultura, del trabajo y de la paz, allí está y estará siempre el corazón de Asturias.

Buenos Aires, 31 de agosto 1948

QUINTO DOCUMENTO

LA "ORACIÓN A SAN HUBERTO".

La escribió Alejandro Casona para unos cazadores asturianos.

Oración a S. Huberto patrono de los cazadores, compuesta por Casona para la peña de cazadores de Oviedo denominada "S. Huberto".

(Señal de la Cruz; y comienza el Coro de Cazadores).

CORO – Señor San Huberto, Rey de Cazadores. Ruega por nos.

VOZ – Tú, que galopaste montes y quebradas.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, que perseguiste ciervos y leones.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, que derramaste sangre montesina.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, que empuñas juntos cetro y jabalina.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, Santo Compañero, Nuestro Guía y Patrón, de todos los peligros que en el monte acechan,

CORO – Líbranos Señor:

VOZ -De roca que resbala y se despeña…

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De garra, de zarpazo y dentellada.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De rayo y precipicio y avalancha.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De caballo que ciega y se desboca.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De pólvora que estalla y de bala perdida.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -Por tu Cruz milagrosa, protégenos. Por tu ciervo herido, danos tu perdón.

CORO -Señor San Huberto, Rey de Cazadores.

AMEN.

POEMAS DE ALEJANDRO CASONA.

MOMENTOS DEL PAISAJE

VIII

(HÓRREOS)

Tejado de pizarra

con tiñas de verdín.

Para ir de romería

collares de maíz.

Frugales y perfectos

sonetos de madera.

Dólmenes agrarios.

Hórreos de mi tierra.

IX

Caminito, ¿te acuerdas

de cuando íbamos juntos

por las noches a verla?

X

¡La tarde es un membrillo…!

¡La tarde está madura…!

¡Parece una manzana…!

¡Tiene color de uva…!

(Los chicos de la escuela

salen a robar fruta.)

SEXTO DOCUMENTO

ÚLTIMA CARTA DE ALEJANDRO CASONA.

Murcia, 17. El diario "Línea" publicará mañana una de las últimas cartas que escribió Alejandro Casona. Está dirigida a un íntimo amigo de esta capital, Carlos Ruíz Funes, y tiene fecha 24 de agosto. Dice:

"Todo ha sido perfecto, todo ha sido maravilloso, pero pequeñas complicaciones imprevisibles convirtieron lo que pudieron ser veinte días en dos meses de pesadilla. Estoy en casa desde hace cuatro días. La operación -háblame de supersticiones- fue el martes 13 de julio. Ya llevaban diez días preparándome. Todo está perfecto. No tengo ninguna fuerza y dentro de ocho o diez días empezaré, y dentro de dos meses vuestro Alejandro tendrá vida, salud y fuerza para ir a Murcia a llamaros a gritos desde la catedral. Es la primera carta que escribo. Naturalmente, no con mis manos. Diles mis noticias a los buenos amigos. No puedo moverme, pero soy feliz. Grandes abrazos con todo el alma nueva."

Alejandro.

SÉPTIMO DOCUMENTO

MUERTE DE ALEJANDRO CASONA.

Mejora Alejandro Casona. (Madrid, 20 de julio). Se informa de que el dramaturgo asturiano Alejandro Casona, recientemente intervenido quirúrgicamente de una dolencia cardiaca, se recupera satisfactoriamente.

Ha muerto Alejandro Casona. (Madrid, 17 de septiembre). A las cuatro de la tarde de hoy, ha fallecido en esta capital, a consecuencia de una parálisis cardiaca, el autor teatral Alejandro Rodríguez Álvarez, que popularizó en todo el mundo el seudónimo de Alejandro Casona, habiendo nacido en la aldea de Besullo (Cangas de Narcea) el 23 de marzo de 1903.

(La Voz de Asturias).

Oviedo, Sábado, 18 de septiembre de 1.965.

Asturiano universal y primera figura del teatro contemporáneo. Falleció (de una parálisis cardiaca) el dramaturgo Alejandro Casona. Había sido operado a mediados de julio pasado.

Madrid, 17. (Urgente).A las cinco de esta tarde, ha fallecido en Madrid el escritor teatral Alejandro Casona. Cuando ocurrió el fallecimiento, se encontraban a su lado su esposa e hija.

"Una parálisis cardiaca por estenosis mitral y comisurotomía mitral quirúrgica" ha sido la causa de la muerte del dramaturgo Alejandro Casona -según consta en el certificado de defunción expedido por el doctor don Leopoldo Fabra-, a los sesenta y cuadro días de haber sido intervenido quirúrgicamente de una insuficiencia mitral.

En el momento del fallecimiento ocurrido en un sanatorio de esta capital, se encontraban a su lado su esposa e hija.

Alejandro Casona ingresó el pasado sábado en el sanatorio "Covesa" de esta capital aquejado de una dolencia cardíaca, probablemente reproducción de la misma en la que se le había operado hacía algunos meses.

Además de su esposa e hija se encontraban al lado del finado personalidades de las letras y del teatro, entre ellas, Conrado Blanco, Joaquín Calvo Sotelo, Justo Alonso, María Cuadra y Eduardo de Santís.

Alejandro Casona fue operado por primera vez de insuficiencia mitral el pasado día 13 de julio. Después de cierto tiempo de convalecencia se había reintegrado a su vida habitual pero, por consejo médico, y después de sufrir una agravación en su mal, volvió a ingresar nuevamente en la clínica. No pudo asistir al estreno de su obra "Las tres perfectas casadas", que actualmente se representa en el teatro Lara.

La Nueva España.

OCTAVO DOCUMENTO

ALGUNAS OPINIONES DE SUS AMIGOS ANTE SU FALLECIMIENTO

"Pocos sabían mejor que Casona la íntima conexión que el arte del dramaturgo tiene con la pericia del relojero. Pocos, a su igual, engastaban las piezas de ese delicado mecanismo que es una comedia con mejor precisión y más en su sitio. Como cada una de ellas era de noble metal, así resultaban después de armoniosas y bien templadas.

Pierde, pues, con su desaparición la escena española, uno de sus más finos y delicados cultivadores. La muerte, así sí, le llega tal vez en el mejor momento de su espléndida carrera literaria y lo libera del posible desánimo que escolta melancólicamente las altas cimas de la vida. Muere, pues, como sus árboles, de pie.

A los que fuimos sus compañeros y sus antiguos amigos nos apena profundamente verle caer tundido, por el mandoble sin réplica posible del leñador inexorable".

Calvo Sotelo.

"Era un gran autor de teatro; de lo que ha sido, es y será siempre el teatro. Estoy anonadado".

Alfonso Paso.

Cronología

Partes: 1, 2, 3, 4

PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS EN LA VIDA DE A.CASONA.

PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS EN ASTURIAS.

1903. Nace en Besullo el 23 de marzo.

Palacio Valdés escribe una nueva novela titulada La aldea perdida.

1908. Se traslada a Villaviciosa.

Se realizan actos conmemorativos en Oviedo para celebrar el Tercer centenario de la fundación de la Universidad.

1913. Se traslada a Gijón. Comienza el Bachillerato en el Instituto.

El escritor ovetense Pérez de Ayala publica una nueva novela titulada Troteras y danzaderas.

1917. En Murcia sigue estudiando en el Instituto. Comienza a publicar en la prensa regional.

Se conmemora el 1º Centenario del nacimiento del insigne escritor asturiano Ramón de Campoamor.

1922. Comienza A. Casona la carrera de Magisterio en Madrid.

Ha llegado a Gijón don Gerardo Diego, quien ocupará la cátedra de Literatura del Instituto de Jovellanos.

1928. Casona es nombrado inspector de Enseñanza Primaria y destinado al Valle de Arán (Lérida).Contrae matrimonio.

Ramón Pérez de Ayala ha sido propuesto para ocupar un sillón en la Real Academia de la Lengua.

1929. Escribe sus primeras obras teatrales, Otra vez el diablo y La sirena varada.

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