Es una constante en la ideología capitalista aislar al individuo del resto de la sociedad. El capitalismo se empeña en asumir un individuo asocial. Niega o minimiza la naturaleza social del individuo. Elimina por arte de magia la influencia (tanto hacia como desde) del contexto social del individuo. No sólo es muy improbable que nos toque la lotería y como individuos seamos la excepción, no sólo es casi imposible que nos enriquezcamos, sino que además, en el hipotético caso de que así fuera, se obvia que es muy difícil que islas de riqueza sobrevivan entre mares de pobreza. El capitalismo, por supuesto, no aspira a erradicar la pobreza, sólo se conforma con aislarla en guetos. O bien al revés. La riqueza aislada y protegida de la miseria. Para el capitalismo, la forma de combatir la pobreza es obviándola, es extirpándola de la sociedad como si fuera un cáncer (pero sin buscar las causas de la enfermedad, sin curar la enfermedad), no es por supuesto evitándola. Los pobres, los indigentes, son un mal necesario, inevitable y desagradable. Son los efectos secundarios del sistema. Es mejor no verlos, si es preciso se limpian las calles de ellos (y esto no lo digo en sentido figurado, así ocurre a veces). Para el capitalismo, la única manera políticamente correcta de "solucionar" la pobreza es mediante la beneficencia. La caridad como única compensación de las injusticias inherentes al sistema. La solidaridad individual está bien vista (precisamente por su ineficacia, porque no toca las bases del sistema, porque es anecdótica, simbólica) pero la solidaridad social, la obrera, la clasista, la colectiva, son el enemigo a combatir. Beneficencia sí, pero de redistribución de la riqueza no se quiere ni oír hablar. Para el capitalismo, las desigualdades son inevitables, no se puede (mejor dicho no se debe) corregir las causas de las mismas. Sólo se admiten parches. El capitalismo se sustenta en la desigualdad de oportunidades y consecuentemente provoca desigualdades sociales. Eliminar las causas de las desigualdades sociales, de las injusticias, de la pobreza, equivale a eliminar los cimientos del capitalismo. La caridad ejercida por ciertos individuos sólo sirve para tranquilizar sus conciencias. La beneficencia social es la redención hipócrita de una sociedad que no hace nada por evitar la pobreza, que se sustenta en el reparto desigual de la riqueza.
En el sistema capitalista es posible un consumo responsable. Es posible un desarrollo sostenible, un capitalismo ecológico.
El consumismo ilimitado y absurdo es una consecuencia directa del capitalismo. En el capitalismo salvaje las personas son sólo trabajadores y/o consumidores, es decir, máquinas de hacer dinero. Los productos son cada vez de peor calidad. Cada vez duran menos. No contento con crear necesidades artificiales, con fomentar continuamente lo "nuevo" (una de las palabras "mágicas" de la publicidad), con cambiar continuamente la moda para fomentar el consumo (tan pronto se pone de moda lo negro como se pone de moda lo blanco como se vuelve a poner de moda lo negro), con provocar el despilfarro (el reciclaje de los objetos pasa a la historia, sólo permanece en países donde no pueden permitirse el lujo de tirar las cosas prácticamente nuevas ante el menor defecto), el capitalismo, además, provoca el consumo obligatorio incluso de aquellos que odian el consumo, de aquellos que no sucumben a las modas. Nadie escapa del exceso de consumismo. ¿Quién no se ha encontrado con la necesidad de cambiar un aparato entero cuyo único defecto es que una de sus piezas se ha estropeado y no puede reemplazarse porque está descatalogada (lo nuevo nace ya prácticamente descatalogado, todo se descataloga)? ¿Quién no se ha encontrado con la necesidad de comprar de nuevo algo que se acaba de estropear poco después de pasar la garantía? ¿Quién no se ha encontrado con piezas hechas de plástico que parecen especialmente diseñadas para durar dos días? No importa si los coches están hechos de hojalata y al menor choque se deshacen como la plastilina poniendo en peligro la vida de sus ocupantes. Por supuesto, nadie obliga a los fabricantes de coches a usar materiales más seguros, lo importante es llevar puesto el cinturón de seguridad y el chaleco reflectante. El plástico se abre camino porque es más barato y porque gracias a él los productos duran menos tiempo y hay que reponerlos con más frecuencia. ¡Hasta los tornillos se hacen ya de plástico! No importa si el consumidor es perjudicado. No importa si incluso se pone en peligro su salud o su seguridad. No importa si ya no sabemos ni lo que comemos. No importa si los controles técnicos de los aviones se relajan para abaratar costes provocando en ocasiones accidentes donde mueren de golpe cientos de personas. ¿Quién no se ha encontrado con la desgastada frase de algún vendedor desvergonzado que dice alegremente, sabiéndose impune, que existen hojas de reclamaciones? Sabiendo que los organismos de "arbitraje" de consumo están muchas veces semi-financiados por los propios comerciantes. El consumismo sinsentido como forma de alienar al consumidor. Por no hablar de la publicidad invasora a todas horas y en todos los lugares. En la tele, en la radio, por teléfono, en Internet, en la calle. Todo vale con tal de vender. El acoso es cada vez mayor. No importa si se atenta contra la intimidad de las personas. No importan las consecuencias psicológicas del abuso de la publicidad. No importa el stress creado. Incluso el stress se convierte en una oportunidad de negocio (abundan los centros de relajación, de yoga, de masajes, etc.). Por supuesto, no se evitan las causas del stress, basta con empastillar a la población (lo cual es a su vez una gran oportunidad de negocio para la industria farmacéutica, cada vez más potente) o basta con que la población se relaje una hora al día (en el mejor de los casos) en cualquier centro al que debe acudir corriendo porque no tiene tiempo. Relajación que sólo sirve para quitarse el stress generado al día y que al día siguiente volverá ineludiblemente a surgir. En esta sociedad falsa y superficial nunca se solucionan los problemas de raíz, siempre se usan parches. No importa si la publicidad es engañosa. En definitiva, no importa si se perjudica al consumidor porque el consumidor no importa, sólo importa que consuma. La demanda no manda, ya ni siquiera vale aquello de que el cliente siempre tiene razón. La demanda se debe adaptar a la oferta. Los consumidores sucumben ante los productores. El ciudadano sucumbe ante el gran empresario. Se crea una falsa defensa del consumidor para aparentar que éste importa, pero las principales decisiones benefician a las grandes empresas. El consumidor, como el trabajador, como las personas en general, son sólo piezas en el engranaje general del sistema capitalista. El sistema está por encima de las personas. Las personas sucumben ante la máquina del capitalismo global.
Se incita al ciudadano a reciclar las basuras, a no derrochar agua, a usar el transporte público, pero no se obliga a las empresas a invertir en energías limpias. Se habla hipócritamente de ecologismo mientras se consiente que las grandes empresas sigan contaminando. ¿Por qué sigue sin establecerse una inspección internacional sobre el tráfico de buques para evitar las catástrofes marítimas? Se hacen campañas para concienciar a los ciudadanos pero se permite que los principales causantes de la contaminación, del cambio climático, como son las grandes fábricas, las grandes corporaciones empresariales, puedan seguir esquilmando y destrozando el medio ambiente. Se firman rimbombantes protocolos como el de Kyoto, pero se convierten poco después de firmarlos en papel mojado. Hace tiempo que ya podrían usarse vehículos que no necesitan gasolina, pero se sigue dependiendo del petróleo. El capitalismo es inherentemente antiecológico. Su filosofía consiste en quemar todos los recursos (humanos y naturales). Su obsesión por el crecimiento continuo provoca el agotamiento de los recursos. Su sumisión ante el beneficio a toda costa, a cualquier precio y a corto plazo, provoca inevitablemente la destrucción de la naturaleza, como también provoca la destrucción de la propia humanidad, su deshumanización. El ecologismo y el capitalismo son realmente incompatibles. Un modelo económico acorde con el medio ambiente requiere, por lo menos, una transformación radical del capitalismo. Requeriría, en verdad, su sustitución por un modelo al servicio de la sociedad en su conjunto. A la humanidad en su conjunto no le interesa la destrucción del medio ambiente porque supondría su propia destrucción a medio plazo (ya no se puede decir a largo plazo). Se necesita un modelo más responsable y con una perspectiva a largo plazo. El verdadero desarrollo sostenible pasa por la abolición del capitalismo. El capitalismo es insostenible. Una economía irracional no tiene futuro. Una economía dirigida por una élite egoísta, irresponsable, insaciable y con poca amplitud de miras, debe ser sustituida por una economía en la que la humanidad en su conjunto se responsabilice de ella. Y una economía democratizada de tal manera, que no tome decisiones que atenten contra la habitabilidad presente y futura de nuestra especie, es la antítesis del capitalismo, caracterizado por el dominio de las minorías. La economía ecológica, con perspectivas globales tanto en el tiempo como en el espacio, con futuro, debe ser una economía democrática, no puede estar en manos de minorías. El destino del planeta, en manos de la especie dominante, debe estar en manos de toda la especie dominante. Como decía un viejo principio medieval: Lo que incumbe a todos debe ser decidido por todos. Y en el capitalismo, lo que incumbe a todos es decidido por unos pocos. Por consiguiente, no es posible una economía verdaderamente ecológica con el modelo capitalista. No es suficiente con el lavado de cara ecológico que se hace el capitalismo para sobrevivir. La naturaleza ya nos está pasando factura. Podemos engañarnos a nosotros mismos. El capitalismo puede hacer creer a la mayor parte de la población humana que es sostenible, pero no engaña a la naturaleza. El desastre ecológico que estamos sufriendo, en realidad, es el signo más inequívoco del fracaso del modelo económico actual.
El sistema capitalista es el único posible. No hay un sistema económico serio alternativo.
Esta falacia es esencial para la supervivencia del capitalismo. El día en que la mayoría de la gente deje de creer en el sistema actual y, lo que es más importante, crea que hay alternativas, ese día, el capitalismo tendrá los días contados. El pensamiento único es la armadura del sistema capitalista.
A lo largo de la historia, el sistema económico-político ha cambiado mucho (por lo menos en las formas). Esto cualquiera que conozca mínimamente la historia lo sabe. El sistema capitalista no tiene más de cinco siglos, en el mejor de los casos, y en su forma moderna no más de tres siglos (un "instante" en la historia de la humanidad). De hecho, la humanidad ha sido capaz de vivir durante mucho más tiempo en base a sistemas más parecidos al comunismo o al anarquismo que al capitalismo. En muchas sociedades primitivas, por ejemplo, y esto es algo que aún hoy en día es posible observar en ciertas tribus que han permanecido aisladas hasta el presente, los medios de producción, la tierra, pertenecen al conjunto de la comunidad. Los frutos del trabajo de todos es disfrutado más o menos por todos. Los asuntos públicos se discuten en reuniones tribales donde la mayor parte de sus miembros (con la exclusión normalmente de las mujeres) opinan y deciden sin intermediarios. En dichas sociedades "primitivas", la participación de los individuos es mayor que en la sociedad "moderna", la democracia es más o menos directa. Si bien es cierto que esto parece difícil de aplicar a grandes grupos humanos, ¿por qué no puede aplicarse a grupos humanos pequeños que a su vez se coordinarían mediante federaciones? En la edad media, por ejemplo, las ciudades-comunas europeas se organizaban libremente respetándose unas a otras en base al principio federativo. La historia se puede silenciar o manipular, no cabe duda. Se podría analizar también aquí las experiencias llamadas "comunistas" o "anarquistas" de la historia reciente, pero esto cae fuera del alcance de este trabajo (remito al capítulo "Los errores de la izquierda" de mi libro "Rumbo a la democracia"). Simplemente decir que la URSS, a pesar de las indiscutibles barbaridades del estalinismo, fue capaz de pasar en poco tiempo, de ser el país más atrasado de Europa a ser una superpotencia mundial. Fue capaz, a pesar de la revolución, de la guerra civil, de las guerras mundiales, de las hambrunas, de pasar de ser un país atrasado a ser una potencia espacial, hasta el punto de sobrepasar en los primeros años de la carrera espacial a los Estados Unidos de América y ser el primer país en mandar un objeto, un ser vivo y un ser humano al espacio. No ha habido en la historia semejante crecimiento económico tan intenso y tan rápido. El caso de la URSS es único. Esto debe hacernos reflexionar sobre si el sistema soviético era tan inviable como nos pueda parecer a primera vista, o como nos quieren hacer ver, a pesar de que el socialismo "real" careciera de una de las características básicas del concepto del socialismo, como es el control democrático de las fuerzas productivas. Alguien podría rebatir que la humanidad también ha sido capaz de hacer grandes gestas bajo sistemas deleznables (por ejemplo, la construcción de las grandes pirámides de Egipto, mucha gente sólo la explica mediante un sistema basado en la esclavitud, aunque también hay otras teorías que dicen que no fue así). Por esto, incluso aun admitiendo que los sistemas que existieron en el pasado reciente no son ejemplos a considerar (lo cual es muy discutible), de lo que no cabe duda, es que el sistema económico-político no ha sido siempre el mismo. Incluso aunque se tergiverse la historia, aunque se pueda interpretar ésta de distintas maneras, de lo que no cabe duda, es que el sistema a lo largo de la historia ha cambiado. De lo que no cabe duda tampoco es que ha habido intentos de cambios que han sido reprimidos y que siguen siendo reprimidos en el presente. Aquellos que proclaman que el sistema actual es el único posible, bien que se guardan de dar ninguna oportunidad a cualquier otro distinto. Por consiguiente, como demuestra la historia, si la sociedad ha cambiado tanto, ¿por qué no puede seguir cambiando? ¿Cómo puede afirmarse que el sistema actual es el único posible cuando el sistema siempre ha cambiado en el tiempo? ¿Es que la sociedad deja de cambiar en algún momento? ¿Es posible detener el tiempo, la evolución de la sociedad humana?
Por otro lado, si según afirman los "apóstoles" del sistema actual, no hay alternativas, ¿por qué se empeñan tanto en silenciar las ideas distintas a las proclamadas por ellos? ¿Por qué no se enfrentan directa y abiertamente a otras ideas alternativas si tan seguros están de que éstas son inviables o poco serias? ¿Hay mejor manera de llegar a la verdad que contrastando entre versiones o ideas opuestas (y cuanto más opuestas mejor)? ¿Por qué no se ve en los grandes medios de comunicación debates entre personas que defiendan ideas radicalmente distintas? Suponiendo que un periodista pudiera actuar con plena libertad, suponiendo que no tuviera presiones de sus jefes, ¿no sería interesante traer a un programa de debate a gente de vez en cuando distinta (en vez de traer siempre a los mismos) que diga cosas realmente distintas para contrastarlas con las que se suele oír habitualmente? ¿Cómo puede saberse la verdad en un juicio si sólo puede oírse a una de las partes? ¿Cómo se puede saber que lo que preconizan en la televisión o los grandes medios es serio? ¿Cómo se puede saber que lo que se dice en dichos medios no es sólo lo "políticamente correcto", lo que los jefes de los distintos medios dicen que hay que decir porque sus jefes (los grandes empresarios) les dicen lo que debe decirse o no? El problema con las ideas alternativas es que no tienen ninguna oportunidad de ser defendidas o contrastadas con las oficiales en los grandes medios porque dichas ideas ponen en cuestión el status quo fomentado y apoyado por dichos medios. Si no es así, ¿qué otra explicación lógica podemos encontrar a la ausencia de ideas alternativas en los grandes medios (ideas que sí abundan en la prensa alternativa en Internet)? No confundamos lo establecido con lo verdadero. Durante milenios se creyó que la verdad era que el único sistema "serio", el único posible, era el basado en la esclavitud. Durante milenios, lo establecido decía que la Tierra era el centro del Universo.
Conviene que aquellos que tienen fe ciega en los medios oficiales, se pregunten quiénes son los dueños de dichos medios y a qué intereses benefician. Lógicamente, los dueños de un medio, sus socios capitalistas, nunca propagarán opiniones o noticias que pudieran poner en peligro sus intereses. No es suficiente contrastar entre distintos medios oficiales porque todos ellos se basan en los mismos principios. Son empresas privadas o gubernamentales cuyo único criterio es el beneficio o el servicio a los intereses de sus amos, que deben responder ante sus socios capitalistas o ante los políticos que los controlan, que no pueden poner en cuestión el sistema del que forman parte y del que ellos son parte fundamental. Sin embargo, la prensa alternativa funciona de distinta manera porque muchas veces en ella colabora gente de forma desinteresada. La prensa alternativa es independiente, no depende del sistema, no depende del gobierno de turno, ni por supuesto está supeditada al poder económico o al mercado. Su lógica de funcionamiento es radicalmente distinta de la de la prensa oficial (en la mayoría de los casos, también hay prensa alternativa basura que responde a intereses partidistas). ¿No es evidente, por ejemplo, la falta de pluralidad en la televisión? ¿Por qué son tan parecidos los telediarios de las distintas cadenas de televisión? Ves uno y prácticamente los has visto todos. Por esto, fundamentalmente, se ha impuesto el "pensamiento único". El control de los medios de comunicación por el poder económico, el verdadero poder en la sombra, es el instrumento fundamental para evitar recuestionar el sistema y evitar los cambios. Pero Internet está poco a poco rompiendo el monopolio de la información y de las ideas. Internet parece imparable, a pesar de que hay intentos de censurarlo, desprestigiarlo y controlarlo. Internet puede que sea la única esperanza para evitar el triunfo definitivo del pensamiento único.
La verdadera manera de saber si las ideas son viables o no es llevándolas a la realidad para comprobar si lo que se propugna en la teoría funciona en la práctica. En eso se basa el método científico. En toda ciencia, la teoría debe ser contrastada con la práctica. Por consiguiente, hasta que no se intente llevar a la práctica las ideas, no se puede saber a ciencia cierta si las ideas propugnadas son viables o verídicas o serias. En ocasiones se pueden rebatir las ideas sin necesidad de llevarlas a la práctica, pero realmente la prueba del algodón de cualquier teoría es su puesta en práctica. Algunos ya advertían de los peligros del capitalismo cuando aún no había evolucionado tanto. Se podía dudar acerca de las críticas que vertía Marx sobre el capitalismo en el siglo XIX. Pero su degeneración en el siglo XXI no ha lugar a dudas. Desgraciadamente, las críticas, las advertencias que hacía dicho filósofo-economista sobre el sistema que se ha impuesto, se han cumplido, se están cumpliendo. No ha habido nadie que haya analizado, hasta ahora, más a fondo al capitalismo que Marx. Que se haya equivocado en algunas de sus predicciones, no significa que se haya equivocado en todo. No es casualidad que, en momentos tan críticos para el capitalismo como el actual, renazca el interés por leer El Capital. El contraste y el enfrentamiento directo y libre de las ideas (es decir, en igualdad de condiciones) es imprescindible para llegar a alguna "verdad". No puede afirmarse tan alegremente (como hacen algunos) que ciertas ideas no se consideran porque no son serias. La forma de saber si son serias o no, es, primero, conociéndolas, segundo, contrastándolas con las opuestas, y tercero, intentando llevarlas a la práctica. Es imprescindible que dichas ideas puedan ser, por lo menos, conocidas. Pero si no se difunden, ¿cómo van a ser conocidas? Y por tanto, ¿cómo llevarlas a la realidad? La pescadilla que se muerde la cola.
¿Es serio el sistema actual? ¿Es serio un sistema donde unos pocos individuos acumulan tanta riqueza como países enteros? ¿Es capaz alguien de trabajar cientos (ni siquiera decenas) de veces lo que otros? Y si no es así, entonces, ¿por qué hay gente que gana miles de veces lo que otros? ¿Es serio que el trabajo de todos sea disfrutado sólo por unos pocos? ¿Es serio que una empresa que no tenga pérdidas pueda hacer despidos colectivos? ¿Es serio que alguien dependa de otros para subsistir? ¿Ocurría esto antes? Si antes la gente era capaz de ganarse la vida sin vender su fuerza de trabajo (como así fue más o menos casi siempre), ¿por qué ahora es casi imposible? ¿Es serio decir que no hay trabajo hasta el punto de que mucha gente se queda en el paro, mientras muchos de los que trabajan no tienen tiempo para sus asuntos personales, mientras las horas extras son habituales (y muchas veces no remuneradas)? ¿Es serio que al mismo tiempo que aumenta el paro (hasta proporciones alarmantes), que se extiende la congelación salarial (cuando no el impago de los salarios), se abogue desde las instancias de la economía oficial por que la gente tenga confianza en el sistema y consuma más o no deje de consumir? ¿Para analizar o descubrir dichos contrasentidos es necesario ser un "gurú"? ¿Es serio que se den ayudas multimillonarias a los bancos (que son los que han provocado la crisis con la complicidad y pasividad de los políticos), sin pedir cuentas por dicho dinero "prestado" (mejor dicho "regalado"), sin pedir garantías de que se use adecuadamente, y al mismo tiempo, no se aumente la cobertura de los más necesitados, de las víctimas de la crisis? ¿Es serio ayudar a los ricos con un dinero que en otras muchas cuestiones básicas nunca existe (se ha calculado, por ejemplo, que con la ayuda dada a los bancos por el gobierno USA podría erradicarse el hambre en el mundo) mientras se deja a los pobres, a los más necesitados, que se busquen la vida (o se les da "ayudas" claramente insuficientes, cuando no ridículas)? ¿No sería lo lógico primero proteger a los más débiles, a las víctimas? ¿Por qué hay dinero para los ricos y no para los pobres?
¿Es lógico que las decisiones que afectan a la mayoría sean tomadas por minorías? ¿Tiene futuro un sistema basado en las injusticias, en las escandalosas desigualdades, un sistema cuya ley básica es la de la jungla, cuyo único principio es el beneficio a toda costa (a costa de las personas o del medioambiente)? ¿Tiene futuro un sistema cuyo destino está en pocas manos? ¿Tiene sentido un sistema que atenta contra el más elemental sentido común, contra la lógica más básica? ¿Tiene futuro el sinsentido? ¿Tiene futuro un sistema a todas luces irracional? ¿Es serio empeñarse en defender ciegamente un sistema que cada vez muestra más síntomas de su inviabilidad? ¿Es serio cerrarse a otras ideas que lo replanteen? ¿Es serio el dogmatismo (de cualquier signo)? A la vista de todo lo anterior, ¿no podemos concluir, como decía Bertolt Brecht, que el capitalismo, que tanto demoniza la palabra radical para blindarse ideológicamente, es él mismo radical? ¿No atenta radicalmente contra la inteligencia y la ética? ¿No atenta radicalmente contra la humanidad?
En el capitalismo, el dinero pasa de ser un medio a ser un fin en sí mismo. El capital se transforma en la principal mercancía. La especulación se convierte en el motor de la economía. La economía se vuelve artificial. El sector financiero predomina. Los bancos son los verdaderos dueños de la economía. La financiarización de la economía es inevitable. Las burbujas especulativas son la norma. La cultura del pelotazo sustituye a la cultura del esfuerzo. El robo adopta formas cada vez más sofisticadas y sutiles, cada vez más difíciles de detectar. La ingeniería financiera se convierte en la "carrera" de moda. Tras periodos de grandes beneficios surgen repentinamente e "inexplicablemente" las bancarrotas. Los casos de corrupción se disparan. Las crisis cíclicas son parte del sistema. Son cada vez más intensas y frecuentes. El sistema necesita regenerarse con frecuencia. El capital, tras cada crisis, se fortalece y las personas normales se debilitan. Lo único que parece amenazar al sistema es la cada vez mayor resistencia de ciertos colectivos de personas. Las intensas contradicciones del sistema económico provocan intensas contradicciones sociales. La resistencia anticapitalista aumenta al mismo tiempo que la opresión capitalista. El sistema procura evitar crear grandes masas de personas desesperadas que pudieran rebelarse contra el mismo. El sistema procura autolimitarse para sobrevivir. Pero el monstruo es cada vez más difícil de controlarse a sí mismo. La amenaza de la hecatombe es cada vez mayor. El castillo de naipes puede desmoronarse por cualquier lado. El sistema es cada vez menos seguro, menos estable.
El motor del capitalismo es el insaciable afán de lucro. Es la necesidad de aumentar a toda costa el beneficio, a costa de las personas o del medio ambiente. El capitalista está preso de su avaricia, de su inconformismo respecto al dinero. Cuanto más tiene, más quiere. Cuanto más gana, más quiere ganar. Cualquier persona que se convierta en capitalista se arriesga a caer en esa dinámica imparable. El capitalismo, si no se le restringe, no tiene límites. Sólo se auto-restringe para evitar que sus excesos le pongan en peligro (y a veces, ni siquiera, basta considerar el ejemplo de la reciente crisis). Es una droga que está llevando al abismo a la humanidad. Para el capitalismo, como su propio nombre indica, lo único importante es el capital, ya ni siquiera la calidad de los productos o de los servicios, ni por supuesto las necesidades reales de los consumidores. Las necesidades de los consumidores se crean incluso artificialmente porque la economía no está al servicio del consumidor. Es el consumidor el que está al servicio de la economía. El trabajo está también al servicio del capital. El trabajo es el medio de reproducir capital en vez de ser el medio por el que las personas se ganan la vida. Las personas, los trabajadores, son sólo recursos, están al servicio del capital. En el capitalismo TODO está al servicio del capital. Incluso la salud de las personas. La industria farmacéutica juega con la salud de las personas con tal de obtener más beneficios. No se producen medicinas para curar viejas enfermedades que afectan a países del Tercer Mundo porque no son rentables. Se empastilla masivamente a la población sin importar las consecuencias. Las personas mayores se hacen dependientes de cada vez más medicamentos. Se disparan los casos de muertes provocadas por los efectos secundarios de algunos medicamentos que no son suficientemente probados porque los organismos que los deben controlar no son independientes. Incluso se crean enfermedades nuevas, se inventan enfermedades. Se exageran reacciones naturales que antes nadie consideraba como enfermedad. Por ejemplo, la lógica tristeza de la vuelta al trabajo cuando se acaban las vacaciones ahora es el síndrome post-vacacional. Según indica Teresa Forcades i Vila en su libro Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas, supuestos organismos independientes (en realidad pagados por empresas farmacéuticas) estipulan que cierto porcentaje de la población está enferma cuando realmente no lo está. ¿Quién no ha tenido la sensación de que el médico al que acude le receta algo innecesario o incluso contraproducente? ¿Quién no ha vivido la escena de un médico que rápidamente se pone a recetar sin ni siquiera esperar a que el supuesto enfermo le explique lo que le pasa? ¿Quién no ha sufrido alguna vez los efectos secundarios de algún medicamento, efectos casi peores que la dolencia combatida? ¿No es famoso el refrán que dice que muchas veces es peor el remedio que la enfermedad? ¿No se ha tachado muchas veces a los médicos como "matasanos"? Incluso, ya se está hablando del abuso de los medicamentos, de la ineficacia de ciertas vacunas, de la resistencia de ciertas bacterias a las medicinas. Ésta es una característica típica del capitalismo, inventar necesidades que aumenten artificialmente el consumo. En el capitalismo, todo está (cada vez más) en venta. La salud es una mercancía. La cultura se mercantiliza. Los derechos de autor sustituyen al libre intercambio de ideas (afortunadamente Internet contrarresta esta tendencia). La felicidad se compra en los centros comerciales (las "mecas" de la nueva sociedad de consumo). La dignidad se convierte en un bien escaso. La guerra es el negocio más lucrativo. Las muertes de personas son efectos colaterales. Al negocio de destruir le sucede el negocio de la reconstrucción. El plan Marshall es el paradigma del crecimiento capitalista. La desesperación de seres humanos, una oportunidad de negocio. No es de extrañar que los bancos, la industria militar y la industria farmacéutica sean los motores de la economía capitalista. El capital, la muerte y las personas son las principales mercancías.
En la dinámica capitalista, siempre se requiere aumentar los márgenes, ya sea aumentando las ventas o los precios, ya sea disminuyendo los costes, ya sea incluso las dos cosas a la vez. La competencia manda. O te adaptas continuamente o no sobrevives. No ha lugar para humanismos. El capitalista que no es agresivo y que no sigue a rajatabla la ineludible lógica del capitalismo, sucumbe tardo o pronto. El capitalista más agresivo es el que sobrevive. El pez grande y más agresivo se come al chico. Por el principio del darwinismo social, las peores tendencias del ser humano se van imponiendo sobre las mejores. El capitalismo amplifica y realimenta las peores características del ser humano. Se nutre del egoísmo, de la ambición desmedida, de la avaricia. La solidaridad no es rentable. La competencia sustituye a la colaboración. Sacrosanta palabra la competencia. En nombre de ella todo lo demás es irrelevante. El triunfo es idolatrado. Lo que importa es ganar, no participar. En la sociedad de la imagen, ésta lo es todo. En la sociedad de la publicidad, lo importante es saber venderse. La persona se vuelve un comercial. El ciudadano un actor continuo. La sociedad un gran escenario teatral. La belleza física se convierte en una obsesión. El culto al cuerpo en religión. La posesión de mercancías en el paradigma de la felicidad. Lo importante es aparentar. La superficialidad se impone. La felicidad se vende ante los demás. Infelicidad interior disfrazada de satisfacción cara al exterior. El fracaso está mal visto. La soledad se abre paso. Curiosa sociedad ésta, por un lado masificada, por otro lado aislada. Sociedad superpoblada de solitarios. La malicia y la picaresca, imprescindibles en el currículum de todo triunfador que se precie. El sistema depredador vuelve al individuo depredador. La imaginación para inventar nuevas formas de depredación no tiene límites. Se acosa al trabajador para que se dé de baja o se vaya de la empresa, se le provoca para que cometa un error que justifique un despido disciplinario que salga gratis, se le aísla de sus compañeros, se le tortura obligándole a pasar la jornada laboral completa sin hacer nada. La psicología, la nueva área de investigación en el departamento de "Recursos humanos". Se acosa al inquilino que resiste y no quiere vender. La voracidad de las grandes constructoras es insaciable. El mobbing, la nueva moda. El stress, en consecuencia, la nueva plaga. La empresa, el epicentro de la guerra social. La rumorología, la permanente incertidumbre, la amenaza sutil y latente, el miedo administrado en pequeñas dosis diarias, las nuevas armas de destrucción mental masiva. La desmotivación, a la orden del día. No hay futuro laboral, algo que todo trabajador va asumiendo a medida que adquiere experiencia, no hay futuro ecológico, algo de lo que la naturaleza nos pasa factura de forma cada vez más intensa y frecuente. El capitalismo quema todos los recursos. Su filosofía es usar y tirar. El proclamado reciclaje ecológico, pura demagogia. Sin duda, el capitalismo empeora al conjunto de la humanidad. No es de extrañar que, con el tiempo, las injusticias y las desigualdades aumenten. No es de extrañar que las adolescentes se vuelvan anoréxicas. No es de extrañar que la fama enloquezca a los que tienen la dudosa fortuna de caer presa de sus garras. No es de extrañar que se disparen los suicidios de los que no soportan el fracaso. No es de extrañar que la agresividad contenida se desboque en violencia doméstica o infantil. No es de extrañar que se disparen los casos de niños que, imitando lo que ven alrededor, "incomprensiblemente", jueguen a la caza mayor humana. No es de extrañar que en sociedades especialmente agresivas, donde el capitalismo es especialmente duro, se disparen los casos de enloquecidos que la toman a tiros contra todo ser viviente que se cruce por su camino. No es de extrañar que el stress afecte a niños de cada vez menor edad. Los padres no sólo se obsesionan con su triunfo sino que también con el de sus hijos. Niños que cada vez son menos niños. Niños envejecidos casi desde que nacen. Niños que crecen prematuramente. A los niños del Tercer Mundo se les roba la infancia porque tienen que trabajar en edad de jugar, y a los niños del llamado Primer Mundo se les hace mayores porque se les hace jugar a ser mayores, se les prepara desde temprano a ser consumidores, a cumplir su papel en la sociedad. Cachorros del sistema que, en el peor de los casos, usan la esvástica nazi como símbolo de su equivocada rebeldía. Rebeldía de la juventud redirigida contra los enemigos del sistema, en defensa del sistema. Rebeldía domesticada y reconducida hacia ellos mismos. Juventud domesticada que sólo aspira al botellón. Juventud más conservadora que sus padres. Las calles se convierten en el hogar de ex-ejecutivos agresivos. En el capitalismo, de la noche a la mañana, uno puede pasar de ser un "triunfador" a ser un vagabundo. Si uno tiene hipotecada su casa y repentinamente se queda sin empleo, es muy probable, si no dispone de cierta cobertura familiar (ésta se ha convertido casi en el único "seguro" contra los peligros del sistema), acabar durmiendo en la calle. Es cada vez más difícil no sucumbir ante la presión constante que ejerce el sistema. No sólo el capitalista sucumbe a la endiablada lógica del capitalismo, también el consumidor. Todas las personas están sometidas a su lógica, quieran o no. El capitalismo fomenta el consumismo infinito, la insatisfacción permanente. Cuando ya tienes un coche, quieres otro mejor o más grande, otro para tu mujer, otro para tus hijos. Ya ni siquiera esperas a que tu coche envejezca para cambiarlo. Simplemente te "cansas" de él. Si ya tienes una casa decente y pagada, aspiras a una más grande, con lo cual te vuelves a endeudar. Si ya has acabado de amueblar tu casa, te da por redecorarla. Antes de sacar partido a tu nueva cámara digital, antes de saberla usar, te encaprichas con otra nueva que acaba de salir porque tiene unas prestaciones que realmente no necesitas ni vas a emplear y que a veces ni siquiera comprendes realmente. Poco a poco, vas coleccionando un montón de cacharros que no te da ni tiempo de utilizar, hasta que te hartas y para hacer sitio te desprendes de ellos, eso sí procurando reciclar. No llegas a final de mes, pero a la mínima de cambio, te desprendes de objetos seminuevos que no sabes muy bien porqué compraste en su día. El ahorro se convierte en una ilusión. Te endeudas cada vez más, y en consecuencia, te sometes cada vez más en el trabajo, justo lo que quiere el sistema. Eres lo que consumes. Cuanto más tienes, más vales. Cuanto más tienes, más quieres. Si no consumes, no te sientes realizado. Si no consumes no estás bien visto por los demás. Si no estás a la última, a la moda, eres ridiculizado por los zombis que te rodean. Para integrarte socialmente, sucumbes ante la sociedad de consumo. Para poder comprar más y más, te vendes más y más..La sociedad capitalista es la sociedad de la alienación del individuo. La proclamada libertad individual es en realidad la coerción individual. El individuo, normalmente, no es explícitamente reprimido porque lo es implícitamente. No es necesario reprimirlo desde el exterior porque él mismo se auto-reprime, en la mayor parte de los casos. El capitalismo representa el más sutil e inteligente totalitarismo inventado hasta la fecha.
Es cada vez más difícil no sucumbir ante semejante dictadura social porque ello requiere mucha rebeldía y ésta intenta ser anulada por el sistema. No hay nada peor visto por la mayoría de tus conciudadanos que ser un rebelde radical, un "antisistema", un inadaptado. Se requiere un alto grado de independencia y de rebeldía para pasar del qué dirán, para romper la dinámica de la anulación del individuo. Así pues, cada vez es más habitual ver desamparados en la calle. "Locos" que hablan consigo mismo, desesperados que se desahogan con los viandantes que se encuentran con ellos, por lo menos hasta que ya no les queda energía ni para eso, ni siquiera para pedir limosna. O te adaptas al sistema o éste te echa sin contemplaciones. La libertad se convierte cada vez más en una utopía inalcanzable. Para poder sobrevivir, aunque lo aborrezcas, tienes que prostituirte un mínimo, procurando que el sistema no te cambie demasiado. Te arriesgas a volverte loco porque tienes que estar en permanente lucha entre una parte de ti que sabe que cuanto más cedes, más deberás ceder aún, más dejas de ser tú mismo, y otra parte de ti que te dice que cómo no cedas, acabas en la calle. El corazón está en permanente lucha con la cabeza. Incluso parte de tu cerebro está en conflicto con la otra parte. En fin, un sistema loco que vuelve loco al individuo y al conjunto de la sociedad. ¿Quién puede extrañarse de que la ansiedad, la depresión, las enfermedades mentales, la violencia, la delincuencia, se conviertan en el pan nuestro de cada día? ¿Quién puede extrañarse de que una parte desesperada y desesperanzada de la juventud aproveche las celebraciones deportivas (por otro lado, desproporcionadas, la sociedad está ansiosa de celebraciones, de evadirse de la cruda realidad) para destrozar el mobiliario urbano? ¿Quién puede extrañarse de que mucha gente recurra a las pastillas, al alcohol, a las drogas para llevar el día a día? En Un mundo feliz de Aldous Huxley, la población toma masivamente la droga proporcionada por las autoridades llamada soma, para combatir la melancolía, la tristeza, la monotonía de una existencia alienada, para crear una falsa sensación de felicidad. ¿No estamos, paso a paso, tendiendo hacia un mundo feliz? ¿El soma de nuestros días no es el fútbol? ¿Realmente estamos sólo en crisis económica? ¿No podemos afirmar que el capitalismo es en sí mismo una crisis de la humanidad? ¿No podemos decir que la crisis es también moral, social, humana? ¿El capitalismo no condena a la humanidad a estar en permanente crisis?
Conclusiones
El capitalismo se basa en el control de lo público en pocas manos privadas. Se sustenta en el control de la sociedad por una élite privilegiada. Sus principios fundamentales son: el crecimiento constante mediante el consumismo aumentado artificialmente y la expansión continua de los mercados (colonización antaño, imperialismo o globalización económica actualmente), el aumento incesante de los márgenes de beneficios mediante el aumento de las ventas o de los precios y mediante la reducción de los costes de producción (incluidos los costes salariales), el acaparamiento de la riqueza generada por la sociedad en pocas manos, la privatización de la economía (de los medios de producción, de los beneficios, pero no de las pérdidas que sí son socializadas), el agotamiento de los recursos (humanos y medioambientales), la alienación de la sociedad en general, la sociedad al servicio de la economía que a su vez está al servicio de una minoría privilegiada, la dictadura en el seno de las empresas protegida por una democracia política bajo mínimos que impida el desarrollo democrático y por tanto la democratización de la economía. La idea subyacente clave para el capitalismo es el monopolio. El monopolio político para que la política se supedite a la economía. El monopolio de los medios de producción y de los mercados para que la economía esté en pocas manos. El monopolio de las ideas para evitar el recuestionamiento del sistema. Lejos de lo que se nos proclama oficialmente, capitalismo y mercado libre son antónimos. El capitalismo equivale a monopolio disfrazado de oligopolio disfrazado a su vez de libertad. En el ámbito político tenemos el bipartidismo como paradigma. En el ámbito económico tenemos a los oligopolios de las grandes multinacionales como paradigma. El sistema político se controla con la preponderancia de dos partidos que defienden por igual las bases del sistema económico y que explotan diferencias en cuestiones de menor importancia para el capital para aparentar cierta pluralidad. No es de extrañar que el país adalid del capitalismo, como es Estados Unidos de América, sea también el país adalid del bipartidismo. El sistema económico se controla con un supuesto mercado libre para aparentar que cualquiera con un poco de espíritu emprendedor, con algo de suerte y de riesgo, puede ser capitalista (el capitalismo popular que decía Margaret Thatcher) pero que en realidad es cada vez menos libre por el proceso de concentración empresarial inherente a la dinámica capitalista (el capital tiende a agregarse) y consentido (y fomentado) por el poder político cada vez más sometido al económico. Capitalismo popular es un contrasentido. El capitalismo se sustenta en la oligocracia, bajo la forma de partitocracia política, disfrazada de democracia puesta al servicio de la oligarquía.
Pero el control social siempre necesita ineludiblemente el control de las ideas. El gran triunfo del capitalismo es su hegemonía cultural, cuyo paradigma es el pensamiento único. Éste se ha impuesto gracias a la caída del "comunismo" y sobre todo mediante el control de los medios de comunicación de masas por parte del poder económico. La falsa conciencia que decía Marx ha triunfado. El gran triunfo del capitalismo es que sus víctimas (casi toda la humanidad) asuman acríticamente sus postulados. Su gran triunfo es que unos trabajadores se enfrenten a otros. Es que el capitalista pueda delegar en sus lacayos para que le hagan el trabajo sucio. La desunión de los trabajadores es el gran logro del capitalismo. El peligro revolucionario está, por ahora, completamente desactivado. El gran triunfo del capitalismo es que el trabajador comprenda que es prescindible y asuma como lógico que su empresa deba echarle cuando los beneficios disminuyen (ni siquiera ya cuando éstos desaparecen). Es que el trabajador se convierta en el jefe que tanto detestaba. Es que nos pasemos la vida quejándonos unos a otros, mientras no hacemos absolutamente nada para evitar nuestra explotación. Es que nos muestremos muy gallitos entre nosotros para a continuación bajarnos los pantalones o las faldas a la mínima de cambio. Es que no comprendamos cómo puede haber existido algo llamado nazismo, mientras nosotros, en circunstancias mucho menos peligrosas, no arriesgamos nada. Es que critiquemos fácilmente a los que no quisieron ver en esa época, cuando en esa época la gente se jugaba la vida, mientras nosotros ahora nos tapamos para no ver cómo degenera todo a nuestro alrededor, cuando sólo nos jugamos, por ahora, el dinero. Es que el individuo crea que la única solución es el "sálvese quien pueda". Es que la única esperanza sea la suerte. Es que la sensibilidad esté en vías de extinción. Es que tiremos la toalla. Es que no veamos salidas. Es que pensemos que no sirve de nada luchar. Es que.
Sin embargo, la realidad nos devuelve la conciencia. Cuando nos topamos con la cruda realidad, las ideas son puestas a prueba. La realidad puede maquillarse, indudablemente. Pero, tarde o pronto, su maquillaje se deshace. Una vez superados los prejuicios, una vez superados los complejos, una vez perdido el "respeto" a las autoridades intelectuales, una vez superado el miedo a hacer el ridículo por pensar y opinar, una vez que uno piensa un poco por uno mismo (ya sea porque es un rebelde natural, ya sea porque la cruda realidad le devuelve los ojos y la capacidad de raciocinio), los postulados del capitalismo resisten muy poco frente al pensamiento crítico. Pueden maquillar la realidad con frías estadísticas donde sólo se mide a la sociedad en base a ciertos parámetros donde no cuenta la felicidad, ni el reparto de la riqueza, ni la libertad, ni la igualdad, ni la paz, ni… Es decir, donde no cuenta lo principal. Donde las personas son sólo números, son sólo costes o beneficios. Pero no pueden maquillar del todo (aunque lo intentan también) el hecho de que cada vez haya más pobres, de que cada vez sea más habitual ver indigentes en las calles (también intentan ocultarlos, quizás llegará el día en que se exterminen), de que la sociedad se deshumaniza, de que la naturaleza nos está empezando a pasar factura. Quizás sean capaces de elaborar aún más el maquillaje, pero cada vez les cuesta más. Son tan evidentes las consecuencias del sinsentido que representa el capitalismo, afectan a tanta gente, es tal la degeneración del sistema actual, que es casi una utopía que pasen desapercibidas. Parece inevitable, como mínimo, el recuestionamiento del capitalismo. En los últimos tiempos, el muro ideológico de protección del status quo se ha agrietado por la aparición de Internet. Afortunadamente, es muy difícil controlar por completo a la sociedad y a veces algunos avances científicos o tecnológicos producen consecuencias sociales imprevisibles. Internet es el principal talón de Aquiles para el capitalismo. Éste ya se ha puesto manos a la obra y no va a cejar en su empeño por controlarlo todo lo que pueda. La guerra ideológica está más latente que nunca. Guerra del capitalismo contra la humanidad. La guerra por la supervivencia física de la humanidad, además de por una sociedad humana en el mejor sentido de la palabra.
La democracia es el principal enemigo del capitalismo. No es de extrañar que experiencias de capitalismo de Estado disfrazadas de socialismo hayan fracasado en cuanto a la implantación de sociedades radicalmente distintas y hayan permitido la transición no traumática al capitalismo puro y duro. Para el capitalismo, no hay mucha diferencia entre que los medios de producción pertenezcan a unos pocos empresarios o a unos pocos burócratas (otra cuestión es la eficiencia de la gestión ejercida por la élite que controla la economía). La clave para el capitalismo está en que el control lo tengan unos pocos. Por consiguiente, la única forma de combatir el capitalismo es democratizando por completo la sociedad. Desarrollando la democracia política para liberar a la política del dominio de la economía (como mínimo, llevando a la práctica los postulados defendidos en teoría por la democracia liberal en la que se basa oficialmente el propio capitalismo, como la separación efectiva de los poderes). Democratizando la economía para que ésta esté al servicio del conjunto de la sociedad. Democratizando los medios de comunicación para permitir la libre difusión de todo tipo de ideas por la sociedad, para evitar el pensamiento único, el monopolio de la verdad. La democracia (el poder del pueblo) es realmente la antítesis del capitalismo (el poder del capital y por consiguiente de la sociedad en pocas manos). Es tal la degeneración del sistema capitalista que hasta algunos de los postulados teóricos en los que originalmente se basaba parecen ahora progresistas e incluso utópicos. Es tal la derechización ideológica de la sociedad (inevitable porque la derecha, es decir el capital, es la que controla la sociedad a través de los medios de comunicación) que ciertos postulados originales de la democracia cristiana, del humanismo o de la socialdemocracia suenan incluso progresistas comparados con lo que estamos viviendo en la actualidad. ¡Ya sería un avance que en España se aplicaran las políticas socialdemócratas de Suecia! En España, y en la mayoría de países, la derecha siempre gobierna. Ya sea oficialmente, ya sea a través de partidos presuntamente de izquierdas que en realidad aplican políticas económicas más o menos conservadoras. ¿Ha de sorprendernos el auge de la extrema derecha? ¿No contrasta con la marginalidad de la extrema izquierda? Lo primordial, lo urgente, es que la sociedad en conjunto recupere el control de sí misma. Y esto sólo puede hacerse mediante la verdadera democracia. Una vez retomado el control (en realidad el pueblo no lo ha tenido por completo nunca, pero el problema es que cada vez lo tiene menos, en vez de al revés), ya se verá qué sistema económico puede funcionar. Llámese liberalismo, socialdemocracia, socialismo, comunismo o anarquismo o cualquier otro "ismo" que pueda surgir. Pero para ello es imprescindible sentar las bases para que todas las ideas puedan ser conocidas por igual y puedan ser probadas en la práctica por igual. Es primordial una sociedad mínimamente libre de elegir su destino. Éste no debe estar en pocas manos, debe pertenecer a TODA la sociedad.
El capitalismo se sustenta en la falta de libertad. Sustituye la libertad por el libertinaje. Éste está disfrazado con aquella. El capitalismo es la forma moderna de esclavitud, de explotación. La sociedad moderna reproduce los males de ciertas viejas sociedades pero con apariencias más sofisticadas. Como decía Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz: Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Y yo a esto añadiría, que si además, los esclavos no son conscientes de su servidumbre (porque está más camuflada, porque la complejidad del disfraz la hace más difícilmente reconocible), entonces es más fácil que la acepten. Y como decía Napoleón, Con las bayonetas se puede lograr todo menos sentarse sobre ellas. La mejor política es hacer creer a los hombres que son libres. El capitalismo se sustenta en una falsa democracia con una falsa libertad. O dicho de otra manera, sobrevive porque consigue que el pueblo renuncie a mayores cotas de libertad y de democracia. Consigue que la mayor parte de la gente se conforme con la democracia formal conseguida. Indudablemente, en los últimos siglos, se lograron logros en cuanto a derechos y libertades, pero éstos están en claro retroceso. Estamos asistiendo a una involución sutil e inteligente (pero no perfecta, afortunadamente) de la libertad. La democracia, en vez de avanzar, en vez de desarrollarse, está retrocediendo, se está desnaturalizando. La degeneración del capitalismo, inherente a su filosofía, se produce al mismo tiempo que la degeneración democrática. Ambas degeneraciones se realimentan mutuamente.
El capitalismo está plagado de intensas contradicciones. Pero éstas no están sólo en su teoría económica. No sólo tenemos contradicciones en el régimen de producción, como analizó Marx extensamente. También la propia ideología en la que se basa está plagada de contradicciones. No es necesario ser economista para deducir que el capitalismo es contradictorio. Analizando las propias ideas en las que se sustenta, se descubren incongruencias evidentes. En el capitalismo, lo que se proclama en la política contradice lo que se proclama en la economía. Lo que se proclama en la teoría contradice lo que se ejecuta en la práctica. Lo individual se contrapone a lo social. El individuo o se impone al resto de la sociedad (este es el caso de los capitalistas) o se somete a ella (este es el caso del pueblo). El individuo o domina o es dominado. El individuo se contrapone a la sociedad en vez de complementarse a ella o desarrollarse en ella. El capital se contrapone a las personas. La oferta se contrapone a la demanda (en vez de adaptarse a ella). El empresario se contrapone al trabajador. La economía ficticia se contrapone a la real. El triunfo se contrapone a la marginación. El Primer Mundo se contrapone al Tercer Mundo, incluso al Cuarto Mundo. El capitalismo es en sí mismo contradictorio. ¡Cómo no van a surgir las crisis cíclicas! Pero además, por si fuera poco, el capitalismo es cada vez más contradictorio. ¡Cómo no van a ser cada vez más intensas y más frecuentes las crisis! El capitalismo supone un permanente estado de guerra de la humanidad contra sí misma. Podría decirse, en primera instancia, que de una pequeñísima (cada vez más pequeña) minoría contra la mayoría de la humanidad. Pero esto no es exactamente así, incluso los capitalistas están en guerra unos contra otros, incluso los trabajadores están en guerra unos contra otros sumidos en un alocado proceso de "sálvese quién pueda". El lema parece ser ¡Todos contra todos! La guerra es a todos los niveles. De individuos contra individuos, de grupos sociales contra grupos sociales, de países contra países, de zonas geoestratégicas contra zonas geoestratégicas, de mercados comunes contra mercados comunes. Incluso estamos en guerra contra la naturaleza. La lucha de clases, evitada temporalmente por la hegemonía cultural del capitalismo (facilitada ésta por los fracasos de sistemas que pretendían ser alternativos), es inevitable en el sistema capitalista porque el capitalismo fomenta la división de la sociedad en clases, porque las desigualdades exacerbadas son la consecuencia natural de sus postulados y sus acciones. La guerra forma parte del capitalismo, aunque la llaman eufemísticamente competencia. Incluso a veces esto se reconoce y se usa el término "guerra comercial". De hecho, la competencia por los recursos naturales es la principal causa de las guerras que causan millones de víctimas. La guerra que provoca muertes y destrucción del medioambiente se nutre de la competencia. En realidad, dicho en términos dialécticos, supone un peligroso cambio cualitativo, la cantidad se convierte en calidad. La competencia exacerbada y agresiva se convierte en guerra. ¡El capitalismo se nutre de la guerra y hace negocio de la guerra! El capitalismo provoca guerras y éstas realimentan al capitalismo porque suponen la mejor oportunidad de crecer. El capitalismo necesita un ciclo continuo de destrucción-construcción para conseguir su ansiado crecimiento continuo. El capitalismo es por naturaleza cíclico. Los ciclos forman parte de él. Sin ciclos, sin altibajos, no hay capitalismo. El problema es que cada vez es más peligrosa esa dinámica de destrucción-construcción, cada vez es mayor el riesgo de que nos quedemos a mitad de camino, de que a la destrucción no le suceda la construcción.
Indudablemente, muchas de las características descritas ya sucedían con otros sistemas anteriores al capitalismo. En realidad, la sociedad "civilizada" no ha cambiado tanto a lo largo de la historia, salvo ciertos episodios excepcionales (normalmente silenciados o tergiversados) en los que se intentó cambios o en los que la sociedad era más libre. Se han sucedido siempre avances y retrocesos. El problema con el capitalismo actual es que ahora los medios son mucho más sofisticados y potentes. Las diferencias con los sistemas de explotación anteriores son más bien cuantitativas y aparentes. Han cambiado más las formas que el fondo. Casi siempre han existido guerras. Desde hace tiempo que la naturaleza sufre con el desarrollo de nuestra "civilización" (desde que dejamos de ser "primitivos"). El problema fundamental es que ahora, por primera vez en la historia, somos capaces de destruir el planeta varias veces con nuestro armamento nuclear (no habiendo aún aprendido a convivir en paz) y tenemos claros indicios de que estamos cambiando el clima, de que estamos llegando al límite de lo que puede soportar Gaia (el desastre ecológico no puede pasar ya desapercibido). Estamos en un momento histórico crítico en el que o cambiamos radicalmente de mentalidad, de modelo social, de modelo económico-político, o las posibilidades de supervivencia de nuestra especie o incluso de nuestro planeta se vuelven peligrosamente pequeñas. Ya ni siquiera vale la falacia que nos venden de que, a pesar de todo, ahora se vive mucho mejor que en el pasado, lo cual es, dicho sea de paso, muy discutible. No es suficiente justificar y consentir los graves defectos del sistema actual por sus supuestas virtudes respecto de sistemas anteriores. Es imperativo corregir cuanto antes los errores del sistema actual. Errores que empiezan a ser críticos para la especie humana y para su hábitat. No cabe conformarse con el sistema actual. La autocomplacencia es garantía de exterminio a medio plazo. El capitalismo está acelerando nuestra autoextinción. Indudablemente también, el capitalismo ha posibilitado un importante crecimiento económico. Marx, el más implacable crítico del capitalismo, reconocía sus virtudes. Lo consideraba como una etapa necesaria que debía ser superada. Para él, los indiscutibles grandes avances logrados en él debían ser puestos al servicio de toda la sociedad. El problema es que la riqueza generada por el capitalismo no se ha repartido bien en la sociedad, el problema es que la riqueza generada se ha logrado con un alto precio social y ecológico. De poco nos sirve crear más riqueza si ésta no es disfrutada por el conjunto de la sociedad, si se hace a costa de la mayor parte de la población, si se hace a costa de destruir nuestro hábitat. La riqueza generada por el capitalismo, además de ser disfrutada sólo por una pequeña minoría, es "pan para hoy y hambre para mañana" para el conjunto de la humanidad.
El capitalismo es la jungla trasladada a la civilización. Y como tal jungla, la única ley es la del más fuerte. El capitalismo es pura depredación. El problema es que la jungla natural sí se autorregulaba realmente. Por el contrario, el capitalismo es la jungla amplificada y retroalimentada de forma acelerada. La jungla "civilizada" se diferencia casi sólo cuantitativamente y en ciertas formas de la "natural". ¡Ya es hora de construir un sistema económico-político realmente civilizado! La civilización humana no puede tener futuro si no se vuelve civilizada. La jungla "civilizada" está destruyendo su hábitat, está destruyéndose a sí misma. La jungla "civilizada" se contrapone a la "natural" (otra vez nos topamos con las omnipresentes contradicciones del sistema). El problema es que la primera no puede sobrevivir sin la segunda, al destruir la jungla "natural", la jungla "civilizada" se destruye también a sí misma. El capitalismo es intrínsecamente destructivo porque se sustenta en la guerra, en las contradicciones. Evidentemente, dado que los seres humanos somos por naturaleza contradictorios, nuestra sociedad tiene que serlo también forzosamente. No existe la sociedad perfecta sin contradicciones. Sin embargo, el problema con el capitalismo, es que sus contradicciones son abundantes y profundas, además de muy peligrosas. El capitalismo es extremista, tiende a realzar los extremos contrapuestos. O se está muy bien, o muy mal. O se trabaja muchas horas o se está parado. O se trabaja mucho (la mayoría de trabajadores cuando trabajan) o se trabaja poco (ciertos colectivos privilegiados en vías de extinción) o incluso no se trabaja (una minoría espabilada que aparenta trabajar). O se gana mucho dinero (los que consiguen estar del lado del capitalista, sus lacayos, aquellos dispuestos a renunciar a su dignidad con tal de estar del lado de los "triunfadores") o se gana poco (los desgraciados que han tenido la mala suerte de ser honrados, que no entienden el arte de trabajar para no trabajar, de lograr un puesto bien remunerado por no trabajar, de sustituir el trabajo por las supuestas responsabilidades, por las que casi nunca nadie da la cara). Con el tiempo, gran parte de la sociedad tiende a la miseria, mientras otra pequeñísima parte tiende a la opulencia. Si no se le regula, el capitalismo "dualiza" la sociedad. El capitalismo gusta de la dualidad, gusta del número dos. El bipartidismo es su paradigma político porque la división económica se hace en dos clases, como decía Marx, los capitalistas y el resto. Por mucho que complejice la estratificación social, la sociedad se divide cada vez más en dos clases esenciales, los que poseen el capital, los dueños de los medios de producción, es decir, los dueños de la sociedad, y los trabajadores, los que deben vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Poseedores vs. Poseídos. El pequeño empresario, algo anecdótico. Con el tiempo, también se convierte en poseído. El pez grande se come al pez chico. El negocio familiar constituye casi la única esperanza de ser un trabajador autónomo (una figura intermedia entre el obrero y el capitalista que cada vez se parece más al primero). La familia en el capitalismo es el refugio contra los extremos de éste. Las herencias familiares son el seguro de vida en el sistema capitalista. El capitalismo necesita del concepto familia porque no sobreviviría sin él. La familia oculta y suaviza las tendencias más extremas del capitalismo. La familia es su necesario regulador, sin el que no podría subsistir mucho tiempo porque las contradicciones se agudizarían y estallarían rápida e intensamente. La familia es el pegamento del sistema capitalista. Por esto, se preocupa tanto de la familia, por esto, teme tanto que el concepto de familia evolucione o desaparezca.
El capitalismo se lleva mal con la palabra reparto. Para el capitalismo, la igualdad es un obstáculo. Al capitalismo no le gusta repartir el trabajo ni el capital. No le gusta repartir las libertades. No le gusta repartir los derechos. No le gusta repartir el poder. Por esto, al capitalismo no le gusta la verdadera democracia. El capitalismo se aleja mucho de la perfección. Aún no existiendo la sociedad perfecta, debemos aspirar a acercarnos a ella lo más posible. El capitalismo no sólo no mejora la sociedad, sino que la empeora notablemente con el tiempo, como ha quedado demostrado por los acontecimientos, como ya algunos intelectuales advirtieron en su día.
Como consecuencia de la gran crisis actual (ya casi nadie duda de que además de ser una crisis financiera, es también una crisis global de la economía, estamos ante una crisis sistémica), ya se empiezan a oír voces, incluso desde organismos de la economía oficial, que abogan por un modelo económico distinto. No se habla mucho de abolir el capitalismo, pero sí se habla sobre todo de refundarlo o reformarlo. Sin embargo, aquellos que abogan por un crecimiento limitado, incluso por un decrecimiento, se "olvidan" que el capitalismo se sustenta, entre otras cosas, en el crecimiento continuo. El premio Nóbel de Economía Paul Samuelson ha afirmado que esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo. El capitalismo, por su propia filosofía, está conduciendo a la humanidad a su autodestrucción, como mínimo, a su deshumanización, pero también a la destrucción del planeta Tierra. No se trata ya sólo de un sistema indudablemente injusto, sino que además se trata de un modelo insostenible. No hay futuro para la humanidad ni para nuestro planeta con el capitalismo agresivo actual. Ya quizás ni siquiera sea suficiente con un capitalismo más suave, con un capitalismo de rostro más humano, si es que ello es posible. Probablemente, ya no sea suficiente con reformar el capitalismo, se requiere abolirlo. Se necesita un modelo económico controlado por el conjunto de la humanidad. Urge la democratización global de la humanidad. La democracia debe desarrollarse y extenderse también a la economía. Es la mejor manera, quizás la única, de garantizar el futuro.
El sistema capitalista desgarra la sociedad. No es posible una sociedad que funcione en armonía si se compone de individuos asociales, si todo el mundo está en guerra contra todo el mundo, si el individuo domina o es dominado. El capitalismo es antisocial porque niega o minimiza el carácter social de los individuos que componen la sociedad. No es posible una sociedad libre con individuos que no puedan ejercer en la práctica su libertad por la falta de igualdad de oportunidades. Con el capitalismo no es posible una sociedad mínimamente libre. El capitalismo es antisocial porque la sociedad está a su servicio, en vez de al revés. La sociedad está al servicio de la economía, en vez de al revés. La economía está al servicio del capital, en vez de al revés. El capitalismo es el mundo al revés. La sociedad humana está condenada a extinguirse ya sea porque las contradicciones inherentes al capitalismo estallen y acaben con ella, ya sea porque la sociedad se deshumaniza. El futuro de la humanidad con el capitalismo es la autoextinción o el totalitarismo. El totalitarismo económico (piedra angular del capitalismo) amenaza con extenderse al ámbito político. La democracia política retrocede como consecuencia del afianzamiento del capital. Como ya dije, para evitar la democracia económica, el capitalismo necesita evitar el desarrollo de la democracia política. Incluso, en los últimos tiempos, la estrategia defensiva de impedir dicho desarrollo, de evitar los avances políticos, se ha transformado en una estrategia de ataque a la democracia política. La mejor defensa es el ataque. Tras resistir los ataques de una sociedad que conseguía conquistas políticas y sociales, el capital ha pasado a desmontar las democracias formales para encaminarnos hacia totalitarismos políticos encubiertos que protejan aún más el totalitarismo económico.
Una élite muy inteligente e ilustrada, no cabe duda, ha conseguido ocultar la cruda y simple realidad con unas apariencias muy sofisticadas. Pero dichas apariencias pueden ser puestas en evidencia con un mínimo de aptitudes y sobre todo de actitud. Como decía al principio, si bien la información ayuda mucho a combatir las falacias que nos venden día a día, la simple observación, el análisis de las contradicciones, el uso de la razón y del sentido común, bastan por sí mismos para llegar a la conclusión de que algo no cuadra en nuestro sistema capitalista actual. La mentira y la hipocresía pueden ser combatidas con un mínimo de espíritu crítico y libre. No es necesario ser ningún "gurú" para descubrir ciertas verdades elementales. Indudablemente, a ciertas verdades sólo puede accederse con ciertos conocimientos, pero indudablemente también, bajo la apariencia de ciertos "expertos", en realidad, se esconden lacayos cuyo objetivo es únicamente confundir al común de los mortales para evitar llegar a verdades elementales y peligrosas. Su misión es que las intuiciones del ciudadano medio se queden sólo en intuiciones, que no vayan a más. El ciudadano intuye (es más o menos consciente) que las democracias actuales son simbólicas, intuye que el poder es de los de siempre, intuye que el sistema económico actual, además de claramente injusto (esto es evidente), es a largo plazo inviable, intuye y percibe que las cosas van a peor, pero no parece ir más allá de sus intuiciones. A pesar de dichas intuiciones, a pesar de ese estado de "semi-consciencia", no es capaz de darse cuenta de que es posible, incluso a corto plazo, cambiar radicalmente el sistema. ¿Qué ocurriría si repentinamente la inmensa mayoría dejara de colaborar con el sistema actual, por ejemplo, dejando de votar? El ciudadano medio no se da cuenta (quizás no lo desee realmente) de que simplemente dejando de colaborar con el sistema, lo pondría en evidencia y aceleraría su transformación radical. No es capaz de darse cuenta de que el poder no es del pueblo porque el propio pueblo renuncia a él, al renunciar a salir de este estado de semi-consciencia, al renunciar a asumir su verdadero protagonismo. No consigue o no desea sistematizar sus intuiciones, sólo consigue o sólo desea tener cierta conciencia mínima de lo que percibe. Quizás en el fondo no desee pensar ni ver. Decía Robert Young que rechazamos creer todo aquello que afecte nuestra comodidad.
Muchas veces, las intuiciones son el camino más rápido hacia el conocimiento (aunque a veces equivocado). Parece como si nuestra mente tuviera la capacidad de intuir la verdad, sin necesidad de mucha información. A veces, la información (sobre todo el exceso de la misma o su mala calidad) nos desinforma, nos despista, nos hace perder de vista dicho camino. Decía Einstein que la única cosa realmente valiosa es la intuición. Debemos recuperar ese olfato que nos hace desconfiar del poderoso, del discurso oficial, de aquellos que se empeñan en defender acríticamente lo establecido, de aquellos que tachan de demagogia a toda crítica a las ideas oficiales, que procuran evitar el contraste de las opiniones. Si usamos de forma combinada, la intuición, un mínimo de información (procurando buscar la calidad en vez de la cantidad, tan malo puede ser el exceso de información como su defecto, incluso el exceso puede ser peor porque nos desborda, nos desanima y nos crea la falsa sensación de que ya no hace falta que nos informemos en otras fuentes), la razón, el sentido común, entonces las probabilidades de que nos manipulen disminuyen considerablemente, entonces la intuición se convierte en verdadero conocimiento. Nunca podremos evitar la manipulación, pero podemos minimizarla. Nunca podremos estar seguros de poseer la verdad, entre otras cosas porque es imposible, por esto debemos siempre recuestionar las verdades, las nuestras también, pero especialmente las del poder establecido porque el poder está precisamente establecido en base a ciertas verdades que intenta vendernos. Para estar bien informado, es imprescindible, por encima de todo, CONTRASTAR. Cuantos mayores sean los contrastes que hagamos, mayor probabilidad de llegar a la verdad. Pero sobre todo, debemos evitar a toda costa el exceso de comodidad, la pereza mental que nos impide pensar por nosotros mismos. El sistema capitalista procura hacernos más comodones, no sólo porque así consumimos más cosas que nos hacen la vida más fácil (aparentemente), sino que además, y esto es fundamental para él, porque así delegamos en otros el ejercicio de pensar y ver. En esta delegación voluntaria reside la clave de su triunfo.
Me gustaría incluir un pequeño pasaje de la novela 1984 de George Orwell que ilustra muy bien lo que quiero decir acerca de nuestras intuiciones:
Winston dejó de leer un momento. A una gran distancia había estallado una bomba. La inefable sensación de estar leyendo el libro prohibido, en una habitación sin telepantalla, seguía llenándolo de satisfacción. La soledad y la seguridad eran sensaciones físicas, mezcladas por el cansancio de su cuerpo, la suavidad de la alfombra, la caricia de la débil brisa que entraba por la ventana… El libro le fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba. En cierto sentido, no le enseñaba nada nuevo, pero esto era una parte de su encanto. Decía lo que el propio Winston podía haber dicho, si le hubiera sido posible ordenar sus propios pensamientos y darles una clara expresión. Este libro era el producto de una mente semejante a la suya, pero mucho más poderosa, más sistemática y libre de temores. Pensó Winston que los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos.
¡Qué grandes frases esas! Los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos. ¿Puede expresarse de mejor forma la verdad intuida? El libro le fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba. ¿Puede expresarse de mejor forma la emancipación intelectual? ¿No ha sentido más de una vez eso el lector leyendo ciertos libros? ¿Ha sentido eso mismo leyendo este trabajo? ¿Realmente éste le ha aportado algo que ya no supiera en el fondo, que ya no intuyera?
También quisiera incluir un pasaje del libro Historia del Tiempo de Stephen Hawking:
Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado demasiado ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen cómo es el universo para hacerse la pregunta de por qué. Por otro lado, la gente cuya ocupación es preguntarse por qué, los filósofos, no han podido avanzar al paso de las teorías científicas. En el siglo XVIII, los filósofos consideraban todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, como su campo, y discutían cuestiones como, ¿tuvo el universo un principio? Sin embargo, en los siglos XIX y XX, la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para ellos, y para cualquiera, excepto para unos pocos especialistas. Los filósofos redujeron tanto el ámbito de sus indagaciones que Wittgenstein, el filósofo más famoso de este siglo, dijo: «la única tarea que le queda a la filosofía es el análisis del lenguaje». ¡Que distancia desde la gran tradición filosófica de Aristóteles a Kant!
No obstante, si descubrimos una teoría completa, con el tiempo habrá de ser, en sus líneas maestras, comprensible para todos y no únicamente para unos pocos científicos. Entonces todos, filósofos, científicos y la gente corriente, seremos capaces de tomar parte en la discusión de por qué existe el universo y por qué existimos nosotros. Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios.
Esto que comenta el eminente científico acerca del Universo, ¿no podríamos aplicarlo también a la sociedad humana? Si lo aplicamos al Universo, donde los humanos somos poco más que espectadores, ¿por qué no aplicarlo a nuestras sociedades, donde somos los protagonistas? ¿No debería ser posible que, en sus líneas maestras, el sistema político-económico de la sociedad humana fuera comprensible para todos y no únicamente para unos pocos especialistas? ¿Cómo es posible construir una sociedad si la mayoría no la comprende y por tanto no puede participar en su construcción? ¿Cómo es posible construir una democracia, en la que se supone debe ser protagonista el pueblo, si éste no comprende el sistema político? Debemos desconfiar de todo sistema que no podamos comprender. Debemos desconfiar de todo sistema cuyo funcionamiento dependa de una élite. Debemos, en suma, desconfiar de toda élite. Podremos delegar hasta cierto punto en ciertos especialistas para implementar las líneas maestras del sistema. Nadie puede entender de todo, esto es evidente. Pero no debemos delegar el conocimiento de dichas líneas maestras. Podemos delegar en cuanto a los detalles, pero no debemos hacerlo en cuanto a las generalidades. Pero dicha delegación nunca debe ser un cheque en blanco. Nunca debemos admitir que bajo la excusa de las indiscutibles dificultades técnicas de llevar a la práctica ciertos principios, se atente contra éstos. Debemos involucrarnos todos en lo que nos afecta a todos, por lo menos en cuanto a sus líneas maestras. Todos debemos opinar y tener la opción de participar activamente en el funcionamiento del sistema. Pero para ello, debemos tener la posibilidad de que todos puedan expresar libremente sus ideas para que sea posible encontrar el modelo de sociedad que pueda funcionar y nos proporcione las mayores posibilidades de convivir felizmente en paz. Es imprescindible para ello desarrollar la democracia. La clave está en la democracia. El conocimiento debe ser democratizado. La mejor garantía de que la humanidad sea dueña en su conjunto de su propio destino es que toda ella participe activamente en su construcción. La manera más segura de asegurarnos un futuro digno para todos es que éste no esté en pocas manos.
Como dijo Nicholas Murray Butler (las citas célebres son siempre grandes e intensas fuentes de sabiduría):
El mundo se divide en tres categorías de gentes: un muy pequeño número que produce acontecimientos, un grupo un poco más grande que asegura la ejecución y mira cómo acontecen, y por fin una amplia mayoría que no sabe nunca lo que ha ocurrido en realidad.
No hay mejor forma de controlar al pueblo que a través de una élite que piense por él. Y si a esto añadimos la comodidad que resulta del hecho de que otros piensen y actúen por uno (siempre es más fácil quejarse que actuar, siempre es más cómodo dejarse llevar, no hay nada más costoso y agotador que ir contracorriente), entonces el terreno está abonado para que dicha élite controle fácilmente a la mayoría silenciosa y pasiva. La clave para no dejarse dominar por dicha élite reside sobre todo en no renunciar a nuestras facetas humanas que pueden liberarnos de la manipulación o del control, reside también en rebelarnos contra la excesiva comodidad. En no renunciar a ver ni a pensar, y por tanto a actuar (o dejar de actuar) en consecuencia. Basta con que nos mantengamos "despiertos", basta con que sigamos intelectualmente vivos, basta con que seamos mínimamente coherentes de tal forma que si no creemos en el sistema, entonces dejemos de realimentarlo, dejemos de ser su cómplice. Como decía W. Lippman, en lo que podríamos calificar como una magistral definición del pensamiento único, Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho. El día en que el sistema consiga que ya no veamos ni pensemos por nosotros mismos, entonces el sistema habrá triunfado irremediablemente. Ese día, como relataba George Orwell en su novela 1984, dos más dos serán cinco o seis o siete, o lo que nos digan que tenga que ser. Ese día, la humanidad habrá muerto. Quizás sigan existiendo seres parecidos físicamente a nosotros, pero sólo existirá una mente. Los seres de dicha sociedad pensarán todos al unísono lo que la "reina madre" determine. Ese día, la sociedad humana se parecerá a la sociedad de las hormigas. Ese día la sociedad humana habrá dejado de ser humana en el mejor sentido de la palabra. El individuo estará completamente anulado. Debemos preguntarnos si, aun suponiendo que no nos extingamos físicamente, merece la pena vivir en una sociedad como la que podría llegar ese fatídico día. Y debemos preguntarnos también si ese día no está tan lejos como parece, si realmente no nos estamos aproximando a él a pasos agigantados por nuestra actitud en el día a día. De todos nosotros depende que 1984 siga siendo una magnífica novela de ficción y no se convierta en una demoledora predicción.
Notas finales
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