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Filosofía para aprender a vivir (página 2)


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Los modernos enfoques de la Epistemología, rama de la filosofía, han desvirtuado la idea que en el conocimiento, inclusive el científico, puedan existir respuestas verdaderas, indiscutibles o absolutas. A esta altura del tiempo, la visión absolutista de la ciencia está totalmente desacreditada, y, sin embargo, en las instituciones educativas pervive esta deformación epistemológica, pues se transmite a los estudiantes la creencia que el conocimiento que reciben en las aulas es absoluto, verdadero e inalterable, al cual, todos tienen que acogerse y someterse. En las experiencias educativas, hay pocas oportunidades para la duda y peor para el cuestionamiento, pues, supuestamente, los saberes científicos son debidamente probados y verificados por sabios, científicos e investigadores; por lo tanto, profesores y estudiantes lo único que tienen que hacer es asimilarlos, lo mejor posible, y recitarlos cuando se los requiera.

Es fácilmente demostrable que si un conocimiento fuese verdadero y absoluto, la ciencia no avanzaría pues ya se ha llegado a la certeza incuestionable. Pero todos sabemos que lo que hoy se da como verdad, mañana o bien será superada o se cambiarán varios de sus supuestos. Ahora, se considera a la ciencia, como una interpretación aproximada sobre la realidad, al igual que otras formas de conocimiento, inclusive el saber tradicional. En abierta oposición al concepto de ciencia como saber cierto, exacto, los nuevos paradigmas epistemológicos sostienen que se trata de una conjetura acerca de cómo es el mundo. Una conjetura es, en esencia, un enunciado de carácter hipotético o una suposición de cómo se comporta la realidad.

No obstante, en los cuestionarios de evaluación, exámenes y pruebas, se confirma con mayor crudeza la concepción absolutista del conocimiento científico e inclusive del cultural, social y humanístico. Allí, los evaluados deben reproducir verdades consagradas por la ciencia oficial. Por ende, el "juego" de la evaluación es encontrar o grabarse las respuestas apropiadas. De este modo, desde el preescolar hasta la universidad, los estudiantes pierden la capacidad para buscar más de una respuesta a los diferentes dilemas de la vida, del conocimiento y hasta de la manera de hacer las cosas.

Sobre esta parafernalia, Postman decía que las respuestas correctas solo sirven para evitar seguir pensando sobre un asunto. En efecto, si se les exige a los niños y jóvenes a emitir respuestas, lo único que se está fomentando es la reproducción del conocimiento, es decir activando su memoria, que fácilmente desciende al memorismo.

Pero la educación tiene como una de sus misiones esenciales el desarrollo de las capacidades de pensar, razonar, reflexionar, argumentar, dudar, preguntar, investigar, hipotizar, decidir, crear …

La sociedad, los padres y las mismas personas anhelan que las escuelas formen alumnos curiosos, escépticos, inquisidores, cuestionadores, iconoclastas … pero como decía Parnes: "Es tanta la "papilla en la boca" que recibimos en nuestra actual sociedad en términos de "instrucciones de cómo hacer esto o lo otro" –en la escuela, en el hogar y en el trabajo– que muchas personas carecen casi de toda oportunidad para ser creadores y, en consecuencia, no desarrollan las actitudes y capacidades necesarias para enfrentarse cómoda y confiadamente a condiciones nuevas o modificadas".

Ahora bien, sí, como aseguran todos los hombres dedicados a la ciencia, el conocimiento cambia cada tres años, y en el caso de la tecnología cada 6 meses, ¿qué objeto tiene que los estudiantes aprendan conocimientos que se volverán obsoletos en poco tiempo?; ¿qué interés puede haber en que conserven en su cabeza miles de respuestas? No será mejor dotarles de habilidades para preguntar, dudar, investigar, cuestionar …

Efectivamente, no hay hombre o mujer de ciencia que no valore la capacidad de preguntar como la mayor destreza que debe desarrollar la escuela en los chicos y chicas; así lo confirma Postman: "La facultad más importante del hombre -el arte y la ciencia de formular preguntas- no se enseña en la educación. Más aún no se "enseña" en la forma más catastrófica posible, es decir estructurando el medioambiente de modo que cualquier pregunta esencial no sea menospreciada".

Con estas referencias, ya se puede intuir la importancia de la filosofía para desarrollar al hombre y a la mujer pensante; no repetidores de contenidos porque eso es someterse al pensamiento de otros. "Nada hay tan subversivo y tan inmanejable como el pensamiento auténtico", dice Savater.  Por eso tiene valor la filosofía porque no tiene respuestas correctas, absolutas, ni fórmulas certeras, sino preguntas, dilemas, reflexiones, propuestas, cavilaciones que invitan al ejercicio del pensar, que es el mayor valor del hombre y la mujer.

De acuerdo con la frase del filósofo Karl Jaspers: "En filosofía son más esenciales las preguntas que las respuestas", una iniciativa interesante sería que el profesorado solicitara en una evaluación solo preguntas de los estudiantes. Un grafiti de Mayo 68 urgía a los estudiantes a responder con preguntas los exámenes.

El pensador Luis Ríos dice al respecto: "Las respuestas filosóficas no solucionan las preguntas de lo real, sino que más bien cultivan la pregunta, resaltan lo esencial de ese preguntar y nos ayudan a seguir preguntándonos, a preguntar cada vez mejor, a humanizarnos en la convivencia perpetua con la interrogación. Porque ¿qué es el hombre sino el animal que pregunta y que seguirá preguntando más allá de cualquier respuesta imaginable?"

De tal manera que la filosofía no es una asignatura que debe solicitar respuestas correctas sobre múltiples conocimientos de la historia, los filósofos o las corrientes filosóficas. Tal vez como cultura general se podría aceptar alguna grabación en la mente de los estudiantes sobre estos temas, pero más importante que ello, es conseguir que los estudiantes cavilen, expresen su propio criterio, busquen opciones ante contradicciones, discutan con otros pareceres y opiniones … Bien dijo Kant hace mucho tiempo: "No se puede aprender filosofía, tan solo se puede aprender a filosofar".

Ante esta demanda, se puede objetar que si la filosofía no tiene respuestas correctas, cualquier criterio de los jóvenes es válido, aunque se aparte del pensamiento racional y lógico, lo cual les dejaría en el aire, sin un soporte que justifique sus razonamientos.

Frente a esta réplica, es conveniente precisar que la filosofía enseña a pensar pero fundamentada en los principios humanistas y ecológicos. Si se plantea el tema de la Bondad, por ejemplo, el razonamiento de los supuestos réditos que puede proporcionar la maldad a alguna persona, tendrá que remitirse al fundamento que cualquier ruindad causada envilece a la propia persona y produce daño a otros.

Pero estos referentes teóricos para pensar y buscar la mejor decisión, precisamente, los proporciona el saber filosófico. Porque la mayoría de las grandes cuestiones (por no decir todas) que siempre han preocupado a la humanidad han sido abordadas y deliberadas ya por diferentes filósofos; cada uno ha dado su pensamiento, ha sido rebatido, matizado, defendido o ampliado por otros, y conocer estas reflexiones ayuda enormemente a amueblar la propia cabeza, a formar las propias ideas y actitudes con lo mejor de los argumentos de unos y de otros (Irigary). De modo que conocer estos aportes son referentes valiosos para saber discutir con precisión e, inclusive, para potenciar el propio pensamiento.

Pero tampoco se quiere decir que la filosofía ha sido un recetario milenario para los males de las sociedades en todas las épocas. Si así fuera el mundo tendría solamente que consultar una enciclopedia de la filosofía y allí estaría la solución. No. Este saber solo muestra el camino a seguir fundamentado en lo que es mejor para la humanidad y el planeta, a las personas les corresponde reflexionar sobre las diversas tesis ofrecidas por los filósofos, para optar por aquella que su conciencia le dicte.

Por último es necesario, de manera breve, diferenciar entre el saber filosófico, el conocimiento y la información. Ahora que el mundo vive la tan publicitada "sociedad de la información y el conocimiento", bueno es que los jóvenes reconozcan cómo deben enfrentarla a la luz de la filosofía.

Fernando Savater, el conocido filósofo español de nuestros días, propone diferenciar entre lo que es información, conocimiento y sabiduría. ¿Qué información podemos recibir de la Filosofía?, se pregunta el autor: "La única respuesta que podría haber ofrecido el mismo Sócrates sería: ninguna. Nos informa las ciencias de la naturaleza, los técnicos los periódicos, los programas de televisión … pero no hay información filosófica. Según Ortega y Gasset, la filosofía es incompatible con las noticias y la información que está hecha de noticias. Pero, ¿es información lo único que buscamos para entendernos mejor a nosotros mismos y a lo que nos rodea? Tal vez el mundo no necesita más información sobre lo que pasa, sino saber qué significa la información que tenemos, cómo debemos interpretarla, qué supone todo ello, en la consideración general de la realidad en que vivimos ….Éstas son las preguntas que atiende la Filosofía".

Según esta premisa, existen tres tipos de entendimiento:

  • a) la información, que nos presenta los hechos y los mecanismos primarios de lo que sucede;

  • b) el conocimiento, que reflexiona sobe la información recibida, jerarquiza su importancia significativa y busca principios generales para ordenarla;

  • c) la sabiduría, que vincula el conocimiento con las opciones vitales o valores que podemos elegir, intentando establecer cómo vivir mejor de acuerdo con lo que sabemos.

Para el autor citado, a ciencia se mueve entre el nivel a) y b) de conocimiento, mientras la filosofía opera entre el b) y el c). Las preguntas filosóficas no serían sino aquellas preguntas trascendentes sobre los amplios campos de la vida, de la realidad, de lo humano, de los valores

La filosofía es una asignatura aburrida

Como se dijo, el alumnado y hasta el profesorado y los padres, tienden a calificar las asignaturas de acuerdo con sus gustos y motivaciones. No es raro escuchar que una materia determinada es tediosa, aburrida o soporífera. Lamentablemente, es frecuente que los estudiantes utilicen estos términos para referirse a la filosofía. De manera irónica Savater dice: "Sin duda hoy la filosofía no es la chica más guapa de la clase ni tampoco la más popular. Pierde horas en los planes de estudio y para colmo se la empareja en algunos cursos con Ciudadanía, lo cual es el mejor modo de fastidiar por igual ambas materias".

El ameno trabajo de Onfray: "Antimanual de Filosofía" (2005, existe en la web), el autor inicia con la siguiente pregunta: ¿Hay que empezar el curso pegándole fuego al profesor de filosofía? Y responde: " No enseguida. Esperad un poco. Al menos dadle tiempo de mostrar sus aptitudes antes de mandarlo a la hoguera. Lo sé, se os ha prevenido contra la asignatura: no sirve para nada, no se entiende lo que cuenta el que la enseña, acumula preguntas sin dar nunca respuestas, a menudo se reduce a la copia de un curso dictado y a los dolores de muñeca asociados, etc. No os equivocáis del todo, a menudo ese es el caso. Pero tampoco tenéis razón completamente, pues no siempre es verdad…"

Antes de desvirtuar el supuesto tedio de la Filosofía, es procedente proponer un breve razonamiento.

Si, como se ha analizado en las anteriores páginas la filosofía es sinónimo de la actividad pensante, Rius decía de manera humorística que la filosofía es el arte de cerrar los ojos y abrir la mente, tendría que concluirse que el pensar es una actividad aburrida, cansona o poco atrayente, argumento que nadie estaría dispuesto a sostener. Pero, en la realidad parece que en efecto, el pensar causa hastío a muchos, pues en un mundo donde prima el instrumentalismo lo valioso es lo práctico, lo utilitario, lo mercantil. En los tiempos de globalización que vive la humanidad las preocupaciones filosóficas son cuestiones inoficiosas que no encajan en el mundo concreto y pragmático de hoy; "las cosas no deben pensarse, deben hacerse", es el dogma de la sociedad contemporánea. En la racionalidad pragmática lo único importante son las cosas o las ideas que producen objetos tangibles, es decir mercancías. Todo, incluidos los sujetos, se convierten en mercancías y cosas usables primero, y desechables casi inmediatamente.

Sin embargo, precisamente, como señalan pensadores como Habermas, Fromm, Morin, Postman, Freire, Bauman … los angustiantes problemas del mundo se deben precisamente a la falta de reflexión de la mayoría de hombres y mujeres de este planeta acerca de la humanidad, la vida, la naturaleza, los valores, la ciencia, la tecnología y la educación de las nuevas generaciones. En efecto, ¿no será acaso la ínfima reflexión sobre los grandes temas de la humanidad la responsable de los acuciantes problemas que sobrellevan las sociedades y la naturaleza?

Es fácil percibir como el mundo posmoderno se ha orientado hacia los objetos y cómo hacerlos, antes que a las inquietantes preguntas: quiénes somos, cuáles son nuestros fines últimos, qué tipo de mundo queremos construir y hasta para qué se hacen los objetos. Pero la reflexión es aún más urgente cuando se constata las lacerantes y hasta indignantes formas de vida de la gran mayoría de habitantes del planeta: altos índices de pobreza, generalizada inequidad, violación a los derechos humanos, transgresión de los valores morales, profunda alienación personal, sometimiento ante el poder hegemónico, violencia generalizada … No obstante, el mundo se asombra con los extraordinarios avances de la ciencia y la técnica; se ha llegado a límites insospechados en materia tecnológica; los mercados bursátiles se vanagloria de las fabulosas ganancias monetarias; la gente se maravilla de los lujos y de la opulencia del Norte … no obstante la gente se ha empobrecido en calidad humana. Los hombres y mujeres son cada vez más ajenos a su esencia humana; su fin mayor es la codicia, lo que inclusive les ha llevado a acabar con la riqueza ecológica del planeta, a olvidarse de sus congéneres y a desestimar cualquier principio ético.

Frente a esta inocultable y penosa realidad, a la humanidad no le queda otro camino que civilizar la tierra, según la expresión de Morin. ¿Civilizar la Tierra? Pasar de la especie humana a la humanidad, ese debería ser el mayor reto de los tiempos actuales y futuros. Pero, "¿cómo hacerlo?", se pregunta el mismo pensador, ¿acaso se puede esperar algo del Homo sapiens demens? "¿Cómo ocultar el gigantesco y terrorífico problema de las carencias del ser humano?" La actitud de Diógenes el Cínico, filósofo del siglo IV antes de nuestra era, caería muy bien en estos días, cuando buscaba al hombre con una lámpara encendida a plena luz del día.

En este utópico propósito, no cabe duda que la reflexión filosófica puede aportar a comprender las situaciones que amenazan al hombre con su desaparición e inclusive con la destrucción del planeta. Y con esta comprensión, proponer ideas profundas para superar los inminentes peligros que se ciernen sobre la especie humana y nuestro hogar, la Tierra. Ahora, más que nunca, la sociedad planetaria requiere soluciones imaginativas, profundas basadas en el humanismo, la ética y la ecología, antes que orientar sus acciones únicamente a saber cómo hacer mejor los objetos industriales, y cómo ganar más dinero. Así lo ha sostenido el Presidente uruguayo Pepe Mujica en el foro de las Naciones Unidas

Si estas apreciaciones no están equivocadas, no vemos cómo puede una asignatura que se preocupa por tan cruciales temas pueda hacer bostezar a los jóvenes. Lo menos que se puede esperar de ellos, ante estos problemas, es su atención e interés por comprenderlos; un paso superior sería discutirlos para buscar alternativas de solución y un último entrar en acción para actuar coherentemente. En verdad, no se puede comprender cómo los asuntos vitales en los que se juega la supervivencia de todos los hombres y mujeres, puede aburrir a los jóvenes.

Tampoco es justificado el manido razonamiento de muchos adolescentes: "es preferible no amargarse la vida con los problemas del mundo, lo mejor es pasarla bien".

Lo que ellos no perciben es que esos dilemas son productos precisamente de la indiferencia y el "estado de gozo" en el que viven nuestros jóvenes. Mafalda en su corta edad evidencia más preocupaciones filosóficas que los y las jóvenes actuales. De paso es oportuno señalar que las numerosas caricaturas de Quino, creador de Mafalda, han demostrado que la filosofía no debe estar reñida con el humor.

Insistimos, la única explicación para estas actitudes hay que encontrarla en esa misma sociedad que ha causado los gravísimos males que soportan los seres humanos y el planeta. En efecto, el mensaje reiterativo, subliminal o consciente, de ese sistema para los jóvenes es: ¿para qué preocuparse de los problemas del mundo, si los objetivos primarios de los jóvenes deberían ser la aventura, la diversión, el placer, el consumo? Con esta consignas internalizadas, resulta todo un reto atraer el interés por los temas filosóficos, pues el único deleite que puede ofrecerle la filosofía es el gusto por el pensar, y pocos estarán dispuestos a creer que la actividad reflexiva pueda ser tomada como sinónimo de regocijo.

De paso vale la pena reconocer que en la escasa predisposición de nuestros jóvenes por la meditación se puede encontrar la explicación para su mínimo apego a la lectura. De hecho, quien lee está obligado a pensar y a reflexionar sobre los razonamientos del autor. Pero, según Sartori, la gente de estos tiempos solo le interesa las imágenes, las cosas reales; el hombre de hoy es un homo videns, las cuestiones abstractas son rechazadas porque le obligan a un esfuerzo mental, ahora lo que se exige a lo sumo es el razonamiento light.

Precisamente, una de las "enfermedades" juveniles creadas por este sistema es el aburrimiento. La mejor muestra de esta patología es el auge de las drogas, las diversiones peligrosas, los espectáculos decadentes o las redes sociales en la sociedad posmoderna. En efecto, para suplir el hastío causado por una sociedad que no ha sabido cómo canalizar el corazón y la mente de la juventud, los muchachos y muchachas recurren a entretenimientos que, en modo alguno, contribuyen a su salud física, psicológica y ética. Liebman advertía: "Muchos jóvenes pasan por la vida suicidándose parcialmente … destruyendo sus habilidades, energías y cualidades creativas. El aprender a hacerse bien a sí mismo es a veces más difícil que aprender a hacer el bien a otros". Con este tipo de jóvenes el mundo no va a ninguna parte, salvo a donde quiera el poder económico.

No resulta complejo inferir que otro mundo es posible con jóvenes dispuestos a intervenir creadoramente en los destinos de la sociedad. El poético pensamiento de Jack Keoruac calza perfectamente para la juventud que necesitamos: "Las únicas personas que me agradan son las que están locas; locas por vivir, locas por conversar, locas por amar, locas por aprender; anhelosas de todo al mismo tiempo; aquellas que nunca bostezan ni se aburren, sino que arden, arden, cual fabulosos y fulgurantes fuegos de artificio".

De otro lado, si las experiencias educativas de la filosofía incluyen diálogos, debates, conversatorios del profesor con los estudiantes, entre los mismos alumnos, con visitantes externos, así como la exposición de ensayos leidos y la observación y discusión de numerosos vídeos filosóficos sobre cruciales asuntos de la sociedad, no pueden dejar indiferente a nadie. Debe reiterarse que la filosofía no es para repetir conocimientos, sino para producir conocimiento, argumentos, tesis, criterios, aunque sea de manera incipiente.

Se puede insistir que si bien estas vivencias son atrayentes, pocos podrán decir que leer a filósofos como Platón, Demócrito, Nietzsche, Descartes, Hume o Marx, pueda considerarse una lectura solaz. Ya manifestamos nuestro acuerdo con esta aprensión, pero anticipamos que existen autores que interpretan a estos sabios y facilitan su comprensión. Sobre el asunto, los estudiantes deben saber que somos, en el fondo, hijos de esos viejos filósofos y, como tales, nos encanta discutirlo y explicarlo todo (aunque no nos sea muy útil hacerlo), y no nos fiamos ni del padre celestial, por eso pedimos razones de todo, y solo nos fiamos (y de momento) de aquello que convence a nuestra razón (Bermúdez, 2013).

La filosofía no guarda relación con las otras asignaturas

Es común que las asignaturas en el sistema educativo sean presentadas como disciplinas aisladas, cada profesor se esfuerza por enseñar su especialidad y casi no vincula los contenidos con otras materias. Este es el caso de la filosofía, que es presentada como un saber independiente, con sus propios temas, sin que sean relacionados con las otras asignaturas del currículo del Bachillerato.

Y sin embargo, la historia da cuenta que el primer conocimiento sistemático de la humanidad fue la filosofía. Así nació hace más de tres mil años en la antigua Grecia y luego se difundió en otras culturas. Solo después de dos mil años se fueron desprendiendo los conocimientos naturales, sociales y técnicos. Es decir, los pensadores señalan que la filosofía es la madre de todas las ciencias actuales. Esto es así, porque desde los inicios de la razón humana la filosofía en su amplitud ha pretendido dar respuestas a todas las interrogantes de la vida, siempre buscando la verdad última; siempre formulándose más y más interrogantes y abarcando a otras disciplinas con una actitud reflexiva. La filosofía era una sola, con muchas inquietudes, pero el progreso del conocimiento humano hizo que se fueran separando diversas ramas del saber y posteriormente las ciencias.

Pero esta historia no significa que la filosofía tenga jerarquía superior, modernamente ya no se acepta este modelo vertical según el cual las ciencias estarían subordinadas al saber filosófico, simplemente porque se quita autonomía a las disciplinas científicas, ya que cada una tiene su dinámica propia. Hoy se habla de complementariedad entre la filosofía y las ciencias. De acuerdo con Sanguinetti (2008), esta interacción se concreta en tres aspectos esenciales.

  • El conocimiento humano, al ser racional, debe pasar del plano científico al filosófico para alcanzar un conocimiento esencial completo de la realidad estudiada.

  • La filosofía, por consiguiente, ilumina los conocimientos científicos.

  • Las ciencias son necesarias a la filosofía como un material desde el que se debe partir para llegar al nivel esencial.

Esta relación ha provocado que en el ambiente científico se hable de la filosofía de las ciencias en general y de la filosofía de cada ciencia, por ejemplo de las matemáticas, biología, educación y de las demás disciplinas. Pero la filosofía ha sufrido también un proceso de especialización similar al de las ciencias de la naturaleza y las formales. De este modo, se distinguen campos de estudio como: filosofía de la ciencia: Epistemología; filosofía del conocimiento: Gnoseología; teoría de la moralidadÉtica; teoría del ser: Metafísica; teoría de los valores: Axiología; teoría del pensar: Lógica.

En el caso de la filosofía de la ciencia, su interés es comprender las disciplinas que se estudian en el Bachillerato; es la rama de la filosofía que tiene por objeto estudiar el saber científico desde un enfoque general y humano; en el sentido de cómo afecta a las personas y cómo componen el conocimiento acumulado, tanto históricamente como en el conjunto socio-cultural de la humanidad. En forma específica, se ocupa de los métodos de la investigación y de obtención de datos científicos que es la Epistemología

La filosofía de la ciencia como una disciplina independiente de una Teoría General del Conocimiento (gnoseología y epistemología), pretende aclarar y dilucidar el saber científico, en una labor de divulgación y de adaptación de los conceptos complejos de la ciencia a la inteligibilidad general del conocimiento (http://enciclopedia.us.es/).

Una cuestión muy actual que se puede incluir en este campo, son las consideraciones sociales de la aplicación directa de la ciencia y de la tecnología. Se refiere a la ética de la ciencia que ha sido descuidada entre los científicos y las corporaciones que hacen investigación científica, lo cual ha originado efectos negativos a las personas y a la naturaleza.

De otro lado, con el avance del conocimiento la ciencia moderna tiende a una especialización cada vez más profunda. Así, la medicina que hasta hace poco era general ahora existe decenas de especialidades interesadas en comprender y curar dolencias muy específicas. Esta diferenciación es buena siempre y cuando no se pierde la visión global del ser humano y de su inserción en un contexto determinado. La filosofía es el conocimiento que proporciona esa visión holística necesaria para una comprensión más efectiva de los problemas ecológicos, de salud, educativos, productivos, políticos, económicos y sociales. Con frecuencia la extrema especialidad tiene una percepción estrecha de los dilemas que afronta el mundo y ha sido, en muchos casos, responsable de los mismos. La ciencia económica por ejemplo, sin la variable humana ha causado efectos nefastos en las poblaciones menos desarrolladas.

De lo analizado se desprende que la filosofía no es un saber aislado de las materias que se recibe en el Bachillerato, sino que está profundamente relacionada con ellas.  En la situación concreta de la filosofía de la ciencia o teoría del conocimiento, ésta se ocupa de saber cómo se desarrollan, evalúan y cambian las teorías científicas, y si la ciencia es capaz de revelar la verdad de las entidades ocultas y los procesos de la naturaleza. Algunos científicos han mostrado un vivo interés por esta rama de la filosofía; sin embargo, la mayoría se ha dado por satisfecha dejando la temática a los filósofos, y han preferido seguir 'haciendo ciencia', en vez de dedicar más tiempo a analizar en términos generales cómo 'se hace la ciencia'.

De ahí que en las clases de filosofía es gran oportunidad para discutir cómo nacen las ciencias (biología, química, física, matemáticas, sociales), cuáles son sus fines, cómo se logra su validez, qué principios éticos deben guiarlas … Estos diálogos permitirán a los estudiantes una mejor comprensión de los alcances, estructura y desarrollo de esas ciencias.

Pero al hablar del vínculo filosofía-ciencia, es necesario evitar dos errores: pretender que la única vía para investigar la verdad es la filosofía y minimizar la investigación por medio de los sentidos y de los métodos científicos. A la inversa, el otro error sería el cientificismo que pretende que el único conocimiento válido es el obtenido por los sentidos, cuyos resultados pueden reducirse a cálculos matemáticos. Existen numerosos ejemplos de la complementación entre filosofía y ciencia, en el pensamiento y proceder de los grandes filósofos y científicos. Tomemos el ejemplo de Einstein, cuyos escritos acerca de la física moderna se acercan mucho a la filosofía.

La filosofía es para sabios o inteligentes

Esta es otra concepción equivocada en la que incurren muchos jóvenes. Ya sea por las experiencias vividas o por las informaciones recibidas, consideran que la filosofía es una disciplina propia de individuos con capacidades intelectuales superiores o para genios. La simple palabra "filósofo" les induce a imaginar una persona inteligente, un "cerebrito" o un adusto pensativo. Asimismo, los nombres e imágenes de los pensadores de diferentes épocas consolidan esta creencia.

Sin embargo, como se dijo en la introducción de este trabajo todos somos filósofos; la esencia humana, de modo obligatorio, induce a pensar mucho más allá de las cosas que vemos. Para matizar algo esta afirmación, puede decirse que, en cierta forma, todos los seres humanos al pensar sobre su realidad están actuando como filósofos, algunos en mayor grado que otros, pero en fin todos en un momento deben preguntarse sobre asuntos importantes de la vida. Lo somos, puesto que la vida es filosofía, cada cual adopta la suya, dice Ríos. Muchas son las gentes que se preguntan cada día el por qué de muchas cosas, fenómenos o sucesos y comienzan un análisis de los mismos, y es el punto justo donde el ser humano comienza a filosofar, el por qué de nuestra existencia, de dónde venimos, hacia dónde vamos, cuál es el motivo que estamos aquí, qué fin puede tener la raza humana, si hay algo más trascendente en la otra vida, por qué las cosas son como son … La actividad cotidiana del hombre común lo obliga, en determinado momento, a reflexionar acerca de algún acontecimiento que lo deja perplejo, lo perturba, lo inquieta, o le produce tanto dolor que necesita explicarse las cosas. En ese momento filosofa, bien o mal. Si la filosofía se define como el arte de razonar, pensar, buscar la esencia de las cosas y todos tienen esa capacidad, algunos en menor proporción, otros más, se infiere que todos desean conocer los orígenes de lo que nos rodea mediante la investigación, el análisis y la reflexión.

Este análisis lleva a pensar que no se debe renunciar al derecho natural a comprender el mundo como mejor puedan las personas, evitando que otros lo hagan por ellas. "No conozco otro peligro mayor para la libertad que la carencia de conceptos propios. Ahí somos sólo títeres", dice Martínez (2012). La filosofía es un instrumento eficaz para develar las poderosas manipulaciones que utilizan los amos del mundo para que los ciudadanos y las ciudadanas se conduzcan de acuerdo con los intereses de la ideología mercantilista.

Estas cavilaciones son del todo pertinentes y actualizadas porque, infortunadamente, casi todos los/as jóvenes está convencidos/as que viven en libertad. Somos libres para pensar por cuenta propia, dice Burgraff, pero, ¿tenemos el valor de hacerlo de verdad? ¿O estamos más bien acostumbrados a repetir lo que dicen los periódicos y revistas, la televisión, la radio, un profesor, lo que leemos en Internet o lo aseverado por alguna persona, más o menos interesante, con la que nos cruzamos por la calle? Aunque digamos que no existe una autoridad que nos diga lo que tenemos que pensar, lo cierto es que esa autoridad está presente en nuestras vidas, no se vale de la coerción sino tan solo de una blanda persuasión. Se ha hecho invisible, anónima, y se disfraza de normalidad, sentido común u opinión pública. No pide otra cosa que hacer lo que todos hacen, repetir lo mismo que se dice y se sabe.

En oposición al "pensamiento rebaño" que prima hoy , la sociedad procura que la instituciones educativas formen personas con personalidad, con criterio propio, con espíritu crítico, que no se dejen influir fácilmente por las opiniones del ambiente, por la moda o los lobbys del momento, en definitiva que no sean veletas. Para tener una sociedad sana, correcta, feliz hace falta personas íntegras, no maleables, que actúen por convicciones serias, profundas, y no por el pensamiento único que pretende entronizarse en el mundo. En suma, se requiere filósofos, y aprendices de filósofos que lideren la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza, conceptos que parecen estar en crisis en la sociedad posmoderna. 

Desde luego, como se dijo, siempre han existido pensadores de nivel superior que explican las cosas con mayor profundidad, gracias a sus estudios y experiencia han logrado una especial habilidad para formular preguntas trascedentes y estructurar explicaciones singulares e innovadoras para los acontecimientos de la vida.

Asimismo puede pensarse que quienes han obtenido grandes títulos son los únicos opcionados para el pensamiento filosófico. Los hechos verifican que no siempre los graduados universitarios o de posgrado demuestran actitudes filosóficas, a veces es posible observar estas cualidades en la gente que tiene gran experiencia o que posee aptitud para reflexionar ante las vivencias fundamentales de la vida personal o social. De tal forma, no puede concluirse que solo los "preparados" o aquellos que han logrado ilustrarse pueden pensar filosóficamente, como expresa el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber:  "La filosofía no es, no debería ser, una dimensión encerrada del saber para especialistas sino que tiene que ver con lo humano en su dimensión más existencial, es la capacidad que tenemos los hombres de poder pensar que todo puede ser de otra manera". 

Si esta conclusión se acerca a la verdad, los estudiantes deben quitar de sus mentes el prejuicio de los títulos para estudiar filosofía, aunque son necesarios porque les provee más bases teóricas. Además, esta asignatura en el bachillerato ha sido incluida para que todos, los educandos, sin distinción de preparación, condición social, ni sexo aprendan a filosofar. Un antiguo adagio reza: ""Para ser sabio es necesario tener una filosofía"; en consecuencia, desde ya se puede empezar a cultivar la sabiduría.

La filosofía es para los viejos

Este es otro criterio desafortunado en la mayoría de jóvenes, asimilado por diversos mensajes. Este prejuicio llevaría a pensar que las personas deben llegar a la edad adulta para solo entonces empezar a reflexionar sobre los asuntos esenciales. El problema es que a lo mejor esta espera podría resultar demasiado tarde.

Ciertamente, para orientar la vida con fines e ideales nobles, la edad juvenil es buena época, a menos que se quiera dejar al azar lo más valioso que tienen los seres humanos. Debe recordarse que la filosofía es un plan de acción para la vida, plan que marcará el rumbo de los y las jóvenes. No se trata de volverse adusto o misántropo a los 17 ó 20 años. En la alegría juvenil es posible dedicar tiempo a meditar sobre los palpitantes asuntos que puede llevarles a una existencia con sentido, así lo dijo el gran Mahatma Gandhi: "Mantén tus pensamientos positivos, porque tus pensamientos se convierten en tus palabras. Mantén tus palabras positivas, porque tus palabras se convierten en tus acciones. Mantén tus acciones positivas, porque tus acciones se convierten en tus hábitos. Mantén tus hábitos positivos, porque tus hábitos se convierten en tus valores. Mantén tus valores positivos, porque tus valores se convierten en tu destino".

Una cosa parece segura, en los tiempos de crisis social que vive el mundo en todos los campos, resulta más indispensable la filosofía para los jóvenes que para los viejos. Después todo para éstos ya su vida está hecha y consumida, pero para quienes inician el largo periplo de hacerse hombres y mujeres cabales, necesitan con urgencia faros para encontrar sendas adecuadas. La sociedad de este siglo oferta a los jóvenes gran cantidad de insinuaciones incorrectas que los vuelven vulnerables y presas del facilismo. Necesitan, pues, adquirir ciertos valores que los aparte de la existencia mediocre e innoble. "Hay que dejar de ser biologías para ser biografías", decía el filósofo español Ortega y Gasset.

Ante esta exigencia, el problema es que existen pocos referentes axiológicos que puedan ser imitados por los adolescentes. Es muy difícil que los medios de comunicación, el sistema político y económico, sean vistos como ejemplos de ética, moral o vida fraterna. Tal vez la familia sea el último reducto donde los jóvenes puedan tener una sólida fuente para alcanzar una personalidad respetable; sin embargo, también este núcleo está en crisis, por los embates de un sistema enfermo.

En este mar agitado, la filosofía se vislumbra como un recurso útil para que los jóvenes puedan orientar sus pasos en la vida. Pero no puede decirse que esta disciplina sea la panacea que contribuya a formar jóvenes con altos valores humanos y espirituales. La filosofía debe ser tomada como un faro que ilumina las opciones a seguir. "Una gran filosofía no es la que instala la verdad definitiva, es la que produce una inquietud", decía Charles Peguy. Son las personas a quienes les corresponde tomar las decisiones atinadas o equivocadas.

De lo expresado se infiere que la filosofía es un tema que compete más a los jóvenes que a los mismos entrados en años. Las sentidas palabras de Epicuro, dichas hace milenios, son bienvenidas para las dos edades: "Nadie por ser joven vacile en filosofar ni por hallarse viejo de filosofar se fatigue. Pues nadie está demasiado adelantado ni retardado para lo que concierne a la salud de su alma. El que dice que aún no le ha llegado la hora de filosofar o que ya le ha pasado, es como el que dice que no se le presenta o que ya no hay tiempo para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo: el uno para que, envejeciendo, se rejuvenezca en bienes por el recuerdo agradecido de los pasados, el otro para ser a un tiempo joven y maduro por su serenidad ante el futuro. Así pues, hay que meditar lo que produce la felicidad, ya que cuando está presente lo tenemos todo y, cuando falta, todo lo hacemos por poseerla".

Uno de los aspectos citados por diferentes autores sobre la necesidad de la filosofía para los jóvenes es que ésta es un recurso indispensable para que ellos logren su identidad como personas. Según Horacio Krell "La identidad es la respuesta a las preguntas quién soy, qué soy, de dónde vengo, hacia dónde voy. Pero el concepto de identidad apunta también a qué quiero ser. La identidad depende del autoconocimiento, de la autoestima y de la autoeficacia". Pero las respuestas a estas cruciales preguntas solo puede darlas la filosofía. En tal virtud, se vuelve necesaria la reflexión filosófica para los adolescentes con el fin de empezar a construir su madurez.

Para sustentar más estas argumentación es preciso referirse al programa educativo del pedagogo norteamericano Mattew Lipmman "Filosofía para Niños" que da* un rotundo mentís a la equivocada idea que la filosofía es solo para mayores. La experiencia del autor ha tenido profunda incidencia en la escuela primaria y secundaria a nivel mundial. El método consiste en ayudar a los alumnos a pensar filosóficamente, facilitándoles el acceso al pensamiento filosófico, es decir conducir a los estudiantes hacia la reflexión, el análisis, la discusión y la argumentación de nociones generales como la verdad, la justicia, la paz, la libertad, la honradez, el altruismo, la felicidad, la conciencia … y dilemas de actualidad como la eutanasia, la contaminación ambiental, el aborto, las preferencias sexuales, la corrupción, el armamentismo, la adicción a sustancias nocivas, el consumismo, los peligros de las tecnologías de la comunicación

La experiencia consiste en proponer a los niños o adolescente diferentes lecturas o testimonios reales, acorde con su edad. Luego los alumnos piensan preguntas que se les haya ocurrido a partir de lo que leyeron o escucharon. Esas preguntas se escriben en la pizarra con el nombre de los alumnos que las hicieron. El segundo paso, después que están escritas todas las preguntas en la pizarra, es categorizarlas, es decir, agruparlas por temas: los educandos terminan votando cuál de los temas quieren discutir. Es algo que va de acuerdo con sus intereses. La idea es que vayan reflexionando filosóficamente. Se trata de no sólo tener una discusión por tenerla, sino de que los alumnos vayan explicitando sus pensamientos, opiniones o argumentos sobre un asunto determinado. Ellos deben aprender que los argumentos se pueden poner en discusión, para debatirlos o rebatirlos.

Este programa aplicado en muchos países ha demostrado que es posible promover la meditación filosófica desde las primeras edades, por lo que queda sin piso el supuesto que la filosofía es asunto de personas con años encima.

Algunos autores como Marina (2009), van más allá al proponer la construcción de una filosofía desde la juventud y para la juventud, proyecto realmente innovador y retador por donde se lo mire.

El autor aboga porque el Bachillerato incluya como una de sus misiones el desarrollo de la "competencia filosófica" junto a las otras competencias académicas. Se entiende por competencia el conjunto de actitudes, conocimientos, hábitos, sentimientos, que permiten atender a demandas complejas de la realidad. En el caso de la competencia filosófica, dos son los indicadores esenciales:

  • La demanda que procede de nuestro modo de estar en el mundo: necesitamos conocer, comprender, responder a preguntas sobre la realidad, física y social sobre nosotros mismos, tener una representación de la totalidad de lo real, y de nuestra relación con ella. Necesitamos saber si lo que creemos es verdadero. Necesitamos saber cómo dirigir nuestro comportamiento.

  • Una demanda de nuestro modelo ideal de convivencia: Necesitamos desarrollar un uso de la inteligencia capaz de realizar un proyecto de vida humana digna.

Para cumplir con estas demandas, los jóvenes deben desarrollar las siguientes habilidades:

  • Tener siempre presente los fines últimos de la inteligencia humana

  • Conocimientos filosóficos básicos.

  • Destrezas discursivas: planteamiento de problemas, búsqueda de soluciones, razonamiento lógico, comprensión de argumentos ajenos.

  • Virtudes intelectuales: hábitos afectivos que son necesarios para la búsqueda de la verdad y del bien.

Con estas competencias, no se puede negar que la juventud tenga voz para exponer su pensar y sentir sobre la realidad que viven y sobre los asuntos trascedentes. Somos testigos de ensayos, artículos y expresiones orales de estudiantes, hombres y mujeres, que demuestran capacidad reflexiva y gran sensibilidad para exponer sus preocupaciones, expectativas y modos de ver el mundo. Estas producciones inclusive, a veces, tienen mayor impacto que las mismas teorías clásicas de la filosofía.

En conclusión, se ha probado que la filosofía es sobre todo para jóvenes, más que para los adultos, porque ellos deben enfrentar la vida las próximas décadas, Para ello se requiere entusiasmo, miras, voluntad. Las impactantes palabras de Ingenieros (1981), debería conmover a cualquier joven: "Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor solo puede esperarse de ella: jamás de los enmohecidos y de los seniles. Y solo es juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado … Solo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir; por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años".

La filosofía es asunto de hombres

Aunque resulta una ofensa a las mujeres el análisis de este tema, se vuelve necesario examinarlo porque no pocas personas aceptan como verdad que el filosofar es privativo de los hombres. Inclusive, a lo largo de las épocas esta ha sido la creencia dominante. Sin embargo, lo razonado en los anteriores temas, ha sido un anticipo para inferir que el prejuicio androcéntrico, ya no cabe a estas alturas del siglo XXI.

La historia da cuenta que en todas las etapas de la humanidad han existido mujeres dedicadas a la filosofía, aunque su pensamiento ha sido silenciado por fuerzas oscurantistas políticas y religiosas. A pesar de estas rémoras, la presencia de las mujeres en la filosofía es un hecho que hay que reconocer y valorar. Siglos antes de nuestra era ya existieron filósofas que aportaron con su pensamiento a comprender los dilemas humanos y de la naturaleza.

En la Edad Media por influencia del cristianismo, la mujer fue considerada como origen del pecado, la impureza y la debilidad. Tenían prohibido el acceso a la cultura y eran marginadas de la vida social. En esta época las mujeres laicas no contaban con la suficiente instrucción, de todos modos fue posible que algunas mujeres se dediquen al saber.

En Renacimiento, la filosofía continuó en manos masculinas, aunque algunos pensadores ya reconocían la influencia de las mujeres en el terreno de la cultura. En esta ápoca, aumentaron el número de mujeres que escribían poesía y se interesaban por la ciencia, la política y la música, de modo fundamental, entre la clase noble.

Tras la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, la mujer se integra paulatinamente a la producción filosófica, aunque todavía de modo marginal. Se puede decir que la producción feminista en filosofía comenzó con la Ilustración, es decir, cuando las estructuras políticas, sociales y culturales empezaron a fundamentarse en la racionalidad científica, la razón, la igualdad y a justicia social (Rebert 2003).

El siglo XX, podría considerarse el despegue de las mujeres hacia el pensamiento científico y filosófico, gracias al reconocimiento paulatino de sus derechos y capacidades. Son reconocidas las figuras de Rosa Luxenburgo, Simone de Beauvoir, María Zambrano, Hanna Arendt, Emma Goldman, Amelia Valcárcel, Adela Cortina, Victoria Camps, entre otras.

Es preciso reconocer que la condición femenina también ha sido y debe ser motivo de reflexión filosófica. En último término, uno de los mayores logros para la humanización del hombre y la mujer es alcanzar la igualdad y la justicia entre los sexos. Pero esa equidad tiene que manifestarse en todos los ámbitos de la vida social: política, laboral, científica, cultural …

La filósofa Kuorany va más allá al decir que la visión feminista puede aportar una filosofía diferente a la clásica contribución de los hombres. "Las mujeres estamos en filosofía no sólo tenemos que apuntar nuestros dardos a lo que la filosofía ortodoxa ha excluido, sino también a lo que ha incluido" (Susan Bordo, cit. por Reberte, 2003).

En este sentido, dice la autora, existen en muchas filósofas feministas, la idea que lo pensado y tematizado por los varones en la filosofía hubiera sido muy diferente si lo hubiesen hecho las mujeres. Si la filosofía se construye, como normalmente se dice, como un esfuerzo tenaz de pensar las cosas de otra manera, las mujeres pueden ofrecer mucho para ese cambio: desde nuevas miradas a las filosofías del pasado, siguiendo por la recuperación de voces silenciadas, y llegando a afrontar problemas filosóficos para pensar el presente y el futuro con nueva y renovada imaginación filosófica.

El mérito de las teóricas feministas parece haber sido simplemente hacer visible la construcción del género, y vigilar para que en adelante todo estudio serio incluya unas líneas sobre el género. Como explica Amoros (2000): "Prefiero, por razones teóricas y algunas otras de orden pragmático, hablar más bien de feminismo filosófico. Pues lo que se quiere dar a entender con esta denominación es que el feminismo es susceptible de ser tematizado filosóficamente. Lo es porque tiene implicaciones filosóficas y porque, como forma de pensamiento, es, en su entraña misma, filosófico".

Estas referencias llevan a pensar que la mujer puede tener un papel activo en la filosofía del futuro. Y la semilla de este porvenir está en las aulas del bachillerato ya sea para promover a las chicas que desean optar a la filosofía como profesión o, simplemente, como mujeres que adoptan una posición reflexiva frente a los hechos que encaran en su vida profesional y como esposas y madres. Al respecto, pocos podrán negar el papel, a veces determinante, de las madres para la orientación de la vida de sus hijos e hijas, guía que tiene importante carga filosófica, aunque sea de manera instintiva. Sería interesante un estudio sobre la experiencia filosófica de las madres en la educación del hogar.

En ese sentido, y sin ánimos de exagerar el rol de las mujeres, bien puede decirse que esta asignatura tiene especial importancia para las jóvenes. En el desarrollo de esta materia pueden encontrar muchos referentes teóricos para guiar sus vidas y las de su futuro hogar. Pero más allá del núcleo familiar las féminas deben hacer visible su pensamiento en el trabajo, la sociedad, la cultura, la academia, por supuesto superando el atavismo de la inferioridad respecto a sus compañeros de vida.

La religión puede reemplazar a la filosofía

Algunos estudiantes tienden a asociar filosofía con religión, argumentando que los contenidos son muy similares. Esta opinión es más evidente en los colegios confesionales donde, con frecuencia, los directivos y docentes dan un tratamiento religioso a los temas de la filosofía, lo cual puede provocar dicha confusión en los estudiantes.

Al respecto, todos los autores son categóricos en establecer diferencias entre uno y otro contenido. En términos concretos las disimilitudes presentadas en el siguiente cuadro son evidentes:

FILOSOFÍA

RELIGIÓN

Es pensamiento

Se basa en la razón.

Busca la verdad.

Duda, cuestiona, se pregunta.

Necesita convencer racionalmente.

Se expone a la crítica y a la rectificación de sus enunciados.

Propone ideas para resolver los problemas.

Es esfuerzo reflexivo de las personas.

Propone razonamientos.

Busca convencer respetando la libertad individual.

Actitud ecuánime, tolerante.

Es dogmatismo

Se basa en la fe.

La verdad es establecida por Dios.

No cuestiona. Cree.

Necesita convencer la existencia de Dios.

Las verdades divinas son incuestionables.

La creencia en Dios resuelve los problemas.

Solo asimila los dogmas de Dios y de la iglesia.

Establece doctrinas, mandamientos.

Impone, controla, manipula.

Fanatismo, apasionamiento.

Como se observa, las diferencias son por demás claras, aunque algunos filósofos han tratado de integrarlas o, por lo menos, que la filosofía tome el supuesto de la existencia de divinidades para explicar los fenómenos incomprensibles.

En resumen, se puede decir que la filosofía es para personas que quieren esforzarse en el pensar; no así la religión que evitan cualquier reflexión recurriendo a la fe. Este escaso apego al pensamiento filosófico, ha llevado a muchas personas a optar por una actitud facilista como es integrarse a las iglesias o sectas religiosas. En estas congregaciones solo hace falta mucha fe y la esperanza que los seres superiores, o sus intermediarios aquí en la tierra, solucionen sus problemas, o, por lo menos, mitiguen sus penas y sufrimientos.

Ahora bien, si sabemos que el sistema capitalista ha sido el principal causante de los males y padecimientos que sobrellevan la mayoría de habitantes de este planeta, se puede suponer el crecido número de individuos que abraza religiones con diferentes dioses en todos los países del orbe. En efecto, este modelo de sociedad ha ocasionado nefastas secuelas contra los pueblos y la naturaleza, y estos perversos efectos han originado la grave crisis que sufre la humanidad, crisis que se observa en cualquier faceta de la sociedad: económica, política, ética, familiar … Como expresa Gil (2010), una sociedad cuarteada en sus estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos, es una sociedad decadente y enferma de extrema gravedad. Y los jóvenes son los más afectados por esta realidad.

Esta situación global explica la explosión de religiones en las últimas décadas que, según algunos expertos, sobrepasan las cuatro mil. En especial, la severa debacle económica mundial de los últimos años, difundida a diario por los medios de comunicación, parece haber sido el ambiente propicio para la proliferación de sectas y movimientos religiosos. La sociedad capitalista, por esencia, origina trastornos psicológicos en las personas, manifestados por un "sinsentido" de la vida, por la angustia permanente, la búsqueda de algo o alguien que llenen su vacío existencial. Este orden ha creado profundos conflictos y diferencias entre los seres humanos porque ha infundido sus máximos valores: egoísmo, egocentrismo, rivalidad, competitividad, insolidaridad, racismo; de este modo, la gente pierde su identidad humana y ve en los demás sus opositores y hasta como enemigos a quienes hay que eliminar. Con esta forma de vida, los ciudadanos y ciudadanas pierden los vínculos fraternos con los demás, que son requisitos esenciales para su equilibrio emocional y salud mental. Ante esta neurosis global, las personas se ven obligadas a buscar refugio en dónde asirse para evitar su angustia permanente.

Las iglesias y las sectas serían, entonces, una respuesta al malestar globalizado que vive la humanidad, pues se quiere encontrar en ellas el reencuentro con los demás, o por lo menos aplacar sus angustias generadas por los conflictos familiares, laborales, sociales … Como expresa Leagara (2013), en otra época las sectas se presentaban como un "reducto" a sujetos psicóticos, una minoría. Hoy, la fragilización del sujeto en la civilización permite que la población afectada, grupodependiente, aumente de modo considerable.

Con estas consideraciones, se puede plantear la pregunta: ¿puede la filosofía ser una alternativa racional que ayude a solucionar el malestar y la alienación de los habitantes del mundo que los ha inducido al fanatismo religioso?

Pensadores como Ingenieros, Fromm, Zea, Dussel, Marina, Savater y otros no tienen ninguna duda. La opinión de Marina es muy clara y nos releva de más comentarios: "Tenemos que reivindicar la utilidad de la filosofía, su interés personal y social. Es el gran antídoto contra el fanatismo, el dogmatismo, la credulidad, la superstición y la simpleza. Desarrolla todo tipo de anticuerpos mentales: la capacidad crítica, la independencia, la visión de conjunto, la valentía ante los problemas, la valentía ante las soluciones a esos problemas. Es la inteligencia resuelta, es decir, la que soluciona los problemas y avanza con resolución".

La otra cuestión a dilucidar es la grave contradicción que significa el papel de las escuelas y colegios confesionales, donde se supone que el currículo oficial propugna el pensamiento científico, racional, crítico, la pregunta es: ¿cómo puede coexistir en el mismo espacio con el pensamiento dogmático y mágico? Si la primera misión de la escuela es el aprendizaje de la ciencia y la filosofía, resulta todo un contrasentido obligar a los alumnos para que acepten dogmas que contradicen elementales principios de racionalidad. No resulta muy ético que digamos, que los predicadores y misioneros se aprovechen de la ignorancia y de la inmadurez de nuestros niños y jóvenes para integrarlos a los credos sin fundamento lógico. El filósofo Schopenhauer decía que las religiones satisfacen las inquietudes de la gente ignorante. Pero aquella persona que se disponga a pensar por sí misma, inevitablemente albergará el rechazo a los dogmas y doctrinas. "La filosofía es esencialmente una enemiga de la religión, la cual ha usurpado el trono que le pertenece y lo mantiene a costa del engaño. Su misma forma de presentarse, como verdad revelada, lleva el sello del embuste y provoca enemistad del pensador".

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Autor:

Dr. Jorge Villarroel Idrovo

Ibarra, Septiembre 2014

Partes: 1, 2
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