Asimismo, con la finalidad de romper con los patrones tradicionales de la economía mundial, la gestión del presidente Hugo Chávez logró que la República Bolivariana de Venezuela comenzara a caminar de manera autónoma e independiente del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, entes promotores de las políticas neoliberales del imperio. En este sentido, comenzó a ser una realidad la propuesta ideada e impulsada por el Presidente de la República: nace la Alternativa Bolivariana para la América, ALBA, promoviendo la verdadera unión de los pueblos para contrarrestar los efectos del tratado del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA. Otro aspecto que representó un avance fundamental para nuestro país, fue su ingreso al Mercado Común del Sur (Mercosur) y la aceleración de medidas que permitieron la ubicación del Producto Interno Bruto (PIB) en un 9,4% durante el año 2005, marcando nueve trimestres consecutivos de crecimiento económico sostenido. Igualmente, se incrementó la producción del hierro, el aluminio y el acero batiendo records históricos; se incrementó la producción agrícola en distintos rubros, el comercio y la inversión internacional, entre otros. La inflación cerró en 14,4% este año. 2006: Año de la Participación Popular: El año 2006 trajo consigo una nueva oportunidad para ratificar tanto la legitimidad democrática, como la trascendencia y la prolongación del Proyecto Simón Bolívar 2000. Ello quedó constatado con la victoria popular obtenida por el presidente Hugo Chávez en las elecciones del 3 de diciembre de este año. De igual modo, durante este período la actividad gubernamental bolivariana logró inaugurar un conjunto de obras de infraestructura dirigidas al mejoramiento de las condiciones físicas de varias ciudades del país, así como el incremento de la calidad en el préstamo de servicios públicos a toda la sociedad mediante dichas obras y el apoyo en las misiones sociales. Del mismo modo, con el objetivo de fortalecer la soberanía económica de Venezuela y dirigir los ingresos petroleros hacia el fortalecimiento de los planes sociales de gobierno, Pdvsa invirtió -en el marco del Plan Siembra Petrolera- 5 mil 940 millones de dólares en el país, para el desarrollo del Proyecto Delta Caribe del Complejo Industrial Gran Mariscal de Ayacucho y la infraestructura del gasoducto transoceánico (Colombia, Panamá y Venezuela), así como para el desarrollo del sub-proyecto Magna Reserva dirigido al tratamiento de la Faja Petrolífera del Orinoco". (Pagina WEB de la Presidencia de la Republica).
A pesar de que aún no contemos con la gloriosa nomenclatura de lo acontecido en estos últimos tres años del Chavismo, a nadie escapa que es Ezequiel Zamora, el Santo del Altar Trinitario Bolivariano, el que privilegiadamente alumbra, desde donde estén efectivamente sus restos mortales, las últimas acciones de profundización de la Revolución Bolivariana impulsadas por el Comandante Presidente, claramente inspirado en el decimonónico eslogan liberal de: "Oligarcas temblad, Viva la Libertad", o mejor todavía el de: "Tierras y Hombres Libres".
Ezequiel Zamora en la Trinidad del Altar Bolivariano
Zamora, figura rescatada por la hagiografía de Hugo Chávez
Como uno de los mártires de la revolución, y antes exaltado
como "luchador agrario" por el PCV, – Eduardo Machado,
Federico Brito Figueroa, Pompeyo Márquez, Jesús R.
Zambrano, en su columna "Historia Viva", et alter, – se convirtió
en uno de los símbolos comunistas durante las campañas
electorales de 1946 y 1947, y a la postre, resultaría, al lado de
Bolívar, el único de entre los hombres del siglo XIX que
alimentaría el discurso revolucionario en los últimos 60 años.
Jesús Sanoja Hernández
Desde el ya comentado juramento al pie del Samán de Güere, se comienza a hablar de una trilogía revolucionaria bolivariana constituida por tres disímiles personajes históricos que concitaron el interés de los jóvenes militares que se trazaron la tarea de transformar el país: Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora.
Porqué fueron escogidos estos personajes y no otros es asunto que generó durante un buen tiempo una intensa discusión en el seno del Ejército Bolivariano (EB), que luego se transformaría en EBR, no sin el rechazo de algunos oficiales, por la adición del calificativo revolucionario. Dejemos que sea el propio Jefe del Movimiento, Hugo Chávez Frías quien nos ilustre acerca de esta ardua y peculiar escogencia.
En efecto, en la muy completa y larga entrevista que le realizó el historiador Agustín Blanco Muñoz, el Comandante Chávez se explaya sobre el asunto, y va informando lo siguiente:
"Cuando fundamos el movimiento en el 82, siendo ya capitanes, era el EBR – 200. Allí logramos darle un doble significado a las siglas: EBR por Ezequiel Zamora, Bolívar y Rodríguez, en cuanto a la trilogía del árbol de tres raíces. Y además significa Ejército Bolivariano Revolucionario y 200 por el marco del bicentenario de Bolívar, que comenzó el 24 de julio de 1982 hasta el 24 de julio del 83". (Blanco Muñoz, 1998, 58).
En referencia a la unánime inclusión de Simón Rodríguez en la trilogía bolivariana, el Comandante ampliamente explica:
"Cuando Bolívar, en una carta, llamó "Sócrates" a Rodríguez, no estaba lejos de la verdad. Y vamos a limitarnos a los 3 personajes que interpretan en su época un pensamiento que nosotros consideramos que puede formar un sistema, porque hay conexión entre algunos de sus elementos (.) Rodríguez era un pensador revolucionario, original de América. Siendo maestro de aquellos niños ricos, critica al gobierno de Caracas, a la educación de esa época, la negación de la educación a los pardos, crítica a la Iglesia por permitir esa situación. Simón Rodríguez es además una figura que estaba implicada en la rebelión de Gual y España (.) Yo creo que hay un pensamiento profundo que no se ha estudiado aún". (Blanco Muñoz, 1998, 68).
Y al ser consultado por el historiador acerca del porqué de la escogencia de unos personajes y otros no, Chávez anota, refiriéndose a Bolívar y a Zamora:
"Cuando nosotros buscamos figuras de pensamiento en nuestra historia, nos conseguimos casos difíciles como el de Francisco de Miranda, en la época de la independencia: Si era más universal, ¿porqué Bolívar y no Miranda? Ahí tuvimos grandes discusiones: La Guerra Federal, fue un tiempo más directo, ahí no hubo discusiones sobre Guzmán Blanco o Falcón. Fue casi automático escoger a Zamora, por el destello de lo social, y más que todo por ese enlace con lo bolivariano que aparece en sus referencias al sueño de Colombia. Creo que en eso Zamora estaba más claro. (Blanco Muñoz, 1998, 67)
Y en relación con Zamora, Chávez insiste y recalca las razones de la escogencia para que el General del Pueblo Soberano integre el Trinitario Altar Bolivariano:
"Zamora en las proclamas que firma sobre la marcha, dice cosas como éstas: "formemos la Confederación colombiana que fue el sueño del gran Bolívar". Están los documentos que enviaba Zamora a los generales de la Guerra Federal en las zonas fronterizas, para que se comunicaran con los oficiales colombianos, y se diera esa unión. Tú no consigues en Falcón o en Guzmán elementos de esta naturaleza. Zamora ordena la elección de los jefes civiles en los pueblos. Decomisa ganado y leche para los niños. Ahí hay elementos de igualdad social (.) En resumen hay elementos ideológicos y acciones concretas de Zamora que nos indican que es el hombre de la revolución de ese momento, el que recogía el sentir revolucionario". (Blanco Muñoz, 1998, 66 y 67).
Y para que no quede ningún atisbo de duda acerca de la escogencia de Zamora para integrar el Árbol Bolivariano de las tres raíces, Chávez, tajante, afirma:
".en lo poco que escribe Zamora, en la campaña de 1859, desde Coro hasta santa Inés y luego en San Carlos, de retorno hacia la muerte, hay fuertes elementos que indican un pensamiento revolucionario. Y no sólo eso, sino que Zamora levanta la bandera bolivariana, expresamente dicho. Pero muchos intelectuales dicen que el pensamiento es anacrónico y que analogar su pensamiento con el de Bolívar es una locura. Sin embargo ahí están los documentos, la evidencia. No es Chávez". (Blanco Muñoz, 1998, 66).
Chávez dixit.
Las concordancias: la lucha contra la Oligarquía y el Latifundio
Zamora plantea el concepto de tierras y hombres
libres. Una concepción que debe ser desarrollada
hoy, porque no existen ni tierras libres ni hombres
libres, sólo grandes latifundistas que hacen lo que
quieren.
Hugo Chávez
El ideal federal ha sido siempre una aspiración de los venezolanos desde el momento mismo de la Independencia. Concepto mágico, comodín político, ilusión de masas, la palabra Federación ha sido inspiradora de Constituciones – tanto en el Siglo XIX como en el XX – en tiempos de paz y de cruentas batallas en los de guerra. Guillermo Morón, resume este anhelo nacional en lo que al Siglo XIX respecta:
"Las ideas federales se pusieron de relieve desde que los repúblicos de 1811 estructuraron el primer Estado venezolano. El término Confederación y la voz Provincia tuvieron sentido político en aquella dirección. De Federación se habló al establecerse la República de 1830 y las revoluciones de algunos caudillos, como la de los Monagas, tuvieron en el programa una reforma federal. Cuando los liberales se agrupan en sociedades para adquirir la fisonomía de un partido político, acogen como una de las consignas de democratización constitucional el establecimiento de una Federación. El federalismo podría resolver, según sus sostenedores, toda dificultad política y económica. Julián Viso en El Foro, Blas Bruzual en El Federalista y Mauricio Berrizbeitia se encargan de hacer una propaganda organizada de la doctrina federal. Para luchar contra la tiranía de los Monagas, y luego para enfrentarse a los conservadores, que dominaron la situación después que de la Revolución de Marzo puso el gobierno en manos de Julián castro, se agitó la bandera de la federación". (Morón, 1971, Tomo V, 270).
El historiador Tomás Straka, en lúcido trabajo inédito – La Guerra Federal – redactado para la Fundación Venezuela Positiva, plantea sin cortapisas la cruenta realidad venezolana – La Guerra Federal, la Guerra de Cinco Años, la Guerra Larga, la Revolución federal, en fin, la Guerra Civil – que abrigó las andanzas militares y las proclamas revolucionarias de Ezequiel Zamora, aquel que pregonaba sin ambages: "Tierras y hombres libres. ¡Horror a la oligarquía!:
"Entre 1859 y 1863 Venezuela vivió su guerra civil más larga y cruenta. No se trata de cualquier cosa en una república que en los setenta y tres años que van de la secesión de Colombia hasta la batalla de Ciudad Bolívar (de 1830 a 1903), es decir, en la etapa en la que nace y se consolidan la nacionalidad y el Estado venezolanos, sumó un centenar de guerras mayores o menores, además otros tipos de sobresaltos, como el bandolerismo, franco o social, las cimarroneras (hasta 1854), las insurrecciones indígenas en las fronteras, bloqueos por potencias imperialistas e incluso uno que otro cuartelazo (.) De todos ellos, la Guerra Federal descuella por su duración, por su violencia, por sus características y por sus consecuencias. Fue un lustro en el que los combates se esparcieron por todos los rincones del territorio nacional, con unas secuencia e intensidad como no se habían visto desde la Emancipación (y ni siquiera desde todas sus etapas, sino desde 1814, el Año Terrible de la Guerra a Muerte y la insurrección de José Tomás Boves); en el que se segaron un número indeterminado de vidas – que según difieren los cálculos, van de cuarenta a cien mil almas, en cualquiera de los casos una tragedia, ya que la población total frisaba el millón de habitantes – , se destruyeron las plantaciones, se incendiaron ciudades enteras, se revivió el holocausto de la "guerra de colores", es decir, racial; cundió la anarquía y el bandidaje, se pensó seriamente en suprimir a la república, como quien cierra una negocio fracasado, reintegrándola a Colombia, o implorando la protección del Imperio Británico, o impulsando la separación de algunas de sus provincias. Se asistió al ocaso de algunos dioses, los de la Emancipación, que salen de la escena política como cierre de una largísima vida pública y biológica; y surge otra generación, ésta básicamente de caudillos, pero en la que pronto tramonta el nombre que dominará la vida venezolana, de forma directa o indirecta, hasta el fin de siglo: Antonio Guzmán Blanco (1829-1899)."
La Guerra, la Revolución Federal ha sido objeto de múltiples análisis y disímiles interpretaciones acerca de su naturaleza intrínseca y sus resultados concretos. El historiador Germán Carrera Damas, realiza un sucinto cotejo de las interpretaciones contrapuestas que historiadores y estudiosos han realizado sobre el asunto. Sintetiza el ensayista (Carrera Damas, 1988, 13 y siguientes).
La Guerra Federal como una reacción meramente política, carente de proyección ideológica: tesis sustentada por Juan Carlos León en folleto de 1999 titulado Mis Ideas: "La Revolución federal fue debida a las persecuciones que ejercieron los hombres de poder, contra los que aspiraban a un régimen más liberal, y de mayor orden y regularidad, pero no el deseo de implantar en Venezuela el sistema federal, lo que ha sido verdad el mayor absurdo que ha podido concebir el cerebro humano".
La Guerra Federal como expresión de un determinismo histórico con rasgos de catástrofe nacional: José Santiago Rodríguez, por su parte, sustenta que la guerra era inevitable e incontenible: "El decenio que había durado la dominación de éstos (los Monagas) había sido propiamente (.) un doloroso período de pasiones y luchas, como si en obedecimiento a la voz misteriosa de un destino aciago, se hubiesen ido acumulando las fuerzas y hacinándose los combustibles para una gran hecatombe (.) el cataclismo que sobrevino más tarde no podía ser otra cosa sino la obra inevitable de un determinismo histórico": Carrera Damas señala que Rodríguez también reconocía el carácter popular de esta conflagración fraticida: "el llano está corriendo un azar, y próximo a incendiarse (.) porque la cuestión de los liberales ya es materia de conversación en todos los hatos y en todos los caseríos. Mucha gente se alistará en esta bandera, y con cualquier sesgo que se le dé a la cuestión eleccionaria, reventará el volcán".
La Guerra Federal como el acto supremo de un proceso de creciente y aguda descomposición política: Este es el postulado sustentado por Arturo Uslar Pietri, quien asevera: "más que un movimiento doctrinario, más que la pugna de fuertes personalidades, fue aquel drama el desenlace, en forma de lucha armada, de un vasto proceso de descomposición: Había dejado de existir el organismo social y las partes que lo habían formado o que podían haberlo llegado a formar, se habían desintegrado y dispersado en un proceso patológico que hacía crisis".
La Guerra Federal como guerra social: Tanto los conservadores como los liberales de la época, subrayan el carácter social más que el político de la gesta federal. El analista Carlos Irazábal, en enjundioso análisis subraya este aspecto social intrínseco a la Revolución Federal: "Pero a pesar de todo la Federación tuvo sus aspectos positivos. El conservatismo quedó herido de muerte. Este hecho tiene su importancia histórica porque la preeminencia de la oligarquía conservadora implicaba lógicamente que fuese la suya la ideología dominante y, como es sabido, estaba saturada de prejuicios aristocráticos, étnicos que impedían la democratización de las relaciones entre los hombres. La Federación, al violentar esos prejuicios, democratizó las relaciones familiares, las añejas costumbres, los exclusivismos nobiliarios heredados de la Colonia (.) También explica en parte la revolución federal la inexistencia en Venezuela de oligarquías autocráticas (.) Pero hay más. De la Federación es corolario el espíritu que ha informado la legislación venezolana post – federal".
El propio Carrera Damas, al reconocer la valía de estos y otros enfoques divergentes sobre la Guerra Federal – "por cuanto con mucho o poco esfuerzo sería posible hallar en cada una de ellas algún contenido de verdad" – adelanta su propia interpretación acerca la naturaleza de la misma:
"Si algo parece estar razonablemente establecido es el hecho de que la Guerra Federal se inscribe en un proceso que se desenvuelve, sin solución de continuidad, desde la constitución de la república independiente, en 1811. Es decir, fue una fase especialmente violenta y prolongada de enfrentamientos sociales que habían perdurado, revistiendo diversas formas de expresión y alcanzando diverso grado de intensidad ¿Dónde radica, entonces, su singularidad? Fundamentalmente en dos circunstancias: se produjo en un momento cuando aparecían haberse agotado los recursos del sistema político que venía funcionado desde 1830, y esto ocurrió en conjunción con un grave y al parecer insuperable entrabamiento de la incipiente marcha hacia la modernización de la vida económica, mediante la liberalización de la misma, como requisito para su feliz articulación con el sistema capitalista en expansión, de la cual se esperaba el impulso requerido para salir del estancamiento en que se encontraban s trabajos por restablecer y consolidar la estructura de poder interna, dándose con ello nuevo impulso a un proyecto nacional todavía incipiente en su formulación (.) En esta perspectiva puede afirmarse que la Guerra Federal fue el instrumento por el cual la naciente burguesía quebró definitivamente el poder de los grandes propietarios terratenientes y de los "emigrados" restituidos en el goce de sus propiedades, reliquias todas de las casta mantuana colonial, aliados ahora con el despotismo militar de los caudillos de las guerras de independencia, cooptados a través de la propiedad territorial: Aunque después esa burguesía llegó a una especie de entendimiento con su adversario, el objetivo se logró y fue institucionalizado en la Constitución de 1864". (Carrera Damas, 1988, 17).
Brewer Carías, a su vez, señala el carácter dual de la Guerra Federal, su doble esencia: la de reafirmación del poder de los caudillos locales y la de segunda revolución social, luego del Guerra de Independencia.
"Esta Guerra Federal, como guerra civil, evidentemente que produjo profundas consecuencias en nuestra historia política – social que deben destacarse: por una parte, desde el punto de vista político, condujo el triunfo del regionalismo y caudillismo locales frente al poder central, siendo la federación, la forma política reordenadora del poder de los caudillos y de la desintegración político – feudal de la República. Por otra parte, y desde el punto de vista social, a pesar de sus promotores, la Guerra Federal desencadenó en el país una segunda revolución social. Continuación de la que se había producido en las guerras de independencia, pero todavía más anárquica que aquella, pues provocó la desaparición física de la oligarquía, es decir, de las clases privilegiadas y los blancos, a manos de los resentimientos populares, conduciendo a una igualación social, afianzada posteriormente en el mestizaje". (Brewer, 2009, Tomo I, 370 y 371).
Brito Figueroa, por su parte, explica el porqué de la Guerra Federal desde el basamento marxista de la lucha de clases:
"En la Guerra Federal, en el campo de los que combaten con las armas en la mano contra el orden político dominante, se observan dos vertientes fundamentales: una representativa de las clases y sectores de las clases simplemente lesionados por el orden oligárquico, y otra formada por las clases sociales realmente explotadas por la estructura económico – social, fundamento de ese orden político". (Brito, 1981, 495).
Y, finalmente Straka en el trabajo inédito ya citado, refiriéndose al "verdadero carácter del conflicto", expresa:
"Evidentemente se trató de más, de bastante más que un simple enfrentamiento entre banderías – las liberales y las conservadoras – impulsadas por el simple deseo de tomar el poder. También representó algo más que el anhelo – que no debe despreciarse como han hecho muchos – de Federación en cuanto propuesta concreta. Sin embargo, hay también una dificultad, una incomodidad muy extendida para definirla, según la presentaron una y otra vez sus promotores, como una revolución en todo el sentido de la palabra. Nadie niega el carácter social que tuvo, pero de allí a firmar que efectivamente fue un proceso revolucionario, que no se trató de otra de las tantas "revoluciones" – por ejemplo, la Legalista, la de Queipa, la Libertadora et alia – que sólo echaron mano del rótulo para darle legitimidad a rebeliones del caudillaje".
Teniendo como telón de fondo esta desigual perspectiva analítica, que va desde un simple conflicto de camarillas de caudillos a una total revolución social, vamos a examinar los aspectos convergentes, la relación concreta entre los postulados y realizaciones de Zamora Y Chávez, desde la óptica de la lucha contra la Oligarquía y el Latifundio.
1. La lucha contra la Oligarquía
Por Oligarquía, la Ciencia Política entiende una forma de gobierno en la que el poder real está en manos de unas pocas personas. En la antigua Grecia, el término se empleó para designar una forma de gobierno degenerada y negativa de la Aristocracia (el gobierno de los mejores). Los oligarcas, usualmente dueños de propiedades, de tierras o de grandes acumulaciones de dinero, controlan el Poder político en virtud de sus fuertes influencias consanguíneas, económicas y de relación social. La oligarquía es pues un grupo cerrado y minoritario de personas, pertenecientes a una misma clase social, generalmente con gran poder e influjo que dirige y controla una colectividad o una institución.
En el caso del uso del término en Venezuela, es ya un lugar común historiográfico, la distinción que realizó en si momento José Gil Fortoul, quien diferencia entre Oligarquía Conservadora y Oligarquía Liberal. De acuerdo con el diccionario de Historia de Venezuela, una y otra pueden diferenciarse así:
"Oligarquía Conservadora: Denominación dada por algunos historiadores, en especial José Gil Fortoul, al círculo gobernante, esencialmente identificado con el sector económico de los comerciantes, que dirigió a Venezuela de 1830 a 1847 (.) El personaje más influyente en esa etapa fue el general Páez. Durante los primeros meses del mandato del Presidente José Tadeo Monagas, ese círculo va siendo gradualmente marginado del poder hasta quedar completamente derrotado después de su enfrentamiento con el Presidente Monagas en enero de 1848 (.) Oligarquía Liberal: Denominación dada por el historiador Gil Fortoul a los gobiernos que rigieron al país desde marzo de 1847 hasta marzo de 1858 (.) Aunque los hermanos Monagas ( en especial José Tadeo durante su primera Presidencia ) tuvieron el apoyo del Partido Liberal o de prominentes miembros del mismo, no fue este partido el que gobernó durante la denominada Oligarquía Liberal." (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, Tomo 3, 398).
Contra ambas oligarquías combate paradójicamente Zamora, contra la conservadora por allá en 1847, y contra la liberal, luego de lo acontecido en 1858 con sus protectores los hermanos Monagas por parte del traidor Julián Castro.
El célebre himno de la Federación: ¡Oligarcas Temblad! , recogido en lo esencial por el organista y maestro de capilla, General Domingo Castro, fue objeto de numerosas y nuevas estrofas en las que se realiza una asimilación univoca entre oligarcas y godos, entre oligarquía y godarria. Veamos algunas de ellas:
"El cielo encapotado / anuncia libertad, / ¡Oligarcas Temblad / Viva la libertad! / (.) Las tropas de Zamora / al toque de clarín / derrotan las brigadas / del godo malandrín / Oligarcas Temblad / Viva la libertad / (.) Yo quiero ver a un godo / colgado de un farol / y miles de oligarcas / con las tripas al sol / Oligarcas Temblad / Viva la libertad."
En vista de esta asimilación explicita entre oligarcas y godos, vamos a entender qué es un godo en la Venezuela colonial y la del siglo XIX, ya que no fue un término ni tan pacifico ni tan univoco:
"Vocablo usado con el objeto de designar en términos genéricos a los grupos sociales y políticos que se vinculan a la cúpula del orden establecido y lo defienden a ultranza (.) En primera instancia, la calificación de godos se utilizó en las postrimerías del régimen colonial para caracterizar a los criollos de los nacidos en la Península; en su correspondencia y otros escritos a favor de la Independencia, Francisco de Miranda usaba ya esa palabra para con tal significado; pero durante la Independencia se utilizó para designar a los partidarios de la Corona, tanto españoles como venezolanos, independientemente de su tendencia conservadora o progresista. Cuando comienza la crisis de la Gran Colombia, la prensa fraccionalista llama godos a los que pretenden el mantenimiento del statu quo y apoyan el proyecto bolivariano. Los jóvenes letrados que entonces se incorporan al país y apoyan la desmembración, son llamados" liberales – godos" por su descendencia del tronco peninsular mezclada con su decidida orientación liberal y republicana. A partir de 1830, la oposición llama godos a los partidarios de José Antonio Páez y del Gobierno, luego se extiende el mote a quienes adversan la política del Partido Liberal todo el siglo XIX, sin que existan en realidad confines ideológicos que los diferencien plenamente. Godos son, en consecuencia, quienes atacan al régimen de los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas y promueven las revoluciones fusionistas; igualmente, quienes apoyan al régimen central en los tiempos de la Federación, o quienes se oponen al Gobierno de Juan Crisóstomo Falcón y a la autocracia de Antonio Guzmán Blanco". (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, Tomo 3, 506).
Pero ¿quienes son los oligarcas o godos que la Federación combate? Nuevamente haremos uso de las reflexiones de Straka, quien acertadamente señala que la Guerra Federal significó un reacomodo de la sociedad poscolonial. En este sentido, vale la pena que comentemos, someramente, quienes son los agentes sociales reales e imaginados, presentes y pasados, que fogosamente se entremezclan en el imaginario de la Federación para generar aquel cataclismo social de profundas dimensiones históricas para la sociedad venezolana de entonces y la contemporánea:
Los Mantuanos: De acuerdo con Carrera Damas el término mantuano, tan caro a los revolucionarios de antes y de ahora, es:
"una voz originaria de Caracas, derivada de "manto", que fundada en el uso exclusivo de esa prenda por las señoras de los grandes propietarios y nobles de la Colonia, sirvió para designar a toda una clase social (.) A fines del siglo XVIII los mantuanos de Caracas, que junto con los pocos del interior del país escasamente sobrepasaban un centenar de cabezas de familia, estrechamente vinculados entre sí, se esforzaron por perfeccionar su control de la sociedad intentando convertirse en un "cuerpo de nobles" (.) El hecho es, sin embargo, que al enfrentarse tanto a los funcionarios reales, cuya actuación estimaban que de alguna manera amenazaba sus privilegios, como a los peninsulares que buscaban fortuna y labrarse una posición social, los mantuanos caraqueños desencadenaron un prolongado y profundo proceso político, militar e ideológico que condujo a la emancipación y a sentar las bases iniciales de una sociedad más igualitaria". (Diccionario de Historia de Venezuela, 1977, tomo 3, 25 y 26).
Con acertado criterio, Straka puntualiza que una comparación estricta entre la sociedad venezolana de 1810, la de la Independencia, con la de 1859, la de la Guerra Federal, es una verdadera falacia. Razón por la cual, el decisivo rol que los caudillos federales intentan atribuirle a una dominación oligárquica ejercida por los mantuanos para justificar la revuelta, tiene pocos visos de realidad. Señala el historiador:
"Por supuesto, mentían – tal vez deliberada, interesadamente – los liberales con aquello de que para 1859 la sociedad era la misma que en 1810, y de que una elite mantuana – que llamaron oligarquía – enquistada en el poder impedía cambios mayores. La verdad es que la guerra de la Independencia no había dejado nada igual, y esa oligarquía era muy débil y estaba muy mezclada – además de que tenía que compartir el poder – con nuevos autores, por ejemplo los caudillos. Pero eso no niega el hecho de que tras el triunfo de los federales en la Guerra Federal se sacó a los herederos de la aristocracia mantuana del poder. O de lo que quedaba de él. El dato no debe pasarse por alto. Después de la malhadada presidencia de Manuel Felipe Tovar (1860 – 1861), ya no habrá en Venezuela un presidente venido de las viejas familias coloniales. Es verdad que desde 1830 ningún mantuano había sido presidente (en realidad todos venían de familias canarias enriquecidas al final de la colonia y, a veces, ya un poco "aristocratizadas": José Antonio Páez, Vargas, Soublette, Narvarte, los hermanos Monagas), y que desde 1848, cuando los Monagas pactan con el Partido Liberal, ya el mantuanaje estaba muy subordinado en términos políticos. Pero la coyuntura de 1858 se presentó – así lo vieron todos, sus oponentes y adherentes – como su retorno, cosa que explica en gran medida lo intenso de la reacción popular".
Los Caudillos: De acuerdo con el historiador Domingo Irving, en la belicosa y turbulenta realidad de la Venezuela del siglo XIX, un caudillo es: "un jefe, guerrero, político, personalista con un área de influencia directa, cuando más regional, jefe de grupo armado, especie de ejército particular el cual emplea como elemento fundamental de su poder ".
En lo concerniente al tema que nos ocupa, al momento de la Guerra Federal. Inés Quintero, partiendo del derrocamiento de Monagas en 1858, reseña lo siguiente:
"El vacío de poder que acompaña el desenvolvimiento de la guerra en virtud de la incapacidad del gobierno de dominar y contener las distintas acciones de armas que atentaban contra la estabilidad del régimen y la inexistencia de un efectivo control por parte de los jefes de todas las facciones que luchaban en nombre de la federación, favorecieron la proliferación de numerosos grupos o guerrillas al mando de jefes locales sin ninguna cohesión entre sí y con abiertas aspiraciones de consolidar su poder a nivel local o regional. Al finalizar la guerra (1863), no se liquida la efervescencia caudillista surgida al calor de la contienda, sino que, por el contrario, la consagración de los principios de la federación en la Constitución de 1864 y la popularización de sus alcances como el mecanismo idóneo para el ejercicio efectivo del poder local, fomenta la consolidación de los caudillos como figuras predominantes del sistema político". (Diccionario de Historia de Venezuela, 1977, Tomo 1, 757).
Volvamos a las lúcidas consideraciones de Straka, quien coincide plenamente con las consideraciones de Quintero acerca de la innegable autoría, del decisivo protagonismo de los caudillos locales – componente fundamental de la naciente nueva oligarquía – en la génesis y desarrollo de la Guerra Federal:
"Los caudillos y la nueva burguesía son entonces, esos "nuevos ricos" que toman el poder a partir de 1863. Ciertamente, el caudillismo, que ya se había tenido en Páez (1790 – 1873) y en los hermanos Monagas (en el poder entre 1848 y 1858) a epígonos de escala continental, pero con la Federación – "La Federación Brava": es decir, violenta, rural, machetera – se termina de consagrar en cuanto mecanismo esencial de control del poder. La guerra es un semillero de caudillos, que tras cinco años de combates brotan de todas las regiones y localidades, y que, de una forma mucho más amplia a la ya existente hasta entonces (.) Pero si Páez fue el brazo armado de la elite hasta 1849 (.) con el triunfo federal de 1863 los caudillos se multiplican, convirtiéndose en la base armada del poder, y articulándose – como se propuso con éxito Guzmán Blanco a partir de 1870 – en una especie de partido único el Gran Partido Liberal – Amarillo (.) A diferencia de lo que había pasado en los primeros años de la república de lo que tienen que vivir Páez, Mariño y hasta los Monagas, los caudillos federales constituirán la nueva elite, sin sombra de las viejas aristocracias coloniales".
Los Pardos: La mezcla de blancos y negros que se inició con la llegada de los esclavos africanos – Piezas de Indias – para sustituir a la "ineficiente" obra de mano indígena desconocedora de las tareas de la minería y de la agricultura formal, dio origen a una nueva casta social conocida como los pardos – expresión un tanto imprecisa, generalizada en el Siglo XVII – considerada por la pacata sociedad colonial como "una generación propagada no por la santa alianza de la Ley, sino por las torpes uniones reprobadas por la religión". José Eliseo López analiza el largo periplo que llevó a los pardos de una inicial situación de marginalidad social y económica a constituirse en la Pardocracia:
"De los pardos salieron los artesanos, los pulperos, los arrieros y en general, todos aquellos trabajadores que podían adquirir cierta habilidad a través de de una práctica sencilla y rutinaria. Esa desventajosa situación tendió, sin embargo, a mejorar cuando por situaciones más interesadas que altruistas, surgieron disposiciones que concedían a los pardos libres un importante margen para intentar disminuir las trabas que les impedían su desarrollo social. La conocida real cédula de 1795 de "gracias al sacar" fue uno de los hechos que estimularon sus aspiraciones de promoción. Por ella podían adquirir con cierta cantidad de reales de vellón, la calidad de blanco y supuestamente, los derechos que esa condición implicaba (.) Se permitió también a la "gente de color", desde 1797, ingresar a las escuelas de medicina y ejercer el oficio de médico, en virtud de la escasez de blancos en esta actividad (.) En todas estas ciudades del país, hallábase este grupo, al comenzar el siglo XIX, formando gremios y cofradías, atendiendo a una diversidad de oficios que se habían hecho indispensables en las nuevas magnitudes urbanas. Su número se amplió a tal nivel que se hizo imposible establecer diferencias estrictas entre los variados estratos de la "gente de color" (.) Es a este tipo de pardo al que se refieren los historiadores que sostienen que alrededor del 80% de la población venezolana de la etapa colonial estaba formada por pardos. A ellos aluden también los escritores que hablan de "pardocracia" para insinuar el predominio numérico de esa capa social". (Diccionario de Historia de Venezuela, 1977, Tomo 3, 490 y 491).
Ahora bien, en lo concerniente a la participación de los pardos en esa nueva "oligarquía" que combate Zamora y los federales, el historiador Straka señala:
"La guerra de independencia abolió las castas. Con eso, obviamente, no desapareció la segregación, pero rotos los obstáculos legales, muchos soldados de color – incluso negros esclavos – salieron libres, propietarios y con rangos militares de la guerra (.) No es que desaparece el racismo, o que las mayorías pobres dejaran de ser propiamente de color, pero de algún modo las compuertas que abre y que permite que los caudillos venidos de su extracción se hicieran ricos o llegarán a la presidencia (.) Eso es lo que los federales (…) llamarán "democracia", es decir, la posibilidad de que cualquiera llegue a lo más alto de la sociedad – por el estudio, por los negocios, pero sobre todo por la guerra – si bien no se vuelve un hecho social generalizado, sí permitió numerosos ejemplos por los cuales, a la vuelta de treinta o cuarenta años, en general se haya parado de hablar de negros contra blancos, para hablar de pobres contra ricos".
Los Musiúes: Un musiú (castellanización de monsieur) es el apodo dado en Venezuela a los extranjeros de origen europeo que hablaban idiomas distintos al español. En general, se trataba de negociantes venidos de Europa que se localizaron en los puertos venezolanos para exportar los productos típicos de la Venezuela colonial: cacao, añil, café, cueros, ganado en pie, copra, etc., e importar a su vez al país bienes manufacturados de sus países de origen. Tomás Straka acude una vez más en nuestro auxilio, para subrayar la importancia que los musiúes europeos desempeñaron como elementos constitutivos de la sui generis Oligarquía que la propia Federación combatió, para luego protegerlos y promoverlos:
"En cada uno de esos puertos, que eran cabezas de circuitos económicos bien definidos, ellos se constituirán en colonias que rápidamente adquirieron un gran poder económico (los alemanes y daneses en Maracaibo; los judíos sefarditas llegados de Curazao, en Coro; los alemanes en Puerto cabello; los corsos en Carúpano; los ingleses y los alemanes en Ciudad Bolívar, etc.) Estos musiúes solían tener una doble nacionalidad – ya nacidos en Venezuela, seguían inscribiéndose en los consulados de sus reinos – no obstante lo cual, poco a poco fueron formando una burguesía venezolana. Aunque al principio tendieron a actuar políticamente en el bando conservador, al cual preferían por sus políticas de estabilidad, Guzmán blanco logrará finalmente ganarlos para la causa liberal, ofreciéndole oportunidades de negocios y garantías. El objetivo era crear una nueva elite que sustituyera a los restos del mantanuaje (con el que estos burgueses, de todos modos terminarían emparentándose hasta finales de siglo).
Esta es pues la composición de la variopinta oligarquía a la que Zamora y los liberales enfrentaron.
En el caso de la Venezuela de Chávez, la oligarquía que combate no es tan diferente en su diversidad como la enfrentada por la Federación; variopinta, está representada por más o menos los mismos elementos que caracterizaron a la que Zamora combatió, con excepción de los caudillos políticos locales eliminados a comienzos del siglo XX, aunque con una integración diferente:
Unos Amos del Valle, asimilados con los viejos mantuanos, cada vez más venidos a menos, cuyas empresas comerciales o financieras han sido objeto de quiebras, intervenciones gubernamentales, ventas u adquisiciones forzadas por parte de la boliburguesía emergente y de empresas extranjeras.
Unos Musiúes de nuevo cuño, constituidos ya no sólo por los musiúes del siglo XIX, sino también por aquellos inmigrantes que vinieron desde Europa o Asia con motivo de las guerras o de la difícil situación económica de sus países; incluyendo italianos, centroeuropeos, rusos, portugueses, chinos, y hasta los repudiados gachupines provenientes de la vieja enemiga España. A éstos se suman los judíos tanto sefardíes como asquenazíes, quienes junto con los árabes provenientes del Líbano, Jordania y Siria, nuestros llamados turcos, se sumaron a los ancestrales musiúes provenientes desde hace larga data de Alemania, Inglaterra, Córcega y Holanda, para crear pujantes y decisivas empresas en diferentes ámbitos de la actividad económica.
Una Burguesía nacional tradicional que nació y se desarrolló a la sombra de un poder político clientelar y prebendador que beneficio a una nueva clase económica integrada por los amigos, familiares y compañeros de partido que medraron a la sombra de los diferentes Gobiernos – dictariorales y democráticos – durante todo el siglo XX venezolano, desde Castro y Gómez hasta Pérez y Caldera.
Una Clase media profesional que se forjó de acuerdo con las políticas gubernamentales – en especial las de la IV República – dirigidas a modernizar al país y profesionalizar – con recursos humanos del más alto nivel de formación – la actividad pública y privada en los diferentes ámbitos del quehacer nacional.
Sin embargo, el mayor desafío de Chávez en su lucha contra la Neo – Oligarquía nacional, es "pulverizar" la llamada Boliburguesía que se ha desarrollado a la sombra de la Revolución Bolivariana para sustituir a la oligarquía tradicional y que hoy son los nuevos ricos venezolanos; esos que el mismo Comandante Presidente y sus acólitos han alentado y fomentado, cuyos rostros engalanan las páginas sociales de los periódicos y , cada vez más, las de sucesos, cuando son reseñados por la ejecución de actos delictivos de acuerdo con las autoridades policiales extranjeras.
También, a diferencia de los tiempos de Zamora, el Comandante Presidente Hugo Chávez, en su proyecto para exportar la Revolución Bolivariana a sus aliados continentales y a sus oponentes universales, libra una particular y cotidiana batalla verbal contra las oligarquías explotadoras de muchos y variados países: contra la colombiana, la ecuatoriana, la boliviana, la nicaragüense, la hondureña, la peruana, la paraguaya, la chilena, la uruguaya, la mexicana, la brasileña, la argentina, la salvadoreña, la costarricense, la británica, la española, la alemana, y pare UD. de contar; su Némesis es por supuesto la imperial, la fundamental: la norteamericana.
El ¡Horror a la Oligarquía! que Zamora propulsó, se ha transformado más emocionalmente en un ¡Odio a la Oligarquía! que el propio Chávez y sus colaboradores más cercanos predican a los cuatro vientos en las muy habituales cadenas televisivas y radiales que los venezolanos estamos obligados a soportar. Recientemente, la Gerencia de Asuntos Públicos de PDVSA, en circular a sus más de 80.000 empleados confirmó el Odio a la Oligarquía que había expresado el Ing. Rafael Ramírez, Presidente de la relevante empresa estatal. Veamos como en la Revolución Bolivariana, paradójicamente, el odio nace del amor:
"Nosotros odiamos a las oligarquías con el odio que pregonaba Martí: la odiamos porque se opone a que instauremos la sociedad del amor, la odiamos porque luchamos contra el odio. Razón tenía el Ministro Ramírez cuando clamó su odio a las oligarquías: ese odio es el que sale de lo más puro del alma de los guerreros del amor, de los que ponen su vida por la causa de la redención de los humildes, los que emprenden el camino de la construcción del Socialismo sin importar la reacción cruel de las oligarquías, el odio de la clase dominante que llega hasta el atentado físico o la destrucción moral. Nosotros compartimos el odio del Ministro, porque el odio de los revolucionarios es un odio guiado por profundos sentimientos de amor, por devolver al mundo el amor perdido en las miasmas del capitalismo. Las oligarquías no cesan en su afán de destruir cualquier manifestación amorosa de vida, su odio es guiado por la necesidad de defender un sistema basado en el egoísmo, en el rencor, en la muerte. Nosotros compartimos ese odio. Contra la Revolución Bolivariana se confabulan las oligarquías mundiales, desde la gringa, la colombiana y hasta la europea. Todas son una sola red de explotación e infamia. El cerco que tienden a la Revolución Bolivariana se cierra cada hora: lo de Honduras es preludio de nuevos y más virulentos ataques. A la oligarquía colombiana, la cofradía tenebrosa de la rapiña internacional, le asignó el papel de agredirnos: la instalación de bases gringas y los últimos ataques de sus voceros evidencian la intención ofensiva. Es necesario estar alerta y prevenir los peligros. Debemos, además de afinar la preparación militar que corre por cuenta del Estado, preparar a la población ideológicamente. Las fronteras no serán las geográficas, esas se borrarán. Las fronteras serán las de clases: nos guiará el odio a las oligarquías y el amor a los humildes. La confrontación se extenderá a todo el planeta donde exista un corazón que vibre de indignación ante la injusticia, un alma rebelde frente al sistema capitalista que acaba con la vida, allí habrá un frente de esta batalla de la humanidad en contra de sus depredadores. ¡Si se atreven la batalla se extenderá hasta los confines de la oligarquía! ¡Chávez es Socialismo!".
2. Hombres libres: la abolición de la esclavitud
Progresivamente la sociedad venezolana de mediados del siglo XIX fue entendiendo la necesidad y la conveniencia de abolir definitivamente la esclavitud que se había convertido tanto en un elemento de subversión política como en un negocio poco rentable. José María Aizpurua comenta esta doble motivación existente para abolir de una vez por toda la poca atrayente esclavitud:
".había factores que en estos años fueron creando condiciones para una eliminación definitiva de la institución esclavista sin esperar su natural muerte. Estando la esclavitud condenada, los amos veían con más tolerancia la conveniencia de ser pagados por el valor monetario de sus esclavos para dar un uso más productivo al mismo. A partir de los 39 años y de acuerdo con las tablas de valores de la época, los esclavos se depreciaban año a año de modo que para el poseedor de esclavos que funcionara con inteligentes criterios económicos, era más conveniente salir de una <<mercancía>> que se estaba devaluando y poseer su equivalente en metálico para darle un rentable uso; en consecuencia veía con simpatía los esfuerzos tendientes a acelerar la manumisión tras haber hecho los pagos correspondientes (.) Al propio tiempo, los esclavos y manumisos restantes, dado el mantenimiento que sufrían en condición, eran fuente de una agitación permanente que sin lugar a grandes procesos de insurrección, suponía también costos económicos y políticos." (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, Tomo ", 243).
Este era el ambiente propicio que privaba en el país, en el momento en que, con atinado criterio político, José Gregorio Monagas presiona al Congreso para que prontamente sancione una ley para poner punto final al régimen esclavista. Así, el 24 de marzo de 1854, el Legislativo promulga la Ley de Abolición, mediante la cual la esclavitud quedaba definitivamente abolida y se establecían las medidas fiscales que iban a dar origen a los ingresos públicos con los cuales se iba a compensar a los amos de los esclavos y a los acreedores del Fisco de los montos faltantes de los manumitidos.
Algunos historiadores, y el propio Hugo Chávez, han querido asignarle un rol protagónico a Ezequiel Zamora en el proceso de la abolición de la esclavitud. Así, por ejemplo, Brito Figueroa expresa que: "Desde la Gobernación de Barinas; Zamora presiona ante el Presidente de la República, José Gregorio Monagas y obtiene la promesa de que en 1854 serán liberados los esclavos." Sobre este particular Adolfo Rodríguez señala que Zamora nunca fue Gobernador de Barinas y que para la fecha vivía en Ciudad Bolívar, y con esclavos. En efecto, el historiador aclara:
"Cuando el Presidente José Gregorio Monagas promulgó solemnemente la inmediata abolición de la esclavitud en Venezuela, en marzo de 1854, Zamora no hacía ningunas diligencias al respecto, era propietario de algunos y acogió la resolución con el mismo entusiasmo con que hubiera recibido una decisión contraria, viniendo de Monagas". (Rodríguez, 1977, 199).
Para lo que si fue diligente Zamora fue para acudir prontamente, el 14 de junio, a menos de un mes de la promulgación de la ley abolicionista, a la Junta de Abolición de Ciudad Bolívar a fin de consignar la documentación y reclamar la indemnización que le correspondía en su condición de propietario de Juana, que fue su sierva y de 36 años; de Nieves, su sierva de buena salud de la misma edad "valorada según tarifa en 300 pesos"; y de Francisco María Castillo, manumiso de 7 años y de Candelario de 16, también manumiso, ambos sanos, por los que pedía 60 pesos por el primero y 150 por Candelario.
Según el Diario de Avisos de la Junta, Zamora reclamó también los derechos que le correspondían sobre Bonifacio, de 15 años, Rafaela de 5, y Jacinto, mayor de 15, a quienes presenta, pero no le es admitida la petición al General del Pueblo Soberano "por carecer de las escrituras correspondientes".
A fin de asegurar sus derechos, Zamora la otorga poder protocolizado en el Registro Subalterno de Bolívar a su primo, José Manuel García, para que ante las autoridades correspondientes del ramo de abolición en Caracas "cobre los valores que me corresponden como propietario que fui de dos esclavas".
No queda duda de que el Valiente Ciudadano Ezequiel Zamora defendía su ideal de ¡Hombres Libres! , siempre y cuando le pagasen en pesos contantes y sonantes lo que valía su libertad.
Chávez, por su parte, predica la liberación del hombre de las ataduras de un pasado capitalista de dominación imperial. Subraya la necesidad de crear un Hombre Nuevo, siempre que se parezca a él como aspiran sus más conspicuos y leales seguidores.
3. Tierras libres: la eliminación del latifundio
En un tema en el que si coinciden plenamente Zamora y Chávez es el de la batalla contra el latifundio. Recordemos que un latifundio es una explotación agraria improductiva o de muy bajo rendimiento de grandes dimensiones territoriales, propiedad de uno o pocos terratenientes. Además de la extensión del terreno, de su limitada pertenencia y de su improductividad, existen otros elementos para caracterizar a un latifundio:
"a) Acaparamiento en muy pocas manos de las tierras cultivables mientras la mayoría de los productores y habitantes del campo no tenían ninguna o sólo o sólo tenían en cantidades muy pequeñas, por lo cual para trabajar y vivir tenían que alquilarlas o arrendarlas al propietario y obligarse a servir como <<peones>> en la hacienda del mismo; b) fijación unilateral de las condiciones de trabajo por parte del dueño de la tierra, tanto en lo que se refiere al tipo de jornada como al salario que, en muchos casos, era pagado en <<fichas>> (de cartón, madera o metal según la importancia de la hacienda) y que, por supuesto, sólo tenían valor en los <<abastos>>, <<tiendas de raya>> , <<pulperías>> del propietario donde el peón compraba las mercancías y los víveres que necesitaba, a los precios que también fijaba el propietario; c) pago ordinariamente excesivo y siempre sin control de los cánones de arrendamiento o alquiler de la tierra, por lo cual, fuese cual fuese la forma adoptada (arrendamiento simple, <<piso>>, <<colonato>>, medianería, aparcería, etc.), también era fijado unilateralmente por el dueño, de modo que buena parte del fruto del esfuerzo del campesino se convertía en renta para el propietario mientras que el trabajador no tenía posibilidades de ahorro y capitalización; d) inseguridad en la tenencia de tierra para el trabajador pues estaba siempre expuesto al desalojo por parte del propietario; por lo cual no podía pensar siquiera en inversiones fijas o permanentes en las tierras que cultivaba; se favorecía su atavismo nómada y mantenía los recursos naturales no renovables, en especial la tierra, en constante amenaza de deterioro". (Diccionario de Historia de Venezuela, Tomo 3, 1997).
En América Latina, el latifundio se encuentra tempranamente asociado con el proceso mismo de Conquista y Colonización, primero, y con la Independencia y la creación de las Repúblicas latinoamericanas, después. En este sentido, Miguel Acosta Saignes, señala lo siguiente:
"El concepto de propiedad de la tierra reinante en Europa en época del Descubrimiento y la Conquista pasó íntegramente a América. Las tierras fueron dadas en forma de encomiendas y repartimientos a los conquistadores por los Reyes de España y se creó de esta manera, desde el primer instante, el problema latifundista (.) Los indios y negros esclavos cultivaron las haciendas de los señores (.) La Independencia no solucionó en América la cuestión latifundista. El régimen colonial de la tierra subsistió a pesar del movimiento emancipador y de unas manos pasaron a otras, las antiguas tierras de encomiendas y repartimientos, siempre en forma de grandes posesiones. Por eso, las guerras de Independencia tuvieron un prologado corolario en las civiles que se reprodujeron constantemente en muchos países americanos. Las multitudes, sometidas a servidumbre en los campos, estuvieron siempre listas para lanzarse a la conquista violenta de medios mejores de vida, llevados por la promesa siempre irrealizada, de los caudillos ambiciosos". (Acosta, 1938, 32 y 33).
Venezuela no fue la excepción, así lo confirma Acosta Saignes:
"Como en todos los países americanos, en Venezuela permaneció sin grandes alteraciones el sistema latifundista de la época colonial, al realizarse el movimiento emancipador. Algunos gobiernos decretaron la donación de tierras a grupos indígenas, mas tales providencias jamás se cumplieron, repitiéndose en tiempos republicanos la inutilidad de las disposiciones humanitarias, nunca respetadas antes, cuando eran sólo código escrito, en muchos respectos las leyes de Indias. El acaparamiento territorial aumentó desmesuradamente en este siglo (el XX del escritor) y sobre todo bajo el Gobierno de Juan Vicente Gómez". (Acosta, 1938, 69) (Las negritas son nuestras).
Ya en las tempranas pasiones liberales del pulpero Elector convertido luego en General del Pueblo Soberano y en Valiente Ciudadano, los reclamos contra el latifundio eran asunto de todos los días. Como hemos visto, la Independencia y la naciente República profundizaron y cambiaron la fisonomía del latifundio y del latifundista post – independentista. En este sentido, es conveniente precisar las magnitudes de las propiedades de los protectores y tutores de Zamora, según cifras de un Estudio sobre la Cuestión Agraria realizado por investigadores de la Universidad Central de Venezuela:
".doce miembros de la familia Monagas recibieron concesiones sobre tierras baldías venezolanas por una superficie equivalente a 34 leguas, 2.219 fanegadas y 8.485 varas cuadradas, cifra que representa el 11.6% del total de los baldíos enajenados en 1849 – 1858. Las tierras adjudicadas estaban localizadas en Barcelona, Cumaná y Guárico".
Esta es la realidad del latifundio – en manos de los próceres de la Independencia y de los caudillos de turno – de mediados del Siglo XIX, no ignorada por Zamora, quien, como hemos visto, era más bien un hombre de armas y de caballo más que de pluma y escritorio. Son pocas también las ocasiones que tiene el jefe del Pueblo Soberano para pensar durante la barahúnda de la Guerra Federal. Una de ellas, se la brindan las inclementes y torrenciales lluvias del llano barinés. En efecto, el Caudillo Federal detiene momentáneamente "las operaciones por el rescate de la libertad de los pueblos" para dedicarse a cavilar sobre el tema del latifundio.
No es mucho lo que las lluvias y los llamados a nuevas batallas le permiten al cavilador Zamora. Según uno de sus allegados, José Brandford, el valiente Ciudadano consideró muy utópicamente que: ".la tierra no es de nadie, es de todos en uso y costumbres, y además, antes de la llegada de los españoles, los abuelos de los godos de hoy, la tierra era común, como lo es el agua, el aire y el sol".
Como hombre curtido por el sol llanero y conocedor de las desemejantes realidades de la llanura venezolana, el rústico Zamora señala que hay diferencias entre el latifundio llanero y el de los Valles del Tuy, por lo que las soluciones deben ser diferentes, defendiendo, en consecuencia, la necesidad de la mediana y de la pequeña propiedad rural que conlleva además la eliminación del peonaje feudalizado, incluyendo la del veguero, según el caso y la circunstancia.
Finalizado el corto y recio invierno llanero, y urgido por el pronto regreso al campo de batalla vestido como siempre con la casaca militar azul de botones dorados, el kepí en el sombrero y la banda amarilla – no roja – rojita que era el color de los conservadores, de los despreciables godos – del sable cruzada sobre el pecho "a la llanera", Zamora toma, en Barinas, algunas de las pocas acciones contra el latifundio que las premuras de la guerra le permitieron. En este sentido, ordena aplicar las siguientes medidas:
"1º) Cinco leguas de tierra a la redonda y por los cuatro puntos cardinales para uso común de cada pueblo, villa, ciudad o caserío; 2º ) Eliminación del sistema de cobrar arriendo por el uso de la tierra para fines agrícolas o pecuarios; 3º) Fijar los jornales de los peones de acuerdo con las labores, y 4º) Que los amos de hatos empotreren diez vacas paridas, de modo permanente, en las tierras del común, para suministrar diariamente y de modo gratuito, una botella de leche a los hogares pobres". (Cfr. Documentos de José Brandford, folio 75)
Además de quemar a su paso los libros de los Registros Civiles donde reposaban por igual las escrituras de los terratenientes y de los pequeños propietarios de las comarcas liberadas; de federar el ganado, las papas, el maíz y los pollos ajenos, es decir, apropiárselos para la causa federal; y de proclamar a trocha y moche el lema Hombres y Tierras Libres, las señaladas supra fueron las pocas medidas concretas que pudo tomar Zamora para combatir el latifundio, al menos en la región barinesa que lo proclamó como Valiente Ciudadano. Como sabemos, poco efectiva fue la Guerra Federal para abolir definitivamente el latifundio. En efecto,
"es de destacar que las guerras federales, a pesar de su carácter social y de la rebelión que provocaron en las poblaciones rurales contra los dueños de la riqueza territorial, no transformaron la estructura latifundista, pues la propiedad de la tierra pasó de los caudillos militares conservadores a los caudillos militares federales. De ahí que, en la segunda mitad del siglo XIX, se afiance el latifundismo en Venezuela, como base de la estructura social y económica del país, hasta el advenimiento de la explotación petrolera, defraudándose las bases revolucionarias de carácter social de la Guerra Federal". (Brewer, 2009, Tomo I, 372).
Lento fue el camino que tuvo que recorrer el tema agrario, en general, y el tratamiento del latifundio, en particular, en el ordenamiento jurídico venezolano, hasta lograr su inserción definitiva como asunto jurídico clave de la República, como tema de regulación insoslayable de nuestra particular realidad económica y social. Losada Aldana sintetiza esta evolución hasta 1961, en lo que a las Constituciones Nacionales se refiere:
"Sintetizando la evolución constitucional del Derecho Agrario, se expresa – fundamentalmente – en un vacío que va de la Constitución de 1811 a 1936, es decir, la más absoluta despreocupación durante un tiempo republicano de más de ciento veinticinco años respecto a la materia de la organización agraria. Luego una etapa que refleja la inquietud nacional por el problema agrario, etapa que va de la Constitución de 1936 a la sanción y vigencia de la de 1947. Esta fase comienza con una exagerada acentuación de la política de colonización de tierras, tipificada en la Constitución del 36, y culmina con la consagración expresa del derecho de los campesinos a ser dotados de tierra y con el imperativo de "la realización de la Reforma Agraria", programados firmemente en la Carta Magna de 1947. Después se abre un período de franco retroceso institucional que tiene su reflejo en la Constitución de 1953. En lo agrario, ésta marca una rotunda acentuación regresiva, lo cual llega hasta 1958, abriéndose de nuevo el camino agrarista en la Constitución de 1961". (Losada Aldana, 1969, 80).
Dentro del proceso de eliminación del latifundio, y en la tónica expresada luego en la Constitución de 1961 según la cual "el latifundio es contrario al interés social", la Ley de Reforma Agraria de 1960 estableció un nuevo régimen jurídico de propiedad rural. De acuerdo con Víctor Giménez Landínez, la ley, en cuanto a la propiedad misma de la tierra:
".establece 3 categorías: a) las <<tierras de entidades públicas>> que quedan en su totalidad <<afectadas>>, es decir, destinadas o reservadas para los planes y programas del Instituto Agrario Nacional (IAN) a los fines de la reforma; b) las tierras privadas a quienes rige fundamentalmente el estatuto de la función social, en el sentido de que se reconoce y garantiza la propiedad privada, pero no como un derecho absoluto e inafectable sino sometido y condicionado al cumplimiento de la función social, concepto que la misma ley introduce y define en forma expresa en nuestra sistemática jurídica (.); y c) la que podría calificarse como <<propiedad agraria>>, que es la que se origina a través del proceso de dotaciones y adjudicaciones, y la cual, siendo una propiedad real y efectiva, sometida como todas a la función social, tiene además algunas limitaciones, las mínimas que exige todo proceso de reforma agraria en la cual el Estado, que otorga las tierras a los que trabajan, hace algunas reservas en cuanto a los atributos clásicos de usar, disfrutar y disponer, indispensables para evitar que en esas mismas tierras se restituya el sistema latifundista que se trata de erradicar". (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997, Tomo 3, 835).
A los fines de asegurar una figura jurídica efectiva y expedita para combatir el latifundio, la ley de 1960 estableció el dispositivo de la "expropiación agraria", consagrado en su artículo 26 para aquellas fincas o propiedades privadas que no cumplan con su función social, haciendo la salvedad de que la expropiación agraria sólo procedería en el caso de que no hubiere otra tierra disponible para "resolver un problema agrario de evidente gravedad".
Los sectores de la izquierda política venezolana criticaron vivamente esta ley, tildándola de acomodaticia y blandengue en virtud de que a diferencia de la Ley cubana no desterraba sin más consideraciones al latifundio. Losada Aldana expresa: "Una reforma agraria verdadera lo enfrenta resueltamente y comienza por proscribir la fundamental causalidad: la estructura latifundista. Por eso, con tal prohibición se abre la Ley de Reforma Agraria de Cuba, cuyo artículo 1º , en su primera frase, dispone clara y contundentemente: <<Se proscribe el latifundio>>".
Por su parte la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 306 establece que: "El Estado promoverá las condiciones para el desarrollo rural integral, con el propósito de generar empleo y garantizar a la población campesina un nivel adecuado de bienestar, así como su incorporación al desarrollo nacional. Igualmente, fomentará la actividad agrícola y el uso óptimo de la tierra, mediante la dotación de obras de infraestructura, insumos, créditos, servicios de capacitación y asistencia técnica".
El Comandante Presidente, en innumeras ocasiones ha enfáticamente señalado que:
"El latifundio no sólo es perverso por lo injusto, porque concentra las mejores tierras en pocas manos, mientras la mayoría no tiene tierras o las tiene en condiciones paupérrimas. También es ineficiente e improductivo, porque ustedes van a cualquier extensión de cualquier latifundista y podrán ver que de cada 10 mil hectáreas, a lo mejor mil están medio produciendo o la mitad está medio produciendo y el resto está totalmente abandonado".
En coherencia con esta postura, por sendo Decreto – Ley, Chávez promulgó una nueva Ley de Tierras y Desarrollo Agrario que incorpora los siguientes aspectos desde la perspectiva de la lucha contra el latifundio. Así, en su primer artículo, dispone que el crecimiento económico deba estar enmarcado dentro de una "justa distribución de la riqueza y planificación estratégica, democrática y participativa, eliminando el latifundio como sistema contrario a la justicia, al interés general y a la paz social en el campo".
La Ley de Tierras y Desarrollo Agrario (LTDA) dispone la creación de tres institutos autónomos separados para sustituir al viejo Instituto Agrario Nacional (IAN), a saber, el Instituto Nacional de Tierras, la Corporación Venezolana Agraria y el Instituto Nacional de Desarrollo Rural. En esta trilogía de instituciones agrarias bolivarianas el Instituto Nacional de Tierras (INTI) se hace cargo de la regularización de las tierras con vocación agraria, llevando a cabo los procedimientos de declaratoria de finca ociosa y de certificación de finca mejorable o productiva. Igualmente, es competente para tramitar los procedimientos de expropiación agraria y de rescate, y para intervenir preventivamente las tierras que se encuentran improductivas. Es decir, al INTI le corresponde "la batalla contra el latifundio".
Por latifundio la ley entiende "toda aquella tenencia de tierras ociosas o incultas, en extensiones mayores al promedio de ocupación de la región en la cual se encuentran ubicadas, en el marco de un régimen contrario a la solidaridad social. Se determinará la existencia de un latifundio, cuando señalada su vocación de uso, así como su extensión territorial, se evidencie un rendimiento idóneo menor a 80%".
Las disposiciones de la LTDA han sido objeto de sustancial y virulento rechazo por parte de los empresarios del campo agrupados en FEDEAGRO, quienes aducen argumentos que van desde su inconstitucionalidad, en virtud de que utiliza el elemento de extensión cuando la Constitución sólo habla de ociosidad de la tierra, hasta la indefensión en la que se encuentran ante las decisiones arbitrarias del INTI para otorgar el Certificado de Finca Productiva, en especial en materia de titularidad de la tierra (una prueba del diablo verdaderamente infernal) y los criterios inicuos para determinar la ociosidad de las tierras. FEDEAGRO, en fin, considera que la LTDA es intervencionista, discriminatoria y confiscatoria, y concluye que la misma conllevará una severa involución en la productividad del campo venezolano.
La aplicación de la ley ha demostrado ser también un elemento de retaliación política y de cierto desagravio personal. Los casos de las haciendas El Charcote, de propiedad británica, y La Marqueseña, propiedad de la familia Azpúrua, han dado lugar a consideraciones de esta naturaleza, así como el más reciente de la hacienda Bureche de Gómez Sigala, ex Presidente de la Asociación que agrupa a los industriales venezolanos. En especial, en lo que se refiere a la segunda de ellas, Chávez rememora:
"Porque resulta que las tierras de La Marqueseña fueron, a principios de siglo, de mi bisabuelo, Pedro Pérez Delgado (.) Hoy en día creo que es de los Azpúrua. Eso ha pasado de mano en mano. Pero, mi abuelo, el hijo de Maisanta. Cuando murió, ya viejo, se había cansado de ir con abogados y documentos para rescatar esas tierras. Esos documentos deben estar en la familia". (Blanco Muñoz, 1998, 49). AGRARIO
4. Otras concordancias entre Zamora y Chávez
Aunque ciertamente son menores coincidencias, no podemos dejar pasar dos similitudes que encontramos entre los postulados y acciones de ambos caudillos.
El Ideal de la Integración Bolivariana: Zamora, en algún momento de su ascendente carrera política bajo el caudillaje del Monagato, se sumó entusiastamente al planteamiento de una integración efectiva entre Venezuela y Colombia, como la siempre aspirada por el Libertador, para responder – fortalecidas y hermanadas – a las constantes amenazas externas que por parte de los EEUU sufrían para la época tanto Colombia como Venezuela. Adolfo Rodríguez nos pone en contexto:
"En 1854 el gobierno venezolano se vio forzado a expulsar los representantes de las empresas Shelton y Lang, que extraían ilegalmente guano en la Isla de Aves. Desde entonces dichos empresarios comenzaron una pertinaz negociación a fin de que se reparase la medida. Y buscaban en el Departamento de Estado acciones políticas al respecto (.) Quizá fue esta emergencia la que obligó a venezolanos y neogranadinos a considerar la necesidad de la Confederación Colombiana como forzosa y factible (.) No es de extrañar que ante esas presiones el Secretario del Interior presentara en nombre del Presidente de la República ante el Congreso Nacional el día 8 (de 1856) el proyecto de ley sobre Confederación Colombiana. E inmediatamente comenzará un vasto operativo para que toda la población se pronunciase positivamente al respecto". (Rodríguez, 1977, 211 y 212).
Ezequiel Zamora, quien se encuentra como Comandante de Armas en Barcelona desde mediados de 1855, responde prontamente al requerimiento del Presidente Monagas:
"El mensaje a las Cámaras Legislativas (.) a la verdad llena de alboroso y de aliento atodos, porque con él se pretende un nuevo pacto de confederación con las hermanas Repúblicas de la Nueva Granada y Ecuador para unirnos como colombianos en la defensa contra los enemigos Esteriores (.) Esto está mandado por Ley y sobre todo general es legado de unión que nos dejó Bolívar, y ponerlo en práctica, no es más que una virtud Republicana de primera necesidad (.) De acuerdo pues en todo y por todo, en los sentimientos patrióticos y verdaderamente republicanos de V. E., acecto con gusto el llamamiento que me hase y contribuyré con mi pequeño contingente como lo he hecho siempre que veo la Patria en peligro".
Esta declaración y otras proclamas de Zamora en pro de la integración latinoamericana soñada por Bolívar fue la que llevó a Chávez, entre otras razones, a preferir instaurar al general del Pueblo Soberano en el Altar de la Revolución Bolivariana por encima de su cuñado Juan Crisóstomo Falcón. En efecto, recordemos que Chávez afirma:
"Zamora, en las proclamas que firma sobre la marcha, dice cosas como estas: "formemos la Confederación colombiana que fue el sueño del gran Bolívar". Están los documentos que enviaba Zamora a los generales de la Guerra Federal en las zonas fronterizas para que se comunicarán con los generales, colombianos y se diera esa unión". (Blanco, 1998, 66).
El lenguaje ramplón: Chávez se ha caracterizado por incorporar la chabacanería, la vulgaridad y la grosería a su encendido discurso de Primer Mandatario. Expresiones o epítetos como: ¡Qué se vayan al mismísimo carajo!, ¡La oposición es una mierda!, ¡Marisabel esta noche te doy lo tuyo!, ¡Vayan a lavarse ese palto! , ¡Me importa un carajo!, ¡Magistrados pusieron la plasta! constituyen expresiones o calificativos muy propios de su discurso de exclusión y descalificación del adversario.
Sus oponentes arguyen que el Comandante Presidente no le habla al ciudadano sino al recluta. Sus alocuciones en casernas y fuertes militares asumen también el más primario lenguaje cuartelarlo; el Comandante Presidente hace en cámara vívidas alusiones a sus desahogos sexuales de cadete bisoño, a sus ansiadas visitas burdelescas, y le dedica quizás uno que otro recuerdo fugaz a la humilde putica que satisfizo el ímpetu de sus ardorosas gónadas de revolucionario en ciernes.
¿Coincidencia con mi General Zamora?, aquél que arengaba a las tropas con un lenguaje propio de peonada que conocía muy bien y que le permitía comunicarse de manera franca con la soldadesca. En este sentido, su biógrafo por antonomasia, señala:
"Era un fanático, y como tal probo y desinteresado. Propúsose consustanciarse con el pueblo en sus costumbres, maneras y modos de hablar: por eso decía, los goo, los coloráos, y soltaba a cada paso expresiones vulgares que la tropa oía con gusto". (Villanueva, 1955, 250).
Y Donís, por su parte complementa:
"Zamora sabía emplear los términos apropiados en sus arengas y lo que era preciso decir a sus subordinados, más no siempre lograba contener su carácter recio y menos cuando lo contradecían o incumplían sus órdenes. Era implacable con los errores. Al recibir noticias de que el armisticio celebrado entre federales y conservadores en Apure había sido violado por éstos, se olvidó de los dogmas proclamados por la Federación, e hizo una declaratoria de guerra a muerte. Veamos el documento, dirigido al general Martín Segovia, jefe de operaciones del Bajo Apure y fechado en Tucupido, a 31 de agosto: Acabo de recibir su oficio fecha 14 de los corrientes, e impuesto de su contenido digo a UD: que cuanto en él me dice lo han verificado los godos al pie de la letra, y el plan de éstos es unirse con los de Guanare, y acataré el plan. Proceda UD. en sus operaciones como en la Guerra ce Independencia y haga desaparecer el pueblo de San Fernando y cuanto godo caiga en sus manos escarmiéntelo conforma al decreto de guerra a muerte". (Donís, 2007, 94 y 95).
Conducta y lenguaje montaraz de caudillos rústicos, socarrones e inciviles.
La profunda discordancia: Federación vs. Centralización
Ha llegado el momento de vuestros pronunciamientos,
proclamad el Evangelio práctico de los principios políticos, LA
IGUALDAD entre los Venezolanos, el IMPERIO DE LA MAYORIA;
LA VERDADERA REPÜBLICA; la FEDERACIÖN (.) El Ejército
Federal, será la vanguardia en esta cruzada de glorias. Triunfará
la bandera de la Federación o me veréis sucumbir bajo las
bayonetas del Centralismo DE LA TIRANIA".
Ezequiel Zamora
En 1858, Julián Castro, Gobernador de la Provincia de Carabobo y caudillo liberal regional, el traidor en términos de Zamora y Falcón, lidera la llamada Revolución de Marzo, producto de la "fusión", de la alianza entre conservadores y liberales que puso fin a la década de gobierno ininterrumpido de los Monagas y al predominio político del Partido Liberal. Brewer – Carías, en su paciente y enjundioso texto La Historia Constitucional de Venezuela, asienta:
"La Revolución de marzo de Marzo de 1858, en todo caso, desde el punto de vista formal, significó la ruptura del hilo constitucional, lo cual no sucedía en la República desde 1829; y desde el punto de vista sustancial, significó el fin de la hegemonía del Partido Liberal (.) En 1858, además, se dispuso la convocatoria de <<la gran Convención Nacional aclamada por lo pueblos para constituir la República sobre las sólidas bases de más amplia libertad y rehabilitar los sagrados principios moral justicia que han sido lamentablemente conculcados>> (art. 1) (.) Las discusiones de la Convención de Valencia de nuevo estuvieron signadas por el tema de la forma federal o centralista del Estado y condujeron a que, con fecha 24 de diciembre de 1858, se sancionará la Constitución de ese año. Este texto significó una vuelta a la Constitución de 1830: adoptó de nuevo la forma mixta, tratando de conjugar los intereses del gobierno central con los regionales, tratando de conjugar los intereses del gobierno central con los regionales, aun cuando sin utilizar el nombre de <<federación>>". (Brewer, 2008, Tomo I, 358, 359 y 360).
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