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Una teoría de todo, de Ken Wilber (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

El universo está compuesto de holones, todo el camino de ascenso y todo el camino de descenso. Ésos son los tópicos sobre los que comencé a escribir en Sexo, ecología, espiritualidad, un libro dividido en dos partes (tres, en realidad, si contamos las notas finales, que constituyen un libro separado en sí mismo). La primera parte describe al Kosmos holónico de nidos que se hallan indefinidamente dentro de otros nidos, y la visión del mundo propia del integralismo universal. La segunda parte trata de explicar por qué este Kosmos holístico se ignora o niega con tanta frecuencia. ¿Por qué, si el universo constituye, en realidad, una pauta de pautas y procesos mutuamente interrelacionados -holoarquías de holones- tan pocas disciplinas lo reconocen? Si el Kosmos no es holístico, integral y holónico, sino un asunto fragmentado y confuso, sin contextos, vinculaciones, uniones o comuniones entre las distintas partes, el mundo se nos presentará como el amasijo confuso del que nos hablan las distintas disciplinas. Pero si el mundo es holístico y holónico, ¿por qué no hay más personas que lo vean así? ¿Y por qué tantas disciplinas académicas lo niegan activamente? Si el mundo es total, ¿por qué tantas personas lo consideran fragmentado? Y ¿por qué, en última instancia, el mundo está roto, fragmentado, alienado y dividido?

La segunda parte del libro, pues, se ocupa de investigar lo que nos impide ver este Kosmos holístico y se centra en lo que yo denomino mundo chato, el fracaso en advertir la espiral completa del desarrollo, la totalidad del espectro de la conciencia, una enfermedad cuyo antídoto es precisamente la visión integral que Sexo, ecología, espiritualidad trata de proporcionar.

Una vez que el libro fue concebido, el proceso de escritura discurrió bastante rápidamente y acabó publicándose en 1995. Las críticas fueron desde muy positivas («Junto a La vida divina, de Aurobindo, Ser y tiempo, de Heidegger y Process and Reality, de Whitehead, Sexo, ecología, espiritualidad, de Wilber, es uno de los cuatro grandes libros de este siglo»)' hasta el desconcierto, la confusión y el enojo («Éste es uno de los libros más irritantes del año, un libro pomposo y engreído»). En cualquier caso, la reacción más común que provocó la lectura Sexo, ecología, espiritualidad fue la alegría. Después de su publicación me vi literalmente inundado de cartas escritas por lectores que hablaban acerca de la influencia liberadora que había tenido Sexo, ecología, espiritualidad en su visión del mundo, en su visión de la realidad y hasta en su misma conciencia. Sexo, ecología, espiritualidad es, después de todo, una historia de las hazañas de nuestro Yo esencial y muchos lectores se alegraron de que se lo recordara. Las mujeres me perdonaron cualquier aroma de patriarcado y no faltaron los hombres que me dijeron que habían llorado al leer el último capítulo. Con excepción de Gracia y coraje, nunca he recibido cartas tan cordiales y conmovedoras como las que recibí a propósito de Sexo, ecología, espiritualidad, cartas que me hicieron concluir que los tres difíciles años invertidos en él habían merecido la pena.

Cierto crítico dijo que Sexo, ecología, espiritualidad «honra e incorpora más verdad que cualquier otro abordaje de la historia». Obviamente, me gustaría creer que eso es cierto, pero también sé que cada nuevo día nos trae nuevas verdades, nos abre a nuevos horizontes y requiere de visiones todavía más abarcadoras. Sexo, ecología, espiritualidad es simplemente el último de una larga serie de abordajes holísticos y, con toda seguridad, se verá reemplazado por un mañana todavía más inclusivo en el que no será más que una nota a pie de página de abordajes mucho más globales.

Entretanto, sin embargo, creo que Sexo, ecología, espiritualidad (y los libros posteriores que han ido encarnándolo)' puede servir como una útil visión integral. Breve historia de todas las cosas es una versión popular de Sexo, ecología, espiritualidad y los lectores interesados podrían comenzar por él. Obviamente, no es necesario que el lector esté de acuerdo con todo lo que ahí se dice y es muy probable, además, que cada cual pueda mejorarlo en aquellas regiones en que se halle más especializado, lo cual me parecería muy bien. Esta es simplemente una versión de una visión integral -un esbozo de una TOE- que sólo resulta útil en la medida en que ayude a que cada cual cobre conciencia de sus propias posibilidades integrales. ¿Echamos un vistazo?

Un enfoque espectral global

Comenzaremos esbozando un mapa integral de las posibilidades humanas. En las siguientes tres secciones ofreceremos una visión global de este modelo integral tal y como aparece en los seres humanos. Se trata de una visión un tanto abstracta, pero el lector al que no le agrade este tipo de exposición no debe preocuparse, porque en los capítulos 5 y 6 veremos muchos ejemplos concretos en el campo de la medicina, la educación, los negocios, la política, etc. Entretanto, sin embargo, familiaricémonos con las ideas generales que resumiremos de un modo simple en una serie de diagramas.

Puesto que ya hemos usado la Spiral Dynamics como un ejemplo de algunos de los niveles u olas del desarrollo de la conciencia, podemos seguir utilizando ese modelo y luego conectarlo, como muestra la figura 3.1, con una concepción omninivel y omnicuadrante.5

Convendría señalar ahora varios puntos con respecto a la figura 3.1. Los cuatro cuadrantes -que explicaremos más detenidamente en los siguientes capítulos- simplemente se refieren a las cuatro dimensiones más importantes del Kosmos, es decir, el interior y el exterior del individuo y de la colectividad. Si observamos la figura 4.4 advertiremos algunos ejemplos concretos de algunos de los holones propios de cada uno de los cuadrantes. La figura 3.1 se refiere específicamente al holón humano. En esta sección nos centraremos en el cuadrante superior-izquierdo tal y como aparece en los seres humanos (en la conciencia individual) y en la próxima prestaremos atención a los otros tres cuadrantes.

El cuadrante superior-izquierdo (que representa el interior del individuo y que, en la figura 3.1, sólo incluye una línea y ocho niveles) se refiere, en realidad, a un espectro completo de los niveles u olas del desarrollo (que van desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu o, dicho de otro modo, desde lo arcaico a la magia, el mito, lo racional, lo integral y lo transpersonal, pero no a modo de escalones dispuestos de un modo rígido, sino de olas que se solapan unas a otras); muchas corrientes diferentes o líneas del desarrollo (los distintos módulos, dimensiones o áreas del desarrollo, entre los que cabe destacar el desarrollo cognitivo, el desarrollo moral, el desarrollo afectivo, el desarrollo lingüístico, el desarrollo kinestésico, el desarrollo somático, el desarrollo interpersonal, etc.); diferentes estados de conciencia (que incluyen la vigilia, el sueño, el sueño sin sueños y los estados alterados, no-ordinarios y meditativos), y diferentes tipos de conciencia o posibles orientaciones dentro de cada nivel (lo que incluye, entre otras cosas, los diferentes tipos de personalidad y estilos de género), todo lo cual se explicará en la siguiente sección proporcionando una visión integral holodinámica y ricamente texturada de la conciencia.

Centrémonos, por el momento, en las olas, corrientes y tipos. Las olas son los "niveles" del desarrollo concebidos de un modo fluido e interrelacionado, que es como lo consideran hoy en día la mayor parte de los evolucionistas. La figura 3.1 nos habla de ocho niveles del desarrollo, pero como luego veremos creo que existen, al menos, cuatro olas superiores transpersonales o espirituales (psíquica, sutil, causal y no-dual). Obviamente, ninguna de ellas constituye una plataforma rígida o lineal, a modo de ladrillos apilados uno sobre otro, sino más bien modalidades promedio y fluidas de la conciencia.

Centrémonos ahora, por un momento, en las olas, corrientes y tipos. Las olas son los "niveles" del desarrollo concebidos de un modo fluido e interrelacionado, que es el modo en que hoy en día lo consideran la mayor parte de los psicólogos evolutivos. La figura 3.1 nos habla de ocho niveles del desarrollo, pero como veremos creo que existen, al menos, cuatro olas superiores, transpersonales o espirituales (psíquica, sutil, causal y no-dual). Obviamente, no hay que considerar ninguna de estas olas como escalones rígidos o lineales a modo de ladrillos colocados uno sobre otro, sino más bien como modalidades promedio de la conciencia.

Figura 3.1. Algunos ejemplos de los cuatro cuadrantes en los seres humanos.

A través de estos niveles u olas del desarrollo discurren muchas líneas o corrientes diferentes del desarrollo. Disponemos de la suficiente evidencia para afirmar que estas líneas, corrientes o módulos diferentes incluyen la cognición, la moral, la identidad, la psicosexualidad, las ideas acerca de lo bueno, la asunción de roles, la capacidad socioemocional, la creatividad, el altruismo,

varias líneas que pueden denominarse "espirituales" (como el respeto, la apertura, la preocupación, la fe religiosa o los estadios meditativos, por ejemplo), la competencia comunicativa, las modalidades espaciales y temporales, el afecto/emoción, las amenazas de muerte, las necesidades, las visiones del mundo, la competencia matemática, las habilidades musicales, la kinestesia, la identidad de género, los mecanismos de defensa, la capacidad interpersonal y la empatía.'

Uno de los ítems más reveladores acerca de estos módulos o corrientes múltiples es que la mayor parte de ellos se desarrollan de un modo relativamente independiente. La investigación todavía no dispone de los detalles suficientes acerca de estas relaciones; algunas líneas son necesarias pero no suficientes para el desarrollo de otras, mientras que otras, por el contrario, discurren estrechamente unidas. Hablando en términos generales, no obstante, muchas de las corrientes se desarrollan a su propio ritmo y siguiendo su propia dinámica. En este sentido, por ejemplo, una persona puede hallarse en un nivel relativamente elevado del desarrollo de algunas corrientes, en un nivel intermedio en otras y en un nivel francamente bajo en unas terceras. Dicho de otro modo, el desarrollo global puede ser completamente desigual.

Esto es lo que he indicado de un modo muy simplificado en la figura 3.2, en la que los niveles de desarrollo (o los niveles de conciencia) se hallan representados en el eje vertical con los memes de la Spiral Dynamics de Graves.' He añadido tres de las que considero que son las olas transpersonales más elevadas (psíquica, sutil y causal), que veremos más adelante.' También he ubicado en la izquierda los términos cristianos habituales propios del espectro completo de la izquierda (materia, cuerpo, mente, alma y espíritu), mostrando de este modo sus correlaciones generales.

A través de esos niveles generales u olas discurren varias líneas o corrientes diferentes del desarrollo, de las que, a modo de ejemplo, he seleccionado sólo cinco (kinestésica, cognitiva, moral, emocional y espiritual), pero queda ya patente la posibilidad de un desarrollo desigual (como suele corroborar la investigación empírica).

Figura 3.2. Olas), corrientes.

Y puesto que las olas del desarrollo son, en realidad, una holoarquía, esta situación puede también representarse como he hecho en la figura 3.3, donde he utilizado simplemente cuatro grandes olas (cuerpo, mente, alma y espíritu) cada una de las cuales trasciende, a la vez que incluye, a sus predecesoras en un abrazo integral cada vez mayor (una auténtica holoarquía de nidos que se hallan dentro de otros nidos, que a su vez se hallan dentro de otros nidos). Así pues, dado que la mayor parte de las líneas del desarrollo no discurren de un modo lineal sino, por el contrario, de una manera fluida y espiralada, el modo más adecuado de representarlo es el de la Figura 3.4. En cualquier caso, todas estas figuras muestran la naturaleza dispar y no lineal del desarrollo.

Este modelo arroja una considerable luz sobre el hecho de que algunos individuos -entre los que se hallan los maestros espirituales- pueden hallarse muy evolucionados en determinados aspectos (como la conciencia meditativa o la lucidez cognitiva) y

Figura 3.3. La holoarquía del desarrollo.

evidenciar, no obstante, un desarrollo muy limitado (o incluso alguna que otra patología) en otras corrientes (como la interpersonal o la psicosexual, pongamos por caso).

Y lo mismo puede ocurrir con las tradiciones espirituales -desde el chamanismo hasta el budismo, el cristianismo y las religiones indígenas-, que pueden hallarse muy avanzadas en ciertos módulos, pero muy atrasadas en otros e incluso mostrarse francamente patológicas en unas terceras. En consecuencia, una práctica transformadora más integral debería tener en cuenta un enfoque omninivel y omnicuadrante más equilibrado (véase más adelante).

Véase la figura 3.5 en lo que respecta a los tipos, que se hallan ilustrados, en este caso, por el eneagrama. Lo que he hecho aquí ha

Figura 3.4 Corrientes .y olas espirales.

sido tomar un solo módulo o corriente del desarrollo (cualquiera, desde la moral, hasta la cognición, los mecanismos de defensa, etc.) y enumerar ocho niveles u olas del desarrollo a través de las que suele desplegarse esta corriente concreta (usando la Spiral Dynamics como un ejemplo de las olas). En cada uno de los niveles he dibujado el eneagrama como ejemplo de lo que podríamos denominar una tipología horizontal o una tipología de los tipos de personalidad que pueden presentarse en casi cualquiera de los niveles verticales del desarrollo. El hecho es que una persona puede ser un tipo concreto (usando la tipología junguiana, la de Myers-Briggs, el eneagrama, etc.) en casi cualquiera de los niveles. Así pues, si una persona es, pongamos por caso, un tipo 5 del eneagrama, cuando se desarrolla, podría ser púrpura 5, rojo 5,

Figura 3.5. Niveles y tipos.

azul 5, etc. (aunque de nuevo debo señalar que esto no tiene lugar de forma rígidamente lineal sino, por el contrario, de un modo sumamente fluido).

Son muchas las feministas para las cuales las orientaciones masculina y femenina también constituyen un tipo. La idea, fundamentalmente basada en la obra de Carol Gilligan y Deborah Tannen, es que la orientación masculina típica, más asentada en el derecho y la justicia, tiende a ser más individualista, autónoma, abstracta e independiente, mientras que la orientación femenina, por su parte, basada en el respeto y la responsabilidad, tiende a ser más permeable, relacional y emocional. Recordemos que Gilligan está de acuerdo en que tanto las mujeres como los hombres atraviesan tres (o cuatro) estadios jerárquicos del desarrollo: preconvencional, convencional, postconvencional (e integrado).

La razón por la que tantas personas, especialmente las feministas, siguen creyendo erróneamente que Gilligan negó la existencia de una jerarquía femenina del desarrollo se basa en el hecho de que Gilligan descubrió que los juicios emitidos por los hombres tienden a basarse en el pensamiento jerárquico u ordenador, mientras que las mujeres, por su parte, suelen hacer lo mismo basándose en el pensamiento relacional o vinculador (centrándose así, respectivamente, en lo que yo denomino individualidad y relación). Pero lo que muchas personas olvidan es que Gilligan también dijo que la orientación femenina atraviesa tres (o cuatro) estadios jerárquicos, desde el egoísmo hasta el respeto, el respeto universal y el integrado. Muchas feministas, pues, han confundido la idea de que las mujeres tienden a no pensar jerárquicamente con la idea de que su desarrollo no procede de un modo jerárquico, porque, según la misma Gilligan, lo primero es cierto, pero lo último es falso.` (Y, en mi opinión, el hecho de que Gilligan haya sido tan mal interpretada a este respecto se debe a que el meme verde niega todo tipo de jerarquías y, en consecuencia, no puede siquiera percibir literalmente su mensaje con exactitud.)

En el capítulo 8 de El ojo del Espíritu (un capítulo titulado «El feminismo integral») resumí esta investigación diciendo que los hombres y las mujeres atraviesan las mismas olas generales del desarrollo, pero que los hombres tienden a hacerlo subrayando la individualidad, mientras que las mujeres, por su parte, centran más su atención en la relación.''

Esta visión del desarrollo del género nos permite servimos de las muchas contribuciones de los estudios acerca del desarrollo, pero también las complementa con una mejor comprensión del motivo por el cual las mujeres atraviesan las grandes olas de la existencia "con una voz diferente". En el pasado, no era raro encontrar investigadores psicológicos ortodoxos que describían a las mujeres como "hombres" deficientes (afirmando, por ejemplo, que las mujeres "carecen" de lógica, racionalidad o sentido de la justicia, e incluso los hubo que llegaron a definirlas por "la envidia del pene" o, lo que es lo mismo, deseando aquello de lo que carecen). Hoy en día, por el contrario, no es extraño descubrir, sobre todo entre las feministas, el prejuicio opuesto, según el cual los hombres son "mujeres deficientes" (es decir, que "carecen" de sensibilidad, respeto, capacidad de relación, encarnación, etc.).

Como se ve, en todas partes cuecen habas, de modo que un abordaje más integral podría permitimos rastrear el desarrollo a través de las grandes olas y corrientes de la existencia, pero también reconocer que unos y otras pueden navegar por el Gran Río de la Vida utilizando, en cada caso, un estilo, un tipo o "una voz diferente". Y ello significa que podemos reconocer las olas principales de la existencia -que, de hecho, son genéricamente neutras- sin negar, no obstante, la validez de ambas modalidades.`

Recordemos, finalmente, que cualquier persona ubicada en cualquier estadio del desarrollo puede tener un estado alterado o una experiencia cumbre -incluyendo las llamadas experiencias espirituales- que tengan un efecto profundo en su conciencia y en su desarrollo. Es incorrecta, pues, la idea de que el acceso a las experiencias espirituales sólo puede tener lugar desde los estadios más elevados del desarrollo. Pero hay que advertir, no obstante, que para que los estados alterados terminen convirtiéndose en rasgos (o estructuras) permanentes deben entrar en la corriente del desarrollo permanente."

El hecho es que, aun cuando sólo tengamos en cuenta el cuadrante superior-izquierdo, es posible disponer de un mapa más integral de la conciencia, un mapa que incluya olas, corrientes, estados y tipos, ingredientes importantes, todos ellos, del extraordinario espectro del desarrollo de la conciencia.

Omnicuadrante

Pero la conciencia individual o subjetiva no existe en el vacío -ningún sujeto es una isla- y, en este mismo sentido, la conciencia individual está inextricablemente unida al organismo y al cerebro objetivo (cuadrante superior-derecho), a la naturaleza, al sistema social y al medio ambiente (cuadrante inferior-derecho) y a los contextos culturales, los valores y las visiones colectivas del mundo (cuadrante inferior-izquierdo). Y, una vez más, cada uno de estos cuadrantes experimenta un proceso de desarrollo que discurre a través de numerosas olas, corrientes y tipos (de los cuales la figura 3.1 sólo recoge unos pocos). En libros como Breve historia de todas las cosas, El ojo del Espíritu y Una visión integral de la psicología, he dado una amplia variedad de ejemplos procedentes de cada cuadrante relacionados con el arte y la interpretación literaria, el feminismo y los estudios del género, la antropología, la filosofía, la psicología y la religión. Veamos ahora rápidamente unos pocos ejemplos.

El cuadrante superior-derecho nos proporciona una visión objetiva, empírica y "científica" de lo individual, lo cual incluye los estados corporales orgánicos, la bioquímica, los factores neurobiológicos, los neurotransmisores, las estructuras orgánicas del cerebro (el tallo cerebral, el sistema límbico, el neocórtex) etc. Pensemos lo que pensemos en torno a la relación existente entre la mente y la conciencia (cuadrante superior-izquierdo) y entre el cerebro y el cuerpo (cuadrante superior-derecho), lo cierto es que se trata de dos ámbitos que se hallan indisolublemente unidos. Así pues, cualquier modelo omninivel y omnicuadrante debería incluir las importantes correlaciones existentes entre los estados, las olas, las corrientes y los tipos de conciencia (cuadrante superior-izquierdo) y los estados cerebrales, los sustratos orgánicos, los neurotransmisores, etc. (cuadrante superior-derecho).

Hoy en día está llevándose a cabo una ingente investigación en tomo a los estados orgánicos del cerebro y su relación con la conciencia. Lamentablemente, sin embargo, la mayor parte de los investigadores ortodoxos tiende a reducir la conciencia a mecanismos cerebrales y a caer así en un reduccionismo que resulta devastador para la conciencia, ya que reduce las experiencias del "yo" a los sistemas del "ello" y llega incluso a negar la realidad fenoménica de todos los dominios internos. Pero esta reducción tan nefasta del cuadrante superior-izquierdo al cuadrante superior-derecho puede ser evitada si asumimos un enfoque omninivel y omnicuadrante que se niegue a reducir injustificadamente cualquier nivel, línea o cuadrante a cualquier otro.'

El cuadrante inferior-izquierdo incluye todas aquellas pautas de la conciencia que son compartidas por quienes se hallan "inmersos" en el seno de una cultura o subcultura particular. Para que usted y yo nos comprendamos -para que exista siquiera la menor posibilidad de comunicación– necesitamos, cuanto menos, compartir cierta semántica lingüística, numerosas percepciones, tener visiones relativamente parecidas del mundo, etc. Y a estos valores, percepciones, significados, hábitats semánticos, prácticas culturales, ética, etc., compartidos es, precisamente, a lo que me refiero con el término cultura o pautas intersubjetivas de la conciencia.

Todas estas percepciones culturales que se mueven en el espacio intersubjetivo de la conciencia tienen correlatos objetivos que pueden ser registrados de un modo empírico en tanto que estructuras e instituciones físicas, lo cual incluye las modalidades tecnoeconómicas (recolectora, hortícola, marítima, agraria, industrial, informática), los estilos arquitectónicos, las estructuras geopolíticas, las formas de transmisión de la información (como las señales vocales, los ideogramas, la imprenta, las telecomunicaciones, el microchip), las estructuras sociales (los clanes de supervivencia, las tribus étnicas, los ordenamientos feudales, las naciones antiguas, las agrupaciones de estados, las comunidades de valor, etc.) y las realidades interobjetivas, a todas las cuales me refiero, en general, con el término sistema social (cuadrante inferior-derecho).

La figura 3.6 ilustra el hecho de que, a lo largo de la historia, los diferentes teóricos han solido centrar su atención en un solo cuadrante excluyendo a todos los demás. En este sentido, los "caminos de la mano derecha" tienden a ocuparse de los cuadrantes exteriores cuyos ítems pueden percibirse con los sentidos o con sus extensiones. Así, los teóricos e investigadores del cuadrante superior-derecho se han centrado en el exterior del individuo, como el conductismo, el empirismo, la física, la biología, las ciencias cognitivas, la neurología, la fisiología cerebral, etc. (Aunque el cerebro se halle en el interior del organismo, se in

Figura 3.6. Algunos de los teóricos representativos de los cuatro cuadrantes.

vestiga de un modo objetivo, externo y científico y, en ese sentido, se halla en el cuadrante superior-derecho, que es en lo que habitualmente pensamos cuando hablamos de ciencias duras.)

Los teóricos del cuadrante inferior-derecho, por su parte, se ocupan del exterior de lo colectivo, las ciencias sistémicas, la teoría sistémica, la red ecológica de la vida, las teorías del caos y de la complejidad, las estructuras tecnoeconómicas, las redes medioambientales y los sistemas sociales. Los dos cuadrantes de la mano derecha se expresan en el lenguaje objetivo en tercera persona del "ello", y es precisamente por ese motivo que suelen ser calificados como "científicos" (el cuadrante superior-derecho corresponde a las ciencias individuales, mientras que el cuadrante inferior-derecho tiene que ver con las ciencias sistémicas).'S

Todos los "caminos de la mano izquierda" se centran en los cuadrantes interiores. Así, los teóricos e investigadores del cuadrante superior-izquierdo investigan la conciencia interior tal y como aparece en los individuos, lo cual ha dado origen al psicoanálisis, la fenomenología, la psicología introspectiva y los estados meditativos (desde Freud hasta Jung, Piaget y Buda). Y estas realidades fenoménicas no se expresan en el lenguaje del "ello" (en tercera persona), sino en el lenguaje del "yo" (en primera persona).

Los teóricos del cuadrante inferior-izquierdo investigan el interior de lo colectivo, los valores, las percepciones, las visiones del mundo y los sustratos y contextos compartidos que no se expresan tanto en el lenguaje del "yo" como en el lenguaje del "nosotros". Estos teóricos incluyen los estudios culturales hermenéuticos, interpretativos y fenomenológicos (como, por ejemplo,

Thomas Kuhn y Jean Gebser). Los efectos profundos de los sustratos culturales en los otros cuadrantes han sido subrayados

aunque de un modo, en mi opinión, exagerado- por varios importantes autores postmodernos (como Nietzsche, Heidegger, Foucault y Derrida).

Como veremos en las páginas siguientes, el enfoque integral que estoy recomendando -y al que me refiero como omninivel y omnicuadrante- es lo suficientemente amplio como para incluir.

sin reducirlas a otras, todas las irreductibles realidades de todos los cuadrantes, es decir, todas las olas, corrientes, estados, reinos y tipos de las que hablan los investigadores más reputados. Hay que decir, además, que las realidades de los cuatro cuadrantes interactúan entre sí, es decir, "tetrainteractúan" y "tetraevolucionan" y que cualquier abordaje integral debería ser lo suficientemente sensible como para advertir las pautas ricamente texturadas de todas esas interacciones.

En ciertas ocasiones simplifico todavía más este modelo denominándolo «enfoque 1-2-3» al Kosmos, refiriéndome, en tal caso, a las realidades propias de la primera persona, de la segunda persona y de la tercera persona. Como ya he apuntado (y como evidencian también las figuras 3.1 y 3.6), el cuadrante superiorizquierdo puede ser expresado en el lenguaje del "yo" (es decir, el relato en primera persona); el cuadrante inferior-izquierdo en el lenguaje del "nosotros" (es decir, el relato en segunda persona), y los dos cuadrantes de la mano derecha -puesto que ambos son pautas objetivas- en el lenguaje del "ello" (es decir, el relato en tercera persona).`

Así es como podemos llegar a simplificar los cuatro cuadrantes hablando del "Gran Tres" (el "yo", el "nosotros" y el "ello"), tres importantes dimensiones que pueden afirmarse de modos muy diferentes, como el arte, la moral y la ciencia; la Belleza, la Bondad y la Verdad, o el ego, la cultura y la naturaleza. El hecho, en cualquier caso, es que cualquier abordaje omninivel y omnicuadrante debería honrar por igual todas las olas de la existencia, desde el cuerpo hasta la mente, el alma y el espíritu en su despliegue simultáneo a través del ego, la cultura y la naturaleza.

Y todavía me refiero de un modo más sencillo a este modelo con el apelativo de "holónico". Recordemos que un holón es una totalidad que forma parte de otra totalidad. De este modo, la totalidad átomo forma parte de la totalidad molécula, la totalidad molécula forma parte de la totalidad célula, la totalidad célula forma parte de la totalidad organismo, etc. La realidad no está compuesta de totalidades ni de partes, sino de totalidades/parte u

holones. Las entidades fundamentales de todos los cuadrantes, niveles y líneas son simplemente holones (véase Sexo, ecología, espiritualidad para una elaboración más completa acerca de este tópico). Como señaló Arthur Koestler, una jerarquía de desarrollo es realmente un holoarquía, puesto que está compuesta de holones (como la que va de los átomos a las moléculas, las células y los organismos). Este es el motivo por el cual la única vía para el holismo es la holoarquía, y también explica por qué quienes niegan las jerarquías no alcanzan el holismo sino que se condenan al "montonismo".

Existe aquí un paralelismo con lo que Beck y Cowan denominan específicamente pensamiento de segundo grado, una modalidad de conciencia que reconoce y opera con "holones". Dicho en sus propias palabras, «el término holón se refiere a aquello que fluye con todo lo demás en los sistemas vivos y el pensamiento de segundo grado vincula partículas, personas, funciones y nodos en redes y niveles estratificados [jerarquías anidadas u holoarquías] y detecta los campos de energía que rodean, infunden y fluyen naturalmente en una "gran imagen" del orden cósmico». Esa "gran imagen" es una TOE y ese orden es holónico…

Un mapa más integral

¿Qué es lo que podríamos decir acerca de un modelo más integral de las posibilidades humanas? Antes de poder abordar las aplicaciones de una visión más integral en el campo de la educación, de la política, de la empresa, de la salud, etc., necesitamos tener alguna idea general sobre lo que estamos aplicando. ¿Qué tipo de mapa podemos utilizar cuando pasamos del relativismo pluralista al integralismo universal? Recordemos que un mapa más integral debería incluir:

  • múltiples niveles u olas de la existencia, mostrándonos así una gran holoarquía que abarque el espectro completo de

la conciencia, desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu (o desde beige hasta púrpura, rojo, azul, naranja… lo sutil lo causal y lo no-dual). Desplazándose a través de esos niveles del desarrollo, existen:

  • muchas corrientes, módulos o líneas diferentes del desarrollo, entre las que cabe destacar la cognitiva, la moral, la espiritual, la estética, la somática, la imaginativa, la interpersonal, etc. (en este sentido, por ejemplo, uno puede ser cognitivamente naranja, emocionalmente púrpura, moralmente azul, etc.). Además, en casi todos los estadios del desarrollo, uno tiene la posibilidad de acceder a:

  • muchos estados diferentes de conciencia, como la vigilia, el sueño, el sueño sin sueños y los estados alterados, no-ordinarios y meditativos (muchos de los cuales pueden presentarse en cualquier nivel de cualquier línea, de modo que, en casi cualquier estadio del desarrollo, uno puede tener acceso a una gran variedad de experiencias religiosas);"

  • muchos tipos diferentes de conciencia, lo cual incluye los tipos del género, los tipos de personalidad (como la tipología eneagramática, la de Myers-Briggs, la junguiana), etc. Estos tipos pueden ocurrir en los distintos niveles, líneas y estados;

  • muchos factores orgánicos y estados cerebrales (propios del cuadrante superior-derecho que hoy en día recibe una gran atención por parte de la psiquiatría, las ciencias cognitivas y la neurobiología, aunque debo destacar que, por más importante que sea, no es más que "una cuarta parte" de la historia);

  • el extraordinario impacto de muchos factores culturales, como la rica textura de las diversas realidades culturales, los contextos que operan a modo de sustrato, las percepciones plurales, la semántica lingüística, etc., ninguno de los cuales debe soslayarse sino que, por el contrario, debe ser incluido e integrado en el amplio marco de una visión aperspectivista-integral. (Por otra parte, "una práctica transformadora au-ténticamente integral" debería también conceder el adecuado peso a las relaciones, la comunidad, la cultura y los factores intersubjetivos, en general, no sólo como un reino de aplicación de la visión espiritual, sino como una herramienta de transformación espiritual);

  • las fuerzas que se derivan del sistema social, en todos los niveles (desde la naturaleza hasta las estructuras humanas, como el fundamento tecnoeconómico y también la importantísima relación que mantienen con los sistemas sociales no humanos, desde Gaia hasta los ecosistemas);

  • aunque no haya hablado de ello en esta simple revisión sumaria, una visión global tampoco debe soslayar la importancia del yo en tanto que navegante del gran Río de la Vida. Desde esta perspectiva, el yo no es tanto una entidad monolítica como una sociedad de yoes que giran en torno a un centro de gravedad que opera a modo de aglutinante de las muchas olas, estados, corrientes y reinos, en una especie de organización unificada cuya interrupción, en cualquiera de los estadios, puede ocasionar un problema patológico. `

Éstos son algunos de los muchos factores que debería incluir cualquier visión realmente holónica del Kosmos, ya que cualquier modelo que no incluya de un modo coherente todos estos ítems no es un modelo integral. La mayor parte de mi obra se ha centrado en presentar al lector las conclusiones de investigadores que operan con las concepciones del segundo grado, tanto de fuentes premodernas, como de fuentes modernas o de fuentes postmodernas, es decir, de investigadores que tienen en cuenta el espectro completo de la conciencia y de sus múltiples olas, corrientes, estados y reinos. En el mejor de los casos, se trataría de presentar una visión omninivel y omnicuadrante que englobase las múltiples modalidades de la totalidad del espectro, una visión que incluyera la mayor cantidad de evidencia posible procedente del mayor número posible de investigadores.

Todo esto, como anteriormente apuntaba, es un tanto seco y abstracto porque nos hemos visto obligados a abarcar un espacio muy amplio en muy pocas páginas. En los siguientes capítulos veremos ejemplos muy concretos de todas estas ideas, con la esperanza de que, de ese modo, las cosas resulten mucho más claras.

Creo que este esfuerzo integrador apunta al problema central de los estudios espirituales e integrales de este cambio de milenio. ¿Permaneceremos estancados en el meme verde, con la consiguiente identificación con sus extraordinarias contribuciones (como la exquisita sensibilidad pluralista, por ejemplo) y sus lamentables patologías (como boomeritis, por ejemplo) o daremos el salto al hiperespacio de la conciencia de segundo grado y, de ese modo, nos abriremos a la posibilidad de seguir evolucionando hacia las olas transpersonales de la autorrealización del espíritu?

Transformar al cartógrafo

Una de las cuestiones con las que estamos tratando, dicho en otros términos, es el modo en que podemos implementar una forma más eficaz de alentar la emergencia de una conciencia auténticamente integral (e incluso transpersonal). Porque para ello no basta, en mi opinión, con una nueva teoría integral, sino que también es necesaria una nueva práctica integral. Aun cuando poseyéramos el mapa integral perfecto del Kosmos, un mapa que fuera inequívocamente exhaustivo y holístico, ese mapa, por sí solo, no transformaría a las personas. No nos basta, pues, con un mapa, sino que también necesitamos herramientas que nos permitan transformar al cartógrafo.

Así, aunque la mayoría de mis libros tratan de ofrecer una visión auténticamente integral, siempre acaban con alguna invitación a una práctica integral, una práctica que ejercite el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu en los ámbitos del yo, la cultura y la naturaleza (una práctica, dicho en otras palabras, "omninivel y omnicuadrante"). Ésta es la invitación que escuchará reiteradamente en las páginas siguientes, junto a sugerencias concretas acerca del modo específico de acometer, si lo desea, una práctica auténticamente integral.

La directriz primordial

En los capítulos 5 y 6 exploraremos las aplicaciones de este modelo holónico en los campos de la educación, la práctica espiritual, la política, los negocios, la salud, etc. Permítasenos, entretanto, volver a nuestro punto principal -el impacto de una visión integral tanto en la modalidad promedio como en la vanguardia del desarrollo de la conciencia- y advirtamos lo siguiente: una de las principales conclusiones de cualquier enfoque omninivel y omnicuadrante es que cada meme -cada nivel de conciencia y cada ola de la existencia- constituye, en su forma saludable, un elemento absolutamente necesario y deseable de la espiral global, del espectro global de la conciencia. No hay que olvidar que, aun en el supuesto de que todas las sociedades de la tierra se hallaran completamente establecidas en el pensamiento de segundo grado, cada niño nacido en ellas todavía debería comenzar su proceso de desarrollo en el nivel 1, en beige, en los instintos y percepciones sensoriomotoras y, a partir de ahí, debería crecer y evolucionar -en su camino hacia lo transpersonal- a través de la magia púrpura, el mito rojo y azul, el racionalismo naranja, la sensibilidad verde y la visión-lógica amarilla y turquesa propias del pensamiento de segundo grado. Así pues, todas esas olas cumplen con funciones esencialmente importantes, todas ellas deben ser asumidas e integradas en las olas subsiguientes y, en consecuencia, no es posible eludir o relajar ninguna de ellas sin graves consecuencias para el yo y para la sociedad. Así pues, la directriz primordial no aspira tanto a sanar un determinado nivel, sino a preservar la salud de la espiral completa del desarrollo.

Moderar nuestras expectativas

La salud del espectro global de la conciencia es superior a la de cualquier nivel particular, lo cual significa que un integralismo auténticamente universal debería ponderar con sumo cuidado su impacto real. Yo creo que las revoluciones reales que afectan al mundo de hoy en día no suponen tanto un glorioso avance colectivo hacia los dominios transpersonales, sino pequeños cambios fundamentales que afectan a las olas mágica, mítica y racional de la existencia.

Los seres humanos nacen y empiezan su evolución a través de la gran espiral de la conciencia siguiendo un camino que va desde los dominios arcaicos hasta los mágicos, los míticos, los racionales, los integrales… y tal vez incluso los auténticamente transpersonales. Pero por cada persona que avanza hacia el estadio integral o superior nacen decenas en el estadio arcaico. La espiral de la existencia es un gran e interminable flujo de miles de millones de personas que van desplazándose desde la fuente hasta el océano del Río de la Vida, atravesando los estadios del cuerpo, la mente, el alma y el espíritu. Ninguna sociedad se hallará nunca en el nivel integral, porque ese flujo es incesante (aunque, como evidencia la historia -véase, por ejemplo, Después del Edén-, el centro de gravedad de una determinada cultura pueda ir ascendiendo). Nuestro problema no se centra, pues, tanto en el modo de alcanzar la ola integral o superior, como en la forma en que podemos mejorar la salud de toda la espiral, una espiral que año tras año se ve atravesada de un extremo a otro por miles de millones de seres humanos.

Nuestra tarea, dicho en otros términos, debe centrarse en sanar las olas más bajas (y más fundamentales). Por ello nuestra atención no debe ocuparse tanto del modo de alentar la evolución de un puñado de boomer hasta el pensamiento de segundo grado, como del modo de alimentar a los millones de seres humanos que pasan hambre, de alojar a los millones de personas que carecen de hogar y de mejorar la salud de millones de enfermos que no la poseen. Así pues, la visión integral constituye uno de los problemas más urgentes que debe afrontar el planeta.

La visión integral en el mundo en general

Permítanme concluir este capítulo con la siguiente estimación, realizada por el doctor Phillip Harter, de la Facultad de Medicina de la Stanford University. Si consideramos a toda la población de la tierra como una aldea de sólo cien personas, ésta se asemejaría a lo siguiente:

PERSONAS:

RAZA:

57

Asiáticos

21

Europeos

14

Americanos (tanto de Norteamérica como de Sudamérica) 6 Estadounidenses poseerían el 41% de la riqueza del mundo

8 (6 poseerían el 59% de la riqueza del mundo)

Africanos (30% Blancos y 70% No Blancos)

80

viviría en condiciones infrahumanas

70

serían analfabetos

50

sufrirían desnutrición

1

tendría educación universitaria

1

poseería ordenador ó Computadora Personal (PC)

Como ya he señalado, pues, la resolución de los problemas más urgentes que aquejan a nuestro planeta depende del desarrollo de una visión integral. Por ello nuestra principal exigencia ética consiste en sanar la espiral completa del desarrollo y, más concretamente, de sus olas más tempranas.

No obstante, la ventaja de la conciencia visión-lógica de segundo grado es que nos proporciona una visión más creativa para abordar esos apremiantes problemas, porque la comprensión de la imagen global puede ayudarnos a encontrar soluciones más inteligentes. En este sentido, es el cuerpo gobernante el que más necesita de un abordaje integral; son nuestras instituciones educativas, desbordadas por el postmodernismo deconstructivo, las que necesitan desesperadamente de una visión más integral; es nuestra práctica comercial, centrada en los logros fragmentarios, la que requiere de un enfoque más equilibrado; son nuestras instituciones sanitarias las que más podrían beneficiarse de la visión compasiva de un abordaje más integral; y son los gobernantes los que más claramente podrían advertir sus propias posibilidades. De todas estas formas -y de muchas otras más- podríamos utilizar una visión integral para cambiar el rumbo de un mundo que está enloqueciendo poco a poco.

Ciencia y religión

Una ciencia sin religión está coja, una religión sin ciencia está ciega.

ALBERT EINSTEIN

Si la humanidad fuera realmente sensible, hace ya tiempo que hubiera enloquecido por la extraña relación que mantienen la ciencia y la religión. En su estado actual, la relación que existe entre la ciencia y la religión refleja una de esas lamentables dualidades -como la que existe entre la mente y el cuerpo, la conciencia y la materia, los hechos y los valores- que siguen siendo la espina cavada en el costado del filósofo. Los hombres y mujeres normales y corrientes, por otro lado, siempre han utilizado libremente la ciencia (o algún tipo de conocimiento empírico-técnico) y la religión (o alguna especie de significado, valor, objetivo trascendental o presencia inmanente). ¿Cómo encajarlas adecuadamente? Porque ése es -momo diría Shakespeare– el dilema, puesto que cualquier visión realmente integral -cualquier TOE- deberá reconciliar, de un modo u otro, a la ciencia con la religión.

Son varios los libros en los que he tratado de centrarme concretamente en este espinoso problema.' Creo que en ellos se aborda el tema desde una perspectiva (que luego resumiré) que no suele escucharse en los debates al uso entre la ciencia y la espiritualidad y que sospecho que seguirán siendo ignorados, porque no barajan exclusivamente ideas en torno al Espíritu, sino que apuntan hacia una experiencia directa del Espíritu. Mi objetivo, dicho en otros términos, dista mucho del habitual (exclusivamente centrado en las ideas filosóficas o científicas que parece preferir las abstracciones a la experiencia directa) y aspira a abrir un espacio en ese debate para la espiritualidad contemplativa y meditativa. La situación es tan curiosa como la de un grupo de eruditos que estuviera discutiendo interminablemente acerca de las playas de Hawai y, en lugar de viajar hasta allí para verlas por sí mismos, se contentaran simplemente con estudiar los mapas de que disponen desdeñando el territorio. Lo dicho, una situación, desde luego, un tanto extraña.

Porque el caso es que, muy posiblemente, haya lugar para ambas opciones, para la experiencia espiritual directa y para la elaboración de mapas y modelos más exactos de esas experiencias. Veamos.

La relación existente entre la ciencia y la religión

Son muchos los teóricos que se han ocupado de clasificar las perspectivas que suelen asumirse en las discusiones habituales en torno a la relación existente entre la ciencia y la religión. Todos esos esquemas clasificatorios son bastante similares y se mueven en un continuo que va desde la guerra declarada hasta la coexistencia pacífica, la influencia, el intercambio mutuo y los intentos de integración.

En opinión de Ian Barbour, por ejemplo, tenemos: 1) Conflicto: la ciencia y religión están en guerra; una es verdadera y la otra falsa. 2) Independencia: ambas pueden estar en lo cierto, pero sus verdades se refieren a dominios esencialmente separados entre los que apenas existe contacto. 3) Diálogo: la ciencia y la religión pueden beneficiarse y enriquecerse mutuamente a través del diálogo. 4) Integración: la ciencia y la religión forman parte de una "gran imagen" que integra sus respectivas contribuciones.'-

Según Eugenie Scott, tenemos las siguientes posturas: 1) Guerra: la ciencia y la religión están inmersas en una lucha en la que el perdedor está condenado a muerte. 2) Reinos separados: la ciencia se ocupa de los hechos naturales, mientras que la religión, por su parte, se centra en los problemas espirituales, de modo que no hay entre ellas posible acuerdo ni conflicto. 3) Acomodación: la religión se amolda a los hechos de la ciencia y la utiliza para reinterpretar -sin abandonar, no obstante- la esencia de las creencias teológicas (a modo de una calle de un solo sentido). 4) Compromiso: la ciencia y la religión se amoldan e interactúan mutuamente (a modo de una calle de doble sentido).;

En Ciencia y religión. El matrimonio entre el alma y los sentidos he presentado mi propia clasificación de las perspectivas más habituales a este respecto, de las cuales ofrecemos ahora un breve resumen:

1. La ciencia niega la religión. Ésta sigue siendo la agresiva actitud más característica entre los científicos actuales, una perspectiva representada por pensadores como Richard Dawkins, Francis Crick y Steven Pinker, por ejemplo. Desde este punto de vista, la religión es una mera reliquia de las supersticiones del pasado o, en el mejor de los casos, un mecanismo de supervivencia utilizado por la naturaleza para reproducir las especies.

2. La religión niega la ciencia. La respuesta típica del fundamentalismo a la perspectiva anterior es que la ciencia forma parte del mundo caído y, en consecuencia, no tiene acceso a la verdad real. Dios creó el mundo -incluyendo en él la totalidad de los fósiles- en seis días y eso es todo. La Biblia es la verdad revelada, y tanto peor para la ciencia si discrepa de ella.

3. La ciencia y la religión se ocupan de reinos diferentes del ser y, en consecuencia, no hay impedimento alguno para que puedan coexistir pacíficamente. Ésta es una de las posiciones más sofisticadas que suele presentarse en dos versiones, una fuerte y otra débil.

Según la versión fuerte -el pluralismo epistemológico-, la realidad está compuesta de varias dimensiones o reinos (como la materia, el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu) y la ciencia se ocupa fundamentalmente de los dominios inferiores de la materia y del cuerpo, mientras que la religión, por su parte, se centra principalmente en los dominios superiores del alma y el espíritu. En cualquier caso, la ciencia y la religión forman igualmente parte de una "gran imagen" en la que caben ambas y en la que, en consecuencia, es posible llegar a integrar sus respectivas contribuciones. La Gran Cadena del Ser tradicional, una visión generalmente representada por Plotino, Kant, Schelling, Coomaraswamy, Whitehead, Frithjof Schuon, Huston Smith e Ian Barbour, cae dentro de esta categoría (véase figura 4.3).

La versión débil, por su parte, se denomina NOMA (nonoverlapping magisteria), "dominios no solapados"-, un término acuñado por Stephen Jay Gould para referirse a la idea de que la ciencia y religión se ocupan de reinos diferentes que no pueden verse integrados en ningún tipo de "gran imagen", puesto que son fundamentalmente inconmensurables. Ambos pueden ser respetados, pero no pueden integrarse. Se trata de la actitud más frecuente entre muchos científicos que profesan la creencia en alguna clase de Espíritu, pero no pueden imaginar siquiera el modo de articularlas con la ciencia, de modo que terminan asumiendo la postura de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

4. La ciencia nos ofrece "argumentos plausibles" acerca de la existencia del Espíritu. Esta perspectiva afirma que son muchos los hechos y descubrimientos científicos que apuntan directamente a la existencia de las realidades espirituales y, en este sentido, la ciencia puede ayudamos a revelar directamente la existencia del Dios/la Diosa. Desde este punto de vista, por ejemplo, el Big Bang parece requerir la existencia de algún tipo de principio creativo; la evolución parece atenerse a un plan inteligente; el principio antrópico implica alguna clase de inteligencia creativa que se halle detrás de la evolución cósmica, etc. Esta postura se asemeja a la calle de una sola dirección de Scott, en el sentido de que la ciencia se utiliza para enriquecer a la religión, pero no viceversa. También es semejante a lo que Barbour denomina "teología natural" en tanto que opuesta a una "teología de la naturaleza". Según aquélla -como afirman muchos ecofilósofos-, la simple lectura de la naturaleza revela la existencia del Espíritu; según la "teología de la naturaleza", el Espíritu revelado se utiliza para interpretar la naturaleza en términos espirituales (Barbour parece inclinarse por esta última, que es una versión de nuestra categoría 3). Se trata de un abordaje muy común a este tópico y, sin duda, el más frecuente entre los divulgadores del «nuevo paradigma científico que [según afirman] demuestra o apoya las verdades del misticismo».

5. La ciencia no es el conocimiento del mundo, sino tan sólo una interpretación del mundo y, en consecuencia, tiene la misma validez -ni más ni menos- que el arte o la poesía. Ésta es, obviamente, la posición "postmoderna" típica. Mientras que el abordaje anterior es el más frecuente entre los divulgadores del tema de la ciencia y la religión, éste es el más habitual entre la élite académica y cultural, que no se dedica tanto a elaborar integraciones como a deconstruir todo aquello de valor que los demás tengan que decir. También debo señalar, en honor a la verdad, que algunos postmodemistas abordan problemas realmente importantes (que he tratado de incluir, por cierto, en una visión más integral).' En cualquiera de los casos, no obstante, el postmodernismo radical termina abocando a un callejón sin salida (véase Boomeritis).

La mayor parte de los teóricos que se ocupan de este tipo de clasificaciones creen que con ellas abarcan y reflejan la totalidad del espectro de perspectivas posibles, pero debo señalar que sólo resumen los abordajes que hasta el momento no han funcionado. Todas esas listas -desde la de Barbour hasta la mía- no son tanto listas de éxitos como de fracasos. Dicho con más precisión, algunos de esos abordajes (fundamentalmente 3, 4 y 5) han proporcionado elementos importantes para lo que podría ser una visión realmente integral, pero ninguno de ellos ha rozado siquiera el núcleo de la religión -a saber, la experiencia espiritual directaque, en mi opinión, resulta imprescindible para cualquier abordaje que aspire a ser realmente integrador. Así, aunque algunos teóricos (como Barbour, por ejemplo)' reconocen, al menos, la realidad de la experiencia espiritual, no dicen absolutamente nada acerca de los descubrimientos realizados en los campos de la ciencia cognitiva, de las ciencias del cerebro y de la fenomenología contemplativa que tan decisivamente pueden contribuir a la integración entre la ciencia y la religión.

Se trata de un enfoque integral que yo he calificado como "omninivel y omnicuadrante" cuyos rasgos fundamentales esbozaremos ahora brevemente.

¿Dominios no solapados?

Comenzaremos con el enfoque de Stephen Jay Gould -un enfoque sostenido también, por otra parte, por un gran número de científicos y religiosos-, según el cual la religión y la ciencia son importantes, pero pertenecen a dominios completamente separados entre los que no existe ningún punto de contacto. En opinión de Gould, «La falta de conflicto entre la ciencia y religión [recordemos que Gould sostiene la versión débil de la postura 3] emerge de la falta de solapamiento entre sus respectivos dominios, según lo cual la ciencia se ocupa de la constitución empírica del universo, mientras que la religión se dedica a la búsqueda de los valores éticos y del significado espiritual de nuestra vida». Gould también reconoce, obviamente, que la ciencia y la religión "se hallan en continuo choque" y que esa fricción proporciona una luz muy interesante y, bastante a menudo, un calor más bien desagradable. En última instancia, sin embargo, no hay conflicto ni acuerdo posible entre la ciencia y la religión, porque son tan incongruentes como las peras y las manzanas.

Pero para sustentar su punto de vista Gould se ve obligado a establecer un dualismo bastante estricto entre la naturaleza y lo humano. Desde esa perspectiva, "la naturaleza" está ligada al reino de los hechos (revelado por la ciencia), mientras que "lo humano" tiene que ver con el dominio de los valores y de los significados (revelado por la religión). «En los términos últimamente inadecuados del discurso ético, la naturaleza puede ser realmente "cruel" e "indiferente", puesto que no existe para nosotros, no sabemos de dónde procede y, metafóricamente hablando, le importamos un bledo.» Desde ese punto de vista, sin embargo, es como si el ser humano no formase parte de la naturaleza y no hubiera punto de contacto alguno entre los dominios del "nosotros" (o la parte de nosotros que se halla comprometida con la religión/ética) y de "la naturaleza" (los hechos brutos desprovistos de todo valor). «Desde mi perspectiva -dice Gould- esta postura no resulta deprimente sino esencialmente liberadora, porque nos brinda la extraordinaria posibilidad de conducir nuestro discurso moral o, dicho en nuestros propios términos… nos libera de la facticidad de la naturaleza.»'

Pero es precisamente ese torpe dualismo, en cualquiera de sus muchas formas -el dualismo entre los hechos y los valores, entre la naturaleza y el ser humano, entre la ciencia y la religión, entre lo empírico y lo espiritual, entre lo exterior y lo interior, entre lo objetivo y lo subjetivo, etc.-, el que ha motivado todos los esfuerzos realizados para llegar a algún tipo de gran imagen que unifique de manera inconsútil esos dos dominios y no termine simplemente condenándonos a movernos exclusivamente en uno u otro lado de la calle.

Obviamente, se trata de un problema muy difícil e intrincado. La respuesta teológica habitual al dualismo "empírico versus espiritual" afirma que el Espíritu creó el mundo empírico y que ésa es la relación que los vincula. Desde esa perspectiva, si actuamos siguiendo los dictados de Dios (y evitamos el mal) nos salvaremos, mientras que si, por el contrario, nos alejamos de Él (y caemos en el mal) nos condenaremos. Pero, en tal caso, volvemos nuevamente a tropezar con el mismo problema, porque si Dios creó el mundo y el mundo incluye el mal, ¿no creó, entonces, Dios el mal? Y, en tal caso, ¿no sería Dios el responsable último del mal?, ¿por qué, pues, debo ser yo el culpable?, ¿no le pedimos, acaso, cuentas al fabricante cuando nos entrega un producto roto? (Pareciera, pues, como si la relación existente entre lo empírico y lo espiritual no fuera, después de todo, tan fácil de resolver.)

Los teóricos de la ecoespiritualidad no parecen haber encontrado tampoco una solución mucho mejor. En lugar de un Dios trascendente y ultramundano que crea la naturaleza, ellos postulan la existencia de un Dios/Diosa intramundano/a completamente inmanente, es decir, la naturaleza y su proceso de desarrollo evolutivo. Desde esa perspectiva, si vivimos en armonía con la naturaleza nos salvaremos, mientras que si nos alejamos de ella nos condenaremos, con lo cual, en este caso, también caemos en el mismo problema. Si la naturaleza (vía evolución) produjo al ser humano y el ser humano es el causante del agujero de ozono, ¿no es acaso, en última instancia, la naturaleza la responsable del agujero de ozono? Porque, en caso contrario -si hubiera algo en el ser humano que no formara parte de la naturaleza-, no sería el fundamento último de la existencia. La naturaleza, en suma, no puede ser un verdadero Dios, Diosa o Espíritu, porque no lo abarca todo, sino que forma parte de un pastel mucho más grande. Pero ¿cuál es ese pastel más grande? Y, por encima de todo -reiterémoslo una vez más-, ¿cómo llegar a trascender el dualismo existente entre la naturaleza y lo humano?

Son muchos los teóricos de la tradición perenne -desde Plotino hasta Huston Smith y Seyyed Nasr- que han intentado abordar estas dificultades apelando a la Gran Cadena del Ser (una postura que se corresponde con la versión fuerte de la categoría 3). La idea es que, en realidad, no sólo existen dos reinos estrictamente separados (la materia y el espíritu), sino, al menos, cuatro o cinco reinos sumamente imbricados (como la materia, el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu). Desde este punto de vista, el dominio más elevado es el fundamento no-dual de todos los demás, de modo que el espíritu último está más allá de todos los dualismos. Sin embargo, en la medida en que el espíritu desciende a la creación, va generando los diversos dualismos que, aunque inevitables en el reino manifiesto, pueden sanarse y unificarse en la realización última o no-dual del espíritu.

De todas las posturas típicas ante la relación existente entre la ciencia y la religión yo me decanto, como expliqué en Ciencia y religión, por ésta (la Gran Cadena tradicional). Sin embargo, en ese libro también señalo que la presentación tradicional de la Gran Cadena adolece de una serie de graves limitaciones, muchas de las cuales no difieren de las afrontadas por los modelos dualistas más simples, como el de Gould, por ejemplo.' Po'que aunque los tradicionalistas no postulen tan sólo la existencia de dos dominios no solapados sino de cuatro o cinco, y aunque esos dominios (los diversos niveles de la Gran Cadena) sean habitualmente considerados a modo de nidos que se hallan englobados dentro de otros nidos, seguimos sin resolver el problema. ¿Cuál es, exactamente, la relación que existe entre los dominios más elevados (como el espiritual) y los dominios inferiores (como el material)? Y, más concretamente, ¿se halla la ciencia exclusivamente relegada a los dominios inferiores (materia y cuerpo) y, en ese sentido, tiene poco o nada que decirnos acerca de los dominios más elevados (el alma y espíritu)?, ¿es acaso la relación que existe entre la ciencia y la religión la misma que hay en un edificio de cinco pisos, donde la ciencia se ocupa de los dos pisos inferiores, mientras que la religión nos habla de los dos pisos superiores? La mayor parte de las respuestas dadas a este debate -desde la de Huston Smith hasta las de Ian Barbour y Stephen Jay Gould- son todas ellas variaciones sobre ese mismo tema (categoría 3, en sus versiones fuerte o débil).

Pero ¿qué ocurriría si en lugar de que la ciencia nos hablara de un piso y la religión de otro ambas nos dijeran cosas diferentes sobre los mismos pisos? ¿Qué sucedería si la relación existente entre la ciencia y la religión no fuera como la que hay entre los distintos pisos de un edificio, sino como la que se da entre las distintas columnas de un mismo piso? ¿Qué ocurriría en el caso de que la religión no se hallara en un piso más elevado que la ciencia, sino que ambas discurrieran una junto a otra, todo el camino de ascenso y todo el camino de descenso?

Éste es un enfoque que todavía no ha sido llevado a la práctica y, puesto que los demás han demostrado su inoperancia, valdría la pena investigarlo.

El cerebro de un místico

Comencemos con un sencillo ejemplo conectando a una meditadora a un EEG [electroencefalógrafo]. Supongamos ahora que cuando la meditadora entra en un estado contemplativo profundo el EEG muestra una pauta de onda cerebral inequívocamente nueva (como, por ejemplo, la presencia de ondas delta de gran amplitud que normalmente sólo aparecen durante el sueño profundo sin sueños). Supongamos también que la meditadora afirma que su experiencia directa de ese estado es una especie de expansión de su conciencia, una intensa sensación de amor y compasión y el sentimiento de haber descubierto algo numinoso y sagrado en sí misma y en el mundo; en general, una experiencia para la que no se le ocurre mejor calificativo que el término espintual". Supongamos ahora que otro meditador avezado entra en ese mismo estado y el EEG evidencia el mismo conjunto objetivo de pautas de onda cerebral e informa de la presencia de similares experiencias espirituales subjetivas.

Sigamos suponiendo, por seguir con este mismo tema, que lo dicho hasta ahora sea cierto (y tal vez convenga, en este punto, señalar que no se trata de algo tan extraño como pudiera parecer a simple vista, porque hoy en día existe un cuerpo sustancial de investigación que así lo corrobora).` En tal caso, los ámbitos de la ciencia y de la religión no se hallarían tan separados como creemos -no serían dominios no solapados-, sino que, muy al contrario, se hallarían profundamente imbricados.

Porque lo cierto es que el argumento NOMA habitual (tanto en la versión fuerte como en la débil de la categoría 3) tiende a soslayar que, aun cuando el mundo de los valores y el de los hechos constituyan, en cierto modo, dominios separados, la experiencia subjetiva de los valores no está exenta de correlatos cerebrales objetivos. Y debo advertir de partida que con ello no pretendo, en modo alguno, afirmar que los valores pueden ser reducidos a estados cerebrales, ni que las experiencias espirituales puedan considerarse exclusivamente como meros estados de la naturaleza, sino tan sólo que las realidades espirituales (propias del ámbito de la religión) y las realidades empíricas (características del ámbito de la ciencia) no constituyen ámbitos tan estancos como parecen suponer los abordajes típicos.

El modelo integral que propongo -un modelo omninivel y omnicuadrante- trata de proporcionar un marco de referencia adecuado al que puedan acomodarse todos esos "hechos", es decir, tanto las realidades interiores como las realidades exteriores, tanto las experiencias "espirituales" como las experiencias "científicas", tanto las realidades subjetivas como las realidades objetivas. Este modelo proporciona además el espacio suficiente para la Gran Cadena tradicional del Ser y del Conocimiento -desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu- y también relaciona de un modo concreto esas realidades con los hechos empíricos.

Figura 4.1. El Gran Nido del Ser. Adaptado, con permiso de Huston Smith, de Verdad olvidada. La visión común de las grandes religiones del mundo (Editorial Kairós, Barcelona, 2001, en preparación).

Omnicuadrante y omninivel

Comenzaremos esta sección recurriendo a varios diagramas que pueden ayudarnos a ilustrar este enfoque integral que aspira a incluir la ciencia moderna y la religión tradicional en una posible TOE.

La figura 4.1 representa la Gran Cadena tradicional del Ser,

Figura 4.2. El Gran Nido en las diversas tradiciones (cortesía de Brad Reynolds).

que va desde el cuerpo hasta la mente, el alma y el espíritu, una figura esencialmente similar a la 3.3 y la 3.4. Y puesto que cada nivel superior trasciende, al tiempo que incluye, a sus predecesores, también podemos hablar de él, como sugiere la figura, como un Gran Nido del Ser. De hecho, la Gran Cadena del Ser es una Gran Holoarquía del Ser. Esta figura del Gran Nido procede del libro Verdad olvidada. La visión común de las grandes religiones del mundo, de Huston Smith (una de las principales autoridades vivas en el campo de las religiones), que resume las similitudes esenciales que comparten las grandes tradiciones de sabiduría del mundo. La figura 4.1 ilustra simplemente el hecho de que cada uno de los grandes sistemas religiosos reconoce alguna versión del amplio espectro que va desde el cuerpo hasta la mente, el alma y el espíritu. Se trata de un resumen muy simple de la visión religiosa tradicional que se encuentra en el inundo. La figura 4.2, también esbozada por Smith, da varios ejemplos al respecto.

Aunque las figuras 4.1 y 4.2 sólo hablen de cuatro niveles, la mayor parte de las tradiciones nos ofrecen mapas mucho más ricos y detallados. Las hay que hacen referencia a cinco niveles, otras a siete (como ocurre en el caso de los siete chakras [véase el capítulo 6]) y otras a decenas. En la figura 3.2 presento un mapa de once niveles (los ocho de la Spiral Dynamics complementados con tres niveles superiores). En cualquier caso, el número exacto es menos importante que el hecho de comprender que la realidad está compuesta de varios niveles u olas del ser y del conocimiento.

En la figura 4.3, he reproducido un esquema simple del Gran Nido subrayando que se trata de una Gran Holoarquía. Adviértase que, según la visión tradicional, la ciencia (como, por ejemplo, la física, la biología y la psicología) ocupa los niveles inferiores, mientras que la religión (la teología y el misticismo) se ocupa de los niveles superiores. (Éste es también el fundamento de la categoría 3, que como ya hemos visto probablemente sea la postura más influyente de todas aquellas que, de un modo u otro, admiten la espiritualidad.) Pero es precisamente esta visión la que proporciona a la Gran Cadena tradicional su ontología "ultramundana", ya que los pisos superiores se hallan literalmente "fuera de este mundo" y tienen muy pocos puntos de contacto -si es que tienen alguno- con el reino material. (Dicho más concretamente, la clase de eventos que hemos etiquetado como D y E

Figura 4.3. La Gran Holoarquía. El Espíritu es, al mismo tiempo, el nivel su perior (causal) y el fundamento no-dual de todos los niveles.

casi no tienen correlación directa alguna con A y B, de ahí que se les considere "ultramundanos".)

El advenimiento de la ciencia moderna supuso un golpe letal para esa concepción tradicional. La investigación moderna, por ejemplo, demostró claramente que la conciencia (es decir, la mente), lejos de ser un noúmeno meramente trascendental, se hallaba, en realidad, anclada de modos muy diversos en el cerebro orgánico y material, con lo cual muchos científicos modernos acabaron reduciendo la conciencia a la mera interrelación de sistemas neuronales. Pero no es preciso atenernos al materialismo científico más estricto para comprender que la conciencia está lejos de ser la esencia desencarnada que suponía la mayor parte de las tradiciones religiosas. En última instancia, la conciencia está íntimamente ligada al cerebro biomaterial y al organismo empírico, de modo que, sea cual fuere su relación, la ciencia y la religión distan mucho de ser meros "dominios no solapados".

La emergencia de la ciencia moderna (especialmente durante el siglo xviii) formaba parte de un conjunto de eventos que han terminado englobándose bajo el calificativo de "modernidad" aunque, en mi opinión, se ajustan más a la noción de Max Weber de "diferenciación entre las esferas de valor cultural" (fundamentalmente, el arte, la moral y la ciencia). Hablando, pues, en términos muy generales, habría que decir que la mayor parte de las culturas premodernas fracasaron en diferenciar claramente esas esferas, pero que la modernidad consiguió distinguir el arte, la moral y la ciencia, permitiendo así que cada uno de ellos siguiera sus propias verdades a su propio ritmo, libres de cualquier usurpación o intrusión por parte de las demás. (En la Europa premoderna, por ejemplo, Galileo no podía mirar a través de su telescopio e informar libremente de lo que estaba viendo porque la ciencia y el dogma de la Iglesia todavía no se habían separado. Fue la diferenciación llevada a cabo por la modernidad la que las dejó libres para seguir su propio camino.) Y esta diferenciación fue la responsable del espectacular avance del conocimiento científico, de la multitud de nuevos abordajes artísticos y de una visión más racional y natural de la moral, es decir, de las muchas cosas que hoy en día englobamos bajo el calificativo de "modernas".

Las esferas del "Gran Tres" (el arte, la moral y la ciencia) se refieren básicamente a los reinos de "yo", del "nosotros" y del "ello'. El arte tiene que ver con el reino estético/expresivo, el reino subjetivo descrito en el lenguaje en primera persona del "yo". La moral se refiere al reino ético/normativo, el reino intersubjetivo descrito en el lenguaje en segunda persona del "nosotros". La ciencia, por último, se ocupa del reino exterior/empírico, el reino objetivo descrito en el lenguaje en tercera persona del "ello" (un reino que puede subdividirse en dos: el "ello" individual y el "ellos" colectivo). De este modo, disponemos de cuatro grandes dominios:

"yo", "nosotros", "ello" y "ellos". En la figura 4.4 damos varios ejemplos de cada uno (cuya terminología -que, por cierto, el lector no tiene que aprenderse de memoria– se explicará con más detenimiento en una nota final),10 y en las páginas siguientes veremos también con más detalle este árido esquema.

Adviértase que los dos cuadrantes superiores de la figura 4.4, son singulares o individuales y que los dos cuadrantes inferiores son plurales o colectivos. Por su parte, los dos cuadrantes de la Mano Izquierda son "interiores" o "subjetivos", mientras que los dos cuadrantes de la Mano Derecha son "exteriores" u "objetivos".

La idea global es muy sencilla. El complejo neocórtex del ser humano (10 de la figura 4.4), por ejemplo, puede ser descrito en términos exteriores, objetivos y científicos (en tanto que una serie de cisuras materiales en el estrato más superficial del cerebro, compuesto de varios tejidos neuronales, neurotransmisores y senderos neurales) propios del cuadrante superior-derecho. Pero en el momento en que los seres humanos comenzaron a desarrollar un neocórtex complejo y a alejarse de los grandes primates, pasaron del meme interior beige al meme interior púrpura (magia), es decir, no sólo tuvo lugar un cambio objetivo en la estructura cerebral, sino también una transformación subjetiva de beige a púrpura que supuso el cambio de una visión arcaica del mundo a una Figura 4.4. Los cuatro cuadrantes.

Figura 4.5. El Gran Nido del Ser y los cuatro cuadrantes.

visión mágica. En la figura también se muestran estos cambios interiores en lo individual (cuadrante superior-izquierdo) y en lo colectivo (cuadrante inferior-izquierdo). Finalmente, la descripción exterior (material o social) del colectivo de los primeros humanos refleja el paso de las hordas de supervivencia a las tribus étnicas (como evidencian las figuras 3.1 y 4.4).

Y es la investigación científica la que clarifica todos estos detalles (la estructura del neocórtex, los datos científicos acerca de los distintos sistemas sociales, los memes interculturales del desarrollo de la conciencia, etc.).

La figura 4.1 constituye un resumen de la visión del mundo tradicional, premoderna o "religiosa", mientras que la figura 4.4 nos brinda un resumen de la visión moderna, diferenciada o "científica" del mundo. Por el momento, vamos a "integrarlas" superponiéndolas, aunque, obviamente, las cosas no son tan simples y en varios libros he dado explicaciones detalladas acerca de lo que realmente supone tal integración." Pero puesto que ésta no es más que una breve introducción, superpongamos simplemente la concepción moderna sobre la premoderna, como evidencia la figura 4.5 y echemos también un vistazo a la figura 4.6, que nos presenta una versión de la figura 4.5 que evidencia la relación existente entre los estados interiores (los sentimientos corporales, las ideas mentales y las experiencias espirituales) y los dominios materiales exteriores (investigados por la ciencia objetiva).

Si la concepción mostrada en las figuras 4.5 y 4.6 es válida, habremos dado un gran paso hacia la integración entre la visión religiosa premoderna y la moderna visión científica, habremos integrado el Gran Nido de Ser con las diferenciaciones de la modernidad, uno de los logros inmediatos de lo que supondría una integración sin fisuras entre los reinos y visiones del mundo características de la religión y de la ciencia, sin violar, en modo alguno, sus propios criterios.

Este enfoque integral también satisfaría el único criterio que anteriormente hemos dicho que todavía no ha sido demostrado, es decir, el que afirma que la ciencia (o las realidades exteriores) y la religión (o las realidades interiores) podrían desarrollarse, no una después de la otra (como ilustra la figura 4.3), sino una junto a la otra (en tanto que vertientes de la Mano Izquierda y de la Mano Derecha del abordaje "omninivel y omnicuadrante" ejemplificado por las figuras 4.5 y 4.6). Desde esta perspectiva, la Figura 4.6 puede explicar fácilmente el ejemplo mencionado de la meditadora conectada a un electroencefalógrafo que experimentaría realidades subjetivas y espirituales muy internas (cuadrante superiorizquierdo) que también poseen verdaderos correlatos externos, objetivos y empíricos (cuadrante superior-derecho) debidamente registrados por el EEG. De este modo, la ciencia y la religión nos brindarían algunos de los correlatos -interiores y exteriores- de las realidades espirituales, uno de los ingredientes fundamentales para su integración en una visión mayor y más abarcadora.

Figura 4.6. Correlaciones existentes entre los estados interiores (conciencia) y los estados exteriores (rnateriales).

La buena ciencia

«Espere un momento -tal vez diga el científico empírico-. Estoy completamente de acuerdo con usted hasta el momento en que concede realidad a los reinos espirituales. No me cabe la menor duda de que los meditadores están experimentando algo, pero tal vez no se trate más que de un estado emocional subjetivo. ¿Quién dice que estén experimentando el mismo tipo de realidades reales a las que se refiere la ciencia?»

Aquí es donde Ciencia y religión asume un giro novedoso. Digamos, para empezar que, hasta ahora, he dejado sin definir los términos "ciencia" y "religión" (o "espiritualidad") '- y los he utilizado de un modo un tanto vago en la acepción amplia en la que suelen utilizarse. Pero en varios libros, he analizado cuidadosamente las muchas posibles acepciones diferentes que se han dado a los términos "ciencia" y "religión" (Un Dios sociable, por ejemplo, esboza nueve significados habituales muy distintos del término "religión"). Y debo decir que gran parte del debate existente entre la "ciencia y la religión" se complica por el uso de una extraña amalgama de acepciones inadecuadamente clarificadas.

En el campo de la espiritualidad, por ejemplo, debemos distinguir entre la espiritualidad horizontal o traslativa (que aspira a proporcionar significado y sosiego al yo separado y fortalecer al ego) y la espiritualidad vertical o transformadora (que busca trascender el yo separado en un estado de conciencia de unidad no-dual que se encuentra más allá del ego), dos abordajes a los que, a partir de ahora, llamaremos "religión estrecha" y "religión amplia" (o "religión superficial" y "religión profunda", según la metáfora que prefiramos).''

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