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Blas Roca: paradigma de obligada referencia


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Fundamentación teórica
  3. Blas Roca: paradigma de obligada referencia
  4. Análisis de la obra fundacional: "Fundamentos del socialismo en Cuba"
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

Introducción

En la actualidad, resulta tarea harto difícil incursionar en el pensamiento de la humanidad mediante sus personalidades más representativas, vida y obra, tanto en su carácter de individualidad como en su protagonismo político u accionar social; pero constituye en cierto modo una revelación excepcional de imperecedero valor histórico.

Para llevar adelante este estudio, se hace preciso conocer las peculiaridades de la época concreta que le correspondió vivir a Blas Roca y, que este valoró como posibilidad, realidad o utopía: todo ello realizable solamente a través de la práctica histórico-social. De lo anterior, se revela que todo proceso social, que produzca transformaciones radicales en las esferas socio-política, económica e ideo-cultural, va precedido o inserto, como una regularidad, por la peculiar producción espiritual, contentiva de lo cognitivo y axiológico, de sus personalidades más relevantes, que de una u otra forma le acompañan, cuestionan, justifican o validan.

Este trabajo se centra fundamentalmente en el estudio de la obra y personalidad del eximio Doctor Honoris Causa en Derecho, Blas Roca Calderío, de forma tal que pueda determinarse sus aportes e influencias sobre el ideal socialista cubano en la construcción de una nueva sociedad que niega la explotación del hombre por el hombre, reflejo del lema de la Revolución Francesa del siglo XIX: "Libertad, igualdad y fraternidad". Para la realización efectiva de la investigación, se pretenden abordar los ejes temáticos siguientes:

  • Generalidades sobre las ideas socialistas.

  • Blas Roca: paradigma de obligada referencia.

  • Análisis de la obra fundacional: Fundamentos del Socialismo en Cuba.

Fundamentación teórica

  • 1. Generalidades sobre las ideas socialistas

La etapa del pensamiento progresista cubano, que intentamos abordar, abarca, desde las décadas finales del siglo XVIII, todo el siglo XIX e incluso la primera mitad del siglo XX, cada uno con sus propias peculiaridades, y que dado el contexto epocal en que se desarrolla, lo podemos considerar como aportador del legado definitorio, a la Ideología de la Revolución Cubana, triunfante el primero de enero de 1959, que requiere por sí misma, un estudio aparte, dada su complejidad. No obstante, en el empeño propuesto, resulta conveniente caracterizar etapas y períodos que sirvan como instrumento metodológico para su plena comprensión, particularmente al lector no familiarizado con nuestra historia, puntualizando previsoramente, que sus límites y fronteras, nunca rígidos, se atienen al predominio de unas u otras tendencias, puntualmente contextualizadas, que no niegan la supervivencia, en mayor o menor grado, de sus antípodas, en contradictoria convivencia.

Ello se valida en el criterio de que dicha periodización se ajusta al propio acontecer y continuo desarrollo y transformación de la realidad socio-histórica, política y económica cubana y, a su correspondiente reflejo en la mente de sus pensadores, lo que a su vez, desempeña, acorde a la sumatoria de logros o errores, un importante papel, fortaleciendo, acompañando, complejizando o a veces, frustrando, el empeño transformador.

El lento decursar de los siglos XVI, XVII y algo más de la primera mitad del XVIII, constituyen el fermento de la aparición gradual del criollo, como sujeto social, cuyos intereses se van diferenciando paulatinamente de los peninsulares, en un proceso que la torpe política colonial, acelera, con sus desmanes y desafueros.

Desde las postrimerías del siglo XVIII, se avizora la gradual concreción de nuestra identidad cultural y nacional, que tiene su gestación, relativamente lenta, en los siglos precedentes, a partir del período de conquista y colonización hispánica, iniciado en 1510, que marca la ruptura del desarrollo autóctono de la civilización aborigen y la irrupción violenta, de una perturbadora cultura de dominio, portadora de un escolasticismo, en lo filosófico y en lo pedagógico, ya rebasado en la mayor parte de Europa, que determina la instauración en Cuba de instituciones, modos, tradiciones, normas y costumbres, basados en un modelo de ostensible atraso socio-económico, con un agregado político e ideológico, de rancio conservadurismo.

Ya iniciado el siglo XIX, se percibe la agudización en la confrontación de intereses entre los ya identificables como criollos y peninsulares, dada la oportunidad, aunque limitada, que le brinda a la intelectualidad cubana, estrechamente vinculada a los intereses de los ricos hacendados insulares, la imposición del Despotismo Ilustrado aplicado por el monarca, Carlos III y, el apoyo del gobierno progresista en Cuba de Don Luis de Las Casas (1790-1796). Favorecido por esta coyuntura, muy vinculada a las vaivenes políticos de la metrópoli, ve la luz pública en nuestro país, el 24 de octubre de 1790, el denominado "Papel Periódico de La Habana", considerada la primera publicación periódica propiamente literaria en la entonces colonia y que sirve de tribuna a representantes destacados de nuestro naciente pensamiento ilustrado, que exigen reformas políticas, económicas y educativas, muy distantes aún a los posteriores afanes independentistas.

Diversos factores propician las peculiaridades de la etapa, como el surgimiento de procesos políticos de gran conmoción social. Valga mencionar la independencia de las antiguas Trece Colonias inglesas (1776-1783); la Revolución Industrial Inglesa (en la segunda mitad del siglo XVIII); la Revolución Burguesa en Francia (1789.1794), la Revolución de Haití (1795-1804) y los procesos independentistas en América Latina, en el primer tercio de la centuria.

En el campo de las ideas, estrechamente vinculado a estos hechos históricos, se destaca el nacimiento de la Modernidad, emblematizada por personalidades representativas de la Ilustración Inglesa y Francesa de los siglos XVII y XVIII respectivamente; del discurso democrático y cuestionador, contenido en los documentos programáticos y legislaciones jurídicas, inherentes a las mismas, así como el ideario emancipatorio de los principales próceres de la independencia americana, con especial relieve, por su atalayamiento visionario, de El Libertador Simón Bolívar. Es relevante la influencia en el pensamiento cubano, de las postulados promovidos por pensadores de la talla de René Descartes (1596-1650), John Locke (1632-1704), David Hume (1711-1776), Jean Jacques Rousseau ( (1712-1778), Denis Diderot (1713-1784) y Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780); del ideario renovador de la Filosofía Clásica Alemana, en especial de sus principales representantes Inmanuel Kant (1724-1804) y Federico Guillermo Hegel (1770-1831); las teorías económicas de los ingleses Adam Smith (1723-1790), y David Ricardo (1772-1823) y las prédicas del Socialismo Utópico o Socialismo Crítico de Claude Henri de Saint Simons (1760-1825), Charles Fourier (1772-1837) y Robert Owen (1771-1858), hasta arribar a mediados del siglo XIX, a la presencia de los gigantes del pensamiento, Karl Marx y Federico Engels. Estas corrientes del pensamiento, que arriban a nuestro país con relativo atraso, ejercen una mayor o menor influencia, dadas las peculiaridades de nuestro desarrollo socio-histórico y las condiciones extremas de opresión, conservadurismo y retraso económico del sistema colonial impuesto a Cuba.

Resulta perentorio conocer, para su más plena comprensión, cómo la conformación del pensamiento progresista cubano se matiza por la convivencia de diversas tendencias políticas, de inevitable basamento económico y clasista y desigual protagonismo, expresada en el reformismo, anexionismo, independentismo y autonomismo, los que contaron siempre con partidarios de determinada relevancia.

El mismo, no obstante, se gesta en su primera etapa, a partir del reformismo liberal, cuestionador del escolasticismo, irracional, teológico y dogmático, que imperaba en la Colonia, desde su propia conquista y colonización. Era lo que España nos podía ofrecer, dado su atraso, en casi todos los órdenes, con respecto a naciones como: Inglaterra, Francia y Holanda, por solo citar las más representativas. Mientras que los Torquemada campeaban por sus fueros, en la península; en los otros lares, florecían las reformas, tanto en la producción material como espiritual.

El que pudiéramos catalogar como Pensamiento Ilustrado Cubano, contó con personalidades de singular relieve en todas las esferas del saber, aunque se destacan por la universalidad de su pensamiento, que les confiere el mérito de Padres Fundadores, a los sacerdotes José Agustín Caballero (1762-1835) y Félix Varela y Morales (1788-1853) y al insigne maestro, José de la Luz y Caballero (1800-1862). Estos hicieron aportes significativos a partir de sus personales concepciones políticas y económicas, pero guiados por el amor consensuado a su Patria y una eticidad renovadora. Sus exigencias se centraban en la racionalidad del pensamiento, opuesto al escolasticismo; la inserción de los avances científicos en las formas productivas y el proceso educativo; el cese de la subordinación del conocimiento al teologicismo más burdo y rampante; la apertura a lo más avanzado del pensamiento universal, pero condicionado en su aplicación, a nuestras peculiaridades; una constante ocupación por el acceso de la educación al mayor número de personas, privilegiando en sus inicios a los hijos de familias criollas adineradas y, posteriormente a sectores más amplios y secularmente marginados; propender al perfeccionamiento de los métodos pedagógicos, creación de Escuelas de Instrucción Elemental y el destierro de las aulas universitarias de planes de estudio ya obsoletos; el acompañamiento a las reformas, del pensamiento filosófico propio, que aunque, inspirado en lo mejor de la Ilustración Europea, no renunciaba a su eclecticismo; no oponer como enemigos irreconciliables, las creencias religiosas individuales respecto a la adhesión al progreso científico; la construcción de una cultura, asentada en nuestras propias raíces e idiosincrasia; la utilización de la prensa escrita como medio por excelencia de divulgación de su ideario, y como factor esencial, una eticidad forjada en valores irrenunciables, como la justicia, el patriotismo, la solidaridad y el amor.

A partir de las décadas del 40 y 50 del siglo XIX, surge y se acrecienta como tendencia política, con decisivo basamento económico, el anexionismo, impulsado por la influyente clase de los ricos hacendados criollos, que aspiraban a integrar a la colonia, como un Estado más de la Unión, al reconocer la explotación esclavista, como la fuente más segura de acrecentar sus riquezas; su temor constante a una sublevación, semejante a la que sucediese en Haití, favorecido porque la población esclava, así como la de negros y mestizos libertos, llegaron a ser mayoría en determinado momento, en nuestra composición demográfica, con respecto a la población blanca, gracias al incremento de la trata; así como conceptuar, no sin razón, al sistema político establecido en los Estados Unidos, como paradigma a imitar, al compararlo con el sistema opresivo, y obsoleto instaurado por España en su colonia. Este último aspecto, aún después de concluida la Guerra de Secesión Norteamericana, en 1865, permitió que la anexión, permaneciera incluso como opción, en determinados momentos, en las ideas de relevantes personalidades como Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, evidencia que se recoge en sus primeros manifiestos revolucionarios, pero prontamente desechado, a partir de la maduración de su acendrado patriotismo.

La torpe política española con respecto a Cuba y el rechazo a los reiterados reclamos por la concesión de mayor espacio político de decisión; supresión de impuestos abusivos y una mayor libertad de comercio, llevaron ya iniciada la década de los 60 del propio siglo, al fortalecimiento de las convicciones independentistas, ya anticipada por Félix Varela desde el exilio, en "El Habanero", en 1824, y los intentos esporádicos, pero premonitorios, acaecidos en el primer cuarto de siglo, promovidos por Infante, Bassave, Aponte, Facciolo y otros, cruelmente reprimidos.

La firma del humillante Pacto del Zanjón, que pusiese fin a la llamada Guerra de los Diez Años (1868-1878), secuela del regionalismo y la falta de unidad en el campo insurrecto y dignamente repudiado por el General Antonio Maceo y un grupo de oficiales mambises en Baraguá fomentó inevitablemente, dado el consiguiente desánimo en unos y el calculado oportunismo de otros, un determinado auge de las tendencias reformistas (muy distante de los objetivos patrióticos propuestos por el pensamiento ilustrado cubano de las primeras décadas del siglo), que se constituyeron en rémora claudicante con respecto a los más progresistas afanes separatistas. Paralelamente, hace acto de presencia el autonomismo, donde se refugian los personeros de las posiciones más vergonzantes, que claman por tardías migajas a las autoridades coloniales, no obstante, sordas a sus pueriles reclamos.

Tales corrientes coexistieron en la llamada Tregua Fecunda (1878-1895), tras el fracaso de la llamada Guerra Chiquita (1879). Sólo la labor tesonera, aglutinadora y patriótica de José Martí, logró rescatar la dignidad nacional emancipatoria, en su titánico empeño por conciliar intereses entre veteranos y "pinos nuevos", con el objetivo de crear las condiciones para la continuidad de la lucha independentista.

El Maestro, quien sintetizó en su ideario, lo mejor del pensamiento cubano precedente, logra su plasmación en base a un programa y un Partido, que permite el reinicio de la contienda independentista, el 24 de febrero de 1895. Su temprana muerte en combate, en Dos Ríos, el 19 de mayo del propio año, aunque crea consternación entre los libertadores, no trunca el empeño, que se prolonga con avances significativos, con derroche de valor y sacrificio de nuestro pueblo.

Ya prácticamente vencida España, en 1898, agotados sus recursos materiales, humanos y morales, se produce, bajo un falso y demagógico espíritu democrático y humanista del gobierno de los Estados Unidos, plasmado en la "Joint Resolution", la intromisión de ese país en el conflicto bélico bajo la engañosa denominación de Guerra Hispano Cubano-Americana, valorada acertadamente por V.I. Lenin como la primera guerra imperialista, y que culmina, tras fácil victoria, en la firma del Tratado de París (1898), del cual se excluye ignominiosamente a los cubanos, y la primera intervención norteamericana en nuestra Patria, en enero de 1899.

La República nace el 20 de mayo de 1902 con su soberanía cercenada tras la imposición infamante de la Enmienda Platt, como apéndice de la Constitución de 1901, la que marca con su sombra funesta, el devenir político y económico de la nación, aherrojada por la dependencia política, económica y cultural, al poderoso vecino. Las dos primeras décadas del siglo XX se caracterizan, con nítido reflejo en el pensamiento cubano de la época, impregnado de una perniciosa, aunque lógica frustración y un fatalismo geopolítico, que trasciende al actuar indolente, entreguista y mediacionista de los primeros gobiernos, que se incrementa a partir de la segunda intervención norteamericana (1906-1909).

Ya iniciado el siglo XX, en el pensamiento cubano ejercen una singular influencia diversas corrientes filosóficas, particularmente el positivismo de Comte y Spencer, el pragmatismo norteamericano de John Dewey y de forma, cada vez más creciente, el marxismo-leninismo, todas ellas adaptadas creadoramente a nuestras especificidades e intereses como pueblo y nación. No obstante el ideario martiano, que mantiene su supremacía, aunque demagógicamente usado en no escasas ocasiones por políticos y oportunistas para sus turbios fines, sirve como catalizador del ideal patriótico cubano e inspiración paradigmática de sus sueños tantas veces frustrados.

Ya en la etapa de 1934 a 1952, se produce un proceso de relevante importancia en el continuo devenir del pensamiento cubano, con sus avances y retrocesos, dado por la gradual consolidación de una inevitable articulación del ideario martiano, del legado patriótico de las generaciones precedentes y del marxismo, favorecido por la fundación del primer Partido Comunista (1925); la promulgación de la avanzada y progresista Constitución de 1940; del fortalecimiento del movimiento obrero y campesino y en la aparición de personalidades políticas de probada honestidad como Eduardo Chibás y Blas Roca, principalmente.

Los aportes de esta significativa figura, cuya vida, obra y pensamiento constituyen el legado propiciatorio para el nacimiento de la ideología de la Revolución Cubana, aún en pleno proceso de conformación y perfeccionamiento, pero asentada en principios rectores que la validan e identifican como tal y cuya permanencia demuestra su principal fortaleza, a la vez que su negación representaría su propia autodestrucción.

Blas Roca: paradigma de obligada referencia

Blas Roca Calderío (1908-1987) procede de una familia humilde, donde se respira aire patriótico y revolucionario. Tuvo una incuestionable influencia de las figuras de Marx y Engels. En 1929, ingresó en el Partido Comunista y, dos años más tarde es el encargado de su organización en la provincia de Oriente y elegido miembro de su Comité Central, hechos que dan al traste con la ideología o pensamiento revolucionario y transformador de esta figura en pos de la construcción de una sociedad "con todos y para el bien de todos".

Además, fue el Secretario General de la Federación Obrera de Manzanillo; tomó parte activa en las huelgas de zapateros de 1929 y, en la de estibadores de 1930. A fines de 1933, se traslada a La Habana, donde conoce a Rubén Martínez Villena, ambos conciben, desde una posición marxista-leninista, el papel de la clase obrera cubana como continuadora del ideario martiano e interpretan con meridiana claridad el vínculo existente entre la revolución nacional y social. Un momento importante en cuanto al enfrentamiento a la dominación neocolonial, lo constituyen las críticas de Blas Roca y Villena a la explotación burguesa, la política corrupta de los gobernantes y partidos políticos, la denuncia del imperialismo, desde la perspectiva de las contradicciones entre gobernantes y gobernados mediadas por las existentes burguesía-proletariado y campesino-terrateniente fundamentalmente. Al año siguiente, es designado Secretario General del Partido Comunista tras la muerte de Villena. En la labor desarrollada por los comunistas bajo su dirección en torno a la contradicción burguesía-proletariado, se destaca la continua defensa de los intereses de la clase obrera y, en general de las masas explotadas, contra la ofensiva patronal. En el informe presentado al VI Pleno del CC del PCC-1935, se destacan las ideas de Blas Roca en cuanto al papel del campesinado en la Revolución Nacional liberadora. Partiendo de un nuevo análisis conceptual y político, llamó al Partido y a toda la clase obrera a "(…) luchar por atraer a todo el campesinado al frente nacional". La solución del problema nacional tenía que contemplar ineludiblemente la situación del campesinado y la propiedad de la tierra "(…) como piedra angular de la soberanía nacional, pues no puede haber, como no hay, patria libre en territorio  alquilado". Insiste en que la Revolución Nacional liberadora en Cuba pasaba necesariamente por la realización de una Revolución Agraria, dado el carácter dependiente del agro con respecto al imperialismo yanqui; pues, sin derrotar el bloque de los grandes hacendados terratenientes latifundistas no podrían realizarse los objetivos de la Revolución. Explica que la explotación de los campesinos los ha conducido a una vida estrecha, miserable a veces y siempre incierta: "peores que las de los obreros, pues viven  fuera de los beneficios de la civilización".

En esta misma línea de pensamiento y acción, destaca la necesidad de volverse a la propia historia patria a fin de encontrar en ella la continuidad a las luchas del presente, en las que el factor nacional iba conformándose como esencial. Por ello, Blas Roca expresó ante el Pleno que: "(…) el factor nacional, la defensa de la patria cubana oprimida por el imperialismo no es una causa ajena al proletariado, sino su primera obligación, su supremo deber". Asimismo, alertó sobre el peligro que representaba el fascismo para el movimiento revolucionario. En relación con el imperialismo insistió en que: "(…) nosotros debemos tener en cuenta que la etapa actual de la revolución cubana, es la etapa nacional, de la lucha por la independencia, de la lucha antiimperialista, es la etapa en que el objetivo estratégico es la derrota del imperialismo en Cuba".

La Asociación Nacional Campesina, principal organización de los agricultores pequeños, integrada por campesinos pobres y medios, promovió la alianza con los obreros para la lucha común contra el latifundismo, los intermediarios, el imperialismo y los demás explotadores de obreros y campesinos, aspecto trascendental propuesto por Roca para servir de garante a la libertad e independencia de Cuba.

Viaja a Moscú como delegado de Cuba al VII Congreso de la Internacional Comunista. Colabora en "Mediodía" y "Noticias de Hoy" y, forma parte del Consejo de Dirección de la revista mensual, "El Comunista". Es delegado a la Convención Constituyente (1939-1940) donde se enfrenta a los delegados de la derecha política y a los prejuicios anticomunistas imperantes en la época, que influyen en los restantes delegados, incluso en aquellos de pensamiento más progresista y diputado nacional desde 1940 hasta 1952, donde libra tenaces combates en favor de los intereses de los obreros, los campesinos y el pueblo en general.

La Constituyente de 1940 marcó un hito en la configuración de la concepción de la relación entre dirigentes y dirigidos, además resultó en su momento, la más avanzada de las Cartas Magnas burguesas en el continente, entre otras razones, porque su trascendencia en el plano de los cambios políticos de la etapa radica, no solo por el contenido de un conjunto de preceptos a favor de las masas populares que aprobó y porque coadyuvó a dar a conocer la realidad cubana y el papel de la intromisión imperialista; sino además, por las presiones de las masas populares sobre los integrantes de la Constituyente procedentes de los partidos burgueses, lo que constituyó un importante antecedente en el camino de alcanzar una participación efectiva del pueblo en la toma de decisiones políticas a nivel nacional. El Partido Unión Revolucionaria Comunista –nombre asumido por los comunistas para las elecciones de esta Asamblea-, se valió de múltiples mecanismos -la transmisión radial de las sesiones, por ejemplo- para lograr la participación de las masas populares en el apoyo de las leyes propuestas, que apuntaban hacia la lucha por una  Constitución: "(…) donde de verdad se establezca una organización del Estado que asegure un gobierno enteramente del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".

Entre los preceptos más avanzados de la Constitución de 1940, recogidos en su Título Sexto, figuraban el establecimiento de la igualdad de todos los cubanos ante la Ley: era ilegal y punible cualquier clase de discriminación. La garantía de un salario o sueldo mínimo para cada trabajador, el principio de que "a trabajo igual en idénticas condiciones correspondería igual salario con independencia de las personas que lo realicen", la prohibición del pago en fichas, vales; el establecimiento de seguros sociales con el fin de proteger a los trabajadores ante diferentes contingencias, la jornada de trabajo de ocho horas diarias y la prohibición del trabajo a los menores de catorce años. Además, fueron reconocidos los derechos de los trabajadores a la sindicalización y a la huelga, el sistema de contratos colectivos de trabajo, la protección del trabajador cubano frente al extranjero, la imposibilidad de despedir a un trabajador sin previo expediente y con todas las formalidades que estableciera la ley, la prohibición de desalojo campesino, entre otros preceptos populares.

Blas Roca afirmaba que las perspectivas que la Carta Magna abría, permitirían seguir avanzando en la liberación nacional y en la conquista de una Constitución donde no se consagrara la igualdad formal, sino la supresión de la explotación del hombre por el hombre, que declarara la propiedad colectiva de los medios de producción y que estableciera la entrega de tierras a todos los campesinos de Cuba, aspecto logrado con el triunfo revolucionario.

Funda y dirige la Revista "Fundamentos" y colabora en "Gaceta del Caribe", "Mella" y "La última Hora", expresivas de los más altos ideales socialistas y revolucionarios, que de algún modo inciden en la consolidación del pensamiento de Blas Roca y, le permiten ampliar su visión sobre la necesidad urgente de construir un sistema alternativo al capitalismo que niegue su contradicción fundamental.

Después del triunfo de la Revolución, es miembro del Consejo de Dirección de "Cuba Socialista", miembro del Secretariado del PCC y, desde el Primer Congreso, en 1975, de su Buró Político. Preside la comisión jurídica que trabaja en el reordenamiento de la legislación judicial, para adecuarla a la estructura socialista del país. Participa activamente en el establecimiento del Poder Popular en la provincia de Matanzas, en 1975 y preside la Comisión Redactora del Anteproyecto de Constitución.

Blas Roca -quien dirige el Partido entre 1934 y 1961- también hace aportes muy significativos en cuanto a las características del dirigente de la revolución nacional – liberadora y socialista. Este líder, surgido de la clase obrera, había madurado extraordinariamente en pocos años como resultado de su propia capacidad, el intensivo fogueo en las luchas obreras y populares y su excepcional capacidad de comunicación con las masas. Tenía talento organizador y contaba con la vivencia directa de las batallas en una provincia como Oriente, con una larga tradición de lucha revolucionaria desde el inicio de las guerras por la independencia. Todas estas cualidades hicieron posible que se transformara en el guía de los comunistas cubanos, después de la muerte de Villena. Entre los grandes méritos de Blas Roca como líder, sus compañeros y contemporáneos también resaltaban la objetividad y realismo político en las más complejas situaciones. La modestia, honestidad y el sentido crítico y autocrítico fueron rasgos consustanciales a su recia personalidad. En el Informe a la III Asamblea Nacional del Partido Socialista Popular, Blas Roca se hace una profunda autocrítica con relación a las apreciaciones del partido en torno a la lucha armada, que revela su honestidad característica: "La culpa de nuestros errores es enteramente nuestra (…) y no hemos de buscar a nadie a quien culpar por ellos. Yo soy particularmente responsable por estos errores. Como dirigente máximo de nuestro Partido estaba obligado a tener más vigilancia, a estudiar con más profundidad nuestros problemas para evitar que tales concepciones equivocadas entraran a contaminar la ideología y la política de nuestro partido, pero, por el contrario, contribuí con mis opiniones a que tales puntos de vista fueran adoptados por el Partido".

Entre las características más relevantes que Blas Roca subraya como imprescindibles en un líder revolucionario están las siguientes: fidelidad al Partido y a la ideología marxista – leninista; poder de convencimiento y comunicación con las masas; cultura política; lenguaje sencillo; entrega total a la causa revolucionaria por encima de los intereses personales; principio de discusión colectiva de los problemas; sencillez y modestia.; práctica de la crítica y la autocrítica. Sus amplias virtudes como líder, entre las que resaltan una sagaz visión política y una condición de comunista, hicieron que Blas Roca, por encima de criterios establecidos en los partidos comunistas, vanidades y egoísmos personales, entregara a Fidel las banderas del Partido.

Un hecho que debe destacarse, por su carácter unitario, es la subordinación que hizo el PSP, voluntaria y conscientemente, al liderazgo de Fidel Castro y del Ejército rebelde, ratificada al adherirse al Pacto del Pedrero, documento que consolida la unidad revolucionaria, suscrito por el Che y el Directorio Revolucionario en Las Villas. Ya triunfante la Revolución, en aras de la unidad, el PSP renuncia a su autonomía partidista y se integra a las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), y reconoce a Fidel Castro, como máximo dirigente de la Revolución Cubana, en un momento en que aun existían determinadas desconfianzas y recelos entre las organizaciones revolucionarias, como se demostró en el enfrentamiento al "sectarismo" (1962); en el proceso seguido al intrigante nato, Marcos Armando Rodríguez Alfonso, delator a los cuerpos represivos de Batista de los Mártires de Humboldt 7, consecuencia de la cual resultaron asesinados varios dirigentes del Directorio Revolucionario (20 de abril de 1957), participantes en el Asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo del propio año.

De este modo, el PSP se suma a la unidad de las fuerzas revolucionarias y a la estrategia y táctica de lucha que había trazado Fidel desde el Moncada y que condujo a la victoria de la Revolución el primero de enero de 1959.

El análisis de aquella decisión fue reflejado por Carlos Rafael Rodríguez como sigue: "Los libros decían, las tesis de las conferencias internacionales del movimiento comunista proclamaban que el tránsito de la liberación nacional al socialismo solo podría lograrse bajo la dirección y hegemonía de un Partido de la clase obrera, con la ideología del marxismo leninismo. Era por ello muy fácil dejarse arrastrar por el mecanicismo sectario y dogmático, y no advertir a tiempo que el camino hacia el socialismo había quedado abierto en Cuba por vías excepcionales y que las disputas por una hegemonía teórica resultarían anti históricas y absurdas".

A causa de una prolongada enfermedad, muere el 25 de abril de 1987, a los 78 años de edad. Por decisión de la Dirección de la Revolución es sepultado, por sus extraordinarios méritos revolucionarios en el Cacahual, con honores de General muerto en campaña, lugar donde reposan los restos del Mayor General Antonio Maceo y del último mambí.

El 26 de abril de 1987, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en la despedida de duelo de Blas Roca Calderío, valoró que: "…ha dejado de existir un hombre excepcional, de singulares virtudes y extraordinario talento. Un revolucionario ejemplar que dedicó por entero su vida a la causa de los humildes".

Como él mismo expresara acerca de su vida, esta "… ha sido un campo de batalla, nunca he dejado de luchar y nunca, ni en la circunstancia más adversa, he perdido la fe en el futuro. Ese ha sido mi escudo y mi bandera".

En su obra más conocida, "Fundamentos del socialismo en Cuba" (1943), encaminada a ser manual de instrucción revolucionaria, particularmente para los militantes del Partido Socialista Popular, que desarrollaban su actividad en casi constante clandestinidad o acoso, este expresa en el prólogo a la primera edición cómo al escribir estas páginas ha tenido la preocupación constante de poner al alcance de miles de nuevos comunistas un manual elemental, fácil y comprensible, que les diera los elementos indispensables para comprender toda la teoría científica que sirve de fundamento a los programas revolucionarios. Pero, al mismo tiempo, ha deseado hacerlo en tal forma, que fuera útil también a todos los elementos revolucionarios y progresistas y a todos, los que sin estar aún en el Partido, aspiran instintiva y confusamente al Socialismo, como máximo ideal de redención humana".

Análisis de la obra fundacional: "Fundamentos del socialismo en Cuba"

Tal cual ha sido analizado hasta ahora, Blas Roca no solo tuvo una vasta obra política, sino también intelectual, a saber: "Fundamentos del Socialismo en Cuba". En este estudio, considerado su obra cumbre, examina los rasgos distintivos de la Segunda Guerra Mundial y, la lucha contra el fascismo; fundamenta la relación entre esta, el imperialismo y la batalla por la liberación nacional y social en Cuba. Sus ideas, en cuanto a la contradicción con el imperialismo, alcanzan un mayor nivel de precisión cuando descubre la base objetiva de dicha contradicción, al explicar la dependencia económica y política del país con respecto al imperialismo norteamericano.

Como parte esencial de la educación del proletariado y las masas populares en general, se hizo necesario refutar las críticas mal intencionadas de la derecha, contra los comunistas y su partido. En esta dirección, en varios de sus trabajos, Blas Roca esclarece la relación que los marxistas y leninistas establecían entre internacionalismo y nacionalismo: "Tampoco tienen razón los que aseguran que el internacionalismo de los principios marxistas, niega y contradice el nacionalismo progresivo y revolucionario, esto es, el nacionalismo que procura la satisfacción de las verdaderas necesidades nacionales, el logro de la efectiva liberación nacional". O cuando reafirma sus posiciones a través de su concepto de patria: "En la lucha abnegada de nuestro pueblo, de nuestras mayorías nacionales, por la justicia, por la libertad, por la dignificación de todos los hombres, por el bienestar de las masas (…), la Patria nuestra reclama, todavía, que se la rescate de los que se quedan con sus riquezas, de las dos docenas de latifundistas y de las 25 compañías extranjeras que lo poseen todo mientras millares de campesinos cubanos vagan por calles y caminos, víctimas de los desalojos; mientras miles de trabajadores ven morir lentamente a sus familiares, víctimas de la desocupación, víctimas de la especulación desenfrenada. Esa es nuestra Patria permanente".

Fruto de estas necesidades y preocupaciones fue la publicación de la referida obra en 1943. En ella, en la misma línea leninista de Mella y Villena, Blas Roca aborda las que a su juicio deben ser las características fundamentales del partido de los comunistas: "Unidad y disciplina alrededor de los principios ideológicos, programáticos y organizativos. Práctica del centralismo democrático como base del funcionamiento orgánico del partido. Democracia interna. Principio de la dirección colectiva. Debate de todos los problemas sobre la base de principios. Derecho de elegir y revocar a todos los dirigentes. Acierto político de la dirección, en la conciencia revolucionaria de los militantes, en la fidelidad a los principios y en el amor al partido y a sus ideales".

Para lograr la unidad contra el fascismo, defender la economía nacional y garantizar el aporte material a los frentes de guerra, el Partido Unión Revolucionaria Comunista (nombre que asume el Partido Comunista a partir de 1939), con el respaldo de la CTC, llamó a los obreros a evitar las huelgas en aquellos centros cuyas producciones contribuyeran a aquel esfuerzo y exhortó a buscar la solución de los conflictos obrero – patrón a través del arbitraje, siempre que esto fuera posible, sin afectar los intereses de los trabajadores. Respecto a esta concepción de unidad, Blas Roca expresaba: "(…) hace falta la unidad de todo el pueblo cubano, de todos los que quieran a nuestro país, de todos los que odian al nazismo, de todos los que aman la paz, la libertad y el progreso. Hace falta la unidad nacional para derrotar al quinta-columnismo, para derrotar el hambre y la miseria, para derrotar a los enemigos de nuestra independencia y de nuestra libertad".

En su lucha por lograr la unidad de todas las clases y sectores patrióticos y democráticos, el partido, bajo la dirección de Blas Roca, prestó atención a otros inaplazables problemas presentes en nuestra sociedad, en torno a los objetivos de la revolución: la discriminación racial y el tratamiento de la cuestión negra, la política hacia los cristianos y los creyentes, la discriminación de la mujer y la necesidad de incorporarla a la lucha revolucionaria, la importancia de trabajar con el ejército.

Blas Roca –como antes habían anticipado Mella y Villena- consideraba que la participación del Partido en el parlamento era una importante forma táctica de lucha revolucionaria del proletariado; porque era un modo de llegar con su propaganda a las masas que aún creían en la democracia de los explotadores, para demostrarles su inconsecuencia y movilizarlas para la lucha por la conquista del poder. Esto no suponía confiar en los mecanismos electorales y parlamentarios para solucionar los problemas básicos de la revolución. La aplicación de esta concepción de unidad trajo como consecuencia la obtención de importantes conquistas en favor del proletariado y las masas populares, aunque provocó movimientos internos en las filas del Unión Revolucionaria Comunista, que se reflejaron en la relación partido – masas. Desde esas posiciones, los militantes del Partido que ocuparon cargos en los órganos del gobierno, desarrollaron una política de defensa de los intereses de los sectores populares, inédita en Cuba. Además de la  inclusión de preceptos avanzados en la Constitución del "40, se obliga al gobierno, por imperativo de las luchas estudiantiles y obreras, a aceptar la autonomía universitaria y el reconocimiento jurídico de la CTC. Los comunistas influyeron decisivamente en la profundizaron de la conciencia antifascista, antiimperialista y solidaria del pueblo, ampliando su comprensión de la necesidad de la independencia nacional.

Hay que subrayar que el partido no excluía en su concepción de lucha, el recurso de la insurrección: "Nosotros no aconsejaremos jamás el camino de la violencia innecesaria o evitable. Pero con Martí sostendremos siempre que "los derechos no se mendigan". En este sentido, Blas Roca argumentaba que una insurrección verdadera era la que surgiría de las masas populares y de las necesidades del desarrollo histórico y  las condiciones socio-económicas y políticas del país, y no "(…) de los complots, intrigas y combinaciones mezquinas de jefes burgueses sin otro propósito que derivar beneficios personales y de clase del ejercicio del poder".

A juicio de Blas Roca, tal cual plantearan Mella y Villena, "Para establecer la sociedad socialista, la clase obrera necesita derrotar al Estado capitalista y organizar el Estado socialista que le permita aplicar la violencia estatal –la función de dominación del Estado Socialista de la que hablaran Marx, Lenin y Gramsci-, para vencer la resistencia de los explotadores y establecer, con el socialismo, la verdadera democracia, la democracia completa, la democracia económica y política", en definitiva se trata de la nueva concepción de los nexos entre dirigentes y dirigidos. Considera que la revolución socialista es la opción de liberación posible de los oprimidos para producir la sociedad con justicia social –a la que aspiraba Martí-, que les niega el capitalismo: "Nuestros males, que son los males del sistema capitalista en su conjunto, no hallarán solución definitiva hasta la solución de éste y el establecimiento del socialismo".

El papel que Blas Roca le confería a la cultura en la edificación de la sociedad socialista se profundiza en su obra Los Fundamentos del Socialismo en Cuba, donde explicaba que la característica de este proceso debe ser la de que cada vez, de forma creciente, más personas conozcan las tendencias de los procesos sociales para que su participación sea real y efectiva, para lo cual considera necesario, como Martí y Lenin, que la cultura se extienda a toda la población, llevando las escuelas a todos los rincones del país, y poniendo en sus manos la creación cultural de lo más avanzado y progresivo del pensamiento nacional e internacional.

Blas Roca argumentaba la necesidad de llevar a cabo la revolución de liberación nacional del dominio imperialista en Cuba a fin de establecer un verdadero Estado nacional, cuyo programa de gobierno estaría dirigido a "(…) la nacionalización de los bancos extranjeros, los ferrocarriles, las minas, las plantas eléctricas, los teléfonos, la tierra y las grandes empresas en manos de los capitalistas extranjeros; la solución de los problemas de salud, educación, desempleo y la superación definitiva de la discriminación racial y social, entre otras medidas dirigidas al progreso económico, social y político de la sociedad cubana". En dichos objetivos –presentes en Mella y Villena también-, se plasman los ideales martianos de República en las nuevas condiciones históricas del siglo XX con una clara proyección socialista que constituyen un antecedente de las ideas expuestas por Fidel en La Historia me Absolverá, perceptibles en la ideología de Blas Roca desde mucho antes.

Conclusiones

  • Las ideas socialistas han estado presentes en nuestro espacio geográfico desde hace décadas, e incluso siglos; surgen con el proceso de conquista y colonización y, se extienden hasta la actualidad, siempre reflejadas como manifestación histórico-concreta de una época y pensamiento diferente lo que hace denso y rico su tratamiento.

  • Blas Roca fue una figura cimera dentro del proceso de socialización ideológica, fortalecido principalmente con el triunfo revolucionario. Constituye ejemplo de revolucionario y Padre de la democracia popular de inicios de la Revolución cubana. Ocupó la dirección del primer Partido Comunista de Cuba con posterioridad a la muerte de Villena y, hasta la disolución de esa organización tras el triunfo de la Revolución en 1959. Sus ideas se mantienen vigentes, a pesar de haber trascurrido el tiempo, y tuvo el mérito de haber avizorado el peligro que constituía el fascismo para la construcción de la sociedad a que aspiraba, lo que evidencia su claridad y asertividad sobre los procesos políticos.

  • Partes: 1, 2
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