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La vida cotidiana en Cuba


Partes: 1, 2

    1. Un debate del cotidiano en Cuba
    2. Sobre la vida cotidiana en el siglo XX cubano
    3. Las formas performáticas del cotidiano
    4. Estrategias performáticas cotidianas
    5. Las prácticas sociales ritualizadas como estrategia de dominación política
    6. El dilema de Cuba: ¿espartanos o hedonistas?
    7. Socialismo libertario: proceso de individuación altruista
    8. Añadido

    Un debate del cotidiano en Cuba

     Quizá el dilema de Cuba resulte de aquellos dos tercios del malestar social que mantienen en vilo a la clase política nativa. Situación que se produce en la vida cotidiana de la sociedad. (Constituye el talón de Aquiles del régimen cubano.) La agenda del delegado al Poder Popular, por ejemplo, se articula con la protesta de la población por la pésima calidad de los servicios, el deterioro de las infraestructuras en las ciudades, el tiempo que es ocupado en trámites, etcétera. En un segundo plano se encuentran los casos de corrupción o los delitos de autoridad. Difícilmente se hallan debates sobre limpidez (o no) del Estado cubano en su gestión de la cosa pública. Las formas de democracia directa están sobresaturadas con asuntos "pedestres" que afectan la vida cotidiana. El fondo de tiempo de la población se emplea –abrumadoramente– en tareas que aseguran cosas básicas para la vida personal o colectiva, así como en cumplir entre 1500 y 1700 trámites –legales, burocráticos y policiales–, para así sostener un modelo de dominación política (obsoleto) que en la actualidad no logra siquiera reducir la alta violencia social que existe en Cuba. Las clases subalternas que son rehenes del régimen cuartelario en cuestión, han asistido al desmontaje de prácticas autogestionarias creadas en medio del estado de orfandad que producía el capitalismo periférico en Cuba y que luego el socialismo igualitarista suplantó con la mediación estatista de las relaciones sociales en la sociedad cubana. La vida cotidiana en Cuba, entonces, en medio siglo fue convertida en una gigantesca olla de presión social.

    Quien desee constatar el sentido político que adquiere la cuestión, en tal caso, debe advertir el esmero con que los políticos en Cuba se ocupan de mantener en orden el régimen de "atención social" ante eventos o procesos críticos que afectan a la sociedad. Lo cual no tributa a una escala de valores sociales que se deba a la compasión que merece aquel que ha caído en desgracia, sino al interés de sostener las riendas del mando que le aseguran un día más al poder. En este instante hay cuatro millones de cubanos que son "agregados" en las viviendas que ocupan –por ejemplo–, mientras que el Estado burocrático policial duplica cada lustro la capacidad instalada de una industria turística que, además, muestra unos bajísimos índices de explotación hotelera en la actualidad. Un hecho que, asimismo, podrían justificar la adopción de una política tributaria que contribuya en la solución de aquel dilema humano que enfrentan los cubanos. Esto se relaciona con modos de distribución de la riqueza que inconsultamente decide el Estado cubano de espaldas a la población. Pero también en Cuba hay momentos cuando la escaza disponibilidad de recursos no es decisiva en la adopción (o no) de políticas. En tal sentido la ética política del régimen cubano se resiente ante la arbitrariedad que resulta de la ausencia de responsabilidad civil del Estado ante el ciudadano en el cotidiano. La carencia de una vocación de servicio en los funcionarios públicos que se evidencia en la falta de compromiso del Estado ante su obligación de honrar los contratos de adhesión que ha impuesto a la sociedad.

    Los ataques que enfrenta el socialismo de Estado en Cuba se refieren a las carencias de la vida cotidiana de la sociedad. Las tácticas de los enemigos de la Revolución cubana no se dirigen en la actualidad –como en la década de 1970 lo hacían– hacia una defensa de los patrones de consumo foráneos (al estilo: american way of life) que se adscriben a cierto ideal específico de sociedad. Estos ataques se aglutinan frente a la condición adjetivada del consumo. El estado carenciado actual de la población es atribuido al montón de insuficiencias que resultarán de cierto autoritarismo congénito en la élite política. Cuando la clase dirigente es culpada por imprudente ante el malestar creciente que inunda la sociedad, entonces, la misma se defiende con el dedo apuntando hacia el "imperio americano". Embargo o bloqueo, lo mismo da: embaroqueo. (Despacho errático, quise decir.) La retórica no adelanta la realidad. Desde luego, no se desgasta este discurso por los excesos en el empleo de dicha fórmula La actitud alevosa de esta última justificaría –según las actitudes de disenso–  todos los males que agobian al pueblo. Entonces, ¿cómo halla razones la disidencia para especular con el malestar popular? Acusan una corrupción que avanza. Las formas corruptas de sociedad se expresan en el chantaje que significan los "subsidios", las actitudes abyectas, las prácticas de ninguneo a la población, etcétera. Las claves del dilema se hallarían en la reducida capacidad de elección política que tendrían las clases subalternas en medio la sociedad cubana. La cuestión no será socio-económica sino ético-política.

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