Descargar

La maldición de Yavé (página 5)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Jacob invirtió todo el día visitando la ciudad acompañado por sus familiares y amigos, rindió finalmente visita al Muro de las Lamentaciones para efectuar unos rezos, no podía marchar de la ciudad sin ello. Al regresar al hotel, en recepción le entregaron un sobre que contenía un mensaje, lo metió en el bolsillo de la chaqueta y subió a la habitación, estaba verdaderamente fatigado, la falta de hábito a caminar tantas horas y la subida al Gólgota junto al el calor reinante le había hecho sudar como no recordaba haberlo hecho nunca.

Se tumbó sobre la cama tan largo como era sin despojarse de las ropas, deseaba descansar un poco para darse después una buen baño. Se quedó adormilado un largo rato.

Le despertó el timbre del teléfono de la mesita de noche. –Dígame-.

-¿Señor Cohen?- preguntó una voz que no le pareció desconocida.

-Si, soy yo-.

-Le habla Yashin, ¿le han dado a usted un sobre en la recepción del hotel?.

Jacob tuvo un momento de duda, no esperaba ninguna llamada telefónica y menos de aquella persona, reaccionó respondiéndole: -Ahora que recuerdo si, me dieron uno al llegar, lo metí en un bolsillo pero no lo he leído todavía, ¿ocurre algo señor Yashin?-.

-Léalo por favor, hay en el un mensaje que le envió mi jefe, el señor Goldberg-.

-Aguarde usted un momento-.

Recordó haber metido el sobre en uno de los bolsillos de la chaqueta, hurgó en varios hasta hallar lo que buscaba. Lo abrió algo nervioso y leyó el mensaje, decía :.

"Contacte conmigo pronto, hemos podido hallar el hilo al documento"…, luego le ponía un número de un teléfono móvil.

-¿Yashin?-

-Si, sigo al aparato-.

-Disculpe, cuando me dieron el mensaje dentro de un sobre, metí éste en el bolsillo de mi chaqueta, lo había olvidado, ahora mismo llamo al señor Goldberg-.

Después de colgar, llamó al número que ponía en el papel. De inmediato tuvo respuesta de Goldberg, se disculpó por la demora en llamarle, a lo que aquel quitó importancia. :-Señor Cohen, creo que hemos llegado a una posible consecuencia con el documento que ayer usted me hizo entrega, sería bueno que viniera de nuevo para hablarlo personalmente.

-Tengo un vuelo mañana para el final de la tarde, por la mañana puedo estar con usted-.

-Vendrá a por usted una persona en mi nombre, luego Yashin le llevará al aeropuerto para que pueda usted tomar su vuelo a Varsovia-.

-De acuerdo, entonces hasta mañana-.

Saltó de la cama para ir directamente a tomar una ducha y a cenar en algún restaurante típico de la ciudad. Estaba satisfecho, las palabras del hombre del Mossad fueron esperanzadoras, sabía que esta gente no daba nunca una opinión sin antes haberla contrastado y asegurado.

Salió a la calle cuando ya el sol se había acostado luciendo ahora una brillante luna creciente, casi llena, que adornaba un cielo limpio y tachonado de estrellas, una suave brisa que procedía del mar le azotaba agradablemente la cara, pensó cuan distinto era el clima de tierra Santa al de su ciudad, siempre gris y frío, pensó que le gustaría vivir algún día en Israel.

Al regreso de su paseo después de cenar en un pintoresco restaurante a la orilla del mar, utilizó el servicio de Internet del hotel para enviar un mensaje a sus compañeros, les informaba en el que mañana estaría de nuevo en las oficinas del Mossad y que a su regreso a Varsovia les daría más detalle. Luego fue directo a su habitación, antes de entrar en ésta le abordó una pareja de "turistas".

-Señor Cohen-, le dijo una voz femenina que le sorprendió.

-¿Me conoce usted señorita?-, preguntó algo desconcertado.

La mujer y el hombre que le acompañaba se identificaron como agentes del Mossad, se tranquilizó un poco, pero no comprendía el motivo del contacto. Los dos agentes adivinaron sus dudas. –No debe usted preocuparle nuestra presencia, desde que usted salió de Tel Aviv hemos estado custodiándole, que por cierto nos ha hecho hacer una buena caminata-, dijo la agente con una sonrisa.

Jacob se tranquilizó, ahora todavía con mayor motivo, estaba comprobando la meticulosidad y la efectividad de aquella extraordinaria organización.

-Tenemos instrucciones de acompañarle a usted mañana hasta la Central, ¿le parece que salgamos sobre las nueve de la mañana?-.

-No hay inconveniente alguno-, dijo el polaco.

-Entonces hasta mañana, nos veremos en el salón de desayunos-.

-Allí estaré, hasta mañana-.

Se durmió muy pronto, estaba todavía fatigado del paseo que había efectuado por la ciudad Santa de Jerusalem.

Jacob se encontró con los dos agentes que le iban a acompañar hasta la sede Central. En poco más de media hora rodaban por la carretera, Jacob llevaba el automóvil de alquiler acompañado por la agente Saila, una muchacha que no sobrepasaría los treinta años de edad, bien parecida, de pelo lacio, negro y abundante, por el camino ésta le contó que había nacido en un Kibutz o "comuna". El primer Kibutz se fundó a principios del siglo XX en las orillas del mar de Galilea por unos jóvenes. Hoy casi 120.000 personas viven todavía en los kibutz que se extienden desde los Altos del Golán en el norte hasta las orillas del Mar Rojo. Se podría decir que son los primeros granjeros de Israel a la vez que un fuerte cuerpo de resistencia armada frente a los enemigos del país, comparten las cosechas y bienes, son la sangre o la savia nueva de la nación.

De vez en cuanto Jacob miraba al espejo retrovisor para ver si era seguido por el automóvil blanco del otro agente, este no les perdió de vista en todo momento, ni tan siquiera al mezclarse con el bullicioso tráfico de la ciudad de Tel Aviv siguió pegado a ellos en todo momento. El vigilante de la puerta de la Central les abrió la barrera metálica previa identificación, en la zona de estacionamiento de los vehículos que con autorización podían aparcar en aquel lugar estaba Yashin aguardándoles, éste saludó a los dos agentes e invitó a Jacob a que le acompañara.

El señor Goldberg les aguardaba en la sala que ya conocía, acompañado ahora de otro personaje, éste lo presentó como el cabeza del grupo de tres personas que analizaron el documento. -El profesor Elías Matloub les informará respecto a la investigación que han llevado a cabo al respecto-.

El profesor era un hombre de unos sesenta años, calvo, que utilizaba unas gruesas gafas de montura de carey y llevaba puesto el kipa que sujetaba con el poco pelo que le quedaba en los lados de la cabeza con una especie de clips.

-Después de un severo y largo análisis y con los antecedentes que el señor Goldberg nos ha informado de cómo fue hallado, creemos que este documento es incompleto, me explicaré : los grafismos o dibujos que contiene son expresamente incompletos, quiero con ello decir que el autor seccionó cada carácter o símbolo, de manera que en uno por si solo fuese imposible de interpretar su lectura, pero con otro u otros más superpuestos pudiera ser leído o interpretado-.

Jacob estaba atentísimo a la disertación del profesor Elías, removió sus posaderas del asiento y siguió muy atento a la explicación.

-Esta fue una antigua práctica poco común, pero que algunos de nuestros antepasados utilizaban para cuando debían viajar con información comprometedora o importante, solían hacer tres escritos con las letras diseccionadas y, tres viajeros llevaban cada uno de ellos un ejemplar, viajando claro está en medios distintos, cuando llegaban al punto de destino unían los tres documentos sobreponiéndolos el uno al otro, entonces el receptor de los mismos podía enterarse del contenido del mismo. Si por el camino alguno de los mensajeros era descubierto, el documento que llevaba no decía nada para nadie-, -¿Han entendido ustedes?-.

Jacob no pudo casi contener su entusiasmo, felicitó al profesor y al señor Goldberg, por el trabajo efectuado.

-Pero desearía añadir algo al respecto, prosiguió Elías Matloub, en la fecha que el documento pudiera haber sido creado, tengo entendido que sería entre los años 1930 al 1940, el plástico todavía no había sido descubierto, por lo que el documento o documentos originales pudieran haber sido efectuados sobre el que es conocido como papel vegetal que puesto a contraluz es casi transparente y permite visionar lo que se sitúe debajo de éste, he aquí un modo de poder ser leído perfectamente todo su contenido-.

Jacob miró a aquel hombre con sincera admiración. -¿Qué hacer ahora?-, preguntó.

-Para confirmar la teoría del profesor, debería preguntar usted si el original en poder de su amigo de España, es de algún material translúcido, ello sería la certificación a mi teoría-.

-Podría llamarle ahora mismo, pero estamos casi seguros que nuestros teléfonos están "pinchados" de un tiempo para acá, y creemos que nuestras conversaciones son escuchadas-.

-Es un contratiempo, deberemos aguardar que usted le pida este dato por Internet que es algo más seguro-.

-Aguarde, dijo Jacob, ¿qué hora es ahora en España?,-.

Yashin miró el reloj y dijo : -Son ahora las diez y cuarenta y cinco minutos-.

-Puede que se halle ahora en la universidad, allí muy probablemente la línea no estará pinchada, voy a ver si llevo su número en mi agenda-. Sacó una libreta del portafolios y seleccionó un número. –¿Alguien de ustedes habla español?- preguntó.

-Yo lo hablo- dijo Yashin.

-Bien, entonces póngase usted y dígale a la telefonista que le pase con el catedrático don, Felipe Frutos, cuando le pregunte quién llama dígale que es Jacob Cohen, cuando le tenga al aparto le hablaré yo-.

El agente del Mossad marcó el número que el polaco le acababa de facilitar y al tercer ring del timbre una voz de mujer preguntó que deseaba. Yashin pidió por el catedrático y se identificó como Jacob. –Un momento voy a ver si está en su despacho, aguarde por favor señor-, dijo la telefonista.

Pasaron unos segundos silenciosos que parecían minutos, al poco una voz de hombre decía desde el otro lado de la línea -¿Jacob?-.

-¿Profesor Frutos?- dijo Yashin.

-Si soy yo mismo-.

-No se retire le hablará Jacob Cohen-, pasándole a continuación el auricular a éste.

-Felipe, ¿cómo estás?, te llamo aquí por que estoy donde tu ya "sabes" y necesito que me des un dato-.

-Entiendo, dime, dime-.

-¿Puedes confirmarme si el original que tú tienes está escrito sobre algún tipo de papel transparente?-.

-Si, es una especie de papel vegetal, algo amarillento por el tiempo, pero si se transparenta frente un foco de luz un poco intenso, ¿Por qué me lo preguntas?-, dijo.

-Ya te contaré por Internet, pero te puedo avanzar que el documento que tu tienes no es único, deben existir uno o dos más, probablemente dos, ya que se han de complementar superponiéndolos con el que tu tienes para poder efectuar la lectura del contenido-.

-Bien, bien, ya me dirás. Ésta es una buena noticia. Hasta luego-.

-Les confirmo que el documento original que el catedrático Felipe Frutos encontró escondido en el libro, acaba de asegurarme que está hecho sobre papel del tipo vegetal o semitransparente, con lo cual la teoría del profesor Matloub pasa a convertirse en una realidad-.

-Si usted me lo permite-, dijo el señor Goldberg, – a nuestra oficina este asunto nos interesa mucho, le sugiero que trabajemos en equipo con sus amigos de España y Francia, nosotros tenemos medios de largo alcance. Le diré el motivo principal de nuestro interés; meternos en esta investigación nos acercará a la organización nazi que aparentemente está dormida y que a pesar de varias intentonas a través de los años, no hemos logrado todavía desenmascarar, puede ser una ocasión única para poder asestar un golpe definitivo a la red criminal que actúa en la sombra-.

-Es muy interesante su proposición, pero debo consultarlo con mis compañeros e incluso con el señor Wiesenthal, me permitirá entonces señor Goldberg que no le de a usted ahora una respuesta, pero si le aseguro que en pocos días tendrán ustedes noticias nuestras-.

Yashin le acompañó hasta la Terminal del aeropuerto Ben Gurión, se quedó acompañándole hasta que este entró en el finger de embarque.

CAPÍTULO XVIIº

Felipe encontró en su ordenador un esperanzador mensaje de Jacob, comprobó que éste mismo mensaje también le había sido enviado simultáneamente a Georges. Después de su lectura se quedó un buen rato pensativo con la mirada fija en el techo de la habitación apoyando la espalda en el respaldo de la butaca, le volvió a la realidad la voz femenina su invitada austriaca, que en aquel preciso instante tenía olvidada, la vio de pie en el dintel de la puerta, acababa de despertarse y vestía todavía el pijama de satén con el que se había acostado.

-Hola buenos días-, dijo ésta sin cruzar el umbral.

El catedrático salió del ensimismamiento en que se hallaba, vio a su invitada enfundada en el reducido pijama y el corazón le dio un vuelco, hacía años que no veía al natural una muchacha tan atractiva y con tan escasa ropa, asomaban por debajo del pantaloncito unas largas piernas muy bien formadas.

-¿Qué tal has dormido?-, le preguntó con una especie de balbuceo y levantándose de la silla.

Ella se apercibió del efecto que había causado a su anfitrión, y decidió explotarlo:. –Excelente, es una cama muy cómoda, no he extrañado en absoluto la mía, únicamente he notado algo de frío durante la madrugada, he estado por llamarle para ver si podía facilitarme otra manta, pero he visto que estaba profundamente dormido y no me atreví a despertarle-, dijo mientras se iba acercando él.

Se puso tan cerca de Felipe que éste notó el aroma del perfume que ella desprendía, una ola de calor le invadió la cara y parte de la cabeza, y el corazón comenzó alterar sus pulsaciones.

Rompió la escena Lola, la sirvienta que acababa de llegar a la casa para iniciar las labores domésticas de todos los días. Ésta se quedó mirando con cierto descaro a la muchacha con los brazos en jarras, Felipe reaccionó y le encargó a Lola que preparara el desayuno para dos, la fámula se fue a la cocina refunfuñando por lo bajo.

Casi una hora después salían de Granada camino de Córdoba. Por el camino Felipe fue documentando a su invitada dándole referencias históricas de algunos pueblecitos serranos blancos como la nieve y del paisaje de las tierras que iban cruzando. Las grandes extensiones de olivares causaron impacto en Ingelod. Casi sin darse cuenta cruzaban el río Guadalquivir por el Puente Romano y la Puerta del Puente, giró a la derecha para aparcar el automóvil en el solar donde lo estacionaba habitualmente, el vigilante, que ya le conocía, fue solícito a dirigir la maniobra de aparcamiento.

Les tomó casi el resto de la mañana la visita a la monumental Mezquita, Felipe profundo conocedor de la historia del edificio le iba explicando a su invitada los detalles históricos y arquitectónicos más relevantes de aquella antigua y singular edificación del más puro estilo árabe. En una de las columnas le hizo observar a Ingleod el desgaste que ésta tenía a una altura algo superior a un metro, le explicó que una vieja leyenda contaba que los árabes tuvieron encadenado muchos años a un cristiano en aquella columna y el roce de las cadenas del prisionero desgastaron de aquel modo a ésta. La llevó también hasta el pequeño recinto del fondo de la edificación donde el Imán se situaba para efectuar las lecturas del Corán a los fieles que acudían a las horas de los rezos, se situó en el interior de éste que tenía una forma semicircular y le pidió a Ingelod que se alejara unos veinte metros, Felipe se puso hablar en un tono no excesivamente alto, ella pudo oírle perfectamente a pesar de la distancia que entre ambos había, una demostración práctica de una excelente acústica .

Después de visitar la mezquita cruzaron la calle del Cardenal Hierro y se entretuvieron para tomar un aperitivo en la cafetería del Hotel Maimónides, luego salieron a pasear por las callejas adyacentes del barrio de la judería, hasta llegar a la puerta de la vieja librería de la que Felipe era desde hacía bastantes años cliente habitual, la misma en la que había adquirido el libro en el que halló el extraño documento cuyo descubrimiento estaba dándole bastantes trastornos.

Se disculpó con su acompañante para entrar a ver al librero, le explicó que tenía interés por algún ejemplar antiguo, -puedes acompañarme si lo deseas-, le dijo a su amiga.

Esta asintió con la cabeza y con toda naturalidad sacó su pequeña cámara fotográfica digital y tomó algunas exposiciones de la fachada del establecimiento, que justamente formaba esquina con otra calleja y en la que había una placa de cerámica con el nombre de la calle. Vio una oficina de correos muy cerquita de donde ella se hallaba, compró un sello que pegó en el sobre que llevaba en el bolso con una dirección de Viena echando éste en el buzón de extranjero.

El mismo "turista" de Granada estaba también visitando aquella parte de la ciudad, al pasar cerca de donde se hallaba Ingelod la hizo un guiño, al que ésta correspondió con la cabeza con un movimiento que parecía asentir a algún tipo de consigna preconcebida.

Felipe saludó al viejo librero que se hallaba al fondo del establecimiento. -¿Cómo está profesor?-, dijo este en cuanto vio de quien se trataba el visitante, a la vez que se acercaba hacia él arrastrando los pies debido a su ancianidad. – Por cierto, ¿cómo les va a ustedes el estudio sobre el último libro que adquirió?-.

Felipe vio que su interlocutor se acordaba de la excusa que le había contado y que inventó en su última visita. –Por cierto, hemos llegado a la conclusión de que el libro debía ir acompañado de alguno más-.

El librero se encogió de hombros como queriendo decir que ignoraba esta posibilidad.

-Por casualidad ¿recuerda usted cuántos libros adquirió de la subasta en la que se hallaba éste libro?- preguntó Felipe.

-¿Es importante para usted?-, preguntó el librero.

-Si, creo que lo es, me agradaría adquirir todo el lote-.

El librero al oír que se abría la posibilidad de vender algunos libros más, fue a por su peculiar archivador para consultarlo. Regresó con la cajita de madera que contenía las fichas en las que registraba las entradas y salidas, coincidió en aquel instante que Ingelod entraba en el establecimiento acercándose al lugar en el que se hallaba su acompañante. Felipe hizo referencia al librero de la señorita que le acompañaba presentándola como su invitada, éste le saludó con un movimiento de cabeza.

El propietario del establecimiento sacó varias fichas para mirarlas concienzudamente, unos instantes después, volvió a colocarse las lentes sobre el caballete de su ostentosa nariz y se dirigió a su interlocutor mirándole por encima de la montura de sus viejas gafas para decirle :. –La compra que efectué de ésta subasta, era un lote de seis libros, yo me quedé con tres de ellos y los tres restantes se los cedí a un librero amigo mío de Barcelona-.

-¿Tiene usted todavía alguno de los otros dos libros?- preguntó Felipe.

El librero revisó de nuevo una de las fichas y dijo:. –Me queda un ejemplar, el otro se lo llevó una pareja de americanos hace ya casi un año, tengo algunos datos de ellos registrados ya que me pidieron que les hiciera una factura para poder declarar la entrada del libro al país legalmente. -¿Le interesa conocerlos?-.

-Si, por supuesto, quizás pudiera necesitar contactar con ellos para hacerles alguna consulta-.

El librero cogió un block de notas y le facilitó los datos del matrimonio americano. Felipe se puso la nota en el bolsillo, y se entretuvo ojeando algunos libros de las estanterías en compañía de su invitada.

-¿De su colega de Barcelona guarda usted la dirección de la librería?, casualmente debo ir allí y le visitaría-, comentó Felipe queriendo quitar importancia a su pregunta.

-Naturalmente, tengo con él una buena relación, a menudo nos intercambiamos algunos libros-, a continuación le escribió las señas en otro papelito con los títulos de cada uno de los ejemplares.

El librero buscó el ejemplar que le quedaba del lote adquirido, soplando le sacó algo del polvo que tenía y se lo entregó a su interlocutor. Felipe le ojeó, pero lo que más le importaba eran las cubiertas del ejemplar. Nada que le captara su atención pudo observar en aquel ejemplar, evidentemente era un libro que no guardaba relación alguna con el que había adquirido, la fecha de edición era del año 1798, la encuadernación era bastante más sencilla, menos cuidada, no obstante pensó que si el librero se lo dejaba a un precio asequible lo adquiriría. Le hizo una oferta por el libro y por sorpresa suya la aceptó. Metió el libro en una bolsa de papel y le devolvió el cambio del billete que Felipe le había dado.

Felipe y su invitada pasearon todavía un buen rato por las antiguas callejas de la judería, éste iba documentando a Ingelor de las particularidades históricas del lugar, la muchacha se había agarrado del brazo de su acompañante con la excusa de que el pavimento de aquellas callejuelas era muy irregular, Felipe sentía en su interior una especie de gusanillo que le excitaba como hacía años no experimentaba. A la hora del almuerzo entraron en un típico restaurante cuyas paredes estaban atestadas de fotografías firmadas por famosos toreros y actores, era un local no demasiado grande, apenas tenía una docena de mesas, pero era coquetón y sumamente acogedor, se diría que romántico.

Más tarde ya de regreso a Granada, Felipe detuvo el automóvil junto a una cabina telefónica pública para llamar a un amigo de Barcelona, el profesor J.M. Roig, con el que mantenía con frecuencia correspondencia ya que compartían la misma afición a la lectura y de coleccionar libros antiguos. Felipe le pidió si podía hacerle una gestión acerca de unos determinados libros de una librería en la calle Tallers de la ciudad, facilitándole los títulos de los tres.

-Esta misma tarde voy hacerte la gestión y te llamaré para informarte del resultado-.Felipe le sugirió que no le llamase, le puso como excusa que estaba de viaje. –Ya te llamaré yo esta noche o mañana por la mañana. Era un modo seguro de no ser espiada su conversación.

Unos minutos después entraban en su típica casa granadina. Felipe le explicó a su invitada que la palabra carmen tiene varios orígenes pero que en árabe significa jardín, es por ello que a aquel tipo de construcción con jardín interior hubiese sido bautizado con ese bello y significativo nombre.

Eran ya algo más de la ocho de la tarde, lucía todavía el sol que iniciaba lentamente su declive por detrás de los montes que rodean Granada, pintando de rojo fragua el cielo, un bello espectáculo natural que Felipe y su bella invitada se quedaron contemplando desde la puerta de la casa. Por lo avanzado de la primavera, en Granada hacía ya bastante calor, el suficiente para que una persona poco habituada lo experimentara con mayor grado que los nativos, a la invitada de Felipe la afectaba bastante, aquellas horas el termómetro señalaba los veintiocho grados, el calor era seco pero Ingelor se sentía sofocada y respiraba con cierta dificultad, sin embargo estaba embelesada con el espectáculo celeste.

Felipe además del cielo, contemplaba a la muchacha que tenía pegada a el, era realmente muy atractiva, todas sus células se pusieron en actividad, acercó sus labios al oído de ella y le dijo muy quedo : –cest un belle tombée du jour en plus que romantique-. Ingelor sonrió con dulzura invitando a que Felipe la rodeara la cintura con uno de sus brazos. Se mantuvieron en esta posición bastante tiempo contemplando como el sol iba marchitándose y la noche le ganaba una vez más la partida. Entraron finalmente en la casa, Lola ya se había marchado no sin antes haber dejado algo de comida preparada para que el "señorito" y su "invitada" pudieran cenar.

La muchacha fue directamente a su habitación para darse una refrescante y reconfortante ducha, cuando estaba cayendo el agua del difusor de la ducha, se apercibió que no había la pastilla de jabón que por la mañana había dejado sobre una pequeña repisa de mármol blanco que había en una de las esquinas de la ducha, lo necesitaba para poder eliminar el sudor que por el calor durante el día habían exudado sus poros.

Alzando algo la voz, llamó a Felipe, éste acudió solícito y entró en la habitación, pero se apercibió que la voz procedía del baño, llamó con los nudillos a la puerta, –antré-, oyó que decía, entró sin más, pero cual sería su sorpresa cuando vio a través de la traslúcida mampara que la muchacha estaba totalmente desnuda, se quedó de una sola pieza, no sabía que hacer ni decir, -No tengo jabón Felipe, ¿podrías alcanzarme una pieza?-.

-Si, si al momento-, dijo éste azorado, buscó dentro del armario blanco en el que debía haber alguna pastilla de jabón, se le cayeron algunos frascos por el suelo, los recogió a toda prisa, estaba muy nervioso y torpe, excitado diría, al fin pudo hallar el tan buscado jabón. Cogió la pieza y se acercó a la mampara. –Ya le tengo-, dijo.

La muchacha con toda naturalidad abrió la mampara mostrando toda su desnudez le cogió a Felipe el pequeño paquetito que este tenía en la mano con una suave y tentadora sonrisa, Felipe por pudor y ante su desconcierto se dio la vuelta rápidamente, como deseando rechazar la imagen que tenía frente a si, pero no pudo evitar seguir viéndola por unos instantes a través del espejo que había en la pared opuesta.

-¿Te importaría frotarme la espalda?- le dijo en un tono de voz muy sugerente.

Felipe no sabía que hacer, ni decir, era una situación harto comprometida, no era hombre de mundo como para poder decidir que acción tomar ante tal situación. Desde que había enviudado vivía entregado por completo al estudio y a la docencia, había permanecido todo este tiempo sin contar con el elemento femenino en su vida, sin embargo sentía una atracción especial incapaz de explicársela hacia aquella muchacha.

Finalmente se dio la vuelta y se puso a enjabonar y luego frotar el dorso de su invitada. A medida que iba frotando suavemente el cuerpo de la muchacha, se despertaba en él su natural y humano apetito sexual.

-Que manos tan suaves tienes-, le dijo ella con voz queda muy suave y sugerente mientras se daba la vuelta y mostraba el resto de su cuerpo. Ambos se abrazaron y se fundieron en un beso bajo la lluvia de agua de la ducha.

CAPÍTULO XVIIIº

La secretaria del inspector Lacroix le pasó una llamada telefónica de la gendarmería de una pequeña población cercana a Aix-en-Provence. Le informaron que acaban de hallar el cadáver de la persona que cuya orden de búsqueda les habían cursado unos días atrás.

-El cadáver ha sido trasladado al hospital provincial de Aix para su autopsia-, le dijo el agente.

-Adviertan al forense que no inicie la autopsia hasta que no hayamos inspeccionado nosotros el cadáver, vamos ahora mismo para allá-, colgó el teléfono y fue a por su automóvil conectando la luz y la característica sirena de la policía francesa con el fin de cruzar la población sin demasiados impedimentos.

En menos de media hora Lacroix se presentó en la sala de "frigoríficos" del hospital, uno de los auxiliares levantó el lienzo blanco que cubría el cadáver de un anciano que tenía el rostro contraído como si la muerte la hubiese pillado en un momento de mucho sufrimiento, llevaba barba de varios días sin afeitar, cejas sumamente pobladas de pelos negros e hirsutos que le conferían un aspecto algo diabólico, el cabello de la cabeza, todavía bastante abundante a pesar de su edad, era ya de un blanco níveo, de una de las orejas había un hilillo de sangre coagulada que habría manado del interior del oído, un ostentoso moratón en la sien izquierda delataban que el individuo había sido golpeado con brutalidad.

Siguió observando el cadáver y pudo apreciar en el tórax bastantes morados a pesar de que éste estaba muy poblado de bello, al igual que los brazos. Las manos estaban llenas de ampollas producto probablemente de quemaduras producidas por cigarrillos, los dedos índice y corazón de una mano estaban amoratados y machacados como si hubiesen sido golpeados con algún objeto de gran dureza, quizás con un martillo, pensó, uno de los ojos estaba vacío, probablemente alguna alimaña o algún pájaro carroñero hubiese iniciado su festín, observó también que el cadáver estaba descalzo y sin calcetines.

Sacó algunas fotografías al cadáver con la pequeña cámara digital que siempre llevaba consigo y autorizó al enfermero para que regresara el cadáver al "frigo", luego se fue a la oficina del puesto de policía de la zona para que le informaran de cómo fue hallado el cadáver y le acompañaran al lugar en que fue encontrado.

Los dos gendarmes patrulleros que habían descubierto el cadáver acompañaron a Lacroix hasta un bosquecillo cercano a la población, dejaron estacionado el automóvil celular en la cuneta de la carretera, caminaron unos doscientos metros atravesando unos espesos matorrales que casi impedían el paso, el lugar había sido acordonado con la cinta de plástico que la policía suele utilizar para impedir el paso en algún lugar acotado. En el centro de un gran zarzal se observaba una especie de hueco que probablemente se habría producido por el peso del cadáver al ser depositado allí por sus asesinos.

Lacroix fue caminando formando círculos alrededor de zarzal mientras observaba el suelo para ver si encontraba algo que pudiera darle alguna pista. Unos metros más allá le pareció ver unos hierbajos algo aplastados que seguían una línea que dirigía hasta un pequeño sendero de tierra que cruzaba el bosque. Dirigió sus pasos hasta allí secundado por los dos gendarmes hasta que llegó al sendero, en éste se apreciaban algunas huellas de zapatos de suela de goma con un dibujo en forma de espiga unos, y otros casi sin dibujo perceptible.

-Deben ser dos individuos- se dijo. Tomó algunas fotografías y dirigiéndose a los dos gendarmes que le seguían les preguntó si por las cercanías había alguna casa o edificación.

-No muy lejos de aquí hay una casa de campesinos abandonada desde hace bastantes años-.

-Acompáñenme hasta allí-, les ordenó el inspector.

Caminaron por el sendero casi treinta minutos, en algunos tramos las huellas vistas con anterioridad se repetían. Un poco más allá divisaron la casa, una de las ventanas había sido reventada, uno de los agentes con la pistola dispuesta se introdujo por ella al interior, no sabían si podía haber alguien en el interior que pudiera estar armado, Lacroix ordenó al otro gendarme que se posicionara en la parte posterior del edificio por si alguien trataba de salir por allí pudiera detenerle.

El agente que había penetrado en la casa abrió la puerta desde el interior y asomándose le dijo al inspector que no había nadie, pero se que se apreciaban rastros de que alguien recientemente hubiera estado allí.

Lacroix entró, la casa estaba en penumbra, ordenó abrir todas las ventanas para que penetrara la luz y poder ver con mayor claridad el interior. En una habitación contigua al comedor había un montón de paja extendido a modo de lecho y junto a éste una saco de dormir de color verde, algunas latas de conserva y de bebidas estaban esparcidas por el suelo, en otra esquina de la habitación habían las cenizas de alguna fogata, probablemente para calentarse durante la noche o para calentar algún alimento, las cenizas parecían recientes, no más de un par de días, llamaba la atención una desvencijada silla situada casi en el centro de la estancia, en ella se observaba en un lado del respaldo unas gotas de sangre y en una de las patas había un pedazo de cuerda que colgaba de uno de los travesaños que reforzaban las patas, era la prueba evidente de que alguien había sido atado en ella y haber sufrido malos tratos, la sangre lo ratificaba, en el suelo había también algunos pedazos de la misma cuerda de algodón, posiblemente habían sido utilizados para maniatar a alguien. El inspector se puso unos guantes de fino látex y, metió en una bolsa de plástico que encontró por los suelos todas las latas, estaba seguro de hallar en ellas las suficientes huellas digitales que identificarían a las personas que las hubiesen utilizado. Arrancó un pedazo del respaldo de la silla en el que estaban las gotas de sangre para mandarlo al laboratorio de la policía científica, no sin antes haber fotografiado todo lo que se hallaba en la estancia.

El gendarme que se había apostado en la parte posterior de la casa, se acercó al inspector para decirle que a unos metros de la casa, en su parte trasera, había una carretera forestal con bastantes de huellas.

Se apresuraron para ir hasta el lugar, el final de la tarde se estaba echando encima y en pocos minutos la luz natural comenzaría a escasear. Efectivamente a unos cincuenta metros de distancia un camino forestal serpenteaba por la ladera de una pequeña colina, detuvieron su andadura en el lugar que el gendarme les señaló, las rodaduras de los neumáticos de algún vehículo estaban perfectamente marcadas sobre el polvo del camino, a primera vista a Lacroix le parecieron muy parecidas a las de la furgoneta que había recogido las sábanas en la residencia de ancianos, las fotografió desde distintos ángulos, estas se mezclaban con huellas muy similares que habían encontrado, la suela en forma de espiga se repetía en muchas ocasiones, así como también las demás, en este caso se añadían otras que con toda seguridad pertenecerían al secuestrado, no obstante le extrañó que el cadáver estuviera ahora descalzo.

A su regreso a la comisaría, Lacroix se sentó ante su ordenador para elaborar un completo informe de las pesquisas efectuadas aquel día. Más tarde llamó por teléfono a Georges al teléfono de la universidad, éste le había dado el número directo de su despacho pensando que no estaría "pinchado".

-¿Profesor Pradel?-

Después de identificarse, informó detalladamente a Georges del hallazgo del cadáver y de cuanto rodeaba al mismo, se reservó poder darle más detalles por cuanto aguardaba el informe del forense que con toda seguridad pudiera ser algo más esclarecedor.

Georges agradeció al inspector la deferencia de la información. Pradel aprovechó la ocasión para contarle a Lacroix la posibilidad de que hubiesen otros dos documentos más al que ellos poseían, detalle que éste agradeció y finalizó la conversación diciéndole a su interlocutor : -La gendarmería seguirá con la investigación abierta, y ahora con un cadáver todavía con mayor motivo-.

Una pareja de jóvenes con aspecto de estudiantes cruzaban por un puesto fronterizo entre Francia y Bélgica, con anterioridad, en la ciudad de Lille, se habían detenido en una cafetería para desayunar, desde el mismo lugar efectuaron una llamada a Hamburgo, la conversación se mantuvo todo el tiempo en idioma alemán y en tono sumamente respetuoso por parte de los jóvenes, su interlocutor, les hablaba en un tono de suma autoridad a la que ambos asentían, éste les ordenó desplazarse sin dilación a Hamburgo, una vez allí debían llamarle de nuevo por teléfono y les sería indicado el lugar de encuentro.

Después de tomarse un reconfortante desayuno fueron a por el automóvil que habían estacionado en una plazoleta cercana. A medida que se aproximaban al vehículo les pareció ver en el cristal delantero sujetado por una de las escobillas del limpia, un papelito doblado, el vehículo había sido denunciado por un agente municipal por haber estacionado en lugar prohibido, era un estacionamiento reservado a un consulado. El hecho les contrarió ya que era motivo de poder facilitar una pista que les pudiera identificar. Decidieron robar otro vehículo, en el lado opuesto de la solitaria plazoleta entre los vehículos vieron una Van Volkswaguen decorado en su exterior con motivos hippyes, decidieron ir a por ella. Poca "resistencia" les ofreció la furgoneta en pocos minutos se habían apoderado de ella y salían de la ciudad de Lille dirección a la frontera con el país vecino.

Pasaron la aduana sin ser detenidos en ningún momento, en poco más de dos horas entraron en Holanda, en un descampado detuvieron el vehículo y registraron su interior, estaba habilitada su parte posterior en dos literas y algunos sacos de dormir, aprovecharon la ocasión para dormir algo, habían estado conduciendo casi toda la noche, ambos estaban bastante fatigados.

CAPÍTULO XIXº

Poco después de la visita de Jacob Cohen a Tel Aviv, se reunió el Comité de Acción (AC) del Mossad, se puso sobre la mesa la visita de éste y el affair aportado. El profesor Matloub llevaba una carpeta conteniendo bastantes legajos que algunos sobresalían por uno de los lados de la misma.

Carraspeó la garganta antes de iniciar su charla:. –Señores, a continuación de la entrevista que mantuvimos con el señor Cohen, me entretuve a buscar entre mis viejos archivos y he podido hallar entre ellos varios informes que vinieron a caer en mis manos hace ya bastantes años-, en este punto tomó el vaso de agua que tenía a su alcance del que bebió un sorbo, luego liberó los lazos de cierre de la carpeta y hurgó entre los papeles que esta contenía, separó alguno de ellos del montoncito que formaban y los puso a un lado. En la tapa principal de la carpeta había una etiqueta que escrito a mano decía : "Informes y Casos sin resolver".

-Verán ustedes, he seleccionado estos tres folios por cuanto a mi entender podrían guardar cierta relación con la historia del señor Cohen, pude obtenerlos al poco de haberme incorporado al Mossad, era la etapa en que andábamos en la búsqueda y captura del criminal Eichmann localizado en la República Argentina. Los agentes que entonces teníamos destacados en el cono Sur del continente americano, en especial los que nos fueron recomendados por el señor Wiesenthal, nos mandaron muchos informes con una interminable lista de nombres de individuos que habían localizado y que en su día habían pertenecido a las SS o la Gestapo durante la guerra mundial. La mayor parte de ellos fueron localizados en Paraguay, Argentina, Uruguay, Bolivia, Chile y Brasil, mientras buscaban a Eichmann. Uno de los agentes llamado Benjamin Ariel llegó a introducirse y fomentar cierta amistad con los propietarios de un lujoso hotel de Asunción, Paraguay, se trataba de los hermanos Reinen, que en aquel entonces se hacían llamar Rita y Carlos Rodríguez, habían logrado obtener de las autoridades paraguayas la nacionalidad, supongo que a cambio de una sustancial cantidad de dinero, sin embargo fueron detectados dado a que casi no hablaban nada de español y sus características físicas eran innegablemente germanas, el informe dice jocosamente, que hasta el caminar de ambos guardaba gran parecido al famoso paso de la oca de los soldados alemanes cuando desfilaban.

Bien, en el informe de Ariel, nos dice que llegó a tener bastante familiaridad con ambos hermanos, Ariel había nacido en Colonia y recibió una excelente educación, al estallar la guerra ésta le pilló en el norte de África, en Marruecos, las noticias que le llegaban de Alemania no eran demasiado halagüeñas, y menos para un individuo cuyo pasado y orígenes familiares eran semitas, determinó no regresar a su país. Sus contactos mundiales con la diáspora, le dieron la oportunidad de que le nombraran representante general para Latinoamérica de una firma Estadounidense de maquinaria agrícola, esto le permitió viajar por toda la América latina con pasaporte estadounidense, Ariel hablaba a la perfección inglés y español, poco después de crearse el Estado de Israel ofreció sus servicios al Mossad-. Aquí Matloub hizo una pausa y bebió unos sorbos de agua del vaso que tenía a su lado.

-Como les decía, Ariel cada vez que visitaba Asunción se hospedaba en el Hotel del Paraguay, llegando incluso a intimar con ambos hermanos propietarios del establecimiento, hasta el punto de que llegaron a hacerle ciertas confidencias y casi tratarle como uno de ellos, en una de ellas le hablan de un gran tesoro que un grupo de judíos habían ocultado en alguna parte del planeta y que la Organización andaba loca tratando de localizar.

Quiero decirles con todo ello que quizás el documento aparecido tantos años después en un libro y que el señor Cohen nos ha facilitado, viene a corroborar el informe que en su día y muchos años después, Benjamín Ariel nos entregó-.

A la reunión de Mossad asistía su Director, máximo responsable de las operaciones de la organización, estuvo todo el tiempo escuchando con gran atención la exposición del doctor Matloub tomando de vez en cuanto algunas notas. El director estuvo unos minutos en silencio, meditando posiblemente qué hacer en este asunto, mientras el resto de asistentes permanecían en silencio.

Finalmente rompió éste y se dirigió a uno de los asistentes:. – Yashin, le encomiendo personalmente a usted dedicarse de pleno al esclarecimiento de este asunto, utilice todos los medios y recursos que pueda precisar de nuestra organización extendida por todo el mundo, usted habla perfectamente español, inglés y alemán, además del ruso como idioma materno, lo que le permitirá poder moverse con mucha discreción al no tener que precisar de intérpretes para comunicarse. Veo en esta misión dos vertientes; la primera quizás pudiera ser el momento desenmascarar y hasta quizás destruir la organización nazi llamada por alguien; Odessa, extendida como un cáncer por múltiple países, y la otra la posibilidad de ser localizado el lugar donde fue ocultado este tesoro que nos permitiría restituirlo a los descendientes de sus propietarios y en todo caso podría ser utilizado para financiar muchas operaciones previstas por le Departamento de Defensa. Encuentre usted el resto de documentos, ellos nos abrirán el camino hasta él-.

El director fue muy conciso, le había dado a Yashin instrucciones precisas y carta blanca para que utilizara toda la organización internacional. Yashin asintió con la cabeza y abandonó la reunión. Se dirigió a su oficina para preparar una serie de contactos e iniciar la investigación.

El inspector Lacroix ordenó fueran enviados avisos a todas las gendarmerías del país para que se tuviera especial atención en dos jóvenes individuos extranjeros que probablemente viajaban cruzando Francia en una furgoneta.

A su regreso a la comisaría entregó todo el material que había recogido del lugar en que fue hallado el cadáver al departamento de la policía científica para su análisis.

Al mismo tiempo en Hamburgo en un local de las afueras de la ciudad, se mantenía una reunión entre los dos sujetos que viajaban con la van hippy y un par de caballeros de edad avanzada, muy elegantemente vestidos.

Destacaba en uno de ellos, una cicatriz vertical de unos cinco centímetros bajo el párpado inferior de uno de sus ojos que le daba un desagradable rictus al rostro no permitiéndole parpadear, trataba disimular la herida con un monóculo ahumado que llevaba prendido en la solapa de su chaqueta con una fina cadena de oro. El otro era muy alto y se ayudaba con un bastón negro de empuñadura de marfil, cojeaba ligeramente de su pierna izquierda producto de una vieja herida de bala que le afectó una parte de los ligamentos de la rodilla.

Los dos sujetos con sumo respeto informaron a ambos caballeros de su actuación en la misión que les había sido encomendada.

-Finalmente ¿qué llegaron sacarle al individuo?-, preguntó uno de ellos en tono áspero, como si le fastidiase dirigirse a aquellos muchachos.

-Nada, poca cosa, el hombre no estaba en sus plenos cabales, a pesar de que le presionamos hasta lo indecible, lo único que repetía gritando era :. ¡¡¡Los libros, los libros!!!-.

Ambos caballeros se miraron y asintieron con un ligero e imperceptible movimiento de cabeza.

-¿Nada más?-.

-De ahí no salía-.

-¿Donde lo han abandonado?-.

-Se quedó frito y lo tiramos en un zarzal de un bosque cercano-.

-¡¿Cómo?!, ¿no les dimos instrucciones de que no queríamos muertos en este asunto?-.

-Efectivamente, pero el individuo era muy viejo y no pudo aguantar el interrogatorio-.

-Esto habrá alertado todavía más a la policía e iniciarán una peligrosa investigación que pudiera llevarles hasta la organización-.

-Le aseguro Herr Otto que no pudimos evitarlo-.

-Son ustedes un par de chapuceros aficionados-, dijo el citado caballero con nada disimulada irritación, -antaño nuestra gente eran más profesionales-.

Ambos caballeros se levantaron de las sillas que ocupaban con intención de marcharse.

-Oigan ¿y nuestra recompensa?, hemos efectuado el trabajo encargado y nos ha ocasionado bastantes gastos-, manifestó uno de los jóvenes. –Acordamos una tarifa de 40.000 Euros por el trabajo-.

-Olvídense del dinero, no se lo merecen-. Sin más se dieron la vuelta y se fueron a por el auto estacionado fuera custodiado por un fornido chofer.

Los dos sicarios se quedaron muy indignados, aunque se mantuvieron en silencio hasta que los dos caballeros hubieron salido por la puerta.

-Estos dos se arrepentirán de habernos hecho esto-, dijo uno de ellos sacando un teléfono móvil del bolsillo y marcando un número de una localidad francesa.

CAPÍTULO XXº

Felipe acompañó a su invitada hasta el aeropuerto de Granada para que tomara un vuelo a Barcelona que enlazaría con otro que unas horas después la llevaría hasta Viena.

Habían convenido reunirse en Viena un par de meses después aprovechando las vacaciones estivales y así poder recorrer todo el país. Para Felipe, Austria y su historia relacionada con el imperio austrohúngaro tenían un atractivo especial, ahora con mayor motivo al haber tenido la oportunidad de conocer aquella bella y culta muchacha con la que había congeniado e intimado por unos días. Felipe al recordarla sentía una extraña sensación de felicidad que desde que había perdido a Carlota, su esposa, no había vuelto a experimentar.

En la universidad de Montpellier la centralita de teléfonos recibió una llamada de alguien que no se quiso identificar, habitualmente por normas de seguridad este tipo de llamadas se registraban. Una voz con fuerte acento alemán, pidió hablar con el rector, Monsieur Pradel.

-Aguarde un momento-, dijo la telefonista, mientras conectaba el sistema de grabación e intentaba localizar al rector.

Tardó pocos segundos en hallarle, estaba en su despacho con una visita. –Señor Pradel, tenemos una llamada de alguien que no ha querido identificarse y desea hablar con usted-.

-Pásemela y no omita grabar toda la conversación, e intente identificar el número del que llama. Gracias-.

Georges levantó lentamente el auricular que tenía a su alcance sobre la mesa de trabajo, -Hallo, ¿con quien hablo?- preguntó en tono cauteloso.

-Eso ahora no importa- respondió una voz áspera en un regular francés, que evidenciaba que quien hablaba trataba además deformarla. –Tómese nota de unos teléfonos que voy a darle, guardan relación con el anciano que hallaron cerca de Aix-.

A Georges el corazón le dio un vuelco, no esperaba una llamada de éste género,

-puede usted dármelos, pero dígame también a quien pertenecen-, añadió Pradel.

-Solo le daré los teléfonos, el resto lo hará la policía, ¡tómese nota!….-

Georges anotó ambos números en un cuadernillo que tenía a mano sobre la mesa. -¿Ha tomado usted nota?- le preguntó la voz.

-Efectivamente pero………..-, repentinamente se interrumpió la comunicación, en el otro extremo habían colgado el auricular.

Pradel se quedó pensativo con el auricular en la mano, reinaba en la sala un silencio absoluto, el visitante que tenía sentado frente a él, quedó algo sorprendido por la breve e irregular conversación a la que involuntariamente había asistido, no se atrevía a hablar, temía romper el silencio y los pensamientos que pasaban por la mente del rector.

Georges regresó el auricular a su posición y despidió algo precipitadamente a su sorprendido visitante. Ordenó a la telefonista que traspasara la conversación registrada en la centralita a una casette virgen y le fuera entregada inmediatamente, sacó de un bolsillo de su chaqueta la tarjeta que el inspector Lacroix le entregó en su día, marcó el número telefónico que en ella figuraba para invitarle a que le visitara.

El inspector Lacroix no demoró más de una hora en personarse en el despacho de Georges. Después de cruzarse los saludos, Pradel le contó la breve y enigmática llamada recibida, le escribió en un papel los dos números telefónicos que le habían dado y le hizo entrega de la grabación de la breve conversación que había mantenido.

El inspector se quedó mirándolos breves momentos, -el prefijo de estos teléfonos pertenecen a Alemania, creo que no me va a ser difícil averiguar a quién pertenecen, veré de hablar con mis colegas germanos y lo haré también con INTERPOL, le voy a tener informado en todo momento profesor-.

-Por cierto inspector, ¿han podido identificar el cadáver del anciano que hallaron?-.

-Si, no tenemos la menor duda, se trata del individuo que usted andaba tras su pista. La autopsia nos ha revelado que fue sometido a duras torturas y le falló el corazón, tenía moratones y quemaduras, posiblemente efectuadas con cigarrillos, por todo el cuerpo, al final no pudo resistir más y falleció, desconocemos si quienes le raptaron pudieron sacar lo que de el pretendían-.

-El pobre diablo tuvo un triste e indigno final. ¿Se han podido cerciorar de que se trataba de Trezlez?-.

-No tenemos la menor duda de ello, sus huellas dactilares corresponden perfectamente con las que hay en el banco de datos de la Sureté y con la ficha que se abrió cuando ingresó en la residencia de ancianos-.

-No tengo la menor duda de que esta gentuza anda detrás de nuestro documento cuyo contenido al parecer debe ser de importancia capital-.

-Sin duda profesor, sin duda- reafirmó el inspector.

Lacroix se despidió de Georges prometiéndole tenerle informado del desarrollo de las pesquisas no sin antes preguntar a la operadora si había podido registrar el número telefónico del anónimo sujeto, ésta le respondió que habían llamado desde un teléfono celular y le dio el número, que entregó también al inspector.

Georges encargó a la telefonista que le grabara otro par de cassettes de la conversación, abrió su PC portátil para conectarse a Internet y enviar un mensaje a Felipe y Jacob Cohen. Fue un mensaje muy breve: "He sido contactado por teléfono por alguien de la "organización", necesito veros, sugiero reunirse en Barcelona con carácter urgente".

El primero en leer el mensaje fue Jacob, respondió que podría desplazarse el día que Georges y Felipe convinieran. Felipe se encontró con el mensaje por la tarde, le sorprendió el inesperado contenido, respondió de inmediato, les decía a Georges y Jacob que Barcelona le parecía bien el lugar de encuentro para el próximo fin de semana, aprovecharía también para reunirse con su amigo Roig para ver si había localizado los libros que éste le había pedido de localizar en la librería de la calle Tallers.

El francés se desplazó a Barcelona el viernes al medio día en automóvil, en algo más de tres horas entraba a la ciudad, la cruzó totalmente para arribar al aeropuerto del Prat, lugar donde había acordado encontrarse con sus camaradas. El punto de reunión acordado era la cafetería del área de llegadas de vuelos procedentes de la UE.

Se sucedieron los saludos y bromearon sobre algunas anécdotas de su pasado estudiantil en París, en el entretanto se desplazaban a la ciudad en el Citroën DS de George, éste les informó de la anónima llamada que unos días atrás había recibido en su despacho de la facultad.

-Cuando lleguemos al Hotel os daré unas cassettes de la breve conversación que mantuve con el anónimo individuo, se la hice grabar a la telefonista de la centralita de la universidad, así podréis estar al corriente. Le di también una al inspector Lacroix, me dijo que los teléfonos que el individuo me dio, pertenecían a alguna ciudad de Alemania, ahora debe estar investigándolos-.

Jacob Cohen se quedó pensativo, estaban entrando a la ciudad por la Plaza de España, súbitamente se le ocurrió que podían enviar la grabación a Tel Aviv para que fuera analizada por los expertos del Mossad, les pidió el parecer a sus dos compañeros, ambos coincidieron en la conveniencia de hacerlo.

-Pudiera ser de gran ayuda-, añadió Felipe.

Georges detuvo el automóvil en la puerta del Hotel del Compte, en la confluencia de las calles de la Diputación y Conde de Urgell, un hotel de nueva construcción, bien situado y mejor comunicado, había efectuado la reserva de las habitaciones por Internet. Dejaron sus parcos equipajes reuniéndose en uno de los salones del hotel. Felipe llevaba consigo un reproductor de casettes de pequeñas dimensiones, escucharon con atención varias veces, la corta conversación que ésta contenía, Jacob que era hombre de gran capacidad analítica, confirmó lo que el inspector Lacroix ya les había anticipado, el acento del interlocutor de Georges era muy probablemente alemán o quizás austriaco, en una palabra, su lengua materna era casi con seguridad, germánica.

A continuación Jacob solicitó a la centralita del hotel que le pusieran con un número de Tel Aviv.

Pasó en primer lugar por varios filtros hasta que le pusieron con Yashin. -¿Hablo con Yashin?-, preguntó.

-Si, señor Cohen, Yashin al aparato-.

-Le llamo a usted para informarle de una novedad ocurrida. A uno de mis compañeros, el profesor Georges Pradel, recibió hace unos tres o cuatro días una misteriosa y anónima llamada telefónica a su oficina de la universidad. Tuvo la precaución de registrar la conversación. Quién efectuó la llamada no quiso en ningún momento identificarse, le dio simplemente dos números telefónicos que según el inspector de la prefectura de Aix-en-Provence, pertenecen a algún lugar de Alemania, la centralita localizó el número de quién efectuó la llamada, era un teléfono móvil. ¿Qué le parece usted que debemos hacer al respecto?-.

-En primer lugar, mantengan la precaución de no comunicarse entre ustedes por medio del teléfono. Háganlo desde teléfonos con los que no tengan ningún vínculo registral, ya saben que están ustedes controlados, efectúen los contactos vía Internet, es algo más seguro y a poder ser en un idioma de difícil comprensión, ustedes son expertos en lenguas muertas, elijan alguna de ellas para comunicarse, póngaselo difícil a esta gentuza, y le agradecería que a la mayor brevedad posible me hiciera llegar un ejemplar de esta grabación, con el número del móvil localizado, ya sabe que estamos trabajando en ello, concretamente nuestro Director me ha dado la responsabilidad de la investigación, tengo carta blanca para ello-.

-No sabe cuanto me tranquilizan sus palabras al saber que su organización interviene en ello. ¿Qué medio puedo utilizar para remitirle esto?-.

-Métalo en un sobre bien protegido, de los que están acolchados y, si además puede acompañarlo con el informe que Lacroix le facilite respecto a estos dos números telefónicos, mucho mejor. Póngalos en algún Courrier internacional y envíelo a la Oficina Central, usted ya tiene la dirección.

-Así lo haré, y gracias, estaremos en contacto-.

Cohen siguió escrupulosamente las instrucciones que el agente del Mossad acababa de darle, compraron uno de estos sobres especiales en una papelería próxima. En el fax del hotel recibió un mensaje de Lacroix que contenía los teléfonos detectados y la corta conversación. Algo más tarde salieron a dar un paseo por la ciudad, no sin antes entregar el sobre en una oficina de un Courrier internacional con la dirección de la oficina principal del Mossad en Tel Aviv.

Felipe llamó a su amigo el profesor Roig, éste les acompañó hasta la librería de la calle Tallers en la que probablemente pudiera haber todavía algún ejemplar de los libros que acompañaban al lote de la subasta que el librero cordobés había adquirido. Fue un agradable paseo, Barcelona es para el visitante una ciudad cómoda, moderna a la vez que clásica, muy mediterránea. En la puerta de la librería les aguardaba su amigo, después de unas breves presentaciones penetraron en el interior de la misma, era un local bastante falto de luz, probablemente estaba igual que el día de su inauguración, fuera rezaba en un rótulo de madera : Desde 1912.

Su cercanía con las famosas Ramblas, hacía que aquel tramo de calle fuera sumamente transitado, el establecimiento inmediato a ésta, estaba especializado en la venta de toda clase de discos de música de todos los tiempos, probablemente era tan antiguo como su vecino.

Largas estanterías abarrotadas de libros cubrían todas las paredes del local. Les atendió un joven de unos treinta y pocos años, sumamente solícito y educado. Felipe le explicó el "proyecto" que estaban "desarrollando" en su universidad, exponiéndole los datos que el librero cordobés le había facilitado.

Consultó un ordenador portátil que puso sobre una mesa situada en una de las esquinas del local, en pocas operaciones desplegó un fichero del programa Excel, situó el cursor sobra la columna en la que se registraban las entradas hasta que localizó lo que buscaban. –Aquí están-, les dijo.

-En la estantería de la derecha cuarto nivel, allí deben estar. No tengo registradas ninguna salida de ellos-.

Se dirigió al lugar donde debían hallarse los tres ejemplares, acercó una escalera de madera sujeta a un carril e hizo que se deslizara hasta el lugar preciso, ascendió por la misma y bajó con los tres ejemplares. –Ahí les tienen-, dijo haciendo entrega de ellos a Felipe, que en aquellos momentos sentía por sus adentros una latente ansiedad para poder hojearlos minuciosamente. Entregó un ejemplar a Cohen y a Pradel para que efectuaran una inspección.

Cohen, después de hojear el suyo se acercó al oído de Felipe para decirle en un susurro: -este tiene algo en una de sus cubiertas, obsérvalo-.

Felipe lo cogió y, realmente su amigo llevaba razón, palpando con suavidad la cubierta principal, experimentaba un ligero grosor casi imperceptible a no ser que se estuviera en sobre aviso. Sin embargo éste ejemplar era distinto al que Felipe había adquirido en Córdoba. El cartón de ambas cubiertas había sido forrado con una sencilla tela de color verde manzana y su interior en papel algo burdo de color crema. Era sencillamente un libro de aspecto bastante vulgar, como había a cientos en las librerías.

Se trataba de una edición impresa en Munich, Alemania, fechada en el año 1932, el tema de su contenido eran recetas culinarias de varios países europeos. Pradel se acercó para decirles que el libro que había examinado estaba convencido de que nada de particular contenía, faltaba el que el propio Felipe tenía bajo el brazo, el joven librero se les acercó para preguntarles si eran de su interés. Felipe pidió precio para los tres, éste les dio una cantidad que al granadino le convino, pagó en efectivo y los cuatro salieron de la librería con los tres ejemplares metidos dentro de una bolsa de plástico con asas, cruzaron al otro lado de Las Ramblas y se sentaron en la terraza de la cafetería Moka para saborear un excelente café y observar a los múltiples paseantes de tan popular boulevard.

Tomaron un taxi para regresar al hotel, no sin antes acompañar a su amigo Roig hasta su domicilio y agradecerle su compañía. Ya en él se acomodaron en una de las habitaciones para poder inspeccionar los tres volúmenes libremente, sin interrupciones. Se iniciaron con el libro de cubiertas de tela de color verde, el que Cohen había palpado algo anómalo en la cubierta principal. Sin lugar a dudas se apreciaba en el interior de ésta un ligero resalte cuadrangular que casi cubría toda la superficie. Con sumo cuidado intentaron levantar el papel que tapaba aquella parte del libro, no fue fácil, estaba muy bien pegado, quien hubiese efectuado aquel arreglo se había asegurado de que no se pudiera despegar fácilmente.

Georges era quien se encargaba de esta operación, tiró suavemente de una de las esquinas que había logrado levantar con una navajuela de bolsillo, pero se le rasgó quedándose un pedazo de papel entre sus dedos, pero fue lo suficiente como para que se asomara una parte de lo que parecía ser uno de los documentos cuyo aspecto a primera vista guardaba el papel un gran parecido con el que ya tenían.

-Rásgalo con cuidado Georges, el forro de la cubierta al igual que el resto del libro no tienen un gran valor -.

Finalmente con la ayuda de la navaja logró separar el resto del papel. Debajo de éste apareció cuidadosamente doblado un papel del tipo vegetal de iguales características al que Felipe había hallado con anterioridad. Los tres se miraron, interrogativamente, la emoción e intriga se palpaban en sus rostros, finalmente Georges, el más decidido, cogió delicadamente con sus dedos el papel ya algo ajado, por uno de los extremos y lo extrajo de donde había estado alojado tantos años.

Lo desdobló con sumo cuidado para evitar que pudiera romperse, lo alisó suavemente con la palma de su mano ya que los dobleces que tenía hacían que tuviera la tendencia a regresar de nuevo a la posición en que tanto tiempo estuvo.

Finalmente pudo dejarlo totalmente plano. Caracteres muy parecidos al documento hallado por Felipe estaban garabateados sobre el mismo. Felipe llevaba una fotocopia del primer documento, pusieron ésta debajo del hallado recientemente, comenzaron a divisar algo un poco más conexo que en solitario y primer folio, no obstante todavía nada ello les decía, pero si que en la coincidencia de algunos caracteres podían adivinarse cierto sentido de escritura.

-El profesor Matloub tenía razón al decir que debían de haber más de dos o tres documentos que superpuestos completarían los caracteres que permitirían la lectura-, dijo Cohen mirando a sus dos compañeros.

-Bien inspeccionemos los otros dos libros y veamos si seguimos teniendo tanta suerte como hasta ahora-, dijo Georges.

Una hora después los otros dos libros habían sido despojados de los forros de sus cubiertas, pero en esta ocasión la suerte nos les acompañó.

-Ahora solo nos queda la esperanza de que el libro adquirido por el matrimonio norteamericano pueda contener un tercer documento-, dijo Felipe.

Sacaron la nota que el librero granadino les había facilitado, en ella estaban los datos del matrimonio americano que había adquirido el último de los libros que les faltaba. Albert y Katty Tray, 728 Main street, Boston, Ma., telf…….decía la nota manuscrita.

Georges sacó de unos de los bolsillos de su chaqueta una libretita y consultó un teléfono del estado de Massachussetts, a continuación llamó al número seleccionado que pertenecía a un compañero suyo que tenía una cátedra de literatura francesa en al universidad de Boston desde hacía más de cinco años.

-¿René Drapeau?-.

-Si, ¿con quién hablo si vous plait ?-.

Georges se identificó. Después de los perceptivos saludos, éste le contó a René una buena parte del tema que les ocupaba y el motivo de su llamada. Le pidió si le sería posible contactar con aquellas personas e intentar comprarles el libro. René se brindó gustosamente en efectuar la gestión, vivía a unas veinte millas de la ciudad de Boston pero todos los días se desplazaba a la universidad para impartir sus clases.

-No tengas la menor duda que mañana voy a efectuarte la gestión, voy a ir a visitarles a la salida de la facultad, alrededor de las 5 de la tarde, es una buena hora para encontrar a la gente en sus casas. No pienso llamarles por teléfono, ya que podrían ponerme cualquier excusa para que no fuera, prefiero presentarme por sorpresa-.

-No se como agradecerte tus molestias, aguardaré ansioso tus noticias-.

-Mañana te llamo al número que veo que me aparece por pantalla, ¿O.K.?-.

-O.K., a demá-.

-Veremos que nos depara la visita de René al matrimonio de Boston, pienso que con este segundo documento hallado quizás tengamos la fortuna de avanzar algo en su contenido-, apuntó Felipe esperanzado.

En una papelería cercana a al hotel compraron unas láminas de papel vegetal y encargaron hacer una fotocopia del primer documento que Felipe llevaba fotocopiado en uno de sus bolsillo con aquel papel, esto les permitiría poder superponer ambos documento y quizás con ello poder aclarar un poco el camino a seguir para descifrar su mensaje.

Los tres fueron a una de las habitaciones que ocupaban y efectuaron la operación de superposición de ambos folios situándolos sobre el cristal de una de las ventanas, de ese modo la luz solar que entraba en la habitación atravesaría ambos papeles permitiendo ver con mayor claridad el contenido de los mismos.

Estuvieron un buen espacio de tiempo observando y analizando los caracteres que se formaban, observaron que algunos de ellos se repetían en determinados intervalos en varias ocasiones. Jacob se atrevió a insinuar que algunos de ellos parecían guardar, aunque incompletos, cierto parecido a la escritura aramea, opinión a la que sus otros dos compañeros convinieron.

-De todas maneras, es evidente que es incompleto el conjunto de documentos que conforman el mensaje, no perdamos la esperanza hasta que tengamos la fortuna de tener en nuestras manos el libro de Boston-, aseveró Georges.

-Si os parece mañana volaré a Tel Aviv y les llevaré una fotocopia del nuevo documento, es importante que puedan analizar ambos-.

CAPÍTULO XXIº

El Mossad…

En una discreta cafetería de la Avenue Lafayette en París, se reunían dos agentes del Mossad con Yashin, ambos le habían sido expresamente asignados por la Central de Tel Aviv, éste les introdujo en los pormenores de la investigación que Jacob les había planteado.

Las instrucciones eran muy concretas: penetrar en la organización nazi cuya denominación clave la bautizaron como SiWi (refiriéndose a Simón Wiesenthal).

En los años posteriores a la segunda guerra mundial, esta organización, ahora en la clandestinidad, hacía puntuales actos de presencia en distintos puntos del planeta, en especial a través de las jóvenes generaciones, fomentando el odio al pueblo judío y a la raza negra.

Algunas horas después, Yashin disolvía la reunión para desplazarse a la estación central para tomar uno de los trenes de alta velocidad que salía en dirección al sudeste del país, su misión era mantener una entrevista personal con el inspector Lacroix, con quien unas horas antes tuvo una breve conversación telefónica.

Había recibido también una esperanzadora llamada de Jacob Cohen, en la que le informaba del nuevo documento localizado en otro libro, Yashin sugirió que le enviara una copia de éste vía fax al departamento especialista en claves del Mossad.

Los otros dos agentes tomaron un vuelo con destino Hamburgo, iban con la misión de efectuar averiguaciones respecto a los números telefónicos que su jefe inmediato les había facilitado y de quienes estaban detrás de ellos.

Lacroix aguardaba al agente israelí en el andén de la terminal del TGV en Marsella como habían convenido telefónicamente, no se conocían pero su instinto profesional valió para que se identificasen inmediatamente. En uno de los coches de la policía se desplazaron a la prefectura de Aix-en-Provence para reunirse con el Prefecto Pierre Dumás.

Dumás y Lacroix pusieron a disposición del agente del Mossad una copia completa del dossier abierto para el caso Terzlez. Yashin lo leyó con suma atención efectuando algunas anotaciones marginales en determinadas páginas.

-En el informe del forense se cita que el cadáver presentaba huellas inequívocas de haber sido torturado, probablemente quienes le prendieron trataban de sacarle alguna información o secreto que quizás el pobre desgraciado pudiera guardar-, precisó el agente israelí.

-En efecto, así fue, tuve la oportunidad de examinar el cadáver personalmente en el lugar donde lo hallaron unos gendarmes, tenía varias quemaduras repartidas por el cuello y la cara, probablemente producidas por cigarrillos y varios hematomas en la cabeza y algunas partes del tórax, sin embargo como verá en el informe del forense, el sujeto no murió del castigo físico sufrido, le falló el corazón y se les "quedó" en las manos. Jamás podremos saber si sus secuestradores pudieron obtener de él lo que pretendían, pero no hay duda alguna que su muerte guarda estrecha relación con el enigmático documento del profesor Frutos-.

Algo más de dos horas estuvieron comentando sobre el asunto que le había traído hasta la Provenza francesa. Durante la conversación a Yashin le sonó el timbre de su teléfono móvil, después de atender la llamada les dijo a sus interlocutores que los agentes enviados a la ciudad de Hamburgo habían podido identificar a los propietarios de los dos números de teléfono de la llamada anónima recibida por Georges Pradel y que éste facilitó a Lacroix.

Uno de estos era el gerente de una sociedad dedicada a la venta de objetos de arte y subastas internacionales, un individuo de casi ochenta años con una cicatriz vertical que partía del párpado inferior de uno de sus ojos que le afeaba el rostro hasta la mejilla y que trataba de disimular con un monóculo ahumado, conocido por Andreas Strauss.

El del otro fulano, correspondía a una agencia estatal de estadísticas político-sociales y asesoramientos financieros, en la calle Graskeller de la misma ciudad. Todavía no habían tenido ocasión de ver al sujeto, pero habían averiguado que su nombre era Ernst von Fassenberg, también de edad próxima al primero. -Tratarán de obtener fotografías de ambos y las haremos llegar al archivo central en Tel Aviv y al señor Wiesental para ver si se tienen informes del pasado de los dos sujetos-.

Poco después Yashin salía de la Prefectura con el inspector Lacroix que le acompañó hasta el aeropuerto de Marsella.

Los dos agentes destacados por la organización israelí a la ciudad de Hamburgo, se repartieron la investigación, tomaron posiciones cercanas a los domicilios de ambas sociedades montando estrecha vigilancia, iban equipados con los más sofisticados instrumentos electrónicos que la técnica de espionaje había desarrollado últimamente, dos días después sus esfuerzos no habían sido baldíos, ayudados por poderosos teleobjetivos, obtuvieron excelentes fotografías de sus dos "objetivos", reforzaron su trabajo con un discreto seguimiento a ambos sujetos para ver con quien o quienes se relacionaban y los hábitos rutinarios de cada día, así como las rutas que seguían en sus desplazamientos. Localizaron sus domicilios particulares, e incluso pudieron lograr acceder a leer algunos de los sobres de sus correspondencias escrutando entre los cubos de las basuras de sus domicilios.

Por las noches se reunían y confrontaban resultados. Les llamó la atención que los dos individuos a los que tenían sometidos a vigilancia habían recibido en las mismas fechas sendos sobres con el mismo remitente de Paraguay, ambos habían sido emitidos por un tal Manrique Beckmann de un lugar llamado : Capiatá, Hacienda Santa Rosa, lamentablemente el contenido de los sobres no estaban entre los restos de la basura. En los informes que remitieron a la "central", tuvieron la precaución de hacer resaltar este dato que les pareció de capital importancia.

En Tel Aviv se analizan minuciosamente los informes que diariamente les llegan de los agentes repartidos por todo el mundo, no les pasó por alto el recibido desde Hamburgo en el que se subrayaba un importante dato. El director de proyectos pidió por Internet a la Embajada de Israel en Paraguay, información amplia sobre los propietarios de la Hacienda que se citaba en el informe.

Ya en Viena, Ingelod fue felicitada por el jefe de su "oficina" por el éxito de su misión en España, sin embargo la muchacha sintió un cierto malestar por los elogios recibidos, no olvidaba la hospitalidad que Felipe le había dispensado en su estancia en España. Había recibido un trato generoso y familiar, esto le provocaba que su conciencia se sintiera insatisfecha.

Había entregado las fotocopias obtenidas del documento de Felipe que acompañó con un breve informe. Ingelor no compartía en exceso la ideología nazi del presidente de la compañía en la que trabajaba como directora de marketing, se avino a efectuar este "trabajo" por que deseaba conservar el privilegiado puesto en la compañía que le proporcionaba unos generosos ingresos anuales permitiéndola vivir con excelentes comodidades, no obstante sentía en su intimidad que no se había portado bien con Felipe, pensó que debía hacer algo.

Los agentes del Mossad siguieron la vigilancia a los dos individuos durante algunos días hasta recibir órdenes de la "central" en la que se les ordenaba secuestrar a los dos "objetivos" y sacarles el máximo de información de la organización a la que ambos debían pertenecer. Al mismo tiempo el agente Yashín recibía de Tel Aviv un exhaustivo informe sobre los dos individuos que sus agentes tenían bajo estrecha vigilancia en Hamburgo. Había sido elaborado por la oficina de Wiesenthal, las fotografías facilitadas fueron decisivas para poder identificar a ambos sujetos. Como era de esperar sus verdaderos nombres no correspondían con los que al finalizar la guerra adoptaron, los habían tomado de civiles fallecido en algún bombardeo aliado, la "organización" se ocupó de facilitarles nuevos documentos "legales" con los nombres de aquellos fallecidos, de este modo pudieron cambiar su personalidad ante la sociedad y poder así iniciar unas nuevas vidas, este caso se había repetido en muchas ocasiones entre la organización, de este modo los aliados y las autoridades federales no pudieron juzgarlos y consecuentemente aniquilar a los ideólogos y ejecutores de la barbarie nazi.

El plan consistía en hallar una casa aislada en lugar tranquilo que pudiera ser alquilada por unas semanas, el consulado israelí se ocupó de ello, tuvieron la precaución de utilizar a terceras personas con el fin de no dejar rastros. Encontraron una no demasiado grande en las afueras de la ciudad, entre un espeso bosque de hayas y junto a un pantano, el lugar era muy solitario, perfecto para lo que precisaban.

Uno de los agentes robó un automóvil de un parking público al que les sustituyó las matrículas por otras que con anterioridad habían robado a otro en un pueblo de a unos cuarenta kilómetros de la ciudad. En el entretanto no perpetraban los secuestros, el automóvil utilizado por ellos lo estacionaron en un lugar cercano a la casa alquilada, fijaron para el día siguiente al final de la tarde ejecutar el "encargo".

Tuvieron fortuna en el día elegido, llovía copiosamente y unos espesos y negros nubarrones obscurecían las calles de la ciudad.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente