Aesthetics and Ideology in Latin American Romanticism and Realism (página 2)
Enviado por Altidoro J. Gallardo
En la búsqueda de logros en la difícil tarea de crear una originalidad literaria en América Latina, diversos factores intervienen en el surgimiento de la conciencia nacional. Hay que tener en cuenta muchos nuevos elementos aparecidos en esta nueva realidad. En la América hispana, es necesaria una valorización de la lengua. El castellano americano. El idioma es capaz de engendrar comunidades imaginadas y construir solidaridades particulares: es un elemento esencialmente inclusivo. Otro factor importante es la prensa, su difusión contribuye a la unificación nacional. Así mismo, la imprenta y las ediciones masivas, que organizan la renovación y masificación del imaginario. Como resultado de todo este proceso histórico-cultural, el continente, las regiones y las naciones adquieren su propia originalidad en las distintas manifestaciones artísticas, muy en especial en la literatura latinoamericana.
Interpretación literaria e ideológica de autores representativos
Entre los escritores más representativos del Romanticismo latinoamericano podemos citar e interpretar a los siguientes ejemplares:
Esteban Echevarría
Nacido en Buenos Aires, Argentina, el 2 de septiembre de 1805, y falleció en Montevideo, Uruguay, el 19 de enero de 1851. Después de quedar huérfano de padre a muy temprana edad, aprendió las primeras letras con ayuda de su madre, al poco tiempo de esto, perdió a su madre. Viajo a Francia en el año de 1825 y estudió economía política y derecho en La Sorbona. Fue allí mismo que se interesó por las diferentes tendencias literarias de la época, y logró estudiar con ahínco ejemplar, y así logró una sólida cultura. En junio de 1830, regresó a Buenos Aires, e introdujo en la zona del Río de la Plata el Romanticismo literario. En 1831, publicó sus primeros versos breves en el periódico La Gaceta Mercantil y también los versos de La Profecía del Plata en el periódico El Diario de la Tarde. Pero lo más importante ocurre al año siguiente, en 1832 editó en forma de folleto, Elvira o La novia del Plata, considerada la primera obra romántica en lengua castellana. Y luego vinieron muchas otras publicaciones. Se estima que en el año de 1837 escribiera el cuadro de costumbres Apología del Matambre y publicó Rimas, que incluye su obra poética más reconocida: La Cautiva. Y entre 1838 y 1840, escribe El Matadero, que se publicará póstumamente. A continuación, quiero analizar e interpretar estas dos últimas obras de Echevarría.
La cautiva, es un poema épico. Se nota el afán rebelde de una masa de indios que irrumpe en una población fronteriza de blancos y toma cautiva a María y otros acompañantes, luego su esposo Brian, al intentar rescatarla sufre la misma suerte que ella. Los aborígenes festejan la victoria con un gran festín, aprovechando esto, la María coge un puñal y libera a su esposo malherido en medio de la confusión. Ambos buscan refugio en el desierto, la pareja comienza una penosa huida en la que deben soportar la sed, la presencia de un tigre y la quemazón de unos pajonales que los rodean. Brian no resiste la aventura y muere. María sepulta a su esposo y continúa su camino con una sola esperanza: encontrar a su hijo. La mujer es hallada, finalmente, por un grupo de soldados que le informan la muerte del niño, degollado por los salvajes. Frente a esta noticia, María fallece.
María es un personaje muy valiente y de muy fuerte personalidad, llega a asumir actitudes viriles para salvar su amor. Inevitablemente se une a su figura el puñal que lleva consigo; el puñal, es el símbolo de muerte y destrucción que no vacila en empuñar cuando la ocasión lo requiere. El poema resalta la valentía y la fortaleza casi varonil que asume. En un pasaje de la narración niega o evade la realidad para unir las fuerzas necesarias que le permitan continuar con su lucha. Su belleza es descrita de acuerdo con la imagen de la mujer romántica. Sólo después de la muerte de su esposo se la retrata desencajada como un "pálido fantasma". Sin embargo, cuando muere, su rostro recupera, prodigiosamente la hermosura perdida.
Brian es presentado como un ser débil, temeroso de su destino y honra. Así aparece en la obra, aunque se menciona su trayectoria de guerrero indómito, temido por los medios. Adopta una actitud resignada y fatalista, sin alentar a su mujer en la lucha contra el infortunio. Ha dedicado su vida a la patria y su mayor decepción es no morir en el campo de batalla.
El indio es presentado desde la perspectiva del hombre blanco, y por ello aparece como sinónimo de barbarie. Es incivilizado, sanguinario, agresivo y feroz.
El paisaje es hermosamente presentado, lo hace a través de una pampa atractiva, de fascinante belleza, indómita, inaccesible, misteriosa, desértica. La pampa se modifica y, a lo largo de la obra su imagen se va enriqueciendo; por ello, alcanza la categoría de verdadero personaje viviente.
En cuanto a su estructura, el poema está compuesto por 2142 versos, divididos en nueve partes y un epílogo. Las nueve partes son: el desierto, el festín, el puñal, la laborada, el pajonal, la espera, la quemazón, Brian, y María. Siguiendo los lineamientos liberales del romanticismo, Echevarría utiliza diversas métricas en sus versos, con predominio del octosílabo y el hexasílabo, tomados básicamente de la poesía popular. Se trata de un relato heroico, otra característica del Romanticismo, centrado en la figura de una mujer común, esposa de un soldado de pueblo. Echevarría mezcla estilos, y fusiona temas y estilos populares y elitistas. Incorpora el lenguaje popular rioplatense, alternándolo con el lenguaje colonial español.
El Matadero es una novela corta contenida en un libro de tan solo 22 páginas, existe en ella un gran dinamismo y elocuencia en la historia. Donde las situaciones están precisamente descritas, tanto que debe tenerse una idea del contexto histórico-social para adecuarse a los escenarios y diálogos que allí encontramos. Este relato de Echevarría, en el que se emplea la ironía para realizar una crítica social y una denuncia política de Rosas y el régimen federal, intenta describir lo general a partir de lo particular. Así, a partir del Matadero el autor describe a la Federación y la Mazorca.
Los personajes son descritos en dos grupos opuestos: unitarios y federales. Los militantes del partido federal, cuyo caudillo era Rosas, son representados como personas crueles y brutales, bárbaros y brutos, estableciéndose analogía entre los personajes federales y animales como buitres, lobos y tigres, con gusto por la sangre, actitud depredadora y dominación por el terror y la violencia. En cambio, los unitarios, con los que se identifica el narrador, son presentados como personas cultas y amantes de las luces, civilizados. Se establece una comparación entre la figura del toro, que resiste hasta el final, y el joven unitario que revienta de rabia antes de ser humillado. Echevarría también describe a otras figuras sociales de la época, como los gringos y la plebe. Al pueblo lo describe como inculto y hambriento, Los personajes de la plebe, como las negras achureras y los muchachos que se entrenan en el manejo del cuchillo, son descritos como seres vulgares y fácilmente manipulables, de manera que se conformen fácilmente con los designios del Restaurador o los mandatos de la iglesia, y olvidan rápidamente los hechos, como sucedió con el muchacho degollado.
Acorde con el contexto histórico, el relato se centra en el momento inmediato posterior a la emancipación americana, momento en que reina el caos en Argentina. La situación, planteó el conflicto de la polarización del estado argentino en dos partidos: el partido Federal y el Unitario. El partido federalista, apoyados por el peso político de la capital Buenos Aires y por los núcleos rurales, gobernó Argentina liderados por el presidente Rosas. Este grupo, apoyó un gobierno federal basándose en el modelo de confederación de los Estados Unidos, cuyas leyes y derechos fueran distributivamente igual en todas las regiones del estado. En cuanto a los Unitarios, estos preferían el modelo europeo y procuraban para el estado, a diferencia de los federales, un gobierno unitario y centralista, apoyado por las grandes élites. Por otro lado, también existe la figura del gaucho argentino, individuo independiente que trabajaba libremente en las haciendas y estaba apoyado por los federalistas. Considerando estos datos y teniendo en cuenta la bipolaridad de ideologías que convivían en Argentina durante el siglo XIX, no es difícil deducir los conflictos y la rivalidad que se vivían por aquel entonces. Fueron estos hechos precisamente, los que motivaron e inspiraron a Esteban Echevarría en la realización de su trabajo literario.
José María Heredia y Heredia
Nació en Cuba, el 31 de diciembre de 1803. Hijo de don José Francisco Heredia Mieses y de doña Mercedes Heredia Campuzano. Fue iniciado en las primeras letras por su padre y aprendió con tal interés que a los tres años sabía leer y escribir. Desde los diecisiete años, Heredia siempre estuvo muy preocupado por la libertad de Cuba. Añoraba y soñaba con ello, tal como lo había aprendido de su padre. Perteneció a organizaciones juveniles con las cuales conspiró para ver a su Cuba libre. Los jóvenes soñaban con arrastrar a las turbas con el ímpetu de su verbo, comunicándoles la romántica embriaguez del sacrificio. Este es el inicio de su gloria, de su inmortalidad. Huyó de los servidores del capitán general Vives y llegó a los Estados Unidos a disfrutar por primera vez de la democracia y a contraer la tuberculosis que acabó con su vida posteriormente.
Admiraba la figura de Washington, a quien consagró una semblanza en prosa y una oda; admiraba las instituciones políticas de la nación norteamericana, porque era partidario de la forma republicana de gobierno; pero la vida y las costumbres de los Estados Unidos le arrancaron más de una vez ásperos comentarios. El idioma inglés, que logró aprender con dificultad le producía antipatía y lo llamaba "Execrable jerigonza", y fue desde este lugar donde como en ningún otro, sintetizó sus nostalgias de desterrado. En el exilio escribió la oda Niágara (1824), junto a la enorme y rugiente catarata, y allí supo algún tiempo después que había sido condenado a destierro, lo que impedía su regreso a Cuba. Solamente un año y medio vivió en los Estados Unidos, donde publicó la primera edición de sus poesías. Luego marchó a vivir a México, gracias a la invitación del presidente Guadalupe Victoria. Este país fue para Heredia el campo de lucha y de esfuerzos. Allí siguió conspirando a favor de la independencia de su patria: en 1829 la justicia colonial española lo condenó, en contumacia, a la pena de muerte, por hallarse implicado en la conspiración del Águila Negra que desde México se tramaba, en 1832 publicó la segunda edición de sus poesías.
Lo más resaltante de su obra literaria a través de la poesía, desde el punto de vista estético, se halla en sus cantos inspirados en la naturaleza; principalmente en sus odas tituladas En el Teocali de Cholula y en Niágara. La primera, escrita a los diecisiete años, canta la exuberancia de la tierra mejicana, variada hasta condensar todas las vegetaciones de todos los climas. Sentado al pie de la pirámide, contempla el poeta el color y la fecundidad de las campiñas, que contrastan con las nevadas cimas de los volcanes; la noche le sorprende mientras rememora las grandezas del pasado azteca, cuyo poder había desaparecido, en tanto que las montañas continúan inhiestas.
Niágara es la más célebre poesía de Heredia, en ella, denota más tensión lírica, inspiración apasionada y espontánea, entusiasmo ardiente, verbo inflamado, y mucho vigor. El cantor desborda su fervor ante el espectáculo grandioso, y lo exalta, expresando cómo siente estremecida su sensibilidad. Afirma que en aquel paisaje Dios mismo se mira, y que los vapores de oro de la catarata, elevados hasta las nubes, son como ofrendas perennes de la Divinidad. Describe magistralmente la caída de las aguas y analiza las emociones que se suceden en su espíritu, hasta evocar la patria, doliéndose de no hallar allí las palmas y lamentando su soledad de desterrado. Finaliza despidiéndose del Niágara y anhelando lo que la posteridad se ha encargado de cumplir con ese deseo, que todo viajero ante la catarata, le recuerde. Son dos obras maestras de la literatura universal.
Heredia es considerado uno de los iniciadores del movimiento literario del Romanticismo, conjuntamente con Esteban Echevarría. Ocupa un lugar primordial en la poesía patriótica, y sus cantos inspirados en los ideales de Cuba fueron el punto de partida de esta fase de nuestra poesía, durante la primera mitad del siglo XIX. El Himno del Desterrado, la epístola A Emilia, La Estrella de Cuba, entrañan sus ansias por una patria de igualdad sincera, de respeto, de seguridad, de garantía para todos. Llama la atención Heredia al expresar sus ideas de ardiente separatismo, sin perder nunca el buen gusto literario, ni declamaciones chocantes, ni ripios detestables. Su poesía patriótica dignifica el tema e inflama al mismo tiempo la pasión de la libertad. La poesía de Heredia se convirtió en el alimento único de los cubanos rebeldes. Su obra patriótica se constituyó por largo tiempo como el devocionario épico de sus compatriotas, algunos de ellos dispersos por el mundo, otros acorralados por los soldados de la tiranía. Heredia fue el clarín sonoro, cuyas notas despertaron a los cubanos de posteriores generaciones, que lograron el triunfo, y con él, la gloria de ver fundada la nacionalidad.
Ricardo Palma nació en Lima el 7 de febrero de 1833, hijo de Pedro Palma Castañeda y de doña Guillermina Soriano Carrillo. El escritor peruano nació en el esplendor del Romanticismo, fue el creador de un género intermedio entre el relato y la crónica, que renovó la prosa sudamericana, y que finalmente logró el título que definiría su obra: Tradicionalista. Escribió obras de teatro: dramas y comedias con relativo éxito, formó parte del Cuerpo Político de la Armada Peruana, y por conspirar en contra del régimen del presidente Castilla, fue separado de su cargo. En el año de 1867 intervino en la sublevación del coronel José Balta y, cuando Balta fue elegido presidente en 1868, lo nombró secretario particular; fue además elegido senador por la provincia de Loreto. Tras el asesinato de Balta en 1872, Palma se retiró de la política para dedicarse exclusivamente a la literatura. Y en ese mismo año publicó la primera serie de sus Tradiciones peruanas. Ricardo Palma goza de un reconocido prestigio en el mundo cultural hispanoamericano, El es la figura más significativa del Romanticismo peruano y uno de los escritores mejor dotados del siglo XIX americano. Polifacético, espíritu renovador y progresista, su actividad literaria se desarrolla en campos muy diversos.
Tradiciones peruanas
La obra completa consta de once series, sin duda se trata de una obra espléndida, a pesar de que las repeticiones hayan contribuido a un desorden, como pasajes tediosos y una temática aparentemente dispar, como la existencia de algunos artículos críticos. Mitad historia y mitad ficción, predomina la ironía en su forma de expresión, insertando en ellas emotivas referencias al mundo americano. En el vasto proceso de desarrollo de su composición, Ricardo Palma fue desligándose sutilmente de la leyenda romántica española y empezó a perfilar un característico y personalísimo mundo, hasta lograr fraguar artísticamente en una forma narrativa, La Tradición. En ella supo genialmente entrelazar rasgos románticos de la leyenda y la novela histórica, y de costumbristas con el humor, espíritu crítico de los usos e instituciones nacionales, y el habla popular, enriqueciéndolos con el conocimiento adquirido de las lecciones de los grandes satíricos y novelistas picarescos del Siglo de oro español, con el genial Quevedo a la cabeza, así como la ironía puesta de manifiesto en la ilustración y el liberalismo de Voltaire.
La obra de Palma siempre ha estado muy en boga para la crítica especializada y en consecuencia, mucho se ha dicho y escrito sobre las Tradiciones peruanas y la pretendida ideología que subyace detrás de la obra. Muchos de sus críticos han querido ver en el escritor a un nostálgico del pasado colonial, y otros han sostenido que la ironía con la que describe dicho pasado esconde una crítica social. Sobre esto, El escritor Luis Loayza ha sostenido en su libro El solo de Lima (1974) que "Al leer las Tradiciones se advierte que el autor era un hombre de su tiempo… El mundo de la corona era, o pretendía ser, jerárquico: en las Tradiciones hay un sentimiento democrático, igualitario; se festeja el irrespeto ante la autoridad" (Pág. 102). En la actualidad, aun cuando sus méritos literarios sean materia de discusión, no se deja de reconocer el enorme impacto que tuvieron dentro de la narrativa hispanoamericana, gozando todavía de gran popularidad. Hoy se ve claramente su influencia decisiva en la narrativa hispanoamericana entre 1872 y 1940, como género literario que adelanta componentes del cuento y la novela del siglo XX. Fusionar el Costumbrismo y el Romanticismo era una tarea crucial, había que imponer un estilo ideológico acorde con los hechos históricos de entonces, esto se verificó en dos manifestaciones artísticas sobresalientes: la poesía gauchesca y la tradición palmista. Es de notar lo sintomático que resulta que los dos procesos creativos sobresalientes, Martín Fierro del escritor argentino José Hernández y Tradiciones peruanas, aparecieran el mismo año, 1872. En ellas palpitan ya los rasgos de lo que serán la poesía del nuevo mundo y la narrativa del realismo mágico, así como la reelaboración de la oralidad y de la óptica del pueblo, tan significativos en la literatura hispanoamericana.
Entre los escritores más representativos del Realismo latinoamericano podemos citar e interpretar a los siguientes ejemplares:
Alberto Blest nació en Santiago de Chile en el año de 1831, y falleció en Francia en 1920, sus padres fueron el médico Irlandés Guillermo Blest y doña María de la Luz Gana. En 1854 escribió su primera novela, un romance titulado El Pago de las Deudas. Siendo él un hombre perteneciente a la clase alta chilena, definió con singular vitalidad a sus personajes extraídos de las clases bajas provincianas. Blest no poseía una profunda preparación filosófica, sin embargo, logró describir personajes con gran maestría. Armar historias, establecer diálogos sugerentes y viales. Su lenguaje es simple, pero la narración suple esta deficiencia. Una de las novelas más importantes y mejor logradas del escritor es Martín Rivas (1862). En ella no solo presenta una historia, sino que llena a sus personajes de las virtudes que él más apreciaba, y de los defectos más implacables.
Martín Rivas es una novela perteneciente al género del Realismo del siglo XIX. También es posible catalogarla como una novela histórica, dada su forma de enfrentar los acontecimientos de la época en la que se ambienta. La novela retrata fielmente a la sociedad santiaguina de entonces y el encuentro entre dos mundos opuestos y disímiles de la condición social y política de la época. El protagonista Martín Rivas llega a Santiago de Chile, proveniente de una familia caída en desgracia del norte chileno y de la provincia de Copiapó. Es un joven muy talentoso y de buena presencia, es hospedado por los Encina, una familia de la clase alta capitalina radicada en un barrio aristocrático. Don Dámaso, padre y cabeza de familia acoge a Martín por tener deudas de gratitud con el fallecido padre de éste, por un asunto minero. A cambio del hospedaje, el joven Rivas se encarga de las contabilidades de Don Dámaso, quien es además un encumbrado personaje social y político de la sociedad chilena, muy convulsionada en aquella época por corrientes políticas y además por convencionalismos y prejuicios discriminativos vigentes. Muy pronto Martín se gana la estima y confianza de Don Dámaso y le confía mayores responsabilidades.
Martín Rivas ingresa a estudiar Leyes al Instituto Nacional, donde conoce a un enigmático amigo: Rafael San Luis, quien lo ayuda a adaptarse más fácilmente a ese ambiente desconocido y hostil. Don Dámaso tiene una pintoresca familia, su esposa Doña Engracia y sus hijos Leonor y Agustín, este último, se muestra como un Dandi, pintoresco, sofisticado, alegre e ingenuo varón educado en Francia, y usa y abusa del uso de muchos modismos franceses para expresarse. Leonor, es una hermosa, inteligente y atractiva señorita, muy consciente de su posición social y de su incuestionable belleza, por lo que goza de los favores de los más encumbrados pretendientes de la sociedad santiaguina. Tiene dos pretendientes con considerables diferencias: Emilio Mendoza, buen mozo, empleado público y de regular fortuna; Y Clemente Valencia, muy adinerado, pero tímido y feo, compiten por los favores de una aparentemente indiferente Leonor.
Martín, dado su carácter provinciano sufre con dignidad y firmeza los sutiles desaires que su condición social ostenta ante el encumbrado ambiente plagado de siutiquerías en que se mueve; pero, no puede evitar fijarse y enamorarse en secreto de la agraciada hija de Don Dámaso, Leonor Encina. Muy triste, Martín decide mantener oculto sus sentimientos ya que no tiene ninguna esperanza de ser correspondido debido a su pobreza, pero siempre se las arregla para mantenerse cerca de ella. Por otro lado, Leonor se muestra orgullosa y soberbia e intenta humillar sutilmente a Martín, lo considera pueblerino y reservado; pero en realidad, la razón que la lleva a comportarse de esta forma, es que no cree producir en el protegido de su padre, el mismo efecto que produce en el resto de los jóvenes que la rodean, que caen rendidos a sus pies, y siendo estos de mejor condición social. La firmeza con que Martín se resiste a caer en sus redes es un desafío para su orgullo de mujer. Martín percibe las manipulaciones y el rechazo sutil de Leonor, pero mantiene con fortaleza su dignidad, ocultando celosamente sus enamorados sentimientos. Poco a poco y con la ayuda de su amigo Rafael, logra hacer amistades en la clase media, es invitado junto a su amigo a diversas tertulias y fiestas, y en una de estas tertulias, la bella pero tímida Edelmira se enamora abnegadamente de Martín, él, considera sin embargo, que solamente es una fiel e íntima amiga, la existencia de este personaje cobrará un significativo rol en el desenlace de la historia, ella descubre que el corazón de Martín pertenece a Leonor.
Leonor, al darse cuenta que no puede ejercer control sobre Martín, empieza a fijarse en él, descubriendo que por sobre su relativa pobreza, Martín esconde en su ser, las bondades de un verdadero hombre de alma noble y generosa, lo que la lleva a abrir su corazón a un poderoso mundo lleno de sentimientos y sensaciones nunca antes sentidos por ella, después de muchas luchas con su orgullo propio. Al ver que Martín viaja a Copiapó en el verano de 1851 para ver a su familia, Leonor tiene que reconocer con enojo que está perdidamente enamorada de Martín Rivas al sentir su ausencia. Leonor busca información sobre las actividades de su amado, pues cree erróneamente que su corazón ha sido dado a Edelmira, cuando en realidad, el amor de la muchacha ni siquiera es conocido por él. Leonor se siente despechada y vuelve a armarse con el escudo de la indiferencia, Martín regresa a la capital y pretende resueltamente declarar sus sentimientos, pero Leonor le responde con un sutil desprecio. El joven enamorado, al sentirse despechado y despreciado, se convence cada vez más de las ideas liberales de su amigo Rafael San Luis, y como una forma de olvidar a Leonor, en un acto que considera de absoluto patriotismo, se incorpora a las ingentes luchas políticas de la época y su vida corre peligro, pues se planea un levantamiento armado, el cual fracasa. Martín es perseguido y herido por ser opositor y activista, se refugia en casa de los Encina, su amigo Rafael muere en sus brazos, por lo que queda muy afectado. Leonor, al ver a Martín en peligro de muerte, le asiste y deja de lado definitivamente el poco orgullo que le quedaba al enfrentar la intensa mirada de su amado. Al verse enfrentados, ambos se confiesan definitivamente el mutuo amor que los une. El ve realizarse en esos momentos difíciles sus sueños, Leonor le corresponde a su guardado amor.
Martín es detenido por ser opositor al gobierno y condenado a muerte por fusilamiento. Leonor cree morir al saber la noticia, y ni sus influencias ni su belleza pueden hacer nada por cambiar la suerte de Martín; sin embargo, existe una leve esperanza, Edelmira quien es pretendida por el capitán de policía de Santiago Ricardo Castaños, le promete que, si ayuda a Martín a fugarse al Perú, ella se casará con él. El fugado logra viajar a Perú, allá tramitan su indulto. Mientras tanto, les comunica a todos su matrimonio con Leonor. Don Dámaso Encina le encomienda a Martín todos sus negocios para poder continuar una carrera ascendente, y él pueda dedicarse por completo a la política que era su pasión.
El tema central de la novela son las diferencias sociales. Vemos como Martín Rivas en todos sus desenlaces y ambientes, tiene como origen el conflicto entre las clases sociales y sus diferencias. Desde que Martín llega a Santiago a casa de Don Dámaso, y hasta concluir la obra, variadas son las circunstancias y factores por los cuales se mueven los personajes, aunque el origen es uno solo: el amor de Martín por Leonor. Sin embargo, hay otras circunstancias que se ven referidas al interés por parte de algunos personajes pobres por las clases no pudientes, lo que trae consigo una tragedia. El texto de la obra nos indica claramente su pertenencia al movimiento del Realismo, donde la capacidad literaria del autor nos sitúa en el tiempo y lugar correctamente históricos. Con la existencia de personajes impregnados de naturalismo y realidad muy bien representados, y de acuerdo con sus diferentes roles.
El Modernismo en la literatura latinoamericana
El movimiento del Modernismo surge en Latinoamérica a las finales del siglo XIX y comienzos de la segunda década del siglo XX. Este movimiento artístico literario surge a causa de una doble reacción. En primer lugar, como una respuesta a los múltiples cambios socioeconómicos llevados a cabo en Latinoamérica a finales del siglo XIX y principios del XX. Y en segundo lugar, como una liberación de elementos románticos y técnicas naturalistas. Esta doble reacción llevó consigo la necesidad de crear un nuevo lenguaje y nuevas formas, que alcanza sus momentos cumbres en la figura y personalidad de uno de los autores más singulares e importantes de la literatura latinoamericana: Rubén Darío. Con esta innovación del lenguaje literario, resaltan en el Modernismo, otros rasgos diferentes: individualismo o subjetivismo, búsqueda de la originalidad, universalismo, sensualidad, y evasión del materialismo existente. Esta nueva manera de ver y sentir, de enfrentarse a la literatura tiene sus claros y válidos antecedentes en Francia, donde los modernistas americanos reciben influencias. Acorde con la crítica generalizada, se considera que Los mayores logros del Modernismo se dan en el campo poético, no solo por la presencia del gran poeta nicaragüense, sino también por el valioso aporte de otras personalidades literarias que se rebelaron contra las normas naturalistas. En lo que respecta a la narrativa, existieron algunos intentos innovadores en algunos escritores latinoamericanos, aunque no fueron suficientes para establecer una ruptura total con el Naturalismo, y ésta no llegaría hasta bien entrado el siglo XX. El teatro, por su parte, no se manifiesta como expresión modernista; la innovación del lenguaje teatral, a mediados del siglo XX, es el resultado de la creación de los teatros universitarios y experimentales, y, a su vez, de las influencias europeas, de movimientos como el Existencialismo o el teatro de lo absurdo. En la narrativa modernista se registran importantes tentativas por innovar las formas tradicionales. Junto a esto hay que señalar el gusto por lo novedoso y exótico.
Rubén Darío y la concepción de la Nación latinoamericana
Rubén Darío es el más grande representante del Modernismo en América. Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (1867 – 1916). Sorprende y propone a América Latina como un proyecto de modernidad, para lograr el desarrollo de Estados Unidos, a través de un discurso político. Darío quiere que Latinoamérica haga suyo este discurso, para su propio progreso, sin embargo, hay que decir, que previamente Darío ha asimilado este discurso en sus viajes a Europa y Estados Unidos, el mismo que va a difundir en sus poemas para la comunidad latinoamericana.
Analizaremos dos de sus poemas: "Salutación del optimista" y "Salutación al águila" del poemario Cantos de vida y esperanza (1905).
Salutación del optimista, este poema comienza con la identificación de los latinoamericanos como "sangre de Hispania" "La latina estirpe", "espíritus fraternos, luminosas almas", Darío se preocupa por transmitir su mensaje de unidad, confiesa su sangre india y pasa por una marcada admiración por España, la mezcla con nombres de ciudades antiguas como Nínive y Babilonia, para terminar con la mítica Atlántida; proclama un afán modernista de añadir universalidad a la lengua castellana, con los aportes de otras tradiciones. Babilonia representa el caos y lo diverso en las lenguas, los aportes de Darío para el castellano de la nueva comunidad latinoamericana vendrían de los idiomas europeos y de la tradición clásica.
En "Salutación del optimista", el discurso didáctico de asimilación se considera desde la verificación de la realidad de la situación de atraso de Latinoamérica, se apela al conocimiento colectivo. Hay una metáfora de la caja de pandora, de la cual emerge la esperanza, los males serían la falta de originalidad, de modernidad, de un discurso integrador, recreado por el yo poético en el anhelo de modernizarse. Darío no deja de mostrar preocupación por el futuro de lo hispano, frente a la amenaza de Estados Unidos. Se trata de una evasión más hacia el pasado legendario, hacia los mitos indígenas como base de la identidad latinoamericana.
Salutación del águila, en este poema Darío quiere demostrar que el conduce el Modernismo en Hispanoamérica, él cree que la asimilación del modelo de Estados Unidos, llevará a Latino América a la grandeza del clasicismo, cuando dice: "Dinos, águila ilustre, la manera de hacer multitudes/ que hagan Romas y Grecias con el jugo del presente". En este poema se nota su afirmación de la hegemonía de Estados Unidos. Los deseos por lograr la tutela de los Estados Unidos se hacen presentes en el verso "Puedan ambas juntarse en plenitud, concordia y esfuerzo", juntarse debe entenderse como llegar al mismo nivel, a la misma potencialidad de progreso, pero las distintas naciones latinoamericanas están siendo omitidas para buscar crear un bloque de satélites de una magnitud que iguale el poderío de los Estados Unidos. De acuerdo con el título del poemario Cantos de vida y esperanza, los cantos tienen un gran valor eufórico porque hacen notar esperanza en la búsqueda de un progreso material y espiritual.
Darío se preocupa por buscar que el ciudadano común y corriente latinoamericano imite la autoestima del norteamericano. Darío ansía y pide el advenimiento civilizador de estados Unidos a Latinoamérica para imponer y consolidar un programa de corte liberal, que se convertiría en su opción democrática. Solo hay elogios, no existe la descripción de los medios de esta imitación, este poema se asemeja a un plan gubernamental en donde no existen los detalles de los procedimientos propuestos. Darío está ansioso por un cambio desde la práctica política, sin embargo este intento saca al poema del terreno estrictamente artístico.
En conclusión de ambos análisis, podemos decir, que en ambos poemas vemos el reflejo de la búsqueda de una identidad como principio de la toma de decisión en la acción política. Esto significa entrar en la modernidad, un espacio tiempo que permita visualizar a las naciones latinoamericanas como comunidad viable, aún sabiendo la realidad de que estas naciones se hallan dispersas. El esfuerzo de emulación a los Estados Unidos, requiere la primera reunión de los descendientes de Hispania, bajo la asunción de identidad. Ambos poemas reflejan el afán del Modernismo de proyectar una comunidad afianzada en los valores de la producción, siendo la poética un método de producción, esta producción se aplica a la reproducción de tipos y pautas que se consideran nuevas para Darío. Ser cosmopolita, tener la mirada fija en el norte, y asumir la identidad como punto de partida para la superación del atraso.
Grandes críticos literarios como Max Henriquez Ureña y Enrique Anderson Imbert, entre otros, consideran las influencias que recibió Rubén Darío de autores previos como explicación de su producción. Un aspecto interesante de estas influencias es que no fueron involuntarias sino deliberadas, como lo revela la famosa frase dariana de 1891: "¿A quién debo imitar para ser original?" esta pregunta debe llevarnos a reconsiderar nuestras ideas sobre el valor de las influencias como método crítico. Y contextualiza el fenómeno cultural del Modernismo al enfatizar su naturaleza como respuesta cultural y resultado de una transculturización. Aunque este tema haya sido tratado por la crítica, tanto la idea de influencia que refleja esta declaración como sus resultados en su obra literaria nos llevan a reexaminar la noción de influencia, especialmente si se considera el Modernismo como una formulación hispanoamericana de respuesta cultural, resultante de un proceso de transculturización. Este acercamiento servirá como explicación posible de los actos de apropiación de parte de Darío, quien según Noe Jitrick, considera la literatura como un producto. Dentro de este contexto, cabe proponer que Darío veía estas apropiaciones como procesos modernos, orientados al mejoramiento de su producción. De este modo, al insertar elementos de obras europeas que decidió imitar para ser original, no solo altera el concepto crítico tradicional de la influencia, sino que establece un patrón de relaciones literarias y culturales entre América Hispana y Europa.
Conclusión
Las diferentes historias de la literatura latinoamericana, nos demuestran que en el periodo comprendido entre 1830 y las postrimerías del siglo XIX de produce nuevamente una relación estrecha entre historiografía y literatura. La búsqueda de una concepción de identidad nacional incentiva la propuesta del Romanticismo, y señala al escritor la función de proyectar la ideología liberal en una sociedad moderna. Como la historiografía, la novela histórica tradicional, género predominante del Romanticismo hispanoamericano. Exteriorizó una visión moral y política, acorde con el propósito de construir una imagen nacional del pasado, una idea de patria fundada y basada en los episodios que protagonizan las nuevas generaciones, los nuevos representantes del ideario político. La novela del siglo XIX buscó un concepto de nación en la medida que su rol estaba relacionado y determinado por una escritura del pasado, y en plena concordancia con los presupuestos positivistas, liberales y realistas de la época. Novelas clásicas de esta etapa son, por ejemplo, Amalia (1851) de Mármol que reconstruye la situación argentina en 1840 bajo la dictadura de Juan Manuel Rosas y crea un prototipo de esta forma de novela en Hispanoamérica, cuyo clima de violencia está representada por la persecución a los unitarios en Buenos Aires y por las sangrientas campañas de la guerra civil en las provincias. Otro ejemplo análogo es Martín Rivas (1862) de Alberto Blest Gana, que desde una perspectiva histórica, expresa en la novela la polarización política vivida en Chile en los años de 1850 entre liberales y conservadores. La novela histórica del siglo XIX es el eco de la historiografía oficial, mediatizada por los temas amorosos que representan el imaginario de la cultura literaria romántica. Si bien respeta los datos de la historia, que se reducen a los de la vida pública, no deja de utilizar controladamente el sentido de la invención.
La nueva novela histórica plantea la necesidad de que la historia no sea reducida a la historia política, no se limite al conocimiento que proporcionan las clases hegemónicas, sino a la memoria de toda la sociedad incluyendo aspectos como la sexualidad, la locura y el imaginario popular. Así, desde este punto de vista, la novela de fin de siglo no pone en discusión a la existencia del Pasado, sino que expresa claramente la convicción de que el pasado es reconocible y que cuenta con capacidad para poetizarlo a través del discurso. La estética literaria presentada, estaba en plena armonía con la originalidad y la textualización de la narrativa. Así mismo, la ideología literaria se alineaba con los sucesos propios ocurridos, con la protesta ante regímenes nocivos, y la voluntad de lograr consolidar el concepto de nación. De allí podemos deducir que es el relato del pasado el que lo convierte en historia. La escritura de la historia, a través de la novela o en un ensayo historiográfico, pretende comprender el pasado para aprender de él y así entender los procesos que contribuyeron a formar las sociedades actuales. Si la conciencia del pasado es necesaria para entender el presente, la nueva novela histórica determina lo muy significantes que resultan ser los sucesos pasados para la cultura latinoamericana y cómo la escritura de carácter histórico realiza un trabajo de construcción, que finalmente se convierte en memoria colectiva y pilar en la que se basa la identidad nacional.
Bibliografía
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Autor:
Altidoro J. Gallardo
ATLANTIC INTERNATIONAL UNIVERSITY
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