El adulto mayor en el Perú
- Modelo de desarrollo
- La noción de Vulnerabilidad Social
- Los Grupos Vulnerables
- El enfoque de resiliencia
- Calidad de vida
- Algunas notas sobre la sociedad peruana
- Tendencia demográfica
- Mitos respecto a la vejez
- Intervención psicosocial
- Perfil de competencias del interventor
1.Modelo de desarrollo
América Latina se ha comprometido con un modelo de desarrollo incompleto porque se ha centrado en la estabilidad macroeconómica de corto y mediano plazo, dejando de lado problemas estructurales, entre los cuales la equidad es el más apremiante. En los países de América Latina y el Caribe, sobre todo las del sector popular constituyen el núcleo en torno del cual se organiza la familia, funcionan como dispensadoras de cuidados de sus hijos y de sus padres mayores, son amas de casa, entendiéndose por ello una suma de tareas cotidianas, aplicadoras de disciplina, sostén emocional de la familia y a menudo las que deben adoptar decisiones. Por lo menos una tercera parte de la población de ingresos más bajos en América Latina y el Caribe se ha mantenido a flote debido a que las mujeres pobres han trabajado más intensamente y durante más horas.
Dado que los roles y estereotipos sexuales dentro del hogar aún permanecen casi inalterables en la mayoría de las familias, el desempleo del marido da a la mujer una carga extra, la cual generalmente no está capacitada para asumir. El marido sin empleo no atiende generalmente las tareas domésticas y el cuidado de los hijos en la misma forma que la esposa, mientras que ésta asume sobre sí todo el trabajo fuera y dentro de la casa. Esta situación lleva a las familias a un repentino cambio de roles y en una porción cuantitativamente importante de los núcleos familiares, estas modificaciones producen situaciones de agresividad latentes, que van en deterioro de las relaciones intrafamiliares. El desempleo del marido, en los grupos de mediana edad -40/50 años- produce el ingreso al mercado de trabajo de un sector de mujeres mayores que acceden al mismo por primera vez sin un caudal educativo adecuado, agravado en los últimos años, con la precarización del empleo sobre todo el femenino.
Vivimos en un mundo donde impera la violencia, producto de una crisis integral, política, social y económica que castiga duramente a amplios sectores sociales. Dentro de este contexto, son excluidos del sistema social, un gran número de seres humanos pertenecientes a los sectores más vulnerables de la población: niños, jóvenes, discapacitados, mujeres y ancianos. Estos grupos son los que más sufren violencia social en sus múltiples facetas: las actividades violentas afloran y se descargan sobre los más débiles.
Actualmente estamos transitando una situación particularmente crítica, donde en muchas familias coexisten la jubilación de los mayores, con el desempleo de los más jóvenes (que en muchísimas ocasiones, les proporcionaban ayuda económica), de manera que ambas generaciones, aunque por causas diferentes, sufren la pérdida de autoestima y marginación social, las cuales suelen ser generadoras de violencia familiar.
El Estado, denominado "desarrollista", hoy ha fenecido y su acción ahora es meramente "reguladora" y no logra dar respuesta con la celeridad requerida a las demandas de amplios grupos sociales. Así como sucedió luego de la crisis de los años 30 y el período de postguerra, en donde todos los ámbitos de la sociedad se transformaron con el impacto de la industrialización y el modelo de sustitución de importaciones, de igual manera la instauración del modelo de desarrollo actualmente vigente está significando transformaciones que muestran una creciente tensión en todos los planos de la vida social y en torno a significativos –por no decir mayoritarios– sectores de estratos medios y bajos de la población.
Esta tensión se manifiesta y hace evidente en diferentes planos de la vida social: En el plano estrictamente económico, se destacan –entre otros– los cambios experimentados en la relación capital-trabajo, la flexibilización del empleo, la demanda creciente y restrictiva de mano de obra calificada y la consecuente precariedad de inserción laboral de importante número de población económicamente activa y la existencia de un clima poco favorable para el funcionamiento e inserción en los aparatos productivos y el mercado de unidades productivas de micro, pequeña y mediana envergadura. Todas ellas son expresiones de esta nueva situación.
En este mismo sentido, la disminución de mercados laborales insertos en actividades públicas y la disminución relativa de aparatos productivos nacionales del sector secundario de la economía sobre todo para agregar valor a los productos exportables o para satisfacer demandas de consumo interno (dada la apertura al consumo de productos exportados); como juicios complementarios a los ya enunciados.
De igual manera, en el plano social, las dificultades de acceso a los servicios sociales, y la limitada vigencia y rol de las organizaciones sociales (particularmente sindicales y políticas), son también –entre otras- expresiones contemporáneas de las transformaciones y el clima de tensión de la vida social a propósitos de los cambios a los que la sociedad latinoamericana y caribeña esta hoy expuesta. En este plano se incorpora al menos, la disminución relativa del gasto social público, y la consecuente incapacidad de los Estados Nacionales para responder a la creciente demanda social existente.
Finalmente, en el plano político se destaca el nuevo rol de los Estados y la abdicación que hacen –principalmente en favor del mercado y de la gestión privada– de funciones consideradas históricas.
2.La noción de Vulnerabilidad Social
Debemos primero destacar que la noción-concepto intenta dar cuenta de factores o situaciones de desventaja social en el marco de la implementación del actual modelo de desarrollo. En contraposición al concepto de "pobreza", que describe más nítidamente necesidades básicas insatisfechas, niveles de vida precarios, ingresos restringidos, incapacidad de satisfacción plena del consumo, etc.), la noción-concepto de "vulnerabilidad social" ha ganado terreno como valioso instrumento teórico-descriptivo que permite dar cuenta de realidades sociales críticas y de conflicto en el contexto de los cambios políticos, económicos, sociales y culturales que marcan el desarrollo de la región desde finales de la década de los 80 y, más definitivamente, desde los años 90.
El concepto da cuenta de las "condiciones de indefensión" que se manifiesta en amplias capas y grupos sociales que durante largo tiempo se ampararon en la acción de un Estado con mayor o menor vocación interventora y protectora.
En realidad, el enfoque de pobreza califica de forma descriptiva determinados atributos de personas y familias, sin dar mayor cuenta de los procesos causales que le dan origen. La vulnerabilidad, en cambio, hace referencia al carácter de las estructuras e instituciones económico-sociales y al impacto que estas provocan en comunidades, familias y personas en distintas dimensiones de la vida social. Esta diferencia conceptual tiene, desde luego, importancia explicativa. Pero además también debiera tener incidencia en las políticas públicas, con tratamientos que permitan atacar la pobreza y la vulnerabilidad de forma integral.
Todas estas situaciones y realidades descritas, y constatables en América Latina y el Caribe, terminan por construir el clima creciente de tensión social en cada uno de nuestros países, ya que como se deduce impactan en torno a personas y grupos de personas de manera directa. Es esta situación la que permite afirmar que la Vulnerabilidad Social se ha convertido en un rasgo dominante que se extiende a vastos contingentes de la población continental, no solo expresado en torno a los sectores sociales de menores ingresos, sino también peligrosamente en torno a ingentes sectores medios de las sociedades.
Es en este sentido que se tiende a rescatar como instrumento analítico el concepto de Vulnerabilidad Social, sobre todo porque incorpora dos aspectos cualitativos destacables:
• Por un lado, su capacidad para reflejar un proceso dinámico que apunta a respuestas potenciales y no a resultados; y,
• Por otro, enfatiza su potencia para describir e interpretar fenómenos actuales y vigentes.
Esta nueva noción-concepto da cuenta de la condición de riesgo e indefección en que quedan aquellas capas sociales que durante un tiempo estuvieron amparadas por el Estado desarrollista y retrata bien la creciente inestabilidad que caracteriza la trayectoria de las personas.
Aún más, se le identifica un carácter multidimensional, situación que permite su instrumentalización y operativización a diferentes escalas. Ello, está signado por la posibilidad de identificar expresiones de ésta "condición de riesgo" en las siguientes escalas:
A escala macrosocial, se destaca la estrecha relación que tiene con los traumáticos y acelerados cambios que se producen en los basamentos mismos del sistema socioeconómico: la importancia otorgada al mercado, la globalización, el nuevo rol del Estado, la prioridad otorgada a la eficiencia en la asignación de recursos y la búsqueda a ultranza de competitividad y el consumo .
En este mismo contexto, desde un punto de vista de la acción social, el Estado desproteje a los grupos medios y focaliza su acción en los grupos de extrema pobreza; paralelamente, se presencia una pérdida de peso relativo de las organizaciones sociales, gremiales y políticas situación que da espacio y no suponen interpelación social ante situaciones tan polémicas como la reducción relativa de los salarios y la flexibilización del empleo.
En esta dimensión, los cambios del modelo de desarrollo promueven y generan una mutación social profunda cuya dirección esencial produce un paso de la protección y seguridad relativa pre-existente a la competencia y a la incertidumbre de numerosos actores sociales.
A escala mesosocial (comunidades) los mecanismos de generación de desventajas sociales se ubican y vinculan principalmente con las condiciones productivas locales y con la institucionalidad local concreta de organizaciones sociales y políticas legitimadas, o en su modalidad de vínculos de solidaridad, confianza, trabajo conjunto, de apoyo mutuo y de conocimiento reciproco).
Generalmente, las comunidades vulnerables cuentan con capacidades productivas precarias o en obsolescencia o tienen un capital social –instituciones y vínculos de reciprocidad y confianza– insuficientes .
Sin embargo, de suyo, la vulnerabilidad –de comunidades, barrios o pueblos– puede tener su origen en eventos que provocan desastres y por ello pueden considerarse como un mayor riesgo o una mayor debilidad frente a los resultados o consecuencias de aquellos.
A escala microsocial (familias e individuos), se destacan los desafíos cotidianos del medio en el que las familias e individuos están insertos. Ellos permiten o impiden el acceso a las inserciones sociales y reditúan de manera diferenciada en los planos del ingreso, el prestigio y el poder. Por ello, el nivel de vulnerabilidad de un hogar –que se refiere a su capacidad para controlar las fuerzas que los afecta- depende de la posesión o control de activos, esto es, de los recursos requeridos para el aprovechamiento de las oportunidades que brinda el medio en que se desenvuelve .
En este sentido, las unidades domesticas (hogares y familias) y las personas con desventajas económicas (capitales, activos y habilidades limitadas para el manejo de recursos), con desventajas socioculturales (educación, capacitación, información, etc.) con desventajas organizacionales (relaciones y pertenencia a redes sociales y organizaciones sociales), engrozan las franjas de vulnerables al enfrentarse cotidianamente a un medio que les presiona más allá de sus capacidades de respuesta.
Quienes han trabajado el concepto de vulnerabilidad en relación a la "capacidad de movilización de activos" destacan su asociatividad con los recursos disponibles –en hogares y personas– para enfrentar shocks o adaptarse a cambios externos y ella se definiría por la carencia propiamente tal de activos o incapacidad para movilizarlos.
La mención a los activos hace referencia en un sentido amplio, a los bienes tangibles e intagibles que las personas o los hogares controlan o poseen y que pueden utilizarlos al momento del impacto o shock. De igual manera, entre éstos activos se identifican al trabajo, el capital humano, los recursos productivos y las relaciones sociales y familiares.
En esta lógica, es dicho conjunto de activos el que sufre el impacto del nuevo patrón de desarrollo, al modificar drásticamente las posibilidades de acumularlos y movilizarlos con las consiguientes repercusiones y construcción de situaciones de indefensión en amplios contigentes poblacionales y grupos sociales del continente. Siguiendo esta reflexión, se percibe la noción de Vulnerabilidad Social como un proceso en torno al cual se destacan cuatro dimensiones de la vida social que exponen de manera más súbita y pertinaz a condiciones de indefensión e inseguridad a amplios segmentos poblacionales, particularmente en América Latina: el Trabajo, el capital humano, el capital físico y las relaciones sociales.
El trabajo, es así identificado en la región como uno de los principales "espacios de riesgo", hoy acorralado por las formas de producción (basada en núcleos modernos) que disminuyen relativamente la generación de nuevos empleos, que expulsan y/o no incorporan mano de obra de baja calificación y baja productividad, y que se norma con políticas de flexibilización y de inseguridad que terminan por mostrar un mapa de precariedad asociada al mundo de asalariados y trabajadores en general. Concomitantemente, se constata entonces un estrecho vínculo entre la vulnerabilidad social y el empleo, situación evidentemente consustancial al patrón de desarrollo vigente.
La indefensión de las personas también se muestra en torno al denominado capital humano, dimensión que da cuenta principalmente a los cambios negativos en educación y salud, y la privatización –total o parcial– de estos sistemas, con el consecuente deterioro ante quienes no acceden a un mercado privatizado, que oferta mejores servicios.
La condición de vulnerabilidad en que se encuentran el capital humano de la población latinoamericana no solo otorga al patrón de desarrollo una particularidad socialmente distintiva, sino que también muestra el escaso aprovechamiento que se hace de los recursos humanos para lograr el mejoramiento sistémico de la competitividad en los mercados mundiales.
Otra dimensión de vulnerabilidad social está descrita a través del debilitamiento y pérdida del capital físico –o recursos productivos– de los sectores de baja productividad o de sectores informales de la economía (trabajadores por cuenta propia, artesanos, talleres de micro y pequeñas empresa, negocios familiares, unidades económicas solidarias, etc.). De hecho, en la nueva coyuntura el marcado interno de productos y servicios que estos sectores producen y comercializan se ve drásticamente trastocado por la competencia que la globalización permite, sin embargo lo más relevante menciona el hecho que en el marco del actual patrón de desarrollo imperante en la región se privilegia el ordenamiento macroeconómico y se limitan o anulan capacidades públicas para fomentar políticas de protección y subsidios y protección de iniciativas que emergen de los sectores de baja productividad.
Finalmente, se destaca que la vulnerabilidad incluye una dimensión específicamente referida a las relaciones sociales. En torno a ellas se constata que el modelo de desarrollo vigente ha impactado de manera negativa y concreta en los sistemas de redes sociales y estructuras de organización y participación social y política.
El sesgo negativo del impacto hacia ellas está dado porque los vínculos y redes que tienen las personas son históricamente muy determinantes para las mayores o menores posibilidades de acceso a mejores oportunidades para una vida más digna. La privatización de la vida económica, la disminución del papel del Estado –como instancia de protección de la vida social– y el debilitamiento de las organizaciones sindicales y sociales han acercado a los individuos al mercado, pero lo han aislado de la sociedad .
De hecho, con realidades obviamente heterogéneas en la región, estamos frente a una suerte de "desintegración de la vida social", donde se perciben afectadas las formas tradicionales de organización y participación social, y de representación social y política por medio de sindicatos, partidos políticos o movimientos sociales tradicionales.
Incluso las relaciones familiares (que también constituyen un activo significativo, especialmente en los sectores pobres) se ven impactadas incrementando la situación de indefensión y vulnerabilidad de los hogares. Algunas ideas fuerzas del modelo de desarrollo (privatización, consumo, competencia, etc.) socaban los hábitos solidarios y la responsabilidad social de los individuos, y por el contrario alimentan nuevos estereotipos sociales (consumismo, individualismo, etc.) que promueven los estados de indefensión en las personas y grupos más debilitados. Y la crisis financiera es ahora una crisis social reduciendo los recursos públicos y las instituciones que protegían a la gente..
Son aquellos identificados como sujetos en situación de desmedro y desventajas sociales originadas a partir de múltiples y diferentes factores son, sin embargo, grupos que no encuentran o no cuentan con estructuras institucionales para resolver los asuntos propios de una idónea reproducción social.
En un sentido amplio, los grupos vulnerables identificables en las sociedades latinoamericanas y caribeñas podrían registrar como tales a múltiples universos poblacionales, a partir de la multiplicidad de factores que teóricamente construyen desventaja social y situaciones de indefensión. De suyo, siguiendo las reflexiones teóricas anteriores, diferentes planos de la reproducción social podrían eventualmente permitir la identificación de los grupos vulnerables.
Si bien esta afirmación nos empujaría inexorablemente a identificar como grupos vulnerables a la gran mayoría de la población continental, no es menos cierto tener en cuenta que el carácter multidimensional de los factores que construyen o facilitan situaciones de desventaja social – por ende de vulnerabilidad social- se acotan respecto de la desventaja o exclusión de personas y grupos de personas respecto de la participación en los intercambios, prácticas y derechos sociales que permiten o constituyen la integración social.
De esta manera, aunque sigue percibiéndose el carácter transversal de la presencia de grupos vulnerables (identificables en torno a múltiples y diversos grupos sociales), en América Latina y el Caribe, se hacen más identificables como grupos vulnerables aquellos asociados a estamentos sociales incluidos o cercanos a la pobreza.
Insistiendo en el carácter aún exploratorio y en proceso de construcción teórica del concepto que define la Vulnerabilidad Social, se mencionan como grupos vulnerables a los niños y jóvenes, las mujeres, los ancianos y los indígenas, todos ellos, grupos que requieren de políticas sectoriales o multisectoriales específicas.
Entre algunos grupos socialmente vulnerables que ya son insistentemente identificados, se mencionan al menos a:
•Mujeres (generalmente jefas de hogares)
•Discapacitados (en situación de pobreza)
•Jóvenes (de entre 14 y 24 años, en situación de pobreza por NBI y con problemas de empleo)
•Migrantes
•Indigenas (en situación de pobreza por NBI)
•Niños (de la calle o incluidos en trabajo infantil)
•Hogares (con portafolios limitado de activos)
•Adultos Mayores (mayores de 60 años, sin ingresos o con ingresos inferiores a jubilaciones mínimas);
Lo cierto es que obviamente siguiendo la síntesis teórica realizada en el acápite anterior, podríamos aseverar que en el contexto de las situaciones de bienestar social v/s indefensión social que gesta el modelo de desarrollo vigente, se puede fácilmente llegar a identificar transversalmente en todas nuestras sociedades grupos de personas (pertenecientes a estratos sociales medios y bajos) que cotidianamente se perciben en estado de indefensión frente a la modernidad.
Los factores de vulnerabilidad, que adquieren preponderancia en la actual fase de desarrollo de la región, colocan a ciertos grupos sociales en condiciones especialmente precarias.
En primer lugar se encuentran los niños y adolescentes pobres. La mortalidad, la desnutrición, las inequidades educacionales, la deserción escolar, el trabajo infantil, el embarazo y la maternidad temprana, el aborto, la drogadicción, el maltrato y el abuso sexual convierten a este grupo en objetivo principal de las políticas sociales.
En la misma situación están las mujeres jefas de hogares pobres, sobre las que recae la alta responsabilidad de cuidar y sostener a sus hijos. Ellas sufren variadas discriminaciones, propias al tipo de vulnerabilidad que las afecta: su condición de género, las diferencias de remuneraciones cuando obtienen trabajo, la inexistencia de apoyo para la protección y cuidado de los hijos, la falta de educación.
Y los adultos mayores pobres sufren las consecuencias de sistemas de previsión social no eficientes y/o no equitativos y que no les garantizan pensiones para cubrir sus necesidades básicas. Si se agregan los también ineficientes y/o inequitativos sistemas de salud, las condiciones de la vejez son muy dramáticas en los países de la región.
Por último, y sin que esta enumeración sea completa, están las etnias originarias, que son altamente vulnerables tanto en zonas rurales como en las ciudades.
En lo fundamental, nuestro trabajo, supone un cambio de enfoque. El que proponemos: la resiliencia. Promover la resiliencia apunta a mejorar la calidad de vida de las personas a partir de sus propios significados, del modo como ellos perciben y enfrentan el mundo. Entonces nuestra primera tarea es reconocer aquellas cualidades y fortalezas que han permitido a las personas enfrentar positivamente experiencias estresantes. Estimular un comportamiento resiliente implica potenciar estos atributos involucrando a todos los miembros de la comunidad en el desarrollo, la implementación y la evaluación de los programas de intervención.
El desarrollo de la resiliencia no es otro que el proceso de desarrollo saludable y dinámico de los seres humanos en el cual la personalidad y la influencia del ambiente interactúan recíprocamente.
El desarrollo humano, es un proceso y no un programa. Rutter estimula el uso del término proceso protector, el cual comprende la naturaleza dinámica de la resiliencia en lugar de los elementos protectores más comunes: "No se refiere a elementos en un sentido amplio, sino simplemente a mecanismos para desarrollar el proceso de protección" ( Rutter,1987). Las investigaciones son una esperanza para que los programas de prevención, educación y desarrollo de jóvenes no giren alrededor del programa en sí, sino más bien en el proceso y en cómo realizamos lo que hacemos; es decir, no concentrándonos en el contenido, sino en el contexto.
Existen factores internos como la autoestima, el optimismo, la fe, la confianza en sí mismo, la responsabilidad, la capacidad de elegir o de cambio de las competencias cognoscitivas. Una vez fortalecidos estos aspectos, se refuerzan las posibilidades del grupo de apoyar a las personas como ser humano integro, seguro y capaz de salir adelante.
Por ello es importante, además de desarrollar factores internos, afianzar los apoyos externos. Sin embargo, si la autoestima es baja o no se conjuga bien con las destrezas sociales, o si la esperanza en uno mismo no fluye no se canaliza de la mejor manera y si se le quita al individuo el apoyo externo vuelven a derrumbarse.
A continuación detallamos diez puntos que fortalecen internamente el poder personal:
1.Trato estable con al menos uno de los padres u otra persona de
referencia.
2.Apoyo social desde dentro y fuera de la familia
3.Clima educativo emocionalmente positivo, abierto, orientador
y regido por normas.
4.Modelos sociales que estimulen un conductismo constructivo.
5.Balance de responsabilidades sociales y exigencia de resultados.
6.Competencias cognoscitivas.
7.Rasgos conductistas que favorecen a una actitud eficaz.
8.Experiencia de autoeficacia, confianza en uno mismo y concepto
positivo de uno mismo.
9.Actuación positiva frente a los inductores del stress.
10.Ejercicio de sentido, estructura y significado en el propio
crecimiento.
Son condicionantes externos los de carácter social, económico, familiar, institucional, espiritual, recreativo y religioso, los cuales son promovidos o facilitados por el ambiente, las personas, las instituciones y las familias que intervienen en la atención, el trato y el tratamiento de los grupos e individuos que están en situación de riesgo y vulnerabilidad.
Al margen de los ya mencionados, caben otros ámbitos y claves que la resiliencia genera no pocos insisten en la necesidad de contar con buenos modelos de rol en la vida diaria especialmente cuando se trata de niños, personas de las cuales los individuos u otros niños pueden aprender. En la actualidad algunos educadores han desarrollado estas técnicas con experiencias realizadas en el campo con bosques, flores y demás. También constan entre los factores externos los factores de riesgo que pueden ser muchos, los cuales vulnerabilizan la integridad psíquica, moral, y social.
No basta con compartir su cotidianidad y diluirse en ella, ni reflexionar su problemática identificando los factores de riesgo que los llevó a tomar esta opción, pues sería vulnerabilizar aún mas sus condiciones de vida, sobre todo se fomenta una doble estigmatización, marcándoles con una etiqueta como de callejero, drogadicto, etc.
En estos casos, es la luz interior la que en determinados casos sirve para determinar una decisión y tomar una oportunidad privilegiada que se presenta en el momento justo. Esto representa fortalecer los factores de protección que promueve la resiliencia, revalorizando el potencial interno y externo de cada persona para reconstruir su proyecto de vida personal y comunitaria.
Se puede considerar que las principales actitudes que fortalecen en los factores protectores o resilientes en los humanos son:
•Demostraciones físicas y verbales de afecto y cariño en los primeros
cuatro años de vida.
•Reconocimiento y atención a sus éxitos y habilidades.
•Oportunidades de desarrollo de destrezas.
•Actitud de cultivo, cuidado y amor por parte de todos sus semejantes y especialmente de los encargados de su cuidado y protección.
•Apoyo de un marco de referencia ético, moral
En lo fundamental, contar con un proyecto para vivir genuinamente. Estos proyectos son posibles hoy en día, sin necesidad de acudir a sectas o a voces mesiánicas para la solución a los grandes interrogantes de la vida.
Primero tenemos que reconocernos como seres humanos con valores y potencialidades y en ese espejo mirar también a los otros con una visión holística que apunta al crecimiento, al fortalecimiento interior y al cultivo de la autoestima.
Las investigaciones sobre resiliencia son un llamado para que se dé un cambio a nivel social — un toque de trompeta para crear relaciones y oportunidades para todos los seres humanos durante toda una vida. Si deseamos cambiar el "status quo" de la sociedad, esto significa cambiar paradigmas, tanto a nivel personal como profesional, cambiar los riesgos por la resiliencia, el control por la participación, la resolución de problemas por el desarrollo positivo, el no percibir a los y las jóvenes como problemas, sino como recursos, el edificar instituciones, por la edificación de comunidades, etc. El fomentar la resiliencia es un proceso estructural profundo que se inicia de adentro hacia afuera, en el cual cambiamos nuestra forma de pensar para poder percibir a los y las jóvenes, a sus familias y su cultura como recursos y no como problemas.
Sin embargo, el fomentar la resiliencia también significa que se debe trabajar a nivel de las políticas educativas, sociales y de justicia económica. Asimismo, significa transformar no sólo a nuestras familias, centros educativos y comunidades, sino también crear una sociedad cuyo interés principal sea el darle una respuesta a las necesidades de los ciudadanos, de los y las jóvenes y de las personas de mayor edad. Para hacer esto una realidad, nuestra mayor esperanza recae en los y las jóvenes y en la credibilidad que ellos y ellas nos inspiren.
Si bien es cierto que las acciones que haya que emprender dependerán de los recursos disponibles y del estado actual de la atención en salud. Necesitamos claros lineamientos de política y programas que deben formularse partiendo de información actualizada y fiable acerca de la comunidad, los indicadores de salud, los tratamientos eficaces, la estrategias de prevención y promoción y los recursos de salud, a ser revisados periódicamente para modificarlos o actualizarlos si es preciso.
En Salud para desarrollar nuestro trabajo, de psicólogo , es necesario elaborar modelos alternativos de formación profesional. Así lo exige, una estrategia de Atención Primaria de la Salud (APS), por ejemplo, que define la salud como un derecho básico, donde el Estado tiene el deber de garantizar el acceso equitativo a los servicios de salud, es visto como un proceso ligado a las condiciones de vida de la población, teniendo como unidad de análisis el grupo social, la familia, e incorpora la interdisciplina para dar cuenta de esa complejidad. Un concepto de salud que incluye, participación de la población, el énfasis en la promoción y la prevención, el trabajo bajo programas, cierta autonomía en la planificación, y la articulación entre los distintos niveles de atención.
De otro lado, tenemos la necesidad de dar cuenta de la dimensión social y cultural del proceso de salud-enfermedad-atención, e incorporar, en nuestra práctica, el concepto de calidad de vida., definida como la calidad de las condiciones de vida de una persona (a), como la satisfacción experimentada por la persona con dichas condiciones vitales (b), como la combinación de componentes objetivos y subjetivos, es decir, Calidad de Vida definida como la calidad de las condiciones de vida de una persona junto a la satisfacción que ésta experimenta (c) y, por último, como la combinación de las condiciones de vida y la satisfacción personal ponderadas por la escala de valores, aspiraciones y expectativas personales (d). El concepto está emergiendo como un principio organizador que puede ser aplicable para la mejora de una sociedad como la nuestra, sometida a transformaciones sociales, políticas, tecnológicas y económicas. No obstante, la verdadera utilidad del concepto se percibe sobre todo en los servicios humanos, inmersos en una "Quality revolution" que propugna la planificación centrada en la persona y la adopción de un modelo de apoyos y de técnicas de mejora de la calidad.
Grau (1998), nos refiere que si la CV es una valoración subjetiva, no puede prescindirse entonces de la valoración del sujeto; cada uno debe ser considerado la persona más capaz de sopesar satisfacciones e insatisfacciones con su vida. El papel de los factores psicológicos que condicionan el grado de satisfacción o bienestar es determinante para el proceso de evaluación. Así, desde el campo de la Psicología, la CV se convierte en un concepto básicamente referido al tipo de respuesta individual y social ante el conjunto de situaciones de la vida; se centra en la percepción de ese bienestar, en el análisis de los procesos que conducen a esa satisfacción y en los elementos integrantes de la misma, al incorporar la dimensión subjetiva hay que subrayar el papel que tiene la satisfacción y su medición a través de juicios cognitivos y reacciones afectivas (Diener, 1984). Sin embargo, existen opiniones divergentes en relación a la satisfacción (Reimel, Muñoz, 1990), asociándola a factores intrínsecos (reconocimiento, progreso, autorrealización) y extrínsecos (status, salarios, seguridad), o conceptualizándola en términos de una actitud. Esto ha permitido examinarla bajo el prisma de diferentes modelos teóricos recientes: el modelo de medición perceptual de Rice y sus cols, los modelos basados en la teoría social-cognitiva de Bandura y Jeller, la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen, la teoría de la ecología del desarrollo de Bronfenbrenner, y otras propuestas. Este es aún un camino incipiente que habrá de desarrollarse en los próximos años y puede servir de sustrato al enfoque psicológico en la conceptualización de la CV y su evaluación.
6.Algunas notas sobre la sociedad peruana
La sociedad peruana es estamentaria. Se construye como una pirámide donde se montan los que tienen mayor poder sobre los que tienen menos poder, y en la cúspide se asientan los blancos, varones, heterosexuales, saludables y con dinero. Ésta es una tara del siglo XVIII según unos y del siglo XVI según otros. Los estamentos se consolidan sobre la base de ingresos económicos, pero, además, de simbología social. Quijano (1980, citado por Ugarteche, 1998) planteó el problema de la dominación cultural en el Perú. Heller (1988, citado por Ugarteche, 1998) sugiere que las sociedades premodernas son jerarquizadas. Pero añade que en este tipo de sociedad pensar en la igualdad es imposible porque nadie se puede imaginar estar en la posición del otro. Quizá por eso es que el «trepar» tiene las características especiales que se encuentran en el Perú. En las clases altas ha surgido un fenómeno nuevo: el hablar de los «caras de huaco» o de los «indígenas» con referencia a lo traicionero y de mal olor. Ésta es la expresión del Poder que se esconde detrás de la fachada según la cual en el Perú no hay racismo. El «cholear» se ha proletarizado y la discriminación se ha sofisticado. De allí comienza el sistema de discriminaciones hasta el piso de los excluidos, o dominados excluidos para ser aún más exactos. El dominado excluido no tiene derecho a nada y provoca la discriminación absoluta del resto de la sociedad. Los prejuicios se materializan mediante acciones reales sobre personas reales, quizá sin tomar en cuenta que por el mero hecho de ser seres humanos tienen el derecho a ser respetados, aunque estas personas tengan vidas que pueden valer cero en términos de productividad marginal. El otro lado de esta cultura es no expresar la realidad.
El nuevo Perú que emerge, con sus fragmentos, trae consigo la realidad de la dispersión en beneficio de la globalización. El proceso de desindustrialización, la reprimarización de las exportaciones, la autogeneración de empleo, la juventud de la nueva población, las consecuencias de las migraciones de la sierra a la costa y la selva de décadas anteriores, las consecuencias de la guerra interna de 1981 a 1992, la nueva y fuerte presencia de mujeres en la fuerza de trabajo, la reaparición de epidemias son parte de lo nuevo.
Gerschenkron (1952, citado por Ugarteche, 1998) discute que lo que le da un sentido de valor a una persona está relacionado con el nivel de ingresos que esta persona recibe, porque es mediante sus ingresos que la persona siente el valor que él o ella tiene en la sociedad. Desde ese punto de vista, el sentido de autoestima y los derechos ciudadanos están relacionados con los ingresos. ¿Qué pasa cuando los niveles de ingreso son bajos? La persona se considera poca cosa. ¿Qué pasa cuando la persona no tiene empleo? La persona es excluida, no pertenece a una red social, pierde sus derechos.
¿Qué ocurre en lo económico cuando una persona tiene empleo y no le alcanzan sus ingresos para vivir? Trabajan los niños y niñas para complementar el ingreso familiar y entonces comienza un tema espinoso que afecta la moral de la nación. El punto de partida es que el trabajo infantil creció como resultado de la depresión expresada como perdida del empleo, ingresos y nuevas inversiones en los países latinoamericanos.
Se puede afirmar con toda certeza que la depresión económica peruana, inscrita en la depresión económica latinoamericana, empobreció a todo el país con las excepciones notables de algunos pequeños sectores cuyos ingresos provenían de utilidades. Se extrapolaron los niveles de vida. Con la recuperación, lo que se observa (aunque no hay datos aún que permitan sustentarlo) es que alrededor del 10% de la población se ve beneficiada preferentemente. Es aquella sujeto de crédito. Se podría decir que son dos millones de personas naturales las que se benefician del crédito de forma directa e indirecta, y éstas representan el área de beneficio preferencial de la recuperación económica. El resto quedó excluido del crédito y de los beneficios de la recuperación, del empleo y de las mejoras de la salud. Los observan desde el margen.
En este contexto, ¿ qué pasa con los adultos mayores?
El envejecimiento de la población es considerado tanto un signo como un resultado del desarrollo económico y social de un país. En este sentido, la O.N.U. pronostica para el año 2050 que en las regiones desarrolladas habrá más del doble de personas mayores de sesenta años que menores de quince; mientras que en las menos desarrolladas el porcentaje poblacional de los primeros se incrementará de un ocho a un veintiuno durante el período comprendido entre 1998 y 2050. En conjunto, la proporción de personas mayores en el mundo pasará de un diez a un veintidós por ciento en el transcurso de dicho período .
Uno de los indicadores más utilizados en el análisis de las tendencias demográficas de un país es el índice de envejecimiento que resulta de dividir el número de personas con 60 ó más años entre los que no alcanzan la edad de 15. Valores por encima de 0,5 corresponden a poblaciones en proceso de envejecimiento, y si son superiores a 0,6 permiten aplicarle el calificativo de envejecida. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) , la población peruana proyectada a fecha treinta de junio de 1999 asciende a 25.232.000 personas. De ellas, el 33,9% tiene menos de quince años, mientras que el 7,1% cuenta con sesenta o más años. La evolución del índice de envejecimiento en este país muestra la tendencia propia de aquellos países que se encuentran en un proceso de transición demográfica. En este sentido, en 1950 eran 13,7 las personas mayores de sesenta años por cada cien niños de entre cero y catorce años. Este índice ha pasado a ser de 18,7 en 1995, y se estima que en el año 2025 supere la barrera del medio punto, situándose según los pronósticos en 0,534.
Para el año 2002 la población estimada a nivel nacional es de 26 millones 749 mil personas, de las cuales el 33.8% tiene menos de 15 años, el 60% está entre 15 y 59 años, mientras que el 7.2 % cuenta con 60 y más años . Proyecciones oficiales estiman que para el año 2020 esta proporción de adultos mayores subirá al 11% de la población y a 12.6% el año 2025. En cifras absolutas, las personas de 60 años y más subirán de 1 millón 848 mil en el año 2000 a 3 613 mil en el año 2020 y, a 4 millones 470 mil en el año 2025.
8.Mitos respecto a la vejez
En torno a los cambios biológicos ocurridos al envejecer, se configuró el llamado modelo médico tradicional que conceptualizó a la vejez en términos de déficits y de involución acentuando la percepción de la vejez como un proceso degenerativo. El proceso de envejecimiento constituye un fenómeno universal que afecta a todos los seres vivos. El envejecer no significa necesariamente que la persona se deslice inevitablemente hacia la invalidez, soledad y a un deterioro físico y mental.
Respecto a la vejez se han desarrollado una variedad de mitos. El primero se refiere a la expectativa de que ser viejo significa estar enfermo (Verbrugge, 1984). Al respecto, una encuesta realizada en 1994 encontró que entre las personas de 65 y 74 años, 89% no presenta invalidez alguna. Para las personas entre 75 y 84 años, esta cifra fue del 73% y entre aquellos sobre 85 años, fue del 40% (Rowe y Khan, 1998).
Un aspecto adicional es la concepción que se asume respecto a la salud – enfermedad . La "biomedicina", pone particular en la observación de la salud humana, centrando el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad en los aspectos fisiológicos y patofisiológicos del cuerpo humano . El reduccionismo de la salud y la enfermedad a los aspectos corporales de la experiencia humana es coherente con la moderna separación entre cuerpo y alma, siendo sólo el primero ámbito de acción e intervención para las ciencia médicas racionales. Desde este paradigma, que considera el cuerpo como una máquina que funciona fisiológicamente según patrones constantes y cuantificables, y a la enfermedad como una alteración físicas de este funcionamiento, lo que corresponde para mantener la salud es conocer dicha fisiología, conocer sus alteraciones e intervenir para restablecer el normal funcionamiento del cuerpo. En consecuencia, otros aspectos de la experiencia humana, sociales, culturales, ecológicos, emocionales o afectivos, nada tiene que ver con la salud ni la enfermedad del sujeto. Este acercamiento reduccionista del bienestar y la salud a su expresión corporal y fisiológica se manifiesta también en la fuerte tendencia a la medicalización de una serie de procesos humanos altamente complejos, tales como el embarazo y parto, la obesidad, el stress, sexualidad o las adicciones, el envejecimiento, experiencias que son marcadas de terminologías patológicas y tratamientos centrados en la corporalidad de estos procesos.
El segundo mito se refiere a que existen límites en la capacidad de aprendizaje. Una serie de habilidades como el procesamiento, el aprendizaje y la recuperación de nueva información, la solución de problemas y la rapidez de respuesta, parecen sufrir un enlentecimiento en la vejez con respecto a etapas previas de la vida.. Birren, Woods y Williams (1980) proponen la hipótesis de un enlentecimiento cognitivo generalizado del SNC. Sin embargo, las personas mayores pueden mejorar sus habilidades cognitivas mediante procedimientos conductuales ( por ej., retroalimentación y reforzamiento positivo para la identificación de las claves relevantes a la memorización); en particular, el aprendizaje, la recuperación de información y la habilidad para resolver problemas.
Al menos tres factores han sido identificados como predictores de un menor decremento en las habilidades cognitivas, a medida en que envejecemos. El primer y mejor predictor es el nivel educacional. El segundo es la capacidad pulmonar , estrictamente relacionada con la actividad física regular y que probablemente permite una mejor circulación y oxigenación de la sangre que llega al cerebro. El tercer predictor es el nivel de autoeficacia, es decir, la creencia en la habilidad personal de ser capaz de influir en lo que nos ocurre a diario (Albert,1995; Greider, 1996).
Una tercera creencia o mito implica que el envejecimiento conlleva necesariamente un deterioro continuo y progresivo. Sin embargo, gran parte de las funciones perdidas pueden recuperarse y en algunas instancias lograr niveles superiores a los previos.
Una cuarta creencia señala que la genética es el factor determinante en el cómo envejecemos. Sin embargo, se estima que sólo el 30% del envejecimiento físico puede ser atribuido a factores genéticos, aún más, se cree que a medida que envejecemos la importancia de la genética es cada vez menor. La forma en que vivimos ( estilos de vida) y dónde vivimos ( ambiente) son los factores más importantes en determinar los cambios relacionados con el corazón, el sistema inmunológico, los pulmones, los huesos, el cerebro y los riñones.
El quinto mito se refiere a dificultades en la respuesta sexual. Al respecto, se constata una gran variabilidad individual. Considerándose que, aquellos individuos que han sido sexualmente activos toda su vida es probable que continúen siéndolo durante su vejez. También parece necesario señalar que es muy probable que el repertorio sexual se amplíe a medida que envejecemos. Es decir, los viejos practican una gama más amplia de comportamientos sexuales, en donde el acariciarse, abrazarse y sentirse amado son más importantes que la penetración y el alcanzar el orgasmo ( Segraves y Segraves, 1995).
Un sexto mito se relaciona con la creencia de que los viejos son una carga para los otros grupos etáreos y que no participan en actividades productivas. Lo cierto es que, una buena parte de los adultos viejos están preparados y dispuestos a trabajar, o trabajan; lo que ocurre es que en el mercado laboral son discriminados, cuando se trata de contrataciones o ascensos.
De otro lado, el retiro como negación del derecho al trabajo. La retirada de los sistemas de producción se traduce en un cambio radical en el estilo de vida de estas personas, a una disminución considerable de su poder adquisitivo se le añade la pérdida de los ambientes sociales en los que habitualmente se desenvolvía la persona, la disminución de funciones y roles sociales, la obligada reestructuración de su tiempo, etc.
No obstante , debemos prestar atención a los procesos que normalmente están asociados al envejecimiento, y que nos indican cuáles son los problemas que se presentan hoy en día:
- Por una parte, la incomprensión y la falta de adaptabilidad a situaciones nuevas que colocan a las personas mayores en una situación de inferioridad en un mundo rápidamente cambiante.
- Por otra, el declive psicofísico asociado al envejecimiento conlleva necesidades de atención psicosocial, sanitarias y económicas cada vez mayores.
En los países desarrollados se considera que cerca del 25 por 100 de la población geriátrica sufre una afección psíquica (Sheperd y Clare, 1981), siendo la depresión la más frecuente, con un índice de morbilidad que oscila entre el 13 y el 20 por 100. En Lima Metropolitana y Callao, la prevalencia actual del episodio depresivo, alcanza la cifra de 9.8. El 27.8 % alguna vez en su vida ha presentado deseos suicidas; el 2.5% ha intentado suicidarse alguna vez y un 0.3% lo habría realizado en el último año.
El desarrollo a escala humana incorpora a los viejos junto con otros miembros de la sociedad en la definición y construcción de su futuro.
Este tipo de desarrollo supone una democracia directa y participativa, significa llevar adelante el concepto de ciudadanía, entendido como: …" la competencia histórica para decidir y concretar la oportunidad del desarrollo humano sostenible, indica la capacidad para comprender críticamente la realidad y sobre la base de esta conciencia crítica elaborada, de intervenir de manera alternativa, se trata de transformarse en sujeto histórico y como tal participar activamente, en este sentido la capacidad organizativa es fundamental porque potencia la competencia innovadora, en el reverso de la moneda, la cuestión consistiría en la superación de la masa manipulable y la pobreza política."
Pensar en términos de desarrollo a escala humana, de acuerdo a los escritos de Max Neff, significa crear las condiciones para que los mayores sean los protagonistas principales en este desarrollo, esto implica respetar las diferencias y la autonomía de los espacios en que actúan, alentar soluciones creativas que asciendan de las bases a la cima.
La satisfacción de las necesidades debe considerarse no sólo como superación de carencias sino también como la capacitación de los mayores como participantes activos en el desarrollo de su sociedad y como protagonistas del crecimiento personal de cada cual como ser humano, pasar a ser personas sujeto y no objeto.
Este desarrollo supera la antinomia entre lo individual y lo social, fomenta la adopción de medidas que combinan el crecimiento individual y social como dos aspectos de una misma realidad.
Lo que se busca en el desarrollo a escala humana es una planificación global de la autonomía local, con estrategias capaces de movilizar a las diferentes organizaciones de los mayores de modo que puedan transformar su lucha por sobrevivir en opciones y alternativas vitales basadas en la dignidad y creatividad y no en la pobreza y degradación humana.
Al ser la vejez una construcción social, el desarrollo a escala humana cambiaría desde el inicio las fuerzas que estigmatizan a los viejos y los empujan al margen de la sociedad. Avanzar en esta modalidad podría dar lugar al ejercicio activo de los principios propuestos por las Naciones Unidas a favor de los Adultos Mayores: "independencia, participación, cuidado, realización personal y dignidad".
En otro aspecto, y en relación a la salud de la comunidad, un objetivo importante es ofrecer un encuadre conceptual y metodológico para el trabajo con la comunidad, que supone una serie de actividades referidas al equipo, a la comunidad y a otros sectores involucrados.
Con respecto al equipo se plantea la necesidad de:
•Recuperar la historia del grupo y realizar un diagnóstico sobre la situación presente, la inclusión de nuevos integrantes, el grado de acercamiento y compromiso con la propuesta de "salud de la comunidad".
•Sondear las expectativas y actitudes relativas al trabajo en el centro de salud.
•Promover espacios de trabajo interdisciplinario.
•Analizar las dificultades cotidianas, los obstáculos que impiden la realización de las tareas programadas, revisando las consignas surgidas en las reuniones de equipo.
•Registrar las actividades, proyectos y programas colaborando en el establecimiento de prioridades y la planificación de las actividades.
•Incorporar la dimensión sociocultural e histórica al interior del equipo, para ampliar su concepción de los procesos de salud-enfermedad-atención.
•Incentivar los procesos de reflexión sobre la institución: su historia, organización, normativas, relaciones de poder.
•Brindar información sobre la población del área programática en lo referente a composición sociodemográfica, historia, organizaciones, grupos e instituciones.
•Reflexionar sobre las estrategias de trabajo comunitario con el fin de coordinar las actividades extra muro.
Esto significa con respecto a la comunidad, profundizar el conocimiento de la historia, las formas de organización, instituciones, liderazgo, redes, formas de comunicación, lógicas existentes.
Avanzar en el conocimiento de las distintas instituciones, organizaciones y grupos que estaban trabajando en el barrio, intentando en la medida de lo posible una coordinación de acciones.
Reflexionar sobre la relación centro de salud comunidad, el grado de acercamiento, las imágenes, expectativas, experiencias, las demandas en lo asistencial y en los programas, intentando fortalecer los vínculos existentes y formulando una metodología adecuada de trabajo.
Entrar en un mundo conocido desde la experiencia social pero desde una posición distinta, una experiencia que se asocia al padecimiento, a la enfermedad y a la muerte, que genera angustia, temor. Intervenir, conocer para transformar, para pensar alternativas, involucrarse.
Esta experiencia supone aprender a trabajar de otro modo, muchas veces con problemas enunciados por otras disciplinas, redefinir una problemática desde diferentes perspectivas, trabajar con un ritmo distinto, atravesados por urgencias, contradicciones, frustraciones. El supuesto teórico implícito es trabajar sobre las diferencias no como oposiciones sino como relaciones (nosotros-otros), trabajar sobre los espacios de intercambio, las interacciones, las mediaciones entre los individual y lo social, lo micro y lo macro, la teoría y la práctica : las relaciones entre el C.S. y la comunidad, entre clases sociales. Las modalidades a través de las cuales se me impone el otro, el lugar que ocupamos, las formas de comunicación, las distancias, las relaciones de poder. Relacionar lo macro y lo microsocial, analizando cómo el contexto histórico, político y económico, las modificaciones en las políticas sociales, podemos verlas en la cotidianeidad y en las rupturas de esa cotidianeidad, asociadas a experiencias colectivas.
10.Perfil de competencias del interventor
Pero un objetivo fundamental será desarrollar nuestra capacidad de respuesta a las personas a las que servimos . Consideramos un perfil básico :
- Comprensión empática: Concebida como el grado en el cual una persona es consciente de lo que en este momento le ocurre a otra persona internamente.
- Nivel de aprecio: Definido como el componente afectivo de la respuesta de una persona hacia otra. Tenemos que afianzar los sentimientos "positivos" ( respeto, simpatía, aprecio, etc) frente a los negativos ( desagrado, impaciencia, desprecio, etc)
- Autenticidad. Lo que muestra una persona en una relación determinada con otra persona; definiéndose como el grado en el cual la primera se halla funcionalmente integrada en el contexto de su relación con la segunda.
- Incondicionalidad del aprecio. Concepto que se relaciona específicamente con el grado de variabilidad que exista en la respuesta afectiva de una persona con respecto a otra. En su polo positivo implica, que todas las experiencia del consumidor nos afectan como igualmente dignas de consideración positiva. En el polo negativo supone imponer nuestra escala de valores, y considerar algunas de sus vivencias dignas de aprecio y otras no.
El perfil lo definimos como indicador de competencias para promover resiliencia., y no solamente en salud; también en contextos
La intervención educativa y social comunitaria se revela como una de las medidas más eficaces en cuanto sustentadas en dos líneas de actuación:
- El requerimiento del adulto mayor que quiere participar en el mundo relacional en el que se desenvuelve con pleno derecho
- La no institucionalización de la persona mayor
En relación a lo cual , Muñoz (1997), plantea algunas estrategias que podríamos utilizar para fortalecer redes sociales, la integración social y la calidad de vida del adulto mayor:
- Animación sociocultural
- Campañas de información y sensibilización
- Actuaciones dirigidas a la mejor ocupación del ocio y tiempo libre
- Actuaciones integrales que favorezcan la coordinación de todos los sistemas de protección social
- Acciones encaminadas a potenciar las relaciones intergeneracionales.
El aspecto fundamental ha tomar en cuenta está dado por los resultados del Estudio Epidemiológico Metropolitano en Salud Mental 2002, que nos aporta más de un dato positivo a tomar en cuenta en nuestra intervención educativa y psicosocial:
- Alrededor de una cuarta parte de la población adulta mayor pasa por situaciones de alto estrés, siendo mayor en aquellas relacionados con la salud
- Sin embargo, entre 59.7 y 52.1 % las personas experimentan significativamente estados de ánimo positivos: tranquilo, alegre. Cabe resaltar que los hombre experimentan en mayor proporción que las mujeres tales estados. Entre 18.2 y 34% experimentan estados de ánimo negativos.
- Se encuentra un nivel aceptable de calidad de vida desde la perspectiva de la propia persona ( una media de 7.61)
- El grado de cohesión familiar medido a través del respeto y apoyo mutuo, o el compartir principios y valores, se encuentra en niveles altos. De la misma manera, el factor religioso es muy importante en la población adulta mayor, y la mayoría se apoya en el mismo para enfrentar los retos cotidianos.
De los factores de riesgo, donde el individuo tiene un grado de control, la falta de ejercicio físico es el potencialmente más modificable. El ejercicio físico aumenta la fuerza, disminuye el riesgo de muerte, mejora el ánimo y reduce el impacto de otros factores de riesgo; ha demostrado ser beneficioso no sólo en la prevención de enfermedades coronarias, sino que también en la prevención y reversión de la hipertensión (donde está aceptado como un tratamiento adjunto a la medicación), en la protección del cáncer del colon, en la prevención de la diabetes, en el tratamiento de la artritis, en la prevención de la osteoporosis y en mejoramiento del equilibrio y la fuerza de las extremidades inferiores.
La falta de relaciones sociales es un poderoso factor de riesgo para un nivel de salud pobre. En tal sentido, el apoyo social y socioemocional ( expresiones directas de afecto, de estima, de amor y respeto) son fundamentales para el envejecimiento exitoso (Sabin, 1993).
Hay cuatro modos importantes en que el apoyo social puede promover la salud:
- Es posible que el apoyo social lleve a las personas a obtener tratamiento médico de manera más rápida y que les provea de mejor información en salud incluyendo el cómo acceder a los servicios.
- Algunas formas de apoyo social pueden de hecho consistir en tratamiento médico directo
- El apoyo social puede hacer más probable la adopción de comportamientos promotores de salud (caminar o no fumar), supuesto ésta sea la norma en el grupo de referencia.
- Comportamientos de apoyo pueden tener efectos biológicos directos que aumenten la resistencia a enfermedades. Individuos que reportan altos niveles de apoyo social tienen niveles significativamente más bajos en tres medidas fisiológicas de estrés: epinefrina, norepinefrina y cortisol.
Es cada vez más claro que el mantenerse activo en tareas que tengan un propósito y un significado, junto con el mantener relaciones significativas, es fundamental para la mantención del bienestar a lo largo de la vida; en relación a lo cual, es muy importante una intervención sustentada en los siguientes principios metodológicos (Girard, 1991):
- Las intervenciones deben ser definas en función de las necesidades individuales de las personas mayores
- La discapacidad y/o inadaptaciones son las circunstancias que deben poner en relación a las personas mayores y/o sus familias con el entorno institucional.
- La prevención como forma de intervención no debe estar limitada en el tiempo
- Sólo el conocimiento del medio en el que el individuo se desenvuelve y su catalogación puede permitir comprender la importancia de la situación
- El equipo de intervención debe ser versátil y lo menos jerarquizado posible.
En un primer nivel primario de atención, las necesidades más frecuentes que se presentan suelen ser las siguientes:
- de cuidado, afecto, relación, actividad
- de convivencia armónica normalizada
- de relación con los medios de socialización primarios y secundarios: hogares, calle, amigos, etc
- de atención de dificultades o desajustes que puedan aparecer en el proceso de envejecimiento
- de alojamiento y cuidado en caso de inexistencia o deterioro de las relaciones convivenciales
La intervención en el segundo y tercer nivel va dirigida a individuos, familias y grupos que se encuentran en un proceso definido de exclusión médica y/o social, necesitando apoyos para la convivencia familiar y social, por lo que no sólo se debe incidir en éstos, sino, por generalización, en toda la comunidad. Entre los objetivos más importantes a conseguir en estos niveles de prevención serían:
- facilitar el acceso, permanencia y utilización de recursos normalizados de la comunidad
- intervenir con los individuos, familias y grupos, al objeto de habilitar las competencias necesarias para la convivencia y la inserción
- procurar el apoyo psicosocial necesario
- promover intervenciones socioeducativas
- realizar intervenciones tendentes al conocimiento, mantenimiento y fortalecimiento de las redes de apoyo social
- procurar alojamientos alternativos en las circunstancias adecuadas y cuando no se posible proponer otras alternativas.
Si bien el objetivo último de toda política social es incrementar el bienestar social, desde el punto de vista psicosocial nos interesa el bienestar subjetivo, el cual , de acuerdo con Diener (1994), tiene tres características:
- Es subjetivo, reside en la experiencia del individuo
- Incluye medidas positivas, no sólo es la ausencia de factores negativos
- Las medidas del bienestar subjetivo suelen ser integrales e incluir todos los aspectos de la vida de las personas.
La intervención educativa y psicosocial no puede ser vista únicamente como un esfuerzo por contrarrestar las carencias, sino como una apuesta por las posibilidades; en el caso del adulto mayor, se plantean retos de adaptación y los esfuerzos de estas personas para acometerlos., y se supone que la integridad de la calidad de vida emana de las respuestas adaptativas. Por ejemplo, en relación a movilidad útil, actividades básicas de la vida diaria, capacidades de orientación, comunicación receptiva y expresiva, relaciones sociales e interpersonales, autonomía, percepción de salud, entre otras. Lo que podría interpretarse a partir de la teoría de la actividad. Según este enfoque, de raíces aristotélicas, una persona se sentirá bien en función de las actividades que realice y de la calidad con la que las lleve a cabo, aprehendida ésta a través de percepciones subjetivas: opiniones, actitudes, creencias y valores Por ejemplo: El desafío de adaptación es extraer placer de la vida. La pregunta que tendríamos que plantearnos es si la persona, el adulto mayor en nuestro caso, tiene respuestas ante éste desafío y su percepción de las mismas. Por ejemplo, actuar de acuerdo con los propios valores, seguir intereses, adherirse a experiencias religiosas y estéticas, relajarse en tiempo de ocio, valorar la vida a pesar del dolor y de los problemas, etc. Y, dos aspectos finales, no olvidemos que no hay un único estándar con el que sopesar el declive, el mantenimiento o la mejoría de la adaptación y que la adaptación se modifica en función del contexto, especialmente la motivación y el entorno. Por ejemplo, la reestructuración del hogar o la provisión de aparatos auxiliares puede aumentar o restablecer la adaptación o la independencia de la persona mayor.
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Sociedad Peruana de Resiliencia: Área: Adulto Mayor
Dr Héctor Lamas Rojas
Doctor en Psicología
Dr. Javier Lamas Lara
Cirujano Dentista
Maestría en Gerontología.