- 1.
- 2. La prehistoria de las relaciones diplomáticas
- 3. Las relaciones argentino-soviéticas durante la Guerra Fría
- 4. Lanusse, Gelbard y la base jurídico contractual para la explosión exportadora hacia la URSS:
- 5. Proceso de Reorganización nacional: auge de la sociedad argentino-soviética
- 6 El regreso de la democracia y decadencia de la sociedad
- 7. Observaciones finales: consecuencias políticas y Grupos beneficiados
- 8. Bibliografía.
El sector externo de la economía argentina, según el historiador y economista Mario Rapoport, presenta dos características principales. La primera de ellas consiste en su perfil agro-exportador que la hace depender en forma significativa de los mercados mundiales. El proceso de industrialización, aunque produjo cambios en la estructura productiva y en el tipo de importaciones, no alteró la ecuación comercial, que existía desde la época de la independencia. La Argentina exporta hoy, como hace 100 o 150 años, productos agrícolas y ganaderos e importa manufacturas, bienes intermedios y equipos industriales.
La segunda característica, que interesa especialmente a los efectos de nuestro análisis, tiene orígenes más recientes y radica en la conformación triangular de corrientes comerciales. Antes de la Primera Guerra Mundial, el país mantenía una estrecha relación económica, que se expresaba también políticamente, con Gran Bretaña, al punto que algunos lo consideraban una especie de "colonia informal" del imperio británico. Pero en la posguerra, respondiendo a los cambios que se habían producido en la economía mundial, se estableció un esquema de triangulación internacional en el comercio exterior con mercados compradores y vendedores claramente diferenciados. Los británicos continuaron siendo los más grandes compradores de alimentos y materias primas locales aunque Estados Unidos, la potencia emergente, se convirtió en la principal fuente de capitales y bienes industriales. La libre convertibilidad de las divisas hizo posible balancear, al menos en parte, los déficits comerciales con los Estados Unidos utilizando el superávit que tenía el comercio con el Reino Unido. A su vez, préstamos e inversiones norteamericanas contribuían a compensar los desequilibrios del sistema. Sin embargo, la estabilidad de ese sistema era más aparente que real.
La decadencia económica inglesa y el ascenso del país del Norte al rango de primera potencia mundial hacían suponer, como ocurrió en el resto de América Latina, un cambio paulatino de esferas de influencia en perjuicio de Gran Bretaña, proceso que no se verifica. Las distintas barreras que existían en los Estados Unidos para la colocación de los productos argentinos, que incluían la prohibición total para la entrada de carnes argentinas, impidieron una mayor complementación comercial y, lo que es más importante, tuvieron serias repercusiones internas. Los sectores terratenientes, cuyo peso económico y político era determinante, se sentían directamente perjudicados y temían profundizar una relación que carecía para ellos de perspectivas.
Al grito de "Comprar a quién nos compre", la solución que dichos sectores impusieron, favorecida por la nueva coyuntura que se abría con la crisis mundial de 1930, consistió en volver a estrechar los lazos bilaterales con Gran Bretaña, aunque los resultados implicados no se produjeron porque los británicos ya no podían abastecer a la Argentina de los productos que necesitaba. Esta política contribuyó a crear en cambio una serie de fricciones económicas y diplomática con los Estados Unidos sin conseguir anular la dependencia tecnológica y en el suministro de bienes que existía con dicho país. En el aspecto comercial, por lo tanto, la relación triangular se reanudó, salvo durante el período de la Segunda Guerra Mundial durante el cuál la Argentina obtuvo saldos favorables con Estados Unidos debido a las restricciones que sufrió el comercio de importación. Desde el punto de vista político este período puso en evidencia los conflictos latentes entre Estados Unidos y Gran Bretaña respecto al presente y futuro de sus relaciones comerciales con la Argentina.
En la posguerra, el funcionamiento del triángulo anglo-argentino-norteamericano se fue debilitando por la mayor competitividad de las economías argentina y norteamericanas (Estados Unidos se transformó en el más grande exportador mundial de cereales), las políticas nacionalistas del gobierno argentino, y las dificultades crecientes de la economía británica.
La apertura de nuevos mercados, en especial los de la Comunidad Económica Europea a mediados de los años cincuenta, pareció dar una respuesta a esos problemas, aunque sin alterar en el fondo el esquema triangular vigente, pues las principales corrientes de insumos y capitales seguían viniendo de Norteamérica. Sin embargo, esta situación no pudo mantenerse porque la Comunidad Europea comenzó a proteger su producción agrícola obligando a buscar otros mercados. Es entonces cuando se desarrolla una nueva alternativa, que en realidad había empezado en forma incipiente años atrás: el incremento de las relaciones con la Unión Soviética y los países del bloque socialista.
Los vínculos económicos y comerciales argentino-soviéticos, que adquirieron cierta envergadura a partir de 1953, se afianzaron en la década de 1970 y llegaron a su punto de mayor desarrollo con los recientes gobiernos militares. La principal consecuencia es que la Unión Soviética ocupaba a mediados de los 80 un lugar similar al que ocupó Gran Bretaña dentro del esquema triangular, en el pasado. El objeto de este trabajo es el de indagar sobre el desarrollo de dichos vínculos y de sus necesarias consecuencias políticas, en un mundo que se caracterizaba por el maniqueísmo, donde dos potencias se disputaban la hegemonía mundial y los actores "menores" se "alineaban".Haciendo especial hincapié en la más reciente dictadura militar donde lo real y lo aparente se mezclan para darnos un caótico escenario en el cuál "comunistas" y los paladines castrenses locales aparecen paradójicamente hermanados. Las conclusiones finales girarán en torno a cuáles son los grupos beneficiados donde encontraremos apellidos de llamativa actualidad.
2. La prehistoria de las relaciones diplomáticas
Las primeras menciones sobre América que llegaron a Rusia datan de 1530, y aparecen en un manuscrito del monje Máximo Griego (Grecco). Los primeros rusos que habían visitado a la América Latina (las islas Antillas) fueron el escritor y traductor F. Karzhavin y el mercader V. Baránschikov (en los años 70 – 80 del siglo XVIII). Pero el conocimiento político sobre Sudamérica se inició cuando Francisco de Miranda llegó a la corte de Catalina la Grande para solicitarle, sin éxito, el apoyo ruso a la emancipación de las colonias españolas, una causa que , sin embargo, era popular en los círculos intelectuales de la época. Un público más vasto, iba a saber de la Argentina por la traducción al ruso en 1871, del texto de Charles Darwin "El viaje alrededor del mundo del naturalista en el Beagle", sobre todo por los datos curiosos acerca de las tribus fueguinas y su bajo nivel de desarrollo. No faltaron tampoco los aventureros que se familiarizarían con el nombre de un lugar tan lejano. Tiempo después, Amalia, la novela de José Mármol, fue publicada como folletín de prensa "decembrista", el movimiento antifeudal de mediados del siglo XIX. Los vínculos culturales entre Rusia y América Latina en general, seguían ampliándose. En Rusia fueron, también publicadas obras de M. M. Ugarte, A. Azeved, R. Darío y otros escritores latinoamericanos. En América Latina se dieron a conocer obras de L. Tolstói, M. Gorki, F. Dostoievski y otros escritores rusos .
Pero los vínculos bilaterales, la prehistoria de las relaciones diplomáticas, entre sendas naciones, tendrían su punto de partida en una carta enviada, al entonces Presidente Julio Argentino Roca, con fecha 31 de mayo de 1886. Por medio de la misma, Alejandro III luego de una interminable lista de halagos al mandatario argentino y declaraciones de buena intención, nombraba al escritor (y sobre todo viajero) Alexander Ionin (1837-1895) como Ministro Extraordinario y Plenipotenciario en la Argentina. El diplomático ruso contribuyó radicalmente a las relaciones de Rusia con la Argentina desde 1886, pero también con Uruguay y México. El 1 o 13 (según se considere el calendario ortodoxo o gregoriano) de agosto de 1885 le escribía al ministro de Negocios Extranjeros, Nicolai K. Guirs, presentando a la Argentina, tan desconocida en San Petesburgo como lo era Rusia en Buenos Aires, como un país que "[…] está haciendo progresos notables; su población aumenta rápidamente y el puerto de Buenos Aires supera en importancia al de Río a causa del creciente desarrollo de las vías férreas".
Según el ministro ruso las relaciones entre los dos países tendían a ser "de carácter platónico" y el deseo de un acercamiento más estrecho debía fundamentarse "no en un provecho material inmediato, sino en posibles aspectos para el futuro" No era lo que pensaban los diplomáticos argentinos, que buscaban, en ese entonces, relaciones prácticas. Ionin continuaba diciendo que los rusos a pesar de ser competidores de los argentinos en el comercio mundial de trigo, lana y cueros podían "(…) tenderse recíprocamente las manos y los rivales convertirse en socios para competir, a la vez, con América del Norte y Australia, las cuales al vender trigo a Europa, nos quitan el pan a nosotros y a la República Argentina". Eran los esbozos de una alianza muy peculiar.
Curiosamente, la Rusia soviética habría de convertirse un siglo más tarde en el mayor comprador de los cereales argentinos, entre otras cosas porque, por una combinación de la ineficiencia de su producción agropecuaria con el incremento del consumo interno y el desarrollo de la ganadería. Ucrania dejó de ser "el granero europeo".
La idea de conformar en 1885 una alianza internacional no parecía alocada pero era impracticable. Ninguno de los dos países poseía una flota mercante capaz de otorgarle un marco de independencia necesario para pesar en el mercado mundial. Pero a pesar de los evidentes impedimentos de orden geográfico, las vinculaciones comenzarían paulatinamente a estrecharse. Ionin dejó instalado en Buenos Aires un secretario, el conde Mauricio Prozor "gentilhombre de la cámara del emperador Alejandro III"y más tarde designó de cónsul general de Rusia en la Argentina al danés Pierre Christophersen. A su vez, Roca designó un ministro argentino ante la corte de San Petesburgo, el experto jurista Carlos Calvo.
Otra carta de la cancillería (17/7/1886) Ionin explica la importancia de las relaciones ruso-argentinas por dos factores relevantes. El primero era la ubicación de la Argentina en relación a las comunicaciones marítimas entre los océanos Atlántico y Pacífico y su potencial importancia para la flota rusa. El segundo "sorpresa" por los éxitos argentinos "en este tiempo" (1888). Y más tarde para resaltar, el 10/1/1889, la inteligencia del presidente Roca, el cónsul antes mencionado le describía a sus superiores: "(…) fue el presidente más destacado y querido por haberle prestado grandes servicios al país y por entregarle a su sucesor un país en óptimas condiciones. Además de sus méritos civiles, el general Roca goza de una reputación militar excelente por sus exitosas campañas contra los indios de la Patagonia…"
Pero mas allá de descripciones y del progresivo avances del conocimiento entre las dos naciones, las relaciones bilaterales virtualmente no existían. "Es muy difícil en este momento", escribía Ionin, "pensar en la obtención de algún provecho material o comercial resultante de un potencial vínculo mas estrecho." No obstante, en un futuro no tan lejano, "si el extremo sur de América continúa desarrollándose rápidamente como hasta ahora terminará representando, un considerable factor político en las relaciones internacionales; por ello la buena predisposición de los políticos locales hacia Rusia debe ser tenida en cuenta". Como resultado de estos juicios mutuos, la labor consular, aún a falta de negocios continuó desarrollándose en forma precaria. A modo de hitos en el vínculo, previo a la Revolución Bolchevique debemos citar: por un lado, el mes de julio de 1902 cuando la Fragata Sarmiento ancló por varios días en San Petesburgo siendo visitada por el zar Nicolás; al año siguiente la participación de Rusia en la Exposición Rural en la Argentina (con el propósito firme de desplazar a los proveedores de máquinas agrícolas belgas, alemanes y norteamericanos, aunque ese interés fue fugaz, pues, otros conflictos internacionales serían afrontados por Rusia haciendo un lado este plan, me refiero a la "guerra ruso-japonesa).
Tras la conmoción interna sufrida producto de la Revolución de Octubre del 17, los vínculos comerciales entre la Argentina y la Unión Soviética tuvieron numerosos altibajos, lógica consecuencia de la inestabilidad y conflictividad social acaecida en la nación ahora socialista.
Hacia 1927 se produjo el primer contacto comercial de relevancia no sólo para Argentina sino para con toda la región latinoamericana, la instalación en Buenos Aires de la Sociedad Rusa Iuyamtorg con el fin de fomentar el comercio con Sudamérica. La acción de la empresa incrementó sustancialmente las importaciones de origen ruso y transformó a la Argentina en el principal partenaire soviético en el continente. Pero pronto los cambios políticos internos afectaron esa relación y en 1931, el gobierno militar del general Uriburu clausuró la sociedad acusándola de ser una agencia de difusión del comunismo. Luego de eso, y hasta 1946, el comercio disminuyó drásticamente y el comportamiento de ambos gobiernos en los foros internacionales se caracterizó por una hostilidad mutua cuyos puntos más destacados fueron la proposición argentina para excluir a la Unión Soviética de la Liga de las Naciones en 1939 por su invasión a Finlandia, y la oposición de Molotov a aceptar el ingreso de la Argentina en las Naciones Unidas, en 1945, debido a su política de neutralidad en la guerra y a las supuestas simpatías pronazis de su gobierno.
Con todo, en la temprana post-guerra y a pesar de los ataques al gobierno argentino de entonces (de origen militar y en el cuál Perón era su principal figura) efectuados tanto por la prensa soviética como por el Partido Comunista local, los rusos iniciaron conversaciones secretas con funcionarios de ese gobierno a fin de solucionar las diferencias existentes. Es así que pocos días después que Perón asumiera como presidente constitucional, más precisamente en junio de 1946, los dos países reestablecieron relaciones diplomáticas. Como una muestra del interés comercial que tenía por la Argentina, la Unión Soviética envió a Buenos Aires, casi simultáneamente con su embajador, una numerosa misión económica. Argentina comenzaba a mostrar una característica que lo distinguiría del resto de los países latinoamericanos, el mantener ininterrumpidamente sus relaciones comerciales con la URSS a pesar de la "Guerra Fría".
3. Las relaciones argentino-soviéticas durante la Guerra Fría
En los primeros años del gobierno peronista, el intercambio comercial se reanudó lentamente y sin mucho entusiasmo, especialmente de la parte argentina, sin que esto altere en nada la afirmación antedicha. La guerra fría por un lado y la actitud anticomunista de Perón a la vez de su negativa a firmar un convenio comercial de largo plazo tal como querían los soviéticos por otro, fueron las principales causas. A partir de 1952, sin embargo, en consonancia con la crisis económica padecida por el gobierno local las cosas cambiaron y los vínculos bilaterales, tanto económicos como culturales y diplomáticos, se expandieron rápidamente. Según el Rapoport la explicación de este hecho, residía en las crecientes dificultades que experimentaba la economía peronista en el contexto local sumado a los obstáculos externos que existían para desarrollar su comercio internacional, así como los deseos de contrapesar la influencia norteamericana, hicieron bienvenida una apertura hacia el Este. La Unión Soviética, por su parte, iniciaba también por esos años un notable cambio en su política económica hacia Occidente y el Tercer Mundo, que tuvo manifestación inicial en la Conferencia Económica Mundial de Moscú de 1952, aún en vida de Stalin y que la impulsaba a aprovechar toda circunstancia favorable para desarrollar vínculos con los países fuera de su bloque.
Una muestra del acercamiento entre ambos países, que en la época adquirió considerable repercusión, fue la entrevista que en febrero de 1953 sostuvieron Leopoldo Bravo, el embajador argentino en Moscú y Stalin, muy poco antes de su muerte. Era la primera vez que el líder soviético recibía a un representante de una nación latinoamericana. Como resultado de ello se firmó el primer convenio comercial entre un país de América Latina y la Unión Soviética, que preveía un intercambio recíproco de 150 millones de dólares y gracias al cuál la Argentina se transformó en el principal cliente y abastecedor soviético en el área. Culminando ese proceso en 1955 cuando se realizó en Buenos Aires la primera exposición industrial rusa en el continente. El interés soviético por el desarrollo de sus relaciones con la Argentina que había comenzado con aquellos pronósticos favorables de Ionin y Guirs, continuó en los años ´20 tras la instalación de la empresa Iuyamtorg, ahora se veía concretado. Las relaciones argentino-soviéticas en esa época jugaron, sin duda, un rol destacado en la formulación de la nueva política de la URSS hacia América Latina y el Tercer Mundo, en general, que se afinaría más tarde bajo la conducción de Krushev.
El régimen militar que derrocó a Perón (Revolución Libertadora), a fines de 1955, siguió una política económica más ortodoxa y cercana a los Estados Unidos. Esto produjo una sensible disminución en el comercio con el Este, aunque no se anuló el convenio vigente con la Unión Soviética y en enero de 1958 se envió a Moscú una misión económica para la utilización de los créditos pendientes.
Con la asunción de Frondizi ese mismo año las relaciones entre ambos países cobraron nuevo impulso, al calor del proyecto desarrollista, y de la marcada influencia "frigerista" (asociada a la mano derecha del presidente, Rogelio Frigerio) que desde la revista "Que" veían con buenos ojos un acercamiento hacia la URSS. El presidente electo gozaba de prestigio entre las altas esferas del Kremlin por su pasado antiimperialista y muchas de las ideas de su grupo gubernamental en materia de política exterior, como antes se mencionaba, en la cuál coincidían con Kruschev y los dirigentes soviéticos de ese entonces. Pues, Arturo Frondizi pertenecía al ala izquierda del radicalismo y había publicado en los años ´50 "Petróleo y política" fuertemente crítico de los Estados Unidos y de marcado tono nacionalista, en un contexto de enconado enfrentamiento con Perón y los acercamientos político – económicos hacia Norteamérica en los albores de su derrocamiento.
El gobierno de Frondizi decepcionaría en parte a los soviéticos al realizar una política económica distinta a la esperada: en vez de nacionalizar empresas comenzó a alentar inversiones extrajeras de Estados Unidos y de Europa Occidental, especialmente en la industria petrolera; y en vez de practicar una política de ingresos flexible aplicó un programa de austeridad que lo llevó a enfrentar a sus antiguos apoyos, el peronismo y la "izquierda", y a adoptar medidas represivas contra ellos. Valga la somera mención de los importantísimos condicionantes políticos que sufrió el gobierno en un contexto interno de proscripción del peronismo y de permanente "tutela" de las fuerzas armadas.
A fines de 1958 Frondizi envió, sin embargo, una nueva misión económica a Moscú encabezada por un hombre de su entera confianza, el diputado Liceaga, y sus gestiones dieron lugar al otorgamiento de un crédito de 100 millones de dólares para la compra de equipos petroleros, el primero de este tipo que recibía un país latinoamericano. Aún así, sometido a la presión de los militares, que en consonancia con lo antedicho le realizaron numerosos planteos y conatos de golpe de Estado, y con un ministro de Economía que le había sido impuesto (Álvaro Alzogaray), la posibilidad de ampliar las relaciones económicas y políticas con la Unión Soviéticas se hacía difícil. En 1959 hubo incluso algunos incidentes diplomáticos entre los dos países en los que se vieron involucrados funcionarios soviéticos en Buenos Aires. Pero la voluntad de ambas partes tendientes a un acercamiento era lo suficientemente grande como para que en 1960, en ocasión de los festejos del sesquicentenario de la revolución de mayo, la URSS enviase a Buenos Aires una delegación de alto rango, una de las más importante llegada al país, encabezada por el entonces vicepresidente del Consejo de Ministros, Alexel Kosiguin. Era, como afirma Carlos Echagüe, el portavoz de un mensaje personal de Nikita Kruschev a Frondizi ,en el que el premier soviético remarcaba "la similitud en la posición internacional de los dos países en una serie de problemas" y la necesidad de un mayor estrechamiento de las relaciones económicas y culturales entre ambos. La agencia TASS comentaba acerca del mensaje la importancia de la "posición argentino-soviética para la imponer la paz" . Casi simultáneamente con la "misión Liceaga" se firmó un protocolo adicional al convenio pactado con el propósito de comprar maquinaria soviética, la que sólo se pudo completar en forma parcial, jaqueado por los planteos militares y la oposición política el gobierno de Frondizi fue derribado por un golpe de Estado en 1962, entre otras cosas por su política internacional, que en la óptica de muchos militares fluctuaba sospechosamente entre "Occidente" y la "amenaza marxista".
El nuevo gobierno de Guido sin llegar nunca a romper relaciones diplomáticas con la Unión Soviética asumió una actitud abiertamente anticomunista y antisoviética. En el terreno comercial, haciéndose eco de las críticas que se habían realizado a la deficiente calidad del material comprado a ese país, el gobierno argentino decidió rescindir el convenio de 1953, firmado por la administración peronista, retrocediendo, así a la situación existente antes de esa fecha, disminuyendo el comercio con el bloque soviético en forma significativa.
La gestión de Illia, partidario de la Unión Cívica Radical, que sucedió a Guido gracias a la celebración de nuevas elecciones presidenciales, volverá a reactivar las relaciones argentino-soviéticas, especialmente en el plano económico. Entre 1963 y 1966 el comercio entre sendas naciones, alcanzaría los mayores volúmenes hasta entonces conocidos. El gobierno radical implementó una política de tono nacionalista, cuyos puntos más importantes consistieron: en la anulación de los contratos petroleros firmados por Frondizi con empresas norteamericanas (haciendo letra muerta de su propio "Petróleo y política"), la ley de medicamentos y la regulación de la industria automotriz. En el marco de esa política y procurando ampliar los mercados externos se envió a Moscú otra misión económica encabezada por Facundo Suárez, que negoció un importante intercambio de trigo por productos petrolíferos soviéticos. Fue la primera compra importante de cereales por parte de la URSS a la Argentina (un millón de toneladas de trigo), pues hasta entonces los principales rubros de importación de ese país habían sido cueros y lanas. A la vez, a principios de 1966, las relaciones habían mejorado lo suficiente como para iniciarse las tratativas de un nuevo convenio comercial a largo plazo (siendo según Mario Rapoport la modalidad de acuerdo preferida, en lugar de negociaciones puntuales). Pero la inestabilidad política interna en la Argentina impidió este nuevo acercamiento.
En junio de 1966 el presidente Illia era derrocado a manos del Gral. Onganía quien adhirió, incondicionalmente a los postulados de la "doctrina de seguridad nacional", sancionó una ley anticomunista y alentó un estrechamiento de relaciones con los Estados Unidos, los cuáles por intermedio de su compañía de inteligencia (CIA) tenían minucioso conocimiento del golpe de Estado. Las negociaciones con la URSS, que se hallaban bastante avanzadas quedaron virtualmente paralizadas y volvió a producirse una reducción del intercambio comercial. Pero este iba a ser el último período en el que las relaciones con la potencia soviética experimentaría tales contratiempos.
Hacia 1969 la Argentina se vio expuesta a una profunda crisis política y social que se expresó en sublevaciones populares sintetizadas en el "Cordobazo", que hicieron tambalear el régimen. Por aquellos años comenzaron a desarrollarse los primeros accionares guerrilleros urbanos que llegarían a su apogeo tiempo más adelante. Onganía se vio obligado a renunciar y ceder su lugar al General Levingston. Durante su breve período al frente del gobierno nacional (posteriormente reemplazado por el General Lanusse, en quién nos detendremos particularmente) se produjeron algunos cambios en la política hacia la URSS, especialmente con el envío hacia Moscú de una misión de carácter privado, pero alentada por el gobierno, encabezada por un importante industrial y banquero Hernán Ayerza y un científico Mariano Castex. Entre las razones que explican este cambio se destaca fundamentalmente, las dificultades que experimentaba el comercio con Europa Occidental debido a las políticas proteccionistas de la Comunidad Económica Europea (CEE), que comenzaron a manifestarse con fuerza a comienzos de la década del ´70, como ser el PAC (Política Agrícola Común).
4. Lanusse, Gelbard y la base jurídico contractual para la explosión exportadora hacia la URSS:
He decidido hacer un alto en el relato cronológico por la importancia vital de este punto dentro del análisis de las relaciones comerciales con la Rusia soviética, es el momento de la "singular apertura hacia el Este" a través de "hombres de derecha". Obviamente este proceso no se desarrollo en el vacío sino que estaba sustentado en relaciones existentes desde antes, y es aquí donde juega lo expuesto hasta el momento.
El gobierno del Gral. Lanusse expresará esos cambios al plantear como principio rector de su política internacional la eliminación de las "fronteras ideológicas" e iniciar un acercamientos hacia Rusia, Cuba e incluso con Chile bajo el mandato del socialista Salvador Allende. Los militares que llegaron al poder en 1966 haciendo gala de su "occidentalismo", estaban ahora, bajo el apremio de acontecimientos políticos y económicos internos y externos, alterando radicalmente sus posiciones iniciales, al menos en política exterior.
La misión Ayerza, antes mencionada, abrió el camino para el envío de una nueva misión, esta vez oficial encabezada por un subsecretario del ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Stany-Gendre en junio de 1971. Producto de ésta, se firmó un nuevo convenio comercial en presencia del ministro Gromyko – lo cuál demuestra la importancia que tenía para Moscú – que además de servir como punto de partida para un incremento a largo plazo del intercambio comercial establecía la cláusula de la nación más favorecida y sentaba las bases legales de las relaciones que rigieron hasta la caída de la URSS. En este contexto se creó, en 1972, la Cámara de Comercio Argentino-Soviética.
La vuelta del peronismo, en 1973, amplió considerablemente el camino abierto por los militares. Cámpora, a cuya asunción asistieron Allende y dirigentes cubanos, era respaldado por el ala combativa del peronismo y por las agrupaciones guerrilleras. En su breve gobierno se inició una política "tercermundista", que Perón a fin de no perder el control de su movimiento, continuó aunque más moderadamente.
El impulsor de los acuerdos económicos que se realizaría con los países del bloque socialista sería el ministro de Economía (figura fundamental a efectos de nuestro análisis), José B. Gelbard, dirigente empresario (fue presidente de la CGE) que había tenido militancia en la izquierda y luego en el peronismo. Bajo su iniciativa se firmó un importante acuerdo comercial con Cuba y se concretaron convenios económicos con varios países de Europa Oriental. El hecho más importante fue la numerosa delegación económica que encabezada por el ministro viajó a Moscú en 1974 para negociar y firmar los acuerdos comerciales de mayor relevancia hasta el momento. La misma fue recibida con todos los honores por Brejnev y la plana mayor de la dirigencia soviética, una deferencia que no se repetirá hasta el encuentro del presidente Alfonsín con Gorvachov tiempo después. La misión Gelbard firmó tres convenios: uno de cooperación comercial, uno de suministro de maquinarias y equipos por parte de la URSS y otro sobre cooperación científico-técnica. A partir de estos acuerdos se creó también una Comisión Mixta para verificar el desarrollo del intercambio, que se reuniría hasta la caída del régimen ruso en forma periódica. Según informaba la agencia rusa TASS, en la visión del ministro Gelbard esos acuerdos, así como el conjunto de la política de apertura hacia el Este y los países del Tercer Mundo, "servían a los objetos de liberación y antiimperialistas a los que aspiraba el pueblo argentino".
La muerte de Perón, enturbió este panorama. Ya Perón, en el contexto de constante lucha interna dentro de su partido había denunciado la infiltración izquierdista dentro del peronismo, su viuda y vicepresidente, ahora al frente del ejecutivo nacional trató de desembarazarse de aquellos elementos considerados extraños al movimiento. La decisión fue apoyarse en el ala más "ortodoxa" y al mismo tiempo que procuraba negociar con el FMI y con países árabes y del Tercer Mundo; la presidenta se negó a ratificar los convenios firmados con la URSS y obligó a renunciar a su principal artífice, el ministro Gelbard. Pero la presidenta argentina tendría los días contados al frente del poder ejecutivo nacional, víctima de un profundo vacío de poder y de intereses coincidentes de distintos sectores económicos (principales beneficiarios del modelo económico de Martínez de Hoz) sería derrocada el 24 de marzo de 1976.
5. Proceso de Reorganización nacional: auge de la sociedad argentino-soviética
El golpe de Estado de marzo de 1976que puso en el gobierno al Gral. Videla pareció indicar en sus inicios una nueva marcha atrás en las relaciones entre la Argentina y el bloque soviético. El nuevo régimen militar proclamó abiertamente su vocación pro-occidental y su adhesión a la doctrina de la seguridad nacional, procuró dar una "solución final" al problema de la "subversión" y practicó desde el inicio una política económica basada en las enseñanzas liberales de la llamada "escuela de Chicago". El panorama –a priori- no podía ser más desalentador para los intereses ligados a la URSS.
Sin embargo el curso de los acontecimientos mostrará una realidad opuesta a las especulaciones previas. En materia de política interna, el Partido Comunista Argentino (PCA) no fue perseguido como las otras fuerzas políticas de izquierda y pudo actuar durante todo el período en condiciones de "cuasi-legalidad" en relación a las condiciones de prohibición total que sufrieron la mayoría de las agrupaciones. Esto no impidió algunos asesinatos o desapariciones de comunistas, pero no como parte de una política destinada específicamente, sino como un ataque al accionar de algunos militantes de base. Más extraño, aún fue la actitud de los cuadros superiores del PCA que, en palabras de Echagüe "más soviéticos que comunistas", tuvieron desde el principio del "proceso" una actitud de "apoyo crítico". Quienes, según describe Otto Vargas, distinguían a Videla y Viola como "militares moderados" con los cuales se podía llegar a un acuerdo o formar un gobierno "cívico-militar". Esta actitud se mantuvo, causalmente, hasta 1982 con la asunción del Gral. Galtieri.
En el plano de las relaciones comerciales, tampoco se siguió el curso previsible en función del discurso oficial castrense. En agosto de 1977, Videla ratificó los convenios negociados por Gelbard, que cobraron desde entonces plena vigencia. Entre 1976 y 1979, las exportaciones hacia la URSS se duplicaron, mientras que siguieron realizándose obras de infraestructura con participación soviética, sobre todo en el área hidroeléctrica, como Salto Grande, y se ratificaron o se contrataron nuevas, como los estudios de factibilidad para la constricción de una gran represa en el Paraná Medio o la provisión de turbinas para centrales termoeléctricas. También se firmaron convenios pesqueros con los países de Europa Oriental, y se amplió el comercio con la mayoría de ellos. Las reuniones de la Comisión Mixta argentino-soviética que se habían suspendido en 1975 volvieron a efectuarse, y en 1976 se efectuó en Buenos Aires una gran exposición de productos industriales soviéticos. A partir de 1978 comenzaron a desarrollarse entre los dos países vínculos políticos y militares de cierta importancia, como consultas periódicas formales en las Naciones Unidas antes de las Asambleas Generales y el primer intercambio de misiones militares. El acercamiento militar no resultaba una sorpresa porque en 1977 y 1978, cuando el conflicto por el canal de Beagle con Chile amenazaba con convertirse en guerra, el periódico del ejército ruso "Estrella Roja", apoyaba firmemente la posición argentina y criticaba el "expansionismo" chileno, causalmente ésta posición contrastaba, según afirma Carlos Echagüe, con la adoptada con el "New York Times".
Otro terreno de acercamiento entre la Casa Rosada y el Kremlin fue el de los derechos humanos donde jugó un rol preponderante la posición de la administración Carter en los EEUU. Frente a la presión norteamericana, de algunos países de Europa Occidental y de organismos independientes, el gobierno argentino se vio repetidamente criticado en los foros internacionales. La Unión Soviética, como es previsible a esta altura del análisis, se opuso siempre a que la cuestión argentina fuera debatida en los organismos de los que formaba parte. A fines de 1982 el canciller argentino reconocía, "nos sentimos acompañados en relación al tema de los derechos humanos por los países socialistas".
En este contexto no resulta sorprendente que, a principios de 1980 el gobierno militar rechazara la decisión estadounidense de propiciar un embargo colectivo cerealero para castigar la invasión soviética a Afganistán. La decisión argentina de no plegarse, en la que jugó un rol preponderante el ministro Martínez de Hoz, cuya política económica era internamente denunciada como favorable a los intereses norteamericanos. Iba a producir un cambio cuantitativo y cualitativo en las relaciones argentino-soviéticas. En verdad, uno de los principales objetivos del ministro de economía era el retorno a una estructura productiva predominantemente agropecuaria, parecía tener así, con la captura de un mercado tan importante como el soviético, mayores perspectivas de éxito. Además, a fin de aprovechar los precios más altos ofrecidos por los soviéticos, que necesitaban los cereales y estaban interesados en el fracaso del embargo, se redujo el comercio con mercados tradicionales.
De este modo, la Unión Soviética se transformó en el principal comprador argentino, llegando a canalizar en 1981 el 41,8% de las exportaciones totales, el 80,2% de las de cereales y el 20,2% de las carnes. En julio de 1980, para dar continuidad y estabilidad a las relaciones comerciales se firmó entre los dos países un convenio de cinco años para la venta por parte de Argentina de 4.500.000 toneladas anuales de maíz, sorgo y soja y luego otro similar para la venta de carnes manteniéndose la venta de trigo sobre bases anuales.
Como consecuencia de ello, los lazos económicos entre ambos países se ampliaron en muchos otros aspectos, aunque las importaciones desde la URSS se mantendrían en un nivel muy alejado al de las exportaciones en una proporción de 57 a 1 en 1982, produciendo un fuerte desequilibrio de la balanza comercial a favor de la Argentina. Se realizó así un importante convenio pesquero, en especial para la pesca e industrialización del Krill en el Atlántico Sur; se inició una colaboración en materia nuclear con la compra de cinco toneladas de agua pesada para la central nuclear de Atucha I; se acordó la concreción de distintos proyectos de infraestructura y se compraron maquinarias y vehículos soviéticos de distinto tipo.
Desde el punto de vista político los lazos bilaterales se estrecharon con la asunción al frente del gobierno del Gral. Viola. Ya a fines de 1980 el periódico "Estrella Roja" hablaba de "un hombre amigo del régimen, de ideas moderadas y realistas" que había triunfado sobre generales del tipo "Pinochet" que "querían imponer a la Argentina un gobierno de extrema derecha". Poco después de asumir la presidencia la agencia TASS describía su elección como "una derrota más para los círculos ultraconservadores de las fuerzas armadas".
La situación económica y política interna, sin embargo, producto de la pésima gestión del gobierno militar, se deterioraba cada día más. Económicamente el país sufría una de las crisis más duras de su historia. El ministro Martínez de Hoz había prometido un cambio una modificación estructural y ese cambio se había producido: un formidable proceso de desindustrialización, especulación financiera, hiperinflación, desnacionalización de las empresas, combinación por ese entonces ajena a la realidad nacional, había originado un decrecimiento del PBI y un retroceso en muchos años del conjunto de la economía. En lo político ya trascendían los efectos devastadores de la represión y los partidos políticos y diversas organizaciones populares y sindicales comenzaban a manifestar su descontento, iniciándose el largo camino para obtener una salida política democrática. Con Viola ese proceso no se detuvo y pronto debió renunciar para dejar su lugar al Comandante en Jefe del Ejército.
Con el acceso de Galtieri a la presidencia se quebró, sin embargo, la continuidad de la relación entre sendas naciones. El nuevo presidente – recibido calurosamente por la administración Reagan- buscó un acercamiento con los Estados Unidos y comprometió la colaboración argentina en Centroamérica y el Medio Oriente en defensa de los principios de Occidente. Advertidos de ese cambio, los soviéticos efectuaron su primera crítica abierta a la Junta militar argentina desde su llegada en 1976. La agencia TASS señalaba en enero de 1982, que Galtieri tenía fama de pro-norteamericano pero advertía "(…) Si el Gral. Galtieri rompe los lazos económicos con la URSS no logrará mantenerse en el poder ni quince días más, debido a las graves repercusiones que esto tendría para la economía de su país".
Ello no impidió que la cancillería argentina intentará la obtención del veto soviético en las Naciones Unidas tras la ocupación de las Islas Malvinas, en atención a la negativa de aceptar el embargo norteamericano de granos, antedicha, y a las fuertes relaciones que todavía mantenía con el bloque del Este. Sin embargo al reunirse el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la URSS se abstuvo frente a la propuesta británica. De haber ejercido su derecho al veto, se hubiera impedido la condena a la actitud argentina y la exigencia del retiro de tropas. Esto no obstaculizó que en el trascurso de la guerra, y luego de la misma, el régimen de Moscú respaldara la causa argentina. Como lo describe Isidoro Gilbert, el embajador soviético frecuentó la Casa Rosada e, inclusive llegó a hablarse de la compra de armas.
Durante el último tramo de la dictadura militar, las relaciones argentino-soviéticas retomaron el rumbo del que parecieron apartarse a principios de 1982. El gobierno argentino manifestó sus deseos de realizar grandes obras hidroeléctricas con la colaboración de la URSS, acrecentándose con ese fin el intercambio de delegaciones técnicas y económicas. También se reafirmaron los lazos militares y , en noviembre de 1983, un alto oficial del ejército soviético fue condecorado por el Comando en Jefe del Ejército. Las relaciones económicas con el Este europeo también se estrecharon,, No sólo se amplió el comercio con la mayoría de los países de Europa Oriental, sino que se firmaron importantes convenios con Cuba en los años de Videla y Martínez de Hoz.
6 El regreso de la democracia y decadencia de la sociedad
Antes de asumir el gobierno, el radicalismo planteó claramente el papel de los vínculos con la Unión Soviética en el marco de la política exterior. En una entrevista periodística, Dante Caputo sostuvo que no se ejercería "ningún tipo de discriminación ideológica" en las relaciones comerciales con los países del Este. Pero también afirmó que el gobierno de Alfonsín tendría como uno de sus objetivos diversificar las exportaciones "por razones de conveniencia nacional, ya que la presencia casi exclusiva de un solo comprador provoca de hecho relaciones de dependencia que no son convenientes". Estas declaraciones de quién sería el canciller del gobierno de Alfonsín pueden interpretarse como una actitud de reacción contra el excesivo peso que tuvieron los vínculos comerciales con Moscú durante los años del Proceso.
No obstante esto y la preferencia de las autoridades de Moscú por Italo Luder como candidato a la presidencia argentina , la llegada de Raúl Alfonsín a la Casa Rosada motivó elogiosos comentarios en la prensa soviética. A pesar de los citados elogios de la misma, durante la primera etapa del gobierno de Alfonsín las relaciones económicas con Moscú atravesaron un período de enfriamiento. Ello se debió a dos factores: a) la alta prioridad puesta por la administración radical en sus vínculos con las socialdemocracias europeas, que tuvo por contrapartida un enfriamiento de los nexos con el mundo socialista; y b) la propia crisis de la política interna soviética, sumida en la primera mitad de la década de los ’80 en una sucesión de enfermedades y muertes de sus máximos dirigentes -Leonid Brezhnev (1982), Yuri Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985).
Un hecho que evidenció las dificultades existentes en el intercambio comercial bilateral fue, sin duda, la Octava Reunión de la Comisión Mixta de cooperación económica y comercial argentino-soviética, de principios de noviembre de 1984 en Buenos Aires, donde ambas partes definieron claramente sus intereses respecto del intercambio comercial bilateral. En este encuentro, los negociadores soviéticos intentaron presionar a sus pares argentinos, aprovechando la situación altamente competitiva del mercado mundial de granos, donde Estados Unidos y la Comunidad Europea subsidiaban sus exportaciones y las colocaban en el mercado soviético a precios considerablemente menores. Advirtieron que la URSS se vería forzada a reducir sus compras de granos a menos que la Argentina aumentara sus adquisiciones de equipos y maquinarias. Pero también plantearon alternativas para salir del estancamiento en el intercambio comercial, desde el trueque (vinos por trolebuses, por ejemplo, que había sido aplicado por el gobierno de Mendoza), hasta propuestas de adaptación de las empresas argentinas a las necesidades del mercado soviético. . No obstante, estas alternativas chocaron con la realidad de que la clase empresarial argentina prefería integrarse al mercado mundial capitalista antes que al socialista. Además, la capacidad de compra de equipos y maquinarias de origen soviético se veía altamente comprometida en ese momento por dos factores: la abultada deuda externa, que llevaba a la Argentina a privilegiar sus relaciones con Washington y los organismos internacionales de crédito; y la tendencia a la baja del precio de los granos, que reducía los beneficios exportables, tan necesarios para afrontar los servicios de la deuda (deuda que se potenció en forma desmedida durante la dictadura militar anterior). Por el Acta Final de esta Octava Reunión de la Comisión Mixta, firmada por el secretario de Comercio argentino, Ricardo Campero, y el viceministro de Comercio Exterior soviético, Alexei Manzhulo, ambas partes convinieron en prorrogar el Acuerdo de Suministro de Cereales y Soja argentino a la URSS, y el Convenio de Suministro de Maquinaria y Equipo de la URSS a la Argentina. Asimismo, formalizaron el otorgamiento de un sistema de crédito recíproco de 5 millones de dólares para la compra de bienes producidos por ambos países. Pero este acuerdo excluyó explícitamente los productos agropecuarios argentinos, que debían ser adquiridos por Moscú al contado. Con dicha excepción , los negociadores soviéticos expresaron su preocupación por el déficit de la URSS en su intercambio comercial con la Argentina, y solicitaron un incremento sustancial en las importaciones de productos soviéticos, con el fin de reducir el desequilibrio en la balanza comercial bilateral.
En contraposición a las dificultades existentes en el ámbito comercial de la agenda bilateral, se produjeron convergencias en el ámbito político. Un ejemplo fue el balance de la visita a la Argentina del secretario general de la Cancillería soviética, Yuri Fokin, a fines de julio de 1984. El objetivo de la misma fue de carácter exploratorio: el intercambio de opiniones acerca de los temas a ser tratados en la 39ª Asamblea General de la ONU y otros asuntos de interés común. En ese contexto, Fokin tocó la problemática de Malvinas, acusando a Gran Bretaña de adoptar una actitud colonialista en el diferendo, que el diplomático soviético encuadró en el marco de referencia Este-Oeste.
Las dificultades en el ámbito comercial volvieron a evidenciarse en octubre de 1985, en ocasión de la Novena Reunión de la Comisión Mixta que trató la renovación de los convenios comerciales entre ambos países, que habían sido firmados por el gobierno militar en 1981 y cuya vigencia finalizaba en diciembre. En dicha oportunidad, la delegación soviética criticó la lentitud y el incumplimiento por parte de la Argentina de algunas condiciones de compra, especialmente las referidas a las adquisiciones de máquinas y equipos. Los negociadores argentinos atribuyeron estas falencias a las restricciones presupuestarias y operativas derivadas de las medidas de estabilización económica. También se registraron quejas del lado argentino, cuya delegación expresó su preocupación por la decisión de Moscú de no cumplir con los volúmenes comprometidos de soja y carnes. No obstante, las gestiones en torno de un nuevo convenio comercial que reemplazara al firmado en 1981 continuaron. Desde la óptica argentina, el mercado soviético tenía una importancia crucial, en un contexto donde el éxito del Plan Austral y de las negociaciones por la deuda externa dependía en gran medida de mantener un volumen satisfactorio en las exportaciones. Finalmente, el 22 de enero de 1986, el canciller Caputo y el ministro de Comercio Exterior soviético, Boris Aristov, firmaron en forma preliminar en Buenos Aires un nuevo convenio para la venta de 4.500.000 toneladas de granos y frijol de soja a la URSS hasta 1990. Por su parte, la Argentina se comprometió a adquirir en ese lapso 500 millones de dólares en equipos industriales y manufacturas, valor que representaba un 100% más que el monto de compras concretado durante la vigencia del convenio comercial 1981-1985.
En octubre de 1986 tuvo lugar el viaje de Alfonsín a la URSS, acompañado por un grupo importante de empresarios argentinos. Los resultados de esta visita para la Argentina fueron escasos, debido tanto a las prioridades de los gobiernos argentino y soviético de ajustar sus respectivas economías. En el ámbito político, Alfonsín y Gorbachov emitieron un comunicado conjunto, expresando una serie de coincidencias en temas de la agenda regional y global (que iban desde el reclamo de negociaciones directas para una solución al problema de las islas Malvinas hasta la crítica y condena al apartheid sudafricano). Pero, más allá de estas coincidencias, el presidente Alfonsín no logró en este viaje dos objetivos políticos muy importantes para su administración: obtener una explícita condena de Moscú respecto de las políticas opositoras de comunistas y trotskistas argentinos, y conseguir el apoyo soviético a la reivindicación de la soberanía argentina en Malvinas. En el plano económico, los logros del viaje de Alfonsín se limitaron a la promesa soviética de respetar el convenio de granos ya firmado. Para los soviéticos, el balance del viaje del presidente no fue mucho más positivo. Lo cierto era que mientras la Argentina había comprado 50% de los productos soviéticos según lo pactado desde el convenio de 1981, la URSS había adquirido menos de 10% de los montos pactados desde 1981 -4.500.000 toneladas de sorgo, maíz y 450.000 de forraje cerealero-. Puesto en términos de valores, las compras de granos soviéticas cayeron del récord histórico de 3485 millones de dólares en 1981 -cuando la Argentina aprovechó la oportunidad abierta por el embargo cerealero dispuesto por la administración Carter – a 1467 millones en 1985, y sólo 267,6 millones en 1986.
La misma tendencia decreciente seguirían las relaciones comerciales hasta la caída del régimen soviético y el desmembramiento de la URSS.
7. Observaciones finales: consecuencias políticas y Grupos beneficiados
La intención de este apartado final es el de darle coherencia a los elementos que aparentemente aparecen inconexos a lo largo del relato antes realizado. Quisiera dilucidar las relaciones de causalidad entre los distintos períodos y avatares en la relación con la URSS. Como escribía en la introducción a primera vista nos encontramos ante un período dividido en dos momentos, en primera instancia desde la década del 50 hasta los ´70 donde se sientan las bases para la posterior expansión comercial con el Este; y en segundo término, desde que se afianzan las relaciones definitivamente para expandirse durante el proceso de reorganización nacional. Deseo, entonces en este cierre relacionar los momentos describiendo sus actores principales.
Un elemento fundamental asociado hacia la apertura al Este resulta el rol de Europa Occidental como proveedor y destinatario de mercaderías de la Argentina. Una vez caído el vínculo con el Reino Unido, a principios del siglo XX, a causa de la propia decadencia británica en el concierto mundial y tomando en cuenta la competitividad de nuestra producción con la de los Estados Unidos, el único mercado posible para la colocación de bienes exportables resultaba Europa Occidental.
La apertura "desarrollista" al capital extranjero motivó a finales de los ´50, el arribo de algunos de los más importantes consorcios norteamericanos que fueron protagonistas del intenso proceso de industrialización sustitutiva que tuvo lugar en esos años. Pero al mismo tiempo, los países europeos, tomados en su conjunto, seguían siendo un importante socio comercial de la Argentina, pues, crecía su gravitación con la instalación de filiales de los principales grupos industriales de la CEE y ocupaban una posición relevante en la estructura financiera del país. Sin embargo, la persistencia del perfil productivo y comercial de la Argentina como país agroexportador y centrado en los rubros alimentarios, chocó con la orientación proteccionista de la Política Agraria Común (PAC) de la CEE, contribuyendo a acentuar las recurrentes dificultades estructurales del país en el sector externo. La política económica practicada por el gobierno militar de la llamada "Revolución Argentina"(1966-1973) acrecentó el peso del capital extranjero, especialmente norteamericano. Pero durante los últimos años del régimen militar, ya bajo la presidencia del General Lanusse, el relativo debilitamiento de la economía de los EEUU a consecuencia de su acentuado déficit en su balanza de pagos, la crisis de la situación monetaria de 1971 (con el derrumbe del sistema originado en Bretton Woods) y la crisis del petróleo de 1973, facilitaron en la Argentina la emergencia de sectores económicos y políticos que impulsaban la modificación de los patrones de inserción internacional vigentes, postulando la diversificación de las relaciones económicas exteriores del país, dentro de las que se incluía el estrechamiento de las relaciones comerciales y diplomáticas con la URSS y las naciones del Este, o bien la intensificación de las relaciones con la CEE, o una procura de mayor integración en el ámbito latinoamericano. Estas disyuntivas tuvieron como escenario de batalla el heterogéneo frente que llevo al Gral. Perón a la presidencia.
Dentro del nuevo gobierno, un sector afín al pensamiento del presidente, confiaba en la posibilidad de estrechar vínculos con Europa y Latinoamérica para contrarrestar la dependencia respecto de las importaciones de EEUU; a la vez de contrapesar la creciente fuerza de los sectores del "establishment" terrateniente que procuraban aumentar las exportaciones agrarias mediante su reorientación hacia el mercado soviético. En consonancia con estos últimos aparece en escena un tercer grupo, de peso significativo en el partido justicialista, representado por el empresariado nucleado en la CGE que subrayaba la necesidad de "transformar el aparato productivo y reorientar el destino de nuestras exportaciones". La segunda tendencia será la triunfadora y los principales beneficiarios del acercamiento con la URSS y los países de Europa oriental será vital en la reorientación del comercio exterior nacional.
Siguiendo a Carlos Echagüe, concluyo que las relaciones argentino-soviéticas experimentaron un cambio cualitativo y cuantitativo a partir de la "victoria" de esta segunda vertiente, es decir desde que el debate interno en la clase dirigente se vuelca en forma definitiva, para darle preponderancia al sector ligado a la agro-exportación, en el cuál están incluidos desde los terratenientes, productores, intermediarios, etc.. Estos cambios se extendieron a través de dos etapas. Lo que se esbozó con Lanusse-Gelbard se llevó a cabo con Videla-Viola-Martínez de Hoz. Si analizamos detalladamente la gestión de Lanusse al frente del gobierno argentino, bajo ningún punto de vista puede pensarse que la eliminación de las "fronteras ideológicas" es inocente. Las verdaderas razones de dicha reorientación en la política comercial exterior debemos buscarlas en el enfrentamiento –en palabras de Otto Vargas- "intraoligárquico" y el definitivo triunfo de una de esas vertientes a la cuál el mismo Lanusse pertenecía. Hubiese sido interesante que el expresidente –de facto-culmine el último capítulo de "Mi Testimonio" curiosamente intitulado "Porque creo en la democracia". Su obra continuaría, en democracia, a manos de Gelbard al frente del ministerio de economía y de su grupo empresario (asociado con Graiver, otro empresario argentino). Si analizamos detenidamente la misión económica encabezada en persona por el ministro y los convenios firmados fruto de ésta notaremos que sirvió, como afirma Echagüe, de "base jurídico-contractual" para la posterior expansión comercial bajo la gestión de Martínez de Hoz.
Un elemento que grafica con claridad cuáles intereses impulsaban el estrechamiento de las vinculaciones con la URSS, es la composición de la Cámara de Comercio Argentino-Soviética, en la que los actores toman nombre y apellido. Allí nos encontraremos con: Grupo Gelbard, Grupo Macri, Grupo Roberts, Grupo Bulrich, Bunge y Born, Trozzo, Capozzolo, Martínez de Hoz, Menéndez Behety, Grupo Oyhanarte, flía. Ocampo, Grupo Lahusen, la interminable lista continúa enumerando grupos económicos y apellidos ligados a la exportación agraria, vedette histórica de la economía argentina que tuvo, en este período uno de sus puntos de auge. Sólo tomando uno de los nombres antes mencionados veremos el perfil de estos actores. Bunge y Born, posee por lo menos un millón de hectáreas en distintos puntos del país, fue un fuerte exportador de trigo y aceite a la URSS y estuvo asociado con los intereses soviéticos aproximadamente en el 40% de las operaciones realizadas con nuestro país.
La gestión Gelbard duró hasta casi los finales de la presidencia de Isabel Martínez de Perón, la base estaba sólidamente construida y con la llegada de Videla-Viola y Martínez de Hoz a la conducción de los destinos económicos del país la obra llegaría a su punto culmine. La dictadura proterrateniente y proimperialista, afrontó la nueva realidad de los mercados para el país con la "apertura económica", que tuvo como viga maestra el incremento de las exportaciones agropecuarias. El comercio exterior depende más que nunca de los productos agropecuarios y las exportaciones de Rusia. Uno de los efectos esenciales fue la concentración de nuestras exportaciones en un solo mercado, el ruso, únicamente comparable en magnitud al que ostentó el Reino Unido. Mientras que las ventas argentinas depende de Moscú, para los soviéticos, en cambio, sus compras en la Argentina sólo representan un porcentaje reducido del consumo de su población y de las necesidades de su economía. Y esta desigual posición en la relación será conjuntamente con la deuda externa, la desindustrialización y un país hipotecado la herencia económica que la dictadura militar le dejará al gobierno de Alfonsín.
Si es cierto, como afirma Echagüe, que los problemas históricos de la Argentina son la dependencia y el latifundio, el período analizado representó un giro temporal del área de influencia, que sólo logró afianzar sendas limitaciones para el desarrollo económico nacional.
Diego Ariel López
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