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La maldición de Yavé (página 4)


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Georges se marchó en dirección a la Terminal de vuelos domésticos y Felipe con la señorita Ingelod fueron a la sala de embarque para el vuelo de Iberia a Madrid.

Desde la oficina del control de seguridad y pasaportes del aeropuerto hubo una llamada al jefe de la policía de Hamburgo: – "no ha sido posible hacerse con el libro, so pena de crear un conflicto diplomático"-, -" no importa buscaremos mejor ocasión"- respondió la voz al otro lado del hilo.

CAPÍTULO XIIº

Georges distinguió al momento a su esposa de entre las varias personas que aguardaban en la puerta de llegadas de pasajeros, Jaquie, como el la llamaba cariñosamente, le abrazó, fueron cogidos de la cintura hasta el parking del aeropuerto para coger el Renault Clio de ella, a pesar de los años de matrimonio transcurridos, eran todavía una pareja de enamorados.

Por el camino Jaquie contó a su esposo la gestión telefónica que había efectuado y que le había encargado su esposo desde París un par de días antes.

-Georges, llamé a Montagnon a la alcaldía, tal y como me encargaste, después de varias llamadas al fin pude localizarle en su casa. Le efectué la consulta y le di el nombre de la persona que te interesa localizar, me prometió ocuparse de ello y que me diría algo al respecto. Todavía no se nada de él, claro está que entre sábado y domingo no son días hábiles para gestiones oficiales.

El aeropuerto de Montpellier dista de la ciudad a unos ocho kilómetros, en algo menos de quince minutos entraban en su hogar. A Jaquie le llamó la atención un papelito amarillo pegado en un baldosín de la pared de la cocina, contenía algo escrito a mano, lo había dejado la muchacha que iba diariamente a efectuar la limpieza de la casa. Decía así : " Señora, ha llamado el señor Montagnon, ha dejado recado que le llamen en cuanto regresen al número…. ".

Por la hora que era, Georges pensó que todavía podía llamar a su amigo Montagnon. –Hallo-.

-Montagnon, soy Georges Pradel, he visto tu mensaje a mi regreso del viaje-. Ambos eran amigos de la infancia, habían sido compañeros en el bachillerato, en el mismo curso y en el mismo instituto.

-Tengo malas noticias para ti muchacho, el personaje que me encargó tu esposa que localizara, ha desaparecido repentinamente de la residencia en la que estaba, llevan veinticuatro horas buscándole, sin tan siquiera dejar rastro alguno ni aviso previo. Ha sido todo muy extraño, según me manifestó el director del centro, han presentado denuncia a la policía para que ella cuide de encontrarle, le dejé encargado de que si tenía alguna novedad me tuviera al corriente. ¿Es muy importante para ti localizar esta persona, Georges?-.

-Si y no, verás Montagnon, en la facultad estamos desarrollando un estudio histórico y algunos antepasados de esta persona aparecen en el árbol genealógico, mi interés en poder entrevistarme con él es únicamente para recabar más información respecto a su familia, o como mínimo confrontar con datos que ya poseemos-.

-Deberás aguardar a que aparezca tu hombre, el director del centro se ha comprometido en informarme tan pronto tenga noticias de la policía- Te llamaré, siento no haberte sido útil por el momento-.

-Gracias de todos modos, no olvides de darme noticias si se producen-.

Georges se quedó un buen rato meditabundo, no sabía que pensar, estaba algo confuso, era mucha coincidencia que tan repentinamente desapareciera sin dejar rastro una persona quizás pudiera estar remotamente próxima a la historia de aquel misterioso documento que intentaban desentrañar.

Era ya algo tarde, Georges, se encerró en el pequeño estudio de su casa, sentándose frente al ordenador, escribió un mensaje que envió por Internet a Felipe. Le informaba de la misteriosa y repentina desaparición de Theodore Terzlez, y reflejaba su preocupación ante el suceso. Le decía que en su opinión quizás debería informarse de todo ello a las autoridades, pero no estaba seguro de ello, esperaba conocer su opinión.

En el aeropuerto de Orly, Felipe Frutos e Ingelor Krauss se despidieron, ella tomaba un vuelo a Sevilla con escala en Lisboa y Felipe lo hacía a Madrid, para luego desplazarse a Granada. Felipe le había dado una tarjeta suya con el teléfono particular, quedaron en llamarse, la muchacha había mostrado gran interés en visitar la ciudad en la que residía Felipe.

Algunas horas después el catedrático granadino llegaba a su casa de la ciudad en la que algunos años atrás había fijado su residencia el escritor Washington Irving.

Lola la sirvienta lo recibió con muestras de alegría, – Ay señorito, la casa sin usted estaba vacía-, le dijo é mientras le cogía la bolsa del breve equipaje y la chaqueta que Felipe le entregaba.

Felipe después de asearse se encerró en su despacho para ordenar y revisar las notas que había ido tomando durante el viaje. Lola le había puesto sobre la mesa una taza de sabroso y aromático café , bebió un sorbo y lo paladeó, era un degustador de café que rayaba al sibaritismo, su afición le venía de lejos, lo adquiría él personalmente en un establecimiento especializado en este producto que lo importaba de casi todas las partes del mundo donde se cultivaba. Su predilección la tenía con un tipo de café que se recolectaba en la isla de Jamaica, conocido como Blue Mountain, de muy intenso sabor y aroma.

Abrió el ordenador para conectarse con Internet, halló el mensaje enviado por Georges, – a madrugado para escribirme-, pensó. Desplegó el mensaje para comenzar su lectura. A medida que avanzaba en ella iba subiendo su nivel de asombro. Finalmente se quedó atónito por el contenido del mismo.

Respondió al mensaje muy brevemente : -" No consigo comprender el motivo de la desaparición de ese individuo. Desde que estuvimos en París, se han producido una serie de coincidencias que pensándolo bien, son aparentemente sospechosas. Tengo mis dudas respecto a la conveniencia de continuar con esta investigación, parece que sea un documento maldito"-.

Coincidió que al otro lado de la línea Georges también estaba operando en Internet, ambos se pusieron a chatear directamente.

-Hola amigo, creo que antes de abandonar la investigación deberíamos pensarlo bien, llevamos ya bastante recorrido -, repuso Georges –y es posible que andemos rondando la solución, quizás ésta inesperada desaparición demuestre que quizás estamos, sin saberlo, próximos a ello-.

Bien, podemos tomarnos unos días para meditarlo-, respondió Felipe.

-Mañana pienso desplazarme a Aix-en-Provance para entrevistarme con mi amigo el concejal, Montagnon, deseo saber más sobre esta misteriosa desaparición, veré en que circunstancias ha sucedido. A mi regreso te contaré por Internet. Ahora con tu permiso me voy a cenar algo y luego a la cama, estoy agotado-.

-Que descanses, ya me informarás de tu gestión, y que duermas bien-.

Felipe acabó de saborear el café que tenía sobre la mesa de trabajo, cerró el ordenador y metió el libro con el envoltorio plastificado dentro de la pequeña caja fuerte que tenía empotrada en el fondo de un armario.

Eran ya alrededor de las ocho de la tarde, Felipe fue a ocuparse de sus flores y plantas del jardín de su tranquilo y sosegado "carmen". Cogió la manguera y se puso a regar pacientemente todas las macetas, éste era un ejercicio que practicaba cada dos o tres días, y le servía de relajación mental.

-¡ Señorito, le llama al teléfono una señorita extranjera !-, le dijo Lola la sirvienta desde el otro extremo del patio.

No esperaba llamada alguna y menos aquellas horas. Dejó la manguera en el suelo y cerró el grifo del agua, yendo a continuación a atender la llamada.

-Dígame-.

-¿Profesor Felipe Frutos?-, dijo una voz femenina en francés.

-Si, yo mismo, ¿con quién hablo?-.

-Soy Ingelor Krauss-.

-Ah, ¿cómo está usted señorita Krauss?, no esperaba ahora su llamada-.

-Verá, mañana al medio día habré terminado el trabajo por el que he venido a Sevilla y desearía visitar Granada, siempre he sentido una gran atracción por conocer esta histórica ciudad y en especial la Alhambra, de la que he leído mucho sobre ella-.

-Será usted muy bienvenida a mi casa, y le mostraré con sumo gusto este palacio situado sobre una la colina que domina la ciudad y el gran valle del Darro-.

-En el hotel me aconsejan desplazarme con una línea de autobuses, creo que tardan poco más de tres horas-.

-Si, tengo entendido que si, pero no he tenido la oportunidad de utilizarlos nunca, cuando llegue usted a la Terminal de los autobuses en Granada, llámeme al teléfono, vivo relativamente cerca y vendré a por usted-.

-O gracias, no debiera usted molestarse-.

-Lo haré encantado, entonces hasta mañana-

-Gracias profesor, hasta mañana-.

Felipe colgó el teléfono y se quedó algo pensativo, aquella muchacha tenía un atractivo especial, pero algo por dentro le advertía de no sabía qué, no alcanzaba a expresar la especie de presentimiento que le asaltaba y le tenía intranquilo. -Quizás se deba a esa vorágine de sucesos que últimamente estoy viviendo-, pensó.

Regresó al patio para continuar con la paciente labor de regar sus cuidadas plantas.

-¡Señorito, ¿le sirvo ya la cena?!-, preguntó Lola.

-Si, gracias Lola, voy inmediatamente-.

La fiel sirvienta, le había preparado una variada y apetitosa ensalada que el regó con abundante aceite de oliva de la tierra y un "pescaito" a la plancha.

CAPÍTULO XIIIº

Georges Pradel, madrugó bastante, a las ocho de la mañana estaba ya en la carretera conduciendo su Citroën DS, también conocido como Tiburón, un viejo modelo de automóvil que en su día compró en un mercado de segunda mano y que llevó a restaurar por un especialista de la marca, éste se había esmerado dejándolo como si acabara de salir por primera vez de la línea de fabricación. Georges era un enamorado de los automóviles clásicos franceses y éste en particular era uno de sus favoritos.

Fue casi todo el tiempo orilleando las marismas de la Camargue, cruzó el Ródano por Arles, evitó entrar en la bulliciosa Marsella, era una ciudad en la que casi siempre se perdía, solo si podía llegar al puerto era capaz de tomar referencia de su situación, giró noventa grados a la izquierda y enfiló dirección Norte.

Poco tiempo después estacionaba su automóvil en la zona habilitada para ello en la plaza del ayuntamiento de Aix-en-Provence, en pleno casco histórico de la ciudad.

Pidió a un empleado del mostrador de información por el despacho del señor Nicolás Montagnon, tomó el ascensor y subió hasta la segunda planta, Montagnon le aguardaba en la puerta de su despacho. ¡¡–Amigo "Geor"¡!-, le llamó como le solían llamar todos los camaradas en la etapa del instituto, el catedrático Pradel fue en su tiempo un líder escolar, a todos ayudaba, o intermediaba entre compañeros enemistados, u organizaba reuniones culturales, siempre tenía alguna actividad en marcha. Sus compañeros le respetaban y le querían. Montagnon era uno de sus más íntimos.

Se fundieron en un abrazo. –Cuanto tiempo sin vernos querido Georges-.

-Eso digo yo Montagnon-.

Ambos entraron en el despacho cerrando la puerta tras de si.

-¿Qué has podido averiguar sobre este individuo?, preguntó Georges.

-Verás, hace poco más de un año, este personaje fue encontrado vagabundeando por las calles de un pueblecito de los alrededores a Aix, el Auxilio Social se hizo cargo de el, lo ingresaron en un hospital estatal para que se repusiera, ya que se hallaba con la salud bastante quebrantada. Cuando se hubo repuesto, pasaron a trasladarle a una residencia municipal de ancianos de la ciudad. Esto no sería nada relevante si no hubiese sido por que un periodista de l´Humanité, descubrió que este anciano se llamaba Theodore Terzlez, perteneciente a una de las familias judías más ricas de Francia, hoy desaparecida como aquel que dice, por haber sido perseguida y casi exterminada durante la ocupación de Francia por el ejercito alemán, al parecer él fue el único superviviente-.

-¿Y repentinamente desapareció?-.

-Si, no hace más de dos días, en la residencia le echaron de menos a la hora de la cena, los compañeros habituales de mesa lo advirtieron al jefe de comedor, lo buscaron por todo el edificio, nada, en su habitación se hallaban sus pocas pertenencias, pero nada más, ningún rastro en ninguna parte. El director comunicó el suceso a la gendarmería del departamento, y ya no se más.

-Si no es indiscreción por mi parte, puedo preguntarte ¿qué relación guarda contigo este individuo?-, dijo con aire de estar interesado a la vez que intrigado.

-Una pura casualidad de la vida, lo ha hecho aparecer en un estudio que vengo desarrollando con un compañero de la universidad de Granada, en el está involucrada la familia del sujeto en cuestión-. Georges no quiso entrar en más detalles.

-¿Y tantas molestias te tomas por ello?-.

Georges, no sabía cómo evitar contar a su amigo la realidad del tema que le ocupaba su visita. Se quedó algo pensativo frotándose la barbilla, al fin decidió ser algo más explícito con el concejal Montagnon.

-Mira, no quisiera aburrirte con los detalles, pero te explicaré algo respecto al estudio que venimos desarrollando:. Un compañero y amigo, catedrático, adquirió un viejo libro en su país, encontró en él un documento con una escritura sumamente desconocida a la que tratamos de descifrar sin resultados todavía demasiado halagüeños-.

-Pero todavía no veo la relación de vuestro estudio con el tal Terzlez-.

-Muy simple-, dijo Georges, tratando de ser lo más natural del mundo, -En su momento pensamos si la escritura que contenía el documento pudiera ser de origen judío o de cualquier otra lengua semítica poco conocida, la investigación del origen del documento, nos acercó a la familia de éste individuo, ella fue la antigua propietaria del libro en el que se halló el tal documento, eso es todo-.

-¿Y vosotros pensáis que éste pájaro pueda esclareceros algo?, tengo entendido y por lo que me informaron en la residencia cuando me interesé por el que está algo ido, no se como definirlo, un poco "majara", diría-.

-No se que decirte, no hemos llegado a conocerle para poder darte una opinión, ¿podríamos hablar con el prefecto de policía para ver qué han podido averiguar hasta el momento?.

-Aguarda, creo que tengo su teléfono por aquí-.

Montagnon marcó el número de la prefectura, pidió por su amigo el prefecto Pierre Dumás. – Pierre, ¿eres tu?-.

-Si Montagnon, ¿en que puedo serte útil?-.

-Estoy en el consistorio con un buen amigo y tenemos la necesidad de hacerte unas consultas, ¿puedes recibirnos ahora?-.

-Debo asistir dentro de un par de horas, a la inauguración de una parte nueva del zoo, si venís ahora mismo estaré encantado de atenderte -.

-Vamos para allá-.

Tomaron el ascensor que les llevó al hall del edificio para luego dirigirse al lugar en el que se hallaba el auto de Georges.

En cinco minutos entraban por la puerta del edificio de la prefectura de Aix.

Pierre Dumás, era un hombre de unos cincuenta y cinco años, de cabello lacio muy rubio y rostro afilado, algo bajito, posiblemente no llegaría al metro y setenta centímetros, vestía un traje gris medio con corbata verde oscuro y camisa blanca, se notaba que pasaba muchas horas sentado pues el pantalón a la altura de las rodillas tenía la deformación que éstas causaban sobre la tela, quedando unas ostensibles bolsas.

Invitó a ambos a tomar asiento, el despacho del prefecto era una sala bastante especiosa y amueblada con regios muebles de oficina, las sillas en las que tomaron asiento estaban acolchadas y eran realmente confortables.

-¿Y en que puedo ayudarte amigo Montagnon?- dijo a modo de inicio de conversación.

-Verás Pierre, mi amigo Georges Pradel, es además de catedrático, el rector de la universidad de Montpellier. Es un estudioso de las lenguas de origen semítico. Está efectuando un estudio en el que en parte, converge la familia de ese individuo Theodore Terzlez, deseaba entrevistarse con éste para poder recabar la información necesaria que reforzaría ciertos pasajes de su tesis, hubiese sido para el de gran ayuda. Pero hete aquí que la casualidad ha hecho que el individuo fuese a desaparecer de modo tan repentino y misterioso-.

-Si permitís mi intervención- , dijo Pradel-, me atrevería a opinar que la desaparición de este hombre no ha sido repentina, puede que misteriosa, pero probablemente no sea repentina-.

Montagnon y Pierre Dumás quedaron bastante sorprendidos por las palabras de Georges, ambos se miraron interrogativamente.

El tercero captó el efecto que su comentario había hecho en los otros dos interlocutores, optó por esclarecerles un poco su misteriosa afirmación.

Verán, les explicaré el motivo de la opinión que emití hace unos instantes. A partir de aquí, Georges contó casi todo respecto al verdadero motivo de su trabajo, evitando cuanto le fue posible citar los nombres de las personas que intervenían en sus pesquisas.

-Ahora entiendo algo más del motivo de su presencia en mi oficina señor Pradel-, dijo el prefecto de la policía de Aix-en-Provence.

Montagnon se arrellanó en el asiento, pero seguía sorprendido.

-Me baso en que desde que descubrimos la existencia de éste personaje, todo comienza a torcerse, es como si hubiese una fuerza paralela que estuviera siguiendo a distancia todo cuanto venimos conociendo, solo que en esta ocasión, al parecer se nos ha anticipado-.

-Bien, veamos que progresos ha tenido mi gente en la búsqueda del personaje-. Dumás pulsó un botón de la mesa, de inmediato entró un agente de la seguridad. –Dígame señor prefecto-.

-Localice al inspector Arsene Lacroix y dígale que venga a verme-.

-Inmediatamente señor Prefecto-.

-¿Cuánto tiempo llevan ustedes trabajando en esta tesis?-, preguntó el prefecto.

-Un par de meses, al principio lo tomamos con mucho entusiasmo, pero a medida que se han ido precipitando los acontecimientos, tenemos ciertos recelos y confesaría que cierto temor-.

-¿Temor?-, intervino el prefecto.

-Pues en parte si, tenemos la sensación de ser espiados todos los que intervenimos en este trabajo-.

El prefecto Dumás, se quedó algo pensativo, en la sala se hizo un breve silencio, por la ventana se colaban algo filtrados los ruidos propios de la calle. Les regresó a la realidad la llamada a la puerta del despacho.

-¡Antré!-.

Asomó la cabeza de un hombre joven, de unos treinta y cinco años, -Con permiso señor Prefecto, ¿ha mandado usted llamarme ?-.

-Si, Lacroix, entre usted, le presento al señor Montagnon, al que creo que usted ya conoce, y al catedrático y rector de la universidad de Montpellier señor Pradel-.

El inspector saludó a ambos. Efectivamente a Montagnon ya le conocía, habían coincidido en algunos actos políticos, ambos pertenecían al mismo partido.

-Inspector-, dijo el prefecto -estos señores nos visitan interesándose sobre las pesquisas que llevamos efectuadas en el caso Terzlez, le agradeceré les informe de cuanto sabemos y qué estamos haciendo para localizar a este ciudadano-.

-Pues hasta el momento poco podemos decirles, solo que se registró palmo a palmo la residencia y los alrededores de la misma, para comprobar cualquier pista que hubiese podido dejar al marcharse, pero descartamos que fuera una huída premeditada, tenía sus escasas pertenencias personales en el armario, alguien que está decidido a marcharse definitivamente de un lugar, lo más natural es que se las hubiese llevado consigo. Fuera del edificio, por el jardín que rodea el establecimiento, tampoco hallamos nada que mereciera nuestra atención, únicamente las huellas embarradas de unos neumáticos que por sus características pertenecerían muy probablemente a una furgoneta. Un funcionario de la residencia nos dijo que cada tres días, alrededor de las nueve de la noche, el automóvil de la lavandería, viene habitualmente a por las sábanas y toallas, para lavarlas. El vehículo es una furgoneta conducida por un empleado y un ayudante de la lavandería.

Hemos distribuido fotografías con la descripción del individuo por todas las patrullas de la gendarmería, se está batiendo como aquel que dice todo el departamento de la Provence y parte de los Alpes marítimos, confiamos que en cualquier momento podamos hallarle. Pudiera que al ser tan anciano y mermado de facultades, saliera a dar un paseo y tuviera el sentido de la orientación enfermo y por ello quizás no sepa regresar al punto de partida-.

-Creo inspector que puede que haya algún cabo suelto en las pesquisas-, apuntó el prefecto, -¿se ha verificado si aquel mismo día la furgoneta de la lavandería efectuó este servicio?-.

-Puedo comprobarlo por el informe de los agentes que acudieron a la inspección de la residencia-.

-Se lo agradeceré- , dijo Pierre Dumás.

El joven inspector, se ausentó unos momentos regresando de inmediato con un dossier en la mano, que dejó sobre la mesa de trabajo de su superior. Este lo abrió y leyó rápidamente su contenido.

-No veo que figure haberse efectuado ninguna visita a la lavandería-.

-Voy a ordenar que así se haga- dijo el inspector Lacroix.

-Inspector, le agradeceré sea usted personalmente quien haga esta pesquisa, tengo personal interés en este asunto y le encomiendo que a partir de este momento, dedique usted todos sus esfuerzos en localizar al hombre, vamos a llamarle "fugitivo", ¿queda entendido?-.

-Perfectamente señor prefecto, así se hará-.

-Elija usted mismo los hombres que considere necesarios para llevar a cabo la investigación-, dijo el prefecto, -pero mi olfato de tantos años en el puesto, me dice que no se trata solamente de un anciano que se ha marchado a dar un paseo y no sabe regresar, alguien lo habría visto-.

-Así lo voy hacer-, dijo el inspector.

-Pero no vaya usted a dejarme ahora el departamento sin personal-, dijo bromeando. –Por cierto, inspector, no estará por demás que tenga usted una charla con el profesor Pradel, éste le pondrá al corriente del motivo por el que tiene interés de poder entrevistarse con este ciudadano y los antecedentes que le han llevado a ello-.

-Entonces, propongo, si les parece, a que me acompañen a la residencia y luego vayamos a almorzar alguna cosita rápida mientras me ponen al corriente de lo relativo al individuo y que consideren necesario explicarme-.

Aceptaron la proposición del joven inspector, a continuación se despidieron del Prefecto al que agradecieron su colaboración.

Ya en la calle, Montagnon le preguntó a Georges si precisaría por más tiempo de su presencia, éste le dio las gracias por su ayuda. –Puedo seguir el tema sin tu presencia, ya me has ayudado mucho presentarme al prefecto, me voy con el inspector a efectuar esta visita, tú tienes tus obligaciones y compromisos en el consistorio-.

Montagnon tomó un taxi para regresar a su oficina, no sin antes despedirse del inspector. –Nos vemos en otro momento y gracias por tu ayuda camarada-, le dijo Georges, a la vez que le estrechaba la mano.

El inspector y el catedrático subieron a uno de los autos policiales que habían estacionados en batería frente al edificio de la prefectura.

Por el camino Georges fue ampliándole algo más la investigación que estaba llevando a cabo con su camarada Felipe Frutos. No obstante se guardó algunas partes del contenido pensando que si más adelante era necesario ya se lo explicaría.

El gendarme que conducía el auto, detuvo éste en la misma puerta de la lavandería. El inspector y Georges entraron en el establecimiento. Pidieron por el propietario o gerente, les atendió una señorita bastante atractiva. El inspector después de identificarse, le preguntó si el pasado día 17 el transporte de la lavandería había efectuado el servicio de recogida de las ropas de la residencia de ancianos.

-Si, sin duda-, respondió la encargada.

-¿Llevan ustedes algún tipo de registro de los lugares por los que la furgoneta efectúa las recogidas?-, preguntó el inspector.

-Si, aguarden un momento-, sacó de uno de los cajones de su mesa de trabajo una carpeta, abrió ésta y cogió una de las hojas. –Veamos, día diez y siete; si efectivamente, aquí está, la recogida se efectuó a las 21´15 horas-.

-¿Cuántos empleados lleva este servicio?-.

-Dos, uno que es el chofer y el otro el ayudante-.

-¿Podría hablar con ellos?-, solicitó el inspector. Georges estuvo todo el tiempo atento a la conversación sin intervenir en al misma.

-Veamos, pues no, no será posible, este día los dos empleados habituales, fueron sustituidos por dos suplentes-.

Georges y el inspector se quedaron mirándose el uno al otro, -Vaya coincidencia- comentó Pradel.

-¿A que fue debido?- preguntó el inspector.

-Verá nosotros no tenemos empleados fijos de nuestra compañía, nos los facilita una agencia de colocación que nos los alquila semanalmente. Pero casi siempre suelen ser los mismos, solo en caso de enfermedad son sustituidos-.

-Y los que vinieron a sustituirles, ¿les conocían ustedes de otras ocasiones?-.

-No, en esta ocasión era dos personas que no les habíamos visto nunca-.

-¿Sería tan amable de darme las señas de la agencia que les facilita el personal?-.

La encargada cogió un pequeño block de notas y garabateó las señas, dándole después la hojita al inspector.

Éste la leyó y la metió en el bolsillo de la chaqueta, agradeció a la señorita su atención y ambos se marcharon.

-Si le parece vamos ahora a almorzar y luego nos acercaremos hasta la agencia que les alquila los empleados, veremos como nos explican lo de la sustitución-, propuso en inspector.

Almorzaron en un pequeño restaurante cercano a la estación del ferrocarril, "Le Petit Bristo", en el tiempo que duró la comida Georges le amplió al inspector la información que con anterioridad le había dado respecto a la aparición del misterioso documento y el entorno con el que fueron hallándose. A Pradel, aquel hombre le causaba sensación de confianza.

El inspector Arsene Lacroix, era hombre metódico, no solía dejar nada al azar. A medida que iba aumentando los conocimientos sobre el caso, éste le fue interesando más, puso gran interés en ello.

Acabado el almuerzo, fueron a la "Agencia de Colocación Services", les recibió el propio gerente de la misma, Lacroix se identificó.

-¿En que puedo serles útil?-.

-Tenemos entendido que su agencia alquila un chofer y un ayudante a la lavandería de la rue de Saint Denise, para conducir la furgoneta que recoge y entrega las ropas de los clientes de esta, ¿es así?-.

-Si, señor inspector, así es-.

-¿Son siempre los mismos empleados los que les proporciona?-.

-Si, efectivamente, tenemos un contrato con la lavandería y les tenemos asignados a dos empleados de nuestra plantilla-.

-Entonces, ¿a que se debe que el pasado día 17 de este mismo mes, no fueran los empleados habituales a prestar este servicio?-.

-Veamos-. El gerente sacó una lista del personal y el diario de registro de servicios.

–Aquí está, este día 17 los dos empleados habituales, fueron sustituidos por otros dos-.

-¿Cuál fue el motivo de la sustitución?- preguntó el inspector.

-Recuerdo el caso, por la mañana de este día, vinieron dos jóvenes que necesitaban trabajo para veinticuatro horas, y decidimos dar descanso a los dos habituales y sustituirles por estos dos muchachos, que según nos dijeron, necesitaban el dinero de este trabajo para poder pagar la matrícula de los estudios-.

-Me parece bastante filantrópica su actitud-.

-Estamos en un país libre señor inspector, podemos contratar a quien nos plazca-, respondió el gerente con cierto descaro.

-Facilíteme los nombres y número de la carta de identidad de ambos-.

El gerente le escribió en un papel los datos que Lacroix le había solicitado.

-Regresemos a la prefectura, vamos a comprobar en un instante la veracidad de los datos que el gerente acaba de facilitarnos-.

Georges estuvo todo el tiempo en silencio observando la conversación que el inspector Lacroix mantuvo con el gerente de la agencia de colocación.

-Falsos, los datos que le dieron al gerente de la agencia, son falsos, estas dos personas no existen en los archivos generales, los nombres y los números de la carta de identidad personal fueron inventados-.

-Era de esperar, después de lo visto-, adujo Georges.

-Me lo temía, con lo cual, y después de todo lo que usted me ha contado durante el almuerzo, me inclino a pensar que Terzlez, no se ha extraviado, es muy probable que haya sido secuestrado por estos dos individuos de la furgoneta. Voy hacer que citen al gerente de la agencia de colocación, aquí en la prefectura, ese tío sabe más de estos dos individuos de lo que nos ha dicho, veremos ahora cuando se encuentre aquí dentro que historia nos cuenta-.

-Estoy seguro que sabe más de lo que nos ha contado, probablemente sepa el motivo por el que estos dos pájaros se ofrecieron trabajar por una sola jornada, en ningún momento creí la historia de los estudiantes que necesitan un dinero para su matrícula-.

-Pondré un cable a Interpol de Lyon, para que colaboren en la búsqueda de éste hombre. Un compañero de la academia de policía que entró en el Servicio Secreto de la nación, ingresó después en las filas de Interpol, contactaré con el para ver si puede informarme sobre las organizaciones pro-nazis europeas y ver si les consta la existencia de esta organización oculta, que el señor Wiesenthal les informó-.

Georges vio que la investigación para hallar al desaparecido Terzlez, podía ser más larga de lo que en principio creía. Decidió regresar a Montpellier y aguardar a que el Lacroix le diera noticias de sus pesquisas. Se despidió de éste y cogió su Citroën DS tomando el camino de regreso atravesando la Camargue hasta llegar a su hogar. Por el camino un cambio repentino del tiempo se convirtió en una considerable tormenta de agua y viento, en especial este último que soplaba a ráfagas de gran potencia, en aquella zona eran algo frecuentes en determinadas épocas del año, se le denomina a este viento Mistral, que proviene del noroeste y suele ser bastante frío.

Una hora y media después llegaba a su casa, no había nadie más que la muchacha argelina que ayudaba a su esposa en las labores del hogar.

Se puso delante del ordenador y envió por Internet un mensaje a Felipe informándole de todo lo vivido en su visita a su amigo Montagnon.

CAPÍTULO XIVº

Felipe estaba revisando unos ejercicios de los últimos exámenes habidos en su cátedra de literatura cuando la sirvienta le avisó de que tenía una señorita extranjera al teléfono, -No entendí nada de lo que me dijo, solo el nombre de usted señorito-, sentenció Lola la sirvienta.

Éste se levantó y acudió presto a atender la llamada. –Dígame-.

-Buenas tardes profesor, soy Ingelor Krauss, acabo de llegar a la Terminal de los autobuses-, dijo con un más que correcto francés.

-Ahora mismo voy a por usted, aguarde solo unos minutos, hasta ahora mismo-.

Felipe fue a por su SEAT que tenía aparcado casi en la puerta de su casa y en unos instantes llegaba al lugar que la muchacha le había indicado.

Al doblar la esquina de la calle en la que se hallaba la Terminal de autobuses, vio a la austriaca de pié junto a una maleta gris azulada, llevaba pantalones negros y un suéter de lana en color gris perla bastante ajustado al cuerpo que le hacía resaltar el busto, colgada en uno de los brazos llevaba una gabardina doblada, hacía calor en Granada y se había despojada de ella para aliviarse.

Detuvo el auto junto a ella, se bajó para saludarla y ayudarla a poner el bagaje en el maletero del coche.

-¿Qué tal viaje a tenido usted?-, le dijo mientras le estrechaba la mano.

-O bien gracias, he tardado menos de lo previsto, pude incluso gozar del paisaje, es tan distinto al de mi país, hemos atravesados campos y campos de olivos, eso creí entender lo que me explicó el caballero que iba sentado a mi lado, hasta la luz del sol es distinta en España, tiene mayor viveza, más luz, ahora comprendo porqué muchos cuadros de pintores españoles tienen tanta luz en sus lienzos-. Dijo todo esto casi atropelladamente, estaba presa de una especie de entusiasmo.

Le preguntó a que hotel la llevaba, Felipe le respondió que si no la importaba podría alojarse en su casa.

-Por favor profesor Frutos, no quisiera ser una molestia para usted-.

-No debe usted preocuparse por ello, mi casa es bastante grande y vivo yo solo en ella. Espero que no le importe compartirla con un hombre ya bastante maduro-, le dijo bromeando.

Se sonrió y continuaron el camino en silencio hasta llegar a la puerta de la casa.

-Que lugar tan bonito, voy de sorpresa en sorpresa, yo creía conocer algo su país a través de la literatura, pero lo que he estado viendo desde que llegué a Sevilla hasta aquí, es sorprendente a incomparable con los conocimientos adquiridos en los libros-.

-Todavía no ha visto usted nada-, respondió Felipe con la satisfacción propia del perfecto anfitrión.

Les abrió la puerta la sirvienta, la calle donde se hallaba la casa de Felipe era sumamente tranquila, cualquier ruido exterior era apercibido en el interior de ésta.

Entraron en la casa, lo primero que vio la invitada fue el bello y tranquilo patio interior cuadrado, rodeado de finas columnas y abundantes macetas con plantas y flores y una fuentecilla central.

-Profesor, que casa tan bonita tiene usted, da la impresión de que se entra en una de las casas que construían los romanos, qué tranquilidad se respira en ella-.

-Efectivamente, este "patio" como le llamamos nosotros, está inspirado en el "atrium" romano o el "peristylum" de origen helénico, en el que el resto de la casa estaba construida alrededor de este, era el eje principal de la vivienda. Los árabes también adoptaron este sistema de construcción, es todavía un estilo arquitectónico utilizado en Córdoba y Granada, y algunas otras partes de Andalucía, aunque ya casi en desuso-.

-Es un remanso de paz, jamás habría pensado que pudieran haberlos todavía en el siglo XXI, edificaciones construidas con el estilo tan característico que los romanos impusieron al resto del imperio-.

La acompañó hasta la que sería su habitación dispuesta para invitados, disponía esta de un baño privado y estaba en el lado opuesto del patio respecto donde se hallaba la habitación que ocupaba Felipe y el despacho o estudio de éste, en otro de los lados se hallaba la cocina y el salón comedor, y junto a la que ocuparía la joven invitada, habían otras dos habitaciones vacías.

-¿Cuántos días se quedará usted señorita Krauss?-, le preguntó Felipe.

-Tengo solo dos días para regresar de nuevo a Viena, debo cursar un informe de mi trabajo a la compañía, lo precisan con cierta urgencia-

-Entonces, vamos a darnos algo de prisa, tiene usted mucho por ver en Granada. Iniciaremos el recorrido por una visita a las típicas cuevas de Sacromonte, habitadas todavía hoy por una popular etnia gitana, las vistas de la ciudad y el valle de

Valparaíso son desde aquel lugar excepcionales, estas viviendas trogloditas se hallan muy próximas al Albaicin-.

-Con su permiso permítame que me cambie de ropas en un momento y estaré dispuesta para salir de visita-.

-Póngase calzado cómodo, vamos a caminar bastante-, le aconsejó.

La muchacha entró en la habitación asignada entornando la puerta. Felipe se fue a la cocina y le dio instrucciones a Lola la sirvienta, para que no les preparara cena, ya que tenía pensado cenar fuera con su invitada.

-Señorito, ¿se quedará mucho tiempo esta señorita en la casa?- preguntó Lola.

-Un par de días, ¿Por qué lo preguntas Lola?-.

-Por nada, por nada señorito-, respondió esta, con cierto aire de preocupación.

Felipe reparó en ello, pero la verdad es que no le prestó excesiva atención. Pensó que quizás su sirvienta estuviera algo celosa de que pudiera rondar otra mujer por la casa.

En muy poco tiempo la invitada de Felipe se había cambiado de ropas y siguiendo el consejo de éste, se puso unos zapatos planos con suela de goma muy apropósito para pasear. Eligió un vaporoso vestido con falda y generoso escote. El anfitrión pudo comprobar que el ajustado pantalón que la muchacha había sustituido por la falda no mentía en cuanto a las piernas bien torneadas que ahora ésta lucía.

Felipe contempló a la muchacha y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, como queriéndole indicar que se había vestido muy apropiadamente.

Felipe enfiló camino de la Plaza Nueva, la calle Elvira hasta la puerta del mismo nombre, con el sello de construcción Nazarí y arco de herradura de caballo. La austriaca estaba asombrada por la tipicidad de las construcciones que iba descubriendo por el camino, Felipe detuvo unos momentos el auto junto a la famosa puerta para que su acompañante pudiera verla con mayor detalle y fotografiarla. Luego siguió por la calle Cuesta de la Alhacaba que bordea toda la muralla del siglo VIII, hasta llegar al cruce del Camino de Sacromonte con la calle Cuesta del Chapìz. Estacionó allí el coche y siguieron a pie el resto del recorrido hasta llegar donde se hallaban la famosas cuevas todavía habitadas por familias gitanas.

Dado a que la calle tenía una pronunciada cuesta y el empedrado de la misma era incómodo para mantener el equilibrio, Ingelod se agarró del brazo de Felipe, éste la miró con una sonrisa ofreciéndoselo gustosamente. A Felipe le estaba cayendo bien la muchacha, de hecho desde el primer día había sentido una inclinación de simpatía por ella, desde hacía bastantes años que no experimentaba ese tipo de sensación, le parecía haber retrocedido algunos lustros en su vida.

En ningún momento el catedrático notó que fuera seguido a prudente distancia por un rubio turista provisto de una cámara fotográfica, un plano de la ciudad en el bolsillo posterior de su pantalón y un algo raído sombrero de lona que en algún momento habría sido blanco.

Después de visitar las famosas cuevas, en particular la de María la Canastera, y el Albaicín, fueron a por el auto para regresar al centro de la ciudad, la tarde iba ya de caída, y el cielo se teñía en múltiples tonos rojizos. El "turista" montó en una motocicleta Vespa siguiéndoles a cierta distancia.

Felipe estacionó el auto frente al restaurante La Mimbre, en la avenida del Generalife. –Si le parece podríamos cenar algo típicamente español, ¿le parece bien?- , le dijo a su invitada.

Les acomodaron en una mesa bien situada en la terraza, el atardecer era apacible e invitaba a estar al aire libre. La muchacha dejó que Felipe eligiera el menú, ella poco antes había confesado no saber nada sobra la cocina española tan solo había oído hablar en alguna ocasión de un plato que llamaban "paella".

En el interludio del aperitivo que el camarero les había depositado sobre la mesa, pasó muy cerca de donde se hallaban el individuo que les había estado siguiendo toda la tarde, llevaba todavía la cámara fotográfica a cuestas y el plano de la ciudad asomando por uno de los bolsillos traseros de su descolorido blujeans, miró de soslayo a la pareja mientras cruzaba las mesas para entrar en el edificio del restaurante.

Felipe encargó la cena, en el entretanto su acompañante se había excusado para ir a la toilette de las damas.

La muchacha fue abordada por el "turista" en la puerta de la toilette. –Hola, tengo para ti un encargo de Hamburgo-, le dijo éste en voz baja y disimuladamente.

Ingelor no le sorprendió lo más mínimo de la presencia del individuo. -¿Qué es ello?- preguntó.

-No debes olvidar en ningún momento el objetivo que se persigue, toma este frasco, deberás mezclarlo con alguna bebida para que se lo tome, en diez minutos quedará profundamente dormido por algo más de una media hora, tendrás el tiempo suficiente para registrar la casa y tratar de encontrar el documento-, le dijo rápidamente a la vez que le ponía en la mano una diminuta ampolla de cristal que contenía un líquido.

El desconocido se metió en el aseo de caballeros y la muchacha en el de las damas, guardó la ampolla en el bolso, se puso frente al espejo y sacó la polvera para retocarse ligeramente el maquillaje, regresando de nuevo a la mesa.

Mientras les servían el primer plato que contenía un suculento gazpacho y otro que contenía unas lonjas de exquisito jamón de Huelva cortadas muy finamente, Ingelod vio pasar en dirección a la salida del restaurante al hombre que la había abordado en la puerta de los aseos. Éste la miró y se tocó el ala de su desvencijado sombrero con los dedos índice y corazón a modo de saludo militar. Ingelor miró inmediatamente a su anfitrión algo azorada, temía que éste pudiera entrar en sospecha. Pudo comprobar que Felipe estaba ocupado y con la vista pendiente del plato que acababan de servirle.

La cena transcurrió con una animada charla, en especial por parte del catedrático, cuya conversación giró sobre sus actividades docentes, y su vida hasta el momento, en Ingelor tenía una excelente compañera que le escuchaba casi con devota atención.

Felipe pagó la cuenta del restaurante y fueron a por el auto, sin prisas cruzaron la ciudad de Granada que aquellas horas el tráfico había ya mermado considerablemente, se dirigieron a casa, Lola ya se había marchado. La excelente temperatura de la noche invitaba a gozar de ella, se sentaron en el patio en las cómodas butaquitas de mimbre.

Felipe entusiasmado por la presencia de su bella invitada, estaba algo más locuaz de lo habitual, la conversación la mantenía el anfitrión e Ingelor la escuchaba atenta, el francés de Felipe era muy fluido, la de su invitada algo inferior, pero a ambos les valía como hilo conductor de mutuo entendimiento.

El catedrático le explicaba los planes de visitas que tenía previsto para el día siguiente, le propuso visitar las partes más característica de Córdoba, y la vieja Medina Azahara, la ciudad de los Califas, sin olvidar la Alambra granadina.

Felipe sacó del bolsillo de su chaqueta la bolsa que contenía su pipa y la picadura del aromático tabaco holandés que solía fumar poniéndose a rellenarla, -¿Le apetece tomar café Ingelod?-.

-Pues si, por favor, me apetece bastante, a pesar de que tengo entendido que en España lo toman bastante fuerte, al igual que los italianos-.

Felipe fue a levantarse pero Ingelor cogiéndole del antebrazo se lo impidió, -si me permite lo voy a preparar yo, ¿le importa?-, para ella se le presentaba una excelente oportunidad para poder llevar a cabo su plan.

-Cómo no, en el armario de la cocina encontrará el tarro con café molido, y en la parte baja la cafetera-.

En poco tiempo Ingelor preparó el café, en una bandeja de madera que encontró en los armarios de la cocina, puso dos tazas, el azucarero y cucharillas, llenó las tazas del humeante café recién hecho, momento en que aprovechó para verter en una de en ellas el contenido de la ampollita que el "turista" le había entregado en el restaurante.

Depositó la bandeja en una mesita cercana a su anfitrión, el aroma del tabaco de la pipa que Felipe fumaba se mezclaba agradablemente con el del café, Ingelor le acercó la taza que ella había preparado con la sustancia especial, estaba algo nerviosa por el resultado de la misma.

Felipe dio un largo sorbo al contenido de su taza y siguió fumando su pipa en el entretanto escuchaba a su compañera de tertulia, algunos minutos después intentó levantarse pero le dominaba un intenso sueño que a pesar de sus esfuerzos era incapaz de dominar, Ingelod algo temerosa se interesó por su estado.

-Siento que el sueño se está apoderando de mi, creo que debería acostarme, no lo tome usted como descortesía-.

Ingelor sujetándole del brazo le acompañó hasta la habitación, al llegar allí se dejó caer sobre la cama quedando profundamente dormido solo caer en ella, la muchacha aguardó unos instantes para llevar a cabo sus propósitos. Registró en primer lugar el dormitorio en el que se hallaba su anfitrión, sin encontrar nada de lo que pretendía. Debía darse prisa ya que el efecto de la sustancia administrada tenía un tiempo límite de efectividad.

A continuación fue al estudio donde Felipe efectuaba sus trabajos, procuraba hacer todos los movimientos con sumo cuidado evitando hacer ruido alguno, no fuera a ser que despertara .

Abrió un armario de madera barnizada que había en una de las esquinas, tampoco halló allí lo que andaba buscando, pasó a registrar un mueble metálico, en el fondo del mueble encontró una caja fuerte de regulares dimensiones, cuya parte posterior de la misma traspasaba el fondo del armario y quedaba sujetada a la pared. La puerta de la caja tenía doble sistema de cierre de seguridad, una de ellas era con llave y la otra la clásica cerradura giratoria de combinación numérica.

Regresó a la habitación de Felipe para comprobar el estado de este, registró sus ropas y halló un llavero con varias llaves, con el se fue a la caja fuerte para probar las llaves, una de ellas encajaba perfectamente con el agujero de la puerta, giró a la izquierda y oyó el clic de los resortes de la cerradura al desplazarse del alojamiento, pero la puerta no se abría.

Luego centró su atención con la otra cerradura de combinación, efectuó varios intentos pero infructuosamente, probó una serie de combinaciones que se le ocurrieron, entre ellas el valor "pi" 3,1416 en distintas posiciones, pensó que quizás un profesor universitario echaría mano a alguna numeración sencilla de recordar, pero tampoco obtuvo el éxito pretendido. Regresó las llaves donde las había hallado y comprobó que su anfitrión seguía profundamente dormido, de nuevo volvió al estudio del catedrático e inició la búsqueda del documento en los papeles que éste tenía sobre la mesa de trabajo, no halló nada de lo que andaba buscando. Comenzaba ya a estar preocupada por no haber obtenido el resultado esperado a todo el plan que le había sido encomendado, a la vez que se apoderaba de ella un sentimiento de fracaso.

Levantó la tapa superior de una carpeta negra que había sobre la mesa, contenía ésta varios folios, encendió la lámpara de sobremesa para poder ver éstos con mayor detalle.

Uno de los papeles tenía las marcas de haber sido doblado en cuatro partes, le dio la vuelta y comprobó que contenía un inexplicable sistema de escritura de signos desconocidos por ella. El corazón le dio un vuelco de alegría, estaba segura de que tenía en sus manos una copia del documento que buscaba, pero no podía llevárselo ya que su anfitrión podía echarlo en falta, vio detrás suyo una pequeña fotocopiadora sobre un archivador metálico, la puso en funcionamiento y sacó dos fotocopias del documento, luego de apagarla restituyó el documento al interior de la carpeta acompañando al resto de los que allí habían. Apagó la luz de sobremesa y salió del estudio sin hacer ruido alguno, se asomó de nuevo a la puerta de la habitación de Felipe miró el estado de este y comprobó que seguía profundamente dormido en la misma posición.

Ya en su habitación pensó como ocultar las fotocopias obtenidas. Cogió un sobre blanco que llevaba e introdujo en su interior una de las copias, rellenó éste con una dirección de Austria, para la otra copia dispuso una polvera que llevaba en su neceser de viaje, dobló el documento hasta reducirle a pequeño tamaño y lo metió dentro del estuche de ésta. Luego se dio una buena ducha y se enfundó un ligero pijama blanco de satén de pantalón cortito y se metió en la cama.

CAPÍTULO XVº

En el ampuloso despacho de Georges Pradel de la universidad de Montpellier mantenía una reunión con varios de sus colaboradores, intercambiaban opiniones y criterios respecto a los próximos exámenes del presente curso lectivo.

Entró en la sala la secretaria del rector que con toda discreción le puso sobre la mesa una nota de papel escrita, retirándose a continuación. Georges la leyó y se excusó con sus colegas para ausentarse por unos instantes de la reunión.

-Sigan ustedes sin mi por unos momentos, les ruego que por favor me excusen por unos minutos-.

La nota que su secretaria le había entregado le decía que llamara al inspector Lacroix. Lo hizo desde un teléfono de la secretaría.

Marcó el número que Françoise le había garabateado. -¿Inspector Lacroix?-.

-Yo mismo señor Pradel, le he llamado por que tengo algunas buenas noticias para darle, si así se pueden calificar, le explico; Citamos en la gendarmería al gerente de la sociedad que alquila el personal a la lavandería que atiende las necesidades de la residencia geriátrica, le sometimos a un fuerte interrogatorio, finalmente después de mucha presión nos confesó que los dos individuos que había facilitado a la lavandería el día 17, le habían amenazado con volarle el negocio mediante un artefacto explosivo que habían ocultado en alguna parte de la oficina y que solo podían desactivar ellos, en caso contrario activarían el detonador por control remoto y volarían todos por los aires. De otra parte Interpol nos ha dado respuesta a nuestra solicitud, nos informa que los dos individuos cuya descripción les facilitamos los tienen fichados, al parecer pertenecen a una de estas asociaciones de jóvenes pro-nazis, cada vez por desgracia más abundantes en Alemania y Europa-.

-Es una buena noticia-, apuntó Georges.

-Eso no es todo, Iterpol nos ha facilitado las fotografías de ambos sujetos, las hemos difundido por todas las gendarmerías del país acompañadas de una orden de búsqueda y captura firmada por el Prefecto, vamos a ver si eso nos permite poder echarles el guante, por los indicios que tenemos, cada vez estoy más convencido de que son los presuntos secuestradores de este anciano que usted anda buscando-.

-Yo también lo creo así-.

-Hemos procedido a movilizar unas cuantas brigadas de gendarmes con perros especializados en búsquedas de personas desaparecidas que batirán la zona en un radio de cincuenta kilómetros-.

Georges le agradeció al inspector la deferencia de haberle informado y quedaron en seguir contactándose a medida que se produjeran acontecimientos.

Regresó a la reunión que momentáneamente había abandonado, ésta le entretuvo todavía algo más de dos horas, al finalizar la misma cogió su Citroën DS y regresó a casa deseoso de comunicarse con Felipe. Por un momento, tuvo la sensación de que un automóvil de color negro le seguía, pero no prestó más atención después de ver por el retrovisor que este se detenía en una estación de servicio.

El pequeño coche de su esposa estaba estacionado en la puerta de casa, recordó que era el día que a Jaquie le tocaba ir a buscar a su nieta Noël a la escuela. Estacionó su automóvil junto al de su esposa, al salir del coche le pareció ver de nuevo el automóvil negro que estacionaba al final de la calle, a unos doscientos metros de donde el se hallaba, se quedó unos momentos de pié en la acera observando lo que el conductor del automóvil hacía, finalizada la maniobra de estacionamiento nadie se apeaba del vehículo, lo que le motivó todavía mayor intriga e inquietud a, finalmente decidió entrar en casa y observar el automóvil discretamente desde una ventana.

Su esposa Jaquie y Noël se hallaban en el comedor ocupando una buena parte de la mesa, la nietecita había desplegado sobre la ella algunos libros y cuadernos para hacer las tareas que en la escuela le habían encomendado. Saludó a ambas, fue a la cocina y se sirvió un café que poco antes su esposa había hecho, la cafetera todavía estaba bastante caliente. Con la taza en la mano fue hasta al despachito en el que trabajaba cuando estaba en casa y tenía algo de tiempo para dedicarse a su gran afición de coleccionar mariposas exóticas, se acercó a la ventana y apartó con cuidado uno de los visillos para observar la calle, el automóvil negro seguía allí.

Pensó en llamar al inspector Lacroix, pero reflexionó un poco y desistió de ello, quizás fuese una mera coincidencia, aguardaría algo más.

Se sentó en la silla giratoria que tenía junto a la mesa de trabajo y activó su ordenador portátil con el fin de enviarle un mensaje a su amigo granadino o si ambos coincidían poder chatear como en otras ocasiones. Felipe no tenía abierta la línea de Chat, le envió un escueto mensaje en el que le invitaba a establecer contacto sobre las nueve de la tarde para poder informarle de algunas novedades.

Se asomó nuevamente a la ventana y comprobó que el automóvil negro seguía allí, sacó de un cajón de su mesa unos potentes prismáticos que en cierta ocasión había adquirido en una tienda especializada y que utilizaba para localizar mariposas cuando iba a la "caza" de ellas, enfocó éstos al lugar donde se hallaba el vehículo negro, era un Volkswagen Passat de última generación, dentro había un solo hombre, no podía verle muy bien por el reflejo de la luz sobre el cristal del parabrisas, si pudo apreciar que el individuo fumaba, pues de vez en cuanto brillaba un pequeño punto de luz y luego salía algo de humo por la ventanilla de lado del conductor que estaba parcialmente abierta.

Finalmente decidió llamar al inspector Lacroix, no estaría por demás que éste enviara a alguien para averiguar lo que el individuo del misterioso automóvil pretendía. Marcó el teléfono que el inspector le había dado, al momento le tuvo al aparato, -¿Inspector Lacroix?-,

-Dígame señor Pradel-.

Georges le contó todo lo referente al automóvil negro. –No se preocupe, voy a llamar a la comisaría de su zona para que envíen una patrulla e interroguen al sujeto-.

Se despidió del inspector agradeciéndole su gestión, luego se acercó a la ventana para seguir vigilando al misterioso automóvil negro. Alrededor de quince minutos después, éste salió del lugar donde estaba estacionado efectuando un giro de 180º desapareciendo de la vista de Georges al doblar la esquina de la calle, solo tuvo tiempo de memorizar la matrícula, acababa en 75, el código pertenecía al departamento de París.

Pocos minutos después llegaba un automóvil de la policía, que se detuvo muy cerca del lugar en el que había estado estacionado con anterioridad el misterioso auto. Se apearon de él dos agentes y pasearon por el lugar prestando atención a los automóviles que estaban estacionados, Georges decidió ir a ver a los dos gendarmes.

Se presentó a los agentes, y les informó del seguimiento al que le había sometido el individuo del automóvil negro dándoles también la matrícula de éste.

-¿Está usted seguro de que se trataba siempre del mismo vehículo que le había seguido todo el tiempo?-, preguntó uno de los agentes.

-Si, podría jurar que se trataba del mismo automóvil-.

En el entretanto el otro agente solicitaba por radio a la central información de la matrícula que Georges les había facilitado. Obtuvo respuesta inmediata.

El agente se acercó y les dijo: -Acaban de informarme desde la central que esa matrícula pertenece a un automóvil marca Renault, que fue denunciado su robo hace algo más de una semana en Strassbourg, junto a la frontera alemana-.

-Eso viene a confirma mi teoría del seguimiento-, añadió Georges.

Los agentes asintieron. Georges estaba ahora más preocupado ya que el individuo del misterioso vehículo, sabía ya dónde él vivía, conocía su automóvil y hasta quizás a su familia, estaba indeciso no sabía que hacer. Finalmente decidió hablar con Lacroix.

Desde la emisora del automóvil de la policía pudieron establecer comunicación con el inspector, después de hablar con Georges, Lacroix dio instrucciones a uno de los agentes ordenándoles patrullar con frecuencia por la calle en la que vivía Georges hasta nueva orden.-No dejen sin vigilancia esta casa- concretó.

Georges regresó a su casa y fue directo al ordenador para enviar un mensaje a su compañero Felipe, deseaba advertirle de los últimos acontecimientos. Abrió Internet y encontró un mensaje de Jacob Cohen, en el que le decía que en dos días volaría a Tel Aviv, para mantener una entrevista con el jefe de los servicios secretos del Mossad, un viejo amigo de su padre. No decía más, Georges ya sabía el motivo del viaje.

El francés respondió al mismo explicándole los sucesos acaecidos recientemente y le advertía que procediera con suma cautela, tenía ahora la evidencia de que eran espiados y controlados sus movimientos, no había duda alguna.

Acababa de enviar la nota de advertencia a Jacob cuando se apercibió del parpadeo de la ventanita del Messenger de su ordenador, procedió a abrir la misma y vio que se trataba de Felipe que le invitaba a "chatear online".

Estuvieron cruzándose mensajes online algo más de media hora, Georges le puso al corriente del viaje de Jacob Cohen a Tel Aviv y del misterioso seguimiento al que acaban de someterle.

Felipe quedó muy sorprendido e intrigado. –Esto está tomando un rumbo nada agradable, ¿crees que deberíamos de abandonar la investigación?-, dijo el granadino.

-No se, no se, de una parte el poder desentrañar el contenido del documento, como investigador me intriga y me atrae muchísimo, jamás tuve en mis manos un tema igual a éste, pero como tu muy bien dices, el asunto está tomando una dirección y un aire que se aleja de lo puramente científico, pasando a convertirse en una labor de investigación detectivesca, policial me atrevería a decir, ¿no te parece?-.

-Estoy de acuerdo contigo, Felipe. ¿Qué te parece si contratáramos un profesional para que se ocupara de ello?, nosotros podríamos aconsejarle en la parte científica y el se ocuparía de efectuar las pesquisas, en todo caso un profesional tiene muchos más recurso y experiencia que nosotros-.

-Aguarda, ahora que me dices, recuerdo a un muchacho italiano que tuve de alumno hace un par de años. Su padre tenía en Sevilla una agencia de detectives de cierto prestigio, recuerdo que en una ocasión me contó que la agencia había descubierto en colaboración con la policía española, una red internacional de falsificadores de billetes de banco, la noticia se publicó en primera página de los periódicos. El muchacho era hijo de italiano y española, su padre vino de vacaciones a España allá por los años cincuenta y aquí conoció a su madre-.

-Podría ser una buena solución, ¿tienes medios de localizarle?-.

-Creo que si podré, hizo buenas amistades aquí en Granada, no te preocupes me ocuparé de ello pasado mañana, creo que no te había contado que tengo en casa un huésped, una dama que tu conoces-.

-¿No me digas que tienes en tu casa a la muchacha de Viena?-

-Pues así es, recordarás que ella seguía viaje hasta Sevilla, desde allí me llamó y la invité a visitar Granada. Por cierto mañana vamos a ir a visitar Córdoba-.

-Ay, ay, viejo zorro, cuídate mucho, su juventud puede hacer mella en tu salud-, le dijo bromeando.

-Es una muchacha sumamente culta y educada, no seas mal pensado-.

-Bien, no digo más al respecto, cuídate, a revoir-.

Acordaron para comunicarse al día siguiente y ponerse al corriente de lo que hubiese podido acaecer.

CAPÍTULO XVIº

Jacob Cohen, llegó al aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv en un vuelo tempranero de la compañía El Al, al descender por la escalerilla del avión se fijó en los varios aviones de combate de la fuerza aérea israelí situados estratégicamente como si fueran centinelas permanentes que guardaran el territorio. Le esperaba en el aeropuerto un oficial del Mossad vestido de paisano, el amigo de su padre se había preocupado de que la entrada de Jacob al país fuera lo más discreta posible, el Mossad tenía como norma básica mantener presencia en todas partes sin llamar la atención.

Jacob había efectuado por Internet reserva de habitación en el Dan Hotel Tel Aviv, un moderno y confortable hotel en la orilla del Mediterráneo. Su acompañante Yashin le dejó en recepción indicándole que vendría a por él alrededor de las once de la mañana.

Después de registrarse subió a la habitación de la cuarta planta, le habían dado una con vistas al mar, se asomó a la terraza para ver el paisaje, algo que allá en Varsovia no podía gozar, le cegó la fuerte luz solar a la que sus ojos no estaban habituados, en esta parte del mundo precisamente estaban sobrados de el y sin embargo escasos de agua, situación que en su país se invertía.

Desde el balcón divisaba una buena parte de la perimetria del edificio, observó la fuerte protección del ejército y la policía israelí en los lugares en los que había una considerable concentración humana. En cada extremo de los jardines del hotel patrullaba una pareja de soldados armados con el chaleco antibalas puesto, además de los que también patrullaban por la calle y la playa, era un modo disuasorio para evitar posibles ataques terroristas.

Sacó sus pocos enseres de la maleta colocándolos en el

armario, se dio una reconfortante ducha y se vistió con ropas algo más livianas de las que se había puesto unas horas atrás en Varsovia donde la temperatura era todavía algo fría.

Bajó a la cafetería para tomar un té que le sirvieron en una mesa que eligió en la terraza frente al mar, una camarera amable y linda le atendió con solicitud, a pesar de que Jacob hablaba perfectamente hebreo su acento centroeuropeo le delataba, la muchacha le sirvió la infusión acompañada con una pieza de pastelería autóctona.

Sentado en la terraza, el sol a las diez de la mañana comenzaba a caer con cierta fuerza que le obligaba a protegerse los ojos haciendo una visera con una de sus manos para que éste no le cegara, la camarera al observar la incomodidad que le producía al cliente, desplegó un toldo de lona que solucionó tal incomodidad. Jacob le dirigió una sonrisa y un gesto de agradecimiento por su amabilidad y atención al que esta correspondió. Todo el tiempo que Jacob estuvo ocupando la mesa de la terraza la camarera no abandonó ni un solo momento un lugar próximo al que éste ocupaba. Jacob ignoraba que la muchacha tenía órdenes específicas del director del hotel para que nadie se acercara al huésped.

No había acabado de tomarse la infusión cuando Itzak Yashin asomó por la puerta de la terraza, Jacob le hizo un gesto para que éste tomara asiento junto a él, pidió también la misma bebida que su anfitrión. Jacob se interesó por la organización del Mossad y de los distintos departamentos en que este dividía sus actividades.

-El Mossad fue fundado por allá 1951 por aquel entonces el primer ministro, David Ben Gurion, del que también fue su primer director, luego ha ido evolucionando pero se mantiene en la esencia y espíritu de su fundador : "Para nuestro país que desde su creación ha estado amenazado por sus enemigos, la Inteligencia constituye la primera línea de defensa, debemos de aprender bien lo que está pasando a nuestro alrededor", y así se ha hecho. Desde entonces nuestra organización cubre todo el planeta estando bien departamentada en 15 áreas o regiones geográficas especializadas, por cuestiones de seguridad, hasta 1999 el cargo de director fue estrictamente secreto, nadie sabía quién lo dirigía. La sección más grande es la que se responsabiliza del servicio de espionaje que se ampara en las oficinas y Consulados. La sección de servicios especiales llamada también Metsada, dirige los asesinatos o actos de sabotaje, los proyectos de guerra paramilitares , y psicológicos. Son terriblemente eficaces.

La L.A.P. (Lohamah Psichlogic Department), es responsable de la propaganda y la Guerra.

Eli C. fue un famoso espía que durante años estuvo infiltrado en la cima del gobierno sirio, transmitía información por radio, hasta que dos años después fue descubierto y fusilado. Otro agente Wolfgang Lotz, se estableció en El Cairo y obtuvo de los técnicos alemanes que trabajaban en el proyecto de fabricación de un nuevo cohete egipcio, la información del lugar donde los construían y guardaban. En 1962 en un esfuerzo para intimidar a los alemanes, algunos científicos importantes de este programa, fueron asesinados.

En 1960 el Mossad llevó acabo una de sus acciones más famosas, el secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann que se encontraba refugiado en Argentina, con la ayuda del doctor Simón Wiesenthal, que aportó documentación básica para poderle prender, fue juzgado y condenado a muerte en Israel. Puedo asegurarle señor Cohen que nuestra organización se halla entre las más eficaces y mejor informadas del mundo-.

Jacob quedó muy impresionado por la información tan confidencial que Yashin le dio, había oído explicar a su padre de la efectividad de esta organización, pero ahora había podido comprobar que se había quedado corto.

-Le agradezco Yashin su confianza, en realidad no esperaba tanto-.

-Si le he explicado todo esto es debido a que viene usted muy bien recomendado por el señor Wiesental, hace unos días recibimos desde Viena una nota especial respecto a usted y su padre firmada por éste. Si le parece vamos a la Central, nos aguardan en media hora, aunque no está lejos de aquí-.

En algo más de media hora entraban con el automóvil en el interior del bunker de una de las organizaciones de espionaje y contraespionaje más famosas y temidas del planeta.

En la puerta de acceso a las oficinas fue registrado minuciosamente y hasta le tomaron las huellas digitales que compararon con unas que tenían en el ordenador para identificarle, algo que sorprendió a Jacob, no podía imaginar cómo les habían podido llegar hasta ellos sus propias huellas dactilares. Aquí venía a demostrarse la eficacia de la organización.

Entraron en un ascensor forrado totalmente su interior con lámina de acero inoxidable, bajaron algunas plantas, Jacob no pudo calcular cuantas, ya que el descenso era muy veloz y exento de ruido, casi no daba la sensación de desplazamiento, dentro del mismo no había ningún tipo de indicación que dijera en que planta uno se hallaba, estaba exento de pulsadores para seleccionar el piso donde uno deseara detenerse, observó en una de las esquinas del techo una diminuta cámara de video. Se abrió la puerta y un agente de seguridad les acompañó a través de un largo corredor de paredes de hormigón que finalizaba en una gran sala llena de mesas y ordenadores, en la que trabajaban unas cuarenta personas, cruzaron la misma sorteando algunas mesas hasta llegar una puerta de acero bruñido que se abrió corriendo a un lado toda ella. Se acercó a ellos un hombre de unos sesenta años, muy bien vestido, de cara afable y cabello níveo en su totalidad, pero a la vez de rasgos que al mismo tiempo le daban firmeza, le alargó la mano a Jacob mientras le decía : -Sea usted bien venido entre nosotros señor Cohen-. Le cogió familiarmente de un brazo y le acompañó hasta una mesa redonda con cuatro cómodas butacas de cuero negro. Tomaron asiento, en el centro de la mesa había una humeante tetera de fina porcelana y en la misma bandeja cuatro tazas de té. –Sírvase si le apetece-, le dijo el hombre.

-Disculpe señor Cohen por no haberme presentado, soy Ilia Goldberg, el jefe de éste departamento, aquí tratamos de descifrar mensajes, códigos en clave que nuestro personal nos envía, en una palabra, tratamos de convertir un rompecabezas en frases inteligibles y ordenadas-, dijo eso con una gran naturalidad, Jacob vio en él un hombre de una gran personalidad pero que sobretodo inspiraba confianza. –Tengo entendido que nos trae usted un misterioso documento hallado en circunstancias muy especiales-.

-Así es señor Goldberg, unos amigos míos, compañeros antaño de estudios, me trajeron este misterioso documento cuya escritura hemos sido incapaces de descifrar a pesar de que ellos son autoridades en el conocimiento de lenguas que muchas de ellas han desaparecido desde hace siglos del uso habitual-. Jacob abrió a continuación el portafolios de piel que llevaba y sacó una fotocopia del documento entregándosela a continuación a su interlocutor.

Este se quedó mirándolo detenidamente, se diría que concentraba toda su atención para adivinar de inmediato el contenido del mismo, cambió de posición el papel en un par de ocasiones, finalmente después de un ligero suspiro, se dirigió a Jacob :.

-Es realmente extraño y a la vez original, no había visto todavía nada igual, pero no se preocupe, antes o después hallaremos el hilo que nos conducirá a desentrañar su misterioso contenido. Ahora ¿porqué no me cuenta en que circunstancias fue hallado, el cuál y el cómo?, esto quizás pueda facilitarnos alguna pista, no obvie nada, cualquier dato por nimio que pueda a usted parecerle podría ser importante para los hombres de nuestro departamento de claves que trabajarán en ello-.

Jacob le informó de todo cuanto sabía y le habían contado sus compañeros Felipe y Georges, desde que el primero adquirió el libro que contenía oculto el documento, hasta la desaparición del único sobreviviente de la familia de banqueros franceses que habían sido los últimos propietarios de dicho libro. La reunión duró algo más de tres horas, a la salida del edificio, Yashin, su acompañante, le dejó en el hall del Hotel, al despedirse le preguntó cuanto tiempo pensaba quedarse en Israel, -Estaré solo un par de días más, visitaré a unos amigos y familiares en Jerusalem y luego regresaré a Varsovia-.

-Entonces, le deseo una feliz estancia entre nosotros, espero que volveremos a vernos-, se estrecharon las manos al despedirse. Se quedó unos instantes en el hall viendo como Jacob tomaba el ascensor para subir a la habitación. Yashin se giró a la derecha e hizo una seña con la cabeza a un individuo que con aspecto de turista estaba mirando los escaparates de la mini tienda de souvenirs del lobby, éste y una mujer con aspecto similar, tomaron también el siguiente ascensor. Durante la estancia de Jacob en Israel estas dos personas pertenecientes al Mossad serían sus invisibles acompañantes.

Al mediodía bajó al lobby y buscó un ordenador para poder enviar algunos mensajes por Internet, el hotel disponía este servicio gratuito para sus clientes. Envió simultáneamente un breve mensaje a Georges y Felipe en el que les explicaba algunos pormenores de su entrevista, luego otro a su padre en el que venía a decirle algo similar al anterior, simplemente le confirmaba que al día siguiente visitaría a sus familiares en la ciudad Santa. Aguardó a que el sol bajara en intensidad y salió a pasear por la ciudad, en ningún momento se apercibió de la presencia de los dos "turistas" que le daban discreta escolta.

Al regreso del paseo pidió en la recepción que le localizaran un hotel en Jerusalem y le reservaran habitación para dos noches, se dirigió a la cafetería para tomar un té y algunas pastas dulces, ésta era una costumbre tradicional en su familia y en general a sus congéneres.

Al recoger la llave en el mostrador de recepción, le dieron un sobre cerrado con el membrete del hotel, lo abrió mientras se dirigía al ascensor. Sacó de éste una nota en la que le informaban de la reserva de habitación :. " Reservada habitación para dos noches en el Park Hotel, calle Vilnay, 2, de Jerusalem ", se metió la nota en el bolsilla de la chaqueta y entró en el ascensor.

Al día siguiente por la mañana salió temprano del hotel, tomó el automóvil que había alquilado y enfiló por la carretera que comunica Tel Aviv con Jerusalem, durante el corto viaje pudo apreciar la fantástica transformación que en los pocos años de su existencia había efectuado el Estado de Israel en aquel yermo y santo país.

Le vino a la memoria una frase que le oyó decir en una ocasión a su padre respecto al actual estado de Israel, "Desde hace dos mil años, no ha habido paz en este territorio, en ningún lugar Santo del mundo han corrido tantos ríos de sangre", a Jerusalem se le ha llamado "Princesa de la Paz", que gran contrasentido. En ningún lugar se ha luchado con tanto ardor y con tanto odio. Desde los tiempos de Cristo, la ciudad fue invadida once veces y arrasada en cinco ocasiones. Tres grandes religiones, el judaísmo, cristianismo e islamismo, hicieron de ella la manzana de la discordia, tampoco en otro lugar se ha rezado tanto, como dijo, Peter Bamm.

Sobrepasó el acceso al aeropuerto Ben Gurión y al poco comenzó a divisar las colinas de Jerusalem, a pesar de ser todavía primavera, el día se despertaba con calor seco, a Jacob se le secaba la nariz y tenía alguna dificultad para respirar cómodamente, se detuvo en una gasolinera y compró unas gafas de sol y una botella de agua, sus ojos no estaban habituados a aquel chorro de luz intensa que Helio enviaba a aquella tierra, en su país, Polonia la luz solar, cuando la había, era menos luminosa, sin embargo imperaban los tonos verdes en el paisaje.

Sin apenas darse cuenta llegó al acceso principal de la ciudad Santa, preguntó a un soldado que patrullaba a pie, por la situación del hotel, este le dio algunas indicaciones y no tuvo problema para encontrarle, se vio obligado a dar algún rodeo hasta llegar al punto de destino ya que muchas de las calles de la zona antigua de la ciudad eran peatonales y no era posible circular por ellas con ninguna clase de vehículo.

Después de identificarse en recepción, subió a la habitación que le había sido asignada y desde allí llamó a sus parientes y amigos.

La habitación contigua fue ocupada discretamente por la pareja de "turistas" que habían salido de Tel Aviv al mismo tiempo que Jacob lo hiciera.

El señor Goldberg entregó una copia del documento que Jacob Cohen le había entregado al equipo especializado en investigación caligráfica y jeroglífica para que fuera sometido a minucioso estudio. Algunas horas después, sabían de él mucho más que Felipe, Georges y Jacob.

Jacob se encontró con los primos lejanos de su padre que pasaron a recogerle por el hotel, le llevaron, como no, a visitar el Muro de las Lamentaciones. Desde la fundación del estado, los jordanos habían prohibido a los judíos rezar ante el máximo santuario del pueblo hebreo. Este muro son los únicos restos del templo que los romanos destruyeron. Está compuesto de ciclópeas piedras de sillería de más de 1,80 de alto y casi 11 metros de largo algunas de ellas. Desde la guerra relámpago de Israel en la península del Sinaí en junio de 1967, y la conquista de la ciudad antigua de Jerusalem, los judíos piadosos pueden volver a realizar sus oraciones ante el Muro, los viernes y días festivos hombres de largas barbas rezan, besan y lloran la destrucción del templo.

Aún hoy en día es difícil visitar la ciudad de Jerusalem sin sentir su gran carga emocional, es la ciudad de las mil caras y las mil interpretaciones, en especial si se ha visitado antes de la guerra relámpago de 1967, cuando la ciudad vieja de Jordania no había sido conquistada por el ejército israelí.

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