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El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte II

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

  1. Los daños colaterales
  2. Perspectivas microeconómicas (certezas)
  3. Peores vaticinios del la OIT: la crisis del empleo seguirá hasta 2016
  4. El riesgo de pobreza en la Unión Europea
  5. EEUU: ¡Bienvenido al tercer mundo!
  6. Historias del "minijob" (como funciona la "receta" en casa de Angie)
  7. Los daños colaterales
  8. Recuperar el crecimiento
  9. Necesidad contra codicia (un reparto más equilibrado de las cargas)
  10. Qué dicen en el "Club de los nobeles mediáticos" sobre el crecimiento
  11. Algo en lo que creer (¿volver a crecer o morir al borde del futuro?)

– Sección IV –

Perspectivas macroeconómicas (probabilidades)

Malos tiempos (y lo que rondaré, morena…)

"La economía estadounidense recordará 2011 como un mal año. Los mercados financieros tienen problemas y aparecen señales de advertencia. El precio del petróleo no deja de subir, el mercado inmobiliario experimenta grandes problemas, la vida se encarece para las familias y las revueltas en Oriente Medio y África junto a la situación en Japón no hacen más que desestabilizar el panorama internacional"… Malos tiempos para la economía de EEUU (El Economista – 24/3/11)

Desde la crisis de 2008 el sistema financiero, lejos de estabilizarse, cada vez parece ser más vulnerable. Según asegura The American Dream, los grandes desequilibrios financieros a nivel mundial llegarán a un "punto de inflexión" y será entonces cuando la economía estadounidense experimente graves problemas.

A marzo de 2011, estos son algunos de los indicadores que hacen prever lo peor en el país norteamericano:

1. La gasolina está a punto de rebasar el precio psicológico de los 4 dólares en algunas zonas del país. El precio medio en San Diego es de 3.977 dólares y de 3.955 en Riverside y San Bernardino.

2. El precio del petróleo subió cerca de la marca de los 105 dólares, lo que augura más subidas para los consumidores en el precio de la gasolina.

3. En el pasado mes de febrero, los precios de los alimentos aumentaron al mayor ritmo conocido desde hace 36 años.

4. Para colmo, el coste de la vida en Estados Unidos alcanzó un nuevo máximo en febrero, según aseguraron fuentes gubernamentales.

5. Según la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios, las ventas de casas ya existentes en Estados Unidos descendieron un impresionante 9,6% en febrero y los datos de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios aseguran que el precio medio de una casa es el más bajo en nueve años.

6. Algunos expertos creen que el desplome inmobiliario se agravará. El destacado analista de la vivienda Gary Shilling advierte que los precios de la vivienda tenderán a caer otro 20%.

7. En cuanto a las hipotecas, la Asociación de Banqueros Hipotecarios asegura que unos 8 millones de estadounidenses tienen pendiente por lo menos un mes de atraso en sus pagos.

8. Según la Oficina del Censo de EEUU, el número de nuevos permisos de construcción bajó en febrero un 20,5% y en palabras de John Carney, de CNBC, un gran descenso en los permisos de construcción suele indicar que se acerca una recesión.

9. El 31% de los propietarios de viviendas que respondieron a una reciente encuesta de Rasmussen Reports indican que se sienten con el agua al cuello en el pago de sus hipotecas.

10. Las familias cada vez tienen más deudas y se quejan de la presencia de 'cobradores de deudas', que ha aumentado un 17% respecto al año pasado.

11. Meredith Whitney advierte que, aunque puede tardar, todavía veremos una ola de incumplimientos de bonos municipales por valor de cientos de miles de millones de dólares.

12. En el panorama internacional, la guerra en Libia está ejerciendo una presión al alza sobre el precio del petróleo, y esto no es más que otra carga para la economía estadounidense.

13. Yemen, Egipto, Costa de Marfil… buena parte de Oriente Medio y África viven revoluciones o problemas graves de estabilidad. Estos factores también afectan a la estabilidad económica mundial.

14. Los daños del tsunami en Japón afectan directamente a los trabajadores americanos. GM ha tenido que alterar su producción debido a los problemas con el abastecimiento.

15. Hay indicios de que la cantidad de radiación liberada por el daño causado en Fukushima es mucho mayor de lo que se ha asegurado. En caso de que los niveles de radiación continuaran aumentando en el norte y centro de Japón es posible que muchas personas fuesen evacuadas de Tokio, algo que sería devastador para la economía mundial.

Con este panorama futuro, ¿qué esperanza les queda a las familias de clase media estadounidenses? ¿qué pueden hacer? Según The American Dream, los estadounidenses deben ahorrar dinero, aunque ello signifique sacrificar vacaciones o compras superficiales. Es el momento oportuno para saldar las deudas, antes de que la crisis empeore y con ello la situación general.

– La anatomía de la recuperación lenta (Project Syndicate – 31/3/11)

(Por J. Bradford DeLong) Lectura recomendada

Berkeley.- Entre 1950 y 1990, la época de la antigua forma de luchar contra la inflación en las contracciones por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos, la tasa de desempleo en los Estados Unidos posterior a la recesión se reducía en un 32,4 por ciento por término medio durante un año respecto de su valor inicial hacia su tasa natural. Si la tasa de desempleo de los EEUU hubiera comenzado a seguir esa vía después de llegar a su punto máximo en la segunda mitad de 2009, ahora ascendería a 8,3 por ciento, en lugar de a 8,9 por ciento.

Lamentablemente, la reducción neta de la tasa de desempleo de los EEUU en el pasado año en nada se debió a aumentos de la proporción empleopoblación, sino sólo a la reducción de la participación de la fuerza laboral. El desempleo ha bajado del 10,1 por ciento a lo largo de los 18 meses pasados, pero la proporción empleo-población ha permanecido estancada en el 58,4 por ciento. Tal vez fuera mejor que los desempleados que pudiesen tener empleos -y que, de haber pleno empleo, los tendrían- estuvieran buscando trabajo activamente, en lugar de estar totalmente fuera de la fuerza laboral.

Si adoptamos ese punto de vista, entre 1950 y 1990 la proporción empleo-población en los EEUU aumentaría otro 0,227 por ciento anual por término medio en cada uno de los años en los que la tasa de desempleo fue superior a su tasa natural. Si la proporción empleo-población en los EEUU hubiera empezado a seguir esa vía después de su punto máximo en 2009, la proporción actual sería 59,7 por ciento, en lugar de 58,4 por ciento. (En ese caso, estaríamos experimentando "el amanecer en los Estados Unidos", en lugar del actual estado de malestar económico.)

Ésa es -creo yo- la mejor medición a la que recurrir para cifrar el ritmo claramente inferior de la recuperación actual del empleo en los EEUU. Está en consonancia con otros patrones de medida americanos: desde que se produjo el nivel más bajo de producción, el PIB real ha aumentando a una tasa media de 2,86 al año, apenas por encima de la tasa de crecimiento del potencial productivo de la economía de los EEUU. Y también está en consonancia con la experiencia de otras economías ricas, ya se trate del Japón o de Europa.

De hecho, el aprieto actual de los EEUU sólo contrasta profundamente con las experiencias actuales del Asia en desarrollo. Allí, el aumento del PIB real y la reducción del desempleo revelan una recuperación rápida, sólida y bien afianzada, hasta el punto de que la inflación no tardará en pasar a ser un problema macroeconómico más importante que la creación de puestos de trabajo.

La hipótesis evidente para explicar por qué la actual recuperación de los EEUU, como las dos anteriores, ha avanzado a un ritmo inferior es la de que la rapidez de cualquier recuperación está vinculada con lo que causó la contracción. Una recesión anterior a 1990 era desencadenada por una decisión de la Reserva Federal de cambiar de política para luchar contra la inflación. Entonces la Reserva Federal provocaba una reducción de la liquidez y con ello distorsionaba los precios de los activos hasta el punto de que gran parte de la construcción, cantidades considerables de otras inversiones y algunos bienes de consumo resultaban inasequibles (y, por tanto, su producción dejaba de ser rentable). El exceso resultante de oferta de bienes, servicios y mano de obra hacía que la inflación bajara.

Sin embargo, tan pronto como la Reserva Federal había logrado su objetivo de lucha contra la inflación, ponía fin a la reducción de la liquidez. Los precios de los activos y los ingresos volvían a su nivel normal y todas las líneas de actividad que habían sido rentables ante de la contracción volvían a serlo de nuevo. Así, pues, desde un punto de vista empresarial, la recuperación era un asunto sencillo: simplemente reanudar donde se habían quedado y hacer lo que solían hacer.

Sin embargo, después de la contracción más reciente en los EEUU (y, en menor medida, después de las dos que la precedieron), ha sido diferente. La contracción no fue causada por una reducción de la liquidez, por lo que la Reserva Federal no puede agitar su varita y devolver los precios de los activos a su configuración anterior a la recesión y eso significa que los problemas empresariales son mucho más complejos, pues la recuperación no consiste en resucitar lo que solía ser rentable producir, sino en imaginar lo que será rentable producir en el futuro.

Como gusta de decir el economista Dan Kuehn, una recesión es como si alguien desbaratara nuestro rompecabezas, con lo que se rompiera el orden de las piezas y algunas quedasen boca abajo. Cuando la Reserva Federal pone fin a una reducción de la liquidez, vuelve a poner las piezas boca arriba, por lo que resulta fácil reconstruir el rompecabezas. Sin embargo, ahora no hay nadie para poner las piezas boca arriba, por lo que la corrección resulta mucho más difícil.

De hecho, creo que la situación es aún peor: mientras la demanda agregada siga siendo baja, ni siquiera podemos decir qué piezas están boca arriba. Nuevas inversiones, líneas de actividad y correspondencia entre trabajadores y empresas que serían muy productivas y rentables en niveles normales de utilización de la capacidad y de desempleo no lo son ahora.

Así, pues, lo que los Estados Unidos necesitan ahora no es simplemente una recuperación de la demanda, sino un ajuste estructural. Lamentablemente, el mercado no puede producir por sí solo una recuperación rápida de la demanda y no puede producir ajuste estructural alguno hasta que la recuperación de la demanda esté bastante avanzada.

(J. Bradford DeLong, ex Secretario Adjunto del Tesoro de los Estados Unidos, es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas. Copyright: Project Syndicate, 2011)

Así y todo, la "América corporativa", erre que erre, sigue adelante con la deslocalización

"Estados Unidos reabre el debate sobre si el fenómeno de la globalización -en términos de deslocalización- beneficia o no a la economía del país, concretamente por la debacle que conlleva en materia de empleo. Los datos del Departamento de Comercio pertenecientes a la primera década del siglo XXI muestran que las multinacionales estadounidenses -que dan trabajo al 50% de la población ocupada del país- redujeron en 2,9 millones los puestos laborales en territorio nacional,  mientras emplearon a 2,4 millones de personas más en el extranjero"… Las multinacionales de EEUU recortan empleo nacional, pero contratan en el extranjero (El Confidencial – 22/4/11)

Los datos fueron recogidos en el periódico estadounidense The Wall Street Journal en un artículo publicado en la tercer semana de marzo (2011). Las cifras contrastan con las relativas a la década de los 90, cuando el número de trabajadores que constituían dichas compañías experimentó un aumento en el total de empleados que ejercían tanto en el interior como en el exterior del país. De este modo, durante los últimos diez años del siglo XX, el incremento acumulado de empleados dentro de EEUU fue de 4,4 millones, mientras en el exterior se produjo un aumento de 2,7 millones de personas empleadas.   

  En este sentido, The Wall Street Journal señala que la tendencia subraya la creciente importancia que están adquiriendo otras economías, con los países asiáticos al frente, para las multinacionales estadounidenses, mientras queda en evidencia la vulnerabilidad de Estados Unidos para el propio país en una época de estancamiento en la creación de empleo y salarios congelados. Los analistas más críticos apuntalan que los datos podrían reflejar una pérdida de atractivo de Estados Unidos como territorio en el que las grandes compañías puedan invertir y contratar.

De acuerdo a los datos del Departamento de Empleo de Estados Unidos (4/11), su tasa de desempleo descendió en marzo (2011) con respecto al mes de febrero por cuarto mes consecutivo, desde el 8,9% al 8,8%. Sin embargo, pese al avance, la cifra continúa siendo elevada teniendo en cuenta el 4% de tasa de paro registrada en enero del 2000. El economista Matthew Slaughter señaló en los años 90 que, en las grandes compañías, "por cada empleo que creaban en el extranjero… generaban cerca de dos trabajos en EEUU para sus filas". Su teoría era válida en el contexto de la época -tal y como se refleja en los datos-, pero no tiene nada que ver con la tendencia que ha tenido lugar en los últimos diez años donde el empleo exterior ha crecido en detrimento del nacional.

Fijando la atención en las cifras de 2009, un año recesivo con frenos en las ventas y en los gastos de explotación, las multinacionales del territorio recortaron 1,2 millones de empleos -equivalentes al 5,3%- en el interior del país, mientras la reducción en el extranjero fue de 100.000 trabajadores -un 1,5%-. Muchas de las empresas que integran el panorama empresarial estadounidense no son claras a la hora de expresar a cuántas personas emplean fuera de sus fronteras. Otras, incluso, se niegan a ofrecer los datos exactos en relación a esta cuestión. 

La deslocalización ha dado lugar a que muchas empresas hagan uso de trabajadores en el exterior para reducir los costes en mano de obra. Sin embargo, los Gobiernos pretenden obtener detalles a partir de noviembre sobre las estrategias que están manteniendo las empresas en este sentido, para detectar cuáles de ellas recortan más trabajos dentro del territorio nacional y los añaden en el exterior del país. Al mismo tiempo, pretenden detectar cuáles son los motivos que conducen a esta tendencia. 

En la mayor parte de las empresas consultadas por The Wall Street Journal -entre las que se encuentran General Electric, Cisco, Oracle, Carterpillar y Microsoft-, sus directivos hacen referencia a que este aumento en el número de empleados de fuera del país responde a una estrategia de internacionalización de la empresa y no a un método para recortar gastos. La tecnológica Microsoft es la única de ellas que, durante los últimos cinco años, añadió más empleos en Estados Unidos (15.300) que en el exterior (13.000). Aproximadamente el 60% de los empleados de la compañía trabajan en el interior del país.

– Haciendo cosas en Estados Unidos (El País – 22/5/11) Lectura recomendada

(Por Paul Krugman)

Hace unos años, uno de mis vecinos, un ingeniero ruso exiliado, me hizo una observación sobre su país de adopción. "EEUU parece muy rico", me dijo, "pero nunca he visto a nadie haciendo realmente nada". Eso era un poco injusto, pero no del todo (y a medida que fue pasando el tiempo, se volvió cada vez más cierto). A mediados de la década pasada, yo solía bromear diciendo que los estadounidenses se ganaban la vida vendiéndose casas unos a otros, casas que pagaban con dinero prestado de China. La industria manufacturera, en su día la mayor fortaleza de EEUU, parecía estar en declive terminal.

Pero puede que eso esté cambiando. La industria es uno de los puntos positivos de una recuperación decepcionante en general, y hay indicios -preliminares, pero esperanzadores a pesar de todo- de que podría estar produciéndose una prolongada mejoría. Y hay algo más que deberían saber: si quienes critican desde la derecha los esfuerzos por rescatar la economía se hubiesen salido con la suya, esa mejoría no estaría teniendo lugar.

Esta es la historia hasta la fecha: en los años noventa, el empleo en el sector de las manufacturas en EEUU era más o menos estable. Desde 2000, sin embargo, empezó a caer en picado. La recesión de 2001 golpeó con dureza al sector, mientras que la expansión alimentada por la burbuja de mediados de la década -una expansión caracterizada por un enorme aumento del déficit comercial- le pasó de largo. Hacia diciembre de 2007 había 3,5 millones menos de trabajadores en la industria estadounidense que en 2000; varios millones de empleos más desaparecieron durante la recesión que se produjo a continuación.

Hasta ahora, solo se ha recuperado un puñado de estos puestos de trabajo perdidos. Pero, como he dicho, hay indicios de un cambio de tendencia.

Es crucial el hecho de que el déficit comercial de la industria manufacturera parece estar reduciéndose. En este momento solo es aproximadamente la mitad de grande, expresado como porcentaje del PIB, de lo que era durante el apogeo de la burbuja inmobiliaria, y hay más mejorías a la vista. Boston Consulting Group, que actualmente prevé un "renacimiento de la industria" en EEUU, cita a importantes empresas estadounidenses como Caterpillar, que en su día trasladaron la producción al extranjero, pero que ahora la están trayendo de vuelta. Al mismo tiempo, empresas de otros países, especialmente europeas, están trasladando la producción a EEUU. Y se ha evitado un posible desastre: el sector automovilístico de EEUU, al que muchos daban por muerto hace tan solo dos años, ha capeado el temporal. En concreto, General Motors ha tenido ahora cinco trimestres seguidos con buenos beneficios.

El corazón industrial de EEUU encabeza ahora la recuperación económica. En agosto de 2009, Michigan tenía una tasa de paro del 14,1%, la más alta del país. Hoy esa tasa ha bajado hasta el 10,3%, todavía por encima de la media nacional, pero una mejora enorme no obstante.

No pretendo insinuar que todo sea maravilloso en la industria manufacturera estadounidense. Hasta ahora, la recuperación del empleo es pequeña, y hay muchos puestos nuevos en la industria que no ofrecen buenos sueldos o prestaciones. El renacer de las manufacturas no va a hacer que la reforma sanitaria sea innecesaria ni va a suprimir la necesidad de un buen colchón de seguridad social.

Aun así, es mejor tener esos empleos que ninguno. Lo que me lleva a los escépticos de derechas. Primero: ¿qué está impulsando el giro en nuestro sector manufacturero? La principal respuesta es que el dólar estadounidense ha bajado respecto a otras monedas, lo que ha contribuido a dar una ventaja en costes a la industria ubicada en EEUU. Resulta que un dólar más débil era justo lo que la industria estadounidense necesitaba.

Sin embargo, la Reserva Federal se encuentra sometida a presiones intensas por parte de la derecha para que refuerce el dólar en vez de debilitarlo. Hace unos meses, Paul Ryan, el presidente del Comité Presupuestario de la Cámara, le reprochaba a Ben Bernanke su incapacidad para endurecer la política monetaria, y declaraba: "Lo más insidioso que un país puede hacerles a sus ciudadanos es devaluar su moneda". Si Bernanke hubiese cedido a esa clase de presión, la industria habría continuado con su declive imparable.

Y luego está el asunto del sector automovilístico, que probablemente se habría hundido si el presidente Obama no hubiese tomado cartas en el asunto para rescatar a General Motors y a Chrysler. Porque esas empresas habrían entrado en liquidación casi con total seguridad y habrían cerrado todas sus fábricas. Y esta liquidación habría perjudicado al resto del sector automovilístico de EEUU a medida que algunos proveedores esenciales también se fueran a pique. Cientos de miles de puestos de trabajo estaban en juego.

Sin embargo, Obama fue cruelmente criticado por tomar medidas. Un congresista republicano declaró que el rescate automovilístico formaba parte de la "guerra contra el capitalismo" de la Administración. Otro insistía en que cuando los Gobiernos intervienen en una empresa, "el desastre que se produce a continuación es predecible". Pues resulta que no lo era tanto.

Así que aunque todavía tengamos una economía con gravísimos problemas, una buena noticia es que los estadounidenses, una vez más, están empezando en verdad a hacer cosas. Y lo estamos haciendo gracias, en gran parte, al hecho de que la Reserva Federal y la Administración de Obama hicieron caso omiso de los nefastos consejos de los derechistas, ideólogos que, enfrentados a la evidencia, siguen afirmando que saben algo sobre cómo generar prosperidad.

(Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de 2008. © The New York Times, 2011)

La mayor economía del mundo podría estar padeciendo un problema de crecimiento.

"Tras un decepcionante primer trimestre, los economistas predijeron ampliamente que la recuperación de Estados Unidos volvería a ganar fuerza tan pronto como se aliviaran dificultades de corto plazo como el alza de los precios de la gasolina, el mal tiempo y los problemas de suministro en Japón. Pero hay pocas señales de que eso esté ocurriendo. La producción se está enfriando, el mercado inmobiliario sigue de capa caída y los consumidores aún no han perdido el miedo a gastar. Esto quiere decir que es posible que el camino que debe recorrer la economía estadounidense hasta su completa recuperación sea mucho más largo y lento de lo esperado"… ¿Salió EEUU de la crisis con un problema crónico de crecimiento? (The Wall Street Journal – 30/5/11)

"Es muy difícil generar una rápida recuperación cuando tradicionalmente, las recuperaciones rápidas solían estar impulsadas por los bienes raíces y los consumidores", apunta Nigel Gault, economista de la consultora IHS Global Insight. Según sus cálculos, el crecimiento se estancaría en una tasa anualizada y en términos reales de menos de 3% en los próximos trimestres (segunda mitad del año 2011); mejor que la tasa de 1,8% en los primeros tres meses, pero todavía demasiado débil para compensar el desempleo.

Un número mayor de expertos está revisando a la baja sus predicciones de crecimiento para el segundo trimestre. Economistas de J.P. Morgan Chase & Co. redujeron su estimado de 3% a 2,5%, mientras que los de Bank of America Merrill Lynch recortaron el suyo de 2,8% a 2%. Deutsche Bank ha rebajado su pronóstico de 3,7% a 3,2%.

Las compañías también se muestran cautelosas. Applied Materials Inc., el mayor fabricante de máquinas utilizadas en la producción de chips para computadoras, dijo que después de registrar uno de sus mejores trimestres, anticipa una desaceleración del crecimiento en los mercados de semiconductores y solar. Hewlett-Packard Co. recortó sus perspectivas para el año fiscal debido a las débiles ventas de computadoras y los efectos del desastre en Japón. Clorox Co. ofreció un pronóstico más reservado para su negocio de bienes de consumo y cuidado del hogar, a medida que los ejecutivos concluyeron que los precios más altos probablemente harían mella en sus ventas.

Este panorama deprimido plantea una pregunta más profunda sobre la salud de la economía estadounidense: ¿ha salido de la crisis de 2008 y 2009 con un problema crónico de crecimiento?

Algunos economistas creen que ha sido así.

"Esperamos que la economía se desempeñe de acuerdo con normas que son muy difíciles de cumplir cuando se carga con una deuda privada y pública tan grande", señala Carmen Reinhart, economista del Instituto Peterson de Economía Internacional. Reinhart cree que las previsiones de crecimiento de la Reserva Federal de EEUU han sido demasiado optimistas y que al país podría esperarle un período prolongado de crecimiento insuficiente y alto desempleo.

En los pronósticos de abril (2011), los funcionarios de la Fed proyectaron que la economía crecería a una tasa anualizada y en términos reales de entre 3,1% y 3,3% en 2011, y entre 3,5% y 4,2% en 2012. Eso supera las expectativas de los economistas independientes, que en promedio, predijeron una tasa de 2,9% para 2011 y de 3,1% en 2012, según Blue Chip Economics, que encuesta cada mes a economistas.

Incluso si las dificultades temporales se calman, la economía podría enfrentar problemas a medida que la Fed vaya minimizando sus esfuerzos de estímulo, los gobiernos estatales y locales reduzcan el gasto para equilibrar sus presupuestos y el Congreso trate de ahorrar en gastos fiscales del año 2012.

Desde que la recesión terminó oficialmente a mediados de 2009, la tasa anualizada de crecimiento ha promediado 2,8%. Eso no es mejor que su rendimiento tras la recesión mucho más suave de 2001, y mucho peor que la de 7,1% después de la recesión de casi la misma gravedad de 1982.

"No generar una recuperación considerable tiene altos costos", advirtió Joseph Lupton, un economista de JP Morgan Chase & Co. Una de las consecuencias más destacable: un alto desempleo. Unos 5,8 millones de estadounidenses llevan más de seis meses desempleados, y un crecimiento económico lento y prolongado debilita las probabilidades de que se reintegren a la fuerza laboral.

– La verdad sobre la economía de EEUU (El Economista – 4/6/11) Lectura recomendada

(Por Robert Reich)

El ex secretario de Trabajo con Clinton y canciller de la Universidad de Berkeley, Robert Reich, sostiene que no es posible una economía creciente y vibrante sin una clase media creciente y vibrante, por lo que insta a "restaurar la enorme clase media estadounidense" para volver a la senda de la recuperación económica.

La economía estadounidense sigue estancada. El consumo es bajo. Los salarios, también. Es vital que comprendamos cómo hemos pasado de la Gran Depresión a 30 años de Gran Prosperidad; de ahí a 30 años de ingresos estancados y crecientes desigualdades, para terminar en la Gran Recesión, y de ésta a una recuperación anémica.

Desde 1947 a 1977, la nación aplicó lo que podría denominarse una negociación básica con los trabajadores estadounidenses. Los empresarios les pagaban lo suficiente para comprar lo que producían. La producción y el consumo en masa demostraron ser complementos perfectos. Casi cualquiera que quería un trabajo podía encontrarlo con un salario decente. Durante estas tres décadas crecieron los sueldos de todos, no sólo de quienes estaban arriba. Y el Gobierno hizo cumplir esa negociación básica de muchas maneras. Utilizó una política keynesiana para conseguir casi el pleno empleo. Brindó a los trabajadores comunes más capacidad de negociación. Proporcionó el seguro social. Y amplió la inversión pública. Por consiguiente, creció la parte de los ingresos que iba a la clase media mientras mermó la porción destinada a lo más alto. Pero no consistía en un juego de suma cero: a medida que la economía crecía, casi todo el mundo mejoró, también los que estaban en lo más alto.

La paga de los trabajadores incluidos en el 20 por ciento más pobre creció un 116 por ciento en estos años, más rápido que los ingresos del 20 por ciento más rico (que subió un 99 por ciento). La productividad también subió más rápido. El rendimiento por hora trabajada se dobló, así como los ingresos medios. Expresadas en dólares de 1997, las rentas de una familia media se elevaron de unos 25.000 a 55.000 dólares. La clase media tenía los medios para comprar, y al hacerlo creaba nuevos empleos. A medida que la economía crecía, la deuda nacional reducía su peso.

La Gran Prosperidad también trajo una reorganización del trabajo. A los empresarios se les exigía por ley dar una paga extra -la hora y un 50 por ciento más- por lo que rebasara las 40 horas a la semana. Esto creó un incentivo para que se contrataran más trabajadores cuando la demanda repuntaba. Además, estaban obligados a abonar un salario mínimo, lo que mejoró los sueldos más pobres. Cuando se despedía, normalmente durante una recesión, el Gobierno concedía prestaciones por desempleo que solían durar hasta la recuperación. Lo que no sólo sacaba a las familias del apuro, sino que les dejaba seguir comprando, un estabilizador automático para una economía en receso.

Quizá lo más significativo sea que el Gobierno elevó la fuerza negociadora del trabajador común. Se le garantizaba el derecho a afiliarse a sindicatos, con los que los empresarios tenían que negociar de buena fe. A mediados de los 50, más de un tercio de los empleados del sector privado estaba afiliado. Y los sindicatos exigían una ración justa del pastel. Las compañías sin sindicatos, temiendo que sus trabajadores quisieran uno, ofrecían tratos similares.

Los estadounidenses también disfrutaban de una seguridad económica frente a los riesgos, no sólo con prestaciones de desempleo, sino también a través de la Seguridad Social, el seguro por discapacidad, por pérdida del sostén económico de la familia, por lesión en el lugar de trabajo o por incapacidad de ahorrar lo suficiente para la jubilación. En 1965, llegó el seguro sanitario para las personas mayores y pobres (Medicare y Medicaid). La seguridad económica fomentó la prosperidad. Al exigir a los estadounidenses compartir los costes de la adversidad, les permitía compartir los beneficios de la tranquilidad. Y eso los dejaba libres para consumir los frutos de su trabajo.

El Gobierno patrocinó los sueños de las familias estadounidenses de tener su hogar en propiedad, facilitando hipotecas de bajo coste y deducciones de los intereses. En muchas zonas del país, subvencionó la electricidad y el agua para que las casas fueran habitables. Y construyó carreteras que conectaban sus hogares con los principales centros comerciales.

El Gobierno también amplió el acceso a la educación superior. Pagó la de quienes volvían de la guerra. Y la expansión de las universidades públicas hizo que la clase media pudiera acceder a ella. El Estado sufragó todo con los ingresos fiscales procedentes de la creciente clase media. Los ingresos también se vieron impulsados por quienes estaban en lo alto de la escala de ingresos, cuyos impuestos marginales eran mucho más altos. El tipo marginal máximo del impuesto sobre la renta durante la II Guerra Mundial era superior al 68 por ciento. En los años 50, con Eisenhower, a quien pocos llamarían un radical, subió al 91 por ciento. En la década hasta 1970, el tipo marginal máximo estaba en torno al 70. Incluso después de explotar todas las posibles deducciones y créditos, el contribuyente medio de ingresos altos pagaba un impuesto federal marginal de más del 50 por ciento. Pero en contra de lo que los conservadores habían predicho, los altos tipos no redujeron el crecimiento. Al contrario, permitieron ampliar la prosperidad de la clase media.

Durante la Gran Prosperidad de 1947-1977, la negociación básica había garantizado que la paga de los trabajadores estadounidenses coincidiese con su rendimiento. Pero después de este punto, el rendimiento por hora siguió subiendo. Sin embargo, se dejó que la retribución real por hora se estancase. Es fácil echarle la culpa a la globalización, pero los avances tecnológicos han desempeñado un papel equivalente. Las fábricas que quedan en EEUU han ido echando trabajadores según se automatizan. Y lo mismo le ha ocurrido al sector servicios. Pero en contra de lo que dice la mitología popular, el negocio y la tecnología no han reducido el número de trabajos estadounidenses. Su efecto más profundo ha sido sobre la paga. En lugar de quedarse sin empleo, la mayoría de los estadounidenses se ha contentado con salarios reales inferiores o que se han elevado más lentamente que el crecimiento de la economía. Aunque el desempleo que vino después de la Gran Recesión sigue siendo alto, los puestos de trabajo lentamente vuelven. Pero, para conseguirlos, muchos tienen que aceptar una paga inferior.

Hace más de tres décadas, el comercio y la tecnología empezaron a abrir una brecha entre las ganancias del nivel más alto y las demás. La paga de los titulados por prestigiosas universidades ha remontado el vuelo. Pero la paga y prestaciones de la mayoría de los trabajadores se han mantenido o bajado. Y la consiguiente división también ha hecho que las familias estadounidenses de clase media se sientan menos seguras.

El Gobierno podría haber hecho cumplir la negociación básica. Pero hizo lo contrario. Redujo drásticamente los bienes públicos y las inversiones, golpeando los presupuestos escolares, incrementando el coste de la educación pública superior, reduciendo la formación laboral, recortando el transporte público y dejando que los puentes, puertos y autopistas se deterioraran.

Hizo trizas las redes de seguridad, reduciendo la ayuda para las familias desempleadas con hijos, endureciendo las condiciones para optar a los cupones de alimentos, y recortando el seguro de desempleo tanto que, en 2007, sólo el 40 por ciento de los parados estaba cubierto. Redujo a la mitad el tipo máximo del impuesto sobre la renta, pasando del ámbito del 70-90 que prevalecía durante la Gran Prosperidad al del 28-35 por ciento; permitió a muchos ricos tratar sus ingresos como ganancias de capital sometidas a un impuesto del 15 por ciento; y contrajo los impuestos de sucesiones que sólo afectaban al 1,5 por ciento de los asalariados del máximo nivel. Pero al mismo tiempo, EEUU impulsó los impuestos sobre el consumo y las nóminas, que se llevaron un trozo de la paga de la clase media y los pobres mayor que de los ricos.

Tres mecanismos de supervivencia

Pero Estados Unidos siguió comprando mediante tres mecanismos de supervivencia. El primero: las mujeres entran en el trabajo retribuido a partir de finales de los 70, y subiendo en los 80 y 90. Para la parte relativamente pequeña de mujeres con títulos universitarios, era la consecuencia natural de oportunidades educativas más amplias y de las nuevas leyes contra la discriminación, las cuales abrieron posibilidades profesionales. Pero la gran mayoría lo hizo para aumentar los ingresos familiares cuando los hogares se vieron golpeados por el estancamiento de los salarios de los hombres. Esta transición de la mujer al trabajo remunerado ha sido uno de los cambios sociales y económicos más importantes de las últimas décadas. En 1966, el 20 por ciento de las madres con hijos pequeños trabajaba fuera de casa. A finales de los 90, la proporción se había elevado al 60. Para las mujeres casadas con hijos de menos de 6 años, la transformación ha sido aún más dramática, del 12 de finales de los 60 al 55 por ciento a finales del siglo XX.

Mecanismo de supervivencia número dos: todos trabajan más horas. En 2005, no era extraño que los hombres trabajaran más de 60 horas a la semana y las mujeres, más de 50. Es decir, el estadounidense medio hacía más de 2.200 horas al año, 350 por encima del europeo medio, más incluso que un japonés.

Mecanismo de supervivencia número tres: gastarse los ahorros y tomar prestado hasta las cejas. Tras agotar los dos primeros mecanismos, era la única forma en que los estadounidenses podían seguir consumiendo como antes. Durante la Gran Prosperidad, la clase media ahorraba el 9 por ciento de sus ingresos. A finales de los 80 y principios de los 90, esa parte se había cercenado al 7 por ciento. Después, la tasa de ahorro cayó al 6 en 1994, y siguió bajando hasta el 3 en 1999. En 2008, los estadounidenses no ahorraron nada. Mientras, la deuda de los hogares explotó. En 2007, el estadounidense medio debía el 138 por ciento de sus ingresos después de impuestos.

Los tres mecanismos se han agotado. El desafío consiste en restaurar la enorme clase media estadounidense. Esto exige resucitar la negociación básica que relaciona los salarios con las ganancias generales, y facilitarle a la clase media una porción de la tarta suficiente. Como deberíamos haber aprendido de La Gran Prosperidad, no es posible una economía creciente y vibrante sin una clase media creciente y vibrante.

"Una verdad incómoda" (no la de Gore, sino la de Reich)

"Las cosas no van bien, ni aquí, ni en Estados Unidos ni en muchos lugares. No es necesario ser economista para darse cuenta, si a algo reaccionan nuestros estímulos es al desempleo que actualmente está en un nivel muy elevado en gran parte de occidente. ¿Qué va mal? ¿Qué falla? Teorías hay muchas, medidas para solucionarlo más, y aunque no podamos meter en el mismo saco a España o a California, empiezan a escucharse tímidas voces apuntando en una dirección, en un error común a nivel internacional allá en donde hay problemas: la debilidad de la clase media"… Conoce la verdad sobre la economía en dos minutos (El Confidencial – 17/6/11)

Robert Bernard Reich, en un video llamado "The Truth About the Economy" expone lo que considera es la verdad sobre la economía norteamericana, y cuál es el principal error que se está cometiendo.

El razonamiento que se realiza, con datos válidos para Estados Unidos, es el siguiente. En los últimos 30 años el PIB se ha doblado, pero, paradójicamente, los sueldos se han estancado y son prácticamente iguales que por aquel entonces. ¿Quién es el responsable? La inflación, ganamos más nominalmente pero no realmente. Entonces, ¿a dónde van las ganancias? Según el Sr. Reich a los "super rich" (súper ricos), que identifica como los que están en la cima de la pirámide cuando de dinero hablamos. Lo justifica con los datos de ingresos, hace treinta años el 1% más rico de la población se llevaba a su casa el 10% de los ingresos totales, hoy es el 20% y poseen el 40% de la riqueza del país.

Cree que esto conduce a que aumenten su poder en la legislación y por tanto se reduzcan los impuestos a los más acaudalados. El resultado son menores ingresos tributarios, déficit fiscal y menores servicios como educación, sanidad, infraestructuras… Asimismo las personas empiezan a echarse la culpa unas a otras, nacionales contra inmigrantes, trabajadores de la empresa privada contra la empresa pública, y demás debates que también se reproducen en nuestro país. Pero la realidad, según el vídeo, es que la clase media está débil, lo que les nos lleva a consumir menos, a no querer endeudarnos y en definitiva a una recuperación insatisfactoria y alto desempleo. Conclusión, economía fuerte = clase media fuerte.

Estoy totalmente de acuerdo con esto último, si la clase media va bien es que las cosas van bien, en caso contrario algo está fallando. Aunque esto es algo muy matizable, ya que por ejemplo en una burbuja inmobiliaria todo el mundo parece feliz, pero no es algo ni real ni sostenible y luego hay que pagar la cuenta. Algo similar sucede cuando todo se basa en el endeudamiento. Digamos que, cuando a la clase media, las cosas le van bien de forma sostenible, la economía "es fuerte".

Una idea que deja caer el vídeo, es que como los "súper ricos" se están forrando a costa de la clase media y no pagan impuestos el Estado no tiene dinero para educar a los niños y todo se va al garete.

Si miramos las estadísticas tributarias de la mayoría de países, los ricos ganan mucho pero también contribuyen mucho a las arcas públicas. Por ejemplo el caso de Estados Unidos en donde los impuestos están altamente en entredicho:

Vemos que el "top 20%" gana un 59.1% de los ingresos totales, pero por la contra paga el 64.3% de los impuestos. En otros países obtenemos resultados similares y de ahí la voluntad política que existe en ocasiones de atraer a los altos patrimonios con alguna rebaja, siendo finalmente beneficioso para el país. Seguramente el sistema impositivo que tasa la renta de las personas de Estados Unidos tiene muchas lagunas, pero aunque fuese perfecto creo que no resolvería los problemas. La cuestión no son tanto los tipos impositivos como la creciente divergencia entre "ricos y pobres", no es que los ricos pagan poco (que también), sino que "los pobres" ganan poco (además).

Más datos interesantes, cómo evoluciona el sueldo de un CEO en relación al empleado medio:

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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