Mayorías eventuales versus sociedad civil
Indice1. Introducción 2. Pueblo contra ciudadanía 3. El saqueo popular como criterio de justicia 4. El poder, la riqueza y los porcentajes 5. La demarcación pseudo-clasista entre ricos, medios y pobres 6. Mercado o Estado 7. Salvo la libertad todo es ilusión
Está, en primer término, el mito clásico, vox populi vox dei, que atribuye a la voz del pueblo una especie de autoridad final y sabiduría ilimitada. Su equivalente moderno es la fe en la justeza suprema del sentido común de la figura mítica que es "el hombre de la calle", en su voto y en su voz. Es característica en ambos casos la supresión del plural. Pero gracias a Dios las personas raramente coinciden; y los diversos hombres de las diversas calles son tan diferentes como una colección de personas muy importantes en un salón de conferencias. Y si en alguna ocasión hablan más o menos al unísono, lo que dicen no es necesariamente juicioso. Pueden tener razón o pueden estar equivocadas.
[…] Aunque la búsqueda de la verdad a través de la libre discusión tradicional es un asunto público, de ella no resulta la opinión pública (sea esto lo que fuere). Aunque la opinión pública pueda recibir la influencia de la ciencia y pueda juzgar a la ciencia, no es el producto de la discusión científica.
Pero la tradición de la discusión racional crea, en el campo político, la tradición de gobernar por la discusión y, con ella, el hábito de escuchar el punto de vista del otro, el desarrollo del sentido de la justicia y la predisposición al compromiso. Karl R. Popper "La opinión pública y los principios liberales" Conjeturas y refutaciones
Este artículo es una suma y recopilación de escritos dispersos aquí y allá. Pretende tocar como eje la cuestión del problema de lo público y colectivo y por qué su endiosamiento es uno de los males por los cuales las libertades individuales son mucho más difíciles de defender contra el poder democrático que contra el poder aristocrático y/o monárquico, según el caso.
No es un tema nuevo, pero tal vez sí lo sea la forma de encararlo, o al menos, de aclararlo. Cosa que parece pocos intentan hoy día, justo cuando es más necesario que nunca. La involución de las democracias latinoamericanas que se derrumban en las manos populistas de nuevos dictadores socialistas (o aspirantes a tales) llaman a revisar una vez más esta cuestión. No se trata de un tema que a pesar de su carácter político pueda separarse de la cuestión acerca de los fundamentos naturales de la sociedad abierta, tanto científico-filosóficos como culturales en todos sus aspectos: morales, sociales y económicos.
En su último libro el Dr. Alberto Benegas Lynch (h) hace una acertada cita que creo de especial importancia y que en cierta forma resume mi planteo, cosa que se entenderá cuando me explaye sobre la cuestión con más profundidad en los párrafos que siguen. Refiere a la explicación de Juan A. González Calderón: "la idea de las votaciones ilimitadas […] significan una falsificación de las matemáticas ya que la absolutización de las mayorías equivale a suponer que la mitad más uno es igual al cien por ciento, mientras que la mitad menos uno equivaldría al cero por ciento".
Cuando se discute la cuestión del poder público siempre, en forma velada o no, se termina en una última pregunta que suele quedar sin respuesta, o bien con una respuesta arbitraria y sin mayores fundamentos.¿Quién tendrá la última palabra? ¿Mayorías o minorías?
Ahí está la pregunta, y el meollo del asunto: Si la mayoría puede esclavizar a la minoría, ¿quien la va a detener? ¿una minoría?
Y las preguntas continúan entonces: ¿qué mayorías y qué minorías? ¿y cómo? Pero esto sería material para otro debate más complejo pero menos importante al núcleo del problema que se discute, aunque inevitablemente se tocará la cuestión -como se verá- en forma tangencial.
Veamos, aquí no voy a la cuestión de si el hecho de que gobierne la mayoría o la minoría significa que exista una tiranía de la mayoría o de la minoría. De hecho en una democracia representativa la mayoría para ser legítima al menos debe permitir la libertad política de la minoría, ya que eso asegura la posibilidad de los individuos (la más pequeñas de las minorías) que forman parte de la mayoría puedan decidir libremente y por ende que tal mayoría pueda legitimarse como voluntaria. Esta es una concepción individualista de libertad política que es requerimiento básico para cualquier "sociedad abierta" en el sentido popperiano del término, y esto es aceptado tanto por socialdemócratas como por liberales. Hayek va más allá y plantea que la libertad individual política depende de la libertad individual económica y desde ahí explica en "Camino de servidumbre" por qué no puede haber democracia sin libertad económica.
Pero, repito, no es éste el asunto. La cuestión es que la libertad es un fin en sí mismo y no un medio para asegurar la democracia. Si se puede asegurar la libertad política individual de las minorías, entonces ¿aceptaremos que la mayoría pueda discriminar y abusar de los pelirrojos o de los judíos mientras que los pelirrojos y los judíos tengan la oportunidad de que en cuatro años presenten una propuesta en las elecciones diferente?
Y si lo aceptamos ¿quien evitará que la democracia degenere en populismo, estatismo y de allí en socialismo popular o demagógico, y por ende totalitarismo y finalmente socialismo elitista? ¿quien lo evitará? ¿la misma mayoría interesada u otra minoría interesada o no?
Pues bien, creo que la única forma de acercarnos a la respuesta es dándonos cuenta de que la mayoría (en el sentido populista y colectivo) es una abstracción tan ajena a sus miembros individuales como lo podría ser cualquier minoría, o aún peor, ya que es difícil hacer la diferenciación. Es difícil entender al "Pueblo" como algo diferente a sus partes, pero el hecho es que así es. Por eso -y en parte respondo a la pregunta- es que la gente no es un todo (y véase que digo "gente" y no "pueblo", ya que en el primer caso se tiende a pensar aún en individualidades que comparten algo en común, mientras que en el último caso parece que se hablara de algo casi no humano, abstracción totalizante tan cara a los sediciosos y los populistas).
Aun si todos se robaran a sí mismos voluntariamente y recibieran igualitariamente lo robado, seguiría siendo un robo, ya que nada aseguraría la voluntariedad de todos y cada uno de los individuos asaltados. Nadie vota porque le quiten dinero con impuestos, sino para recibir dinero de los impuestos. Y si la gente misma se puede proveer de sus servicios, ¿para qué el Estado? Las ganancias de las empresas del Estado se las llevarán quienes no las merecen, sean los empleados de estas que no las han "emprendido", sea el "pueblo entero" que jamás las ha administrado. Hay dos clases de impuestos: 1) los que se supone son para proveer de servicios a los usuarios que los pagan, y 2) los que son "redistributivos". Los primeros no tienen sentido, ya que de ser así podrían ser "propuestos" y no "impuestos", o bien no ser proporcionados a quienes no quisieran pagarlos, y así automáticamente el Estado se volvería una agencia privada más que exigiría ganancias por su independencia. En el segundo caso ya obviamente hablamos de un robo… un robo que ni siquiera se puede llamar inversión, ya que si el mercado no invierte en un lugar es porque no ve futuras ganancias, y si no hay futuras ganancias no se puede hablar de multiplicación de riquezas ni de capital humano, y entonces no se puede hablar de inversión. Es simplemente sostener a pérdida pobres que requerirán de más subsidios en el futuro. Esto es el abecé.
Entonces la pregunta vuelve: ¿quienes gobiernan? O bien: ¿quienes gobiernan para asegurar "cuanto" se gobierna? La respuesta anarco-capitalista o anarco-individualista es rápida: Nadie. Comparto la respuesta, pero debe ser fundamentada. Y esa fundamentación puede ayudar a legitimar el liberalismo en gobiernos limitados. Veamos: Supongamos que aceptamos la existencia de un Estado y un gobierno, ¿quien lo gobernará? Ya sabemos que la respuesta liberal no será a "quien" gobernará sino a "cuanto" se gobernará. Y la respuesta liberal sería algo así: "la administración de la justicia para el cumplimiento de la ley", y la respuesta socialdemócrata será: "la sociedad no se autogobernará individualmente en todos los asuntos, y en muchos casos tal decisión será democrático-colectiva" (democracia social).
Pero la cuestión es que aún siendo liberales persistirá el "quien". ¿Como llevamos al poder a un gobierno liberal? ¿Por medios democráticos o aristocráticos? El problema persiste: tanto unos como otros pueden pervertirse y violar las libertades personales, sea por degeneración populista o elitista respectivamente. Ya vimos que se es más libre en una dictadura liberal que en una democracia totalitaria, y viceversa, obviamente, también se es más libre en una democracia liberal que en una dictadura totalitaria. Pero este tema ya ha sido tratado por autores diversos, tanto liberales como socialdemócratas (Perona). La cuestión que trato aquí no es de intervención sino de dominación, o sea, de intervención potencial: ¿Quien tendrá la última palabra?
En pocas palabras: No podemos asegurarnos contra la tiranía de la mayoría con la dictadura de una minoría y al mismo tiempo asegurarnos contra la tiranía de la minoría con la dictadura de la mayoría.
Nuevamente: ¿Quién tendrá la última palabra? La respuesta creo que está al comienzo de la pregunta: El individuo. No uno en particular, o todos sumados, sino cada uno. Veamos, nadie aquí creo que justifique la experimentación con seres humanos en nombre de la salud pública de muchos individuos, o de la causa de la salud futura (por mucho relativismo moral del que se hable).
Si queremos entender qué es la esclavitud de un ser humano tenemos que definir qué es lo propio, y ya que el concepto de propiedad es universal, no importa que se trate de un individuo, de cientos o de millones. Si hacemos experimentos humanos estamos violando la propiedad sobre su cuerpo y su vida en nombre de resultados de una investigación que beneficiarán a muchos, pero a los que el investigado no se ha entregado voluntariamente. Es, para el público, información robada, salud robada (y de una forma atroz). Los beneficiarios podrán ser individuos, pero el perjuicio de omitir ir en su ayuda nace de evitar el sacrificio por acción de otro individuo irremplazable, o sea: una injusticia. Dejar morir a alguien es por omisión algo grave, y más cuando nada tenemos que perder, a pesar de que fuera justo. Pero involucrar a un tercero y sacrificarlo para salvar a ese alguien es aún más grave y una peor injusticia, así ese alguien sean millones de personas. Si pensamos diferente, entonces experimentemos con seres humanos. Seamos coherentes.
Pues bien, entonces, si entendemos que la propiedad define la libertad y la voluntariedad a la propiedad legítima y universal, o sea: la propiedad individual, aquella que produce el fenómeno del mercado desde el comienzo de la historia y que por propio interés se ha subdividido en grandes grupos sociales alrededor del capital y trabajo luego de la "Revolución Industrial", entonces ya tenemos la fórmula para responder la pregunta: ¿Quien tendrá la última palabra de gobernar? La respuesta es: el individuo… Ahora bien: ¿como? Cada individuo acepta o no vivir en un kibbutz, y el kibbutz a pesar de ser comunitario no pasa a ser comunista, porque sigue siendo voluntario.
Mientras el individuo pueda secesionarse no importa quien gobierne. Pero ese derecho deberá hacerse valer por parte de cada individuo, o aquel que lo desee. Pero es esencial si se va a "construir" un gobierno, que sea primero un gobierno de la ley. Si yo entro en una sociedad civil firmo un contrato y acepto que ciertas cosas no cambiarán arbitrariamente por decisión mayoritaria o minoritaria. Y debe estar reglamentado, como cualquier socio que entre en una empresa, que las reglas de la contratación no van a variar sea quien sea el que sea presidente. Y si se quiere hacerlas variar, hay que re-legitimar todas las asociaciones individuales y no se podrá transformar en delincuente a quien reniegue del cambio de reglas y decida irse. No se podrá aludir que la propiedad sobre mi propio cuerpo y sobre mis bienes personales pasa a ser un robo de una futura propiedad comunal luego de un cambio constitucional, ya que yo jamás he aceptado asociarme a las leyes de un gobierno cuya idea de la organización social sea el comunismo de personas y bienes.
Es cierto que nadie decide dónde nació. Acepto la crítica de Hume. Pero a Rousseau, no a Locke. Si es cierto que no aceptamos el contrato al nacer, entonces la aceptación se confirmará en el derecho a la secesión. Eso puede hacerse en una sociedad libre. No así en un socialismo comunistoide como el que propone Rousseau en su versión de contrato social (desde el inicio pseudo-voluntario).
No se trata pues de que la tiranía de la mayoría deba controlarse con la dictadura de una minoría, ni que la tiranía de la minoría deba controlarse con la dictadura de la mayoría. Todos son los involucrados y todos importan, hasta el último individuo. Y como hemos planteado, si somos individualistas, nos da igual uno que cien, cien que mil. El valor de un ser humano está en su existencia y no su número, y la legitimidad de su existencia se basa en aquello que ha obtenido por su propio esfuerzo, aquello que le pertenece: su propiedad.
Libros como "La ética de la libertad" e "Igualitarismo como una revuelta contra la naturaleza" de Murray N. Rothbard contestan a estas preguntas específicas sobre el método en cuanto a legislación se refiere.
La cuestión ahora será pasar al problema de la democracia en sí, una vez que, abortado el proyecto de una res total colectivista y socialista, se acepta la existencia de una res pública individualista y representativa. Y esto es imprescindible ya que una administración pública no refiere a nombres y apellidos (privados) sino a una abstracción denominada Estado-nación dentro de la que se debe unificar un solo camino de decisión para las diversas y espontáneas opiniones individuales. En sociedad, aún cuando la mayoría de la esfera de la vida sea privada y libre, habrá leyes que compartir para el funcionamiento de la división del trabajo y la así posibilitada creación empresarial de capital (que mal que pese a ciertos historicistas es universal en tiempo y espacio). Una misma sociedad civil deberá compartir una misma ley, así sea el mínimo liberal (o randiano) de posibilitar el individualismo contractual mediante la regla del no-inicio de la fuerza en las relaciones interpersonales. Y ese aseguro se hará a través de una cosa pública que sea depositaria de dicha ley. (si bien existen propuestas de privatización total tanto anarco-liberales como la de Rothbard, así como monárquico-orgánicas como la de Hoppe, para la conservación de la legalidad bajo una misma sociedad civil estas van mucho más allá de la cuestión que podemos tratar).
Por ende su administración, por pequeña que sea la base constitucional, derivará en un amplio conjunto de leyes. Y mientras se acepte la idea de constitucionalidad y contrato, entonces será necesaria igualmente una democracia limitada para poder ejecutar tal contrato. En resumen: Mientras, desgraciadamente, haya Estado, alguien lo tendrá que manejar.
El problema parece resuelto en los párrafos anteriores, pero no es tan sencillo. Dando por sentado, aunque sea provisoriamente, la legitimidad de la legislación de una sociedad civil por aceptación de todos los individuos de vivir bajo una misma constitución, y así podamos poner por encima de la variante mayoría ese "contrato" que firmamos todos, debemos pasar entonces ahora al problema de la legitimidad de la misma democracia (repito: aún limitada por esa constitución). La democracia, que sólo puede representar a mayorías o primeras minorías con una misma opinión, frente a la sociedad civil toda, con todas sus diversidades. He aquí el problema del poder.
3. El saqueo popular como criterio de justicia
Muchos consideran que nuestras democracias son falsas democracias (por acción de intereses privilegiados), y que el ideal es transformarla en verdaderas (por la acción del interés común como un todo colectivo).
Si me pongo aquí a discutir si es o no el pluripartidismo un sistema democrático –aunque sea su única garantía- dejaré sin quererlo que se filtre un prejuicio colectivista en forma subliminal: "El gobierno de todos es menos ajeno al interés de cada individuo que el gobierno de unos pocos".
Me temo eso es una falacia. Por dos cuestiones: 1) Se trate del gobierno de la res publica de un grupo de individuos, sea el de todos los individuos o sea el de la más amorfa de las masas rousseonianas (no importa), no necesariamente conocerá en forma lógica cuales son sus mejores intereses y podrán ser gobiernos confundidos, engañados y/o equivocados. 2) Aun cuando obraran de acuerdo a sus intereses y actuaran racionalmente en pos de ellos, tampoco el interés de los individuos es el mismo que el de la cosa pública. La colectivización de los gustos de las personas tiene como consecuencia que se diluyan en una (tal vez más igualitaria pero sin duda más uniforme) masa cuya preferencia única con suerte favorecerá a quienes estén más cerca del promedio. Para colmo la libertad individual no es algo alienable y que pueda devolverse a través del Estado. Es una cuestión de autonomía. Nadie puede devolverle la libertad a un hombre de decidir voluntariamente con quien se quiere casar por mucho que participe con el resto de una asamblea comunal donde se decida con quien se casará cada persona.
Por ende entonces, no vayamos a creer que las cosas malas o que creemos frustrantes ocurren porque no vivimos bajo un sistema democrático. De hecho, podemos o no vivir bajo un poder democrático, pero no será el carácter democrático o no de dicho poder lo que nos beneficiará o perjudicará, sino las características de dicho poder.
Lo cómico es que, mientras haya libertad individual, toda permisividad a la desigualdad (por legítima que fuera) podrá acusarse de explotadora, perjudicial y causa de los males de aquellos que estén debajo del promedio. He aquí el "problema" de la sociedad civil. La diversidad individual que deviene en diversidad social o de "clases".
Todo gobierno limitado aún democrático tenderá a ser acusado de ser un títere de los más ricos. ¡Aun cuando no lo fuera! ¿Que mejor que eso para justificar la acción del Estado para robarles? El problema para los pobres será entonces el siguiente: ¿qué seguridad habrá luego para la individualidad y propiedad de los menos ricos? Pues ninguna.
¿Y si eso falla? Se seguirá echando la culpa a los ricos, hasta que no queden ricos salvo entre la elite política de los demagogos y populistas que le vendieran al pueblo la fórmula mágica de la felicidad socialista. Se vuelve a lo mismo: Si todos tenemos el mismo derecho a lo propio en el mercado, entonces cualquier influencia sobre el poder político será para expropiar o limitar a la competencia. Pero eso no será obra del capitalismo como sistema económico, sino de específicos capitalistas que usarán el Estado en forma anti-capitalista. Si todo el empresariado se transformara en una única elite, en una casta conspirativa, todo el mercado se vendría abajo ya que todas las empresas se transformarían en un único monopolio cuyas deficiencias al servir al consumidor sólo podrían sostenerse mediante la eliminación de la competencia potencial que pudiera desplazarlo. Automáticamente ese conglomerado monopólico sostenido por la fuerza ya ni siquiera necesitaría hacer algo tan absurdo como vender sus productos en un mercado. Establecería un sistema de racionamiento para todos, incluso para la elite (que se repartiría la mejor tajada). Sería un socialismo oligárquico-burocrático total. Según se tratara el caso Marx llamaba, en el caso del "bonapartismo" extremo, "socialismo de Estado", y en el caso del mercantilismo, "socialismo burgués". Stalin hablaba de "social-fascismo" en referencia a la Alemania Nacionalsocialista. Trotsky llamaba "estatismo" a la situación en la Rusia soviética Comunista post-leninista. Mao hablaba del socialismo burocrático post-stalinista como "capitalismo de Estado" -denominación esta última tal vez la más estúpida porque cualquier posesión de un capital, por inicua que fuera, sería entonces una forma de capitalismo-.
Pensar que no existen conspiraciones mercantilistas es una obvia ingenuidad, pero creer que el mercantilismo y el control sobre el Estado se extiende por todo el capitalismo (cual una conspiración clasista) es una estupidez flagrante, ya que el poder del Estado es para usarlo.
Veamos: Si bajo dicho gobierno secreto la competencia capitalista es permitida libremente, entonces tal "poder" de los capitalistas está en consonancia con el capitalismo y nada tendría de malo (de hecho sería fruto no del poder arbitrario sino de las leyes de propiedad que permiten -y generan- el capitalismo y el desarrollo de nuevas empresas libres, o sea: el conjunto de leyes que sostienen nuestras propias constituciones fundadoras liberales).
Repito entonces, nada tendría de malo tal "lobby": Sería una suerte de coalición de algunos o de muchos empresarios para tener el poder, pero no usarlo salvo para garantizar los derechos de propiedad de todos (que son previos al capitalismo) amenazados por la presión populista. Imaginemos el caso: con este poder se salvaría la competencia. Repito, en el supuesto de que no fuera para asegurarse el ser empresarios contra el sistema de competencia que pudiera desplazarlos (esto significa, vale aclarar, que tal poder secreto no sería siempre necesario para la existencia del capitalismo, ya que para que exista capitalismo se necesita que se cumplan las leyes de propiedad y nada más, lo cual puede ser deseado por democracias como por aristocracias). Sigamos: De ser así, de existir tal situación, sería porque el poder en manos de otros sería adverso a las garantías individuales en nombre de los intereses tomados en forma totalizadora de algún grupo de presión, sean cual fueren los grupos de poder: mayorías o minorías, económicos, políticos, sindicales o religiosos. Para muchos el empresariado debe ser protegido contra sí mismo, o sea: contra la propia tentación de hacerse con el poder para acabar con la competencia. Para otros, por ser el producto de la libertad, son su mejor garantía. Yo no creo ni una cosa ni la otra, cosa que explicaré a continuación. Pero a función de ejemplo, podemos continuar con la idea de una oligarquía no-colectivista. Esta no tendría nada de malo a menos que creamos que el capitalismo fuera per se malo. A menos que creamos que "el capitalismo porque sí y en sí" fuera "el problema". De ser así entonces, la raíz individualista de la propiedad privada llevaría al robo (de otra propiedad obviamente) y esto a la creación empresarial del capitalismo. Tal "explotación espontánea" sería un mal con independencia de la existencia del Estado e intrínseca a la sociedad civil. O sea: estaríamos estigmatizando no a un capitalismo oligárquico sino al capitalismo a secas que para preservarse contra los "explotados" requeriría de un poder oligárquico.
Ahora bien -y prestemos atención a esta paradoja- de ser así entonces aceptaríamos que tal sostenimiento del mercado libre "explotador" contra los privilegios que podría dar el poder público, sería mayor beneficio para cada capitalista particular -a la larga- que utilizar el poder estatal para ganar más en forma monopólica que el resto del empresariado. Aceptaríamos que la competencia limpia favorecería al conjunto del empresariado, pero diríamos: "Esa competencia ayuda al funcionamiento de la economía, pero la economía capitalista perjudica al resto del pueblo (los trabajadores) y beneficia a la oligarquía abierta (todos los empresarios, incluida la nueva competencia que surgiera de entre la población general)", etc. Pero de ser así ya no importa que el pueblo tenga el poder o no. Porque si el pueblo elige el capitalismo como sistema económico el mal persistirá igual. Y si el pueblo no tiene el poder de elegir vivir o no bajo el capitalismo, también resultaría igual. El problema no sería que el capitalismo diera el poder político a los empresarios, sino la existencia en sí de empresarios. Muchos de esta forma creen que una cosa es imposible sin la otra, cual si se tratara de una conspiración. Pero lo cierto es que ni Marx plantearía una sonsera semejante. El capitalismo no es un invento conspirativo creado (ni mucho menos sostenido) desde el Estado, sino un producto natural del mercado en toda época y lugar.
El estatismo ha sido un obstáculo para todos los mercados durante cuatro mil años, y la situación dista de variar mucho. Y el capitalismo, en cambio, es el producto de un derecho igual para todos a lo propio, de la división del trabajo, del dinero y del mercado que son sus resultantes y corolarios, y de allí su orientación constante y dependencia para con el consumidor.
Sus características no varían aún luego de haber sido implantado, a pesar de la alucinada cuestión marxista de la inmediata crisis de superproducción por pauperización de los consumidores y de la teoría de la creación del proletariado por empobrecimiento de la burguesía en decadencia (teoría esta refutada en los hechos y en la teoría). En realidad la creación de una clase obrera industrial ha sido por multiplicación de población gracias a la transformación de un campesinado estático y pobre. El resultado ha sido una mayoría aburguesada gracias a los beneficios como asalariados frente a los progresos del período industrial del capitalismo (véase al respecto "El capitalismo y los historiadores" de Hayek y otros autores).
Sobre la cuestión Gabriel Zanotti ha escrito con su sistemática claridad sobre la arbitraria teoría marxista (clasista) de la explotación que soluciona el problema acabando con todas las propiedades, con lo cual aún cuando el valor del trabajo pudiera medirse por horas de esfuerzo, el comunismo final haría a todos víctimas de explotación y alienación de la cantidad de su trabajo personal, que era lo que Spencer resumía cuando decía que "todo socialismo implica esclavitud". Me doy el lujo de citar textualmente uno de los últimos artículos de Zanotti:
[…] profundicemos el estudio de la teoría alternativa. Y esa se llama Escuela Austríaca de Economía. La teoría de la explotación marxista fue refutada estrictamente, en tres volúmenes, por Böhm-Bawerk en su tratado Capital e Interés, cuya primera edición es de 1884. La teoría de la dependencia se refuta ipso facto cuando se ve que la teoría del capital de la Escuela Austríaca es, al mismo tiempo, una teoría del desarrollo. Y que ese desarrollo, contra lo que Marx sostiene, implica un aumento progresivo del salario real, por el aumento de la productividad marginal del trabajo, noción que él jamás pudo entender. Como escribí alguna vez, los primeros en desconocer estas ideas no son los Castro y sus admiradores, sino los técnicos y asesores de los supuestamente procapitalistas FMI y bancos centrales, organismos cuya incompatibilidad con el mercado libre fue claramente expuesta por Mises en sus libros Liberalismo y La Acción Humana. Sólo esta literatura puede proteger a una mente idealista de la tentación de violencia, no por pasar al cinismo ni a una supuesta madurez sin corazón, sino porque se pasa a otro tipo de idealismo, que al autor de estas líneas practica desde los 13 años: la convicción profunda de que la economía de mercado elimina la pobreza, la miseria, la desnutrición, el analfabetismo, y que es condición necesaria, aunque no suficiente, de la paz, la estabilidad institucional y un mundo donde la vida no dependa de caprichos y locuras de dictadores y demagogos.
Así que, nuevamente, la cuestión es: O se discute la democracia, o se discute el capitalismo, pero los que mezclan las cosas en forma barata (al estilo Moore y Chomsky) siguen en su carrera "anti-corporaciones" y progresista a tono con la New Left "left-liberal" de Estados Unidos y la bien financiada globalifobia de los anarco-socialistas (o sea: comunistas).
"¡Os engañan! ¡Os engañan!" gritan los anticapitalistas sobre las restricciones liberales que imperan en todo sistema de parlamentarismo multipartidario, pero con eso sólo favorecen las políticas de expansión del Estado que utilizan quienes buscan privilegios a través de ese mismo Estado (o sea: ser ricos no gracias a la voluntad de los consumidores sino a la sumisión -muchas veces alegremente abyecta- de los contribuyentes).
Son como los asesores en la fábula del rey desnudo: Le dicen al rey (véase aquí al ciudadano medio) que lo manipulan si no se resiste (véase aquí a usar el vestido invisible) y que es un idiota si no se da cuenta (véase aquí a quien sólo puede estar seguro de ser libre acabando con las clases superiores ¡clases que crea la libertad!), así que el rey sale desnudo a la calle con la defensa de su ropa invisible (véase aquí al inteligente nuevo militante contra el "poder corporativo" gritando contra el terrible problema de la "falsa democracia" bajo el capitalismo)
El caso es el mismo de cuando se nos dice: "ellos (los capitalistas) manejan los medios de comunicación". Parece un chiste. Obviamente los propietarios de medios de comunicación manejan (cada uno) su propio medio de comunicación. Es como decir que "los zapateros manejan la industria de la zapatería". ¡Obviamente! Los medios de comunicación son de ellos y al hacerlo se vuelven empresarios y por ende manejan un capital.
Otra cosa graciosa es que los izquierdistas que repiten esta tontería a su vez poseen sus propios medios de comunicación (privados, de ellos). ¿Pasarían ellos entonces a ser parte del capitalismo que maneja los medios de comunicación? ¿O estos medios de comunicación capitalistas sí serían realmente "independientes"? Toda esta tontería del cine "independiente" y términos parecidos siempre me causó gracia. Toda producción privada es independiente ipso facto.
4. El poder, la riqueza y los porcentajes
Una propiedad privada puede crecer, pero por grande que sea su tamaño en liquidez, eso no mejorará sus posibilidades como capital frente a los consumidores. Donde no hay demanda (y dónde no hay proyección futura que pueda llegar a haberla) de poco vale crear un capital. Y de la misma forma un gran capital que intentara vender por encima del valor que lo podría hacer una nueva pequeña empresa crearía una avalancha de competidores.
El poder económico no es poder en sí. Su propia naturaleza es económica, o sea, subsiste dentro de un mercado de intercambio de bienes, y por ende contractual y voluntaria. El verdadero poder significa la fuerza para usurpar los bienes ajenos y por ende a las personas. Tal poder real altera la naturaleza del agente económico transformándolo en político. Si una persona tiene $100 no tiene más poder que la que tiene $50, salvo el poder de poseer bienes que le otorgan otros por propia utilidad a cambio de esa mayor suma. Un arquitecto, una empresa de vuelos comerciales, un gran comercio, no tienen respectivamente más poder que un albañil, una empresa de taxis o un quiosco. Su propia existencia como función económica demuestra que no tiene un poder real proporcional a su "poder económico". Tal "mayor influencia" sería sólo dentro del mercado y por una mayor dependencia con respecto a los consumidores. No tendría un poder que pudiera usar coactivamente para acceder al verdadero poder de iniciar la fuerza que es el Estado. Ya que lo que se discute es esto: Si el poder económico da proporcionalmente poder político. De hecho el poder político (precisamente por ser limitado) no es totalmente arbitrario y los casos de corrupción sólo pueden dar tales o cuales privilegios legales dentro del mercado a alguno de los agentes económicos (mercantilismo). Pero sería el acceso a un poder limitado lo que posibilitaría a tal agente económico pasar por encima de los demás. Un poder gubernamental más fuerte y con menores limitaciones legales no limitaría un supuesto igual "poder" económico de los agentes económicos, ya que tal "poder" no existe si no es a través de la voluntaria corrupción del poder político. Y sería mucho peor entonces un poder con menores limitaciones en manos de un agente económico. Más aún, si el poder político se hace menos corrompible por ser más fuerte, entonces no será porque los agentes económicos tuvieran un ilusorio "poder económico" sin ayuda del Estado, sino simplemente porque es mucho más fácil para un poder pequeño dar un privilegio subrepticiamente a una empresa X y recibir un beneficio monetario a cambio, que directamente expropiar tal empresa y gozar políticamente de los mismos privilegios (cosa que sí podría hacer de existir un Estado más "fuerte"). Pero siempre el poder político que se le otorgue a tal empresa X será menor en fuerza y arbitrariedad que el poder político que se arrogaría el mismo Estado si tuviera un poder mayor que el que se le otorga, porque sino simplemente no se lo otorgaría y lo obtendría para sí directamente. Sería el caso de un ladrón con total poder sobre nuestras vidas, al que luego intentáramos sobornar para que no nos asaltara o para que asaltara al vecino. Sencillamente nos robaría el soborno y robaría a su vez al vecino. Como se ve, siempre el poder real, la última palabra la tendrá el Estado. Si así no fuera… ¿para qué intentar acceder a él?
Pero, aclaremos, no hay poder social alguno en el poder económico salvo aquel que le otorga el verdadero poder, el poder político. Si el poder económico en sí pudiera ser un agente de fuerza social, su retroalimentación sería obvia, y entonces (y esto es un ejemplo casi metafórico pero se entiende que la analogía es correcta y aplicable) la persona que tuviera $2 tendría dos veces más poder que la persona que tuviera $1 y podría asaltarle su dinero, sencillamente sacarle por su propia relación de fuerza 50 centavos a quien tuviera $1. Luego tendría $2.50 y aquella 50c, y así finalmente la relación económica dejaría de tener sentido.
Pero lo cierto es que un magnate puede ir a un quiosco y exigir que por su "poder económico" se le regale un alfajor, y nada sucederá salvo que se lo echará a patadas.
Nuevamente, si el poder económico diera poder social, entonces ¿para qué "asaltar" o "influir" sobre el poder político si este realmente tiene menos fuerza que el propio? Lo cierto es que, limitado o ilimitado, legal o arbitrario, el poder político es el único que siempre tiene el monopolio de la fuerza, y por ende es el único que puede compartirlo, sea dejando sobornar a parte de sus miembros, sea directamente haciendo miembro político a tal o cual agente económico (lo cual de ser el poder público una fuerza sin limitaciones le posibilitaría al agente económico dejar de serlo, dejar de tener que ser el "fabricante del producto X" para pasar a ser un líder más del "Partido Z"). Pero dicho poder corrompido seguirá siendo limitado. Un poder más "presente", un Estado intervencionista, simplemente sería una fuerza mucho mayor plausible de ser utilizada por un agente económico en contra de otros dentro de la sociedad (mercantilismo), o bien por el mismo poder público contra los demás agentes económicos (estatismo). Pero si lo que se quiere es que las empresas no tengan poder político, simplemente hay que achicar al poder político, al Estado hasta hacerlo inútil como factor de poder, y luego éste no dará privilegios. A menos, y vale la pena repetirlo, que se crea que el poder económico (el poder de producir y comerciar más por haber dado mayores servicios) es "en sí" poder político sobre la sociedad (véase el ejemplo anterior) y que hay que "equilibrarlo" con el poder del Estado. Pero entonces ya no habría posibilidad de libertad, ya que para que todos tengan la misma "cantidad de libertad" todos tendrían que tener la misma cantidad de dinero. Ya no sería una cuestión de aplicar una ley igual para todos que permita a todos ser libres, sino que la libertad en sí tendría como resultante la inmediata desigualación de dicha libertad y por ende sería una libertad en contradicción consigo misma que habría que suprimir cuanto más se quisiera asegurarla para todos (lo cual obviamente es una contradicción). Luego una autoridad con total poder sobre la sociedad, un Estado totalitario debería organizar a todos los individuos bajo un total igualitarismo económico o sencillamente privarlos de todo su dinero. Luego, entonces, adiós libertad.
Y si consideramos que el mercado de por sí perjudica el margen de libertad de los agentes económicos de menor influencia a favor de los que poseen mayores ingresos, entonces ya estaríamos tomando al mercado como un factor de total desequilibrio, y negaríamos toda posibilidad de un mercado libre sea donde fuere, con lo cual volveríamos a la "solución" totalitaria de un poder público sin límites sobre las empresas y sobre toda la ciudadanía en forma planificada socialmente, o sea: un sistema socialista. Pero vemos que si un conjunto de pequeñas empresas puede ofrecer un mayor servicio a los consumidores que una grande, ésta forzará a la grande a cambiar para superar a estas, o bien la grande sucumbirá ante aquellas. Y eso es porque el verdadero "poder económico" está en la relación utilidad-escasez de un recurso, un bien, una mano de obra o un capital, o sea, en su productividad marginal. Y nada, salvo esa utilidad marginal, es que la impide la generación de nuevos empresarios, ya que el poder de transferir el dinero de unas manos a otras está en el consumidor. Si a una sola empresa pequeña le costara menos crecer que a una gran empresa, entonces su servicio sería mayor que el de la gran empresa. En cuanto el mercado otorgara la posibilidad y la demanda potencial apareciera, entonces las empresas competidoras surgirán como lo han hecho desde siempre. Y eso significa que el consumidor sigue siendo el soberano en el mercado. Si el mercado tendiera al desequilibrio y no al equilibrio desaparecería por el empobrecimiento de los mismos consumidores que obviamente son a la vez productores.
Este y otros temas han sido tratados con claridad meridiana por Murray N. Rothbard en el capítulo "Monopolio y competencia" de su obra magna "Hombre, economía y Estado"
5. La demarcación pseudo-clasista entre ricos, medios y pobres
La concepción relativista en cuestiones sociales parte de un prejuicio solipsista a la hora de establecer parámetros objetivos en cuestiones de derecho: "La ética es lo que se hace y se dice debe hacerse". La ética relativista también parte de una norma ética de carácter absoluto: la necesidad define las normas éticas válidas. Porque yo podría decir que el haber obtenido algo por mi propio esfuerzo e intercambiado voluntariamente de las demás es algo más valioso para mí que cualquier norma ética, entonces puedo salir a matar al relativista por pensar diferente a mí. Pero las normas éticas no son una creación humana ex-nihilo, son un descubrimiento humano. La cuestión es saber si realmente son éticas o no de acuerdo a tal o cual principio moral que podamos argumentar racionalmente como verdadero por tales y cuales fundamentos que podamos explicar racionalmente. Además las normas éticas son tan creaciones humanas como las leyes en las ciencias naturales -¡y vaya que hay leyes científicas erradas!- pero eso no significa que podamos relativizar las leyes de causalidad en las ciencias, ya que sino significa que no entendimos nada de nada.
Las leyes científicas así como las normas éticas pueden y deben "ponerse a prueba". La realidad objetiva existe, y si la realidad objetiva existe habrá opiniones sobre lo que es la verdad más cercanas a la realidad y por tanto más "verdaderas" (de ahí el respeto a las opiniones ajenas), y como todos estamos en la misma realidad objetiva, todos podremos juzgar no importa el lugar, si robar es un acto de justicia o de injusticia. Si una sociedad considera robar como legal, yo consideraré a dicho robo una injusticia social o socializada. Existe el prejuicio polilogista según el cual hay una ética a conveniencia de cada diferencia dentro de una sociedad, y que todas pueden fundamentarse sin caer en contradicción, con lo cual si uno es más pobre le conviene más la violación de la propiedad que si alguien es más rico, y podría fundamentarlo, y viceversa, con lo cual habría un sentido de la justicia para cada sector diferente de la sociedad que decidiéramos demarcar (sacando de la discusión el hecho de que también el rico podría robarle al pobre y violar así el derecho de propiedad, la cuestión es otra: ¿Por qué el pobre no puede valorar más la seguridad sobre los bienes que obtuvo voluntariamente -y no por la fuerza- que el rico? ¿Por qué creer que el pobre tiene menos posibilidades que el rico de ascender en la escala social? De hecho es al revés).
Como fuera, si todo es relativo en las cuestiones sociales, también la concepción del relativista sobre la libertad es relativa. La concepción de que según el lugar económico o social en el que uno se sitúa relativiza los valores éticos, eso también es (o sería) una concepción relativa a su persona individual y a sus particulares prejuicios. Pero todo lo que es relativo no se puede fundamentar ante los demás. ¿Por qué habría de hacérsele caso? Se está haciendo una propuesta moral y ética en función de un relativismo epistemológico, y al mismo tiempo se está diciendo que toda ética y toda moral son relativas, lo cual no tiene sentido.
Por ejemplo: ¿A qué llamamos necesidades? Esto también es relativo. ¿Acaso los hombres nacimos para comer y subsistir? Entonces nacionalicémonos cubanos o norcoreanos (y ya ni esto puedo decir porque se están muriendo igualitariamente de hambre -salvo algunos que son más iguales que otros-) y abandonemos la idea de la modernización, el consumo, la calidad de vida, las oportunidades, el progreso personal, el mérito y el destino de cada uno y con él todo impulso en favor del desarrollo tecnológico.
¿Quien dice que es necesario para cada uno? Veamos: ¿por qué es necesario que vivamos 70 años promedio? ¿Por qué no alimentar a las personas hasta los 30 años y una vez que ya han colaborado en la reproducción de la prole popular eliminar a los "parásitos individuales"? El día de mañana para algunos eso se podrá llamar "justicia social"? ¿Por qué -pregunto- es más digno de llamarse justo a un tipo arbitrario de igualdad que a una forma universal de propiedad?
Yo creo que una sociedad basada en la justicia individual es un sistema de justicia social, y no aquella que en nombre de una demarcación arbitraria de lo que es la "necesidad" continuamente recurra a la coacción y al robo porque los recursos son escasos.
Hay algo cierto: Hemos descubierto que la guerra de todos contra todos –aunque suene hobbesiano sirve al ejemplo- es peor para nuestra libertad que la paz social. Pues bien, continuemos razonando de la misma forma y cooperemos voluntariamente mediante el mercado y no por la fuerza mediante el Estado. Tal vez descubramos que es mejor para todos garantizarnos el fruto personal del trabajo de cada uno, en el más puro sentido contractualista lockeano, que garantizarnos un mínimo subsidiado con el saqueo a los "que tienen demasiado", palabras que no por coincidencia podemos oír de la misma boca de Rousseau (a quien considero el primer comunista revolucionario de la historia).
Por último: Las oportunidades no existen, se construyen. La escasez es una condición natural, pero ha dejado de serlo gracias a una filosofía social liberalizante del mercado, que según los ingenieros sociales se basa en una visión ingenua de la sociedad, pero que en realidad es todo lo contrario de ingenua. La ingenuidad está en creer que una sociedad basada en la fuerza y no en la ética, en el poder social y no en derecho individual, puede construir una organización económica natural, próspera para todos.
Sin garantizar la propiedad no habrá progreso para nadie y habrá más escasez. Esto es puro utilitarismo, se me dirá, pero ya que vamos a relativizar toda ética y moral, pues entonces veámoslo desde un punto de vista misiano: sin garantizar la propiedad la multiplicación de riquezas se transformará en división.
También aquí hay un error de base, que proviene de la teoría de la interdependencia socioeconómica. La libertad de una persona es siempre la misma, no importan las necesidades que tenga cubiertas. De hecho, la persona puede cubrir o no sus necesidades si es libre. La libertad es su derecho a lo propio. De no ser así, seamos coherentes: ya no se trata de una pequeña necesidad que debe ser satisfecha para ser libre. Todo es necesidad ya que aspiramos a tener más siempre. Y esto es un hecho. Así que para que todos seamos igualmente libres y tengamos las mismas posibilidades todos deberíamos tener exactamente la misma cantidad de dinero. ¡Un peso de diferencia ya sería una desigual libertad! Y en cuanto los logros que nos dan esas "posibilidades" variaran, automáticamente las libertades ya no serían iguales para todos. Ergo, ni división del trabajo debería existir para que todos fuéramos igualmente libres. Ni socialismo, ¡comunismo! Y una vez abolida la división del trabajo, ¿para qué el dinero?
Es increíble como existe una conexión automática entre las formas de pensar del comunista, con las del relativista, las del historicista, el utópico y el holista-colectivista. Una forma de pensar lleva a la otra y son corolarios mutuos.
Los beneficios que podemos heredar, o que heredamos de nuestros propios logros pasados, no nos dan mayores ventajas, ya que no nos dan mayor poder para coaccionar a nuestros semejantes. Son potenciales recursos para ser usados, y son desiguales con respecto a los demás individuos como fruto de los logros anteriores de nuestra progenie o de nuestra propia historia personal. El uso que se haga de ellos es lo que definirá si nuestro patrimonio crecerá o decrecerá, y esto dependerá de los consumidores, que son a su vez productores de las cosas que necesitamos. La competencia beneficia a los consumidores y estos a su vez mejoran su capacidad adquisitiva real lo cual posibilita la creación de nuevos oferentes y no la inversa.
Esta es una de las bases de la sociedad civil liberal: el individualismo en los medios y los fines.
El capitalismo es un sistema económico fruto del mercado libre en cualquier época o lugar (cualquier otra aseveración historicista sí es marxista). El esclavismo no es más que el mismo capitalismo pero en el cual una parte de la población no puede participar en el marcado sin poder ubicarse en él según su productividad marginal, ya que si el mercado necesita nuevos empresarios estos no aparecerán de entre los esclavos y cada trabajador vivirá para su subsistencia, aún cuando el valor de su trabajo pudiera ser mayor o menor que dicha subsistencia (dependiendo de la relación entre cantidad de mano de obra y capitalización de cada área de la división del trabajo).
El feudalismo no es ni siquiera un modo de producción. Es algo totalmente paralelo. Puede haber un feudalismo voluntario y contractual, o puede ser coactivo, cosa que sólo puede sostenerse mediante privilegios de "Estado" o monárquicos ya que el feudalismo forzoso no es beneficioso en un mercado libre de servicios de defensa y llevaría a la descentralización. De cualquier forma el feudalismo no administra nada económicamente. Es simplemente una forma privada de defensa pero privilegiada por el Estado. Una suerte de mercantilismo militar, si se quiere. La solución del monopolio estatal de la defensa no es mejor, y lleva al estatismo y luego al socialismo de Estado (en las monarquías absolutistas no-orgánicas, y parcial o totalmente en los diversos fascismos) o al socialismo obrero y luego burocrático (en las dictaduras marxistas). Esta expansión estatista creada a la sombra del fin de las monarquías orgánicas dio lugar a lo que hoy conocemos como "servicio militar obligatorio", que a falta de una nobleza dedicada a las armas marcó el comienzo de la militarización de la sociedad y la era de la "carne de cañón".
La democracia es para la "cosa pública", o sea, lo que sí ha sido creado por todos (necesariamente en abstracto). Democratizar otra cosa es un robo. No creo que nadie quiera ser gobernado en su intimidad por el pueblo. La libertad de prensa no significa que el pueblo como un todo poseerá y hablará a través de los medios de comunicación "del Pueblo". Tampoco significa que todos los individuos en forma plural tendrán acceso a una cuota de publicidad en los medios de producción existente. Significa que quien quiera crear un medio de comunicación y vender su información u opinión a quien la quiera comprar podrá hacerlo poniendo su propio medio de comunicación. Quien quiera hablar tendrá su boca. Quien quiera todo un diario tendrá que crearlo. No todos pueden ser dueños de mass-media como no todos pueden ser zapateros. Y eso no es por el poder de los mass-media o de los zapateros. Se llama fruto del propio esfuerzo y es corolario de la división del trabajo y el mercado libre. Si eso está en entredicho todo el orden individualista lo está.
Como sea, la cuestión es que el poder de las multinacionales, de las corporaciones no es diferente del poder de cualquier negocio por chico que sea en un mercado… hasta de un quiosco. Si el mercado da "poder" (¿a qué llamamos poder?) y eso desiguala las posibilidades según la utilidad marginal del propio trabajo, entonces la propiedad privada en sí está en irremediable contradicción. Si no lo está, da igual una multinacional o una empresa nacional, grande, mediana o chica: es exactamente lo mismo. Si un propietario de hipermercados es explotador por tener mil empleados también lo será el mercadito de la esquina manejado por un abuelito así tuviera un solo empleado.
Cuando alguien obedece a un jefe en una empresa tal cosa sucede por la misma naturaleza de una organización jerárquica. ¡Por supuesto que una empresa privada no es una democracia! Es propiedad de su dueño y a la mayoría de los obreros (por el mercado de capitales y trabajo, no por un "poder" del empresario) ganarán más vendiendo su trabajo por dinero (y ese trabajo ya comprado y bajo las ordenes del "jefe" darán sus frutos luego) antes de que el producto siquiera esté seguro de llegar al consumidor, que intentando ser empresarios de su propio trabajo directamente. Sobre las falacias acerca de la concentración económica Mises ha sido contundente en su obra "El Socialismo".
Lo privado es tal porque tiene nombre y apellido. Cuando se hace una apología de las empresas estatales y se fundamenta que podrían ser administradas con criterios de ganancia y según reglas de mercado, sin subsidiar sus pérdidas con otras áreas, se olvida que las pérdidas recaerán en todos los socios, y los socios del Estado no son tales: pagan impuestos y las sostienen por la fuerza. No son copropietarios con nombre y apellido, ni pueden separarse de tales empresas. Si así pudieran (o sea: si fueran privadas y tuvieran un listado de socios gigantesco), sin duda los ciudadanos se irían desprendiendo de tales empresas gradualmente hasta que éstas empezaran a dar ganancias por un interés directo, y luego la productividad resultante posibilitaría menores precios según la entrada de nuevos capitales y la elasticidad de la demanda.
Las ganancias de una empresa pública, en cambio, no pueden ir en proporción al grado de inversión de cada asociado, ni podrían repartirse entre todos los asociados iguales (sin nombre y apellido) para que luego no tuvieran ningún interés personal en invertir en ésta que se reflejara en ganancias, y mucho menos tendría criterio económico si se regalara en forma de ganancias un menor precio por producto a los consumidores, ya que todos los contribuyentes no serían sus respectivos consumidores en forma proporcional. Al haber justificado unas empresas estatales manejadas con criterios de mercado para que el consumidor no pagara ganancias a un empresario, desaparecía precisamente el empresario en sí tratando de reemplazarlo por la buena voluntad, con lo cual la desaparecida función creadora y directora del empresario sería reemplazada con las pérdidas de una con suerte bondadosa pero inepta administración burocrática.
Por supuesto hasta esto sería utópico. Las empresas estatales, públicas, se manejan con criterios de asistencia social para cubrir a pérdida sectores dónde -por culpa del mismo intervencionismo estatal- ninguna área privada puede invertir y ver futuras ganancias. Eso las hace deficitarias per se ya que el criterio de su administración es político y no económico.
Las empresas quebradas y "recuperadas" (asaltadas) por cooperativas o colectivos obreros también son artificios semi-públicos. Sus socios no son tales. No son empresarios ni propietarios con nombre y apellido. El resultado es que su productividad es sostenida en forma deficitaria para beneficiar a los trabajadores, no importa su número. La cuestión es "darse trabajo" y en el ínterin poco importará alcanzar el dinero de los consumidores y servirlos de la mejor forma. Las pérdidas consecuentes de administrarlas para dar trabajos a pérdida, acaba rápidamente con su función de empresas productoras de bienes de consumo. Y es lógico: Si los empresarios iniciales (sus verdaderos propietarios) fueran por naturaleza menos efectivos que los trabajadores empleados en ellas, el mercado daría preponderancia a las sociedades de trabajadores como creadoras de capitales y el capital empresario no se hubiera separado históricamente del trabajo manual. Pero no es así. Es mucho más productivo para un trabajador vender su trabajo por un salario previo e independiente de las ganancias o pérdidas del capital, que intentar formar de la nada en conjunto una artificiosa y numerosa fábrica de trabajadores asociados, cuya protección de los puestos de trabajo crea un inmovilismo improductivo e ineficiente que se cristalizaría aún más a cada nuevo trabajador asociado. Más aún si se trata de cooperativas o cualquier forma pública de organización obrera en la cual los socios no tienen participación con nombre y apellido sino por el mero hecho de un trabajo eventual que se transformaría en permanente.
Las empresas así asaltadas, podrán volver a funcionar por un tiempo (por el nada gracioso hecho de que el costo de haber creado las instalaciones -que el empresario inicial sí tuvo que tener en cuenta- es nulo por haber sido precisamente asaltadas), a pesar de que el empresario tenía un criterio realmente lógico en el manejo de su capital y por ello mismo las había abandonado. Hacerlas funcionar es un suicidio económico que bien pronto empieza a sostenerse con subsidios políticos, sea que provengan de sindicatos, de otras empresas tomadas o bien del mismo Estado (o sea, de los contribuyentes) cuando la situación se hace insostenible. El socialismo sindicalizado se transforma así en socialismo estatal rápidamente, y eso es lo que se busca.
Los empresarios originales no quieren recuperar sus negocios porque acaso con el "manejo obrero" (como un todo colectivo) puedan ahora dar ganancias, sino porque siempre fueron suyas, y esas fábricas les costaron y siguen valiendo más muertas que vivas (vendidos los bienes de capital para crear en lo posible nuevas empresas) en el mejor de los casos, de no variar la situación de la demanda.
7. Salvo la libertad todo es ilusión
Hoy se discute la cuestión de la participación popular en las democracias, como si esta pudiera ser garantía de las libertades de los ciudadanos. En mi artículo "¿Asambleas o soviets?" toqué el tema específicamente. La cuestión es que una democracia de asambleas no es más que una dictadura de reclutas cuando el poder público (obviamente unificado) de estas es tan inmenso que acaba con la pluralidad en su propio seno y con esto su propia libertad de decisión. La idea de que el pueblo es un todo de intereses iguales (y por ende colectivizables) lleva a la idea de intereses que ni siquiera pueden estar dispersos, y ni digamos sus ideas (que no pueden ser equivocadas o no, justas o no, sino adecuadas a esos intereses colectivizados), y que sólo un sistema de ideas único puede ser el adecuado. El Pueblo único tendrá así un "Pensamiento único" y por ende un "Partido único". El pueblo no se puede equivocar, por supuesto, y es fácil predecir hacia dónde va una democracia totalitaria que confunde libertad con poder y bien común con bien comunista: un socialismo puro con una filosofía de organización social lo más chata e igualitaria posible.
Un sistema de democracia directa cuyo poder se confrontara con todos los diversos (y no por eso contradictorios o injustos) intereses particulares, no sólo sería por poco tiempo un totalitarismo popular. Rápidamente se convertiría en un totalitarismo elitista, ya que un sistema de partido único debe coaccionar a los soberanos de tener un pensamiento único real, y la triste realidad (triste para los socialistas) es que la voluntad no nace de discriminatorias "consciencias de clase" o altruistas "voluntades generales", sino de cada cerebro individual. Los "soviets" dejan de gobernar al partido único, y esta fracción social única que como tal organización política socialista puede llegar a representar (sea su fin último y nombre propio el de Comunista, Fascista o Nacionalsocialista, importa poco) será naturalmente el de un grupo de revolucionarios profesionales e ingenieros sociales que terminará controlando rápidamente a esas ilusas asambleas. Y creo que para ellas es el castigo merecido por despreciar la libertad propia para ser parte del poder sobre la libertad ajena.
La cuestión del poder y de la libertad es algo muy difícil de encarar, sin embargo las cuestiones que más han sido utilizadas como argumentos en contra de la sociedad abierta y el pluralismo occidental parten de sincretismos políticos totalmente irrisorios de tan sencillos, a pesar de que se interrelacionan por una misma raíz: el pensamiento colectivista.
Por un lado el colectivismo que nace de los prejuicios populistas, cuyos errores son tan generalizados en el ámbito de las ideas políticas y económicas como lo son en las llamadas "ciencias naturales". Por el otro el colectivismo que nace de los prejuicios revolucionarios, de los anti-sistémicos constructores de verdaderos sistemas planificados y dictaduras científicas como medios de liberación. Sus dictaduras totalitarias "del Pueblo ‘X’", "de la raza ‘Y’" o "de la clase ‘Z’" no son otra cosa que colectivizaciones fruto de sus propias idealizadas hipóstasis. La idea de Revolución como reconstrucción total y centralizada de todo lo existente (tan cara a la soberbia de las "elites intelectuales") confluye con la idea de Pueblo como un todo sin individuos de voluntades espontáneas, sin intereses legítimos y dispersos en forma de propiedades (tan propio de la tendencia simplificadora del pensamiento cerrado)
Si aceptamos como legitima, personal y universal a una libertad (el derecho a lo propio), considerar luego que las desigualdades producidas por esa libertad sean incompatibles con la libertad significara que los únicos principios que nos queden sean, o el de una competencia nietzschiana por la libertad que reste, o un resentimiento generalizado por buscar la igualdad aunque todos seamos esclavos de todos. Entiendo que mi libertad sólo puede ser individual y privada (el derecho a lo propio entendido como lo obtenido voluntariamente de otros o por la inversión del propio esfuerzo). Luego quiero ser libre y espero que todos podamos serlo. Creo que así puede ser. El único sistema que produce este individualismo es el mercado, y el mercado produce algo llamado capitalismo. Es la única propuesta viable para la libertad. Toda limitación a esa libertad en nombre de preservarla igualitariamente significa creer que tal libertad encarna en si una contradicción. Quien crea esto ultimo tiene que volverse socialista. Quien no lo crea tiene que ser liberal. Todo lo demás son errores. No hay terceras vías.
Y ahora veamos que a pesar de que Latinoamérica ha pasado por una historia larga de gobiernos militares tanto de izquierda como de derecha, lo cierto es que aquellas naciones que de una forma u otra han optado por la opción liberal y capitalista, y que hoy en democracia tanto las izquierdas como las derechas han continuado en forma coherente, son las naciones más prósperas, modernas y civilizadas. Es el caso de Chile es ejemplar en comparación con el resto del territorio continental (excurso: se argüirá que el gobierno de Allende seguía siendo democrático -lo cual es falso tanto antes como luego de la elección-, pero el objetivo socialista de un partido único totalitario era inherente a la idea de "tolerancia" política que junto a la doctrina marxista compartía con Castro, y los ataques inconstitucionales -fundamentados simplemente en el odio clasista- a las propiedades tanto nacionales como extranjeras iban de la mano necesariamente con la supresión de los opositores, ya que bajo la estatización progresiva y selectiva de la propiedad privada no hay posible prensa independiente), y esto está claro tanto para las derechas e izquierdas más racionales de aquel país al analizar la modernización económica desde Pinochet hasta Lagos. Compárese luego la mayoría de los países latinoamericanos, con una tradición de gobiernos ajenos al liberalismo y cercanos a un extraño nacionalismo veleidoso con respecto a Occidente, tanto militares o de partido único como democráticos y pluralistas pero que han optado, casi todos ellos, en mayor o menor medida, por la opción socialista-estatista, tanto por vías cercanas al fascismo como al marxismo. Sobran los comentarios acerca de los resultados.
No se trata, pues, sino de otra cosa que de las ideas del soberano, que mal que pese siempre está en la opinión pública del cual dependen todos los regímenes existentes. Cuando los ciudadanos han tenido una mentalidad civilizada y abierta, con respeto por las individualidades y con una búsqueda por su consecución no contradictoria, han valorado entonces los pilares fundamentales de la sociedad civil y han posibilitado las reformas en pro de las relaciones contractuales libres y de la complejidad y diversidad de una sociedad compleja que caracteriza a una economía libre o de mercado.
A la inversa cuando los ciudadanos han tenido una mentalidad salvaje y cerrada, con recelo hacia las individualidades y con la búsqueda de soluciones totalizadoras, han tomado como suyos los arbitrios de los intervencionistas y socialistas y han retrotraído la herencia del estatismo absolutista a su forma más primitiva extendiéndola en forma de coacción entre líder y masa a toda la población mediante la simpleza tribal del socialismo totalitario que caracteriza a una economía reprimida o de Estado (si se le puede llamar a la política con el nombre de economía).
Las mayorías o primeras minorías eventuales refieren a algo colectivo y público. La sociedad civil refiere a una pluralidad de entidades individuales y privadas.
Si no podemos encontrar un criterio de justicia universal (que es lo que se busca, ¿o no?), o sea: que una lo diverso, las mayorías eventuales se olvidarán que forman parte de la sociedad civil. No verán igualdad de derechos si no es en la comunidad de bienes. Los ciudadanos serán absorbidos por la masa y sus libertades dejarán de ser algo que puedan vivir cada día en sus relaciones sociales libres, sus vidas privadas, sus múltiples historias personales, sino algo que sólo podrá experimentarse en las urnas cada cuatro años. Pero en las urnas sólo hay poder público, y para vivir esa "libertad colectiva" todos los días habrá que gobernar todos los días.
Y cuando lo que quede para valorar sea sólo poder, entonces las libertades reales, diversas y privadas, se verán como limitaciones a esa falsa libertad unificada y pública que promete el poder, pero que, como bien señalaba Bertrand de Jouvenel, no puede tener vida propia.
El socialismo puro sólo puede tomar forma bajo el estatismo de una monarquía absoluta. Una democracia absoluta es un imposible: No se puede a la vez mandar y ser mandado en todo.
Y esto no es un tema que no competa a los países de nuestra región y menos aún al nuestro: Venezuela bajo un presidente transformado en dictador y dirigiendo totalitariamente desde el Estado una virtual guerra civil, es un país que existe así como en el otro extremo existe Chile con una democracia próspera y moderna. Lo único que separa a Corea del Norte de Corea del Sur es una frontera, pero hay un abismo de ideas que hace libre y próspera a esta última. En cambio Argentina se encuentra mucho más lejos físicamente de Cuba pero el espacio político que nos separaba se está estrechando cada vez más. Y como bien explicara el gran economista Ludwig von Mises en su ciclo de conferencias en Buenos Aires en 1958, una espiral de acciones intervencionistas por parte del Estado lleva a consecuencias no deseadas cuya solución serán futuras mayores intervenciones, lo cual puede convertir en poco tiempo a un país en desarrollo en una economía de subsistencia, y al racionamiento consecuente en la aplicación de un socialismo químicamente puro, y por ende totalitario.
Cuando entendamos que tal es la verdadera disyuntiva, entonces recién ahí sabremos qué es lo que estamos eligiendo. Seremos entonces, cada uno, liberales o socialistas, pero ya no seremos mentirosos.
Trabajo enviado por: Pablo Martín Pozzoni
28 años, estudiante autodidacta de filosofía y ciencias políticas. He cursado Ciencias Políticas en forma no permanente en la Universidad Católica Argentina así como en la Universidad del CEMA. Titulo y categoría: "Mayorías eventuales versus sociedad civil" dentro de la categoría, supongo: Liberalismo.