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Síntomas globales de la era unipolar: El imperio del terrorismo (página 2)

Enviado por Gabriel Cocimano


Partes: 1, 2

Tal es el resultado y la paradoja del mundo actual: el predominio de un imperio único, supremo y altivo, parece alzarse sobre las ruinas del derrotado. Pero la licuación ha terminado en confusión y con un nuevo (des)orden mundial en el que "los virus filtrantes del comunismo se asocian al discreto encanto de los derechos del hombre y de la naturaleza"[4]. Acaso el terrorismo sea una de las secuelas de esa licuación, por cierto no la única y tal vez ni siquiera la peor. El terrorismo que atenta contra occidente, pero también el terrorismo que alienta occidente. El derrame de los restos del imperio disuelto contamina -más aun, si esto es posible- al resto, al igual que un océano es contaminado por el derrame de petróleo, con sus imprevisibles consecuencias. Una catástrofe ecológica del sistema político mundial. 

La primera prueba de esto es la ejecución, por parte de los Estados Unidos, de la estrategia que había pergeñado el creador del Ejército Rojo: la guerra permanente. La utopía conquistadora, acuñada por la combinación de fundamentalismo laico y religioso que ha contaminado al espíritu norteamericano, condujo a la entronización de la razón militar para sustentar aquella estrategia: "adicción retroalimentada por el poderío, debilidad por los juegos de guerra y los aprestos. Por los desfiles y los estandartes. Imaginario de vehículos motorizados, buques, misiles y superarmas que aseguren la invulnerabilidad propia y el aniquilamiento del rival"[5]. 

La segunda prueba del contagio es la debilidad cada vez más manifiesta de los valores democráticos en Occidente, su patria de origen. Porque en nombre de esos valores y de la libertad, el imperio sobreviviente ha planificado su estrategia tutelar, minando las soberanías y limitando las libertades de las naciones occidentales. Irónico y paradójico: no sólo los países del Este no han avanzado en el sentido de las democracias modernas, sino que fue occidente el que ha retrocedido en el campo de esos valores, azotado por "el virus de la debilidad, las formas múltiples del desencanto, el fin de cualquier ilusión democrática" (Baudrillard). 

El advenimiento de la era unipolar hizo creer que el mundo viviría un ansiado tiempo de paz y estabilidad emocional. Una amarga ilusión. "No conozco ningún caso en la historia -ha dicho el analista Kenneth Waltz[6]- en que la potencia más fuerte se comportara moderadamente. Francois Fenelon, un clérigo francés del 1700, decía que ningún país que dispone de un poder abrumador se comporta con moderación más que durante un tiempo muy breve". Así ha ocurrido en la historia. Y esa historia ha enseñado que todos los imperios sucumben amargamente, acaso deteriorados por la inoculación de todos los excesos, el veneno de la vanidad y la soberbia, y la ciega confianza en el destino de ambición e invulnerabilidad. 

El fin de la sutileza imperial

En nombre de la democracia planetaria y de la libertad, el imperio ha reflotado los residuos del totalitarismo más perverso. Bajo el disfraz de la guerra antiterrorista -una estrategia de alguna manera sutil– subyace la provocación imperial por extender sus fronteras e ignorar las soberanías nacionales. 

Los apacibles tiempos del gran sueño dorado, de la ideología de la libertad y los aires de la opulencia han llegado, agónicamente, a su fin. Un destello borroso parece surcar el firmamento occidental, de la mano de su certero vigía. De la sutileza del culto al american dream y al consumismo, a su iconografía y su soberbia, Estados Unidos ha pasado, sin matices, a asumir desprejuiciadamente la dirección de un imperio mundial[7]. 

En los tiempos de la Guerra Fría, la estrategia de contención de occidente combinó el poder duro de la disuasión militar con el poder blando, y de esta forma minó la confianza del bloque soviético "mediante la difusión audiovisual, los programas de intercambio cultural y el éxito de la economía capitalista (…) Esto fue un Caballo de Troya para la Unión Soviética"[8]. ¿Qué ha hecho a los Estados Unidos renegar de la sutileza -que es del orden de la seducción– y apostar por la provocación, la obscenidad y la falta de escrúpulos? Sin dudas, razones políticas, económicas y estratégicas. "La debilidad es provocativa", han afirmado los halcones del Pentágono desde los años ’80. "Existe una nueva política global expresada abiertamente en el Nacional Strategy Report -afirma Noam Chomsky[9]- que explica que, dado que EEUU tiene un poder mayor que el resto del mundo en cuanto a los medios de violencia, debe usarlo para garantizar su dominio de una vez y para siempre (…) Hasta explican que habrá que actuar preventivamente para que nadie desafíe ese poder. El objetivo es que el mundo entero tenga miedo". Otros teóricos (Wallerstein, Gunder Frank, Samir Amin) hablan de la vulnerabilidad financiera norteamericana como motor del terrorismo imperial y la guerra preventiva

Sin embargo, inserto en el espíritu de su pueblo existe la convicción de que el destino manifiesto fue acordado divinamente para extender sin límites su huella a la humanidad. En 1949, el nicaragüense Julio Icaza Tigerino había anticipado, en su "Sociología de la política hispanoamericana", este futuro de eclosión teológico-plutocrático del imperialismo: "El puritanismo protestante ha dado fundamento espiritual y sentido social al imperialismo capitalista de los EEUU". De la doctrina calvinista deriva "la altivez del pueblo que se considera elegido, el fervor ya no sólo mundano y crematístico, sino religioso, con que se emprenden los negocios; el espíritu expansionista ilimitado; el desprecio por los pueblos no elegidos, a los que hay que dominar e imponer la forma única y universal de gobierno por ellos ideada". Y agrega: "La única señal de predestinación será el real dominio de la tierra, el éxito en las empresas humanas sin importar los medios. Por eso, EEUU es para los norteamericanos God’s own country, el propio país de Dios, y el único objetivo de la vida del hombre es to be successful, tener éxito. El éxito es el signo de la predestinación, y por consiguiente de la bondad"[10]. 

¿Acaso la Guerra Fría fue un período de hipocresía para la altivez norteamericana? El advenimiento del gobierno de George W. Bush, netamente inscripto en aquella tradición doctrinal, ha representado para el orden internacional un punto de ruptura del equilibrio entre la fuerza y el consentimiento. El episodio del 11-S le dio la oportunidad al Proyecto para un Nuevo Siglo Americano y al camino de la razón militar, implícito en la mente de políticos e ideólogos y de gran parte de su pueblo. Uno de sus estrategas -Henry Kissinger, acaso el prototipo medular del terrorista imperial- ha sostenido que la amenaza del terror -islámica o de cualquier origen- trasciende las fronteras del estadonación y, por lo tanto, es posible acabar así con cualquier forma de soberanía nacional. Hechura del imperio, hijo dilecto de su espíritu, el arrogante propagandista del "destino manifiesto" ha sabido conjugar magistralmente su voracidad con el impecable juego de su verbo, teñido de artera hipocresía: "la imposición de un orden internacional va en contra del carácter de una nación en cuya historia el tema dominante ha sido el antiimperialismo (…) El tema fundamental de la política exterior estadounidense ha sido -a veces, ingenuamente- prevalecer por el poder de nuestros ideales y reservar el poder militar para la resistencia a la agresión"[11]. 

Pero incluso este pudor palaciego e hipócrita ha estallado por los aires en los albores del siglo XXI. Sin eufemismos, la invasión a Afganistán y la guerra contra Irak están insertas en la soñada idea de la dominación de pleno espectro. Michael Klare, en su obra "La guerra por los recursos", sostuvo que "la decisión de EEUU de ir a la guerra contra Irak es fortalecer la estratégica posición norteamericana en Asia (…) Desde la visión de algunos estrategas, ésta área (el Golfo Pérsico y la cuenca del Mar Caspio) es el pivote del mundo de los negocios porque ambas esconden grandes reservas de energía y porque es una zona geográficamente importante en términos de la futura competencia de EEUU con Rusia y China", y que la prioridad en América Latina es Venezuela "porque es uno de los grandes exportadores de petróleo"[12]. 

El politólogo Kenneth Waltz, padre intelectual de la escuela realista que hombres como Kissinger trasladaron a la política exterior estadounidense, sentenció que no existía conexión alguna entre el terrorismo islámico y el régimen iraquí. "Saddam (Hussein) no habría permitido que operaran terroristas. Irak era una dictadura, no un Estado terrorista: eso lo inventamos nosotros (…) El terrorismo puede provocar enorme daño, pero no amenazar el poder de los Estados Unidos"[13]. Con amarga ironía, Antonio Tabucchi describe la urgencia de un imperialismo sitiado: "mucha elección no parece haber tenido George W. Bush, apremiado por las compañías petroleras y por la poderosa industria de armamento que lo apoyaron en su campaña electoral y que en los últimos años han fabricado toneladas de artilugios. Hay que vaciar los almacenes, en caso contrario se atasca el ciclo de producción. Las bombas, al igual que el yogurt, tienen fecha de caducidad, y la sociedad de consumo exige que sean consumidas"[14]. 

La decisión unilateral del imperio de atacar a Irak termina de hacer caer el velo de la hipocresía, e hizo trizas un orden internacional basado en la existencia de las Naciones Unidas como foro de resolución de controversias vía consenso. Cuando Francia y Alemania vetaron en el Consejo de la ONU la invasión aliada a Irak, el propio imperio -que había proclamado la necesidad de actuar militarmente para preservar la credibilidad de las Naciones Unidas- anunció que seguiría adelante con o sin ella. "Falló la gama de recursos con los que en otras ocasiones se había logrado el respaldo -recursos que incluyen presiones, chantajes y pruebas fraguadas- y quedó en evidencia el criterio autoritario con que se interpretan los consensos y los derechos de discrepancia. La ONU valía en tanto homenajeaba al UNO"[15]. Gianni Vattimo ha tildado de apocalíptica a la invasión norteamericana a Irak, en tanto el término Apocalipsis significa, además de destrucción, descubrimiento. "Esta guerra es un apocalipsis porque destruye y descubre que EEUU no cree en la ONU. La consideraron el patio de su casa. Hacían lo que querían y cuando no, validaban las resoluciones que finalmente violaron. Se descubre que la ONU era una cobertura ideológica de la política norteamericana"[16]. 

El ataque a Irak en 2003 implicó una fractura del orden jurídico y político internacional gestado en Yalta después de la Segunda Guerra Mundial. Pero los ideólogos del imperio siempre echan mano de argumentos sorprendentes: "En el Consejo de Seguridad de la ONU hay cinco miembros permanentes que ejercen el veto, lo cual no es válido para actuar positivamente en casos donde se necesita aplicar la fuerza. El veto soviético durante la Guerra Fría debilitó al Consejo de Seguridad (…) La ONU va a tener un papel de extrema importancia en muchos aspectos del orden global para estructurar países. Pero no es una institución adecuada para las amenazas de seguridad"[17]. 

La cuestión es que, motorizado por la estrategia geopolítica, el petróleo, la venganza del 11-S o el deseo de ser gendarme del mundo, el imperio ha decidido pasar de las palabras a los hechos, de la sutileza a la provocación, de la retórica a los misiles. Tal vez haya sido siempre ese su objetivo, pero acaso en otros tiempos el apetito estuvo contenido por un relativo equilibrio mundial. Liberado este, se desató el metabolismo expansivo, su devastadora maquinaria militar, su voracidad y rapiña desenfrenada. A finales del siglo XX, cuando la entronización de la fuerza no era tan obscena -aunque se preveía- James Petras escribió: "El imperio informal de EEUU, al igual que sus predecesores de la era colonial, justifica la explotación y sus indeseables aspectos represivos con el entretenimiento popular y las exhortaciones morales. Mientras el secretario del Tesoro obliga a los países asiáticos a despedir a millones de trabajadores para ‘estabilizar el país’, Michael Jordan aparece en la CNN. Mientras el presidente da charlas sobre derechos humanos en China, los asesores militares norteamericanos colaboran con las Fuerzas Especiales para asesinar a decenas de campesinos de Bolivia, Colombia y México (…) La hipocresía acompaña la dominación global, lo que va en línea con la mejor tradición imperial anglosajona. Tal como dijo en una ocasión Milan Kundera: ‘la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido’"[18]. 

Hoy hasta esa hipocresía ha quedado cegada por la transparencia de la obscenidad. 

El terrorismo del imperio

La guerra contra el terrorismo internacional ha sido definida como la lucha contra una "plaga extendida por los oponentes depravados de la civilización". Con estas palabras, el gobierno republicano de Ronald Reagan se aprestaba a emprender una cruzada que ejecutaría atrocidades en masa por todo el mundo. 

Aquel imperio informal al que aludía Petras había perpetrado, a lo largo de su existencia como nación, una diversidad de infamias terroristas. "Hemos expulsado y prácticamente exterminado a la población indígena del país -afirmaba Noam Chomsky[19]- hemos conquistado la mitad de México, depredado aquí y allá, en el Caribe y en América Central, conquistamos Hawai y las Filipinas, asesinando de paso a cientos de miles de filipinos. Desde la II Guerra Mundial, EEUU ha extendido su influencia por todo el globo con métodos que no necesito describir". La lista es, dolorosamente, más extensa: "Es sabido que desde 1959, los Estados Unidos han apadrinado ataques terroristas contra Cuba; la invasión de la bahía de Cochinos en 1961, el ametrallamiento aéreo contra civiles, las bombas en lugares públicos de La Habana, el asesinato de funcionarios y decenas de complots para matar a Fidel Castro"[20]. Latinoamérica hubo de experimentar en los años ’70 la instauración de los regímenes dictatoriales amparados por la potencia informal. "Desde principios de los años ’70 hasta comienzos de los ’80, la expansión imperial fue estimulada en gran parte por el crecimiento de su capacidad tecnológica militar, los bancos, las fuerzas militares subrogadas en Nicaragua, Afganistán, Angola, Guinea, Mozambique y los regímenes militares latinoamericanos (…) Ese imperio fue sostenido por tres pilares: la intervención militar, las operaciones encubiertas de espionaje y las fuerzas del mercado, instituciones financieras multilaterales (FMI, BM) y agencias económicas del Estado imperial (Tesoro, Comercio, etc)"[21]. 

Pero fue la Administración Reagan la encargada de declararle la guerra al terrorismo. Muchos de sus actos, como el bombardeo a Libia en 1886 -"el primer bombardeo en la historia programado para la mejor hora televisiva, las 19 horas, cuando las tres redes nacionales de TV presentan su noticiario nacional"[22]- o la invasión israelita al Líbano en el verano de 1982, apoyada por Estados Unidos, y que aniquiló alrededor de 20.000 personas, en su mayoría civiles, han sido consideradas de poca relevancia y no entran en el canon del terrorismo internacional. "No debería sorprendernos que algunos de los actos más terribles a los que sí se les permite entrar en el canon de terrorismo, tal como está definido por el sistema ideológico occidental, han sido llevados a cabo por hombres jóvenes que sobrevivieron a las matanzas de Sabra y Shatila y a la destrucción de los campos de refugiados en Líbano"[23]. 

Por otra parte, la guerra EEUU-Reagan contra Nicaragua terminó con decenas de miles de asesinados y el país centroamericano completamente devastado. En este caso, la Administración imperial despreció y rechazó los dictámenes del Tribunal Mundial y del Consejo de Seguridad de la ONU, que habían favorecido a la nación destruida. En tanto, la guerra colonialista de Malvinas en 1982 no se habría concretado de no haber mediado la cínica complicidad de los halcones imperiales con el gobierno conservador británico, a través de un sutil y perverso juego diplomático que involucró al por entonces endeble e ilegítimo gobierno militar argentino. 

En1986, se reveló que Estados Unidos, la nación que le había declarado la guerra al terrorismo, estaba en tratativas secretas con Irán: concretamente, la Administración Reagan fue descubierta vendiéndole armas en secreto al ‘gobierno más terrorista del mundo’. Sin embargo, Irán constituía por entonces, juntamente con Libia y Siria, uno de los principales defensores del terrorismo internacional, según el sistema de propaganda estatal americano, adoptado por los leales medios de comunicación. El mismo argumento fue utilizado por el aparato ideológico de la Administración George W. Bush para designar al Eje del Mal -una remake de la "tierra endemoniada" de Reagan-, estrategia que ha demonizado a tres naciones -Irak, Irán y Corea del Norte- y que ha estimulado en el imaginario norteamericano el recuerdo de la alianza fascista de la Segunda Guerra Mundial. 

Para la lógica imperial, sin embargo, no ha existido terrorismo en la decisión de armar a Irak para lanzarlo contra los musulmanes iraníes, del mismo modo que a los talibanes para detener al invasor soviético. Asimismo, acoger en su seno a notorios terroristas, agitadores y saqueadores de diverso pelaje que atentaron contra países latinoamericanos, y denegar su extradición interpuesta por las naciones víctimas, tampoco parece merecer la distinción de semejante estigma. Los cargos que pesan sobre el abanderado del Bien y la Libertad son abrumadores: se opuso a la conformación de un Tribunal Penal Internacional, se ha rehusado a someterse a los mecanismos de control de armas químicas y biológicas, ha rechazado los tratados ambientales para control de gases tóxicos, se ha negado a administrar medicamentos para tratamiento de enfermedades infecciosas a bajo precio a países pobres[24], y ha llevado una política de destrucción sistemática de la savia de las naciones menos desarrolladas en su propio beneficio. En Latinoamérica, el plan de pago de las deudas y las políticas de ajustes estructurales, diseñados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, ha aparejado un aumento de los beneficios de las multinacionales norteamericanas y la reducción del trabajo y el salario nativos. Esos beneficios han registrado durante los años ’90 máximos históricos en la región, en tanto que el desempleo, las quiebras y la marginación han alcanzado cotas sin precedentes. En México, Wall Street ha tomado el control de los principales resortes económicos del país: las comunicaciones, la industria y las finanzas. Mientras las monedas latinoamericanas se devalúan, las multinacionales adquieren empresas nacionales endeudadas a precio de saldo y reducen los salarios. La crisis y la pobreza de América Latina son las oportunidades y los beneficios de Wall Street. "Incluso los virreyes españoles habrían sentido envidia por la intensa explotación que se ha asegurado el Tesoro norteamericano"[25]. Las presiones de organismos como la OMC o el FMI sobre las políticas económicas, el control de bancos y las AFJP o la transferencia de recursos no son más que una forma nueva de imposición: el pago de tributos, tal como en la antigua Roma[26]. Pero, para los voceros de la Gran Democracia, el terrorismo es, sin lugar a dudas, otra cosa. 

El sideral gasto militar imperial "tiene compensaciones con la venta de armas, que hoy duplica en entradas al narcotráfico -ha subrayado la investigadora mexicana Ana Esther Ceceña[27]-. Para prevenir la formación de contrahegemonías no sólo se ha planificado un despliegue militar que le permite controlar toda la Tierra subdividiéndola por regiones, sino que también se busca controlar el espacio, es decir, la comunicación y la exploración del universo. Tal es la estrategia de espectro completo". Al decidir que el campo de batalla sea planetario, han ubicado bases militares en zonas de importantes recursos naturales de la Tierra. Ceceña, en su libro "La guerra infinita, hegemonía y terror mundial", planteó que "la Triple Frontera funciona como llave de acceso político y militar a la región amazónica; es una frontera que comunica a dos de los países más importantes de América del Sur y está en un lugar rico en biodiversidad". Con relación a esto, el coronel argentino Horacio Ballester aseguró que "la cíclica presencia del Comandante del Ejército Sur de EEUU en la Triple Frontera, las declaraciones del Departamento de Estado y los rumores de que allí habría terroristas tiene un objetivo: el control del Sistema Acuífero Guaraní, un verdadero océano de agua potable subterráneo que tiene allí su principal punto de recarga"[28]. 

La insistencia por la supuesta actividad terrorista en la zona traza un paralelo con la invasión a Irak, en donde presuntamente había armas de destrucción masiva que nunca se hallaron. En este caso, podría pensarse que el petróleo acaparaba la voracidad imperial, pero la lógica del escritor Norman Mailer ha aportado otro dato realista: "La administración de George W. Bush no fue sólo a Irak por su petróleo sino también por el Eufrates y el Tigris, dos ríos caudalosos en una de las zonas más áridas del planeta"[29]. 

Pero todos estos episodios, para los libretistas de la realpolitik neoimperial, no sólo no constituyen actos de terrorismo mundial sino que, como ha sostenido el provocativo ideólogo Robert Kaplan, son lecciones que tienden a cimentar el restablecimiento del orden frente a las fuerzas del desorden. 

Con su atrapante prosa y su pluma de excelente cronista, Kaplan le ha marcado el pulso a los devaneos imperiales de los halcones de la administración Bush para justificar la doctrina de la guerra preventiva. Osada y altiva, la teoría Kaplan saluda el retorno del espíritu guerrero imperial y sostiene que las viejas formas de la democracia representativa han resultado ser anacrónicas. Y, más aun, delinea el perfil y la procedencia del terrorismo: "la guerra será cada vez menos convencional y declarada, y se dirimirá más dentro de los estados que entre ellos (…) La consecuencia es el nacimiento de una nueva clase de guerrero, más cruel que nunca y mejor armado. Abarca los ejércitos de adolescentes asesinos en África occidental, las mafias rusas y albanesas, los traficantes de droga latinoamericanos, los terroristas suicidas de Cisjordania y los cómplices de Osama bin Laden que se comunican por correo electrónico. Derrotar a los guerreros dependerá de la velocidad de reacción de Estados Unidos, no del derecho internacional"[30]. 

Por alguna razón Kaplan omitió mencionar en su definición a los ejecutores de la guerra preventiva y la doctrina de espectro completo. Después de todo, los "nuevos guerreros, más crueles y mejor armados" también suelen habitar los pasillos del Pentágono y la Casa Blanca. Pero quizá su miopía no permita distinguirlos desde tan corta distancia. 

El terrorismo metastático

Un sistema cuyo recurso es el exterminio mediante la perpetración de daños irreparables y consecutivos. Así es el terrorismo. Asociado con la muerte sistemática y organizada, aparece como la forma obscena de la violencia, exacerbada y desencarnada. Así como la guerra preventiva de los halcones del Pentágono se ha convertido en una guerra omnipresente -y, por lo tanto, también obscena– de la misma manera el terrorismo -o lo que occidente define como tal- va camino hacia su potencialización. Conforman algo así como el intercambio de metodologías entre un poder y un contra-poder. Pero no dejan de ser eso: métodos. Ambos nefastos, por igual. Cada uno de ellos, con las armas que detentan. 

El imperio utiliza el recurso del chantaje, de la disuasión, para ejercer terrorismo. Así como en la Guerra Fría, el mundo vivía colectivamente "bajo el chantaje nuclear, no bajo la amenaza directa sino bajo el chantaje de lo nuclear, que es menos un sistema de destrucción que de manipulación planetaria"[31], el siglo XXI vive bajo el chantaje del terrorismo. Pura manipulación. La doctrina del imperio "está basada en enemigos indefinidos que son redes de individuos en las sombras que se superponen con Estados, enemigos que están planeando ataques inminentes con tecnologías peligrosas"[32]. De este modo, a través del chantaje, parece verosímil justificar la apropiación de las riquezas naturales del planeta: "acabada la constelación del esclavo y del proletario, aparece ahora la del terrorista. Acabada la constelación de la alienación, aparece ahora la del terror"[33]. 

El otro terrorismo -el islámico, según el estereotipo que de él hace occidente- utiliza, en cambio, otro recurso: el de la sanción, el terror contestatario y anónimo. De alguna manera, con eufemismos o sin ambages, tanto el terrorismo de Estado como el de "grupos emergentes ligados a tecnologías peligrosas" constituyen síntomas mundiales de la era unipolar, consecuencia de la hegemonía unilateral de un poder y los virus filtrantes del contra-poder, que se han diseminado a lo largo del planeta. 

Así como en el cáncer el cuerpo se rebela contra su propia estructura interna, y sus células contaminadas proliferan en forma indisciplinada, el terrorismo aparece como un desorden reactivo que desbarata la organización interna de un mundo regido por el poder imperial. Es un terrorismo metastático y, como tal, imprevisible e ilocalizable.

Mientras el mundo no estaba regido por un poder unilateral, el terrorismo era producto de un anarquismo o nihilismo localizables, o quizá alentado por estados subyugados o rebeldes. Todo perfectamente visible y predecible. Pero el terrorismo de principios del siglo XXI proviene de otro estado de cosas. Cuando un sistema ajusta y presiona con su propia brutalidad, con su exceso de poder, todas las estructuras singulares y particulares (ya se trate de culturas, pueblos, religiones, etnias) suelen rebelarse en forma de anticuerpos. El terrorismo de nuevo cuño es, sin dudas, consecuencia irreversible de la llamada globalización, es decir, de la imposición arbitraria de la lógica imperial en el concierto mundial. Es, al mismo tiempo, una respuesta a esa imposición cuanto su mismo espejo, pues también ese terrorismo se encuentra genéticamente instalado en la forma madre que lo engendró. Así como la discriminación y la exclusión son resultados lógicos propios de la globalización -mejor llamada privatización global del poder-, de la misma manera lo es el terrorismo: todas ellas resultantes sombrías y no queridas de un sistema de imposición imperial. Cuando la situación es monopolizada a tal escala por la potencia mundial, cuando la maquinaria tecnocrática y el pensamiento único han erradicado todas las formas de diferenciación (o presionen cada vez más para lograrlo), surgen por todas partes las singularidades errantes e insurgentes, de las cuales no todas ellas contienen dosis de violencia. El terrorismo, sin embargo, es la única singularidad que engloba todas las dosis extremas de la violencia: "es el acto que restituye una singularidad irreductible al corazón de un sistema de intercambio generalizado. Todas las singularidades (las especies, los individuos, las culturas) que han pagado con su muerte la instalación de una circulación mundial dominada por una potencia única se vengan gracias a este transfert terrorista de situación"[34]. 

Sin duda alguna, la pretensión de la dominación de pleno espectro resultará banal, porque si bien puede el imperio enfrentar a cualquier antagonismo visible, no podrá contra las estrategias virales y sutiles, ilocalizables y subrepticias. "Cuidado con declarar la guerra contra cosas que empiezan con minúsculas -había postulado un periódico canadiense[35]- porque nunca se ganan. Se puede ganar contra una nación cuyo nombre empieza con mayúsculas, pero contra la pobreza, el terrorismo, la delincuencia, es imposible". Y la banalidad radica en que todo el sistema de dominación, por poderoso que sea, genera él mismo su propio fermento de desaparición: "la alergia a cualquier orden definitivo es universal (…) De manera muy lógica e inexorablemente el incremento aluvional de la potencia incrementa la voluntad de destruirla. Ella es cómplice de su propia destrucción (…) ¡Es el hechizo de cualquier orden mundial, cualquier dominación hegemónica! Si el Islam dominara el mundo, el terrorismo se levantaría contra él. Pues el mundo mismo resiste a la mundialización"[36]. 

Más aun, la violencia de las fuerzas de resistencia a lo global (singularidades entre las que se encuentra el terrorismo) será directamente proporcional a la virulencia del orden imperial, con su imposición de la eficacia técnica, la organización total, el aniquilamiento de lo particular y la circulación integral de todos los intercambios. Hasta ahora, las singularidades han tomado mayormente la forma de una rendición impotente e incondicional ante esa imposición, incluso de remordimiento contenido. Pero ese poder insoportable y sofocante ha fomentado toda una cultura de la violencia, engendrando una imaginación terrorista que (sin saberlo) habita en el imaginario colectivo de todas las singularidades. El terrorismo del siglo XXI -entronizado por el Islam, que no es su encarnación, pero sí representa al conjunto de todas esas singularidades- ha inaugurado una nueva forma de acción: a la apropiación de las armas de la potencia dominante (la especulación bursátil, las tecnologías informáticas y las redes mediáticas) le ha adosado un arma letal: su propia muerte. Si sólo enfrentara al sistema con sus mismas armas, el terrorismo sería eliminado en forma inmediata. Por eso "conjugan todos los medios modernos disponibles con esta arma altamente simbólica (…) Han logrado convertir su propia muerte en un arma absoluta contra un sistema que vive de la exclusión de la muerte, cuyo ideal es el de muerte-cero. Y todos los medios de disuasión y de destrucción nada pueden contra un enemigo que ya hizo de su muerte un arma contra-ofensiva. De la modernidad y de la mundialidad lo han absorbido todo, sin modificar su meta, que es destruirlas"[37]. 

Ironía de la época: la potencia militar más grande de la historia, con toda su logística planetaria y su tecnología de gran escala ha sido obligada a resignar los blancos selectivos y a montarse sobre una lógica netamente destructiva, la eliminación impersonal y el exterminio sistemático; mientras que el terrorismo, con una infinitamente menor capacidad operacional, ha sido capaz de centrarse en lo simbólico y lo selectivo, precisamente por su invisibilidad e imprevisibilidad. El terrorismo ha preferido la humillación, no el exterminio (acaso porque éste último no pueda alcanzarlo). El imperio se ha convertido en un gigante que pega indiscriminadamente, a tontas y a locas, contra un enemigo que no tiene más remedio que recurrir al golpe imprevisto y secreto, con los arrebatos de su propia dignidad. Un ring verdaderamente atroz. De ahí el fin de la sutileza imperial. De ahí también, la violencia contestataria del terrorismo, no por simbólica menos espantosa. 

El gato que jugaba afanosamente con el ratón, de golpe no lo puede hallar. Y en su desesperación, ha puesto desenfrenadamente límites a la libertad, de la que él era su estandarte. Otra ironía: la llamada globalización -una ideología que le pertenece- está a punto de ejecutarse, pero en la forma diametralmente opuesta a la prevista: la de una mundialización policial, un control total del espacio planetario, la instauración de un sistema de ultraseguridad fundamentalista, a través de la guerra preventiva. (¿Cómo se previene, en verdad, una metástasis?). 

Norman Mailer, con su crítica mirada, describe esta paradoja: "En EEUU se viene produciendo un proceso curioso desde hace años. El país se está volviendo cada año más tosco. Hoy nos piden que reemplacemos el placer por el poder. La tecnología nos dice: ‘De ahora en más, vamos a tener muchos menos placer, pero mucho más poder’. Ese es el credo de la tecnología"[38]. 

Por último, ¿qué sería del terrorismo sin los medios? Si la escalada de violencia y muerte no se jugara en ellos, entonces su efecto sería módico y volátil. Sin ese golpe de efecto que proporciona el exhibicionismo mediático, estalla la carga simbólica de todo terrorismo, y declina su objetivo. "La logística mediática alimenta a la población de violencia", ha sentenciado Paul Virilio. Es desde este punto de vista que el 11-S ha constituido el ideal de atentado terrorista -¡una ironía más!- porque combinó en óptimas dosis unos efectos simbólicos y mediáticos

Paradójicamente EEUU, que utilizó la propaganda para hacer fantasía con la realidad, debió probar su propia medicina: la publicidad de su enemigo. Esta se ha encargado de ofrecer en imágenes precisamente lo que las grandes cadenas norteamericanas censuraban. Esas imágenes atroces han venido a desmentir el cinismo imperial de que lo que no está en TV -porque se oculta- no existe: si la ficción televisiva había reemplazado a la verdad al ocultar los muertos de las guerras y mostrar una estética de los bombardeos aptos para el consumo espectacular, la utilización mediática de Al Jazeera, la cadena árabe, pone en evidencia que todo terrorismo y toda guerra no responde a una estética de la banalidad y de la exclusión de la muerte, sino que la muerte misma es su única realidad. Esta publicidad viene, de alguna manera, a reivindicar el evento real en un universo supuestamente virtualizado, y constituye una prueba más de los efectos filtrantes del terror metastático. 

¿Y quién puede predecir el destino de las formaciones cancerosas? La genética imperial ha gestado su propia revuelta estructural, logrando provocar -muy a pesar suyo- un desorden reactivo que se ha disparado irreversiblemente, tal vez hacia un punto sin retorno. Esta revuelta que es el terrorismo no tendrá fin, y su violencia irrumpirá espasmódicamente hasta tanto el poder unilateral agote su provocación. En el camino, los conceptos de libertad, democracia y derechos humanos ha sido salvajemente lacerados. "Si nuestra democracia -escribía con resignación Norman Mailer[39]- es el experimento más noble en la historia de la civilización, tal vez sea también el más vulnerable". 

En esto radica, sin dudas, la verdadera victoria del terrorismo reactivo. Victoria en la recesión occidental -recesión económica, política, moral, psicológica- y en el borramiento de la idea de libertad, el emblemático orgullo de esa civilización. Occidente, al sostener un repliegue estratégico de sus valores, interioriza de alguna manera su propia derrota. 

Fuentes

Marina AIZEN, Radiografía de una sociedad imperial, "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 08/06/2003. 

Stanley HOFFMANN, Leer el mundo sin anteojeras, en "Clarín", Buenos Aires, 4/02/2002. Traducción de Elisa Carnelli. 

Jean BAUDRILLARD, La ilusión del fin. La huelga de los acontecimientos, Anagrama, Barcelona, 1989. 

José PARADISO, La guerra por sobre la política, en "Clarín", Sección "Tribuna Abierta’, Buenos Aires, 26/03/2003. 

Kenneth WALTZ, Ya no hay quién equilibre el poder de los Estados Unidos, en "Clarín", Buenos Aires, 23/11/2003. 

Gabriel COCIMANO, El fin del secreto. Ensayos sobre la privacidad contemporánea, Buenos Aires, Dunken, 2003. 

Joseph NYE, Consejos para que EE.UU no asiente su poder sólo en misiles, en "Clarín", Buenos Aires, 02/05/2004. 

Noam CHOMSKY, Estados Unidos quiere dominar el mundo, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 16/03/2003. 

Osvaldo GUGLIELMINO, Bush: Plutocracia más Teocracia, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 16/03/2003. 

Henry KISSINGER, Las alianzas contra el Eje del Mal, en "Clarín", Sección ‘Tribuna Abierta’ Buenos Aires, 11/03/2002. Traducción de Elisa Carnelli. 

"Clarín": Los riesgos de una era de imposición, (Autores varios), Suplemento "Zona", Buenos Aires, 23/03/2003. 

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[1] En Marina AIZEN, Radiografía de una sociedad imperial, "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 08/06/2003.

[2]Stanley HOFFMANN, Leer el mundo sin anteojeras, en "Clarín", Buenos Aires, 4/02/2002. Traducción de Elisa Carnelli.

[3]Jean BAUDRILLARD, La ilusión del fin. La huelga de los acontecimientos, Anagrama, Barcelona, 1989.

[4]Ibíd..-

[5]José PARADISO, La guerra por sobre la política, en "Clarín", Sección "Tribuna Abierta’, Buenos Aires, 26/03/2003.

[6]Kenneth WALTZ, Ya no hay quién equilibre el poder de los Estados Unidos, en "Clarín", Buenos Aires, 23/11/2003.

[7]Gabriel COCIMANO, El fin del secreto. Ensayos sobre la privacidad contemporánea, Buenos Aires, Dunken, 2003.

[8]Joseph NYE, Consejos para que EE.UU no asiente su poder sólo en misiles, en "Clarín", Buenos Aires, 02/05/2004.

[9]Noam CHOMSKY, Estados Unidos quiere dominar el mundo, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 16/03/2003.

[10] En Osvaldo GUGLIELMINO, Bush: Plutocracia más Teocracia, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 16/03/2003.

[11]Henry KISSINGER, Las alianzas contra el Eje del Mal, en "Clarín", Sección ‘Tribuna Abierta’ Buenos Aires, 11/03/2002. Traducción de Elisa Carnelli.

[12]en "Clarín": Los riesgos de una era de imposición, (Autores varios), Suplemento "Zona", Buenos Aires, 23/03/2003.

[13]Kenneth WALTZ, ob.cit.-

[14]Antonio TABUCCHI, La Vieja Europa y el futurista Bush , en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 29/06/2003. Traducción de Carlos Gumpert.

[15]José PARADISO, ob.cit.-

[16]Gianni VATTIMO, en Vattimo o la desesperanza, entrevista de Héctor Pavón, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 23/03/2003.

[17]Francis FUKUYAMA, La hipocresía no es una característica única de EEUU, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 09/11/2003. Conferencia dictada en el Encuentro Europa-América Latina, en México, octubre 2003.

[18]James PETRAS, Bajo el imperio de Estados Unidos, en Rebelión, "La página de Petras", 21/07/1998. www.rebelion.org

[19]Noam CHOMSKY, El terrorismo funciona, en Rebelión, "La página de Chomsky", 09/11/2001. (Traducción: CSCAweb) www.nodo50.org/csca

[20]Noam CHOMSKY, El autismo del imperio, en Rebelión, "La página de Chomsky", 24/05/2004. (de: "Le Monde Diplomatique", traducción de Rocío Anguiano).

[21]James PETRAS, El neoimperialismo, en Rebelión, "La página de Petras", 24/05/2004. (Especial para "Al Filo. El mundo de los trabajadores", año 1, Nº 2. Traducción de Ricardo Martínez)

[22]Noam CHOMSKY, Terrorismo internacional. ¿Qué remedio?, en Rebelión, "La página de Chomsky", 04/02/2002. Conferencia del autor en el "Simposio Internacional sobre Terrorismo de Estado y Derechos Humanos", Universidad de Frankfurt, abril de 1986.

[23]Ibíd..-

[24]José PARADISO, ob.cit.-

[25]James PETRAS, Bajo el Imperio de EEUU, ob.cit.-

[26]Giovanni ARRIGHI, en Telma LUZZANI, Tiempo de pensar otra vez desde América Latina, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 24/08/2003.

[27] en Ibíd.-

[28]en Telma LUZZANI, La Guerra del Agua, "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 03/08/2003.

[29]en Ibíd.-

[30]Robert KAPLAN, El retorno de la antigüedad, Ediciones B-Grupo Z, Barcelona, 2002. En Fabián Bosoer, Réquiem para la democracia imperial, "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 03/11/2002

[31]Jean BAUDRILLARD, Las estrategias fatales, Anagrama, Colección "Argumentos", Barcelona, 1984.

[32]James PETRAS, Doctrina Bush: la construcción desenfrenada del Imperio, en Rebelión, "La página de Petras", 07/10/2002. Traducción de Ana Fiol.

[33]Jean BAUDRILLARD, ob.cit.-

[34]Jean BAUDRILLARD, El terrorismo. La 4º guerra mundial está en otra parte", en "El Despertador", Teoría Crítica. Traducción de Bruno Mazzoldi. www.eldespertador.info

[35]Hal KLEPAK, Las tretas de los débiles, en "Clarín", Buenos Aires, 09/03/2003

[36]Jean BAUDRILLARD, El terrorismo, ob.cit.-

[37]bíd..-

[38]Norman MAILER, En EEUU se vive un clima pretotalitario, en "Clarín", Suplemento "Zona", Buenos Aires, 05/09/2002.

[39]Ibíd..-

 

 

 

 

Autor:

Gabriel Cocimano

Partes: 1, 2
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