Construcción ético-social del campesinado con relación al uso de semillas tradicionales (Colombia) (página 2)
Enviado por Marisol Vásquez
Este proceso arrojo datos importantes, como el hecho de que los campesinos conservan semillas criollas no solo por tradición, sino también, porque son conscientes de los daños ambientales y daños en la salud humana que generan los agrotóxicos necesarios para reproducir una semilla transgénica. También se evidenció en algunos casos que existe un nexo religioso frente a los sistemas de producción agrícola limpia, los cuales corresponden a principios de la iglesia nóstica frente al cuidado y respeto de los elementos de la naturaleza.
Los procesos de entrevista e historias de vida fueron ejecutados con la ayuda de una grabadora de voz, la cual se utilizó con el fin de analizar más detenidamente la información. No se tomaron apuntes en el encuentro con los entrevistados, ya que esto parecía incomodar un poco a los informantes, quienes con su actitud evidenciaban preferir una charla totalmente informal acompañada de un tinto y en ocasiones acompañados de algunos amigos.
4 Se anexa las preguntas de entrevistas al final del presente trabajo.
Codificación y análisis a través del programa estadístico IBM-SPSS
La información obtenida mediante encuesta y entrevista fue codificada mediante el programa estadístico IBM-SPSS, en el cual se transformaron los datos y se cruzaron variables, para observar el comportamiento de las mismas, mediante tablas, gráficos y barras, que se obtuvieron asignando valores numéricos y categorías en cada pregunta, ya que se contaba con preguntas abiertas que ofrecían todo tipo de respuestas, por ende se presentó la necesidad de codificar éstas, para poder delimitarlas.
Un ejemplo de este ejercicio se puede evidenciar en la pregunta número 18 de la entrevista, donde se pregunta por el significado de semilla, ante las múltiples respuestas y después de un análisis de las mismas, se opta por clasificarlas en 1- origen de lo vegetal; 2-base de producción; y 3-generador de vida, asignando un valor numérico a cada respuesta, que permite conocer no solo una medida de tendencia, sino también el significado que los campesinos le dieron a la semilla.
Ejemplo:
Proceso de observación
Durante todo el transcurso de recolección de información se realizó un proceso de observación, el cual buscaba conocer prácticas, conductas y el contexto en el que los campesinos materializaban su conocimiento y cultura, ya que las técnicas de encuesta y entrevista dejaban muchos factores de interés por fuera del marco de investigación. Ante esto la observación fue un buen medio para descubrir hechos tangibles e intangibles que se tenían desapercibidos, pero que dada su importancia podían validar o invalidar un dato suministrado por el informante.
Según Gallego (2012):
El propósito de la observación es múltiple desde el análisis por determinar lo que se ésta haciendo, la forma en que se hace, quién lo realiza, cuándo, en que tiempo y cuánto tiempo requiere, dónde se hace y por qué: permitiendo que el investigador pueda observar a una persona o a una actividad sin que se percate de su presencia y sin que haya alteración de ello. (p. 263).
La primera intención de la observación era develar la estructura de producción agrícola, para constatar el uso o no de agrotóxicos, la existencia de policultivos y el manejo de las semillas criollas; en segunda medida, observar como se daba la relación del campesino con su medio natural, teniendo en cuenta las relaciones entre vecinos, el trato a los animales, cuidado de los medios naturales, como agua y bosques, y prácticas campesinas en cuanto manifestación cultural.
La observación se realizó de manera directa y fue realizada en distintos momentos, previa a la aplicación de encuesta y entrevista y durante la aplicación de las mismas, mediante visita a los hogares de los informantes. La modalidad a aplicar fue la observación no estructurada, en cuanto no estaba dirigida por elementos técnicos espéciales, sino por el contrario, fue de manera libre, con la ayuda exclusiva de una grabadora de voz y registros escritos de lo observado.
Triangulación de datos
Dentro de los resultados obtenidos mediante la aplicación de la encuesta se pudo evidenciar que existe una relación estrecha entre la tenencia de la tierra y la propensión a sembrar mayor cantidad de cultivos de pan coger que hacen parte de la dieta de los santuareños y que garantizan la soberanía alimentaria de las comunidades campesinas. Este dato es de gran importancia para la investigación, ya que los policultivos hacen parte de la agrobiodiversidad y son un elemento central para la conservación de semillas criollas. Para corroborar esta información no basto con la aplicación de la encuesta, sino que fue necesario realizar una serie de visitas a los hogares con el fin de llevar a cabo un proceso de observación que comprobara la existencia de policultivos en las fincas, y el uso que se les da a estos tanto para la alimentación familiar, como para el intercambio comercial.
Mediante este proceso se pudo observar que aquellos campesinos que eran dueños de la tierra sembraban mas alimentos, dada la libertad de poder utilizar el espacio según sus necesidades, diferente a lo que sucede con las fincas ajenas, en las cuales las familias deben limitarse a las exigencias de sus dueños. Para obtener esta información fue necesario complementar lo observado con los datos de encuesta, en la cual se relacionó la tenencia de la tierra y la cantidad de cultivos que poseían las fincas.
Mediante el análisis documental de archivos históricos también se logró comprobar los diferentes procesos que sufrió la población campesina, con el cambio en los títulos de propiedad, pues después de un proceso de violencia política y desplazamiento rural, las fincas cambiaron sus sistemas de siembra dedicándose en su mayoría a la siembra de café. Estas fincas dejaron de ser administradas por sus dueños para ser entregadas a caseros o agregados, lo cual conllevó a una perdida de agrobiodiversidad, pues al desvincularse los propietarios de sus tierras, se perdió la necesidad de sembrar comida para la subsistencia familiar.
Otra dato esencial para desarrollar la investigación, corresponde a los sistemas de siembra y su relación con la conservación de semillas criollas, ya que durante el proceso de investigación los campesinos manifestaron tener un proceso de producción tradicional, sin embargo con la aplicación de la encuesta se constato que la mayoría de fincas poseen sistemas de producción mixta, en la cual combinan agricultura ecológica, con sistemas convencionales, principalmente con los cultivos de café.
Cuando se realizó las visitas a los hogares se pudo observar que las fincas estaban divididas por parcelas para la producción de alimentos, las cuales se manejaban ecológicamente, diferentes a las parcelas dedicadas a los monocultivos de productos comerciales, los cuales se manejaban con uso de agroquímicos.
En cuanto a las prácticas y conocimientos que transmitieron los campesinos mediante las entrevistas, como la elaboración de biopreparados, ciclos lunares, mantenimiento de fertilidad del suelo, entre otros, se realizó una corroboración de información con el Manual de Agricultura Ecológica (Vásquez, 2013), documento en el cual se especifica el uso cultural de las plantas tradicionales que los campesinos han desarrollado en la región durante varias décadas, para medicina alternativa, control de plagas, fertilización. Mediante el análisis de este documento se comprobó la importancia de las plantas para la cultura campesina, incluyendo aquellas mal llamadas malezas, a las cuales se les denomina así por el desconocimiento de sus beneficios, ya sea en medicina, alimentación humana o animal, o para control orgánico.
La mayoría de información obtenida mediante la encuesta fue corroborada en visitas continuas a las fincas, donde se observo los distintos procesos de siembra, al tiempo que se validaba la información con preguntas de entrevista sobre percepciones de la naturaleza y la cultura campesina. Igualmente se realizo un análisis de documentos científicos que fueron validados durante el trabajo de campo, tal es el caso de la concepción ecologista del entorno, que según la mayoría de documentos científicos, estaba orientada por un conciencia explicita de los daños medioambientales y sociales que genera la producción convencional, además de un rechazo a los sistemas agrícolas orientados por prácticas capitalistas. Cuando se fue a validar esta información, se encontró con un escenario completamente diferente, pues si bien los campesinos reconocen las afectaciones que genera la producción con químicos, en la salud humana, además de la perdida de soberanía alimentaria mediante los monocultivos, no manifestaron un rechazo frente al sistema capitalista, pues su acción esta orientada por factores de tradición, mas que por un rechazo a los demás sistemas de siembra, ya que esta población por lo general aplica varios tipos de producción. Mediante la aplicación de la encuesta se evidenció un desconocimiento de lo que es la agroecología, por lo que tampoco se puede atribuir una conciencia explicita ecológica.
Interpretación de los datos obtenidos
Después de todos estos procedimientos se logró obtener un margen de datos suficientes para ser analizados y poder dar respuesta a la pregunta de investigación y los objetivos propuestos. Ya que los datos por si mismos no logran articularse, sino a través de la codificación e interpretación que realiza el investigador, para poder lograr un conocimiento valido científicamente por su rigurosidad metodológica, se realizó un proceso de análisis sustentado en los resultados estadísticos, donde se cruzaron variables y se tomaron tendencias de medida central, además de la interpretación de los datos cuantitativos y cualitativos analizados desde los postulados de Luis Llambí Insua (2007), donde se busca establecer vínculos entre la teorización de las transiciones, la teorización de la agencia y la teorización del espacio, en una teoría de la distribución espacial, propuesta por Buttel y Newby (1980), para lograr una mirada estructural de la realidad rural.
El proceso de interpretación de los datos buscó generar conocimiento sobre la realidad rural del municipio, principalmente la construcción ético-social de los sujetos que usaban semillas tradicionales, basados en la aplicación racional de la metodología expuesta, con su respectiva clasificación y análisis. Dicha interpretación se construyó en la relación que desde el principio se estableció entre investigador y los sujetos investigados, ya que para definir sus sistemas de vida y concepciones se buscó durante el proceso, no intervenir en las significaciones que los campesinos otorgaron a los fenómenos de estudio, como creencias frente al uso de semillas criollas, manejo de ciclos naturales para procesos de siembra, o aspectos mas estructurales como pertinencia de algunos sistemas de mercado para la vida rural.
Esta postura permitió develar formas de producción y pensamiento, que en muchos casos resultaron ser contrarios a posturas teóricas de la sociología rural, que se han difundido y han tendido a generalizar la realidad de los sujetos rurales, sin tener en cuenta la pluralidad de los contextos y sujetos campesinos, como por ejemplo, se pudo develar que los procesos de agricultura tradicional y agricultura limpia, es decir sin uso de agentes sintéticos, no necesariamente obedece a una postura de rechazo frente a los sistemas de producción industrial, ni contra los sistemas capitalistas, que permean de manera diferenciada en cada contexto, por lo tanto no se puede generalizar ni idealizar el pensamiento y actuar campesino, pues en el municipio de santuario se pudo observar que su estructura y pensamiento obedece más a patrones culturales tradicionales, sin ignorar que también han sido afectados por los proceso globales de la revolución verde.
A continuación se anexa una matriz donde se relaciona las categorías analíticas emergentes durante el proceso de investigación, con la técnica por medio de la cual se obtuvieron los datos. La variable que guía la investigación es la construcción ético- social campesina.
CAPITULO II
Introducción
La literatura científica que busca comprender los diferentes sistemas de organización social y producción de la comunidad rural, se ha centrado en realizar análisis comparativos frente a los actuales sistemas de mercado capitalista, al igual que análisis diferenciales entre lo urbano y lo rural, sin embargo, la comunidad académica requiere de nuevos enfoques epistemológicos que den cuenta de una realidad tangible y no de construcciones abstractas y ahistóricas que ignoran los cambios de la sociedad actual, como la imperante dicotomía entre lo urbano y lo rural, que no permite comprender la confluencia e integración de estos dos sectores, sino por el contrario los toma con dos entes aislados.
En la mayoría de investigaciones se puede observar como el concepto campesino hace referencia a una generalidad de agentes que no logran ser diferenciados por su construcción de identidad ni por su territorio, por lo cual se hace necesario realizar una investigación que logre articular los macro-procesos globales con los procesos locales, teniendo en cuenta la dimensión territorial y los diferentes proyectos rurales que desarrollan las comunidades.
Si bien las investigaciones que se han realizado, representan un gran aporte académico, en cuanto han logrado poner en el contexto social y político a los pobladores rurales y sus diferentes sistemas de producción, se puede evidenciar una generalización de los sistemas tradicionales, comprendiendo estos solamente desde la agroecología o como sistemas alternos a los modelos de producción agroindustrial, lo cual, en muchos casos, obedece más al interés del investigador que a la realidad de los campesinos.
Investigaciones Preliminares del Campesinado como Sujeto de Análisis
Las formas de producción tradicional que han desarrollado los campesinos durante miles de años, ha permitido construir un conocimiento de la naturaleza, mediante la selección de semillas, adaptación del suelo, control de agentes bioclimáticos, control de predadores, y en términos generales, comportamiento de las especies que hacen parte del ecosistema. Todas estas prácticas las realizaban libremente, ya que el control lo hacían las mismas comunidades de manera autónoma y local, con criterios propios de selección del germoplasma. En la actualidad el escenario es completamente diferente y los campesinos deben hacer uso de todo tipo de prácticas para poder conservar la diversidad de sus semillas, lo cual puede considerarse hasta ilegal, dada las normas de propiedad intelectual y protección a obtentores vegetales que ha aprobado el gobierno, normas que en varias ocasiones han entrado en conflicto con los intereses de las comunidades afros, indígenas y campesinas.
Pese a que son muchas las resistencias que se presentan ante estos procesos de monopolio biológico, también existen sus benefactores que abogan por los procesos agroindustriales y de desarrollo biotecnológico, argumentando la necesidad de una producción intensiva, rápida y adaptable a diferentes contextos bioclimáticos, con el fin de suplir la demanda de materia prima para el mercado energético y de alimentos.
Estos factores generan tantos contrastes como intereses investigativos, que buscan explicar una parte del complejo sistema agrícola y su incorporación o exclusión en el sistema de mercado neoliberal. La mayoría de investigaciones se enfocan en el plano económico o en las repercusiones sociales, sin embargo, también se encuentran trabajos que tienen como interés explicar conceptos emergentes y teorías sobre el campesinado.
Entre los trabajos de investigación que se desarrollan sobre los sistemas agrícolas y pobladores rurales, se encuentran aportes epistemológicos, que más que analizar la cuestión agraria, reflexionan sobre los sistemas de pensamiento que desarrolla la sociología rural sobre su objeto de estudio. Un ejemplo de este tipo de investigaciones, se encuentra en el trabajo de Armando Sánchez Albarrán (2011), el cual analiza el concepto de campesinado y las transformaciones que produce los cambios económicos, políticos y culturales en los agentes rurales, ya que según algunas corrientes, el concepto de campesino pierde su validez, dada la tercerización laboral y la desagrarización; desde otra óptica, surgen nuevos sujetos, como el indígena campesino, el cual se reconoce por su conservacionismo ambiental.
La nueva concepción de campesino, no permite pensarlo como un sobrante de la sociedad industrial, ni como remanente de la sociedad agraria pre-moderna, sino, como sujeto indispensable para el desarrollo de los procesos sociales globales, dentro de los cuales se posiciona, según las dinámicas de transformación histórica.
Los cambios que ha traído consigo los procesos de globalización, han conllevado tanto al desarraigo territorial por parte de pequeños campesinos, como a la unificación de movimientos sociales que luchan unidos por mantener una cultura o estructura agraria.
Estos procesos de transformación también son estudiados por Daniel Remetería (2007), el cual realiza un análisis antropológico, donde conduce el debate de la mercantilización de la naturaleza al campo cultural, dada la patrimonialización de la biodiversidad genético-cultural, ya que el desarrollo biotecnológico, ha dado valor mercantil a las semillas y su uso asociado, con lo cual se demuestra el proceso de apropiación, tanto por parte de las empresas, como de las comunidades locales, las cuales desarrollan una representación y significación diferente del material biológico. Estas diferencias le permiten al autor identificar las fronteras entre cultura y naturaleza y contextualizar el proceso de mercantilización de la naturaleza, con sus repercusiones a nivel ambiental y social.
Otra mirada sobre este proceso se puede observar en el trabajo realizado por GRAIN (2006). En esta investigación se asume a los tratados de libre comercio con Estados Unidos y en menor medida Canadá, como una reciente amenaza al conocimiento tradicional, ya que han logrado mercantilizar el saber local y ponerlo dentro del ámbito de la propiedad privada, con todos sus derechos y regulaciones, bajo la figura de propiedad intelectual, que busca, según la norma, proteger el conocimiento, pero
¿protegerlo de qué o para quién?, ¿acaso está en riesgo? Y ¿quién representa este riesgo? Son muchas las preguntas que se pueden formular, pero hay una respuesta para todas ellas: el conocimiento ancestral es objeto de protección, porque representa un interés comercial que puede acapararse en forma de propiedad intelectual y generar ganancias económicas, especialmente el conocimiento de agentes biológicos y su uso asociado.
Dentro de este proceso de apropiación del conocimiento, se encuentra el problema de la biopiratería y la perdida de semillas criollas, lo cual ha trascendido el escenario nacional, dado que las empresas que actualmente se están apropiando del capital biológico, son multinacionales esparcidas por todo el mundo, sin embargo existen también luchas internacionales para hacer frente a esta situación. Esto se puede evidenciar en una de las investigaciones realizadas por La Vía Campesina (2013), donde se hace un reconocimiento especial a los campesinos, en cuanto protectores de semillas. Según ésta, la agricultura campesina familiar aún produce el 75% de los alimentos que se consumen en el planeta y de estos campesinos, la mayoría produce sus propias semillas.
La necesidad que tiene la humanidad de acceder libremente a las semillas, es el principal interés de las corporaciones multinacionales, quienes ven en ellas una importante fuente de riqueza y poder, por lo cual buscan monopolizarlas, para esto se tiene que cumplir una serie de cambios estructurales, que según La Vía Campesina, ya podemos evidenciar a nivel mundial. Estos cambios consisten en abrir todas las fronteras a la agroindustria, para que estas se hagan al mercado local y a la agricultura campesina, posteriormente, acaparar las tierras y con ellas otros recursos, como el agua, y finalmente perseguir las semillas criollas, prohibiendo su uso, como en el caso colombiano, con ayuda del aparato jurídico e institucional, para sustituir las variedades criollas, por semillas industriales patentadas.
Uno de los mayores problemas, según esta organización, es que los transgénicos no están obligados a etiquetarse, lo mismo que sus derivados, para que el consumidor consciente pueda rechazarlos, pues quien controla la semilla, controla al alimentación y la soberanía de los pueblos.
No solo se encuentra en boga el problema del biosaqueo5 en el cual participan las instituciones públicas ya sea por acción u omisión, sino también, la conflictividad que generan los nuevos sistemas de producción agrícola, los cuales buscan responder a un mercado competitivo, que ha llevado a la sobre explotación de los suelos y al deterioro de la agrobiodiversidad, pues estos sistemas están basados en los monocultivos, el uso de semillas transgénicas y la implementación de agrotóxicos que eliminan variedades animales y vegetales que protegen el suelo y permiten la estabilidad del ecosistema.
Este es un problema que empieza a ser analizado desde diferentes ópticas, pues es un problema estructural que afecta el entorno natural, económico, político y social. El trabajo investigativo de Marc Dufumier (2014) logra recoger estos componentes y poner en contexto el conflicto social y ambiental que ha generado la artificialización de la naturaleza, generando un gran aporte para el conocimiento de los nuevos procesos que se desarrollan en la agricultura latinoamericana.
Según Dufumier (2014), el crecimiento poblacional a nivel mundial, se manifiesta en una creciente demanda de alimentos, que trae consigo la necesidad de nuevas formas de producción agropecuaria que puedan suplir estas demandas y que a la vez garanticen la sostenibilidad de los ecosistemas, ya que los actuales sistemas agroindustriales ponen en riesgo la fertilidad de los suelos.
La presión que genera el mercado ha llevado a que los agricultores opten por producciones a gran escala, para no quedar marginados del sistema económico dominante, aunque ocasione daños ambientales y sociales. Las consecuencias deplorables que trae consigo los nuevos modelos agrícolas, están dados, según Dufumier (2014), por dos causas principales: primero por la escasa variedad de semillas que difunden las empresas transnacionales, las cuales llevan el nombre de "semillas mejoradas" y segundo, por la especialización exagerada de los sistemas de cultivo y de crianza, buscando dar respuesta a la gran demanda del mercado. Estos hechos llevan a una dependencia cada vez mayor del campesino a este tipo de empresas, pues las nuevas semillas requieren de un alto grado de manipulación y ayuda por medio de agentes sintéticos, que producen las mismas compañías.
Frente a esta problemática, existen investigaciones con estudios de caso, que muestran como se está desarrollando los sistemas biotecnológicos en la región, tal es el caso de la investigación desarrollada por Luis Daniel Hocsman (2014), con la cual busca contribuir al debate de la agricultura familiar y la producción campesina, contrapuesta con el sistema capitalista en América Latina. Para cumplir con este objetivo realiza un panorama general de la producción alimentaria y resalta la masificación de la soja en Argentina, la cual tuvo un proceso de tecnificación y modificación genética, que implico el uso indiscriminado de agrotóxicos.
En 1996, la liberación de las semillas transgénicas, pone nuevos actores dentro del mercado nacional argentino, con multinacionales como Monsanto, Syngenta, Cargill, etc., las cuales invadieron el país con venenos y fertilizantes que están acabando los ecosistemas nativos, esta situación no es exclusiva de Argentina, pues por todo el continente se puede evidenciar la influencia de estas empresas.
El dominio en Argentina de las semillas transgénicas con resistencia al glifosato (RR) ha incrementado la producción de soja, convirtiéndose el país, en el primer exportador mundial de aceite y harina de soja. Esta situación ha llevado a la extensión de la frontera agrícola y a una pérdida de diversidad agronómica, lo cual afecta la alimentación de la población y crea presión sobre los territorios naturales protegidos y las fincas de los pequeños campesinos, los cuales según Hocsman (2014), han sido usurpados por grandes empresarios.
La presión que generan las grandes empresas agroindustriales sobre la tierra, conlleva cambios en los sistemas productivos y políticos, pues se llega a sacrificar la seguridad alimentaria de una nación para suplir el mercado global de materia energética y alimentos provenientes del sur global. Una investigación que da cuenta de esto, es la realizada por Paula Álvarez Roa (2012), la cual investiga el modelo de desarrollo rural que se adelanta en Colombia, tomando como elemento central de la discusión, el acaparamiento de tierras, el cual es entendido como la compra masiva o arrendamiento de grandes superficies de tierra; esto tiene consecuencias para la soberanía alimentaria de la nación sobre la cual recae el acaparamiento, ya que los gobiernos con problemas para garantizar la alimentación de su pueblo, optan por arrebatar superficie a otros países, generando presión sobre territorios campesinos y usurpando recursos ambientales. Dicha explotación no se limita solo a la producción de alimentos, pues el uso que se le está dando a estas tierras en Colombia, va dirigido a la producción de materia energética (agrocombustibles, mercados de carbono, minería, entre otros), lo cual acarrea daños ambientales y sociales, como por ejemplo, la apropiación del agua.
En este trabajo de investigación la autora analiza la altillanura colombiana, observando como los sistemas agroindustriales permean la economía campesina, con esto abre un nuevo debate, que debe continuar desarrollándose en posteriores trabajos, sobre si realmente es posible hacer un acaparamiento de tierras, para las grandes plantaciones industriales, de manera sostenible.
Otra posición sobre este tema se encuentra en Francisco Hidalgo (2014), el cual logró evidenciar transformaciones de la agricultura latinoamericana, dentro de un contexto de globalización y cambios multidimensionales del capitalismo, que han permitido a la región repensar sus sistemas productivos y generar integraciones nacionales, proponiendo alternativas de desarrollo acorde a la realidad local. Sin embargo, las crisis del capitalismo y las mutaciones que se viven en Latinoamérica, acentúan un rol diferenciador en la relación centro-periferia, en cuanto, a pesar de las transformaciones, Latinoamérica continúa siendo, en palabras del autor, proveedora del carbón que requieren las nuevas locomotoras del capitalismo. Esto genera un contraste con las comunidades que no están dispuestas a repetir etapas de subordinación y exigen una restructuración del sistema.
Ante esta situación se exigen propuestas que integren el campesino al mercado global, superando relaciones de subordinación. Como respuesta a esta problemática, se buscan formas de producción sustentable que permitan mantener la soberanía, los sistemas locales de producción y la biodiversidad. La forma mas común y analizada es la agroecología, la cual representa una alternativa de producción que responde tanto al mercado global como a los patrones de comportamiento social y natural de la región.
Gran parte de la investigación científica que se desarrolla sobre la agricultura no convencional se centra exclusivamente en la agroecología, la cual actualmente se postula como una de las principales alternativas frente al modelo agroindustrial moderno de producción, ya que integra diferentes enfoques como la responsabilidad ambiental, justicia social, biodiversidad, reconocimiento de culturas y practicas locales, entre otras, sin embargo no es la única forma de producción agrícola que recoge estos enfoques, pues existe tantas formas de organización y producción campesina, como investigaciones sobre las mismas.
5 El biosaqueo se entiende en el presente trabajo como una forma de apoderamiento ilegitimo de los entes biológicos de una comunidad o región, por parte de empresas, laboratorios y centros de investigación, quienes obtiene un titulo de propiedad con fines comerciales, sobre una especie natural o parte de ésta, a través de los instrumentos legales de patentes o propiedad intelectual. En síntesis es un asalto, legal aunque ilegitimo, del patrimonio natural y cultural de una comunidad.
Ante esta situación es importante resaltar la multiplicidad de estructuras sociales que se pueden encontrar en los escenarios rurales, tanto en la agricultura convencional moderna como en las formas mas tradicionales de relación con el campo, lo cual constituye diferencias entre los pobladores rurales que enriquecen la diversidad cultural de cada territorio y la multiplicidad de enfoques académicos sobre la noción de campesinado.
Entre dichos enfoques se resalta la labor de Bernardo Mancano Fernándes (2014), el cual busca resaltar la importancia de la agricultura campesina y realizar una critica a la diferenciación de los conceptos de agricultura familiar, frente a la agricultura campesina, en cuanto, según el autor, se tiene un prejuicio peyorativo del concepto campesino, sin embargo, argumenta que el campesino y la agricultura familiar obedecen a una misma relación social; diferente sucede con el análisis de la agricultura de base familiar y agricultura familiar capitalista. Según Mancano (2014), cuando una familia tiene la plusvalía como su principal fuente de renta, ella deja de ser campesina para transformarse en capitalista (p.20).
El trabajo investigativo de Mancano (2014) aporta datos y argumentos teóricos importantes, resaltando la importancia de la agricultura campesina, como un sistema que no puede ser tildado de atrasado, en cuanto el campesino como sujeto social, ha vivido todos los tiempos, ya que esta inmerso en la historia y los procesos de globalización. Sin embargo, aunque el autor manifiesta que el campesino tiene unas condiciones propias de existencia, en su análisis los reduce a la subalternidad y la lucha contra al sistema político económico dominante, como única forma de vida.
Estas concepciones de Mancano (2014) aportan un enfoque diferente al del presente trabajo investigativo, sin embargo, se rechaza la concepción de que existe una oposición explicita del campesinado frente al sistema capitalista, pues como lo demuestra el presente informe, existen estructuras campesinas tradicionales que no están en contra del sistema de mercado hegemónico, ya que su existencia se da por tradición, mas que por oposición. Tampoco se acepta el hecho de que al ser la plusvalía la principal fuente de renta, se pierda la condición de campesino, ya que ambos conceptos (campesino y capitalista) también pueden encontrarse en una misma persona, además, la condición de campesino no se reduce a su mera condición de productor, ni son agentes aislados, que pueden desentenderse de la estructura global que permea las diferentes regiones del planeta.
Aunque existen diferentes percepciones y formas de organización, también se pueden encontrar elementos comunes que constituyen la identidad campesina, como territorio, ocupación, cultura, o procesos de interés general que afecta todo el conglomerado rural. En el presente, temas como el monopolio de entes biológicos, especialmente semillas del sur global, por parte de empresas biotecnológicas, empieza a tomar fuerza en sectores campesinos, académicos y grupos ambientalistas, pues se reconoce el gran peligro que implica la concentración de estos, en manos de emporios privados, y la pérdida del conocimiento y prácticas locales, para una agricultura acorde a las necesidades y conocimientos de los pueblos.
Frente a estos temas existe una amplia gama de trabajos que buscan ampliar la parte técnica, social o ambiental, sin embargo, el tema de la construcción ético-social del campesinado, su pensamiento y sentir frente al mundo con relación a los tipos de agricultura, prácticas y significados culturales, ha sido poco abordado. Sin embargo se encuentran algunas aproximaciones, como el trabajo investigativo de Juan Sebastián Barrera (2012), quien aporta información valiosa de los custodios de semillas en el departamento de Risaralda, siendo ésta, una de las escasas investigaciones encontradas en la misma región y con condiciones similares de la población objeto de estudio.
Este trabajo permite evidenciar que a nivel regional también se tiene proyectos de conservación del germoplasma, con la finalidad primordial de contribuir a la construcción de soberanía alimentaria. En su investigación realiza una caracterización de los custodios de semillas del departamento de Risaralda y resalta la importancia de la producción de alimentos, para satisfacer las necesidades de los grandes centros poblados, como Pereira, Santa Rosa de Cabal y Dosquebradas, al tiempo que se generan estructuras y redes de mercado local y contribuyen a la diversidad del germoplasma, siendo este un componente esencial para la soberanía de las pequeñas familias campesinas, quienes se autodenominan custodios o guardianes de semillas.
Existen otras investigaciones, que si bien no se centran en la región cafetera, abordan las distintas regiones de Colombia. Entre las investigaciones que más se aproximan al interés del presente trabajo, se resalta la labor de la Fundación Grupo Semillas, la cual ha liderado en el país un amplio debate sobre los temas de biosaqueo y protección de la agricultura familiar. En las continuas publicaciones que hace la revista de la fundación, dirigida por German Vélez, se hace evidente el interés por denotar la importancia de las semillas como fundamento de la cultura y soberanía alimentaria.
En una de sus publicaciones inicia el debate con la pregunta ¿se puede privatizar y patentar la vida? (Grupo Semillas, 2008). La respuesta es positiva, argumentando que en la actualidad se da mediante la biopiratería, la cual consiste en la privatización de recursos genéticos, sus componentes y conocimiento asociado, principalmente por parte de empresas farmacéuticas, semilleras, alimentarias, agroquímicas y centros de investigación, que logran un margen legal de acción, mediante patentes que les otorga un derecho exclusivo de propiedad.
La posición de la fundación es que no es ético que nadie se considere dueño de la vida, pues si bien se hacen modificaciones en organismos vivos, nadie es el dueño de los genes de las plantas o animales, en cuanto estos no son creados, además considera irresponsable la manera en que se están aplicando las leyes de propiedad intelectual, que permiten el monopolio de los entes naturales, entre otros problemas, como la degradación de la diversidad biológica, la cual se evidencia no solo en el ecosistema, sino también en prácticas culturales, como diversidad en cultivos y alimentación.
La continua disminución de la diversidad alimentaria de los pueblos es un reflejo de la gran crisis que genera los monopolios biológicos, lo cual es objeto de una nueva investigación, en la cual se hace énfasis sobre la crisis alimentaria (Grupo Semillas, 2009), en ésta se continua con el arduo debate sobre la producción de alimentos, insistiendo en la necesidad de crear mecanismos locales que permitan a la comunidad, conservar sus recursos biológicos, como componente esencial de la soberanía y la libertad de los pueblos, ya que la siembra de cultivos transitorios ha disminuido, mientras la población continua con un crecimiento ascendente. Según la Fundación (2009), en 1990 se cultivaron 2.400.000 hectáreas, mientras que en el año 2007 esta cifra disminuyó a 1.620.000 hectáreas.
En esta publicación se llega a la conclusión de que la crisis alimentaria, crisis climática, crisis financiera, crisis energética y en general la crisis mundial, están estrechamente relacionadas, por no decir que hacen parte todas de un mismo sistema que se ha generado por factores antrópicos, en el cual el hombre busca la explotación de todo lo encuentra a su alrededor por la codicia y el afán de acumular dinero, por ende ya no se cultiva para alimentar la población. "Hoy se producen tres veces más alimentos para el doble de la población mundial que había en los años sesenta Así, del periodo 1995- 1997 al 2003-2005, la cifra de hambrientos aumentó en casi un 2%, pasando de 831.8 millones a 848 millones de personas" (Grupo Semillas, 2009, p. 2-5).
Uno de los mayores problemas para solucionar la crisis alimentaria mundial, son los diferentes intereses políticos y económicos que existen sobre la tenencia de la tierra, pues en países como el nuestro, donde a pesar de la gran riqueza biológica, existe un campesinado pobre y excluido, violencia política, persecución a las organizaciones sociales, concentración de la tierra, entre otro tipo de factores que imposibilita el crecimiento del campesinado y la implementación de políticas democráticas que tengan en cuenta las capacidades y necesidades de los campesinos, sin ignorar sus formas culturales.
Por el contrario las políticas y normativas que implementa el Estado colombiano, solo favorecen los grandes emporios empresariales, sin importar que vayan en contravía de las comunidades campesinas, un ejemplo de ello son las leyes que impiden la comercialización de semillas, la implementación de patentes y leyes de propiedad intelectual sobre entes biológicos y el uso indiscriminado de transgénicos y agrotóxicos.
Frente a este tema la Fundación dirigida por German Vélez realiza una investigación sobre las leyes de semillas (Grupo Semillas, 2010a) y su relación con la soberanía y autonomía alimentaria de los pueblos. En general, la revista reconoce las semillas como un componente esencial en la vida de los pueblos, al ser éstas patrimonio y fuente de conexión e interacción campesina con la biodiversidad natural que tiene nuestros territorios.
Al considerar las semillas como patrimonio, se entiende que es un legado ancestral y por ende implica un compromiso de sucesión a las futuras generaciones, pero no sin antes generar una selección, mejoramiento y adaptación de variedades a los diferentes entornos ecosistémicos.
La característica esencial de estas semillas, según la revista, es la libertad con que se comparten y el control local que tienen, por lo cual es inaceptable para las comunidades, que cualquier forma de vida pueda ser objeto de monopolios, especialmente las semillas.
La misma percepción se puede evidenciar en Vandana Shiva, activista econofeminista y líder de la India reconocida a nivel internacional. Uno de sus principales mecanismos de acción, es la reserva de semillas tradicionales a través de bancos de germoplasma y estudios sobre biodiversidad.
Esta líder mundial propone alternativas frente al actual modelo capitalista, en su manifiesto (Vandana, 2006) evidencia como el capitalismo ha expropiado la tierra, siendo ésta la fuente de vida de los campesinos y sociedades comunitarias indígenas y afro, generando desigualdad, pobreza y deterioro ambiental. La autora concluye, a modo de propuesta, la necesidad de dar valor intrínseco a todas las especies, independiente del valor mercantil que se mide en términos de ganancias económicas, ignorando la importancia cultural y ética que las comunidades atribuyen a la naturaleza; libertad frente al saqueo ecológico; reconocimiento de la diversidad natural y cultural; proyección sustentable de vida; democracia económica para solucionar las necesidades locales, lo cual requiere de representaciones en los altos mandos burocráticos, que actúen con la aprobación de los representados. Estos postulados requieren a su vez de una renovación de conciencia en la cual se actué no por competencia, sino en relaciones de solidaridad.
Es de reconocer la integridad del pensamiento de esta mujer, pues incluye distintos factores como la democracia, justicia, igualdad, relaciones económicas y biodiversidad, en una propuesta central: la agroecología, la cual sustenta en otras publicaciones, que además, sirve como respuesta para muchos pensadores, a la continua situación de marginalidad del campesinado en el sistema económico capitalista, y los problemas de medio ambiente y soberanía alimentaria.
Entre otros investigadores importantes, se resalta la labor de Susanna Hecht (1999) la cual sustenta la amplitud de la agricultura, pues ésta no se limita solo al cultivo, sino que involucra la utilización de otros recursos, como los insumos renovables existentes en la región, lo cual disminuye riesgos ambientales y económicos, aunque lo que realmente garantiza una agricultura sustentable a través del tiempo, según la autora, es el conocimiento campesino descentralizado y construido localmente, pero este conocimiento ha sido ignorado por la ciencia, en parte porque no se ha logrado codificar los sistemas simbólicos y rituales agrícolas de pueblos analfabetos, y los que se han podido documentar se ven opacadas por tecnicismos de la agricultura moderna y las practicas occidentales. Sin embargo, a pesar de todo esto, las prácticas agroecológicas han logrado sobrevivir, y los científicos han inclinado su mirada para investigar lo que el campesino desde tiempos inmemorables ha logrado desarrollar.
Otro trabajo valioso para comprender las diferentes prácticas y relaciones agrícolas, incluyendo los riesgos ambientales de los cultivos transgénicos, la biotecnología, y en general la agricultura moderna, es el presentado por Miguel Altieri y Clara Nicholls (2000), en el cual se hace una mirada prospectiva de la agricultura, integrando la construcción de nuevos saberes y las prácticas de los campesinos tradicionales, para lograr un desarrollo sustentable.
Una de las conclusiones a las que llegan los autores, es a la de considerar que el problema de los impactos ambientales mediante la agricultura moderna, corresponde a un problema ético, pues se ignora el papel de los hombres en la artificialización intencional de la naturaleza para llevar a cabo las practicas agrícolas y se aceptan las premisas de la biotecnología, como premisas verdaderas, sin mayor critica por parte de los académicos. Según los autores, el actual sistema capitalista neoliberal que se ha desarrollado en el campo, tiende a naturalizarse, lo que permite la imposición de este sistema y de sus falsas promesas de incrementar la productividad alimenticia, mejorar las condiciones ambientales y reducir la pobreza.
Entre otras investigaciones que dan cuenta del dilema entre prácticas agrícolas campesinas y sistemas de producción industrial en el campo, se encuentra la publicación de Tomás León Sicard (2005). Sicard presenta el modelo de agricultura dominante en Colombia y las discusiones culturales y ambientales que genera, enfocado en la propiedad de la tierra y los recursos naturales, incluyendo las posiciones de los centros tecnológicos y científicos, ya que la agricultura es entendida como un proceso complejo donde converge lo institucional, cultural, y lo ecosistémico. La convergencia de estas variables define el modelo de agricultura de cada sociedad, para el caso colombiano, en los últimos cincuenta años, se ha asumido el modelo de agricultura intensiva heredado de la Revolución Verde, el cual lanzó al mercado importantes cantidades de fertilizantes de síntesis, fungicidas, insecticidas y herbicidas, para ser utilizados en cultivos transgénicos
De esta manera se produce más, en menos porción de tierra, pues los avances tecnológicos y científicos hacen más eficiente la producción agrícola de momento, aunque requiere de mayores insumos sintéticos y maquinaria, que van deteriorando el suelo, ya que éste está compuesto por agua, aire, minerales, materia orgánica, diminutos organismos vegetales y animales, que al ser envenenados con agrotóxicos, se van muriendo, degradando así las condiciones naturales del mismo, pues estos componentes cumplen una función especifica en la producción de biomasa y filtración y amortiguación de sustancias contaminantes; al no cumplir su función crean una dependencia en la planta de insumos externos, ya que la tierra se queda sin nutrientes, sin embargo, su capacidad desintoxificadora y de nutrir las plantas se altera cuando recibe elementos extraños en cantidades superiores a las que puede asimilar. "Se ha establecido que sólo un 0.1% de la cantidad de plaguicidas aplicado llega a la plaga, mientras que el restante circula por el medio ambiente, contaminando posiblemente el suelo, agua y la biota" (D. Torres y T. Capot, 2004, p. 2), dicha contaminación, se debe al uso indiscriminado de herbicidas, fertilizantes y pesticidas químicos, sin dar espacio a la tierra de recuperarse.
El uso de agroquímicos no solo afecto los suelos, sino también la población, la cual cambia sus percepciones y prácticas en el manejo de cultivos y la manera en que se explota la naturaleza. En relación a los factores culturales, por fuera del ya mencionado poderío del aparato científico, se desarrolla una concepción pragmática y utilitarista, en la que la tecnología adquiere un valor predominante como transformadora de la naturaleza y como factor de producción. El contacto con el suelo, los animales y en general con la naturaleza, se transforma paulatinamente, pues esta empieza a ser vista solamente como medio de explotación y el agricultor campesino se mimetiza en productor agroindustrial. Este tipo de agricultura comercial generó gran poder económico a las empresas agroindustriales, las cuales se ocupan de monopolizar el conocimiento y los entes biológicos útiles a la producción, creando patentes de semillas y dominio sobre los diferentes insumos agrícolas.
Las fuertes deficiencias ambientales y sociales que generó la incorporación de la Revolución Verde en nuestro territorio, se dio, en parte, por no realizar un análisis de suelos desde la óptica físico-química, que permitiera diferenciar nuestros suelos tropicales de las regiones templadas europeas en las cuales se desarrolló la revolución verde, pues se partió del error de que ambas respondían biológicamente igual. Esto generó que el traspaso de esta tecnología a nuestra región no fuese fructífero y por el contrario generase deterioro de los ecosistemas, intoxicaciones de seres humanos, marginalidad de la población pobre y efectos diversos en los rendimientos. Por estas razones surge una posición crítica, que logra captarse en las llamadas agriculturas ecológicas y tradicionales, las cuales se sustentan en prácticas ancestrales, combinadas con investigaciones científicas modernas, que dan cuenta de las afectaciones que genera la explotación indiscriminada y manipulación de los entes biológicos.
Recorrido Histórico de la Transformación Socioeconómica del Agro Colombiano a Través de la Implementación de Políticas Neoliberales.
En la década del noventa del siglo XX Colombia entra en un proceso de apertura económica buscando la integración neoliberal del mercado a nivel internacional, a través de la desregulación arancelaria y de importaciones, incluyendo un incremento de exportaciones de los productos locales que presentaban ventajas comparativas frente a los demás países, lo cual se logró a través de la expansión de las empresas privadas, que desplazaron al sector público de sus funciones esenciales como garante y prestador de servicios, además de la expansión de industrialización agrícola para productos exportables.
El incremento de las exportaciones, con miras a la internacionalización de la economía colombiana se venía desarrollando mucho antes de la apertura económica, un reflejo claro del interés del gobierno colombiano por dinamizar su economía en el contexto internacional, se presenta en 1967 cuando se aprueba el estatuto cambiario (decreto
444) de comercio exterior, en el cual se establece la exención de impuestos a las exportaciones, que va desde un 15% por peso exportado hasta el año 1975 y de un 12% hasta 1988; el fomento y diversificación de las exportaciones; y el estímulo de la inversión extranjera, entre otros. (Min. Comercio, 2013)6
Estas políticas traen a su vez un mayor flujo de importaciones para regular la balanza comercial, además de que permiten dinamizar los productos agrícolas de exportación, representados esencialmente por café y dar mayor entrada al comercio internacional a la producción de algodón, azúcar, banano, flores y oleaginosas (Kalmanovizt, 2013). Ésta nueva fase de desarrollo del capitalismo en América Latina y en Colombia en particular, requirió un cambio sustancial de los anteriores modelos económicos adoptados por los gobiernos locales.
Los cambios que se implementaron con la adopción de una política neoliberal tuvieron una importancia trascendental en la economía agropecuaria y en general en todos los sectores económicos, ya que se cambia el modelo de industrialización por sustitución de importaciones que se generó desde la posguerra, el cual centraba su atención en el desarrollo del sector industrial por medio de controles a la economía, promoviendo un estado intervencionista, bajo los principios que promulgaba la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Los preceptos que fijaba la comisión incluye tres puntos claves para la economía latinoamericana, estos son: la elevación de aranceles para mejorar el mercadeo de la producción nacional; el control en el manejo de la tasa de cambio y tasa de interés; y la mayor implementación de créditos de fomento a actividades industriales. Además el antiguo modelo en cierta manera priorizaba la seguridad alimentaria para la clase obrera, garantizando el acceso a una alimentación barata, que permitiera un menor costo en la reproducción de mano de obra y por ende el sostenimiento de salarios bajos, que abaraten la producción y generen competitividad, ya que la demanda por parte del sector industrial de materia prima y alimentos para la clase trabajadora era compensada por la producción nacional a bajos precios, generando esto a su vez dinamismo en el sector agrícola, pues este era esencial para el desarrollo económico general.
Una lectura complementaria y sumamente valiosa sobre la condición del agro y la industria desde el periodo posguerra hasta la apertura económica, es el elaborado por Jesús Antonio Bejarano (1975), según el cual, las precarias condiciones económicas de Colombia con relación a los demás países latinoamericanos, favorecieron el crecimiento industrial nacional y un mayor interés en el sector agrario, esto debido en parte a la exclusividad económica de producción de café, que dejó en desventaja a Colombia frente a los demás países latinoamericanos, ya que en tiempo de guerra, estos aprovecharon cierta neutralidad política para suministrar alimentos básicos a los países en conflicto, mientras Colombia quedaba rezagado de las dinámicas latinoamericanas, viéndose afectado por demás en el flujo de exportaciones, precios del café y capacidad de importación entre otros.
Colombia quedó en cierta medida excluida del mercado internacional, pero esto no tenía por qué implicar un quebranto total de su economía, por el contrario fue una oportunidad para que el empresariado comercial y exportador, así como el financiero pudiera desarrollar el sector industrial, especialmente en textiles, los cuales sufrieron una reducción significativa en los flujos de importación, al igual que la importación de alimentos (Bejarano, 1975).
6 Ministerio de comercio. Decreto ley 444 de 1967. Este decreto duro hasta el 1 de octubre de 1991.
Bajo estas condiciones, en el campo se crea la necesidad de diversificar la producción, ya que la dependencia del café no permitía dar solución a la falta de alimentos que se dejaron de importar después de 1931 al revocarse la Ley de Emergencia que abrió la puerta a la importación de alimentos desde 1927, pues el café en si no representa un alimento esencial para las necesidades humanas, por lo que fue necesario garantizar la diversidad en la producción del campo. Empero, el proceso de industrialización colombiana no podía desarrollarse solamente por hechos coyunturales y la mera voluntad de una burguesía que esperaba hacerse al mercado, era necesario una estructuración del Estado, en cuanto a su modelo político-económico, y generar una infraestructura adecuada.
Además de generar las condiciones físicas necesarias, también se requería el fortalecimiento o creación de políticas proteccionistas, las cuales a pesar de ser presionadas por la creciente burguesía nacional, no podían aplicarse de manera contundente, pues el incremento de capitales se hacía cada vez mayor, ya que, si bien los productos exportables podían encontrar acogida en el mercado internacional, no sucedía lo mismo, con las importaciones a nuestro país, pues la producción nacional minaba todos los escenarios locales, impidiendo que el capital tuviera una salida extranjera, es decir, a Colombia solo entraba dinero, sin ninguna salida del mismo, produciendo esto una acumulación de divisas y capital nacional que amenazaba con una concentración de la tasa de ganancia, lo cual inducia a la creación de políticas que permitieran llevar los capitales excedentes a sectores diferentes del comercial.
También hay que tener en cuenta que las políticas creadas bajo estas circunstancias buscaban favorecer el sector industrial y no directamente al productor agrícola, esto se hizo notorio en la diferencia de precios entre materias primas y productos acabados, con lo cual se evidencia que en Colombia nunca se realizó un verdadero proteccionismo del mercado nacional, sino una política sectorial de tipo urbana, que miraba hacia al campo solo por el interés de mantener la producción de alimentos a precios bajos y lograr sustraer la renta del suelo, mas no buscando un desarrollo de este sector.
En el modelo de sustitución de importaciones de los años ochenta, la obtención de precios bajos en los alimentos básicos y materias primas de origen agrícola, constituía la meta de los industriales y el gobierno, para mantener salarios igualmente bajos. Para lograr esto, en América latina se implementaron diversas reformas agrarias a lo largo del siglo XX.
Para el caso colombiano, las propuestas de reforma agraria se sustentaron en el discurso de reparación o compensación del campesinado, reconociendo con ello la necesidad de reivindicación de un grupo social que ha sido vulnerado en sus derechos, ya sea por la falta de presencia del Estado, o por una presencia contraproducente de éste. Estas propuestas son el resultado de la resistencia y lucha campesina, más que del interés gubernamental por reivindicar sus derechos ante las nefastas consecuencias del conflicto interno que vive Colombia, la desigualdad social, la informalidad en los títulos de propiedad que enfrenta a campesinos y terratenientes, sin embargo, las acciones que se han emprendido, no han sido más que intentos fallidos de reforma, utopías desgarradas que no lograron solucionar el problema de acceso a la tierra, ni generar condiciones de seguridad al campesinado en cuanto a su bienestar social.
Para el caso latinoamericano, las acciones de reforma agraria implicaron para los Estados el tener que asumir distintos costos con tal de mantener una mesura en los precios, pero con la entrada de la nueva fase agro-exportadora, la mayoría de los pequeños campesinos quedaron excluidos tanto del sistema nacional, dada la subordinación por el bajo precio de los alimentos, como del sistema mundial, dado que la agroindustria multinacional exportadora, a pesar de comercializar cultivos muy rentables, también hace muy limitada la participación, pues concentra el mercado en un pequeño grupo de terratenientes y empresarios que hacen uso de alta tecnología y grandes concentraciones de capital, especialmente de la tierra, pues la inequidad en la distribución de ésta ha sido una constante de la realidad colombiana.
Según el Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola (CIDA, 1996), en 1966 el 44,9% de la superficie agrícola colombiana se encontraba controlada por el 1,2% de explotaciones multifamiliares grandes que concentran de 200 hectáreas en adelante y el 5,5% de la superficie es controlada por el 64,1% de explotaciones subfamiliares, que son las que ocupan de 1 a 9,9 hectáreas. En la actualidad, este problema no se ha solucionado, y se registran en 15.36% de los municipios del territorio nacional, un Gini de concentración de propietarios de la tierra, superior al 0.8. (Salas y Zerro, 2012)
Estos factores generan una subordinación excluyente del campesinado ya que la extracción de valor que acapara el capital financiero, terratenientes y grandes agroempresarios, limita las posibilidades de crecimiento de los agricultores, los cuales ven decaer cada vez más su nivel de producción, convirtiéndose en un ente productor de poca relevancia para el Estado7, pues es la industria quien impone los precios de mercado, comprando materias primas por debajo de los precios reales, lo cual termina por asfixiar al campesino, quedando éste en una condición de marginación frente a los emporios de grandes capitales, sin mayores opciones que la de mantenerse en desventaja y exclusión en el campo o salir del mercado agrícola, para convertirse en un trabajador disponible para el capital en el mercado urbano. El dominio excluyente del capital no reproduce por tanto solamente la explotación sino también la exclusión de los productores y con ello acaba minando la fuente de valor de la cual se nutre.8
7 "La proporción de los productos básicos en las exportaciones en América Latina se redujo de 40% a 26,5% durante el periodo 1990-1999, sin embargo estos productos mostraron cierta estabilidad en las exportaciones intrarregionales" (CEPAL, 2013)
Para la década del ochenta surge en Latinoamérica una gran preocupación por la deuda externa, la cual había alcanzado niveles excesivos para la capacidad de pago de los países latinoamericanos, generando con ello una crisis económica en la región, aunque Colombia sintió con menos peso la crisis, pues los dineros ilegales del narcotráfico remplazaron en gran medida el flujo monetario que se había dejado de percibir, supliendo con ello el problema de liquidez que sufrían los países vecinos por las restricciones de los bancos y la falta de inversión por parte de los capitales extranjeros.
Entre 1985 y 1994 la tasa de crecimiento del ingreso per cápita en Colombia fue de 2,4%… En los últimos 25 años el PIB ha crecido a una tasa que supera la media regional. Durante los años ochenta (1981-1990) especialmente difíciles para América Latina, la variación acumulada del PIB per cápita de Colombia fue de 17,9% este resultado positivo marca un claro contraste con la dinámica experimentada por la región que en su conjunto decreció 7,9%. (Sarmiento et al., 2001)
Según Jaramillo (2002):
A pesar de que la tasa de crecimiento de la producción agrícola cayó de un 3,5% anual en la década del 70, a solo un 2,1% en la década del 80, el sector agrícola fue uno de los sectores que salió mejor librado de la crisis, pues en las ciudades se sintió con mayor fuerza el recorte del gasto público y la falta de inversión extranjera (entre 1980 y 1991 las exportaciones agropecuarias crecieron en 3,6% anual mientras las importaciones tan solo un 0,3%).
8 Un análisis más detallado de la exclusión del campesinado en el sistema neoliberal se encuentra en el trabajo de Blanca Rubio "Explotados y excluidos"
La crisis de los 80"s y la insatisfacción en los resultados del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, daba paso a un nuevo paradigma de desarrollo en el cual el gobierno no tuviera que sacrificar fuertemente el erario público, responsabilizándose de los resultados, sino, por el contrario, darle mayor participación al sector privado para incursionar tanto en las empresas que hasta el momento pertenecían al Estado, como aquellas que fijaban su mirada en el comercio internacional, esto requería menor participación del Estado en la economía y una liberación de los mercados.
Los nuevos cambios favorecían de momento al sector agro-exportador pues permitía mayor libertad de producción y un equilibrio de competencia al eliminarse impuestos de exportación, aranceles, control de precios, entre otras medidas no tan positivas como recortes de precios de sustentación en lácteos y cereales. Sin embargo, la mayor parte de población del sector rural está compuesta por pequeños agricultores campesinos, los cuales cuentan con un atraso tecnológico y altos niveles de pobreza que favorecen una competencia desigual, la cual incrementa al no tener una política definida que diferencie a los pequeños campesinos de los grandes productores agroindustriales, y que tenga en cuenta las relaciones de comercio que tienen los intermediarios con los pequeños campesinos, ya que las instituciones gubernamentales tienden a generalizar la situación del agro, sin identificar la disimilitudes entre los agentes rurales. "En contraste, en 1993 cerca del 70% de los agricultores colombianos laboraba en parcelas de menos de 5 hectáreas que representaban menos del 12% de la tierra cultivable y de los ingresos de la agricultura" (Sicard, 2005, p. 41)
No solo el problema de la desigualdad en la tenencia de la tierra, también hay que tener en cuenta que los pequeños productores de economía campesina se encuentran ubicados en zonas de ladera de difícil acceso comercial y poca infraestructura vial, diferente a la agricultura comercial, la cual se favorece de tecnología, buenas vías, mercados formales y competitividad. Empero, es en la economía campesina donde se produce la mayor cantidad de empleo y alimentos tanto para el consumo local como para los centros urbanos "la agricultura campesina ha contribuido con cerca del 50% de la producción agropecuaria desde 1960." (Twomey y Helwege, 1991)
Hay que tener en cuenta que el incremento de la producción agrícola colombiana, la cual obtuvo un crecimiento anual de 3,5% de 1950 a 1990, no significó un crecimiento equitativo de todo el sector, por el contrario acentuó más la desigualdad entre el sector agrícola moderno y el de economía campesina tradicional. En la actualidad estas dicotomías no se han solucionado, y un claro reflejo de ello es la reclamación que los campesinos han realizado a través del paro nacional agrario del año 2013, a pesar de que el ministro de hacienda, Mauricio Cárdenas, anunciara un crecimiento inigualable:
El sector agropecuario presentó el mayor crecimiento de los últimos 11 años con 7,6% durante el segundo trimestre, cifra que no se observaba desde el segundo trimestre de 2002. El café fue un importante motor de este crecimiento registrando un aumento de 32,4% durante el trimestre. (Min. Hacienda, 2013)
Empero, a pesar de estas cifras positivas, los campesinos, acompañados por organizaciones sindicales y populares, comerciantes, estudiantes, trasportadores, entre otros grupos sociales, optaron por manifestarse bloqueando vías y haciendo un cese de sus actividades productivas, denunciando un sobre costo en los insumos agrícolas, prohibiciones en el uso de semillas criollas, e indignación del sector cafetero ante los representantes e intermediarios que hacen parte de la Federación Nacional de Cafeteros. Estos acontecimientos dan cuenta que el crecimiento que reportó el agro colombiano, no es sinónimo de un bienestar social equitativo, aunque los problemas de desigualdad en el campo no son situación exclusiva de esta época, sino que se deben a un proceso histórico que se ha construido sobre las bases de la inequidad social y el desconocimiento de las necesidades y potencialidades de los grandes y pequeños campesinos.
En la segunda mitad del siglo XX, fueron los grandes agricultores quienes disfrutaron del incremento en la producción agrícola, mejorando su sistema tecnológico y con ello sus ganancias, con lo cual hacían frente al nuevo modelo de Revolución Verde que traía consigo semillas "mejoradas", es decir, semillas a las cuales se les realiza una modificación de uno de sus componentes, buscando resistencia a plagas o enfermedades. El nuevo sistema también trajo consigo el incremento de producción en monocultivos, que mostraron altos rendimientos, con el uso de fertilizantes y plaguicidas, los cuales, para los pequeños agricultores, significaban un costo extra en la producción, además de una perdida de variedad genética.
La Revolución Verde, se denominó a una serie de prácticas que inicio el ingeniero agrónomo Norman Borlaug en Sonora, México, por el año de 1943 y que sirvió para mejorar la productividad agrícola, contribuyendo a erradicar la hambruna en regiones sobrepobladas como la India. Esta revolución solucionó un gran problema de déficit alimentario de momento, pues en términos de productividad mostró un buen rendimiento, sin embargo a futuro representó un gran riesgo por su sostenibilidad, ya que los agentes externos que utiliza y los monocultivos degradan el suelo y acaban con la diversidad biológica, creando esto una mayor dependencia por la necesidad del uso de agroquímicos,
Este modelo agrícola, trae consigo incrementos en los costos de producción, debido al alto precio de las semillas y los paquetes tecnológicos que la acompañan. Empero, estos costos fueron afrontados con la mecanización de las labores agrícolas, la protección mediante subsidios y sustentabilidad de precios, controles de importación y ayudas para investigación y extensión a los productos transables y de importación (aceite de palma, soya, arroz, sorgo, algodón, caña de azúcar y banano). Mientras tanto el pequeño campesino se quedaba al margen del desarrollo agrícola, aquellos que decidieron aventurarse en paquetes de la Revolución Verde, no contaron con la asesoría y conocimientos necesarios de este modelo, mucho menos con la tecnología para hacer frente a los sobrecostos de pesticidas y todo tipo de insumos sintéticos que requiere este tipo de producción.
Uno de los problemas principales del modelo agrícola proveniente de la Revolución Verde, es la marginación económica del pequeño productor campesino, lo cual acarrea la disminución en la ocupación de mano de obra en las zonas rurales, ya que los cultivos que generaban la mayor cantidad de empleo se encuentran en los minifundios, muestra de ello, son los datos estadísticos del Departamento Nacional de Planeación, el cual evidencia que "para 1988 los cultivos de economía campesina contribuían con cerca del 70% del empleo agrícola" (DNP, 1990) estos productos son café, plátano, caña panelera, frutas y hortalizas. Mientras tanto la agricultura comercial entre 1950 y 1980 empleaba el 18% de la población rural, siendo esta una cifra muy baja para el gran crecimiento de producción que representó este sector (3,5%).
La Revolución Verde, la biotecnología y el mercado transnacional, han logrado permear diferentes sectores políticos, económicos y sociales, compitiendo por tener el control en la producción, distribución y consumo de bienes materiales, empero, en la actualidad donde imperan los sistemas tecnológicos y de conocimiento científico, se genera un interés por el control de bienes inmateriales, tal es el caso de la biotecnología, la cual ha logrado dar un valor mercantil a entes patrimoniales de biodiversidad genética y cultural, que se hace evidente en el continuo interés por las semillas utilizadas por los campesinos y el uso que estas reciben, basado en un conocimiento adquirido y construido socialmente. Estas semillas ahora son objeto de manipulación y apropiación privada mediante leyes de propiedad intelectual y patentes que van en contravía del conocimiento tradicional compartido por comunidades rurales, las cuales han logrado mantener gran diversidad de especies que se reproducen según las necesidades ambientales y socio-culturales.
La resistencia del campesinado y otros sectores, conscientes de la gran afectación que produce la apropiación de los entes biológicos, como una forma de restringir la vida, la soberanía alimentaria, la libertad y reproducción cultural de los pueblos, entran actualmente en una lucha por la protección y reproducción libre de las semillas nativas y tradicionales9. Esta lucha a su vez, representa la reivindicación y reconocimiento del campesinado y su presencia social e histórica, la cual está enmarcada por la identidad de las formas de vida que se construyen continuamente en el campo, por ende, es una lucha que más allá de lo material, también se encuentra en un plano simbólico, pues es la cultura campesina la que se está poniendo en peligro y su defensa debe buscarse desde lo político, económico, institucional, pero además cultural, permitiendo que las nuevas generaciones no estén privadas del conocimiento milenario de los campesinos, indígenas y afros y de los medios sociales y biológicos, como lo son tierra, semillas y tecnología, lo cual permite materializar sus saberes.
9 La semilla nativa es aquella oriunda de una región, mientras que la tradicional puede ser traída de otro territorio, pero adaptada y apropiada por la comunidad.
Los campesinos milenariamente han apropiado un conocimiento de ciertas especies vegetales dado el uso y reproducción de semillas, las cuales representan más que un uso comercial, ya que su siembra requiere de un conocimiento y proceso de producción que va creando estilos de vida campesina y territorialidades que se sustentan en representaciones culturales, pero estas condiciones son amenazadas por las formas de producción actual, las cuales se caracterizan por el uso de organismos modificados genéticamente, monocultivos, alta concentración de la tierra y uso de agrotóxicos.
Estas representaciones permiten comprender el posicionamiento que las personas que habitan el sector rural tienen en cuanto campesinos, pues conservan una relación especial con la naturaleza, que no se limita a mera producción de material biológico, ya que allí también se encuentra un componente simbólico que se construye en la relación campesino-naturaleza y campesino-campesino.
A pesar de que las semillas sean un patrimonio colectivo que han influido fuertemente en la construcción de identidades y autonomía campesina, hoy en día se ve amenazado su uso y reproducción por la privatización, manipulación, concentración y regulación de distribución, por parte de empresas semilleras privadas, que obtiene un marco legal de acción mediante normativas establecidas, que desconocen la cultura campesina local y las obligaciones del Estado de garantizar y respetar los derechos de quienes están bajo su jurisdicción, de preservar los recursos naturales, como fuente de vida y específicamente la obligación de velar por la soberanía alimentaria y los derechos de los campesinos, campesinas y productores rurales.
Entre las normativas que están en discusión y generan mayor controversia se encuentra la Ley 1032 de 2006, articulo 4, que modifica el artículo 306 de la ley 599 de 2000, sobre la usurpación de derechos de propiedad industrial y derechos de obtentores de variedades vegetales. Bajo esta normativa se penaliza de cuatro a ocho años y se multa de veintiséis punto sesenta y seis a mil quinientos salarios mínimos legales mensuales vigentes, a quienes, según le ley, hagan uso "indebido" o usurpen derechos de obtentor de variedad vegetal, protegidos legalmente o similarmente confundibles con uno protegido legalmente. Igualmente aplica la pena para quien financie, suministre, distribuya, ponga en venta, comercialice, transporte o adquiera con fines comerciales o de intermediación, bienes o material vegetal de esta categoría.
Esta norma genera todo tipo de confusiones, pues quien puede advertir si un producto vegetal natural es o no similar a uno patentado, ya que los organismos que gozan de patentes por lo general son transgénicos que han modificado genéticamente una parte de un ente natural, por ende ambos conservan similitudes.10
Este tipo de normativas permite evidenciar que el Estado está desconociendo sus obligaciones y los derechos de los ciudadanos al imponer el interés privado sobre el interés general, no reconocer la diversidad étnica y cultural de la nación, no generar una protección de las riquezas naturales, violar el derecho a la consulta previa con consentimiento previo, libre e informado, desconocer la inalienabilidad de los bienes públicos, no proteger la producción de alimentos, no garantizar el desarrollo sostenible y la conservación de los recursos naturales, impedir que se obstruya la libertad económica y se impongan de manera dominante empresas o personas en el mercado nacional, entre otras obligaciones del Estado.
Otra norma controversial que atenta contra las comunidades campesinas, afro e indígenas es la resolución 970 de 2010, expedida por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), la cual tiene por objeto "Reglamentar y controlar la producción, acondicionamiento, importación, exportación, almacenamiento, comercialización, transferencia a título gratuito y/o uso de la semilla sexual, asexual, plántulas o material micropropagado de todos los géneros y especies botánicos para siembras de cultivares obtenidos por medio de técnicas y métodos de mejoramiento convencional, incluyendo dentro de estos, la selección de mutaciones espontáneas o inducidas artificialmente y por métodos no convencionales como los organismos modificados genéticamente a través de ingeniería genética, con el fin de velar por la calidad de las semillas y la sanidad de las cosechas."11
10 El articulo 4 de la ley 1032/06 fue demando por inconstitucionalidad pues vulnera los artículos 1, 7, 8, 13, 63,
65, 72, 79, 80, 93, 94, 332. 333 y 334 además de convenios internacionales, sin embargo, la Corte constitucional declaro exequible las expresiones y derechos de obtentores de variedad vegetales.
Esta norma permitió un control desproporcionado de las semillas, el cual fue conocido por un controversial video12 donde se mostraba a las autoridades del ICA botando 70 toneladas de arroz incautado a los campesinos de Campoaleagre, Huila, debido a que no cumplían con una certificación por parte de la entidad. Este hecho generó una indignación nacional, que sumado a otros conflictos, llevó a una manifestación que se unió con el paro agrario nacional del año 2013, logrando con ello la congelación de la norma.
También se tiene la ley 1518 de 2012, por medio del cual se aprueba el Convenio Internacional para la protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV 199113
UPOV 91 es una norma que amplía el alcance de la propiedad intelectual de las semillas, y especialmente tiene enormes y graves repercusiones sobre la agricultura y la biodiversidad presentes en países megadiversos como Colombia, puesto que al permitir la privatización y monopolio de las semillas, vulnera los derechos colectivos de los pueblos indígenas, afros y campesinos, su cultura, la soberanía y autonomía alimentaria a la vez que desprotege las semillas nativas y criollas y genera su desabastecimiento (Vélez, 2012).
La Corte Constitucional de Colombia declaró inexequible la ley 1518 de 2012, que aprueba el convenio UPOV 91, utilizando como argumento principal el no haberse realizado la consulta previa a las comunidades indígenas y afrocolombianas. Si bien esta decisión de la corte resultó favorable para las comunidades rurales, se ignoró la posición de los campesinos, al tener solo en cuenta las comunidades étnicas y tribales, pues los campesinos hubiesen sido los más afectados al limitarse el uso libre de las semillas, cambiar patrones alimenticios, de sanidad, culturales, entre otros factores,
que al igual que las comunidades indígenas y afros, constituye elementos de identidad y subsistencia, y contribuyen de manera directa al desarrollo de la agrobiodiversidad del país.
En términos generales, estas leyes14 supeditan el conocimiento de la comunidad frente al conocimiento científico-empresarial de los laboratorios y las empresas transnacionales agrícolas, invalidando con ello el conocimiento ancestral, y poniendo en riesgo la soberanía de los pueblos y la cultura campesina.
Por los motivos anteriormente mencionados, se hace necesario analizar las prácticas agrícolas construidas por la comunidad con relación a las semillas tradicionales y la apropiación cultural que de allí se desprende, para entender qué tipo de expresión social campesina se presenta en el contexto de estudio y qué riesgos representan algunos agentes, como los Organismos Modificados Genéticamente (OMGs) o transgénicos en la vida social, entendiendo no sólo los factores productivos, sino también en la construcción ética que se genera en la relación del hombre con la naturaleza, ya que lo rural va más allá de la agricultura, pues implica una complejidad de relaciones sociales en las cuales se establecen todo tipo de conexiones y organizaciones entre los agentes, sin limitarse al factor productivo.
11 Esta resolución fue congelada por el gobierno, a un término de dos años, mas no ha sido derogada. 12 Documental 9.70 de Victoria Solano. Link: https://www.youtube.com/watch?v=kZWAqS-El_g
13 Derogada por la Corte Constitucional en diciembre de 2012.
14 En la decisión 345 de la Comunidad Andina de Naciones (acuerdo de Cartagena) del Régimen Común de Protección a los Derechos de los Obtentores de Variedades Vegetales se puede observar todos los alcances de la norma.
CAPITULO III
Caracterización del municipio Santuario Risaralda
Introducción:
El municipio de Santuario se halla ubicado al occidente del departamento de Risaralda, limita con los municipios de Apia al norte, Viterbo al nororiente, La Virginia al suroriente, Balboa y La Celia al sur, San José del Palmar y Pueblo Rico al occidente; posee una población aproximada de 15.585 habitantes, de los cuales 8.623 viven en el sector rural15; es un municipio de sexta categoría.
En cuanto a su clima e hidrografía, Santuario corresponde a la cuenca hidrográfica del rio Cauca; La cabecera municipal se encuentra a una altura de 1.575 metros sobre el nivel del mar (msnm) con una temperatura media de 20 grados centígrados (°C). El municipio posee una pluviosidad media anual de 1949 milímetros (mm) y un registro en año húmedo de 2517.6mm y en año seco de 1272mm. La parte baja se encuentra ubicada por debajo de los 1.000 msnm y posee una temperatura superior a los 22°C, corresponde a unos 20 Km2 en los cuales se desempeñan labores agrícolas de ganadería y caña de azúcar; entre los 1.000 y 2.000 msnm, se encuentran unos 99 Km2, con temperaturas promedio de 17°C y 22°C, los cuales componen la franja cafetera, con caña panelera, algo de frutales y poco pasto; entre los 2.000 y 3.000 msnm, se encuentran unos 62 Km2, con temperaturas que oscilan entre los 12°C y 17°C, hay un mínimo de cultivos frutales y pastos, algo de rastrojo y el Parque Nacional Natural Tatamá (zona de reserva ambiental); Por encima de los 3000 msnm, zona de paramo, se encuentran unos 15 Km2, dentro del Parque Nacional Natural Tatamá, con temperaturas por debajo de los 12°C. (Vásquez: 2007)
15Extraído del Plan de desarrollo Unidos por Santuario 2012-2015
En cuanto a su extensión territorial, el municipio de Santuario posee un área aproximada de 201 km2, de los cuales 197 km2 corresponden al sector rural16. Cuenta con un corregimiento (Peralonso) y 39 veredas.
Grafico 1. Mapa de Santuario
3.1 Contexto socio-histórico
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |