- Mecanomanía
- El equipaje representativo
- La fábrica de leyes global
- El ritual de seguridad
- Un frenesí de naciones
- El impulso imperial
- Indusrealidad
- Coda: el borbotón
Con los crecientes formatos existentes en los sistemas políticos de todas las naciones de la segunda ola hubieran sido construidos a partir del mismo esquema oculto.
Cuando los revolucionarios de la segunda ola lograron derrocar a las élites de la primera ola en Francia, Estados Unidos, Rusia, Japón y otras naciones, se vieron en la necesidad de redactar constituciones, instaurar nuevos Gobiernos y diseñar instituciones políticas nuevas. En la excitación de la creación, debatieron nuevas ideas, nuevas estructuras.
Una nueva arquitectura política emergió de estos conflictos y debates en cada país. De esas estructuras revela que se hallan edificadas sobre una combinación de viejas suposiciones de la primera ola e ideas más nuevas introducidas por la Era industrial. Después de milenios de agricultura, les resultaba difícil a los fundadores de los sistemas políticos de La segunda ola imaginar una economía basada en el trabajo, el capital, la energía y las materias primas, más que en la tierra. Las gentes de la primera ola eran típicamente inmóviles, y, por tanto, era natural que los arquitectos de los sistemas políticos de la Era industrial dieran por supuesto que las personas permanecerían toda su vida en una misma localidad. El ritmo de la vida de la primera ola era lento. Las comunicaciones eran tan primitivas, que un mensaje del Congreso Continental de Filadelfia podría tardar una semana en llegar a Nueva York. La mayoría de las personas de la primera ola eran analfabetas e ignorantes. Los representantes, procedían de las clases instruidas, quienes tomarían decisiones más inteligentes que la masa de votantes.
Mecanomanía
La maquina un representante, los hombres de negocios, intelectuales y revolucionarios del primer período industrial, estaban virtualmente hipnotizados por la maquinaria. y construyeron innumerables analogías basadas en las sencillas tecnologías. Científicos e inventores, revolucionarios políticos. Newton dijo el hombre mismo era una máquina. Que la economía es un sistema, al describir los debates que condujeron a la Constitución de los Estados Unidos, del poder político y de elegir funcionarios a través de sucesivas filtraciones. La Constitución misma estaba llena de pesas y balanzas, de la maquinaria del Gobierno. un Gobierno imperial que garantizaría el armonioso funcionamiento de las diferentes partes de la máquina. esta mentalidad mecanicista no fue producto del capitalismo. Estado como nada más que una máquina utilizada por los capitalistas para reprimir a los obreros. el movimiento de las masas tiene que vencer la inercia de la máquina antes de poder poner el volante en movimiento.
Imbuidos de una fe casi ciega en el poder y la eficiencia de las máquinas, los revolucionarios fundadores de las Sociedades de la segunda ola, tanto capitalistas como socialistas, inventaron instituciones políticas que participaban de muchas de las características de las primeras máquinas industriales.
El equipaje representativo
Las estructuras que forjaron y soldaron se basaban en la noción elemental de la representación. De un universal equipaje representativo
1. Individuos armados con el voto.
2. Partidos para reunir votos.
3. Candidatos que, al ganar votos, quedaban instantáneamente transformados en representantes de los votantes.
4. Legislaturas, en las que al votar los representantes fabricaban leyes.
5. Ejecutivos (presidentes, primeros ministros, secretarios de partido) que introducían en la máquina fabricante de leyes materias primas en forma de programas políticos, y luego imponían el cumplimiento de las leyes resultantes.
Los votos eran el átomo, que funcionaban como alimentadores del sistema. Recogían votos de numerosas fuentes y los introducían en la máquina sumadora electoral, la cual los combinaba en proporción a la fuerza o mezcla del partido, produciendo como resultado la voluntad del pueblo, el combustible básico que supuestamente accionaba la maquinaria del Gobierno.
Los elementos de este equipaje se combinaban y manipulaban de forma distinta en diferentes lugares. En algunos se permitía votar a todas las personas mayores de veintiún años; en otros, sólo los varones de raza blanca tenían derechos de ciudadanía; en un país, todo el proceso no era sino simple fachada para el control absoluto a cargo de un dictador; en otro, los funcionarios elegidos ostentaban considerable poder, la pauta histórica es clara. Por modificados o configurados que estuviesen sus elementos constitutivos, este mismo equipaje básico fue utilizado para construir la maquinaria política formal de todas las naciones industriales.
En el curso de la elección, la voluntad del pueblo trabajador hace sentir su influencia en los órganos gubernamentales hechos nacer por el voto.
Centralismo democrático como comprensivo del poder soberano del pueblo trabajador la elección de organismos y dirigentes gobernantes y su responsabilidad ante el pueblo, toda la estructura industrial, el Gobierno, se convirtió en el símbolo de status de toda nación. De hecho, incluso muchas naciones no industriales bajo las presiones ejercidas por los colonizadores o a través de la ciega imitación se apresuraron a instalar los mismos mecanismos formales y a utilizar el mismo universal equipaje representativo.
La fábrica de leyes global
Fueron instaladas también a niveles estatales, provinciales y locales, hasta el Concejo de ciudad o aldea, cada una con sus propias elecciones, cuerpos representativos y procedimientos de elección.
Millares de estas máquinas representativas funcionan en regiones no metropolitanas, a lo largo del mundo. Los candidatos ganan las elecciones y quedan mágicamente transmutados en representantes. Estas máquinas están ahora fabricando leyes, decretos, reglamentos y normas solamente en países de la segunda ola.
Cada una tenía su jurisdicción cuidadosamente definida, sus propios poderes, sus propios derechos y deberes. Estas unidades se hallaban conectadas en ordenación jerárquica, de arriba abajo, de nación a Estado, región o autoridad local. Pero al madurar el industrialismo y hacerse crecientemente integrada la economía, las decisiones tomadas por cada una de estas unidades políticas producían efectos fuera de su propia jurisdicción, haciendo que otros organismos políticos actuasen en reacción a ellas. Para mediados del siglo XX, decenas de miles de autoridades políticas pretendidamente soberanas o independientes dispersas a lo largo del Planeta se hallaban conectadas una con otra a través de la economía.
Así los miles de mecanismos representativos construidos a partir del equipaje representativo fueron, formando una sola e invisible supermáquina, una fábrica de leyes global
El ritual de seguridad
El Gobierno representativo abrió canales de comunicación entre las capas superiores y las inferiores de la sociedad. Proporcionó el terreno en que podrían reconciliarse pacíficamente las diferencias entre los distintos grupos.
1. Aparte los Gobiernos como tales, virtualmente todos los partidos políticos, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, realizaban rutinariamente las tradicionales operaciones de elegir mediante votación a sus propios dirigentes. La jefatura de distrito o de célula local solían requerir alguna forma de elección, Y en muchos países el ritual de la elección se convirtió en parte habitual de la vida de toda clase de organizaciones, desde sindicatos, Iglesias hasta cuadrillas de boy-scouts. Votar se convirtió en parte de la forma de vida industrial.
Ayudó a los pobres y débiles a obtener beneficios esto constituyó, un paso adelante en la Historia. Pero desde su principio mismo defraudó con sus promesas, entonces la maquinaria formal de representación se convirtió en uno de los medios claves de integración por los que se mantenían a sí mismas en el poder. De este modo, las elecciones, con independencia de quién las ganase, desarrollaban una poderosa función cultural en beneficio de las élites. En la medida en que todo el mundo tenía derecho a votar, las elecciones fomentaban la ilusión de igualdad. El votar proporcionaba un ritual masivo de seguridad, aseguraban de manera simbólica a los ciudadanos que ellos conservaban el control. Tanto en los países capitalistas como en los socialistas, Las élites integracionales programaron la maquinaria política de manera distinta en cada lugar, controlando el número de partidos o manipulando la capacidad de voto. Pero el ritual electoral, la farsa, dirían tal vez algunos fue empleado en todas partes. Pese a los esfuerzos de radicales y reformadores democráticos, las élites integracionales conservaban un control virtualmente permanente de los sistemas de Gobierno representativo. Los ingenieros industriales distinguen habitualmente entre dos clases de máquina fundamentalmente diferentes: las que funcionan intermitentemente y las que funcionan ininterrumpidamente. Si contemplamos la fábrica de leyes global, con sus periódicas votaciones, nos encontramos ante un clásico procesador intermitente. Al público se le permite elegir entre candidatos en épocas estipuladas, después de lo cual, la máquina de democracia formal queda desconectada de nuevo.
En resumen, las élites crearon una poderosa máquina de funcionamiento destinada a trabajar juntamente y a menudo, en conflicto con el procesador democrático intermitente. Sólo cuando vemos juntas estas dos máquinas podemos empezar a comprender cómo se ejercía realmente el poder del Estado en la fábrica de leyes global. Finalmente, se introdujo un instrumento de control social más potente aún. Pues la mera selección de unas personas para representar a otras creó nuevos miembros de la élite.
En teoría, la necesidad de presentarse a la reelección garantizaba que los representantes actuarían honradamente y continuarían defendiendo a sus representados. Sin embargo, en ningún lugar impidió esto que los representantes fueran absorbidos en la arquitectura del poder.
Lo que hemos visto, pues, volviendo la vista hacia atrás a manera de recapitulación, es una civilización que depende en gran medida de los combustibles fósiles, la producción fabril, la familia nuclear, la corporación, la educación general y los medios de comunicación, basado todo ello en la creciente separación abierta entre producción y consumo. Y todo ello dirigido por un grupo de élites cuya tarea era integrar el conjunto.
VII
Un frenesí de naciones
En un mundo en que los movimientos nacionalistas luchan por el poder y en el que unos 152 Estados reclaman su pertenencia a esa asociación comercial de naciones que es la ONU, gestos paródicos como éste cumplen una finalidad útil. Nos obligan a cuestionar la noción misma de nacionalidad.
la nación-Estado, Si no nos abrimos paso a través de la espesa nube de retórica que rodea el tema del nacionalismo, no podemos extraer sentido de los titulares periodísticos ni comprender el conflicto entre las civilizaciones de la primera y la segunda ola mientras la tercera ola lanza sus acometidas contra ellas.
Cambiando de caballos
Antes de que la segunda ola empezara a recorrer Europa, la mayor parte de las regiones del mundo no estaban aún consolidadas como naciones, sino que se hallaban organizadas, más bien, en una mezcolanza de tribus, clanes, ducados, principados, reinos y otras unidades más o menos locales. Las fronteras estaban mal definidas, los derechos gubernamentales eran borrosos. El poder del Estado no se hallaba aún uniformizado. Impone impuestos a los campesinos, El control político no era aún uniforme resumió la situación diciendo que al viajar por Europa tenía que cambiar de leyes con tanta frecuencia como de caballos.
Esta situación reflejaba el primitivo nivel en que se encontraban el transporte y las comunicaciones, lo cual, a su vez, reducía la distancia sobre la que incluso el monarca más poderoso podía ejercer un control eficaz. Cuanto más lejos se estuviese de la capital, tanto más débil era la autoridad del Estado. Pero sin integración política era imposible la integración económica. Las nuevas y costosas tecnologías de la segunda ola sólo podían ser amortizadas si producían bienes para mercados de extensión superior a la meramente local. Pero, cómo podían los hombres de negocios comprar y vender a lo largo de un amplio territorio si, fuera de sus propias comunidades, se extraviaban en un laberinto de tasas, impuestos, normas laborales y monedas diferentes Para que las nuevas tecnologías resultaran rentables, las economías locales debían ser consolidadas en una única economía nacional. Se necesitaba una unidad política que estuviese a la altura del desarrollo de las unidades económicas de la segunda ola.
La segunda ola multiplicó rápidamente el número de personas interesadas en un mundo más amplio. Con las tecnologías basadas en el vapor y el carbón, y más tarde con el advenimiento de la electricidad, se hizo posible que un fabricante de tejidos de Manchester, de relojes de Ginebra o de ropas de Francfort, produjese muchas más unidades de las que podía absorber el mercado local. También necesitaba materias primas procedentes de lugares lejanos. Y el obrero fabril se veía igualmente afectado por acontecimientos económicos sobrevenidos a miles de kilómetros de distancia: los puestos de trabajo dependían de remotos mercados. Poco a poco, pues, fueron ampliándose los horizontes psicológicos. Bajo el impacto de estos cambios se iba esfumando el nacionalismo. Despertaba la conciencia nacional.
Comenzando con las revoluciones americana y francesa y continuando, un frenesí de nacionalismo invadió las partes del mundo en que triunfaba la industrialización. Los 350 insignificantes y diversos mini-Estados de Alemania, en constante discordia entre ellos, necesitaban ser fusionados en un único mercado nacional. Lo que dio lugar a la nación moderna, Fue la mezcla de un sistema político unificado y una economía unificada.
El clavo de oro
Cuanto más extenso fuese el territorio sometido a su control y más amplia el área de mercado económico, mayores eran su riqueza y su poder. Al distender al máximo cada nación sus fronteras políticas y económicas las élites integracionales recurrieron a la avanzada tecnología. Se lanzaron a la construcción de ferrocarriles y así abrirse paso.
Durante las siguientes tres décadas o más, los obreros ferroviarios fueron empalmando una región con otra. los trayectos transcontinentales fortalecerían los lazos de unión entre las costas del Atlántico y el Pacífico. El último martillazo sobre el clavo de oro que completó la primera línea férrea transcontinental abrió la puerta a un mercado verdaderamente nacional, integrado a escala continental. Y amplió el control real, no ya sólo el nominal, del Gobierno nacional. Sino que podía ahora desplazar rápidamente tropas por todo el continente para imponer su autoridad. Por tanto, lo que sucedía en un país tras otro era el nacimiento de esa poderosa nueva entidad, la nación. De esta forma, el mapa del mundo quedó dividido en un conjunto de manchas claramente Delineadas.
VIII
El impulso imperial
El imperialismo de la primera ola era todavía pequeño, no estaba integrado aún a la economía y de los frutos de las conquistas solo fueron pequeñeces para lo que se venia y solo enriqueció a la clase gobernante y no a la gente común. La segunda ola transformó en un gran negocio esta especie de hurto a escala relativamente pequeña.
Transformó el pequeño imperialismo en gran imperialismo. Se trataba de un nuevo imperialismo, que no se limitaba a obtener unos cuantos cofres de oro o esmeraldas, especias o sedas. Se trataba de un imperialismo que se proponía en último término, transportar cargamento tras cargamento de nitratos, algodón, aceite de palma, estaño, caucho, bauxita y tungsteno. Se trataba de un imperialismo que explotaba minas de cobre en el Congo y levantaba en Arabia torres perforadoras de petróleo. Se trataba de un imperialismo que extraía materias primas de las colonias, las sometía a tratamiento industrial y, muy frecuentemente, devolvía a las colonias los productos manufacturados, obteniendo en la operación un enorme beneficio económico. Se trataba, de un imperialismo que había dejado de ser periférico para integrarse en la estructura económica básica de la nación industrial de un modo tal que los puestos de trabajo de millones de obreros llegaron a depender de él.
Y no sólo los puestos de trabajo. Además de nuevas materias primas, Europa necesitaba también cantidades crecientes de alimentos. A medida que las naciones de la segunda ola volcaban sus esfuerzos en la fabricación, transfiriendo la mano de obra rural a las factorías, se iban viendo obligadas a importar alimentos cada vez en mas cantidad, de India, de China, de África, de las Antillas y de la América Central. A su vez, al aumentar la fabricación masiva de productos, las nuevas élites industriales necesitaban mercados mayores y nuevas salidas a la inversión y las obtenían imponiendo la fuerza.
Surtidores de gasolina en el jardín
El estímulo para crear este mercado mundial integrado se basaba en la integración a escala global y dio origen a una élite global fueron turnándose en el dominio de grandes partes del resto del mundo.
Las ventajas de este comercio global habrían favorecido más o menos por igual a todas las partes. Presuponía tratos comerciales no contaminados por amenazas de fuerza política o militar. Presuponía transacciones entre negociadores situados en pie de más o menos igualdad. En la realidad, se hallaban totalmente desequilibradas las negociaciones entre mercaderes de la segunda ola y gentes de la primera ola sobre azúcar, cobre, cacao u otros recursos naturales. A un lado de la mesa se sentaban traficantes europeos o americanos, astutos y respaldados por grandes Compañías, convencidos de su propia superioridad y dispuesta a utilizar bayonetas o ametralladoras para demostrarlo. Del otro, representantes de pequeñas tribus o principados armados con flechas y lanzas. A menudo, los gobernantes o mercaderes locales eran, simplemente, comprados por los occidentales, quienes les ofrecían sobornos o beneficios personales a cambio de explotar la mano de obra nativa, reprimir la resistencia o rehacer las leyes en favor de los extranjeros. Una vez conquistada una colonia, el poder imperial establecía con frecuencia precios
Los campesinos africanos no necesitaban para nada el cromo. Los jeques árabes no sabían qué hacer con el oro negro que yacía bajo sus arenosos desiertos. se denominaba competencia imperfecta.
La plantación de margarina
Una vez unificados, interrelacionados y compartiendo un intercambio único y unificado previsto por las élites integracionales que dirigían la civilización de la segunda ola. En torno al mundo se tejió una única red de dinero. Tratando al resto del mundo como su surtidor de gasolina, jardín, mina, cantera y reserva de mano de obra barata, el mundo de la segunda ola forjó profundos cambios en la vida social de las poblaciones no industriales de la Tierra. Culturas que habían subsistido durante miles de años de un modo autosuficiente, produciendo sus propios alimentos, fueron absorbidas, quieras que no, en el sistema comercial del mundo y obligadas a comerciar o perecer. De pronto, los niveles de vida de bolivianos o malayos quedaban ligados a las exigencias de economías industriales situadas a medio Planeta de distancia.
El inocente producto de uso doméstico que es la margarina proporciona un dramático ejemplo de lo apuntado. Originariamente, la margarina se fabricaba en Europa con ingredientes locales. Pero llegó a hacerse tan popular, que esos materiales resultaron insuficientes. En 1907, los investigadores descubrieron que la margarina podía fabricarse con aceite de coco y de palmiste. El resultado de este descubrimiento europeo fue un profundo cambio en el estilo de vida de los africanos del Oeste. Grandes plantaciones fueron creadas en el Congo belga, en Nigeria, en el Camerún y en la Costa de Oro. Occidente obtuvo su margarina. Y los africanos se convirtieron en semiesclavos de las grandes plantaciones. Ciertamente, las potencias coloniales no eran por entero crueles o malas. En determinados lugares construyeron escuelas y rudimentarias instalaciones sanitarias para las poblaciones sometidas. Mejoraron las condiciones higiénicas y los suministros de agua. Es indudable que elevaron el nivel de vida de algunos.
Contribuyeron también a ello un clima, de corrupción y la tiranía, la ignorancia y la xenofobia, forzadas a reorganizar su estructura social a menudo, sus dirigentes eran sobornados, sus culturas ridiculizadas, sus idiomas eliminados. Además, las potencias coloniales inyectaron un profundo sentido de inferioridad psicológica en los pueblos.
Integración a la americana
Con Primera Guerra Mundial, por el creciente poderío industrial alemán. La destrucción originada por la guerra, el devastador ciclo de inflación y depresión que la siguió, la revolución rusa, todo ello produjo una violenta sacudida en el mercado mundial. Estos cataclismos causaron una drástica reducción en la tasa de crecimiento del tráfico mercantil mundial, y, aunque fueron absorbidos más países en el sistema comercial, disminuyó el volumen real de mercancías negociadas internacionalmente. La Segunda Guerra Mundial redujo más aún la extensión del mercado mundial integrado. Al final de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos se encontraban económicamente ilesos. Y los países que participaron en la guerra estaban desbastados. Dos naciones asumieron la tarea de reorganizar y reintegrar el sistema de la segunda ola, los Estados Unidos y la Unión Soviéticas.
Los Estados Unidos habían desempeñado hasta entonces un limitado papel en la campaña del gran imperialismo. Abriendo su propia frontera, había diezmado a los americanos nativos y los había recluido en reservas. En México, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los americanos imitaron las tácticas imperiales de los ingleses, los franceses o los alemanes. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos eran la principal nación acreedora del mundo. Poseía la tecnología más avanzada, la estructura política más estable y una irresistible oportunidad para llenar el vacío de poder dejado por sus maltrechos conquistadores, entonces sus estrategas financieros habían empezado a planear la nueva integración de la economía mundial a lo largo de líneas más favorables a los Estados Unidos. En la Conferencia de Bretón Woods en 1944, presidida por los Estados Unidos, 44 naciones acordaron crear dos estructuras integrantes clave, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El FMI obligó a sus naciones miembros a ligar su moneda al dólar americano o al oro, la mayor parte del cual se hallaba en poder de los Estados Unidos. El FMI fijaba así las relaciones básicas de las más importantes monedas del mundo. Mientras tanto, el Banco Mundial, creado al principio para suministrar a las naciones europeas fondos destinados a la reconstrucción en la posguerra, empezó gradualmente a facilitar también préstamos a los países no industrializados. Estos préstamos tenían frecuentemente por finalidad construir carreteras, puertos, muelles, para facilitar el movimiento de materias primas y exportaciones agrícolas a las naciones de la segunda ola.
No tardó en agregarse un tercer componente al sistema: el Acuerdo general sobre aranceles y comercio, GATT. Este acuerdo, promovido originalmente también por los Estados Unidos, se proponía liberalizar el comercio, pero surtió el efecto de dificultar a los países más pobres y menos avanzados tecnológicamente la protección de sus pequeñas y nacientes industrias. Las tres estructuras quedaron conectadas por una norma que prohibía al Banco Mundial otorgar préstamos a ningún país que se negara a ingresar en el FMI o a cumplir las estipulaciones del GATT. Este sistema dificultaba a los deudores de los Estados Unidos reducir sus obligaciones mediante la manipulación de la moneda o los aranceles. Fortaleció la competitividad de la industria norteamericana en los mercados mundiales. Así influye sobre la planificación económica de muchos países de la primera ola, aun después de que hubieran alcanzado la independencia política. Estos tres órganos interrelacionados formaron una única estructura integrativa para el comercio mundial.
Imperialismo socialista
Entonces las naciones socialistas y la soviética se presentaban como el imperialismo como un fenómeno puramente capitalista. Las naciones capitalistas oprimían y colonizaban a otras naciones, no por capricho, sino por necesidad. Las naciones industriales capitalistas, operaban también en las naciones industriales socialistas. También ellas formaban parte del sistema monetario del mundo, basaban sus economías entre producción y consumo, entonces necesitaban de un mercado y materias primas del extranjero para alimentar sus máquinas industriales. Externamente, las naciones industriales socialistas se hallaban empujadas por las mismas necesidades de recursos que las naciones capitalistas. También ellas necesitaban algodón, café, níquel, azúcar, trigo y otros artículos para alimentar a sus fábricas, en rápida multiplicación, y a sus poblaciones urbanas. Los administradores y economistas socialistas, exactamente igual que sus colegas capitalistas, calculaban, así, el costo de producir sus propias materias primas y lo comparaban con el costo de comprarlas. Se enfrentaban a una decisión de hacer o comprar, y pronto quedó claro que comprar ciertas materias primas en el mercado mundial sería más barato que intentar producirlas en casa. Una vez tomada esta decisión, y tanto los socialistas como los capitalistas, se beneficiaba a costa de las colonias. Se vio impulsada también, por consideraciones estratégicas, a adoptar políticas imperialistas.
Pero un hecho es indiscutiblemente claro. Mientras los norteamericanos levantaban la estructura FMI-GATT-Banco Mundial, los soviéticos avanzaban hacia el sueño de Lenin de un único sistema económico mundial integrado, creando el Consejo de Asistencia Económica Mutua (COMECON) y obligando a los países de la Europa del Este a ingresar en él. Los países del COMECON son obligados por Moscú no sólo a comerciar entre ellos y con la Unión Soviética, sino también a someter a la aprobación de Moscú sus planes de desarrollo económico.
Podemos considerar el imperialismo como el espoliador o acelerador del desarrollo industrial en el mundo de la segunda ola. El imperialismo, capitalista y socialista, hizo posible, la civilización de la segunda ola.
IX
Indusrealidad
Mientras la civilización de la segunda ola extendía sus tentáculos por el Planeta, transformando todo cuanto tocaba, con ella llegó algo más que tecnología o comercio. Al colisionar con la civilización de la primera ola, la segunda ola no sólo creó una nueva realidad para millones de personas, sino también una nueva forma de pensar sobre la realidad. Emergió una poderosa y coherente concepción del mundo que no sólo explicaba, sino que justificaba también la realidad de la segunda ola. Esta concepción del mundo de la sociedad industrial no ha recibido un nombre específico. Podría denominársela indusrealidad.
La indusrealidad era el grupo culminante de ideas y presunciones con que se enseñaba a los hijos del industrialismo a comprender su mundo. Era el bagaje de premisas empleadas por la civilización de la segunda ola, por sus científicos, dirigentes comerciales, estadistas, filósofos y propagandistas. La industrialización tenía su ala izquierda y su ala derecha, nítidamente delineadas ambas, sus defensores del individualismo y la libre empresa y sus defensores del colectivismo y el socialismo. Esta batalla de ideologías, limitada al principio a las propias naciones en trance de industrialización, americanos y rusos, se adentraron en África, Asia y Latinoamérica, las regiones no industriales del mundo. Ambos predicaban la superioridad del industrialismo sobre todas las demás civilizaciones. Ambos eran apasionados apóstoles de la indusrealidad.
El principio de progreso
La concepción del mundo que propagaban se hallaba basada en tres creencias
La primera de estas creencias fundamentales estaba relacionada con la Naturaleza. Si bien socialistas y capitalistas podían discrepar violentamente sobre cómo compartir sus frutos, ambos consideraban la Naturaleza de la misma manera. Para ambos el objetivo era la explotación. En las culturas anteriores Talaban e incendiaban, agotaban pastos y despojaban los bosques para obtener leña y no había necesidad de una ideología explícita para justificar el daño que producían. Con el advenimiento de la civilización de la segunda ola aparecieron capitalistas industrialistas que extraían recursos a escala masiva, lanzaban voluminosos venenos al aire, despoblaban los bosques en busca de beneficios económicos. La idea de que la Naturaleza estaba allí para ser explotada, proporcionaba una adecuada racionalización para su miopía y su egoísmo. El industrialismo era la forma más avanzada de sociedad, Naturaleza y la evolución, era el principio del progreso.
a lo largo de la civilización de la segunda ola, tres conceptos fundamentales la guerra con la Naturaleza, la importancia de la evolución y el principio del progreso. Cada ser humano debe tratar con esos elementos, y cada civilización los describe de manera distinta. Cada civilización debe enseñar a sus hijos a enfrentarse al tiempo y al espacio.
Así, la civilización de la segunda ola, al madurar, creó una imagen completamente nueva de la realidad, basada en sus propias y peculiares presunciones sobre tiempo y espacio, materia y causa. Recogiendo así las experiencias del pasado alteró drásticamente el modo en que los seres humanos percibían el mundo que les rodeaba y la forma de comportarse en sus vidas cotidianas.
El concepto del tiempo
Las poblaciones agrícolas, que necesitaban saber cuándo plantar y cuándo recolectar, desarrollaron una notable precisión en la medición de largos lapsos de tiempo. Pero como no necesitaban una estrecha sincronización del trabajo humano, los pueblos campesinos rara vez elaboraron unidades precisas para medir lapsos cortos. Característicamente, dividieron el tiempo no en unidades fijas, con horas o minutos, sino en trozos indefinidos, imprecisos, que representaban la cantidad de tiempo necesario para realizar alguna tarea.
En la segunda ola muchas sociedades preindustriales, y algunas sociedades de la primera ola aún hoy, ven el tiempo como un círculo, no como una línea recta. La Sincronización, Uniformización, y Linealización. Afectaron a las presunciones básicas de la civilización y provocaron masivos cambios en la forma en que las gentes corrientes manipulaban el tiempo en sus vidas. Pero si el tiempo mismo se transformó, también el espacio tenía que ser remodelado para encajar en la nueva indusrealidad.
Remodelación del espacio
Empujados por el hambre, el frío o accidentes ecológicos la civilización de la primera ola engendró una raza de tacaños de espacio. Al ser reemplazado el nomadismo por la agricultura, las rutas migratorias dejaron paso a campos cultivados y asentamientos permanentes. En vez de vagabundear por una extensa comarca, el granjero y su familia se mantenían inmóviles, Salían a los campos al amanecer y regresaban al crepúsculo. El temporal industrial que se desató sobre Europa en el siglo XVIII volvió a crear una cultura, pero ahora a escala planetaria. Las personas eran transportadas a miles de kilómetros de distancia, y vastas poblaciones emigraban en busca de trabajo.
La producción, en lugar de dispersarse por los campos, se concentraba ahora en las ciudades. Enormes y prolíficas poblaciones se comprimían en unos cuantos núcleos apretados. Por ello, los arquitectos no tardaron en empezar a crear oficinas, Bancos, comisarías de Policía, fábricas, terminales ferroviarias, grandes almacenes, cárceles, cuartelillos de bomberos, asilos y teatros. La falta de precisión y de medidas uniformes constituía un cotidiano motivo de exasperación para los fabricantes y para la naciente clase de comerciantes.
La segunda ola de cambio trajo también consigo una multiplicación y delimitación de fronteras. Los mapas se hicieron más detallados y completos. Surgió una nueva imagen del espacio, En las sociedades preindustriales. Estas líneas férreas la denominación misma es reveladora se convirtieron en el eje en torno al cual tomaron forma nuevas ciudades construidas. Así, pues, nuestra concepción y experiencia del espacio siguió un proceso de linealización paralelo a la linealización del tiempo.
La materia de la realidad
Se considera que los seres humanos son parte de la Naturaleza, enteramente unidos a las vidas de sus antepasados y sus descendientes, Además, en muchas sociedades el individuo es parte de un organismo mayor, la familia, el clan, la tribu o la comunidad. Unos dos mil años antes del nacimiento del industrialismo, Demócrito expuso la entonces extraordinaria idea de que el Universo se componía de partículas, separadas, indestructibles, irreductibles, invisibles, indivisibles. Dio a esas partículas el nombre de átomos. Fue sólo así, pues, que al comienzo de la segunda ola, el atomismo filosófico avanzaba junto al atomismo físico. Se trataba de un ataque deliberado a la noción de unidad, un ataque al que no tardaron en sumarse oleada tras oleada de científicos, surgieron inmediatamente innumerables descubrimientos al ser aplicado a la medicina, en química y otros campos.
Toda nueva civilización toma ideas del pasado y las reconfigura de formas que le ayudan a comprenderse a sí misma en relación al mundo y así dieron nacimiento a una nueva concepción del individuo, la persona como átomo. La persona no era ya un mero apéndice pasivo de la tribu, la casta o el clan, sino un individuo libre y autónomo. Cada individuo tenía derecho a poseer propiedades, adquirir bienes, vagabundear o trabajar, prosperar o morirse de hambre según sus propios esfuerzos activos. Así pues la indusrealidad dio nacimiento a una concepción de un individuo que se asemejaba en gran manera a un átomo irreductible, indestructible, la partícula básica de la sociedad.
El porqué final
Una civilización no puede programar efectivamente las vidas, a no ser que posea alguna explicación respecto a por qué suceden las cosas, que parecía suficiente para explicarlo todo. La civilización de la segunda ola encontró su respuesta a los misterios de la causalidad en el espectacular descubrimiento de Newton de la ley de la gravitación universal. las causas eran las fuerzas aplicadas a los cuerpos para engendrar movimiento. El ejemplo clásico de la causa y efecto es el de las bolas de billar que chocan una con otra y se mueven en respuesta la una a la otra. la indusrealidad en un bloque herméticamente cerrado y sellado. Si el mundo se componía de partículas separadas bolas de billar en miniatura, entonces todas
las causas provenían de la interacción de esas bolas. Una partícula o átomo golpeaba a otra. ya que se podía ser considerado como el primer motor que utilizaba el taco para poner en movimiento las bolas de billar y luego, quizá, se retiraba del juego. Esta metáfora de la realidad penetró como una inyección de adrenalina intelectual en la naciente cultura indusreal. Con las leyes podíamos manipular la economía, organizar movimientos o máquinas políticas e incluso así lo afirmaban prever y moldear el comportamiento del individuo. Esta nueva causalidad, combinada con las nuevas imágenes del tiempo, el espacio y la materia, liberó a gran parte de la especie humana de la tiranía de los antiguos ídolos. Hizo posible triunfales logros en ciencia y tecnología, milagros de conceptualización y realizaciones prácticas. Desafió el autoritarismo y liberó a la mente de muchos milenios de prisión. Pero la indusrealidad creó también su propia y nueva prisión, una mentalidad industrial que despreciaba o ignoraba lo que no podía cuantificar, Finalmente, la indusrealidad, el aspecto cultural del industrialismo, conformó la sociedad que ayudó a construir. Ayudó a crear la sociedad de grandes organizaciones, grandes ciudades, centralizadas burocracias y el mercado que todo lo penetraba, ya fuese capitalista o socialista. Vivimos en la fase final e irrecuperable del industrialismo. Y, mientras la Era industrial pasa a la Historia, nace una Era nueva.
X
Coda: el borbotón
En pocas palabras con la inmensidad del tiempo la historia nos dice, Qué fue lo que causó la revolución industrial, Qué impulsó a la segunda ola. Toda esta aceleración produjo que nuestra civilización se abra paso a un Mundo que transmitió una vibración de energía a la cultura y la economía. El crecimiento de la población estimuló un movimiento hacia las ciudades. El agotamiento de los bosques producto del uso del carbón y a su vez, forzó a que los pozos de las minas fueran siendo cada vez más hondos, hasta que las viejas bombas accionadas por caballos no pudieron ya vaciarlos de agua. La máquina de vapor fue perfeccionada para resolver este problema, y ello condujo a un fantástico despliegue de nuevas oportunidades tecnológicas. Pues no hubo una causa única o dominante. La tecnología, por sí sola, no es la fuerza impulsora de la Historia. Ni lo son por sí mismos los valores o las ideas. Ni lo es la lucha de clases. Ni es la Historia simplemente un conjunto de cambios ecológicos, tendencias demográficas o inventos de comunicaciones. La economía sola no puede explicar éste ni ningún otro acontecimiento histórico. Con este espíritu, es evidente que todas las numerosas fuerzas que confluyeron para formar la civilización de la segunda ola. Cuanto mayor fue el divorcio entre productor y consumidor en el tiempo, en el espacio y en distancia social y psíquica, más llegó el mercado. La civilización de la segunda ola no se limitó a alterar la tecnología, la naturaleza y la cultura. Alteró también la personalidad, ayudando a producir un carácter social nuevo.
El hombre industrial era diferente de todos sus precursores. Era dueño de esclavos energéticos, que amplificaban enormemente su diminuto poder. Pasaba gran parte de su vida en un medio ambiente de estilo fabril, en contacto con máquinas y organizaciones que empequeñecían al individuo.
Aprendió, casi desde la infancia, que la supervivencia dependía, como nunca hasta entonces, del dinero, el comercio y la industrialización. Entonces el hombre industrial ocupaba un entorno que, en muchos aspectos, habría sido irreconocible para sus antepasados. Aun los signos sensoriales más elementales eran diferentes. La segunda ola cambió el paisaje sonoro, sustituyendo el canto del gallo por el silbato de la fábrica. Enfrentado con tantos cambios, tanto psicológicos como económicos, tanto políticos como sociales, el entendimiento se desconcierta ante la tarea de evaluarlos. Con arreglo a qué criterios juzgamos una civilización entera, Por el nivel de vida, Por su impacto sobre la biosfera, en los habitantes, científicos y la libertad del individuo.
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