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La maldición de Yavé (página 6)


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El automóvil robado lo estacionaron a muy pocos metros de la puerta del garaje por el que saldría el Audi A8 de uno de los sujetos, el tal Strauss, que como siempre iría acompañado de su fornido chófer a la vez que guardaespaldas. Los dos "cazadores" es esperaron pacientemente que se levantara la puerta del garaje, no tuvieron que aguardar demasiado tiempo, unos minutos después se ponían en acción, siguieron al Audi a una distancia prudencial y no actuaron hasta que se hallaran cerca de una calle en que la iluminación pública era bastante deficiente. Cruzaron su automóvil frente al que seguían, la lluvia y el factor sorpresa fue fundamental, ambos agentes saltaron del automóvil con sendas pistolas provistas de silenciador y liberadas del seguro, dividieron su acción, uno se ocupó del chófer y el otro del pasajero del asiento posterior.

El primero recibió un certero disparo en mitad de la frente que le atravesó limpiamente el cráneo cuando todavía tenía una de sus manos asiendo la puerta y la otra intentando sacar la pistola que llevaba en la sobaquera, cayendo fulminado sobre el volante, en el entretanto el otro agente entraba como una exhalación en le parte trasera y le propinaba un culatazo en la cabeza del ocupante dejando a este sin conocimiento e inmovilizándolo con unas esposas y amordazarle con un pedazo de cinta adhesiva. Uno de los agentes se puso al volante del Audi y arrancó, mientras el otro le seguía con el auto robado, cruzaron la ciudad sin excesivas prisas, evitaban llamar la atención de la policía local. La copiosa lluvia que en aquel momento caía inundaba las calles y les añadía un plus de protección, los limpiaparabrisas de los autos casi no daban abasto para desplazar el agua del cristal.

Salieron de la ciudad por una carretera secundaria muy poco transitada elegida previamente el día anterior, abandonaron el Audi en un descampado entre unos espesos arbustos que casi lo cubrían totalmente. Trasladaron el individuo secuestrado al vehículo robado y dejaron el cadáver del chofer en interior del Audi, luego se dirigieron a la casa alquilada. Todos los movimientos habían sido previstos y estudiados minuciosamente el día anterior, el Mossad no dejaba nunca nada al azar.

Una suerte pareja corrió el otro objetivo, en esta ocasión lo sacaron a media noche de su casa, estaba acostado, todavía en el primer sueño, cuando el frío del cañón del silenciador de la Parabellum de uno de los agentes lo notó ejerciendo presión sobre los labios, abrió los ojos desmesuradamente, un certero golpe en la cabeza le dejó medio inconsciente, la esposa de éste dormía en la cama de al lado en la misma habitación, el gruñido de dolor de su esposo la despertó, se incorporó en la cama para ver qué sucedía, grave error el suyo, un disparo a bocajarro en los pulmones terminó de manera fulminante con su vida. Uno de los agentes arrastró en la obscuridad al sujeto en dirección a un ventanal que daba al jardín de la casa mientras el otro efectuaba un registro en algunas habitaciones, pretendía hallar algún documento que les permitiera ampliar la información sobre la organización.

En una habitación contigua había un despacho o estudio donde probablemente el rehén debía trabajar, comprobó que no hubiera nadie más en la casa, regresó a la habitación y le dijo a su compañero que se llevara al rehén y lo dejara maniatado con el otro y regresara a por él, le dijo que se quedaba para registrar la habitación de al lado, quizás pudiera encontrar algún documento que interesara, el compañero asintió con la cabeza y se llevó al individuo medio arrastras.

El agente regresó al estudio e inició un registro minucioso del mismo, se ayudaba con una linterna para no tener que encender la luz y no llamar la atención en el exterior del edificio, procuraba eliminar toda suerte de ruidos con el fin de no alarmar a ningún vecino de las viviendas cercanas, por seguridad desconectó la entrada de la línea telefónica en la casa, de este modo si alguien llamaba le daría el zumbido de cómo si estuviera ocupado.

El estudio estaba lujosamente amueblado, tras la mesa de trabajo había la pintura de una dama elegantemente ataviada con un vestido de color verde obscuro y escote palabra de honor rematado con un collar de esmeraldas de notable tamaño, era una bella mujer, de pelo muy rubio recogido detrás de la cabeza y grandes ojos azules, el pintor le había plasmado la expresión de una suave sonrisa que le daba aspecto bondadoso y angelical, como si deseara obtener la expresión de la Gioconda, el agente mantuvo unos segundos el foco de su linterna sobre aquel cuadro, observó que éste estaba separado unos pocos centímetros de la pared, pero descansaba directamente sobre ella en todo su contorno, se acercó algo más para observar mejor la anómala posición de éste comprobando que la parte trasera del marco descansaba en su totalidad sobre la superficie de la pared, algo anormal para un cuadro que está colgado, ya que la parte superior siempre está ligeramente separada de ésta por el tipo de sujeción a ella.

Tiró hacia si del marco y sorprendentemente el cuadro se separó de la pared como si fuera la hoja de una ventana dejando al descubierto la puerta de una caja fuerte de seguridad, el agente esbozó una leve sonrisa, el ruido de un automóvil que se detenía, hizo que apagara la linterna y se acercara a la ventana para ver que ocurría, pudo oír unas voces, separó ligeramente la cortina de la ventana y comprobó que se trataba de una pareja que regresaban a la casa vecina después de probablemente haber asistido a algún espectáculo. Se mantuvo unos instantes quieto hasta que volvió hacerse el silencio en el entorno, regresó al lugar donde estaba la caja y comenzó a trabajar en ella, durante los cursos en la academia del Mossad, una de las asignaturas era el conocimiento y manejo de varios tipos de cajas fuertes, no tardó demasiado en oír los chasquidos que los resortes mecánicos de la combinación hicieron al encajarse en los alojamientos que les correspondía, -es una caja facilona, se dijo para si-, tiró de la manecilla y la puerta siguió, enfocó el interior de la misma, no era demasiado grande pero vio que había algunos fajos de billetes de banco sujetos por una cinta de papel, un par de estuches que contenían valiosas joyas, entre ellas le pareció ver el collar de esmeraldas que lucía la dama del cuadro, algunas carpetas conteniendo documentos, una libretita de cubiertas de piel que parecía una agenda, y una pistola automática con la cruz esvástica grabada en la empuñadura, le extrañó que una simple agenda estuviera guardada en una caja de seguridad, le echó una ojeada, a simple vista vio que tenía escrito a mano nombres y direcciones de múltiples lugares del mundo, principalmente en Europa y América del Sur, y cifras, se la metió en uno de los bolsillos de la chaqueta, para el resto buscó en la cocina de la casa una bolsa y metió todo el contenido en ella, -en la Central sabrán que hacer con todo ello- pensó.

Se sentó en una butaca de la habitación aguardando a que su compañero regresara a por el, no sin antes haber dejado rastros para que la policía creyera que se había tratado de un robo. No tuvo que aguardar demasiado tiempo, el ruido de un motor al relantí le indicó que el otro agente le aguardaba casi en frente de la casa. Salió por la parte trasera con máximo sigilo, arrancó el automóvil suavemente con la intención de pasar desapercibido, unos treinta minutos después habían llegado a la casa donde tenían a los dos rehenes.

Ambos individuos habían ya despertado, tenían las esposas puestas y las bocas selladas con cinta autoadhesiva, permanecían sentados en las sillas en que les habían dejado. Los dos agentes se enfundaron unas capuchas elásticas de color negro con agujeros para los ojos y la boca. Era una cuestión psicológica, sabían que encapuchados de ese modo causaban mayor sensación de pánico a su interlocutor.

Les quitaron de un tirón las cintas que les sellaban la boca, profirieron gritos y maldiciones por que con la cinta se fueron una buena parte de los pelos del bigote. Trasladaron a uno de los dos rehenes a otra habitación para evitar que en el interrogatorio pudiera ser oír lo que a cada uno de ellos le "sacaran".

El interrogatorio se inició con la identificación del nombre real con el que estuvo afiliado en el ejército alemán y al partido Nazi en el pasado, algo que como ya era de esperar fue negado, una y otra vez repetían su nombre actual. El agente del Mossad no estaba para perder demasiado tiempo pero necesitaba sacarle toda la información posible sobre la organización y el alcance de sus raíces por distintos países. Sacó con parsimonia del interior de un maletín una botella de vidrio de color marrón, depositó ésta sobre una mesita auxiliar a poca distancia del rehén, con bastante cuidado la liberó del tapón de vidrio, de la que salió un ligero y sospechoso humo, una etiqueta pegada en el cuerpo cilíndrico decía : SO4H2, vitriolo en estado puro, ácido altamente corrosivo. Vertió un chorrito del líquido sobre la superficie de la mesa, iniciándose de inmediato una rápida corrosión de una parte de la madera desprendiendo un olor nauseabundo.

El agente del Mossad sostuvo la botella en la mano y se quedó mirando fijamente a los ojos su rehén, -si no me respondes con la verdad a mis preguntas, te llenaré el cuerpo de éste ácido-, y para mayor demostración le vertió unas gotas sobre el dorso de la mano. El rehén exhaló un agudo grito cayéndose de la silla al suelo, el agente le levantó y le sentó de nuevo haciendo caso omiso a los gritos y lamentos.

-¡¡Hablaré, hablaré!!- chilló el viejo.

El agente sacó de su bolsillo la libretita que había hallado en la caja fuerte y la mostró blandiéndola en el aire a su prisionero, éste al verla se le puso la cara lívida y gesto de terror. –Ahora vas a explicarme muchas, muchas cosas, y me informarás del contenido de esta agenda que encontré en tu casa-, sacó una pequeña grabadora y accionando el pulsador de "on".

Una situación paralela estaba ocurriendo en la habitación inmediata…….

CAPÍTULO XXIIº

Al finalizar de impartir sus clases en la facultad, el profesor René Drapeau tomó un taxi para dirigirse al domicilio del matrimonio poseedor del último libro que quedaba por inspeccionar. No sabía como le iban a recibir, ni tampoco cómo iba a presentarse y enfocar el tema, pero su amigo y paisano Georges Pradel le había pedido que le hiciera esta gestión y él había tomado el compromiso de efectuarla.

El taxista le dejó frente a un edificio de viviendas de construcción bastante moderna y de considerable altura, tomó el ascensor hasta la cuarta planta y llamó al timbre de la puerta segunda..

Abrió una mujer joven, no sobrepasaría los cuarenta, que con cara de sorpresa le preguntó que deseaba.

René se identificó y preguntó si vivían allí el matrimonio Tray, la mujer le respondió afirmativamente, no le invitó a que entrara en la casa, le mantuvo de pie en el rellano de la puerta, se sintió algo incómodo, pero siguió exponiendo el motivo de su presencia. Finalmente la mujer comprendió y le invitó que entrara.

La señora Tray recordaba que en su visita a España habían adquirido un libro bastante antiguo en una ciudad de Andalucía de la que no recordaba en aquellos momentos el nombre. –Era una especie de librería muy vieja de una calle muy estrechita-, le dijo.

René se esperanzó con la información que la mujer le daba. –¿Conservan ustedes todavía este libro?-, preguntó.

La señora algo extrañada se acercó a las estanterías que tenía a su espalda y buscó durante unos segundos entre los varios libros que allí estaban. –Todavía no lo hemos leído-, apostilló con una ligera sonrisa que más bien parecía una disculpa.

-Verá, mis colegas de España necesitarían poder leer el contenido del libro ya que forma parte de una tesis literaria que están desarrollando-, dio como excusa.

Sacó un libro de grosor algo considerable con rudimentarias cubiertas de azul marino que se apreciaban bastante sobadas y letras doradas, estaba escrito en idioma alemán, se lo entregó a René, éste lo ojeó un poco y le propuso a la mujer comprárselo, ésta le dijo que no tenían necesidad ni intención de venderlo ya que lo consideraban un recuerdo de su estancia en España.

A René se le ocurrió una posible solución: -¿Podrían prestárselo por unas semanas para poder estudiar su contenido?, naturalmente yo les depositaría a ustedes una cantidad de dinero como garantía de devolución-.

A la mujer no le pareció descabellada la solución, pero adujo que debía consultarlo con su esposo. Finalmente acordaron que la llamaría al día siguiente para conocer su decisión.

René tomó un tren de cercanías para trasladarse a la cercana población donde tenía su domicilio y desde allí enviarle un e-mail a Georges explicándole los resultados de la gestión.

En Hamburgo la policía fue advertida del incendio de un Audi A8 a las afueras de la ciudad con una persona dentro. Por otro conducto fue también avisada que en uno de los parques de la ciudad había el cadáver de un hombre colgando de un árbol aparentando un suicidio, con la cara y las manos totalmente desfiguradas por algún ácido corrosivo.

Unas horas después los dos agentes israelíes volaban a Tel Aviv con un importante "botín" recaudado en las casas de los dos rehenes y la información obtenida de las confesiones de los mismos.

En Granada Felipe Frutos recibió en la universidad una inesperada visita de un subtito paraguayo, un tal Hans Manrique le dijo el bedel alargándole una tarjeta del mismo.

Felipe se extrañó no conocía a nadie con este apellido y de aquel país, pero dio instrucciones para que le hicieran pasar.

Instantes después entraba en el despacho de éste un joven que aparentaba tener alrededor de los treinta y cinco años, bien parecido y atlético, de pelo rubio cortado al cepillo y mentón prominente y bastante bien vestido, casi elegante se dijo para si. La primera impresión del profesor Frutos le pareció ver a un individuo de raza aria en lugar de un típico hombre del sur del continente americano, sin embargo el color de su piel decía que pasaba horas a la exposición solar.

Le invitó a que tomara asiento después de saludarle. El joven se presentó como perteneciente a una asociación sudamericana de estudios étnicos de la universidad de Asunción, al tiempo que le alargaba una carta de presentación que firmaba el rector de dicha universidad. Felipe pensó que no sabía a cuento de que venía la visita del muchacho en cuanto y tanto en su cátedra granadina nada tenía que ver con estudios étnicos sudamericanos, pero optó por escuchar.

El joven le hizo una larga y lenta explicación del estudio que en su universidad estaban llevando a cabo, Felipe le seguía escuchando con atención, hasta que en un punto de la exposición, el joven dijo algo que le puso en guardia, le habló de que en el estudio buscaban la relación étnica de algunos de los colonizadores del Cono Sur con la raza semita, en este momento al catedrático se le encendieron las alarmas en su mente.

-Si me permite señor Manrique ¿en que punto interviene nuestra universidad con los estudios que vienen ustedes realizando?-, preguntó Felipe.

El joven se revolvió ligeramente en la butaca en la que se había sentado mientras se mesaba con la mano el cabello, como si se estuviera hallándose en situación algo incómoda. -Pensamos profesor que quizás puedan ustedes facilitarnos algunos documentos que pudieran despejarnos ciertas dudas-, respondió.

Felipe se puso en guardia, no sabía por que, pero inmediatamente pensó en sus extraños documentos. Pensó que como fuera debía ganar tiempo para poder poner en sobre aviso a Georges, Jacob y al inspector Lacroix y ver que hacer. No respondió directamente al requerimiento del joven, esgrimió una serie de evasivas, pero se le ocurrió decirle a su interlocutor que le disculpara ya que justamente tenía que impartir de inmediato una clase y no podía prestarle más tiempo de atención. –¿Le sería posible venir a visitarme mañana por la tarde alrededor de las cinco?-, pensaba que esta excusa podría tener tiempo de contactar con todos y alguna solución hallarían. Por otra parte debía ser también cauto, no fuera que su corazonada fuese simplemente eso, una corazonada. Su interlocutor le manifestó que estaría encantado en volver a visitarle al día siguiente a la hora que le había indicado. Felipe le acompañó hasta la puerta de la facultad donde se despidieron.

Regresó a toda prisa a su despacho ansioso de poder establecer contacto con sus amigos. En pocos minutos había puesto al corriente a Georges y Jacob, ambos coincidieron en la impresión que éste tuvo de la entrevista con el tal Manrique, el francés le dijo que él se ocuparía de llamar a Lacroix para informarle mientras Jacob Cohen lo hacía con el Mossad.

Desde la prefectura de Aix-en-Provence, Lacroix contactó con Yashin, éste último había enido la precaución de facilitarle el número de su teléfono móvil en la pasada visita.

Al otro lado de la línea la peculiar voz del agente del Mossad sonó algo ronca pero seca y firme. Lacroix le relató puntualmente la información recibida, tal como si estuviera redactando un informe para la prefectura.

-Gracias amigo Lacroix, esta información acaba de llegarme también desde el señor Cohen, y observo algunos puntos coincidentes con una investigación paralela que estamos llevando a cabo desde nuestra central. Tenemos informes de nuestros agentes que nos dicen haber hallado unos sobres de correos que provenían de Paraguay, más adelante estos mismos agentes pudieron "interrogar" a algunos personajes en Alemania que ampliaron más información al respecto. En consecuencia y para abreviar, creo muy interesante poder entrevistarme con este personaje, no creo ni una palabra de la explicación que le dio al profesor Frutos, y pienso que debe haber una conexión directa con el informe de nuestros agentes, hay unas coincidencias bastante puntuales. ¿ha dicho que volverán a verse mañana por la tarde?-.

-Efectivamente eso me han dicho-, respondió Lacroix.

-Bien, son ahora aquí en Tel Aviv las once de la mañana, voy a intentar estar en Granada, alrededor de media tarde para hablar personalmente con el profesor y mañana intentar entrevistarme con este individuo paraguayo, si no le importa inspector anticipe al señor Frutos mi visita y de mis intenciones, le agradezco mucho su llamada, le tendré a usted informado-.

Lacroix llamó a continuación al catedrático Frutos para informarle de la conversación que había mantenido con Yashin y del inmediato viaje de éste a Granada, esto tranquilizó en parte a Felipe, tuvo la sensación de estar algo más protegido. A través de las serie de vicisitudes y situaciones anómalas sucedidas desde el día en que halló el primer documento en aquel dichoso libro, la monotonía por la que solía discurrir su vida había sufrido cambios importantes, al principio fueron realmente excitantes, estimularon de nuevo su adormilado interés por la investigación, pero a medida que avanzaba en ella las cosas fueron tomando un aire inesperado que no dejaba de preocuparle, hubo momentos que desearía haberlo abandonado todo, pero ya era algo tarde, aun con buena fe y en aras de la investigación había involucrado en ello a otras personas que además eran viejos y queridos amigos.

Envió un mensaje de Internet a Georges en el que le informaba de la próxima visita del hombre del Mossad, a los pocos minutos de haber enviado el mensaje la operadora de la centralita de la universidad le pasó una llamada de Georges.

-Georges, ¿has leído mi mensaje que acabo de enviarte?-

-Efectivamente, lo he leído y es por este motivo que te llamo, si te parece voy ahora mismo con mi automóvil al aeropuerto de Barcelona no demoraré más de un par de horas en ello, y tomo un vuelo hasta Granada, creo que podría estar contigo casi al mismo tiempo que el tal Yashin, me tiene muy intrigado esta inesperada visita del sudamericano y a su vez la rápida reacción del agente del Mossad -.

-Tu presencia será muy reconfortante, ya que tengo serias dudas en proseguir con todo esto-.

-Es por ello que deseo estar contigo, ahora no debemos echar por los suelos todo lo que hemos avanzado, va en contra de mis principios, ya sabes, procuro acabar todo lo que comienzo-.

-Lo se, lo se, querido amigo-.

-Te dejo, voy a por mi automóvil en el aparcamiento de la facultad y tomo la autopista para estar cuanto antes en el aeropuerto del Prat, voy a probar de enlazar con algún vuelo doméstico a Granada-.

Pasó primeramente por su domicilio para recoger algunas ropas y un neceser de viaje, tomó su Citroën DS y enfiló la autopista del Languedoc-Rousillon, no demoró más de dos horas y media en llegar al aeropuerto barcelonés. La fortuna le acompañó, pudo tomar un vuelo a Granada dos horas más tarde. Georges no se apercibió de que un automóvil negro le había seguido hasta el aeropuerto y que su conductor tomaba café en la misma cafetería del aeropuerto a poca distancia suya.

En otra parte del Mediterráneo Yashin subía en un avión de línea regular de la compañía israelita El Al con destino a Madrid, iba acompañado de dos agentes a su cargo. En Barajas alquiló una van Vito de nueve asientos y una hora después circulaban por la autovía en dirección a Granada.

Unas horas más tarde llegaba a la ciudad en la que residía Felipe Frutos. Llamó a la universidad y la operadora le pasó con el despacho del catedrático.

Éste había sido advertido de la posibilidad que un personaje del Mossad le visitaría, dio orden al Bedel para que cuando llegara la visita le acompañara hasta su despacho.

Yashín dio instrucciones a sus dos agentes que aguardaran dentro de la furgoneta y estuvieran atentos a las instrucciones que pudiera darles a través del walkman con que iban equipados.

El Bedel llamó con los nudillos en la puerta e inmediatamente se oyó una voz que desde el interior invitaba a que entrara.

-El señor Yashin- anunció éste.

Felipe se levantó y se acercó tendiendo la mano a su visitante.

-He oído hablar mucho de usted señor Yashin- le dijo en el entretanto le invitaba a tomar asiento en una de las butaquitas de piel que estaban frente a su mesa.

-Veo que la inesperada visita de este joven paraguayo a despertado una gran actividad-, adujo Felipe como inicio de la conversación.

El agente del Mossad, se acomodó en la butaca, miró fijamente al catedrático como si estuviera estudiándolo y esbozó una ligera sonrisa.

Felipe observó también a su interlocutor, dedujo que por su aspecto debía ser un hombre de acción, frío y calculador, había leído algunos reportajes sobre el servicio secreto israelí, pero le constaba su gran eficiencia y preparación de sus agentes. Esto le dio un plus de confianza pero también de cierto temor, el jamás había tenido nada que ver con la policía, ni los servicios secretos, todo lo que conocía de ello era a través de novelas, artículos impresos y algunas películas, pero valoró también que aquel pueblo en las circunstancia tan difíciles que debía vivir y bajo la constante amenaza bélica en su propio territorio, era natural que para poder sobrevivir sus agentes tuvieran una excelsa preparación en todos los órdenes.

Yashin se presentó e inició la explicación del motivo que le había traído a Granada.

Le contó a Felipe en un más que correcto castellano, la visita de J.Cohen a Tel Aviv, del interés que el documento que portaba había despertado en la "Compañía", y finalmente le explicó el motivo principal que no era otro que desarticular o "eliminar", usó este término que le dio escalofríos al catedrático, la organización nazi todavía existente y extendida por varios países y del daño que continuaba haciendo al sionismo mundial. – Se excusan con esta ideología para hacer sus propios negocios-.

Felipe escuchaba con viva atención cuanto le explicaba el hombre que tenía frente si, no se perdía detalle de sus gestos y de cuanto le comunicaba, Felipe era un gran analista del ser humano, ya desde muy jovencito gustaba de observar a las personas con más detenimiento que el resto de sus compañeros, con el tiempo había ido archivando en su cerebro miles de gestos, frases y caras de los seres humanos observados hasta el más mínimo detalle, había confeccionado su propia enciclopedia clasificando y agrupando a individuos que mantenían rasgos físonómicos y expresiones parecidas, en estos momentos su mente revisaba en su "archivo" datos comparativos donde clasificar a su interlocutor.

Felipe le contó con todo detalle la sorprendente visita del joven paraguayo, -me puso en guardia cuando me citó algo sobre documentos relacionados con etnias judías en el Cono Sur, inmediatamente tuve la sensación que aquel hombre me ponía una especie de excusa que no venía a llevar a ninguna parte y que pretendía algo más, pues de todos es sabido que los primeros judíos llegados a Suramérica en número algo notorio, no lo hicieron hasta bien entrado el siglo XIX, bastante antes de que se fundara el actual estado de Israel-.

-No anda usted equivocado, en la Central, tenemos el convencimiento que andan detrás de estos documentos hallados fortuitamente por usted para apoderarse del posible contenido que encierran y, para obtenerlos harán lo que sea necesario, las vidas humanas para esta gentuza no tienen valor alguno, ya lo pudimos ver en la década de los años treinta y cuarenta -.

-Entonces en previsión a la visita de mañana por este joven ¿qué opina usted que debo hacer?-

Muy sencillo profesor, si le parece voy a suplantarle, lo recibiré yo en este mismo despacho, le diré que usted ha tenido que ausentarse por un imprevisto y le suplo a usted, le diré que estoy al corriente de todos sus asuntos ya que pertenezco a su equipo de colaboradores más íntimos y veré que le puedo sacar, no se preocupe tengo medios para sonsacarle-.

-Me parece bien, daré instrucciones en la dirección para que pueda usted ocupar momentáneamente este despacho-. Felipe tomó un papelito amarillo y anotó su domicilio particular. –Tenga usted, después de la entrevista le aguardo a usted en mi domicilio, probablemente cuando usted venga habrá llegado ya mi compañero francés el doctor Georges Pradel-.

-Gracias, así lo haré, ah y recuerde no utilizar su teléfono según para que, nos consta que está "pinchado"-.

CAPÍTULO XXIIIº

La mañana en Boston estaba algo fría y lluviosa, y para terminar de arreglarlo una de las clases impartidas por René Drapeau fue un fracaso de asistencia, los estudiantes se habían manifestado en contra del rector por una ley absurda que éste impulsó. La situación le permitió salir casi una hora antes, cruzó el campus a toda prisa, se había dejado el paraguas y el impermeable en casa y le fastidiaba bastante mojarse.

Tomó el bus y descendió unas cinco calles más abajo, justo a un paso de la casa del matrimonio Tray, pasó por delante de una tienda de artículos baratos y compró por dos dólares y medio un paraguas plegable y un impermeable de plástico de color amarillo canario.

Llamó a la puerta y salió abrirle la propia señora Tray. Después de los saludos de rigor René le preguntó a la señora si había consultado con su esposo la posibilidad de prestarle el libro comprado en España.

-Verá profesor, efectivamente mi esposo y yo lo hemos considerado-, dijo la dama en el entretanto invitaba a su visitante a tomar asiento.

René puso cara de suspense, no sabía por donde la señora le iba a salir, le vino a la mente la frase latina de : alea jacta est, frase que Suetonio atribuyó a Julio César cuando cruzó el río Rubicón frontera con la Galia.

La señora Tray le sacó de su reciente pensamiento: -hemos decidido prestarle el libro a cambio de un pequeño favor-.

-Dígame usted de que requisito se trata y veré de cumplirle-.

-Muy simple, que me de unas lecciones de francés durante cinco meses, dos veces por semana, siempre he deseado aprender este bello idioma y vamos a ir este verano de vacaciones a París-.

-No hay inconveniente siempre que pueda ser en unas horas en las que mis obligaciones con la universidad me lo permitan-

La señora Tray se levantó y fue a la librería del saloncito para coger el libro tan deseado por el francés. –Tenga usted señor Drapeau, ¿cuándo iniciamos la primera clase?- le dijo sonriendo.

-Verá señora, podría ser todos los martes y jueves por la tarde, ya que son días que no tengo clases en la facultad-.

-Pero quizás esto le reste tiempo de estar con su esposa-.

-No, no hay tal esposa todavía señora Tray-, respondió con una sonrisa mientras se rascaba el cogote.

-Llámeme Annie, por favor, voy a ser su alumna-.

-Gracias Annie, lo tendré en cuenta-, le dijo esto mientras cogía el libro y pasaba las hojas rápidamente haciendo como el que las está mirando.

Acabó el café de la tacita con que su futura alumna le había obsequiado y se despidió de ella : -hasta el próximo martes Annie, vendré alrededor de las tres y media-.

René Drapeau era un joven de unos treinta y ocho años, nacido en una población de la zona de la Camargue, alto y bien parecido, hizo su licenciatura en la universidad de Montpellier, fue un jugador estrella del rugby universitario, al finalizar la carrera obtuvo una beca que le llevó a los Estados Unidos afincándose en Boston, llevaba ya tres años en la ciudad y estaba muy bien considerado por el rector y sus alumnos.

Ya en la calle se puso de nuevo el impermeable plástico que se había comprado y colocó debajo el libro para evitar que se mojara con la pertinaz lluvia, tomó un bus que le llevó hasta su casa.

Se dio una reconfortante ducha y después de ponerse el pijama y un batín de baño se sentó junto al hogar e inició un reconocimiento minucioso del libro.

Como le había dicho su amigo Georges, inició el reconocimiento en las cubiertas, nada anormal pudo observar, los forros se apreciaban bien adheridos y sin ningún resalte que pudiera parecer anómalo. Comenzó a pasar las gruesas hojas una a una, a la mitad el libro palpó una hoja algo más gruesa que las demás, acercó ésta a la lámpara de la mesita que tenía junto a la butaca en la que se había sentado, la potente luz de la bombilla atravesó el grosor del papel, la luz atravesó con cierta facilidad todos bordes de la hoja no así la parte central de la misma que se apreciaba algo más opaca. Trató de separar las dos hojas que intuía haber sido pegadas pero le fue imposible, so pena de hacer un desaguisado, optó por coger un cutter y cortar la hoja justo por la parte que estaba cogida al lomo del libro, pensó que mutilaba al libro pero también pensó que lo más probable es que sus propietarios no leerían jamás este y no echarían en falta la página.

Con ella en la mano pudo observar que el lado de la hoja que estuvo cercana a lomo del libro, estaba dividida en dos hojas, por aquel lado estaban despegadas, las separó con sumo cuidado viendo que formaban una especie de bolsa, había un papel doblado en el interior. Con el fin de no dañarlo, cogió una pinzas y extrajo con sumo cuidado éste. Desdobló el papel y vio una serie de incomprensibles dibujos de segmentos de líneas irregulares. Volvió a doblar el papel extraído y lo retornó al interior de la bolsa que formaban las dos hojas separadas del libro.

Buscó un sobre de dimensión suficiente para que cupiera en su interior la hoja con su contenido sin necesidad de doblarla.

Miró el reloj y calculó la hora que tendrían en Francia, serían alrededor de las diez de la noche, marcó el número de su amigo Georges. Aquellas horas éste ya estaba en la cama, el timbre del teléfono le desveló del primer sueño.

-Dígame-, dijo con voz somnolienta que acabó con un largo bostezo.

René utilizó el patois que se habla en la Provenza entre los campesino derivado del catalán, había sido advertido de la posibilidad de que el teléfono tuviera escuchas.

-Ja tenc l´encarrec tois, demá et cridaré a la feine-.

bo, fins ademá-.

Georges colgó de nuevo el teléfono, se dio media vuelta y se abrazó a su esposa Jackie quedándose de nuevo dormido en pocos minutos.

CAPÍTULO XXIVº

Felipe estaba algo nervioso, no sabía como acabaría la suplantación que el hombre del Mossad le propuso. Una hora antes de que viniera el paraguayo, Yashin se presentó en el despacho del catedrático, no sin antes haber previsto un plan con sus dos hombres que aguardaban fuera en el interior de la van de alquiler.

-Tengo buenas noticias para usted profesor, gracias a una serie de interrogatorios recientes que pudimos efectuar a algunos viejos nazis que capturamos, sabemos el origen real y las intenciones de este individuo que ahora esperamos. Es hijo de un viejo general de las SS que cuando intuyó que las cosas se le iban a poner feas, huyó al Paraguay con una fortuna robada a gente de mi pueblo, allá se casó con la hija de un hacendado del país descendiente de españoles y compró una gran extensión de tierra en la que cría ganado, es conocida como Hacienda Santa Rosa, pero no es otra cosa que una tapadera, es la excusa para manejar otros negocios de muy dudosa legalidad, tales como tráfico ilegal de armas y drogas, tienen conexiones con muchos de sus viejos camaradas afincados en otros países; Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y hasta en los propios Estados Unidos de Norteamérica y como no en su origen, Alemania-.

-No me sorprende-, respondió Felipe algo impresionado ante la magnitud del enemigo.

-Vamos a llevarnos a este joven a Tel Aviv, allá nos dará todavía más información de la que ya poseemos y servirá también para presionar a su padre-.

Siguiendo las consignas del agente del Mossad, Felipe se marchó a la biblioteca, por el camino uno de los bedeles le llamó para avisarle que el señor Pradel estaba aguardándole en secretaría. –Acompáñelo a la biblioteca le recibiré allí-.

Los dos amigos se fundieron en un cordial abrazo, se sentaron en un saloncito que había en una de las esquinas de la gran biblioteca, cerca de un amplio ventanal que daba a los jardines de la fachada principal de la edificación, se relajaron y Felipe le contó los acontecimientos más recientes acaecidos con la visita del hombre paraguayo y el agente del Mossad.

Al final del pasillo se hallaba el despacho de Felipe ahora ocupado por Yashin, casi una hora más tarde el bedel que había sido previamente aleccionado, acompañó al joven Hans Manrique al citado despacho.

Llamó a la puerta al mismo momento que la abría para darle paso al acompañante, -pase por favor-, le dijo.

El muchacho se sorprendió al ver que detrás de la mesa no se hallaba el interlocutor del día anterior. Yashin notó la cara de sorpresa que el joven ponía.

-Entre usted señor Manrique, me he visto en la necesidad de sustituir al profesor Felipe Frutos, le ha salido un imprevisto e ineludible compromiso y me ha pedido que le atienda a usted en lo que pueda precisar de nosotros-, le dijo a la vez que le estrechaba la mano.

El joven se sentó en la misma butaquita en la que el día anterior se había acomodado. Yashin le conminó a que le expusiera el motivo de su visita a la universidad de Granada, el joven, al que se le veía algo desconcertado, le contó el motivo de su viaje, el agente del Mossad le escuchaba con disimulada atención, unos minutos después llamaron a la puerta al tiempo que dos hombre penetraban en la estancia.

El joven algo sorprendido por la interrupción, se giró para ver de quien se trataba, al ver a los dos hombres se dispuso a levantarse, pero una mano férrea apoyada sobre su hombro izquierdo le impidió hacerlo, era la de Yashin que al tiempo le decía en un correctísimo alemán, -No se preocupe ni se altere, si se comporta tranquilamente no le va a ocurrir a usted nada, ahora nos acompañará usted con toda naturalidad y sin hacer ningún tipo de aspaviento, no olvide que en todo momento tres pistolas están dispuestas a pegarle a usted un tiro en el caso de que intente cualquier tipo de jugarreta. Ahora vamos a salir de éste edificio y subiremos a una furgoneta que aguarda en la calle, vamos a subir los cuatro en ella y haremos un viaje-.

-¿Dónde piensan ustedes llevarme?-, exclamó algo alterado y sudoroso.

-No debe a usted preocuparle a donde vamos a ir, pero le aseguro a usted que si hace todo lo que le digo, en pocos días podrá volver a ver a su padre el general……..-

Hans Manrique, se quedó petrificado por el correcto alemán que aquel hombre hablaba y que le citara el verdadero nombre de su padre, hizo que le viniera a la mente como un rayo el tan temido Mossad. Sabía que poco podía hacer, mejor dicho era consciente que nada le valdría intentar una fuga, sería hombre muerto al instante, le habían explicado mil historias sobre la preparación y la eficacia de los agentes de aquella organización de espionaje israelí.

Bajó los brazos y se dejó llevar. Abandonaron la universidad sin llamar la atención, hubo un momento que tuvo la tentación de huir al cruzarse con un nutrido grupo de estudiantes, pero como si uno de aquellos obligados "acompañantes" le hubiese adivinado la intención, notó una férrea presión de unos dedos sobre su antebrazo, subieron a la furgoneta y esta arrancó alejándose del lugar.

Desde el ventanal del edificio en que se hallaban Felipe y Georges pudieron ver como los cuatro individuos se alejaban con el vehículo.

CAPÍTULO XXVº

René antes de meter el hallazgo en el sobre, sacó algunas fotocopias del documento ocultado dentro de las dos hojas pegadas, una de ellas la envió por fax a la universidad de Montpellier a la atención de su amigo y antiguo profesor Georges Pradel, como avance al original que enviaría a través del courier internacional FedEx.

Toda la correspondencia que llegaba dirigida al rector, Michelle su secretaria, la reservaba en una carpeta especialmente destinada a ello. La secretaria tenía instrucciones del propio Georges de que en su ausencia si llegaba algún documento que ella considerase especial, le llamara por teléfono para informarle, así lo hizo llamando al móvil de su jefe.

-Señor rector, le llamo por que ha llegado un fax con un documento bastante extraño, su remitente es un señor llamado René Drapeau, lo envía desde los Estados Unidos, ¿Qué desea usted que haga con el?-.

-Gracias Michelle, ha sido usted muy oportuna en llamarme, envíeme este mismo documento al fax de la universidad de Granada, tiene usted el número en mi agenda de trabajo que está sobre mi mesa, luego métalo en un sobre y lo guarda en la caja fuerte de la universidad-.

-Así lo haré señor rector-.

En pocos minutos el documento aparecía por la rendija del aparato de fax de la universidad. Felipe y Georges estaban junto a el para recibirlo con sus propias manos. Ambos estaban verdaderamente ansiosos por que creían que quizás fuera el documento definitivo que les faltaba para completar el puzzle que tenían entre manos.

Se marcharon a casa de Felipe para superponerlos a los otros dos y comprobar si con este podían por fin descifrar su contenido.

Felipe sacó de su pequeña caja fuerte una carpeta de plástico que contenía los dos originales.

Superpusieron las tres hojas y al fin pudieron leer el contenido, estaba escrito con letras del alfabeto hebreo, Felipe sacó una libretita de un cajón de su mesa de trabajo y un lápiz para copiar los caracteres que a tras luz se veían y que coincidían exactamente con todos los demás formando una misteriosa frase que una vez traducida decía:.

" Sótano del Palacio de Samuel Ha-Levi – Pedro Iº "

Felipe y Georges quedaron mirándose algo sorprendidos por la simplicidad y brevedad del texto de lo que acaban de traducir, esperaban algo más.

-Que piensas del contenido del documento?-, dijo Felipe en tono reflexivo.

-En principio diría que está indicando un lugar de España, Pedro Iº fue un rey de Castilla-.

-Estoy contigo, pero deberíamos averiguar dónde puede hallarse éste palacio, puesto que en España hay muchos-.

-Acompáñame a la biblioteca-.

Ambos se dirigieron al lugar indicado por Felipe. Éste seleccionó varios libros de las estanterías y los colocó sobre la larga mesa de la sala de lectura.

Comenzaron a ojear alguno de aquellos viejos ejemplares, eran las Crónicas escritas por un tal Pero López de Ayala. Felipe encontró una página que hablaba del Rey Pedro Iº de Toledo. –Creo que he encontrado algo interesante Georges, ven acércate-.

-Mira, aquí habla del Rey Pedro Iº, vamos a seguir la lectura para ver que nos dice de este personaje-.

Siguieron la lectura con interés, en la página siguiente al iniciar su lectura el corazón les dio un vuelco, decía :

" El judío Samuel Ha-Levi fue el administrador del reino castellano durante muchos años, hasta que el rey Pedro Iº le mandó prender por sospechar que acumulaba grandes tesoros".

A ambos casi les temblaban las manos por lo que acababan de leer, la emoción les embargaba. Felipe fue a las estanterías y trajo otro par de libros, uno de ellos era un tratado sobre todos los palacios y castillos existentes en España desde la Edad Media, buscó en el índice el nombre de Samuel Ha-Levi, seleccionó la página y leyeron: Palacio de Samuel Ha-Levi, también conocido por sinagoga o casa del Greco, se extiende por el sur y el este del barrio de la judería en Toledo. Fue construido por el que fuera tesorero del rey Pedro Iº. Los extensos jardines vienen a morir a las orillas del río Tajo, así como los subterráneos utilizados por el antiguo propietario de la mansión. Es la única mansión judía auténticamente documentada en toda la Europa Medieval-.

-Creo Felipe que hemos encontrado el lugar donde quizás pudieran haber sido escondidos estos valores-.

-Puede que así sea-.

-¿Qué vamos hacer ahora?-, preguntó Georges.

CAPÍTULO XXVIº

Yashin y sus dos hombres condujeron al paraguayo hasta la central del Mossad en Tel Aviv-Yafo (???????????-?????)?, para la entrega de éste a los agentes especializados en interrogatorios. A "Hansito" le esperaba una jornada muy dura, lo llevaron sin demasiados miramientos a una sala aislada de las oficinas, en uno de los sótanos de aquella especie de fortaleza de hormigón.

Le sentaron esposado en una silla metálica nada cómoda, frente a el una simple mesa con una grabadora y una filmadora de vídeo instalada sobre un trípode. Le dejaron allí solo durante unas tres horas, sin que nadie hiciera acto de presencia en aquella reducida y silenciosa sala iluminada por una débil lámpara. Era una situación premeditada para ir minando la voluntad del prisionero. Le dejaban solo en absoluto silencio para que su mente fuera analizando la situación y se llenara de pánico, le estaban "preparando" para el interrogatorio que luego vendría.

Al principio Hans estuvo valorando la situación, pero no tenía elementos de juicio para poder adivinar que le depararía, poco a poco fue apropiándose de el una especie de inquietud que se convirtió después en pánico por lo desconocido, el ser humano siempre ha sentido un natural temor a lo desconocido, en el Mossad eran muy conscientes de ello. Durante todo este tiempo no tuvo ni tan siquiera la oportunidad de poder beber un sorbo de agua, a pesar de que en una de las esquinas de la habitación había una botella de agua mineral sobre el asiento de una de las sillas.

Intentó en un par de ocasiones levantarse para ir a por el agua, pero las esposas que le habían colocado estaban pasadas por una de las patas de la mesa y le impedía dar un solo paso ya que éstas estaban atornilladas al suelo de la celda.

Poco a poco fue entrándole en una especie de angustia, ignoraba que desde el exterior estaba siendo observado a través de otra cámara oculta situada en una de las esquinas del techo. Cuando los hombres del Mossad intuyeron que lo tenían "a punto", entraron a la salita con caras de pocos amigos.

A Hans la presencia de aquellos hombres le pareció en principio un alivio, la compañía humana era para el una especie de bálsamo. Pronto cambió de idea, uno de los individuos puso en marcha la grabadora y la cámara de video, se sentó en una silla al otro lado de la mesita, justo frente a el, sacó unas cuartillas escritas de una carpeta que llevaba en la mano y las puso sobre la mesa.

A Hans no se le ocurrió otra cosa que preguntar por que le habían secuestrado, lo dijo con cierto aire altanero, como el del hombre que está habituado a pedir cuentas a los demás.

La respuesta fu un seco y sonoro bofetón que casi hizo que se cayera de la silla. -¡¡ Aquí no pregunta nadie más que nosotros y tu respondes, ¿has entendido?!!-.

Un hilillo de sangre comenzó a salirle por la nariz resbalándole por el labio, la mejilla que recibió el impacto inició un proceso de hinchazón, a continuación el individuo le advirtió con sequedad que iba hacerle una serie de preguntas que debía responder con total sinceridad, que si quería salir vivo de allí y volver a ver a su familia respondiera con la absoluta verdad.

Hans respondió afirmativamente con la cabeza, estaba dispuesto a responder cuanto le preguntaran, el no era ningún héroe de guerra, ni tenía ningún secreto que ocultar, en tal caso quizás su padre, cuyo pasado el no conocía con demasiado detalle, padre e hijo nunca había conversado sobre el particular, todo lo que sabía era por haber estado presente en algunas conversaciones de su progenitor con visitantes que el no conocía y conversaciones telefónicas mantenidas. Su padre se había preocupado de enseñarle el idioma alemán y la base de la ideología del nazismo.

Ahora el tono de voz del agente era ya algo más conciliador, el otro individuo permanecía de pie en silencio detrás del paraguayo, fuera de su campo de visión.

-Dígame el nombre completo de su padre, lugar de nacimiento, y nacionalidad, y le vuelvo a recordar que quiero la verdad, nosotros sabemos su nombre actual y el que usaba cuando era un oficial de alta graduación en las SS, allá en Alemania, pero quiero que usted me lo confirme-. Hans dudó unos instantes, sabía sobradamente el nombre verdadero de su padre pero no sabía con que fin aquella gente querían saberlo, ¿correría peligro la vida de su familia?, se preguntó.

Pensó detenidamente lo que iba a contarles a aquellos implacables individuos, finalmente soltó todo lo que el sabía, su información, que conducida por el agente israelí, duró más de dos horas, dio nombre y direcciones de los contactos de su padre en Alemania, Brasil, Argentina y en el propio Paraguay.

Una vez finalizado el duro interrogatorio al que fue sometido, le llevaron a un reducido calabozo de uno de los sótanos del edificio, era un pieza de unos quince metros cuadrados por unos dos metros y medio de altura, de paredes totalmente lisas, contenía una cama de somier metálico y una especie de retrete en una de las esquinas, estaba así mismo desposeída de ventilación, la luz era artificial y la única aireación disponible era un pequeño extractor de aire anclado firmemente en el techo. Le habían desposeído de las esposas, el cinturón de cuero y los cordones de los zapatos. La puerta de la celda era de acero pintada de verde claro, disponía de una pequeña abertura a la altura de la cara con una puertecilla corredera practicable solo desde fuera.

Se tumbó pensativo sobre el camastro cubriéndose con una burda manta que encontró plegada sobre ésta, la temperatura era algo fresca, le habían desposeído así mismo de la chaqueta del traje en la que llevaba su pasaporte y un teléfono celular.

Unas horas después le vino a la cabeza preguntarse cómo reaccionaría su padre cuando viera que después de todas aquellas horas su hijo todavía no le había contactado. Se sintió muy solo, desamparado, a medida que pasaban las horas sus temores de que no le liberaran iban en aumento.

En una sala de la segunda planta los dos individuos que habían estado interrogando a "Hansito" se reunían con el director del departamento, instantes antes le habían hecho entrega de un informe detallado del interrogatorio.

-He leído su informe, tiene suficiente contenido para que podamos asestar un importante golpe a la organización mundial nazi, que sumada a la obtenida de los dos viejos generales de Hamburgo puede ser definitiva. Nuestra gente destacada en las embajadas de todos estos países han recibido instrucciones para iniciar ya su actividad, vamos a intentar traerles uno por uno hasta nuestro país para someterles a un juicio y si no fuera posible, tienen instrucciones de ajusticiarlos en el lugar-.

CAPÍTULO XXVIIº

La telefonista de la centralita avisó al profesor Frutos de que en recepción se hallaba una señorita extranjera que deseaba verle. –Haga que la acompañen hasta mi despacho por favor-, ordenó. Tuvo la corazonada de que podría ser Ingelor, no conocía a otra señorita extranjera, hacía casi un mes que no sabía de ella, durante la estancia de ésta en Granada se sintió atraído de su persona, era culta, educada y además estaba "muy bien" se dijo.

Unas discretas llamaditas a la puerta de su despacho le sacaron de dudas, por la puerta apareció la dama que él había imaginado, Ingelor.

Se levantó rápidamente de la silla y se acercó a ella sonriente, ella se había quedado quieta a un paso de la puerta, esbozaba una ligera y algo forzada sonrisa, Felipe la abrazó amistosamente mientras le decía en voz baja; -Que sorpresa me has dado, no esperaba tu visita, entra, entra por favor, toma asiento-, le dijo mientras la llevaba cogida del brazo hasta una de las butacas que estaban junto a la mesa de trabajo.

La muchacha seguía algo callada, solo respondía con monosílabos a las preguntas que Felipe le hacía, éste noto que algo en ella no iba bien, se quedó mirándola y vio que la cara de ésta no traslucía precisamente alegría ni felicidad.

-¿Te ocurre algo Ingelor?- le preguntó.

La muchacha se revolvió en el asiento de la butaca y bajó la vista al suelo, Felipe intuyó que deseaba explicar algo pero que por el motivo que fuera no se atrevía, trató de animarla a que descansara en él si es que tenía algún pesar.

-Verás Felipe, no se como explicarte algo que llevo clavado en el corazón-.

A Felipe la frase de Ingelor le alarmó, no podía imaginar que una muchacha como aquella pudiera tener algún problema que le causar un hondo penar. –Sigue por favor, me preocupan tus palabras-.

-La verdad es que no se como comenzar, es tan grave, que no encuentro el valor suficiente para explicarte-……

-Por grave que pueda ser, somos suficiente adultos como para poder comprender cualquier cosa por grave que esta pueda ser, te escucho con atención. Dime-, le conminó una vez más.

Ingelor cruzó las piernas y puso sus manos sobre el regazo, como si fuera a orar. –Felipe, contigo no he sido todo lo noble ni sincera que tu te mereces, no he actuado contigo con sinceridad, en una palabra te he engañado-, en este punto se detuvo para ver la reacción de Felipe, este se mantenía como al principio, mirándola simplemente con atención, no obstante estaba algo sorprendido, pensó que quizás la muchacha se habría aprovechado de su buena fe para así poder tener la oportunidad de visitar Granada de un modo más familiar que siendo una simple turista, pero abandono pronto este pensamiento, pensó que una muchacha culta y con recursos económicos confortables, no tenía necesidad de ello.

Se hizo un largo silencio dentro de la sala, ambos se miaron fijamente intentando adivinarse los pensamientos. Felipe se levantó y puso en marcha una cafetera eléctrica que tenía instalada en su despacho, un pequeño privilegio de cuanto se llevan muchos años en el lugar, preparó dos tazas de café y le alcanzó una de ellas a Ingelor que seguía pensativa, ésta bebió un sorbo y parecía que le había animado a poder continuar en su interrumpida exposición.

Felipe se sentó de nuevo y dejando la taza sobre la mesa manipuló su pipa, la prendió y en unos instantes la salita se llenó de la mezcla de aromas que desprendían el café y el tabaco holandés de la pipa de Felipe.

-Felipe, lo que ahora voy a contarte es muy grave, posiblemente no puedas imaginarte la dimensión de lo que he decidido explicarte-, Ingelor hizo una pausa y tomó aire.. -Trabajo para una sociedad que encubre una organización nazi a nivel mundial. El presidente es un viejo general del ejército alemán, más concretamente de la Gestapo, tienen muy bien organizado un sistema de escuchas y espionaje con conexiones en todo el mundo, operan en clandestinidad, tienen sociedades tapadera para que la justicia y los buscadores de asesinos de la guerra mundial no puedan darles caza-. Detuvo unos instantes su explicación para ver la reacción de su interlocutor. Este seguía casi impasible, continuaba dando caladas a su pipa y bebiendo pequeños sorbos de su tacita de café.

-Lo que me estás contando, no me sorprende en exceso, estoy al corriente de estas organizaciones, he leído mucho sobre ello, y últimamente todavía más ya que en compañía de unos colegas estamos investigando un tema que se entrecruza en el camino de estas organizaciones-.

-Lo se, Felipe, lo se-, respondió la muchacha cabizbaja, -a mi me enviaron para espiar vuestro proyecto, y obtener el documento que tan celosamente guardáis. Todos los encuentros que al principio tuvimos allá en Viena, no fueron en modo alguno fortuitos, la "organización" sabía de la mayor parte de vuestros movimientos, fui elegida para efectuar una táctica de aproximación, cuya meta definitiva estaba en la obtención del original o una copia del documento que tu hallaste en un viejo libro que adquiriste en una librería de Córdoba-, en este punto la muchacha se le escapó una especie de sollozo, agachó la cabeza y sacó un pequeño pañuelo de papel de su bolso que pasó suavemente por sus ojos.

Felipe no salía de su estupor por el relato tan preciso de su interlocutora, jamás podía haber pensado que el arte de espionaje le hubiese llegado tan cerca, eso solo se veía en las películas de espionaje. Aquella dulce muchacha a la que tenía tanto aprecio, no dejaba de ser una mera espía. Habituado a la reflexión, Felipe se preguntó el motivo de que Ingelor estuviera allí, ante el, confesándole todo lo que la organización criminal nazi maquinaba para apoderarse del documento. No tiene necesidad de ello, se dijo.

Un sentimiento de compasión le embargó, pensó que la confesión de la muchacha era un acto de arrepentimiento, o así quería creerlo, sentía un gran aprecio por ella, solo tenía la duda de que si la relación íntima que tuvieron fue una representación o por el contrario fue sincera, para él este detalle significaba mucho.

-¿Entonces todo fue una farsa?- preguntó.

Ingelor acabó de secarse los ojos y se sonó, guardó el pañuelito en el interior del bolso, miró a Felipe y respondió a su pregunta:.

-Al principio fue evidentemente un montaje, pero cuando vine a Granada y me acogiste con tanto cariño y por todas las atenciones que me deparaste, fue cambiando mi manera de pensar. A pesar de todo tenía que llevar a cabo la misión que me había sido encomendada, de lo contrarió hubiese tenido serios problemas, mejor dicho, graves problemas con la organización, que podían ir desde la pérdida de mi empleo o incluso mi propia vida-, Ingelor se quedó en silencio mirando al sorprendido Felipe, mientras le deslizaban un par de lágrimas por sus encendidas mejillas.

Felipe sintió una gran pena por la muchacha que tenía frente a si, se levanto para acercarse a ella, se agachó para estar a la misma altura y la rodeó con los brazos, en aquel instante la muchacha prorrumpió en un fuerte llanto. Felipe trató de tranquilizarla cuanto pudo hasta que ésta se serenó.

Ya algo más tranquilizada cogieron el automóvil para marcharse a la casa de Felipe.

Por el camino Ingelor fue contándole muchos de los pormenores de la organización. Le contó que finalmente dejó de creer en la sarta de mentiras que le contaban y del arrepentimiento de haber engañado a una persona tal gentil y caballerosa como era Felipe, -no había conocido nunca a una persona como tu-, le dijo mirándole a los ojos con ternura.

-Finalmente hace dos días decidí apartarme de la organización, no presenté mi dimisión, pues hubiese podido tener graves consecuencias, se demasiado de ellos, decidí desaparecer sin dejar rastros. Una amiga mía italiana, me vino a buscar en su automóvil hasta un pueblecito de Austria que habíamos acordado previamente por Internet, me llevó hasta Torino y desde allí me trasladé hasta la frontera con Francia en autobuses y trenes, de este modo podía adquirir billetes sin tener que dar mi nombre. En San Remo hice autostop que me llevó hasta la ciudad de Niza y allí tomé un tren hasta Perpignan-.

-¿Por qué no me llamabas, te hubiese venido a buscar?-

-Consideré que podía ser arriesgado para ambos, tu teléfono está, creo que le llaman "pinchado", escuchan todas tus conversaciones así como también la de tus otros dos amigos, por este motivo preferí llegar hasta Granada sin contactar contigo. Desde Perpignan hasta Barcelona me trasladé con una línea regular de autobuses y finalmente tomé un tren hasta Granada-.

Felipe no salía de su asombro, pero reaccionó, debía proteger a aquella muchacha, que había tenido el valor de contarle su traición y a la que veía sinceramente arrepentida, y por que no decirlo, se sentía también atraído por ella.

Estuvieron algo más de dos horas hablando sobre todo ello, Ingelor se desahogó explicando cuanto sabía de la organización. Felipe tomó de la mano a la muchacha diciéndole:. –Ven, acompáñame, vamos a ir a un lugar donde nadie podrá encontrarte en una buena temporada-.

Recogieron el equipaje de Ingelor en la consigna de la estación del ferrocarril y con el automóvil de Felipe salieron de la ciudad, Felipe condujo el coche hasta Huétor Santillán, un pueblecito cercano a la capital, no distaba a más de cinco kilómetros, se detuvo en el portalón de un cortijo propiedad de un viejo amigo, Juan Sanmartín, un compañero de las épocas del bachillerato, ahora era un político de cierto renombre en la comunidad. Tiró un par de veces de la cadena de una bruñida y reluciente campanilla de bronce de tañido muy agudo, a los pocos instantes se abrió una mirilla del gran portón y unos ojos cansados aparecieron al otro lado de ésta, -¿qué desean?- dijo una voz femenina.

-Soy Felipe Frutos, ¿está en casa el señorito Juan?-, dijo.

-Aguarden un momento voy a avisarle-. Se cerró la mirilla y un par de minutos después una de las hojas del portalón se abría rechinando con cierta lentitud, el peso de la misma no permitía manejarla con demasiada facilidad.

-Entren por favor, el señorito viene ahora mismo-, les dijo una mujer con marcado acento andaluz. Al poco vieron atravesar el patio central un hombretón con atuendo campero, unos tejanos azules con peto y faldones vaqueros de cuero además de unas llamativas botas camperas, vestimenta muy propia del campo en Andalucía.

Felipe y Juan se dieron un abrazo, hacía algunos meses que no se veían, ambos mantenían una franca amistad desde sus épocas estudiantiles.

Felipe presentó a Ingelor, -es una buena amiga-, le dijo a su amigo, -voy a pedirte un favor Juan, necesito que mi amiga austriaca se hospede en tu cortijo una temporada, ¿tienes inconveniente alguno?-.

-En absoluto, todo el tiempo que tu quieras-. Juan llamó a uno de sus trabajadores para que se hiciera cargo del equipaje de Ingelor, luego fueron a tomar café en uno de los salones.

-Espero Felipe que la señorita se encuentre cómoda aquí, será bien atendida por el servicio y nada le va a faltar, yo vengo un par de veces a la semana para ver como está todo, no se si sabes que ahora vivo en Almería, tengo allí unos campos de cultivo que merecen toda mi dedicación-.

En el entretanto Ingelor disponía su equipaje en los armarios de la habitación asignada a invitados, Felipe puso en antecedentes a su compañero Juan, le contó muy por encima todo lo acaecido.

-¿Tienes especial interés por esta señorita?-, le preguntó Juan.

-Si, tengo una muy particular inclinación por ella-, respondió sonriendo.

CAPÍTULO XXVIIIº

Después de casi una semana de haber partido, en la Hacienda Santa Rosa, les extrañaba no tener noticia alguna de "Hansito", su padre algo preocupado decidió llamar por teléfono a un número de Hamburgo para ver si le daban razón.

Un par de horas más tarde obtuvo línea para poder efectuar llamadas internacionales, en Paraguay la automatización de los teléfonos era todavía bastante deficiente. Marcó el número y aguardó unos instantes para obtener respuesta, el timbre llamaba pero no era atendido por nadie, interrumpió la llamada volviendo a marcar el mismo número, en esta ocasión prestó mayor atención que la vez anterior, pensó que quizás hubiese introducido algún número que no pertenecía, de nuevo el teléfono sonó unas diez veces sin que nadie acudiera, miró el reloj, comprobó que en Europa serían alrededor del medio día, le sorprendió que nadie ni tan siquiera el servicio estuviera en la casa para acudir al teléfono.

Marcó otro número de la misma ciudad que también tenía registrado en su agenda personal, corrió la misma suerte que con el anterior, nadie atendió las varias llamadas que efectuó, se quedó pensativo unos instantes, colgó el auricular y encendió un pitillo, se puso a pasear con la cabeza gacha por el porche de la hacienda meditabundo. A pesar de sus casi ochenta años, se mantenía físicamente francamente bien, tenía todavía la espalda recta y casi pesaba lo mismo que cuarenta años atrás, su porte no podía negar la evidencia de su pasado militar.

Vio la llegada del cartero con su vieja y oxidada bicicleta que se acercaba por la larga vereda de espesos árboles que venía desde la entrada principal de la hacienda hasta la casa, le entregó un sobre cuyo franqueo procedía de la misma capital, Asunción, abrió el sobre algo extrañado, se trataba de una hoja de papel doblada en cuatro partes con una breve línea de escritura manuscrita en idioma alemán, decía : "Para un asunto de sumo interés personal le aguardo en el Gran Hotel del Paraguay, habitación 223. Firmaba un tal, Friedick Hans von Möller"

A pesar de que sabía quien era el firmante de la nota no dejó de extrañarle el modo de citarle. Le constaba que el tal von Möller era un subordinado de uno de los amigos a los que acababa de llamar a Hamburgo. Su instinto precavido hizo que desconfiara, pero por otra parte pensó que quizás tuviera alguna relación con que no le respondieran a las llamadas que poco antes había efectuado a la ciudad del Norte de Alemania. Determinó acudir a la cita, subió a su habitación y cogió del interior de un cajón del ropero una pistola Walther P38 con las tapas de la culata en blanco marfil con la cruz esvástica grabada en ambos lados, comprobó si tenía munición y se la puso en el bolsillo de su chaqueta de blanco lino.

Fue a por el Pick Up Chevrolet y se encaminó a la ciudad de Asunción. Una media hora después estacionaba el vehículo en los jardines del lujoso hotel antigua residencia colonial del virrey.

Se acercó al mostrador de recepción y preguntó si el señor von Möller estaba en su habitación, en el casillero no estaba la llave de la habitación, por lo que le confirmaron que estaba. Se dirigió a uno de los ascensores, subió al tiempo una mujer y un individuo, en la segunda planta se bajó y también el individuo.

Caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación 223, llamó con los nudillos y al poco le abrió la puerta un individuo que nada tenía que ver con el tal von Möller que el había visto en algunas fotografías que la organización le había enviado tiempo atrás.

El individuo le franqueó el paso, dudó de entrar, repentinamente recibió por atrás un fuerte empujón que le propinó el hombre que había subido con él en el ascensor, dio un traspiés por el inesperado empellón y cayó boca abajo sobre la alfombra de la habitación, desde el suelo trató de echar mano a su Walther, pero recibió un puntapié en la cabeza que lo dejó sin sentido. Una vez más el Mossad había "cazado" a otro viejo nazi camuflado. Fue sacado discretamente del país atravesando el río Paraná, en la otra orilla estaba Argentina y desde allí a Israel para ser juzgado.

La fortuna se había aliado con el Mossad, gracias a la aparición del primer documento que Felipe Frutos halló en aquel libro, se pudo iniciar la localización de una buena parte de antiguos jefes nazis responsables de miles de asesinatos de judíos, que se vino a llamar el "holocausto".

CAPÍTULO XXIXº

Felipe llamó a Jacob Cohen para ponerle al corriente de la interpretación o traducción efectuada resultante de la lectura de los tres documentos superpuestos.

Jacob quedó también tan sorprendido como su amigo, -¿creéis que es posible que este tesoro pueda estar en España?-.

-Por lo que deducimos y lo que dice la traducción, cabe la posibilidad-.

– ¿Qué has pensado hacer?-.

– Intentar que se nos permita el acceso a este palacio, hoy es propiedad del Estado, haré que intervenga la universidad solicitando permiso para visitarlo-.

– En cuanto me lo digas vuelo a Madrid, ¿te parece que informe al Mossad?, ellos pueden enviarnos gente experta que podría ayudarnos -.

-No estará por demás su colaboración, como tu bien dices, pueden sernos de gran ayuda-, apostilló Felipe. –Cuando sepas la hora y el vuelo de llegada, infórmame vendré a por ti a Barajas y desde allí podríamos desplazarnos a Toledo, yo cuido de avisar a Georges de tu llegada, vendrá inmediatamente-.

-Así lo haré-.

Felipe tomó asiento en su cómoda butaquita de mimbre del patio de su casa, encendió su pipa, lo hacía siempre que se ponía a pensar. Revisó los últimos acontecimientos transcurridos. Le vino a la memoria haber leído en una ocasión un reportaje de un historiador español en el que, entre otras cosas, explicaba que poco después de nuestra

guerra civil, allí por 1940 algunos altos jefes de las SS visitaron la montaña santa de Montserrat (*). Se preguntó qué interés tendrían las SS en visitar este lugar, si precisamente ellos eran anticristianos-.

Se levantó como impelido por un resorte y se puso delante de su ordenador, llamó a Georges y al cuarto timbrazo del teléfono colgó, era la señal convenida con su amigo para indicarle que se conectara a internet. A los pocos minutos conversaban en línea.

Felipe expuso a su compañero la idea que le había venido a la mente.

-Cierto, ahora que lo citas, yo también había oído hablar de ello, pero no en Montserrat si no que en el castillo de Montsalvat en la zona del Languedoc, la región de los Cataros, que según la leyenda eran los guardadores del Santo Grial, la copa en la que Jesús efectuó la consagración del vino en la Santa Cena. Los nazis creían que esta copa podía dar poderes sobrenaturales. Quizás era la excusa que daban para buscar lo que ahora nosotros también andamos tras ello-.

Felipe, mientras hablaba con Georges, buscó por las hemerotecas de varios periódicos de la época, encontró en la de La Vanguardia de Barcelona de fecha 24 de Octubre de 1940, una noticia en la que se citaba la visita del general de las SS Henrich Himmler a la montaña de Montserrat. También se citaba que el día anterior, el general Franco tuvo una entrevista con Adolf Hitler en la estación de ferrocarril de Hendaya.

En otro suelto del mismo periódico y con la misma fecha, se comentaba que Himmler fue recibido por el abad e historiador, Andreu Ripol Noble, el militar se acompañaba de un séquito de rubios oficiales de las SS, visitaron el famoso museo montserratino. Su presencia en el monasterio venía precedida por un extenso informe elaborado durante años por un investigador germano llamado Otto Rahn, que bajo otra identidad había trabajado para la inteligencia alemana en diversos países, apareciendo unos años más tarde muerto en los hielos de las montañas del Wilden Kaiser. El periódico oficial nazi Bolkischer Beobatcher, afirmó que se había suicidado al estilo Cátaro.

-Todo un descubrimiento, ¿no te parece?-.

-Efectivamente, todo esto viene a añadir todavía más misterio al asunto-.

En la pantalla del chat les apareció la referencia que Jacob estaba en línea, le dieron paso y los tres continuaron conversando. Jacob les informó de que había podido hablar con el doctor Matloub confirmándoles que a la mañana siguiente se encontrarían con este en la terminal de Barajas, alrededor del mediodía.

(*) Fuente : La Vanguardia 24.10.1939, pág.2

CAPÍTULO XXXº

Hacía un par de horas que Georges había llegado al despacho de Felipe, éste mandó llamar a uno de los bedeles para que volviera de colocar cada uno de los libros de la biblioteca que habían consultado, en su lugar correspondiente. Luego se marcharon a su casa de los Cármenes.

Por el camino Felipe desvió su ruta y tomó una de las carreteras que salían de la ciudad de Granada dirección a Huétor Santillán, al cortijo "Esperanza" que daba solitario refugio a Ingelod. En el trayecto, Felipe explicó a su compañero Georges la confesión que su amiga le había hecho, éste realmente nunca hubiese sospechado de la doble actitud de aquella bella señorita que conocieron en Viena.

-De todas maneras Felipe, su decisión y valentía de venir a propósito a Granada para confesártelo y solicitarte amparo, es muy significativo, ¿has pensado que vas hacer con ella?.

-Pues realmente no, no lo he pensado, pero si te confieso que siento algo especial por ella-.

-¿Te has enamorado quizás?-.

-No se como explicarte, simplemente que siento atracción por ella. Es culta, bella, dulce de carácter, a pesar de que nos llevamos casi veinte años de diferencia, en algunos momentos me ha pasado por la cabeza que quizás podría rehacer con ella mi vida sentimental. No se, debo pensarlo detenidamente a mi edad ya no cabe equivocarse, y lógicamente contar también con su opinión-.

Casi sin darse cuenta llegaron a la puerta del cortijo de su amigo Juan Sanmartín.

-Hemos hecho un gran descubrimiento-, dijo Felipe a Ingelor en la misma puerta de entrada.

Ingelor se agarró del brazo de Felipe para ayudarse a caminar sobre el desigual empedrado del patio interior del cortijo, miró Georges como si le estuviera preguntando por el resultado de lo que Felipe había titulado de "gran descubrimiento".

-Pues verás, hemos podido traducir definitivamente el famoso documento que tan ocupados nos ha tenido a todos estos últimos meses, no dice gran cosa, pero confiamos que acertamos en la ubicación del lugar-.

-¿Y….?-

-Aparentemente ha sido más sencillo de lo esperado, no se si nuestra traducción y conjeturas serán las que esperamos encontrar pero vamos a ir a ver si se nos permite poderlo comprobar-.

Pasaron una buena parte de la tarde en compañía de Ingelor, ésta sin que Felipe se lo pidiera, espontáneamente le contó a Georges lo ocurrido con Felipe durante su estancia en Granada y su colaboración en aquella compañía cuyos accionistas eran antiguos jefes de las SS alemanas. Georges la escuchó todo el tiempo con atención y sin interrumpirla.

-No tenías ninguna obligación de contarme nada de esto, y te agradezco la confianza con la que me has distinguido en este acto, dice mucho en tu favor Ingelor, ahora debes olvidarte de todo ello, como si hubiese sido un sueño y súmate a nuestro equipo, necesitaremos en esta recta final todo tipo de ayuda-.

Cenaron en el cortijo y alrededor de las ocho de la tarde, Felipe y Georges regresaron a Granada. Felipe detuvo su automóvil en la puerta de un locutorio telefónico regido por una pareja ecuatoriana, desde allí llamó a un concejal del ayuntamiento de Toledo que conocía desde tiempo atrás.

Le dijo que tenía un gran interés en visitar el palacio de Samuel Ha-Levy, o Casa del Greco.

Felipe le explicó que con un grupo de profesores de distintas universidades europeas estaban desarrollando una tesis sobre los orígenes del pueblo judío que una parte de la misma les conducía a Toledo y concretamente al citado palacio-sinagoga.

-Lleva muchos años cerrado, está pendiente de una reconstrucción parcial de muchas de sus dependencias, algunas de ellas en estado casi ruinoso, te diría que es un peligro entrar en él. Pero si asumís la responsabilidad, pondré a tu disposición un funcionario de la municipalidad para que os acompañe en la visita, conoce bastante bien el lugar, ya que nació en una casa cercana y de jovencito jugaba por allí.

El granadino agradeció al concejal sus facilidades acordando que le diría con antelación el día en que con sus colegas efectuarían tal visita.

Luego llamó a Jacob para informarle de la conversación mantenida con el funcionario municipal, éste le dijo que estaría en Madrid dos días después y que iría acompañado por una persona del Mossad, probablemente del profesor Elías Matloub.

-Ya te avisaré por Internet del día y hora de nuestro vuelo para que podamos coincidir en el aeropuerto de Barajas -, respondió Jacob.

A la mañana siguiente en el correo electrónico de Felipe, había un mensaje de Jacob confirmándole el vuelo de llegada a Barajas para el día siguiente por la tarde.

El mensaje no decía si éste iba acompañado de alguien, por lo que Felipe solo reservó por el mismo sistema cuatro habitaciones en el Hotel Alfonso VI ubicado muy cerca de la Casa del Greco.

CAPÍTULO XXXIº

El doctor Matloub y Yashin, llegaron a Madrid con bastante antelación a la hora acordada con Jacob, el avión de éste tomaba tierra dos horas después.

En el meeting point de la nueva terminal aérea de Barajas se reunieron y poco más tarde hacían acto de presencia Felipe, Ingelod y Georges, éstos se habían desplazado desde Granada con el tren de alta velocidad. En el mismo aeropuerto alquilaron una furgoneta para pasajeros con capacidad suficiente para todos ellos.

Dos horas más tarde estacionaban el vehículo en un parking cercano al ayuntamiento toledano.

Fueron recibidos por el concejal que Felipe conocía, un hombre delgado y enjuto, un individuo cuyo aspecto recordaba a Don Quijote, tendría alrededor de los sesenta años, utilizaba ademanes bastante elocuentes que reafirmaban la opinión que de su figura se desprendía.

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