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Francisco, El Viajero (Novela)

Enviado por Mauricio Uribe


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14

  1. Prólogo
  2. Caminando
  3. Amazonas
  4. Festín
  5. Embarcándonos
  6. Madrid
  7. Purgatorio

  • 29. Fin de Viaje

  • Prólogo

    DE CONTINUO, el racismo afecta nuestras vidas. A Francisco han "crucificado" pero es un viajero, en busca de aventuras. Yo escribo este "Texto" pensando en América y en Europa, dos continentes separados; pero, afectuosos en "emigraciones" mutuas.

    Francisco recorre a pie distancias siderales pero, en Colombia, es duramente golpeado por efectivos del ejército. Francisco enferma gravemente.

    Yo he ocultado la verdadera identidad de Francisco; de este modo actúo yo. He imaginado al "Santo de Así"; pero, este es un santo de Chile, que, con un lustrín de botas por él mismo construido, habrá de vagabundear durante diez años.

    ¡Década del noventa!, siglo veinte; La novela culmina en un sanatorio; Francisco enferma gravemente, lesiones cerebrales imposibles de describir racionalmente; Pero, participaremos de sus "recorridos" alucinatorios y de su… vagabundear… por el mundo…

    Mauricio Uribe

    TEMA UNO

    —ONCE DE septiembre del 2001. Veintiuna horas. Un muchacho veinteañero ha muerto en el Parque "Quinta Normal". Se disparó en la sien. Alfredo Vera era su nombre. "¿Cómo te llamas?" "Uribe; Y era mi discípulo y era poeta. Me quiero morir…" Once de septiembre: las Torres Gemelas han sido destruidos por dos aviones; es un acto suicida de terrorismo; Bin Laden es culpable. Yo estoy sicótico, estoy recordando… estoy en… un manicomio de Avenida la Paz; Yo me precipito y estoy en ciudades que durante diez años recorrí: ¡América!, ¡Europa!, ¡Chile!

    Archipiélago de Chiloé: estudio pedagogía en castellano, estoy "mochileando", llevo un mes, después de graduarme estudiaré psicología pero en una universidad privada. Te estoy contando esta historia porque… He olvido los nombres de los chilotes: ¡Juan!, ¡María!, ¡Jacinto!, lo ignoro…

    Estoy en el Parque Cucao, he llegado de noche, una luna estremecedora, todo es estremecedor en Cucao, ¡tengo que bañarme!, me agradaría arrojarme a la rivera del lago pero es de noche, camino por un bosque y es maravilloso el bosque. "Esto te lo cuento a ti, porque, yo no sé, tienes rostro amigable".

    Estuve tres días en Cucao, me bañé, el agua estaba congelada, las mujeres gritaban y yo también; el baño era contiguo al baño de las damas, la construcción era de madera.

    Una "gringa" muy hermosa acampó, yo quise ser gentil y ayudarla con su tetera y su fogata pero, ella, muy liberal me negó la ayuda, me dio vergüenza, nos encontramos en lugares variados de Chiloé, ella con un fajo tremendo de dinero andaba, ella entraba en resonantes, yo cocinaba arroz en las casas de acogida.

    En las plazas de Chiloé todos los "mochileros" se encuentran y conversan y nos damos datos sobre albergues que cobran quinientos pesos. Que es muy poco. El pan con cecina cuesta quinientos pesos.

    He recordado algo, "te molesta", no llegué caminando a Cucao; Si caminas, son quince días a paso lento; me encontré con un scout. Por allí, entre la floresta, había una casa con un lago y pesca. Yo hice fuego y, ¡cáspita!, comida de pescado hubo. Allí había zancudos enormes con patas como de diez centímetro, ¡creedme!

    —Vamos caminemos un poco más —dijo el scout—, un poco más allá hay un albergue… Yo sé que parece extraño, hay una cabaña y un lago y podremos descansar y pescar, haz el fuego y yo tengo anzuelos, ¡Cucao es maravilloso!, yo he estado varias veces.

    —¿Qué edad tienes? —pregunté.

    —Veinte años.

    Su aspecto era jovial, alto como una/guadaña/que/cercena/traidores/a/Stalin… Su piel era cetrina y profesaba el comunismo. Tres días estuvimos bajo una tempestad tremenda, era febrero, 4, de 1990. La cabaña se inundó, yo tenía mochila y carpa que mi madre, secretaría, había hurtado desde el Consejo Local de Deportes de Conchalí. Yo vivo en Recoleta. Soy Francisco de Chile.

    Me compré un cepillo para limpiar botas y zapatos y fabriqué un lustrín. La carpa es muy sencilla y está desteñida, la llevo bien guardada en mi mochila.

    Los zancudos intentaban picarnos, ¡Zancudos de Escotiatupa[1]

    Esta persona con la que me he encontrado tiene raro el semblante, habla incoherencias, yo soy comunista, pero, ¿Francisco?, ¿Francisco será su nombre?, ¡Francisco es religioso!, pero, está bastante loco, quería comerse en sopa los zancudo; ¡Y son enormes…!

    Dormiré con mi corvo en su carpa ya que la madriguera de los scout está completamente inundada: Hay tanta vastedad en este horizonte, estoy enamorado de Chiloé, pero tendré cuidado, A Francisco le falla el mate…

    El Archipiélago está formado por islas de sedimentos paleozoicos y metamorfoseados, localizado en el extremo sur del mundo, en la región de Los Lagos, entre los golfos de Corcovado y Ancud. Es bellísimo este lugar, "¿lo conoces?"

    La lluvia era intensísima y la carpa no se anegaba.

    Conversábamos:

    Yo/tengo/una/guadaña/que/no/mata…

    Dije tajantemente, comienzo a tener alucinaciones.

    —Soledad de Estrepitopio[2]en mi corazón.

    Scout replicó:

    —Tienes un idioma bastante raro.

    —Soy profesor —mentí.

    —Yo soy comunista.

    Conversamos intensamente.

    —¿Comunista? —pregunté.

    —Desde nacimiento.

    —Yo estoy estudiando, pedagogía.

    Era tarde y el sueño rompió en tirabuzones. Nos dormimos.

    Yo te cuento que, con mi lustrín, viajé por América del sur hasta Colombia, estuve en Madrid, en Francia y en Berlín y unas semanas en Roma. Caminé mucho y anduve en barco y en tren. Aprendí un poco de inglés pero con mi propio idioma pude lustrar zapatos y ganar dinero, pero viví en las calles y en las plazas y no pudieron deportarme, ya que, en Colombia los militares me golpearon y me dieron por muerto, soy esquizofrénico; o; eso creen los médico, pero yo no tengo nada, soy estudiante de psicología, la pedagogía ya la terminé, pero sólo me alimento de sandías ya que las otras comidas hinchan mis venas. "¿Qué tienes tú?"

    En Achao me encontré con una sorpresa, con un ¡amigo!, con Marcelo. Llegué hasta allí en una "micro" desocupada, iba un cantador y el conductor, cruzamos en barcaza, unas dos horas hasta llegar a una plaza, había fiesta costumbrista, había paz en el ambiente, no me había bañado en varios días, acampé en un patio con cerdos; en la noches atacaron mi carpa y, con cuchillos, defendí mi vida, pero nada había; el dueño de casa, que me desconocía y que me había prestado su patio trasero, me invitó a desayunar, tenía un hambre atroz, yo sólo quería sandías pero comí pan con café o ¿era té?, no lo recuerdo, son demasiados años.

    Marcelo caminaba con una novia pero no la novia oficial de Santiago de Chile. Me la presento:

    —Una amiga…

    Yo fruncí el ceño.

    —Ustedes se van a casar.

    Tal cual fue. Hasta tienen hijos. Me han visitado en el manicomio pero yo estoy muy mal.

    —Tú eres liviana de Taepa[3]y te casarás con Marcelo.

    La muchacha se sonrojó y murmuró:

    —¿Estás loco?

    Marcelo me abrazó y me invitó a una fiesta de estudiantes. Estaban en Achao ayudando a construir casas para los pobres.

    Fui a la fiesta y me embriagué. Una muchacha estudiante se enamoró de mí, fui al baño; Y allí, entre náuseas y otras "cosas" indescriptibles me besó.

    Nos abrazamos y nos fusionamos pero no hubo "sexo", yo soy muy tímido y soy… ¡casto!, lo grito al mundo, no me importa.

    AREQUIPA

    ARICA, Tacna, son ciudades en pugna. Arica es chilena pero fue peruana y Tacna es peruana pero fue chilena.

    Estoy con mis lustrín en Tacna, los peruanos son muy pobres pero acogedores, vivo en la calle, observo cosas horripilantes, eso sí, indescriptible, "chilenito", me dicen.

    Arequipa tiene historia: El Misti es un volcán altísimo y con nieve, tengo deseos de trepar hasta la cumbre y trepo pero no llego a la sima que, nevada está, me dan vértigo las alturas.

    —Chilenito —dijo un vendedor de periódicos—, lústrame las zapatillas.

    Yo callo, ya que soy extranjero.

    El racismo es mutuo.

    La verdadera amistad es entre personas, no hago amigo ya que aún estoy en Achao pero, mi pensamiento está en Arequipa.

    Hay una muchacha, no tan bella, que toma de mi vientre, tengo nauseas, me besa apasionadamente, nada le importa, se ha enamorado de súbito, quiere "sexo", pero, yo soy muy tímido y nada de "sexo" hay, sólo besos y conversación.

    Estoy en Achao, pero estoy recordando…

    …Caminado y en camiones de acoplado llego a Iquique, estuve en el desierto de Atacama, pero me sentí muy mal, muchos extranjeros sacando fotografías y drogándose, es el desierto más árido de mundo, acampé durante un mes, sin víveres, todos los extranjeros andaban con zapatillas, yo, con mi lustrín, les ayudaba a cocinar, mientras ellos contaban dólares, gringos, españoles, neozelandeses, coreanos, chinos, japoneses, hindúes, canadienses, en fin, muchísimos; y todos hablando inglés, yo sólo hablo castellano ya que era estudiante de pedagogía.

    —¿Quieres/tener/"sexo"/con/un/criollo? —pregunté a una chinita que tenía novio pero que el novio andaba de paseo. La chinita no entendió absolutamente nada. Me obsequió un dólar y se marchó. El "culito" de la chinita era exquisito. Me quedé atónito observándola. Andaba con pantaloncillos cortos y una pollera ajustadísima y sin ropa interior; ¡todas las protuberancias las pude contemplar! Quedé ensimismado.

    —¡Chinita! —grité.

    Un gringo se acercó muy alto, entendía castellano, me habló:

    —Rica la mujer.

    Conversamos en castellano durante horas.

    —Yo podría ayudarte —dijo—, yo hablo mandarín, pero, tú estás equivocado, no son novios, están casados y el marido te asesina; ¿Y qué será de ti? Te enterramos en el desierto y punto.

    Tuve miedo por mi vida.

    —¿Cual es tu nombre?

    —John.

    —Ah. ¡John Lennon!

    El gringo rió de buenas ganas. Me convidó marihuana y… el mundo implosionó. Imaginé a la chinita en desnudez, la imaginé en diversas posturas, la imaginé, eso…

    Arequipa es una ciudad antiquísima y, lamentablemente, en 1868 fue destruida por un terremoto. "Yo nací en 1968…" Esto que te cuento es secreto, ya que los terremotos son…

    Hay un ferrocarril bellísimo: fui a la estación, había perdido la carpa y la mochila, me la robó John. Llegué a Europa de contrabando, en barco. Realmente no recuerdo cómo llegué, han pasado diez años de vagabundaje, yo era tanpán[4]y guapetón.

    "Uribe es tu nombre, ¿eres judío…?"

    Estamos en un manicomio recordando, once de septiembre del 2001. Yo era… Yo fui… Yo…

    Desperté completamente estúpido, la chinita me consolaba, el novio para mí y marido para ella aún no regresaba de las excursiones, la chinita me besó las mejillas y me obsequió un beso en los labios, había comprendido mi castellano.

    —Yo amar a mi marido pero tú eres… ¡lindo…! ¡Nunca te olvidaré…!

    La chinita se marchó, eso es lo único que sé…

    La ilusión del desierto de Atacama es tremenda, el oxígeno es irreal y, por las noches, los errantes cometas y los satélites titilan asombrosamente. Yo desearía comandar China y obligar a mi doncella, que salvó mi vida, a desposarse con mi vida; enviaría al consorte a Japón para que allí le hicieran seppuku; oh, qué malo soy. Pero, ¡así es la vida!, en este desierto tan tórrido.

    Traté de escapar de Atacama pero no pude, caminé durante dos meses, bebiendo escasa agua y sin alimentarme decentemente, pero pude resistir, un camionero se apiadó de mí y me convidó whisky y emparedados de jamón, ¡qué exquisitez!, yo estaba extremadamente delgado pero, mi mente es como un kilometraje, yo no había culminado mis estudios, fui mechón, estudié pero no me gradué, quise conocer el norte, pero, durante una década recorrí el mundo, quería regresar para continuar con mi tesis pero, en Colombia, los militares me dieron una golpiza y mi cerebro se estancó, ahora, estoy encerrado, quiero estudiar psicología pero me obligan a comer, mis venas se hinchan, yo quiero alimentarme sólo de sandía, estoy flaquísimo. "¿Cómo te llamas tú?" Este tipo no contesta, está realmente loco.

    Seppuku: "Ritualidad de un suicidio pero, yo no soy samurái… con un cuchillo, corto, en el abdomen, de izquierda a derecha, yo no he cometido ninguna falta, sólo me agradó el "culito" de la chinita, pero no estamos en Japón, estoy recordando el tren que hay en Arequipa; Fui de contrabando con mi lustrín. Quiero hablar del camionero que salvó mi vida.

    — ¿Quién eres?

    —Un ángel, pero me gano la vida de camionero, ¡toma!, aquí tienes un sándwich, ¡cómetelo!, que estás muriendo, aquí tienes ambrosía, conocerás mundos opuestos y morirás en…

    Tengo tanta hambre, que no escucho las palabras del ángel/camionero.

    — ¡Ángel! —Qué nombre tan extraño—, ¿el seppuko es chino?

    —Es japonés y yo vi a muchos morir de esta forma, es un rito de suicidio. En las antigüedad, a los samurái prisioneros los torturaban; entre sufrir martirio como Cristo, ellos, erradamente, se quitaban la vida; pero, el seppuko es dolorosísimo y espantosamente cruel… ¿Quieres morir de este modo…?

    —No, no, de hambre prefiero.

    —Dios me envió. ¿Quieres otro pan?

    —Sí.

    —De cuando en cuando, los samurái realizaban actos indebidos, nimios para Occidente, pero graves para Oriente y el seppuko entonces era liberador; ¡Místico!, era la manera correcta de limpiar la honra familiar. El seppuko no está condenado por Dios pero, la marihuana…

    —No, no —dije, interrumpiendo a Ángel—, yo no fumo marihuana.

    — ¿Qué destino tienes?

    —Europa.

    — ¿Con un lustrín?

    —Sí. ¿Algún problema?

    —Yo conozco Europa y son racistas.

    —Iré a Madrid. Quiero conocer.

    —Te dirán "sudaca".

    —No, no me importa. Quiero conocer la cuna del castellano.

    —Yo te podría llevar hasta Iquique, pero, ¿tú no tienes pasaporte?, ¿no es cierto?, ¿lo perdiste?, te lo robaron por marihuanero?

    —Sí, lo perdí, perdí todo.

    —Toma, aquí tienes un pasaporte nuevo.

    — ¿Canadiense?

    —Pero, ¡yo no sé hablar inglés…! —grité intempestivamente. Ángel me miró contrariado.

    —Obsérvalo con calma.

    —"Ciudadano chileno". Ah… Gracias…

    Nos despedimos en Iquique. No quiso que le lustrara los pies…

    "¿Eres un ángel o te llamas Ángel…? Camionero raro…"

    Arequipa/es/seca/y/los/criollos/son/bellos, /me/dieron/hospedaje/y/alimento/el/sol/es/hugüera[5]

    En Iquique, la primavera es eterna, es bellísima la ciudad, y las iquiqueñas de piel dorada, altas y siempre en ropas cómodas para la pasión de los cuerpos. Conocí a una morena y me enamoré perdidamente de ella, Celeste es su nombre, ¡Celeste de unos verdísimos ojos indescriptibles!, le agradaba el patinaje, yo lustraba sus patines y le observaba danzar. ¡Celeste!, ¡te amo…!

    Tacna, Volcán Tacora, Cañara, Ubinas, Nevado Chachani, Arequipa, Mollendo, Océano Pacífico: estos son los recorridos de la hermandad entre peruanos y yo. Me trataron muy bien. Y ¡ese "ángel" me dio de comer ambrosía! Me alimenté y, en la prisión, me dieron de patadas en Mollendo. Me descubrieron en el tren lustrando zapatos. Preso por un mes. Me dieron duro por ser chileno, me insultaban, me escupían el rostro, "¡Chileno, hijo de puta!", me gritaban los policías. "Te quitaremos Arica". Estas cosas escuché pero, quiero olvidar. ¡Qué pena!, ¿no? Amistad es lo que debe de prevalecer entre los pueblos.

    Me despedí de Mollendo, regresé a Tacna a pie, lustrando zapatos. Tuve que construirme uno nuevo, ya que con el antiguo, estos policías de Perú, hicieron fogata y quemaron un banderín del Colocolo; club popular de Chile. Yo no sé por qué, ya que a mí no me interesa el fútbol, me interesa el patinaje artístico, estos peruanos son Uanaza[6]

    El Padre me ha ordenado salvar a un muchacho que habrá de conocer América y Europa lustrando zapatos. Estoy en un camión, ni sé conducir. Hace un calor tórrido, pondré la calefacción, acabo de salir del Terminal, cerca de la comuna de Santiago, tengo que aprender a conducir. Toman mis datos, "Ángel Sepúlveda", así nuestro Padre me ha inventado un nombre, carné de conducir y pasaporte. Pero, llegaré hasta Iquique.

    Tomo el camión y es gigantesco, llevo productos del sur, de Chiloé.

    Me cuesta conducir pero aprendo…

    Allá a los lejos, después de horas de conducción; le observo, me detengo, el muchacho no ha comido. Le pregunto el nombre, pero, no responde:

    — ¡Francisco! —Le grito—, ¡ven, súbete!

    No tiene fuerzas el muchacho para subirse.

    Desciendo del camión y con mis alas le cubro. Le salvo la vida, está por expirar por falta de alimento y por insolación.

    La ambrosía es exquisita pero también le doy un sándwich de pavo con lechuga y tomate; ¡tres sándwich se come el muchacho!, lo llevo hasta Iquique y, en el terminal, me pagan el dinero adeudado, voy a una Iglesia y escucho misa, es domingo, década del noventa, siglo veinte, entrego todo el dinero y desaparezco; En el Paraíso, nuestro Cristo me bendice:

    —Buen trabajo, ¿González?

    Río de la ocurrencia.

    He olvidado mi apellido en la tierra

    En tren viajé, te lo aseguro; escapando sí, de los inspectores, es un viaje hermoso; De noche dormía en los compartimentos, pedía permiso, aprendí un poco de "peruano" para que no me descubrieran que era chileno, ya que nos tienen fobia, qué lamentable, Neruda cantó a Machu Picchu, pero no bastó con Neruda, aún nos tienen rabia por una guerra que hubo en el siglo diecinueve. Guerra que Chile ganó a Perú y a Bolivia; Pero, yo soy lustrador de botas y no soldado; y pronto daré mi tesis en pedagogía y me convertiré en profesor de alguna escuelita rural; o, quizás, de cátedra de patadas y xenofobia peruana; ¡No!, esto lo callaré, sólo te lo cuento a ti, que estás medio "loco" cómo yo. "¿Qué enfermad tienes?" A mí me diagnosticaron esquizofrenia, pero fueron los golpes en Colombia; Allí me apuntaron con metralleta, me querían asesinar; quedé loco, es cierto, pero conocí Madrid, Francia, Berlín y Roma y otras ciudades muy históricas pero que ya no recuerdo sus nombres; no es que haya conocido Francia, sólo estuve en París lustrando botas en el "Barrio Rojo…" No, no, no, es broma… Yo soy casto, me quiero casar con Celeste, pero Celeste es una ilusión; La conocí, es cierto, pero…

    —Eres muy silencioso, ¿no?

    Arequipa es tremenda, bellísima, tiene estrechos vínculos comerciales con el norte de Bolivia y con los territorios del Oeste de Brasil; Está comunicada también por ferrocarril con el puerto marítimo de Mollendo, en el océano Pacífico, con el que mantiene un intenso comercio de productos como algodón, cereales, arroz y caña de azúcar. La principal industria es el hilado y la fabricación de mantas o frazadas de lana de alpaca. Yo, como era extranjero, no pude encontrar trabajo estable, anduve en el ferrocarril durante años, creo que, ¡mil!, "Estoy enloqueciendo, eso es todo".

    Yo/soy/espuma/de/mar.

    La vitalidad del ferrocarril con sus rieles de tren y su espuma del Pacífico, la vida de los acantilados del norte de Chile y, aquel camionero con alas, "¿qué extraño?", yo soy tímido y con lustrín viajé intensamente a Mollendo escondido de los peruanos uniformados pero siempre, en el puerto, me atrapaban y me enviaban a la frontera con gastos pagados a patadas. En mi país no hay extranjeros pero en Mollendo hay… olarhu[7]

    La veracidad de la vida es traumática.

    Había en Arequipa unos borrachitos, con ellos conviví. No recuerdo sus nombres, pero eran tres: Nevado Solimana, Nevado Coropuna, Nevado Ampato. Ellos eran ebrios castizos de ojos intensamente azules pero ¡ebrios!

    Nevado Solimana: ¡Ey!, ¿eres chileno?, yo estuve alguna vez en Santiago de Chile, no me agrada, demasiados ¡indios!, ¡rotos de mierda!, ¡hijos de puta!, ¡güenos pal" whisky! Yo era un…

    Nevado Solimana piensa. Un metro setenta de altura, ¡sucio!, ¡terco!, ¡obtuso! y mentiroso. Treinta años.

    ¿De dónde eres? ¿De Recoleta? ¿Lustras zapatos? ¡Lústrame los pies! ¡No rían!, ¡no rían!

    La vitalidad de la vida es ¡Arequipa! Yo soy feliz pero soy un ebrio y me agrada. Un vodka; destilado y producido en Rusia en el siglo XIV. De trigo quiero, no de papas…

    Me agrada embriagarme pero no me agradan los chilenos, son un ¡asco…! ¡Beben demasiado!

    Todos ríen, menos yo, que soy abstemio.

    Deberías embriagarte, ¿cómo te llamas?, ¿tienes nombre?

    Pensar: Estoy completamente ¡borracho!, hay un camionero allá a lo lejos pero, ¡con alas!, estoy volviéndome loco, ¡los chilenos invaden el país!, me van a matar por ebrio, oh, no, yo me llamo… José y soy un… ¿paria?, ¡oh!, ¡no!, la "Guerra del Pacífico", esta vez, la habremos de ganar…

    —Yo no bebo; Y no soy indio. Araucanos se llaman en mi país…

    — ¡Indios! —dijo el peruano con voz terca y agresiva.

    Nevado Coropuna: ¿Cuánto mides, enano…?

    Un metro cincuenta y siete y cuarenta y siete años este arequipeño, ex policía, sucio, bizco, "feca" en las calles, despreocupado de su vestir, inmaduro emocionalmente hablando, enamorado de la vida, sin hijos, desempleado, ¡peruano de corazón!

    Yo soy ¡altísimo!, soy puro…

    ¿Habrá pureza?

    ¿De dónde eres?

    —De Chile.

    —Yo soy de Arequipa.

    La vida es pronombre entre ebrios: el ferrocarril ¿nos habrá de llevar al Pacífico? Yo tengo nombre pero soy de Recoleta, me agradaría explicarme, pero, estos ebrios no comprenden palabras en castellano, hablan cantadito y muy pronunciado, son "caballeros" entregados a la calles, son ¡explotados del mundo!, pero, ni ellos comprenden a cabalidad esta expresión. La libertad de amar es un lustrín y viajar por América indiana, quiero estudiar psicología después de graduarme.

    El camionero conversa con los ebrios. De soslayo, Nevado Ampato, contiene la respiración, este camionero no habla como chileno pero, unas alas bellísimas y un cinturón de plomo con alpaca le dan un aspecto amenazador, las indicaciones del camión son exacta: "Chile". Es el mismo camionero que, en Atacama, me auxilio, pero que, ahora, en Arequipa, no me auxilia, ni siquiera me observa, me evade; soy un ¿exiliado político?; ¿acaso soy invisible? Soy un ¡extranjero!

    —Peruano…

    El camionero se expresa adecuadamente, los ebrios callan.

    Nevado Ampato chilla:

    — ¡Ganaron la guerra!, ¿y qué?

    Todos ríen, excepto el ángel.

    Un escalofrío me recorre la mente, estoy exhausto, nada he comido, ni siquiera sandías, ¡no quiero morir!, me desmayo, nadie me auxilia.

    Nevado Ampato: ¿Tienes un vinito? Me encantan los chilenos, son todos tan buenos para el copete. Me siento chileno. ¡Ángel!, qué nombre tan bello, dame copete…

    Setenta años, ex conductor de tren, de lentes, un ojo, obeso.

    Yo conozco los rieles del tren y conozco a Dios pero, soy un ebrio y pronto moriré. ¿Me llevas al Paraíso?

    —No soy chileno.

    —Yo sé que no tienes patria… ¡Gracias!, gracias por el copete…

    Estuve inconsciente, nada recuerdo; A lo lejos, las gentes trabajosamente empeñada en vivir bien. El peruano es trabajador pero hay una explotación tremenda. Viven en la pobreza. Vivir es poco. Hay gentes que laboran doce horas y ganan una miseria. Hay muchísimos indígenas que viven en precarias condiciones. Los abogados son abusivos pero la gente es muy culta y amable, pero, con los chilenos no. Son antichilenos, yo me admiro porque, me agrada Perú.

    — ¿Se ha muerto el chilenito…?

    —No, está desmayado.

    —Dale vodka, el vino es muy caro. ¡Estupendo este camionero!

    —Sí —dijo Nevado Solimana.

    También estuve en Madrid, en Francia, en Berlín y en Roma.

    Arequipa es una ciudad bella y antiquísima…

    …Ha llegado la noche, los ebrios recogen desperdicios, no hay comida, una caja de "vino chileno", nada más. El camionero se ha marchado. Tengo hambre, hay un pan duro, despierto de madrugada, los ebrios duermen, mastico y por fin revivo. He tenido pesadillas, tengo que comer, ¿estoy en Arequipa?, tengo mi lustrín, hay un tomate también por allí, me lo como, y, durmiéndome, pienso en mi madre.

    —Francisco —Ángel me habla en sueños…

    ESTÁN DANDO las noticias, un avión, ¡oh!, qué estruendo, la vida es un fósil. Once de septiembre del 2001. Nueva York, miles de muertos, terrorismo tremendo, ¡horrible realidad!

    — ¡Mira! —indico a Uribe.

    Un silencio sepulcral hay en el asilo para dementes.

    — ¡Mira!, ¡qué horror…!

    UN VAGÓN me llevó al Pacífico, quería estar en la costa nuevamente. Me fui pensando. Llevar una vida azarosa es infértil pero, a Chile no podía volver, no tenía dinero. Viajé, eso es todo. Viajar es bueno pero con dinero.

    El tren me impresionó, lustré botas y zapatos, pagué mi importe, no me tomaron preso, fui feliz.

    Viajar, eso me agrada. Un día desperté en Madrid, y yo no sé cómo. ¿Avión?, ¿barco?, lo ignoro. Me dediqué a lustrar zapatos y, en Roma, recé…

    ¡Océano Pacífico! Hay una muchacha hermosísima pidiendo limosna, lo recuerdo perfectamente. Yo lustraba, ella mendigaba, bajita, de cabello café como las uvas de nuestro Chile, cabello cortísimo, sonrisa enigmática, labios carnosos, me enamoré instantáneamente, ella también se enamoró de mí pero… Oh, Condesa, cómo te perdí… No recuerdo específicamente, fuimos a un Cerro; En Santiago, en el 2001, éramos vírgenes ambos, yo quería amarle, le obligué a descender por un risco y se derrumbó nuestro amor, durante diez años fuimos novios, casarnos era nuestra meta, pero, oh, Condesa, que será de ti…

    Me dediqué a observarla, de buen jeans, de zapatillas, yo andaba con los vagos, no me atreví a hablarle, una peruana bellísima, pensé.

    Nevado Ampato: ¿Qué piensas, chileno?, qué tienes los ojos saltones… Esa morocha te ha quitado el habla, ¡dinos!, te has enamorado… Yo también, pero, yo tengo setenta años, es muy bella, podríamos conversar con la morocha, es pequeñita pero sensible, ¿la conoces?

    Indica a Nevado Coropuna.

    —No, es la típica peruana aristócrata, que, en vacaciones, pide dinero a sus padres para viajar, es limeña, por el color de su piel. ¡Es blanquísima!, es muy guapa… ¡Limeña de mi corazón!, ¡limeña de mi corazón…!

    — ¿De vacaciones?, no estamos de vacaciones, es tiempo de estudio —indico con tranquilidad.

    Nevado Solimana: Siempre es bueno estar de vacaciones.

    Solimana tiene treinta años.

    —Es una muchacha muy linda, pero no es limeña, es boliviana… Tendrá unos quince años.

    —No, yo creo que trece —indica Nevado Coropuna.

    —Sí —musito.

    Nevado Ampato: Yo tengo setenta años y he viajado millones de kilómetros en tren, conduciéndolos por supuesto; y nunca había observado belleza tan tremenda. Es una ¡Condesa!, de eso estoy seguro. Es bajita, es cierto, de cabellos cafés, ojitos acaramelados, y tremendo cuerpazo, ¡bailarina!, supongo. Yo he vivido mucho, ella es Condesa española, hay que tratarla como una dama, yo le hablaré, ya que el chilenito se ha enamorado de ella… ¿Hablar? Yo también tuve mujer, pero, le asesinaron los perros… ¡Tuve mujer!, pero, cuando perdí el trabajo, quedé viudo, tengo hijos, por cierto, siete, todos pordioseros, trabajé para El Perú denodadamente pero El Perú me quitó mi cónyuge, mis hijos no pudieron estudiar, ya que en El Perú la segregación es absoluta… Esta niña es Condesa, no es limeña, en Lima sólo viven arribistas y pordioseros… Yo he vivido mucho, ¡observarle!, las gentes le dan limosna y ella agradece, ¡miradle los dietes!, ¡son albos!, es Condesa, así le llamaremos… Yo tuve hijos, pero, sus nombres he olvidado, sólo recuerdo a siete, pero, tuve trece… ¿Sus nombres? ¡Venid a mí, hijos míos…! Yo fui conductor de trenes pero en la cama era un salvaje, claro que, ahora estoy obeso pero era delgadísimo como tú, chileno. Así de bella era mi mujer… Como esta muchacha, que no es peruana, es Condesa Española.

    Mollendo: Soy, en esta aurora, un puerto; Y una Condesa chilena vive en mí desde hace cinco meses pidiendo limosna, vive en las calles acorralada por la miseria humana. Las gentes le conocen, ella es danzarina y pide limosna después de su actuar… ¿Qué será de ella?, me pregunto. La vida tiene sus apariencias y esta niña, ¡Mi Condesa!, apenas tienen dieciséis años y su nombre es Mariela Ruiz y es chilena, de Vitacura… ¡Dieciséis años!, y ya vive en las calles… Nació en cuna de oro pero, ha decidido por el "arte". Es una niña apenas, una adolescente; ¡Es…!

    Nuestra Condesa me mira, ¡eso recuerdo!, me miró intensamente, se nos acercó, me tomó de la mano y me esputó:

    — ¿Qué haces con peruanos?, ¿eres chileno?, ¿no es verdad?

    No tuve temor pero temblé.

    —Soy Mariela Ruiz, soy de Vitacura. ¿De dónde eres tú?

    —De Recoleta.

    —Estoy viajando. ¿Quieres acompañarme?

    No pude negarme.

    —Necesito compañía, ya me aburrí de Mollendo. Pero, tienes que dejar a estos peruanos, feos y hediondos. ¿Eres un pordiosero?

    —No, soy estudiante, estoy viajando también. Lustro zapatos para ganarme la vida.

    — ¡Ven!, ¡marchemos!, ¿quieres ser mi novio?

    — ¿Eres muy linda?, ¿no?

    — ¿Todavía soy linda?

    —Sí, lo eres…

    —Necesito un novio, que me cuide, pero soy virgen y me casaré virgen…

    —Yo te cuido…

    —No, yo quiero un novio.

    —Seamos novios entonces…

    Mariela besó mis labios, y, en Mollendo fui feliz.

    — ¿Por qué estás tan lejos de Vitacura?

    —Todos son rubios en mi país.

    — ¡Sí!, Vitacura es un país.

    —Mi padre es abogado y mi madre matrona. Soy hija única. Me escapé de la casa, eso es todo.

    — ¿Qué edad tienes?

    —Veintiuno.

    — ¿Veintiuno? Tienes como dieciséis.

    —Sí, eso tengo, soy de signos cáncer.

    —Tengo veinte años.

    — ¿Te pregunto por el signo?

    —Lo ignoro.

    — ¡Cómo!, nadie ignora su signo.

    —Es que, yo no creo en esas cosas.

    —Bueno, en fin… ¡Dame la mano!, para conocer tu piel… La tienes muy suave… Tienes hermosos labios… Te invito a comer… Yo pago.

    Mollendo: ¡Celestial luz de atardecer…! ¡El ferrocarril!, la vida de los novios… Yo soy Mollendo de Chile… ¡Hermandad entre los pueblos…!

    Yo estoy contándote esta historia, tú eres un Ünsza[8]Mi mida no ha sido estéril, yo he vivido mucho, pero soy casto, he deseado amar con intenso ardor, estuve en Arequipa y, en Mollendo, me enamoré. Recorrí América y desperté en Madrid. Trataré de contar esta historia en diez minutos, ya que te marchas y ni siquiera sé tu nombre. "¿Uribe?", pero, Uribe es un apellido. "¿Qué enfermedad tienes?, ¿pobreza?, ¡todos somos pobres en este mundo!" Yo desperté en este psiquiátrico, me inyectaron, tengo que alimentarme de sandías, de lo contrario se me hinchan las venas. Voy a estudiar psicología y buscaré trabajo de profesor, eso haré, pero… ¡tengo madre!, ¿qué será de Mariela Ruiz?, mi Condesa…

    La vida es sinsabor, la vida tienen sus pleitos, los mendigos de Arequipa ya habrán muerto, porque, todos los mendigos mueren en las calles. Mi Condesa me llevó a una hospedería, dormíamos juntos, pero, con ropa interior, nos tocábamos, es cierto, pero, ella era casta y yo virgen. No consumamos el amor, durante diez años recorrimos Europa y América; pero, aquí, en Santiago culminó todo. Una desolación tremenda nos inundó, ella intentó volver conmigo, fue en mi búsqueda, a mi casa, en Recoleta, pero me negué, ya era un siglo distinto, nos conocíamos perfectamente, pero, ¡Mi Condesa!, por muy bella, estaba trastornada. ¡Mi Condesa!, ¡Mi Mariela Ruiz!

    Mollendo: En una hospedería, no consumaron el amor pero, en novios se convirtieron… ¡Novios! Habría casorio…

    Los vagabundos me abandonaron y a Arequipa regresaron.

    Los vagabundo son infectos, la política del Perú es infecta.

    ¡Mollendo soy yo!

    ¿Qué es lo que sucede?, estoy poniéndome triste… La muchacha se desnuda, Francisco se desnuda… ¿Tendrán "sexo"?, la muchacha se retiene y exclama:

    "—Yo soy virgen, sólo somos novios…

    El muchacho arde. Duermen abrazados. Hay una ducha, al despertar, se bañaran por turno, ropa limpia, zapatillas de danzarina, lustrín de bota, una sola carne, una sola identidad.

    — ¿Me amas?

    —Sí.

    —No me llames Condesa, Soy Mariela Ruiz…"

    De Mollendo, los enamorados, buscaron refugio con los pescadores. Los chilenos son refugiados políticos, sin embargo son discriminados como extranjeros que son. Yo soy Mollendo y no me agrada el racismo… Nuestra Condesa es bella y Francisco es puro. Hay peruanos Condes pero viven en Lima. En Mollendo, sólo hay pescadores y gentes que viajan en tren. Me marcho, tengo que aprender inglés…

    —YO ME LLAMES Condesa…

    Mariela Ruiz era tozuda, de la aristocracia chilena. No me motejaba, se enamoró de mí pero tenía sus valores cristianos.

    —No me toques, lávate las manos…

    Estas disquisiciones me volvieron loco. Pero en Colombia fue lo peor. A ella no la tocaron porque, era mujer, a mí me masacraron a culatazos de metralleta. Casi me asesinan. Tuve visiones. Vi ángeles y a Cristo. Vi a mi Condesa penetrada por mí. Pero ¡ilusiones!, nada más. Soy casto y ella aún más casta.

    No hablaré, ya que hablar no es de hombres.

    ¡Mariela!, mi Condesa…

    —Lávate las manos, que quiero que nos besemos. ¿Quieres lamer todo mi cuerpo?, absolutamente todo; primero júrame que eres puro; y virgen…

    —Juro por Dios…

    Los besos entre novios son sagrados, la belleza de los besos, el dilema de la ¿virginidad?, el dilema de la ¿paternidad? Nuestra Condesa es litigante pero ansiosa. Nos besamos en desnudez pero el "acto" amoroso, que tanto deseo, no es tal. Nunca habré de amarle en la totalidad del ser. ¡Mi Condesa!, cómo no amarle… Allí, en la pieza minúscula, entregados al amor y cocinando arroz en una cocina para "mochileros" que mi Condesa había comprado en Vitacura de nuestro Chile natal. La besé indecorosamente, absolutamente todo, hasta el pubis, pero, ¡callaré!, no te contaré estas cosas a ti, ya que, ¡el recuerdo!, es sagrado.

    En Mollendo fue… en una hospedería… para pobres…

    Condesa: ¡Ay de mí!, qué agrado, eres mi primer novio, quiero sentir tu "esperma" en mis manos, quiero ser virgen hasta el matrimonio. ¡No me toques!, detente, no quiero, habremos de conocer América y Europa, culminaré mis estudios de secundaria, quiero convertirme en bailarina y tú serás psicólogo y profesor primario. Viviremos en Perú, me agrada los Incas.

    Mollendo: En Perú ya no hay Incas, no hay dignidad, el pueblo sufre la opresión del "blanco…"

    Yo estoy besando apasionadamente el pezón de Mariela Ruiz y, de su besar, hay nostalgia, ¡dieciséis años!, una adolescente sensual y cazadora de hombres. Tiene sus secretos que jamás sabré en estado de persona pero que en paranoia transcribiré. ¡Callar!, ¡cerrar la boca!, ¡A callar se ha dicho…! Mi Mariela Ruiz en una pieza de hospedería embebiéndonos de sol.

    —Es mi primera vez y ya me has seducido. Lo has hecho muy bien.

    — ¿Quieres que te penetre?

    —No, nunca lo hagas… ¡Se quema el arroz…! ¡Se quema!

    — ¡No te preocupes!, no se ha quemado aún mi Condesa.

    Yo te cuento estas cosas mi gavilán/de/la/nostalgia/en/edredón/compulsivo/de/la/vida/sibarita. Yo he vivido mucho pero a mi Condesa nunca pude preñar. ¡Necesito hijos, tengo treinta años y estoy en este manicomio encerrado de por vida!

    — ¿Qué edad tienes tú?

    No hay respuestas, ya que estamos con chalecos antibalas y la soldadesca en Colombia asesina campesinos. ¡Santiago de Chile!, ¡dos mil uno!, ¡once de septiembre!, "¿por qué te marchar…? ¿A un funeral…? Mis condolencias".

    Tna[9]para tus hijos…

    Mollendo: ¡El "sexo" es divertido lamiéndose el cuerpo al ritmo del dios sol!, ¡el "sexo" es comunión de almas y nuestra Condesa aprende rápidamente!, se divierte pero no es penetrada, ¡oh!, frustración para Francisco. ¡Condena!, amad el "sexo oral" por América… A Mariela Ruiz le duele la espina dorsal, ella está de pie en la pieza que subarriendan a un pordiosero ciego; nuestra Condesa está desnuda pero de pie, insisto; y Francisco arrodillado lame el "clítoris"; los orgasmos de Mariela Ruiz son extraordinarios. La Condesa se duerme y Francisco hierve de sangre, no ha consumado el amor, todavía es virgen, excepto su lengua. ¡"Sexo" para los adolescentes!, ¡"sexo" en comunión!

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