En la cadena de carnización el sacrificio se realiza provocando la inconsciencia inmediata, hasta un estado que se prolonga después de la muerte, por desangrado. Consta en informes oficiales que la industria acepta, gustosamente, el aturdimiento (reversible o irreversible) porque facilita la maniobra de degüelle y amortigua la conciencia del consumidor. El tiempo entre aturdimiento y desangrado es factor determinante cuando se emplea la conmoción mecánica, que consiste en aplicar un impacto fuerte en la cabeza para provocar inconsciencia y posterior caída. Luego el punzón perfora el cráneo, penetra en el cerebro y vuelve a su punto de origen, previo al período de escaldado y evisceración.
Jazz de proporciones hermético-mediáticas
El puerco le da valor a la casa, al pairo en el bochorno del mediodía hogareño, sin nanas de la cebolla mística ni lezámicas frutas,
cuando el año decreta su exterminio y el redil atempera la
representación.
En las vetustas sagas, que periódicamente nutren la hagiografía
de la docilidad, el puerco sustituye al icono e instaura relaciones
homologables con el júbilo del constructor de puentes.
Un hogar desprovisto de pocilgas, previamente fijados los contrastes, discurre hacia el dilema de no tener resguardo si el enigma se explaya como ente familiar.
Superación de fórmulas inestables y excéntricas
1. Todo dolor moderado o intenso conlleva ansiedad y el deseo imperioso de eludir o de suprimir la sensación. Estas características se corresponden con la dualidad del dolor, que es tanto sensación como emoción. Las estructuras profundas relativamente insensibles pueden convertirse, en circunstancias anormales, en una fuente de dolor intenso y debilitante. La simple sugerencia de un alivio puede inducir un efecto analgésico importante (placebo), sin embargo, la simple expectativa de sufrir provoca la aparición del dolor en ausencia de todo estímulo nocivo. El daño o el miedo prolongados son los estímulos que más eficazmente excitan el sistema de modulación del dolor.
2. El circuito central que facilita la aparición del dolor podría explicar cómo se puede inducir por sugestión, y así aportaría una base conceptual para entender los agentes psicológicos que contribuyen a la cronicidad. Tratar dolores crónicos es un tortuoso desafío porque hay varios factores que pueden generar, perpetuar, o agravar el dolor crónico. Se puede tener sólo una enfermedad que sea singularmente dolorosa e incurable en el momento actual. También puede haber variables que inician con la enfermedad y perduran una vez curada. Finalmente, hay procesos que pueden agudizar o incluso originar el sufrimiento. Los circuitos que modulan el dolor pueden intensificarlo o suprimirlo.
3. En las zonas dolorosas hay que explorar la sensibilidad profunda al dolor. A veces, para mejorar la calidad de vida hay que acudir a un método transdisciplinario donde se utilizan fármacos, asesoramiento, fisioterapia, bloqueo de nervios e incluso cirugía. Técnicas invasivas, pueden ser útiles en algunos casos de dolor rebelde, aunque no está totalmente comprobado. Un método moderno capaz de aliviar satisfactoriamente el dolor consiste en el uso de la analgesia regulada por el propio paciente, pero el tratamiento óptimo de cualquier tipo de dolor radica, sin dudas, en suprimir la causa.
Salud es liberación de todo pathos.
Segmento transicional excluyente del yo que emprende vínculos objetales
Durante o posterior a las salivaciones crónicas, intervenciones maxilofaciales y neuralgias -situaciones de contexto difíciles- se recomiendan, además de los tratamientos particulares, el empleo de psicofármacos. Estimulantes de la acción, que reduzcan de manera específica la ansiedad (ansiolítico), o bien, que impulsen a la acción para vencer el estado de paralización (anfetaminas); fármacos que permitan sustraerse de los estímulos de la realidad (somníferos, hipnóticos), sustancias que calmen los afectos desbordantes, especialmente la tristeza, la furia o la angustia y drogas alucinógenas que despierten o inciten ilusiones y permitan el juego de la imaginación.
Predicciones clave de la Cosmología del Estado Estacionario de Bondi, Gold y Hoyle
La creación se asume que ocurre a partir del vacío, violando radicalmente la ley de conservación de la masa y la energía. Se esperaba que se produjera antimateria, originando un fondo de rayos gamma que resultaría de la ocasional aniquilación de partículas semejantes (o diversas) pero no pudo ocurrir evolución en gran escala. Los proponentes del modelo argumentaron que podríamos estar viviendo en un rincón local. Sin embargo, subsiguientes identificaciones ópticas mostraron que las fuentes de radio son radio galaxias y quásares que están a varios miles de millones de mega-parsecs de nosotros. Por nociones elementales de dialéctica, el golpe final a la teoría vino con el descubrimiento del Fondo Cósmico de Microondas.
ESTRUCTURAS DE PODER
I
Contra el desentono de la mímesis
y la aparente audacia periférica,
el centro desligado de viles estructuras,
a favor en contra de aguas que derivan.
Asemanticismo de la hybris,
cáliz de lo fragmentario
frente a los atomismos.
Instauración de un orden
para lo inesencial,
en la volcánica discontinuidad de lo continuo.
II
Hermetismo y desintegración encarnan lo telúrico
como insuficiencia y aridez.
Atemporalidad. Contradicción. La abulia del decir.
Alienación ante la fysis.
Antihomogeneidad de lo homogeneizable.
Metafísica de la fábula como sobreabundancia.
Discurso vs hostilidad.
Renacer por despersonalización.
Aspirar a lo inalcanzable en el pertinaz simulacro de la página.
¿Palingenesia otra vez?
III
En el Poema Estado
incesantes reflejos inmovilizan
la autonomía del lenguaje.
La quietud transubstancia referencias
que emergen irrestrictas
y se explayan hacia la confusión simbólica.
La desmesura otea
y el alfarero
ata los hilos de la arcilla
en rueca gastada como cántico.
El caos re-configura impulsos
y la armonía encarna
en el vislumbre de apertura seudo
que el (des) imperio de la razón
dicta,
pero
la hostilidad
del número
anula la silente,
la prístina apetencia.
IV
En la hora desierta del regreso
a las altas alcobas
donde la dispersión
es una célula
y la orfandad un testamento
inconciliable
sobre el campo arrasado
de las sábanas,
escrituras canónicas aíslan
del humo de Occidente.
Páginas de heredad
inamovible
afectan al que instaura
la sucesión de cuerpos
moribundos,
siempre en el borde de una edad
erosionada como la intolerancia,
por no volver a percibir
voces detrás de voces que anieblan
los instintos.
En la hora
de escamotearle un signo
a lo inquietante:
la futuridad.
Algo extraviado
como reliquia asola.
Nada por decir escoge al copista,
Traditore del humo
que se difumina por los inmensurables
prados del abandono.
Como si lo no engendrado
dictara
sus trances,
argumentos
contra
la ingrávida,
la tautológica
y ambigua
disparidad
de la existencia.
V
Extirpar la utopía de lo utópico
y excogitar el número
en el primordial viaje.
Ser,
estar atento al vientecillo
situacional del cosmos,
respirar el impulso
que reduce el aeda a la estructura,
al pavoroso ministerio del límite
donde poeta equivale a giróvago.
VI
Entre las goteras que preceden
al río de la noche,
la íngrima impulsión
corporiza en los límites.
Todo ha sido un instante
de la pausa infinita
y las cosas disuelven
sus contornos,
quebrándose,
rama seca frente al muro.
Noche vacilante
de la estéril criatura,
de la partícula dual.
El desgobierno expande sus dominios
sobre los techos,
bajo los pies,
descalzos,
una vez que las aguas,
accidental delirio
definen la fagocitación.
Las gotas unen al vacío,
a la desesperanza del aire
que muerde los rincones
donde vibró la música,
y los seres
temblaron de inanición
para después ser vértigo,
nota de despedida sobre tálamo ígneo.
Las goteras entran en lo poemático
como en el caos el logos.
VII
Geografía sitiada por indisolubles
fuentes del desaliento
componen delirio autobiográfico
detrás de las columnas,
en ciudad interior,
metarrelato
providencial
e impronunciable
en todos los discursos.
¿Megapoema?
Aislada pieza de ajedrez sonoro
entre los claustros de la voz
conducida por atlantes nimios:
la micro-historia.
Lo diverso y lo unitivo en su danza
diabólica,
en la hora profunda,
tallada a cal y canto sobre los contrafuertes,
asfixian al viajero
ante las puertas cerradas del clamor.
Arquetipos para recomponer lo inamovible,
seudópodos entrelazados
alimentan los cauces (¿novedosos? del texto)
esquife entre vientos antinómicos.
Pero el coto gremial, la soledad sinfónica
donde el escriba emplaza
su estilete sombrío, le devuelven al ente
la voz que desintegra lo descalificado,
y (re)comienza la lluvia,
el chorro, obstinado, de palabras.
VIII
Ruinas
cortan los bordes,
franquean
los acertijos cuneiformes
que escinden la morada
para nombrar la res.
Contra la angustia de fijar
el espíritu infortunado de las ruinas
la reinvención,
el vórtice.
Absterger
el inevitable
(des)
corrimiento
de la arcilla
y recuperar
lo individido
con la punta
sangrante
del relámpago.
IX
La riada corre hacia el infinito
entre las ceibas de la creación,
y en su lento fluir
anuncia la plenitud con ardua resistencia.
Sólo las aguas se dividen en pos del nuevo mundo
bajo los designios del poder.
Sólo las islas, separadas, vuelven a la corriente
donde una voz confunde los idiomas
a la sombra de las constelaciones,
en la noche sin término.
X
En esta noche hilada desde una rueca díscola
han sido revelados
los símbolos que hacen del universo
una ciudad irreal.
Signos contrarios al miedo y a la duda
regresaron
donde el acceso a la ciudad perdida
es la imagen de un rito
virtual
del intermundo.
XI
Entonar los himnos
que no serán suscritos ni celebrados
por juglares.
Dispersar, indefectiblemente, la canción,
a sabiendas que del escepticismo
nunca brotaron árboles,
para asolar los cauces
de devociones inmediatas
que asociaron el tamborileo integrado al discurso
con la vaguedad y el artificio.
XII
Aún cuando la trama encubre el suceder
y todo se reviste de una sustancia
cuya resistencia pertenece a un dios
o un algoritmo,
algo que no es edad
desarticula la voluntad de ser,
entra en la noche
con el mismo vértigo de quien intuye lo excluyente
y el diálogo colinda
con una aridez similar a la estepa.
XIII
En la proximidad de lo inefable
las cosas pierden trascendencia.
Nada es más efímero
que la palabra dicha
con supuesta raigambre
en la logicidad.
Si das un paso
no reconoces tu insignificancia.
Si retrocedes,
el viaje adquiere dimensiones fatales.
Detenerse a escuchar
al pie de la montaña
acelera el encuentro
con las lluvias del génesis,
pero no siempre la serenidad
de la espera
redimensiona el éxito.
Ante un reino donde eres tan minúsculo
detenerse a escuchar
puede conducirte hacia la nada.
El todo engendra su contradicción
en un lapso que no permite asombro.
¿Qué puede entonces la partícula
frente al espacio indescifrable?
Si das un paso y se transforman
las luces,
con horror,
¿Cómo puedes aspirar
a entrever las ciudades
que reafirman una nueva existencia?
XIV
¿Qué aliento
de palabras perdidas
roza uno por uno tus destierros
en la hora del desarraigo,
entre el magenta de la tarde
y el violáceo espejismo?
Es el antiguo eco
que en el desierto clama,
con voz
desconocida.
XV
Reinventadas una y otra vez, las palabras no resisten
el inconfesable desierto, son sólo materia de incertidumbres,
interrogantes sin respuestas en las secretas lindes.
¿Por qué la brevedad, tan alejada de los primeros crímenes,
ahora es una ablación sobre los palimpsestos, y no retorna
el proverbial torrente que interminable parecía?
¿Radica la verdad en poder discernir entre el follaje abrupto
y la ideal llanura?
¿Algo se libra se arrastrarse hacia el centro del bosque?
La escritura puede ser una atrocidad reminiscente.
Escribir holocausto
con temor a ser traicionado por los símbolos,
en la gravitación que otras vocablos
ejercen sobre la intensidad,
inaugura el instante de develar las causas
que transmutan el humo en un acto tangible.
Acaso porque un antiguo mecanismo recobra fuerza,
sólo por escapar
del secuestro idiomático
comienza el rito de las sustituciones.
Las leves hojas grises,
desprendidas del árbol,
sin dudas pertenecen a la abstracción más pura,
conquistada por la brisa irascible
que impone su violencia
al dolor de las ramas.
Asume la inaccesible plenitud.
un resplandor hiriente
de dudas que pasaron
-y son siempre las mismas-.
Reinvencionar un tiempo
y un espacio
donde nada transcurra
-y todo suceda
como en las paradojas-
es la misión
antes de develar la estatua
que en las sombras
espera el abrazo
intemporal del viento.
Urdir los misteriosos artefactos
con el desamparo del primer alquimista.
Aspirar a un sentido
hasta en la necedad
de disponer los espacios en blanco.
Devolver el logos al origen
sin culpabilidad.
Viajar hacia la noche
para intuir el salmo
que despierte a la esfinge.
No accede lo irrecuperable
a la certeza de la página.
Algo perturba
del hablante
y no es la eversión de la piedad
con que entran los versos escritos
en la indiferencia o el acabamiento,
es la inmundicia de los significados
que devela el preámbulo de la caducidad.
¿De qué matria infinita
provienen estos dones?
¿Se destruyen las cosas
sólo porque regresan?
Pasar hacia las fuentes,
en sentido contrario.
Abandonar el yo
y ceder al designio
es el fin
de la búsqueda.
XVI
La erosión primigenia
organiza fobias ante la infinitud
como bálsamo sin finalidad
y conduce hasta la página
donde no fija la avidez del instante.
Permanecer árbol,
sin fluctuaciones,
extermina toda dualidad
en el ser que se mira las manos
como interrogación.
XVII
Transformar el dolmen
en Nirvana
sólo puede una dinastía
de peregrinos silenciosos.
¿Pero
qué hacer
ante el velamen olvidado,
en vías de acariciar la médula
que precede
al derrumbe?
XVIII
Frente al brocal
abierto en la espesura
vibra el amauta,
perturbado arúspice
que detiene la noche.
No es inaudito
el barroco entusiasmo
de las palabras
que, con discreto ahogo,
entran en la penumbra.
La libertad
oscura del demiurgo
no sustituye
la clara voz que dicta
las tankas del silencio.
Interior diálogo
en las inmediaciones
de lo invisible,
serenamente aislado
por una mano inmóvil.
Sólo tu nombre
de mutaciones leves,
como las aguas
que distinguen al Uno,
restituye el desorden.
Cede al murmullo
recóndito del agua,
desde un hermético
abismarse sin fondo
que anula el rostro ausente.
Es renombrada
la aspereza del símbolo
que vio en las aguas
la plenitud, y expira
su imagen, sucediéndose.
Pero las sombras,
que sin cesar envuelven,
ya no conducen
como ayer los barqueros
a su reino infinito.
XIX
En los dominios de la Armonía,
donde las entidades ignoran todo límite, la voz que transustancia los objetos y devuelve al estado prenatal, incita a la eugenesia de las cosas como única posibilidad de elevación. Cualquier cuestionamiento de las lindes es una ambigüedad y, al final, un obstáculo en el ascenso hacia las profundidades.
Existe un subespacio para la transfiguración que se resiente a ser nombrado, donde las vestimentas se transforman, y lo que era si-niestro adquiere vitalidad para que el resplandor desborde los claustros de la semipenumbra.
XX
De espaldas al océano nada posee identidad.
Lo intenso es una reminiscencia
como profecía al amparo de lo inaudito
Hay un conocimiento
de lo que une y separa,
línea divisoria para las pérdidas,
reencarnación de lo insólito
en lo que no se nombra
y resulta un prodigio
de idénticas costumbres.
XXI
La realidad ha de volverse espíritu
a través de la imagen
pues ¿qué sentido tiene el fósil
sin la mano que devela su origen
y restituye al símbolo su porción del misterio?
¿Cómo explicar el barro transfigurado en ser
por la metáfora de la voluntad
que ordena el cosmos,
a imagen y semejanza de las cumbres insólitas
donde no alcanza el grito ni la oración secreta?
¿Para qué nombrar cosas
que existen previamente
nombradas e inasibles
como la voz del aire
si la palabra es humo,
absolución del karma,
y la busca ha de tener sus códigos
fuera del aparente
murmullo
de lo estático?
Adentrarse en las hondas vibraciones ocultas
y sortear lo visible
en el camino de la esencia que transforma lo inmóvil
no le otorga a la rosa cualidad de elemento novedoso
y distinto
simplemente la excluye
de tender hacia un fin ordenado en las sombras,
la torna singular, pero no la define como aliento inefable.
La rosa no es la rosa por su causalidad, el arbusto coherente,
sino porque rebasa la grandeza del mito.
XXII
Contra la mímesis
lo que fuera (es) descenso,
intención
de invasionar
discursos fragmentarios
(desde la fragmentariedad
de un inminente algo que
se descompone)
no le añade fulgor al viaje
primigenio.
Astillada escritura en desbandada.
Placer por la combinatoria inerte,
segmentación aparencial,
de lo que no ha nacido y ya se integra a lo purgable,
cifran, al final del poema, la anulación del yo;
porque si nada expresa
que cesen de una vez los circunloquios.
Personajes entran y abandonan el set,
pero no acude la fluencia desmistificadora,
a dislocar los símbolos de la noche total.
ATMÓSFERA SATURADA DE SOLEMNIDAD DE LA LITURGIA COLECTIVA
The nullity: círculos de diálogo
Un enrarecimiento desvelante que llega sin palabras.
Un prosódico desdecir
que libera el sobrescripto
sin haber cometido la escritura.
Un acampar en la región no oída
liberado del ser y del ahogo que significa
no significar.
Un estarse ante el agua
sin el vértigo de fustigar la reinvención
a ultranza,
sólo por escuchar la paz sinuosa.
Regresar sin regreso
a la vigilia
como una posesión que va nombrando
los secretos atisbos,
sin perjurio a los viajeros, como tú, solemnes:
irá reconstruyendo los alcázares desde tu madrugada
predispuesta
para eludir matematicidades,
en comunión con la provincia inmune, donde se orquestan
los nacientes himnos
y se conciben los distanciamientos.
Será el discurso entonces el preámbulo de sumersión
en claridad que escinde las lealtades
y el decir recobra para ver el acróstico en el muro
y comprender,
por un instante al menos,
las líneas, los delirios del trazante.
Todo será escuchar los inconfesos desvalimientos que la noche
urde
y superar lo que se adensa dándose a la supuesta disensión
en torno.
A las regiones donde el viento cesa
y ya más nunca,
y ya nadie convoca la ingeniería de la levedad,
descienden los vocablos a su urdimbre inexplorada
y lo que no designan es su interpretación más reincidente,
porque hasta el cono que dispone el árbol
detrás de los objetos
y los sacros, amados gestos que transfiere el aire,
agita el limo de la conjetura.
En la confusa, siniestrada esfera donde los signos
configuran orbes,
lo que se instaura sin apego al fúnebre
acaecer de la razón
y el nervio que pulsa un ámbito suprasensible,
adviene inanimado al frontispicio virtual,
y escribir tiempo, luz, memoria
no le concede gravidez al coto,
aunque se entrañe un fingimiento,
aunque pretenda erguirse, refundante, el diálogo.
Ya todo es,
en el presunto lapso de convocar,
y lo que fluye estuvo, desde el principio, en ónix;
omnisciente argamasa,
arquetípica,
inquietante.
El resto es desdeñar el rumbo íntimo del bosque
y proseguir hacia el origen
como una lente que se descamina en ambigua sustancia.
El resto es trama, lenguaje que depone sus fronteras,
postrimerías de lo amorfo ingénito.
Un redoblar de la palabra
inscribe sus rupturas en claustros de silencio,
que se acallan tan sólo para abrirse como ecuaciones
de sentido.
El pulso de la palabra,
en cuántico sosiego,
entreabre sus plexos,
difumina,
desde el supuesto enmudecer,
un vasto confiarse al ímpetu,
estrategia óntica,
para que, al embestir contra sus límites,
lo inesencial encarne en permanencia.
Deshacer escritura
Hay días que merecen ser borrados, para frustrar el doble acallamiento de la expresión y la extrañeza indemne
que es desvivir lo revertible, al margen de la artefactería yuxtapuesta, y las latencias por error vertidas en estructuración y verbo. Hay horas que recotidianizan las más simples maneras de advertir y, enrareciéndose, no se fragmentan ni se van, sucumben.
Borrar, para que surja el columnario como transposición, y cese el vértigo por lo afectable que se desafecta según convergen utensilios diáfanos de perspicacia, según cede el odre tangencial de reunir morbos, vislumbres y cesaciones. Mientras se deshacen los artilugios y recordatorios, un centelleo sonoro que acontece en lo velado, reconforma el pacto.
Si algo puede esfumarse es porque yéndose se presentiza en cuanto lo ha entrañado. Perder la sujeción a cuerpos, óleos,
caligrafías de supervivencia, sólo es posible cuando lo tachante inmoviliza al tachador. Si el monte, la yerba voluptuosa en que acrecieron las acorporizantes transferencias, que en el límite son rumor e imagen, no vale retener ¿pesa lo ubicuo?
Fractales: esquemas del caos
Horizontes de jade. Lo traslúcido, en su hermeti-
ticidad irrespirante, se reproduce como fingimien-
tos de la contraemoción, y hasta las aguas inmo-
vilizan el febril torrente canicular. Ineditez del cír- BOCHORNO HELICOIDAL
culo que al visionario anubla. Ceden ocres profu-
fusos los aciagos promontorios alrededor, y lo que
fue apetencia de infinitud gobierna en el declive.
La indefinida mutación que aísla. Las observancias.
Las incoherencias que, desde lo cerrado,
contusionan. Solemne terquedad perpetuizándose
en la objetuaria y las efigies. Pulso inextinguible de las cosas simples demonizadas por lo que se integra a la frugalidad adiscursiva.
Los pétreos, opresivos horizontes. Casa en desplome.
Arritmia secuencial.
Reencontrar soterradas inmanencias entre criaturas palpitantes, dentro de lo que debe ser caotizado. An- helar la proscrita marejada que en anagrama de fruiti-
INFICCIONAR vas pieles suprime el roce con lo nomológico. Estatuir el
LA SED el cisma como antítesis de la demolición y la s.o.s. pecha,
pero exceder cuanto en su austero arrimo desarmoniza
con la fe del ávido.
Lectura posmétrica de la ensoñación
Algo que se ha inmanentizado acude a las afluentes revisitaciones y se percibe un territorio idéntico a la emulsión originaria, un pálpito de aposentos que migran.
La renuncia (desviación de agencias intocadas) sólo es desasosiego que se apresta a moderar la reciedumbre.
Algo desvirtualiza sus exuberantes atuendos de ilogismo, y transfigura.
Porque el embozo consuetudinario de la avidez sólo oscurece, a medias, la densidad de los extrañamientos, es que reanudan las significancias de las fracciones y se ofrece el todo como fascinación, en el preámbulo; luego lo renunciante, lo hipertrófico suspenso, interactúan, reequilibran el suceder, y la visión restaura su desapego en apariencia sísmico.
La ensoñación que rige los pedestres deslizamientos y dicotomías de quien supone haber dimensionado magras reminiscencias de absoluto, culmina en lógica estertorizante, engañoso reencuentro, insilio, rémora, o restablece sus demarcaciones donde la brizna puede ser la ráfaga, si los velados goznes no mutilan que los objetos ensoñados quiebren sus engranajes de mendicidad con el ensoñador testamentario, para desdibujar la semejanza y ser imagen emergente, antítesis de lo que se refracta. Que la estéril criatura se aligere de las simas, antaño en sucesión, cuando acontezca lo desconmocionante y el oblicuo lapso destituidor de lo recóndito.
Calle Real
I. Antífona individida: doctrina gálica
Yo no quería hablar de andenes ni de mundos diferidos,
de fatalismos ungidos por mis eclécticos genes.
No quería tales bienes en sumersión.
Un instante,
al menos,
quería el semblante cosmopolita
y diverso
que acercara el universo a mi avidez desafiante.
Inhalar sin artificios.
Desenmudecer mis fiebres.
Suscribir rotundos quiebres de noción,
aunque mis juicios devinieran en ficticios argumentos,
y lo humano dimitiera de antemano,
por escritural desgaste
que expansionara el contraste con lo obscuro
y lo profano.
Yo quería.
Yo aplicaba al estático rimero útiles de relojero.
Luego me desencontraba.
Descronometrar la aldaba irrespirante,
con trastos al uso, fijaba emplastos
en el mugriento tejido,
demasiado atento al ruido de los guarismos nefastos.
Alguna vez la inocencia pre y poscreativa me puso,
como referente abstruso,
escribir por insurgencia.
Reformular, con urgencia, el paisaje somnoliento del discurso,
estar atento al sonido antigregario,
y no al nervio estrafalario que induce al desbordamiento.
Toda una extensión verbosa,
infatuado de intemperie,
negué mi asesino en serie con una idea morbosa del arte.
Aspiré a la cosa en sí,
a la esencia,
al ligamen trascendente,
fui al certamen de los sentidos,
a medias,
perito en tragicomedias que aguardan por un dictamen.
Alguna vez fui el oráculo,
la imprecación,
la promesa.
Alguna vez la belleza amotinó mi espectáculo.
Alguna vez no hubo obstáculo para el reo en malandanzas,
y ni las desemejanzas con mi entorno me abatieron.
Alguna vez me ofrecieron indulto,
y quebré mis lanzas.
Sucedía la extensión sin temporales diafragmas,
instituyendo sintagmas: claustros de aniquilación.
Negando a la "trabazón inescrutable"
un convulso rescoldo,
contra el insulso hatajo de ociosos fuelles
que desinflaman las leyes reluctantes del impulso.
Deseaba infringir los pactos de la molicie,
esa estigia
que tantas veces litigia con verbalismos abstractos.
Huir,
esquivar los actos de vileza intemporal
para suceder lo real a la deriva,
sin lastre,
autónomo en el desastre que anticipaba el umbral.
Por escaleras roídas se abría paso el delito,
grafiteado como un grito de sirenas desoídas.
Y yo ansiaba esas caídas de albura convaleciente
en mi sima adoleciente
con fervor impronunciable,
como el que ve lo insondable al otro lado de un puente.
Gestualidad transitoria, abalorios
en menguante,
inepcia insignificante, cuchitril de alma
mortuoria.
Nuevamente la memoria contra un vértigo nietzscheano
capta el zigzag de mi mano sobre una estepa lasciva,
y otra vez la subversiva luz
disuelve lo profano.
Entidad en discordancia con su propia estimación
de la lógica,
intrusión dual:
azar/ repugnancia.
Victoria de la inconstancia ingénita sobre el crimen.
Perplejidad frente al himen.
Apetencias y censuras.
Virtud de cribar impuras palabras que no redimen.
Supliciar el malandante transcurrir de una estructura,
dio sentido a la aventura de dar caza a un río mutante,
sin relación importante
con el ámbito unitivo del rastreador.
Lo excesivo debía,
por consiguiente,
no ser un gesto inmanente al microtexto invasivo.
¿La permutación sonora llevada hasta el paroxismo
le restaba al organismo poético
abarcadora duración?
Agua invasora,
agua de germen escénico,
¿impera lo fenoménico sobre el discurrir bullente
que se incorpora,
vehemente,
al socavón ecuménico?
Podar la anécdota,
el nexo que urge contextualizar.
No ser tentado a nombrar
el fascículo complexo de lo asentado.
Conexo con un decir implotable,
se vislumbraba probable añadir al silabario
un trance reescriturario,
y ese fue el rumbo inmutable.
Pero hay logos traicionados, patetismos
germinantes,
responsos beligerantes
y sermones complotados que reemergen.
Hay truncados gerifaltes de regreso,
ponderando un retroceso
al distrito inamovible de la afasia,
un ilegible
descendimiento
inconfeso.
Hoy,
sin las figuraciones díscolas de la lujuria,
soy incontinencia espuria,
fracturación de emociones.
Observo y juzgo los dones desmedidos
del propenso a desdoblarse,
suspenso de un lírico apocrifario
en el que soy mi contrario
mudo,
estólido,
indefenso.
Y ni pergeñar luctuosas cantilenas,
ni formales diatribas
ocasionales
contra apuestas sospechosas
me entusiasma.
Procelosas grafías que no descarto,
con otros entes comparto sólo por manía de orfebre,
porque después de la fiebre sediciosa, las aparto.
Íngrimo ante la pared,
donde lo que se rehace me niega,
soy un enlace burdo
con mi antigua sed.
Luego,
desciendo,
a merced de un claroscuro grotesco
que transforma en arabesco la irrecuperable zona,
pero siempre me traiciona
el remolino
dantesco.
Me incriminan las secuencias insecuentes,
los volúmenes sin concordia,
los resúmenes umbríos,
las fluorescencias.
Perpetro desavenencias de hormiga. Luego, la duda.
¿Qué fascinación tozuda es esta?
¿A qué erial despótico pido disipar mi amniótico carbón
que no se desviuda?
Anular el yo sombrío y ser ente visionario
que, bajo un risco precario, advierte el cauce del río.
Privarle al estrellerío, no su índole anchurosa,
sino la menesterosa brizna,
y ponerla a oscilar
en el sereno telar de la energía misteriosa.
Diluir el trillo estrófico: carne de antífona en marcha.
Entender que no es la escarcha un precursor hipertrófico,
siempre,
del hielo distrófico.
Puede bullir,
en la artesa,
el barro
y no ser promesa de alfarería imparable
ni es la dimensión mutable
señal
de que el canto
empieza.
II. Claudicación de la Escuela de Nápoles
El ojo inquisitorial, determinista penetra,
en escorzo, hasta la uretra del guijarro primordial.
Profila, raspa el tribal arbotante de ósea entrada,
y en la sombra dilatada donde la emisión corroe,
bulle como un oinocoe tenorino, la quebrada.
La vibración vegetal trae sus alpes provincianos,
al vislumbre de las manos que pulen el pedernal.
Sus entresijos de cal y arborescente rubor,
espejean de claror indialogado la ubre
del cántico, y se descubre el oficiante esplendor.
La antinómica semilla que rebasa en sus hondores
los herméticos hervores de un transcurso que se ovilla,
va de regreso a la orilla del estero, linde y tala,
germen épico que inhala lo germinante-muriente,
y se integra a la corriente como náutico mandala.
Entra el cisco simultáneo, de clandestina modestia,
al muladar de la bestia con gesto contemporáneo.
Entra y cala, subcutáneo adviento, al espirituoso atrio.
Entra memorioso, excogitado en lexías,
a biselar las estrías del estatismo nudoso.
El palmar gnóstico inflama la verbalidad del hato
y adviene el paisaje chato a la rapsódica llama.
Compulsado por la rama que se desenmoviliza,
la elección fraseologiza los verdeantes grisamientos
trocados en monumentos por la música indivisa.
El alto fotomontaje centrípeto del peñasco
desciende como un chubasco al anímico paisaje.
Y asiste un ritmo, el voltaje interior del claustro métrico,
a sacrificar lo tétrico del estatismo perenne,
que subyuga lo solemne y deforma lo simétrico.
Es el motete del estro, el silbo vitalizante,
que armoniza el consonante substancioso del ancestro
y acaece por secuestro de reciedumbres innatas,
para verter en sonatas jerarquías de vigor
que organizan lo exterior en esencias inmediatas.
El canto, las inmanencias del canto, lo que se junta
turbándose, la pregunta generatriz, las cadencias
de la pregunta: insolvencias orquestables.
Todo en pos de una juntura veloz, que lo anarquizante tacha.
Todo anegamiento y racha. Dolmen. Pez. Desierto. Voz.
Las presencias expandidas de los seres como ajorcas
silvestres, juntan mazorcas sobre tierras demolidas
y las estrofas vencidas recuperan su desfogue.
Son vestigios del derogue disforme que retrocede
cuando la emoción procede por densas ramblas de azogue.
Y va emergiendo en estratos, desde la fronda sin nombre,
la arquitectura del hombre obsecifrado de datos.
Y emergen los frisos gratos al estupor y al repudio,
y medra, en el interludio, el árbol de savia honda
que se reintegra a la fronda incesante del preludio.
El luminoso poliedro en otro poliedro inscripto
no delata el sobrescripto ni visualiza el arredro.
Persiste contra el desmedro sensorial su faz totémica.
De la conmoción endémica desembarazado, canta,
con la natural garganta de la armonía sistémica.
El rumbo de piedra hirsuta, adusto de trashumancia,
niega, por sobreabundancia, la nulidad de la ruta.
Su infinitud le disputa al leopardo su feraz progenie,
al mar por contras-
te, sólo le escamotea la eventual linde que orea
sobre la arena locuaz.
Desde los valles intensos, el trillo insinúa un viaje
de icarístico linaje a los alcores suspensos.
Summa de caminos densos va el trillo a la inmensidad.
En su magnanimidad multiplicante, va el trillo holográfico,
hacia un brillo de vetusta mocedad.
En su largueza hierática se arromanza la planicie
y encubre la superficie su canción acinemática aparencial,
la gramática de un polvoriento himno arcaico,
transcrito por algebraico intérprete de lo nimio,
que desentierra el eximio menhir del limo prosaico.
El zigzag del voladizo épico que se inmensura,
reconforma la estatura cíclica de lo impreciso:
el intervalo, el caedizo bastimento improrrogable
que bosqueja lo improbable-posible en hojas de acanto,
e introduce un esperanto piadoso a lo inextricable.
Por el consuetudinario asomo cosmovisivo
ventea lo disyuntivo: el dualismo refractario.
Hay un singular binario siempre acezante detrás
del fluido. Hay un quizás. Y hay un es que se proyecta
en la exclusiva analecta interior de lo fugaz.
Percute el vidrio silvestre del pozo ciego,
un retumbo familiar, y traza un rumbo
para el hondero pedestre: la alta pulsación terrestre
que genera, subrepticia, la vocación traslaticia
y la euritmia espiritual que erige la catedral
sobre la tierra propicia.
La mano y el audaz roce engendrativo burilan
los salmos que se perfilan para el vértigo y el goce.
No es el azar quien conoce, quien ordena desde adentro
los pulsares del encuentro prístino de objeto y diestra,
ni la intelección maestra que brota del eposcentro.
Es la palabra en sí misma, en su disturbio y su oblea
quien desovilla la idea al pairo dentro de un prisma.
Palabra es, de melisma a melisma, de rizoma al fruto,
desde que asoma en su legión de clausura,
y distingue y transfigura como un zoomórfico idioma.
Por fractura y ligamento vienen los nuevos registros,
tonsurados por los sistros sacerdotales del viento
a allanar el aposento cantábile del neonato instante,
como alegato contra el ciclo desarmónico
que suprimió lo sinfónico del eurítmico substrato.
Hierve, expresión sibilina, adénsate lengua ubicua
que no truecas por oblicua la incognitez de la ruina.
Prepostera la hornacina en su pabellón enteco,
y extrae del recoveco anodino la mayólica
que centuplica, simbólica, las magnas cifras del eco.
Cuerpo poemático, aleja lo que busca historizarse,
lo que se delata al darse, lo que, en dejadez, no deja.
Si el páramo se refleja en ti, que se desconcierte;
y que, de una vez, deserte el íntimo anecdotario
que entraña el itinerario discursivo de la muerte.
III. El Lébano. Métrica en relatividad especial
Hacia los vastos andenes el ojo: daimon de esperas dilatadas, como bártulos inmensurables que abaten a quien mal sostiene el orbe, va silueteando el camino, caotizándose, desértico de símbolos anhelosos que en la arena se arremansan y, anegándose, trascienden.
Intemperante, sanguíneo, registra los engranajes, las zonas bajas, la piedra que preserva a las criaturas del paso ceremonial y deletéreo del cíclope, para ascender al collado donde otras figuraciones, junto a la fogata díscola, beben estrofas licuadas
Hacia el desorden nutricio donde, despacio, destejen sus telares las nefandas sirtes, las laceraciones de la ilación va, in crescendo, hacia el desborde, la mística de lo disperso, la cuántica desesperación que anuncia lo vertiginoso kármico, lo conmocional recóndito. Como carga de sentidos y ensanchamiento de ámbitos, a su animosa hendidura la imagen vuelve. Su entrada es de advenedizos. Quiebra las horas que se atumultan en sus fardos, vapuleados por exterior primacía. Entra y le ofrecen un ánfora y unos brebajes, las sombras.
Porque la atrición rebana a quien porta el huracán como vernácula antorcha, el peregrino dispone sus meteoros, la cruz sobre mesa despoblada al otro lado del círculo, el aguacero, la estrella: febril llama de las islas inflamadas de silencio. El peregrino, la mancha sin rumbo, espiga en la noche, juzga. Las praderas tórridas lo obseden, pero insinúan más allá del laberinto que le ha trampeado sus bosques intuitivos, otras huertas de alabastro y miel. Al sesgo, contra esferas empalmadas a una maldición, se abisma.
Caminante intempestivo por angosto túnel, bóveda quimérica, hilo de sangre de profusa ingeniería, en un remanso se tiende cuando lo excesivo enuncia sus números: cerril álgebra para cifrar la existencia en lo insondable, al amparo de estigmatizantes prácticas.
Intendencias emergentes de la neblina y el barro, no le ofrecen al viajero más que proscripción y fobias, extrañamiento y molicie. Sinuosas vertebraciones de sus baluartes, apremian su retorno a los declives acerbos, a las comarcas que absuelven sus letanías:
Vengo de terciada calle que se desdobla viviendo y voy hacia los andenes irreconciliables. Soy el que no ha puesto el pie nunca en opulento perímetro.
Todas las regiones vienen a mí, y prescindo de ellas como quien prueba su aeróstato en difunta ciudad íngrima.
Al final salgo de mí, soy la imagen, el que absorbe las imágenes ubérrimas de mis prójimos, quien traza sus retornos y sus vértigos en casa de vagabundo, que no es firme habitación ni mastaba para célebres hordas, devastando goznes sin petaloides ardides.
Salgo como un argumento que intenta encarnar en obra y es sólo ruido, el actor-voyeur del secuestro propio, escena paralizante del intérprete que increpa al público, él mismo:
¿Quién de ustedes es la metáfora que escinde al ente en origen y fuga incurable? ¿Quién?
De apolíneas aldeas vírgenes llego y mis vinos dilato en fugitivos tugurios donde no asisten nombrantes sectarios, ni entes que agotan sus fiebres retorizantes dentro de valvas de humo sedicioso. Luego enrumban conmigo beduinos sabios y ejércitos metafísicos.
A exterminarse en mi plétora descendida, en mi atolón de aciagas sonoridades. Desván de roer adversas posesiones, de abstenerme ante la belleza bárbara que, tautológicamente como aposento terrígeno negado, las palpitantes cuerdas de mi viola infaustan.
Los mismos sitios, los magros viejos renovados sitios de la escala, el invariable estar, volver, escurrirse por incompletez, apremio de un desconcertante agobio, cuando los espacios instan a fundirse, las instancias concedidas que renuncian a ser atrios perdurables, pese a entrañar la imprudencia y el boato de sus claustros deseosos, como destino. Los sitios solitariándose pese al ágora, el profuso suceder. Todas las plazas, coliseos, habitaciones, babeles, colosos, templos y la afición a llegar, sin tiempo, a la puerta utópica.
Hacia los vastos andenes. Hacia el desorden nutricio, el peregrino, viajero ávido, aleph del carbunclo inabordable, del Báratro desprendido, la tramoya de sus antífonas ciñe, y en el cardinal reajuste de los límites, lo real restaurado, se disuelve.
En la ambigüedad ecléctica de escoger, saltan los predios aparenciales, la euforia que lo anchuroso disfraza, y escoge el siervo la abrupta pendiente, un lindero al fondo de todas las cosas idas, para ascender al otero. Trágico albur acechante siempre en la espiral del tránsito.
Pasar,
pero pasar yendo como si una carga lóbrega cediera en cada peldaño percibido.
Pasar dándose a los fragmentos que doman el galimatías cósmico, la barahúnda de pausas en el estar.
Ir al ruedo mutante de los albores íntimos, cincel en ristre.
¿Existe algo menos triste que el paso?
¿Alguna entidad más condenada al incierto paso que el hombre?
¿Otra insignia desemejante al ahogo antediluviano, a expensas del individuo, que adopte las formas de un dios auténtico?
¿Dudas como potestades pueden revertir lo inmóvil en órbitas desplegado: galaxia que se desdobla para subyugar el polvo, su nervio germinativo?
¿Son potestades dudosas las que el ímpetu gobiernan cuando sobreviene el paso de la fortuita entidad?
¿Existe algo más patético que un dios de mirada ausente?
Entre miradas oblicuas, de intemperies a intemperies, sube por calle antitética el intérprete, errabundo clown, a podarle al viento sus lianas de inmediatez soterrada y sutil mímesis, para que se ensanche el túnel y la rapsodia sea un himno grávido, en el horizonte.
¿Existe algo
menos fúnebre que el paso?
¿Alguna entidad
más condenada al errátil paso
que el hombre?
Ronel González Sánchez (Cacocum, Holguín, Cuba, 4 de abril de 1971). Poeta, ensayista, investigador, crítico, escritor para niños. Ha publicado 37 libros por editoriales cubanas y extranjeras, tres de ellos en México por el Frente de Afirmación Hispanista que preside Fredo Arias de la Canal y tres en los Estados Unidos de América. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Diplomado en Historia y Cultura Cubanas. Máster en Desarrollo Cultural Comunitario. Actualmente se desempeña como investigador literario en el Centro Provincial del Libro de Holguín y posee la Categoría Científica de Investigador Auxiliar. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) desde 1993. Vicepresidente de la sección de escritores de la UNEAC de Holguín.
Ha obtenido los premios Segundo Premio Jaime Gil de Biedma de la ASEJE 1996 (España), Tercer Premio Concurso Internacional de la Revista Carta Lírica 2000 (Estados Unidos), Premio Nosside Caribe 2000 (Italia), Premio Iberoamericano Cucalambé 2006, Resultó finalista en el Concurso Internacional de Poesía Márius Sampére 2007 (Barcelona), en el Premio Mundial Fernando Rielo 2007 y 2009 (Madrid) y en el Premio Internacional de Poesía Saint Jordi 2008 (Girona, España). Ha obtenido, además, los premios nacionales José María Heredia 1990 y 1991, de la Ciudad 1991 (décima), 1992 (décima y poesía para niños), 1993 (décima) 1994 (poesía y décima), 2006 (ensayo), Regino Boti 1993, Cucalambé 1995 (décima y décima mural, Las Tunas), 17 de Mayo 1995 y 1997, Raúl Gómez García 1996, Rubén Martínez Villena de la CTC 1996, Delia Carrera 1996, Santiago 1996, José Antonio Portuondo 1997, Tercer Premio de la Asociación Canaria de La Habana 1998, Premio del Centro Provincial de Cultura Comunitaria de Guantánamo 2000, Regino Pedroso 1997 (poesía y Premio Especial de la UNEAC), Memoria Nuestra 1999, 2001, 2005, Primer Premio de la Asociación Canaria de La Habana (2001), Segundo Premio Festival Nacional de la Radio 2001, Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2001, Beca de la Asociación Hermanos Saiz 2002, Calendario 2004, Todo décima 2005, Premio Provincial de Investigaciones Socioculturales (2005), Eliseo Diego 2006, Cultura y Desarrollo 2006 (Holguín), Dador, Aquelarre, Nacional de la Radio (2010), entre otros. Es autor de las compilaciones La décima de Holguín (folleto, Bluffton, Estados Unidos, Signpost, [1998], Sonetos cósmicos de Raúl Hernández Novás (México, FAH, 2002), Antología de la décima cósmica de Holguín (México, FAH, 2003), coautor de Los pies del tiempo (1998), Árbol de la esperanza. Antología de décimas hispanoamericanas (Ed. Arte y Literatura, 2008). Autor de la multimedia La décima espinela (2005). Aparece en Talleres literarios 1986 (1987), Antología de Ámbito (1990), Un grupo avanza silencioso (México, 1990 y Cuba, 1995), Muestra de poesía y grabado del Taller Experimental de Gráfica de La Habana (1991), Contemporary poets of Santiago de Cuba. A bilingual anthology (Estados Unidos, 1994), Provincia del universo (1993), Cuentos infantiles (1994), Epigramas (1994), Poetas de la Isla (1995), Nuevos poetas cubanos (1996), Del otro lado de la pared del sueño: antología de poesía joven holguinera (1996), Poetas cubanos actuales (Venezuela, 1997), Nuevos juegos prohibidos (1998), Aguas del ciervo que canta (1998), Poetas del mediodía (1998), En un abrir y cerrar de siglo (Argentina, 1998), Mar por medio (España, 1998), Poetas en Holguín (España, 1998), Décimas cubanas de dos orillas (Miami, 1998), Decimistas cubanos actuales (Estados Unidos, 1999), Añorado encuentro (2000), Novísima poesía cubana (España, 2000), Los parques (2001), La eterna danza. Antología de la poesía erótica cubana (2000 y 2006), ¡Mucho cuento! Narrativa infantil cubana de los años noventa (2001), Viajera intacta del sueño (2001), La meta es el olvido (2002), Antología de la poesía cósmica cubana (tomo III, México, 2002), Des racines d´identidad (Montreal, 2002), Un puente, un gran puente (2002), Poemas cubanos del siglo XX (España, 2002), Cien poemas cubanos (cubaliteraria.com, 2002), Cuerpo secreto de la rosa (2003), Los frutos del sol. Antología poética del oriente de Cuba (Venezuela, 2003), Antología de la décima cósmica de Holguín (2003), Cuerpo secreto de la rosa (2003), No love lost III. An intenational anthology of poetry (Toronto, 2004), La estrella de Cuba. Inventario de una expedición (Cuba, 2004/Venezuela, 2006), Para cantarle a una ciudad: Santiago de Cuba (2005), Silvio: te debo esta canción (2005), Poemas de amor. Autores cubanos. Siglo XX (2005), Puente del tiempo (2006) y Catálogo de Ediciones Holguín. 1986-2006 (2006), Un lugar para la poesía (2006), Antología del soneto oral-traumático, tanático, cósmico y erótico en Cuba (México, 2008), así como en el Índice de Poetas de la Lengua Española de la Asociación Prometeo de Madrid y en el disco Un lugar para la poesía (1986-2006), en la multimedia dedicada a Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé) (Las Tunas 2003-2004), en la multimedia La décima espinela (2005), en el Catálogo literario holguinero siglo XX (2000) y en el Catálogo de Ediciones Holguín 1986-2006 (2006). Ha colaborado en Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, Unión, Bohemia, El Caimán Barbudo, Letras Cubanas, Del Caribe, Revolución y Cultura, La Jiribilla, Santiago, Verde Olivo, Juventud Rebelde, El Tintero, Trabajadores, Dédalo, La Letra del Escriba, Jiribilla, Perfil de Santiago, Quehacer, Sierra Maestra, Ahora!, Ámbito, Diéresis, La Luz, Cocuyo, Bifronte, así como en Claridad (Puerto Rico), Plural, Nueva Salamandra, Norte, Por esto!, Sonarte (México), Surgai, El Indio del Jarama, Paraninfo, Separata de la revista Aldea (España), Ruptures (Québec), Ateneo (Venezuela), Sensación de Cultura,, El Bolsillo (Argentina), Calibán (Brasil), Puerto del Sol, Carta Lírica, Caribe, La Zorra y el Cuervo, (Estados Unidos), Artes das letras (Lisboa), La Prensa y La Razón (Bolivia). Posee la Distinción Por la Cultura Nacional, Escudo de la Provincia de Holguín, Aldabón de La Periquera, Medalla de Oro de la Feria Internacional de Arte de Pyongyang y Medalla de Oro de la Feria de Literatura, Medalla Cucalambeana Dorada, Hijo Destacado de la Ciudad de Holguín, Distinción Beby Urbino, Hijo Ilustre de la Ciudad de Banes, Sellos XX y XXV Aniversario de la Asociación Hermanos Saiz.
Bibliografía: Si los gorriones olvidaran el cielo. [Poesía]. La Habana, AHS, Casa del Joven Creador, Col. Bahías [1989], [folleto]. Reflexiones de un equilibrista. [Poesía]. Holguín, Ediciones Holguín, Col. Antología mínima, 1990. Algunas instrucciones para salir del sueño. [Décima]. Holguín, Ediciones Holguín, 1991. Días del hombre. [Poesía]. Santiago de Cuba, CPLL, Editorial Oriente, 1992 [plaquette]. Un país increíble. [Poesía para niños]. Holguín, Ediciones Holguín, 1992. Todos los signos del hombre. [Décima]. Holguín, Ediciones Holguín, 1992. Dictado del corazón. [Décima]. Holguín, Ediciones Holguín, 1993. Incendio y otras historias. [Poesía]. Ediciones Holguín, 1994. Rehén del polvo. [Décima]. Holguín, Ediciones Holguín, 1994. Sagrados testimonios. [Poesía]. Santiago de Cuba, Ediciones Renacimiento, 1995. El mundo tiene la razón. [Décima]. Pról. Waldo González López. Las Tunas, Editorial Sanlope, 1996 [coautor]. Desterrado de asombros. [Poesía]. La Habana, Editorial Letras Cubanas, Col. Cemí, 1997. Zona franca. [Poesía]. Holguín, Ediciones La Luz, 1998. Ya no basta la vida. [Décima]. Holguín, Ediciones La Luz, 1998 [minilibro]. Consumación de la utopía. Sonetos cósmicos y líricos de Ronel González. [Poesía]. Pról. Francisco Henríquez. Miami, F.A.H., 1999. Segunda edición: Pról. María Dolores Ortiz. La Habana, Ediciones Unión, Col. Manjuarí, 2004. La furiosa eternidad. [Décima]. Pról. Virgilio López Lemus. La Habana, Ediciones Unión, Col. La décima, 2000. El Arca de No Sé. [Poesía para niños]. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2001. Selva interior. Estudio crítico de la poesía en Holguín. 1862-1930. [Investigación]. Holguín, Ediciones Holguín, Col. Comunidad, 2002 [coautor]. La inefable belleza. [Poesía]. Holguín, Ediciones Holguín, Col. Ediciones Especiales, 2003. La resaca de todo lo sufrido. [Décima]. Santa Clara, Editorial Capiro, Colección Faz, 2003 [coautor]. Holguín, ínsula embrujada. [Décima]. Holguín, Editorial Cuadernos Papiro, 2003. La noche octosilábica. Historia de décima escrita en Holguín 1862-2003. [Ensayo]. Holguín, Ediciones Holguín, 2004. El más perfecto modo. [Poesía]. Santa Clara, Ediciones Sed de Belleza, 2004 [coautor]. La sucesión sumergida. Estudio de la creación en décimas de José Lezama Lima. [Ensayo]. La Habana, Casa Editora Abril, Col. Calendario, 2006. Atormentado de sentido. Para una hermenéutica de la metadécima. [Décima]. Pról. Roberto Manzano. Las Tunas, Ed. Sanlope, 2007. Alegoría y transfiguración. La décima en Orígenes. [Ensayo]. Holguín, Ediciones Holguín, Col. Premio, 2007. Árbol de la esperanza. Antología de décimas hispanoamericanas. Compilación, prólogo, notas y cronología de Ronel González. La Habana, Editorial Arte y Literatura, 2008. Zoológico. Folleto. Colección Dienteleche. Ciudad de La Habana, Ediciones Unión, 2010. En compañía de adultos. Holguín, Ediciones Holguín, 2010. La enigmática historia de Doceleguas. Santiago de Cuba, Ediciones Caserón, 2010.
Autor:
Ronel González Sánchez
[1] Curbelo, Jes?s David: ?Meditaciones despu?s del toque de queda? en Carlos Esquivel: Toque de queda. Las Tunas, Editorial Sanlope, 2006, p. 12.
[2] Roberto Manzano.
[3] El hecho de la que la mayor?a de los cultores de la d?cima espinela en Cuba se mantuvieran apegados a la tradici?n del canto a naturaleza cubana y a la exaltaci?n del campesino, como sujeto marginado o transformador del entorno rural, conspir? contra la recepci?n de corrientes, tendencias, etc. provenientes de las vanguardias art?sticas del siglo XX.
[4] Tr?pico (1930) de Eugenio Florit
[5] La obra en d?cimas de Jos? Lezama Lima constituye un cuerpo sin precedentes en la historia de la d?cima cubana, por su ruptura ideoest?tica y formal respecto a autores y obras anteriores. Sus d?cimas se apartan de la saga del siboneyismo en nuestras letras, y del neopopularismo que tendr?a en Jes?s Orta Ruiz (El Indio Nabor?) a su m?ximo exponente. Al diseminar la d?cima por toda su obra, el autor de Paradiso dignific? la d?cima, debido a que la ubic? a la altura del resto de su creaci?n, por lo que la estrofa, que ha sido vista como ?la hija menor de la poes?a?, con Lezama alcanz? los ?cotos de mayor realeza? a los que aspiraba. Hay que significar, no obstante, que el hecho de que la d?cima aparezca integrada a la totalidad de la obra del poeta, y no formando un cuerpo ?nico, influy? en la incompletez de la imagen del Lezama decimista que qued? para la historia de la estrofa nacional.
[6] Uno de los momentos de mayor autenticidad para la d?cima escrita en nuestro pa?s fue el protagonizado por el Grupo Or?genes, sin embargo, el hecho de que las estrofas escritas por los autores integrantes del mismo aparezcan repartidas a trav?s de sus obras no permiti? tener una visi?n m?s exacta del fen?meno.
[7] A pesar de que los rasgos de la d?cima escrita en Cuba por las promociones m?s j?venes de poetas en las ?ltimas d?cadas del siglo XX y los a?os iniciales de la centuria XXI son: la ruptura respecto a la tradici?n del canto a la naturaleza cubana, la intelectualizaci?n del discurso, el profuso empleo de encabalgamientos, la manifiesta voluntad de renovaci?n en cuanto al par dial?ctico contenido / forma, la preocupaci?n por eliminar virtuales fronteras entre el verso libre y el rimado, la b?squeda de intensidades l?ricas elevadas y el subra-yado inter?s por reflejar las circunstancias socio-hist?ricas del pa?s, con una visi?n totalmente desprejuiciada, es imprescindible la relectura del fen?meno decim?stico insular por parte de poetas y estudiosos, para dar un vuelco sustancial a la estrofa del Cucalamb? y Nabor? y garantizar su supervivencia.
[8] Para evitar la pol?mica en torno a la espinela y a las variantes preespinelianas, he preferido emplear el t?rmino d?cima, a secas, excluir a Espinel, debido a que pese a ser el supuesto inventor de la variante espinela, sus estrofas incluidas en Diversas rimas (1591) no est?n a la altura de las de Cervantes, G?ngora y Quevedo, y son verdaderamente pobres desde el punto de vista literario. He preferido, adem?s, no hacer ?nfasis en la ?Cronolog?a aproximada de la d?cima? en las variantes empleadas por el Marqu?s de Santillana, Bartolom? de Torres Naharro, Juan Fern?ndez de Heredia, Juan de Mal-Lara ?o de Malara- , etc., puesto que el empleo que hicieron los poetas posteriores a Espinel se corresponde con el bautizo inmejorable de espinela (suceso tambi?n en penumbras). La d?cima, entendido en el sentido m?s moderno, ser? la estrofa de diez versos octos?labos, de rima consonante y distribuci?n de rimas abbaaccddc que, aunque se corresponde con las caracter?sticas de la variante espinela, rompe con ellas, porque en su concreci?n escrita la pausa en el cuarto verso deja de ser obligatoria, el llamado ?puente o bisagra?, que se corresponde con los versos cinco y seis tampoco es respetado y, desde el punto de vista m?trico, los versos pueden tener cualquier medida, como bien queda demostrado en esta antolog?a. A modo de resumen: ni santillanita o santillanera, naharra, herediana, espinela, malara, etc., etc., d?cima, y d?cima-buena-para-todo y no ?para quejas? como escribi? Lope de Vega en su ?Arte nuevo?.
[9] Utilizo este razonamiento para no desentonar con los prologuistas de antolog?as como las que cita Nidia Fajardo Ledea en De transparencia en transparencia (La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1993): Usted es la culpable (La Habana, Ed. Abril, 1985), Cincuenta a?os de poes?a cubana (La Habana, Ediciones del Cincuentenario, Direcci?n de Cultura del Ministerio de Educaci?n, 1952), Retrato de grupo (La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1989), Poes?a joven de Cuba (La Habana, Editora Popular de Cuba y del Caribe, [s.f.]
[10] Idea parecida maneja el pol?mico fil?sofo espa?ol Jos? Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914).
[11] Pese a la importancia que le concede la tradici?n a Diversas rimas y a Vicente Espinel, a la luz de la centuria XXI aparecen como un libro y un poeta menores, salvados para la historia de la d?cima por estudiosos de la literatura y los pol?micos criterios de Lope de Vega quien, por cierto, s?lo vio en la d?cima una eficaz estanza para quejas.
[12] Cervantes escribi?: Yo, que siempre me afano y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo? sin embargo muchos de los sonetos, d?cimas y coplas del autor del Quijote son atendibles y merecen figurar en cualquier antolog?a de la poes?a en lengua espa?ola.
[13] La valoraci?n se realiza desde el punto de vista cuantitativo.
[14] ?Qu? es la vida? Un frenes?. / ?Qu? es la vida? Una ilusi?n?
[15] Gonz?lez, Ronel: ?Diatriba contra la d?cima; ensayo de reinterpretaci?n?, en Atormentado de sentido; para una hermen?utica de la metad?cima. Las Tunas, Ed. Sanlope, 2007, p. 78.
[16] ?Carvajal-Salmo? del colombiano Rafael Pombo es sin dudas uno de los poemas m?s importantes entre los escritos en d?cimas en el siglo XIX.
[17] Si excluimos la imagen viril de los gauchos que aparece en una de las estrofas del poema ?Santos Vega?, que aparece en esta selecci?n, en su poema ?La pampa?, Obligado espiritualiza el paisaje rural argentino: ?La tarde de la Pampa misteriosa/ no es la tarde del bosque ni del prado/ es m?s triste, m?s bella, m?s grandiosa, / m?s dulce muere bajo el sol dorado.?
[18] Otros textos muy conocidos escritos por Dar?o en d?cimas son las 15 de ?La cabeza del Raw?? (1884) y las 62 que aparecen, junto a otras estrofas, bajo el t?tulo ?Al?? (1885) de Ep?stolas y poemas (1885) en su Poes?a completa.
[19] En una a?eja antolog?a de la poes?a hispanoamericana que consult? hace alg?n tiempo, s?lo se incluyen cinco de las diez estrofas del poema ?D?cima muerte? de Xavier Villaurrutia, y el estudioso cubano Adolfo Men?ndez Alberdi, en su importante volumen: La d?cima escrita (La Habana, Eds. Uni?n, 1986) en el cap?tulo ?Hispanoam?rica (no incluida Cuba)? (pp.352-382), tambi?n desconoce la cantidad de estancias del poema.
[20] Uno de los mejores homenajes que se le ha hecho a este texto y a su autor es ?D?cima vida?, poema de Yamil D?az (Santa Clara, 1971) premiado en la edici?n de 1998 del concurso Regino Pedroso e incluido en el poemario Soldado desconocido (Santa Clara, Ed. Capiro, 2001), (pp. 41-52) por el que su autor recibi? el Premio Nacional Fundaci?n de la Ciudad de Santa Clara en el 2000.
[21] Inclu? una breve valoraci?n del autor de Tr?pico (1930) en el texto ?Diatriba contra la d?cima; ensayo de reinterpretaci?n?, op. cit., p. 78: ?Salvo tr?picos ub?rrimos y hechizadas cantidades, argucias y veleidades pueblan los cauces mis?rrimos de la estrofa. Los ac?rrimos juglares y los escribas, de ascendencias emotivas y de linaje sonoro, multiplicaron el coro ahogado de preceptivas?.
[22] Como apunt? en ?Diatriba contra la d?cima; ensayo de reinterpretaci?n?, op. cit., p. 78, las obras en d?cimas de Jos? Lezama Lima (y en general de los poetas del grupo Or?genes (1944-1956): Eliseo Diego, ?ngel Gaztelu, Fina Garc?a Marruz y Cintio Vitier ?sin contar las de Justo Rodr?guez Santos y Lorenzo Garc?a Vega por no poseer acceso a las mismas, ni las del gran poeta, narrador y dramaturgo Virgilio Pi?era, por el hecho de que las diez estrofas que he localizado del autor de La isla en peso, no fueron escritas con intenciones literarias, pues pertenecen a su obra teatral Electra Garrig? (1941): con los origenistas el poema en d?cimas dej? de ?contar? una historia o de desarrollar un tema a la manera tradicional, y se convirti? en una secuencia intelectiva donde no hay cabida para el sentimentalismo, consustancial a una buena parte de la creaci?n en d?cimas de poetas y tendencias precedentes. Sus estrofas, son parte de po?ticas que pretenden trascender la realidad objetiva y crear su propia realidad poem?tica. M?s atentos a la penetraci?n en los problemas del ser para conformar una ontolog?a, a la sustancia universal que trataron de apresar en sus obras que a la forma, los poetas de Or?genes no respetaron la estructura tradicional de la espinela y se acogieron, en la mayor?a de los casos, a variantes parecidas a las que se empleaban antes del autor de Diversas rimas, a pesar de haber sido fieles, en numerosas oportunidades, al esquema de la espinela. Antes de ellos jam?s se hab?a empleado el s?mbolo con tanta profusi?n ni tanta fuerza. Esta escritura en d?cimas cre? nuevos ?mbitos de significaci?n a trav?s de elementos simb?licos transfigurados, porque la mayor?a no hizo un empleo del s?mbolo de un modo tradicional sino que inaugur? otros c?digos de expresi?n. La cuban?a de los poetas de Or?genes, no est? dada s?lo por el abundante empleo de elementos t?picos del habla del criollo, sino por una actitud raigal de desnudar esencias, de penetrar en un mundo desconocido, a trav?s de la intuici?n t?pica del ente insular, del empleo de la alegor?a como cimiento de sus evocaciones como ocurre, por ejemplo, en las d?cimas de ?Amanecer en Vi?ales? de Lezama , uno de los poemas donde mejor ocurre en la l?rica insular la fusi?n de elementos europeos, africanos y criollos hipostasiados definitivamente en el discurso po?tico. Las d?cimas de los origenistas abren y cierran con ellos un significativo instante en la historia de la cuban?sima estrofa. A prop?sito de este tema he escrito el libro Alegor?a y transfiguraci?n; la d?cima en Or?genes, Premio de la Ciudad de Holgu?n 2006 en ensayo.
[23] Embajador en el horizonte (1984) fue uno de los libros publicados por Ra?l Hern?ndez Nov?s.
[24] Alexis D?az Pimienta desarrolla este tema en Teor?a de la improvisaci?n; primeras p?ginas para el estudio del repentismo. Gipuzkoa, Sendoa Editorial, 1998.
[25] En Examen de fe, el poeta Jos? Luis Serrano utiliza como p?rtico la cita de Nietzsche: ?Lo grande del hombre es que es un puente, y no una meta; lo que se puede amar en el hombre es que es que es un tr?nsito y un acabamiento.?
[26] Un texto citado para ejemplificar el fen?meno de la intertextualidad en la d?cima, en este caso proveniente del cine, es ALUCINACIONES DE OTRO PACIENTE INGLES, poema basado en la novela de Michael Ondaatje y en el inolvidable filme de Anthony Minghella. LA JOVEN EN LA CUEVA DE LOS NADADORES (CON VOZ ESTENTOREA): Estoy aqu?, donde la luz no llega. Me acompa?a el silencio de la gruta y un libro indescifrable que refuta la soledad. El tiempo se disgrega entre las piedras que el ol-vido riega y no puedo escaparme del Vac?o. ?Por qu? no viene nadie? ?Por qu? r?o si las ?ltimas fuerzas me abandonan? Las palabras que escribo me traicionan. Afuera hace calor y tengo fr?o. EL OTRO PACIENTE: Hana: l?eme un poco, hasta que muera. La sombra est? cu-briendo el monasterio y yo no puedo m?s con el imperio de la infelicidad que me lacera. Ella est? en la caverna, yo en la espera de una luz que me gu?e hasta los rudos petroglifos insomnes como agudos recuerdos. Ella duerme en la colina, sin l?mparas de auxilio ni morfina para avivar sus antebrazos mudos. HANA: Aumentar? la dosis que me pides, contra mi voluntad. Despu?s de todo yo no soy m?s que el ?ltimo recodo, y nada impedir? que t? me olvides. He alargado tu vida con ardides, pero la vida no es ninguna treta que puedo prolongar bajo la escueta mirada de la niebla que me apura. Adi?s! Vete con ella hacia la oscura inmensidad. Yo fui tu marioneta.
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