El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte II (página 2)
Enviado por Ricardo Lomoro
¿Curioso, no? Actualmente un CEO gana unas 350 veces más que un empleado medio mientras el ratio histórico es inferior a las 100 veces. Además vemos que los sueldos en la parte alta de la jerarquía suben muy por encima de los beneficios a la par que los de los trabajadores se estancan. Y si bien es simplificar demasiado centrarse en los "CEO" vamos enfocando el problema.
¿En dónde converge todo esto? Globalización. Observen el siguiente gráfico:
Si bien los resultados del 40% son puntuales, el progresivo menor porcentaje sobre el total por el impuesto de sociedades es un hecho. A raíz de la Segunda Guerra Mundial y coincidiendo con la apertura de mercados y fronteras parece que las empresas han buscado la forma de "optimizar" su carga fiscal aprovechando esta circunstancia, llegando a mínimos del 10% sobre el total o incluso menos.
Claro, con un tipo marginal de los más altos del mundo en Estados Unidos la "optimización" puede entenderse, donde ya jugamos a algo peligroso es cuando una empresa como Google tributa el 2.4% gracias a Irlanda pero sus beneficios vienen de otros lugares con altos impuestos. Es decir, hago mis negocios gracias a unos pero les doy el dinero a otros. Y si bien es injusto personificar en Google porque muchas lo hacen, es un ejemplo que muestra perfectamente lo que está ocurriendo globalmente.
Los viejos paradigmas tributarios están "KO". Es cierto que las empresas crean riqueza, pero el Estado no puede sustentarse gracias a los sueldos que generan, salvo aplicando tipos de tinte confiscatorio, y por tanto se necesita también una parte de sus beneficios. Algo francamente difícil tal y como están las cosas. Por otra parte los CEO tienen cada día organizaciones más complejas, mueven más volumen, más personas y en más países. ¿Deben cobrar más? Muy posiblemente, si bien sería discutible cuánto. Ahora bien, el Estado tiene que tener los medios necesarios para que las divergencias no aumenten tanto cada día que pasa. Para ello es necesario saber muy bien qué queremos de él, eliminando dispendios y gastos absurdos, y potenciar por ejemplo algo tan necesario, y tan igualitario, como una buena educación. Curiosamente ésta, al igual que la economía, también está de capa caída en gran parte de occidente. "No defrauda quien no puede" es la ruina para todos, un sistema justo, eficaz y no confiscatorio la solución.
– Esa sensación de estancamiento (Project Syndicate – 21/6/11) Lectura recomendada
(Por Nouriel Roubini)
Nueva York.- A pesar de la serie de eventos de baja probabilidad y alto impacto que han afectado a la economía mundial en 2011, los mercados financieros continuaron aumentando sin cesar hasta hace un mes atrás. El año comenzó con el alza de los precios de los alimentos, el petróleo y las materias primas, dando pie al espectro de la inflación. Luego estalló la masiva agitación en Oriente Próximo, elevando aún más el precio del petróleo. Luego ocurrió el terrible terremoto de Japón, que dañó gravemente su economía y las cadenas de suministro globales. Y después, Grecia, Irlanda y Portugal perdieron el acceso a los mercados de crédito, lo que les hizo recurrir a paquetes de rescate del Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea.
Pero ese no fue el final. Aunque Grecia fue rescatada hace un año, el Plan A ha fracasado claramente. Será necesario otro plan de rescate oficial o un rescate de los acreedores privados, opción que está generando un acalorado desacuerdo entre los políticos europeos.
Últimamente, la preocupación por los insostenibles déficits fiscales de Estados Unidos dio como resultado enconadas luchas políticas internas, casi provocando un cierre del gobierno. Una batalla similar se está fraguando ahora sobre el "techo de deuda" de Estados Unidos que, si no se resuelve, implica el riesgo de un impago "técnico" de la deuda pública de EEUU.
Hasta hace poco, los mercados parecían descontar estos choques; aparte de unos pocos días, cuando el pánico sobre Japón o el Oriente Próximo provocó una corrección, continuaron su marcha ascendente. Sin embargo, desde finales de abril, se ha afianzado una corrección más persistente en los mercados bursátiles mundiales, impulsada por preocupaciones de que el crecimiento económico en los Estados Unidos y en todo el mundo pueda estar desacelerándose bruscamente.
Los datos de los EEUU, el Reino Unido, la periferia de la eurozona, Japón e incluso las economías de los mercados emergentes están dando señales de que parte de la economía mundial -en especial las economías avanzadas- puede estar estancándose, si es que no entrando en una recesión de doble caída. También ha aumentado la aversión global al riesgo, así como la opción de seguir "extendiendo y fingiendo" o "demorando y rezando" sobre Grecia se está volviendo cada vez menos deseable, y es cada vez más probable el fantasma de una salida desordenada.
Los optimistas argumentan que la economía mundial simplemente ha dado con un "pequeño bache". Las empresas y los consumidores reaccionaron a los golpes de este año desacelerando "temporalmente" el consumo, el gasto de capital y la creación de empleo. Siempre y cuando la crisis no empeore (y algunos de los problemas se vuelvan menos agudos), la confianza y el crecimiento se recuperarán en la segunda mitad del año, y los mercados de valores volverán al alza.
Sin embargo, hay buenas razones para creer que estamos experimentando una caída más persistente. En primer lugar, los problemas de la periferia de la eurozona son en algunos casos problemas de insolvencia real, no de falta de liquidez: altos déficits y deudas públicas y privadas en ascenso; sistemas financieros dañados que se deben limpiar y recapitalizar; pérdida masiva de competitividad; falta de crecimiento económico; y desempleo en aumento. Ya no es posible negar que las deudas públicas y/o privadas en Grecia, Irlanda, y Portugal, tengan que ser reestructuradas.
En segundo lugar, los factores que ralentizan el crecimiento de EEUU son crónicos. Incluyen el desapalancamiento lento pero persistente del sector privado y público; el alza de los precios del petróleo; la débil creación de empleo; otra crisis en el mercado de la vivienda; graves problemas fiscales a nivel estatal y local; y una carga insostenible de deuda y déficit a nivel federal.
Tercero, el crecimiento económico se ha estancado en promedio en el Reino Unido durante los últimos dos trimestres, con una arremetida de austeridad fiscal en un momento en que la inflación está aumentando, lo que impide al Banco de Inglaterra flexibilizar la política monetaria. De hecho, la inflación puede incluso obligarlo a elevar las tasas de interés antes del otoño. Y Japón ya está volviendo a caer en recesión a causa del terremoto.
Todas estas economías ya estaban creciendo anémicamente y debajo de la tendencia, ya que el actual proceso de desapalancamiento requirió una desaceleración del gasto público y privado a fin de aumentar las tasas de ahorro y reducir las deudas. Y ahora, además de la cadena de desafortunados eventos que las economías avanzadas han enfrentado este año, los estímulos monetarios y fiscales se han eliminado en la mayoría de ellos, o pronto lo serán.
Si lo que está sucediendo ahora resulta ser algo peor que un bache temporal, se profundizará la corrección del mercado, debilitando el crecimiento a medida que los efectos negativos sobre la riqueza de la caída de los mercados de capital reduzcan el gasto privado. Y, a diferencia del periodo 2007-2010, en que cada shock negativo y desaceleración del mercado fue contrarrestado por más medidas de políticas por parte de los gobiernos, en esta ocasión las autoridades se están quedando sin municiones, y por lo tanto pueden ser incapaces de generar más reflación de los activos y poner en marcha la economía real.
Esta falta de municiones de políticas se refleja en la adopción por parte de la mayoría de las economías más avanzadas de alguna forma de austeridad, a fin de evitar un "choque de trenes" fiscal en el futuro. La deuda pública es ya elevada, y muchos fondos soberanos están al borde del colapso, por lo que la capacidad de los gobiernos de respaldar a sus bancos a través de más rescates financieros, garantías y estanqueidad de los activos cuestionables se ve severamente limitada. Es posible que no ocurra otra ronda de la llamada "flexibilización cuantitativa" por parte de las autoridades monetarias, ya que la inflación está aumentando -aunque lentamente- en la mayoría de las economías avanzadas.
Si los últimos datos económicos mundiales reflejan algo más serio que un hipo, y los mercados y las economías siguen desacelerándose, las autoridades también podrían encontrarse de manos vacías. Si eso ocurre, el riesgo de un estancamiento o, de plano, una recesión de doble caída aumentaría fuertemente en muchas economías avanzadas.
(Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global Economics (www.roubini.com), profesor en la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York y coautor de Crisis Economics (Economía de crisis, que recientemente se ha republicado en edición en rústica). Copyright: Project Syndicate, 2011)
Japón podría enfrentarse a una tercera "década perdida" (si lo dice Moody"s…)
"Japón podría enfrentarse a una tercera "década perdida" de débil crecimiento económico que lo obligará a luchar por reducir la peor carga de deuda entre los países desarrollados, según advirtió el lunes la agencia de calificación Moody's"… Japón se encamina hacia una "tercera década perdida" (Libertad Digital – 28/6/11)
Consideró negativo que el Gobierno no pudiera cumplir el plazo autoimpuesto del 20 de junio (2011) para anunciar un plan a largo plazo para lidiar con la deuda del país, sugiriendo así la posibilidad de revisar a la baja su calidad crediticia (rating).
Japón ha permanecido en el fango del estancamiento económico durante gran parte de las últimas dos décadas, cayendo del segundo al tercer lugar de las economías más grandes del mundo, y con una deuda de cerca de 10 billones de dólares. Además, su Gobierno insiste en tratar de incentivar el crecimiento mediante más gasto público.
Por si fuera poco, se espera que el terremoto y tsunami del pasado marzo (2011) incrementen la carga de deuda aún más, debido a los nuevos planes de estímulo público puestos en marcha por el Gobierno para la reconstrucción del país. "Mientras Japón probablemente tenga una recuperación en forma de "V" en lo que resta del año a partir del terremoto del 11 de marzo, el subsecuente crecimiento económico podría decaer a un ritmo mediocre", según Moody's. "No es inconcebible que el país tenga una tercera década perdida de crecimiento", agregó.
La economía de Japón se ha estancado desde que estalló la burbuja de precios de activos en 1990. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en la década hasta la crisis financiera global en el 2008 era de cerca del 1,3% al año, menos de la mitad del 3% de Estados Unidos. "La visión de Moody's es comprensible", dijo Seiji Adachi, economista de Deutsche Securities. "La posibilidad de otra década perdida para Japón está creciendo", informa Reuters.
En opinión de Adachi, las mayores tarifas eléctricas, un alza en el impuesto a las ventas y la posibilidad de elevar los tributos a la renta para financiar la reconstrucción dejarían a los japoneses con menos efectivo disponible. "La combinación de estas tres cargas probablemente deprimirá el crecimiento económico", indicó el analista
Con el doble del tamaño de su economía (de 5 billones de dólares), la deuda de Japón es la más alta del mundo industrializado. Las tres agencias calificadoras más importantes han dado señales de que podrían rebajar el estatus de crédito de Japón en momentos en que Tokio lucha por formular un plan creíble para reducir su deuda pública cada vez mayor.
El Gobierno japonés aplazó apoyar los planes para reducir la deuda pública el 20 de junio (2011), debido a que algunos legisladores oficialistas se mostraron reacios a estar atados a un plazo límite para elevar el impuesto a las ventas y debido a la incertidumbre respecto a cuándo renunciaría el impopular primer ministro, Naoto Kan, como ha prometido hacer.
"Este desarrollo es negativo para el crédito y no asegura las finanzas del Gobierno en un marco que extienda la posibilidad de contener la deuda", dijo Tom Byrne, vicepresidente senior de la agencia y oficial regional de crédito en comentarios publicados en la web de Moody's.
En mayo (2011), Moody's dijo que tardaría unos meses en completar una revisión a Japón para definir si rebajaba su nota "Aa2". Al mismo tiempo, la agencia dijo que Japón podría evitar una rebaja de calificaciones si era capaz de realizar un plan sólido de reforma al sistema de gasto social y elevar la recaudación. "Estamos sugiriendo que el resultado más probable sea una rebaja de nota, incluso con un programa fiscal sólido", señaló Byrne el 31 de mayo (2011).
La calificación "Aa2" es la tercera más alta de Moody's y está un escalón por encima de las notas de Fitch Ratings y Standard & Poor's Ratings Services. Las tres firmas tienen un panorama negativo para sus calificaciones.
– ¿Qué le sucede a la economía estadounidense? (Project Syndicate – 29/6/11)
(Por Martin Feldstein) Lectura recomendada
Cambridge.- Recientemente la economía estadounidense se ha desacelerado de forma espectacular y la probabilidad de que haya otra contracción económica aumenta con cada nueva serie de datos. Este es un cambio brusco con respecto a la situación que existía al final del año pasado -y representa el regreso al ritmo muy lento de expansión desde que empezó la recuperación en el verano de 2009.
Durante los primeros tres trimestres de 2010 el crecimiento económico de los Estados Unidos no sólo fue lento, sino que también se caracterizó principalmente por la acumulación de existencias y no por las ventas al consumidor u otro tipo de ventas finales. En el último trimestre de 2010 se dio un cambio positivo: el gasto de consumo aumentó a una tasa anual del 4%, lo que fue suficiente para aumentar el PIB real total en 3.1% del tercer trimestre al cuarto. La economía parecía haberse librado de su dependencia de la acumulación de existencias.
Los resultados positivos condujeron a que los expertos y los funcionarios de gobierno predijeran que en 2011 continuaría el crecimiento sólido, con mayor producción, empleo y salarios más elevados, que llevarían a más aumentos del gasto de consumo y a una recuperación autosostenible. Se aprobó una reducción del dos por ciento del impuesto sobre las nóminas durante un año para asegurar este panorama favorable.
Desafortunadamente, la recuperación prevista del gasto de consumo no ocurrió. El aumento de los precios de los alimentos y la energía fue mayor que el de los salarios nominales, lo que provocó que los ingresos semanales medios reales disminuyeran en enero, mientras que la caída sostenida de los precios inmobiliarios redujo la riqueza de la mayoría de las familias. Como resultado, los gastos de consumo personales reales aumentaron a una tasa anual de apenas alrededor del 1% en enero, en comparación con el aumento del 4% del trimestre anterior.
Ese patrón de aumento de los precios y disminución de los ingresos reales se repitió en febrero y marzo y el brusco aumento del índice de precios al consumidor provocó que los ingresos semanales medios reales cayeran a una tasa anual de más del 5%. No es de sorprender que los indicadores en las encuestas de opinión sobre el consumo se hayan desplomado y que el gasto de consumo haya permanecido caso sin cambios mes con mes.
La caída de los precios inmobiliarios deprimió las ventas tanto de las casas nuevas como de las ya existentes. Eso a su vez causó una fuerte caída en el volumen de construcción de viviendas nuevas. Lo más probable es que esa caída continúe, porque el valor de las hipotecas del 30% de las casas es superior al valor de las casas mismas. Esto crea un fuerte incentivo para el impago, ya que las hipotecas en Estados Unidos son efectivamente préstamos de reembolso limitado: el acreedor puede apropiarse del bien si el deudor no paga, pero no puede exigir otros activos o una parte de los ingresos salariales. Como resultado, el 10% de las hipotecas están en impago o ejecución, lo que crea un excedente de propiedades que tendrán que venderse a precios reducidos.
Las empresas han respondido negativamente a la debilidad de la demanda de los hogares. Los índices del Institute of Supply Management han caído tanto en el caso de las empresas manufactureras como en el de las de servicios. Si bien las empresas grandes siguen teniendo cantidades sustanciales de efectivo en sus hojas de balance, sus flujos de efectivo de las operaciones corrientes disminuyeron en el primer trimestre. La medida más reciente de las órdenes de bienes de capital no destinados a la defensa indicó una disminución en la inversión de las empresas.
El patrón de debilidad se aceleró en abril y mayo. El aumento relativamente rápido de empleo en nómina que se dio en los primeros cuatro meses del año se detuvo en mayo, cuando sólo se crearon 54,000 empleos nuevos, menos de la tercera parte del promedio de crecimiento del empleo de los primeros cuatro meses. Como resultado, la tasa de desempleo se elevó al 9.1% de la fuerza laboral.
El mercado de bonos y los precios de las acciones han respondido a estas malas noticias de forma predecible. La tasa de interés de los bonos gubernamentales a 10 años cayó al 3% y el mercado de valores bajó durante seis semanas seguidas, el período de tendencia a la baja más prolongado desde 2002. La caída acumulativa de los precios de las acciones fue de más del 6%. Los precios bajos de las acciones ahora tendrán efectos negativos sobre el gasto de consumo y la inversión de las empresas.
No puede esperarse que las políticas monetarias y fiscales reviertan la situación. La Reserva Federal de los Estados Unidos seguirá aplicando su política de mantener la tasa de interés a un día cerca de cero, pero, debido al temor de que surjan burbujas de precios de los activos, no revocará su decisión de poner fin a su política de comprar bonos de la Tesorería -la llamada facilitación cuantitativa- a finales de junio.
Además, la política fiscal será en efecto contradictoria en los próximos meses. El programa de estímulo fiscal aprobado en 2009 está llegando a su fin, y el gasto de estímulo ha disminuido de 400 mil millones de dólares en 2010 a apenas 137 mil millones este año. Además, se están llevando a cabo negociaciones para recortar más el gasto y aumentar los impuestos a fin de reducir los déficits fiscales previstos para 2011 y los años siguientes.
Así pues, el panorama a corto plazo para la economía de los Estados Unidos es frágil en el mejor de los casos. Los cambios fundamentales de política quizá tendrán que esperar hasta después de las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de 2012.
(Martin Feldstein, profesor de Economía de la Universidad de Harvard, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Ronald Reagan, y presidente de la Oficina Nacional de Investigación Económica. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– Una recuperación global fallida (Project Syndicate – 1/7/11) Lectura recomendada
(Por Stephen S. Roach)
New Haven.- La economía global se encuentra en medio de su segundo "pánico" del crecimiento en menos de dos años. Tendremos que acostumbrarnos a ellos. En un mundo post-crisis, son claras señales de una recuperación fallida.
La razón es sencilla. El ciclo económico típico tiene un mecanismo de amortiguación natural que protege de golpes inesperados. Cuanto más profunda es la recesión, la reacción es más potente y mayores son las fuerzas acumuladas de recuperación autosostenible. Los rebotes vigorosos en forma de V poseen una resistencia interna que les permite hacer frente a los golpes con relativa facilidad.
Sin embargo, una recuperación post-crisis es un animal muy diferente. Como Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff han demostrado en su libro Esta vez es diferente, en el largo recorrido de la historia las recuperaciones post-crisis en la producción y el empleo tienden a ser decididamente mediocres.
Por definición, estas recuperaciones débiles carecen de la amortiguación de los rebotes en forma de V. En consecuencia, los golpes externos exponen rápidamente su vulnerabilidad. Si las crisis son lo suficientemente agudas -y si afectan a una economía mundial debilitada que se aproxima a su "velocidad estancada" de crecimiento en torno al 3% anual- la reincidencia podría convertirse en la temida recesión de doble caída.
Ese es el riesgo en la actualidad. No puede haber dudas sobre el carácter decididamente mediocre de la recuperación mundial actual. A primera vista, las cifras parecen contundentes: el PIB mundial se recuperó un 5,1% en 2010 y se espera que aumente otro 4,3% en 2011, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero, debido a que estas alzas siguen a la contracción masiva que se produjo durante la Gran Recesión de 2008-2009, están muy lejos de la trayectoria de una recuperación clásica en forma de V.
De hecho, si la última previsión del FMI resulta ser correcta, el PBI global a finales de 2012 se mantendrá en torno al 2,2% por debajo del nivel que habría alcanzado el mundo si hubiera proseguido su camino de crecimiento de más largo plazo del 3,7% anual. Incluso si la economía mundial se mantiene a una velocidad de crucero del 4,3% -lo cual, en mi opinión, resulta extremadamente hipotético-, se mantendrá por debajo de su potencial por más de ocho años consecutivos, hasta 2015.
Esta prolongada "brecha de la producción global" pone de relieve la ausencia de un amortiguador en la economía mundial actual, así como su mayor sensibilidad a los golpes. Y ciertamente ha habido numerosos golpes en los últimos meses, desde la crisis de la deuda soberana en Europa y los desastres naturales en Japón al fuerte aumento de los precios del petróleo y otro revés en la recuperación del mercado de la vivienda en los Estados Unidos.
Si bien ninguno de estos golpes parece haber sido lo suficientemente grave como para haber descarrilado la recuperación económica mundial actual, el efecto combinado es preocupante, sobre todo en un mundo todavía debilitado tras la crisis.
La mayoría de los expertos descartan la posibilidad de una recesión de doble caída. Califican la actual desaceleración como un "bache suave" temporal y basan su optimismo en el rebote inevitable que sigue a todo golpe. Por ejemplo, se espera un impulso a la reconstrucción de Japón y la reanudación de su cadena de suministro. Otra ayuda puede provenir de la reciente decisión de Estados Unidos de aprovechar sus reservas estratégicas de petróleo en un esfuerzo por bajar los precios del petróleo.
Sin embargo, tras la peor crisis y recesión de los tiempos modernos -cuando los shocks pueden empujar a una economía global ya debilitada hacia su punto de inflexión de manera mucho más rápida que en un escenario de mayor crecimiento- es mucho más difícil de alcanzar la velocidad de escape hacia una recuperación autosostenible. El bache suave puede convertirse más bien en un pantano.
Esta conclusión no se debe perder de vista en las economías de alto vuelo de los mercados emergentes, especialmente en Asia, que es en la actualidad la región mundial de mayor crecimiento y que impulsa lo que muchos llaman un mundo "de dos velocidades". Sin embargo, con exportaciones que representan todavía un récord de cerca del 45% del PIB pan-regional, Asia no puede permitirse el lujo de tomar a la ligera los golpes externos, en especial si han afectado una trayectoria base de crecimiento ya debilitado en el mundo desarrollado post-crisis. La reciente desaceleración de la actividad industrial de China pone de relieve este riesgo.
Los políticos no están bien preparados para hacer frente a una serie continua de "pánicos del crecimiento". Siguen favoreciendo estrategias que se adaptan mejor a la lucha contra la crisis que a la promoción de la necesaria curación subsiguiente.
Eso es especialmente cierto en los Estados Unidos. Si bien la primera ronda de flexibilización cuantitativa de la Junta de la Reserva Federal de EEUU fue eficaz para poner fin a una dolorosa crisis, la segunda ronda ha tenido muy pocos efectos de recuperación significativa en el mercado laboral y la economía real. Los consumidores "zombi" de Estados Unidos tienen que reparar sus dañados estados de cuenta y los trabajadores estadounidenses deben alinear nuevas habilidades con nuevos puestos de trabajo. Las inyecciones de liquidez sin plazo de término no logran ninguno de estos objetivos.
Las autoridades europeas están atrapadas en una mentalidad similar. Al confundir un problema de solvencia con un déficit de liquidez, Europa se ha convertido en adicta a la alimentación por goteo de los rescates financieros. Sin embargo, esto sólo funciona si países como Grecia logran crecer para salir de una trampa de la deuda o anular contratos sociales profundamente arraigados. Hay muy pocas probabilidades de que así ocurra.
La probabilidad de que en los próximos años sigan ocurriendo "pánicos del crecimiento" recurrentes implica pocas esperanzas de enfoques nuevos y creativos de políticas monetarias y fiscales para después de la crisis. Con la mirada puesta en horizontes electorales de corto plazo, las autoridades parecen buscar una y otras vez soluciones rápidas: otro rescate o una inyección de más liquidez. Sin embargo, tras una recesión del balance de los EEUU, y en medio de una trampa de la deuda en Europa, tal enfoque está condenado al fracaso.
Las inyecciones de liquidez y los rescates financieros sólo sirven para un fin: ganar tiempo. Sin embargo, el tiempo no es la respuesta para economías que necesitan desesperadamente reparaciones estructurales de consolidación fiscal, desapalancamiento del sector privado, reformas del mercado laboral o mejorar la competitividad. Tampoco sirve el tiempo como amortiguador de las anémicas recuperaciones post-crisis ante la próxima e inevitable conmoción.
Es difícil saber cuándo ocurrirá el golpe siguiente, o la forma que adoptará… de lo contrario, no sería un golpe. Pero es inevitable, tal como la noche sigue al día. Puesto que los responsables políticos se resisten a enfocarse en los necesarios imperativos estructurales, el resultado será otro episodio de "pánico del crecimiento", o algo peor. La recuperación fallida pone de relieve los riesgos de un final cada vez más peligroso en el actual mundo post-crisis.
(Stephen S. Roach, miembro de la facultad de la Universidad de Yale, es Presidente no ejecutivo de Morgan Stanley Asia y autor de The Next Asia (La próxima Asia). Copyright: Project Syndicate, 2011)
Dos años después del final oficial de la peor recesión desde la Gran Depresión, la recuperación de Estados Unidos demuestra ser una de las más decepcionantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
"Según una amplia gama de indicadores -el crecimiento del empleo, los niveles de desempleo, el crédito bancario, la producción económica, el crecimiento del ingreso, los precios de las viviendas y las expectativas de los hogares de bienestar financiero- la recuperación de la economía estadounidense desde el final de la recesión, en junio de 2009, ha sido la peor, o una de las peores, desde que el gobierno comenzó a seguir estas tendencias tras el final de la Segunda Guerra Mundial"… La recuperación de EEUU es una de las más decepcionantes (The Wall Street Journal – 4/7/11)
En algunos sentidos, la recuperación es muy parecida a las registradas en los períodos de 1991 y 2001. Las tres estuvieron marcadas por el crecimiento gradual de la producción y el empleo en vez de la rápida recuperación económica típica de anteriores casos. Pero esta mejoría puede seguir deslucida por años, dicen muchos economistas, debido a la pesada carga de deuda de los hogares, un sistema financiero aún debilitado por la crisis hipotecaria, una confianza frágil y un gobierno con pocas opciones para estimular el crecimiento.
Hay facetas positivas. Las exportaciones, particularmente de bienes agrícolas y manufacturados, están mejorando, en parte debido a las pujantes economías de los países en desarrollo y a la debilidad del dólar. Se espera que las exportaciones repunten en el segundo semestre del año 2011 conforme se desvanece el sacudón temporal del terremoto de Japón en marzo. Como indicio de esto, el Instituto de Gerentes de Compras informó el 1/7/11 sobre un alza en la producción fabril para junio. Las ganancias empresariales, los precios de las acciones y la inversión empresarial están apuntalando la expansión.
Aún así, ajustes estructurales mayores están frenando la economía estadounidense.
Los bancos tienen menos capacidad o predisposición para prestar que antes de la crisis. Desde que comenzó la recuperación, los bancos han reducido el dinero que tienen disponible mediante líneas de crédito de US$ 3,04 billones (millones de millones) a US$ 2,69 billones y han reducido las líneas de crédito sobre capital inmobiliario de US$ 1,33 billones a US$ 1,15 billones, según el Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
En general, el crédito bancario a hogares y empresas en EEUU ha caído 4% desde que comenzó la recuperación, algo que contrasta con otras recuperaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial en las cuales el préstamo usualmente repuntó.
Los estrategas, entretanto, están reacios a hacer más para estimular el crecimiento económico. La Reserva Federal ya ha reducido las tasas de interés a cero y ha tenido resultados débiles con la flexibilización cuantitativa (la inyección de dinero en la economía a través de la compra de valores). Un estímulo fiscal -ya sea por medio de reducción de impuestos o aumento del gasto gubernamental- parece improbable dado el alto déficit fiscal y los magros resultados de intentos anteriores.
El mayor problema quizá sea la deuda que tienen los hogares estadounidenses. En el apogeo de la bonanza económica en el tercer trimestre de 2007, las familias de EEUU habían tomado prestado colectivamente el equivalente de 127% de sus ingresos anuales para financiar las compras de casas, autos y otros bienes, en comparación con un promedio de 84% en la década de los 90. El dinero empleado para saldar esa deuda significa que haya menos disponible para compras nuevas. Para el primer trimestre del año 2011, los hogares habían reducido la correlación de deuda respecto de ingreso a 112%, en parte porque los bancos han catalogado parte de la deuda como incobrable.
Librarse de la deuda podría ser un proceso largo y lento. Para volver a la correlación de deuda e ingresos de la década de los 90 de 84%, los hogares tendrían que pagar otros US$ 3,3 billones de deuda, o registrar un alza en sus ingresos de US$ 3,9 billones. Eso es equivalente a alrededor de nueve años de crecimiento del ingreso en tiempos normales, calcula Dana Saporta, economista de Credit Suisse.
Las restricciones de la deuda son especialmente difíciles para los consumidores que antes de la crisis dependían de las tarjetas de crédito o líneas de crédito con garantía hipotecaria para seguir gastando cuando su ingreso caía. Ahora, muchas de estas líneas de crédito se han limitado o eliminado. Con menos acceso a crédito, muchas familias descubren que la única manera de llegar a fin de mes es reducir el gasto.
La deuda y el débil mercado laboral han perjudicado la confianza del consumidor, lo cual modera aun más su predisposición al gasto. La Universidad de Michigan revela que 24% de las familias espera estar mejor financieramente dentro de un año (mediados de 2012), el mínimo de esta medición en una recuperación desde la Segunda Guerra Mundial.
No comment (XII): lecturas recomendadas (el que quiera entender que entienda)
– ¿Por qué falla la máquina de empleos de EEUU? (The Wall Street Journal – 29/7/11)
Las empresas producen y ganan más, pero no aumentan su personal
(Por David Wessel)
He aquí algunos números del desempeño de las empresas y el mercado laboral en Estados Unidos que sirven de barómetros clave de la economía del país. En los últimos 10 años:
– La producción de bienes y servicios se ha expandido 19%.
– Las ganancias de las empresas que no pertenecen al sector financiero han aumentado 85%.
– La fuerza laboral ha crecido en 10,1 millones de empleos.
– El número de puestos de trabajo del sector privado, sin embargo, se ha reducido en casi dos millones.
– Y el porcentaje de adultos estadounidenses con trabajo se ha reducido a 58,2%, un nivel que no se había visto desde 1983.
¿Por qué está fallando la máquina de empleos estadounidense? Como señaló hace poco Greg Hayes, director financiero de United Technologies Corp., "las ventas han regresado, pero la gente no".
En gran parte, eso ocurre porque la economía crece demasiado despacio o como para absorber la fuerza laboral disponible, y los sectores que suelen contratar en las primeras etapas de la recuperación -como la construcción y la pequeña empresa- se vieron paralizados por el descalabro del crédito.
También hay que considerar el factor de la confianza. Si los empleadores estuvieran seguros de que podrían vender más, contratarían a más personas. Si estuvieran menos inseguros de la durabilidad de la recuperación y otros factores, estarían más inclinados a incrementar sus niveles de contratación.
Hay, además, un fenómeno que precede a la recesión y que ha persistido a lo largo de ella. Se trata de los cambios en la forma en que funciona el mercado y cómo los empleadores ven a su fuerza laboral.
Trabajadores desechables
Los ejecutivos lo llaman "reducción estructural de costos" o "flexibilidad". El economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern, lo llama el surgimiento de "los trabajadores desechables", una abreviación de una estrategia de las empresas para reducir costos laborales dondequiera que puedan, a un nivel sin precedentes.
El economista Alan Krueger, de la Universidad de Princeton, calcula que 70% de la escasez de trabajo actual es simplemente cíclica, el resultado de una decepcionante recuperación de una profunda recesión. Sin embargo, atribuye 30% a cambios en el mercado laboral que comenzaron una década atrás o más.
Consideremos lo siguiente:
En la recesión más reciente y en las dos anteriores -1990-91 y 2001- los empleadores han sido más rápidos a la hora de despedir empleados y recortar sus horas de trabajo que en las recesiones que las habían precedido. Muchos de ellos también fueron más lentos para volver a contratar. Como resultado, la "recuperación sin empleo" se ha convertido en la norma.
En el pasado, cuando los negocios se desplomaban, las empresas reducían personal y aceptaban menos trabajo por empleado. Durante la profunda recesión de principios de la década del 70, la producción estadounidense de bienes y servicios se redujo en 5% y el empleo en 2,5%. Los economistas trataban de comprender el "acaparamiento laboral", la tendencia de las empresas a retener a los empleados que no necesitaban.
Pero ya nadie piensa así. Entre finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense alcanzó su mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la producción estadounidense de bienes y servicios disminuyó 4,5%, pero el número de trabajadores se redujo mucho más: 8,3%. El rompecabezas de hoy es entonces: ¿cómo y por qué los empleadores lograron aumentar la productividad, o la producción por hora de trabajo, como nunca antes durante la peor recesión en décadas?
La nueva norma
En una época anterior, cuando más estadounidenses trabajaban en líneas de ensamblaje, muchos despidos eran temporales. Cuando el negocio se recuperaba, los trabajadores volvían a ser convocados, a menudo debido a garantías sindicales.
En el peor momento de la recesión de 1980-82, uno de cada cinco desempleados correspondía a un "despido temporal". En la reciente recesión, la proporción de despidos temporales nunca fue superior a uno de cada 10. Eso se debe en parte a que menos estadounidenses trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un restaurante no tiene suficientes clientes, quiebra.
"Cuando los despidos son temporales, las recontrataciones pueden realizarse muy rápido", comentan los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la Reserva Federal de Nueva York.
Cuando los despidos son permanentes, la recuperación del empleo es lenta, añaden. Si el empleador quiere contratar, debe embarcarse en la tarea de revisar currículos, lo que consume mucho tiempo.
Las empresas, con sus ojos fijos en el precio de las acciones y en las ganancias, valoran más que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión les demostró que podían hacer más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos creían.
En una encuesta a 2.000 empresas a principios de este año, McKinsey Global Institute, el centro de estudios de la enorme empresa de consultoría, encontró que 58% de los empleadores esperaba tener más trabajadores a tiempo parcial, temporales o subcontratados en los próximos cinco años y más de 21,5% trabajadores "tercerizados o externos".
"La tecnología", señala McKinsey, "permite a las empresas gestionar el empleo como un aporte variable. Con el uso de nuevos sistemas de programación de recursos, se pueden proveer de personal sólo cuando lo necesitan, ya sea por un día completo o unas pocas horas".
Las agencias de ayuda temporal juegan un papel cada vez más importante, desde la provisión de personal fabril y administrativo hasta enfermeras e ingenieros.
Black & Veatch, una empresa de ingeniería de Missouri, que antes de la recesión contaba con 9.600 empleados y los redujo luego a los 8.700 que tiene hoy, contrata alrededor de 100 trabajadores por mes. Cerca de 10% de sus empleados son temporales, indica Jim Lewis, jefe de recursos humanos de la empresa. "Esa es una forma rápida de traer gente, y da un poco de tiempo para saber si el crecimiento se mantendrá o no", explica.
También facilita volver a recortar en tiempos difíciles. Los trabajadores, en pocas palabras, ahora pueden ser contratados "en el momento preciso". Y aparentemente, muchos empleadores no creen que todavía sea el momento. Debido a que "pueden contratar personal temporal casi al instante, hay poca necesidad de contratar a la espera de una recuperación en los negocios".
Cuando sí reclutan personal, las grandes empresas multinacionales con sede en EEUU están en mejor condición de y más dispuestas a contratar en el exterior, en parte porque los salarios son a menudo más baratos, pero también porque es allí donde están sus clientes.
En la década de los 90, las multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos de trabajo por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que en la década siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos estadounidenses, mientras que aumentaron 2,4 millones en el extranjero, de acuerdo con el Departamento de Comercio de EEUU.
Hal Sirkin, de Boston Consulting Group (BCG), afirma que el aumento de los salarios en China resta un poco de atractivo al país. En 2000, los salarios de los trabajadores chinos promediaron 3% de los de sus contrapartes estadounidenses. Hoy en día, representan 9%, y la firma de consultoría espera que la cifra llegue a 15% en 2015. Sirkin predice que ello impulsará a muchos fabricantes a devolver el trabajo a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin todavía trabaja en un cálculo.
Aun cuando el gobierno cuenta 4,68 trabajadores desempleados por cada puesto que se abre, algunos empleadores insisten en que no pueden encontrar empleados con las habilidades que necesitan a los salarios que pueden pagar.
– Los años de la plaga de langostas en Estados Unidos (Project Syndicate – 29/7/11)
(Por J. Bradford DeLong)
Berkeley.- En este momento es difícil escribir sobre economía política estadounidense. Nadie sabe si se podrá evadir el límite del techo de la deuda, cómo se hará o qué va a pasar si no ocurre.
Si no se alcanza un acuerdo para elevar el techo de la deuda antes del 3 de agosto, las tasas de interés sobre los bonos del Tesoro podrían aumentar drásticamente, o podrían mantenerse estables si es que los inversionistas deciden que tienen otros problemas de qué preocuparse. O la Reserva Federal de EEUU, el Banco Popular de China (BPC), o ambos -o incluso algún otro organismo- podrían apuntalar el mercado. O las tasas de interés podrían elevarse si la gente espera una economía mundial mucho más débil… y, en una economía global más débil y sin inflación, los inversionistas deberían buscar poseer más bonos del Tesoro de EEUU y no menos.
Francamente, nadie sabe qué acuerdo legislativo se alcanzará para elevar el techo de la deuda. Todo lo que sabemos al momento de escribir esta columna es que probablemente el acuerdo implique recortes en el gasto a corto plazo, lo que significa un menor crecimiento y mayor desempleo en los próximos 18 meses. Y podemos suponer que sería derogado y sustituido por otra cosa cuando llegue enero de 2013, ya sea por un reelecto presidente Barack Obama, o por un nuevo presidente republicano.
Así, en lugar de hablar sobre el techo de la deuda de EEUU, pensemos más bien en todas las cosas que este impasse ha impedido hacer al gobierno de EEUU durante los últimos seis meses; todas las políticas útiles que podrían haber sido objeto de debate y haberse promulgado.
Los riesgos que representa el calentamiento global, por ejemplo, no han desaparecido. Cuanto más pronto el mundo comience a prepararse para hacer frente a esas amenazas, mejor. No se deben perder otros seis meses.
La relación empleo-población en los EEUU sigue siendo plana, sumida en los mismos niveles a los que cayó durante la recesión. Con las familias tratando desesperadamente de reconstruir sus balances, y con un nivel de inversión de capital notablemente saludable, los únicos ámbitos para aumentar el gasto con el fin de restaurar la utilización de la capacidad y el desempleo a niveles normales son las exportaciones, las compras gubernamentales y la inversión en construcción. Pero no se han aprovechado las oportunidades para implementar las políticas necesarias. En este respecto tampoco podemos otros seis meses.
Asimismo, EEUU podría haber cumplido su función normal de director de la orquesta económica internacional. No lo ha hecho, a pesar de que la Unión Europea sigue respondiendo inadecuadamente y en cámara lenta a sus propias crisis de solvencia. Los mandarines del norte de Europa continuarán midiendo un goteo permanente de apoyo con cucharillas de café. Otros seis meses se han perdido.
Estados Unidos se enfrenta a problemas de largo plazo y corto plazo: deterioro de la infraestructura, debilitamiento de los sistemas educativos y un disfuncional sistema de salud que produce resultados de calidad inferior al doble del costo de cualquier otro país industrializado. Resolver cualquiera de estos tres problemas representaría un gran paso hacia la solución del desequilibrio de financiación a largo plazo entre las tasas tributarias actuales y las promesas de largo plazo sobre seguridad social que los instigadores del debate del techo de la deuda techo supuestamente quieren abordar.
Pero el gobierno de EEUU no los abordará. Se han perdido seis meses que podrían haberse invertido para el fortalecimiento del potencial de crecimiento de largo plazo de la economía estadounidense a través de la inversión en infraestructura, la reforma educativa o una reforma de la financiación de la atención de salud, con lo que, de paso, se facilitarían enormemente el déficit y los dilemas de la deuda de largo plazo de Estados Unidos.
Durante el período previo a la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, hablando en el Parlamento, lamentó "los años devorados por la plaga de langostas", el período durante el cual se podrían haber adoptado medidas preparatorias para hacer frente a la gran crisis de su época (el ascenso del fascismo continental). Durante el siglo pasado -con la notable excepción de la Gran Depresión- el sistema político estadounidense ha sido notablemente apto para prever las crisis mucho antes de que se produjeran, y por lo menos sentar las bases para abordarlas una vez que ocurrían.
Pero hasta ahora en el tercer milenio, esta habilidad -o simplemente, suerte- ha abandonado a los Estados Unidos. Mi opinión es que el problema se arreglaría por sí mismo si tan solo reapareciera en escena el Partido Republicano de Dwight D. Eisenhower (aunque sin Richard Nixon ni Joseph McCarthy).
Sin embargo, es cada vez es más claro que el problema afecta no sólo a EEUU, sino al resto del mundo. Desde el 7 de diciembre 1941, el mundo ha podido contar en gran parte con una gobernanza global ejercida por una hiperpotencia aceptablemente competente. Puede que ese Estados Unidos haya desaparecido para siempre. Si es así, el mundo necesita desarrollar otras instituciones para la gestión global, y rápido.
(J. Bradford DeLong, ex Secretario Asistente del Tesoro de EEUU, es profesor de economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador de la Oficina Nacional de Estudios Económicos. Copyright: Project Syndicate, 2011)
La prolongada anemia de la economía americana ("La Gran Japonización")
"La resistencia de la economía de Estados Unidos, que en los últimos 25 años siempre ha remontado pese a guerras, ataques terroristas y el hundimiento de las acciones, se ha debilitado tras la explosión de la burbuja inmobiliaria. El colchón que en el pasado la ayudaba a absorber estos golpes ya no está funcionando como antes"… A EEUU se le dañaron los amortiguadores (The Wall Street Journal – 31/7/11)
El 29/7/11, el gobierno informó que la economía del país creció a una tasa de sólo 1,3% en el segundo trimestre (2011), sin levantarse tras los tropiezos sufridos durante el año. Las estimaciones sobre el crecimiento del primer trimestre también fueron revisadas a la baja a 0,4%. Como resultado, la recuperación económica ha sido una de las más anémicas desde la Segunda Guerra Mundial. Estas son malas noticias cuando el país enfrenta la amenaza de una cesación de pagos de su deuda.
Entre las razones que explican la vulnerabilidad de la economía se destaca el hecho de que los consumidores endeudados y con escasos ahorros tienden a gastar menos en cuanto caen sus ingresos. La confianza es más frágil. Las personas se trasladan menos para encontrar empleos, lo que dificulta la labor de las empresas para cubrir las vacantes. Y el gobierno, que durante décadas ha sido el rescatista de última instancia con recortes en las tasas de interés, reducciones de impuestos e incremento del gasto, se ha quedado sin herramientas.
Los economistas denominan la era que abarca desde fines de los 80 hasta principios de la década pasada como "La Gran Moderación", durante la cual los altibajos de la economía fueron amortiguados.
Esa época terminó. James Stock, un economista de Harvard que ayudó a acuñar el término, dice que la volatilidad actual en la producción, el ingreso y el consumo se parece más a la de hace 25 años. "En esta recesión y sus secuelas, esos mecanismos que moderaban la caída, esos elementos que absorbían los golpes, claramente han sido dañados", señala.
La economía de EEUU ya lleva expandiéndose dos años y los analistas esperaban que tomase impulso en la segunda mitad del año, empujada por una robusta demanda externa, inversiones en el país por empresas con mucho efectivo acumulado y la renovada disposición de los consumidores a gastar conforme se desprenden de sus deudas. Pero el informe sobre el Producto Interno Bruto del viernes y el impacto del impasse en Washington para llegar a un acuerdo sobre el límite de la deuda pública sobre la confianza de los consumidores, las empresas y los mercados financieros está generando dudas sobre esa perspectiva.
Podrían pasar años antes de que los estadounidenses sientan que han recortado suficientemente sus deudas como para comenzar a gastar con confianza. Los niveles de deuda de los hogares, que hoy se ubican en 112% de los ingresos anuales, siguen siendo altos. Para volver a la relación deuda-ingresos de los años 90, que era de 84%, los ingresos tendrían que ser casi US$ 4 billones (millones de millones) más altos, calcula Crédit Suisse.
La economía fue sacudida durante la primera mitad del año 2011 por varios shocks. El terremoto en Japón interrumpió la producción de autos. Las turbulencias políticas en Medio Oriente dispararon los precios del petróleo. El consumo de los estadounidenses, en términos reales, cayó en abril y mayo (2011), lo que es inusual.
"Esperábamos que 2011 resultara un año bastante bueno", dice Robert Olson, presidente de Winnebago Industries, que fabrica casas rodantes. Sin embargo, ahora Winnebago se ha visto obligado a cancelar pedidos de partes y equipos para tratar de rebajar una acumulación de US$ 33 millones en inventario.
La deuda es un ingrediente clave en la fragilidad. La capacidad de EEUU de tomar prestado en tiempos difíciles ayudó a atenuar los altibajos de la economía en los años 90 y principios de 2000. Karen Dynan, economista del centro de estudios Brookings Institution, asegura que, en promedio, una pérdida de corto plazo de US$ 100 en los ingresos solamente reducía el gasto en US$ 5 debido a que los consumidores podían pedir prestado. Ahora, sus finanzas están demasiado justas.
Robert Hall, profesor de la Universidad de Stanford, calcula que tres cuartas partes de las familias estadounidenses no tienen siquiera el equivalente a dos meses de ingresos ahorrados en efectivo u otros activos líquidos.
En marzo de 2001, cuando arrancó la recesión, 40% de los que participaron en una encuesta de la Universidad de Michigan creía que en un año estaría en una situación económica mejor. Para fines del año, incluso después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, el barómetro de optimismo había subido a 45%.
Recientemente, esa confianza ha perdido fuerza. En febrero (2011), 30% respondió que espera estar en mejores condiciones financieras el año 2012. En julio (2011), era apenas un 20%, un mínimo histórico.
Mientras tanto, la capacidad del gobierno de ayudar a absorber los altibajos está severamente limitada (julio 2011). Con la deuda en los niveles actuales, la Casa Blanca insiste en moderar los gastos. A su vez, la Reserva Federal es reacia a realizar otra ronda de compra de hipotecas y bonos del Tesoro para estimular el crecimiento.
– Estancados y paralizados (Project Syndicate – 8/8/11) Lectura recomendada
(Por Michael Spence)
Milán.- Las recientes dramáticas caídas en los mercados de acciones de todo el mundo son una respuesta a la interacción de dos factores: los fundamentos económicos y las respuestas de política -o, mejor dicho, la falta de respuestas de política.
Veamos primero los fundamentos. Las tasas de crecimiento económico en los Estados Unidos y Europa son bajas -están incluso muy por debajo de las expectativas recientes. El lento crecimiento ha golpeado duro a las valuaciones de acciones y ambas economías corren el riesgo de una importante contracción.
Una desaceleración en una producirá una desaceleración en la otra -y en las mayores economías emergentes que, hasta ahora, habían logrado mantener un rápido crecimiento ante las aletargadas economías avanzadas. La capacidad de recuperación de los países emergentes no será posible ante las recaídas en Estados Unidos y Europa: no pueden contrarrestar por sí mismos las abruptas disminuciones de la demanda de los países avanzados, sin importar lo saludable de la situación financiera en sus sectores públicos.
La caída de la demanda interna estadounidense refleja aumentos en el ahorro, daños en la situación financiera del sector de los hogares, desempleo y dificultades fiscales. Como resultado, el gran sector de los no transables y la porción correspondiente a la demanda interna del sector de los transables no son capaces de impulsar el crecimiento y el empleo. Eso deja a las exportaciones -los bienes y servicios que se venden a las regiones en crecimiento de la economía mundial (en su mayoría economías emergentes)- a cargo del problema. Y reforzar el sector exportador de los EEUU requiere superar varias barreras estructurales y competitivas significativas.
El mundo asiste a una desaceleración correlacionada del crecimiento en los países avanzados (con unas pocas excepciones) y en todas las partes sistémicamente importantes de la economía global -incluso, posiblemente, las economías emergentes. Y la caída del valor de las acciones para reflejar de manera más realista los fundamentos económicos debilitará aún más la demanda agregada y el crecimiento. Por eso el riesgo en aumento de una caída importante -y los mayores problemas fiscales. Esos factores combinados deberían producir una corrección en los precios de los activos que los alinee con las expectativas revisadas de mediano plazo para la economía global.
Pero la situación trae aparejado el presentimiento de algo más que una corrección importante. Incluso a medida que se ajusten las expectativas, habrá una creciente pérdida de confianza entre los inversores sobre la adecuación de las respuestas de política oficial en Europa y los EEUU (y, en menor medida, en las economías emergentes). Ahora queda claro que los impedimentos al crecimiento, tanto estructurales, como financieros, han sido continuamente subestimados. Lo que no está tan claro es si los funcionarios tienen la capacidad para identificar los temas críticos y la voluntad política para ocuparse de ellos.
En Europa, los diferenciales de riesgo están aumentando para la deuda soberana italiana y española. Los rendimientos se encuentran alrededor del 6-7% (una zona que habitualmente se considera como de peligro) en ambos países. Junto con perspectivas de crecimiento de sus PBI bajas y en disminución, el peso de la deuda se está tornando lo suficientemente oneroso como para despertar preguntas sobre su capacidad para estabilizar la situación y recuperar el crecimiento por sí mismos.
Italia y España exponen completamente la vulnerabilidad europea. Como a Grecia, Irlanda y Portugal, su participación en el euro les niega la posibilidad de utilizar la devaluación y la inflación como instrumentos de política. Pero la caída en el valor de su deuda soberana -y el tamaño de esa deuda en relación a la de los países europeos más pequeños en dificultades- implica una erosión mucho mayor de la base de capital de los bancos, que aumenta el riesgo adicional de problemas de liquidez y de mayores daños económicos.
El foco de la política interna en Europa ha sido reducir los déficits, con poca atención a las reformas o inversiones que buscan impulsar el crecimiento en el mediano plazo. En la UE aún no hay una respuesta de política complementaria diseñada para detener el círculo vicioso del aumento de los rendimientos y las trabas al crecimiento que ahora enfrentan Italia y España.
Son necesarias políticas nacionales y europeas creíbles para estabilizar la situación, pero ninguna de esas políticas se ve como algo próximo. La reciente volatilidad de los mercados ha sido en parte una respuesta al aparente aumento del riesgo de resultados peores a los previstos debido a la parálisis o la negación política.
Del lado de los EEUU, la integridad de la deuda soberana se cuestionó durante demasiado tiempo. Durante esos meses de indecisión política, los bonos del tesoro de los EEUU se convirtieron en un activo más riesgoso. Una vez que desapareció el riesgo inmediato de la cesación de pagos, el dinero huyó de los activos riesgosos a los bonos del Tesoro para esperar hasta que pasen las malas noticias económicas: principalmente un crecimiento débil y decreciente, estancamiento del empleo y caída de los precios de los activos.
En los debates sobre la política interna estadounidense son pocos los indicios de una estrategia de crecimiento factible, y orientada hacia el empleo. Para ser justos, algunos creen que recortar el presupuesto es una estrategia de crecimiento suficiente, pero esa no es ni la visión de la mayoría ni la reflejada por los mercados.
Se han ignorado en gran medida las trabas estructurales y competitivas al crecimiento. Son pocos los que aceptan que la demanda interna agregada no puede recuperarse a sus niveles previos a la crisis excepto a través del crecimiento. De hecho, la tasa de ahorro de los hogares continúa aumentando.
Los detalles pueden escapar a los votantes y algunos inversores, pero la política no está haciendo foco en restaurar el crecimiento y el empleo en el mediano y el largo plazo. Ciertamente, existe una profunda incertidumbre sobre si estos imperativos ocuparán el centro de la agenda y sobre cuándo lo harán.
En las economías emergentes, por el contrario, la inflación es un desafío, pero el mayor riesgo para el crecimiento proviene de los problemas de los países avanzados. Además, son necesarias reformas y cambios estructurales importantes para sostener el crecimiento. Cambios que podrían posponerse o sufrir retrasos en una economía mundial en desaceleración.
La realineación del valor de los activos con perspectivas realistas de crecimiento probablemente no sea un mal resultado, aunque impulsará la caída de la demanda en el corto plazo. Pero la incertidumbre, la falta de confianza, y la parálisis o los puntos muertos en la política pueden causar fácilmente excesos en la destrucción de valor, infligiendo daños extensos a todas las partes de la economía global.
Esta imagen relativamente sombría puede cambiar, aunque probablemente no en el corto plazo. Es posible que retorne la estabilidad, pero no lo hará hasta que la política interna en los países avanzados, junto con una coordinación de política internacional, introduzcan cambios creíbles para restaurar un patrón de crecimiento inclusivo, implementando la estabilización fiscal en forma tal que apoye al crecimiento y el empleo.
En resumen, nos enfrentamos a dos problemas que interactúan: una economía global que está perdiendo la batalla para restaurar el crecimiento y la ausencia de respuestas creíbles de política. Demasiados países parecen centrarse más en los resultados políticos que en el desempeño económico. Los mercados simplemente reflejan estas fallas y riesgos.
(Michael Spence, premio Nobel de Economía, es profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, miembro visitante distinguido del Consejo de Relaciones Exteriores, e investigador superior en el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. Su último libro es The Next Convergence – The Future of Economic Growth in a Multispeed World (La próxima convergencia: el futuro del crecimiento económico en un mundo de diferentes velocidades). Copyright: Project Syndicate, 2011)
Recayendo en la recesión global (¿es que alguna vez habíamos salido?)
"Las fábricas de todo el mundo están pisando el freno de la producción, en una desaceleración de la actividad económica que suscita el espectro de una recaída en la recesión"… La locomotora manufacturera global pierde impulso (The Wall Street Journal – 1/9/11)
Los fabricantes de Estados Unidos apenas expandieron sus operaciones en agosto (2011), según un informe del 1/9/11, a medida que los negocios se adaptan a una confianza menguante y a un mercado laboral estancado. El sector fabril también se replegó en Asia, donde en países considerados referentes, como Corea del Sur y Taiwán, la actividad industrial se contrajo. Mientras, la de China creció con discreción. La manufactura en una vasta franja de Europa se redujo por primera vez en dos años mientras la contracción en Grecia e Irlanda amenazan a economías mayores como Italia y Francia.
La expansión mundial de la manufactura está perdiendo fuerza en un momento precario. La desaceleración podría exacerbar inquietudes de deuda en Europa y EEUU y socavar la energía de Asia, el motor de la mayor parte del crecimiento del mundo en años recientes. También aumenta lo que se juegan las autoridades encargadas de abordar las preocupaciones fiscales en los próximos meses en Europa y EEUU, y los funcionarios de mercados emergentes que han pasado buena parte del año lidiando con la amenaza de la inflación y economías en sobrecalentamiento.
Los informes fabriles sugieren que los procesos de desaceleración en diferentes partes del mundo se están alimentando mutuamente. Las economías de rápido crecimiento de Asia, por ejemplo, han sido golpeadas por la debilidad en las economías más desarrolladas que son grandes compradores de sus exportaciones. De la misma manera, las compañías de EEUU y otras economías acaudaladas dependen del crecimiento en los países emergentes para compensar una demanda interna más moderada.
El ensombrecimiento de la perspectiva se vio reflejado en un pronóstico económico actualizado emitido el jueves por la Casa Blanca. El gobierno de EEUU ahora prevé que la economía se expandirá solamente 1,9% el año 2011 y 2,6% el 2012, medido de cuarto trimestre a cuarto trimestre, y no cree que el desempleo mejore significativamente.
En tanto los informes sugieren un sentimiento global menguante, los indicadores muestran que la producción se expandió un poco. La manufactura global estaba subiendo a un ritmo anualizado calculado en 6% en el trimestre hasta julio (2011), según J.P. Morgan Chase, cuyo índice global de producción fabril el 1/9/11 estaba en 50,1, apenas por encima del nivel de estancamiento. Toda lectura superior a 50 indica expansión. Eso significa que los pronósticos anticipan una futura ralentización, o que los ejecutivos están más pesimistas sobre la economía de lo que deberían, dada la producción real.
El índice de la actividad fabril de EEUU del Instituto de Gestión de Suministros (ISM, por sus siglas en inglés), un grupo de ejecutivos de compras, bajó un tercio de un punto porcentual a 50,6. El índice de producción se contrajo al menor nivel desde mayo de 2009. En tanto los precios siguieron moderándose, la expansión en el empleo se moderó mientras las empresas tratan de navegar un clima incierto. En todo EEUU, la moderación del gasto público amenaza con debilitar la economía en los meses venideros. Tales recortes también preocupan a algunos ejecutivos por las presiones de largo plazo en sus negocios.
"La incertidumbre en el mercado es enorme", dice Richard Seaman, presidente ejecutivo de Seaman Corp., productor fabril de Ohio. "Realmente hay una visibilidad baja con miras al futuro porque la gente no sabe exactamente qué hacer".
El panorama más negativo en EEUU y otras partes del mundo desarrollado está impactando a las economías emergentes. A inicios de septiembre (2011), el banco central de Brasil, que ha subido las tasas de interés cinco veces en el año 2011, las redujo por inquietudes de que la desaceleración global esté infectando a la mayor economía de Latinoamérica.
En Asia, donde muchos bancos centrales han estado restringiendo la política monetaria para combatir la inflación, la demanda interna está moderándose al tiempo que mercados de exportación clave se repliegan. Los índices de dos economías cruciales para el comercio global -Corea del Sur y Taiwán- cayeron a menos de 50, indicando que la manufactura se contrajo en agosto (2011).
Entretanto, el índice fabril oficial de la mayor economía de Asia, China, se mantuvo ligeramente por encima de 50, mientras que una lectura alternativa de HSBC subió ligeramente a 49,9. Las cifras sugieren que la producción fabril china ni repuntó ni se hundió en agosto (2011). Las exportaciones fueron un sector problemático, por cuanto el reporte del gobierno informó que el subíndice de los nuevos pedidos de exportación cayó a 48,3 de 50,4 en julio (2011), replegándose a una contracción por primera vez desde abril de 2009, cerca del punto álgido de la crisis financiera.
El sector fabril de Alemania apenas se expandió durante el mes de agosto (2011), registrando su ritmo más lento en dos años. Eso mitigó algunas inquietudes de que la mayor economía de Europa podría caer en otra recesión, aun cuando la manufactura en los países más vulnerables de la zona euro se está contrayendo rápidamente, lo cual sugiere que aún faltan varios meses para la estabilización de dichas economías.
– El estancamiento económico de los Estados Unidos (Project Syndicate – 25/10/11)
(Por Martin Feldstein) Lectura recomendada
Cambridge.- Los Estados Unidos parecen estar atrapados en un peligroso callejón sin salida económico. La negativa de los republicanos y de los demócratas a ceder terreno en lo que se refiere al presupuesto está impidiendo que el gobierno haga frente a su enorme déficit fiscal y a su deuda nacional que crece rápidamente. En efecto, la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que ésta podría aumentar al 82% del PIB en los próximos diez años -más del doble del coeficiente de deuda que se registraba apenas en 2008.
Además, esa previsión se basa en supuestos muy optimistas de un fuerte crecimiento económico y tasas de interés bajas. Con un crecimiento más lento y tasas de interés más normales, el coeficiente de deuda podría aumentar fácilmente a más del 100% en 2021, y superar el 150% para 2030.
Una razón fundamental del aumento acelerado de la deuda pública es el rápido envejecimiento de la población estadounidense y el consiguiente aumento del costo de la pensión universal y los programas de salud -el seguro social y "Medicare". La mayoría de los expertos creen que limitar el aumento de la deuda requerirá una disminución del crecimiento de estos programas de beneficios, e incrementar los impuestos como proporción del PIB.
Sin embargo, el presidente Barack Obama y los legisladores demócratas se oponen a cualquier reducción futura en los programas de beneficios, mientras que los candidatos presidenciales y legisladores republicanos rechazan cualquier incremento en los ingresos fiscales. El resultado es el actual punto muerto en la reducción del déficit fiscal y dar marcha atrás al crecimiento de la deuda nacional.
Los republicanos argumentan que el aumento de la deuda nacional se debe limitar solamente mediante un recorte del gasto gubernamental. Aunque se deberían hacer algunos recortes en los desembolsos tradicionales como parte de los esfuerzos para controlar el gasto, este enfoque tiene que complementarse con una reducción de los "gastos fiscales" -las disposiciones especiales del código fiscal para subsidiar los servicios de salud, los créditos hipotecarios, los impuestos de los gobiernos locales, etc. Limitar los gastos fiscales podría reducir el déficit anual hasta en un 2% del PIB, disminuyendo así el coeficiente deuda-PIB para 2021 en más de 25 puntos porcentuales.
Generalmente, los republicanos rechazan esta forma de reducir el gasto porque genera ingresos fiscales adicionales. Mientras que es cierto que este método aumenta los ingresos totales, el efecto económico de limitar los gastos fiscales es el mismo que el de cualquier otra forma de recortar el gasto en esos programas. Sin embargo, la oposición de los republicanos a cualquier cosa que incremente los ingresos significa que esta solución para desbloquear el punto muerto sobre el presupuesto no se pondrá en marcha.
El costo para el presupuesto de las pensiones de la seguridad social se podría reducir gradualmente mediante la sustitución de las rentas generadas por las cuentas de inversión para el retiro personales por una parte de los beneficios financiados actualmente con los impuestos. Sin embargo, incluso una reforma como esa podría mantener el nivel de ingreso de los jubilados. Los demócratas se oponen porque ello reduciría los beneficios tradicionales del gobierno. Con esto el punto muerto se complica más.
Las posturas de línea dura de los dos partidos son un presagio de las próximas elecciones presidenciales y legislativas en noviembre de 2012. En efecto, los republicanos encaran a los votantes con un cartel que dice, "Nosotros no subiremos los impuestos, pero los demócratas sí." En cambio, el de los demócratas dice, "Nosotros no vamos a bajar tu pensión o prestaciones de salud, pero los republicanos sí."
Ninguno de las partes quiere que haya ninguna ambigüedad en su mensaje antes de las elecciones, por lo que se descarta la posibilidad de realizar cualquier cambio inmediato en los gastos fiscales o en las pensiones futuras del programa "Social Security". Sin embargo, por la misma razón, soy optimista en que el punto muerto se desbloqueará después de las elecciones. En ese momento, los republicanos y los demócratas podrán aceptar las reformas que ahora deben rechazar.
Otro procedimiento para reducir el déficit después de las elecciones sería bajar las tasas impositivas marginales, y equilibrar esa pérdida de ingresos con recortes en los gastos fiscales. Los análisis oficiales restan importancia al efecto de menores tasas impositivas marginales en el ingreso gravable, pero la experiencia muestra que los ingresos gravables se elevan considerablemente a medida que los contribuyentes responden a tasas impositivas marginales reducidas trabajando más, recibiendo más de su remuneración en efectivo imponible que en prestaciones adicionales, y reduciendo su consumo deducible de impuestos. Disminuir los gastos fiscales mientras que se reducen las tasas impositivas marginales puede generar ingresos sustanciales mediante un incremento del nivel del ingreso gravable.
El actual callejón sin salida económico es alarmante porque los mercados financieros podrían reaccionar negativamente y porque el retraso para hacer frente al déficit fiscal se traduce en una mayor deuda nacional. Tal vez soy demasiado optimista pero tengo buenas razones para pensar que este punto muerto sobre el presupuesto refleja una postura electoral, y que el sistema político estadounidense mostrará su eficacia para avanzar en el tema de la consolidación fiscal una vez que hayan pasado las elecciones.
(Martin Feldstein, profesor de Economía de la Universidad de Harvard, fue jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente Ronald Reagan, y presidente del National Bureau for Economic Research (Oficina Nacional de Investigación Económica). Copyright: Project Syndicate, 2011)
Un ranking de la desilusión capitalista (el resentimiento de la ambición frustrada)
"El libre mercado enamora a los alemanes, pero deja fríos a los franceses y tibios a los españoles"… Capitalismo, te quiero (El País – 7/4/11)
¿Qué país del mundo ama con más pasión el capitalismo? A bote pronto la respuesta más lógica sería que EEUU o Reino Unido, cunas del modelo de libre mercado. Pero una encuesta elaborada por la empresa canadiense GlobeScan ofrece resultados sorprendentes: son los alemanes quienes en mayor proporción, un 68%, opinan que el capitalismo es el mejor sistema. Les siguen de cerca, con un 67%, brasileños y chinos, habitantes estos últimos de un país gobernado por el Partido Comunista. Francia, una de las naciones más prósperas del planeta y sede de enormes multinacionales, es donde el capitalismo tiene más detractores, un 57%, acompañada de Turquía (56%). Son estos los únicos países con más críticos que partidarios del libre mercado entre los 25 incluidos en la encuesta.
España se sitúa más o menos a mitad de la tabla, ligeramente por debajo de la media. El 52% de los españoles está de acuerdo en que los medios de producción permanezcan en manos privadas, mientras que el 34% rechaza la idea. Los británicos se sitúan en un discreto 55%. ¿Y EEUU? Sus ciudadanos son algo más entusiastas (59%), aunque la crisis parece haber hecho mella en su estado de ánimo, ya que diez años antes, cuando GlobeScan comenzó a hacer su encuesta, la cifra acariciaba el 80%.
Como sucede entre las personas, el amor por el capitalismo puede ser interesado. Los resultados del sondeo indican que aquellos países que lo abrazan con más ardor son los que menos han notado la crisis y que las grandes naciones emergentes -China, Brasil, India…, donde las clases medias están en pleno crecimiento y el consumo aumenta rápidamente- son los nuevos motores de la economía mundial.
"EEUU es el último lugar en el que esperábamos ver una caída tan pronunciada de la confianza en el sistema de libre empresa", comentó el presidente de la empresa, Doug Miller. Los estadounidenses con ingresos inferiores a 20.000 dólares anuales son quienes han perdido la fe en sistema, ya que solo un 44% de ellos dice creer en él. "La encuesta sugiere que la clase empresarial estadounidense están a punto de perder el contrato social con la familia media que le ha hecho prosperar en el mundo", dijo Miller.
La encuesta de GlobeScan fue efectuada por teléfono en China y EEUU, y por teléfono, en persona o por Internet en los otros 23 países entre el 24 de junio y el 18 de septiembre de 2010. El margen de error del sondeo oscila entre +/- 3,0% y +/4,9%.
Algunos gráficos que pueden ayudar a entender el cambio de percepción
Llegamos a un punto en que la balanza ya no está inclinada, sino rota, y eso tiene consecuencias. Roubini lo expresa perfectamente en una simple frase: "Marx tenía razón, llegado un punto, el capitalismo puede autodestruirse, porque no se puede seguir trasladando ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada".
– Frágiles y desequilibrados en 2012 (Project Syndicate – 15/12/11)
(Por Nouriel Roubini) Lectura recomendada
Nueva York.- Las perspectivas para la economía mundial en 2012 están claras, pero no son auspiciosas: recesión en Europa, crecimiento anémico en el mejor de los casos en Estados Unidos, y una abrupta desaceleración en China y en la mayoría de las economías emergentes. Las economías asiáticas están expuestas a China. América Latina está expuesta a menores precios de materias primas (a medida que China y las economías avanzadas se desaceleran). Europa central y oriental están expuestas a la eurozona. Y las turbulencias en el Medio Oriente están causando graves riesgos económicos -tanto allí como en otras partes- a medida que sigue alto el riesgo geopolítico y, por tanto, los precios del petróleo limiten el crecimiento global.
En este punto, no hay duda de que habrá recesión en la eurozona. Si bien no es posible predecir su profundidad y duración, la constante contracción del crédito, los problemas de deuda soberana, la falta de competitividad y la austeridad fiscal implican todas, una grave contracción económica.
EEUU -que crece a paso de tortuga desde 2010- se enfrenta a considerables riesgos a la baja debido a la crisis de la eurozona. También debe lidiar con un lastre fiscal significativo, el desapalancamiento en curso en el sector de los hogares (en medio de débil creación de empleos, ingresos estancados y la persistente presión a la baja sobre los bienes raíces y la riqueza financiera), el aumento de la desigualdad y el estancamiento político.
Entre otras economías avanzadas principales, el Reino Unido se encuentra en caída doble, a medida que la carga frontal de la consolidación fiscal y la exposición a la eurozona socavan el crecimiento. En Japón, la recuperación post-terremoto se diluye a medida que los débiles gobiernos se resisten a aplicar reformas estructurales.
Mientras tanto, son cada vez más obvias las fallas en el modelo de crecimiento de China. La caída de los precios inmobiliarios está detonando una reacción en cadena que tendrá un efecto negativo en las empresas de construcción, la inversión y los ingresos del gobierno. El auge de la construcción está empezando a estancarse, al igual que las exportaciones netas se han convertido en un lastre para el crecimiento, debido al debilitamiento de la demanda, especialmente de EEUU y la eurozona. Después de haber tratado de enfriar el mercado inmobiliario poniendo coto a los precios que estaban fuera de control, para los líderes chinos va a ser difícil reactivar el crecimiento.
No están solos. En el ámbito de las políticas, EEUU, Europa y Japón, también han ido posponiendo las serias reformas económicas, fiscales y financieras que son necesarias para restablecer un crecimiento sostenible y equilibrado.
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