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Breve Historia de la Provincia de Misiones


Partes: 1, 2

    1. Primeras culturas en Misiones
    2. Conquista y Colonización de Misiones
    3. Las Misiones Jesuíticas
    4. El arte del fecundo pueblo guaraní
    5. Aportaciones indígenas a la corona
    6. Las Reducciones
    7. La Compañía de Jesús
    8. El Gobierno Civil y Eclesiástico de las Reducciones
    9. Reducción Jesuítica de San Ignacio Miní
    10. Reducción Jesuítica Nuestra Señora de Loreto
    11. Reducción Jesuítica Santa María la Mayor
    12. San Roque González de Santa Cruz
    13. Andrés Guacurari
    14. Campañas
    15. La Federalización
    16. Los gobernadores del Territorio Nacional de Misiones
    17. Los inmigrantes y la construcción de una sociedad plural
    18. Provincialización de Misiones
    19. Constitución de la Provincia de Misiones

     Primeras culturas en Misiones

    Según los estudios resultantes de las búsquedas, excavaciones y rescates arqueológicos realizadas en zonas como: San Ignacio, Eldorado, Apóstoles, San Pedro, etc., se estima que el territorio misionero fue habitado desde unos 10.000 años atrás. De acuerdo con las investigaciones de la arqueóloga Ruth Adela Poujade, podemos realizar el siguiente cuadro de las culturas:

    • Altoparanaense – Humaitá.

    (Altoparanaense en Misiones, Humaitá en Brasil) 9950 A.P. – 3950 A.P.

    Cazadores recolectores de floresta subtropical.

    Intima relación con la naturaleza (caza, pesca, recolección) Nomadismo estacional. Asentamientos temporarios donde fabricaban herramientas a 100 m. sobre el nivel del mar, en lomas de laterita y a lo largo de los valles del Paraná y Uruguay, y afluentes. Artefactos: herramientas líticas: clavas rectas y curvas (hachas), raspadores gruesos (cepillos), cuñas hechas a partir de nódulos (canto rodado) o las lascas gruesas, trabajos por percusión simple. Materia prima: basalto y cuarcita.

    • Umbú

    (Común a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) 5950 A.P. – 2450 A.P.

    Cazadores recolectores.

    Sitios: talleres-cantera y talleres-campamento; a 74m. sobre el nivel del mar, en valles del Paraná y sus afluentes y zona de campo muy herborizado. Artefactos: instrumentos sobre lascas, mono y bifaciales retocadas a presión. Formas: puntas de proyectil triangulares; con y sin pedúnculo y con pedúnculo y aletas, cuchillos, raspadores. Materia prima: cuarcita, basalto, ágata y ópalo.

    • Eldoradense-Tacuara

    (Común a Argentina y Brasil) 2000 A.P. – 450 A.P.

    Cazadores -recolectores – agricultores (incipientes) Tres tipos de asentamientos: casas-pozo y terraplenes complementados con montículos funerarios, campamentos y campamentos temporarios en cuevas. Lugares aptos para agricultura. Cultura material: a) Cerámica simple (cuencos y ollas de bases redondeadas, y vasos cónicos y cilíndricos, con diámetros de 8 a 20 cm). Los tiestos, pulidos, son lisos de color castaño rojizo oscuro y decorados con motivos geométricos (líneas paralelas, horizontales y transversales). b) Grandes hachas líticas alisadas con y sin cuello para enmangue, manos de mortero, y lascas. Materia prima: basalto y cuarcita. Caza pesca; recolección de moluscos y vegetales, y agricultura incipiente.

    • Tupiguaraní

    (Común a Argentina,Brasil y Uruguay) 1.200 A.P. – 290 A.P.

    Agricultores de floresta subtropical. Sitios guaraníes: aldeas, cementerios, campamentos en cuevas en aleros y al aire libre. Distan entre 200 y 700 m. sobre el nivel del mar. Artefactos: a) Cerámica: pintada en negro y rojo sobre mate o sobre blanco, con diseños geométricos; monocroma roja ; corrugada,unguicular y escobada. Formas: cuencos simples y complejos de bases redondeadas urnas funerarias con tapa, b) Material lítico asociado: afiladores, manos de mortero, hachas pulidas petaloides, bolas con y sin surco perimetraI, bolas lenticulares, lascas trabajadas por percusión directa de distintos tamaños y tipo, tembetás (adornos labiales), pectorales (colgantes). Materia prima: basalto, cuarcita, cuarzo hialino y lechoso, arenisca para afiladores. Estrategias económicas: caza, pesca, recolección de moluscos, agricultura (maíz, mandioca, batatas, zapallos, porotos, maní, etc) y recolección de vegetales , frutos y semillas.

    Por convención la cronología arqueológica toma como referencia el año 1950 ; A.P.  significa antes del presente, en relación con dicho año. Por ejemplo, 9950 A-P- expresa 9.950 años antes de 1950 (en nuestro caso, con un margen de error de más o menos 100 años.)

    • Los Kaingang

    (hombres del bosque)

      Este grupo humano fue el que encontraron los conquistadores a su llegada a la mesopotamia. Al poco tiempo este grupo desapareció como entidad étnica al ser absorvida por los Charrúas y los Guaraníes.

    Su organización económica estaba basada en la recolección, la caza y la pesca. Utilizaban como vivienda paravientos de vegetal trenzado, que se unían para formar chozas de dos aguas, sin paredes. Grupos de estas construcciones fomaban las poblaciones que eran gobernadas por un cacique.

    • Los Guaraníes

    (guerreros)

     Más allá de la dificultad que aún hoy representa determinar con precisión el origen del pueblo Guaraní, es importante destacar, la trascendencia que culturalmente tuvo en el territorio misionero y la región.

    Es indiscutida la influencia de su legado cultural en la formación de la identidad del "Misionero Guaraní", al decir del poeta.

    Además su influencia perdura, abarcando cuatro países: Argentina, Paraguay, Brasil y Bolivia. Desde el punto de vista histórico, este grupo al parecer formaba una "Gran Nación" con los Tupimbá, Amaguá, Amoiripá, Tupirapé, entre otros.

    Las investigaciones realizadas hasta el presente, pudieron establecer que en el Paraguay existían tres subgrupos de Guaraníes: Los Mbyá, los Pai-tavytera, los Chiripá o Ava-Katú-Eté. Este último es el que participó en el proceso evangelizador llevado a cabo por los Jesuitas.

    Organización política de los Guaraníes: Vivían en aldeas, en los claros que formaba naturalmente la selva y constituyendo una verdadera unidad tribal por ser entidades económicas independientes una de otra y, por lo tanto, autosuficientes.

    Las viviendas estaban dispuestas en torno a una Plaza Grande de forma cuadrangular, donde se desenvolvía una gran actividad cotidiana esencialmente de índole social. Los lazos de parentesco eran el eje de la organización social.  Determinaban las unidades habitacionales, políticas y hasta los intercambios económicos. El "Teii", linaje o familia extensa comprendía a los descendientes de un antepasado común, que vivían en una misma casa y se ayudaban mutuamente en todas las actividades y también en las guerras con otros grupos. El "Teii" podía existir en forma autónoma o como parte de una estructura más grande: el "Teko'a" o pueblo (dentro del cual podían encontrarse de 3 a 8 casas o linajes).

    Cada "Teii" o familia extensa vivían en la casa comunal (de hasta 60 metros de largo y de 8 a 10 metros de ancho sin divisoria), donde habitaban entre 60 y 120 personas presidida por un jefe quien ocupaba la parte del centro. A su vez la Aldea o "Teko'a" estaba dirigida por un jefe político llamado Mburubicha, y un jefe religioso llamado Shamán.

    Régimen familiar: El matrimonio y la familia constituían el núcleo familiar básico. La poligamia representaba un status social preponderante, por lo que su práctica era propia de jefes y guerreros reconocidos, quienes hacían una distinción entre esposa principal "Cherembicó", y secundarias "Cheaguazú".

    La costumbre generalizada, practicada por los demás integrantes de la comunidad tribal era la monogamia. Las uniones no eran muy estables, por ello el divorcio era común.

    Organización económica: Los guaraníes eran básicamente agricultores, las familias poseían un lote exclusivo en las plantaciones comunitarias y a su vez cada esposa tenía una huerta personal.

    Las plantaciones más comunes eran la mandioca, el maíz, la calabaza, el poroto, el algodón, etc.

    Para plantar previamente quemaban el monte produciendo "el rozado", en el que mujeres y niños sembraban bajo la supervisión de los ancianos.

    Los hombres se dedicaban especialmente a la caza y la pesca, utilizando como armas arcos, flechas, pequeñas hachas, maza y algunos grupos llegaron a emplear lanzas.

    Organización religiosa: Es un pueblo profundamente religioso, con alto grado de espiritualidad. Fundamentaron el origen y la existencia de los dioses, los hombres y la naturaleza, mediante mitos. Creen en la continuidad de la vida después de la muerte. Por eso a sus muertos le proveen de todo lo necesario para que puedan realizar sin carencias, el largo y peligroso viaje a la tierra sin males. Creen con firmeza que son muchos los peligros que asechan al viajero. Los niños gozan de protección divina quedando exceptuados de todo peligro.

    El alma proviene del paraíso de Tupá Ru Eté, Dios de la lluvia. Al morir, el espíritu del muerto vuelve a su lugar de origen.

    Los entierros se realizan en un pozo, o en urnas de barro y el túmulo en la misma casa del muerto. Quien además, lleva consigo sus armas, ropas y trofeos.

    La costumbre obliga a una práctica rígida del culto permanente a los antepasados, manteniendo una relación estrecha y continua entre la comunidad de los vivos y los muertos que se traducen en ayuda recíproca. Estas relaciones implicaban prácticamente derechos y obligaciones recíprocas: por ejemplo los muertos proveen de alimentos a sus deudos, les envían la lluvia que favorece las plantaciones, velan constantemente por su bienestar. Los deudos, a su vez, deben tributarles ofrendas; además celebran en honor a los muertos una gran fiesta cada año. Los espíritus se mantienen vivos en el corazón de la comunidad.

    La práctica espiritual: El "Shamán" o "Page", posee poderes sobrenaturales y desempeña una función directriz – conductor de su pueblo en todos los actos comunitarios.

    El Shamán mediante su gran poder entra en comunicación con los espíritus buenos y con los malignos, defendiendo a su comunidad contra estos últimos. El intermedia entre el hombre y Dios; además de ser adivino, hechicero, médico, sabio, profeta, jefe espiritual, director de danzas y ceremonias de su comunidad.

    Se detalla todo lo relacionado a la organización religiosa y la práctica espiritual en presente y no en pasado, debido a que aún hoy se siguen manteniendo dichas tradiciones.

    Conquista y Colonización de Misiones

    La inserción del actual territorio de la Provincia de Misiones de la República Argentina entre las naciones hermanas del Paraguay y Brasil, introducida a modo de cuña, nos informan acerca de los avatares de su particular historia y, a su vez, su natural conformación geográfica pareciera le hubiese señalado su destino final, es decir su actual conformación geopolítica que la enmarca entre ríos casi totalmente. La corriente colonizadora del este, enviada directamente por España, fue la encargada de revelar la existencia de los pueblos que la habitaban, entrevistos por los primeros navegantes que se internaron siguiendo la ruta de Juan Díaz de Solís. La búsqueda de un paso hacia los países del Oriente entre los dos grandes mares, llevó a los portugueses en 1514 a descubrir el Paraná, quienes consideraron a este río como un canal hacia el Oriente, lo que movió a la corono de Aragón a firmar con Juan Días de Solís las capitulaciones para llegar a las Islas Molucas y otros puntos del "Oriente".

    Solís penetró en el río de la Plata y lo llamó río de Santa María, y algunos geógrafos de la época –según mapas– río de Solís o Jordán. Solís al internarse y observar su extensión y suponer por sus aguas su naturaleza fluvial y por ello lo denominó en un primer momento "mar dulce". Fueron los portugueses y sus viajes clandestinos –ya que por el tratado de Tordesillas España era la dueña de todas estas tierras- quienes lo llamaron Río de la Plata.

    Las Misiones Jesuíticas

    Lo que no se pudo conseguir con la fuerza de la espada ni el gobierno propio de la Reducción, lo conseguirá la Compañía de Jesús (Jesuitas). La Compañía de Jesús, brazo armado de la reforma católica, no por la ostentación de armas sino por la fuerza de sus convicciones se había instalado en Europa y en América dispuesta a cumplir su obra evangelizadora, a la vez que imponer los principios del dogma católico, duramente atacados durante la época de la reforma religiosa de los protestantes.

    En el año 1608 a instancias de Hernandarias el Rey autorizó un nuevo sistema, el misional, para los padres dominicos, franciscanos y jesuitas. Es así como llega desde el Perú el director provincia del la orden de estos últimos a Asunción para organizar desde allí la conquista espiritual de tan dilatado territorio. Se trataba del padre Diego de Torres.

    Previamente desde San Vicente, en el territorio del Brasil habían partido jesuitas que se instalaron en la zona del Guayrá, donde fundaran las importantes localidades de ciudad Real y Villa Rica del Espíritu Santo. Esto ocurriría a fines del siglo XV. Luego de 1607 se organizaría la Provincia Jesuítica del Paraguay bajo la gobernación del padre Diego de Torres. Éste, sabedor de la tirantez existente entre los blancos de la ciudad Real y los indios, envió desde Asunción tres contingentes de jesuitas para la zona del Paraná y Guayrá. Los jesuitas brasileños fracasaron, como habrían de fracasar los franciscanos en su intento de poblar la zona de la Guaycurúes.

    La primera misión se estableció en la zona del Guayrá, pero la hostilidad los hizo emigrar hacia el sur a la zona del Paraná.

    La segunda pasó por la actual provincia de Misiones y cruzó al Brasil, actual estado de Río Grande del Sur en la zona del Tapé.

    La tercera se instala en Paraguay en la zona del Itatín, la que fundó la primera población, San Ignacio Guazú, en territorio paraguayo.

    La primera expedición de los padres Cataldino y Maceta funda en el Guayrá las localidades de San Ignacio Miní y Nuestra Señora de Loreto, pero ambas fueron destruidas y luego de un éxodo casi milagroso aguas abajo, las refundaron en la zona de Paraná –actual Misiones- .

    La segunda funda siete pueblos en Brasil como Santo Ángelo, San Borja, San Luis, San Francisco, San Miguel, San Juan, San Lorenzo.

    Estos siete pueblos los perdería Misiones definitivamente en 1803, producto de la mala diplomacia española frente a la hábil política diplomática portuguesa.

    En general casi todas terminaron reunificándose en Misiones, debido a la hostilidad de los mamelucos (indios mestizos al servicio de los bandeirantes portugueses) que incursionaba para llevarse esclavos al Brasil. El sistema misional les había hecho perder mano de obra y estaban dispuestos a recuperarla por la fuerza.

    Debido a estos problemas terminaron por concertarse en Misiones sobre dos franjas, una sobre el Paraná y otra sobre el río Uruguay. Así los pueblos del Guayrá fueron refundados en Misiones, como Loreto, San Ignacio Miní, Corpus, Candelaria, Santa Ana, Mártires; los de Itatín dirigidos por el padre González de Santa Cruz fundan Concepción, Santa María la mayor, San Javier, Yapeyú, San Carlos, Santo Tomé, La Cruz, Apóstoles y San José. Se fundaron en total 48 pueblos con sus fundaciones y refundaciones, siendo 30 el número que quedaba a mitad del siglo XVII con una población de 60.000 almas y unos 54.000 km cuadrados de sup. Mientras España se había apoderado de Portugal por la vacancia del trono y el acto de fuerza de Felipe II (1580-1640) no hubo problemas, pero a partir de 1640 comenzaron nuevamente las incursiones de paulistas y mamelucos. Insistían en llevar hacia el oeste, la línea del tratado de Tordesillas que cortaba al Brasil desde Perú hasta San Vicente. Era evidente el interés de Portugal de extender sus dominios hacia el río de la Plata. En efecto en 1640 los portugueses fundan la colonia del Sacramente. El gobernador de Buenos Aires, Garro, sitió y rindió la plaza el mismo año. Sin embargo, Portugal, diplomáticamente obtuvo la devolución de la misma en las condiciones anteriores al conflicto. En 1703 debido a un nuevo conflicto el Rey Felipe V ordena al gobernador Juan Valdez Inclán a desalojar a los Portugueses de la colonia. Baltazar García, después de seis meses de lucha, vence a los portugueses. Los portugueses consiguen sin embargo, la devolución, esta vez limitada a un área a tiro de cañón. Sin embargo, no dispuestos a cumplir sus compromisos fundan una colonia en la bahía de Montevideo y es entonces cuando el gobernador Bruno de Zabala, con 10.000 guaraníes los ataca y vence por completo, fundando la ciudad de San Felipe de Montevideo en homenaje a su rey Felipe V en 1726.

    La Guerra Guaranítica

    En 1750 los reyes de España y Portugal firman el tratado de Permuta por el cual los Portugueses renuncian a lo que no les pertenecía a cambio de inmensas tierras sobre el río Uruguay y hasta cerca de Sacramento. En virtud del mismo reciben los siete pueblos orientales jesuíticos, por lo que los portugueses ordenan la expulsión de los jesuitas, quienes se resisten, salvo indemnización compensatoria por los que estalla la guerra guaranítica en la que los indios defienden a Misiones contra las armas portuguesas y españolas juntas.

    Se libra así la famosa batalla de Mbororé, la que pone freno definitivo a los portugueses en sus pretensiones sobre Misiones. Recién en la batalla de Caybaté (1756) triunfarán las armas portuguesas y españolas por lo que Misiones pierde la Banda Oriental del río Uruguay.

    Sin embargo, al asumir el nuevo Rey Carlos III anula el tratado de Permuta y vuelve las cosas al estado anterior. Sin embargo, en la práctica sus disposiciones no serán cumplidas y producido el conflicto entre jesuitas y la corona, Carlos III decretaría la expulsión de los mismos del territorio de América y en consecuencia de las misiones.

    Una nueva guerra estalla entre Portugal y España y repercute en Colonia, donde el gobernador Cevallos toma la ciudad y derrota a los portugueses, pero al firmarse la paz, la Colonia nuevamente pasa a manos de Portugal.

    Los portugueses inician un lento avance imperialista y el Gobernador Vértiz sale a la descubierta y es vencido. Resuelto el rey a terminar con este estado de cosas, decide crear el Virreinato del río de la Plata (1776).

    Cronología Jesuítica

    Hemos visto que una nueva guerra europea insta a Carlos III a desconocer lo actuado por su antecesor Felipe V volviendo a los límites anteriores al tratado de Permuta. En América un poderoso ejército posibilita el cumplimiento de la orden real. Compuesto de 90 buques de guerra de transporte para 9000 soldados; 20 buques artillados con tripulación de guerra y tropas de desembarco y en forma combinada por aguatierra, atacan la isla Santa Catalina al mando de Vértiz. Mientras Cevallos, el virrey recientemente designado, sitia con 12.000 indios la colonia de Sacramento y la toma, apoderándose de nuevo del estado de río Grande hasta encontrarse con Vértiz. El éxito fue total. Sin embargo, se firmará el tratado de San Ildefonso, donde una vez más se entrega la colonia a España pero exigen que se cumpla con consecuencia el tratado de Permuta, perdiéndose Río Grande definitivamente. Esto permitió a Misiones retener la franja del Tapé en Brasil y la franja este del Paraguay, la provincia de Misiones y Provincia de Montevideo, esto en 1782-83, años después de la creación del Virreinato en 1776.

    De esta manera se cierra un ciclo institucional y jurisdiccional en la vida de Misiones.

    El Imperio Jesuita de Misiones duró desde 1608 hasta 1767. La primera fundación fue en territorio paraguayo llamada San Ignacio Guazú (1609) en la zona de los guaycurúes por el padre Lorenzo, a quien sucede el Beato Roque González de Santa Cruz desde 1611. En 1615 funda sobre la banda izquierda del Paraná, Nuestra señora de la Anunciación de Itapúa, la que se emplazó, sobre la zona de la actual ciudad de Posadas, pero años después ante la hostilidad de los indígenas fue trasladada a la banda derecha con el nombre de la Encarnación de Itapúa (actual ciudad de Encarnación del Paraguay). El mismo Beato funda Concepción (1620) y San Nicolás de Concepción de San Javier y Yapeyú en 1625.

    Entre 1626 y 1628, estalbecen los pueblos de Candelaria de Gazpa Miní, Asunción de Iyuí y Todos los Santos del Caaré. Allí fue muerto un 15 de noviembre por los indígenas en el año 1628; entre tanto surgía al sur en la zona del Guayrá, en el cuadrilátero formado por los ríos Paraná-Iguazú-Paraná-Panemá en 1610, San Ignacio Miní y Loreto. Fue el padre Antonio Ruiz de Montoya quien con gran dedicación y energía se dedicó a la fundación de los pueblos, naciendo así San Javier de Teayatí, San José de Tucutí, Concepción y San Pedro de Gualacos, Siete Angeles de Tayaloa o Tayaboa, Santo Tomás y Jesús María. Desde 1627 a 1630 los paulistas destruyeron nueve pueblos, llevándose 80.000 indios cautivos para la venta como esclavos y por ello, desde 1631 en adelante, Ruiz de Montoya bajando el Paraná emigró hacia el Sur acompañado por los indios en balsas y canoas, llevándose todo cuanto pudieran. Allí fundan en las márgenes del Paraná-Uruguay, las localidades de San Ignacio Miní, Santa Ana, Corpus, quedando concentrado en las cercanías de los ya fundados de Candelaria, San Ignacio y San Miguel. Los pueblos Itaquines de los guaycurúes fundados como Angeles, San José, San Benito y Natividad fueron destruidos por los paulista en 1633 y con sus ruinas se fundaron Santiago y Santa María de la Fe. En síntesis, en Misiones, cronológicamente fueron fundados, dentro del actual territorio y en las siguientes fechas: San Ignacio Miní (1632), la más importante de las ruinas halladas y conservadas, Concepción (1618); Candelaria (1628); San Javier (1629); Loreto (1632); Apóstoles (1633); San José (1633); Santa María La Mayor (1637); Santa Ana (1637); Mártires (1639) y Corpus (1633).

    La vida en una Misión

    El hecho de que los jesuitas fueran tan minuciosos en la descripción de sus hechos y en las referencias administrativas, no informan con absoluta claridad sobre el gobierno de cada pueblo o misión.

    Constituían la Provincia de Jesuítica de las Misiones con capital a los fines administrativos en Candelaria donde residía el Padre Provincial Director. Cada misión era gobernada por un sacerdote llamado Rector, quien era el ejefe de la administración y un sacerdote maestro, jefe espiritual encargado de la catequesis y de la instrucción. También existía un cabildo de indios como órgano consultivo.

    El trazado de los pueblos era casi idéntico, dependiendo del número de habitantes su tamaño. Todos tenían una plaza central encuadrada por la iglesia, el cementerio, el convento (residencia de los jesuitas, taller, escuela y depósito) y las habitaciones de los indios, separadas por estrechas calles divididas en casa-habitación para matrimonios y casas para indios e indias solteros por separado. Las casas eran de piedra y adobe, techos de tejas a dos aguas con salientes (galerías) sostenidas por pilares de madera con base de piedra o enteramente de piedra, algunas de las cuales se conservan en las ruinas de Misiones.

    La vida estaba reglamentada en sus menores detalles, salvo las excepciones de los días festivos o domingos. después de oír misa, los hombres marchaban al trabajo en procesión, regresando de igual modo por las tardes. Los niños aprendían a leer y escribir (casi no había analfabetos) y luego un oficio manual y rural; los jóvenes más capaces eran destinados al aprendizaje de las artes, como la escultura, tallado en madera o piedra, cincelado, herrería y herrajería, cerámica o trabajos de imprenta (se dictaban periódicos y libros, siendo famosa la imprenta por ser la primera en América, aunque se discute si la misma era volante y transportable como afirma Bartolomé Mitre o si era fija por los numerosos pies de imprenta hallados en libros con lugar de impresión en Santa María La Mayor).

    Los que tenían aptitudes estudiaban música, canto y teatro. Los feriados, después de misa, se realizaban espectáculos al aire libre con representación teatral, festivales de música o coro, etc.

    El régimen de distribución de la riqueza estaba dividido en partes iguales, exactamente en tres; una parte para el sostenimiento del gobierno central y pago de tributos; la otra parte para la misión y sus gastos generales (tasas municipales de servicios), importación de metales y otros productos necesarios para la comunidad y la última parte para las familias, mujer u hombre solteros del cual se deducía una parte para el mantenimiento de ancianos, viudas y huérfanos.

    Una de las principales riquezas era la explotación de los bosques, venta de muebles y maderas, productos que eran muy cotizados en otros centros del país. Otro de los productos exportables era la yerba mate, pero contrariamente a lo que se supone, según el historiador R.P. Don Guillermo Furlong, los molineros de Buenos Aires –como ahora- estaban organizados para explotarla. Se criaba ganado exclusivamente para el consumo en grandes estancias o potreros cercanos a los pueblos. En las hilanderías y desmotadoras de algodón de obtenía una fina lana para la confección de vestidos. Los objetos artesanales eran comunitarias, como vajillas, libros e instrumentos de labranza.

    El arte del fecundo pueblo guaraní.

    "El indio no creaba, pero su capacidad de copiar era insustituible, reproduciendo a la vista con absoluta fidelidad y exactitud todo cuanto se le ponía como modelo". Así nos dice el R.P. Furlong en su libro sobre las Misiones Jesuíticas cuando se refiere a las artes y la mecánica.

    En esta región se desarrolló un arte misionero-guaraní que se extendió al resto del Virreinato y sobre todo a los demás focos jesuitas del interior del país. En arquitectura sobresales el barroco español, pero con aportaciones puramente americanas, sobre todo en los templos. La Iglesia de San Francisco de Asís de Buenos Aires posee una talla de regular tamaño que el artista denominó: "Señor de la humildad y de la paciencia". Se trata del escultor José El Indio, que realizó su obra a fines de 1780. Es que extinguida la Provincia jesuítica no pudo destruirse la influencia que ejercieron los sacerdotes como maestros de las letras y las artes. Podemos decir parafraseando a Churchill: "Nunca tan pocos, hicieron tanto", 170 padres para 100.000 misioneros realizaron el milagro y bien dice el Padre Furlong para explicar este fenómeno: "El jesuítico arquitecto y albañil; músico, poeta y pintor; escultor y tallista; ebanista, orfebre y carpintero; relojero, zapatero y toda la gama de artesanía que imaginarse pueda, pues construían y enseñaban, desde un violín, guitarra hasta la joya más exquisita de un libro…".

    Destacáronse el Padre José Braselli, pintor, escultor y arquitecto, a quien se debe la construcción y decorado de las iglesias de Itapúa, Loreto y San Borja . esta última, el patrono San Francisco Borja, fue tallado por Braselli en actitud de adorar la Eucaristía, según referencias del Padre Hernández.

    El otro, en orden de importancia fue el padre Juan Bautista Pirmoli que construyó seis santos que se conservaron hasta fines del siglo XIX en la Iglesia de Concepción.

    En imprenta varios libros se destacan y entre ellos, un diccionario castellano-guaraní y una Biblia en guaraní, así como tratados de historia, geografía y descripción de la naturaleza de la región.

    Aportaciones indígenas a la corona

    Desde 1644 hasta 1766, los indígenas tuvieron activa y decisiva participación en más de cien expediciones militares. Varias veces concurrieron en defensa de la integridad del río de la Plata al sitio y toma de la colonia de Sacramento y en diversas ocasiones contribuyeron en el sometimiento de indios díscolos e incivilizados como los payaguás y los calchaquíes así como también en la defensa de Buenos Aires contra las incursiones de piratas y contrabandistas. El valor del guaraní, su resistencia y su espíritu de sacrificio para la guerra lo hicieron de fama.

    Defendieron a Misiones contra la entrega de su patrimonio, hábilmente dirigido por los jesuitas en la triunfal batalla de Mbororé contra España y Portugal dispuestos a cumplir el tratado de Permuta. Integraron el ejército de Belgrano y Rocamora para cumplir los objetivos políticos de la Junta de Mayo y sirvieron a Artigas y a Misiones bajo su égida, luchando contra Chagas y Francia, y en célebre episodio histórico tomaron la ciudad de Corrientes.

    Las Reducciones

    "Llamamos Reducciones a los pueblos de indios, que viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres , cuatro o seis casas solas, separadas a legua, dos, tres y más, unos de otros, los redujo la diligencia de los padres a poblaciones grandes y a vida política y humana, a beneficiar el algodón con que se vistan…" (Antonio Ruiz de Montoya, La Conquista Espiritual, 1639).

    La Reducción era un pueblo integrado por comunidades indígenas reunidas para ser evangelizadas.  Se trata de una institución religiosa y socio-cultural a la vez, que no fue específica de la Provincia del Paraguay, sino de las regiones periféricas del Imperio Español en América.

    Casi todas las reducciones fueron creadas y administradas por los jesuitas o franciscanos.  Cronológicamente las del Paraguay fueron las primeras de América del Sur.

    El Concilio Mexicano I (1555), considerando que la dispersión en que vivían los aborígenes era un obstáculo para la evangelización, determinó que "fueran congregados y reducidos en pueblos en lugares cómodos y convenientes".

    El Rey Felipe II en las Instrucciones al tercer adelantado del Río de la Plata en 1571, recomendaba el establecimiento de reducciones. Según el sacerdote jesuita Antonio González Dorado, tres eran los objetivos del sistema de reducciones: 1) La conversión al cristianismo de los infieles; 2) La salvación de los aborígenes; 3) La pacificación entre españoles y aborígenes.

    Concluye este autor González Dorado, que el éxito de las reducciones dependió de cuatro acciones fundamentales: a) La separación espacial con relación a los poblados españoles. b) La promoción técnica de las comunidades indígenas: se organizan las nuevas ciudades con todos los servicios necesarios para la población. c) La implementación progresiva de un sistema jurídico que garantizara los derechos de los aborígenes. d) La predicación continua del Evangelio.

    La Compañía de Jesús

    Fue fundada en 1534 por Iñigo López de Recalde de Oñaz y Oyola (San Ignacio de Loyola) y aprobada por el Papa Paulo III, como orden religiosa en 1540.

    El Padre Ignacio de Loyola fallece en 1566.  En 1609 el Papa Paulo V lo beatifica y en 1622, el Papa Gregorio XV lo canoniza. Era una organización internacional que tenía carácter vertical, cuya máxima autoridad era el General.

    Este elegía a los distintos provinciales; quienes estaban al frente de las diferentes provincias religiosas. Figuraba el superior de las misiones, que eran una especie de lugartenientes del provincial. A mediados del siglo XVI, llegaron los primeros jesuitas a Sudamérica, radicándose en Brasil en 1549, donde el Padre Manuel de Nóbrega estableció la Provincia Jesuítica del Brasil, primera provincia religiosa de la Compañía de Jesús, en América y luego en Perú en 1568 donde se estableció  la Provincia Jesuítica del Perú.

    El Padre General de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva, creó desde su sede en Roma la Provincia Jesuítica del Paraguay, el 9 de febrero de 1604, nombrando como primer Provincial al Padre Diego de Torres Bollo.  Esta provincia comprendía vastos territorios, los actuales: Argentina, Paraguay, Uruguay, parte de Bolivia, Chile y todo el sur del Brasil.  El Provincial tenía su sede en Córdoba.

     Los pueblos Jesuíticos Guaraníes

    Para evangelizar a los guaraníes de nuestra región, el provincial decidió enviar   misioneros desde Asunción.

    Los primeros misioneros remontaron el Paraná, llegando hasta la región del Guayrá (1610-1630) donde consiguieron formar doce pueblos.

    Simultáneamente otros jesuitas crearon en la región del Paraná, comprendido por los ríos Paraná, Paraguay y Tebicuary (actual Paraguay) otros pueblos que serán completados por las fundaciones del Itatín ( al norte de Asunción) y del Tapé ( en el estado de Río Grande de Sul, Brasil).

    A partir de 1628 se producen las invasiones de los bandeirantes o mamelucos, que provenían de la ciudad de San Paulo (Brasil) y cuyo propósito era capturar indios para venderlos como esclavos en las "Fazendas" e ingenios de la Costa Atlántica.  En estos ataques (bandeira), se cometían todo tipo de atrocidades que terminaban con la muerte o esclavitud de sus pobladores y la quema y destrucción de los pueblos.  Luego de la destrucción de once pueblos, y ante la falta de seguridad, los religiosos optaron por trasladar los pueblos aún existentes hacia el sur.

    Los Guaraníes del Guayrá reunidos en un éxodo de más de 12.000 almas y conducidos por Antonio Ruiz de Montoya, llegan a las proximidades del arroyo Yabebirí (Misiones) donde se refundan Loreto y San Ignacio Miní.

    Los Treinta Pueblos

    Más de 60 fueron las reducciones fundadas pero no todas perduraron.  Principalmente los ataques bandeirantes motivaron el traslado de muchas, el abandono de otras o la fusión de dos o más en una sola reducción.

    Hacia mediados del siglo XVII, encontramos 30 reducciones de guaraníes asentados definitivamente en el área comprendida entre los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay.  En lo que hoy es la República del Paraguay, hubo ocho reducciones:

    San Ignacio Guazú, fundada en el año 1610 por Marcelo de Lorenzana; Nuestra Señora de Encarnación de Itapúa en 1615 por  Roque González; San Cosme y San Damián en 1632 por Adriano Formosa;  Santa María de  Fé en 1647 por Manuel Berthod; Santiago en 1651; Jesús en 1685 por Jerónimo Delfín; Santa Rosa de Lima  en 1698 y Santísima Trinidad en 1706  por Juan de Anaya.

    Nuestra actual provincia de Misiones fue el centro de esta región y en ella se ubicaron 11 reducciones:

    San Ignacio Miní fundada en el año 1610 por Simón Masseta; Nuestra Señora de Loreto en 1610 por José Cataldino; Concepción en 1619 por Roque González;  Corpus Christi en 1622 por Pedro Romero; Santa María La Mayor en 1626 por Diego de Boroa; Nuestra Señora de Candelaria en 1627 por Roque González;  San (Francisco) Javier en 1629 por José Ordoñez; Santos (Apóstoles) Pedro y Paulo en 1631 por Diego de Alfaro; Santa Ana en 1633 por Pedro Romero;  San José en 1633 por José Cataldino; Santos Mártires del Japón en 1639 por Agustín Contreras.

    En la actual provincia de Corrientes, hubo cuatro reducciones:

    Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú fundada en el año 1627 por Pedro Romero; La (Santa) Cruz en 1628 por Cristóbal Altamirano; San Carlos (Borromeo) en 1631 por Pedro Molas y Santo Tomé (Apóstol) en 1633 por Luis Ernot.

    Y por último en la actual República del Brasil, hubo siete reducciones:

    San Nicolás fundada en el año 1626 por Roque González; San Miguel (Arcángel) en 1632 por Cristóbal Mendoza; San Francisco Borja en 1682 por Francisco García; San Luis Gonzaga en 1687 por Miguel Fernández; San Lorenzo (Mártir) en 1690 por Bernardo de la Vega; San Juan Bautista en 1697 por Antonio Sepp Von Reineg y  Santo Angel Custodio en 1707 por Diego García.

    El Gobierno Civil y Eclesiástico de las Reducciones

    En cada pueblo había un cura y un compañero de cura, que dependían directamente del Superior de las Misiones que residía en Candelaria, e indirectamente del Provincial que residía en Córdoba.  Con el Superior colaboraban 2 Vicesuperiores, ésto desde 1724; uno se encargaba de los pueblos del Paraná y el otro de los del Uruguay.

    Para los pequeños pleitos en los pueblos los jueces eran los curas, pero en caso de apelación y en los pleitos entre indígenas y curas, o entre unos y otros pueblos, había jueces oficiales.

    Los pueblos eran distribuidos en 4 grupos y cada uno tenía un Superintendente de guerra, asistido por consultores.

    Para proteger los intereses económicos de las reducciones había en Procurador de las Misiones, donde residían los Vice-Superiores, ayudado por los otros curas.  A su vez se ligaban con los procuradores que residían en Buenos Aires, Asunción y Santa Fe.

    Los curas eran los administradores de los bienes de los indios y atendían todo lo concerniente a lo espiritual, temporal, económico, cultural, social y militar.

    El Cabildo era la autoridad máxima en cada reducción.  Contaba con un Corregidor y un Teniente de Corregidor, dos Alcaldes de la Hermandad, un Alferez Real, 4 Regidores, uno ó dos Aguaciles, un Mayordomo y un Secretario. El Cabildo saliente elegía al entrante.

    El tercer factor de poder en el pueblo eran los Caciques, ellos componían el Cabildo. Constituían la nobleza del pueblo.  Eran los Tubichá.  El cacigazgo era una institución tradicional guaraní que se mantuvo en las reducciones.  En algunos pueblos había hasta 50 caciques.  Cada uno velaba por sus súbditos, convirtiéndose esta tarea en noble competencia para mejorar cada grupo.  La reducción se dividía en barrios y cada barrio era uno o varios Cacigazgos.

    Las reducciones, en su conjunto, estaban bajo la efectiva dependencia del Gobernador de Buenos Aires, de la Real Audiencia de Charcas, del Virrey del Perú y del Rey de España.  A éste último estaban sujetos como vasallos y, por lo tanto debían pagar su tributo anualmente, consistente en 1$ por familia.  El pago se hacía en Buenos Aires a la tesorería real, en moneda.  El dinero se obtenía de la venta de la yerba mate en Buenos Aires o Santa Fe.  Los indios recién convertidos estaban liberados del tributo por diez años, como también lo estaban los caciques y sus primogénitos. 

    Desde 1654, de los 30 pueblos, 21 pertenecían al Obispado del Río de la Plata y 9 al del Paraguay.

    Trazado Urbanístico de las Reducciones

    Cada ciudad se organiza conforme a un cuidado proyecto urbanístico.

    Los elementos constitutivos básicos de la trama urbana jesuítica son: el núcleo, las viviendas-manzanas, la plaza, las calles, la huerta y otras estructuras arquitectónicas.

    a) La Plaza: Constituye el elemento ordenador del espacio urbano.  Sus dimensiones superan las habituales cuadras de las ciudades españolas.Algunas tienen tendencia hacia formas cuadradas, pero en general se localiza un lado mayor en un 25% respecto del otro. La plaza de San Ignacio Miní mide 125 x 108 metros.  En la plaza se concentraban las actividades cívicas y religiosas, era el gran escenario donde se aseguraba la participación y la persuasión (juegos, cantos, danzas, representaciones teatrales, prácticas militares).

    b) El Núcleo Principal: (templo, colegio, cementerio).  El conjunto de fachadas de la iglesia, portadas del colegio y cementerio, se subordinan jerárquicamente para lo cual se recurre al recurso barroco de formar una avenida axial que conduce al eje del frontispicio del templo. La disposición de los tres elementos del núcleo no siempre fue igual, si bien la iglesia está en el centro, el cementerio o el colegio pueden aparecer indistintamente a la derecha o izquierda de ésta.  Así como la iglesia puede aparecer sobre una plataforma elevada que la jerarquiza, hay ejemplos donde hay un doble atrio, o el templo avanza nítidamente sobre la plaza fragmentando el espacio del núcleo.  Hacia atrás del núcleo siempre aparece la Huerta con diferentes extensiones. El colegio y los talleres no tienen siempre la misma disposición de patios en similares dimensiones.  Tampoco el cementerio es igual y sí en algunos casos aparece dividido en cuarteles ( hombres, mujeres, niños y niñas) en otros incluye una exótica capilla o se proyecta hacia la plaza con capillas de velatorio. En varias de las casas junto al núcleo, pero separado del mismo, se ubica la Casa de la Misericordia, donde se alojan a las viudas o mujeres cuyos maridos estaban fuera del pueblo.

    c) Las Viviendas Indígenas:  La unidad de vivienda constituía el módulo de amanzanamiento del pueblo.  Organizada como un elemento cerrado, rodeado de galerías perimetrales, las viviendas varían de dimensión entre los diversos pueblos y aún dentro del mismo pueblo. Las Manzanas: comprendían entre 6 y 12 unidades, siendo habitual en varios pueblos las de siete habitaciones.  En algunos casos las manzanas se ubicaban de manera paralela a los lados de la plaza y las demás detrás de las primeras con cierta autonomía, ciertas características unitarias hacen pensar en la existencia de agrupamientos según parcialidad indígena.

    d) Otros elementos arquitectónicos:

    • Los tambos aparecen ubicados libremente.
    • Los hospitales, eran un buen número de cabañas fuera del pueblo en sus cercanías. 

    Luego de que estuviera algún enfermo se quemaba la cabaña y se construía otra.

    • Las carnicerías o "rastros" estaban en general junto a la huerta.  Frecuentemente se repartía la carne a los indígenas en el segundo patio del colegio.
    • Otras edificaciones como las tahonas, olerías, tejerías, galpones de depósito, trapiche, estaban ubicados en la periferia de los pueblos.
    • Otros elementos: (capillas, posas o ermitas) tenían libre ubicación.  Generalmente encontramos cruces en los extremos de la plaza (posas).

    Expulsión de los Jesuitas

    La brillante labor evangelizadora, social y cultural llevada a cabo por los jesuitas hasta el siglo XVII no estuvo exenta de enemigos, celos y rivalidades.  Su acción en las universidades y colegios, el éxito obtenido en las misiones indígenas en diversas regiones de América, el intenso tráfico comercial que desarrollaron con criterios de organización, más la influencia que ejercían con  todos los sectores de la sociedad, despertaron opositores por doquier y desataron intrigas internacionales.

    Durante el siglo XVII, con el avance del Iluminismo y la difusión de la Masonería, se acentúan los ataques ideológicos contra la Iglesia Católica y por ende contra la Compañía de Jesús.

    La expulsión de los Jesuitas de los dominios portugueses se produce en el año 1757, siete años después, sacerdotes de la misma compañía corren igual suerte, pero esta vez, de los territorios franceses y finalmente Carlos III, rey de la Corona Española, perteneciente a la familia Borbónica, por Real Cédula del 27 de febrero de 1767 firma la expulsión de los Jesuitas de España y de todos sus dominios del mundo, cuya ejecución fue hecha por Bucarelli, por ese entonces gobernador de Buenos Aires (Agosto 1768). Los Jesuitas y Guaraníes acataron pacíficamente dicha ejecución, para resignar sus destinos y el de los treinta pueblos.

    Decadencia y Destrucción de los Pueblos

    Realizada la expulsión, el gobierno español trató de conservar el sistema en las reducciones pero estableciendo una nueva organización política y administrativa en las misiones.  Para organizar el nuevo sistema, el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa, dictó una serie de Instrucciones cuyas disposiciones más importantes fueron:

    • Separación de los poderes; los sacerdotes (mercedarios, dominicos y franciscanos, que hablaban guaraní) se encargarían de la atención espiritual, y el Gobernador y los Administradores, de lo temporal.
    • La rendición de cuentas que debían hacer los administradores, sus facultades y obligaciones en relación a la "conservación y perpetuidad material de los pueblos".
    • La obligatoriedad de la enseñanza del castellano.
    • Se permitía la presencia y relación con los españoles para facilitar la difusión del idioma y el adiestramiento de los indígenas en las prácticas comerciales libres y dinerarias.

    Todas estas disposiciones, de acuerdo con la política del momento, condenaban la actuación de los jesuitas en las reducciones y se proponían modificar ese régimen que consideraban perjudicial, por uno de mayor libertad que permitiera al indígena integrarse a la sociedad colonial, para lo cual resultaba imprescindible el uso del idioma español. (En este contexto se ubican sus disposiciones sobre el abandono de la vestimenta tradicional, el tipoy en las mujeres, y la obligatoriedad de usar calzado).

    El objetivo era integrar los 30 pueblos al sistema colonial, dependiendo su prosperidad del idioma castellano, el cultivo de la tierra y la actividad comercial.  Las ventajas de la producción y el comercio permitirían al indígena adquirir gradualmente su libertad.  El régimen de comunidad se mantenía, pero se recomendaba estimular el trabajo en las chacras particulares.

     A pesar de los proclamados objetivos de libertad, en la práctica la producción y el comercio estuvieron bajo el control de los administradores y a su vez, los grandes gastos ocasionados por el complicado aparato administrativo obligaron a incrementar excesivamente el trabajo comunitario, descuidándose las propiedades particulares.

    Según las Ordenanzas de Bucarelli, Misiones debía solventar sus propios gastos administrativos.  Pero no fue posible porque la carga presupuestaria de la administración se tronaba cada vez más pesada por el aumento de funcionarios, y al mismo tiempo la recaudación fiscal disminuía por la merma de población, y el balance del comercio resultaba desfavorable.  Todo lo cual evidencia la decadencia económica de los pueblos.

    La disminución poblacional se debió principalmente a dos factores: La alta tasa de mortandad y la deserción permanente.

    Entre las causas de mortandad mencionamos la desnutrición, exceso de trabajo, las epidemias de viruela, las guerras suscitadas en el área misionera después de 1810, las estructuras de los pueblos que tenían mayoría de mujeres y pocos hombres en edad de trabajar, otras enfermedades.

    Es significativa la cantidad de guaraníes que, a partir de 1768, abandonaron los pueblos, emigración que fue aumentando de manera alarmante.  Esto se debió al brusco descenso de la calidad de vida: hambre, miseria, expoliación, desamparo, que los obligó a buscar otros lugares con mejores posibilidades.

    Las migraciones estuvieron orientadas hacia Corrientes, los pueblos de Entre Ríos, Río Grande, Buenos Aires y Paraguay.  Lugares donde eran muy requeridos por su capacidad laboral en tareas domésticas, rurales y artesanales.  Otros se mezclaron con charrúas y minuanos.

    Con la dispersión de la población guaraní se inició también un lento proceso de mestizaje en los propios pueblos, donde quedaron mayoría de mujeres y se instalaron españoles, y también en el caso de los que abandonaban los pueblos y se ubicaban en regiones vecinas.  Una característica importante de señalar fue que los guaraníes que emigraron españolizaron sus apellidos, confundiéndose así con la población blanca.

    Reducción Jesuítica de San Ignacio Miní

    http://www.misiones.gov.ar/turismo/fotos/ruinas.htm

    Nombre: San Ignacio de Ipaumbucú ó Miní (recibió este nombre por haberse fundado después de la otra San Ignacio, Guazú). 

    Ubicación: Departamento Candelaria-Provincia de Misiones-Argentina-Latitud S 27° 20' – Longitud O 55° 32'.

    Acceso: a 50 km. de Posadas, 2.500 metros de la Ruta Nacional 12.

    Situación dominal: 100% fiscal.

    Status legal: Monumento Histórico nacional ( 1.983) – Decreto N° 2210. Monumento Histórico Provincial ( 1.969) – Ley N° 510. Patrimonio de la Humanidad ( 1.984 ) – UNESCO.

    Fundación y traslados: fundada a mediados de 1610 por los Padres José Cataldino y Simón Masseta en la rivera izquierda del río Paranápanema, en el Guairá, emigra con Loreto en 1631 y otros pobladores de las reducciones guaireñas asoladas por los paulistas bandeirantes, a las riberas del arroyo Yabebirí de la actual provincia de Misiones.  En 1696 después de algunos asientos provisionales, se establece donde hoy se aprecia los valiosos restos de sus ruinas, en una pequeña reserva fiscal del actual pueblo de San Ignacio.

    Gobierno Civil y Eclesiástico: los curas eran los administradores de los bienes de los indios y atendían todo lo concerniente a lo espiritual, temporal, económico, cultural, social y militar.

    El Cabildo era la autoridad máxima en cada reducción y estaba compuesto por los caciques.  Los curas mantuvieron la institución tradicional guaraní del cacigazgo.

    En conjunto, la reducción dependía: del Gobernador de Buenos Aires, de la Real Audiencia de Charcas, del Virrey del Perú y del Rey de España.  El cura y un compañero de cura dependían: directamente del Superior de las Misiones que residía en Candelaria, e indirectamente del Padre Provincial que residía en Córdoba.

    http://www.misiones.gov.ar/historia/imagenes/CroquisSanIgnacio.jpg

    Trazado Urbanístico de la Reducción: en la etapa de fundación y traslados, los pueblos se construían sin una definición muy precisa en lo urbano; la construcción fue precaria y simple, en adobe, tapia y paja.  Recién a fines del siglo XVII, luego de la derrota de los bandeirantes en la batalla de Mbororé en 1641, comienzan tiempos de seguridad y estabilidad.  Es la etapa de los asentamientos definitivos donde cada ciudad se organiza conforme a un cuidadoso proyecto urbanístico, donde las edificaciones son de piedra y maderas de ley.  Los elementos constitutivos de la trama urbana son: la plaza, el núcleo principal (templo, colegio, cementerio), las viviendas indígenas, las calles y otras edificaciones.

    La plaza constituye el elemento ordenador del espacio urbano.  Su forma es rectangular: 125 metros por 108 metros.  Cercada por tres de sus lados por las tiras de viviendas indígenas y el cabildo, mientras que el cuarto lado define sus límites con el núcleo principal.  El suelo era de tierra (no de césped), era el gran escenario donde se aseguraba la participación y la persuasión.  Allí se concentraban todas las celebraciones cívicas y religiosas.

    Las calles estaban ornamentadas con naranjos y limoneros.  Dos de ellos tenían una relevancia fundamental.  Una era la que accedía al pueblo y terminaba frente a la fachada del templo; la otra cruzaba frente al cementerio, templo, colegio, talleres.

    El núcleo principal compuesto por el templo, a la derecha del mismo, en San Ignacio Miní, la residencia o colegio y los talleres, se disponían en una sola línea de edificación consecutiva en el lado sur de la plaza.

    El templo era la primera edificación que se levantaba en la reducción.

    La Iglesia: en 1724 la iglesia estaba o muy adelantada o casi concluida, cuando el entonces Provincial de los jesuitas ordenó ese mismo año, que el Hermano José Brasanelli se trasladara a ese pueblo y terminara su construcción.  Este medía 63 metros de largo por 30 de ancho, con tres grandes puertas de entrada.  La puerta principal tenía 3,37 metros de luz con varias columnas a cada lado, en cuyos capiteles había relieves.  En el piso inmediato al altar mayor, entre otros, yacen los restos mortales de sus primeros fundadores los Padres José Cataldino y Simón  Masseta.

    El inventario de la expulsión (1768) describe "una Iglesia de tres naves, con media naranja en todo cumplida, toda pintada y a trechos dorada, con su púlpito dorado, con cuatro confesionarios, los dos con adornos de escultura y los otros dos de obra común".

    "Su altar mayor con su retablo grande dorado" (Retablo: adorno de piedra o madera esculpida en que se apoya un altar).

    "Al lado derecho de dicha Iglesia tres altares: el primero de Resurrección del Señor, con su retablo dorado; el segundo de San José, con retablo menor, medio dorado; y el tercero del mismo Santo, sin retablo".

    "La capilla del Baptisterio con su altar y retablo medio dorado, y pila bautismal, uno de piedra y la otra de estaño".

    "La sacristía y contrasacristía, y en ellas y en la iglesia y retablos las estatuas, cuadros, láminas, ornamnetos, plata labrada y demás adornos y utensilios del servicio de la iglesia…".

    El campanario de madera que sustituyó a las viejas torres demolidas por orden del Provincial Querini de 1749, situado en el patio de la residencia, tenía en 1768 "once campanas grandes".

    La residencia o colegio se componía de un refectorio (habitación destinada para comedor) con su enterrefectorio, seis aposentos y una biblioteca junto a la sacristía y su correspondiente patio interno.

    Los talleres contaban con cocina, panadería, carpintería, herrería, platería y presumiblemente en el más extenso local, los telares y su correspondiente patio de los talleres.

    Detrás del colegio, el templo y el cementerio se hallaba una extensa huerta orientada al sur.

    En esta reducción existían dos edificios de cotyguazú (para las viudas o mujeres con esposos ausentes) y una posada, situadas al lado este de la plaza.

    Las viviendas de los indios se ubicaban de manera paralela a los lados de la plaza y en hileras hacia la periferia.

    Siete a doce unidades o habitaciones constituían una "manzana", que organizada como un elemento cerrado estaba rodeada de galerías perimetrales.

    Como otras edificaciones nombramos: los tambos, ubicados libremente.  Las carnicerías o "rastros" junto a la huerta.  Frecuentemente se repartía la carne a los indígenas en el segundo patio del colegio.  Olerías y galpones, ubicados en la periferia del pueblo.  Había ermitas y capillas de libre ubicación.

    La economía: se sustentaba en la agricultura, la recolección de miel, la cría de ganado, la industria, las artesanías y el comercio.

    Se cultivaba maíz, mandioca, batata dulce, caña de azúcar, legumbres con destino a la alimentación. Algodón para obtener el hilo y el lienzo. Tabaco.

    Muy importante pasó a ser el cultivo de la yerba mate, que en un principio se cosechaba de los yerbales silvestres muy apartados de las reducciones.  La yerba era el producto de venta necesario para sufragar los impuestos anuales al Rey.  Existía en la reducción un régimen agrícola-mixto.  A cada familia indígena se le otorgaba una parcela de tierra para el cultivo que era denominada abá-mbaé o "propiedad del indio", la explotación de la misma era controlada por los misioneros quienes vigilaban que los indios sembrasen y cosechasen sus productos.

    La parte de tierras pertenecientes a la colectividad era llamada Tupá-mbaé o "propiedad de Dios".  Los indios cultivaban por turnos en estos terrenos comunales y se les pagaba en especie.  Los productos eran destinados para cubrir necesidades de la comunidad, pagar el tributo al Rey, sostener a los misioneros, incapacitados, enfermos, viudas, huérfanos, socorrer a los pueblos vecinos en dificultades.

    El producto de la ganadería, la yerba, cosechas comunitarias y trabajos manuales ingresaba al Tupambaé, que se encargaba de la exportación y venta.

    Del inventario de la expulsión (1768) tenemos información sobre el ganado de la estancia: 33.400 vacas, 1.409 caballos, 122 mulas mansas,  382 yeguas mansas, 7.356 ovejas , etc.

    Ante la necesidad de una serie de artículos para uso y consumo interno de los pueblos, los jesuitas establecieron los talleres, donde los guaraníes aprendieron una serie de oficios: carpintería, fabricación de vajilla, hornos para cocer tierra, fundición de metales, tejeduría de algodón, confección de sombreros, instrumentos musicales.

    En las reducciones no circulaba dinero, por lo que los jesuitas fijaron el valor de cambio para cada producto en el interior de la Provincia, era una unidad monetaria ficticia, el peso hueco (vacío); en base a él se cotizaban los productos.  La unidad de peso era la arroba (10.50 kg. aproximadamente) y la unidad lineal era la vara (83 cm.).

    Educación y Arte: Como el objeto de las reducciones era enseñar la doctrina cristiana, la educación, la catequización, la enseñanza en las escuelas y el arte estuvieron orientados hacia esa finalidad. Iniciar a los guaraníes en los valores cristianos no fue sencillo para los padres misioneros, ya que debieron desterrar la hechicería y la poligamia, prácticas ancestrales de la cultura guaraní. Con mucho ingenio, los curas, para hacer comprensible sus enseñanzas se valieron del canto, la pintura, el teatro, la escultura y la danza. A la escuela de primeras letras acudían los niños desde los 6 años. Aprendían a leer y escribir en guaraní. A los hijos de los caciques y autoridades comunales se les enseñaba además castellano y latín. La enseñanza se completaba con nociones de religión, urbanidad, aritmética y música. Las niñas aprendían costura, tejido y bordado. En los primeros tiempos los maestros fueron los curas, hasta que se formaron los maestros indígenas. En el arte jesuítico-guaraní prevaleció el tema religioso-cristiano. Los modelos que llegaban eran europeos. Los guaraníes fueron excelentes copistas de las estampas, dibujos, grabados e imágenes que llegaban. Para las tallas en madera utilizaban el cedro, jacarandá y otras maderas nobles de la región. Todo el arte se inscribió dentro de la corriente general de la época: el barroco.

    Los guaraníes poseían una inclinación natural hacia la música, que junto con el rezo y la danza formaba parte del ritual religioso. Todas las iglesias tenían de 30 a 40 músicos. Los que no tenían buena voz, aprendían algún instrumento y los tocaban con mucha destreza: arpas, violines, espinetas, bajones, chirimías, clarines; al principio por enseñanza de los padres y luego con maestros indios. La expulsión de los Jesuítas y Decadencia: El Rey Carlos III de España, firmó el Decreto de expulsión de los Jesuítas de los dominios españoles en 1767, pero recién se ejecutó en las Misiones en 1768.A partir de esa fecha, el sistema se quebró abruptamente. Las Ordenanzas del Gobernador de Buenos Aires Bucarelli separaban la atención espiritual de lo temporal. La primera a cargo de sacerdotes mercedarios, dominicos y franciscanos que hablaban la lengua guaraní. Lo temporal a cargo de administradores laicos que introdujeron el comercio con el exterior y liberaron progresivamente a los naturales del régimen de comunidad de bienes. La decadencia demográfica estuvo íntimamente vinculada con la ruina material. Con la nueva administración se notaba la impericia de los administradores locales; "la mayoría ignoraba el manejo de caudales, desconocían lo que era la agricultura y las fábricas y no sabían ajustar una cuenta, todos requisitos escenciales para el cargo". A esto se sumaba el despilfarro de los productos acumulados en los almacenes. Lo poco que se lograba exportar, apenas daba para impuestos y salarios de los administradores y sacerdotes; no quedaba nada para provecho de los indios. Éstos, disconformes desertaban de las reducciones y el trabajo se volvía excesivo para los que permanecían. Otros factores de disminución poblacional fueron la desnutrición y las epidemias de viruela. Con poca gente, las casas quedaban desocupadas. Los techos de tejas no se reparaban y la lluvia infiltrada pudría el maderamen y los tejados no tardaban en derrumbarse. El año más funesto para ésta reducción y otras (Candelaria, Santa Ana, San Ignacio y Corpus) fue 1817, cuando tropas paraguayas invadieron, saquearon y quemaron estas reducciones, llevándose en carretas, dice el P. Hernández, "cuanto objeto de valor pudieran hallar" al Paraguay. A pesar de esta destrucción, un grupo de guaraníes volvió a asentarse en el pueblo acaudillados por el indio Christaldo y permanecieron hasta 1821, año en el que los paraguayos asolaron nuevamente los cinco pueblos paranaenses. Lentamente la vegetación fue avanzando sobre todo el conjunto abandonado.

    Situación actual de los vestigios: es la más completa de todas las reducciones.  El monumento está totalmente cercado y resguardado.  Estos restos han sido reconstruidos durante el período 1940-1950.  Ello otorgó un carácter diferencial a San Ignacio Miní, respecto a las demás ruinas.

    Iglesia: sus muros laterales alcanzan la altura total, sus solados (revestimiento de un piso con ladrillos, losas etc.) están decorados y presenta gran cantidad de piedras labradas, sobre todo el majestuoso portal de entrada y el portal de acceso al Baptisterio, pero en ellas se nota el paso del tiempo y de los cambios climáticos.

    Colegio: con aulas, refectorio, cocina, despensa, solados trabajados, rodeados de galerías con balaustradas.  En la parte posterior es notable la decoración de todos los pisos que va cambiando delante de cada  aula, presentando combinaciones de líneas curvas y elementos vegetales que se van complicando a medida que avanza.

    Talleres: con sus muros, ventanas, puertas, galerías, ocupan una gran extensión junto a su patio.

    Viviendas: Cotyguazú y casa de los indios: más de una veintena de bloques donde se pueden observar detalles constructivos empleados.

    Partes: 1, 2
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