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Colección “Revisión Cultural” (desde 1978) (página 3)

Enviado por Ramon Ramonet Riu


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El obispo Guillem llevó la mitra de la Seo episcopal de Barcelona cuando el hijo del muy heroico conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, ya tenía cincuenta años. Juntos emprenderían varias campañas en Provenza, donde consta que ganaron algunas batallas. Siendo obispo de Barcelona, Guillem emprendió con vigor la reestructuración del patrimonio eclesiástico, además de ordenar hacer varias reformas en la clerecía. Por otra parte, concluyó las iglesias que encontró empezadas y también fundó otras. Es sabido que impulsó la vida monástica en la comunidad de Sant Pau del Camp, (hoy integrada en el centro de Barcelona), y en la periferia consagró otras tan famosas como la de Sant Vicenç de Sarriá, y la de Sant Martí de Cerdanyola. Como hay que decirlo todo, reconozcamos que el obispo Guillem en 1157 fracasó en su empeño de fundar un monasterio benedictino en Cérvoles ("II Trobada d'estudiosos de la comara de Les Garrigues-Lérida", Tarres 2000- ps. 27 a 36).

Siendo Guillem obispo de Barcelona, la ciudad tenía unas 20.000 almas. En el siglo XII, el obispado regía las parroquias desde la costa catalana hasta Oca (Burgos). El mismo nombre de la comarca aragonesa "El Maestrazgo" recuerda como los maestres del Temple se empeñaron en mantener su reconquista; no sólo en el sur-este de Aragón, sino en el noroeste, como recuerdan topónimos "Egea de los caballeros", etc.. Los caballeros templarios y los obispos nunca colaboraron tan estrechamente como bajo Guillem de Torroja, porque su hermano Arnau era la máxima jerarquía que la Orden tenía a cada lado del Pirineo catalán.  

La credulidad de aquellos incultos tiempos era suplida por la fe y entusiasmo. Así, las heroicidades de la reconquista se remitieron a líderes como Carlomagno y alguno de sus nobles pares. En Cataluña fueron populares algunos míticos personajes belicosos, tipo el Conde Arnau, y el jovencito Peredur, quien, inspirado por Dios, era un "campeón de la inocencia". El prototipo del héroe fue Perceval, cuya leyenda nadie pudo reconocer cuando al fin regresó a Cataluña envuelta por la saga del Santo Grial. El héroe ideal para personificarlo no podía ser otro que el joven Ramón Berenguer III "el Grande", quien se había criado en la corte del castillo de Roergue (Fr.) hasta cumplir la edad de 15 años, cuando regresó a la Corte de Barcelona. Allí él logró hacerse reconocer como legítimo heredero de la casa condal gracias a llevar una señal de nacimiento en su cuerpo. A partir de entonces él fue presentado como el héroe autosuficiente, obligando después a su tío fratricida a partir a las Cruzadas (de donde no volvió).

La tradición tenía un enorme peso entonces, y más por las grandes alabanzas inmortalizadas por la "Gesta Comitum Barcinonensium", que en recuerdo de Ramón Berenguer III fue escrita por los monjes de Ripoll. Tal fue el tema de otro libro en el cual presenté al citado conde-rey catalán como el legendario "Perseval" ideal ("Per-se-val", en vernáculo:"que-se-vale-por-si-mismo"). Era inolvidable que bajo su gobierno se hubiesen construido más de 300 iglesias en Cataluña. A la versión más antigua de aquella obra "Gesta…" posteriormente aún se añadió: "…Fue un hombre de bien, sabio, de gran ingenio y gran consejo y de gran fama por todo el mundo, grande de corazón y humilde y sutil en sus propósitos. Todos lo miraron por su cortés porte y vestimenta; era alto y de constitución fuerte, de corazón y manos proporcionadas en todos sus miembros, bello de corazón…".

Por todo lo dicho, los laureles de Ramón Berenguer III pasaron a su heredero Alfonso II, mientras que todas las exitosas gestiones políticas de Guillem de Torroja históricamente sólo lo encumbraron hasta ser arzobispo. Lo cierto es que, por su cargo de mitrado, fue la más poderosa jerarquía de la confederación catalana-aragonesa, y a la vez un político de primera magnitud. Sus trascendentales gestiones permanecen, pero se han olvidado sus grandes esfuerzos. Históricamente tanta ingratitud se debió a que fue eclipsado por dos soberanos magníficos. Lo eclipsó primero el gran renombre del conde-rey Ramón Berenguer IV, de quien fue uno de sus principales consejeros (sino el primero de todos). Después sucedió lo mismo con su heredero, pero los méritos habrían sido de Guillem. Mi contundente afirmación está basada, principalmente, en que el obispo Guillem y el pontífice Alejandro III (1159-1181) fueron ambos muy buenos amigos y colaboradores.

Ramón Berenguer IV se debatía entre dos contrarias influencias, porque su obispo Guillem estuvo a favor de mantener su obediencia al papa legítimo Alejandro II, quizá también por los vínculos que ambos mantenían con los monjes de la orden del Cister. El conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, en efecto había recibido misivas del antipapa Víctor IV quien le pedía que apoyase la causa de los gibelinos, lo cual no le desagradaba, porque era lo que había hecho su hermano homónimo conde de Provenza. Como estaba casado con Riquilda, una nieta del emperador Federico "Barbarroja", defensor del antipapa, el conde catalán se habría puesto también a su lado, pero la muerte le llegó antes de haberse comprometido.

Cuando Guillem, siendo vice regente, se hizo con las riendas del poder se posicionó a favor de los güelfos defensores del papa legítimo y por ello posteriormente recibió de Alejandro III bulas de sincero agradecimiento. El caso es, que Guillem ejerció una incesante presión sobre el conde de Barcelona. Aún pudo ejercerla mayor cuando logró adjudicar la mitra de Zaragoza a su hermano Pere de Torroja (+1195). No hay que confundirlo con su pariente homónimo que años antes también había sido consejero de Ramón Berenguer IV. De la importancia de la sede episcopal de Barcelona, hay que decir que en el siglo XII el sumo pontífice le dirigió más de cuarenta documentos. En su mayoría fueron bulas, y alguno de dichos escritos conservados mide dos metros de altura. Al rey-niño la que más le gustaba era una alabanza que el emperador Federico "Barbarroja" había escrito a su padre Ramón Berenguer IV, con motivo de haberse aliado con el rey inglés para ir ambos ejércitos contra el condado de Toulouse.

SU HERMANO ARNAU ENROLADO EN LA ORDEN DEL TEMPLE

En 1164, el dicho sobrino del obispo Guillem, Pere (en catalán, Pedro) de Torroja, de Solsona, hizo una importante donación a la orden del Temple, haciéndose eco de las dificultades de aquellos monjes-guerreros. Probablemente se lo explicaría quienes regresaban de su peregrinación, o servicio de armas en Tierra Santa. Aquellos testimonios impactaron en el ánimo de Arnau de Torroja y en su hermano Guillem, quien, como obispo, sin duda supo bien que incluso se luchaba en tierras de Egipto. Al poco tiempo de establecerse la orden del Temple en Cataluña, Arnau se enroló para servirles con su espada. Como templario estuvo en Palestina al menos en dos expediciones, coincidiendo con cuando su Orden ayudaba al rey Amalrico I de Jerusalén en sus continuas ansias expansionistas sobre el país del Nilo. (Véase la"1ª Parte": "A. de Torroja").

Creo que puedo razonar correctamente una aproximación teórica a la personalidad y hechos del gran maestre Arnau de Torroja, hermano de Guillem, teniendo en cuenta, por ejemplo, las exigencias que la muy poderosa orden del Temple consideraban imprescindibles al nombrar a sus máximos líderes; … y no digamos las aún mayores por parte de la orden matriz, y hermana, llamada "de Sión", la cual Arnau de Torroja a partir de 1181 al mismo tiempo también presidió durante cuatro años. La orden de de Sión tenía un cariz más iniciático, y al parecer sobrevive activa en nuestros días, aunque en secreto, siendo conocida como Priorato de Sión.

Debo insistir en que al gran maestre de ambas órdenes monástico-militares conjuntas, se les exigió, ante todo, tener un historial inmejorable en las luchas en Tierra Santa (Outremer), así como también haber hecho otros méritos de todo tipo dentro de sus respectivas disciplinas. Un obispo de la ciudad de Acre describió a los Templarios cual: "Leones en la guerra y corderos en el hogar". Rudos caballeros en el campo de batalla, eran capaces de transformarse en monjes piadosos en las capillas. Hombres mansos y de suave carácter con sus amigos, mientras que, por otra parte, dada su austeridad, tuvieron prohibido hacer deportes ni mostrar ira, o reír, y menos aún recordar liberalidades de su juventud.

El mitrado Guillem, de la familia Torroja de Solsona, debió de entender que las directrices de la novedosa orden del Temple serían las más dignas para dar salida a las inquietudes de su joven hermano Arnau, hecho de su misma pasta. Parece obvio que le recomendase para ingresar en la orden del Temple. La ocasión era de oro, porque los favores del obispo para con los templarios llegados a Cataluña bien merecería que le correspondiesen aceptando a su rico y bien predispuesto hermano. Después estaría en condiciones de prometerle que, si hacía los méritos exigidos para ello, se le educaría para desempeñar las máximas jerarquías de los monjes con espada. Así fue, en efecto, aunque omito aquí sus hazañas bélicas, porque ya las desarrollé en la "1ª Parte" de la biografía: Arnau de Torroja, Gran Maestre de las órdenes del Temple y de Sión, siendo su último gran maestre conjunto. 

A continuación voy a proponer una arriesgada hipótesis, pues, aunque subjetiva, la considero muy plausible dada la sagacidad y astucia del obispo Guillem, hermano de Arnau de Torroja. De hecho, tenemos plasmada en hechos históricos los resultados de una estrategia muy bien planificada y llevada a feliz término, como fue lograr que Arnau de Torroja fuese nombrado Maestre Provincial de la Orden del Temple. Si en ella falló algo, sería el hecho de que incluso superó con creces el éxito que Guillem de Torroja pudo haberse imaginado, ya que Arnau no sólo fue Maestre provincial, sino Maestre universal de los caballeros templarios de todas parte donde se habían establecido.

El obispo Guillem imaginó un plan que fuese digno de su capacidad intelectual, y habrá de reconocerse que estuvo estratégicamente urdido para lograr reconquistar el sur de Cataluña. Después de la participación de los caballeros templarios en las conquistas de Almería, Tortosa, Fraga, Mequinenza, etc., aquella orden de monjes con espada, al ganar un gran renombre, sucedió que también aportó muchos problemas a la sociedad catalana. No eran conflictos como los generados por el rey aragonés, que en su testamento les dejó todo su reino, pero los nobles catalanes se quejaron mucho de los templarios al tenerlos por molestos vecinos.

Los templarios recibían incontables donaciones particulares, y además numerosas propiedades procedentes de las dotes de sus nuevos miembros de la nobleza catalana, de forma que las disputas por los lindes y otras menudencias resultaron insoportables también para la Iglesia, ya que los templarios tan sólo recibían órdenes del Vaticano. Pero al muy inteligente obispo de Barcelona al padecer en sus carnes los problemas que le acarreaban las quejas de sus parroquias catalanas, se propuso acabar con aquella situación aunque fuese a largo plazo. Para conseguirlo, su propio hermano Arnau de Torroja debería lograr ser nombrado Maestre provincial de la orden del Temple, para lograrlo empezaría a promocionarlo muy habilmente. Quizá incluso sin que ni Arnau fuese consciente de ello, el astuto obispo Guillem empezó por hacerlo nombrar miembro del consejo de regentes del conde Ramón Berenguer IV.

Para no perderme en detalles, diré sólo que cuando éste falleció, Guillem supo prescindir de la compañía de su hermano muy a su pesar, para enviarlo a Tierra Santa, y allí, en efecto, Arnau conseguiría hacer méritos para ascender de jerarquía más rápidamente. Entonces como hoy, en toda milicia los galones se ganaban peleando donde había mayor actividad y peligro, por lo cual, eventualmente Arnau de Torroja se vio empujado, conscientemente o no, para hacer la carrera monástico-militar en el mismo Jerusalén.

También resulta evidente que el obispo Guillem de Torroja por entonces benefició a su otro hermano Pere de Torroja, nombrándolo abad de Vilabertrán (Figueres). Luego lo promocionó a la mitra de Zaragoza (1152), un nombramiento sumamente importante, porque bajo su autoridad episcopal, la capital del Ebro quedó de un plumazo subordinada a la metrópoli de Tarragona, concluyendo con ello un largo conflicto de límites diocesanos, ya que Castilla pretendía que aquella diócesis les perteneciese. En sólo dos años de gobierno, Guillem y su hermano Pere, hicieron realidad el que las fronteras, antes estrictamente políticas, fuesen también eclesiásticas.

Pere de Torroja es otro personaje que en efecto merecería una mayor atención, pues en 1181, en vida del gran maestre del Temple, Arnau de Torroja, y después en 1185, viajó a la isla de Cerdeña con tropas del rey de Aragón para defender los derechos de su sobrino Hugo Ponç (Sus descendientes fueron los señores de Bas). Pere de Torroja, por cierto, como arzobispo de Zaragoza también presidió un acuerdo de límites respectivos en aquella zona entre los caballeros templarios y hospitalarios.

Guillem tuvo aún otros hermano además de Pere, Arnau, Berenguer y Saurina. Se llamaba Ponç, pero omito su presentación porque, aunque tuvo cargos, no alcanzó un nivel internacional. Remito a los interesados al opúsculo escrito por Antoni Llorens Solé, titulado: "La valuosa ajuda, bèl.lica i diplomàtica, prestada al comte de Barcelona, Ramón Berenguer IV, pels Torroja, senyors del Castell de Solsona", publicado en 1988 en la revista Medievalia, ISSN 0211-3473, nº 8. ("Estudios dedicados al Profesor Frederic Udina i Martorell"- ps. 253-264").

GUILLEM DE TORROJA FUE BUEN AMIGO DEL PAPA ALEJANDRO III

Por tan sólo seis años Guillem de Torroja no fue continuador directo en la sede mitral de Barcelona, del famoso obispo san Olegario (sant Oleguer), aquel valiente que a la edad de setenta y cuatro años se vio obligado a recordar al papa Inocencio II que se le había elegido porque él y san Bernardo lo habían defendido ante las cortes europeas contra la candidatura del antipapa Anacleto II. Fue un incuestionable éxito de Guillem de Torroja el haber conseguido que el conde-rey catalán permaneciese en el seno de la Iglesia de Roma cuando éste tuvo la tentación de reconocer la legitimidad del antipapa Victor IV. No obstante, a dicho papa sí que se lo reconoció legítimo en los feudos catalanes de Provenza, donde reinaba el sobrino de Ramón Berenguer III, un catalán casado con Riquilda, que era viuda del rey Alfonso VII de Castilla y sobrina del emperador Federico I "Barbaroja".

Ramón Berenguer IV se sentía dispuesto a rendir vasallaje al muy cruel emperador en 1159, porque tenía simpatía por el soberano alemán. Para el conde de Barcelona habría sido fatal contradecirle, y sabiamente se doblegó a su autoridad, pero de modo que tan sólo en la corte provenzal se reconoció oficialmente al antipapa Víctor IV. En otoño de 1161 el conde de Barcelona, por motivos políticos, aceptó incluso que la lejana Provenza fuese un feudo del emperador Federico I "Barbaroja", mientras en los condados catalanes del sur de los Pirineos se reconocía al verdadero pontífice Alejandro III. Y así continuó siendo a pesar de morir el soberano catalán el año siguiente.

El emperador "Barbarroja" aceptó la amistad que le ofrecía el conde de Barcelona por la necesidad que tenía de no crearse más adversarios, y se conformó con que en el sur de los Pirineos catalanes no apoyasen al verdadero pontífice, sino que permaneciesen neutrales (Paul Fournier "Le royaume d'Arles et de Vienne", p.20). En el Archivo Capitular de Barcelona se conserva una encíclica del papa Victor IV contra el legítimo Alejandro III y sus partidarios, fechada el 19 de noviembre de 1160, que fue escrita en Pavía. En ella se lee que el emperador afirmaba que su antipapa era obedecido en: Hispania, condado de Toulouse y en la Provenza, así como en otros lugares. El 18 de agosto de 1162 "Barbarroja" incluso elogió al conde de Barcelona. Era el mismo año que se volcó contra Italia, destruyendo Milán. Allí capturó a media docena de ciudadanos principales y sólo a uno de ellos le dejó un ojo para guiar a los demás emisarios a parlamentar. Milán rápidamente capituló sin condiciones,… porque no sospechaban que la ciudad sería luego saqueada (excepto las iglesias). Para mayor desgracia, el emperador incluso mandó que toda aquella área ciudadana fuese derruida, arada y sembrada con sal.

El meollo del problema que hizo que hubiesen antipapas fue debido a que, al ser elegido Alejandro III (1159-1181), en mala hora se opuso al emperador Federico "Barbarroja", quien, prepotente por sus éxitos militares, optó por nombrar a Víctor IV, que fue un antipapa coronado en la basílica de San Pedro del Vaticano (murió el 20.4.1164, sucediéndole Pascual III). El resultado fue que el legítimo Alejandro III los excomulgó a los dos, envalentonado por la protección recibida del rey Luís VII de Francia (1137-1180). Allí el pontífice auténtico después debió refugiarse hasta 1165, año en que ya pudo regresar a la sede del Vaticano apoyado por otro emperador llamado Manuel Comneno de Bizancio (1143-1180). Fue en realidad exclusivo mérito del obispo Guillem de Torroja el que el conde de Barcelona nunca aceptase al antipapa impuesto por "Barbarroja", un hombre vigoroso y ambicioso que estuvo imbuido de las gestas de Carlomagno, debiendo renunciar a su objetivo inicial de imponer su autoridad desde Borgoña hasta Provenza. Las galeras provenzales y las de Pisa vigilaban conjuntamente las costas del Mediterráneo a fin de que el pontífice, residente entonces en Aviñon (Fr.), no pudiese regresar a Roma. En Cataluña, en cambio, hay cartas del año 1163 que confirman que Alejandro III era reconocido papa legítimo.

Entonces Alejandro III escribió a Guillem de Torroja agradeciéndole el haber sabido conservar en el seno de la Iglesia a Ramón Berenguer IV, para conseguir lo cual no se pude dudar que el obispo Guillem debió de desplegar argumentos de mucho peso con gran diplomacia, a lo que le contestó el sumo pontífice: "Recuerdo con cuanto cuidado y diligencia procurasteis atraer a nuestra devoción y a la de la Iglesia a aquel barón de digna memoria, Ramón, que fue conde de Barcelona, su tierra, y cuan solicito y cuidadoso habéis estado para animar y conservar en la misma devoción el cristianísimo hijo nuestro, Alfonso, ilustre rey de Aragón, hijo suyo…". Trascrito por J. de Zurita: "Anales del reino de Aragón", (libro II, cap.18 -folio 70). El original era escrito en latín y lo transcribió A. Rovira Virgili en su monumental obra: "Historia Nacional de Cataluña" (Ed. Bilbao 1.977- p.73).

"Barbarroja" después de la toma de Milán estuvo muy ocupado tratando de pacificar su propio reino, porque durante su ausencia su querido sobrino llamó a la sublevación general intentando derrocarle en vano. Una vez "Barbarroja" lo recuperó sus estados, armó un nuevo ejército y regresó a Lombardía, donde fue derrotado por la liga en Legnano (1171). Aquello menguó su prestigio, por lo que en Venecia finalmente debió acercarse al pontífice Alejandro III (1.8.1177). Así, ya reconciliado con el papa legítimo, "Barbarroja" en 1183 firmó la paz con la liga lombarda en la ciudad de Constanza. Además hizo otro pacto de paz con los normandos de Sicilia, acabando con casar a su hijo con la heredera de dicha isla. Enrique VI fue coronado rey de Germania, Nápoles y Lombardía en la catedral de Milán como sucesor de "Barbarroja", haciendo efectivo el primer paso hacia un nuevo orden mundial que llamó "Imperium Mundi", en el cual el poder espiritual estaría subordinado al emperador, siguiendo el modelo que existía de sus relaciones con el patriarca de Constantinopla.

Ni al sumo pontífice, ni a los templarios, ni al rey de Jerusalén les gustaba el revés dado al poder espiritualista, ya que suponían una amenaza para el clero. Con motivo de la muerte de Ramón Berenguer IV camino de la ciudad de Turín (6 de agosto de 1162), cuando iba a entrevistarse con el emperador Federico "Barbarroja", el papa de nuevo volvió a agradecerle al obispo Guillem de Torroja todas sus gestiones realizadas con objeto de que su hijo heredero Alfonso II de Aragón no se apartase de la Iglesia, añadiendo además grandes y sentidos elogios en favor del conde Ramón Berenguer IV, hasta culminar el escrito diciendo que: "…De no haber muerto, aún habría podido alcanzar otros grandes méritos". Una muestra más de lo agradecido que estuvo el Sumo Pontífice con Guillem de Torroja, lo tenemos en que Alejandro III intervino personalmente en los litigios de la colegiata de Sant Vicens de Cardona, y de Sant Ruf d'Avinyó, e incluso con carácter civil, en la bula papal dirigida al obispo de Urgel (11.10.1178), en la que reconoció la ciudad de Puigcerdà como capital de la Cerdaña. Las dos primeras colegiatas citadas estaban muy unidas a la comunidad monacal de Santa María de Solsona, de la población natal de la familia Torroja ¿Podría ello explicar el por qué en Solsona no se pagaron rentas al conde-rey hasta el año 1264?

También su hermano Arnau recibió demostraciones de gran estima por parte de dos mandatarios de su tiempo. En marzo de 1179 Alfonso II, que ya tenía veintidós años, en catalán vernáculo calificó a Arnau de Torroja como "Estimado en Cristo"; y aun más aprecio le demostró el sumo pontífice Inocencio III cuando lo consideró "consanguíneo del rey", lo cual fue debido por el matrimonio de su hermano Ramón II de Solsona (1163) con Gaia de Cervera, hermana de Ramón Berenguer IV. El dicho parentesco de los Torroja significaba también ser primos consortes de Alfonso II, futuro rey de la corona catalano-ragonesa. Por otra parte, tanto Guillem como Arnau de Torroja fueron cuñados de Guerau de Jorba, al casarse con él su hermana Saurina de Torroja.

PARENTESCO DE LOS CONDES DE BARCELONA CON LOS "PLANTAGENET"

El rey catalano-aragonés tenía lazos familiares con Enrique II de Inglaterra, pues mientras doña Petronila (que pasó a llamarse Peronella en la Corte de Barcelona) era la reina de la Corona de Aragón, su prima Leonor lo fue de Aquitania. El obispo Guillem supo mejor que nadie del parentesco con el rey de Inglaterra, y no dudó de verlo como a un buen colaborador y amigo del conde de Barcelona. Guillem también estaba informado de que en aquella corte inglesa llevaban una vida familiar muy azarosa. Su hermano Arnau a lo largo de su vida vio como degeneraba aún más la relación entre la regia familia Plantagenet,…y ello a pesar de que justamente el muy refinado rey inglés Enrique II (1154-1189) en Europa fue el primero que tuvo en su corte un vanguardista baño de agua caliente para poder relajarse. De poco les sirvió.

Corría el año 1148 cuando se divulgó entre la nobleza un gran escándalo internacional. Toda la gente culta sabían que la heredera Leonor de Aquitania (1137 -1152), una excepcional y muy docta soberana, recién casada con el rey francés luís VII, se había empeñado en acompañarlo a la Segunda Cruzada militar en Tierra Santa (cosa insólita para una dama). Lo peor fue que tan sólo desembarcar allí se enamoró de su propio tío, príncipe de Aquitania, hasta el punto que al regresar a París se divorció de su regio esposo Luís VII.

Leonor era hija del duque Guillermo de Aquitania, que tiene mucho prestigio por haber sido el primer trovador que dejó sus obras escritas. También lo fue su hija, Leonor, que pasa por haber sido la "Gran Dama" ideal loada por el movimiento trovadoresco. Leonor, de muy fuerte carácter, dominó durante su segundo matrimonio el doble de territorio que su ex marido el rey de Francia. Hasta 1152 fue reina de Francia, y a partir de 1154 lo fue de Inglaterra y Aquitania juntas, pues al divorciarse se volvió a casar con el rey Enrique II, del que tuvo ocho hijos después de haber sido repudiada por su ex marido,… ¡acusándola de estéril!.

Siendo rey de Inglaterra Enrique II Plantagenet, su esposa alcanzó el prestigio para ser considerada la "Reina de los Trovadores". Dominaba desde los Pirineos hasta Inglaterra, siendo la regia pareja los más firmes aliados de la Casa de Barcelona. Ambos apoyaron las difíciles gestiones del obispo Guillem de Torroja, pues los catalanes para mantenerse en Provenza debieron superar la férrea oposición del conde Raimundo V de Toulouse

Enrique II había extendido su poder sobre todas las Islas Británicas (Escocia e Irlanda incluidas), y su persona interesa a estas páginas porque ayudó al conde de Barcelona en el sitio de Toulouse del Languedoc en 1159, el mismo año que comenzó la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Enrique II mantuvo una estrecha relación con el obispo de Barcelona Guillem de Torroja desde que fue consejero del conde Ramón Berenguer IV. Probablemente cuando su hermano Arnau fue nombrado gran maestre de la orden del Temple también debió de tratar al rey de Inglaterra,… si es que no lo conocía de antes. Los Torroja y los Plantagenet se entenderían probablemente hablando en occitano, ya que Enrique II nunca habló inglés, ni tampoco sus tres hijos que heredaron sucesivamente el trono.

LAS GUERRAS BAUCENAS, EN LA CATALUÑA-NORTE

El injustamente olvidado obispo Guillem de Torroja, además de las relaciones con los aragoneses, desplegó su máximo poder diplomático para conseguir una plena vinculación con la otra parte de Cataluña situada al norte de los Pirineos. Pero no se podía desatender la zona al sur de Barcelona, porque una vez establecida la frontera catalana más allá del río Ebro, la Casa de Barcelona padeció confabulaciones de los castellanos que asesinaban a sus colaboradores, incluyendo al conde de Urgel, muy amigo del obispo Guillem de Torroja.

Durante la juventud del obispo Guillem de Torroja en realidad Cataluña, como nación, aún no existía, y Barcelona era sólo un simple condado. Las tierras peninsulares que habían invadido los musulmanes, antes de reducirse a lo que es hoy Andalucía, se llamaban Sepharad. Entonces los judíos a la fuerza tuvieron que adaptarse a los vencedores de las batallas, en todas las zonas reconquistadas por los cristianos de la muy dinámica Corte de León.

En cuanto a la Francia del siglo XII, aún no tenía unidad política (no fue consolidada hasta 1124, después de guerrear contra Inglaterra). Ramón Berenguer IV, en sus últimos años de gobierno se relacionó con el rey de Francia. Aquella política de buen entendimiento posteriormente no se interrumpió. A Ramón Berenguer II de Provenza, que era un acompañante del rey fallecido en el norte de Italia, el papa de Roma le expidió un diploma por el cual lo investía conde de la Baja Provenza, ratificando lo convenido tiempo antes.

El Condado de Toulouse, pertenecía a los Plantagenet, reyes de Inglaterra que hablaban francés y además tuvieron más influencia en Septimania que los francos. Fue así hasta que Ricardo "Corazón de León", más francés que inglés, renunció al Languedoc al casar a su hermana con el conde Raimundo VI de Toulouse. La gran capital del Languedoc está situada en el antiguo Camino de Santiago cuando, gracias al "Códice Calixtinus", el finisterre de Galicia empezaba a atraer multitudes. Claro está que habían conflictos continuos, pero es que además el conde Raimundo también estaba ubicado entre los dominios del conde de Barcelona y Enrique II Plantagenet. Éstos unieron sus fuerzas contra los toulousinos, repitiéndolo su alianza en campañas conjuntas contra Tortosa (1148) Lérida (1149), etc..

Ramón Berenguer III "el Grande" se había esforzado en hacer entrar el Condado de Provenza en la órbita catalana. Entre ambos condados catalanes se ubicaba su entonces aliado el conde de Trencavel (Carcasona, Albi, Beziers, etc.), haciendo posible que un siglo después durante ocho meses existiese una "gran confederación", por las alianzas de la Casa de Barcelona con los aragoneses, primero, y al mismo tiempo con los condados del norte del Pirineo catalán. El conde de Baus era partidario del conde Raimundo de Tolosa, y las llamadas Guerras Baucenas, entre 1142 y 1162, hacían necesario cuanto más apoyo mejor para Cataluña.

El conde de Toulouse estaba en discordia con los aquitanos del rey de Inglaterra y con el conde de Foix, quien fue siempre pro catalán sin reservas, siendo obligado Raimundo a repartir los condados al norte de los Pirineos con la Casa de Barcelona, que se quedó la zona comprendida entre el río Durance y el mar Mediterráneo (1125). La ayuda del rey Enrique II Plantagenet resultó definitiva para facilitar la reclamación catalana sobre Provenza, donde reinaba el hermano de Ramón Berenguer III "el Grande". Aquellas "Guerras Baucenas" se desarrollaron con mucha intriga y vigilancia por ambas partes, y sólo terminaron después de veinte años con la muerte de Ramón Berenguer IV, en 1162, cuando el obispo Guillem de Torroja logró que en sus estados reinase la paz.

Pero sucedió que en 1166 el conde Ramón Berenguer de Provenza, hermano del conde de Barcelona, fue asesinado en 1167, al dirigirse a sitiar la ciudad rebelde de Niza, dejando como heredera sólo una hija llamada Dulce. La regencia aragonesa, alegando la falta de descendencia masculina, consiguió, gracias a Guillem de Torroja, que el condado de Provenza fuera a parar a manos de Alfonso II "el Casto", por ser hermano de Ramón Berenguer III. Para conservar Provenza se hizo necesario combatir los levantamientos nobiliarios de la zona de la Camarga por los partidarios de Raimundo V de Toulouse.

Así fue como, al cabo de unos dias de ser elegido obispo, Guillem ya se encontró con apuros económicos. Se trataba de conseguir, como fuese, que los nobles provenzales, y los de otros condados del Sur de Francia, siguiesen en la órbitade la Casa de Barcelona. Para conseguirlo, se vio obligado a pedir varias veces cuantiosos prestamos en nombre de su protegido Alfonsito "el Trovador", porque las deudas en el Mediodía (actualmente francés), debieron de ser enormes. Imagino que, además de comprar voluntades, también se habrían acumulado deudas improrrogables. No sólo los templarios, y demás órdenes de caballería, colaboraron con Guillem de Torroja, sino que se exigió esfuerzos tributarios tanto a los clérigos como a los laicos de Cataluña, Aragón y del Sur de Francia. Es más, incluso se vieron obligados a pedir dinero al alcalde musulmán de Lérida ("Perg. de Alfonso I", carpeta 43, nº 58 y 75).

Conociendo la situación de los catalanes en el Sur de Francia, Arnau de Torroja (que entonces ya era maestre provincial de las órdenes del Temple y de Sión para las tierras de Provenza e Hispania) también debió de lamentar mucho el asesinato de Ramón Berenguer conde de Provenza, y más por haber sido ordenado tal magnicidio por el conde Raimundo V. Guillermo, tomando al rey-niño Alfonso II, rápidamente acudió a Provenza con un ejército para nombrar allí a un legítimo sucesor. Viajaba con su ejército, si bien una vez estuvieron allí se sintió impotente, pues aun cuando en la ciudad de Beziers lo apoyaban, no así Montpelier que apoyó a los toulousinos.

Dicha campaña en tierras de Provenza tuvo lugar a principios del año 1167, y las tropas catalanas llegaron hasta las orillas del río Ródano, publicando una escritura de la permuta de tierras que efectuó el pequeño rey con el arzobispo de Arles (a quien concedió facultad de tomar agua del río Durance), otorgada el mes de marzo del citado año en la casa que los caballeros templarios tenían en la zona de Montpelier. Allí probablemente Alfonso II y el señor de dicha población llamado Guillermo VII, hicieron buenas relaciones, pasando a ser un aliado del niño-rey, interviniendo en actos representándolo.Del dicho periodo recordaré, porque fue importantísima, la buena disposición del conde Guillermo de Montpellier, fiel a Cataluña, pero cobrando; no en vano se había enriquecido mediante prósperas actividades mercantiles.

Hay documentos acerca de que Guillermo de Montpelier fue protector del niño-rey ("curador"), probablemente designado por la reina Petronila al solicitárselo los provenzales al morirse su conde. Guillermo los atendió a todos durante su estancia en la Galia meridional. Durante unos once meses que estuvieron ausentes de sus estados peninsulares (no dos años seguidos, como parecen dar a entender algunos historiadores), el senescal y el obispo de Barcelona nunca dejaron de ejercer sus cargos de tutores, albaceas, "curadores" y corregentes en los asuntos del sur de los Pirineos. Por estar Provenza muy lejana, y además ser Alfonso II menor de edad, obviamente también necesitaron dejar un delegado de confianza en Provenza la primera vez que el rey Alfonso la visitó.

Auge y caída de la cultura occitana

Los mandatarios catalanes en Provenza sobreprotegían al rey-niño. Tanto cuidado no evitó que asistiese, como principal que era, a las fiestas que se hicieron en su honor. El muy rico comerciante y con categoría social de vizconde, en Montpelier les ofrecició unos banquetes amenizados con la máxima actuación musical de su tiempo. Con anterioridad los catalanes habían visto en sus calles actuar a los saltimbanquis y juglares, pero nunca a los trovadores que recitaban una lírica de gran calidad. El rey-niño no lo olvidaría jamás.

Durante el siglo XII toda Europa estaba impregnada de una férrea moral cristiana, y si hubo una excepción era Occitania y Provenza, pues tenian una cultura refinada y gozaban de grandes liberalidades para su época. Las letras de los posteriores trovadores catalanes incluso se cantaron en la más melodiosa lengua provenzal. Sus canciones no fueron de improvisación popular, sino que las letras eran escritas por especialistas teóricos, quienes no acabaron de renunciar a su trasfondo árabe. La guitarra y el laud árabes dieron nuevos aires a los restringidos cantos, antes exclusivamente excuchados dentro de las iglesias. De su éxito baste decir que traspasaron todas las fronteras alegrando las lúgubres veladas de las cortes. La clave estuvo en recitar melodías que ya no estuvieron controladas por los clérigos. Por entonces incluso la lectura del filósofo Aristóteles los europeos la tenían prohibida, y más aún leer la Biblia en lenguas vernáculas.

El año 1167 el rey-niño estaba ya enamorado y resultaba muy difícil de dominar. No se casó porque no pudo. Era muy joven -a pesar de considerable estatura- pero así y todo, le han otorgado tel mérito de cuanto hicieron sus corregentes prácticamente sin que él se enterase de nada. No es natural que un niño de doce años celebre personalmente un tratado de alianza, y tampoco que prepare su propio casamiento sin intervención de la madre o de los corregentes del reino.

Es anecdótico que, durante el sitio de Albaron (Provenza) el conde de Toulouse encontró la ocasión para hacerlo raptar, siendo rescatado, solitaria y audazmente, por el caballero Bertrán de Baus, quien huyó con Alfonso II al galope hasta lograr atravesar el río Garona, refugiándose en Arles. Por cierto, aquel jovenzuelo enamorado hasta la médula, al que llamo rey-niño, sería inexperto y un artista frustrado, pero era alto como todos los que le antecedieron en el trono, y como los que reinaron después de él.

Sus tutores y demás corregentes catalanes a partir de 1167 lograron afianzar su dominio sobre la Provenza, contando además con el apoyo del vizconde de Montpellier, del episcopado provenzal y de la Casa de Baux. Después del asesinato del conde Trencavel de Carcasona en 1170, gran aliado de Barcelona, los asesores corregentes de Alfonso II (entonces con 15 años) aprovecharon el conflicto entre Raimundo de Toulouse y Enrique II de Inglaterra para conseguir el vasallaje de numerosos señores occitanos, gracias a su condición de aliado de Enrique II.

Eran buenos tiempos para la corona catalana-aragonesa, porque en 1172 el Rosellón, por falta de heredero legítimo, también pasó a la Casa de Barcelona. Téngase en cuenta que por aquel entonces el joven Alfonso II, que tan grande aparece por sus hechos y tratados que firmó, tan sólo era un jovenzuelo con vocación de poeta y cantante.

Por cierto, después de su relación con los provenzales, el obispo Guillem de Torroja debió de tener la idea de aprovechar la moda del país vasallo, consistente en componer pemas en clave, que luego eran interpretadas en las cortes más refinadas de Europa por los nobles trovadores. No le sería nada difícil que el rey se entusiasmase con su idea de promocionarlo a él y a su reino de forma encubierta, alabándole bajo inocentes letras de canciones.

Ramón Berenguer V, con el nombre de Alfonso II de Aragón (1162-1196), también fue apodado con sobrados motivos "el Trovador", pues al igual que muchos nobles de su tiempo, escribió sus poesías en lengua provenzal. Todos los trovadores que salieron de la corte de Barcelona cantaron en provenzal (Bertrán de Born, Guillerm de Berguedà, etc.), y las historias catalanas se exportaron gracias a los séquitos de las bodas de la nobleza catalano-aragonesa, como estudió R. Olivar Bertrand en su libro: "Bodas reales entre Francia y la Corona de Aragón" (Barcelona 1947).

Ladinamente, utilizando la poesía provenzal cual arma publicitaria, Guillem procuró encontrar a nobles que divulgasen encubiertamente por todo el orbe católico las virtudes de su soberano catalán. Atrajo a la corte catalana los poetas que fueron más aptos (que fuesen "de fiar") para, una vez instruidos, enviarlos desde Barcelona, de corte en corte donde popularizaron poesías llamadas "serventesios" (serventès), con letras capciosas y subliminales que, para mayor dificultad, estaban escritas en lengua occitana (Oc). Las reglas iniciales las había dictado Leonor de Aquitania con el título: "Tractat d'Amor i el seu remei", siendo redactadas por un sacerdote. (Posteriormente, los serventesios aun sirvieron para minar la moral de los enemigos).

Midiendo las consecuencias, Guillem de Torroja promovió profundos cambios en la sociedad, fijándose con la esplendorosa cultura que había florecido al norte de los Pirineos catalanes. Se refinaron las costumbres y la sociedad se impregnó también de los ideales del tipo caballeresco que devolvieron a las damas larespetabilidad.

Fue la revolución de la sensibilidad y la exaltación de los valores humanos mirando a la Provenza, una tierra que estaba predestinada a unirse con Cataluña, pero en cada testamento de sus condes-reyes se acababa por evitarlo. Alfonso II (1162-1196) heredó Aragón por parte de su madre, y de su padre el condado de Barcelona, y años después el de Provenza (1166) al fallecer sin descendientes su primo el conde Ramón Berenguer. Omitiré los siguientes acontecimientos pues procuro no referirme a asuntos sucedidos después del año 1184, cuando falleció Arnau de Torroja.

Cuando en octubre de 1179 estalló la rivalidad entre los condes de Barcelona y Toulouse del Languedoc, el maestre provincial del Temple, Arnau de Torroja se comprometió a dar protección al séquito (entre los que viajaba su propio hermano Guillem) durante los viajes del soberano catalán, realizados con objeto de que los revolucionarios nobles provenzales volviesen a ponerse bajo su obediencia. Alfonso II aceptó la sumisión jurada del vizconde de Carcasona y Besiers por unos castillos,… que años después se perdieron al atacarlos los cruzados, debido a que la gente que vivía cerca de la bella y muy tolerante ciudad de Minerva, e igualmente todos fueron tratados como herejes cátaros. Antes de aquel tiempo de grandes horrores, y gracias a la dicha sumisión a los catalana-aragoneses, hay que decir que el conde de Carcasona recobró la tranquilidad en sus feudos, ya que por aquel entonces aún nadie podía imaginarse en todo el Sur de Francia que les caería encima un ejército de cruzados bendecidos por el sumo pontífice de Roma. Tampoco preocupaba que el emperador "Barbarroja" hubiese sido coronado en Arles el verano anterior. Por cierto, a aquella ceremonia no asistió el conde de Provenza, pero en cambio sí que estuvo, agasajándolo, el conde de Toulouse del Languedoc.

Las disputas con los condes de Toulouse no cesaron hasta medio siglo más tarde y, para vergüenza de la Iglesia, fue para formar un ejército en común entre catalanes y occitanos con objeto de enfrentarse a los cruzados. Éstos habían sido enviados a una "guerra santa" por el pontífice Inocencio III contra cientos de miles de personas bautizadas. Olvidando viejas disputas entre ellos, los condes de Barcelona, de Toulouse, de Foix, de Carcasona y de Bearn se confabularon en primavera del año 1209 para presentar batalla conjuntamente contra la internacional tropa invasora. Capitaneados por el rey Pedro II, los catalanes (con cuatro veces más soldados) no pudieron detener al ejército de Simón de Montfort, de mala memoria, porque el gigantesco conde catalán, después de pasar una noche extraordinariamente lujuriosa, de madrugada y sin esperar la llegada del grueso de su ejército, insensatamente osó alardear de ser el rey en pleno campo de batalla de Muret (burgo a unos 20 km. al sur de Toulouse del Languedoc). Fueron directamente a él para matarlo, y todo porque el rey Pedro II se envalentonó, quizá sintiéndose prepotentemente porque en 1.212 había vencido en las Navas de Tolosa. Su muerte fue calamitosa para todos los habitantes de cada lado del Pirineo catalán. En consecuencia los cátaros quedaron sin protección y la gran mayoría fueron masacrados sin que hubiesen cometido delitos.

LA UNIÓN CONFEDERADA DE ARAGÓN Y CATALUÑA

Cuando falleció Ramón Berenguer IV su hijo heredero tan sólo contaba siete años de edad, por lo que el obispo Guillem ultimó las gestiones de la política internacional. Las dirigió siempre acertadamente, al tener Guillem un muy amplio punto de vista político, gracias a su contacto regular con su hermano Arnau. Es muy probable que al morir Ramón Berenguer IV (1162) el obispo Guillem hubiese reclamado su presencia en Barcelona, acelerando el que Arnau se viese libre de sus compromisos en tierras de Outremer.

En el siglo XII Arnau de Torroja debió de colaborar varias veces, y en diferentes etapas de su vida, con su hermano obispo en la curia del palacio episcopal de Barcelona. Él se debió de interesar siempre por las gestiones del obispo Guillem, tanto cuando era joven e inexperto en política, como después de ostentar el cargo de maestre provincial de la orden del Temple para el Sur de Francia e Hispania. Arnau de Torroja acabó formando parte del Consejo de Regencia de Alfonso II, junto a su hermano Guillem. En efecto, Arnau consta en las actas oficiales, y no sólo asistía para legitimar en todas partes a la novedosa orden del Temple (y viceversa), sino que Guillem sabía bien que era la mejor forma de promocionar a su hermano. http://sh1.webring.com/people/or/ramonetriu/valpersi.wma

Arnau expondría muy interesantes puntos de vista cuando se gestionaron los trámites para hacer desarrollar al máximo la confederación entre Cataluña y Aragón. Gracias a sus altos cargos ambos hermanos procuraron conseguir un amplio hiterland que incluyese a los más poderosos estadistas de cada vertiente de los Pirineos, a fin de dominar la zona intermedia entre Castilla y Francia, para lo cual los inteligentes hermanos Torroja supieron manejar bien el apoyo del rey Enrique II "Plantagenet". Suponerle, erróneamente, al niño heredero suficiente capacidad para resolver los temas políticos que habría entonces sobre la mesa del despacho de su tutor y vice-regente, me parece tan desorbitado como cuando se atribuyeron las murallas de Constantinopla (una maravilla de la ingeniería), a un soberano que entonces sólo tendría unos diez años.

La infanta de Aragón, Petronila Ramírez (1136-1173), había sido concebida para dar continuidad a una dinastía en decadencia. Fue la hija de Ramiro II, apodado "el Monje" e Inés de Poitou, siendo prematuramente casada (a sus 14 años) con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, consorte a título de príncipe (11317-1162). Se zanjaron así los problemas de sucesión en el reino de Aragón, siendo el conde de la Casa de Barcelona quien realmente estuvo al frente para gobernar la confederación catalano-aragonesa.

La alianza que el rey Ramiro II había ofrecido a Ramón Berenguer IV de Barcelona, no fue debida tan sólo con objeto de unificar territorios, sino también para evitar pertenecer a Castilla, y además tener un acceso al mar Mediterráneo. Decrépito, sólo podía establecer lazos de parentesco, concediéndole la mano de su hija y con ella el trono de Aragón. El joven conde no desaprovechó la alianza tan ventajosa, la cual, con el tiempo, le daría más poder. Transcribo a continuación la donación del rey Ramiro II, hermano de Alfonso I "el Batallador":"Yo el citado rey Ramiro, te lo hago a ti, Ramón, conde y marqués de los barceloneses, de tal modo que si mi hija muriese antes y tú sobrevivieses, tengas la donación del citado reino libremente e inmutable, sin ningún impedimento, después de mi muerte. Pero en tanto, si quisiere hacerte mientras viva cualquier aumento o entrega de honores o castillos en el citado reino, permanezca bajo la citada fidelidad del homenaje firme e inmutable, y yo el citado rey Ramiro seré Rey, señor y padre en el citado reino y en todos los condados hasta que me plazca."

El motivo de la unión se remontaba a cuando el conde de Barcelona había ayudado a Ramiro "el Monje" en tiempos difíciles de su gobierno; pero además se temía que la monarquía castellana, autoritaria, pudiese absorber los señoríos aragoneses, mientras que el conde de Barcelona les permitiría conservar sus privilegios, previniéndose que después ambos estados mantuviesen sus instituciones políticas. Ramiro II transfirió el poder pero no la propiedad, la cual conservó mientras viviesen él o su hija.

La niña-infanta Petronila de Aragón, al alcanzar la edad requerida por el Derecho Canónico para poder consumar el matrimonio, fue casada con Ramón Berenguer IV de Barcelona. La boda se celebró en Lérida el año 1150. Él estaba comprometido desde cuando tenía unos 30 años, siendo el obispo Guillem de Torroja quien años después tuvo que hacer una solemne validación de antigua promesa de enlace marital. Recuérdese que se remitía a cuando la herencia del rey aragonés Alfonso I "el Batallador" recayó en el conde catalán Ramón Berenguer IV, con lo cual salieron muy beneficiados los caballeros Templarios (a pesar de renunciar a sus derechos en 1140), haciendo posible la repoblación de Daroca. También sería firmado un tratado, por el cual Castilla reconocía a Cataluña derechos sobre Valencia, Denia y Murcia.

Después de la Paz de Sahgún se proclamó una Carta Puebla, y el superior poderío territorial de Castilla, aquel mismo año, supeditó la actuación peninsular del Consejo de Regencia de Alfonso II "el Casto" (cuando sólo tenía 15 años) a los designios del emperador de Castilla Alfonso VIII. Por cierto, recordaré aquí el contexto politico religioso en Catalunya y en toda la Península ibérica, ya que el año 1138 había sido el de la llegada de la orden del Cister a Catalunya, coincidiendo con el fin de la preocupación de invasiones de los almorávides. (Los almohades aún tardaron dos años en invadir la Península).

La princesa Petronila, al morir su padre el rey Ramiro II, dispuso de un Consejo de Regencia para la administración del reino. Siendo muy niña y cambiándole el nombre por Peronella, pasó a residir en la corte de Barcelona, aunque conservó su regia dignidad. Ello se hizo efectivo en sus testamentos y en la donación del patrimonio conjunto en herencia a su hijo.

Al morir Ramón Berenguer IV en 1162, la reina Petronila I de Aragón convocó Cortes Generales en Huesca y aprobó todas las disposiciones que dejó ordenado su esposo. Al quedar viuda, el poder real fue sustituido por una comisión de magnates aragoneses y barceloneses, entre los que figuraron los altos prelados (obispos de las principales sedes) y ricos hombres de ambas procedencias, reunidos para ese fin en las primeras cortes documentadas del Reino de Aragón el 11 de noviembre de 1164, pocos meses después de la transmisión de la herencia de la reina Petronila Ramírez. Cuando "Peronella" reunió en Huesca a los prohombres de Aragón y Cataluña, seguía la iniciativa del obispo Guillem de Torroja empeñado en acelerar el reconocimiento de los derechos de su hijo Alfonso II (ACA "Pergamino de Alfonso I", Reg.I, fol.10; publicado por Próspero Bofarull "CODOIN", Barcelona 1849-vol. IV, doc. 1666- ps. 391-393). En teoría Alfonso II fue rey en 1162, ya que, por abdicar ella un año antes de fallecer, todavía era menor de edad. Así pues, era sólo un prometedor niño cuando heredó el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona (documento fechado el 18 de julio de 1164). Ello no empece para que fuese una figura que los nacionalistas catalanes consideran que fue el primer rey catalo-aragonés.

En teoría Alfonso II en 1162 heredó la corona, ya que su madre doña Petronila Ramírez no abdicó hasta un año antes de que ella falleciese, siendo entonces cuando de hecho heredó el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona (documento fechado el 18 de julio de 1164).

Aquel año Arnau de Torroja regresó de Tierra Santa, probablemente con las recomendaciones papales que fuesen necesarias, a fin de colaborar a resolver los numerosos problemas de todo tipo, incluyendo el garantizar la mejor escolta armada en los desplazamientos de su hermano obispo de Barcelona, principal de los corregentes. Su trabajo era inmenso, porque en 1163 convocaron las Cortes de Aragón, con asistencia en Zaragoza de procuradores de varias ciudades, siendo aquellas las primeras Cortes europeas con participación de representantes burgueses. Esto que hoy puede parecer de poca importancia, representó un gran logro social, a nivel europeo, que Cataluña siempre tendrá que agradecer a la familia Torroja de Solsona. Por otra parte, aprovecharé para hacer notar que, según la historia oficial, el rey Alfonso II en 1164 concluyó una campaña militar contra los musulmanes del Bajo Aragón, incluyendo Caspe y después Calanda. Se olvida que entonces el supuesto regio protagonista sólo tenía 9 años.

Dicho Consejo de Regencia tomaron siempre las decisiones de gobierno (que fue una gran responsabilidad después de morir Ramón Berenguer IV), y se prolongó hasta cuando Alfonso II cumplió oficialmente los dieciséis años de edad. El hombre de confianza de la reina Petronila Ramírez al residir en la corte de Barcelona, fue el obispo Guillem de Torroja. La Iglesia lo dominaba absolutamente todo en la sociedad medieval, y bastará para demostrarlo que su propio padre Ramiro II "el Monje", habiendo heredado de Alfonso I "el Batallador" Aragón y Navarra unidas, a fin de garantizarse la salvación, hizo testamento a favor de la orden del Temple. Por considerarlo muy exagerado, los navarros se desvincularon de Aragón para siempre. Afortunadamente, en 1158 los templarios renunciaron a sus derechos sucesorios allí. Había sido por el testamento del rey Ramiro II de Aragón, el difunto suegro de Ramón Berenguer IV, que los templarios entraron en Navarra, cuyo rey Sancho, por cierto, en 1164 encarceló en una mazmorra al gran conquistador pirenaico Arnau Mir de Tost (otro gran catalán injustamente olvidado).

Guillem de Torroja, tanto antes como después de ser arzobispo, fue más que un "primer espada", porque trabajó con eficacia y cristiana humildad personal, pero con esperanza inquebrantable procuró la grandeza nacional, por lo cual siempre actuó con celeridad en todos los frentes. Me niego a silenciarlo y dejarlo en el anonimato histórico. El fue quien realmente consolidó la confederación catalana-aragonesa, la cual, por cierto, duró tanto como su vida de mitrado (1162-1175), o sea, los años que Guillem la dirigió. Advertiré que dicha confederación no debe ser confundida con la Corona de Aragón, que sería tan poderosa en el siglo siguiente. Por cierto, la confederación inicial vio discutida su existencia histórica por parte de algunos eruditos aragoneses. Según ellos, en la historia de Aragón, explicada sin interferencias de los catalanes, nunca existió. Simplemente, niegan la existencia de una corona catalano-aragonesa, la cual, insisten, tan sólo habría sólo sido fruto de la omnipresente megalomanía nacionalista catalana.

Al morir la reina viuda Petronila I de Aragón (1173), el niño heredero de la corona ya tenía 18 años, pero también era obvio que necesitaba tutores, regentes, etc., siendo uno de ellos el muy experto –entonces ya arzobispo- Guillem de Torroja. Él fue quien desempeñó las más altas responsabilidades políticas en especial cuando murió, siendo muy joven, la madre del rey Alfonso II. Guillem también fue su albacea, ayudado por su amigo Bernat Marcús. Anteriormente ambos ya habían firmado como testigos de la abdicación que hizo a favor de su hijo cuando tenía 9 años (18.6.1164). Los firmantes del testamento de Petronila Ramírez fueron: Actum est hoc in Barchinona XIIII kalendas julii anno Dominice incarnationis M C LXIIII. Sig+num Petronille, Dei gratia regine aragonensis et comitisse barchinonensis, qui hoc laudo et confirmo et testes firmare rogo. Sig+NUM Guillelmi barchinonensis episcopi. + Petrus, Dei gratia cesaraugustanus episcopus…. Por otra parte, remito a los interesados al opúsculo escrito por Antoni Llorens Solé, titulado: La valuosa ajuda, bèl.lica i diplomàtica, prestada al comte de Barcelona, Ramón Berenguer IV, pels Torroja, senyors del Castell de Solsona, publicado en 1988 en la revista Medievalia, ISSN 0211-3473, nº 8. (Estudios dedicados al Profesor Frederic Udina i Martorell- ps. 253-264").

La reina Petronila I de Aragón en su testamento se refirió a su heredero llamándolo Alfonso, aclarando que su marido lo llamaba Ramón. (La documentación de la época confirma que desde su nacimiento en Huesca, el primogénito de la pareja fue llamado indistintamente Alfonso y Ramón). Siendo heredero del conde de Barcelona, se habría debido llamar Ramón Berenguer V, pero de cara al Vaticano se lo llamó Alfonso, como su abuelo. Se le varió el nombre en beneficio de los aragoneses, pasando a considerársele rey de Aragón. Una cuestión sólo de renombre, pero que eclipsaría el nombre de Cataluña a nivel internacional, y ello pudo haber sido la causa primera del casi anonimato de Guillem de Torroja. A pesar de ser rey Ramón Berenguer V, por humildad, nunca quiso ser llamado rey, o príncipe; ni tampoco sus descendientes, aun cuando el término Principado de Cataluña estuvo de moda en el siglo XIV. En consecuencia, mientras el nombre de Regnum Aragonum crecía, el de Cataluña casi estuvo a punto de desaparecer.

Alfonso II de Aragón (y I de Cataluña, después apodado sin motivo "el Casto"), a todas luces no era competente para gobernar sin los corregentes, y hasta la tutoría, de los eclesiásticos y el gran senescal Guillem Ramón de Montcada, entre otros aragoneses y catalanes. La firma de cualquier obispo en el siglo XII era más importante que la de un juez, y la opinión de Guillem de Torroja obviamente era definitiva en cualquier juicio que asistía. Recordaré que, además, acostumbraba a presentarse con su hermano Pere, también obispo de Osona. Así pues, incluso el gran senescal de Cataluña (hoy diríamos, ministro de la guerra) Guillem Ramón de Montcada debió de quedar relegado a un segundo plano.

LOS INTERESES DEL ARZOBISPO GUILLEM DE TORROJA

Cuando empecé a investigar la vida de Guillem de Torroja, la mayor fuente de información sobre su persona, siendo muy escasa, al menos consta en la monumental Enciclopedia Espasa-Calpe, (Año 1928; vol. nº 62 – p.178), donde se explica que se distinguió especialmente por su celo, tanto en sentido religioso como patriótico. Lo más chocante fue su "invento" de gravar con un impuesto especial a los pescadores, desde Sant Feliu de Guixols hasta el castillo moro de Tamarite (besando la playa al norte de Tarragona), de forma que pagasen a la Iglesia un diezmo, o sea, una parte del dinero que ganaban;…¡y a perpetuidad!. Esta manipulación de la sociedad ignorante fue un gran fallo de los clérigos, y explica la simpatía popular por los templarios, pues al menos ellos sólo debían obediencia al Papa. En otras palabras, cuando querían, impunemente podían dejar en evidencia al prepotente y corrupto clericato, o si se daba el caso, a cualquier otro soberano.

El obispo Guillem no actuó por ambición al dictar aquel impuesto, porque el dinero recaudado sirvió para preparar la conquista de Tortosa, siendo a petición del propio Ramón Berenguer IV que Guillem le entregó cincuenta libras de plata del tesoro de la Seo barcelonense. Para poder reunir tal cantidad, consta que fundió no pocos objetos de culto religioso de todas las iglesias que pudo. Después de la conquista de Tortosa el obispo de Barcelona Guillem recibió en recompensa (15.10.1148) posesiones en las tierras ganadas a los musulmanes, y en hipoteca el castillo y bienes de Viladecans, cerca de Barcelona (según los cronistas Pujades y Diago). Cuando testó, todo lo entregó a la Seo de Barcelona, a condición que su dinero se gastase en alumbrar las lámparas de la iglesia, en especial las de la capilla de Santa Eulalia, seguramente para ayudar al monasterio que él había fundado en Santa Eulalia del Camp.

Asimismo, como obispo, a Guillem de Torroja debió de satisfacerle mucho el hecho de que la diócesis de Tortosa -después de sus numerosas gestiones para conseguirlo- incluyese todos los pueblos de la comarca del Mataranya, los cuales hasta el año 1152 habían sido el límite de la frontera eclesiástica. También los monjes cistercienses le agradecerían mucho los favores que recibieron de Guillem en el monasterio de Valldaura. Fuera de su diócesis, estuvo presente en la fundación de los monasterios de Poblet y Santes Creus (Tarragona), ambos en la frontera que se acababa de reconquistar a los musulmanes. Parece poca cosa, pero podemos mirarlo desde la perspectiva que tienen hoy en el alma de la población de Catalunya.

En fecha 23/5/1170, el rey-niño firmó junto a los dos hermanos obispos Torroja, y con el conde Arnau Miró del Pallars y otros nobles, para que el monasterio de Poblet quedase bajo su real protección, decretando que cuanto fuese robado o roto a sus monjes les debería ser repuesto y aún doblado. Resulta obvio pensar que era el lugar elegido para ser convertido en panteón real. Ya Ramón Berenguer IV para aquel cenobio había dictado beneficios incluso superiores, haciéndose eco de ello el Papa Eugenio III los confirmó (30/11/1152). Era el año siguiente de que el conde catalán concedió la Carta Puebla a la vecina población de Vimbodí. Posteriormente (13/8/1162) lo confirmó Alejandro III después de haber muerto Ramón Berenguer, mal llamado "el Santo". Es evidente, pues, que el rey Alfonso II, pese a ser quinceañero, se le presenta erróneamente con un nivel espiritual suficiente para que se le ocurriese conceder a los monjes de Poblet todo cuanto en sus alrededores estuviese sin propietario reconocido, lo cual, por cierto, fue causa de varios conflictos con la nobleza del sector.

Me entretendré en la historia de esta zona de la comarca de Tarragona, porque entre dichos nobles litigantes estuvo Ramón II de Torroja, señor de Solsona, de afición "viajante". Como ya dije, su esposa Gaia tenía propiedades en l'Espluga del Francolí, en la comarca de la Conca de Barberà (Tarragona). Además allí heredaron también los bienes de Ponç I de Cervera (J.Mª. Sanç Travé estudió el testamento), todo ello hizo que el Señor de Solsona pasase allí largas temporadas cada año al cuidado del patrimonio de su esposa, y por ello disputó a la súper protegida comunidad monacal, ciertas propiedades en Mont-Roig. Obviamente estuvo envalentonado por ser sobrino del arzobispo Guillem de Torroja. No le valió; aunque a base de litigios, las mantuvo en su poder hasta 1180 cuando, ya muerto su tío, cedió a las exigencias del nuevo arzobispo de Tarragona.

Al ser citado a juicio, Ramón II se embarcó como peregrino a Tierra Santa con excusa de acompañar a su otro tío Arnau de Torroja quien ya había sido nombrado en Jerusalén nuevo gran maestre universal de los caballeros templarios. Ramón II previno que en su lugar se presentase su esposa, la cual, sábiamente, renunció en nombre de su marido. El mes de enero de 1172, a petición del abad Hugo del monasterio de Poblet, el papa redactó un documento específico para salvaguardar los bienes de aquellos monjes, poniéndolo todo bajo su especial protección, quedando además la comunidad de los monjes de Poblet libres del pago de impuestos. El día 27/6/1172 incluso fueron dueños del cercano pueblo de Vimbodí (con unos 50 habitantes), y también las tierras de su jurisdicción, por donación expresa del rey Alfonso II, que sólo tenía diecisiete años y no era ningún genio. En cambio, Guillem de Torroja entonces ya arzobispo de Tarragona.

Es anecdótico que fue un abad de Poblet quien por primera vez adquirió el dominio de Vimbodí. Este pueblo interesa a estas páginas, y no porque fuese una "isla de paz". Ello sería insólito, si consideramos que la multi-propiedad era lo más habitual del siglo XII, tanto para los castillos como para las tierras reconquistadas, porque al estar atomizados sus propietarios, éstos no dejaban de crear conflictos a los nobles feudales.

Quizá por su destacado papel fundacional en Poblet, su hermano Arnau de Torroja hizo a la dicha comunidad la primera de las donaciones importantes que se tiene noticia. Y es que al obispo Guillem de Torroja se le recordó por su gran generosidad, por ejemplo, en la iglesia de San Juan de Ripoll, en Santa María de Arles, y muy especialmente entre la comunidad monacal de Santa María de Solsona, por ser en ella donde, tanto él como sus hermanos habían ido a la escuela desde su infancia. Desde comienzos del siglo XI la estirpe de los Torroja mantuvo excelente relación con la dicha canónica agustiniana. Fue por serles muy cercanos en espíritu que Guillem sintió la necesidad de interceder por aquellos religiosos que dependían de su sobrino Ramón II de Solsona. Se dio el caso de que audazmente logró una bula papal el año 1169 la cual estableció tanto los límites de la diócesis de Barcelona, como a la vez era una confirmación de sus bienes. Hay que decir que, tanto debió de apreciar mi paisano este documento, que comparto lo escrito Mn. J. Mª Martí Bonet (historiador y decano de la catedral de Barcelona) quien, tras su comparación de las bulas de 1169 y 1176, opinó que Guillem debió de ir a recogerla personalmente al Vaticano ("Las bulas del papa Alejandro III dirigidas a los obispos de Barcelona", 1979). Toda su vida mi biografiado dejo testimonio de ser un viajero incansable. Alejandro III le confirmó, además de los bienes de su diócesis (26-5-1169), los pertenecientes a las iglesias de las Islas Baleares.

En los registros del obispado de Barcelona, del mitrado Guillem de Torroja se conservan actas de algunas concesiones y consagraciones de templos, siendo el más importante la iglesia románica de Nuestra Señora de la Guía, hoy aún en pie en pleno casco antiguo de Barcelona (calle Corderers). Eran los años cuando se construían, con gran furor y mayor amplitud, nuevos templos en estilo románico en toda Cataluña, y al mismo tiempo se empezaba ya a escribir en lengua catalana, o sea la vernácula. Nuestra Señora de la Guía fue edificada por el rico comerciante y consejero real Bernat Marcús, quien tuvo propiedades incluso en la comarca del Solsonés, de donde los Torroja eran oriundos. Bernat Marcús consta también en el testamento de Ramón Berenguer IV en 1162 ("Codoin" IV, ps. 202-203, 391-393 i 387-390). Siendo Bernat un buen amigo del obispo Guillem, cierto día del año 1150, aquel noble comerciante dedicó un nuevo templo a la advocación de Nuestra Señora de la Guía, que (1166) pasó a ser puesto de correos a caballo (postas). Al construirse, estaba fuera de las murallas de la ciudad, en un cruce de caminos ideal para las postas reales y obispales (llamados "troters", de creación anterior a los servicios de correos de la ciudad de París). Cerca de la dicha iglesia el obispo Guillem de Torroja fundó un hospital, el cual con los siglos fue absorbido, como todos los de Barcelona, por el de "La Santa Cruz". Aunque el edificio se perdió, conservaría hasta hoy su nombre en el hospital que había en la actual Gran Biblioteca de Cataluña (C/.Hospital). Curiosamente, dicha minúscula iglesia de la calle Corderers aún sigue activa, y está muy presentable a base de restauraciones. Sólo su fachada se conserva original;…y también un espacioso sótano, el cual fue utilizado como polvorín durante las guerras del siglo XVIII.

LOS HERMANOS TORROJA PEREGRINARON A "CAMPOSTELA"

Defender que los hermanos Torroja peregrinaron a Santiago de Compostela, tal como en el siglo XX era la "gran moda", tiene un trasfondo muy bien fundado, dejando a parte que aprovecharon para visitar la supuesta tumba de Santiago apóstol. En todos los confesionarios de su tiempo, dicha peregrinación (que significa penalidades) se imponía como penitencia a los nobles y a cuantos católicos se creyeron con suficientes fuerzas. La función vitalizadota que supuso hacer a pie el Camino de Santiago catalizó el impulso civilizador, siendo la estructura básica de una nueva Europa. La ciudad de Santiago de Compostela durante el siglo XII aún disputaba a Roma el privilegio de ser la principal sede del cristianismo, pues tuvo el mayor poder de atracción espiritual para los cristianos de aquel tiempo. Era allí a donde acudían los fieles católicos, dado el gran auge de peregrinos de toda Europa que en el siglo XII hacían la Ruta Jacobea.

Negarles a los hermanos Torroja el tan esforzado desplazamiento, sería conocerles mal, a ellos y a la gran habilidad del clero para mover los hilos de la fe entre las diferentes masas creyentes. Desde que peregrinó allí el Cid Campeador para postrarse ante el sepulcro del apóstol hermano de Cristo, luego hicieron la ruta jacobea tanto reyes como emperadores, prelados y mendigos, y todos se quedarían sorprendidos por el furor de la actividad picapedril a lo largo de cientos de kilómetros, de lo cual son buena muestra las catedrales que jalonan la ruta hasta el Finisterre. Muchas iglesias fueron allí promovidas por la orden del Temple, a instancias del también peregrino san Bernardo de Claraval. Unos y otros se quedarían meditando ante una imagen de la Virgen María preñada, que tanto sorprende aún ver entronizada en la catedral de León. Es un capitel que la presenta esculpida con el divino Niño; …pero ella está a punto de dar a luz otra vez.

Ante la empresa que para Guillem de Torroja representó planificar la futura catedral de Barcelona, cabe pensar que viajasen hasta el Finisterre los dos hermanos para copiar el modelo del templo que estaban erigiendo en Santiago, entonces considerado el mayor de la Europa. Por cierto, Arnau de Torroja fue contemporáneo del constructor maestro Mateo, aunque cuando los Torroja de Solsona estuvieron allí tan sólo verían terminada la llamada Catedral vieja, que corresponde a la actual cripta, pues se empezó en 1075 y se concluyó en 1178. Su entrada está justo bajo el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago, que luego el pontífice Alejandro III consideró Ciudad Santa.

Como obispo que era, le hubiese agradado más entregarse a su misión apostólica, que no se debe olvidar que fue la de vigilar los intereses de su extensa diócesis;…y ello empieza por disponer de un templo tan digno como el que más. Tan sólo seis días después de la conquista de Lérida, y su relativamente vecina Fraga, Guillem consagró su catedral de Barcelona (30/10/1149), asistiendo al menos al acto su aguerrido hermano Berenguer, que por entonces también era su principal brazo armado, y en consecuencia, hasta su prematura muerte (1161) también lo debió de ser del rey-niño y sus corregentes.

El obispo Guillem, tenía su ejército personal, como todos los mandatarios de la Iglesia católico-romana, y después de morir su hermano Berenguer de Torroja no pudo depositar su confianza para capitanearlo en nadie mejor que en su otro joven hermano Arnau. Resulta una deducción tan obvia, vistos los documentos oficiales que éste firmó como testigo, que no voy a extenderme en demostrarlo. Diré tan sólo que Arnau debió de haberse establecido en Barcelona con sus hermanos Guillem y Berenguer, porque asistió (31-5-1160) a la redacción del testamento de éste último, poco antes de morir de enfermedad (Ramón de Sarobe: Huesca "Colección diplomática de la casa del Temple de Gardeny (1070-1200)". El testamento de Berenguer de Torroja interesa a estas páginas porque dejó claro el parentesco que tenía. Por ello sabemos que su abuelo se llamaba Ecard Miró, y que un tío suyo llamado Pere era diácono de la Iglesia de Urgel. Asimismo, citó a sus hermanos Guillem,Arnau, Pere, si bien se omitió el nombre de Saurina, que era su hermana. También consta que su sobrino era Ramón II, señor de Solsona.

Sería inconcebible que Arnau, entretanto, se hubiese quedado en su muy aislada Solsona natal. El hecho de alternar con quienes visitaban al obispo de Barcelona le habría dotado de modales y trato exquisito para ser un buen diplomático a pesar de su juventud. El caso es, que tanto si estuvo a su lado, como si no, mi estimado paisano Arnau de Torroja había seguido con el máximo interés los once años que oficialmente su hermano Guillem y el señor de Montcada, que era el gran senescal de Cataluña (equivalente a un ministro de la guerra actual), gobernaban la gran coalición catalano-aragonesa, habiendo logrado exitosamente, primero promover, y luego confirmar, la paz entre dos estados vecinos.

Mi biografiado en muchas ocasiones se vería obligado a delegar en sus subordinados las obligaciones pastorales que tenía para con su diócesis. Lo hizo muy a pesar suyo, pero resultaba acuciante el trabajo de un jefe de gobierno entregado a consolidar la autoridad de la Casa de Barcelona, porque peligraba su integridad después de la muerte de Ramón Berenguer IV. Guillem extendía cotidianamente cartas dando normas para los nuevos núcleos de población, especialmente los ubicados en tierras de Aragón, pero también dictó "Cartas Pueblas", como la de Montblanc, asi como extendió confirmaciones de privilegios para muchas otras poblaciones catalanas. Siempre que le fue posible Guillem se vio acompañado de su hermano Pere, primero obispo de Osona y después de Zaragoza, puesto que además él fue en realidad el único representante de lo aragoneses en la soberana corte de Barcelona.

EL CORDERO PASCUAL ES UNA IDEA TEMPLARIA EN VILADECANS

Mi biografiado vivió en unos años cuando los nativos tuvieron necesidad de acabar de una vez para siempre con el miedo a los ataques de los musulmanes, que los comerciantes sufrían en sus desplazamientos. Se deseaba mejorar las comunicación entre tierras de los cristianos, y la ocasión de oro llegó después del enlace de los herederos de Aragón y Cataluña. La estrategia consistía en que los musulmanes de Lérida no pudiesen recibir ayuda de los de Tortosa, por lo cual decidieron atacat primero ésta, aun a riesgo de que fuesen ayudados por los musulmanes de Valencia, lo cual no sucedió. Después de la toma de Tortosa, donde la ayuda económica de Guillem fue definitiva para rendir la Suda, también Lérida sería conquistada antes de pasar un año.

En fecha 15/10/1148, cuando el sitio de Tortosa amenazaba con eternizarse porque los soldados no cobraban, y se sentían impotentes ante aquellas altísimas murallas, la concesión insólita de buena parte del tesoro de la catedral de Barcelona entregado al conde Ramón Berenguer IV por el obispo Guillem, resultó ser, no sólo oportuna, sino incluso definitiva para rendir antes de terminar el año aquella plaza, y otras varias que conquistaron después, hasta dejar libre de musulmanes Siurana de Prades, que fue su último bastión en Cataluña. Por sus aportaciones, después de la conquista de Tortosa recibió en recompensa (15.10.1148) posesiones en las tierras ganadas a los musulmanes, y en hipoteca el castillo y bienes de Viladecans, actualmente población satélite de Barcelona,… y quizá también (se firmó el mismo día 15 de octubre) el real permiso para construir un molino para abastecimiento de la canónica de Barcelona. (ACB "Liber Antiquarium" IV, fol.203 nº 464; que fue publicado por S. Puig:"Episcopologio de la Seo Barcelonense"; ps. 418-419, doc.LXXIII (Barcelona, 1929).

Los cronistas Pujades y Diago (Historia de los condes de Barcelona" libro II-cap. 153) seguramente tuvieron acceso al interesante pergamino Liber Antiquitatum (Vol. I, folio 10) conservado en el ACB de la catedral de Barcelona, fechado el 15 de octubre del año 1148, donde se lee: "Señorío de Viladecans, junto con la vila (batllia), a cambio de 50 libras de plata obrada del tesoro de la catedral, después que fuese aprobada por el Capítulo". Se ignora si una vez devuelto el dinero que el conde necesitaba, Viladecans volvió a ser propiedad de la Casa de Barcelona; aunque es poco probable, porque los preparativos para la conquista de Lérida se hicieron antes de transcurrir un año. Probablemente Viladecans y su torre pasarían a ser propiedad de la muy rica familia Marcús, el antes citado colaborador del obispo Torroja en la corte del conde Ramón Berenguer IV.

En la Alta Edad Media, lo que hoy es municipio de Viladecans pertenecía a la parroquia de Sant Climenç del Llobregat, en el término del castillo de Erampunya: comarca del Mataranya (documentado desde el año 957), el cual dominó un extenso territorio, que hoy incluye media docena de poblaciones del litoral de la desembocadura del río Llobregat. Tuvo su esplendor al ser la frontera entre Al-Andalus y la parte del Imperio Carolingio controlado por los condes de Barcelona, siendo a partir del siglo XI una zona reforzada y ampliada continuamente. Se vivía en un mundo diferente después de verse tantos siglos limitados por el curso del río Libreta, y por poniente el curso medio de los ríos Legre y Cardaren. Cuando se repobló la zona interior, que se empezó a llamar "Cataluña Nueva", la superficie del país tuvo los mismos límites que en el siglo XXI.

A continuación me referiré al actual símbolo del escudo heráldico de la población de Viladecans por sospechar que debió de ser introducido en dicha población por el obispo Guillem. Se trata de un frágil dibujo del "Cordero pascual" (o "Agnus Dei"), el cual aparece justo en una zona que con seguridad fue visitada varias veces por Arnau de Torroja, aunque fuese por supervisar las obras de la construcción de la Torre-Roja erigida por voluntad de su hermano el obispo Guillem.  

Dado que los caballeros templarios adoptaron el cordero Agnus Dei como símbolo de san Juan Bautista, repasaré brevemente tan rica referencia bíblica, no sin recordar la degollina que todos los peregrinos a la Meca hacen anualmente en recuerdo del patriarca Abraham (tronco común de las tres religiones monoteístas), rememorando cuando el dicho patriarca recibió de Dios un cordero para que lo sacrificase en lugar de su hijo. También el profeta Jeremías se comparó a sí mismo como a un cordero llevado al matadero (Jeremías; 11, 19), y el profeta Isaías retomó esta misma imagen recordando que: El Mesías debe morir por los pecados del mundo, sin abrir la boca para protestar, a pesar de todas las injurias e injusticias que se cometen contra Él; manso e indefenso como un cordero llevado al matadero (Isaías; 53, 7). Dicha expresión se representa gráficamente mediante un corderito blanco y totalmente indefenso, dado que, por su inocencia y mansedumbre, cuando es pequeño su cuerpo despierta simpatía.

Jesucristo gustó de referirse a sí mismo como Cordero de Dios, que le aplicó san Juan Bautista y después Jesús tomo de buen grado, resultando que por ello después pasó a ser un signo común entre los cristianos, junto con el del pez. En el Nuevo Testamento, la tradición cristiana ha visto en el cordero, con razón, la imagen de Cristo mismo. Cristo, "nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado", decía san Pablo a la comunidad de Corinto (I Coríntios; 5, 7). Y san Pedro, en su primera epístola, invitaba a los fieles a recordar a Cristo, Cordero sin defecto ni mancha" (I Pedro; 1, 18-19). También consta en el Cuarto Evangelio (I, 29-34): en aquel tiempo, al ver Juan a Jesús venir hacia él exclamó: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el elegido de Dios. Asimismo en el Apocalipsis todos los ancianos y miles de ángeles se postran delante del cordero para tributarle honor, gloria y adoración por los siglos (Apocalipsis; 5, 2-9.13). Al final del dicho libro se presentan "…las bodas místicas del Cordero con su Iglesia …(Apocalipsis; 19, 6-9; 21, 9). Es el cordero místico que quita los pecados del mundo, el Cordero pascual que se inmoló e instituyó como sacramento la noche del Jueves Santo.

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