No hayo el espacio que necesito acá para problematiza este tema tal como lo merece. Los hilos se enredan más y más. La actitud ociosa de quien con paciencia deshace esos entuertos no nos ayuda ha entender bien –es decir, todo lo rápido y exacto que reclama el caso– tan grave dilema. Entonces me ahorro los circunloquios en el análisis del asunto. Discutamos lo esencial: La relación cosificada entre Estado y sociedad hoy será la responsable de la alienación de la condición ciudadana en la sociedad cubana. La relación mercantil que se encuentra de fondo fue extendida a otros espacios y momentos de la sociedad no considerados por el régimen capitalista periférico anterior. La clase política en Cuba, sobre este soporte cosificado de la realidad, articuló todo el entramado de formas institucionales y prácticas sociales que autocalificaría después como socialistas. La tradición populista cubana –que cerraba su ciclo histórico en la década de 1960–, así como el diferendo con Estados Unidos –que motivó la militarización de la sociedad–, sobre estas bases mercantilizadas de la vida social, dieron al modelo de dominación política que se estableció en Cuba más tarde la condición de Estado burocrático policial que aún perdura entre cubanos. En tal sentido, aquel "sistema de vigilancia colectiva" que fue instituido (años 60s) en defensa de la soberanía nacional sería el mejor "argumento" político para descalificar después toda actividad autónoma del sujeto popular.
Los puntos fuertes de la sociedad cubana se hallaban en la vida cotidiana de la misma. (Un hecho que justifica esta tesis, entre otros tantos, sería la fuga al futuro de la clase media que catalizó el cambio político a partir de los años 50.) Las formas de resistencia cultural que a través del civismo patriótico popular (¡que tanto debía al magisterio de esos años!) para esa fecha se habían capilarizado hacia el interior del tejido social de la sociedad. Nadie negaría este "capital político" fue vertido en el proceso (revolucionario) nacional por las masas populares que lo hicieron algo propio e íntimo. Todo había cambiado para lo mismo. La razón del malestar popular actual se encontrará en la sociedad política que se estableció en la década de 1970. Sobre todo, justo desde aquel instante en que se vieron obligados los lideres del proceso (1968-1973) a hacer alta política en contra de la soberanía popular.
En este momento fue dictada la sentencia de muerte de la revolución de "los humildes y para los humildes" que en 1961 –parafraseando al granjero norteamericano Abraham Lincoln— Fidel Castro anuncia mientras la calificaba de socialista. Sin embargo, la traición a la revolución popular estaba en camino. La historia de esa infamia se iniciaría con la constitución de las ORI y acabaría con la re-fundación del PCC –es decir, entre 1961 y1965–, cuando el inicial guerrillerismo (criticado por Che Guevara a tiempo) se hizo vanguardismo en la sociedad cubana. Emplearon el peor barro en la hechura del "hombre nuevo" que resultó de tal infamia. La sociedad espartana que se instituyó fue reemplazada por la sociedad productivista de las décadas de 1970/1980.
Sobre la vida cotidiana en el siglo XX cubano
Planteada en el mediodía del siglo XX, aquella epicidad revolucionaria popular no lograría una articulación eficaz de las interfaces que después facilitaran la conversión del malestar social en conciencia crítica –y de esta última, en proyecto de cambio radical de la sociedad–. La sociedad espartana originaria, entonces, hallaba así su confirmación en la retórica político-sexista de sus líderes políticos. Mientras tanto, este viejo discurso "épico" mantenía el sentido carismático de cierta gestualidad populista de base en el imaginario social y colectivo de la sociedad (emergente) cubana. En este contexto se forjó el paradigma de movilización socio-política que atraviesa tenazmente toda la historia de la Revolución cubana en medio siglo. Ahora bien, el bajo perfil ideológico que aún sostiene aquel paradigma ha facilitado por décadas la ligera adecuación del mismo frente a cambios de coyuntura radicales que se han sucedido en el tiempo, aparentemente, sin que esto alterara una identidad social que se justificaba al apelar a formas ritualizadas de la vida cotidiana de los cubanos. Después de todo, la tradición popular había legitimado la actitud picaresca ("inteligente") frente a la altísima contingencia que generaba el modelo neocolonial que Estados Unidos –junto a los aliados burgueses (nativos) del Imperio– había impuesto en Cuba en la primera mitad del siglo XX. Pero otras soluciones eran posibles. La adopción de la autogestión como alternativa –que como magma volcánico subyacía en el repertorio simbólico popular y la tradición cultural nacional– entonces fue desechada por los políticos cubanos.
Pongamos en perspectiva la cuestión. Establezcamos cierta periodización. La relación entre Estado y sociedad –que resulta "condición objetiva" en tanto cotidianidad de la realidad concreta– tendría tres momentos en el siglo XX. (Estos son: caudillista, populista y socialista.) Los modos de expresión de la vida cotidiana han ido modificándose según la ejecutoria de tres matrices socioculturales singulares que hallaron su confirmación en los procesos de urbanización, proletarización y burocratización de la sociedad histórica cubana. En cambio, la identidad de la vida cotidiana se hallaría en el intermezzo que es constituido entre estas dimensiones simbólicas, estructurales y políticas del proceso histórico de la sociedad existente. Exactamente, hemos de entender la vida cotidiana como "puesta en escena" del modelo de sociedad. (Seguimos a Adolfo Colombres aquí: mito, rito, fetiche.) Entenderla como ritualización de la misma, definitivamente, significa pasar la función enajenante de la realpolitik como condición humana posible de la sociedad. Un estudio histórico-social de la tradición libertaria cubana nos revelaría a la condición de agencia del cotidiano como un aspecto decisivo de la misma. Las prácticas antropofágico-culturales en la sociedad –societal, comunitaria y política– pasarían a constituir la "racionalidad" del proceso histórico en cuestión. En tal sentido, dicho estudio debe integrar en su agenda a los estilos de vida cotidiana de las clases sociales en el siglo XX cubano.
Este punto del ensayo sólo propone ahora el modelo teórico-conceptual que podría facilitar luego la realización de aquel estudio histórico-social que sugería antes. Pero, ante todo, significa un cambio epistémico radical que nos rescataría de aquella visión floclorizante de la vida cotidiana que obstruye su comprensión como agencia liberadora de la sociedad (despolitizada) hoy existente en Cuba. Entre el montón de asuntos por considerar en el estudio en cuestión, por ejemplo, estarían los patones sociales de la prosperidad de la sociedad neocolonial cubana en el sistema-mundo de la posguerra, así como aquellas exigencias sociales que se presentaron ante la Revolución cubana en 1959. [Patrones que habían sido modelados por un movimiento de capitales hacia las ciudades entre las décadas de 1940/1950. Un asunto que resulta imposible de considerar en este ensayo.
No obstante, la omisión se suplirá con un análisis de los imaginarios sociales de la época que participan del cambio político que ocurre en 1959.] En tal sentido, hemos de recordar que el movimiento que inaugura el hecho revolucionario tenía carácter de reivindicación social de multitudes, que, entre otras causas, –como actitud reactiva– (quizá) hallará su única justificación efectiva frente al impacto regresivo que provocaba la "sociedad del consumo" emergente en Cuba durante la década de 1950. Nunca antes habían alcanzado las formas cosificadas de la vida cotidiana los extremos que afectarían desde entonces a la sociedad cubana. En verdad, halló este proceso histórico-social una solución de continuidad con las políticas públicas que fueron realizadas por el Estado cubano a partir de 1959.
Reflexiones sobre la cotidianidad de la revolución (1959/2001)
Desde el régimen del becario hasta las exigencias al miliciano, desde el uso del uniforme escolar hasta el saludo entre compañeros, desde el desfile marcial en la Plaza hasta la asamblea en el centro laboral, desde los cuadros en las paredes de la sala del hogar hasta los carteles que colgaban en lugares públicos de la ciudad, etcétera, la imagen de plaza sitiada se impuso en Cuba a saltos. Como sucede en toda reacción defensiva ante la fuerza superior del agresor, poco a poco el país devino en un gran cuartel que exigía de soldados con una actitud viril sin grietas ni fallas. Este será el modelo de sociedad que se socializa en la década de 1960. El ciclo histórico del modelo se agotará y abrirá paso a la sociedad productivista de las décadas de 1970-1980. La lógica política de masificación del sujeto popular hacía la continuidad entre ambos modelos, mientras las formas cosificadas de vida cotidiana se iban extendiendo hasta acabar agotando la lógica cuantitativa el campo social de la sociedad cubana. El modelo productivista de sociedad y la apelación economicista al consumo –que emerge en Cuba entre las décadas de 1970/1980– hacen de hilo conductor en la historia de una sociedad mercantil (por exceso o por defecto) que le discute al socialismo su razón de ser libertaria y altruista. Cuando discute el compañero Fidel Castro el hábito bodegueo al administrar la sociedad, –como una concepción antitética del socialismo– no hace más que justificar la tesis que traemos acá de la mano.
El modelo de sociedad hedonista que prefigura la vida cotidiana de la década de 1990, entonces, nos muestra los límites de un socialismo igualitarista que no supera la lógica masificada de hacer sociedad que entrecasa los modelos espartano, productivista y hedonista que hemos antes esbozado en este estudio. Ahora bien, el dilema del sino hedonista se presenta en el segundo lustro de la década de 1990, como una reacción ante la depresión (al colmo) de un consumo social cuya austeridad había sido sostenida por treinta años en Cuba.
El estatuto de pacotilla que adquiere la mercancía durante las décadas de 1970/1980, en particular, resulta de la relación cosificada que identifica a un socialismo igualitarista que no supera al capitalismo periférico anterior, en tanto aquél se convierte en la caricatura de la sociedad de consumo que impuso este último en Cuba en los años 50s. (Esto daba cierta continuidad al sentido patrimonialista de las políticas de Estado que, mediante el discurso oficioso (clasista, homofóbico y racista) que se extendió por la sociedad, hacían del cotidiano un reservorio de prejuicios sociales que reproducían los viejos males de la sociedad anterior. Lo que ahora complica esta situación será la convergencia entre la emergencia de una sociedad hedonista con la rearticulación del status quo en la segunda mitad de la década de 1990. (¡Maridaje regresivo!) Este sería el desafío mayor que deben enfrentar las reformas que se realizan en Cuba hoy mismo.
La prueba mejor se hallaría si se considera la dialéctica de los proyectos de vida individual y colectiva dentro de una sociedad en transición que –tal como ha resultado ser la sociedad cubana de las décadas de 1990/2000– progresa en cuatro momentos sucesivos que justifican cierto movimiento –en paralelo– de las historias de la sociedad política y la vida cotidiana del período histórico en cuestión. Las etapas de repliegue (1989/1994), estabilización (1995/2000), contraofensiva (2001/2006) y reciclaje (2007/¿2012?) de la sociedad política en Cuba, será seguido por una secuencia similar dentro del proceso histórico-social que constituirán los estilos personalizados de relación sociedad-individuo que ahora son abordados en este ensayo. Difícilmente podría hallarse puntos de contacto entre una sociedad política tan ocupada en mantener la gobernabilidad del régimen estatista que le sostenía y aquel drama histórico y humano que significaba afrontar la situación límite que representó el realizar un proyecto de vida personal que, además, había sido echado a su suerte sin disponer de los asideros suficientes que le facultaran para sortear aquel temporal que se identificó entre cubanos –con buen sentido del humor– como "período especial". Intentar hacer la vida personal que se desea realizar, –así como hallar la fórmula mágica que haga irreversible las metas ético-sociales de la revolución popular que se iniciara en 1959, entonces, ha sido un dilema cotidiano para todos los cubanos.
La cuestión es cómo hacer coincidir ambos procesos en un acto liberador. Esto exigiría la formación de una sociedad abierta y libertaria en donde sea posible la realización de proyectos de vida individual y colectiva más altruistas, pertinentes y solidarios que, asimismo, alcance a superar la situación de marasmo que estaría afectando a la vida cotidiana en la actualidad. Pensamos que la única manera posible de alcanzar esa fórmula salvadora se hallaría en una estrategia político-cultural (civilizatoria) que fomente y consolide las autonomías propias de sujetos sociales socializados en aquellos valores ético-morales que hemos antes subrayado en este párrafo. Lograr esto no parece tan sencillo como se plantea. ¿Será posible hoy superar la relación cosificada entre Estado y sociedad que perdura en arquetipos mentales, infraestructuras y prácticas cotidianas que justifican al régimen estatista cubano? ¿Podrían facilitar los métodos burocráticos policiales actuales la transición hacía la sociedad abierta y libertaria que soñamos? ¿Acaso la calidad moral y humana de los actores sociales involucrados en la misión histórica de crear tal sociedad sería suficiente como para construir ésta y además, entrar en la misma como sujetos responsables con los destinos de las multitudes y de sí mismos? Seamos optimistas: Jamás. Las formas de mediación estatista que significan las políticas públicas del Estado burocrático policial han tenido un impacto regresivo en la vida cotidiana de la sociedad real existente en Cuba.
En otros trabajos hemos sido partidarios de transferir el poder constituyente –que se hallará hoy secuestrado por el Estado cubano– hacia la sociedad liberada de esa tutela regresiva, dándole mayor autonomía (integral) a la misma. Pero hay comienza la cosa. Los medios estatistas que han intentado replicar las formas de autorregulación ético-social de la sociedad, en principio, han acabado por obstruir el funcionamiento normal de estas últimas. Después del colapso del normativismo del Estado obrerista –una absurda filosofía legalista que alcanzaría su hegemonía plena en las décadas de 1971/1989–, ha sido puesta en solfa la propia institucionalidad de la actual sociedad política en Cuba. [Esta sería la razón política de fondo que asiste al compañero Raúl Castro para iniciar la reforma de Estado que se plantea.] Pero la razón de Estado omite la cara opuesta de este dilema: Existe un déficit en formas de autorregulación social de la sociedad, que, ahora, exigen ser actualizadas todas para asegurar así la sostenibilidad del proyecto de país que los cubanos lleguen a adoptar en el futuro. En tal sentido, la tarea consiste en integrar estos aspectos de la vida cotidiana en la agenda nacional de debates por realizar. (Y esto justifica mi ensayo.) La cuestión de construir una cultura que sea alternativa al modelo de sociedad colonial, patriarcal y racista –que impuso el capitalismo histórico al mundo– queda así (aquí y ahora) planteada ante los cubanos. Cambiar de lugar no resolvería este grave dilema. Construir nuevos espacios nos parece la mejor solución.
Las formas performáticas del cotidiano
Los modos cotidianos de actualizar el modelo de sociedad que han construido los actores sociales (actores que no siempre son consientes en sus actos, ni menos son enunciados estos de manera explícita), en un continuo que no parece nunca acabar, resultan ser actos soberanos que no son recogidos por las actuales constituciones legales como derechos efectivos a disfrutar por aquellos sujetos. Lo que no registran tales cuerpos legislativos no existirá en la "realidad". Sobre estos asuntos trataré a continuación en este punto del ensayo. En tal sentido me concentro en claves del proceso. Lo que importa acá será la revelación de estas verdades ocultas por la retórica oficialista de los estados políticos.
Creatividad popular y vida cotidiana.
En materia de política no debe despreciarse en los sujetos su creatividad frente a los cambios. Porque hemos de entender la creatividad popular –sobre todo, ante aquellas situaciones límites que deben enfrentar los sujetos sociales en el cotidiano– como un capital político que estaría a disposición de la sociedad en su totalidad. (En otros textos hemos reflexionado acerca de la capacidad antropofágico-cultural de la sociedad cubana, que ha debido mostrado ante situaciones límites en ciertos momentos críticos de la historial nacional.) En este ensayo nos ocuparemos de los últimas cinco décadas. En tal sentido, sería mejor discutir algunos eventos históricos que nos ayuden a entender el sentido político de la creatividad popular en la vida cotidiana.
Empezaremos por advertir, en tal sentido, la presencia de un entramado de prácticas económicas no-estatales (muchas en outsider) que, para solventar las delicadas contingencias existenciales que han ocurrido en dicho período histórico, ha estado ejerciendo la población en Cuba –de forma espontánea y cómplice–. (Prácticas que, además, tributan a un paradigma autogestionario de vida cotidiana.) Siguiendo la línea del dinero que llega de remesa, por ejemplo, –y antes de acabar en las arcas del Estado– todo un derroche de ingeniosidad popular se hallaría en el camino. La política debería reconducir esas energías a terrenos más fértiles, mientras aprende de aquellas dónde se encuentran sus propias carencias y excesos. Las sinergias que induciría tal política no debe conducir a la autolegitimación del régimen político existente, como así lo demuestra la función apologética que cumple el periodismo cubano en la actualidad.
"Cocina al Minuto".
Durante más de cuatro década se ha mantenido en pantalla el popular programa de la televisión cubana: "Cocina al Minuto". Lo que ha sucedido en aquel pequeño set –semanalmente– significa un botón de muestra de lo ocurrido en Cuba en medio siglo. Fueran estos tiempos buenos o malos. [Subrayo un hecho: Conducido por Nitza Villapol, tenía dicho programa a una figura femenina (mulata) como ayudante de cocina. ¡Excelente mensaje antirracista!] El arte de cocinar se basaba en el encanto de hacer magia con aquellos alimentos escasos con que contaba en ese instante el pueblo llano del país. Pero, sobre todo, las recetas de Nitza lograban un balance nutritivo que sugería al público. (Siendo un acto antitético ante los patrones consumistas que identifican a aquella época.) Poco le importó a Nitza si enfrentábamos una crisis económica –como en 1970–, o si soplaban aires de bonanzas –como en 1984–.
Siguiendo aquel programa de Nitza podríamos hallar varias alternativas a los múltiples dilemas que enfrentamos hoy en Cuba – sanitarios, sociales, ecológicos, culturales, etcétera–. Los estudios sociales, económicos y culturales que realizamos en Cuba hoy podrían encontrar en dicho programa de televisión –fuente documental directa– un rico testimonio histórico-social (de valor extraordinario) sobre las últimas cinco décadas. Sobre todo, esta fuente nos ofrece la oportunidad de abordar al menos tres momentos del trabajo doméstico dentro del proceso histórico de la Revolución cubana. Un dato de increíble valor en la actualidad dado el interés por deconstruir el discurso cosificante que subalterniza a amplios sectores de la sociedad.
Soberanía del habla popular.
Entender la evolución de la facultad elocutiva de los cubanos no debe entenderse como un ejercicio académico –que estaría a cargo de especialistas en materia lingüística o filológica– sino, ante todo, resultará una demanda política de la sociedad. Pensemos en nuestros espacios de diálogo, por ejemplo. (Sobre todo ahora que estamos convocados a un debate nacional.) Quien estudie los espacios de diálogo y sus dinámica en las últimas cuatro décadas del siglo XX cubano, entonces, podría advertir cómo se ensanchan éstos en las décadas de 1960 y 1990; mientras, en cambio, se produce una contracción de aquellos en las décadas de 1970/1980. Incluso, hemos de advertir cómo este diálogo –que crece y se cualifica con los años– empieza dándose sobre la oralidad-pueblo en la década de 1960, pasa a le escritura-poder en las décadas de 1970/1980, para acabar ambos aspectos del lenguaje fusionándose en las prácticas escritorales que emergen en la década de 1990. En un estudio que realizamos sobre el tema –que logró una mención en el Premio Andrés Bello 2006–, entramos en detalles al respecto. Estimamos allí a las prácticas escritorales como estrategias performáticas cotidianas en el proceso de significación de la realidad, regresivas que se reproduce sobre la matriz colonialista de varios imperios. Entre las tantas estrategias que en tal estudio sociolingüístico describo se hallaría aquel discurso antirracista producido por sectores intelectuales críticos de la sociedad cubana (Como el trabajo de Walterio Carbonell, por ejemplo.) La defensa de la soberanía del habla popular en la actualidad implica trascender la retórica liberal en materia de libertades sociales –expresión, manifestación, etcétera–. Significa, en fin, medir al modelo socialista en su propia escala.
Estrategias performáticas cotidianas
La simple reducción de las múltiples funciones del lenguaje al ejercicio de enunciar la realidad, –y este último al locus del poder (léase, la tribuna oficial)–, en principio, resulta un acto imbécil de consecuencias sociales, culturales y políticas inefables y negativas todas. El derecho ha hacer sociedad no puede ser confiscado por ningún poder en particular, esto es, sin antes estropear las maneras e identidades propias con las que fluyen las comunidades sociales hacia el futuro y se ejercen ellas mismas. Las nuevas realidades que se constituyen como resultados de procesos tales, ante todo, deben ser nombradas por sus hacedores. Existe entre letrados un prurito literatucente de verlo redactado todo. (Incluso el cine literaturizado vale más.) Según esta manía, lo que no aparezca en letra impresa no debe ser reconocido como un hecho merecedor de cierto espacio en la Cultura. En materia de cultura artística y literaria, por ejemplo, lo que cuenta en el diálogo intercultural serán el relato y el canto –como las prácticas estéticas más pertinentes al diálogo en cuestión–; sin embargo, las élites letradas se empeñan en prefijar géneros artísticos y adoptar prácticas culturales como actos definitivos que coagulan la creatividad de los pueblos en gestos patéticos y/o risibles. [Esto explica las actitudes de estupor ante el reggaetón en la Ciudad Letrada en Cuba.] Lo más riesgoso acá resultará de la postración de la sociedad en simulacros estériles y alienados, que impiden una reproducción social (saludable) de la misma. Esto obliga a realizar estrategias de resistencias que estarían a cargo de los sujetos políticos populares que deben realizar las mismas, contra las formas despóticas del poder político en la sociedad.
Enfrentar con eficacia estas formas despóticas no resultan paseos de domingo. Porque las luchas simbólicas en la sociedad vienen luego a complicarlo todo en la política. Pensamos que la adoptar un enfoque antropológico-cultural nos capacitaría para encontrar/reconocer/entender las tantas modalidades y lógicas de realización que adoptarán tales batallas sociales. Definitivamente, la vida cotidiana en Cuba responde más a las dinámicas ideológico-culturales que a las exigencias de la institucionalidad jurídico-política que subyacen como presupuestos de la sociedad real existente. Las leyes no escritas se mueven en los intersticios del orden oficial sin revelarse a ojos vistos. (Están dadas, son oficiciosas, se cumple. Pero no son legisladas por el Poder.) Debemos superar lo aparente para descubrir lo decisivo. Esta sería la misión que me planteo ahora en este ensayo.
Las prácticas sociales ritualizadas como estrategia de dominación política
Las sociedades periféricas no participan de la racionalidad instrumental de las sociedades subdesarrollantes ubicadas en la médula del sistema-mundo (capitalista). Cuando triunfa la revolución en Cuba (1959), entonces, un sujeto popular pasa a primer plano en la escena nacional. La eclosión del sujeto popular alcanza a inundar los espacios constituidos –e incluso los re-crea–: pero no los subvierte en su totalidad. La nueva sensibilidad popular que emerge se yuxtapone a la racionalidad instrumental que se expresaba en la ideología desarrollista de que era portadora la clase política cubana. Entre dos aguas, la clase política articula un modelo democrático-popular (Consejo de Ministro/organizaciones sociales paraestatales); incluso, dotado con más espacios de participación directa que el modelo anterior.
Este modelo, grosso modo, aseguraba la legitimidad del régimen sobre esquemas movilizativos masificados que resultaron en una socialización formal de las multitudes en los valores que predicaba la misma. Los grandes mitos políticos que había fomentado el populismo criollo en las décadas de 1930/1940 –mitología política que tributaban a aquellos tres movimientos de fondo que subrayábamos en este ensayo: urbanización, proletarización y burocratización de la sociedad neocolonial cubana– ahora son actualizados por el verdadero protagonista de la historia nacional: Las clases populares en Cuba. Asimismo, la condición colonial que se expresaba en la postración popular ante la dominación imperialista sobre la sociedad cubana fue reproducida por un modelo de dominación política nominalmente del tipo socialista.
Las prácticas de dominación adoptadas, entonces, seguirán una estrategia algo alevosa. Esto es, los mitos políticos son ritualizados según una estrategia cuartelaria de dominación política de la sociedad. Esto ocurre en la década de 1970 mientras se produce la integración de Cuba al CAME y la élite política apuesta a la articulación de una sociedad cerrada. (La "urna de cristal", diría Fidel Castro.) La táctica se sostenía en un silogismo tan elemental como absurdo: Los créditos otorgados (rublos/CAME amistosos, más petrodólares baratos) sería suficiente para industrializar el país en apenas una década. (¡Aquel viejo sueño desarrollista ahora a punto de cumplir!)
Para ello era necesario tener una abundante y disciplinada fuerza de trabajo. [Estudiar desde esta perspectiva lo que sucedió en XIII Congreso de la CTC nos ayudaría a deconstruir esta estrategia de "desarrollo". Pero, ante todo, no asistiría en la batalla de deslegitimar la deuda externa cubana. Entonces, una deuda adquirida de forma ilegítima por cuanto el pueblo no decidió la misma.] La vida cotidiana fue vaciada de sentido político –mejor dicho: ritualizada– para lograr el consentimiento de las masas populares ante estrategia de desarrollo aplicada con métodos autoritarios por la élite política. El modelo de sociedad que acomodaba a tales propósitos sería el modelo productivista de sociedad, que, además, hacía la traducción del guerrillerismo en "heroísmo cotidiano". (Lo cual significó una burla al pensamiento del Che Guevara, que defendía la superación del estilo guerrillero por el "heroísmo cotidiano" de las masas populares que emergían como sujeto protagónico de la revolución socialista en Cuba.)
Pero es mayor el daño. Durante cinco décadas se ha otorgado constantemente la clase política votos de confianza que no otorgados por el pueblo. (Fabrican seudo-plebiscitos en cambio.) Provocando así la creación de sinergias regresivas en el movimiento de la carga simbólica de los mitos políticos en Cuba. Los tres grandes mitos políticos que fueron articulados desde la "racionalidad" popular –única agencia política de legitimidad efectiva del régimen cubano–: Fidel, Revolución y Patria, por sí mismos, fueron siempre manipulados para mantener los niveles de movilización social que la racionalidad tecnocrática del Estado obrerista no lograba por sí misma. (La crítica áspera del compañero Fidel Castro en medio de la Rectificación iniciada en 1985 así lo confirma.) El cuento popular que relata el encuentro entre Fidel y Pepito, –que, luego de escuchar una larga explicación de Fidel sobre las vicisitudes que enfrentaba la Revolución entonces, hace exclamar a Pepito: "Oye, aquí el del Cuento quién es ¿tú o yo?"– recorre la Isla como pólvora en la década de 1970.
Esta voz popular hace sospechar sobre lo que ocurría de fondo en la sociedad política. Implica la adopción de estrategias performáticas cotidianas que superan las actitudes de resistencia cultural tradicionales, realizadas éstas de manera ininterrumpidamente por el sujeto político popular, ante los poderes despóticos coloniales que había enfrentado hasta entonces. Es decir, no se trataba ahora de contestar las contingencias que ciertas estrategias hegemónico-coloniales intentaba "naturalizar" ante la conciencia nacional, no, sino, la guerra contra la traición política a la revolución popular con el empleo de las armas ideológico-culturales (la trompetilla) de probada eficacia en el pasado.
La actitud de postración del pueblo ante atropellos tales –que será justificada desde la mezquina mentalidad de algunos políticos cubanos como resultante de la relación cosificada establecida entre Estado y sociedad– halla una solución de continuidad en la década de 1990. Convertir la vida cotidiana en un espacio de creatividad popular donde sean construidas nuevas realidades que faciliten la realización humana de los cubanos, sin duda, esta siendo bloqueada por un Estado burocrático policial que insiste en mantener ese estado hipertrófico y alienante que, finalmente, pugna contra un socialismo libertario que se fundamenta en el diálogo, la autogestión y el consenso como proyecto de nueva sociedad. Pues bien, el destino de aquella estrategia de ritualización del cotidiano, en la década de 1990, deviene en proceso folclorización de la vida doméstica de la sociedad. Proceso que alcanza la complicidad de la población cubana, además. ¿Cómo pudo suceder tal infamia en Cuba? Las críticas a la mediación estatista de las relaciones sociales entre cubanos hacia regresar a lugares conocidos de probada eficacia. (Desde luego, lugares forjados por la vieja sociedad que habían sido superados en tres décadas.) Cinismo aparte, la clase política intenta capitalizar esas experiencias ahora para "demostrar" que el Socialismo sería la mejor opción. (¿Qué socialismo será?) Los políticos además especulan con los miedos populares al ofertarse como salvadores del bienestar perdido de la sociedad cubana. En verdad, siendo poco originales al presentar una "nueva estrategia económica de desarrollo", para aquel país que antes destruyeron con esa concepción productivista en que todavía insisten en aplicar. Nuevamente apelan a mecanismos obsoletos de manipulación para alcanzar el consentimiento de la sociedad.
El dilema de Cuba, en tal sentido, nos lo planteamos así: ¿Proceso de facturación del consenso o apelación al consentimiento de la sociedad? Pero esta es una interrogante que lleva a otra: ¿Facturar hoy nuevos consensos alejados de la vida cotidiana de los cubanos? [En el siguiente acápite comentaré un artículo exquisito del poeta Víctor Fowler: "Notas" (noviembre, 2009), que el autor nos ofreció como "respuesta" a un proyecto de libro que le enviamos antes. (Reflexiones que articuló a propósito de aquellos textos iniciales. Las cuales implican la apertura de un diálogo que pretende darnos una sociedad a la estatura de nuestros sueños más sentidos y comunes.)] Entonces nos ocuparemos del consenso. Esto es, la forma de facturar los pactos sociales que sostendrían la vida colectiva futura de los cubanos. En tal sentido, el poeta nos exige "un diálogo sin odios". No lo he consultado con él, pero. Imagino que adelantar "un diálogo sin odios" significa la adscripción a aquella máxima martiana de "con todos y para el bien de todos" ¿O sí? Si estoy en lo correcto debo advertir que estamos ante el desafío de desdibujar las falsas fronteras que nos dividen en cubanos "de adentro y de afuera". La objeción que hacemos a la cosificación de la vida cotidiana nos resulta congruente con los fines altruistas que alientan la búsqueda de la concordia nacional. Entiendo que quienes son partidarios de mercantilizar a la sociedad, –sin tapujos diré–: piensan a su favor sacarle el "mejor partido" a este diálogo entre cubanos. Esto, lo digo: no me parece honesto de su parte.
El dilema de Cuba: ¿espartanos o hedonistas?
En cambio, este sí parece ser un dilema grave en Cuba que, dado a nivel de sensibilidad social del pueblo llano (en tanto ethos ético-social, quise decir), está creando puntos de conflicto entre generaciones que tienen experiencias no afines en esta historia de medio siglo. En otros artículos he sugerido un diálogo fundado en aquellas experiencias comunes entre cubanos: período especial, diferendo Cuba/Estados Unidos, ninguneo estatista, Estado burocrático policial, etcétera. Incluso, hablo del estudio del período pre-1989 como "arqueología" del saber que no aportaría más de aquello que hallaríamos ya contenido en estas últimas dos décadas. Pero esto no significa que adoptamos una actitud nihilista ante estas diferencias que nos definen en el debate. Evitando que devenga en confrontación tal diálogo, ahora hablaré de la cultura funeraria del cubano. Le haría saber a nuestros mayores cómo la Revolución cubana se mantuvo en la tradición del martirologio que cultivó el capitalismo periférico antes que triunfara la rebelión popular en 1959, y de cómo Carlos Marx nos aconsejaba que dejáramos a nuestros muertos descansar. (Recuerden que "les extrêmes se touchent".) Los haré cómplices a todos. Les diré: El País de la Sonrisa –o la Isla de la Libertad de los 60s– que soñábamos crear. ¿Qué ha sido de él? Hay tantas cosas lindas por hacer que difícilmente se resista alguien a asistir a la fiesta de la libertad.
Confieso que si me viera obligado a colocar un rótulo a este párrafo sería este: "Comentarios a las Notas de Víctor Fowler. Lo épico, lo trágico, lo cómico. Lo patético en la Revolución cubana". Porque detrás de tantas esperanzas frustradas se hallarán a millones de soñadores que ha sido vapuleados por décadas. (Y acá no incluyo a los egoístas que menciono en las últimas dos oraciones del último párrafo del capítulo anterior.) Los cuadros de difuntos de color sepia que colgaban de las paredes de las salas de los hogares en Cuba han salido a la calle para hacer del país un gran campo santo. Le haría esta pregunta al hombre del orden: ¿Acaso no os habéis dado cuenta de ello? Antes se hacía reposar a los difuntos en cementerios que estaban a la entrada o la salida de los pueblos. Colgados en las paredes de casa significaban el honor familiar dado en herencia a todos. Pero hoy hemos convertido lo fúnebre en hábito. ¡Qué país más triste, carajo! Después se podría girar sobre los talones para dialogar con "la gente de la pista". (La Pista –en Cuba– ha sido orgiástica. na` má.) [Curioso este epíteto con que califica el pueblo a la sociedad: La Pista –como una gran escena en donde actuarán ciertos "papeles" para logar cosas–. ¿Significa que tales "actores" han adoptado un distanciamiento crítico ante la realidad?] Por caso, antes las mujeres del viejo oficio eran miradas con desdeño por las personas decentes en la sociedad. En la década de 1990, en cambio, eran calificadas como "luchadoras" por una existencia humana –si no digna, al menos– cómoda. Encontrar algún reposo –hallar cierta comodidad– en la década de 1990 se convirtió en la alucinación del sediento en el desierto. ¡Fuera las ideologías del caso! El dilema es cómo recuperar las "piezas" perdidas de aquella maquinaria social que aseguraban su marcha cotidiana hacia la felicidad. Soy optimista acá. Las artes teatrales en Cuba están por darnos la sorpresa con una propuesta artística que nos daría alternativas frente al sino hedonista forjado a finales de la década de 1990.
Quizá al lector le parezca algo sórdido que hagamos sobre las artes funerarias que ejerce el funcionario-sepulturero algún análisis sustancial –que le puede resultar de mal gusto–; pero, aún peor sería reconocer que: La ética política que haya en el martirologio la razón que la sostiene en el poder, sin duda resulta ser la causa que justifica este triste cementerio-sociedad que habitamos los cubanos en la actualidad. (En tal sentido hago silencio y pido la complicidad del lector para completar las faltas del texto.) Pensemos en positivo. La vida cotidiana en Cuba ha resultado ser el campo ideológico-cultural donde los mitos políticos han sido actualizados y ritualizados de manera ingeniosa para constituir un nuevo ethos ético-social. (Esto es, una nueva sensibilidad de época que descalificaría al Estado burocrático policial que padecemos los cubanos hoy.) Pero hay más. Sucede que los flujos simbólicos en la sociedad han sido obstruidos con la aplicación de métodos burocrático-policiales que tributan a una tradición autoritaria de larga duración en Cuba. La historia de las agresiones contra los fetiches religiosos del culto o la adoración popular –sagrarios, resguardos, rituales, etcétera–, por ejemplo, resulta ser la historia de la adscripción cubana al socialismo de Estado entre 1971/1989. En otros textos he abordado el asunto de la constitución de un nuevo estado ético-social en la sociedad de 1989 a la fecha. Pienso que ahora lo que valdría la pena discutir sería la vieja manera de hacer política que hemos de re-crear para seguir adelante con una acción libertaria eficaz siempre con la frente en alto. Como diría Darcy Ribeiro: "Cuba debe asumirse tal como es" –sin miedo, quiso decir.
Socialismo libertario: proceso de individuación altruista
Considero hoy que la situación es revolucionaria dada por variables que son decisivas: 1) Las cuotas de autonomía que ganó la comunidad en la década crítica de 1990, 2) El proceso de articulación de una nueva sensibilidad de época en las últimas dos décadas. Para lograr traducir este potencial revolucionario en acción libertaria concreta: ¿qué se podría hacer? Seguir la estrategia de constituir una guerrilla semiótica que se empeñe en deconstruir la razón de Estado pudiera restar legitimidad al orden existente para adelantar otro mejor. Considero que la antigua estrategia política (iluminista) de concientización parece hoy mantener cierto efecto movilizativo de masas –no agotado aún–. Tampoco vendré a descalifica estas acciones. Lo que sucede es que asociado a esta última estrategia subversiva se hallaría un modelo de movilización política de corte autoritario, que acabaría legitimando una "vanguardia" de gente sabelotodo, hacelotodo y comelotodo –habría dicho Roque Dalton–, que, además, tienen a mano un repertorio con todas las respuestas posibles ante los dilemas inimaginables que podrían acaecer en un futuro establecido por decreto. En un mundo así la capacidad de estupor se pierde y esa, confieso, sería mi objeción más seria. Estamos ante una sociedad jurásica y tediosa –dicen los jóvenes en Cuba–. Pero ¿cómo hacer de aquélla algo otra mejor? [Alguien ha sugerido en Cuba replicar la experiencia (jesuita) de las reservas indígenas del Paraguay: nada, socialismo cuartelario. con swing.] Los criterios que hoy adoptamos para el acto considerar los cambios políticos que necesitamos se basan en paradigmas que son obsoletos. Gente en la calle, carteles en las manos, palos y piedras. Barricadas y banderas. Podríamos trazar una línea histórica que tejería a la Comuna de París con el guevarismo en Cuba –pasando por el bolchevismo leninista– en la tradición política occidental. Estimo la táctica guerrillera será semiótica porque la problemática que nos plantea la civilización capitalista actual no es política sino cultural.
Hemos tocado fondo. La creación de una cultura radicalmente opuesta a la del capitalismo es una exigencia que defienden las fuerzas de izquierda radical en América Latina en la actualidad. (Incluyo en esta categoría a las agencias políticas que lograron traducir el malestar histórico y existencial de mujeres, indígenas, negros, indigentes, etcétera en una militancia que contesta las prácticas de exclusión que dominan la realidad cotidiana de los pueblos.) Pero. ¿Cuál sería la otra sociedad que pondríamos en lugar de aquélla? Castoriadis advierte del proceso de individuación que sigue Occidente. En este contexto la cuota de autonomía de que disfrutan los actores sociales se ensancha y ahonda con el tiempo. Pensemos en los 870 millones de dólares que recibimos los cubanos en calidad de remesas. Antes que este dinero llegue al Estado, decía, recorre un larguísimo camino. En 2008 ofrecí una entrevista a Michel Suárez (Cubaencuentro.com), donde el editor censuraba una expresión mía decisiva: "Lo que ahora importa no sería averiguar cómo el populismo se metió inadvertido en el socialismo que conocimos por debajo de las sábanas, sino, cómo impedir que aquel igualitarismo cruce la frontera; además, sin requerir de las formas de individuación que la filosofía del egoísmo nos impone. Después se podría discutir el proceso de reconversión del aparato de producción que esto exigiría, las formas más pertinentes de sociedad política, los modos de entretejer la vida cotidiana con las acciones de cambios en la misma, etcétera". (Letras en itálicas: texto que fue censurado por el editor.) Moraleja: Este acto de censura marcó una amplia diferencia entre la posición del autor y la del editor frente a los destinos de los cubanos.
La relación cosificada entre Estado y sociedad, además de mercantilizar el cotidiano, facilita la adopción de fórmulas de distribución de la riqueza que negarían aquellas cuotas de autonomía antes ganadas por los cubanos. Por ejemplo, todo el dinero depositado en cuentas bancarias por la población superar los 12,000 millones de pesos, que podrían constituir un fondo financiero para el fomento de pequeñas empresas (agencias, cooperativas, etcétera) en la comunidad. [Debemos aquí advertir que, la forma cooperativa de trabajo –estímulo material colectivo– no obstruye el desarrollo de la conciencia socialista en la sociedad, según Che Guevara.] Lo que se ofrece en cambio será la criminalización de la iniciativa popular por el Estado burocrático policial, como filosofía política que confisca la autonomía lograda en un simulacro político de mal gusto. Quizá tenga otras lecturas en la actualidad aquel poema de Heberto Padilla: "Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad", por ejemplo, que aquellas que fueron posibles en la década de 1970. ["Lo primero: optimista. / Lo segundo: atildado, comedido, obediente. / (Haber pasado todas las pruebas deportivas.) / Y finalmente andar / como lo hace cada miembro: / un paso al frente y / dos o tres atrás; / pero siempre aplaudiendo".] Pero el sentido tragicómico se conserva.
Las formas que adoptó la ritualización de las relaciones sociales pudieron variar en las últimas cinco décadas, pero los métodos siguen siendo los mismos: Vaciar de contenido político a la realidad. Esto está detrás del bloqueo de la autonomía ya ganada por los cubanos, insisto, en los difíciles años de la década de 1990.
Los que tienen en Cuba el hábito de pintarlo todo en blanco o negro no podrán advertir que al interior del PC cubano hay fuerzas en pugna, que toman partido por una u otra alternativa que se debaten en los foros sociales al uso –internos o extremos–. En la agenda aparecen varias opciones: El modelo vietnamita (o el chino), el modelo autogestionario popular, el socialismo del siglo XXI, la acción movimentista no-estatal, etcétera. Predomina, en cambio, la matriz liberal de la ortodoxia entre la militancia del PC cubano. (Podrían ser socialistas o conservadores solo por accidente.) Desde esta posición sería admisible prever la adopción de una economía de mercado (¡controlado!) como soporte del desarrollo "socialista" en el futuro inmediato de Cuba. Cuando se piensa en la sociedad como la suma mecánica de muchos individuos aislados, entonces, resulta algo imposible imaginar otro "cemento" –para facilitar la integración de aquellas "piezas"– sino el mercado. La crítica a las políticas asistencialistas del Estado cubano les llevaría a la institucionalización de un modelo de socialismo corporativo que acabaría siendo una pésima caricatura del Estado de bienestar del pasado. (Pienso en el machadato ahora mismo.) Las formas de ninguneo que tanto dañaron la autoestima del cubano en los últimas cinco décadas, ahora podrían ser actualizadas por medio del descentramiento de las agencias de cambio en la sociedad. (Donde no existe un responsable nadie es culpable.) Entonces así, el malestar social se convierte en un culebrón que no acabaría jamás en acciones políticas por un cambio efectivo. Exactamente lo mismo que sucedía en la segunda república burguesa en la Cuba del siglo XX.
Pensamos en otra sociedad. La imagen que tenemos del socialismo libertario, por ejemplo, supone la existencia de una sociedad abierta y libertaria que se constituye y adelanta por sí misma. ("Principio de endogénesis contextual", según Orlando Fals Borda.) Este modelo de sociedad se sostendría en el diálogo, la autogestión y el consenso. En tal sentido, hemos de advertir que sólo entre iguales o diferentes se hace posible el diálogo. (Porque el diálogo entre opuestos sería un diálogo entre sordos.) Por otra parte, las únicas formas democráticas que podrían facilitar la realización de los procesos de reproducción de la sociedad se objetiva en la autogestión social de la misma. Desde luego, estas formas sociales no podrían ser constituidas sino por consensos que propician una actualización continua en el tiempo-espacio de las mismas.
Los estudios que hemos cumplido al respecto de la sociedad cubana (1959/2001) nos confirman en este paradigma de sociedad abierta y libertaria aún por realizar. Esta ha sido la experiencia del pueblo cubano al enfrentarse a situaciones límites (como las décadas de 1960 y 1990) o coyunturas complejas (como las décadas de 1970/1980) en el último medio siglo. Ahora bien, entre las "sociedades plurales" –según el paradigma liberal– no resultan todas sostenibles y/o equitativas por sí mismas. [Exigiría esto un análisis sustancial del dilema político que significa la existencia de aquellas asimetrías sociales que se hallarían de fondo y del modelo societal (autoritario, mercantilista, etcétera) que las produce y perpetúa en la vida cotidiana de la sociedad]. Entonces, la vida cotidiana puede ser –según esta concepción nuestra– aquel ejercicio humano autónomo en donde haciendo sus propias vidas –a imagen y semejanza de sí mismos– los actores sociales implicados re-crean la sociedad que habitan.
Añadido
"Desiderata. Para la reforma del cotidiano entre cubanos".
Este sería el programa básico que proponemos para una reforma de la cotidianidad en Cuba y que, según mi opinión, debió resultar el contenido del paquete de medidas que adoptó el Gobierno cubano en el verano del 2008. Entonces, en vez de liberalizar la venta de DVDs, el acceso a la telefonía celular, etcétera, aquel grupo de medidas pudo haber incluido estas otras:
01. Pensamos que el estatuto municipal que institucionalizó la reforma a la Constitución en 1992 tendría que ser radicalizado en función de redondear la soberanía de la comunidad. Capacitarla para el pleno ejercicio de sus derechos y el estricto cumplimiento de sus deberes.
02. Creemos posible cargar de contenidos nuevos las actuales asociaciones cívicas de la sociedad, así como reciclar aquellas instituciones estatales que tributan al modelo verticalista que identifica al Estado burocrático policial en la actualidad.
03. La creación de un Consejo de Gobierno –que fusione a los Consejos de Estado, de Ministros, de Administración (provinciales)–, que sea realmente subordinado a la Asamblea Nacional, resulta una garantía a la autonomización de la sociedad municipal.
04. La creación de observatorios sociales –ocupados en la realización de estudios de diagnósticos y prospectivos sobre la problemática integral de la comunidad–, podría devenir en la articulación de mandatos explícitos que la misma encargaría a los delegados del Poder Popular.
05. Exigimos que la agenda deliberativa que conformaría los foros comunitarios creados –o por crear– deben considerar el impacto de intervenciones de empresas propias y nacionales. Los foros deben ser proveídos de la información que sea adecuada y suficiente dado el caso.
06. Proponemos la creación de comités de concertación de acciones y consejos de resolución de conflictos en cada Consejo Popular que faciliten los patrones de interacción y medios de autorregulación social, que serían creados de forma concertada por los vecinos de la localidad.
07. Entendemos que debería ser transferido al municipio –en calidad de usufructo pleno y efectivo– aquella parte del patrimonio físico de la Nación que garantice la reproducción de la sociedad local de forma autónoma y según criterios de desarrollo endógeno.
08. En tal sentido la gestión de gobierno se realizaría mediante la actividad de PYMEs (agencias, cooperativas, comités, etcétera) por métodos de licitación de contratos de servicios públicos que se ofertarían en la comunidad. Sería esta una economía social bajo control popular.
09. Empoderar al sujeto comunitario significa reconocer la plena personalidad político-jurídica al Consejo Popular en la localidad. Suficiente para objetar la realización de empresas que afecten negativamente la ecología, la cotidianidad y la identidad.
10. Estimamos que la dotación de competencias al municipio debe integrarse con la disposición del crédito bancario que facilitaría la ejecución de proyectos comunitarios autónomos que se propongan los ciudadanos. Los ahorros bancarios del pueblo serán exclusivos del Cabildo.
Consideren estas medidas como propuestas que hacemos al debate nacional que se anuncia como antesala del VI Congreso del PC cubano. Este sugiero sea el programa de cambios (mínimos) que estarían llamados a defender –en medio del proceso de deliberación en cuestión– todos los libertarios cubanos.
Autor:
Ramón García Guerra
Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba
27 de noviembre de 2009.
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