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Inmigración versus globalización


     

     

    1. Una historia y un contexto. El origen del fenómeno de la inmigración: las desigualdades económicas y políticas Norte / Sur.

    Como es sabido, para entender el presente en una perspectiva más amplia es necesario conocer el pasado que lo ha construido. Los desplazamientos de población, aunque obedecen a un rosario de causas diversas y generalmente interrelacionadas (pobreza, presión demográfica, conflictos políticos y étnicos, destrucción medioambiental, etc.), en su gran mayoría tienen una motivación directa o indirecta en la economía, en el diferencial de renta entre países y continentes.

     Casi todas las teorías que intentan explicar las desigualdades entre el norte y el sur, el centro y la periferia… (la teoría del imperialismo, la del sistema-mundo, la de la dependencia…) están de acuerdo en que el desequilibrio de riqueza tiene sus orígenes en el colonialismo (Giddens, 1994: 576) (1). No hay un consenso generalizado sobre que los países ricos lo sean como consecuencia de la explotación (para muchos autores, los recursos de los que se apropiaron fueron secundarios en comparación con los procesos de crecimiento industrial generados dentro de ellos) pero sí en que los países pobres lo son por esa circunstancia.

     Europa ha sido tradicionalmente emigrante y, a la vez, colonizadora. Algunos autores señalan que, en realidad, los inmigrantes son personas muy educadas que nos devuelven las visitas que los europeos les hicimos durante 500 años, bajo el mito de las tres Ces que invocó el rey Leopoldo II de Bélgica y que hizo suya la Conferencia de Berlín de 1885: "civilización, cristianización y comercio" (2). Pero Europa cambió la práctica habitual de los primeros imperios, que esclavizaban a los indígenas y expoliaban las riquezas de los países conquistados pero no destruían las estructuras sociales y económicas existentes sino que se apoyaban en éstas. Múltiples ejemplos históricos nos hablan de convivencia pacífica incluso entre comunidades social y legalmente diferentes pero entre las que se daba una significativa interacción comercial e intelectual (Walzer, 1998: 32) (3).

    Por el contrario, Europa, urgida por las nuevas demandas que supuso el surgimiento de la industrialización (materias primas para las fábricas, alimentos para la población asentada en zonas urbano-industriales), cambió los modos de producción, sustituyó los cultivos de subsistencia por cultivos comerciales (azúcar, café, algodón, té, cacao, caucho…), reemplazó los sistemas comunales de propiedad por propiedades privadas, destruyó los sistemas tradicionales de poder y autoridad y los sustituyó por gobernadores y administradores de la metrópoli…

     Antes de la 1ª Guerra Mundial los poderes coloniales europeos controlaban directa o indirectamente casi el 85% del planeta. Este colonialismo fue especialmente etnocéntrico (Harrison, 1984; Calhoun, Light y Keller: 2000, 490) (4). Los conquistadores de la antigüedad se habían mezclado con los habitantes locales y habían adoptado muchas de sus costumbres, pero los europeos, convencidos de que su religión, lengua y costumbres eran innatamente superiores a las de los no europeos, les adoctrinaron y les hicieron interiorizar como vergonzantes su cultura y su procedencia étnica.

    La revolución comunista en Rusia obligó a profundas transformaciones del sistema capitalista y de las formas coloniales de dominio. Aunque más tarde quedó claro que no suponía en absoluto una sociedad más justa y equitativa, significó en sus inicios la materialización de la capacidad potencial de impugnar un orden social que mantenía a la gran mayoría de la población en situación de subordinación (prácticamente a todos los niveles, pero sobre todo laboralmente, es decir, en la que ya era la actividad más central de la existencia humana). Tanto en el seno de la metrópoli como en las colonias suponía un peligroso ejemplo de lo que podría seguir ocurriendo en el resto de países de no mediar el "algo debe cambiar para que todo siga igual" de Giovanni Tomasi de Lampedusa. El capitalismo se ve pues obligado, ante la existencia de una alternativa real y aparentemente más justa e igualitarista, a reformarse para ofrecer una cara más amable y hacerse perdonar sus pecados más visibles, es decir, para humanizarse.

    El fin de la 2ª Guerra Mundial consagra la mayor transformación del sistema capitalista en su existencia. Esta período se denomina habitualmente como etapa keynesiano-fordista: (a nivel político, Estado de Bienestar; a nivel productivo, fordismo). El Estado toma como prioridad mejorar las condiciones de vida y laborales de sus ciudadanos, estableciendo unos mecanismos obligatorios de solidaridad. A nivel productivo, esta etapa se caracteriza por una situación de casi pleno empleo, grandes concentraciones de trabajadores y homogeneidad de condiciones laborales que suponen intereses comunes y favorecen la unidad de acción en las reivindicaciones.

    La intervención normativa del estado keynesiano, desarrollando las políticas sociales de bienestar, así como el poder negociador de los sindicatos, supusieron una mejora notable de la situación laboral y vital de amplias capas de la población que ya no sólo veían asegurada su supervivencia, salud, educación, subsidios de enfermedad, de paro y de vejez, etc. sino que también podían acceder al consumo de bienes anteriormente reservados a otras clases sociales (sociedad de consumo de masas), permitiéndose así la reproducción del sistema sin abocarlo a una crisis de sub-consumo. Se configura así una situación de estabilidad de las relaciones industriales y de confianza en el futuro que minimiza los riesgos y que permiten calcular y obtener unas consecuencias de las propias inversiones e iniciativas.

    Pero el Estado del Bienestar no estuvo exento de críticas como las de los Nuevos movimientos sociales de los 60: La pobreza no se erradicó (y la pobreza no es un asunto individual) persistiendo variadas formas de reproducir la desigualdad. Los ciudadanos son inducidos a integrarse a través del consumo. La norma de trabajo asalariado estable se reservaba a los trabajadores blancos varones, consagrando una sociedad patriarcal y autoritaria en la que persistían papeles diferenciados y desiguales (los dos géneros, los grupos étnicos…). Deterioro progresivo e irreversible del medio ambiente, con crecientes costes para la salud. Despilfarro y esquilmo de los bienes comunes de toda la humanidad: agua, bosques, materias primas… Predominio de puestos de trabajo sin cualificación real, repetitivos, monótonos, carentes de interés, que no permiten ni la autorrealización ni el crecimiento profesional…

    La situación en los países no desarrollados era, como es sabido, muy diferente. Las antiguas colonias consiguieron la independencia política después de luchar por ella, si bien no la económica debido a la desigual posición de partida con la que se vieron colocadas en el sistema mundial. Recibieron la ayuda norteamericana o la soviética en función de su aproximación a un área u otra (5). EE.UU. adoptó nuevas formas de influencia: intervino militarmente y se infiltró económicamente, con explotaciones sin presencia extensiva; estableció protectorados pero nunca tuvo colonias formalmente.

    Algunas compañías a las que las potencias colonizadoras habían concedido el monopolio sobre la producción de ciertas mercancías o cosechas en un área determinada habían llegado a desarrollar tales dimensiones que alcanzaron un enorme control y poder sobre las regiones en las que se asentaban. Así, muchos sectores de la producción de cosechas para la importación son controlados hoy por un número muy pequeño de grandes corporaciones. Con frecuencia, los precios que se pagan por las cosechas se deciden, no en función de la ley de la oferta y la demanda, sino como resultado de los movimientos financieros y bursátiles de estas transnacionales. En los años 70, los flujos de mercancías dirigían los tipos de cambio y la flotación de las monedas tenía un papel válido. Desde los 90 son los flujos de capital los que orientan los tipos de cambio.

    Países que habían sido autosuficientes años atrás se transformaron en sucursales de los estados occidentales: suministradores de productos agrarios y materias primas e importadores de mercancías manufacturadas. Destruidas las economías de subsistencia (6), dependiendo en muchos casos de explotaciones para producción cárnica en los países desarrollados (7), la mayoría de países africanos son importadores netos de alimentos. Además, la proporción de su PNB que pueden dedicar a esta necesidad está bajando. Las hambrunas se han dado frecuentemente a lo largo de la historia como resultado de desastres naturales o climáticos, pero siempre eran consideradas como circunstanciales y afectaban a áreas determinadas. En la actualidad, la grave escasez de alimentos se ha generalizado entre los pobres del mundo en lugar de confinarse a tiempos y espacios particulares.

    Guerras (8), desórdenes políticos, corrupción y regímenes opresivos, recursos saqueados, ineficiencia en la utilización de la ayuda al desarrollo, crecimiento demográfico elevado (9), desacostumbrados períodos de sequía… hacen tremendamente difícil un crecimiento económico sostenido. Así, se fragua una gran emigración humana desde el Este hacia el Oeste y desde el Sur hacia el Norte.

    Se institucionaliza así la llamada "ley de hierro de la economía" (crecimiento del PIB inferior al crecimiento demográfico) (10) a la que hay que añadir la importancia progresiva de la deuda externa (11). Y se configura asimismo una espiral de pobreza muy difícil de romper (aunque a veces se consigue, como demuestra el caso de los Países de Reciente Industrialización). En palabras de un superviviente de una patera: "Nadie podrá poner fronteras a nuestra hambre".

     

    2. LA SITUACIÓN ACTUAL Y LAS TRANSFORMACIONES EN LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LAS EXPLICACIONES DE LA REALIDAD.

    Las características actuales de los desplazamientos de población en el mundo hacen necesario afrontarlos en una dimensión mundial o, al menos, continental, siendo cada vez más difícil dar una respuesta desde una escala nacional. Las migraciones no tienen lugar entre estados-nación, sino dentro de un sistema global donde intervienen una multiplicidad de actores que interactúan entre sí. Asimismo, todo apunta a que no cabe el abordar la cuestión como algo coyuntural, sino que es necesario entenderlo como una característica que, por su intensidad y continuidad, será parte de la dinámica estructural del proceso de globalización.

    Las fuertes restricciones que los países ricos imponen a los desplazamientos de la población (jamás en la historia de la humanidad habían sido tan intensas) frente a la total libertad de movimientos para las mercancías, el capital, los servicios, la información, las ideas… suponen una -quizás la principal- contradicción del sistema mundial que la globalización está articulando progresivamente. En definitiva, la globalización de la economía no viene acompañada de la globalización del bienestar y la seguridad de la que disfrutan los países ricos, dejando fuera del desarrollo a miles de millones de personas (12). Sin que sea posible prever como se resolverá dicha contradicción, lo que sí parece claro, es que las políticas migratorias y las de cooperación al desarrollo que se están aplicando no la resolverán a corto plazo.

    La internacionalización de la economía deteriora la eficacia del Estado del Bienestar para controlar la economía nacional. La libertad de movimientos del capital y de los productos propiciada por los acuerdos de la Ronda Uruguay, 1986 (y posteriormente la Organización Mundial del Comercio, OMC, 1995) así como el abaratamiento de los transportes y las innovaciones tecnológicas van a derivar en la llamada especialización flexible que implica, entre otros factores, desconcentrar la producción: es más barato producir componentes del producto, a la manera "fordista", en fábricas instaladas en países de mano de obra muy barata (donde los sindicatos o no existen o apenas tienen fuerza) y ensamblar finalmente todos los componentes (incluso lejos del destino final) que producir en la vieja Europa "donde la empresa está obligada a pagar altos salarios y se ve atenazada por múltiples regulaciones e imposiciones del Estado que le restan eficacia": así se ha construido por el neoliberalismo el discurso explicativo de la crisis, al margen de cualquier razonamiento ético o de responsabilidad social de la empresa con la comunidad gracias a la cual se ha desarrollado.

    Multitud de producciones se han trasladado (o han pasado a imitarse a un coste muy inferior) a países asiáticos (y más recientemente a los de Europa del Este) dada la facilidad de desarrollar estas producciones en serie ("personalización en masa") al ser rápido el adiestramiento de los trabajadores en procesos de trabajos repetitivos y simples (extrema división del trabajo).

    Según Sabel (1986:275-323) (13), únicamente aquellas producciones en las que el coste del transporte o el acceso a las materias primas les permitan un margen de rentabilidad incuestionable han podido mantenerse a salvo del "dumping social" que supone la competencia de esos países en los que la mano de obra no disfruta de prácticamente ninguna de las ventajas del Estado del Bienestar.

    Estos procesos de deslocalización y desindustrialización en Europa suponen una interminable sucesión de despidos en masa en el viejo continente. Así, en vez de globalizarse las ventajas del Estado del Bienestar, se pone en marcha un proceso que, si bien permite la fijación en su territorio de la población de los PRI, va a suponer una progresiva desregulación de las condiciones de trabajo y, como consecuencia de "la libertad del zorro en el gallinero", una marcha atrás en la que aparecía como imparable ascensión hacia una sociedad más justa e igualitaria, vieja aspiración-mito.

    La modificación de las relaciones de fuerza no se produce sólo entre trabajadores y capital, sino entre quienes poseen el capital financiero y las empresas. La globalización financiera se desarrolla con un incremento espectacular de los flujos y transacciones financieras, con predominio de movimientos altamente especulativos y búsqueda de plusvalías a muy corto plazo y con el máximo rendimiento, produciéndose una cierta autonomía de la economía productiva al obtenerse mayores rendimientos de la especulación financiera que de los rendimientos empresariales (algunos autores han definido esta situación como "la economía devorada por las finanzas"). La competencia a nivel internacional se hace insoportable incluso para grandes empresas que pocos años atrás parecían gozar de un futuro asegurado.

     

    La progresiva concentración de capital unida a la descentralización productiva permite que las grandes corporaciones puedan "negociar" con los diferentes gobiernos tanto una política fiscal favorable como la desregulación del mercado de trabajo (su flexibilización, con la excusa de no frenar la competitividad de las empresas en ese mercado internacional de altísimo riesgo). Como se ha señalado a menudo "si hay algo peor que ser barrido por las super-transnacionales es ser ignorado por éstas".

    Así, la globalización supone, como han señalado M. Castells y otros, la extensión del capitalismo por todo el planeta así como una nueva división internacional del trabajo. Y, en las condiciones actuales, ello supone: 1) La pérdida de autonomía, de poder de decisión de los diferentes gobiernos del Estado del Bienestar y, por tanto, la pérdida de poder de la sociedad civil (14); 2) La concentración del poder económico y político (megafusiones o simples acuerdos secretos entre competidores); 3) El desplazamiento de multitud de producciones al Pacífico; y 4) el incremento del control de los movimientos migratorios.

    El Estado del Bienestar entra en una crisis fiscal cada vez más profunda como consecuencia de la creciente merma de sus ingresos (15) y el progresivo incremento de sus gastos (16). La construcción social de las causas de la crisis hecha por los neoliberales se publicita con gran énfasis y define asimismo las soluciones posibles. La contención del gasto público se erige en objetivo prioritario. Y, sin embargo, como afirma Vicente Navarro (1997:72-73): "Excepto por su control de la inflación, la mayoría de los otros indicadores económicos y sociales (tales como tasas de crecimiento económico, tasas de desempleo, tasas de inversión y productividad, crecimiento de las desigualdades sociales y nivel de pobreza) han sido negativos, y sobre todo si se les compara con las décadas de los años sesenta y setenta, cuando las políticas keynesianas eran dominantes" (17) Pero se impone la explicación neoliberal y el Estado del Bienestar "adelgaza" privatizándose servicios públicos, reduciendo la cobertura de los servicios sociales, desregulando las condiciones de trabajo…

    Así, los sectores más desfavorecidos de la población receptora de inmigrantes percibe en éstos a unos competidores indeseados en pos de unos recursos cada vez más escasos. Y ello aunque esté meridianamente claro que, debido a su edad, los inmigrantes regularizados estén contribuyendo más que drenando los recursos del Estado del Bienestar.

    Se privatizan los centros de poder: medios de comunicación, ciencia, dinero… Se difunden e interiorizan los valores del individualismo, el mérito y el ascenso así como del fracaso de cualquier salida colectiva, haciendo creíble la máxima de que "si no triunfas es porque o no vales lo suficiente o no te esfuerzas lo imprescindible".

    El discurso sobre los fallos del mercado (crisis de los años 30) y los costes sociales del crecimiento económico (polución y deterioro del medio ambiente, desertificación, posible agotamiento de recursos naturales…) se ve sustituido por el discurso de los efectos perniciosos de la intervención del Estado. A la cultura solidaria, igualitarista y a la propuesta utópica, lúdica y altruista le sucede una cultura individualista, de defensa, de repliegue y resignación, la apología del presente, el hedonismo y la propuesta del "sálvese quien pueda"; al discurso sobre la equidad, la igualdad y la justicia le sustituye el del crecimiento económico, la libertad de mercado y la eficiencia. Al de la prolongación de los derechos de la ciudadanía, en la búsqueda de la ciudadanía total, la merma de proyectos colectivos, el discurso de los derechos de la propiedad y la relegitimación del cálculo económico como regulador de la acción social.

    En resumen, a los nuevos movimientos sociales de los años del boom económico, con una visión contracultural y totalizante y que insistían en las necesidades post-materiales, les suceden desideologización, despolitización (18), anomía, movilizaciones fragmentadas y dispersas y repliegues individualistas del yo (Alonso, 1991:71-98) (19).

    Se revaloriza la figura del empresario como creador de riqueza y empleo sustituyendo al discurso de que es el trabajo el que crea valor (20). Parece olvidarse que, aunque muchos procesos productivos estén prácticamente automatizados y ofrezcan unos índices de productividad infinitamente superiores a los que permiten el esfuerzo humano, la base de esa tecnología está en el trabajo y el conocimiento humanos. El conocimiento y la creatividad sin apenas capital ahora puede comprar componentes de capacidad global (consultoría de gestión, asesoría legal…), producir riqueza y obtener éxito; el capital sin conocimiento tiene muchos más límites.

    Así pues, triunfa la explicación neoliberal de la crisis, sobre todo a partir de la caída del muro de Berlín, convirtiéndose en lo que algunos autores han denominado el "pensamiento único", por la falta de respuesta demostrada por los defensores del Estado del Bienestar. El rearme ideológico del liberalismo y la rehabilitación política del beneficio y el mercado son incontestables.

    Por tanto, no es de extrañar que el discurso sobre la inmigración se ciña expresamente a las necesidades del mercado de trabajo de los países receptores: se trata de definir a través de las políticas de cupos qué número (ni más ni menos) de inmigrantes convienen, siempre y únicamente según la lógica del beneficio (fundamentalmente en el mercado de trabajo, ya que el tema demográfico de reducción de las tasas de dependencia tiene un lugar muy secundario en el discurso, y también con visos de conveniencia). Otro gran tema es, por supuesto, el de la cohesión social, la convivencia, la multiculturalidad, la identidad, el orden público y la seguridad (enunciado, a grandes rasgos, según la colocación de quien enuncia el problema en una parte u otra del continuum del espectro político, sobre todo a partir de los sucesos del 11-S).

    Es bastante minoritaria la preocupación por la exclusión de este colectivo del disfrute de los derechos de ciudadanía. O, simplemente, parece que no existe en el imaginario colectivo el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada y proclamada en 1948 por la Asamblea General de la ONU: "Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado". O el artículo 1: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". No sólo es en el imaginario colectivo, claro: se empieza por toda la legislación restrictiva que se viene produciendo en Europa en las últimas décadas. Aunque ello lo recordamos con la conciencia de la contradicción que supone aceptar a la vez que tampoco es factible abrir por completo las fronteras.

    Resumiendo la evolución del sistema económico y del mercado de trabajo europeo, existe bastante consenso en afirmar que se ha producido una profunda transformación tanto en el sistema económico (crisis, globalización, intensificación de la competencia internacional, deslocalización de empresas, desindustrialización en Europa…) como en el mercado de trabajo: desempleo masivo, de larga duración y persistente (1 millón de empleos perdidos y no recuperados), introducción de múltiples formas de contratación (flexibilidad), desregulación, fragmentación del mercado de trabajo: el "central" (con contrato estable, posibilidades de promoción y cualificación) y el "periférico" (fijo discontinuo, temporal, inestable, precario, carente de una línea constructora de un itinerario profesional, incapaz de aportar identidad), heterogeneidad de intereses, descentralización de la negociación colectiva, elevada rotación laboral…

    Es en este mercado de trabajo donde entran a competir los inmigrantes que, si bien entran fundamentalmente en la economía informal (21) y, además, en tareas abandonadas por la población receptora, suponen indudablemente un tirón a la baja en los salarios a percibir por ésta. Problema añadido a una complicada situación de partida pero que, finalmente, se convierte en argumento para la xenofobia. Siendo el desempleo, la precariedad y la economía sumergida características estructurales del mercado de trabajo de los países sureños europeos, no es de extrañar que sean asimismo, el destino natural de la inmigración. Los inmigrantes no crean ni la economía informal ni los conflictos pero han de instalarse en ella y agudizan éstos evidenciando y magnificando aquello que permanece semi-oculto en la sociedad de acogida.

     

    3. EN LA BÚSQUEDA DE ALTERNATIVAS GLOBALES Y LOCALES.

    En la línea de Saskia Sassen, catedrática de Sociología de la Universidad de Chicago, la globalización es algo que hay que aprender a construir y gobernar. La lista de autores que reclaman una rectificación de la senda tomada por la globalización sería interminable, incluso desde dentro de las propias instituciones mundiales: James Wolfenshon, Presidente del Banco Mundial: "Si no actuamos ya, en los próximos años las desigualdades serán gigantescas y se convertirán en una bomba de relojería que estallará en la cara de nuestros hijos". Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001: "Creo que la globalización –la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales- puede ser una fuerza benéfica y su potencial es el enriquecimiento de todos, particularmente los pobres; pero también creo que para que esto suceda es necesario replantearse profundamente el modo en el que la globalización ha sido gestionada". Michel Camdessus, ex Director General del Fondo Monetario Internacional: "No hay que considerar el mercado como una divinidad a la que hay que adorar. Se ha visto que el mercado solo, sin regulación pública eficiente, no funciona bien y puede crear situaciones sociales y de poder destructoras para la democracia y para el mismo mercado" (22).

    Al igual que se han producido avances en la justicia global en el campo de los derechos humanos, impensables hace apenas una década, también crece el clamor respecto a varias cuestiones ya enunciadas. En primer lugar, desmintiendo el axioma de que la liberalización de mercados traería más prosperidad para todos, el escandaloso empobrecimiento de los países olvidados (78 países del Sur han visto reducida su renta per cápita en casi el 15% en el último decenio) (23). Cuanto más aumenta la desigualdad, más se deslegitima el sistema. En segundo lugar, el esquilmo autorizado de los bienes comunes de la humanidad (¿el mundo es una mercancía?). En tercer lugar, el peligro de desintegración social que conlleva el hecho de que las grandes corporaciones y el capital bursátil hayan expropiado legalmente los derechos de ciudadanía a la sociedad civil (24). Sociedad civil que, por otra parte, dispone de una red de comunicación que puede llegar a acumular todo el conocimiento del planeta: es decir, a pesar de todo, también tiene poder.

    Difícilmente se puede soslayar el hecho incontestable de que el crecimiento económico producido, lejos de traducirse en una mejora generalizada del bienestar de las poblaciones, ha supuesto un ahondamiento en las diferencias no sólo entre países ricos y pobres sino entre las capas más y menos favorecidas de las sociedades postindustriales.

    Late una pregunta respecto a si en la población de los países desarrollados se ha generalizado una cierta anestesia/resignación en relación a los datos que, de vez en cuando, se asoman a los medios de comunicación al estilo de "Según el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano de 1997, la relación de renta entre el 20% de los más ricos del mundo y el 20% de los más pobres, que era de 30 a 1 en 1960, ha saltado de 84 a 1. El año pasado, el patrimonio de los diez multimillonarios mayores representaba más de 1,5 veces la renta nacional de los 50 países menos avanzados. En México, por ejemplo, los bienes del señor más acomodado equivalen a los que suman sus 17 millones de ciudadanos más pobres. Podría erradicarse la pobreza del mundo de aquí al año 2000 con gastar unos 80.000 millones de dólares. Es decir, menos del patrimonio acumulado de las siete personas más ricas del planeta" (25). Y etcétera, etcétera.

     

    La desintegración del bloque soviético y la caída del muro de Berlín en el 91 significan la aparición de fuertes flujos migratorios de la antigua Europa del Este hacia la del Norte y el Oeste (y, más recientemente, también a la del Sur). Flujos que entran dentro de la categoría de asilo/refugio y en la de reagrupamiento familiar, mientras la más reciente recepción de inmigrantes en el Sur de Europa se incluye en el apartado económico.

    Cada vez en el mundo actual es más difícil delimitar o diferenciar a los refugiados políticos de los inmigrantes económicos, ya que las razones económicas y políticas están cada vez más interrelacionadas. A los refugiados definidos de acuerdo con la Convención de Ginebra se le suma "un colectivo de grandes dimensiones formado por todos los refugiados de hecho, que huyen de la violencia en sus diferentes manifestaciones, racial, política, religiosa o económica y sea cual sea su causa originaria, una catástrofe natural, una invasión territorial, una guerra civil o una política económica que condena a la miseria a un sector importante de la población" (26).

    Y es que los desequilibrios económicos suelen ir asociados a diferencias en el nivel de conflicto social y político de los países. Y éstos cada vez están más próximos, no sólo por el desarrollo y abaratamiento de los medios de comunicación y transporte, sino por la difusión de las diferencias y modos de vida gracias a la mundialización progresiva de los medios de comunicación.

    Este mundo interconectado a la velocidad de la luz ofrece a través de éstos su aspecto más "masificable", más agradable de visualizar, reflejando una falsa imagen de lo que, para los habitantes del mundo no desarrollado, puede parecer un nuevo "El Dorado" en el que rara vez se escuchan las voces de sus sectores marginados y excluidos. Y además, el atractivo de los estilos de vida urbanos y occidentales actúa en el sentido de desprestigiar las propias raíces, la organización y autoridad tradicionales.

    Los grandes conglomerados de la comunicación no están interesados en denunciar los males de la globalización debido a su interrelación con otras empresas financieras y económicas que obtienen sus beneficios precisamente gracias a ésta. Así, se consolida una visión del mundo no sólo mayoritaria sino con visos de irreversibilidad y, por tanto, inútil de combatir. Con todo, la homogeneización cultural del mundo tiene sus límites justamente en la posible exacerbación de las diferencias que persisten.

    Los flujos migratorios seguirán produciéndose o se incrementarán si se mantienen los factores de expulsión en los países de origen (pobreza, deterioro medioambiental, presión demográfica, etc.) y los factores de atracción en los países de destino de los flujos migratorios (bienestar, crecimiento económico, baja natalidad, etc.).

    Así, no sólo se puede hablar de una relación causa a efecto entre la pobreza y la emigración ya que la emigración desde regiones muy pobres no es frecuente. La emigración es un asunto de familia en el que todos apuestan y colaboran en el pago del viaje. No sólo han de contar con algún capital económico, sino también con un cierto capital cultural que les permita conocer las oportunidades que existen en otros lugares del mundo, así como con unas ciertas redes sociales (o capital social) para poder orientarse en el lugar de destino (Castles, 2000:21) (27).

    En todo caso, más allá de concepciones alarmistas o exclusivamente economicistas (seres humanos reducidos a recursos: ¿nos interesan en el balance coste/beneficio o nos van a costar dinero?) los flujos migratorios son, como señala Pedro Andrades (2000:10)

     

    "un fenómeno social global que se ha producido siempre, que irá en aumento por la mejora de las comunicaciones y el proceso de internacionalización de la economía, y que no hay que asumir con resignación, porque las migraciones constituyen un importante factor de desarrollo económico, social y humano, tanto en los países que los reciben como en los países de origen. Los movimientos migratorios, además de la expresión del derecho básico de libre tránsito, constituyen un elemento de riqueza y un fenómeno indisociable de la sociedad multicultural, compleja, que caracteriza al siglo XXI" (28).

     

    El fenómeno tiene una naturaleza extraordinariamente compleja, no sólo por la diversidad de aristas que presenta y, por tanto, los campos o áreas donde se plantean las cuestiones y los problemas, sino porque la inmigración económica se caracteriza por su carácter dual, por las contradicciones que se generan entre sus ventajas u oportunidades y los problemas que acarrea, tanto para los países inmigrantes como para los emigrantes.

    Para los primeros, supone principalmente mano de obra barata y abundante que permita mantener la competitividad y el beneficio, pero también el rejuvenecimiento de la pirámide poblacional con los muchos efectos beneficiosos de orden económico, social y cultural. Para estos países se trata de encontrar el equilibrio entre estos beneficios y los costes adicionales que esta población supone para el mantenimiento del Estado de Bienestar (aunque las cuentas tienen un saldo positivo para éste ya que cotizan más de lo que gastan) y el coste de superar los problemas de asimilación, en especial los conflictos de naturaleza xenófoba y racista, y en general, de asumir el mestizaje.

    Para los países emigrantes, la salida de población supone en general un alivio demográfico en términos de un empleo siempre escaso, una fuente de ingresos y capitalización en forma de divisas y un empuje a los procesos de modernización social. Pero el precio a pagar, aparte de los sufrimientos y muertes, es la pérdida de capital humano, de buena parte de los recursos más dinámicos y creativos para el desarrollo de estos países. Unos recursos en gran medida cualificados y formados como se pone en evidencia en diversos estudios (29).

    Según datos de la ONU, la OCDE y de la oficina de EUROSTAT, para mantener los sistemas de protección social y jubilación de los países ricos y reducir las tasas de dependencia a niveles aceptables, sería necesaria la llegada de un contingente de inmigrantes que sería posible definir como masivo y difícil de aceptar, ya que ninguna sociedad puede encajar un cambio de tanta importancia en tan poco tiempo, por razones de identidad: ninguna política de inmigración puede tener éxito si los pueblos se oponen a ella (30).

    Cierto es que la vida a la velocidad de la luz (según expresión de Rifkin) no favorece precisamente la estabilidad de las identidades (que, por otro lado, también está siempre un proceso) ni siquiera una definición sólida de la personalidad. La sociedad del pacto social del Estado de Bienestar había favorecido la integración y la estabilización de identidades, pero la actual sociedad (¿del riesgo?) fragmenta las identidades sociales.

    En la línea de Chomsky, Jarauta y otros autores, pensamos que la globalización potencia, como reacción al desenraizamiento que produce, las identidades locales, las identidades híbridas (construidas con elementos diferentes) y las identidades nómadas, de perfiles variantes (el "cambia o muere" del mundo de los negocios trasplantado al propio ser). Y hacer identidades es crear fronteras. Así, como algunos autores han señalado, la sociedad interconectada a la velocidad de la luz, puede estar creando continuamente nuevas fronteras.

     

    Con todo, no se debe confundir la cultura epidérmica, lo que la gente consume, la indumentaria que se viste, las películas que se ven…, la aparente homogeneización cultural del mundo con la cultura profunda de las formas de pensar. El bombardeo de informaciones desarticuladas destinadas a impactar nuestros sentidos y emociones no favorece la reflexión sino la exacerbación de los fanatismos. Los nuevos medios de comunicación contribuyen a la uniformización a la vez que a la tribalización, a la pertenencia a clanes localistas. Y ya hace décadas que se viene advirtiendo de que la pérdida de raíces, la desaparición de lenguas, costumbres, culturas… en definitiva, la homogeneización cultural puede producir (y ha producido ya) reacciones que exacerben y radicalicen las diferencias que permanecen.

    Las políticas que gestionan el fenómeno migratorio aquí y ahora deben ir desde la acogida de los inmigrantes, sean regulares o irregulares, hasta su integración social. Y además, debe compatibilizarse la gestión de los flujos migratorios con una política migratoria cuyo eje sea el estatuto de ciudadanía universal, o sea, la progresiva desaparición de la distancia en desarrollo económico y social de los distintos países del mundo, es decir una política de co-desarrollo cuyo eje esencial sean los flujos migratorios.

    Este escenario parece exigir el que las políticas migratorias, las de desarrollo y las de cooperación internacional con los países menos desarrollados pasen de ser simples políticas de extranjería o compromisos siempre incumplidos con el 0,7%, a ser progresivamente parte de las políticas estructurales de los países y bloques del mundo desarrollado. Sería, pues, necesario actuar por parte de los países receptores sobre las causas fundamentales de los movimientos migratorios. En este sentido, la Conferencia Mundial de Población de la ONU (El Cairo, 1994) en su Programa de Acción menciona entre otras, las siguientes acciones a tomar por los países receptores: fomentar la democracia en los países receptores, evitar el deterioro medioambiental, disuadir los conflictos internacionales e internos, asegurar los derechos de las minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, etc.

    También sería preciso llegar a nuevos planteamientos, como los de Sami Naïr por ejemplo, que aboga por la regularización de cupos de inmigrantes temporales ligados a contratos con los países receptores, que además pondrían en marcha políticas de retiro a favor de la vuelta a los países de origen, así como de instrumentos financieros para que el ahorro de los inmigrantes se reinvierta en estos países. Así, la ayuda al desarrollo debería tener a la política de los flujos migratorios como eje, con el objetivo de fijar a las poblaciones en sus países de origen. Para ello, ha de reorientarse la deuda y los ahorros hacia la cobertura de las necesidades más acuciantes: el empleo, la sanidad, la educación y la vivienda y comenzar a diseñar y conveniar políticas de co-desarrollo con los países de origen que permitan a medio plazo reequilibrar las causas que originan la inmigración.

    Siguiendo en la línea de las aportaciones de Sami Naïr (31), hay que plantear la sustitución del FMI por otro organismo en el que, en lugar de estar representados los 8 países más ricos se encuentren los 16 más grandes, estableciendo un sistema rotatorio según el cual puedan tener representación todos los gobiernos mundiales. Asimismo, se propone la reorientación del Banco Mundial de forma que sus políticas puedan ser sometidas a control democrático y debatidas a través de negociaciones transparentes. Y es necesaria la regulación del mercado mundial, con las siguientes orientaciones:

     

    1. Excluir del ámbito mercantil unos sectores inalienables de interés humano (sanidad, educación, agua, cultura, recursos no renovables…) que se encuentran amenazados.
    2. Reglamentar los mercados financieros, estableciendo unos sistemas de seguimiento de todas las operaciones financieras, para detectar quien hace qué, cómo y por qué. Es decir, vigilar las estrategias de inversión a escala mundial.
    3. Controlar los movimientos de capitales, creando un impuesto mundial sobre las inmoderadas fluctuaciones de capitales; combatir los paraísos fiscales y rechazar el principio del secreto bancario.
    4. Establecer ya un impuesto sobre las transacciones financieras, inspirado en la tasa Tobin.
    5. Hacer realidad la solidaridad con los países del sur: Poner fin a los planes de ajuste estructural que deslegitiman a los estados, devalúan la soberanía nacional y someten a las sociedades. Cancelación de la deuda.

     

    La máxima ecologista "piensa globalmente, actúa localmente" se muestra particularmente útil cuando se considera el éxito de determinadas actuaciones que no suelen contar con difusión generalizada en los medios e comunicación; como mucho, apariciones esporádicas en algún periódico: las experiencias con microcréditos, la radionovela de una emisora etíope que logra difundir eficazmente las formas de prevenir la enfermedad del sida (32), la formación de trabajadores y artesanos, las construcciones de pequeñas presas hidráulicas, pozos artesianos, escuelas…

    En se pueden consultar más de 300 propuestas formuladas en el Foro de Porto Alegre cara a rectificar la orientación tomada en un mundo gobernado por las grandes transnacionales. Además de algunas de las que se acaban de indicar, podemos señalar: elaboración de un plan para defender la agricultura tradicional, multiplicación de telecentros para permitir el acceso a Internet de los excluidos, promoción de las áreas macrorregionales –sobre todo en América Latina- frente a la dolarización y el área de librecambio de las Américas, creación de un portal para informar a los consumidores sobre las firmas que no respetan las normas éticas y sociales, etc. (33)

     

    Gema González Ferrera

     

    Notas

    1. Giddens, A.: Sociología. Alianza Universidad. Madrid, 1994.

    2. García Fajardo, J.C.: "Los inmigrantes quieren ser globalizados" en La Insignia de 20.12.2002.

    3. Walzer. M.: Tratado sobre la tolerancia. Paidós. Barcelona, 1998

    4. Calhoun, C., Light, D. y Keller, S.: Sociología. McGraw Hill. Madrid, 2000.

    5. En este sentido, cabe resaltar que la caída del muro de Berlín ha supuesto una desaceleración en la ayuda al desarrollo por parte de los países del Primer Mundo.

    6. "La agricultura industrial promueve el uso de monocultivos por su necesidad de mantener un control centralizado sobre la producción y la distribución de alimentos" en Shiva, V. Cosecha robada. El secuestro del suministro mundial de alimentos, cit. en El País, 8 .8. 2003.

    7. "Cientos de millones de personas en todo el mundo pasan hambre todos los días porque gran parte de la tierra arable se utiliza para cultivar cereales para piensos para animales, en vez de cultivar cereales alimentarios para las personas" en Rifkin, J.: "Ante una auténtica crisis alimentaria global", en El País, 10.6.2002. Para producir un kilo de carne, el ganado debe ingerir 4,8 k. de cereales, lo que supone un enorme despilfarro de recursos en un mundo en el que mueren de hambre miles de personas cada día mientras millones de personas mueren anualmente en los países ricos por enfermedades relacionadas con el desarrollo (cáncer, diabetes, enfermedades coronarias e infartos, provocadas por un exceso de grasas animales). "Una granja de 4 Ha. puede alimentar a: 60 personas si se cultiva soja, 24 personas con trigo, 10 personas con maíz, o 2 personas si se dedica a carne" en Motavalli, J.: "La opción vegetariana" Revista Integral nº 269, mayo 2002, pág. 36.

    Valentí Fuster, Presidente de la Federación Mundial del Corazón, en declaraciones al diario El País de 22.7.2002 vaticina una trágica epidemia cardiovascular en los siguientes términos: "Es una epidemia adquirida, una enfermedad de las sociedades de consumo, que se genera por la obesidad, por la diabetes, por la hipertensión arterial, por el tabaquismo, etc. Y todos esos factores están aumentando globalmente".

    8. "Pocas son naciones (un pueblo con una historia y una cultura comunes). Esto resulta especialmente evidente en África. Las fronteras de los actuales países africanos fueron trazadas por potencias coloniales sin apenas prestar atención a la distribución de los pueblos y los recursos. Algunos países se ven desgarrados por guerras civiles porque enemigos tradicionales fueron reunidos en un mismo país." Calhoun, Light y Keller, op. cit. Pág. 490.

    9. En una semana en la India se produce el mismo aumento de población que en el continente europeo en un año: 250.000 personas.

    10. El futuro del capitalismo. Thurow, L., Ariel, Barcelona, 1996.

    11. "Sólo para pagar los intereses de la deuda, el Sur transfiere al Norte 200.000 millones de dólares anuales" en Beck, U.: "La paradoja de la globalización" en El País 5.12.2002.

    12. Como se ha señalado con frecuencia, una característica de la globalización es su carácter escasamente global: deja fuera alrededor del 80% de la población mundial.

    3, Sabel, Ch.: Política y sociedad, Mº Trabajo y S.S., Madrid, 1986.

    4. Los agentes económicos adoptan decisiones políticas sin una legitimación democrática.

    15. La bajada de las cotizaciones que produce el incremento del paro.

    6. Más subsidios de paro y más jubilaciones durante más tiempo debido al incremento de la esperanza de vida.

    17. Navarro, V. Neoliberalismo y Estado de Bienestar, Ariel, Barcelona, 1996.

    A la que no es ajena la conversión de los partidos políticos en "máquinas de ganar votos" que han de centrarse para llegar al poder, perdiendo, por tanto, alguna de sus señas de identidad tradicionales.

    Alonso, L.E.: "Los nuevos movimientos sociales" en Vidal-Beneyto J. (Ed.) España a debate. II La sociedad. (coord.: Miguel Beltrán), Tecnos, Madrid 1991.

    18. Como afirma Miguel Hernández en su poesía "Aceituneros" cuando pregunta quién levantó los olivos y contesta que no los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. Aunque su contexto era el de una España rural que no le permitía conocer las posibilidades de crecimiento económico y desarrollo personal que también ofrecería en el futuro la inversión en ciencia, investigación, tecnología… (es decir, el capital).

    19. La economía informal crece no sólo en los países que tradicionalmente sostienen altos niveles de ésta, debido al tránsito de estado productor a estado gestor y administrador (venta de empresas estatales, eliminación de medidas del estado de bienestar…)

    20. Entrevista publicada en El País de 23.4.2000.

    21. Y para nada han servido las políticas de ajuste promovidas por las instituciones internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio…) encargadas de supervisar y dirigir la financiación internacional, las políticas macroeconómicas del mundo o establecer las leyes del comercio mundial. Hay autores (Naïr, por ej.) que señalan, por el contrario, la responsabilidad de estas instituciones en el agravamiento de las desigualdades: "A partir de las políticas de ajuste estructural, el PIB per cápita de los diez países más ricos del planeta se duplicó en sólo diez años (1985-95), mientras en los diez países más pobres descendió un 30%. La distancia en el per cápita entre el país más rico y el más pobre creció en esos años de 70 a 430 veces" Ugarteche, O. "Deuda externa: cinco tesis básicas" en Envío nº 210, 1999, pág. 42.

    22. La encuesta que Kofi Annan presentó en la Asamblea del Milenio de Naciones Unidas advierte que 2/3 de los ciudadanos del mundo, incluidas las democracias occidentales, no creen que sus gobernantes les representen.

    23. Verdú, V.: "Dios" en El País, 14.2.1998.

    24. Fambuena, A. y Moya, C.: Movimientos migratorios hoy. NAU Llibres. Valencia, 1997.

    25. Castles, S.: "Migración internacional a comienzos del siglo XXI: tendencias y problemas mundiales" en Revista Internacional de Ciencias Sociales, 165, septiembre 2000.

    26. Guía de recursos para la inmigración. Movimiento por la paz, el desarrollo y la libertad-Andalucía. Sevilla. 2000.

    27. Entre ellos, "Inmigrantes en el Estrecho" realizado por el Servicio de Estudios y Planificación de la Excma. Diputación Provincial de Cádiz. 2001

    28. Walzer, M. Op.cit., pág 99: "En las sociedades de inmigrantes (y ahora también en los Estados nacionales con fuertes presiones inmigratorias), las personas han comenzado a experimentar lo que se puede entender como una vida sin fronteras claras y sin identidades propias y seguras. Por así decirlo, la diferencia se difunde de manera que se encuentra por doquier y en todo momento. Los individuos se libran de sus estrechos vínculos y se mezclan libremente con los miembros de la mayoría, pero no asimilan necesariamente una identidad común. La presión que ejercen los grupos sobre sus miembros es más floja que nunca pero de ninguna manera se ha roto por completo… … Ahora la tolerancia comienza en casa; con frecuencia tenemos que hacer la paz étnica, cultural o religiosa con nuestra pareja, con nuestra familia política y con nuestros hijos (incluso con nuestro propio yo integrado o dividido).

    Este tipo de tolerancia resulta particularmente problemático en la primera generación de familias mixtas y de individuos divididos, porque todos recuerdan, e incluso añoran, unas comunidades más coherentes y una conciencia más unificada. El fundamentalismo representa la forma ideológica de ese intenso deseo".

    29. Naïr, S.: "Después de Porto Alegre" en El País, 12.2.2002.

    30. Programa realizado por el Centro de Programas de Comunicación de Salud Pública de la Universidad John Hopkins de Baltimore (EEUU): www.jhuccp.org.

    31. Vidal-Beneyto, J.: "Otro mundo es posible" en El País, 28.2.2001