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Una teoría de todo, de Ken Wilber (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Además, cada una de las olas puede verse activada o reactivada en respuesta a las distintas circunstancias que nos depara la vida.'- Así, las situaciones de emergencia estimulan los impulsos rojos del poder; el caos reactiva el meme azul del orden; la búsqueda de un nuevo trabajo incentiva los impulsos naranja del logro y el matrimonio y la amistad pone en marcha el meme verde de la intimidad. Todos los memes, pues, aportan algo sumamente importante.

Lo que ninguno de esos memes puede hacer, no obstante, es darse plena cuenta de la existencia del resto de los memes. En consecuencia, cada uno de los memes del primer grado considera que su visión del mundo es la única adecuada y, por tanto, reacciona negativamente cada vez que se siente amenazado. Por ello también el meme azul del orden se siente muy incómodo con la impulsividad roja y con el individualismo naranja, que el meme naranja del logro considera que el orden azul es cosa de personas muy rígidas y que la vinculación propia del meme verde es cuestión de gente muy blanda. El igualitarismo del meme verde, por su parte, no admite fácilmente la excelencia, el ordenamiento jerárquico de valores, las grandes imágenes ni nada que pueda parecer autoritario y por ello también suele reaccionar con mucha virulencia en contra del meme azul, del naranja y de cualquier otro meme posterior al verde.

Este estado de cosas empieza a cambiar con la emergencia del "pensamiento de segundo grado", una modalidad plenamente consciente de los estadios interiores del desarrollo que permite -aunque no lo haga de un modo claramente articulado- dar un paso atrás y asumir una visión más global. Por ello el pensamiento de segundo grado reconoce y comprende el papel que desempeñan -y, en consecuencia, la necesidad- del resto de los memes. Por esta razón la conciencia de segundo grado no sólo piensa en términos de un determinado nivel sino de la espiral completa de la existencia.

Así, cuando el meme verde comienza a aprehender los muchos y muy diversos sistemas y contextos que existen en las diferentes culturas, el pensamiento de segundo grado, que no en vano es conocido también con el nombre del meme sensible (es decir, sensible a la marginación de los demás) va un paso más allá y, al advertir los ricos contextos que vinculan estos sistemas plurales, comienza a integrar los sistemas separados en espirales y holoarquías integrales y holísticas. El pensamiento de segundo grado, dicho en otras palabras, resulta útil para pasar del relativismo al holismo o, lo que es lo mismo, del pluralismo al integralismo.

La extraordinaria investigación llevada a cabo por Graves, Beck y Cowan señala que la conciencia integral de segundo grado se despliega, al menos, a través de dos grandes olas:

7. Amarillo: Integrador. La vida se presenta como un caleidoscopio de jerarquías [holoarquías], sistemas y formas naturales cuya prioridad principal gira en tomo a la flexibilidad, la espontaneidad y la funcionalidad. Las diferencias y las pluralidades pueden integrarse naturalmente en corrientes interdependientes. El igualitarismo puede complementarse, cuando es necesario, con grados naturales de ordenamiento y excelencia, con lo cual el rango, el poder, el estado y la dependcencia del grupo se ven reemplazados por el conocimiento y la idoneidad. El orden mundial prevalente es el resultado de la existencia de diferentes niveles de realidad (memes) y de las inexorables pautas del movimiento de ascenso y descenso en la espiral dinámica. El gobierno adecuado facilita la emergencia de entidades pertenecientes a niveles de complejidad cada vez mayor (jerarquía anidada). (1% de la población y 5% del poder.)

8. Turquesa: Holístico. Sistema holístico universal, holones/olas de energías integrativas; integra el sentimiento y el conocimiento; múltiples niveles entrelazados en un sistema consciente." Orden universal consciente y vivo que no se basa en reglas externas (azul) ni en lazos grupales (verde). Tanto teórica como prácticamente, es posible una "gran unificación", una TOE. Hay ocasiones en que desencadena la emergencia de una nueva espiritualidad que engloba la totalidad de la existencia. El pensamiento turquesa utiliza todos los niveles de la espiral, advierte la interacción existente entre múltiples niveles y detecta los armónicos, las fuerzas místicas y los estados de flujo que impregnan cualquier organización. (1% de la población, 1 % del poder.)

Con menos del 2% de la población en el pensamiento de segundo grado (y tan sólo un 1 % en el meme turquesa), el pensamiento de segundo grado es relativamente raro hoy en día y constituye una auténtica "vanguardia" de la evolución colectiva del ser humano. Beck y Cowan ilustran este tipo de conciencia con ítems que van desde la noosfera de Teilhard de Chardin hasta la emergencia y expansión de la psicología transpersonal, las teorías del caos y de la complejidad, el pensamiento sistémico integral-holístico, las integraciones pluralistas de Gandhi y Mandela afirmando con toda claridad que se halla en marcha un proceso de actualización de memes todavía más elevados…

El salto a la conciencia de segundo grado:

Pero, como señalan Beck y Cowan, la emergencia del pensamiento de segundo grado debe vencer la resistencia que le ofrece el pensamiento de primer grado. De hecho, existe una versión del meme verde postmoderno (abiertamente pluralista y relativista) que se muestra francamente refractario a la emergencia de un pensamiento más integrador y holístico. Como señalan Graves, Beck y Cowan, sin el pensamiento de segundo grado, la humanidad está condenada a ser la víctima de una especie de "enfermedad autoinmune" en la que los distintos memes luchan entre sí por la supremacía.

Éste es el motivo por el cual muchos de los argumentos presentados no reflejan tanto una evidencia objetiva, como el nivel subjetivo de quienes los esgrimen. Poco importa la cantidad de evidencia científica naranja presentada porque nunca acabará convenciendo a los creyentes míticos azules y lo mismo ocurrirá con la relación verde o el holismo turquesa, que jamás impresionarán a la agresividad naranja ni al pluralismo verde, respectivamente… a menos que el individuo se halle preparado ya para dar un paso hacia adelante en su camino a través del proceso espiral y dinámico del desarrollo de la conciencia. Y éste es también el motivo por el cual los debates "inter-niveles" rara vez se resuelven y que todas las partes implicadas salen de ellos con la sensación de no haber sido siquiera escuchadas.

Del mismo modo, nada de lo que podamos decir en este libro le convencerá de la plausibilidad de una TOE, a menos que su paleta cognitiva se halle ya teñida con un toque de turquesa (en cuyo caso pensará: « ¡Esto es algo que ya sabía, aunque ignoraba el modo adecuado de articularlo! ».

Como estábamos diciendo, los memes de primer grado suelen resistirse a la emergencia de los memes de segundo grado. Por ello el materialismo científico (naranja) se muestra violentamente reduccionista con los constructos de segundo grado y trata de reducir todos los estadios interiores a fuegos artificiales neuronales objetivos; el fundamentalismo mítico (azul), por su parte, suele sentirse ultrajado, con lo que muy a menudo considera como un intento por derribar su Orden establecido; el egocentrismo (rojo) ignora por completo el pensamiento de segundo grado; la magia (púrpura) lo maldice, y verde, por su parte, acusa a la conciencia de segundo grado de ser autoritaria, rígidamente jerárquica, patriarcal, opresiva, marginalizadora, racista y sexista.

En las últimas tres décadas, el meme verde -cuyos términos claves probablemente ya conozca (pluralismo, relativismo, diversidad, multiculturalismo, deconstrucción, antijerarquía, etc.)ha estado a cargo de los estudios culturales.

Y hay que decir que el relativismo pluralista verde ha ensanchado noblemente el canon de los estudios culturales hasta incluir muchas personas, ideas y narrativas anteriormente marginadas' y ha actuado con la sensibilidad suficiente como para tratar de corregir los desequilibrios sociales y evitar las prácticas marginalizadoras. En este sentido, ha sido responsable de iniciativas fundamentales en el campo de los derechos civiles y de la protección del medio ambiente; ha desarrollado críticas muy elaboradas y persuasivas de las filosofías, metafísicas y prácticas sociales del meme religioso convencional (azul) y del meme científico (naranja) y de sus agendas a menudo exclusivistas, patriarcales, sexistas y colonialistas.

Pero también hay que señalar por otra parte que, por más eficaz que haya sido su crítica de los estadios anteriores, el meme verde también ha dirigido sus andanadas hacia todos los estadios post-verde, con resultados más que desafortunados, tomando muy difícil -y, en demasiadas ocasiones, hasta imposible- su avance hacia construcciones más holísticas e integrales.

Porque lo cierto es que el relativismo pluralista (verde) -que se encuentra más avanzado que el absolutismo mítico (azul) y que la razón formal (naranja) y se adentra en contextos individualistas ricamente texturados- se halla teñido de un fuerte subjetivismo. Y ello significa que su visión de la verdad y la bondad está muy determinada por las preferencias individuales (con tal de que el individuo no dañe a los demás). Desde esta perspectiva, lo que es cierto para usted no necesariamente lo es para mí, puesto que lo correcto es simplemente lo que los individuos o las culturas deciden en un determinado momento; no existe ninguna verdad o conocimiento universal; cada persona es libre de encontrar sus propios valores, que no tienen por qué ser los mismos que los de los demás. Se trata de una postura que puede ilustrarse perfectamente con la frase «Tú ocúpate de tus cosas que yo lo haré de las mías».

Éste es el motivo por el cual este estadio también es conocido como el del "yo sensible". Y precisamente porque es consciente de la existencia de muchos contextos diferentes y de numerosas verdades diferentes (pluralismo), vuelve hacia atrás en un esfuerzo por permitir que cada verdad disponga de su propio espacio, sin marginar ni desdeñar a ninguna. Por ello, al igual que ocurre con los términos "antijerarquía", "pluralismo", "relativismo" e "igualitarismo", cada vez que escuche la palabra "marginación" se hallará muy probablemente en presencia de un meme verde.

Lamentablemente, este noble intento también tiene sus inconvenientes. Las reuniones que se atienen a los principios del meme verde tienden a discurrir de un modo muy similar: todo el mundo comienza expresando sus sentimientos (lo que suele requerir varias horas); luego tiene lugar un proceso casi interminable en el que todo el mundo expresa sus opiniones, sin llegar a tomar, en muchos casos, ninguna decisión o curso de acción concreto, porque muy probablemente excluiría a alguien. Así pues, existe la intención de mantener un abrazo inclusivo, no marginador y compasivo de todos los puntos de vista, pero sin saber exactamente cómo hacerlo, porque lo cierto es que no todos los puntos de vista tienen el mismo valor. Así es como se llega a la curiosa situación de que el éxito de la reunión no depende tanto de llegar a una conclusión, como de haber permitido que todo el mundo tuviera la oportunidad de expresar sus sentimientos. Puesto que se supone que ninguna visión es intrínsecamente mejor que otra, no puede recomendarse ningún curso real de acción más que el de compartir todas las visiones y, en el caso de que alguien exponga una afirmación con convencimiento, se considera como un ejemplo de opresión autoritaria. En los años sesenta circulaba un refrán muy común que decía algo así como que «la libertad es una reunión interminable»… pues bien, no cabe la menor duda de que la parte "interminable" era cierta.

El relativismo pluralista es la actitud dominante en el mundo académico. Como bien resume Colin McGuinn: «Según esta concepción, la razón humana es intrínsecamente local, culturalmente relativa, arraigada en los hechos cambiantes de la naturaleza y la historia humana, una cuestión de "prácticas", "formas de vida", "marcos de referencia" y "esquemas conceptuales" diferentes. No existe ninguna norma de razonamiento que trascienda lo que es aceptado por una sociedad o una época determinada y no existe justificación objetiva alguna para la creencia de que todo el mundo debe respetar el dolor del mal funcionamiento cognitivo. De este modo diferentes personas pueden asumir legítimamente pautas de acción distintas. La única justificación, en última instancia, de una creencia asume la forma de "que sea justificada para mí"»." Como dice Clare Graves: «Este sistema contempla el mundo desde una perspectiva relativa y el pensamiento pone un énfasis radical y compulsivo en verlo todo desde un marco de referencia relativo y subjetivo».

Tal vez ahora resulte evidente que el hecho de que el relativismo pluralista asuma una postura tan subjetivista lo toma especialmente proclive a caer en el narcisismo. Y ése es, precisamente, el meollo del problema, porque el pluralismo se convierte de manera inadvertida en un superimcín para el narcisismo, en el hogar de la cultura del narcisismo y no hay que olvidar que el narcisismo es el gran destructor de cualquier cultura, en general, y de cualquier TOE, en particular (puesto que se niega a salir de su propia órbita subjetiva y no puede permitir la existencia de otras verdades distintas a la suya). Así pues, el primero de los obstáculos que impiden la emergencia de una auténtica TOE es, desde mi punto de vista, la cultura del narcisismo.

Y aquí es, precisamente, donde entra en escena boomeritis.

Boomeritis

Aburrida: persona de mal gusto, más interesada en ella que en mí.

AMBROSE BIERCE

El diccionario define al término narcisismo como "interés excesivo en uno mismo, en la propia importancia, en las propias habilidades, etcétera; egocentrismo". Pero el narcisismo no consiste tan sólo en sobrevalorar el yo y sus capacidades, sino también en infravalorar correlativamente a los demás y a sus aptitudes. Así pues, el narcisismo no se caracteriza sólo por una autoestima desproporcionada, sino también por una desvalorización simultánea de los demás. Según dicen los clínicos, el estado interno característico del narcisismo es el de un yo vacío o fragmentado que trata de llenar ese vacío con un movimiento egocéntrico destinado a engrandecer el yo a expensas de disminuir el yo de los demás, de modo que su talante emocional queda perfectamente reflejado por la frase: «¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer!».

Aunque existen muchas formas de conceptualizar el narcisismo (y también muchas modalidades diferentes de narcisismo), la mayor parte de los psicólogos están de acuerdo en que, hablando en términos generales, se trata de un rasgo normal de la infancia que, en el mejor de los casos, acaba viéndose superado. De hecho, el proceso de desarrollo de la conciencia puede ser considerado como una disminución progresiva del egocentrismo. El niño pequeño se halla fundamentalmente encerrado en su propio mundo, ajeno tanto al entorno que le rodea como a la mayor parte de las interacciones humanas.' En la medida en que van consolidándose la fortaleza y las capacidades de su conciencia, va cobrando simultáneamente conciencia de sí y de las personas que le rodean, hasta llegar finalmente a desarrollar cualidades con las que no nace -como el cuidado, la compasión y el abrazo integral generoso-, que le permiten ponerse en el lugar de los demás.

El desarrollo en tanto que disminución del egocentrismo

Como señala Howard Gardner, el psicólogo evolutivo de Harvard:

El niño pequeño es sumamente egocéntrico, lo cual no significa que sólo piense egoístamente en sí mismo sino, muy al contrario, que no puede pensar en sí mismo. El niño egocéntrico es incapaz de diferenciarse del resto del mundo y, en ese sentido, todavía no se ha separado de los demás ni de los objetos. De este modo, siente que los otros comparten su dolor o su placer, que inevitablemente deben comprender las palabras que apenas masculla, que su perspectiva es compartida por todas las personas y que hasta los animales y las plantas participan de su conciencia. Así, cuando juega al escondite cree ingenuamente que, si no ve a los demás, ellos tampoco podrán verle, porque su egocentrismo le impide reconocer que el punto de vista de los demás es diferente del suyo. Desde esta perspectiva, el proceso entero del desarrollo humano puede ser considerado como una disminución progresiva del egocentrismo.

El desarrollo, en gran medida, supone una expansión de la conciencia y una disminución correlativa del narcisismo, que va acompañada de la capacidad de tener en cuenta -y, en consecuencia, de expandir la conciencia- hasta llegar a abarcar a otras personas, lugares y cosas. Carol Gilligan, por ejemplo, descubrió que el desarrollo moral de las mujeres atraviesa tres grandes estadios generales a los que denomina egoísta, respeto y respeto universal, en cada uno de los cuales se amplía el círculo del respeto y la compasión al tiempo que diminuye el egocentrismo. Al comienzo, la niña se halla fundamentalmente preocupada por sí misma, luego comienza a preocuparse también por los demás (habitualmente su familia y sus amigos) y, finalmente, puede expandir su preocupación y buenos deseos a toda la humanidad (y asumir así un abrazo más integral). Y hay que decir que cada nuevo paso hacia adelante en ese proceso no significa que uno deje de preocuparse por sí mismo, sino tan sólo que cada vez incluye más a los demás, por quienes llega también a sentir una preocupación y una compasión genuinas.

Digamos también, incidentalmente, en este mismo sentido, que los hombres atraviesan estos mismos tres estadios generales aunque -según Gilligan- enfatizando más los derechos y la justicia que el respeto y la relación. Gilligan opina que, después del tercer estadio, ambos sexos pueden pasar por un cuarto estadio de integración que contrarresta esta tendencia, de modo que, en el estadio integral-universal, tanto los hombres como las mujeres integran las facetas masculinas y femeninas unificando así la justicia y la compasión. Este abrazo integral constituye una especie de culminación del tercer estadio general de respeto universal (que en breve correlacionaré con otras concepciones, como la Spiral Dynamics, por ejemplo).

Estos tres estadios generales son comunes a la mayor parte de las facetas del desarrollo y son conocidos con nombres muy diversos, como preconvencional, convencional y postconvencional; egocéntrico, sociocéntrico y mundicéntrico, o "yo", "nosotros" y "todos nosotros".

El estadio egoísta suele denominarse preconvencional, porque el niño pequeño todavía no ha aprendido las reglas y roles convencionales o, dicho en otras palabras, porque todavía no se ha socializado. No puede asumir el papel de los demás y, en consecuencia, tampoco puede experimentar un respeto y una compasión genuinos. Precisamente por esto sigue siendo egocéntrico, egoísta, narcisista, etc., lo cual no significa que no experimente ningún tipo de sentimientos hacia los demás, ni que sea completamente amoral, sino tan sólo que, comparado con los estadios posteriores del desarrollo, sus sentimientos y su moral se hallan todavía fuertemente anclados en los impulsos, los instintos y las necesidades fisiológicas. (Aunque algunos teóricos románticos sostengan que el niño mora en un estado de libertad no-dual y bondad original, ¿qué bebé es realmente libre? En el mejor de los casos, se trata de un estado de potencialidad y apertura, no de presencia real de la libertad, dado que cualquier estado sometido a los impulsos, el hambre, la tensión y la descarga no puede ser realmente libre. En cualquier caso, la investigación realizada al respecto evidencia de manera consistente que el niño no puede asumir el papel de los demás y, en consecuencia, no se halla en condiciones de experimentar compasión, respeto o amor por ellos.)'

En tomo a los 6 o 7 años de edad, aproximadamente, tiene lugar un cambio muy profundo en la conciencia y el niño comienza a estar en condiciones de asumir el papel de los demás. Supongamos, por ejemplo, que usted tiene un libro de portada azul y contraportada naranja. Supongamos también que le muestra ese libro a un niño de cinco años de edad y que después lo sostiene entre ambos de modo que la tapa naranja quede mirando hacia usted y la azul hacia el niño. Pregúntele luego qué color está viendo y no dudará en responder correctamente que el azul. Pero si luego le pregunta qué color es el que usted está viendo, el niño de cinco responderá equivocadamente que azul, a diferencia de lo que ocurre con el de siete años.

Dicho en otros términos, el niño de cinco años no ha desarrollado todavía la capacidad cognitiva que le permita salir de su propia piel y colocarse provisionalmente en la piel de otro y, en consecuencia, nunca entenderá realmente su perspectiva, nunca le comprenderá y por lo tanto no será posible el reconocimiento mutuo. Mal podrá, en tal caso, respetar su punto de vista (por más que emocionalmente puede amarle). Pero todo eso comienza a cambiar con la emergencia de la capacidad de asumir el papel de los demás, un avance al que Gilligan, dicho sea de paso, denomina como el avance desde el estadio egoísta al del respeto.

El estadio del respeto -que habitualmente se prolonga desde los siete años de edad hasta la adolescencia– es conocido también con los nombres de convencional, conformista, etnocéntrico y sociocéntrico, formas diferentes, todas ellas, de decir centrado en el grupo (ya sea la familia, el grupo de pares, la tribu o la nación). En tal caso, el niño sale de su propia perspectiva limitada y empieza a compartir las visiones y perspectivas de los demás, hasta el punto de quedar muy a menudo atrapado en la perspectiva de éstos (de ahí el término conformista). Este estadio suele ser conocido también como el estadio del "niño bueno" o la "niña buena", "rni patria, esté en lo cierto o esté equivocada", etc., reflejando, de ese modo, la intensa conformidad, presión de los pares y autoridad del grupo que normalmente le acompañan. Por otra parte, aunque el individuo que se halle en este estadio pueda salir, hasta cierto punto, de su propio punto de vista, no puede hacer lo mismo con la perspectiva del grupo. Ha pasado del "yo" al "nosotros" -y experimentado, por tanto, una mengua del egocentrismo- pero todavía se halla atrapado en el "mi patria, esté en lo cierto o esté equivocada".

Esta situación empieza a cambiar en la adolescencia, con la emergencia de la conciencia postconvencional y mundicéntrica (el respeto universal de Gilligan), otro gran paso hacia delante en el proceso de disminución del egocentrismo porque, en esta ocasión, es el grupo de pares el que se pone en cuestión. ¿Qué es lo correcto y justo, no sólo para mí, mi tribu o mi nación, sino para todos los seres humanos, independientemente de raza, religión, sexo o credo? Éste es el momento en que el adolescente puede convertirse en un apasionado idealista, un cruzado de la justicia o un revolucionario dispuesto a poner al mundo patas arriba. Y aunque parte de esta situación se deba simplemente a un cambio hormonal, también tiene que ver con la emergencia del estadio

del respeto, la justicia y la ecuanimidad universal que jalona el comienzo de la posibilidad de desarrollar un abrazo auténticamente integral.

La espiral de la compasión

Estos tres estadios generales -egocéntrico, etnocéntrico y mundicéntrico- resumen simplemente las muchas olas por las que atraviesa el proceso del desarrollo de la conciencia, pero ya podemos advertir que, como dice Gardner, el desarrollo, en realidad, constituye una disminución del egocentrismo. Cada nueva ola evolutiva supone, pues, simultáneamente, una disminución del narcisismo y un aumento correlativo de la conciencia (o un aumento en la capacidad de asumir perspectivas cada vez más amplias y profundas).

Existen, obviamente, modelos más complejos que presentan más estadios. En el capítulo 1 hemos dado un ejemplo de las ocho olas del desarrollo de la conciencia de las que habla la Spiral Dynamics (véase figura 2.1 para las correspondientes correlaciones). Según la Spiral Dynamics, existen tres estadios preconvencionales, el beige (arcaico-instintivo), el púrpura (mágico-animista) y el rojo (egocéntrico). Advirtamos que, aunque el meme rojo se califique como "egocéntrico", los dos estadios anteriores son todavía mucho más egocéntricos (puesto que, como ya hemos dicho, el proceso de desarrollo se caracteriza por una franca disminución del narcisismo), lo único que ocurre es que rojo jalona simplemente el final de los reinos egocéntricos y preconvencionales. En el siguiente estadio (azul, es decir, conformista-rol), el narcisismo se diluye en el grupo: ¡no soy yo, sino mi país, el que no puede estar equivocado! Esta postura convencional/conformista perdura hasta llegar al meme naranja (egoico-racional), que jalona el acceso a los estadios postconvencionales (verde, amarillo y turquesa), que se caracterizan (especialmente naranja y verde) por el cuestionamiento de los mitos, de los valores conformistas y de los

Figura 2.1. Visiones del inundo e identidades.

prejuicios etnocéntricos que casi siempre impregnan los estadios preconvencionales y convencionales.

Resumiendo, pues, en la medida en que el proceso de desarrollo avanza desde lo preconvencional a lo convencional y, posteriormente, hasta lo postconvencional (o, lo que es lo mismo, desde lo egocéntrico a lo etnocéntrico y, posteriormente, hasta lo mundicéntrico), el peso del narcisismo y del egocentrismo va disminuyendo de forma lenta pero segura. En lugar de tratar al mundo (y a los demás) como una mera extensión del propio yo, el adulto maduro de la conciencia postconvencional trata al mundo en sus propios términos, como un yo individualizado en una comunidad de otros yoes individualizados entre los cuales existe un respeto y un reconocimiento mutuo. La espiral del desarrollo es, dicho en otras palabras, una espiral de compasión que se expande desde el "yo" al "nosotros" y, posteriormente, hasta el "todos nosotros", abriéndose cada vez más a un abrazo realmente integral.

Debo advertir, no obstante, que con ello no estoy afirmando que el desarrollo suponga un progreso lineal cada vez más positivo y luminoso, porque lo cierto es que cada nuevo estadio no sólo nos proporciona nuevas potencialidades, nuevas capacidades y nuevas fortalezas, sino que también abre la puerta a nuevos desastres, nuevas patologías y nuevas enfermedades. Hablando en términos generales, podríamos decir que los nuevos sistemas emergentes deberán enfrentarse a problemas nuevos que no aquejaban a sus predecesores (los perros pueden padecer cáncer, cosa que no ocurre con los átomos, por ejemplo). Lamentablemente, pues, el proceso de desarrollo de la conciencia se atiene a una "dialéctica del progreso", según la cual hay un precio que pagar por cada nuevo paso hacia adelante que, en consecuencia, trae consigo buenas y malas noticias. En cualquiera de los casos, el hecho es que cada una de las olas del desarrollo de la conciencia aporta la posibilidad de una ampliación del respeto, la compasión, la justicia y la misericordia, en el camino hacia un abrazo más integral.

¡Luchemos contra el sistema!

Una de las causas del narcisismo, pues, se asienta sencillamente en el fracaso del proceso de crecimiento y evolución, especialmente en la difícil transición que conduce desde la fase egocéntrica hasta la sociocéntrica, una transición a la que ciertos aspectos de la conciencia pueden resistirse y quedar así "atrapados" en los dominios egocéntricos, con la consiguiente dificultad en adaptarse a las reglas y roles de la sociedad. Es evidente que algunas de esas reglas y roles pueden ser indignas de respeto y deben ser cuestionadas y rechazadas. Pero la actitud postconvencional -que observa, analiza y critica las normas de la sociedadsólo puede ser alcanzada después de los estadios convencionales, porque las competencias logradas en esos estadios constituyen precisamente los prerrequisitos necesarios para el desarrollo de la conciencia postconvencional. Dicho en otras palabras, quien no haya alcanzado los estadios convencionales difícilmente estará en condiciones de llevar a cabo una crítica postconvencional a la sociedad y tenderá, por tanto, a caer presa de la mera rebelión preconvencional. Recordemos que el lema del narcisismo es « ¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer! », un tópico que nunca está lejos de las olas preconvencionales de la existencia.

Los críticos están de acuerdo en que los boomer han sido una generación notoriamente rebelde. Qué duda cabe de que parte de esa rebeldía ha sido protagonizada por individuos postconvencionales sinceramente interesados en reformar las facetas injustas, abusivas o amorales de la sociedad pero, del mismo modo -y, en este sentido, existe una clara evidencia experimental- un porcentaje alarmantemente elevado de esa actitud rebelde se ha originado en impulsos preconvencionales que tienen grandes dificultades para adaptarse a la realidad convencional. Los lemas tan habituales de los años sesenta -«¡Luchemos contra el sistema!» o «¡ Cuestionemos toda autoridad! »- puede proceder, pues, tanto de las filas preconvencionales como de las postconvencionales… y la evidencia sugiere que aquello ocurre con bastante más frecuencia que esto.

Existe un estudio ya clásico a este respecto que tuvo como objeto a los participantes de la protesta estudiantil de Berkeley de finales de los años sesenta, fundamentalmente en contra de la guerra del Vietnam), aunque, según los estudiantes, estaba motivada por una perspectiva moral más elevada. La investigación, sin embargo, concluyó que la inmensa mayoría no se hallaba tanto en los estadios postconvencionales del desarrollo como en los preconvencionales (es innecesario decir que había muy pocos convencionales/conformistas porque, por definición, la convencionalidad no es muy rebelde que digamos). Obviamente, la moral postconvencional y mundicéntrica de la minoría de activistas resulta muy encomiable (y con ello no me refiero tanto al contenido concreto de sus creencias como al hecho de que llegaron a ellas a través de un razonamiento moral muy elaborado). En cualquiera de los casos, lo que quiero recalcar es el egocentrismo preconvencional de la mayoría.

El ítem más fascinante de este tipo de investigaciones empíricas gira en tomo a la gran diferencia existente entre lo que podríamos denominar "pre" y "post", una diferencia que, lamentablemente, suele soslayarse por la aparente semejanza superficial existente entre pre-X y post-X (puesto que ambas son no-X). Con ello quiero decir, por ejemplo, que la no convencionalidad de las posturas preconvencional y postconvencional (ya que ambas se hallan fuera de las normas y reglas convencionales) suele llevar erróneamente a confundirlas. En consecuencia, aunque "pre" y "post" suelan utilizar la misma retórica y la misma ideología, se hallan, de hecho, separados por un abismo en términos de crecimiento y desarrollo. Así pues, aunque casi todos los estudiantes de las protestas de Berkeley afirmaban actuar movidos por principios morales universales (como, por ejemplo, que «la guerra de Vietnam viola los derechos humanos universales y, en tanto que ser moral, me niego a participar en ella»), la investigación demostró inequívocamente que sólo una pequeña minoría se hallaba realmente motivada por principios morales postconvencionales y que la inmensa mayoría, por el contrario, estaba simplemente dejándose arrastrar por impulsos egocéntricos preconvencionales del tipo: «¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer! De modo que haz con tu guerra lo que quieras».

Pareciera pues que, en este caso, se utilizaron nobles ideales morales para justificar lo que, de hecho, no eran más que impulsos bastante menos elevados. Es la extraña similitud superficial existente entre los estadios "pre" y "post" del desarrollo la que permite este tipo de coartada o, dicho en otros términos, la que permite que el narcisismo preconvencional aceche detrás de lo que ruidosamente se presenta como idealismo postconvencional. Habría, pues, que reinterpretar el supuesto idealismo de los boomer a la luz de estos hallazgos y diferenciar claramente entre lo preconvencional y lo postconvencional para no incurrir en lo que yo denomino "falacia pre/post".

Y éste es un punto realmente crucial, porque llama la atención sobre el hecho de que, sin importar cuán noble, idealista o altruista pueda afirmar ser una determinada causa -desde la ecología hasta la diversidad cultural y la paz mundial-, no basta simplemente con ahuecar la voz. Son demasiados los críticos sociales que simplemente asumen que, si los boomer hablan de "armonía, amor, respeto mutuo y multiculturalismo", deben estar haciéndolo desde una perspectiva idealista y no egocéntrica porque, como luego veremos, son muchos los casos en los que simplemente se proclaman a voz en grito eslóganes no egocéntricos como una cortina de humo que sólo cumple con la función de ocultar el propio egocentrismo.

Y con ello no estoy diciendo que todos los boomer sean culpables de incurrir en ese engaño, sino tan sólo que existe una actitud que amalgama, con demasiada frecuencia, la comprensión postconvencional y la motivación preconvencional a la que denomino "boomeritis".

Jerarquías de desarrollo versus jerarquías de dominio

En el mejor de los casos, el pluralismo, el multiculturalismo y el igualitarismo emergen de la evolucionada perspectiva proporcionada por el meme verde, una perspectiva que trata muy noblemente a todos los memes anteriores con el mismo respeto y compasión.' Pero su apasionado igualitarismo le impide ver que su propia postura -la primera, a fin de cuentas, realmente igualitaria- es más bien escasa (puesto que, como ya hemos visto, sólo afecta al 10% de la población mundial). Pero lo cierto es que, en una extrapolación del igualitarismo -que le lleva a no emitir ningún juicio jerárquico-, el meme verde no se queda ahí y acaba negando activamente los mismos estadios que propiciaron su emergencia. Como ya hemos visto, el igualitarismo verde es el producto de no menos de seis estadios del desarrollo que, curiosamente, llega a un punto, da media vuelta y niega violentamente su pasado.

Gran parte de esta confusión pluralista se origina en una errónea comprensión del término jerarquía y del papel que desempeña en el proceso de desarrollo natural. Veamos ahora, para aclarar este punto, cómo contempla cada uno de los memes la noción de jerarquía. El meme púrpura (mágico) reconoce la existencia de muy pocas jerarquías porque, como veremos, es preformal y preconvencional. El meme rojo (poder egocéntrico) reconoce las jerarquías que dependen de la fuerza bruta (fundamento de los imperios feudales). El meme azul (orden mítico) reconoce numerosas y muy rígidas jerarquías sociales, como el sistema de castas hereditarias, las jerarquías de la Iglesia medieval y la marcada estratificación social de los imperios feudales y las naciones tempranas. El meme naranja (logro individual) erosiona decisivamente las jerarquías azules en nombre de la libertad individual y de la igualdad de oportunidades (las jerarquías naranja difieren de las azules en que sustituyen la herencia y el privilegio por la meritocracia y la excelencia).

Al llegar al meme verde, sin embargo, el yo sensible empieza a condenar y atacar casi todo tipo de jerarquía -muy a menudo, por otra parte, aliada a la opresión social-, hasta el punto de que su rasgo distintivo es la antijerarquía.

Con la emergencia del pensamiento de segundo grado, sin embargo, las jerarquías resurgen de nuevo, pero esta vez de un modo más amable y anidado. Se trata de jerarquías anidadas -que también se denominan jerarquías del desarrollo- como la que va desde los átomos hasta las moléculas, las células, los organismos, los ecosistemas, la biosfera y el universo.' Cada una de esas unidades, no importa lo "humilde" que sea, es absolutamente crucial para la secuencia entera: destruya los átomos y acabará simultáneamente con las moléculas, las células, los ecosistemas, etc. Al mismo tiempo, cada ola superior envuelve y engloba a sus predecesoras -los ecosistemas contienen organismos que, a su vez, contienen células que, a su vez, contienen molécula-, en un proceso de desarrollo que es, al mismo tiempo, envolvente. Por ello cada ola es cada vez más inclusiva, más abarcadora y más integral y, simultáneamente, menos marginadora, menos exclusivista y menos opresiva. (Cada ola sucesiva "trasciende a la vez que incluye", es decir, trasciende su propia estrechez para incluir a las demás.) Como ocurre con los procesos de crecimiento naturales, la misma espiral del desarrollo constituye una jerarquía anidada, una jerarquía del desarrollo.

Riane Eisler, autora de El cáliz y la espada, llama la atención sobre la importante diferencia existente entre "las jerarquías de dominio" y "las jerarquías de actualización". Aquéllas son rígidas jerarquías sociales que constituyen instrumentos de opresión, mientras que éstas son jerarquías de desarrollo absolutamente necesarias para la autorrealización de los individuos y de las culturas (y también de casi todos los sistemas biológicos). Y es que las jerarquías de dominio son instrumentos de opresión, mientras que las jerarquías de actualización son herramientas de crecimiento, porque unifican los elementos anteriormente separados y fragmentados. Así es como los átomos aislados se unifican en moléculas; las moléculas aisladas se unifican en células; las células aisladas se unifican en organismos; los organismos aislados se unifican en ecosistemas; los ecosistemas aislados se unifican en la biosfera, etc. Resumiendo, las jerarquías de desarrollo integran los fragmentos, convierten los montones en totalidades y transforman la alienación en cooperación.

Todo esto, según la Spiral Dynamics, es lo que se torna cada vez más consciente en la conciencia de segundo grado, una modalidad de conciencia integral que engloba las jerarquías anidadas del desarrollo. Por ello, si reaccionamos negativamente contra todas las jerarquías, no sólo emprenderemos una lucha muy noble y necesaria contra las injusticias de las jerarquías de dominio sino que, muy probablemente, obstaculizaremos nuestro propio desarrollo hasta la conciencia integral de segundo grado. Como luego veremos, el meme verde cuestionó adecuadamente los absolutismos y universales de las jerarquías de dominio propias de azul y naranja, pero terminó equiparando y negando toda jerarquía, con lo cual cerró las puertas a su propio desarrollo y quedó estancado en el pensamiento del primer grado.

(Y lo mismo ocurre con los universales y "metanarrativas", que están ausentes en las olas preconvencionales, existen de un modo rígido y opresivo en el meme azul, se ven atacadas y deconstruidas en el verde y terminan reapareciendo de un modo más amable y anidado en las olas integrales propias del pensamiento de segundo grado. Así pues, ahí donde advierta un ataque a todo tipo de metanarrativas y universales, es muy probable que se halle en presencia de un meme verde.)

Boomeritis

El hecho es que la elevada postura evolutiva propia del pluralismo -resultado de no menos de seis grandes estadios de transformación jerárquica- da media vuelta y niega todas las jerarquías, niega el mismo camino que dio origen a su noble posición y extiende su abrazo igualitario a toda posición, sin importar cuán superficial o narcisista sea, hasta el punto de que cuanto más igualitaria, más alienta la cultura del narcisismo. ¡Y no olvidemos que la cultura del narcisismo constituye la antítesis misma de la cultura integral!

(Ya hemos visto que la esencia del narcisismo se resume en el lema «¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer!». En consecuencia, pues, no reconoce la existencia de ningún universal y lucha denodadamente por sacudirse de encima todo tipo de obligaciones y su marcado egocentrismo puede ser evidenciado por los principios del relativismo pluralista.)

Así es como la evolucionada ola del pluralismo se convierte en un superimán para el narcisismo emocional, lo cual nos lleva de nuevo a boomeritis.

Como han señalado tantos críticos sociales, boomeritis es una extraña mezcolanza entre una elevada capacidad cognitiva (el meme verde y el noble pluralismo) y un bajo narcisismo emocional. Dicho en otros términos, el evolucionado meme pluralista se convierte en un refugio que posibilita la reactivación de alguno de los memes más bajos e intensamente egocéntricos (como, por ejemplo, púrpura y rojo). En su noble intento por ir más allá de las reglas conformistas (muchas de las cuales son, de hecho, injustas y marginadoras) y en su deseo genuino de deconstruir una racionalidad demasiado rígida (que suele alentar la represión y la estupidez), en su admirable intento, en suma, de avanzar hasta una postura postconvencional, el meme verde termina abrazando inadvertidamente todo lo no convencional… lo cual incluye muchas facetas abiertamente preconvencionales, regresivas y narcisistas.

Boomeritis es una extraña amalgama entre memes postconvencionales muy elevados y memes narcisistas preconvencionales muy poco elevados. Y uno de los resultados típicos de esta situación es que el yo sensible exagera su importancia y acaba afirmando que posee el nuevo paradigma que anuncia la mayor transformación de la historia del mundo, una transformación que revolucionará completamente la sociedad tal y como la conocemos, revolucionará todo lo que le precedió, salvará al planeta, salvará a Gaia, salvará a la Diosa…

Tenemos, pues, que desembarazamos de algunas de las facetas negativas de las últimas tres décadas de dominio boomer de los estudios culturales. Éste es precisamente el motivo por el cual tantos observadores han señalado, como ya hemos visto con Lentricchia, que «resulta manifiestamente imposible exagerar la inflación heroica del ego que aqueja a la crítica literaria y cultural académica». Señalemos una vez más que, si bien ésa no es la historia completa de los boomer; ni siquiera la más importante, sí que transmite su aroma más característico. Boomeritis ha sesgado de un modo significativo los estudios académicos, se halla detrás de la mayor parte de las guerras culturales, se oculta en cada rincón de la Nueva Era, impulsa la mayor parte de la actividad deconstructiva de la política de identidad y a diario crea nuevos paradigmas. No existe ningún ámbito, sin importar cuán inocente parezca, que haya escapado -como documento extensamente en Boomeritis 'de su reformulación.

Si a lo largo del proceso normal del desarrollo el pluralismo verde deja paso a la conciencia de segundo grado y a un posterior abrazo integral, ¿por qué mi generación quedó atrapada en el meme verde, en el relativismo pluralista, en el igualitarismo extremo, en la oposición a cualquier forma de jerarquía, en el postmodernismo deconstructivo y en el pluralismo fragmentador del «Yo hago lo tengo que hacer, tú haces lo que tienes que hacer y al infierno con cualquier cosa que suene a integral»? Una de las principales razones parece ser que el intenso subjetivismo del meme verde fue un imán y un refugio para el narcisismo que, por las razones que fuere, muchos críticos sociales han encontrado tan presente en la generación del yo. Parece que boomeritis intensifica la fijación al meme verde hasta el punto de que el narcisismo se encuentra tan a gusto en el pluralismo que le resulta casi imposible abandonarlo. Así pues, boomeritis, la combinación entre un elevado pluralismo y un narcisismo francamente inferior, constituye uno de los principales obstáculos para llegar a un abrazo auténticamente integral.

Los muchos dones proporcionados por el meme verde

A mi juicio, boomeritis representa uno de los principales obstáculos que dificultan el desarrollo integral. Pero el punto verdaderamente importante no es tanto lo que ha funcionado mal con el meme verde, sino lo que puede funcionar bien, porque es precisamente desde el meme verde desde donde emerge la conciencia de segundo grado,' es desde las perspectivas pluralistas alentadas por verde como se construyen las redes integradoras y holísticas.

Este hecho merece ser subrayado. El desarrollo procede a través de un proceso de diferenciación e integración (un monocigoto, por ejemplo, se diferencia en dos células, luego en cuatro, más tarde en dieciséis, después en treinta y dos… al tiempo que las células diferenciadas van integrándose en tejidos, sistemas y órganos coherentes). El meme verde consigue diferenciar heroicamente el formalismo frecuentemente rígido, abstracto y universal de la ola racional anterior (el meme naranja, operacional formal y egoico-racional). Verde, por tanto, no nos revela un uniformismo racional que tiende a ignorar y marginarr todo lo ajeno, sino una inmensa variedad de contextos múltiples, culturas diferentes, percepciones pluralistas y diferencias individuales y es perceptivo (por algo se le conoce como el yo sensible) hacia todas aquellas voces habitualmente no escuchadas. Ya hemos visto que cada meme realiza una valiosa contribución a la salud de la espiral global y, en este sentido, la sensibilidad plural es uno de los grandes dones aportados por verde.

Una vez realizada esta extraordinaria diferenciación, pueden unificarse en contextos cada vez más amplios y profundos que descubren un mundo auténticamente holístico e integral -el salto a la conciencia de segundo grado-, pero sólo después de que el meme verde haya concluido previamente su labor. Primero, pues, existe diferenciación y luego integración. La conciencia de segundo grado consuma la tarea emprendida por el meme verde y permite dar el salto desde el relativismo pluralista hasta el integralismo universal (es decir, el paso que conduce a la visión-lógica madura, el aperspectivismo-integral de Gebser, el estado integrado de Loevinger, etc.). Esto es lo que quiero decir cuando afirmo que el meme verde libera las múltiples perspectivas que se verán posteriormente integradas por la conciencia de segundo grado.

Resumamos diciendo que el meme verde representa la culminación de pensamiento de primer grado y constituye el trampolín que permite el salto al pensamiento de segundo grado. Pero para pasar a las construcciones del segundo grado, debe relajarse previamente la fijación al relativismo pluralista del meme verde, único modo de que sus logros se vean incorporados y pasen a los estadios posteriores. Pero antes es preciso relajar su propia posición y es precisamente boomeritis (la identificación narcisista con el marcado subjetivismo de la postura relativista) lo que se lo impide. Al resaltar la fijación al meme verde, creo que podemos acelerar el proceso que nos permita trascender e incluir sus extraordinarios logros en un abrazo todavía más generoso.

Más allá del pluralismo

Pero ¿por qué afirmo que boomeritis representa uno de los principales obstáculos que dificultan la emergencia de una visión auténticamente integral? ¿Acaso no ocurre lo mismo con la rígida conformidad del estadio mítico-pertenencia (azul), y también con el materialismo de la racionalidad-egoica (naranja)? ¿Y qué diríamos acerca de las terribles condiciones económicas de tantos países del Tercer Mundo?…

Sí, todo eso es muy cierto pero, como estábamos diciendo, el integralismo universal (holismo de segundo grado) únicamente puede emerger desde el estadio del pluralismo (verde). Obviamente, todos los "memes" pre-verde también "impiden" la emergencia de una visión integral, el único motivo por el cual centro mi atención en los boomer es que esta generación (como confirma la investigación realizada por Graves) es la primera en haber experimentado una evolución generalizada hasta la ola verde y, en este sentido, se trata de la primera generación que tiene la oportunidad de dar el paso que la conduzca hasta la visión-lógica madura, la conciencia de segundo grado y usar esa conciencia para organizar las instituciones sociales de un modo realmente integral.

Pero eso todavía no ha llegado a consumarse plenamente, porque no ha tenido lugar una transformación significativa a ningún estadio post-verde (como ya hemos visto, menos del 2% de la población mundial es post-verde). Pero eso todavía podría ocurrir y, puesto que sólo puede hacerlo desde verde, los boomer todavía están en condiciones de realizar un salto al hiperespacio de la conciencia de segundo grado. Y ésa podría ser una gran transformación histórica que tendría un efecto muy poderoso sobre la sociedad, tal y como la conocemos, una transformación que iría más allá de las meras palabras, ya que se apoya en la evidencia proporcionada por los estudios evolutivos psicológicos y sociales.

La cultura integral

El sociólogo Paul Ray ha descubierto recientemente un nuevo segmento cultural que, según él, constituye hoy en día un asombroso 24% de la población adulta de nuestro país (cerca de cuarenta y cuatro millones de personas), y al que, para distinguirlo de los movimientos culturales anteriores del tradicionalismo y del modernismo, califica con el nombre de cultura integral. Todavía queda por ver cuán "integral" es este grupo, pero yo creo que sus categorías representan corrientes muy reales. Los tradicionalistas están arraigados en los valores míticos premodernos (azul), los modernistas en los valores racional-industriales (naranja) y los creativos culturales en los valores postformales-postmodernos (verde). Esos tres movimientos representan exactamente lo que podríamos esperar de la investigación realizada acerca del desarrollo y evolución de la conciencia (de lo mítico-preformal a lo formal racional y el comienzo de lo postformal).

Convendría, no obstante, subrayar varios puntos. Lo que Ray denomina cultura integral no es integral en la acepción que yo le doy al término, puesto que no está arraigado en el integralismo universal, la visión-lógica madura o la conciencia del segundo grado. Lo que sugieren los resultados del estudio de Ray, por el contrario, es que la mayor parte de los creativos culturales están simplemente activando el meme verde, como indican claramente los valores que evidencian: fuertemente antijerárquicos; comprometidos con el diálogo; abrazando el holismo del mundo chato (como dice Ray, "todo es holístico", sólo que el verdadero holismo implica una holoarquía o una jerarquía anidada y los creativos culturales evitan toda holoarquía, de modo que su holismo suele ser una mera amalgama de afirmaciones monológuicas de totalidad como las que suele brindamos la física o la teoría sistémica); recelosos de las modalidades convencionales de la mayoría; admirablemente sensibles a la marginación de las minorías; comprometidos con los valores pluralistas y el subjetivismo y entusiastas, por último, de una espiritualidad fundamentalmente traslativa (es decir, no transformadora).' Como señala el mismo Don Beck, resumiendo las conclusiones de su investigación, «la "cultura integral" de la que habla Ray es, esencialmente, el meme verde. Existe muy poca evidencia de que los "creativos culturales" se hallen en el meme amarillo o en el meme turquesa o, dicho en otras palabras, de que apenas hay constancia de los memes propios de la conciencia de segundo grado».'

Y son muchas las investigaciones empíricas adicionales que parecen apoyar esta interpretación. Yo creo que la opinión de Ray de que el 24% de los estadounidenses son "creativos culturales" en una cultura integral se deriva del hecho de que la mayor parte de los creativos culturales se hallan, por utilizar los términos de Jane Loevinger y Susanne Cook-Greuter, en el estadio individualista (verde), no en los estadios autónomo o integrado (amarillo y turquesa). La investigación evidencia que, en realidad, menos del 2% de los norteamericanos se hallan en el estadio autónomo o integrado (lo cual también se ajusta perfectamente a las conclusiones de la investigación realizada por Beck y la mayor parte de los desarrollistas, según los cuales menos del 2% han alcanzado el pensamiento de segundo grado). Resumiendo, pues, los creativos culturales -la mayor parte de los cuales son boomer- no son realmente integrales, sino que fundamentalmente están activando el meme verde.' 0

Pero es precisamente el meme verde el que, si no termina siendo abandonado, impide la emergencia de la integración propia del pensamiento de segundo grado, de modo que lo que Paul Ray denomina "cultura integral" es lo que realmente está impidiendo la emergencia de una cultura realmente integral.

Porque, a menos que sesguemos los datos, la "cultura integralao es realmente integral.

Pero el hecho es que puede serlo. Y ése es un punto absolutamente crucial porque, cuando los creativos culturales alcanzan la segunda mitad de la vida, se hallan precisamente en el punto en que puede tener lugar un gran salto en su conciencia que conduzca desde el meme verde hasta la visión-lógica madura y, en consecuencia, hasta la conciencia de segundo grado. Como sugeriré más adelante, este salto hasta la conciencia integral de segundo grado (y hasta las olas superiores auténticamente transpersonales) puede tener lugar mediante una práctica transformadora integral. La única razón por la que insisto en hablar de boomeritis es con la esperanza de que el hecho de hablar de algunos de los obstáculos que impiden esta transformación podría ayudar a eliminarlos.

Estas dificultades no se encuentran exclusivamente en los boomer ni en los norteamericanos. El relativismo pluralista es una ola del desarrollo de la conciencia de la que disponemos universalmente y tiene sus propios peligros y puntos de anclaje, entre los cuales debemos destacar un subjetivismo que parece constituir un verdadero imán para el narcisismo. Boonieritis, pues, no está, en modo alguno, confinado a los boomer, sino que puede afectar a cualquiera que se encuentre a punto de dar el salto a la conciencia de segundo grado, la única puerta de entrada a una conciencia espiritual y transpersonal permanente.

Prestemos ahora atención a esa visión más integral.

Una visión integral

Simplifica las cosas todo lo que puedas, pero no por ello las tririalices.

ALBERT EINSTEIN

La transformación integral

Parece, pues, que entre el 1 y el 2% de la población mundial se halla en un estadio integral propio del pensamiento de segundo grado, pero que cerca del 20% está en el meme verde, a punto de experimentar la transformación integral a la que Clare Graves ha calificado de auténtico "salto cuántico".

¿Cuáles son las condiciones que pueden fomentar esa transformación? Los teóricos del desarrollo han aislado decenas de factores que contribuyen a la transformación vertical (en tanto que algo opuesto a la traslación horizontal). Desde mi punto de vista, no obstante, para que realmente se produzca la transformación deben hallarse presentes varios factores procedentes de diferentes dimensiones.'

Digamos, para comenzar, que el individuo debe poseer una estructura orgánica (lo cual incluye una estructura cerebral) que pueda soportar esa transformación, un requisito que no suele suponer ningún tipo de problema porque, a esta altura de la evolución, la mayor parte de los individuos poseen las condiciones biológicas necesarias para soportar una conciencia integral.

Pero el sustrato cultural también debe estar en condiciones de sustentar tal transformación o, en el peor de los casos, de no oponerse a ella. Tal vez, hace treinta años, este requisito hubiera supuesto un auténtico problema, pero son muchos los indicadores que parecen señalar que, en la actualidad, existe una predisposición cultural hacia un abrazo más integral. Digamos, en este sentido, que las últimas tres décadas de meme verde han preparado el camino para que un elevado porcentaje de la población (los integrantes del meme verde que, como sugiere la investigación realizada a este respecto -véase figura 6.2- incluye a unos cuarenta millones de norteamericanos y aproximadamente el mismo porcentaje de la población europea) esté preparada para experimentar esa transformación. A fin de cuentas, ésa es, según Clare Graves, la principal función del meme verde, sensibilizar a la espiral del desarrollo (por algo se le denomina el estadio del yo sensible) y, de ese modo, prepararlo para dar el paso que conduce hasta el pensamiento de segundo grado.

Pero, para que tal cosa ocurra, la conciencia debe ir más allá de verde. Parafraseando a Graves, podríamos decir que «El meme verde debe fracasar y liberar la energía necesaria para realizar el salto al pensamiento de segundo grado. Y es ahí, precisamente, donde se halla hoy en día la vanguardia de la evolución».' Y, puesto que la principal causa de fijación al meme verde radica en boomeritis, hay que remediar prontamente esa perturbación, al menos hasta cierto punto. (El lector interesado puede encontrar en Boomeritis varias sugerencias a este respecto.) En cualquier caso, si uno cobra conciencia del problema que supone boomeritis y reconoce sus peligros, ya ha dado un importante paso hacia adelante.

En lo que respecta a las instituciones sociales y al fundamento tecno-económico concretos, se requieren profundos avances tecnológicos en una o más áreas que acicateen a la conciencia individual. (Se trata, obviamente, del viejo argumento marxista -una verdad parcial pero todavía válida- según el cual el cambio de las fuerzas de producción provoca profundas transformaciones culturales.)

Recientemente hemos experimentado varios de estos avances en la estructura tecnoeconómica, entre los cuales cabe destacar la revolución digital/microchip. Nadie duda hoy de que la nuestra es la "era de la información", una de las grandes revoluciones sociales que -junto a la recolectora, la hortícola, la agraria y la industrialhan estimulado la marcha de la historia, y también suele aceptarse que no necesitamos seguir morando en ella. Debemos damos cuenta de que la globalización de las comunicaciones han abierto la puerta a la posibilidad de una conciencia global e integral. Pero esta red tecnológica global, este nuevo sistema nervioso de la conciencia colectiva, no garantiza, en modo alguno, el desarrollo del individuo hasta el estadio integral. Es cierto que lo facilita, pero en modo alguno lo garantiza. Además, global o planetario no significa necesariamente integral. Después de todo, el meme rojo, el meme azul y el meme naranja también pueden utilizar Internet, pongamos por caso. Así pues, por más planetarios o globales que puedan ser los condicionantes externos, el nivel o estadio de conciencia no está exclusivamente determinado por ellos sino -como luego veremos más detenidamente- por factores interiores.

Así es como llegamos a la última dimensión, la de la conciencia individual, y a los factores que posibilitan la transformación personal (puesto que los otros requisitos ya se hallan más o menos a punto). Y es en este ámbito donde creo que debemos resaltar cuatro factores que, en mi opinión, son especialmente importantes: el logro, la disonancia, la visión y la apertura.

Con el término logro me refiero al hecho de que el individuo tiene que haber satisfecho las exigencias básicas de un determinado estadio u ola, que haya consolidado ya una competencia básica en cualquiera de las líneas del desarrollo propias de ese nivel. Y con ello no quiero decir que la persona tenga que dominar a la perfección un determinado nivel o estadio, sino simplemente que debe funcionar de un modo lo suficientemente adecuado como para poder dar un paso hacia adelante. En el caso de que la persona no dé ese paso, experimenta un estancamiento evolutivo que torna improbable el salto. Desde una perspectiva más subjetiva, podríamos decir que, para que el individuo esté en condiciones de dar un paso hacia adelante, debe haber degustado antes lo suficientemente el estadio en que se halla como para haberse hartado de él o, lo que es lo mismo, que quien todavía tenga hambre del alimento propio de un determinado, estadio estará en condiciones de buscarlo en otra parte.

Quien, por el contrario, haya degustado lo suficiente un determinado estadio como para haberse hartado de él, estará en condiciones de aventurarse a sufrir una transformación. Pero, para que ello ocurra, debe experimentar algún tipo de disonancia. Es como si la nueva ola estuviera luchando por emerger al tiempo que la vieja se esforzase en permanecer y el individuo experimentara, en consecuencia, la tensión de esos dos impulsos como una disonancia que lo empujase en direcciones diferentes. Así pues, la insatisfacción profunda, la desazón o incluso el hartazgo con el nivel presente genera una insidiosa y conflictiva disonancia. (Digamos de paso en este sentido que una de las razones por las que escribí Boomeritis fue la de generar algún tipo de disonancia en el meme verde que, por cierto, ha acabado indisponiéndome con ellos.)

En cualquier caso, uno debe estar en condiciones de renunciar -o de morir- al nivel presente. Tal vez uno haya tropezado con sus limitaciones y contradicciones intrínsecas (como diría Hegel), haya comenzado a desidentificarse de él (como diría Assagioli) o quizás simplemente se haya cansado de permanecer en la misma situación. Llegados a este punto, para que el individuo pueda dar un paso hacia delante es necesaria algún tipo de visión de la situación como, por ejemplo, la comprensión de lo que uno quiere y de lo que la realidad realmente ofrece. Así pues, la afirmación, la volición y la intención de cambiar pueden ser elementos fundamentales de la visión de la situación que alienten el proceso de desarrollo de la conciencia. Esta visión, además, puede verse estimulada por la introspección, por las conversaciones con los amigos, por la terapia, por la meditación -o incluso, más frecuentemente de lo que creemos-, por el simple hecho de vivir.

Cuando todos esos factores, finalmente, están a punto, se toma posible la apertura a la siguiente ola más profunda, más elevada, más amplia y más abarcadora del desarrollo de la conciencia.

Los factores, pues, que favorecen el "salto cuántico" a la siguiente ola integral -que el individuo se haya hartado del meme verde hasta el punto de estar dispuesto a abandonarlo, que experimente algún tipo de disonancia con el estado presente, que esté buscando algo más profundo, más amplio y más significativopueden resumirse en dos puntos fundamentales: una visión integral y una práctica integral.

La primera de ellas nos proporciona una cierta comprensión y, en este sentido, nos ayuda a superar la disonancia y a aventurarnos a experimentar una apertura más amplia y más profunda. La práctica integral, por su parte, consolida más concretamente todos esos factores para que no terminen convirtiéndose en meras ideas abstractas y nociones vagas.

Debo señalar aquí que, en la medida en que la conciencia comienza a asentarse en el pensamiento de segundo grado, aparece la posibilidad de una auténtica TOE o, en el peor de los casos, se convierte en algo sumamente interesante porque suele expresarse en los términos holísticos propios de la conciencia de segundo grado.

En los próximos capítulos esbozaré mi propia versión de una visión integral (de una TOE) y también exploraré su utilidad en una serie de ámbitos que van desde la medicina integral hasta los negocios integrales, la política integral y la espiritualidad integral. (Con ello no pretendo decir que se trate de la única visión integral posible ni tampoco de que sea la mejor. Lo único que afirmo, por el contrario, es que es la mejor que yo conozco.) Comenzaremos, pues, considerando esta visión integral y luego echaremos un vistazo al aspecto que podría asumir una práctica integral para que, quien lo desee, pueda actualizar esta visión integral en su propio caso y aportar un enfoque más comprehensivo a los muchos modos en que podemos tratar de ayudar a los demás.

Sexo, ecología, espiritualidad

Ésta fue la TOE que traté de esbozar en Sexo, ecología, espiritualidad (SEE). Y puesto que, muy a menudo, se me pregunta por la génesis de ese libro, por los motivos que me llevaron a escribirlo y por las críticas que recibió, permítaseme ahora interrumpir la narrativa teórica y entrar en un relato personal acerca de este punto.

Sexo, ecología, espiritualidad fue el primer libro teórico que escribí durante los casi diez años posteriores a los hechos descritos en Gracia y coraje: Espiritualidad y curación en la vida y en la muerte de Treya Killam Wilber. (Diez días después de que Treya y yo nos casáramos, en 1983, ella fue diagnosticada de cáncer del pecho y, a partir de ese momento, pasamos los cinco años siguientes luchando contra la enfermedad. Finalmente Treya murió en 1989, a la edad de cuarenta y un años. Ella fue quien me pidió que escribiera el relato de nuestra ordalía y Gracia y coraje fue el resultado.)

El libro anterior, Transformations of Consciousness (escrito en colaboración con Jack Engler y Daniel P. Brown) [un libro en el que Wilber participa con tres artículos que fueron recopilados por Editorial Kairós en 1992 con el título de Psicología integral], se publicó en 1984; en 1991 escribí Gracia y coraje y luego me dispuse a escribir un libro de texto de psicología transpersonal que llevaba varios años planeando con el título tentativo de System, Self, and Structure, pero que, por un motivo u otro, nunca terminaba de abordar. Decidido, pues, a terminarlo, me senté y comencé a escribir un libro en dos volúmenes y fue entonces cuando no tardé en darme cuenta de que cuatro de las palabras utilizadas en el primer párrafo (desarrollo, jerarquía, trascendente y universal) no estaban permitidas en el discurso académico. Es innecesario decir que este hecho paralizó mi decisión de escribir System, Self, and Structure, que, de nuevo, se vio desterrado al fondo del cajón de los proyectos. (Recientemente ha salido una versión resumida de ese libro con el título Integral Psycology [que, en castellano, verá la luz en Editorial Alamah, Ciudad de México, 2000 con el título de Una visión integral de la psicología]).

Durante el período de diez años que pasé sin escribir ocurrió un hecho al que no le presté la debida atención y es que el mundo académico, en general, y los estudios culturales, en particular, se vieron invadidos por el postmodernismo radical y por el meme verde, hasta el punto de que las universidades y las instituciones alternativas se hallaban tan infectadas de postmodernismo que el único discurso aceptable era el de lo políticamente correcto. Desde esa perspectiva, la única visión aceptable del mundo era el relativismo pluralista, una visión según la cual toda verdad está culturalmente determinada (excepto la suya propia, que curiosamente es universalmente aplicable a todas las culturas), no hay verdades trascendentales (excepto las suyas, claro está, que trascienden todo contexto concreto), se desdeña como opresiva y marginadora a toda jerarquía o clasificación jerárquica de valor (excepto, obviamente, la suya, que es superior a todas las alternativas) y no hay verdades universales (excepto su propio pluralismo que resulta universalmente aplicable a todos los seres humanos).

Los inconvenientes del ala radical del postmodemismo y del relativismo pluralista son hoy en día muy conocidos, pero en la época en que estaba tratando de escribir System, Self, and Structure eran tan religiosamente abrazados como si se tratara de la Biblia y, consecuentemente, se anatematizaban los estudios evolutivos y trascendentales. Por ello me sentía como un salmón que tiene que esforzarse en nadar contracorriente río arriba para poder desovar, de modo que no tardé en dejar de lado System, Self, and Structure y comencé a buscar horizontes menos espinosos.

Pero mientras estaba buscando el mejor modo de proceder en un entorno intelectual que parecía disfrutar con deconstruir todo aquello que se cruzaba en su camino, una cosa me quedó clara: debía dar un paso atrás y comenzar desde el principio, tratando de elaborar un vocabulario más adaptado a una filosofía constructivista. Más allá del relativismo pluralista se halla el integralismo universal y, en consecuencia, me apresté a esbozar una filosofía del integralismo universal.

O, dicho de otro modo, busqué un filosofía global o integral que sirviera para interrelacionar de un modo plausible los múltiples contextos pluralistas de la ciencia, la moral y la estética, de la filosofía (tanto oriental como occidental) y de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero. Pero no al nivel de los detalles, lo cual es imposible, sino en tanto que generalizaciones orientadoras y que sirviera para evidenciar que el mundo no se halla realmente dividido, sino que es uno, una especie de filosofía holística (una TOE) para un Kosmos holístico.

Tres años después había escrito Sexo, ecología, espiritualidad. Durante ese período viví como un ermitaño hasta el punto de que no me habré relacionado con más de cuatro personas (mi amigo Roger Walsh venía una vez al año para asegurarse de que todavía seguía vivo). Era como si hubiera emprendido un retiro típico en silencio de tres años (un período descrito en la entrada del 12 de junio de Diario).

La parte más dura de ese libro tenía que ver con las jerarquías. Es evidente que las jerarquías de dominio son deplorables y que los ordenamientos jerárquicos sociales opresivos resultan dañinos. Afortunadamente, el postmodernismo nos ha tornado más sensibles a todas esas injusticias. Pero hay que decir que, hasta los críticos antijerárquicos tienen sus propias jerarquías (ordenamientos jerárquicos de valor), que, por ejemplo, valoran más el pluralismo que el absolutismo. Hasta los ecofilósofos -que aborrecen de toda jerarquía que ubique al ser humano en la cúspide de la escala evolutiva- disponen de su propia jerarquía, una jerarquía según la cual los elementos subatómicos forman parte de los átomos, que a su vez forman parte de las moléculas, que a su vez forman parte de las células, que a su vez forman parte de los organismos, que a su vez forma parte de los ecosistemas, que a su vez forman parte de la biosfera. Así pues, ellos valoran la biosfera por encima de los organismos particulares (como el ser humano, por ejemplo) y se quejan de que el hombre esté esquilmando la biosfera en aras de sus propios intereses egoístas. Esto es lo que afirma su peculiar sistema de valores.

Y lo mismo ocurre con las feministas, que también sostienen sus propias jerarquías (según las cuales, por ejemplo, las sociedades participativas son mejores que las sociedades de poder; la vinculación [linking] es mejor que el ordenamiento [ranking] y la liberación es mejor que la opresión); los teóricos sistémicos tienen centenares de jerarquías (ya que la mayoría de los sistemas naturales se hallan dispuestos jerárquicamente), los biólogos, los lingüistas y los psicólogos evolutivos tienen sus propias jerarquías (y hasta los memes que no reconocen jerarquías como el beige o el púrpura también tienen sus propias estructuras jerárquicas). De este modo, y aunque explícitamente afirmen lo contrario, todo el mundo parece tener algún tipo de jerarquía. El problema es que ninguna de esas jerarquías parece cuadrar con las demás, ninguna de ellas parece estar de acuerdo con las otras. Ése fue el problema básico que me mantuvo encerrado en casa durante tres años.

Llegó un momento en que tenía el suelo empapelado de folios tratando de ver el mejor modo de encajar casi doscientas jerarquías diferentes. Por una parte estaban las jerarquías de las "ciencias naturales", que son las más sencillas, puesto que todo el mundo parece estar de acuerdo al respecto: desde los átomos hasta las moléculas, las células y los organismos, por ejemplo. Se trata de jerarquías muy fáciles de entender, porque son muy gráficas y hasta pueden verse directamente utilizando un microscopio: los organismos contienen células, que a su vez contienen moléculas, que a su vez contienen átomos. Además, ésa es una jerarquía inclusiva en la que las células abrazan o envuelven literalmente a las moléculas.

Otro tipo de jerarquías fueron las descubiertas por los psicólogos evolutivos, versiones diferentes todas ellas de la jerarquía cognitiva, que va desde lo preconvencional a lo convencional y lo postconvencional o, visto más detenidamente, de la jerarquía que va desde la sensación hasta la percepción, el impulso, la imagen, el símbolo, el concepto, la regla, etc. Los nombres variaban y los esquemas eran levemente diferentes, pero la sucesión jerárquica era siempre la misma, puesto que cada estadio sucesivo incorporaba a sus predecesores y le agregaba alguna capacidad nueva. Se trataba de algo muy similar a las jerarquías de las ciencias naturales, exceptuando tal vez el hecho de que todavía no se acomodaban de un modo evidente. Además, uno puede ver organismos y células en el mundo empírico, pero no puede ver del mismo modo los estados interiores de la conciencia y, en consecuencia, no resultaba evidente el modo en que podían acoplarse todas esas jerarquías.

Y ésas eran las más fáciles. Había jerarquías lingüísticas, jerarquías contextuales y jerarquías espirituales; había estadios del desarrollo de la fonética, de los sistemas estelares, de las visiones culturales del mundo, de los sistemas autopoyéticos, de las modalidades tecnológicas, de las estructuras económicas, del desarrollo filogenético, de las realizaciones supraconscientes… Y todas ellas parecían reacias a reconciliarse.

En su reputado Laws of Form, G. Spencer Brown, dijo que los nuevos conocimientos aparecen simplemente cuando uno no olvida lo que necesita saber, como si bastara con mantener presente el problema y esperar. La historia de los seres humanos constituye el claro testimonio de este hecho. Un individuo tropieza con un problema y se obsesiona con él hasta que acaba resolviéndolo. Y lo más curioso de todo es que, más pronto o más tarde, el problema siempre se resuelve. Tal vez requiera una semana, un mes, un año, una década, un siglo o un milenio, pero el Kosmos siempre acaba proporcionando soluciones. Durante un millón de años, los seres humanos han estado contemplando la Luna con la esperanza de hollarla…

En mi opinión, cualquier persona competente es capaz de tener presentes los problemas que le aquejan hasta encontrar una solución, lo que no todos poseemos es la determinación, la pasión o el grado de obsesión requerido para mantener el problema durante el tiempo necesario o con la suficiente intensidad. Todo ese tiempo estuve obsesionado con este problema concreto y, al finalizar ese período de tres años, las cosas empezaron a aclararse. Entonces me di cuenta de que las distintas jerarquías se referían a cuatro grandes grupos (a los que, como veremos más adelante, terminé llamando los cuatro cuadrantes). Porque las cosas comenzaron a cobrar sentido cuando advertí que algunas de ellas se refieren a individuos, otras a colectividades, otras a realidades exteriores y otras, por último, a realidades interiores.

Los elementos constitutivos de estas jerarquías son los holones, totalidades que, al mismo tiempo, forman parte de otras totalidades. La totalidad átomo, por ejemplo, forma parte de la totalidad molécula; la totalidad molécula forma parte de la totalidad célula; la totalidad célula forma parte de la totalidad organismo. Del mismo modo, la totalidad letra forma parte de la totalidad palabra, que a su vez forma parte de la totalidad frase, que a su vez forma parte de la totalidad párrafo, etc. Así pues, la realidad no está compuesta de totalidades ni de partes, sino de totalidades/parte u holones. En cualquier dominio que la consideremos, la realidad está básicamente compuesta de holones.

Ése es también el motivo por el cual, como señaló Arthur Koestler, una jerarquía de desarrollo es, en realidad, una holoarquía, puesto que está compuesta de holones (como la que va de los átomos a las moléculas, las células y los organismos y a las que también me refiero con los nombres de jerarquía anidada o jerarquía de actualización. Y debo decir que las holoarquías constituyen el espinazo central del holismo, puesto que convierten a los montones en totalidades, que forman parte de otras totalidades, y así hasta el infinito). El Kosmos, pues, está compuesto por una serie de nidos que se hallan dentro de nidos, que a su vez se hallan dentro de otros nidos, expresando así un abrazo cada vez más holístico. Miremos donde miremos no veremos más que holoarquías de holones, por ello todas tienen su propio valor holoárquico y todas, en última instancia, se hallan interrelacionadas y ajustan perfectamente.

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