- Introducción
- El romanticismo en la literatura latinoamericana
- El realismo en la literatura latinoamericana
- El concepto de Nación
- La estética en la literatura latinoamericana
- El discurso histórico y político
- La originalidad en el romanticismo latinoamericano
- Interpretación literaria e ideológica de autores representativos
- El Modernismo en la literatura latinoamericana
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción
El desarrollo del presente curso nos permitirá enriquecer la educación y el conocimiento de la Literatura Latinoamericana, a partir de teorías acerca del Romanticismo y Realismo, ambos movimientos culturales muy importantes, que ayudaron a la construcción del concepto de Nación y a lograr nuestra identidad a partir de la originalidad. También tendremos la oportunidad de analizar la Estética e Ideología que se desarrollaron en ambos movimientos. El Romanticismo y el Realismo son movimientos literarios que se iniciaron y desarrollado entre el siglo XIX y el XX. El primero desde 1830 hasta 1880, y el segundo desde 1890 hasta 1935. La estética e ideología que inspiraron y desarrollaron en el Romanticismo y Realismo de la Literatura Latino Americana, estuvieron impregnadas de influencias de distintos movimientos literarios de Europa. Sin embargo, en el campo estrictamente latinoamericano, existieron causas políticas, sociales, científicas y religiosas, las que predominaron para su desarrollo.
El Romanticismo, como nuevo movimiento en la literatura latinoamericana se da a plenitud, y como primer movimiento literario en la vida libre de América, con el escritor argentino Esteban Echevarría (1805-1851) Y con los escritores españoles Fernando Velarde (1821-1880) y José Joaquín de Mora (1782-1864). Esteban Echevarría viaja a París en 1825, donde se siente atraído por la literatura, en especial por la poesía, a la que se aferra. Al regresar a Buenos Aires, en 1830, ya es un poeta que admira especialmente a Víctor Hugo. Por su parte, José Joaquín de Mora, llega a la Argentina en 1826 y permanece allí hasta la caída de Rivadavia. Su poesía deslumbra a la juventud, y se convierte en su ídolo. Otro personaje muy importante es el tradicionalista peruano Ricardo Palma nacido el 7 de febrero de 1883, cuya obra emblemática es Tradiciones peruanas (1872). Y en cuyo prólogo escrito por Carlos Garayar dice: "Como lo dijimos, la generación de Palma nace literariamente a la luz del romanticismo" (pág. 4).
El Realismo fue posterior al Romanticismo, y tuvo una vigencia en la literatura latinoamericana de más o menos cincuenta años. Esta tendencia estética desarrolla principalmente la narrativa, y con menor éxito, el teatro. El representante más importante de la narrativa realista hispanoamericana es el chileno Alberto Blest Gana (1830-1920). Al analizar la obra de este escritor, vemos como el costumbrismo y realismo, están presentes en sus novelas. Entre las más importantes podemos mencionar a Martín Rivas. Sin embargo, en Hispanoamérica los escritores reciben la influencia del Naturalismo, especialmente en Argentina. El estilo y expresión vanguardista del realismo popular, estuvieron centradas en las obras de los narradores de las décadas del 30 al 40 del siglo XX, y especialmente centradas en discursos literarios de la Novela del Realismo Social Proletario, mediante el cual se refieren a la temática social y a la búsqueda de la identidad latinoamericana.
El romanticismo en la literatura latinoamericana
El Romanticismo en la literatura latinoamericana se da luego que la gran mayoría de países latinoamericanos logran su independencia. Los distintos nacionalismos lograron consolidarse, y empezaron a preocuparse por el establecimiento de estructuras políticas, económicas, sociales y culturales en concordancia con esta nueva etapa que se vivía. En esta nueva realidad, el movimiento Romántico trascendió especialmente en lo literario, y de esta manera impuso un nuevo estilo en la nueva realidad latinoamericana. Es un movimiento filosófico y artístico que logró imponerse con profundas repercusiones sociales, se desarrolló principalmente, en los diferentes tipos de literaturas americanas, de acuerdo con sus realidades particulares, variables lingüísticas, culturales e históricas. El primer nombre que aparece como el iniciador de este nuevo movimiento en América, es del escritor argentino Esteban Echevarría, quien influido por su estadía en Francia, introduce el Romanticismo en nuestra América a través de la lírica con su poema Elvira o la novia del Plata (1832). Sin embargo, es digno mencionar, que para muchos estudiosos e historiadores, el primero en introducirlo fue el poeta cubano José María Heredia y Heredia, ya que su libro Poesías publicado en el año de 1825, se encontraba lleno de temática romántica de la naturaleza y del paisaje marcando una proyección de los estados del alma y de los sentimientos nacionales y americanistas. Este novedoso movimiento literario, trae consigo una nueva estética e ideología, y obtuvo una gran influencia en la filosofía y en la literatura del siglo XIX, afirmando el patriotismo y el sentido comunitario, realizando cambios urgentes y necesarios, pero sin dejar la razón o condición crítica; en especial en lo que hoy es América Latina, donde se sustenta el pensamiento americanista en la utopía social. José miguel Oviedo, historiador y crítico literario peruano, nos dice a este respecto en su obra Historia de la literatura hispanoamericana. 2. Del Romanticismo al Modernismo (1997) "Cada escritor afirma valores estéticos que se le han formado mientras contemplaba su horizonte histórico; y son estos valores los que deberían construir el verdadero sujeto de una Historia de la Literatura" (Pág. 92). Podemos mencionar a algunos de sus representantes: José Martí, S. Rodríguez, F. Miranda, S. Bolívar, Andrés Bello, D. F. Sarmiento, I. M. Altamirano, y muchos otras más. Muchos de los escritores románticos fueron también luchadores sociales, políticos, ensayistas y periodistas.
Es necesario mencionar, que el fundador del Romanticismo literario fue el filósofo alemán Federico Schlegel (1772-1829), quien propone el sin fin y la ilimitación del sentimiento personal, no transferible y casi siempre incomunicable, como el espacio especial y particular donde se forja la poesía. Con el Romanticismo surge el Costumbrismo, con él, la importancia e interés por el folclore y por lo popular, y, así mismo, por lo exótico, lo nocturno, lo fantástico, lo sobrenatural y por el pasado. En cuanto a su estética, el Romanticismo no muestra gran importancia por las formas, tiene dinamismo y es historicista, pero también tradicionalista. Por todo lo mencionado hasta ahora, y sin perder de vista lo universal, defiende las diferencias locales y nacionales, destacando el genio en lo individual o en las disposiciones específicas de los pueblos. Las formas literarias cultivadas por el Romanticismo fueron la lírica, el drama (sin respetar las unidades clásicas), la novela histórica, el diario, las memorias, las confesiones y los relatos de viajes.
El Romanticismo es una novedosa revolución cultural, la nueva manifestación de la sensibilidad de una sociedad emergente, en la que crecen los conflictos entre la burguesía resplandeciente y poderosa y la aparición de nuevos sujetos de clases sociales, como el concepto del proletariado. Por eso se puede afirmar que el socialismo utópico es de extracción romántica.
De la misma forma que muchos estudiosos, historiadores y críticos literarios, podemos afirmar, que la literatura latinoamericana nace propiamente con el Romanticismo, agarradas de muchas causales sociales, tales como definir las identidades nacionales buscando la originalidad literaria y diferenciándolas de España. Entonces, era necesario reconocer las características geográficas e históricas, reconocer el valor del pasado prehispánico y luchar contra la esclavitud, propagar los usos, costumbres y tradiciones populares, configurar los hechos heroicos de la rebelión y las pugnas posteriores por defender las soberanías, para crear conciencia nacional y respeto por la tradición cultural. Por esta razón nace la búsqueda con énfasis de la originalidad y autonomías literarias. En este sentido, bien podemos mencionar a obras literarias como Tradiciones Peruanas (1872-1918) de Ricardo Palma. En esta obra, el crítico y prologuista Carlos Garayar nos dice: "Palma, como dijimos, se inició literariamente al calor del romanticismo y, aunque en su larga existencia asistió al declinar de este movimiento y a la aparición del naturalismo y el modernismo, y a pesar, también de que heredó algunos rasgos del costumbrismo, siguió siendo, en lo esencial, un romántico hasta el final de sus días. Ello es posible comprobarlo en muchos aspectos, pero aquí nos interesa especialmente uno: su relación con la historia" (Pág. 8 – 9). Hay otros ejemplos dignos de mencionar, tales como: la Novela Ensayo "Facundo" (1845) de D. F. Sarmiento; "Una excursión a los indios ranqueles" (1895) de Juan Montalvo. Existieron otras obras que se incorporaron, como la tradición oral en las que se mezclan los relatos, poemas, historia, polémicas políticas, autobiografías y temas sociológicos. Naturalmente, existe mucha producción literaria de este movimiento, y podemos mencionar a diferentes autores y textos sumamente importantes del Romanticismo latinoamericano, como son los extensos poemas narrativos y líricos "Martín Fierro" (1872-1879) de José Hernández y "Tabaré" (1888 de Juan Zorrilla de San Martín; y las novelas "Sab" (1814) de Gertrudis Gómez de Avellaneda; "María" (1867) de Jorge Isaacs; "Cecilia Valdés" (1882) de Cirilo Villaverde; "Enriquillo" (1882) de Manuel de Jesús Galván, y "Los bandidos de Río Frío" (1889-1891) de Manuel Payno.
En el periodo Romanticismo latinoamericano, fueron particularmente destacables variados géneros literarios: el Ensayo, el Periodismo, la Crónica y la Novela costumbrista, el Folletín, el Teatro, los Epistolarios de hombres públicos y también la Oratoria. De la misma forma, y como una inclinación propia aparece el indigenismo como idealización del pasado indígena; el negrismo o la mulatez con causas sociales antiesclavistas; y en Argentina la poesía gauchesca de carácter popular y social. La corriente modernista en Argentina se identifica plenamente con las causas de la independencia, con la reestructuración de las bases de la sociedad colonial y con la estructuración de las nacionales. Se aprecia pues, que el Romanticismo latinoamericano enalteció la libertad y la dignidad humanas y favoreció los temas históricos, sociales y populares. Los escritores románticos eran dueños de una gran conciencia de la realidad en la que vivían y realizaban sus actividades, de la responsabilidad y función social de la Literatura, de tal manera que por estas razones, el subjetivismo e imaginación y la autonomía estética se equilibraron en lo general, con los propósitos objetivos y éticos.
El realismo en la literatura latinoamericana
El movimiento del Realismo en la Literatura latinoamericana se dio entre los años de 1890 y 1935. Y es una tendencia artística y literaria que consiste en representar fielmente la realidad y crear cierta tensión emocional sin llevar a cabo ninguna idealización. Este movimiento literario aparece como una reacción contra el Romanticismo, intenta convertir la realidad en arte, para intentar ofrecer un testimonio de denuncia de la realidad socioeconómica y política del país y actuar como revulsivo frente al orden establecido. Se puede decir, que representa lo más fiel a la realidad posible y con alto grado de verosimilitud.
El Realismo intenta reflejar la realidad exterior tal y como es, el género más cultivado en este movimiento es la Novela. Y esto es muy cierto, porque es en este género donde se aprecia nítidamente las principales características de este movimiento literario: Se da mucha importancia al mundo exterior, se centran en la realidad más próxima y se describe la realidad contemporánea, se impone en los autores la observación directa, los escritores se preocupan especialmente por la descripción precisa de los ambientes y de las personas. Desde el inicio de este movimiento literario, fue muy difícil hablar del Realismo en singular. Porque si tenemos en cuenta que el Naturalismo fue el movimiento literario que siguió al Realismo, éste, para muchos es una forma del Realismo, es decir: el Realismo naturalista. Y así, tenemos al Realismo socialista, nativista, romántico, localista, etc. A este respecto, Alejo Carpentier nos dice en su conferencia de 1966 en Radio Habana Cuba, y publicada en la revista La Jiribilla, lo siguiente: "Lo primero que desconcierta en la pregunta acerca del concepto del realismo en la literatura es su formulación en singular" (Pág. 1) y "Hay tantos realismos, como modos tiene el novelista de apresar y expresar la realidad" (Pág. 6). Así mismo, tenemos que recordar que Víctor Hugo, autor de "Los miserables" es considerado como un escritor que había pintado la realidad en esta su gran novela, que por cierto fue el éxito literario más grande que se haya producido en el siglo XIX. Sin embargo, ante el Naturalismo, nuevo nombre dado al Realismo, por un grupo de escritores nuevos liderados por Emilio Zola, se escandalizaba Vítor Hugo, y decía que éstos solamente buscaban la pintura de lo feo, lo grosero, lo trivial en sus novelas.
Existen novelas importantes surgidas en nuestro continente el siglo pasado, como "Amalia" de José Mármol, "María" de Jorge Isaac, que responden al concepto de Realismo romántico. Pero luego, desde comienzos de los años 20, la novela latinoamericana buscó sus propios modelos, adaptándolos, en un Realismo naturalista y al Realismo experimental de los seguidores de Zola. Así, nace la novela nativista latinoamericana con influencia muy clara del localismo y del nacionalismo. Si bien es cierto, que el Nacionalismo nuestro no nació como una mera imitación del europeo, también es cierto, que constituía un movimiento paralelo al de otras literaturas y artes que florecían en el mundo. Este periodo de tiempo fue muy productivo, fue una etapa de afirmación de los nuevos conceptos literarios, de buenas obras, y contribuyó en lograr una mayor afirmación y conocimiento de nuestros hombres y de nuestras cosas, y estaba muy ligada a la vida rural y campesina, aldeana, llanera, montañesa y selvática. De acuerdo con las definiciones regionales de cada lugar o país.
El Realismo nativista latinoamericano nos muestra una confluencia mixta, que se desprende de muchas de las novelas de este estilo de Realismo, y de las diferentes realidades sociales históricas de sus habitantes. Es muy sabido por todos sobre las grandes diferencias idiomáticas, especialmente en los países andinos; sociales, cronológicos, discriminatorios, que se observan y que se enraízan en América Latina, lo vemos entre el indio y el blanco, el blanco y el negro, y hasta entre el negro y el mulato, así como entre castas y estratos sociales. Tenemos que aceptar que hay países nuestros donde la casta militar dominante no tiene ni quiere tener relaciones con las castas civiles, y aún hay muchos grupos sociales aristocráticos alejados de toda convivencia posible con los grupos sociales de clase media.
En América Latina se ha abierto la etapa del Realismo propio, allí tenemos el Realismo mágico iniciado por Alejo Carpentier, y encumbrado por el gran escritor colombiano Gabriel García Márquez y su obra cumbre Cien años de soledad (1967). Este, es un Realismo fresco, nuevo en el campo de los realismos universales, pasados y presentes, y que nos impide hablar de un solo Realismo, siendo éste, un Realismo que nos permite reencontrarnos con nosotros mismos, que expresa nuestros ideales y sentimientos que encierra nuestra propia idiosincrasia, y que nos pertenece completamente.
El concepto de Nación
El concepto de Nación en la literatura latinoamericana, y muy especialmente en el periodo del Romanticismo, fue una gran necesidad, fue una fuerza muy importante y trascendental para impulsar el desarrollo de la narrativa en Latinoamérica.
De acuerdo con el diccionario de VOX Diccionario de uso del español de América y España (2002). Hemos considerado las siguientes acepciones: 1 "Conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos, etc., tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad, y generalmente hablan el mismo idioma y comparten un territorio: la nación judía, la nación india" 2 "Comunidad social con una organización política común y un territorio y órganos de gobierno propios, que es soberana e independiente políticamente de otras comunidades" (Pág. 1300).
Para analizar el desarrollo del concepto de Nación en Latinoamérica, veamos el legado del gran General Simón Bolívar, el gran libertador había dicho: "Tras la guerra, la independencia; y tras la independencia, la unión y la libertad". Se impuso como tarea sentar y afianzar las bases de la futura constitución de las nuevas repúblicas; pero lamentablemente no pudo avanzar más allá de la Gran Colombia. A pesar de que Bolívar izo muchos esfuerzos para sostenerlo ideológicamente a través de proyectos presentados orales y escritos: "Manifiesto de Cartagena" en 1812, la "Carta de Jamaica" en 1815; en 1819 pronuncia el discurso de Angostura, y luego otro en 1825 ante el congreso constituyente de Bolivia. Y en todos insiste la necesidad de alcanzar la unidad continental: "una sola nación sujeta al mismo soberano y a las mismas leyes". Sus optimismos del principio, sus reiteradas promesas de independencia, unidad y libertad, no pudieron hacerse realidad. Muy por el contrario, los enfrentamientos y divisiones aparecían por doquier: existían luchas internas, fronterizas, personales entre dirigentes, etc. Estos acontecimientos llevaron a Bolívar a sentir y decir: "La América entera es un cuadro espantoso de desorden sanguinario… Nuestra Colombia marcha dando caídas y saltos, todo el país está en guerra civil… En Bolivia, en cinco días ha habido tres presidentes y han matado a dos… ". Todo esto sucedía en el año de 1829, cada vez se acentuaba con mayor fuerza y decisión la ingobernabilidad en América. Hasta que finalmente, el libertador se retiró en 1830 a Santa Marta, en donde, hospedado en la Quinta de San Pedro Alejandrino, fallece de tuberculosis pulmonar el 17 de diciembre del mismo año, a la edad de cuarenta y siete años, acompañado de muy pocos amigos.
En norte América se iba promoviendo la unidad de las jóvenes repúblicas latinoamericanas, que realmente, más parecían amenazas de sujeción y expansión territorial de los Estados Unidos de América. En el año de 1821 se formuló la famosa doctrina del "Destino Manifiesto", que se fortaleció definitivamente en el año de 1822 con el famoso mensaje de Monroe al Congreso: "América para los americanos". Entonces, es a partir de allí, que emprendieron la marcha hacia el sur y por el océano pacífico, a base de tratados, ocupaciones y muchas argucias, llegaron a posesionarse de Texas, Arizona, Nuevo México, Colorado, Nevada, California y Utah, y los incorpora a la Unión. Este fue el gran detonante para que a partir de estos hechos, muchos escritores latinoamericanos empezaron a denunciar las injusticias y el irrespeto a las naciones nuevas emergentes. Se consideró que la raza anglosajona amenazaba a la raza latina, y el poeta colombiano José María Torres Caicedo publicó su poema "Las dos Américas". Los años siguientes demostraron claramente cómo la política exterior y la diplomacia norteamericana se empeñaron en seguir esa dirección. Francia, que se consideraba defensora de la latinidad, no podía permanecer indiferente ante esta invasión, España no estaba en condiciones de asumir la defensa de lo hispano, y menos de lo latino, pues se encontraba enfrentando problemas bélicos en Europa.
En 1856 una nueva luz alumbra las conciencias de los latinoamericanos, aparece y se difunde con mucho entusiasmo el nuevo concepto de América Latina o Latinoamérica, con objetivos político-culturales, dados a conocer en textos de Torres Caicedo y del chileno Francisco Bilbao, que escribían desde París. Es verdad que estos términos empiezan siendo utilizados como equivalentes o sinónimos de la entonces vigente América Hispana o Hispanoamérica, lo cierto es que estos últimos términos dejan de emplearse poco a poco, a impulsos de un movimiento indigenista de raíz antiespañola, encabezado por José María Vasconcelos Calderón (1882-1959) Escritor, político, profesor y filósofo. El, luchó incansablemente en el largo proceso de descomposición del porfiriato en México. En medio de una gran confusión de identidad, las propias jóvenes repúblicas nunca se consideraron latinas sino siempre españolas, hispanas, hispánicas, hispanoamericanas. Sin embargo, para entonces, el ilustre cubano José Martí y el otro no menos ilustre nicaragüense Rubén Darío hablaban frecuentemente de nuestra América. Rubén Darío proclama en su publicación Prosas profanas y Otros poemas (1896). "b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aun vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento del mismo Arte a que se consagran" (Pág. 35). En la actualidad, el concepto de Nación está muy diversificado: Nación política, donde la nación política es el titular de la soberanía cuyo ejercicio afecta a la implantación de las normas fundamentales que regirán el funcionamiento del estado. La nación cultural, el concepto de ésta, es uno de los mayores problemas que ha planteado y plantea a las ciencias sociales, pues no hay unanimidad a la hora de definirlo. Probablemente, el mayor problema sea el referido a la identidad nacional. Esta, se refiere especialmente a la distinción de características específicas de un grupo. De esta manera, pequeñas diferencias en la pronunciación o diferentes dialectos pueden ser suficientes para categorizar a alguien como miembro de una nación diferente a la propia.
El concepto de Nación, ya sea políticamente como culturalmente, de acuerdo como hoy en día podemos entender, no se da hasta fines del siglo XVIII, en plena coincidencia con el fin del antiguo régimen y el inicio de la Edad Contemporánea. Es entonces cuando se hacen conocer las primeras formulaciones teóricas sólidas de la Nación y su aplicación y plasmación en movimientos políticos fuertes y concretos. Nos referimos a las obras de los más grandes autores e ilustrados de fines del siglo XVIII y las revoluciones americana y francesa. Desde entonces los dos conceptos y tipos de Nación han ido evolucionando conjuntamente hasta el día de hoy. La expansión de la fuerza militar en Europa y en América, que en teoría pretendía extender los valores heredados de la Revolución Francesa, propició el surgimiento de reacciones nacionalistas contra el invasor. En esta reacción contestataria sobresale el nacionalismo, pues sus principales características son justamente las opuestas al liberalismo estadounidense y francés, configurando así un concepto distinto de Nación: la Nación en sentido contemporáneo, es decir, con un componente ético-político. Los principales inspiradores del Nacionalismo fueron intelectuales y literatos adscritos a las corrientes idealistas y románticas. De esta manera se inicia la era del Romanticismo.
La estética en la literatura latinoamericana
Se entiende la Estética como una filosofía del arte, la ciencia que se encarga del estudio de la belleza, de qué es bello, cuáles son las características de lo bello, la búsqueda de la verdad a través del arte, la percepción y la sensación en el ser humano. Creo que todos estos elementos se incluyen en el ámbito de estudio de la Estética. En el ámbito relativo a las letras, la estética estudia los recursos utilizados y los objetivos perseguidos por el artista. Mientras que una orientación clásica aborda el estudio estético en las letras desde el punto de vista de su adecuación a los cánones tradicionales o su cercanía a la verdad, más tarde, como en otros campos del arte, se estudian los objetivos e intenciones del artista y los efectos y percepción en el lector.
Los continuos cambios motivados por las revoluciones sociales, económicas y científicas durante los dos últimos siglos, llevan al artista a reflexionar sobre la necesidad de un estudio profundo de la esencia de la mente del ser humano, sus sentimientos, sus percepciones y todo lo referente a su campo afectivo. Este es un cambio radical en el entorno de los objetivos del arte y por tanto, también supone y exige un rápido cambio de orientación en los estudiosos y escritores. En el siglo XIX, en pleno apogeo del Romanticismo, la actividad literaria adopta nuevas expectativas. Se producen obras literarias denominadas abiertas, porque se entiende a toda obra literaria como obra inacabada hasta el momento en que participa activamente la perspectiva del lector, su interpretación basada en su propio bagaje cultural y personal. La metáfora como elemento de recurso más poderoso, es el puente que sirve de enlace entre los conceptos del inconsciente y los términos reales, ya sean objetos físicos u otros conceptos. De esta manera, la estimulación de asociaciones mentales en la cultura va a ser el punto fuerte en la literatura durante mucho tiempo.
La Estética tiene una manifestación sensorial y afectiva al receptor y lo deleita. Este deleite se presenta como la percepción de un concepto de integridad, proporción y claridad, que logran composiciones polifacéticas y diversas en cada obra literaria. Cabe entonces preguntarse: ¿Cómo recibimos y apreciamos una obra literaria?, ¿Cuáles son los factores estéticos característicos de la obra literaria? Si lo que trabaja el literato es la lengua, la belleza literaria debe ser el resultado de una combinación de elementos lingüísticos en los diversos niveles que permiten una elaboración de lo fonético, léxico, sintáctico y textual. La belleza sensorial, alimentada por los aspectos fonéticos y rítmicos, va acompañada siempre por una belleza establecida que se sitúa entre lo sensorial y lo conceptual. A partir del Romanticismo, presenciamos una verdadera irrupción de lo deforme, de lo monstruoso y perverso del arte. No se debe olvidar que los literatos, justamente por ser literatos, no pierden la libertad propia de todos los seres humanos; por tanto, tampoco pierden la capacidad y posibilidad de crear una imagen distorsionada de la realidad, y hacerlo incluso en forma atractiva. Kurt Spang en su artículo Ética y Estética en Literatura (1988) cita a Dostoievsky en su obra Los hermanos Karamazov (1880) donde nos dice: "La belleza es el campo de batalla donde Dios y el diablo se disputan el corazón del hombre" (Pág. 181). Podemos afirmar entonces, que la naturaleza de la Estética de la literatura latinoamericana responde a las ansias de liberación, de justicia, del sentido de pertenencia, de los derechos individuales, y de la construcción de un convincente concepto de Nacionalidad. Ya hemos mencionado a grandes representantes y ejemplos sobresalientes de este tipo de literatura, por fortuna, habitando todas las regiones y nacionalidades de nuestra América. Se aplicó a los distintos géneros: poesía, cuentos, novela, ensayos, epistolares, periodísticos, etc.
El discurso histórico y político
Para los escritores y críticos literarios, este es uno de los rasgos más fuertes caracterizadores de la Literatura Latinoamericana de todos los tiempos, es su alto grado de compromiso para apegarse a la realidad, que deviene de la necesidad histórica de tomarlo como suyo, a través de un lenguaje que desde sus comienzos siempre fue escaso, tanto de sus cronistas primero, como de sus narradores después. Reproducir la maravilla y tornar el discurso verosímil para aquellos a quienes estaba destinado, fue como una obsesión para los autores y a la vez un modo de darle un mejor sonido a los respectivos discursos desde las producciones de su inicio. Este establecimiento de la realidad, la ha dotado de un perfil fuertemente caracterizador a gran parte de sus producciones narrativas más memorables. Roland Forgues nos dice en su libro Ensayos sobre literatura hispanoamericana (1986) "el caso de la nueva narrativa hispanoamericana, es una reflexión sobre el rol del escritor en la sociedad y sobre la función de la literatura o, mejor dicho, un intento de acercamiento a esa abrumadora responsabilidad que, por razones históricas específicas, se le ha atribuido al escritor latinoamericano" (Pág. 10).
La historia y la literatura, lo político y lo literario; lo real y lo fabuloso, han estado interconectados y entrelazados en nuestras letras, a punto tal de conformar una misma e inseparable realidad. Desde esta visión de los primeros cronistas que observaban con ojos deslumbrados la belleza y la exuberancia de la tierra americana, mostraban una nueva realidad para ellos desconocida y sentían la necesidad de representarla, hasta expresiones más recientes, es posible observar esta diferenciada focalización tanto en el objeto del discurso como en los propios sujetos responsables de esos discursos. Sacarla de su contexto real sería, por lo tanto, negar su propia razón de ser y negar, además, la significación de su propia identidad en su producción humana deliberada y consciente.
La conexión entre la historia, literatura y política no es una excepción, sino una característica propia de nuestras letras. La intervención de la historia, para la creación de un discurso propio, es un componente indisoluble de lo literario sin menoscabo de su propia esencia. Inclusive, se podría agregar que es desde la complejidad de la intertextualidad que la determinan fuertemente, que nuestra literatura alcanza su indiscutida identidad y esencialidad. Apartarla de ellos, desconocer o restar importancia a la incidencia de lo histórico o de lo político es la vía más segura para no lograr entender en profundidad sus implicancias. Las deformaciones de los hechos o de los personajes, o el acento impuesto en la pobreza del discurso o de las conductas, tienden a parcializar la confianza de todo aquello que estas novelas textualizan, o, por lo menos acentuar hasta el grado mayor de exaltación la idea de que la historia no es una y única, sino que de hecho pueden coexistir tantas versiones de la historia como lectores e intérpretes de esa realidad.
Al formalizar la narrativa de los diferentes capítulos de la historia de nuestra América, los periodos de los que preferencialmente se refieren estas novelas son los del descubrimiento, la conquista, la colonización de la América hispana y sus luchas por la independencia, o, en su defecto, cuando se trate de un personaje o de un periodo no tan conocido por el lector, el autor y la escritura correspondiente buscará le recreación de hombres destacados por una actuación singular que atraiga el interés del lector. Una vez más, centraremos nuestra en la figura del General Simón Bolívar. Para ello revisaremos la novela del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri Las lanzas coloradas (1931). Trataremos de delinear brevemente, las diferentes formas de articulación del discurso histórico, los juegos textuales que caracterizan la formación discursiva, los procedimientos retóricos que la hacen posible y los diversos efectos que la narración despertará en el lector. El personaje de raigambre histórica tiene como rasgo fundamental de su identidad, el hecho de tratarse de un ser de existencia real, ubicable en el tiempo a través de registros anteriores que textualizan su accionar a lo largo del tiempo. De alguna manera permanecen inalterados en su conformación por cuanto se fijan en la memoria colectiva a través de rasgos que se tornan signos de su identidad y que nos permite reconocerlos porque su solo nombre pone en acto la competencia cultural del lector.
Lo que se señala en la novela de Uslar Pietri, tiene una especial importancia porque está puesto en la estatura mítica del héroe de la independencia americana, y en la grandiosidad que le otorga el imaginario colectivo. Desde la recepción, la distancia desde donde se observa o se focaliza la figura del libertador Bolívar y la significación de sus esporádicas apariciones, transfiere al lector una mayor sensación de credibilidad con referencia a los hechos narrados. A pesar del tiempo transcurrido, observamos como cede a las presiones de un sistema arrollador de representación, que en el plano literario ha permitido la evolución y el cambio de los correspondientes paradigmas novelescos, a punto tal de mostrarnos el notorio viraje del personaje histórico desde esa estatura mítica que le confiere el imaginario. Donde al final de su vida, marcha hacia el exilio rodeado sólo de sus afectos más profundos, pero también acosado y perseguido por los latigazos de la incomprensión, por el fantasma siempre presente en esta evocación de su vida pasada, del fracaso de su obra de emancipación y la utopía de la integración latinoamericana constantemente presente en sus pensamientos, la patria única, grande y unida en pos de los mismos ideales. Observemos lo que nos dice al respecto el autor de la obra: "Sus motivos, como de costumbre, tenían un aliento profético: mañana, cuando él no estuviera, el propio gobierno que ahora pedía apoyar haría venir a Santander, y éste regresaría coronado de gloria a liquidar los escombros de sus sueños, la patria inmensa y única que él había forjado en tantos años de guerras y sacrificios sucumbiría en pedazos, los partidos se descuartizarían entre sí, su nombre sería vituperado y su obra pervertida en la memoria de los siglos" (Pág. 150)
En líneas generales, podemos destacar como rasgos característicos, el ajustado equilibrio entre los datos reales, la presencia de un mundo lejano pero reconocible para el lector o por lo menos factible de ser rápidamente reconstruido, la actuación de personajes destacados de la historia americana, la presencia de dos planos claramente diferenciados: el novelesco y el histórico político que se ajustan al arte de narrar. Los rápidos regresos al pasado traspasan la noción del tiempo como una línea, transportando al lector a épocas de antaño, para completar la biografía de los personajes o relatos de las glorias anteriores del general, las que al amontonarse crean la sensación de estar escribiendo no un libro sobre Bolívar, sino más bien el libro de Bolívar.
En cuanto a lo retórico, vemos en este caso, que nos están mostrando todo el proceso de ficcionalización de una vida que agoniza, derrotada y enferma, pero plenamente consciente de la grandeza de la gesta realizada, y con la más plena lucidez de la importancia de ese sueño de integración latinoamericana que alentara sus momentos más difíciles. La utopía del libertador, aquella que lo llevara a soñar con una América libre, consolidada políticamente y unida, sin escisiones internas y sin luchas intestinas, nos muestra la grandeza del pensamiento bolivariano y la importancia de su mirada integradora.
La originalidad en el romanticismo latinoamericano
El acontecimiento de la independencia marca una finalización importante en la configuración de lo literario hispanoamericano; existe la necesidad de elaborar un nuevo proyecto social, la fragmentación nacional que divide a América Latina a lo largo del siglo XX, la necesidad de organización y de construcción de los estados nacionales, lleva consigo a un rechazo hacia el legado cultural hispánico y la búsqueda de nuevos patrones que, bajo la influencia romántica, ubican a Francia como el gran modelo privilegiado culturalmente; pero al mismo tiempo se eleva de categoría programática la plasmación estética de lo local y los postulados de independencia intelectual que acompañan al Romanticismo. Octavio Paz considera que el siglo XX, culturalmente hablando, significó una "lenta marcha hacia el desarraigo", en su doble sentido: por un lado, "la necesidad de construir una raíz", es decir de afirmar lo propio; por otro lado, el necesario "desarraigo", es decir, la superación de lo propio. De esta manera, la literatura que se inicia con la independencia, se focaliza en la elaboración y desarrollo de un programa literario-cultural que pasa necesariamente por la integración en la universalidad.
En la primera mitad del siglo XIX, se realiza la estructura de un proyecto de literatura que debe ser enmarcado en el nacimiento y en las dificultades propias del liberalismo hispanoamericano. La Originalidad americana será, entonces, el núcleo problemático que se plantea como punto de articulación de todo el Romanticismo y sienta las bases del posterior desarrollo de lo literario. Esta base constructiva encierra una polaridad de difícil resolución, la creación de una literatura nacional con características culturales universales que se traduzca en la dualidad: espíritu y materia, alma y cuerpo, escritor y pueblo, Europa y América, ciudad y campo, civilización y barbarie. Por un lado, la necesidad de liquidar las dependencias coloniales, y por otro la incorporación al mundo moderno. Nuria Girona nos dice en su artículo El siglo XIX: La "originalidad americana" (2010). Publicado en la revista "Universidad de Valencia Open CourseWare": "En lo que a nosotros nos interesa estas preocupaciones románticas son fundamentalmente: el reconocimiento de la naturaleza, el exotismo, la exploración de la sociedad, el sentimiento popular y la exaltación de la técnica y el progreso" (Pág. 1). Para referirse a la cultura hispanoamericana del siglo XIX, hay que reconocer la implicancia de reconocerla como fenómeno histórico, como ruptura que se recompone en la concreción temporal de visiones del mundo en las que se mezclan lo transmitido, lo aprendido y lo creado, que se reproducen en los modos de vida y en las instituciones de un grupo social. Se trata de un proceso de asimilación e innovación en la que se enfrentan a una cultura dominante, la hispanidad colonial, elementos marginales, indios o africanos, elementos nuevos, influencia francesa, inglesa, o elementos que estaban en semilla, e identidades nacionales. Los elementos nuevos son los grandes trazos que definen la época. Y hablar de la cultura hispanoamericana, es reconocer que, ésta se plasma en el tiempo y por el desborde de las coherencias e incoherencias de las tendencias y los conflictos ideológicos.
Lo anteriormente expuesto, nos anima a decir, que es justo llamar romántica a la época, puesto que son las preocupaciones encuadradas en el Romanticismo, las que imponen las grandes líneas del pensamiento y del arte. Pero ¿Cuáles son esas tendencias y cómo se manifiestan en la cultura? Podemos apreciar que ellas aparecen en el pensamiento del gran libertador, bajo tres puntos capitales: 1. La valoración del pasado. 2. La cuestión de la identidad continental, o el ideal americanista. 3. La cuestión de las identidades nacionales o la formación del Estado. A estos tres grandes temas, habría que agregarles las preocupaciones o los intereses que aporta el Romanticismo y que sirven de vehículos para conducir esta problemática. Lo realmente interesante de estas preocupaciones románticas son fundamentalmente: el reconocimiento de la naturaleza, el exotismo, la exploración de la sociedad, el sentimiento popular, y la exaltación de la técnica y el progreso.
Junto con el inicio del siglo XIX nacen y se crean en América Latina las naciones. Un momento muy difícil porque había que terminar con tres siglos de historia colonial, estructurar el Estado, saltar a la modernidad y construir el sentimiento nacional, integrando en él, una sociedad de castas, multiétnica y multicultural. La idea de Nación surge asociando y conjugando los conceptos de fraternidad, poder, tiempo y espacio. Esta asociación necesitaba un imaginario para constituirse y ser realidad, y nuevos medios de comunicación para expandirse. Era lo único que permitiría a una masa de gente, que crecía rápidamente, reconocerse unido a otro, en un inédito concepto de comunidad, donde la condición de casta se renovaba en la flamante noción de ciudadano. La Nación tenía que inventarse a sí misma. Y todo esto planteaba la urgencia impostergable de crear un imaginario nacional y continental. El imaginario nacional se desarrolla en el marco de un relato autorizado de la historia. Se unen en él lo simbólico, lo típico y lo convencional. Está compuesto por héroes fundadores, ideas, valores y alegorías patrias que tienen un efecto vinculante para la vida política y social, ya que son cohesionadoras de la estructura social. Toda comunidad, nación, patria o tribu necesita sólidas imágenes mentales para creer en sí misma.
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