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Inmigración y literatura: Hacia el interior (página 2)


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Córdoba

En Colonia Caroya -escribe Carmen María Ramos- "Alberto Nannini, enólogo y actual director de Bodega Nannini, recuerda que su bisabuelo, en los primeros tiempos, llevaba en carros tirados por caballos el vino que elaboraba hasta la ciudad de Córdoba, donde lo vendía en barriles de 200 litros. (…) La necesidad de maximizar esfuerzos llevó a los minifundistas a unirse en cooperativas, y así nació, en 1930, La Caroyense, con 34 socios fuindadores, todos friulanos o descendientes. (…) Claro que La Caroyense, con su típica fachada que imita la de la catedral de Udine, de donde provienen muchos de los fundadores de la Colonia, es la historia de la producción vitivinícola de Caroya, pero no toda la historia" (1).

Por conocer poco el idioma, Carlos Vergiati, padre de Julián Centeya, no pudo ejercer en la nueva tierra su profesión: "Llegados al país, se instalaron en San Francisco, pueblo de la provincia de Córdoba, lugar en el que el padre trabajó de carpintero, ya que su escaso conocimiento del idioma le impedía desarrollar su actividad periodística" (2).

El compositor y docente Alfredo Schiuma (Italia, 1895; Buenos Aires, 1963), "fue director titular de la Orquesta Sinfónica de Córdoba y se desempeñó también como director del Teatro Argentino. Considerado junto a los maestros Constantino Gaita, Arturo Beritti y Felipe Boero uno de los compositores de avanzada en el país, entre sus composiciones se destaca la ópera Las vírgenes del sol (1938). También fue autor de la pieza para canto y piano Canción de la ñusta, la cual realizó junto a José Ramón Luna" (3).

Del Piamonte vino la abuela de María Teresa Andruetto, quien contaba a sus nietas los relatos que la escritora reunió en el libro Benjamino. Andruetto dedica este libro, en el que reescribe dos cuentos tradicionales, "a la nonna Felicitas". Sobre ella expresa: "Mi abuela Felicitas, la mamà de mi mamà, fue colchonera, en el tiempo en que los colchones eran de lana, se apelmazaban y debìan desarmarse y rehacerse cada tanto. De ella recuerdo casi todo, porque la tuve hasta que fui grande: su casa de Arroyo Cabral, donde nacì, el piso fresco de ladrillos de esa casa, las màquinas de tisar lana, sus amigas hablando en una lengua desconocida para mì, sus comidas deliciosas (¡el dulce de leche azucarado!), su cara gordita, las mejillas coloradas, el pelo blanco que prendìa con horquillas en un rodete… Horquillas, rodetes, colchones apelmazados, màquinas de tizar lana… nombres de cosas que ya no existen" (4).

En Córdoba vivió Gigliola Zecchin, más conocida como Canela. "Llegó al país a los diez años. Estudió Letras Modernas en la Universidad de Córdoba. En 1962 inició su carrera presentando los programas vespertinos del canal 10 de la Universidad de Córdoba. (5). " ‘Recién ahora, cincuenta años más tarde, estoy logrando indagar sobre mi propia historia y sobre la guerra que me hizo llegar a Argentina separándome de mis padres y abuelos. El exilio tiene consecuencias terribles en los niños, sentimientos de miedo, insomnio, pesadillas. De esto se trata el desarraigo, de sacar algo de raíz’, concluyó" (6).

Eran españoles los padres de Fernando de Querejazu, quien manifiesta haber escrito en su honor El pequeño obispo, evocación de la infancia en el pueblo cordobés de Canals, fundado por un naviero valenciano (7).

Ida y Walter Eichhorn, los dueños "más famosos" del Hotel Edén, de La Falda, "eran amigos personales del führer, y se sabe que no poco dinero de las arcas del Edén sirvió para solventar parte de la campaña de ascenso a la Cancillería de Hitler, en 1934". El hotel llegó a manos de los Eichhorn en 1912: "Cuando arribaron por primera vez a La Falda desde Alemania, Walter y Bruno Eichhorn tenían 35 y 37 años. Bruno estaba casado con Gretel. Walter, con Ida, una mujer que, poco a poco, los superaría en liderazgo y se convertiría en el alma mater del hotel. Ida había llegado a la Argentina en 1909 a bordo del barco ‘Koning Friedrich August’ con una niña en sus brazos: Sigune Vitze. Tres años después se casó con Walter y opacó a sus tres socios. Se puso al frente del lugar. Y de la historia".

Un cordobés aporta a la periodista Marta Platía su testimonio: " ‘Doña Ida era una mujer hermosa. Hermosa y temible’, dice acariciándose su espesa cabellera blanca Héctor Montoya, un médico de 71 años. Su papá fue el primer cartero del pueblo. Montoya se recuerda a sí mismo, pequeño, de la mano de su padre y de punta en blanco para ir a saludar a ‘Tante (tía) Ida’, como todos la conocían por aquí. Era altísima, tenía unos ojos azules profundos, una cara redonda y su presencia imponía respeto. Yo la quería. Me acuerdo que me pasaba la mano por los rulos, me decía ‘Hola, negrito’ y abría un cajón de su escritorio. De allí sacaba una latita octogonal con unos bombones con los que yo soñaba día y noche. Se imagina. ¿De dónde, un chico como yo, hijo de un cartero de pueblo, podía sacar esos bombones finísimos? Mi infancia, cuando la recuerdo, tiene ese sabor’, rememora" (8).

En 1999 se publica Hotel Edén, novela de Luis Gusmán acerca de la que expresó Jorgelina Nuñez: "Hotel Edén es un libro complejo, evasivo en una primera lectura. Una promesa de silencio pesa sobre la relación con Mónica y el pasado del hotel del título -"¿Quién quiere hablar de una pesadilla?", le dirá Ochoa a su segunda mujer-, una construcción que de a poco se va resquebrajando, mostrando sucesivas capas que dejan al descubierto no la verdad de la historia sino su fondo oscuro de catástrofe, de cataclismo interior" (9).

En su novela, escribe Gusmán: "En el frente del edificio, el águila imperial había dominado el valle hasta que a comienzos del 45 Argentina declaró la guerra a Alemania. Seguramente todo el pueblo asistió a la demolición del águila, símbolo de un poder que se extinguía en el mundo. Posiblemente también ese mismo día destruyeron la antena de onda corta que estaba en la torre y permitía que se comunicaran clandestinamente con Alemania. (…) Observó el hueco que el águila había dejado y después localizó la fecha borrosa de la fundación del Edén. De inmediato vino a su mente el nombre de los primeros propietarios sobre los que caía, desde tiempos remotos, una leyenda negra" (10).

En Córdoba se establecieron algunos de los tripulantes del Admiral Graf Spee, luego de su estadía en el Hotel de Inmigrantes.

En "Breve historia de la llegada de mi abuelo a la Argentina", relata un nieto: "Nicolas Kot, hombre de origen ruso, más precisamente polaco, ya que en esos momentos (principios de 1900) esas tierras de Rusia eran Polonia; llegó a la Argentina escapando de la guerra, creo, durante los años 1927-1929, ya que nació en 1909 y a los 18 años se despidió de su novia y demás familia que hoy viven en Bielorusia. Llegó al hotel de los Inmigrantes en Buenos Aires, en donde se alojó por unos días y después salió rumbo a Córdoba, en busca de trabajo. Ahí conoció a mi Abuela Segunda Funes (nació en 1917, Córdoba). (…) Hoy en la actualidad todos sus hermanos y los hijos de sus hermanos viven en Bielorusia, más precisamente en la ciudad de Pinsk y sus alrededores. Sus hijos, nietos, y bisnietos viven y vivieron en Argentina" (11).

A esa provincia se dirige el protagonista de un cuento de Santiago Korovsky: "Como tenía un poco de capital, pudo trasladarse a Córdoba, a probar suerte. Arrendó un campo, hizo los cálculos y pensó que en tres años iba a poder comprarlo, tener sus propios peones, y poder volver a su país con los bolsillos llenos de dinero, a encontrarse con su familia y sus amigos. Las cosas no eran tan fáciles como él esperaba, primero porque la tierra que le dieron era muy chica y poco rentable, segundo no tenía muchos animales, y tercero el clima no lo ayudó. Se dió cuenta que su proyecto no funcionaba, y que para poder tener un campo rentable iba a tener que esperar, por lo menos, diez años más. Si hubiera sido por él, se hubiera quedado, pero la plata no le daba para más" (12).

En "La comunidad sefaradí argentina en Córdoba", escribe Luis León, a partir de escritos y documentos enviados por Maruca Rubín de Steinberg desde dicha provincia: "Córdoba fue una de las ciudades del interior preferidas por los sefaradíes llegados de las tierras del Imperio otomano como sitio de residencia definitiva. Generalmente arribaban al puerto de Buenos Aires, se alojaban provisoriamente en un sitio elegido previamente por un pariente o conocido, y en pocos días partían hacia esa ciudad con referencias previamente llegadas por carta a la ciudad turca que se disponían a dejar. No se puede precisar el número de djidiós establecidos allí en la época de mayor asentamiento, considerando también que había un ir y venir de familias principalmente con Buenos Aires, pero si se puede afirmar que se formó una comunidad muy activa y decidida a nuclearse" (13).

Notas

  1. Ramos, Carmen María: "Colonia Caroya Con espíritu inmigrante", en La Nación Revista, Buenos Aires, 12 de junio de 2005. Fotos: Bibiana Fulchieri.
  2. Criscuolo, Eduardo: "Un habitante ‘gris’ de Coghlan: Julián Centeya", en El Barrio Periódico de Noticias. Buenos Aires, diciembre de 2003.
  3. Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarìn, 2002.
  4. Andruetto, María Teresa: Benjamino. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
  5. Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
  6. Irigoyen, Pedro: "MESA REDONDA Aquel exilio, este exilio, la misma tristeza", en Clarín, 28 de febrero de 2002.
  7. Querejazu, Fernando de: El pequeño obispo. Buenos Aires, Editorial Lumen, 1986.
  8. Platía, Marta: "Los gozos y las sombras", en Clarín Viva, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1999.
  9. Gusmán, Luis: Hotel Eden. Buenos Aires, Norma, 1999.
  10. Núñez, Jorgelina: "Fantasmas del edén". Buenos Aires, Clarín, 15 de agosto de 1999
  11. S/F: "Breve historia de la llegada de mi abuelo a la Argentina", en Breve historia del arribo de mi abuelo a la Argentina.htm.
  12. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al Concurso Literario 1997". El jardín de la Esquina/ Aequalis.
  13. León, Luis: "La comunidad sefaradí argentina en Córdoba", en SEFARaires N°13, Mayo de 2003

Corrientes

En 1855 el médico francés Augusto Brougnes firma un contrato con el gobierno de la provincia de Corrientes, comprometiéndose a traer 1000 familias de agricultores europeos en el plazo de 10 años. Según el convenio, a cada familia correspondería una extensión de 35 hectáreas de tierra para cultivo, y se le proporcionaría harina, semillas, animales e instrumentos de labranza. En 1855 arribaron, creándose centros en Santa Ana, Yapeyú y en las proximidades de la ciudad de Corrientes" (1).

Afirma Celia Vernaz: "El gobernador Juan Pujol, de Corrientes, había solicitado a las casas contratistas de Basilea el envío de colonos para su provincia. Esto era posible porque en la zona del Valais, Saboya y Piamonte se había generado una corriente emigratoria hacia América. Las causas eran varias: falta de trabajo, familias numerosas, pobreza en general, a lo que se sumaban cataclismos como avalanchas e inundaciones que diezmaban a las poblaciones de la montaña. También debe ser considerado el sueño de hacerse ricos y la sed de aventuras en un continente todavía virgen. El proyecto mencionado estaba sustentado por Brougnes, pero al no cumplir el viaje dentro del plazo establecido, recibió la anulación del mismo cuando ya habían partido del puerto del Havre, en marzo de 1857, con más de cien familias en cuatro barcos que salieron sucesivamente, siendo el primero el Mary Mc Near. Al llegar a Buenos Aires se enteraron de que los contratos firmados no tenían ya valor. Entonces, Juan Lelong se dirigió al Presidente de la Confederación Argentina, D. Justo José de Urquiza, para que le diera una solución" (2).

Jennie E. Howard fue "una educadora venida a la Argentina para la organización de las escuelas normales. Nació en Boston, E.U.A., el 25 de julio de 1844 y realizó sus estudios en la escuela normal de profesores de Framingham, dirigida por Horace Mann, graduándose en 1866. Cuando llevaba dieciséis años de ejercicio de la docencia fue contratada por el gobierno argentino, con un grupo de colegas, y llegó a Buenos Aires en 1883. Ella y su compañera Edith Howe fueron enviadas a Paraná y posteriormente a Corrientes, para fundar la escuela normal, cuya regencia ocupó. Tras dieciséis años de tarea, la pérdida de la voz la obligó a pedir su retiro, que se le concedió, con una pensión extraordinaria, en 1908, en recompensa por su ‘inteligente y abnegada colaboración para el progreso de la enseñanza en nuestro país’. La escasez de la jubilación determinó que tuviese que dar lecciones particulares, pero un grupo de exalumnos, enterados de su situación, obtuvo del Congreso una pensión que permitió a la maestra vivir dignamente sus últimos años. En 1931 apareció su libro en inglés In distant climes and other years, traducido veinte años más tarde con el título de En otros años y climas distantes, y que condensaba su experiencia argentina. Murió en Buenos Aires el 29 de julio de 1933" (3).

En 1881, "El italiano Carlos Serravalle instala la primera fábrica de hielo de la provincia". En 1890 "Circulan las primeras bicicletas, traidas por el italiano Pascual Fiore" (4).

Notas

  1. S/F: "Las corrientes inmigratorias en Argentina", Argentinaexplora.com, 2001.
  2. Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.
  3. Sosa de Newton, Lily: Diccionario de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
  4. Varios autores: Mi país, la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 1995.

Entre Ríos

Muchos de los inmigrantes que se dirigieron a Entre Ríos, se hospedaron en los Hoteles de Inmigrantes de Basavilbaso (1) y Villa Domínguez. De este último se dijo: "Se trata de un galpón ubicado frente a las vías del ferrocarril y que fue el primer destino de los colonos, derivados desde ahí a las parcelas que los asignó la Jewish Colonization Association" (2).

En 1891, Mauricio Chajchir llegó a la Argentina. Luego de pasar unos días en la "Casa del Inmigrante" porteña y un tiempo en Miramar, los inmigrantes fueron conducidos a Entre Ríos: "En 8 carretas tiradas por tres yuntas de bueyes nos trasladaron a los lotes que después se llamaron Rosh-Pina. Era un día de mayo, de mucho calor y sofocante. Se acomodaron a los gringos en las carretas, mujeres, hombres, niños, cachivaches, leña y además 8 chapas de zinc para cada familia, para hacer las viviendas, porque en el lugar no había absolutamente nada. Todos iban arriba en las carretas. (…) No había alambrado alguno. La primera carreta volteaba los cardos altos que crecen en tierra virgen. La última ya marchaba por una huella. (…) Se armaron las carpas, una para cada familia. A eso de la medianoche se largó a llover. Por suerte no era fría. El temporal siguió como unos ocho días. Cuando paró el temporal, la JCA mandó maderas de sauce y blanquillo, también paja. Un capataz con varios peones empezaron a hacer los ranchos. Las paredes tenían que hacerlas los mismos colonos con adobes o de chorizos según el gusto. Algunos se ingeniaron para hacer las paredes cortando directamente de la tierra húmeda y colocándolos con las raíces y pastos que aún tenían. Y estos transformados en paredes seguían creciendo" (3).

En sus páginas autobiográficas (4), Alberto Gerchunoff se refere a la colonia entrerriana a la que se trasladan luego de que el padre es asesinado. Allí manifiesta un profundo gusto por el folklore: "En Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas comarcanas. La tradición del lugar, los hechos memorables del pago, las acciones ilustres de los guerreros locales llenaron mi alma a través de los relatos pintorescos y rústicos de los gauchos, rapsodas ingenuos del pasado argentino, que abrieron mi corazón a la poesía del campo y me comunicaron el gusto de lo regional, de lo autóctono, saturándome de esa libertad orgullosa, de ese amor a lo criollo, a lo nativo que debió, más tarde, fijar mi inclinación mental. En aquella naturaleza incomparable, bajo aquel cielo único, en el vasto sosiego de la campiña surcada de ríos, mi existencia se ungió de fervor, que borró mis orígenes y me hizo argentino".

En El árbol de la gitana, de Alicia Dujovne Ortiz, los Dujovne "Se vistieron de negro riguroso, él con un hongo redondito en la cabeza, ella con un pañuelo y, de inmediato, se encontraron extraños. Parecían vestidos con ropa ajena. La crispación del hombro o la cadera hacía chingar la falda o la chaqueta. Se las habían puesto miles de veces, pero lo que ahora las hacía diferentes era la actitud de los cuerpos con el adiós adentro: nadie se para del mismo modo cuando parte para siempre. Al marcharse perdían su familia y su país pero también su nombre. Nadie más los llamaría Dujovne con el matiz exacto de la e, esa e tan ambigua, de origen tártaro, que se desliza entre la e y la y, mientras la lengua, casi pegada al paladar, deja pasar el aire. Lo sabían tan bien, que ya apartaban de sus rostros, como espantándose una mosca, la tentativa de explicar cómo se pronunciaba el apellido, admitiendo de entrada que Dujovnie se volviera Dujovne, con una e castellana sosa y desabrida como matse sin té. (…) No se iban solos a la Argentina Sara y Samuel. La caravana rumbo al Sur era nutrida, vibrante y esperanzada. Muchos otros Dujovnes con sus perdidas letras finales viajaban para afincarse en aquel sitio del mapa de forma nadadora, pero trunca, sin brazos ni piernas: Entre Ríos" (5).

María Arcuschín escribió De Ucrania a Basavilbaso (6) obra en la que rinde homenaje a sus antepasados y a quienes llegaron a América en busca de un futuro mejor, al tiempo que narra su propia vida en el seno de la colectividad judía entrerriana. Recuerda los relatos familiares sobre la razón que los llevó a emigrar: los antepasados "Fueron casa por casa, puerta por puerta alertando sobre el peligro del próximo pogrom y la urgencia de partir hacia América en busca de libertad y de paz". En la obra se observa la incidencia del momento histórico y el ámbito geográfico en los personajes; la presencia de la autora en el texto; la religión y la educación, el trabajo y las diversiones, como así también las reiteradas agresiones que sufrieron los judíos de esa provincia, y las consecuencias que trajeron a la autora y su familia.

Deborah, la protagonista de Letargo, de Perla Suez, recuerda "las historias que le contaba su bobe, recolecciones que llevan al lector una gran distancia en el espacio y el tiempo, a la ciudad de Odessa a fines del siglo diecinueve. En aquel entonces, la familia de su abuela huyó de los pogroms del Zar Nicolás II, buscando refugio en Lyon, Francia antes de emigrar a la Argentina, donde se establecieron en una de las colonias agrícolas de Entre Ríos, como miles de otros judíos refugiados, incluso los antepasados de la autora" (7).

"En el año 1857 llegó el primer contingente de inmigrantes que se ubicó donde hoy es la Colonia San José en la provincia de Entre Ríos. Eran terrenos del General Justo José de Urquiza, quien no tuvo problemas en destinarlos a la colonización". Estos pioneros valesanos, saboyanos y piamonteses, originariamente destinados a Corrientes, sufrieron desventuras: "Fueron ubicados en el Ibicuy, al Sur de la provincia, pero al ver que eran terrenos inundables e impropios para la agricultura, remontaron el Uruguay en barcazas y fueron radicados en mejor lugar, o sea, el actual, con el beneplácito de Urquiza. Mientras Sourigues trazaba las concesiones, el grupo recién llegado improvisó viviendas debajo de los árboles mientras que las mujeres se alojaron en el galpón que Spiro tenía en la costa. Esto ocurría en julio de 1857, bajo el rigor del invierno" (8).

En 1857, Antoine Bonvin emigra desde Valais, y se queja amargamente del engaño de que ha sido víctima. Desde Buenos Aires lo trasladan en vapor al Ibicuy: "Llegamos al tercer día; se nos desembarcó en una vasta llanura que no tenía más que un poco de buen terreno; no se veían ahí más que grandes pantanos o bosques, pero de madera toda espinosa. El agua era mala y llena de toda clase de insectos; un país muy malsano donde jamás nadie podía prosperar. Se tenía peligro de verse devorado por las bestias feroces, tal como el tigre, los cocodrilos y otros. Puedo decir que en este momento estábamos todos desesperados de vernos engañados de esta manera. Reclamábamos inútilmente la promesa que nos había sido hecha antes de nuestra partida: pero todo eso ya era inútil, ya no se podía más escapar, uno se creía exiliado en esta isla. (…) Al 13° día llegamos al puerto; se nos desembarcó en un bosque donde hemos quedado más de cuarenta días esperando que se organicen para instalarnos en la colonia: a una legua del bosque, en uno de los más hermosos lugares que se pueda ver, en medio de vastas praderas de un admirable verdor con pastos en abundancia, el suelo fértil y país muy sano…" (9).

A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería la primera impresión después de un viaje terrible en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala impresión que recurrir al librito o contrato lleno de ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo los árboles, con nuestros hijos, sin más techo que el de la naturaleza, y ni una visión de simples ranchos en una estancia de algunas leguas a nuestro alrededor, teniendo de voz solo cuando la visita de uno que otro poblador de los alejados contornos" (10).

Manifiesta Alejo Peyret, en 1878: "Hace veinte años, os encontrábais acampados en la selva que cubría la margen del Uruguay, en el lugar donde hoy se levanta la villa Colón. Hacía frío; un sol de invierno calentaba a duras penas vuestros miembros ateridos, el pampero silbaba en la arboleda y de noche la helada hacía tiritar hasta las piedras. Nada se había preparado para recibiros. Os fue necesario tomar vuestras hachas para talar el monte y cortar paja a fin de prepararos albergue, construir algo parecido a una tienda de campaña apoyada al tronco de los algarrobos y ñandubays en un recoveco del terreno. Un hacha y una azada bastan al hombre para domar la naturaleza y conquistar al mundo. Y bien. A pesar de aquellos sinsabores, recuerdo que vosotros estabais contentos y pletóricos de esperanzas. La alegría reinaba soberana en vuestros vivaques y las canciones resonaban en la espesura del bosque" (11).

"En 1857, al llegar a nuestro país el primer grupo de ‘Alemanes del Volga’, fue suscripto, entre ellos y el Comisario General de Inmigración –Juan Dillon- un convenio de radicación sumamente alentador, que fue un gran aliciente para la instalación, en la Argentina, de un gran número de familias de aquellos agricultores alemanes que, en el siglo XVIII, habían emigrado a Rusia, asentándose en la cuenca del Volga. El convenio les otorgaba tierras fiscales (6 millas de campo), manutención por un año, madera para construir sus casas, arados, bueyes, vacas lecheras y la semilla necesaria. Sin embargo, no fueron necesarias demasiadas facilidades para que este pueblo esforzado y emprendedor de empeñosos labriegos, se arraigara definitivamente en el campo argentino" (12).

"El arribo de la primera columna realmente numerosa de alemanes del Volga a la provincia entrerriana tuvo lugar (…) entre el 5 y el 6 de enero de 1878. (…) Después del accidentado arribo al puerto de Buenos Aires, las autoridades permitieron al contingente alojarse en el Hotel de Inmigrantes donde, de acuerdo a las memorias obtenidas, fueron muy bien atendidos. (…) A raíz de la demora en la asignación de los lotes, un grupo de Wiesenseiter –que luego se agruparían aquí en Valle María– decidió adelantarse a los hechos y, retirándose del campamento provisorio donde el resto practicaba aún su ‘resistencia pasiva’, comenzaron a construir viviendas subterráneas con techo de paja, a la manera de las zimlingas de los tártaros, reiterando la misma respuesta de sus antepasados en 1763. Posteriormente, una vez aclimatados, el término siguió siendo, para los más viejos, sinónimo de tapera –según la denominación criolla- asimilando las funciones de viviendas provisorias que ambas cumplían. En ese momento tales construcciones fueron, al mismo tiempo, una manera de protesta ya que las levantaron en el área que deseaban para su futura aldea, cuya construcción todavía les era negada por Navarro" (13).

"Un modesto testigo criollo de la época de la inmigración masiva a la provincia de Entre Ríos, vio de esta manera a los alemanes recién llegados: ‘Vimos llegar la cantidad de inmigrantes como quien ve llegar la langosta, le via (sic) ser franco; parecía una invasión. Pero se nos dijo que el gobierno les había entregado la tierra. Ultimamente no perdimos nada porque la tierra era de los estancieros y habrán tenido sus arreglos (…). Había que dejar la tierra a los nuevos dueños. (Pero) mienten si dicen que los peliamos (sic). (…) Los colonos son gente buena y tengo muchos amigos entre ellos, pero pa’ comprenderlos con la jerigonza que hablaban (…); bueno, le hablo de los viejos y no pa’ ofenderlos" (14).

Don Pedro Goette, alemán del Volga, relató: "En Diamante nos esperaban con carros los colonos de Valle María y San Francisco (…). (Una vez en la primera de estas aldeas) … me convidaron con el primer mate. Yo creía que esto era tabaco y que debía fumarse en una pipa bastante diferente de las que usábamos (en el Volga). Chupé fuerte, como es natural. Las consecuencias (fueron) una formidable neblina que produje con mi resoplido al sentir la quemazón. La gente se moría de risa. Para ellos, el mate ya había desalojado el té de China que tomábamos en Rusia" (15).

Víctor Dorsch recuerda sus años escolares, en Entre Ríos, a principios del siglo XX: "Nosotros asistíamos a las dos escuelas, por la mañana a una y por la tarde a otra (…). Regresábamos de la escuela al caer la tarde, y tras una breve pausa para ingerir algún alimento, había que entregarse a la tarea de hacer los deberes para la escuela castellana, tarea que se prolongaba hasta bien entrada la noche. Y a la mañana éramos los primeros de la casa en abandonar la cama (para) memorizar la parte que se nos había asignado del catecismo, en idioma alemán, por supuesto. La tarea de memorizar, que se prolongaba a lo largo de todo el año escolar, nos resultaba terriblemente engorrosa y, como es natural, disminuía nuestra posibilidad de obtener las mejores notas en (…) la escuela castellana" (16).

Sara Chambelain de Eccleston vivió en Paraná. Fue una "educadora norteamericana contratada por el gobierno para la organización de la enseñanza normal. Nacida en Lewisburg, Pennsylvania, el 8 de abril de 1840, se graduó en el instituto para mujeres anexo a la Universidad de Bucknell en 1858. Durante la Guerra de Secesión prestó servicios en un organismo semejante a la Cruz Roja y en 1866 se casó con Charles Frederick Eccleston, militar, del que enviudó. Se especializó en jardines de infantes y en 1883 vino a la Argentina. Poco después de su llegada, en compañía de un grupo de colegas, se trasladó a Paraná, en cuya Escuela Normal organizó, por iniciativa de José María Torres, el Departamento Infantil, que empezó a funcionar el 4 de agosto de 1884. Regresó a su patria por la enfermedad del hijo, y a su vuelta a la Argentina, en 1887, organizó el jardín de infantes de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay. En 1889, de nuevo en Paraná, se desempeñó en la Escuela hasta 1897. (…)" (17).

Isabel King integró el "grupo contratado por el gobierno, que llegó a Buenos Aires en 1883 para la organización de la enseñanza normal para mujeres. Se había graduado en ciencias de la educación y actuó en Indianápolis hasta su viaje a la Argentina. Enviada a la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, colaboró con la directora, Clementina Comte de Alió, dando a su tarea un sentido humanista y espiritual. Después de tres años, pasó a la escuela de Goya, Corrientes, sostenida por la Asociación de Amigos de la Educación, con categoría de normal de maestras y título válido para la provincia. En 1898 volvió a la escuela de Concepción del Uruguay, cuya dirección ejerció hasta 1904, cuando enfermó, muriendo en el curso del mismo año en Buenos Aires" (18).

En Larroque se afincó Victoriano de Miguel, el padre de María Esther de Miguel. En Un dandy en la corte del rey Alfonso, la escritora refiere a propósito de unas monedas, el motivo que llevó a su padre a emigrar y la situación económica en la que debió hacerlo: "todas habían pertenecido a mi papá, quien vino de España por no hacer la conscripción en Marruecos. Llegó con una mano atrás y otra adelante, en su maleta un mantón de mi abuela y… Y nada más. ¡Ah, sí: las monedas!" (19).

Entrevistada por Cristina Pizarro, María Esther de Miguel contó: "por parte de madre era más bien de las colonias que rodeaban a Basabilbaso, las moscas (…) mi papá tenía la usina de Larroque, la usina eléctrica. Yo me acuerdo de que en mi casa había un gran diploma que decía ‘A Victoriano de Miguel, (así se llamaba) benefactor del progreso argentino’ porque él había dado esa fuente. A mí y a mi hermana nos decían en Larroque "las chicas de la luz", cosa que nos divertía mucho. Éramos las chicas de la luz. A mi casa le decían ‘El palacio de colores y de luces’ porque teníamos mucha luz y porque ‘Como no pagan la luz, tiene encendido todo’ (…) mi casa era un barco porque al caer la tarde se oía chuc chuc chuc que era el ruido de los motores, como tenía muchos vidrios de colores, desde el jardín miraba. Yo en mi casa de la infancia era muy muy feliz. Porque era un espacio muy alegre" (20).

El pedagogo y paleontólogo Pedro Scalabrini (Como, 1848; Buenos Aires, 1916) "Llegó a la Argentina a los diecinueve años, desarrollando su labor docente en escuelas de la provincia de Corrientes y en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay. En Entre Ríos, en 1886, también fundó y dirigió el Museo de Paraná. En Buenos Aires promovió activamente la fundación de museos escolares y el estudio de la historia natural. Donó sus colecciones de objetos, producto de sus expediciones arqueológicas, al Museo de Entre Ríos, a la Escuela Normal de Paraná y al Museo Escolar Sarmiento" (21).

En Entre Ríos hay una nutrida comunidad lombarda. En "Historias de aquí y de allá" (22), Armida María Monti de Famin relata: "Mis padres, ambos oriundos de la Lombardía, Teresa Bellatti nacida en Colico – Como, Antonio Emilio Monti nacido en Morbegno – Sondrio, llegaron a América en el año 1920. Primero arribó papá y, luego, a los tres meses, cuando logró instalarse con casa y trabajo, llamó a mamá. Ella trajo consigo a la pequeña Elda, de tan solo tres años, única hija por entonces. En el año 1914, siendo muy joven, defendió a su Italia natal durante la Primera Guerra Mundial. De esa experiencia, guardaba muchas anécdotas que solía contarnos a menudo. Recuerdo una muy emotiva, ya que con gran coraje salvó la vida de un compañero más joven, quien presa de una crisis nerviosa, quería salir corriendo en medio de las balas del enemigo; papá nos relataba cómo lo había tomado con fuerza del cuello y lo había obligado a quedarse inmóvil, con lo que había logrado su propósito: evitar una muerte segura. Por su valentía y amor a la patria, fue premiado por el Presidente de la República Italiana con el título de Cavaliere dell’Ordine de Vittorio Veneto, el 13 de marzo de 1968. Asimismo, la Casa D’Italia de Paraná, Entre Ríos, le otorgó el Diploma de Honor en su condición de excombatiente de la Primera Guerra Mundial en las filas del Ejército italiano. (…) Con mucho sacrificio lograron construir el porvenir de la familia. Siempre añoraron a su amada Italia. En el fondo del corazón, todos supimos que papá sufrió mucho el desarraigo. Fue el único de siete hermanos que dejó su país. La comunicación entre ellos siempre fue fluida: las cartas iban y venían. Hubo algunas visitas, aunque escasas, de allá hacia aquí. Ellos nunca volvieron a pisar suelo italiano. Nosotros seguimos conectados con los parientes que han sobrevivido. Nuestro cariño por la Italia de los nonos no se perderá jamás".

En esa provincia conoce Javier Villafañe a un extraño personaje: "Un día, caminando por las calles de Gualeguaychú, entré en una librería. Allí conocí a Carolus Günge, un pintor alemán, ex combatiente de la guerra de 1914. Vivía en una canoa y se ocupaba de alimentar a los peces de esos grandes ríos de la Mesopotamia argentina. Con él nos dedicamos a recorrer los puertos fluviales del Uruguay y la Argentina, haciendo títeres para los pobladores ribereños. Por supuesto, navegábamos en la canoa de Carolus. (…) Pasado un tiempo, (…) Carolus se fue a vivir río arriba; años después moriría de lirismo, reumatismo y pena en un pueblo perdido de esas latitudes" (23).

Notas

1 www.clavis.com

2 Londero, Oscar: "Un recorrido por las primeras colonias judías de Entre Ríos", en Clarín, 17 de diciembre de 2000.

3 Chajchir, Mauricio: "Viaje al país de la esperanza: Relato de un viajero del Pampa", en La Opinión, Buenos Aires, 8 de agosto de 1976, reproducido en Asociación de Genealogía Judía de Argentina, Toldot # 8. Noviembre de 1998.

4 Gerchunoff, Alberto: "Autobiografía", en Alberto Gerchunoff, judío y argentino. Selección y prólogo de Ricardo Feierstein. Buenos Aires, Milá, 2001.

5 Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la gitana. Buenos Aires, Alfaguara, 1997. 293 pp.

6 Arcuschín, María: De Ucrania a Basavilbaso. Buenos Aires, Marymar. 1986.

7 Buchanan, Rhonda Dahl: "La madriguera de la memoria en ‘Letargo’ de Perla Suez", en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura judeoargentina / 2 Literatura y artes plásticas. Buenos Aires, Editorial Milá, 2004.

8 Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.

9 Bonvin, Antoine: "En el Ibicuy", en Vernaz.

10 Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.

11 Peyret, Alejo: "Palabras de Alejo Peyret en el 21° aniversario de la fundación de la colonia San José (22 de julio de 1878)", en Vernaz.

12 S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.

13 Weyne; Olga: El último puerto. Del Rhin al Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis / Instituto Torcuato Di Tella, 1986.

14 ibídem

15 ibídem

16 ibídem

17 Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.

18 ibídem

19 Miguel, María Esther de: Un dandy en la corte del rey Alfonso. Buenos Aires, Planeta, 1999.

20 Pizarro, Cristina: "Con María Esther de Miguel", en El Tiempo, Azul, 14 y 21 de septiembre de 2003.

21 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarìn, 2002

22 Monti de Famin, Armida María: "Historias de aquí y de allá", Boletín lombardo, N° 1, Marzo de 2005.

23 Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en Villafañe, Javier: Antología. Obra y recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

Formosa

"Al efectuar el reconocimiento de las riberas formoseñas en 1879, Luis Jorge Fontana tuvo en cuenta las exigencias de la estrategia militar, el comercio y la colonización. En el informe presentado al gobernador del Chaco, Lucio V. Mansilla, indicaba que el lugar elegido para la fundación de una villa y el establecimiento de una colonia era precisamente Formosa, apto por la calidad de las maderas y de los pastos y porque allí podrían prosperar diversos cultivos. Apenas instalado el pueblo fueron radicándose familias de inmigrantes, especialmente de italianos y austriacos. El gobernador José María Uriburu afirmaba que los primeros colonos "a su llegada a Formosa han sufrido epidemias, viviendo meses enteros en carpas al lado de la barranca; se los colocó en los peores terrenos, y a fuerza de constancia y laboriosidad han hecho poblaciones en donde hoy (1898) con los mayores recursos nadie quiere establecerse". Los informantes coinciden en señalar que al llegar a la villa la mayoría de los inmigrantes vieron frustradas sus esperanzas; la amargura y el desánimo los atrapó al ver el monte y las sabandijas y comprobar la soledad que los rodeaba. No faltó en ese momento que alguna mujer cayera víctima de una estado depresivo. Los que aún poseían un poco de dinero regresaron, pero el resto quedó para afrontar con valentía la nueva vida. El objetivo del viaje era "hacer la América ahora estaban en ella". Al quedar desalojada Villa Occidental en 1879 algunos italianos pasaron también a la nueva capital de la Gobernación del Chaco: Formosa. (…) No todos los inmigrantes que llegaron a Formosa sabían leer y redactar, algunos apenas sabían firmar y otros no escribían sus nombres. El flujo de estos extranjeros se produjo ya sea en forma individual o conjuntamente con sus familiares. Los nuevos matrimonios, gestados en tierra formoseña, quedaron conformados entre los mismo miembros de la colectividad, dejando numerosos descendencia. Los hombres no buscaron sus esposas en la villa porque era muy pequeña y en un principio era considerada como un asentamiento militar. La vida familiar se genera y se desarrolla en la colonia, logrando en la villa satisfacer otras necesidades (comerciales y religiosas principalmente". (…) De acuerdo con los rastreos efectuados ha sido comprobado que los inmigrantes procedían de las siguiente regiones: Piamonte, Lombardía, Véneto, Tirol. Friuli-Venecia Julia, Toscana, Abruzos, Liguria, Trentino, Marcas, Cerdeña, Basilicara, Sicilia, Emilia-Romaña, Capañia y Calabria. En cuanto a las provincias quedan registradas Turín, Venecia, Udine, como Belluno, Gorizia, Milán, Trento, Génova, Roma, Bérgamo Nápoles, Trieste, Teggio Calabria, Alejandría y la Spezia. El emigrante italiano trabajó en Formosa como agricultor, constructor, ganadero, comerciante, hotelero, industrial, carpintero, empleado público, de compañía fluvial o de comercio, oficial de ejército o de policía, obrajero, técnico, maestro, músico, médico, zapatero, cocinero, farmacéutico, empleado en la construcción del ferrocarril, agrimensor, herrero, sastre, ladrillero, contador, agrónomo, carbonero, artesano, jornalero, constructor naval. Etc. Las mujeres también trabajaban en la chacra en la huerta, el tambo, en los quehaceres domésticos, como parteras, cocineras, modistas y en los trabajos más variados ayudando al hombre. Aún no se ha elaborado un estudio más profundo del papel de la mujer en la vida formoseña" (1).

Notas

1 S/F: "La colonia Formosa", en www.formosa.gov.ar

Jujuy

En esa provincia vivió Jeannette Stevens, "una de las educadoras venidas a la Argentina por iniciativa de Sarmiento. Había nacido el 13 de noviembre de 1845 en Moira, estado de Nueva York. Llegó el 12 de septiembre de 1883 en compañía de otras trece maestras y la enviaron a la Escuela Normal de Catamarca, fundada cinco años antes por su compatriota Clara Armstrong. Allí permaneció un año, hasta que fue a Jujuy a fundar el establecimiento del que se la designó directora y profesora. La inauguración tuvo lugar el 4 de julio de 1884, en homenaje a los Estados Unidos. Cuando la primera promoción de maestras salió de la escuela, Miss Stevens obtuvo licencia para visitar su país, pero regresó a la Argentina con renovado entusiasmo, que la impulsó a fundar un jardín de infantes anexo a la escuela. En 1890 solicitó autorización para implantar la enseñanza religiosa en la escuela, que le fue concedida, pero las autoridades que regían el país en 1903 consideraron que esa medida contrariaba el espíritu de la ley 1420 y la enfrentaron con la opción entre su carrera y la obediencia a las leyes, o su retiro de la escuela. Ella eligió lo segundo y dejó su escuela para dedicarse a la enseñanza de las niñas recluidas en el Asilo del Buen Pastor de Jujuy, donde continuó hasta su muerte, ocurrida en esa ciudad el 28 de septiembre de 1929. Una escuela de Jujuy fue bautizada con su nombre" (1).

En Jujuy se afincó el yugoslavo evocado por María Edith Lardapide Olmos en "Historia de vida": "Don Milo tomó contacto con la empresa de Joseph Kennedy y allí tuvo una importante responsabilidad: hacían el trazado de las líneas férreas en el inmenso altiplano boliviano, donde, cuando cae el sol, pareciera poderse tocar con las manos. Sus empleados eran nativos aimaráes y quichuas" (2).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar", Héctor Tizón describe al "Turco": "Con la negra barba cortada a golpes de tijera, el pelo sucio, abundante y revuelto de tal manera que pueda encajar dentro del pasamontaña y mantenerse allí por días y noches y días y sobre todo con su andar cauteloso, asentando con seguridad la planta de los pies evoca sin lugar a dudas largas travesías de camelleros en los arenales de Yemen, o en las faldas de Sinaí, o quién sabe dónde. Descendiente por rama directa de uno de los Reyes Magos –afirma que de Melchor- su abolengo se encuentra hoy podrido y desnaturalizado pero aún recorre con su hato a cuestas toda la Puna, cargado de quincalla y porquerías. Con sus mejillas abultadas y tensas por la coca se lo distingue en los caminos, omnipotente y grasoso, penetrando en todas las casuchas y haciendo un hijo en cada una. Este habitante de los desiertos y de los vientos practica la fornicación con entusiasmo y con fe –como un acto ritual y hospitalario o una prueba divina de la existencia- en las pacíficas indias. A esto deniomina mestizaje. Palabra que tiene para él un extraño sonido húmedo hondo y musical a un mismo tiempo. Alardea además de no haberse mojado el cuerpo en treinta y cinco años" (3).

Notas

1 Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.

2 Lardapide Olmos, María Edith: "Historia de vida", en El Tiempo, Azul, 8 de junio de 1997.

3 Tizón, Héctor: "El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar", en Hernández, J.J., Tizón, H., Blaisten, I. y otros: El cuento argentino 1959-1970 antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

La Pampa

En 1910, los alemanes del Volga fundaron Santa María. "Pese a su nacimiento tardío, esta colonia conservó con decisión muchas de sus antiguas tradiciones. El diseño de su planta, por ejemplo, fue el rigurosamente establecido desde siempre: una sola calle dividida en medio por otra, con las casas dando su frente a la calle principal. Cada casa, a su vez, poseía fondos de 500 metros en los que se encontraban jardines, huertas y establos (…)".

Alejandro Guinder, descendiente de un pionero pampeano, escribe: "Nuestros chacareros fueron vilmente explotados, (…). Se les daba una lonja, (…) 100 o 200 hectáreas cubiertas de caldenes y sucias de piquillines y chañares; el colono contratista debía limpiarlas y podía luego trabajar para dos cosechas. Cuando estaban limpias les daban otra parcela (…) sucia para limpiar, y así. Cuando todas (las hectáreas de la estancia, de enorme extensión) estuvieron limpias, el señor Larrague hizo tirar a la calle de un día para otro, allá por los años 1930, a todos los 30 colonos, sin ninguna indemnización, habiéndose quedado con las cosechas en muchos casos sin pagar siquiera lo convenido en procentaje. Así fueron tratados muchos de los agricultores vendios del Volga; con familias de 12 o más hijos debieron cargar sus herramientas y muebles y demás en sus carros y carritos, sus arados y sembrados e irse a una calle vecinal a hacer una Hütte (choza) techada con paja puna, para su familia con sus hijos menores de edad" (1).

En Jacinto Arauz viven los descendientes de Antonio Cuculicchio, el peón –luego, actor- de la compañía de los Podestá que dio origen al personaje de Cocoliche.

Alberto Cortez escribe, a propósito de su canción "El abuelo", acerca de la emigración de sus mayores, que se establecieron finalmente en La Pampa: "De alguna manera esta canción que viene es una historia de ida y vuelta. ¿Por qué?, pues simplemente porque mi abuelo se fue de emigrante y después de casi una vida yo, su nieto mayor recorrí el camino de regreso, ese camino que él no pudo realizar a lo largo de su larga vida, a pesar de su inmensa nostalgia. Murió a los ochenta y algunos años. Los hermanos Eladio y Germán García era viajantes vendedores de empresas porteñas. Allí en Trenque Lauquen conocieron a las hermanas Laburu, se enamoraron y después de un relativamente corto noviazgo se casaron y se fueron a vivir a Buenos Aires. La Argentina en aquellos años de principio de siglo era una esperanza que ofrecía amplios horizontes para los jóvenes con ganas de trabajar y hacer fortuna. Los hermanos García habían dejado España y especialmente Galicia ya que esta "sua terriña" natal no podía ofrecerles más que una vida azarosa bastante cercana a la miseria. Germán, Eladio y David, los tres hermanos García, se embarcaron en Vigo, como todos los gallegos emigrantes con destino a Buenos Aires. Al llegar se emplearon como viajantes en una empresa de tabacos y "El abuelo" y su hermano Germán en uno de sus viajes de ventas a las poblaciones del interior, conocieron, noviaron y se casaron con dos hermanas de origen vasco, Doña Julia Laburu, mi abuela y Doña Leonor Laburu. Estas hermanas vivían con su familia en Trenque Lauquen, hoy una floreciente ciudad de la provincia de Buenos Aires. Ya casados regresaron a la capital. Como en aquella gran ciudadano se veían las cosas claras como para hacer dinero pronto Eladio, mi abuelo y su joven esposa Julia emprendieron viaje hacia el oeste en busca de organizar un pequeño comercio en algún pueblo de los que se fundaban aprovechando la riada de gente que buscaba trabajo en el ferrocarril en construcción. Recaló primero en General Villegas, ultima población de la provincia de Buenos Aires y allí las cosas no le fueron del todo bien y como consecuencia de aquel fracaso, malas siembras y peores negocios, desalentado, decidió internarse más al oeste.. Pero antes, quiso con ayuda de sus hermanos regresar a Galicia con toda la familia y así lo hizo. Nadie en la familia supo explicarme las razones de ese regreso. Seguramente su exultante juventud de entonces más los fracasos s los que antes hice referencia convocó una tormenta de dudas de que a lo mejor en España podría salir adelante, pero no fue así. Permaneció allí un par de años viviendo a expensas de la familia y en esa breve estancia nació mi padre en Pungín provincia de Orense, una aldea a escasos quince kilómetros de la capital provincial. Al año del nacimiento de mi padre el abuelo su mujer y su prole volvieron a Argentina para no regresar jamás a España. En realidad en la canción yo digo que nunca volvió a España sin embargo como se ve no es totalmente cierto. Claro que este regreso no quise tomarlo en cuenta, porque se produjo a muy poco tiempo de haber emigrado y por circunstancias, por mi desconocidas. Ya de regreso a Argentina retomó su éxodo hacia el oeste hasta llegar a una naciente población (apenas un caserío) que por entonces se llamaba Villa Jardón en honor a la familia que había donado los terrenos para su fundación. Más tarde las tendencias reivindicadoras de la cultura indígena de la zona lograron cambiar el nombre de Villa Jardón por el actual: Rancul. Allí se instaló comprando, siempre con ayuda de sus hermanos una casa en la que muchos años después, el 11 de marzo de 1940 nacería yo. Montó un negocio en donde se vendía de todo para la gente del campo. (…) Sin embargo pese a ser un gallego de pura cepa y ejercer su galleguidad en casa siempre se habló castellano a diferencia de mis abuelos maternos que en su casa, entre los abuelos mi madre y sus hermanas se hablaba en piamontés. No me extraña que yo haya salido con una cierta tendencia a la nostalgia. (…)" (2).

La comunidad portuguesa de esa provincia festeja el Día del Inmigrante. En 2005, el Centro de descendientes portugueses de La Pampa invita a la Fiesta en la que "se realizarán distintas disertaciones en la que nuestra comunidad tiene la oportunidad de presentarse".

La familia del ucranio David Rotstein se estableció en La Pampa. Sus descendientes recuerdan que "David contaba historias de ‘banquetes’ en que se compartía un pan frotado con ajo o los gajos de una naranja (…) En 1913 se voló el techo de la escuela primaria y ésta quedó inutilizada. Los Novick pudieron mandar a sus hijos a estudiar a otro lado pero David tuvo que abandonar. Para aportar a la familia, se conchabó para cuidar ovejas en una chacra cercana. Una anécdota de su primer día de trabajo: el dueño de la chacra lo dejó a la mañana con las ovejas, galleta y una botella de agua y dijo que lo venia a buscar al anochecer. David esperó hasta que decidió que no lo venían a buscar y decidió volver caminando a Villa Alba. En ese entonces no había caminos sino huellas. Enseguida se hizo noche cerrada, pero el sentido de orientación que siempre tuvo lo ayudo a llegar. Esto tomó largo tiempo y, mientras tanto su empleador llegó, en carro o sulky, a buscarlo. Al no encontrarlo, volvió al pueblo. Tampoco estaba en su casa (estaba en tránsito, caminando de vuelta) así que para cuando llegó había una gran alarma esperándolo. David tenia gran preocupación por no poder seguir estudiando, un sentimiento que lo persiguió hasta su vejez. Pedro Novick, que sí pudo continuar, trataba de enseñarle cada vez que era posible. Su amistad entrañable continuó el resto de sus vidas" (3).

En la biografía de Juan Bautista Bairoleto, Hugo Chumbita relata que Elías Farache hostigaba al gringo, hijo de piamonteses. "Entre los milicos abundaban estos turcos, que en realidad eran árabes, o hijos de, famosos por lo bravos" (4).

Notas

  1. Weyne, Olga: op. cit.
  2. Cortez, Alberto: "El abuelo", en . Reproducido en www.galespa.com.
  3. Rotstein, Enrique y Fabio: "Fanny Dubroff y David Rotstein", en www.math.bu.edu/people/ horacio/ anc-cast.htm
  4. Chumbita, Hugo: Ultima frontera. Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero. Buenos Aires, Planeta, 1999.

La Rioja

Carlos Saúl Menem es "hijo de Mohibe Akil y Saúl Menem, inmigrantes radicados en la provincia de La Rioja (…) Su padre, nacido en Yabrud, Siria, llega a La Rioja cuando contaba 17 años en plena época inmigratoria. Trabaja intensamente hasta labrarse un próspero porvenir, sostenido por un espíritu recto y enérgico y una tenacidad imbatible. Regresa a Siria, donde conoce a Mohibe Akil, su futura esposa. Vuelven casados a La Rioja y permanecen juntos, hasta el final de sus días" (1).

Chilo Parisi cuenta que en La Rioja, "Los paisanos italianos que vivían en el barrio de Vargas, se reunían en cada casa todos los domingos para jugar a las cartas: Tresette, Biscambra y Patrón y Sotto (patrón y subalterno). Estos juegos eran típicos de Italia. (…) En estos encuentros se estrechaban vínculos de parentesco, amistad y camaradería, siendo los juegos muy cordiales y tomándolos como en entretenimiento, de paso contar anécdotas pasadas durante la 1° Guerra Mundial (1914-1918) en la que combatieron todos estos paisanos. Estas narraciones, las hacían cuando se tomaban un breve descanso, en la que el dueño de casa invitaba a todos los presentes a comer unas ricas sopresattas, salchichas y un buen queso, acompañado con un pan recién horneado, todo ello, preparado y servido por el anfitrión, en la que no faltaba la damajuanita de vino tinto. Cuando se iniciaba el juego del tresette o la brisocla y finalizado el mismo, se daba comienzo al Patrón y Sotto en la que venían amigos a divertirse, viendo cómo se jugaba este juego tan especial y distinto de otros. Los visitantes podían beber en cualquier momento, no así los jugadores. (…)" (2).

Notas

1 S/F: "Biografía", en www.carlosmenem.com

2 Parisi, Chilo: "El Padrono y Sotto de los Paisanos", en El Independiente, La Rioja, 1° de junio de 2003.

Mendoza

Alcides J. Bianchi es el autor de Valentìn, el inmigrante (1), obra en la que relata la vida de su padre, exitoso empresario afincado en Mendoza. Don Valentín nació en Fasano, Italia, en 1887. Se dedicó a la docencia hasta que una carta de su hermano lo decide a emigrar a la Argentina. Tenía veintidós años. El hijo evoca ese viaje lleno de ansiedad e incomodidades, con las ratas caminando por encima de la cama del pasajero. En nuestro país, el italiano desempeñó distintos oficios, destacándose por su facilidad para la contabilidad y su excelente caligrafía, que le valió el apodo de "el gringo de la letra bonita". Fue empleado contable y rematador de lotes, hasta llegar a su ocupación definitiva: la de bodeguero. Formó familia en San Rafael, donde nacieron sus hijos. Hizo que los hijos mayores –una hija y el autor de la biografía- estudiaran para poder continuar con el emprendimiento paterno. A partir de ese momento, comenzó a viajar periódicamente a Fasano, donde, ya viudo, pasaba temporadas con su hermana, a quien no había visto durante décadas. Bianchi encontró la muerte en una ruta de su pueblo, en 1968.

A Mendoza se dirigían muchos inmigrantes. Relata Alcides J. Bianchi: "La nueva familia que se agregaba al barrio era de apellido Sartorato. La formaba el matrimonio y sus dos pequeñas hijas. Aquella mañana de la templada primavera de 1930, tal acontecimiento despertó entre los vecinos curiosidad, a pesar de ser en esa época cosa común la llegada de extranjeros, sobre todo de italianos y de españoles. Mamá, que era íntima amiga de la señora Antonieta (esposa de Chinellato), cruzó la calle para saludar a sus parientes recién llegados. Yo, curioso, fui con ella para conocer la nueva gente, que se radicaba en el barrio. En mis escasos diez años de vida, observaba silencioso el encuentro de ambas familias, que con efusivos abrazos se saludaban emocionados. Antonieta invitó a mi madre a aproximarse al grupo, para presentarle a su hermano y cuñada, quienes provenían justamente de la zona de su ciudad natal: Baldoviadene" (2).

Durante la primera guerra mundial, en Mendoza, "En San Rafael, que contaba con una colectividad italiana bastante representativa, se produjeron escenas de verdadero patriotismo. Especialmente los italianos de la alta Italia, oriundos de zonas fronterizas, salieron a la calle portando banderas de su país y realizaron desfiles en los que iban cantando viejas canciones guerreras. (…) El gobierno de Italia lanzó una proclama solicitando la inmediata incorporación de todos aquellos compatriotas que quisieran presentarse como voluntarios, quienes deberían regresar a su país cuanto antes. Muchos fueron los que lo hicieron, sobre todo aquellos que ostentaban un grado importante como reservas del ejército italiano" (3).

Bianchi recuerda a los trabajadores inmigrantes: "Los dos heladeros de mi preferencia eran: uno, el italiano ‘Don Chichillo’, que se ubicaba en la esquina de la ferretería de los Marín; y el otro, el portugués ‘Lurdeos’, cuyo sobrenombre provenia de su forma de expresarse al ofrecer los helados, con la típica ruleta de la suerte, donde uno pagaba cinco centavos, y tenía el derecho a dos tiros de ella. -¡Chicos!, a probar suerte, van a sacar tantus heladus como lurdeos míos –y levantando su rústica mano derecha mostraba sus dedos en pantalla". El almacenero de Rama Caída era árabe: "El personaje más importante del lugar, Don Julio el almacenero (único negocio del lugar), nos dio la bienvenida en su dificultoso idioma, como buen paisano árabe. –Aquí ‘baisano’ Julio da bienvenida, ‘baja… baja’, basen al almacén –invitó ceremonioso". Bianchi recuerda asimismo al médico de San Rafael, que también era inmigrante, pero no especifica de qué origen: "Por razones de salud –el problema asmático de mi madre-, y por indicaciones del doctor Teodoro Schestakow, los fines de semana o bien en vacaciones de verano, debía ella viajar a un lugar montañoso y de altura, lejos de la ciudad, cuyo aire puro tenía las cualidades curativas para su afligente mal. –Señora, no dejar de ir a montañas, si quiere mejorar- le decía terminante el médico, en su entreverado idioma" (4).

El pintor Carlos Alonso nació en Tunuyán, Mendoza, en 1929. Tuvo "como abuelo materno a Salvatore Lisandrello, un siciliano de Siracusa, y su abuelo paterno era Sandalio Alonso quien vino de León. España. Ambos llegaron a nuestro país en 1914" (5).

Alamos talados (6) fue distinguida en 1942 con el Primer Premio de Literatura de Mendoza, el Primer Premio Municipal de Buenos Aires y el Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura. Marcela Grosso y Marta Baldoni señalan la importancia de la inmigración en la novela: "El poder se ve amenazado por la presencia de lo otro, del elemento extraño: el inmigrante, figura que genera tres efectos correlativos: a) el enfrentamiento entre gringos y criollos, b) la exaltación del linaje y la hispanidad, c) el rechazo del progreso y las nuevas costumbres" (7). La clase alta, representada fundamentalmente por los abuelos, se mostraba bondadosa con los criollos y los inmigrantes, en general, aunque había excepciones: "El inmigrante aparece descalificado, caricaturizado (…) o mirado con simpatía, en tanto se ciña al mandato de la abuela y no compita en el circuito de producción económica. Decir ‘gringo’ es un insulto (…) El atributo ‘criollo’, en cambio, tiene connotaciones positivas (…) se convierte en una abstracción, en un símbolo de pureza racial y moral" (8). Cuando la anciana señora se ve obligada a talar los álamos, allí está un inmigrante, posibilitando que el lector saque conclusiones sobre la personal postura del autor: "Con el pie en el estribo de su auto rojo, el turco hacía anotaciones en una libreta. Uno, tras otro, caían los álamos de mi adolescencia" (9). Grosso y Baldoni sostienen que "La presencia invasora del inmigrante aparece metaforizada por el coche rojo del turco, que recorre el texto en varios capítulos". Acerca del propietario del vehículo comentan: "Claras son las connotaciones demoníacas que despliega este personaje (…) Las aspiraciones comerciales del turco, que exceden a las del agricultor contratado, lo convierten en una amenaza, un peligro para el sistema. La compra de la vid y de la madera es sustituida por la idea de usurpación, de estafa: el turco no compra sino que ‘se leva’. Caída, atropello, usurpación, tala, profanación, son los efectos del ingreso del inmigrante en el sistema, que es quebrado sin posibilidades de restauración" (10).

Fausto Burgos, en El gringo, reitera a lo largo de la novela la acusación que los nativos hacen a los extranjeros: "’¿No son ustedes los que nos vienen a quitar la tierra y el vino y el pan y todo? Los peones blancos miran con cariño y con lástima a quien esto dice y comentan: ‘Povero nero’, ‘povero chino’, ‘é una bestia’". Para la familia del protagonista, ser inmigrante es una vergüenza que se debe ocultar, tratando de parecerse en lo posible a los nativos de clase alta: ‘Usted no es un gringo –afirma el yerno que vive a expensas del italiano-; usted ya puede llamarse criollo; ya tiene títulos para ello’. Uno de los peones asegura también que Contadini ya es criollo, pero lo hace en otro sentido: ‘De esas cubas hay que sacar el orujo pa’ llevarlo a las prensas –explica al yerno. Mire vea, ¿y quién saca el orujo?, ¿quién se mete en la cuba sabiendo que adentro de ella puede parar las patas? El peón criollo, señor; el gringo tiene miedo, el gringo no se mete a descubar ni por equivocación. Mi patrón no es gringo; mi patrón es ya criollo; él es capaz de ponerse a descubar también" (11).

El humorista Quino es "nieto de una comunista militante e hijo de republicanos exiliados". Acerca de sus mayores, expresó: "Mi abuela era una militante que vendía los bonos del partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño, escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de Mirtha Legrand. Yo tenía diez años" (6). Quino expresó: "Nací en Mendoza en una familia andaluza, en un barrio donde el panadero era español, el verdulero, italiano, el otro comerciante, libanés. A los primeros argentinos los conocí en la escuela. Todos mis parientes eran españoles. Desde chico tuve una visión muy amplia. Quizás por eso a Mafalda la quieren tanto en tantas culturas distintas" (12).

Escribe Francisco Montes: "San Rafael es un valle hermoso, fecundo y ubérrimo al sur de Mendoza. Es un vergel cultivado de viñas, frutales y chacras donde se han nucleado colonias de andaluces y especialmente alpujarreños. Este lugar y el valle de Tulum en la provincia de San Juan, son los sitios a donde han ido a parar más naturales de aquellas hirsutas montañas andaluzas". Montes reúne, en Leyendas y Aventuras de Alpujarreños, algunas historias que tienen como personajes a estos inmigrantes (13).’

El pintor Fernando Fader nace "en Burdeos, Francia, en la casa de su abuelo materno, Pedro Adolfo Bonneval, en la calle Nauville 10, el once de abril de 1882". Ignacio Gutiérrez Zaldívar escribe: "Fernando Fader en un reportaje que le realizara el recordado José León Pagano en la década del 20, manifiesta que es "mendocino", pese a que había nacido en Francia y en todos sus documentos y partida de casamiento, figura como nacido en Buenos Aires. Conoce Mendoza cuando contaba cuatro años y pese a vivir tan sólo doce años en Mendoza, su amor y cariño hacia la provincia le hacen manifestar que él es mendocino" (14).

Zdravko Ducmelic (Vinkovci, 1923; Buenos Aires, 1989) "Estudió pintura y dibujo en Zagreb. La II Guerra Mundial (1939-1945) lo alejó de sus actividades. Estuvo prisionero en campos de concentración nazis. Viajó después por Europa y, en 1946-7 estudió en la Academia de Bellas Artes de Roma y, en 1947-49, en la Academia de San Fernando, en Madrid. Se radicó en Mendoza en 1950 y, un año después, realizó su primera exposición en Buenos Aires. Fue profesor y Director en la Escuela de Arte de la Universidad de Cuyo. Ilustró Laberintos, con poemas de Jorge L. Borges" (15).

Alfredo R. Bufano (Córcega, 1895; San Rafael, 1950) "Nació en Francia pero vivió desde niño en Mendoza. No alcanzó a terminar sus estudios primarios por tener que colaborar con el sostén de su familia. Adolescente, se trasladó a Buenos Aires, donde desempeñó diversos trabajos, desde lustrabotas hasta periodista. En esta ciudad entró en contacto con los círculos literarios, colaboró en varias revistas y publicó sus primeros trabajos. Luego se trasladó a San Rafael, Mendoza, donde trabajó como profesor de literatura en la Escuela Normal y escribió la mayor parte de su obra. Su poesía, fresca y sencilla, exalta la naturaleza cuyana. Escribió, entre otros libros: Poemas de provincia (1922), Tierra de huarpes (1926) y Romancero (1932). Durante sus últimos años, realizó en misión cultural una extensa gira por el norte de Africa, España y otros países europeos. De este acercamiento a otros horizontes y formas de vida nacieron sus últimos libros: Junto a las verdes rías (1950) y Marruecos (1951), en los que su lirismo adquirió una serena madurez expresiva". (16).

Fueron perseguidos los Flichman en su tierra, cuenta una inmigrante afincada en Mendoza. En Rojos y blancos, Ucrania, Rosalía de Flichman evoca el entorno en el que se desarrolló su infancia. Las persecuciones, la revolución, la guerra civil, las violaciones y los asesinatos –a los que se suman las inundaciones y el tifus- son el cuadro con el que Rosalía debe enfrentarse a muy corta edad: "Los blancos están en la ciudad, persiguen sin cesar a los judíos. Matan a los hombres, se apoderan de las mujeres jóvenes y hasta de las niñas. Estoy cansada de tanto horror. Y los cambios continúan. Hoy los blancos, mañana los rojos. Como somos despreciables burgueses, estos invaden la casa y nos reducen a dos habitaciones. El hambre se hace sentir, duele". Afirma que ella y su familia eran perseguidos en su país de origen por dos motivos: su condición de judíos y de burgueses. Si estas dos causas motivaron la amenaza constante a la que estaban sometidos, también significaron la posibilidad de radicarse en nuestra tierra, ya que la madre se apoyó "en instituciones judías que ayudan a los emigrantes fugitivos que salen de Rusia", y el hecho de ser pudientes les permitió una salvación que a otros estuvo negada (17).

Norah Lange evocó momentos de su vida en las obras Los dos retratos, Personas en la sala y Cuadernos de infancia. En esta última, el espacio tiene una importancia fundamental: a la existencia feliz en Mendoza se contrapone una vida de apagada tristeza que tiene como escenario la casa de la calle Tronador, a la que se trasladan cuando muere el padre.

Notas

  1. Bianchi, Alcides J.: Valentín el inmigrante. Santiago de Chile, Edición del autor, 1987.
  2. Bianchi, Alcides J.: Aquellos tiempos… Buenos Aires, Marymar, 1989.
  3. Bianchi, Alcides J.: Valentín el inmigrante. Santiago de Chile, Edición del autor, 1987.
  4. Bianchi, Alcides J.: Aquellos tiempos… Buenos Aires, Marymar, 1989.
  5. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: "Los inmigrantes", Catálogo de la muestra de Alonso y Marchi en Casa FOA 2000, Desembarcadero y Hotel de Inmigrantes. Buenos Aires, Octubre-Noviembre de 2000.
  6. Arias, Abelardo: Alamos talados. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
  7. Grosso, Marcela y Baldoni, Marta: "Guía de trabajo para el profesor", adjunta a Arias, Abelardo: Alamos talados. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
  8. Ibídem
  9. Arias, Abelardo: op. cit.
  10. Grosso, Marcela y Baldoni, Marta: op. cit.
  11. Burgos, Fausto: El gringo. Buenos Aires, Tor, 1935.
  12. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos están arruinando a los chicos’ ", en La Nación, Buenos Aires, 7 de diciembre de 2003.
  13. Montes; Francisco: "El desafío", en Leyendas y Aventuras de Alpujarreños, en Unisex. Buenos Aires, Bruguera. 163 pp.
  14. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Fader en casa. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 2003.
  15. Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarìn, 2002
  16. ibídem
  17. Flichman, Rosalía de: Rojos y blancos, Ucrania. Buenos Aires, Per Abbat, 1987.

Misiones

"El 1° de julio de 1897 llegó al puerto de Buenos Aires el vapor Antoñina, cargado con catorce familias integradas por sesenta y nueve personas. Diez familias eran ucranias y cuatro polacas. Llegaban con sus muebles, sus semillas y sus arados. (…)Se embarcaron en el puerto de Buenos Aires en un viaje de una semana hasta Posadas y de ahí los llevaron en carretones del Ejército al interior de la provincia durante otra semana de viaje. Ellos dieron nacimiento a la ciudad de Apóstoles, en Misiones, bajando el monte a puro machetazo. (…) ‘El 27 de agosto de 1897, hace cien años, este grupo llegó a la antigua Reducción Jesuita de San Pedro y San Pablo Apóstoles, donde se les dieron dos lotes por familia, cada uno de 25 hectáreas, a pagar durante diez años a un valor de un peso por mes’ (…) Los comienzos para los inmigrantes ucranios no fueron fáciles: los campos estaban repletos de inmensos termiteros que atacaban los sembrados, como os que aún se pueden ver en los campos correntinos. Los ucranios tuvieron que instalarse en carpas que les facilitó el gobierno y refugios hechos con ramas. Más trabajo les costó preparar los campos con plaguicidas e insecticidas que el gobernador Lanusse les vendió a pagar en cuotas. La intensa fe cristiana del pueblo ucraniano organizó la construcción de una iglesia en cada asentamiento" (1).

Poco después, con destino a Apóstoles, desembarcaron en la Argentina veinte familias polacas. "Luego de permanecer algún tiempo en el legendario ‘Hotel de los Inmigrantes’ arribaron al puerto de Posadas, y desde ahí marcharon a pie durante varios días hasta la recién fundada Colonia de Apóstoles, recorriendo los 80 km que los separaban de su destino tras los carros que transportaban sus pocas pertenencias. Fueron tiempos difíciles para esos hombres, mujeres y niños que no estaban acostumbrados al abrasador calor tropical y a los mosquitos que laceraban su piel. Debieron esperar dos años para poder comer pan, ya que las hormigas y los carpinchos diezmaban los plantíos de maíz. Se alimentaban principalmente con mandioca, porotos, batata y aprovechaban la abundancia de animales silvestres que les proveían de carne. Enfermedades como el paludismo y el cólera y las picaduras de serpientes segaron las vidas de muchos hijos de aquellos primeros colonos, y los productos logrados no siempre compensaban los sacrificios realizados" (2).

" (…) el inicio de la inmigración organizada lo debemos situar en el invierno de 1897 con la llegada de unas 14 familias polacas y ucranianas procedentes de la región de Galitzia. Arribaron al puerto de Buenos Aires, fueron recibidos en La Plata y desde allí fueron enviados a Apóstoles, Misiones. Así comenzó el primer proyecto de colonización agrícola efectivo desde la expulsión de los jesuitas. Luego se sumaron otros grupos de colonos y se establecieron en distintas localidades: San José, Azara, Cerro Corá, Bonpland, Yerbal Viejo, Gobernador Roca y más tarde llegarán a fundar Colonia Wanda al norte de la provincia" (3).

En esa misma provincia, los Spasiuk alternaban el trabajo manual con la música: "En Apóstoles, un humilde pueblito a 50 km de Misiones, Juan (el tío) y Marcos (el padre) se concedían una pausa en la carpintería, tomaban cada uno su violín y su guitarra y, sobre un tablón, afloraban polcas, valses, rancheras, chacareras y rumbas, como una necesidad de recrear la música que sus antepasados habían importado de Ucrania y de Europa del Este (4).

En "Van-Houten", cuento que toma su tìtulo del apellido del protagonista, aparece un "belga, flamenco de origen", al que "se le llamaba alguna vez Lo-que-queda-de-Van-Houten, en razòn de que le faltaba un ojo, una oreja, y tres dedos de la mano derecha. Tenìa la cuenca entera de su ojo vacìo quemada en azul por la pòlvora. En el resto era un hombre bajo y muy robusto, con barba roja e hirsuta. El pelo, de fuego tambièn, caìale sobre una frente muy estrecha en mechones constantemente sudados. Cedìa de hombro a hombro al caminar y era sobre todo muy feo, a lo Verlaine, de quien compartìa casi la patria, pues Van-Houten habìa nacido en Charleroi" (5).

Acerca de ese texto, escribe Eduardo Romano: "Quiroga trazó, en Los tipos, varios notables perfiles con relieve. Entre ellos, y el lector emplazó una primera persona muy autobiográfica, directamente vinculada con la acción, según se aprecia ya en ‘Van Houten’: ‘-¡Ya vé! –me dijo, pasándose el antebrazo mojado por la cara aún más mojada- que hice mi canoa. Timbó estacionado, y puede cargar cien arrobas. No es como esa suya, que apenas los aguanta a usted’. O que tiñe el relato con su propia subjetividad: ‘Yo siempre había tenido curiosidad de conocer de primera fuente qué había pasado con el ojo y los dedos de Van Houten. Esa siesta, llevándolo insidiosamente a su terreno con preguntas sobre barrenos, canteras y dinamitas, logré lo que ansiaba’. Que el personaje mismo le contara tres cruentos accidentes de los que había salvado la vida –ya que no la integridad- por milagro. La impersonal desaprensión de Van Houten, quien se limita a comentar con un ‘¡Bah…! ¡Soy duro!’ cada uno de esos relatos, da la pauta del poder autodestructivo de esos tipos quiroguianos, producto en parte de observar a ciertos habitantes de la zona,y en parte remoción de sus propios fantasmas interiores" (6).

En Mis dos abuelas. 100 años de historias, Nora Ayala relata que su abuela criolla, que vivía en Misiones, tenía prejuicios contra los extranjeros. "Nosotros no vinimos a matarnos el hambre como los gringos –decía-, estuvimos siempre acá". La venta de la casa del Tata proporciona otra evidencia de su actitud; la vivienda "fue comprada por una familia turca, aunque Gerónima hubiera preferido que no cayera en manos extranjeras, pero ellos fueron los que pagaron y no había nada que hacer". Se rumoreaba que los compradores habían encontrado allí un cofre con monedas de oro; escuchemos a la criolla: "Teniendo en cuenta que los turcos que habían llegado al país poco tiempo antes, si bien eran gente trabajadora y honesta (a pesar de ser extranjeros) no podían tener dinero como para hacer semejante inversión, el rumor tenía visos de realidad" (7).

El ingeniero Walter Rathhof llega a Misiones con un contrato: " ‘¿Cómo vine a para acá? Hace tres meses ni sabía que existía este lugar. ¡Misiones!’ Apenas si había visto el nombre de Argentina en el mapa. En Alemania no conocía a nadie que hubiera andado por esta parte del mundo, pero bastó una propuesta para dejar la familia, el empleo seguro, la patria, los amigos, por la aventura. (…) Allá era un ingeniero más, sin mucha experiencia entre tantos otros, en cambio acá estaba todo por hacer. ¡Y justo puentes! Si hubiera sabido que alguna vez tendría que hacer puentes, tan lejos y sin poder consultar con nadie, hubiera prestado más atención a aquel viejo profesor que siempre hablaba de los de la India y de la China. Después de todo, los que tendría que hacer acá tendrían más en común con esos que con los prolijos puentes de hierro que diseñaba en la facultad. Además, había que hacer todo desde el principio, ni siquiera las mensuras estaban y los lugareños medían las distancias en tiempo: dos días de barco, un día de a caballo (8).

Luna, una inmigrante turca centenaria, "A los 17 años conoció a su marido, uno de los pocos al que sus hermanos –celosos ellos- dejaron acercarse. Víctor tenía hermanos en la Argentina que lo mandaron a buscar. Y ella se venía con él, pero en calidad de novia, jamás. De ninguna manera, le dijo su tía. Así fue como se casaron y pasaron su luna de miel en un barco rumbo a nuestro país. Fue un mes de viaje. Una inolvidable luna de miel junto con… su suegra. Sí, Luna dormía con su suegra en un camarote y Víctor en la bodega, con los demás hombres. ‘Nos veíamos en la cubierta y de noche, cada uno a su lugar". Estuvo a punto de volver a su tierra: "Corría el año 1921 y Luna, casada con Víctor desde hacía dos años, no lograba quedar embarazada. Vivía en Posadas, Misiones, pero su marido decidió mandarla de vuelta a casa. Así, dice la centenaria Luna, se acostumbraba en su país: la mujer que no tenía hijos se tenía que ir, y ella se iba, nomás. Con la valija y un pasaje en mano marchó sin chistar a la estación ferroviaria de Posadas. Pero, cosas del destino, el tren ya había partido. Fue cuando volvió con su marido a su casa que quedó embarazada". "Progresamos con mucho sacrificio –recuerda. Vivíamos en Posadas y mi marido andaba por los campos con un canasto en el que llevaba lencería para vender. Después pudimos poner nuestro propio negocio de venta de ropa y trabajamos muchísimo". Su experiencia se vuelve narraciones: "Recuerda cuando en su casita de Posadas llenaba un bracero con carbón por las noches, lo dejaba en medio del cuarto y reunía a sus chicos en torno de él. ‘Les contaba historias de cómo vivíamos en Turquía, el viaje en barco a la Argentina o simplemente cuentos‘ " (9).

"Desde el lejano oriente, un puñado de japoneses iniciaron la peregrinación que culminó en Oberá en octubre de 1921. La inmigración japonesa en la Argentina data de principio del siglo XX y tuvo como primer paso el Frente a la casa. El arco a la entrada se asemeja al que se utiliza en los templos de oración. El 12 de octubre de 1921 llegó a Oberá, junto a su familia, Tokuyi Kairiyama. Fue él quien alentó a sus compatriotas para que se afinquen en esta región del país. Atentos a su ofrecimiento arribaron junto a sus esposas y algunos con sus hijos: Iumatsu Kairiyama, Takei Sudo, Kunigoro Kamada, Kataro Otaka, Kinso Suyama, Kikujiro Nishimura, Kakuso Kamada, Juji Watanabe, Jiro Minoura, Pedro Héctor Higa, Gungi Nakatsuka, Ken Takakura, Fukikesa Komatsu, Hihashi Miyauchi, Minoru Higa, Suenaga, Nakabayashi, Goto, Araki, Ogawa, Kisaiti, Kanno, Mori, Sato, Saito, Okuda, Ohashi y Harada Los japoneses se dedicaron principalmente al cultivo de yerba mate y té y al poco tiempo incursionaron en su industrialización. En 1953 la comunidad fundó el Club Japonés que cobijó a más de 300 socios. Con este antecedente, en 1980 la numerosa colectividad se sumó a la Fiesta en la que trabajaron casi todas las familias asociadas al club con sede en Los Helechos, una localidad vecina a Oberá. Casi un cuarto de siglo después, la colectividad construyó su casa típica en el Parque de las Naciones. La misma representa una vivienda tradicional nipona, a la que dotaron de un techo curvo, propio de los templos de aquél pais oriental. La parquización típica que rodea la construcción fue trabajo de Harvo Hishikiori y Alberto Araki. La casa funciona como sede cultural japonesa en Oberá. (…) Una de las plazoletas de la transitada avenida Libertad de Oberá lleva el nombre de Japón. En ella existe una gran lámpara de piedra, comunes en las plazas y parques de aquel país asiático. La misma fue diseñada por el ingeniero parquista Yasvo Inomaia. La plazoleta tiene similares características del Jardín Japonés de Buenos Aires, creación del mismo artista" (10)..

Notas

  1. Skliarevsky, Fernando: "Misiones, Cien años de inmigrantes", en La Nación Revista, Buenos Aires, 14 de octubre de 1997.
  2. S/F: Folleto del Museo Histórico Juan Szychowski. Apóstoles, Misiones.
  3. S/F: "Inmigración Introducción", en www.elaguilablanca.com.ar.
  4. Gaffoglio, Loreley: "Trato de ser lo mejor de lo que soy", en La Nación, Buenos Aires, 17 de diciembre de 2000.
  5. Quiroga, Horacio: "Van Houten", en Los desterrados- El regreso de Anaconda. Buenos Aires, Losada, 1997.
  6. Romano, Eduardo: "Horacio Quiroga", en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  7. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
  8. Ayala, Nora: op. cit.
  9. S/F: "Una mamá que hoy celebra sus 100 años", en La Nación, Buenos Aires, 20 de octubre de 2002.
  10. S/F: "Sol de oriente, amanecer misionero", en Federación de Colectividades, .

Partes: 1, 2, 3
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