Indice1. Introducción 2. La educacion y la cultura popular 3. Los Anarquistas 4. Los grupos socialistas 5. El centro socialista de estudios 7. La "sociedad luz" 8. El ateneo popular 9. Las bibliotecas obreras 10. El movimiento feminista. los recreos infantiles 11. La cultura artística: música, coros y teatro 12. Periodo 1943/1955 – 13. Caracteres del modelo sindical argentino 14. Un poco de actualidad y… sin palabras
El derecho sindical El derecho del trabajo ha dejado de ser un derecho que se elabora siempre en forma consciente y voluntaria, para convertirse en una proceso màs bien ordenado y racional, que muchas veces obedece a brotes revolucionarios, que surgen justamente de lo inconsciente e irracional, influyendo en su elaboraciòn aspiraciones, deseos, sentimientos, orientados a la consecuciòn de determinados ideales sociales, econòmicos y polìticos. El derecho sindical como todo derecho del trabajo en general no es ni puede ser un mero producto de laboratorio. Su finalidad es la de actuar como un "molde" formal de un hecho sociològico de gran trascedencia en las sociedades modernas , como lo es el de la agrupaciòn humana solicidaria por intereses comunes derivados de la actividad laboral.
En este marco cabe preguntarse cuàl ha de ser el rol que debe desempeñar el Estado. Este solo cumple de manera acertada su rol de garante de la justicia social en la medida en que logra estructurar un sistema normativo que asegure el pleno ejercicio de la autonomìa colectiva por parte de los interlocutores sociales y su protagonismo la autorregulaciòn del sistema de relaciones industriales, a la vez que ofrece reglas de juego que guardan la debida correspondencia con una mùltiple interrelaciòn de elementos extrajurìdicos a travès de los cuales el movimiento sindical se nutre, se desarrolla y se configura en cada comunidad. Consecuencia de lo dicho es que el fenòmeno sindical presenta una acentuada sensibilidad nacional, lo cual implica que un règimen legal que se elabore para regir èsta particular especie de organizaciones no puede de ninguna manera prescindir de los datos de la experiencia, los usos y costumbres, los valores aceptados o al menos tolerados en las relaciones colectivas de trabajo, asì comotambièn los medios de acciòn que cada grupo considera màs adecuado para el logro de sus fines, y a su vez todo èsto debe ser considerado en un contexto socioeconòmico, politico y cultural de cada paìs.
El sindicalismo argentino, que a partir de 1945 ingresò en el perìodo de su reconocimiento y promociòn por parte del Estado y de su afianzamiento como agrupaciòn intermedia, se ha manifestado y desenvuelto a travès de formas y modalidades organizativas y dinàmicas. Es asì que los datos de la realidad laboral y su expresiòn normativa configuran lo que se ha denominado"Modelo Sindical Argentino", el cual presenta perfiles propios que singularizan su fisonomìa . El règimen legal relativo a la creaciòn, funcionamiento y actividades de las asociaciones sindicales de trabajadores, se encuentra enmarcado en la ley que lleva el Nº 23.551, promulgada por el Poder Ejecutivo en fecha 14 de abril de 1988 y publicada en el Boletìn Oficial el dìa 22 de abril de 1988.
La cultura obrera argentina como base de la transformación social (1890-1940)
"No es cierto que el socialismo surgirá automáticamente de la lucha diaria de la clase obrera. El socialismo será consecuencia de las crecientes contradicciones de la economía capitalista y la comprensión por parte de la clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de dichas contradicciones a través de la transformación social". Rosa Luxemburgo ("Reforma y Revolución") La cultura obrera entre fines del siglo XIX y la mitad del siglo XX constituyó un elemento sustancial de la lucha de clases. Impulsada por anarquistas y socialistas contribuyó a desarrollar la conciencia de los trabajadores, no solo en lo pedagógico sino en la determinación de su propia liberación y del conjunto de los explotados. Ahora bien ¿Porqué la cultura obrera, en todos sus matices, se quebró en nuestro país? ¿Triunfó el ideal o la ideología de la burguesía? Se han ensayado diversas interpretaciones. Para algunos, la crisis de la cultura obrera se produjo por el hecho social del peronismo. Otros explican el fenómeno por el desarrollo, a nivel mundial, del keynesianismo, es decir por las reformas internas del propio capitalismo tras la crisis mundial de 1929, que habría destruido la conciencia en sí de los trabajadores. Hay quienes, también, piensan que el fenómeno estalinista, desarrollado a nivel mundial por la Unión Soviética, cristalizó o paralizó el entramado revolucionario de las fuerzas obreras y del trabajo. También hay quienes consideran que el distribucionismo de las reformas parciales que no afectaron el poder político capitalista, habrían también contribuido a deteriorar y detener la conciencia revolucionaria.
2. La educacion y la cultura popular
Con el auge de la escuela pública y su organización a través de la Ley 1420, una porción de la población pudo acceder a la educación primaria. Sin embargo, los grandes sectores populares -criollos y extranjeros- quedaron marginados de ese proceso o lo vieron acotado. La dura lucha por la vida de los asalariados en los centros urbanos, y muchos más en el interior del país, impidió a los sectores de menores recursos insertarse en el proyecto cultural del patriciado oligárquico
Por eso, hacia fines de siglo, otras formas de educación popular –paralelas a las oficiales- adquirieron especial relevancia en la integración del país: las escuelas y los cursos de los sindicatos obreros y sociedades de resistencia, los centros socialistas y anarquistas, los recreos infantiles, las sociedades y fraternidades, los periódicos y revistas político-ideológicas. Por la doble acción de la escuela pública y de la cultura popular de las clases subalternas, generadas desde la base de la sociedad y alentadas por nuevas concepciones liberadoras, la aluvión inmigratorio se fue integrando al país y el pueblo trabajador adquirió conciencia de sus derechos cívicos y sociales. Sin embargo, los límites del proyecto cultural de los hombres del 80, se fueron patentizando con el transcurso del tiempo. Ello también alcanzó a lo pedagógico-educativo. Era el resultado de las contradicciones sociales que el proyecto de "popularización" de la educación sufrió al confrontarse con la realidad.
Los hombres de esa generación, literatos como Miguel Cané y Wilde; sociólogos como José María y Francisco Ramos Mejía, Ernesto Quesada y Carlos Octavio Bunge, escritores como Santiago de Estrada y Bartolomé Mitre y Vedia; narradores como Lucio V. Mansilla; políticos como Avellaneda; críticos como Paul Groussac, pertenecían casi todos, por su nacimiento y por sus ideales sociales, a los sectores de la oligarquía y de la burguesía vinculada a ella.
Todos ellos, habían llevado el cultivo de las letras e impulsado el desarrollo de las llamas "ciencias morales", de las ciencias del hombre, a los más elevados niveles alcanzados en el país, pero sus gestos, sus tendencias y sus ideas no tenían nada de popular.
El desarrollo cultural a fines del siglo XIX y comienzos del XX estaba impregnado del humanismo liberal de la época, pero poseía características propias de nuestro distorsionado desarrollo nacional. La mayoría de esos hombres eran liberales y laicistas, aun profesando la religión católica, pero muy pocos habían logrado sobrepasar a Sarmiento, cuyo pensamiento los había precedido, y quien, en gran medida, con su fuerza moral e intelectual, y a pesar de sus limitaciones, había abierto el camino de la laicización de la sociedad argentina. A veces pensaban como librepensadores, pero actuaban casi todos como verdaderos conservadores de ideas antidemocráticas en la política nacional. No todos ellos, sin embargo, pueden ser calificados de la misma manera. El gran pedagogo Jacques se había acercado a las corrientes democráticas del París revolucionario de 1848, como lo hizo Carlos Guido Spano, en 1871, peleando en las barricadas parisinas. Jacques editó en Buenos Aires, junto a Alejo Peyret, Francisco Bilbao, y Victory y Suárez un periódico socializante denominado El Artesano. Tampoco puede contarse entre esos hombres a José S. Alvarez (Fray Mocho), cuyos cuentos y relatos estaban impregnados de una intensa simpatía por el pueblo oprimido. Ni el Agustín Alvarez de los últimos años, que avizoraba el porvenir de una sociedad igualitaria. Pero eran las excepciones.
Los hombres del 80 reflejaban en la superestructura científica, artística y política los sentimientos y las ideas de la oligarquía liberal muy distintos, sin embargo, de los que poseerá y alentará la clase dirigente pocos años después, cuando renieguen del liberalismo filosófico. Eran contradictorios y representaban el grado de desarrollo de los grupos dominantes, que no constituían de ninguna manera un bloque, sino una unión de sectores diferenciados. El laicismo forma parte integrante de la tradición democrática argentina pero sus herederos no fueron los que lo generaron, sino los que a través de las clases medias y los trabajadores, lo desarrollarán en un escenario más vasto en el siglo XX.
3. Los Anarquistas Desde mediados del siglo pasado, caras extrañas llegaban a las pampas, uniéndose al contingente de criollos y españoles. En 1854 los inmigrantes extranjeros se distribuían de la siguiente forma: británicos 22.800 (norteamericanos 4000 incluidos); franceses 25.000; italianos 15.000 (incluyendo austríacos y alemanes) y españoles 20.000 (incluyendo vascos, canarios y otros). Hacia 1869 los judíos empiezan a desarrollar su comunidad. De ese año data la primera sinagoga. Las sociedades extranjeras cumplirían un importante papel en la difusión de la cultura popular, y a su amparo nacieron numerosos círculos, centros y escuelas. En este sentido cumplieron un notable papel algunas organizaciones obreras inmigrantes: el Vorwarts, que nació en 1886, bajo la dirección de A. Uhle; el grupo francés Les Egaux, dirigido por Aquiles Gambier y el de los italianos, llamado Fascio dei laboratorio. Todos esos grupos, paralelamente a la acción política, cumplieron una notable actividad cultural. Los tres publicaron periódicos esmeradamente escritos en sus idiomas nativos: el de los alemanes tomó el nombre de la organización; el de los franceses se llamó L’Avenir Social y el de los italianos La Rivendicazione.
En el campo político, el grupo alemán pasó rápidamente a auspiciar un periódico socialista en castellano: El Obrero. Si bien éste periódico apareció como órgano de la Federación Obrera –tras celebrarse por primera vez en la Argentina, el 1º de Mayo, en 1890- es indudable que el grupo alemán, en esos años dirigido por un núcleo de socialdemócratas emigrados, tuvo un papel fundamental. Entre ellos se destacaron Germán Ave Lallemant, José Winiger, Gustavo Nocke, Guillermo Schulze, Marcelo Jackel, Guillermo Müller y Augusto Kühn. La prédica de El Obrero rindió sus frutos y pocos años después, núcleos socialistas locales publicarían sus órganos de prensa El Socialista (1893) y La Vanguardia (1894).
En la última década del siglo, las publicaciones anarquistas, socialistas y de otras tendencias afines especialmente en el campo sindical- eran más de un centenar y se editaban casi todas en castellano, abarcando distintas zonas del país. En estas publicaciones millares de trabajadores criollos y extranjeros aprendieron a conocer el mundo, las grandes doctrinas sociales y las distintas corrientes filosóficas, literarias y políticas. Con la llegada de Enrique Malatesta a Buenos Aires, los dispersos anarquistas se polarizaron a su alrededor creciendo rápidamente. El 18 de mayo de 1890 nacía El Perseguido, principal publicación del anarquismo individualista durante muchos años. El título reflejaba las persecuciones policiales que sufrían los elementos libertarios. Periódico de combate y de agitación, El Perseguido, a pesar de ser poco afecto a la cohesión y organización de las fuerzas libertarias –según dice Abad de Santillán-, su obra de siembra y esfuerzos dio sus frutos. Al editarse el Nº 26 se imprimieron 1700 ejemplares y a partir del Nº 60, 4000. Posteriormente, los ácratas individualistas serían superados por los partidarios de Bakunin, llamados anarquistas "organizadores o colectivistas". Su órgano de prensa sería el legendario periódico La Protesta Humana. Apareció el 13 de junio de 1897, dirigido por el obrero ebanista catalán Inglán Lafarga, y en sus páginas colaborarían plumas talentosas como las de Mariano Cortés, Eduardo G. Gilimón, Pedro Gori, Antonio Pellicer Paraire, Juan Creaghe, Alberto Ghiraldo, Florencio Sánchez, José de Maturana, Diego Abad de Santillán y Rodolfo González Pacheco. La Protesta Humana, poco después La Protesta, editó a partir de 1908 un suplemento especial con material literario y político-ideológico elegido. El alto nivel intelectual del suplemento lo destaca especialmente en esta valoración de los distintos órganos culturales de difusión popular.
4. Los grupos socialistas Pero serían los socialistas quienes iban a protagonizar desde los últimos años del siglo XIX el más importante proyecto de cultura popular en el país. Por eso resulta de interés apreciar su desarrollo en los años finiseculares para comprender las características de su aporte a la política y la educación nacional. El Comité Internacional Obrero, organizador del acto del 1º de Mayo de 1890, se transformó en Federación Obrera en enero de 1891. Al realizarse el primer Congreso de la Federación el 14 de agosto del mismo año, las tendencias socialistas y anarquistas de la sociedad de panaderos se retiraron del congreso. A pesar de que los socialistas marxistas mantuvieron los dos primeros años el control de la Federación y de la dirección de El Obrero, la actividad de los anarco-individualistas, contrarios a toda organización y política de las clases trabajadoras, minó poco a poco la entidad. Los anarquistas sabotearon las reuniones y sus organizaciones dejaron de cotizar desconociendo la dirección de la Federación. Otro intento de agrupamiento de los trabajadores, ensayado por los años 1894 y 1895, también fracasó. Las luchas de tendencias fueron un escollo insalvable para la incipiente organización de los obreros como movimiento independiente de clase.
Esta situación hizo que los socialistas comenzaran a trabajar como fracción política autónoma. El 14 de diciembre de 1892, en el Café de la Cruz Blanca, calle Cuyo (hoy Sarmiento) entre Montevideo y Rodríguez Peña, fundaron la Agrupación Socialista, que llevó el nombre de "Partido Obrero, sección Buenos Aires." El grupo comenzó a editar El Socialista -que llegó a seis números- y sus afiliados aumentaron a cincuenta. Al año siguiente recibieron las adhesiones de personalidades como Juan B. Justo, José Prat, Domingo y Santiago Risso, y Adrián Patroni. El 14 de julio de 1894 la Agrupaci6n inauguró su primer local en la calle Chile 959, resolviéndose cambiar el nombre por el de Centro Socialista Obrero. Ese año ingresaron Roberto J. Payró, Ernesto de la Cárcova, Eduardo Schiaffino, Gabriel Abad, Salvador Lotito, Ricardo y Francisco Cardala, José A. Lebrón y Emilio Roqué.
En agosto de 1894 el Centro se dio una Carta Orgánica en cuyos "Principios" estableció "difundirla verdad económica y social" por medio de la labor propagandística y favorecer por todos los medios la organización gremial de la clase trabajadora. Tres años después -el 29 de agosto de 1897- fundado el Partido Socialista, el Centro se trasladó a la calle México 2070 casa construida especialmente por el socialista alemán Cristián Haupt. Durante la inauguración hablaron Juan B. Justo, Carlos Malagarriga, José Ingenieros, Alejandro Mantecón y Leopoldo Lugones. Actualmente esa casa existe y es sede de la Unión Obrera Molinera.
Poco a poco se fueron constituyendo otros grupos socialistas y marxistas alentados por la prédica constante de la prensa socialista. En 1893, Juan B. Justo junto a Esteban Jiménez, Kuhn, Salomó y Juan Fernández fundaron La Vanguardia, cuyo primer número apareció el 7 de abril de 1894. Dos años después, Julián Nicolás comenzó a editar en Rosario El Porvenir Social.
Los centros socialistas se extendieron por los barrios porteños y el interior del país. En 1894 son fundados el Centro Socialista Universitario y el de Bahía Blanca; en la popular barriada de Barracas nace el precursor Centro Socialista Revolucionario de Barracas al Norte (lo de junio de 1895) y en el mismo año se organizan los centros socialistas de Balvanera, Quilmes, Tucumán, Tolosa, el Centro Socialista "Carlos Marx" de los Corrales, el Centro Socialista Obrero Internacional de Córdoba y el Club Alemán "Vorwarts" de Rosario.
Al año siguiente se establecieron los centros socialistas de la Parroquia del Pilar, San Antonio de Areco, San Bernardo, Junín, San Fernando y Tigre, el Centro Unión Gremial 0brera Socialista de Paraná y el Centro Socialista de Estudios. Sobre este último corresponde hablar ahora.
5. El centro socialista de estudios El grupo de intelectuales afiliado al Partido Socialista -Ingenieros, Payró, Lugones, Malagarriga, de la Cárcova, Schiaffino- cumpliría un papel fundamental en la organización de los primeros centros culturales obreros.
El 18 de mayo de 1896, un grupo de socialistas se reunió en la casa de Roberto J. Payró -Sarmiento 1044- para organizar el Centro Socialista de Estudios. La comisión directiva quedó constituida de la siguiente forma: secretario, Roberto J. Payró; bibliotecario, Leopoldo Lugones; cajero Antonino Piñeiro. Como contribución para sufragar los gastos se estableció una cuota mensual de 5 pesos.
Poco tiempo después, el centro se instaló en una salita confortable y bien amueblada, en San Martín 119. En junio se iniciaron las conferencias, cuyo sugestivo programa inicial publicó La Vanguardia: "Del método científico", por Juan B. Justo; "De las relaciones de la biología con la sociología", también por Justo; "Las relaciones de la psicología", por Payró; "De la concepción económica de la historia", por Justo; "Teoría de las religiones y de la moral", por Emilio Roqué; "Estudio de lo escrito hasta ahora en el país sobre sociología científica", por José A. Lebrón.
6. La biblioteca obrera y la escuela libre para trabajadores El 25 de setiembre de 1897 se reunió un grupo de socialistas en México 2070 y constituyeron la Biblioteca Obrera. Estuvieron presentes Juan B. Justo, Payr6, Lugones, Carlos Malagarriga, Ingenieros y Enrique Dickmann. Designaron como responsables de la institución a Emilio Roqué, Mauricio Klimann y N. Chertkoff.
Instalada en una de las salas del local de la calle México, pas6 más tarde, a fin de hacer ampliaciones, al piso alto, en donde adquirió mayor desarrollo, mejoró su caudal bibliográfico y ordenó sus catálogos, gracias a la paciente labor de Fernando Lanzola. Cuando la biblioteca pas6 a funcionar en la Casa del Pueblo, a fines de los años 20, contaba con más de 25.000 volúmenes. En 1953, al ser incendiada la Casa del Pueblo -que se encontraba ubicada en Rivadavia 2150- se perdió la mayor parte de su fondo bibliográfico y con él, una parte considerable de la historia del movimiento obrero argentino y latinoamericano. Reconstruida sobre la base de algunos libros que se salvaron de las llamas y donaciones de particulares, la institución se encuentra instalada actualmente en avenida La Plata 85, en Buenos Aires.
Pero no se trataba sólo de acumular libros. El proyecto cultural socialista tenía una concepción dinámica. Por eso, a comienzos de 1897 se concreta la idea de constituir la Escuela Libre para Trabajadores. Fue organizada por el Centro Socialista Obrero y sus estatutos redactados por Juan B. Justo. Los dos primeros artículos del estatuto decían que la Escuela Libre para Trabajadores tenía por objeto difundir las doctrinas y métodos científicos elementales que dieran amplitud y vigor a la inteligencia y los procedimientos artísticos (literatura, educación, música, etc.) más eficaces para expresar los sentimientos y las ideas y señalaba que la enseñanza que en ella se diera debía ser gratuita y abierta para todos. En la escuela dieron clases Justo, Emilio Roqué (padre e hijo), Malagarriga, Marouillier Raven, Mariana y Fenia Chertkoff, Klimann, Lebrón y otros.
7. La "sociedad luz" A comienzos de 1899 el estudiante de ingeniería Mauricio Klimann inició los trabajos para organizar una institución cultural destinada a la enseñanza con proyecciones luminosas, que por aquella época comenzaban a estar en boga en Europa.
El doctor Juan B. Justo acogió con simpatía la idea que se concretó durante una reunión celebrada en el Centro Socialista de la calle México, a la que concurrieron cuatro personas: Justo, Piñeiro, Klimann y Angel M. Giménez. Este último sería el motor de la nueva institución. Provenía de una familia burguesa y parte de su fortuna personal la dedicaría a las obras culturales del Partido Socialista y a la propia "Sociedad Luz". Giménez era un positivista y racionalista darwiniano. De formación científica, en su profesión de médico se dedicó a los grandes temas sociales. A él se debe el impulso racionalista de la "Sociedad Luz" y también algunas de las que hoy parecen extravagantes actitudes del socialismo argentino en esta materia.
El darwinismo social -que predicaba Giménez- era una concepción totalizadora que comprendía la explicación del hombre y de la historia como la lucha entre las razas, entre las naciones, entre las clases y entre los individuos. Para el darwinismo, la economía política era una aplicación a la especie humana de las leyes biológicas que regían la lucha por la vida en todas las sociedades animales. Es decir, que las sociedades humanas evolucionan dentro de leyes biológicas especiales, que son las leyes económicas.
Unido a esa concepción darwinista y al positivismo, el socialismo de Angel M. Giménez concluía con una visión iluminista y abstracta de la sociedad. Por cierto que ese positivismo nada tenía que ve e socialismo de Marx y Engels. Para Giménez, la fórmula de "educar al soberano" adquiría un aspecto militante, desvinculado de la lucha social concreta. En ese sentido, Juan Carlos Portantiero señala con acierto: "Por cierto que esta notable -diría inspirada, como realización 'desde abajo'- capacidad organizativa de los socialistas por penetrar en la cultura popular estaba viciada por una concepción 'pedagógica' que habría de limitar su eficacia; al despreciar -a diferencia del anarquismo y del radicalismo- los resortes emocionales, maniqueos, de la comunicación, su mensaje no pudo ser sino finalmente elitista".
Con todo, la obra desarrollada por Giménez en el campo de la cultura popular fue notable. Los grandes sectores populares -inmigrantes y criollos- fueron saturados por campañas antialcohólicas y de educación sexual, con obras de la literatura universal, científicas, políticas, por pocas monedas. Hoy, todo aquello parece extravagante, pero fue notable el impacto de esa actividad destinada a la educación sanitaria. Los bajos índices de alcoholismo y de otras enfermedades sociales en los grandes centros urbanos de nuestro país parecerían indicar que aquella prédica rindió sus frutos.
8. El ateneo popular
Otro centro cultural de alta jerarquía científica y política fue el Ateneo Popular, dirigido por Enrique del Valle lberlucea y en cuya secretaría se desempeñaba Alicia Moreau.
La institución -en una primera etapa- estuvo vinculada al Partido Socialista y publicaba la Revista Socialista Internacional. Allí se incluyeron, entre 1908 y 1915, importantes trabajos doctrinarios, filosóficos, políticos y económicos sobre el pensamiento socialista. En sus primeros números, la revista se hizo eco de la polémica que habían sostenido el italiano Enrique Ferri y el líder del socialismo argentino, Juan B – Justo. Del Valle Iberlucea y otros pensadores socialistas terciaron en la discusión -un debate clave para la comprensión del desarrollo económico-social argentino- y se fueron publicando en sucesivos números las distintas interpretaciones.
El italiano Ferri había sostenido que el socialismo argentino era un trasplante de la social democracia europea a nuestro país. Le parecía a Ferri que los socialistas habían importado el movimiento político desde Europa, ya que no existían a su juicio condiciones económico-sociales de tipo industrial y una clase trabajadora que diera vida a un Partido Socialista. Para Ferri, el socialismo sólo correspondía a un estadio en la evolución de las sociedades humanas y por lo tanto se producía en los países capitalistas más avanzados. Esto era el ABC que predicaban algunos marxistas ortodoxos como Carlos Kautzky. Sin gran desarrollo capitalista, sin gran industria y una numerosa clase obrera no se podría realizar el socialismo. En nombre de la ortodoxia doctrinaria se negaba la existencia del socialismo argentino, que era la "planta exótica" en el Río de la Plata.
Si en nombre de un socialismo dogmatizado Ferri negaba existencia al socialismo en la Argentina, tanto Justo como del Valle lberlucea lo refutaron. Porque la democracia dejaba de ser un régimen que debía durar décadas, para surgir entonces las consignas socialistas. Esas consignas irían a la par. El socialismo rioplatense advirtió el proceso y de allí su razón de ser y su justificación histórica para Justo y sus seguidores.
El Ateneo Popular liderado por Enrique del Valle lberlucea y Alicia Moreau cumplió un inteligente papel de gestor de cultura popular: conferencias, reuniones de divulgación debates. El núcleo fue ampliando sus colaboradores y se acercaron algunos intelectuales no socialistas: Joaquín V. González y Agustín Alvarez, entre otros. La revista cambió su nombre, denominándose Humanidad Nueva. Pero su espíritu fue el mismo: un socialismo abierto y creador, en donde se incluían trabajos de otros intelectuales progresistas.
9. Las bibliotecas obreras
La preocupación de los dirigentes y militantes socialistas por la cultura popular fue permanente y cada vez que un centro socialista se constituía la biblioteca era uno de los primeros aspectos en cubrir. Algunas alcanzaron, por el número y calidad de obras reunidas, así como por el movimiento de lectores -en su mayoría obreros y empleados- especial importancia. Deben destacarse la Biblioteca Edmundo de Amicis, del Centro Socialista de la sección 4ª.; la Alberto de Diego, de la 8a., y la Mariana Chertkoff, de la 6a. En el interior, en localidades pequeñas, los socialistas tenían en ese terreno un campo grande de actividad y fue así como los Centros Socialistas de Resistencia (Chaco), Santiago del Estero y el de Junín (provincia de Buenos Aires) poseían espléndidas bibliotecas con millares de volúmenes confortablemente instaladas en las Casas del Pueblo. Todavía existe la de Junín, actualmente denominada Juan Bautista Alberdi. Está ubicada en el centro de la ciudad bonaerense y reúne numerosas obras dedicadas al pensamiento social y obrero.
Resulta de interés consignar un cuadro completo de las bibliotecas obreras del Partido Socialista, al 31 de marzo de 1932. El dato fue publicado en el libro Nuestras bibliotecas obreras de Angel M. Giménez, que su vez lo extrajo de los boletines internos del Partido Socialista. Cabe consignar que esas bibliotecas reunían entre 3000 y 6000 volúmenes cada una. Bibliotecas Capital Federal ………………………………………….. 56 Provincia de Buenos Aires…………………………….180 Catamarca………………………………………………….. 4 Córdoba……………………………………………………. 26 Corrientes…………………………………………………… 5 Entre Ríos………………………………………………….. 10 Jujuy…………………………………………………………. 1 La Rioja …………………………………………… 4 Mendoza……………………………………………………. 23 Salta ………………………………………………………… 23 San Juan………………………………………………….. . 14 San Luis…………………………………………………… 3 Santa Fe……………………………………………………. 29 Santiago del Estero. …………………………. 7 Tucumán…………………………………………………… 12
En los entonces Territorios Nacionales: Chaco……………………………………………………….. 3 La Pampa………………………………………………….. 14 Misiones……………………………………………………. 1 Neuquén……………………………………………………. 1 Santa Cruz…………………………………………………. 1 Río Negro………………………………………………….. 1
Total 397
Si tenemos en cuenta que las 397 bibliotecas, en la mayoría de los casos, reflejaban los centros socialistas (no se cuentan las agrupaciones colaterales, juveniles, de mujeres, de oficios y los centros socialistas que no poseían biblioteca) se demuestra, además, que el Partido Socialista estaba extendido a lo largo y ancho del país, y que no era un mero fenómeno urbano y porteño, como se ha sostenido. Hay que tener en cuenta que tampoco cuento aquí los centros, bibliotecas y escuelas libres de los anarquistas y sindicalistas revolucionarios.
10. El movimiento feminista. los recreos infantiles En 1931, a iniciativa de Fenia Chertkoff de Repetto y María C. de Spada se constituyó una asociación denominada Bibliotecas y Recreos Infantiles. Sus propósitos eran claros y precisos y llenaron una necesidad social.
En sus principios liminares la institución establecía la necesidad de "sustraer a los niños de los barrios populosos de la capital de la calle y sus peligros físicos y morales, ofreciéndoles, en cambio bajo la dirección de una persona competente, una ocupación inteligentemente escogida, por medio de libros, láminas, juguetes, juegos racionales y ejercicios físicos, cantos, paseos de estudios y labores manuales." La propuesta, autónoma en su acción, recibió el estímulo y el calor del Partido Socialista. El primer recreo fue abierto en la Biblioteca Mariana Chertkoff de la 6a., el segundo en la Sociedad Luz. Cooperaban, entre otras, Adela Chertkoff de Dickmann, Rosa B. de Mouchet, Victoria Gucovsky, Amelia Testa, Teresa Raquel Varela, Angela J. Santa Cruz y María Cervini. Para esa época contaban con 9 recreos infantiles: un anexo al Centro Socialista de la Sección 19a., en Austria 2156, el de la "Sociedad Luz" (denominado "Bichitos de Luz"), y otros seis, llamados Bernardino Rivadavia, Florentino Ameghino, Domingo Faustino Sarmiento, A. Arienti, Mariana Chertkoff y Aurora.
Luego fue creada la Biblioteca y Hogar de Vacaciones Carlos Spada (hijo) que era un recreo infantil en Justo Daract (Provincia de Buenos Aires). Fenia Chertkoff fue una destacada feminista que en 1902 abrió el Centro Socialista Femenino. Desde allí batalló contra la explotación legal, social y sexual de la mujer, especialmente de las trabajadoras. Sirvió de base esa organización para que otras luchadoras comenzaran en nuestro medio la agitación feminista. Pionera, en esa actividad, fue la doctora Alicia Moreau de Justo. Tras militar en el primer centro feminista, contribuyó a fundar en 1907 el Comité Pro-sufragio Femenino. Con ella figuraron Elvira Rawson de Dellepiane, Sara Justo y Julieta Lanteri.
11. La cultura artística: música, coros y teatro En el anhelo de realizar obras prácticas, los socialistas trataron de desarrollar aspectos de la cultura artística, abarcando la música, los coros y el teatro. El l° de Mayo de 1896 se cantó por primera vez en Buenos Aires el "Himno de los Trabajadores" de Felipe Turati y la canción proletaria "Hijo del Pueblo" de Carratalá Ramos.
Ese día, en una quinta abandonada de la calle Arena, en los mataderos viejos (hoy Parque de los Patricíos), fue celebrada la fecha obrera con un asado con cuero y a voz en cuello, con bastante desafinación, pero con mucho entusiasmo, fueron entonados los himnos proletarios, con acompañamiento musical improvisado. A la noche, en el Club Vorwarts, la primera banda-orquestilla, dirigida por el estudiante socialista Adolfo Fernández que tocaba el piano, los hermanos Curet y otros iniciaron el acto con los primeros compases y el coro ya fogueado, entusiasmado por el éxito de la tarde, entonó los himnos en medio de grandes admiraciones. Desde esa fecha, las bandas y orquestas socialistas se hicieron presentes en todas las grandes reuniones, especialmente al conmemorarse el Día del Trabajo. Todavía en los años cincuenta, las orquestas populares socialistas acudían a esas festividades. Y con esas orquestas, también los guitarristas y payadores socialistas. Algunos ya han entrado en la leyenda, como el guitarrista y payador de San Nicolás de los Arroyos, Pedro González Porcel.
Con el paso del tiempo los coros y orquestas se fueron dando una organizaci6n, como también los conjuntos teatrales. Así nació la Agrupación Artística Socialista "Juan B. Justo", y posteriormente, el Teatro Libre "Florencio Sánchez". Este último estuvo ubicado, hasta hace pocos años, en el viejo Centro Socialista de la sección 8a., Loria 1194. Esa casona había sido el cuartel general de los huelguistas durante la Semana Trágica de 1919 y fue incendiada durante la última dictadura militar.
Muchos grandes artistas de los teatros nacionales iniciaron sus primeros pasos en los conjuntos dramáticos organizados por los teatros socialistas. Después de 1917, el sector encabezado por José F. Penelón, Juan Ferlini y Rodolfo Ghioldi se separó del P.S. y constituyó el Partido Socialista Internacional, que tres años más tarde se transformó en Partido Comunista. A ese sector, y a su líder indiscutido entre 1917 y 1926, el obrero tipógrafo José F. Penelón, se deben algunas publicaciones de importancia: el semanario La Internacional y La Correspondencia Sudamericana de las cuales fue director por varios años. Paralelamente, Simón Scheimberg y Aldo Pechini editaron Documentos del Progreso, con toda la información posible procedente de la Rusia soviética. Los comunistas se dedicaron fundamentalmente a la propaganda política, desentendiéndose de la faena que el P.S. realizaba en torno a la cultura popular. Pero en 1921 editaron una revista infantil, denominada Compañerito que significó una competencia para el liberal Billiken de Constancio C. Vigil. La censura cayó rápidamente sobre la publicación que desapareció. Paralelamente, José Ingenieros fundó en 1915 la ya mencionada editorial "La Cultura Argentina", formidable esfuerzo por poner al alcance de amplios sectores de la población los clásicos argentinos. En 1922, Antonio Zamora dio vida a su Editorial "Claridad." -durante medio siglo- y a la revista homónima. Con ella, la literatura nacional y universal, pudo difundirse con carácter masivo a través de ediciones de libros a precios económicos.
Estos fueron algunos de los momentos de la cultura obrera entre 1890 y 1940. No entro a considerar la cultura peronista y la que generaron otras corrientes en el país. El abandono o la falta de actualización por parte de los partidos de izquierda de estas tradiciones culturales sumados al fenómeno de masas del peronismo, debilitó la conciencia de clase y la concepción de una nueva sociedad. Ya no se luchaba por un nuevo sistema socialista sino por las reformas sociales dentro del capitalismo, como diría con ironía Federico Engels, por un "capitalismo sin sus defectos". Aun los sectores reformistas, en la primera mitad del siglo, mantuvieron aquella visión teleológica que pugnaba "por una nueva sociedad socialista" Los partidos de izquierda no supieron conservar aquella lucha cultural y desarrollarla en los nuevos escenarios o la rechazaron por considerarla anacrónica. Olvidaron o ignoraron las premisas de Antonio Gramsci sobre la lucha cultural. Los resultados de esa política errónea están a la vista.
Movimiento sindical y politica laboral El ciclo abierto en 1943 posibilitaría que, el movimiento sindical, permanentemente dividido, mas tolerado que reconocido y aún reprimido por muchos gobiernos, comenzará a transitar una nueva etapa que lo transformaría profundamente. Por vez primera, la organización de los trabajadores fue estimulada y aún promovida desde el poder, superando las barreras que le habían impedido unificarse. La clase trabajadora constituyó el eje base principal de sustentación de un nuevo y vasto movimiento político que buscaba transformar, también, las condiciones sociales, políticas y económicas del país. El 4 de Junio de 1943, una revelación militar resolvía desconocer las autoridades civiles, presididas por el Dr. Ramón Castillo, haciéndose cargo del gobierno. Entre los actores de este levantamiento se encontraban cuadros militares que se manifestaban deseosos de bloquear la candidatura presidencial del hacendado Robustiano Patrón Costas, que había sido avalada por el régimen depuesto. Patrón Costas representaba el continuismo conservador y no ocultaba, con respecto a la confrontación mundial que se desarrollaba en esos momentos, su simpatía por la causa aliada, en contraposición con la, hasta entonces, dudosa neutralidad llevada a cabo por Castillo. El sector de militares que se negaba a esta candidatura, agrupados en el Grupo de Oficiales Unidos (G.O.U.), estaba, indudablemente, deslumbrado por la rápida campaña d los ejércitos alemanes que, entonces, estaban cerca de lo que parecía ser la victoria final. Otros partícipes del levantamiento eran cuadros militares que se encontraban hastiados del fraude electoral sistemático y estaban, también, los partidarios del "nacionalismo de derecha", mortificados por el desplazamiento sufrido en la revolución 1930, cuando fueron desplazados por el grupo encabezado por el General Justo. Todos estos sectores coadyugaron, pues, en producir la revolución de junio.
En un primer momento, el General Arturo Rawson, fue consagrado Presidente Provisional, pero, debido a problemas internos, se vio obligado a renunciar, dejando el cargo en manos del General Pedro Ramírez. La política internacional de este estuvo gobernada por el principio de neutralidad que representaba, a esa altura, una concomitancia con las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio. En febrero de 1944, Ramírez fue obligado a renunciar luego que el gobierno argentino, incapaz ya de sostener la presión externa, rompiera, un mes antes de la finalización de la guerra, sus relaciones diplomáticas con Alemania. La renuncia de Ramírez dejó la revolución en manos del General Edelmiro Farrell y, tras de él, el grupo allegado al G.O.U. encabezado por los Coroneles Juan D, Perón y Domingo Mercante.
Perón, que ocupaba la Secretaría del Ministerio de Guerra desde junio de 1943, siguió escalando posiciones hasta ser nombrado Vicepresidente en julio de 1944. De esta manera se convirtió en el hombre fuerte del régimen militar, ya que, además de esos dos cargos, retuvo también la cartera de Trabajo y Previsión, a la que había sido promovido en noviembre de 1943. Fue, justamente, desde esta cargo, donde Perón desarrolló una activa política destinada al ámbito gremial, iniciándose un período que cambiaría las formas organizativas del movimiento obrero y la relación de este con el Estado. Desde la Secretaría del Trabajo se impulsó, asimismo, la creación de sindicatos nuevos y se amplió la legislación laboral, haciéndose cumplir la que, hasta ese momento, existía solo en los papeles. El 1° de mayo de 1945, Perón reseñaba la tarea realizada por la Secretaría de Trabajo y Previsión en el último año: 29 decretos; 319 convenios y 174 gestiones conciliatorias que habían beneficiado a más de 2.580.000 trabajadores. Al mismo tiempo que se iba definiendo el apoyo de los trabajadores al gobierno, también iba creciendo la resistencia de los sectores patronales a su política social. En junio de 1945, 321 entidades empresarias de todo el país, representativas de la industria y del comercio, elevaban un memorándum al Presidente y publicaban un Manifiesto del sector. Señalaban la alarma producida por el proyecto salarial mínimo, vital y móvil, aumento de salarios y participación en las ganancias; preocupadas también por "la intranquilidad creciente de un ambiente de agitación social, que venía a malograr la disciplina y pujante eficiencia del esfuerzo productor y cuya gravedad hallaba origen en el constante impulso que se deparaba desde dependencias oficiales".
Este documento significaba una virtual declaración de guerra contra el gobierno y, en particular, contra Perón y la Secretaría de Trabajo y Previsión. A esta ofensiva, se sumarían vastos sectores de la clase media, principalmente estudiantes y profesionales; las organizaciones sindicales aún controladas por socialistas y comunistas; partidos políticos; casi toda la prensa; sectores del Poder Judicial y de las Fuerzas Armadas y, finalmente, desempeñando un activo papel en la coordinación de todos estos elementos, el recién llegado embajador norteamericano Spruille Braden.
Para la oposición, Braden era aliado que recalaba en la Argentina para dirigir la operación definitiva contra el "totalitarismo" y el "nazismo vernáculo". Pero, detrás de sus invocaciones, a la "democracia", el representante norteamericano no ocultaba su propósito de tutelar determinados intereses, buscando imponer un gobierno dócil a los negocios planeados por Estados Unidos para la posguerra, tales como la posibilidad de que las líneas aéreas norteamericanas pudieran explotar comercialmente el mercado interno argentino. Evidentemente, Estados Unidos, que emergía de la Segunda Guerra Mundial como potencia hegemónica dentro del bloque occidental, disputaba, a la ya declinante Inglaterra, la influencia que, hasta entonces, ésta había mantenido en el Cono Sur. En setiembre de 1945, la oposición organizaba la ‘Marcha de la Constitución y la Libertad", reclamando el fin del gobierno militar y su manejo provisional por la Corte Suprema. La acometida de la oposición ganó cuerpo en un sector de los cuadros militares que, por otra parte, estaban descontentos con el grado de poder alcanzado por Perón. El 8 de octubre, el General Eduardo Avalos, jefe de la Guarnición militar Campo de Mayo, notificaba a Perón que había renunciado a sus cargos ya que no contaba con el apoyo de las fuerzas armadas. La rebelión militar triunfante decidió la detención de Perón y su internación en la Isla Martín García, mientras una junta de militares se apersonaba a Farrell para la formación de un nuevo gabinete.
La falte de una conexión directa entre la oposición y los militares contribuyó al reagrupamiento de las fuerzas favorables a Perón , ya que la oposición desconfiaba de los militares y no perdía oportunidad de repudiar su gestión. Ello favoreció el grupo partidario de Perón, que tenía su representante principal en el propio Presidente Farrell, quien maniobró hasta último momento para conservar la hegemonía en el gobierno. Por su parte, los cuadros sindicales adictos a Perón y la propia masa de trabajadores, se movilizaron, agrupándose el 17 de octubre de 1945, en la Plaza de Mayo, luego de converger desde los suburbios capitalinos y de las zonas aledañas a la provincia de Buenos Aires. Allí, por medio de una huelga general que se extendía por todas partes, reclamaba la presencia de Perón.
Lograda ese mismo día la liberación de Perón, el discurso de éste pronunciado por la noche desde los balcones de la Casa Rosada, preanunciaba su plan electoral, que contemplaba la renuncia a los cargos en el gobierno para aspirar a la candidatura presidencial. La convocatoria a elecciones cerraba la última etapa de la revolución de junio. El 17 de octubre señalaba, a su vez, el hecho que, por vez primera en nuestra historia, una movilización de la clase obrera determinaba un cambio sustacial en la situación política nacional. Este acontecimiento significaba, también, la iniciación de una nueva etapa en el movimiento obrero, cuyo peso político sería, desde entonces, imposible de ignorar. Las elecciones convocadas para el 24 de febrero de 1946 enfrentaron, por su lado, a la Unión Democrática, que aglutinaba a los partidos: Radical, Comunista, Socialista y Demócrata Progresista, contando con el respaldo de los conservadores. Llevaba la fórmula Tamborini-Mosca, integrantes del radicalismo, línea "alvearista", rebautizada, en ese momento, con el nombre "unionista". Por el otro lado, los nombres de Perón-Quijano, respondían a la coalición formada por la Unión Cívica Radical – Junta Renovadora-, integrada por radicales disidentes, el Partido Patriótico, constituidos por antiguos conservadores y nacionalistas y el Partido Laborista, formado por sindicalistas que apoyaban a Perón.
Mientras tanto, Estados Unidos otorgaba su respaldo a la Unión Democrática, a través de una nueva intervención del Señor Braden, desde su reciente cargo de Secretario Adjunto de Estado de aquel país. El mismo día en que se proclamaba la candidatura de Perón, el Departamento de Estado daba a publicidad un documento, conocido con el nombre de "Libro Azul", destinado a la consulta de las naciones americanas, en el que se denunciaba, una vez mas, las vinculaciones de los gobernantes argentinos con la Alemania nazi. Esta inadmisible intromisión en la política interna, llevaría a los partidarios de Perón a condensar la disyuntiva electoral en la fórmula "Braden ó Perón". Las elecciones dieron la victoria a la fórmula Perón-Quijano, obteniendo mayoría absoluta en las Cámaras Legislativas y gobiernos provinciales. El 4 de junio de 1946 se inauguraba la primera presidencia de Perón, reelegido a fines de 1951 para un nuevo período, que no llegó a completar. La política del gobierno peronista tuvo relevante importancia en el campo social y económico. Las medidas introducidas en la legislación e en la práctica laboral, llevaron a la dignificación del trabajo y del trabajador en una forma que, hasta entonces, había sido negada. Durante este gobierno, los trabajadores y el movimiento obrero organizado, fueron parte integrante y activa del desarrollo nacional. Dirigentes y militantes sindicales se incorporaron a la estructura institucional del país, ocupando funciones públicas. Dos ministros de la Nación surgieron de filas obreras: Ángel G. Borlenghi, secretario general de la Confederación de Empleados de Comercio, que ocupó la cartera del interior y José M. Freire, del Sindicato de Obreros de la industria del Vidrio, que se hizo cargo del ministerio de Trabajo y Previsión. Organismos públicos y comisiones de estudio incorporaron directores y representantes sindicales.
Trabajando estrechamente ligada a la Confederación General del Trabajo, a sus Federaciones y Sindicatos, aparecía la figura de María Eva Duarte de Perón -Evita-. Su acción fue decisiva en pro de la concesión de los derechos cívicos femeninos, otorgados en 1947. A través de la "Fundación Eva Perón" se construyeron hospitales, hogares escuelas que brindaban educación, asistencia médica y alojamiento a hijos de trabajadores, hogares de tránsito para albergar, temporariamente, a madres y niños sin alojamiento, hasta tanto se resolvieran sus problemas. La Fundación trascendió también las fronteras nacionales, cubriendo necesidades de países de América y Europa, afectados por catástrofes.
En el campo económico, bajo el impulso de la Segunda Guerra Mundial, la política sustitutiva de importaciones, adquirió otro nuevo empuje. En 1944, por primera vez en la historia de la economía argentina, la industria manufacturera participó en la formación del Producto Bruto interno (PBI), con un porcentaje superior (22,8%) al que correspondía a la agricultura y ganadería juntas (20,1%). La industrialización se aceleró y se convirtió en un proceso impulsado, deliberadamente, desde el aparato estatal, acompañado por el continuo crecimiento de los saldo migratorios internos. Si habíamos señalado, para el período 1936/1943, 72.000 migrantes anuales, esta cifra subió a 117.000 en los años 1943/1947. Estos trabajadores venidos del interior del país, conformarían la base de sustentación de la política peronista y les cabría un papel protagónico en los sucesos del 17 de octubre. En este período creció, asimismo, el número de establecimientos industriales y el personal en ellos ocupado. Este desarrollo económico que se formaba en la transferencia de ingresos de los sectores agrarios hacia las actividades industriales, se asentaría en la concepción de un Estado Sólido, regulador y promotor de este desarrollo, en el impulso y crecimientos del mercado interno, en una organización de trabajadores fuerte y unificada y en el desarrollo de una burguesía industrial, de carácter nacional, ligada a la expansión del mercado interno, de lo que dio cuenta la constitución, entre los años 1952/1953, de la Confederación General Económica (C.G.E.), expresión de los sectores de la pequeña y mediana empresa y del empresariado de tales características del interior de país. Esta expansión industrial destinada, fundamentalmente, al desarrollo de una industria liviana, era aún dependiente del exterior para la obtención de materias primas y equipos. A partir de 1949, la caída de los precios internacionales para los productores agrícolas, que financiaban el crecimiento industrial, y las sequías de 1951/1952, hicieron entrar en crisis el modelo, ya que las exportaciones agropecuarias no alcanzaban para pagar las importaciones de energía y de insumos industriales indispensables para mantener en funcionamiento el aparato industrial.
En este marco, se buscó atraer al capital extranjero, a través de la ley 14.222 de 1953, que posibilitaba la incorporación de capitales foráneos para la instalación de plantas fabriles en la industria y en la minería. Esta ley permitía la transferencia de utilidades hasta el 8% del capital libre de impuestos y, recién después del décimo año de efectuada la radicación, se podría repatriar el capital en cuotas anuales . Durante este período se radicó IKA (Industria Kaiser Argentina); industria automotriz que representaba, por si sola, casi el 70% del total de las radicaciones. La crisis se evidenció también en un alza del costo de la vida y en una reducción del salario real. Sin embargo, hacia 1955, se notaba una recuperación económica en relación a la depresión de 1952, que llevó a una recuperación del salario. Por otra parte, se debe señalar que, en 1949, el salario real se encontraba un 34% sobre el nivel de 1943 (6), lo que da cuenta del mejoramiento en el nivel de vida de los trabajadores.
La política económica del gobierno peronista estuvo orientada, asimismo, hacia la nacionalización de una serie de áreas tales como: teléfonos, ferrocarriles, las flotas fluvial y de navegación de altamar, las compañías de seguros y reaseguros y las de energía eléctrica. Se nacionalizó el Banco Central, quedando bajo su jurisdicción todo lo relacionado con el control de cambios, nacionalizándose también los depósitos bancarios. Se otorgaron créditos para la industria, a través del Banco de Crédito Industrial, creado en 1944, se echaron las bases de una industria pesada que se pensaba coronar con la gran planta siderúrgica de San Nicolás (hoy SOMISA). En Córdoba, la Fábrica Militar de Aviones producía aviones y motores, tractores, autos, y motocicletas. Se creó Aerolíneas Argentinas y se constituyó el Instituto Argentino para la Promoción del intercambio (I.A.P.I.), como único comprador de cereales y oleaginosos a los precios de adquisición fijados por el Estado. Esta Institución separaba los volúmenes destinados al consumo interno y, el resto, los exportaba, rompiendo con el monopolio que existía sobre la comercialización de los productos agrícolas por parte de las empresas como Bunge & Born y Dreyfus.
Esta política, de corte nacional, limitaba frente al capital extranjero, no podría continuar profundizándose. La oligarquía, sectores de la burguesía industrial (sobre todo los no relacionados con el consumo interno), parte de la Iglesia y de las Fuerzas Armadas y el propio sector externo, fundamentalmente el capital norteamericano, llevaron al golpe militar de 1955, intentando "disciplinar" el movimiento obrero organizado en un proceso de reconversión de nuestra economía, que aparecerá ya ligada a la influencia de Estados Unidos.
B. Movimiento sindical y politica laboral El movimiento sindical que, tal como hemos hecho referencia, se encontraba atomizado cuando se produjo el golpe militar de 1943, enmarcará su accionar durante el período en este contexto de singulares características, inéditas hasta ese momento. La primera actitud del gobierno hacia los gremios fue de naturaleza respectiva, clausurándose, en julio de 1943, el local donde funcionaba la C.G.T. N° 2, declarando prácticamente disuelta a dicha central. En agosto del mismo año, intervenía a las dos entidades sindicales que representaban el caudal mas importante de afiliados a la C.G.T. N° 1: La Unión Ferroviaria y La Fraternidad.
Pero, una línea mas flexible e inteligente en la forma de abordar la problemática obrera, comenzaría a manifestarse dentro del régimen militar. El ascenso del Coronel Perón al Departamento Nacional de Trabajo, hasta ese entonces un organismo inoperante, privado constantemente de facultades y medios de acción, que pasó a convertirse, en noviembre de 1943, en Secretaría de Trabajo y Previsión , fue el instrumento que transformaría la relación Estado Movimiento Sindical. La Secretaría de Trabajo y Previsión tenía a su cargo la tarea de fiscalizar el cumplimiento de la legislación laboral y centralizar toda la actividad social del Estado. Desde allí, Perón desplegó una incesante tarea, resolviéndose, por intermedio del organismo, numerosos conflictos gremiales, obteniéndose mejoras salariales para los trabajadores, haciéndose efectivas, en la jornada de trabajo, las 48 hs semanales, establecidas por ley, pero, cuyo cumplimiento había sido muy irregular. Se trabajó, también, en la reglamentación del aprendizaje y trabajo de menores; se crearon Tribunales de Trabajo, a fin de ofrecer un vehículo de acción mas rápida a las causas judiciales por motivos laborales; se extendió la jubilación a los empleados de comercio y trabajadores industriales; se devolvieron retenciones al personal de los ferrocarriles del Estado; se creó la División del Trabajo y Asistencia a la Mujer, en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Capítulo especial lo constituyó el Decreto – Ley N° 28.194, del año 1944, que estableció el "Estatuto del Peón de Campo", introduciendo la legislación laboral en el interior de las, hasta entonces, intocables estancias, estableciendo un sistema de salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de abrigo, espacio e higiene en el alojamiento del trabajador. Estas medidas, en beneficio de la clase trabajadora, junto con las otras sobre las que luego nos extenderemos, ampliaron, no solo la legislación de trabajo, sino que convirtieron a esta en una realidad concreta de cabal cumplimiento. La política llevada a cabo por la Secretaría de Trabajo y Previsión, redefinía, así, su propia identidad como institución transformada en "un organismo mediante el cual el Estado va en defensa de los derechos de las masa sufridas y laboristas". Testimonios de dirigentes sindicales de la época, confirmaban plenamente esta transformación: "En nuestro trabajo sindical, decía un metalúrgico, advertimos, a partir de 1944, cosas increíbles: que se hacían cumplir las leyes laborales incumplidas en otra época; que no había necesidad de recurrir a la justicia para el otorgamiento de vacaciones; otras disposiciones laborales tales como el reconocimiento de los delegados de fábrica, garantía de que no serán despedidos, etc., tenían una vigencia inmediata y rigurosa (…) Los patrones estaban tan desconcertados como asombrados y alegres los trabajadores. La Secretaría de Trabajo y Previsión se había convertido en un factor de organización, desenvolvimiento y apoyo para la clase trabajadora. No funcionaba como una regulación estatal por encima de las clases en el orden sindical, actuaba como un aliado estatal de la clase trabajadora ".
La política desplegada por la Secretaría de Trabajo y Previsión se concentró en dos frentes: Sobre los dirigentes y sobre la masa trabajadora. La captación de dirigentes sindicales de antecedentes socialistas y sindicalistas pudo lograrse por medio del cambio de status que experimentaron. Cansados de golpear las puertas de las antesalas oficiales durante el período conservador, se vieron, de pronto, ente un gobierno que atendía sus reclamos y que tenía una política programática que le permitía un alto grado de flexibilidad. El dirigente gremial pasó, de ser un individuo indeseable a participar en las decisiones, o, al menos, estar presente en el momento en que se adoptaran . No puede desconocerse, si se quiere entender el vuelo que experimentó el sindicalismo argentino, este factor importante, ya que puede explicar el cambio de posición que muchos dirigentes sindicales adoptaron. En lo que respecta a los trabajadores, las sucesivas medidas que se fueron tomando, significaron abrir los ojos a una nueva realidad que les dio la sensación de convertirse de simples convidados de piedra en actores principales del proceso de renovación. Su lealtad política, salvo con Yrigoyen, nunca había sido muy firme y los socialistas no habían podido convencerlos lo suficiente como para darles las posibilidades de formar un partido obrero. Cuando el gobierno comenzó a hablarles en un lenguaje que comprendían, lejos de las complicaciones internacionales , cerca de los valores tradicionales, a los cuales permanecían afectos, su lealtad se inclinó hacia los protagonistas de esa política y, particularmente, a la persona del titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión (9). La nueva dirigencia sindical no conformaba, pues, una corriente de hombre sin antecedentes, que negaran o repudiaran todo lo hecho hasta ese momento dentro del movimiento obrero. Estos dirigentes que habían militado, fundamentalmente, en las filas del socialismo y del sindicalismo puro, conservaban de sus anteriores concepciones y de la evolución que incluso éstas habían sufrido en los avatares de la lucha sindical, el planteo reformista que los llevaba a apegarse a concepciones pragmáticas. Este pragmatismo que no cuestionaba frontalmente, a la manera anarquista, las bases de sustentación del sistema capitalista, buscaba el respeto por los intereses de la clase obrera y los acercaba, naturalmente, a las propuestas y medidas emanadas de la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Estos dirigentes fueron redefiniendo, con apoyo estatal, la organización gremial y el nuevo papel que ésta jugaría. La intervención en los gremios ferroviarios había decidido mantener relaciones con la C.G.T., que se había reorganizado en la sede de la Unión Tranviarios Automotor, nombrando representantes ferroviarios para participar en la constitución de una Comisión de Unidad Sindical integrada por representantes de los dos sectores de la C.G.T., la Unión Sindical Argentina y los sindicatos autónomos. El objetivo primordial era reanudar los contactos y fortalecer a la central obrera como única organización a fin de evitar la atomización de los intereses obreros. La comisión llevó a cabo una tarea de organización sindical por distintos lugares del interior, que fortaleció el frente sindical. Del naciente movimiento solo quedaban excluidos los comunistas, mas disciplinados que otros grupos y convencidos del carácter "fascista" del régimen, rechazaban en forma terminante todo intento de acercamiento. En algunos casos de sindicatos controlados por ellos, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se apoyó e impulsó la creación de sindicatos paralelos con conducciones contrarias y excluyentes a la comunista: la creación, en 1943, de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), fueron ejemplo de ello. Asimismo, se organizaron nuevos sindicatos en gremios donde, hasta entonces no existían y, a fines de 1944, mas de 40 organizaciones habían ingresado en la C.G.T., entre las que se destacaban, además de las dos anteriormente señaladas: la Sociedad Obrera de la Industria Vitivinícola de Buenos Aires y la de San Juan, el Sindicato de Obreros Fideeros de la Capital Federal, el Sindicato Obrero del Papel, de Obreros Peleteros, de la Industria del Vidrio y la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera. Reorganizada la C.G.T., en setiembre de 1945, con Silverio Portieri como Secretario Genera;, crecerá incesantemente en número de afiliados, pasando de 80.000 en 1943 a 500.000 en 1945 y 1.500.000 en 1947, diez años después agruparía a 6.000.000 de trabajadores (10). A este desarrollo contribuyó la Ley de Asociaciones Profesionales de 1945, que fue el instrumento para realizar la integración sindical. Dicha ley conoció a los sindicatos como asociaciones de derecho público y estableció el control del Estado sobre los ingresos y gastos de la organización, pudiendo el Ministerio de Trabajo adjudicar a retirar personerías gremiales que, por otra parte, eran otorgadas al sindicato mayoritario por la rama de actividad. Se reconocía también al sindicalismo el derecho a participar en política, con lo cual el Estado asumía, por vez primera, el contenido político de las luchas gremiales y afirmaba la voluntad de estructurar un movimientos sindical unido.
Frente a los acontecimientos de octubre de 1945, que culminarían el día 17 con la impresionante movilización de trabajadores que exigía el retorno de Perón, la conducción de la C.G.T. mostró vacilaciones y contradicciones, producto de tendencias encontradas. De un lado, estaba la vieja y tenaz tradición de presidencia política así como las arraigadas técnicas de supervivencia que llevaban a no arriesgarse en defensa de una causa que se suponía perdida. Del otro lado, sin embargo, estaba la convicción de que la causa de Perón significaba el triunfo de los sectores Capitalistas y, pese a todas las promesas que se hicieran, un giro radical en la política social del gobierno y en el papel de las organizaciones sindicales. A diferencia de todas las contiendas políticas anteriores, en ésta se jugaba, en gran medida, la suerte del movimiento obrero que, por primera vez, tenía algo que perder. Finalmente, había un elemento decisivo; las bases habían empezado ya a movilizarse por sí solas en todo el país. No sólo se habían producido paros y manifestaciones espontáneas, sino que, muchos sindicatos -en el Gran Buenos Aires, en Rosario, en Tucumán-, habían declarado, por su cuenta, la huelga general. Un grupo de dirigentes autónomos, con Cipriano Reyes a la cabeza, realizaba una intensa gitación en los lugares de trabajo y presionaba incesantemente a la conducción cegetista . De esta manera, el Comité Confederal de la C.G.T. el día 16 declaró la huelga general, luego de un arduo debate; esta moción votada en una casi paridad de fuerzas (21 votos a 19), debía efectivizarse a partir del día 18. Nuevamente la conducción cegetista había sido superada por los acontecimientos, ya que la movilización se volcó a las calles e impuso, de hecho, la huelga general, sin esperar la fecha fijada por la C.G.T.. En el frente político que llevaría a Perón a la presidencia, ocuparía un importante papel el movimiento sindical, a través del Partido Laborista. En él habían convergido hombres de antecedentes e ideologías diversas: dirigentes socialistas como Borlenghi, o de la corriente sindicalista como Gay, quien asumiría la dirigencia del partido y sería también secretario general de la C.G.T.. Estaban también presentes hombres de trayectorias mas recientes e ideologías mas difusas, como Cipriano Reyes.
En mayo de 1946, Perón ordenó la disolución de los partidos que lo habían apoyado y su confluencia en el Partido Único de la Revolución Nacional y bajo los argumentos de divisiones y enfrentamientos internos que debilitaban la coalición. Este hecho, provocó la reticencia de los dirigentes laboristas, pero, pronto advirtió la mayoría que la resistencia sería inútil, sólo Cipriano Reyes, junto con algunos allegados, intentó, sin éxito hacerlo.
Los testimonios sobre la disolución del Partido Laborista, no son coincidentes. Un dirigente de la época, Juan Rodríguez, expresaba: "Durante su primer gobierno, Perón no quería tener mucha oposición dentro de su movimiento, porque, si no, no podía haber avanzado como avanzó. Tenía que tener alguna libertad y la consiguió así. No quería tener un partido político que lo tuviera dominado, no quería diputados o senadores que presentaran proyectos por su cuenta y crearan conflictos económicos o internacionales. Eran tantas las cosas que había que hacer que Perón no podía tener oposición. Ya suficiente la oposición externa y no quería tener la interna." Por su parte, Gay veía el hecho de la siguiente manera: "Perón disuelve el Partido sin ningún derecha, simplemente para favorecer una maniobra que él ya está elaborando in mente en colaboración con los radicales renovadores y para evitar el contralor, el contralor así como suena -que hubiera ejercido el PL a través de sus diputados y senadores. Se da cuenta que el partido no secunda totalmente sus propósitos, él se da cuenta que el partido es difícil manejar. Por otra parte, en la C.G.T. el sentido de independencia se manifiesta de distintas formas, es decir, estamos dispuestos todos a secundar al gobierno, nadie pensó en retirarle el apoyo a Perón siendo Presidente, al contrario, pensábamos apoyarlo, pero no incondicionalmente. Es decir, nosotros sosteníamos la necesidad de la independencia del movimiento obrero para decidir sus propias acciones."
En enero de 1948, la justicia quitaba la personería al Partido Laborista. Gay había renunciado a la presidencia, antes de que el Comité Directivo aceptara la disolución, para no convalidar la medida. En setiembre, 15 dirigentes laboristas, entre ellos Cipriano Reyes, eran detenidos, acusados de planear un atentado contra Perón, permaneciendo en la cárcel desde entonces hasta la caída del gobierno. El movimiento sindical, consolidado ya en una central única, aumentó, a partir de 1947, sus tareas organizativas. Se recorrieron los principales centros del interior, realizándose congresos locales, que fueron solidificando la central, por medio de las delegaciones regionales. La C.G.T. participó, asimismo, en la creación de federaciones obreras, amalgamando sindicatos autónomos y dándole la correspondiente jurisdicción nacional.
A partir de 1949, la ligazón política que unía a la C.G.T. con el gobierno, se hizo cada vez mas estrecha, pasando a formar parte, como rama sindical, del ya constituido Partido Peronista. Esta vinculación la llevó, en algunos casos, a encontrarse frente a disyuntivas, debiendo optar entre su adhesión al gobierno, del cual constituía unos de los pilares de sustentación, y los reclamos de sus gremios adheridos. En este sentido, es importante referirse a algunos de los movimientos sindicales de protesta, que colocaron a la C.G.T. en una coyuntura difícil. Estos movimientos se tradujeron en una serie de huelgas, iniciadas por sindicatos muy importantes, como ser obreros de la carne, municipales, bancarios, industria del azúcar, gráficos, marítimos y ferroviarios, motivados en reclamos salariales y/o incumplimiento de convenios colectivos. En el período 1949/1951, las huelgas bancarias y ferroviarias, fueron realizadas por comisiones internas que escaparon al control de las autoridades gremiales, que se vieron impotentes frente a tales manifestaciones. En el caso de la huelga general que protagonizaron los trabajadores gráficos, en marzo de 1949, las autoridades sindicales fueron suspendidas por la presión interna, y la C.G.T. envió un interventor al gremio. La huelga general marítima de 1950, fue llevada a cabo por gremio que no había entrado en la C.G.T. : la Confederación General de Gremios Marítimos y Afines (C.G.G.M.A.); como consecuencia de la misma, la C.G.T. intervino a los principales sindicatos marítimos que formaban la C.G.G.M.A. y organizó una nueva entidad sindical: la Asociación Marítima Argentina que tuvo el reconocimiento del Ministerio de Trabajo.
En estos hechos, de todas formas, lo que importa señalar es que, mas allá del accionar de la C.G.T. , lo que estaba de manifiesto era la vigencia de la movilización de los trabajadores en pos de sus derechos, permitiendo discutir algunas afirmaciones respecto del período, en el sentido de suponer una suerte de inercia e inmovilizmo por parte del movimiento obrero, que pasaría a considerar como algo natural que las conquistas sociales fueran otorgadas, dadivosamente, desde el Estado. En el campo de la legislación del trabajo, a las medidas ya señaladas desarrolladas durante la permanencia de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, cabe agregar el Decreto-Ley 1.740, del año 1945, que estableció el derecho de todo trabajador a gozar de un período mínimo y continuado de vacaciones pagas, el Decreto-Ley 33.302, del mismo año, que impuso el sueldo anual complementario y creaba el Instituto Nacional de Remuneraciones, que intentaba desarrollar una política de equiparación de salarios al costo de vida e, incluso, llegaba a establecer la participación de los trabajadores en las ganancias de la empresa, aún cuando ello no llegó a implementarse.
En febrero de 1947, al cumplirse el primer aniversario de la victoria electoral, Perón entregó al Secretario General de la C.G.T., Aurelio Hernández, el original de la Declaración de los Derechos del Trabajador, incorporados luego a la Constitución Nacional, sancionada en marzo de 1949. La declaración comprendía los siguientes aspectos:
- Derecho a trabajar.
- Derecho a una retribución justa.
- Derecho a la capacitación.
- Derecho a condiciones dignas de trabajo.
- Derecho a la preservación de la salud.
- Derecho al bienestar.
- Derecho a la seguridad social.
- Derecho a la protección de su familia.
- Derecho al mejoramiento económico.
- Derecho a la defensa de los intereses profesionales.
La C.G.T., en su Congreso Extraordinario de 1950, incorporó a sus Estatutos esta Declaración, mientras que los sindicatos y federaciones basaron en ella las disposiciones de sus Convenciones Colectivas de Trabajo.
En el terreno de la capacitación profesional se creó la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, encargada de velar por el sistema de trabajo de los aprendices en las fábricas y las llamadas escuelas de medio turno; este régimen se completó después de una nueva ley dictada en el año 1948, que implantó el Segundo Ciclo de Aprendizaje (curso de perfeccionamiento técnico, a obreros provenientes del ciclo de aprendizaje y capacitación), con miras a instituir la Universidad Obrera Nacional que se creaba por medio de la misma ley.
El desarrollo de la negociación colectiva, la que tuvo amplia expansión en este período, contó con la ley 14.250, del año 1953, que reguló la negociación de los contratos colectivos de los trabajadores de la actividad, pública o privada que no estuvieran comprendidos por estatutos especiales o sometidos al régimen establecidos para la administración pública, estipulándose la constitución de comisiones paritarias con representantes de trabajadores y empleadores de la actividad. Con esta ley, el contrato colectivo tuvo su consagración definitiva y sus consecuencias incidieron, poderosamente, en la concreción de una práctica fundamental en las relaciones obrero-patronales. La centralización operada en el movimiento sindical, permitió que la C.G.T. tuviera importancia fundamental en la solución de conflictos, discusiones de convenios colectivos y desarrollo de actividades sociales y culturales. Se desarrolló una intensa actividad en el campo de la capacitación sindical, expandiéndose las escuelas sindicales de la C.G.T. por el interior del país. La consolidación de una importante infraestructura en materia de obra social para sus afiliados, permitía, en la temporada veraniega 1953/1954, el funcionamiento de 22 colonias de vacaciones, atendiendo a un total de 310.000 personas; funcionaban, asimismo, 8 policlínicas y 226 consultorios de clínica general, con un total de 1.667.000 trabajadores y familiares atendidos.
En el ámbito internacional, la tarea desplegada por la C.G.T. se concretó a la creación de la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS). en noviembre de 1952. Esta central contó con el apoyo de sectores gremiales latinoamericanos y tenía su basamento en la Tercera Posición, doctrina que Perón postulaba en el plano internacional y que propiciaba una equidistancia de los centros hegemónicos de poder, tanto de Oriente como de Occidente. La acción de la ATLAS, que se presentaba como una fuerte competidora de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), central impulsada por EE. UU. para controlar el movimiento latinoamericano de trabajadores, fue breve. El golpe militar de 1955, alcanzó la sede, los bienes y la biblioteca especializada de la ATLAS; se eliminaba así, a quién, desde el escenario sindical continental, hubiera podido desarrollar una propuesta de unión latinoamericana. La etapa que hemos reseñado, de vital importancia para el sindicalismo argentino, culminaría en 1955. En esta ocasión, como contrapartida de la centralización y verticalización que se había operado en la conducción cegetista, ésta se mostró sin elasticidad suficiente para superar una crisis de tamaña envergadura. Las conducciones que se habían ido sucediendo, luego del desplazamiento de Gay, marcaron una progresiva integración en el aparato estatal y una creciente desmovilización, que le restaría efectividad para enfrentar situaciones críticas. El movimiento obrero, sin embargo, resurgiría, lenta y trabajosamente, después de 1955, "a pesar de las persecuciones y de la represión, a través de las alternativas de una larga proscripción; los hechos demostrarían que el vínculo establecido entre el movimiento obrero y el peronismo, era un vínculo perdurable".
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