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Francisco, El Viajero (Novela) (página 9)

Enviado por Mauricio Uribe


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9 Mirad que Él viene con una multitud de sus santos, para ejecutar el juicio sobre todos y aniquilará a los impíos y castigará a toda carne por todas sus obras impías, las cuales ellos han perversamente cometido y de todas las palabras altaneras y duras que los malvados pecadores han hablado contra Él".

Pepe se sintió extraño, ¿abandonar la cocaína?, se sintió muy mal, quiso hablar con su "amante" pero la canadiense dormía. Lleva meses consumiendo y no dormía, ¿qué hacer?, se preguntó, mucho le agradaba el "sexo" y dos o cinco mujeres o siete le agradaba, pero, Henoch le había cautivado, recordó que era doctor en literatura de la Complutense, doctor en literatura religiosa, ¿qué hacer?

Si dejo la cocaína, no podré mantener erecto mi "sexo" durante toda la noche, tengo dos amantes, y cinco concubinas, ¿qué hago?, no me agrada ya dormir, pero, tengo que cambiar, no puedo más…

Pediré ayuda psiquiátrica, yo puedo, yo puedo, yo puedo sólo, hablaré con Cecilia, "no cocaína; de lo contrario, nada se "sexo"", tendrá que entender. Yo ya no quiero más…

Pepe se durmió, eran las cinco de la mañana.

Día lunes.

Alfredo, no pudo recordar los poemas de Uribe pero…

—…Ya sé, recuerdo un poema.

Yo estaba un poco confundido, Mollendo describía a Pepe Casa de Castro, Mollendo era peruano y narrador omnisciente.

—¿Qué sucede?

—Recuerdo un poema de Uribe.

—¿Un poema?, ¿de quién?

—De Uribe.

—Ah, ya, ¿de qué libro?

—De "Meditaciones de un Poeta Tercermundista".

—Buen título. ¿Lo recuerdas bien?, pero ten cuidado, que Uribe lo clavaron a la roca ardiente, está en el Infierno por degenerado.

—¿Qué?

—Así supe.

—¿Cómo es allí?

—No, no sé.

—¿Qué hizo?

—Violó a un montón de muchachas en su taller y tuvo mujeres y tuvo "sexo" impropio con…

—¡Calla!, ¡calla!, no quiero saber…

Un ángel escuchó el diálogo, entró en la habitación. El ángel era bellísimo. El ángel tuvo piedad.

—Uribe está clavado al Infierno, es verdad, ¿quieren saber cómo es allí?

—No, no.

—Le clavan a la piedra ardiente por un millón de años y los gritos son espantosos, los gritos hieren, los gritos son como un terremoto sideral, Uribe lleva cien años gritando "versos de amor", pero clavado está, desde niño fue un "degenerado" que renegó de Dios; Le siguió hasta la muerte pero los "Ángeles de Fuego" fueron implacables, su "degeneramiento" no tiene nombre, su "degeneramiento" es atroz, es un animal, fue un animal, abandonó a su mujer legal cuando estaba embarazada de nueve meses para tener "sexo" con otra, que…

Alfredo lloró desconsoladamente.

—¿Cuántos hijos tuvo?

—Cuatro.

—Yo recuerdo un poema, ¿puedo?

—No, no, es un "degenerado".

—Pobres, fue mi…

El ángel les consoló, en su mente, el poema de Uribe retumbó en la cabeza de Alfredo, yo no pude contener las lágrimas, tuve piedad por el bibliotecario.

Alfredo lloró:

"—…HIMNO A LA MUJER —era el título del poema:

He vivido una vida qué no cabe en sí.

Muchas alegrías

me han provocado los cuerpos femeninos.

Uno de ellos en particular.

He vivido experiencias sin límite.

También he llorado.

El cuerpo es importante,

el cuerpo femenino, digo yo,

su contextura, su aroma,

la movilidad de sus partes.

Un te quiero y una sonrisa bastan

y el amor paraliza mis funciones cardiacas.

La vida es tan inextricable

porque las mujeres son

bellas criaturas divinas:

las uñas, la boca, sus labios.

Ah, qué regios son sus labios…

Todas me gustan.

Exagero un poco.

Me gustan sólo las bellas.

Puedo soportar, eso sí,

el amor de una mujer negligente,

un poco tarada, si se quiere,

de ésas que buscan transgredir la materia.

Una de ellas vino a mi casa.

Hemos charlado estúpidamente.

Es apenas una muchacha:

candorosa y enigmática.

No posee ideas.

Pensamientos abstractos, digo yo.

Sólo buscaba saciar su instinto.

Un instinto bastante animal.

He cedido a sus pretensiones.

Acarició mi cuerpo a su antojo.

Todavía recuerdo sus manos.

No hubo amor entre nosotros.

Le atrajo el hado del poeta.

Su cabello era espeso,

tan espeso

como la noche.

Estaba loca.

Tan loca como la vida.

Este canto no es un canto de amor.

A veces divago como monje loco.

He vivido una vida qué no cabe en sí.

El sexo es importante para nosotros.

Somos vividores empedernidos.

Nos gustan los atardeceres, las estrellas,

las conversaciones boreales,

los cantos carnales y las bocas sudorosas.

Esta es la realidad

(la realidad concreta como dijo Teitelboim).

Nada de romanticismo vacuo.

Las mujeres no son cisnes

ni maniquíes de porcelana.

Me gustan los cuerpos elásticos

donde la vida brota a raudales.

Y el dolor de la separación

es el reencuentro de los cuerpos.

Me gustan las mujeres de pechos grandes,

de sonrisas alegres y lenguas besadoras.

Las ciegas y las corvadas

por el peso de un desamor

me son completamente antipáticas.

He copulado con un par de muchachas.

Eran llamadas, feas, gordas,

sin ton ni son.

Yo las encontré regias.

Sus besos todavía perfuman mi cuerpo.

La tierra se llama María, Inés, Georgiana.

Mujeres dignas de piedad.

Nada hubo entre nosotros.

Ellas eran feas, muy feas.

Pero, ¡qué manera de amar!

¡Y cómo reían!

¡Y cómo sudaban!

Yo, feliz con este cuento,

te incito a que me llames.

Estoy dispuesto a lisonjear

tus facultades humanas".

CECILIA TORRES

Drogadicta del Amor Conversa con Mariela

Plaza Tirso de Molina

—¿ERES CECILIA?

—Sí.

—Felicidades, yo soy Mariela Ruiz, ¿cómo está Pepe Casa de Castro?

Mariela ignoraba la separación.

Cecilia no pudo contenerse.

—Me abandonó.

—¿Qué? —Mariela contrajo la mirada.

—Sí, Pepe, Pepe, ya no es el mismo.

Mariela no quiso hablar.

—No le cuentes nada a Francisco por favor.

—No, no le contaré. ¿Quieres que conversemos?

—No, no, ya no.

—¿Tú tienes tres hijas muy enfermas?

—Sí, murieron.

—Ay, pobre de ti. ¿Cómo se llamaban?, no recuerdo.

—Ernestina, Almendra, Flor de Lis.

—¿Te da dinero?

—No, no, si me da, todos los sábados me visita pero… me abandonó.

—No quiero saber el motivo, ¿ya?

—¿Eres una niña?, ¿no?

—Soy danzarina, tú sabes de cocina.

—Sí, sí, yo estudié, estuve cesante.

—¿Tienes trabajo ahora?

—Sí, sí tengo.

—Ah, qué bien.

—Me tengo que marchar. ¿Tienes un libro de poesía de mi ex marido?

—Sí, pero uno sólo, aquí lo leemos y yo danzo.

—No, los poemas no, los versos.

—¿Cómo?

—Te estoy bromeando, quédate, allí, ves, allí está Francisco leyendo poemas, te das cuenta hay mucha gente, yo, con este pandero, mientras Francisco recita, yo danzo, y nos dan dinero, bastante, vivimos en un departamento con peruanos, ¿tú también tienes un departamento?, nosotros andamos de viaje, de aquí partiremos a París, y de Parí a Berlín, y de Berlín a Roma y, en avión, a Chile y Mollendo y los Nevado a Perú, yo quiero casarme virgen, yo escapé de mi casa, tenía dieciséis años, han pasado varios años, creo, llegamos hace poco a Madrid, hemos vivido miseria…

—Yo también —intervino Cecilia Torres de tan sólo veintisiete años.

Yo contemplé a Mariela conversando, los ángeles muchachas reían de las ocurrencias mías, los ángeles eran bellas, tan bellas que pude enamorarme. Una muchacha me preguntó si yo escribía, de bella cintura, noventa y tres de bustos, noventa de caderas, vestía trajecito, minifalda, zapatillas, cabello rubio, ojos verdísimos, María Soledad de las Mercedes de nombre terrenal pero cómo ángel, sólo "ángel", ya que los seres celestiales no poseen nombre, sólo Miguel, que es un Arcángel y Uriel, que de Dios es Arcángel personal.

María Soledad de las Mercedes tenía veintitrés años, doctora en literatura, una maestría en gramática y tres maestrías en altas finanzas.

Su voz era cálida, tierna, humanitaria, exuberante, de cabello ondulado, tenaz, estudiosa, trabajadora, enamorada de Dios.

—No, yo no escribo —dije—, sólo…

María Soledad de las Mercedes me interrumpió:

—Yo compongo canciones, tengo diez. ¿Quieres que cante?

—Bueno.

María Soledad de las Mercedes cantó, su voz era delicadísima, de una textura abismante, era, además de ángel y bella, cantante y música, tocó la flauta traversa durante una hora, Francisco se enamoró perdidamente, no supo cómo expresar su amor, soy Mollendo y le contemplé.

—"Canto a un amor,

Cantando estoy

A un amor.

Yo habré

De amar

A un amor

De verdad.

Cantando estoy

De verdad".

—Me tengo que marchar —dijo Cecilia Torres—, tengo que comprar…

Cecilia se mordió la lengua.

—¿Qué sucede?

—No, nada.

Cecilia Torres era más alta que Pepe y muy bella, una santa de mujer.

Mariela la abrazó. Cecilia lloró.

—No llores, no llores.

—Es que, la música me pone triste.

—No te preocupes, tu marido volverá.

Se despidieron.

—…Yo vivía en avenida La Serena —dijo Alfredo—, había allí, antes de llegar a la biblioteca donde trabaja Uribe, una calle llamada Rubén Darío, el poeta, ¿no?, el poeta nicaragüense, el que escribió "Azul", editado en Chile primeramente. Esta calle apestaba a suciedad. Había un tipo, no sé cómo explicarlo, con el mal de Diógenes, ¡suciedad!, sí, verdad, había que transitar por la calle, qué depravación…

—Allí había un tipo que arregla motos.

—Sí, sí —dijo Alfredo.

—Uribe tuvo una".

María Soledad de las Mercedes terminó de cantar y de tocar la traversa, me sentí poseído por el vértigo.

—¿Eres virgen? —le pregunté.

María Soledad de las Mercedes me miró extrañada, las "niñas" rieron.

—Se enamoró el maestro.

Palidecí.

—No, no, disculpa…

Cecilia Torre me preguntó algo pero no supe qué, Mariela no sospechó.

—Allí viene tu novia, qué dance.

—No, no tenemos que marcharnos, es hora de cenar.

—Sí, soy virgen —dijo María Soledad de las Mercedes—, nunca he tenido novio y tengo veintitrés años. Cuídate.

Las ángeles muchachas se marcharon.

Mariela me habló:

—¿Qué quería, Cecilia?

—No sé, ¿qué Cecilia?

Mariela no sospechó absolutamente nada.

Mollendo me conversó pero no comprendí su "idioma", Mariela sospechó, no preguntó, pero sospechó, le preguntó a Mollendo que siempre acompañaba pero Mollendo mintió, se dio cuenta de mi enamoramiento, pude leer los pensamientos de Mollendo: Este chileno se enamoró de la "niña", bastante hermosa, nunca había visto una "niña" tan hermosa: María Soledad de las Mercedes, bellísimo nombre, qué tremenda pregunta, ¿qué le habrá sucedido a Francisco?, esto tiene mala cara, tuve que mentir a Mariela, ella quiere casarse con Francisco, espero que nada suceda.

—Mariela, ¿tienes hambre? —pregunté intranquilo.

—No, no tanta.

—¿Y tú, Mollendo?

—Sí, yo sí.

—Los invito a un restaurante.

—¿Tienes dinero?

—No, no tengo mucho pero… Vamos a uno vegetariano, "Al Natural", calle Zorrilla, 11, metro: Banco de España, es costoso, pero…, sí, sí, yo creo que tengo dinero, me lo gané, las muchachas aportaron bastante, ¿les parece?

—Bueno, bueno, vamos —dijo Mariela.

Domingo.

Almorzar, vivir, tener esperanza, amar, establecer vínculos, recostarme sobre el regazo de Mariela y contemplar el sol en Madrid, amarnos, sólo besándonos, la vida era bella; Y, en su belleza, yo era feliz, quería más pero, Mariela tenía sus límites, una vida de amor en que amar no significa solamente caricias, sino, confianza, fortaleza en el amar. Mariela festejó la comida, tuvo sonrisas para mí.

Nos marchamos.

—¿De qué conversaste con la mujer de Pepe? —le pregunté a Mariela en nuestra habitación.

—Cosas de mujer —me respondió.

Me dormí profundamente, estaba cansado.

Soñé con plaza Oriente, con calle Bailén, con calle Pavía, con calle Carlos III, con calle Felipe V.

Me admiré del sueño: Hgüpen[91]Era un defecto mi amargura con soledad en el sueño que, como caballos debocados, irrumpe en mi cabeza, yo no soporté la huella del sueño, la mutilación fue un acto de suicidio, maté, supliqué piedad; Y, en el colmo del "degeneramiento", la "niña" nadando, la "niña" María Soledad de las Mercedes con su canto angelical. Intenté hablarle pero, ella me indicó que tenía novio, pero un novio "espiritual", un novio que escribía poemas místicos y de amor… Tuve pánico de mí mismo, la "niña" me atormentó con su belleza, quise asesinarla, quise castigarle con mi despecho, le grité insolencias: "campesina ignorante", "roto ordinario", me dijo. No supe cómo comprender el sueño, no desperté, me morí horrorizado, wquwzanha[92]

Cecilia Torres compró cocaína. Unos tipos intentaron violarla, se defendió, andaba armada, sacó el "cañón" y apuntó al corazón: "¿Son colombiano?", "sí, sí", "pues ahora son cadáver", de un disparó mató a tres. Tomó tres kilos de cocaína y se marchó.

Cecilia no tuvo pánico, llamó a Pepe.

—Ven, tengo que mostrarte algo.

—Pepe se excusó.

—Es importante.

Pepe estaba desnudo, la canadiense le había practicado "sexo oral" durante todo el día, Pepe estaba cansado, no tenía droga.

—Si no vienes, me enojo.

—Ya, ya iré.

—¿Qué sucede?, —preguntó la canadiense.

—Es Cecilia.

—¿Qué Cecilia?

—Mi ex mujer.

—¿Qué quiere?

—Me necesita.

—Vístete entonces, ya me duelen las mandíbulas, pero, no llegues tarde, qué hora es.

—Las veintidós horas.

—Si no puedo llegar, nos vemos mañana.

—¿No te vas a duchar?

—No, no, parece que es urgente.

La canadiense le practicó "sexo" pero "masturbándole" por enésima vez; Pepe se sintió tranquilo. La luz era de ampolletas, los filamentos ardían, los píxeles de un ordenador brillaban: la canadiense graba las escenas "sexuales", sin que Pepe se diera cuenta y las vendía a una "agencia" pornográfica sueca, la canadiense ganaba mucho dinero a costillas de Pepe Casa de Castro.

Pepe dio un beso en la mejilla a Cecilia Torres. Pepe olía a "sexo". Cecilia Torres le mostró la droga, Pepe se impresionó, "toda la noche fornicaron", Pepe no fue al trabajo, ¡toda una semana!, ¡todos un mes!, ¡abandonó a la canadiense!, la droga se impuso.

A Pepe lo despidieron, pero no le importó, tenía ahorros. Fue tanto el "sexo", que Pepe se volvió impotente, lamía el cuerpo de Cecilia, lamía, y lamía. La droga es compleja, tres kilos es mucho. Al cabo de dos semanas, Cecilia tenía la "vagina" roja y el "ano" cocido. Pepe se drogó.

—No quiero más.

—¿Qué no quiero más "sexo"?

—Vendamos la coca. Es mucho.

—Yo tengo un contacto. ¿Vivirás conmigo para siempre?

—Sí, te amo.

—¿Y la canadiense?

—No, ya no.

Cuando se hubo acabado el dinero de la venta, Pepe abandonó definitivamente a Cecilia Torres, no se drogó, tuvo voluntad, su impotencia desapareció, encontró trabajo como barrendero, volvió con canadiense, pero la canadiense tenía un amante.

—Te acepto, pero con una condición.

—¿Cuál?

—Los sábados son míos…

—¿Qué harás?

—No, nada, divertirme.

Pepe no tuvo otra opción.

LA VIDA en avenida Dorsal era tristísima, de basural, las gentes a la calle echaban los desperdicios, avenida Dorsal con José Miguel Carrera, la inmundicia más grande, por allí yo vivía. Me encaminé mirando la cordillera de los Andes, estaba nevada, lunes 03 de junio del 2013, olor a porquería en calle Rubén Darío, a pobreza, por la lluvia acaecida, un temporal con anegados, era temprano, el bibliotecario estaba tranquilo, en su puesto, en su computadora, ya no había libros en la biblioteca, la "mata biblioteca" los había obsequiado con la anuencia de la DIBAM, dirección de Bibliotecas de Archivos y Museos. Uribe, según lo que me contó, habló con un diputado, Patricio Halles, estaban destruyendo la biblioteca, durante la dictadura de la UDI, "ignorantes" dije, pero la culpa la tuvo la DIBAM, que obligó a la municipalidad a contratar a un bibliotecario de profesión con título técnico o profesional. Uribe llevaba casi veinte años y el "ninguneo" en Chile es de Premio Nacional de Literatura. Una tal Carolina muy amiga de Uribe era la líder del conflicto, intentaron dejar sin trabajo a Uribe, "degeneradas del pico". La defensa fue a guerra, sin cuartel, ganó Uribe pero la comunidad perdió más de seis mil libros importantísimo, la "mata bibliotecas" era dictatorial, peor que Pinochet. Sin el diputado Patricio Hales, la biblioteca N° 161 de Recoleta habría quedado con tan sólo quinientos volúmenes. Quedaron cuatro mil. La biblioteca es asquerosa, un "cagadero" de palomas, sin calefacción, con una alfombra inmunda y estropeada, llena de mugre y con vidrios quebrados, en verano el calor es insoportable y en invierno, inhumana. El palestino Daniel Jadue ya lleva varios meses gobernando, es comunista, ni siquiera han puesto los vidrios de la mampara de entrada, los vidrios están quebrados, llevan más de cinco años así, están rotos y colgando; un golpe y un niño o una anciana puede morir degollado, Uribe habló con el director de DIDECO, y…

—Hola.

Uribe se incomoda al verme, malos recuerdos.

—¿Qué piensas de Israel?

Uribe se impresiona por la pregunta, Uribe lleva una cruz y la estrella de David. Me explica ciertas cosas extrañas. Yo comprendo y le hablo de jazz. Uribe se inquieta, qué horror, cada mierda de alcalde en Recoleta, ¡mierdal y basural es la comuna!, ¡costral de inmundicia!

—¿Y la señora Ana Rivillo?

—No está, fue al Municipio, tiene una reunión con el sobrino de Jadue.

—¿El sobrino?, ¿y trabaja para el municipio?, eso se llama nepotismo, ¿no está prohibidos?

—En el gobierno sí, pero en los municipios no sé.

Uribe calla, se siente incómodo, apenas gana trescientos euros.

—¿Te van a echar de la biblioteca?

Uribe se incomoda aún más.

—Los palestinos son agresivos. Yahvé es mi Padre y los israelitas son dueños de Israel desde tiempos ancestrales, Josué fue el conquistador y Moisés le dio el mando, ya que Dios le guió durante cuarenta años por el desierto, Dios… Los palestinos deben de marcharse, son invasores, que los egipcios les den acogida… Todos son terroristas, desde los niños hasta las mujeres que se llenan los estómagos de detonantes, entran a territorio judío y asesinan a niños, ¡hasta cuándo!, el presidente negro de Estados Unidos es árabe y es un degenerado antisemita. Yo le condeno al Infierno.

Uribe calla.

—¿Estás delirando?

—No, no, yo soy…

Uribe calla.

—Soy un "mensajero", yo hablo con Dios.

TEMA DOS

ACTO 1

NEVADO AMPATO anda en bicicleta por las calles de Madrid; un metro noventa, trigueño, un ojo, con lentes, viudo. Le cuesta andar en bicicleta. Nevado Ampato era pordiosero en Perú, en Madrid es obrero.

Nevado Coropuna viste blues jeans y camisa blanca; viaja en locomoción colectiva. Cabello negro, un metro cincuenta y siete, ex policía, "fecaba" en la calle en Perú; en Madrid es obrero.

Nevado Solimana está enfermo, de colitis, se toma una píldora, llega con atraso a la construcción de un edificio en un distrito financiero, cabello blanco, ojos azules, mentiroso, obtuso.

Están de merienda en la "obra".

Nevado Ampato: Hay trabajo, eso es bueno, me agrada barrer y recoger escombros, con buenos zapatos de seguridad, overol y casco, yo ya tengo mis años, deberíamos celebrar mi cumpleaños fornicando con "putas", ¿qué les parece?

Nevado Coropuna: No hay dinero. Tenemos que reunir para continuar viajando, ¿más de setenta años tienes?, te ves bastante bien, yo olvidé mi edad, sólo sé que fui policía, me retiré, o ¿me echaron?, no recuerdo. Se vive muy mal en Perú, yo tuve una oportunidad pero no pude aprovecharla. Policía es muy bueno, pero mala la paga para correr tanto riesgo. Aquí, barriendo y recogiendo escombros, ganamos poco, pero tenemos nuestro departamento, es bueno viajar, hemos conocido mucho y recién estamos comenzando, ¿cuánto tiempo llevaremos de viaje?, no lo recuerdo.

Nevado Coropuna: Llevamos arto, ¿no lo recuerdo?, partimos en Arequipa, viajamos por el Amazonas, llegamos hasta Panamá y allí… ah, no quiero recordar lo que nos sucedió en Panamá, menos en Colombia, sí que sufrimos con los piratas, ¡eran piratas!, y se decían ángeles, qué desgracia la nuestra, casi perdimos la vida, bueno fue, escaparnos.

Nevado Solimana: ¿No eran ángeles?

Los Nevado comen en "choca", la inmundicia es total, ellos son obreros mal pagados, por lástima les dieron el trabajo, son obreros sin especialización, rogaron al jefe y el jefe se compadeció, ellos sólo barren y recogen escombros, y de cuando en cuando, mezclan a pala, cosa poco usual. ¡Barrer!

ESCENA 2

NEVADO que tiene colitis se serena, ya se siente bien.

Han terminado de comer, toman una escoba y barren, hay gente por allí caminando, tosen, "no barran, por favor", "perdón", replican los Nevado.

Da escalofrío pensar en la pobreza.

El jefe se acerca, consulta al Nevado con colitis, el Nevado responde, "estoy enfermo", el jefe le explica que llegar tarde es causa de despido. El Nevado llora, el jefe tiene piedad, "¿enfermo de qué?", Nevado responde, el jefe se asusta, "¿te sientes bien ahora?"; Nevado responde positivamente.

Trabajando conversan:

Nevado Solimana: Yo estoy ganando mucho dinero (miente), cómo soy Peruano y en el Perú se construye muy bien, tendremos que trabajar juntos, me dedicaré a los "vidrios", a instalar paneles a gran altura, estoy especializado en eso, yo tengo experiencia, me dedico a barrer por solidarizar con ustedes pero, yo ya no podré más, el gerente me pidió asesoría técnica, tienen problemas con los paneles, hoy no marcharé temprano, hoy no llegaré al departamento, avisen a Francisco para que no se preocupe. Hoy pagan, tengo dinero y es mucho.

Nevado Coropuna sospecha que, Nevado Solimana gastará el dinero el "putas".

No le pide explicación pero no calla. Su instinto de ex policía le advierte, que está mintiendo, pero su mentira es bastante descarada, ellos ganan un jornal de miseria, ya que no tienen papeles. ¡Miseria!, es lo que viven.

Nevado Coropuna: Si tienes harto dinero, me parece bien, Mariela y Mollendo son los encargados del "tesoro" en común, hay que pagar el departamento, el agua y la luz. ¿Cuándo llegarás?, ¿de amanecida?

Nevado Solimana: No, no sé, creo que, de amanecida no, mañana, mañana, aquí, en el trabajo, estaré vestido de traje de ejecutivo.

Nevado Ampato: ¿Qué?

ESCENA 3

UN PROSTÍBULO, un departamento prostíbulo, con una rusa. No describiremos ni el diálogo ni el "acto", por pudor.

ACTO 2

NEVADO SOLIMANA tiene mucho sueño, la "rusa", le exprimió. Le hacen preguntas sobre el dinero, "me voy a casar con una rusa", los Nevado le felicitan. "¿Y el aumento?", "no, no, lo rechacé", miente.

Monólogo de Nevado Ampato:

—Yo daría mi vida por casarme con una "niña" de unos cuarenta años y convertirla en mi mujer, yo daría mi espíritu d conductor de tren, yo daría mi esperanza peruana por amar, pero, estoy solo y soy viudo, tengo más de setenta años, ¿y qué hacer?, yo vivo del recuerdo de la Estación de tren? Vivo rodeado de recuerdos, ahora soy más feliz recorriendo el mundo, ¿qué será de mí?, llevaremos hasta Berlín, París y Roma. La vida tiene su sentido, ahora tengo trabajo, mañana tal vez no, pediremos limosna, soy viejo pero alto, un metro noventa, ojo azul, lo perdí en un accidente de tren, lo perdí y ya era viudo, no hubo muertos, sólo mi ojo, me golpee demasiado fuerte el rostro. ¿Qué será de nosotros?, ¿Qué con escoba aseamos la edificación del edificio?, pero en la calle, ¿qué será de mí?, que ya soy muy viejo.

Pensamiento de Nevado Ampato mientras trabaja de barrendero de una obra de un edificio en Madrid:

—…He perdido mi vida trabajando, tuve trece hijos, creo que ahora lo recuerdo, pero siete, ¡son siete!, los que crié, ¿qué habrá pasado con el resto? ¿Los habrán asesinado? Manuel, Jorge, María, Esteban, Josué, Enriqueta, Flor María. Todos mis hijos, oh, qué lamentable, todos son pordioseros, no les pude dar educación, ¿qué será de ellos?

María Flor es prostituta.

Enriqueta contrajo el SIDA. Era "toplera".

Josué está en la cárcel por monrero.

Esteban se ahorcó. Era adicto a las anfetaminas.

María es evangélica.

Jorge, carpintero.

Manuel guardia de seguridad (pero todos ganan un miseral, excepto María Flor).

—…Si yo pudiera contener mis lágrimas, si yo pudiera contemplar Perú como hombre puro, si yo pudiera amar la vida, si yo pudiera vivir alegremente, si yo pudiera amar a mi ex mujer, a Jazmín… Yo, yo, yo daría mi vida por Jazmín, ella fue asesinada, la degollaron. A mí me crucificaron y a Jazmín la degollaron, tenía tres concubinas, todas llamadas, María, las partieron a hachazos por la mitad. Jazmín murió decapitada. Eran amantes de Satanás.

Querella entre hermanos:

—María Flor, ¿murió la mamá?

María Flor piensa: Soy prostituta y gano mucho dinero, me agrada el "sexo". Pero, amaba a mi madre, fui pordiosera, pero no soporté la pobreza. ¡Me gusta el "sexo"!, eso es todo.

María Flor es bella, está llorando.

—Yo tengo vergüenza de mí. Soy "toplera".

—¿Qué?

María, que es evangélica, tiene pavor. Murió Esteban y Josué está en la cárcel.

El carpintero guarda silencio.

ACTO 3

NEVADO SOLIMANA: Me estoy cansando de tanto trabajar, deberíamos dedicarnos a la vagancia, esto de barrer y de barrer ya me tiene harto, estos madrileños, no somos esclavos. ¡Dios!, no me subieron el sueldo, me quedaré de barrendero toda la vida, ¡no!, me caso con una "prostituta" rusa que conocí, me gasté todo el dinero.

Nevado Coropuna: ¿Qué?

La liviandad de los pensamientos, la liviandad del lev motiv, la liviandad de las acciones humanas, la liviandad de los secretos divinos, ¿qué será de mí?, ¿que fui crucificado?

Nevado Solimana: Me agradó, es, es… fue tremendamente exquisito.

Nevado Ampato: No tendremos dinero para pagar el arriendo del departamento. ¿Qué has hecho?

—Nada, nada, nada.

Los Nevado ríen.

LA SONRISA de Mariela era hermosísima, de una pureza tremenda, tuvimos que sacar dinero de nuestros ahorro, los Nevado gastaron todo. ¿En qué?, no sabemos. Mollendo los reprendió, eran peruanos, nuestros hermanos.

Tomé de la mano a Mariela, la invité a la plaza Tirso de Molina, nos fuimos caminando. Era domingo, nadie había, me sorprendí. Me recosté. Mariela llevaba su pandero. Tenía deseos de danzar, pero, yo le indiqué que más tarde podríamos danzar, "¿danzar tú?", me reí, hablaba en doble sentido. Quise besar a Mariela pero ella era muy recatada en público, me dio un beso en la mejilla: la vida era tan bella en la plaza Tirso de Molina, era bastante tarde, quise improvisar un poema pero, no pude, no andaba trayendo el libro de Pepe Casa de Castro, a Mariela no le importó. "¿Te casarías conmigo?", le pregunté. Mariela entristeció.

La vida es de belleza, la vida es de hermosura, la vida es de beatitud, la vida es de hermandad, la vida es de "raza humana", pero pura, la vida es de cristiandad, la vida de besos en la piel, la vida es de trabajar honradamente, la vida es de comer pan.

Mariela no soportó más:

—Te amo, Francisco, te amo, pero no quiero hacerte dañoTengo un secreto que me carcome el alma

—¿Qué te sucede, Mariela?

—Nada.

La vida era de primoroso ardor, la vida nos sostenía a empellones por las noches, la vida era Mariela Ruiz, la vida era su "vida". ¿Qué hacer?, ¿de qué modo vivir?

Yo estaba tranquilo pero quería amar, casarme, tener familia, hijos tal vez, regresar a Chile y terminar mi profesión, pero Mariela era millonaria y yo muy pobre, ¿los padres me aceptarían?

Tuve miedo por mí.

—¿Cuánto tiempo llevamos vagabundeando? —pregunté a Mariela.

—No lo recuerdo. Sólo sé que, tengo dieciséis.

Reímos.

—Yo te conocí con dieciséis. ¿Recuerdas dónde?

—Sí, sí, lo recuerdo pero callaré…

Mariela me abrazó y nos besamos.

La vida era tan diáfana, la vida era segregar saliva y besarse a escondidas, la vida era tenacidad, la vida era caminar a casa, la vida era dormir, la vida era trabajar, la vida era conocer Madrid, la vida era viajar. ¿De qué modo podría yo vivir?

—¡Danza!

Mariela danzó para mí.

Uribe, Crucificado

Infierno

ESTOY POSTRADO, unos ángeles, al morir, me han llevado por catacumbas. Juicio hubo: "¡adúltero"!, me gritaron tres "Ángeles de Fuego". Me clavaron a la cruz, en la roca viva. Aúllo de dolor por la eternidad.

Mi primera locura fue por hechicero, ignoraba que jugar con péndulos era pecado aborrecible, un demonio del pescuezo me agarró, hice misa satánica, sin saberlo, me "masturbé" con papel de Biblia, sin darme cuenta, estaba completamente enajenado, un crucifijo, obsequio de la folclorista, Raquel Barros Aldunate, mi directora de Cultura, fue enterrado en mi "ano", por la escusado lo lancé, tiré el tirabuzón, el papelero del sanitario en mi rostro, después me bañé, mi ex mujer, Sofía de la Luz Gómez Aravena, dormía, la casa es un dúplex, en Zapadores, remodelación Santa Mónica, comuna de Recoleta. Escribí un libro satánico dictado por el demonio. Me desnudé completamente, ya era otro día, llegaron los carabineros, me dio rabia, "¿por qué has llamado a los pacos?", dije a Sofía, subí al segundo piso, me vestí, "engrupí" a los pacos, me fui al trabajo, enloquecí, al llegar a casa, Sofía estaba aterrada, rompí sus ropas y le dije porquerías que había hecho, esto sí que no lo cuento, ¡no!, ¡no me obliguen!, me "masturbé" con las bragas de una de sus hijas que era muy bella, en dos oportunidades, ¡no me obliguen que estoy clavado a la cruz, ¡no estaba loco aún!, ¡no estaba loco! Me llevaron a un sanatorio, me encerré en el baño, mi padre estaba allí, afuera y mi madre. Abrí, había dos "mastodontes" que conducían una ambulancia, estaba completamente enajenado. Raudos por avenida Recoleta. Al llegar, me trencé a golpes con los "muchachos", pero aquello no lo recuerdo, eran fuertísimos, al salir de la casa de Sofía grité: "¡te amo!, me habían puesto una pistola en la cabeza. No recuerdo mucho, una mesa de ping pon. Una camisa de fuerza me colocaron pero yo me la desaté: mano derecha, mano izquierda, la enfermera, que era muy mayor, se asustó, le hice el signo de que quería solamente dormir; al amanecer llegó el doctor Rojas, cubano, psiquiatra, cobraba una fortuna, mi padre dijo: "prefiero verlo muerto antes de loco". El doctor estudio en la Universidad de Chile.

—Eres bipolar.

Me explicó.

—¿Bipolar?

Me dio un remedio llamado zyprexaolanzapina, que mata personas y genera obesidad. Durante dos años las consumí. Me declararon bipolar por más de cinco años, laboratorios "Lilly", importado y distribuido por laboratorios "Recalcine", avenida Carrascal 5650, Santiago de Chile; "Lilly", Ginebra, Suiza.

Yo estudié el tema en Internet: "un bipolar es…"

Me di cuenta de que no era bipolar, pero todos los médicos me lo indicaban, hasta una doctora me dijo: "con sólo observar tu rostro sé qué tipo de bipolar eres". Un bipolar tiene que ser al menos depresivo y la bipolaridad se demora diez años en descubrirse, la mayoría de los bipolares se suicidan y tienen una desaforada actitud "sexual". El zyprexa era costoso, el estipendio de bibliotecario que yo recibía, ¿no sé cómo mis padres costearon el medicamento?, el doctor Rojas cobraba una barbaridad, tenía su número de celular, si me sentía mal lo llamaba, además sufría de "crisis de pánico". Me cambiaron el medicamento, otra psiquiatra, en un instituto de psiquiatría particular en frente de la "Posta Central de Santiago de Chile", tuve psicóloga, no quiero hablar de las psicólogas, las encuentro bellísimas, ¡las encontraba!, ¡las encontraba!, si estoy clavado a la cruz.

Me dieron Respiradora de 3 miligramos, dormía como un oso, con el tiempo fui disminuyendo la dosis, hasta 0 75, tomé mate y enloquecí, al psiquiátrico de avenida la Paz caí loco nuevamente: Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak, me declararon bipolar también, año 2010, me dieron litio, me destrozaron la tiroides, estaba obeso, con los triglicéridos en 500. Me escapé del psiquiátrico tres veces, llegué al aeropuerto internacional de Santiago de Chile en taxis y a pie descalzo, ¡no pagué el taxis!, ¡no pagué! Después me fui a Plaza Italia, pensaba que los rusos me llevarían a Barcelona, abría las puertas de los autos en la madrugada, bajé al subterráneo, en Santiago se le llama "metro", me di cuenta de que se me acercó un guardia de seguridad, me llevaron donde unos carabineros, la carabinera se reía mucho, era bastante guapo, sobre todos mis ojos, la tercera vez llegué en taxis, a la casa de mi ex suegra, en Recoleta, recé y recé, llegaros los carabineros y se marcharon, recé y recé sin detenerme.

Al fin, me conectaron electrodos y se dieron cuenta de que no era bipolar: fui epiléptico sicótico toda mi vida, me drogaban pero pude vivir. Qué injusticia, esto de estar clavado a la cruz.

Tuve visiones extrañísimas, olía la mierda de Satanás, le escuchaba reírse de mí, monstruos de la antigüedad, satánicos, soldados nazis me atacaban y, al manicomio. Nadie me visitaba, sólo mi familia, qué terror, en el año 2012 caí dos veces más por culpa de un psiquíatra que me quitó la Respiridona, le indiqué, "usted me mandará al manicomio", tal fue, le indiqué cuatro veces, no hizo caso, era Dios o se creía. Espero que también esté en la cruz.

El 2013 caí una vez.

Agonicé. No podía moverme. Agonizaba con tan sólo 45 años de edad. ¿Qué me habrá sucedido? Lo ignoro.

En el primer psiquiátrico, recé el Padre nuestro pero satánico, fue horrible la experiencia, pedí perdón a Dios por todos mis pecados, me colgué una gargantilla con una cruz y una estrella de David, de nada me sirvió, ¡me clavaron a la cruz!, ¡me clavaron!

De pronto vienen ángeles y rezan: de la cruz, no hay salvación, hay que vivir de este modo nada más. De cuello clavado, en plena garganta, de muñecas, de caderas y de pies. Duele horrendamente, escucho los aullidos, son imprecaciones a Dios, yo amo a Dios, intenté no pecar pero, no pude, "¡la lívido!, ¡la lívido!", grito.

Mucho asco hubo en mi vida, pero fui un buen padre, abandoné a todos mis hijos, pero no económicamente, los amé pero, ellos están en… ¿dónde estarán? Recuerdo un poema, fui poeta pero no satánico, ¡te odio, Satanás!, ¡te odio!

—No hay que odiar —dice un ángel—, hay que amar.

Recité un poema al ángel… ¿Piedad?, ¿tendrán piedad conmigo…?

EL PEREGRINO

Un cabello de mi barba puede extender

el mundo.

Me someto a fuerzas incontrolables.

Retengo este brote de angustia que adorna

mi rostro.

Mauricio Uribe somete su cuerpo

a laberintos.

Retozan los peces para que yo exista.

El peregrino desnuda su túnica.

Me acerco y beso sus pies.

Brotan yerbas silvestres

para que su cabeza aprisione mis labios.

Sendos clavos rasgan la piel.

Me observo en su iris

y comprendo el significado

de estas palabras.

Un cabello de su barba es el universo.

La paz duradera es el rostro del hermano.

Le hago pasar a mi habitación.

Estoy desnudo.

Mi casa es un libro de páginas fantasmales.

Me conmuevo porque su piel

es transparente.

Sus manos salpican follajes de antiguos

mundos.

Me sumerjo en su corazón

para saciar esta sed de tiempo.

Cristo desnuda su túnica

para que pueda contemplar el mundo.

Me estremezco

pues sólo veo

una casa de páginas fantasmales.

EL ÁNGEL me mira emocionado.

—¿Por qué te condenaron?

—¡Por degenerado!, ¡por degenerado!

—No creo. ¿Renegaste de Dios?

—Le seguí hasta la muerte.

—¿Qué sucedió entonces?

—¡Me violaron!, ¡me violaron!

—¿Quién?

—¡No!, no quiero recordar, ¡sacadme de aquí, que quiero olvidar…!

—No podrás olvidar jamás… ¿Pecaste mucho?

—Sí, sí, pero me arrepentí en vida, sólo fui adúltero, infiel a dos mujer, las que me dieron hijos, ¡cuatro!, daba todo mi dinero, absolutamente todo ¡y me clavaron!, ¡qué injusto es Dios!

—Tú tienes secretos, eso es todo.

—Habla y te desclavo.

Hubo silencio entre ambos.

—¿Quieres otro poema?

—¿Quiero que me digas la verdad?

—¿Quién?

—No puedo decírtelo.

—¡Dímelo por favor!, ¡dímelo!

—Te leeré un poema, con eso basta, no quiero hablar, merezco el castigo, escucha, escucha, que duele horrores y yo no impreco, no impreco, amo a Dios…

El ángel me mira y escucha.

—…SABIDURÍA DE NOCHE DE DIOS

"Todos duermen aconteciendo en la vida,

Todos son mis hermanos, hasta el merodeador.

Yo he incinerado las cosas para vivir en Dios,

Porque soy su hijo. Todos somos hijos de Dios.

Pero, yo he renunciado a la vida material.

No tengo auto. Quisiera.

No conduciré.

Mi mente está en catalepsia pensando en las estrellas.

Yo bogaré en vos, Padre mío, porque soy un ángel.

Voy con mis zapatos sin calcetines

Caminando bajo el sol.

Dadme de beber porque tengo hambre de vos.

Yo deseo dormir a conciencia de la vida misma.

Periclitando o envolviéndome en el hado.

Soy magnífico porque Cristo está en mí.

"Hermano, vos sois mi sabiduría. Mi todo".

Me refugio en el alma ancestral. Me refugio en el antro de la vida.

Seré pedernal. Seré poeta hasta morir.

Adiós. Me despido de vos, ancestro mío".

—Intentaré desclavarte, ¿tienes que decirme quién te violó?

—¡Una degenerada!, ¡una degenerada!, cuando yo tenía diez años, ella cinco años, me arrodillé clamando a Dios pero, no pude resistir, eso es violación consentida, no daré nombres porque me da asco…

—¿Quién más? —interrumpe el ángel de mirada amorosa.

—¡"Satanás"!, ¡"Satanás"! No quiero indicarte lo que hice, es aborrecible.

—¿Y?

—Me violó un degenerado, un poeta.

—¿Nombre?

—¡No!, ¡jamás!

—Si me lo indicas, te saco de la cruz. Te llevo al Purgatorio, donde tu amigo Alfredo Vera.

—¿Qué Alfredo?, pero si Alfredo se quitó la vida el 2001, el once de septiembre, en la masacre de las Torres Gemelas.

—¿Dime o te clavo más? ¡Dadle de azotes!

Unos ángeles tremendos me azotaron durante veinte días, en el Infierno no se pierde el conocimiento, sangraba profusamente.

El ángel me miró dulcemente, preguntó:

—¿Y?

—Callaré.

—Dime en silencio y sabré.

Apenas estaba vivo de tanto dolor.

Le grité el nombre, le grité.

—¡Sacadlo !, ¡sacadlo de la cruz…!

Agradecí al ángel.

—Fueron violaciones "consentidas", no quise ser adúltero, no quise.

Escuché un murmullo extraño y me dormí.

Estaba muerto, ahora realmente muerto.

—¿NO ESTABAS en el Infierno…, maestro?

Alfredo se sorprende, nos cambian a una habitación con tres literas.

Estoy adormecido.

—Tengo los estigmas —dije.

—¿Quién eres? —pregunta un muchacho.

—Soy Uribe.

—¿No me recuerdas?, nos conocimos en el psiquiátrico, el once de septiembre del 2001, soy Francisco.

—Ah, sí, el esquizofrénico de avenida Dorsal, el amante de jazz.

Nos contemplamos.

—¿Qué sucede?, ¿dónde estamos?

—En una celda, en el Purgatorio…

—Yo tengo que estar en el Paraíso —interrumpí.

—¿Tienes los estigmas? —preguntó Alfredo.

—No, no, estuve clavado a la cruz, en el Infierno, no quiero recordar, ¿ya?

Alfredo murmuró:

—Tiene los estigmas, es un santo.

—Sí, sí, tiene los estigmas; del infierno, nadie escapa; es imposible. ¡Tiene los estigmas…! Recita un poema, Alfredo, para que despierte.

—…AVE DE PARAÍSO

Yo canto

Porque deseo cantar

A las aves del cielo.

Amar en

Desolación.

Yo canto

Por cantar.

Ay de mí,

La vida

Es un canto.

¿Te agrada, Uribe?

—Buen poema, lárico. ¿Te agrada Jorge Tellier todavía?

—Mucho…

La eternidad es vivir en Dios, la eternidad es vivir en Cristo, la eternidad es vivir en agonía, la eternidad es contemplar a Dios; Y este Dios, es de apariencia humana. Vivir en Dios, amar a Dios, demostrarle amor, vivir, vivir en Dios, amar, ser consecuentes, pedir perdón por nuestros pecados, sin embargo, Dios no perdona, hay que sufrir por el perdón, ¡sufrir!

Alfredo se diluye en mi mente, le contemplo, no tengo fuerza, estoy atrapado, me miró las manos y, realmente tengo los estigmas. ¿Qué habrá sucedido?

—¿Cómo te llamas? —dije, contemplando a un ser espiritual que entró en la habitación—, yo a ti te conozco.

—Maestro, soy Uriel, perdonadme…

—¿Arcángel?

—Sí, venid, quiero hablar con vos.

—No puedo, no puedo, los estigmas.

—Si queréis ascender al Paraíso, ayudad a estos dos a encontrar a Dios. Vos podéis. Alfredo se quitó la vida y Francisco enloqueció, ayudad y ascenderéis al Paraíso…

—¿Y ellos?

—Todos pueden ascender… ¡Tú me conoces!

—Sí, sí, te conozco, ¿por qué tuve una hermana degenerada y bruja?, ¿está en el Infierno?

—No puedo indicarte dónde está, tienes los estigmas, dame un abrazo…

—No tengo fuerzas —interrumpí—, dame un abrazo tú.

El Arcángel de Dios me abrazó.

—Venid y rezad, el maestro os ayudará… ¡Contemplad a Dios…!

—¿Qué tengo que hacer?

—Enseñad, eso sabéis hacer.

—Yo puedo enseñar a Alfredo pero, y ¿a éste? —indiqué a Francisco.

—Mostradle el camino de Dios.

—Eso haré, pero de manera desinteresada, ¡tengo sed!

—Dadle ambrosía.

Unos ángeles me ayudaron.

—Gracias.

Uriel se despidió, al cinto llevaba un hacha y una espada de fuego, un metro noventa, pelo cortísimo y rubio: Uriel me miró con tristeza, lloré amargamente, Alfredo se arrodilló, Francisco se humilló, habló incoherencias, todavía se sentía enfermo. Alfredo habló, pero no escuché, me desmayé, desperté de noche, habían pasado mil años, desperté en el Paraíso contemplando a Dios.

—Padre…

—¡Hijo!, venid y abrazadme. ¡Venid!, todo ha concluido…

El Paraíso era bellísimo.

—¡Pedro!

—Maestro…

—¡Juan!

—Maestro…

—¡Jesús!

—Hermano, ¿dónde están mis hijos?

—Contrólate, Mauricio, contrólate, tus hijos están por allí.

—¿Quién eres?

—La virgen María.

—Oh, qué hermosa eres; y tan joven.

—Duerme, mañana podremos conversar…

Me dormí profundamente.

Plaza Tirso de Molina

BARRÍA LAS calles, allí estaban los ángeles "muchacha" estudiando, la más linda era María Soledad de las Mercedes, yo estaba sucio, no me reconocieron, tampoco me miraron, yo era un vagabundo. ¡A barrer las calles nada más! Llevábamos un par de meses. ¿Qué hacer?, allí estaba María Soledad de las Mercedes, estudiando. ¿Qué hacer?, me pregunté.

Terminada la hora laboral, me duché en el trabajo y me cambié de ropa, fui a plaza Tirso de Molina, hallé lo que deseaba, el olorcillo a "muchacha", de María Soledad de las Mercedes, pero ella ya no estaba. Qué tristeza la mía, era tan hermosa, alta, rubia, de unos ojos penetrantes y azules. ¿Cómo no amarla? ¡Oh!, pensé en Mariela, tenía curiosidad, tenía hambre de amar a un ángel.

—Hola…

Allí estaba María Soledad de la Mercedes.

—Te vi trabajando y barriendo las calles, me agradas mucho pero tienes novia, yo soy millonaria, ¿quieres acompañarme a mi casa?, vivo sola, tengo veintitrés años ¿y tú?

—Más de veinte.

—¿Estás enfermo?

—Yo, no, no…

—¿Me acompañas?

—No, no puedo, estoy enamorado de ti.

María Soledad de las Mercedes no se inmutó.

—No te haré daño.

—No, no puedo.

—Es sólo una invitación, no quiero un romance, tú tienes novia y yo no tengo novio.

—No puedo.

—Entonces tranquilo, cuídate.

María Soledad me abrazó, todo su cuerpo lo sentí, cuerpo de atleta. Qué hermosa era, perfecta.

—Aparentas diecisiete.

—Sí. Cuídate, te quiero mucho. Tal vez otro día, cuando no tengas miedo.

—No, si no tengo miedo.

—¿Te llevo a tu casa?

No pude negarme.

—¿De dónde eres?

—De Chile.

—Ah, el país de Neruda. Yo soy doctora en literatura, tengo una maestría en gramática y tres maestrías en altas finanzas. ¿Y tú?

—Estudiaba pedagogía y quiero ser psicólogo, llevamos varios años vagabundeando por América y Europa.

—¿Qué conoces de Europa?

—Eh… sólo Madrid.

—Yo conozco toda Europa. Yo vivía en un castillo pero mis padres me echaron a la calle, me querían obligar a estudiar ingeniería civil, no me agradan los números, entré a la universidad a las catorce años, trabajé de camarera, mi abuelo me obsequió cien millones de euros, ahora soy financista y soy dueña de una editorial, pero no tengo novio, me agradaría tener uno que respetara mis condiciones, casarme virgen y para toda la vida, quiero tener tres hijos, cuando cumpla cuarenta años, cuarenta y tres y cuarenta y cinco, estoy enamorada…

—¿De quién? —interrumpí.

—De la vida… ¿Por qué no vienes a mi casa?

—Bueno.

María Soledad de las Mercedes me llevó a su casa en una todoterreno Mercedes-Benz.

—Aquí vivo yo. ¿Tienes miedo?

—Sí.

—No te preocupes, yo no muerdo, yo no he tenido novio, no sé besar. Tampoco me quiero quedar contigo, te quiero mostrar mi casa y que me cuentes de tu país.

—¿Mi país?, es muy feo.

—¿Feo? ¿Y Valparaíso?

—No conozco Valparaíso pero he estado allí, hay mucha pobreza en Valparaíso.

—¿Mucha?

—Sí, mucha —dije.

—Entra, no tengas miedo, no hay perros.

La casa era tremendamente hermosa, tres hectáreas de jardín, quinientos metros la casa, más una cocina inmensa y una biblioteca soberbia. Había más de cuarenta pinturas de europeos jóvenes pero famosos.

—Sí qué tienes dinero.

—Yo vivía en un castillo, yo…

Me contó la historia de su vida, lloré amargamente, me mostró el gimnasio.

—Me agrada levantar pesas y danzar, todos los sábados y domingo. ¿Quieres que dance?

—¿Danzar?

—Ah, ya bueno. No estoy enamorada de ti, yo estoy enamorada del hijo de Dios.

—¿De hijo de Dios?, qué extraño, ¿serás monja?

—No, no, no, es un secreto.

—Me tengo que marchar.

—Yo te llevo.

—No le digas a Mariela.

—Bueno. ¿Este domingo podrías ir a la plaza?

—Sí, sí, iré solo.

—No, no anda con Mariela.

—¿Y por qué no danzas allí?

—Es que yo uso malla.

—¿Malla?

—Sí.

—Bueno, danza.

—Me esperas un poco, tengo que cambiarme de ropa, no hay nana, confío en ti.

¡Dios qué espanto!, la mujer más bella del planeta ¿danzando para mía?, tuve miedo de morir de espanto.

Su cabello era ondulado y rubio, un metro setenta, noventa y tres de bustos, sesenta de cintura, noventa de caderas, delicadísima, bellísima, oh, qué muero de amor.

Su malla era ajustadísima, no quise mirar, danzó durante dos horas, una coreografía moderna, quise besarle los pies, quise casarme, sí, casarme con ella, cuando acabó, estallé en lágrima.

—¿Y no tienes novio?

—No.

Entristecí. Pensé en Mariela. Pensé y no pude soportar.

—Estoy enamorado pero de ti.

—No te preocupes, tengo muchos pretendientes, estoy acostumbrada, ¡toma!, yo te paso dinero, para el radiotaxis.

—Gracias.

—¿Te gustó el baile?

—Sí.

—¿Y la música?

—Mucho, eres perfecta y muy bella.

—Ya, olvídalo, márchate ahora, que tengo que pensar.

María Soledad de las Mercedes me dio la mano y me marché a casa con el corazón destrozado. No pude mirar a Mariela durante tres semanas. Estaba enamorado, estaba locamente enamorado.

Huzk[93]como en jünha[94]No pude soporta la dicha de/amar/a/escondidas/la/sonrisa/de/una/dama/aristocrática. La vida era, de ternura, de locura, de éxtasis. Mariela me pedía amarla pero yo no pude, "es que estoy muy cansado", el choque/fue/terrorífico./La/ "dama"/ era/impresionantemente/dulce/como/un/caracol/que hay/que conquistar./Fui/ solo/a/la/plaza/pero/María/soledad/de/las/Mercedes/no/asistió/nunca/más./Había/ascendido/a/los/Cielos./Era/un/ángel/"muchacha"./Fui/a/su/casa,/me atendió/una nana.

—La "niña" se casó…

Se rompió mi corazón.

Qwqan[95]hwlku[96]pñoñooz[97]Yo era feliz con mi Mariela pero, María Soledad de las Mercedes había destrozado mi espíritu, me mantuve casto, hasta que no resistí, ¡Mariela me violó!, yo no quería, ¡me violó!, succionó todo mi cuerpo, pero, yo no pude besarle su cuerpo, ¡no pude!

—¿Qué te pasa?

—Estoy enamorada de otra…

Mariela me goleó hasta cansarse…

—¿De quién?, ¿de quién?

—De un ángel.

Mariela se tranquilizó.

—Ándate de mi habitación.

Pensé en mi adorada y en su "himen" roto. Se había casado al fin y al cabo. ¿Con quién? Lo ignoro. Qué mujer tan bella, la más bella del mundo. María Soledad de las Mercedes, ¡no te olvido!

Hwhá[98]

Fui a la plaza Tirso de Molina pero la tristeza me embargo: las "muchachas" estaban allí, Mariela estaba enojadísima, tres meses durmiendo en el sofá, al fin me aceptó, no hubo "sexo", no pude, "¿qué te sucede?", me preguntó, "bueno, ¿un mes?, ¿te parece?", pasado aquel tiempo, pude realizarme pero no olvidar: María Soledad de las Mercedes no era real, era irreal, era…

—Maestro, léenos un poema de Pepe Casa de Castro —dijo una "muchachita" muy hermosa.

Se esfumaba la realidad en todos sus sentidos, la realidad era María Soledad de las Mercedes, la realidad se descomponía de una danza tremendamente erótica, María soledad de las Mercedes era purísima pero de una belleza y de un erotismo sin tregua, ¡no pude soportar!, ¡no pude!

—…Mariela, ya no te amo, ya no…

ALMORZANDO EN CASA

Mollendo Cocina

—ES BUENO estar en casa —dijo Mariela.

Olor a pescado y a arroz, olor a comida casera, era día sábado, Mariela no danzó, estaba deprimida, de los Nevado nada sabían, pero sospechaban, "¿por qué duermes en el sofá?", "no, por nada", respondí.

—Es bueno comer en casa —replicó Mollendo—, a lavarse la manos.

Los Nevado no eran muy elegantes, Mariela elegantísima. Tocaron a la puerta. Abrí, oh, sorpresa, era Pepe Casa de Castro.

—¿Y tu mujer?

—¿Quién?

—¿Cecilia?

—Me separé…

Me sorprendí.

—Vivo con otra mujer pero tiene un "amante", todos los sábados ella…

Pepe Casa de Castro lloró.

—Es canadiense.

Mariela se sintió conmovida, no había más comida.

—¿Almorzaste? —preguntó Mollendo.

—Perdí el trabajo, ahora barro las calles de nuevo, mis hijas murieron; Y descubrí…Y mi mujer, bueno, mi amante, vende pornografía a…

Contó con los ojos llenos de lágrimas.

—Ya no quiero vivir más esta agonía, me vengo a despedir. Pepe sacó un revólver y se quitó la vida.

La sangre salpicó a Mariela, Horrorizada, aulló.

—¡Llamen a la policía!, ¡llamen a la policía! —grité yo.

Los paramédicos nada pudieron hacer.

El funeral fue muy sencillo, Cecilia no asistió, Cecilia también se había suicidado. Se ahorcó. Se había convertido en prostituta. Qué pena por Cecilia Torres. Asesina, drogadicta pero fue una gran madre y amante esposa. La canadiense volvió a su patria, se sintió muy mal con la muerte de Pepe. Hubo investigación. Francisco tuvo que declarar, cómo eran ilegales, los echaron del departamento. Llevaban sólo un año en Madrid, se escondieron en casas de madrileños honestos, no tuvieron trabajo ya, miseria vivieron.

—¿De qué comeremos? —preguntó Mollendo, que dormían en un sótano de un curita africano.

—Hay que gastarse los recursos. No podremos salir por un año.

—Oh, qué espanto, aquí es completamente insalubre. No tendremos intimidad —dije.

Mariela quería "sexo". Pero, ¿dónde?, y ¿cómo?

—¿Me perdonas, Mariela? —dije.

—¿De quién te enamoraste?

—No, no de nadie.

—¿Y por qué nos has querido acariciarme?

—Encerrémonos en el baño.

—Es insalubre.

—¡Vamos!, hay una ducha.

—¿Una ducha?, ah, qué bien.

Nos amamos intensamente, fue vergonzoso pero nos amamos.

Mariela se tranquilizó.

—¿Eres virgen? —me preguntó.

Obvié lo acaecido en el Amazonas.

—Sí, somos vírgenes.

—Qué lástima por Pepe, ¿eran amigos?

—No, amigos no, pero…

Lo que no sabían los vagabundos, es que, Pepe agonizó durante un mes pero la bala no le asesinó. Pepe fue llevado a Barcelona; y se pudo recuperar del horror de contemplarse en Internet. Encontró trabajo de profesor y viajó a Chile becado por la Fundación Neruda. Pero, esto, ni Mariela lo supo ni yo.

—¿Qué habrá sucedido con Pepe Casa de Castro? —preguntó Mollendo.

Mariela no quiso contar.

—La droga, supongo —dije, melancólico.

—Francisco, tenemos que huir, hay que marchar a Francia.

—No hay dinero.

—Caminemos. ¿Tienes el lustrín?

—No, no tengo el lustrín, quedó en el departamento, construye uno, y lustra zapatos, Mariela danza y nos vamos caminando hasta París, allí nos irá mejor, la policía nos puede meter presos.

—Quedémonos unos meses aquí, un año, y después marchamos, ¿les parece?

—¿Un año en este sótano?, es mucho…

—El curita nos pude albergar —dijo Mariela.

—No vayas a quedar embarazada —dijo Ampato.

—No, no, yo soy virgen.

—Confiamos en ti, Mariela.

—No se preocupen, sé cuidarme, me casaré virgen, pero en Santiago de Chile. Hay que quedarse, aquí, escondidos, no podemos…

Interrumpí la conversación con un monólogo.

El curita nos reprendió, nos dio comida.

—Cuídense y crean en Dios —dijo.

—Hacía mucho calor.

—¿Hay ducha?

—Sí, sí hay ducha.

—Hay que bañarse entonces.

—Cocina algo, Mollendo.

—No podemos cocinar nada aquí, podríamos morir asfixiados.

—Cocina, no te preocupes —dijo Ampato.

—No, me niego, es completamente imposible.

—Pero, hay una cocina.

—No tiene gas.

—Ah, qué pena…

La claustrofobia fue tremenda y el olor nauseabundo, dormíamos en el suelo, tapados con frazadas, escuchábamos los cantos los domingos pero teníamos temor, ¿qué hacer?, ¡Pepe, desgraciado!, había abandonado mi trabajo de barrendero, la Plaza Tirso de Molina había sido abandonada, nada sabíamos del exterior.

Pasaron los meses y la vida se hizo insoportable, ya no había intimidad con Mariela, nos fuimos distanciando, tampoco danzaba, no había oxígeno, había agua, eso sí, pero agua helada, el invierno fue cruel, cumplido un año, abandonamos Madrid en las peores condiciones, ¡escapamos!, París nos esperaba, pero ¿cárcel en París?

Nos despedimos del curita, recordé los textos de los prisioneros políticos y de los ejecutados: un año enclaustrados, demasiado tiempo para no pensar, ¡Pepe!, ¡desgraciado!, yo pude trabajar de cuando en cuando, pero de barrendero, el resto escondido, también lustré botas, pero Mariela murió en vida, no danzó, olvidó danzar, olvidó amar, terminamos la relación, ya no hubo más caricias, al menos en Madrid.

Quise volver a la Plaza Tirso de Molina y, allí, estaban las "niñas" ángeles, excepto María Soledad de las Mercedes. La "niñas" estaban muy tristes.

—¿Qué sucedió con Pepe Casa de Castro? —preguntó un niña.

—Se quitó la vida.

—No, no, se salvó —faltaban dos días para marcharnos.

—Maestro…

—No Me digas, maestro, por favor —intervine—, soy "sudaca".

Las "niñas" entristecieron.

—¿Qué desean?

—Un poema.

—Uno de despedida, ¿ya?, nos marchamos a Francia.

—No, maestro, no te marches.

—Un poema.

Leí un poema amatorio a Dios:

—…"En el extremo oriente de la vida

Vive Dios con sus ángeles.

Yo soy sagrado para Dios, porque soy poeta.

Vivo amando a Dios; Y, de este amor, hay uvas.

¿Qué será de mí cuando muera?

Yo deseo amor, yo deseo paz, yo deseo

Esperanza. Amar a Dios es…

Símbolo de estrellas.

Yo te amo, Padre Celestial,

Te adoro con tal fuerza

Que ya no hay vida en mí,

Sólo hay soledad.

Padre, bendíceme…"

—¿Qué hermoso?

Las "niñas" se sintieron regocijadas.

—Tengo que marchar. Denme un abrazo.

—María Soledad de la Mercedes te dejó una carta. Aquí está.

Me sorprendí. Lloré de impotencia.

—¿Te tienes que marchar?

—Por culpa de Pepe Casa de Castro…

—Pero, está vivo, yo lo sé, sobrevivió.

—No importa, hay que marchar. Llevamos dos años en Madrid y un año, escondidos, en un sótano, yo trabajé de barrendero, pero…

—Sí, yo te vi —intervino un "niña"—, no tengas vergüenza, recitas muy hermosamente, cuídate. María Soledad de las Mercedes ya no está en España, se fue a Chile, se enamoró de un chileno.

Un dardo tremendo se contrajo en mi corazón.

"Fue hermoso conocerte, Francisco, pero, yo me enamoré; Y soy de un solo hombre. Tú tienes novia, te invité a mi casa por curiosidad, no quise hacerte daño. Te admiro. Voy a tu país a casarme, cuídate…"

Leí la carta, emocionado. La "niñas" rieron.

—¿Qué sucede?

—Nada. ¿Y Mariela?

—Nuestra relación, parece, está por culminar.

—¿Ella es virgen?

—Sí, es virgen —respondí sin tapujos.

—Yo podría ser tu novia pero no soy millonaria. ¿Qué hacer, Francisco? —la "niña" era bellísima.

—¿Quieres darme un beso?

—Sí.

Nos besamos apasionadamente.

—¿Cómo te llamas?

—No, es sólo un beso, yo tengo novio y no soy virgen, cuídate y que te vaya bien en Francia.

La "muchacha" se echó a llorar.

Me despedí.

—Adiós.

Nos abrazamos, todas las "niñas" lloraron.

—Adiós, Francisco, adiós, saludos a Mariela.

La separación fue atroz. Pero tuve que marcharme. Había dinero. Cómo trabajé a escondidas de barrendero, había dinero. Nos marchamos en tren, también caminado, nos marchamos, eso es todo.

Atrás quedó Madrid y María Soledad de las Mercedes, oh, qué enamoramiento. ¿Cómo no amarla?, ¿cómo no desearla?

Me volví loco de amargura, estaba enamorado pero, ya no de Mariela.

¿Qué hacer?, me pregunté.

No hubo respuestas, sólo el llanto solitario de un lustrabotas.

Barrio Latino

París

EL PANTHÉON, rue Clotilde, rue Clovis, rue Descartes, rue Thouin, rue du Cardinal, rue de Boutangers, Arènes de Lutèce: descansamos allí, nos recostamos, Mollendo caminó por rue Lacépède y, contemplando el atardecer, nos dormimos, había que buscar albergue, "¡el barrio latino!", grito Nevado Ampato, allí, podremos estar bien. Yo discrepé: "el barrio latino es un barrio de estudiantes, andamos mal vestidos, Mariela tendrá que danzar".

La dureza de París, la tibieza de la plaza de la Sorbona. Descansamos y marchamos a bares de copas: Bar Chez Georges en el barrio Saint-Germain. Mariela danzó, estaba cansadísima, yo lustré zapatos, ganamos dinero, nos bastó, buscamos una residencial y dormimos. De amanecida fuimos a los restaurantes a danzar y a lustras zapatos y por la noche iríamos a los bares de copas. Pershing Lounge con jardín colgante. La danza fue allí, espectacular: un pie danzando con la fuerza de la tempestad y con su pandero tocando con sus manos, danzar para Mariela era de belleza, con jardín colgante y hotel, qué maravilla. Recordé avenida Dorsal y no pude resistir, lustré zapatos y gamos mucho dinero, arrendamos unas piezas en el Barrio Latino, cerca de la universidad. Pershing Lounge con sus jardines colgantes, ay de mí, que belleza. Yo no comprendía tanta hermosura, recordé a María Soledad de las Mercedes y, en soledad, lloré. Había que danzar, había que lustrar zapatos. Nos reunimos con los hermanos peruanos y arrendamos, tres piezas. Bajo costo. Estábamos en París ya, la plaza de la Sorbona era fenomenal, con un estallido de agua y con la cópula al fondo, cuadricular. La Ecole Normale Supérieure, la Sorbona, el Palacio de Luxemburgo, el Jardín de Luxemburgo, el teatro de Odeón, la biblioteca de Santa Genoveva, el instituto del Mundo Árabe, por allí danzamos y caminamos durante tres años.

Había allí estudiantes, de varias nacionalidades, nos encontramos con uno peruano, que estudiaba filosofía.

Juan Carlos Reyes era su nombre.

—Hola, ¿cómo están?

El tipo hablaba muy bien el francés, le hablamos en castellano.

—Somos chilenos y ellos peruano.

—Ah, yo soy de Lima.

—¿Dónde viven?

—Por allí.

—¿Les invito a mi habitación?

—Bueno.

Nos marchamos con Juan Carlos Reyes.

La habitación era hermosa.

—Estudio filosofía. ¿Ustedes qué hacen?

—Yo soy bailarina —dijo—, Mariela.

—Nosotros somos obreros —respondió Mollendo y él estudia pedagogía y quiere estudiar psicología, estamos vagabundeando por el mundo, estuvimos en Madrid y ahora estamos en París.

—Vamos a un bar, yo les invito.

—¿A dónde? —preguntó Mariela.

Juan Carlos Reyes era amanerado. Pensó: Este Francisco es bastante guapo, pero la muchacha guapísima, podría yo, ¿seducirla?, ¿una chilena?, qué preciosura, la embriago y…

—L"eau peine bar, es económico, hay Happy Hour. Yo invito, yo invito. Pero, ¡a ti y a ti! —me indicó e indicó a Mariela.

Mollendo tuvo tristeza.

—Vamos a la zona roja entonces nosotros —dijo Ampato.

Juan Carlos reyes rió alegremente.

—¿Tienes dinero para invitarnos?

—Vamos en taxis, mis padres son empresarios del transporte, fabrican buses en Lima, Perú.

La vida era tenacidad y dulzura, la vida era sesgar la razón, la vida era de continuidad, la vida era de beberse una copas y de acariciar a Mariela, ¿qué era lo que nos sucedía?, ¿otro peruano?, pero blanco, no era pordiosero, era estudiante de la Sorbona.

Vivir para amar, Mariela le miró intensamente, yo me admiré, es verdad que, yo me había enamorado de María Soledad de las Mercedes, pero, enamorada Mariela de un ¿amanerado?

A Juan Carlos Reyes le llaman "mariposita", no por ser gay, sino porque eras feliz y festivo, de juerga en juerga.

—¿La zona roja? —pregunté.

Mollendo negó pero, los Nevado ya habían desaparecido.

—¿Y los Nevado?

Mollendo monologó:

—Son hombres al fin y al cabo, hay dinero, no te preocupes, tendrán que bañarse, fue bueno que nos compráramos ropa, parecíamos pordioseros, los hombres necesitan "sexo", son mis compatriotas y aquí hallarán "sexo", déjalos, tú tienes tu novia, yo estoy tranquilo, yo cuido de Mariela y tú dedícate a buscar trabajo, podrías dar clases de castellano, aquí entre los estudiantes, eso podrías hacer, sería hermoso, buscar "muchachas", cómo te gustan tanto…

—A mí no me gustan las "muchachas" —intervine—, yo estoy enamorado de Mariela.

Juan Carlos Reyes rió.

—Vamos al bar y conversemos. ¿Quieres ir? —indicó a Mollendo.

—No, yo buscaré trabajo.

La vida se constituía de un ir y venir entre el sesgamiento de la razón, la vida era prolongarse y no besarse a escondidas, la vida era vivir en París el amor de París, recorrer los lugares históricos y sus calles, danzando y lustrando zapatos. Éramos "ilegales", pero jóvenes. Los Nevado había huido, recordé un poema de Pepe Casa de Castro; en mi mente, el poema cobró vida.

—¡Vamos! —dije—, ¡vamos!

Mariela se negó.

—Me siento mal, me duele la cabeza.

—¿Hoy no entonces?

—No, hoy no.

—Bueno, ya saben dónde vivo, ¿este sábado?

—Sí, me parece bien, este sábado —replicó Mariela—, pero nosotros no tenemos dinero.

—Yo tengo un medicamento para el dolor de cabeza.

Mariela andaba con su "periodo", se sentía inquieta.

—No, no, regresemos a casa.

Juan Carlos Reyes se sintió muy triste.

—Te quieres recostar en mi habitación, cierras las ventanas y habrá oscuridad.

Mariela pensó y aceptó.

¿Qué edad tendrá esta niña…?

—¡Vámonos de copas nosotros!

—No puedo, es mi novia.

—Yo tengo whisky, ¿quieres beber?

—¿Whisky?, no, no, yo no bebo.

—Yo beberé entonces.

Juan Carlos Reyes se embriagó.

LA VIDA en París era tranquila, yo lustraba botas y zapatos, Mariela danzaba, los Nevado pedían limosna y se la gastaban en la zona roja, con "putas". Arrendábamos unas piezas en la zona latina, pero no importaba, la vida tenía su tibieza. Juan Carlos Reyes se acercó a nosotros, se disculpó, nos presentó amigas:

—Soy Barri.

—Carolus.

—Soy Bardin de Portier.

Tres nuevos conocidos. Me agradó Carolus, era muy bella.

—…Estos hispanos son jóvenes, no estudian, ¿qué andarán haciendo? —pensó Carolus—. Francisco es bastante guapo pero… Mariela también, ¿es danzarina?, la he visto danzar con un pandero, lo hace bien, pero, yo quiero un novio como Francisco, sí, un novio… se lo quitaré, lo invitaré a mi habitación y me lo comeré a besos…

—Francisco, tengo que danzar.

—Nos vemos —respondió Bardin de Portier.

Todos se despidieron.

—¿Quieres conocer mi habitación? —preguntó la muchacha. Acepté.

—¿Qué estudias?

—Filosofía. Pero, solo tú.

—No hay problema.

Carolus me dio de la mano y, llevándome a su habitación, me conversó sobre temas variados, "la filosofía es saber amar, es entregarse, es distenderse, es beber vivo y embriagarse, es leer muchos libros y besar a un desconocido, esto es la filosofía para mí", no supe qué responder.

La habitación era muy bella.

Carolus me sirvió un vaso de vino.

—¿Quieres?

—Sí.

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