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Los primeros años de nuestro continente (página 2)

Enviado por Javier Molina


Partes: 1, 2

1845: El caudillo ecuatoriano Juan José Flores propone al hermano de su Majestad la reina regente de España María Cristina de Borbón, Agustín Muñoz de Borbón como rey para Ecuador. También envía una propuesta de "Reino unido" a Perú y Bolivia.

1846: Mariano Paredes, presidente de México propone al cuñado de la Reina Regente de España María Cristina de Borbón, Enrique de Borbón, como monarca para el país

1860: El escritor argentino Juan Bautista Alberdi publica su obra "La monarquía como mejor forma de gobierno para América latina"

1861-1875: Gabriel García Moreno envía a Su Majestad Imperial de Francia, Napoleón III, la propuesta de convertir a Ecuador en un protectorado con el soberano como Napoleón I de Ecuador

1864: Embarcan hacia México los soberanos Maximiliano I y Carlota I. Gobernarán hasta 1867, cuando Maximiliano será ejecutado y la república restablecida con Benito Juárez como presidente hasta su muerte en 1872.

1889: El general Deodoro Da Fonseca encabeza una rebelión que depone a Pedro II y proclama la república, con el como su primer presidente

El problema de la esclavitud: Los olvidados de la guerra independentista

Aún en 1830 hubo haciendas llenas de esclavos negros que trabajaban bajo condiciones infrahumanas para sus amos. Jean Jacques Rousseau dijo, durante la época de la Ilustración "Esclavitud y libertad son dos palabras que se repelen mutuamente". Esa fue la gran deuda de la emancipación, la de vaciar los barcos negreros, los ergástulos y la de acabar con la marea negra que desde los comienzos del monopolio europeo en América fue agitada por la vara hispano-portuguesa, países que a partir de 1580 se unieron dinásticamente, y Portugal, país que desde 1640, gozó de la mayor cantidad de asientos por parte de su ex regente.

La esclavitud no fue y nunca ha sido un problema nuevo. Ha existido desde el surgimiento de la civilización humana y de los grandes imperios, con diferentes formas de practicarse en cada pedazo geográfico. Este enrevesado juego de ajedrez que en América venía gestándose desde el mismo descubrimiento reunió a las más grandes superpotencias de aquella época, quienes en búsqueda de nuevos territorios en los que pudiesen encontrar productos diferentes en mayor extensión, al ver una población indígena destrozada por años de conflictos entre estos y los recién llegados, se embarcó nuevamente, esta vez hacia lo más profundo del continente africano, encontrando como sus centros de compra a Benguela(Angola), Lagos(Nigeria) y Costa de Oro (Hoy Ghana). Allí intercambiaron toda especie de productos, con la condición de que les fuesen entregados los repobladores de un continente casi inhabitado por su población autóctona, que se hallaba al borde de la extinción.

Transcurriría mucho tiempo, en medio de negocios internos, leyes que tal vez nunca llegaron a cumplirse y conflictos como el que se vivió en la isla de La española, colonizada por España y Francia, hasta que esta nueva raza se rebeló y hasta escapó para reproducir en nuestro continente colonizado las mismas formas de vida que llevaron en el continente de cuyas entrañas habían sido arrancados, creando sus propios estados independientes, como ocurrió en Brasil en 1694, con el llamado reino Quilombo. La nueva África en la que se había convertido América pronto acabó, como siempre ha ocurrido con el continente de origen de aquellos, levantándose a expensas de las situaciones acaecidas en la sede del gobierno colonial, como la firma del Tratado de Basilea en 1795, con la que Francia se retiró de la colonia española de Santo Domingo. Ahora, aunque no regresaron nunca más a África y con el desmoronamiento del sistema arcaico llegaba el momento de hacerlos libres.

Las principales leyes que se promulgaron, como la ley de libertad de vientres promulgada por Bolívar durante el congreso de Cúcuta, establecieron que a partir de 1821, todos los hijos de esclava nacerían libres, mas no toda Latinoamérica abolió los grilletes al mismo tiempo y esto, por su parte, degeneró en los primeros años de la vida republicana enormes brotes de inestabilidad con una élite criolla que ahora, en lugar de ser los alzados, pasaron a ser los repudiados y desestabilizados. Se hallaban en el nuevo campo de batalla los sucesores de Toussaint L"Ouverture. Ahora, no eran los europeos los enfrentados con los antiesclavistas; eran los antiesclavistas enfrentados con quienes deseaban mantener sus puestos de amos.

La esclavitud y su abolición provocaron una metamorfosis sin precedentes en una sociedad latinoamericana que en el momento de tomar su propio rumbo no se desprendía de las primeras estructuras que la habían construido; Se habían suprimido impuestos como el del tabaco, mas ahora Latinoamérica se sumía en una lucha por uniformarse en un solo color que estuviese representado por la nueva élite ostentadora del nuevo gobierno: los criollos. La población siempre ha sido dispareja pero, a diferencia de hoy en día, en aquellas épocas no se tomaban en cuenta ciertos niveles sociales como los menores de edad o aquellos quienes residieran fuera de sus ciudades, y la situación de bienestar que aparentemente se vivía impulsó la migración de personas de un territorio a otro. Cuando llegó el momento de exterminar ese mal que había desgastado tantas vidas y que acabó en un mar de sangre, ocurrió un éxodo masivo de dos poblaciones: la negra, que se integró a la sociedad y nuevas hordas llegadas desde Europa para suplantar la mano de obra ausente en las haciendas, como ordenó el emperador de Brasil Pedro II, una vez se abolió la esclavitud en su país en 1888.

En toda América latina comenzaba un proceso de desintegración de esos mini-estados africanos que se habían fraguado. Ahora, todo aquel que había trabajado penosamente, obtenía su boleta de libertad. Se había terminado ese "obstáculo para el desarrollo", como diría Adam Smith y hasta se les había dado territorio propio. Mas los conflictos con el último estrato en ser liberado sobrevivieron y aún hoy sobreviven más allá. Litigios, disconformidad con ciertas medidas legales tomadas en contra de unos y otros por parte de líderes que veían más el derecho a la propiedad, y esto sumado al incremento de otros males como el robo de animales de cría, contribuyó a resurgir nuevamente la necesidad de convertirse en esclavos, mas esta vez funcionaban como abastecedores para unos caudillos que "morían de hambre".

Hubo sectores reacios a desprenderse de la tutela, puesto que eran los esclavos quienes les daban las mayores gratificaciones, sobre todo en el plano económico. La iglesia, ciertos líderes políticos; y hubo sectores muy interesados en la desocupación de todas las áreas de trabajo por parte de aquellos que no reunieran las condiciones para realizarlo. Se deforestaron grandes cantidades de tierra para compensar tantos años de servicio a las condiciones inhumanas a las que eran sometidos; se pagaron indemnizaciones; se escribieron decretos, como el que establecía que todo manumiso permanecía bajo la tutela de su dueño hasta las edades comprendidas entre 18 y 21 años. Ahora si llegaba el momento de romper las cadenas que ya se oxidaban, mas, a causa de los problemas internos de cada nación, este proceso fue demasiado lento. Había llegado la emancipación para los negros, y parecía que ahora si se cumplirían las coloniales "leyes nuevas" de 1552, mas algunas cadenas se fundieron atadas a los pies y manos de sus víctimas por mucho más tiempo posterior a la abolición

¡Rompan las cadenas!

1821: Bolívar promulga la "ley de libertad de vientres" para la Gran Colombia

1823: Chile se convierte en el primer país de América latina en revocar la esclavitud, bajo el gobierno de Bernardo O Higgins

1829: Abolición de la esclavitud en México, bajo el gobierno de José Bocanegra

1850: Su Majestad imperial de Brasil, Pedro II prohíbe la importación de esclavos

1851 (Mayo): Bajo el gobierno de José Hilario López (Colombia) se elimina la esclavitud, siendo esta ley de igual efecto para el entonces departamento de Panamá

1851 (Julio): Por orden del presidente de Ecuador José Urbina, se elimina la esclavitud en el país, lo cual degeneró pronto en un conflicto entre terratenientes y manumisos que estuvo a punto de desintegrar al país

1853: Abolición de la esclavitud en Argentina

1854 (Marzo): Abolición de la esclavitud en Venezuela, bajo el gobierno de José Gregorio Monagas

1854: El presidente de Perú, Ramón Castilla decreta la libertad de los esclavos en la ciudad de Huancayo

1865: Es crea en España la "Sociedad Abolicionista", bajo el liderazgo del hacendado puertorriqueño Julio Vizcarrondo

1873: Se presenta un proyecto de abolición de la esclavitud en Puerto Rico

1880: Se revoca la esclavitud en Cuba

1888: Por orden de la princesa Isabel de Brasil, es abolida la esclavitud

Nuevas fronteras y nuevos problemas: El nuevo tratado de Tordesillas inconcluso

Con la emancipación se produce el surgimiento de nuevas naciones y, con ellas, la incansable tarea de demarcar fronteras, la cual continúa en nuestros días y ha sido sinónimo de todo tipo de confrontaciones que muchas veces han llegado a escenarios bélicos. El problema de las fronteras constituyó una herencia de la época colonial pues es desde allí de donde viene. Comienza la redacción de un nuevo tratado de Tordesillas pero esta vez no se trataba de España y Portugal, sino de nuevos estados nacionales frente a dos potencias que se encontraban en pleno auge colonialista y, una de las cuales había formado parte de la monarquía hispánica. Se trataba de Inglaterra y Holanda. Uno, la primera potencia económica y militar de aquellos días, y el otro, muy bien establecido en lo que hoy constituye Surinam.

Desde su llegada a América, las potencias europeas mantuvieron un conflicto abierto por posesionarse de extensos territorios, el cual estaba supeditado a lo que ocurría en el lejano continente. Desde 1502, cuando Alonso de Ojeda avistó las tierras de la Guyana hasta nuestros días, el problema de los litigios fronterizos ha sido un tema estancado y retrasado ante las pretensiones de unos y otros. Expediciones repelidas por la fuerza de las armas y la concesión y apropiación continua de un territorio tras otro marcaron un periodo donde se desconocía la existencia de algún orden y donde, además, aún no se podía consolidar una paz duradera entre quienes administraban aquellas tierras por la simple razón de ser sus primeros descubridores y quienes, ansiosos de reconocimiento por parte de una nación que les había incorporado a su conglomerado territorial tejiendo alianzas entre soberanos, penetraron para querer hacerse con el control de lo que, en mi opinión, serviría para establecer sus nuevas cortes reales y, desde allí oficializar su entrada a ese confuso juego de ajedrez que significó el reparto colonial de una América que, para los tiempos del imperio, ni siquiera pensaba en demarcarse. A lo largo del tiempo en el que transcurrió el colonialismo, el tema de las fronteras imperiales solo se redujo a simples invasiones, tratados y más repeticiones de ambos. Con el estallido de la lucha independentista y la cancelación de las guerras napoleónicas (1814), Inglaterra obtuvo las colonias de Demerara, Berbice y Esequibo, con las que en 1831 constituyó su colonia de la Guyana Británica. Con Inglaterra en la cúspide de su poderío imperial y unas naciones latinoamericanas que venían de desgajarse de las anteriores confederaciones y que por ese momento atravesaban una situación política y social muy inestable, se dio el caldo de cultivo para un nuevo conflicto colonial. Se revivían antiguas disputas entre los herederos de la monarquía hispánica en América y su copia insular.

Muchos han llamado a Inglaterra el "León Británico" pero, ¿Qué tan fuerte era? y, si se sabía la mayor potencia industrial de aquellos días ¿Por qué razón rechazó en innumerables ocasiones una propuesta pacífica para la resolución de un problema que pudo haber significado una nueva guerra y una nueva colonización? Esas preguntas las respondieron ellos mismos como escribiría un diario estadounidense presionando a nuestros jóvenes y aún débiles estados nacionales. Mientras tanto, en 1834 se prepara la llegada de un emisario prusiano, Robert Schomburgk, con la misión de demarcar la nueva frontera entre la Guyana británica y la agitada República de Venezuela. Mientras se redescubría aquella zona que había visto pasar a enviados de tantos países europeos sin definición de un dueño, unos y otros se vociferaban amenazas que iban desde la evacuación de sus conciudadanos de los territorios ocupados hasta el rompimiento de relaciones con Su Majestad británica.

Esta reclamación de territorios se estableció sobre las bases del principio "Uti posidetis juris". Mantener las fronteras americanas intactas, que era lo que deseaban quienes gobernaban el continente en esos días, no fue posible gracias a los anhelos de la reproducción de un imperio decadente (el español) en el territorio y bajo las banderas de otro (El británico) que, al poseer muchas más riquezas y al ser el epicentro de la revolución industrial, llegó a una Latinoamérica que aunque seguía prestando sus servicios a los diferentes mercados económicos europeos seguía en pie de lucha por recuperar territorios que siempre fueron, han sido y serán importantes para su desarrollo. Tal y como lo propuso el ministro plenipotenciario de Venezuela ante el reino unido José María Rojas ante el conde de Salisbury, pudo haberse logrado una frontera en la que se respetaran los derechos de ambas naciones. Mas, pese a esto, según quienes defendían los derechos que el país sudamericano tenía sobre la margen izquierda del río Esequibo, la Inglaterra victoriana manifestó totalmente su desconocimiento a tales reclamaciones; desconocimiento que no terminó sino agotando toda posibilidad de un acuerdo pacífico entre ambas partes. Desde Schomburgk hasta Granville y Roserbery, se dio un nuevo recorrido a aquellos territorios donde ni españoles ni holandeses, por voluntad de unos y otros no habían podido llegar. Era evidente el peligro que representaba una confrontación armada como las que se vivieron en el siglo XVI. Aún cuando unos y otros se negaron la posibilidad de delimitar el territorio al que aún no se le conocía dueño; Aún cuando se sucedieron pérdidas de inconmensurables porciones de tierra que quedaron en manos de intereses personales; aún cuando estuvo en peligro la "más aceptable inteligencia y franco trato"; aún cuando estuvo a punto de generarse un estallido en una región plagada de tantas riquezas naturales descubiertas y ansiadas por el más fuerte, no murió el legado de recuperación por el que habían luchado los nacientes gobiernos de un continente que para la fecha comenzaba a asentarse y a dividirse. Esa división del territorio en aras de que cada uno conservase sus delimitaciones sin que se dieran paso a agresiones por parte de vecinos próximos o externos, tardó en concretarse durante ese siglo a causa de discrepancias entre integrantes de ambos bandos. Esos dos bandos, que acudieron ante otros buscando ayuda casi terminaron enfrentados en una guerra innecesaria que, tal y como el pasaje bíblico del profeta Daniel y los leones, se evitó porque hubo quienes estuvieron dispuestos a cerrarle la boca a ese gigante león marino británico.

Ahora, con cambios en ambas partes, parecía que al fin se resolvería el grave problema con decisiones judiciales, como la de 1899, en el caso de Venezuela y la Guyana británica. Pero todo fue tal y como reseñó una caricatura publicada por una revista humorística británica con el conde Salisbury corriendo del tribunal de París llevándose las 60.000 millas arrebatadas a Venezuela. Luego de aquel episodio que no sirvió sino para acentuar las diferencias entre ambas naciones, todos salieron corriendo despavoridos de aquel tribunal; Unos temiendo que el gobierno al que despojaron de tan importantísimo territorio tomase acciones contra ellos; Y otros llevándose consigo sus reclamaciones y guardándolas en una agenda que volvería a abrirse en el siglo siguiente.

Desde la consecución de la gesta emancipadora, las nacientes naciones latinoamericanas se enfrentaron a, como expresó el ruso Fiodor de Martens en su obra de 1878, una reconquista y civilización de los que el mismo llamaba "pueblos bárbaros". Esta reconquista y civilización, que según el sería dirigida por Inglaterra y Rusia, sucedió y aún hoy en día sucede, mas no con la ocupación de las zonas litigadas por parte de ambas potencias. Existen infinidad de regiones en disputa en nuestro continente. En el caso de unas, se desarrollaron enfrentamientos bélicos, como en el caso de la primera y segunda guerra del pacífico (1862- 1864) (1879-1883); en la primera, Perú vio peligrar sus derechos sobre las islas Chincha a manos de una potencia delirante que no deseaba más que restablecer su derrumbado orden colonial, y en la segunda Bolivia perdió su salida al mar a manos de Chile; En otras, como la que ha ocupado gran parte de esta sección, la del territorio del Esequibo, entre Venezuela y el Imperio británico, han tomado distintos rumbos y aún hoy en un siglo XXI incipiente siguen estancadas.

En una época en la que nuestra Latinoamérica comenzaba su vida con inestabilidad, resurgió con mucha mayor fuerza un león gigante europeo que, cuando se veía muriendo de hambre, salio a la caza de nuevas presas con las que saciarla; esta petición que le hacían sus órganos interiores se materializó en nuevas incursiones en territorios que se sabía garantizaban y garantizan beneficios a todos aquellos que los explotaron y aún hoy continúan haciéndolo para, como expresaba un agente inglés enviado para tratar el conflicto con la República de Venezuela, transformar la selva o cualquier lugar inhóspito en ciudades. A lo largo no solo de la época caudillista, sino de toda nuestra historia como naciones independientes, hemos tenido nuestras razones para confrontarnos nación con nación. Se han firmado tratados como el de Ancón (1883) o París (1899) para satisfacer los derechos de cada uno de los implicados en la contienda, mas en casos como el todavía indeleble e indefinible conflicto por el territorio Esequibo, no se ha escuchado la voz de quienes habitan en el epicentro de las diferencias, como si se plasmó en el tratado de 1883 entre Perú y Chile, al momento de negociar acerca de las provincias de Tacna y Arica. Problemas como el de las reclamaciones territoriales son de los que necesitarán muchos años para llegar a una total resolución. Pero se debe tener en cuenta que esta resolución debe estar de la mano de los pobladores del territorio negociado.

Desde su nacimiento, todas las naciones de nuestra región han experimentado cambios en sus fronteras que les han supuesto todo tipo de efectos: Unos, como Bolivia, quedaron sin salida al mar; otros, como el caso de Venezuela con la Guyana británica (Hoy república cooperativa de Guyana) y el de Guatemala con Honduras británica (Hoy República de Belice) han tenido y tendrán que esperar todo el tiempo que ha sido y será necesario para ver resueltos los interrogantes sobre los cuales se asientan los nombres de esas regiones que unos y otros tanto anhelan pero cuya pertenencia solo podrá ser decidida por las inclinaciones que sientan quienes habitan allí. En estas áreas donde hoy aún se espera por una resolución que verdaderamente satisfaga los derechos de todos hay, como sucedió en los albores de la lucha independentista, distintos sentimientos nacionalistas. Pueda ser que acaben integrándose a un país o a otro o pueda ser, de otra manera, que acaben fundando nuevas naciones independientes.

Como quiera que se vea, desde que comenzaron a despertar las reclamaciones sobre territorios clave para el desarrollo de las, en ese entonces, nacientes repúblicas, se formó una especie de campo abierto donde, a medida que la selva fue transformándose en ciudades, también ocurrió la implantación de una balanza que siempre se inclinó a los intereses de potencias que, con poco espacio, impusieron todo tipo de barreras para detener lo que para ellos pudo significar la barbarización de sus posesiones; en estas se mantuvieron guardados por demasiado tiempo los planos en los que se dibujaron esos espacios vacíos que, significando grandes riquezas y posibilidades de desarrollo para las naciones con las que colindan, se han ido llenando de caminos sin salida en búsqueda de conceder a unos y despojar a otros. Este nuevo mapa, si bien en un principio trajo consecuencias desagradables para quienes, en necesidad de recuperar lo que sus antecesores no pudieron atesorar, recurrieron a la escritura de todo tipo de títulos de propiedad basados en antiguos documentos que al final terminaron siendo incinerados por la nueva realidad que ya se había adueñado de los nuevos estados, y luego de los fracasados intentos judiciales, acabó desdibujándose para dar paso a un periodo que se caracterizó por el establecimiento de un segundo tribunal de arbitraje, en el cual ya no estuvieron ni estarán presentes solo cinco jueces en representación de millones de habitantes, sino todos estos en defensa de sus derechos a acceder a ese mar de riquezas en cuyo curso se lanzaron sus descubridores pero estos, a causa de disputas que por unos son calificadas de innecesarias, no supieron llegar a tierra firme para fundar ese nuevo mundo al que se creían destinados. La demarcación del territorio latinoamericano significó que tanto nuestro continente como el europeo se convirtieran en centros de constante reunión donde unos a otros se beneficiaron, bien fuese concediéndose territorios en uno y otro lugar del globo terráqueo, inclinándose a favor de uno y otro implicado o, como fue muy común, presionando bajo la amenaza de prestigiar a los intereses del gigante blanco (Europa), o, en el caso de disputas entre latinoamericanos de complacer los deseos, cualesquiera que fuesen, de nuestros caudillos. Esto fue simplemente un periodo cuyo curso estuvo marcado por un cambio constante de quienes estuvieron al frente de un tribunal que instaló una especie de nueva regencia en territorio latinoamericano. Mas este nuevo gobierno provisional no tuvo el mismo fin que el que se instaló en la ciudad de Cádiz.

Ahora se esperaba que esa nueva regencia establecida por un acuerdo entre América y Europa reconociese cual nación poseería los territorios reclamados. Se entregó, en un primer momento, a los que se creyeron capaces de transformar selva en ciudades. Transcurriría todo un siglo y, con la independencia concedida a las antiguas colonias, volvió a tratarse un tema que esta vez enfrenta a dos herederos. En el caso de las disputas entre países de nuestra misma región, aún se sigue esperando por una solución pacífica. También transcurre un larguísimo periodo que ha visto la integridad de unos y de otros puesta en peligro. Aunque la opción bélica es, a veces, muy poco considerada por las naciones del "viejo continente", en el nuestro se ha estado a punto de accionar el gatillo. En el siguiente siglo (S. XX) ocurrirían toda clase de encuentros y desencuentros que, reavivando el tema, significarían una reproducción de los tribunales arbitrales del siglo anterior. Solamente estos se encargarían de transcribir las primeras disposiciones de un acuerdo que hoy lamentablemente se ha estancado. Gran parte de aquellos documentos acerca de límites que se han firmado, han acabado en desacuerdos y, como ocurrió en el congreso de Panamá que, a propósito, pretendía formar una sola nación con un solo continente, ausencias importantísimas que en nada han contribuido a satisfacer el hambre territorial de nuevos leones que ahora no son exportados desde otros continentes, sino que habitan en nuestro territorio.

En los días actuales aún nos gusta, como diría el enunciado de una caricatura británica, "La arbitración en territorio propio". La única diferencia es que esa arbitración ya no se hace bajo el amparo de potencias coloniales, sino de líderes que emplean la misma táctica dilatoria que los grandes señores de los extintos imperios ultramarinos. Ya han transcurrido más de 100 años y aún no se ha encontrado una salida favorable a tan delicado asunto. Aun se sigue esperando por una decisión firme, mas hay quien ha querido adelantarse proponiendo soluciones negociadas o por la fuerza de las armas. Unos, inclusive, siendo acreedores de un patrimonio histórico inconmensurable, se han puesto del lado de los pobladores de las zonas en reclamación con la esperanza de acabar a cualquier costo una problemática que jamás se solucionará si no se toman en cuenta los intereses nacionales de cada nación latinoamericana y se coloca al frente de esto a gente que verdaderamente vea los derechos de ambos bandos y no de uno, como desafortunadamente ocurrió en ese periodo en el cual esas zonas del continente permanecían en blanco Aún hoy, cuando nuestro continente lleva dos siglos de existencia independiente, se continúa en una incesante repartición de territorio protagonizada por naciones que, contando con los organismos internacionales existentes en nuestro siglo, no son capaces de decidir la pertenencia de regiones donde quienes las habitan deben sentir una total confusión entre abundantes opciones que se ponen sobre la mesa de negociaciones pero sobre las cuales solo ellos tendrán la última palabra. Mientras tanto, aún sigue escribiéndose un amplio tratado de límites cuya tinta ha ido desgastándose con el pasar de los años ante los cambios de un continente cuyos líderes nunca le dieron y aún hoy no le han dado seriedad a tan importante asunto. Mientras sigan existiendo todo tipo de vacilaciones continuará gastándose papel y tinta en la redacción del tratado de Tordesillas inconcluso.

Conflictos internacionales y Fronterizos del siglo XIX

1822: El ministro plenipotenciario venezolano José Rafael Revenga presenta denuncias ante Su Majestad británica Jorge IV en las que expresa que los colonos de Demerara y Berbice usurparon tierras que, según los últimos tratados pertenecían al territorio de la Gran Colombia

1828-1829: Guerra Grancolombo-Peruana, en la que la confederación intentó apropiarse de las provincias de Jaén de Bracamoros y Mainas, además de la ciudad de Tumbes, y que culminó con la victoria grancolombiana en la Batalla de El Tarquí

1833: Se firma el tratado Michelena-Pombo entre Venezuela y Colombia

1834: El geógrafo prusiano Robert Hermann Schomburgk traza una línea que concede 4920 Km2 a la Guyana Británica, y que fija una frontera parcial entre la nación y el imperio británico, comenzando por el río Esequibo, siguiendo su curso por el Roraima hasta llegar al Amacuro. Se consideraba en ese tiempo que el término de las posesiones inglesas era el río Guaima, cosa que disgustó al gobierno venezolano

1846-1848: Guerra Mexicano- estadounidense. México pierde 76.000 Kms2 en lo que se conoció como "Venta de la mesilla"

1850: Se firma en la ciudad de Caracas (Venezuela) un tratado entre ese país y el imperio Británico, en el cual ambos se comprometen a no ocupar ninguno de los territorios ocupados por el otro.

1861: Fuerzas militares de España, Inglaterra y Francia bloquean el puerto mexicano de Veracruz, ante la negación de su presidente Benito Juárez de pagar las deudas

1862: Se produce en las costas brasileñas de Sao Paulo un incidente entre militares imperiales y un barco inglés, conocido como la "Cuestión Christie". Ante el riesgo de una guerra con la primera potencia económica y militar de aquellas épocas, Su majestad Pedro II da la orden de liberar a los tripulantes retenidos. Poco después la reina Victoria I enviará una carta de disculpas al emperador

1863: El general Venancio flores invade Uruguay y derroca al gobierno de ese país, único aliado del gobierno paraguayo en la región. Esto pronto desencadenará la Guerra de la triple alianza.

1864-1866: Primera guerra del Pacífico entre España, Perú, Ecuador y Bolivia. Los primeros intentaron apoderarse de las Islas Chincha, ricas en guano, con lo que, de lograrlo, restablecerían su orden colonial. En 1865, se firma un tratado de armisticio entre España y Perú, y el primero reconocerá la independencia del segundo en 1879

1864: El dictador de Bolivia Mariano Melgarejo vende a Brasil el territorio de Acre

1865-1870: Guerra de la triple Alianza. Argentina, el Imperio del Brasil y Uruguay firman, en Mayo de 1865 un tratado de amistad y le declaran la guerra a Paraguay. Si bien, la guerra finaliza en 1870, año en que fallece Francisco Solano López, dictador supremo de Paraguay, las tropas de la alianza permanecerán en dicha nación hasta 1876. La guerra significó un verdadero desastre demográfico para paraguay, quien perdió tres cuartas partes de su población masculina.

1879-1883: Segunda guerra del pacífico entre Bolivia, Chile y Perú. Bolivia, país cuyo presidente, Narciso Campero, intentó retirar de la contienda, pierde su salida al mar. Perú pierde las regiones de Arica, Tarapacá y el desierto de Atacama. Al final se firma el Tratado de Ancón, en el cual los dos últimos se comprometen a pagarse indemnizaciones de diez millones de unidades en su moneda local, dependiendo bajo tutela de quien quedasen los territorios disputados

1887: se inicia la evacuación de los ríos Amacuro y Pomarón, bajo amenazas del gobierno de Venezuela de que, si no se ejecutaba, quedarían rotas sus relaciones con el Reino Unido, quien ya se había tomado 203.000 Kms2 y deseaba controlar las bocas del Río Orinoco.

1897: Los gobiernos de Venezuela y el Reino Unido firman un tratado en el que se comprometen a someter la disputa sobre el territorio del Esequibo a un arbitraje.

1898: Firma del tratado de París, con el que España renuncia a sus posesiones de Cuba y Puerto Rico

1899: se lleva a cabo el laudo arbitral de París, en el cual se establece que la frontera entre Venezuela y la Guyana Británica comenzaría en la desembocadura del río Orinoco y terminaría en el río Cutari

1899-1903: Guerra de Acre, entre Bolivia y Brasil. Los llamados "Serengueiros" intentaron separar a la disputada provincia para convertirla en un nuevo país.

1904: Los gobiernos de Brasil y Reino Unido acuden ante el entonces rey italiano Víctor Manuel III, para solucionar un conflicto limítrofe por la región de Pirara. El defensor de los intereses brasileños Joaqim Nabuco argumentó el derecho de su país a la posesión de la región por la alta presencia lusófona. Al final, el soberano asigna 13.000 Km2 para Brasil y 19.000 Km2 para Inglaterra

Revolución industrial latinoamericana, intentos restauradores de las confederaciones, entrada en escena de los estados centroamericanos, inauguración de un nuevo siglo y la transición hacia una nueva forma de gobierno muy similar

Nos encontramos en los últimos años del Siglo XIX. Aún cuando se estaba a punto de inaugurar un nuevo siglo, seguía imperante la conflictividad interna en un continente que parecía encaminarse hacia una total desintegración. Llega el momento de reorganizar las naciones luego de años de anarquía. Se despide el siglo XIX de la manera más "lujosa", con la construcción de grandes obras arquitectónicas como el canal de Panamá( Iniciado en 1880), surgen nuevos estados que habían retardado su independencia y vemos la consolidación de una nueva potencia: Estados Unidos de Norteamérica.

Asimismo llega, también retardada, la Revolución Industrial, con una competición entre las grandes potencias europeas y el gigante norteamericano, y que tendrá como ganador, justamente, al último de todos estos. Por algunos años parece haber paz pero, esta no durará mucho. Recordemos que España, gobernada en aquella época por una regencia, y que venía de soportar incontables intentos revolucionarios, aún se mantenía a flote en el Caribe, con Cuba y Puerto Rico como últimos bastiones latinoamericanos. A esto también se suman intentos de restaurar las confederaciones; si, aquellas por las que habían luchado Bolívar, Santander, Morazán, Arce, Santa Cruz y otros héroes cuyo recuerdo ya había alcanzado el primer centenario.

Innovaciones, expansión, reconocimiento internacional, llegada de nuevos contingentes europeos, guerras, invasiones de un país a otro, alianzas y rupturas marcaron los últimos años de un siglo sangriento que iba a dejar un continente totalmente arrasado, pero cuyo legado permanecería aún inmanente a otra generación que, luego de estos caudillos, darían ilusiones de paz y progreso pero que, desafortunadamente, reproducirían formas de liderazgo similares a las ya abandonadas, solo que con un sentido más moderno. Latinoamérica llegaba a una solidificación bastante estable pero que, con las constantes disensiones, fue resquebrajándose hasta llegar al extremo de pedir nuevamente la ayuda internacional. Esta ayuda vendría supeditada a un constante intercambio Europa-Latinoamérica que se traduciría en beneficios para ambas partes pero a un alto costo en dinero y recursos materiales y humanos.

También se veía caer al último frente de los "Cien mil hijos de San Luis": Brasil, con Pedro II, país que, para esa época tenía el octavo presupuesto económico más alto de todo el mundo. Se fundía bajo las llamas de las ansias republicanas la corona imperial, y con ella, todo sueño monárquico en nuestro continente siempre acostumbrado al sistema presidencialista. Mas con esto no finalizaba el sueño de ver nuevos países: Panamá y Cuba, un intento restaurador de la Gran Colombia bolivariana con Colombia, Venezuela, Ecuador, El Salvador y Nicaragua como aglutinantes, así como también de la creación de los llamados "Estados unidos centroamericanos", propuesto por el presidente nicaragüense José Zelaya. Nuestro continente parecía retroceder a la época en que se luchó contra dominaciones externas pero, esta vez, para los últimos representantes del caudillismo, el enemigo contra el que luchaban se hallaba en territorio propio. Nuevos intereses por parte del país que había sido el precursor de la "Doctrina Monroe", Estados Unidos, colmaron cada punto cardinal de nuestra región, hasta el punto de que ese país llegó a adueñarse de los mercados latinoamericanos. Mas no solo intereses económicos pasaron por la mente de esta águila gigante; sus pretensiones se volcaron a la ayuda en la construcción de nuevos países que le garantizarían productos para su economía.

Con nuevos estallidos, independientemente de las obras arquitectónicas que se construían para embellecer el territorio con cierto estilo europeo, la sociedad latinoamericana de aquella época contribuyó a darle un tono agridulce a la despedida de la niñez de nuestro continente. Volvían a estallar conflictos que parecían estar destinados al olvido y, con ello, el continente volvió a desintegrarse en jirones manchados de sangre y cubiertos por los huesos de aquellos que lucharon por sus causas. Ahora se contaba con equipamientos más modernos que permitían un transporte y comunicación más rápidos y ejércitos mejor organizados. Todos estos adelantos se conjugaron para preparar nuevos cuarteles desde donde unos y otros decidieron que la forma más factible de resolución de diferencias era por la fuerza de las armas. Lograron sus victorias pero luego un sector de la población hambriento de paz se rebeló en contra de los belicistas y acabó por aventajarles en la consecución del tejido de una región cuyas banderas fueron rotas y lanzadas al suelo mientras se decidía el destino de naciones donde era imposible la existencia de equidad.

Dicha equidad, que se perdió por causas de deseos antagónicos no lograría restablecerse hasta que, como decían las gentes de la época, no existieran regímenes que garantizaran la evolución de los estados hacia una sociedad de paz y libertades. Aún cuando las comunidades indígenas parecieron también condenadas al olvido, se vieron obligas a participar en aquel derramamiento de sangre en búsqueda de ese "dorado" que significaba ser reconocidos como parte integrante de una sociedad que aún no se desprendía de las barreras que imposibilitaban una coexistencia entre todos sus miembros, razón por la que estallaron todo tipo de luchas a lo largo de un siglo de tensiones y donde los beligerantes tocaron con sus armas aquel mar de tranquilidad que se transformó en una tempestuosa ola transformadora que, al bañar a aquellos que se cruzaron en su camino los hizo levantarse de ese sueño en el que dormían y unirse al periplo rebelde que los llevó a nuevos territorios alejados a sus países.

Latinoamérica fue, en el fin de su primer siglo de vida, una mezcla uniforme de problemas y soluciones que, ahora si estuvieron a punto de confederar al continente en una sola unidad territorial, como de desintegrarlo. Como ocurrió al principio, esas nuevas confederaciones que se venían preparando fracasaron como consecuencia de, tal y como le ocurrió a Bolívar, propuestas que a la larga resultaron utópicas y que intentaron imponer organizaciones a las que nuestro continente jamás ha estado acostumbrado ni lo estará, así como intentos, algunas veces concretados y otras no, de eliminar físicamente a aquellos que le daban la bienvenida a un nuevo siglo pero que quisieron adaptarlo todo a lo que sus antecesores no supieron hacer.

.Decía un escritor ecuatoriano, Juan Montalvo, al enterarse del magnicidio del dictador Gabriel García Moreno, "Mi pluma lo mató". Así sucedió con cada caudillo de aquellos tiempos, y también sucederá si intenta surgir algún otro en la actualidad. No fue solo la fuerza de las armas lo que realmente liquidó a aquellos líderes. Esta necesitaba de la imprenta para difundirse a todos los estratos de la población disconforme. Y esa necesidad se hallaba en otra "Guerra de los papeles".

Por un momento se había dejado de lado el tema de los litigios fronterizos: Se había domado al gran león europeo; se acuñaron las monedas oficiales que hoy conocemos y las antiguas canciones patrióticas, entonadas en el curso de la guerra independentista, pasaron a constituirse como los himnos nacionales. Nuestro continente había reunido las piezas de ese rompecabezas que, al principio permaneció ininteligible; la organización necesaria, que había sido esquivada en épocas prístinas, pudo concretarse de manera tal que la bienvenida al siglo XX llegó enmarcada en medio de "nuevos vestuarios". Estos nuevos vestuarios se confeccionaron de la mano de los liquidadores de esa edad de piedra en la que se sumió nuestra región a partir de 1830 y se materializaron no solo con las telas con que habían sido fabricados los nuevos símbolos, sino también con una nueva especie de pertrechos con los que siempre se quiso engrosar la blanda estructura sobre la que habían nacido nuestros países. Esa nueva estructura que sirvió de base para la entrada fue tantas veces remodelada, tantas veces pintada con colores de prosperidad y paz, pero en incontables veces también se intentó quemarla y destrozarla. En medio de los restos de todo lo que resultó violentado volvieron a levantarse, por pocos instantes, tentaciones a reinaugurar un nuevo estado de alarma.

Ese estado de alarma, que fue creado por la población misma, no lograría apagarse en la frontera entre dos épocas, sino más bien, continuaría encendido con sonoridad y alcances diferentes. En ese momento en el que gran parte del territorio se vio asediado nuevamente por el estentóreo sonido de armas que llamaban a la guerra, armas que llamaban a reconquistar el sueño perdido de los extintos libertadores, se alzó una nueva voz; Ese nuevo alzamiento, patrocinado en ciertas ocasiones por Sus majestades europeas terminó por tambalear y enloquecer a ciertos líderes que, deponiendo finalmente sus ideales de continuar con cualquier proyecto que se asemejase a lo vivido en las primeras décadas del "siglo de la oscuridad", acabaron abandonando sus investiduras y fertilizando el terreno para que naciera una nueva fuerza destinada a tomar las riendas de un continente descompuesto en todos los ámbitos. Esa descomposición, agravada por el mal olor de un mar que se llevaba miles de litros de tintas negras con las que se había teñido toda una región, fue limpiada de los caminos con la fuerza de una nueva maquinaria compuesta por gentes nuevas que, aún cuando se vieron rodeados de adeptos al ya extinto sistema sociopolítico, supieron mantener sus convicciones con las que marcaron el inicio, no solo de un nuevo siglo, sino de la consumación del establecimiento de estados que ahora, en lugar de tambaleantes, se encaminaban a solidificarse de manera que ninguna fuerza disgregadora o unificadora de viejos proyectos ya fracasados los hiciese poner en vilo. Mientras en Sudamérica los intentos por revivir los deseos independentistas de una sola nación quedaban enterrados en las arenas del tiempo, en la región centroamericana las cosas marchaban de diferente manera. En esta parte del Latinoamérica que durante el proceso independentista había sido casi olvidada y que debió esperar hasta finales del siglo XIX para que en su territorio se constituyeran estados independientes, surgía con mayor fuerza la intervención, por innumerables intereses, del gran coloso de Norteamérica en plena construcción.

En ese antiquísimo pedazo de la geografía que había albergado majestuosas civilizaciones cuyo legado aún se muestra ante los ojos del mundo; Una región cuya demografía fue y es hoy una mezcla de ascendencias que datan desde el advenimiento de los primeros pobladores, y donde a partir de 1821 comenzó a forjarse tardíamente un sueño con sello propio. Ese sueño propio que se vio truncado por las ansias imperiales del sucesor de Moctezuma II y que luego, dos años después, fue revivido gracias a la creación del que parecía ser el sucesor de otro imperio muy antagónico al que acababan de desprenderse había terminado de cristalizarse con ayuda de otra nación también tributaria de milenarias culturas autóctonas. Sin embargo, y pese a la proximidad geográfica de ambos y al aporte que unos y otros se dieron y dan, a pesar de las leyes aprobadas en aquellas épocas por los pregoneros de una doctrina que se veía destinada a frenar cualquier arribo europeo, al final, después de que algunos mostrasen cierta convivencia con los otros, ocurrió una segunda noche triste, protagonizada por quienes repudiaban totalmente una "norteamericanización" como lo dijo el entonces gobernador militar de Cuba Leonard Wood.

Fue esa misma potencia, que hoy es repudiada por muchos y defendida por otros, la que pudo abrir las puertas para que Latinoamérica fuese un verdadero modelo de desarrollo para las tambaleantes naciones europeas y de otros continentes cuya existencia pocos conocían que, aún en ese traspaso de épocas, se sacudían en fuertes movimientos sociales que terminaron dejando en ruinas ese pasado glorioso traído a cuestas desde hacía milenios. Mas una serie de sucesos inesperados se suscitaron en esa zona levantisca donde se forjaron nuevos intentos por llevar a cabo una segunda "Revolución francesa con estilo latinoamericano". Justamente la serie de alzamientos que se producirían contra las compañías económicas fueron una repetición de lo que se vivió en Europa a los inicios de la industrialización.

Aquellos territorios destinados a convertirse en el "cuerno de la abundancia" para gentes ambiciosas que desde otros lugares llegaron, o desplazados o por incentivo de sus líderes o de los nuestros, lamentablemente acabaron convirtiéndose en un nuevo altar donde todo aquel que creyó tener el potencial para levantar a los suyos contra lo que consideraban era una verdadera maldad se vistió de "reformador" y, con su propio estilo y palabras, pronunció lo que podía haber sido la reescritura de la encíclica "Rerum Novarum " del Papa león XIII. Fracasaron y terminaron creando un clima peor que el existente antes del surgimiento de "La cuestión social latinoamericana". Enfermedades, rebelión, escisiones territoriales como el caso de Panamá, utilización de la fuerza cuyas necesidades respondían a intereses particulares que acabaron violando todo acuerdo, cuyo papel habían guardado en grandes gavetas que, como ocurrió con los litigios fronterizos, terminaron retomándose con toda dilación.

Muchos fueron los convenios que se concertaron: Salgar-Wyse (1878); Herrán-Hay (1902); Hay- Buenau-Varilla (1903)… Todos ellos daban la libertad al "nuevo civilizador" de utilizar recursos naturales, humanos y materiales, mas aquellos quienes, viniendo de lograr éxitos rotundos en otro continente que recién comenzaba a descubrirse (Como los franceses con el canal de Suez), hicieron los primeros intentos por llevar a buen término sus obras de beneficencia fracasaron en sobremanera y terminaron volviéndose a sus hogares, tristes, decepcionados y algunos con procesos judiciales en desarrollo. Esa libertad que se les concedió a quienes tomaron las nuevas riendas de un proceso que no podía demorarse, fue vista por unos como una nueva amenaza, esta vez mucho más grande que cualquier otra, mientras que por quienes habitaban esa región latinoamericana "prohibida" significó la oportunidad que habían esperado de antaño. Se produjeron intentos secesionistas en el continente pero el caso de Panamá fue bastante auténtico, puesto que, la geografía misma interpuso diferencias Dos ciudades que, aunque hasta 1903 formaron parte de un mismo país, escucharon una advertencia que las mismas tensiones escribían desde 4 años atrás (1899). Justo Arosemena dijo: "La geografía nos advierte que allá comienza otro país". Ese nuevo país surgió de entre a dos mares que le dieron libre tránsito hacia los privilegios que su anterior gobierno había congelado en lo alto de las cumbres. Había surgido otra "joya de la corona", cuyo invaluable valor siempre embelesó a quienes se atrevieron a manejarla y con el tiempo desencadenó su partición en mil pedazos para todos sus reclamantes.

Aún cuando en efímeras ocasiones lograron liberarse de lo que se consideraba y aún hoy se considera que fue un yugo ejercido por parte de la "copia Americana del régimen español" y más aún cuando consiguieron gracias a eso que su región despertase de décadas de atraso y tomase un corto rumbo del desarrollo, allí, en Centroamérica, comenzó a gestarse la confrontación innecesaria que en el siglo que comenzaba causó la prolongación de esa noche oscura que fue testigo de todo tipo de sucesos que, como hace mucho leía en la novela "La reina de jade", llenaron el terreno de huesos y sangre. Mas ni Latinoamérica ni ningún otro continente están hechos para flotar en el mar, sino para ser habitado por seres vivos que en cada etapa de la historia mundial fueron, son y seremos quienes verdaderamente decidiremos si confrontar o reconciliar, si destruir o construir. Había culminado una época y comenzado otra; Ahora, Latinoamérica entraba en un nuevo siglo en el que, a pesar de tener paz y progreso consumados, tristemente repetiría con instituciones más modernas y mejor organizadas y bajo personas mejor instruidas y mejor ataviadas la barbarización cuya detención ahora no está ni estará en manos de ninguna nación externa, ni ninguna alianza, sino en las nuestras que no deben ni deberán empujarnos hacia otro siglo ominoso.

Últimos representantes de la primera etapa del caudillismo

1898: Manuel Estrada, dictador de Guatemala. Se mantuvo en su cargo hasta 1920. Durante su gobierno, en 1902 se reunieron los presidentes de Nicaragua, Honduras y El Salvador, con el fin de discutir la creación de la "República mayor de Centroamérica", idea a la que se opuso

1898: Julio Argentino Roca, presidente de argentina. Se mantuvo en el poder hasta 1904

1899: En Venezuela, mediante la llamada "Revolución liberal restauradora" es derrocado el presidente Ignacio Andrade. Accede al poder Cipriano Castro, el cual prestó su ayuda incondicional a los rebeldes liberales que luchaban en Colombia en la llamada "Guerra de los Mil días". En 1902, enfrentó un bloqueo armado por parte de fuerzas de Italia, Alemania y Francia

1899: Con una rebelión, accede al poder José Manuel Pando (Bolivia). Gobernó su país hasta 1904

1899: Se establece en Costa Rica la "United Fruit Company"

1902: Mediante una insurrección militar, accede a la presidencia de Colombia José Marroquín. Antes de su ascenso, en el mes de Julio, se había firmado, en Enero, el tratado Herrán-Hay, con el cual Colombia le concedió a los Estados Unidos de Norteamérica el derecho a finalizar la construcción del canal de Panamá Se mantuvo hasta 1904

1903: Panamá se separa de Colombia, con Phillipe Buenau-Varilla como primer ministro

1906: Eloy Alfaro, presidente de Ecuador. Se mantuvo hasta 1911, año en que fue asesinado por la muchedumbre

1908: En Venezuela, Juan Vicente Gómez impide, mediante un golpe de estado la vuelta al país de su predecesor, Cipriano Castro. Gobernó con mano de hierro por los siguientes 27 años

María

No todo fue balas, líderes autoritarios, utopías y todas otras afrentas en el periodo del caudillismo. También hubo aquellos movimientos de manos que dieron como resultado creaciones insignes que las llamas del diluvio de fuego que se cernía sobre nuestra Latinoamérica no pudieron consumir. Ahora, lejos del resumen de una época de contrastes de distintas intensidades, he aquí las palabras de quien tiene el gusto de escribir este texto acerca de una novela que, a decir verdad, hace estallar el alma de todo el que la lee: María, del escritor colombiano Jorge Isaacs

María es mucho más que un simple personaje; es la más visible manifestación de lo más hermoso de los sentimientos humanos. Aquella joven que siempre iba al huerto a recoger las más preciosas flores para adornarlo todo es mucho más que lindas facciones moldeadas por las manos del magnánimo Dios que da vida a todo cuanto existe. Es única en todos sus aspectos: Engalana todos los momentos de tristeza, y sus palabras llenan cada resquicio donde en la mente se ha alojado algún pensamiento medroso. Cada uno de los personajes de la historia que tiene la fortuna de vivir a su lado, desde Efraín hasta los ascendientes más lejanos del esclavo Juan Ángel, tienen también la dicha de poder contar en cada día y en cada espacio donde se desarrolla la historia con su presencia, bien sea física o espiritual, materializada en su transfiguración en la forma de un ángel celestial que vuela a través de toda la geografía para enviar con el viento partes de si misma inmortalizadas en pétalos de rosas, de cuyo aroma solo nos damos cuenta cuando alguna tristeza nos embarga.

Todas las regiones donde esta historia se desarrolla, bien sea en América como lejos de esta, tienen inscritas su nombre bajo el trabajo de aquel que, con la mente rebosante de abundantes alabanzas, forja en una piedra con los diamantes más diáfanos cada letra que compone la historia de su paso por nuestro mundo, para después, en un río turbulento derramar los más vivos colores con los que un rostro sonrojado se dibuja en las aguas; y al paso de cada embarcación, toda vez que algún viajero se atreve a detenerse a descansar, alguna gota de aquel líquido impregnado ya de un elemento benéfico, implanta en algún lugar desprotegido su marca indeleble que solo en esas horas de confusión y abatimiento logra iluminarse a la luz de algún cuerpo celeste que siempre nos sorprende desprevenidos. Pero ello depende mucho del lugar de nuestro cuerpo donde esas líneas que denotan tanta grandiosidad se estampen. Si se estampa en nuestros pies, podemos caminar a través de un camino que nos llevará hacia ese lugar donde encontramos un motivo más para admirar tanta belleza esculpida no solo en otro ser al que amamos con el corazón, sino a todo aquello que es laudable a nuestros ojos; si se estampa en las manos, entonces obtenemos todo lo que sea necesario para proteger todo aquello que con amor hacemos y entregamos al mundo, desde un simple regalo a un amigo hasta alguna obra destinada a ocupar un lugar irremplazable. También podemos hacer el papel de panegiristas y escribir magníficas palabras que contribuyan a entronizar a aquellos a quienes amamos como soberanos de nuestras mentes e ilusiones.

María es sinónimo de aires tranquilos que han venido a embestir los sueños de todos quienes nos hemos atrevido a pensar en lograr imposibles. Es la calma un agitado mar, y a su vez da a quien respira su aroma floral cálidos momentos de júbilo. Es el reflejo de las añoranzas hacia un ser que está lejano a nosotros y por el cual soportamos largo tiempo en vilo. En el sobre de cada carta que escribe a su amado, y en las que manifiesta no poder soportar su ausencia, hay melodías de su voz que parecen pedir en forma estentórea el rápido regreso de la felicidad.

Esa hermosa novela que nuestros ojos han tenido oportunidad de leer una y tantas veces nos lleva a ese mismo campo donde vivía la virgen de la silla. Al leerla, estamos tomando de aquel terreno majestuoso tantas cosas que se ofrecen a las deidades de nuestra plétora de religiones. Estas, que son las representaciones de un mismo espíritu creador, mezclan el perfume de una flor, los pétalos de esta y hacen su cohesión en la figura de seres que son y serán razón de ser de unos y otros. A estos les añaden voces, si se puede decir, celestiales que son capaces de doblegar hasta el más ininteligible oprobio.

María es sin duda algo más que un simple nombre, y en la historia es algo más que un simple personaje. No quiero decir que los demás protagonistas no tengan igual relevancia. Si la tienen, pero el lugar que ella ocupa es muy especial no solo en la novela, sino para nosotros, afortunados lectores. Ha recibido innumerables opiniones, tanto encomiásticas como contradictorias pero, si la leemos, podremos ver que se traspasa a través del tiempo y, en lugar de morir, como tristemente finaliza, se convierte en una flor más del huerto de los amores que mientras más se ahonda en la lectura, más se planta en el fondo del corazón. María, como novela, significa mucho más que 237 páginas. Es la grandiosa representación de un vivo recuerdo que, con el pasar del tiempo se mantiene pertinaz y se esculpe de manera que permanece incorrupta para luego ser coronada con flores si ha de suceder una despedida o envolverla en agasajos y todo tipo de encantos si ha de producirse su llegada.

Personajes más resaltantes: Efraín, Emma, Felipe, Eloisa, Juan, María, Carlos, Juan Ángel (Esclavo), Higinio (Mayordomo de las haciendas de la familia de Efraín), Bruno, Remigia, Nay (Feliciana) (Nativa de la tribu de los Ashanti), Sinar (Nativo de la tribu de los Achimis) (esposo de Nay), Mayn (Médico), Emigdio, Micaelina, Braulio, José, Lucía, Tránsito Laurean y Gregorio (Cortico) (guías de Efraín en su regreso a Colombia), Custodio, Salomé, Tiburcio (Amigos de Efraín)

Conclusión

De las hordas a la organización: El nuevo caudillismo

Se ha logrado ver a lo largo de este texto la evolución del primer siglo de vida de toda una región; Mas no solo eso. También se ha visto la repetición de los ideales de aquellos que buscaron su liberación y la lograron. Todos los que hemos tenido la oportunidad de leer acerca de lo que aquí se escribe podemos ver que a lo largo de todo ese proceso que comenzó en 1830, ocurrieron cambios trascendentales que reconstruyeron la misma línea de tiempo que rigió los días anteriores a las nuevas naciones que surgieron como consecuencia de la demolición de un palacio que ya tenía 300 años de erigido. Una vez que llegaron nuevos líderes a tomar las riendas de estados nacionales que parecían hundirse, se levantó otro palacio de reyes que, si bien no fue similar al de las potencias coloniales, mantuvo ciertas estructuras de la realeza.

Fue 1830 el inicio de toda una explosión producto del atraso; el inicio de una nueva liberación y de una nueva senda descubridora. Esa senda que se trazó desde el más alto puesto abrió finalmente las puertas de la luz hacia el renacimiento latinoamericano. Similar al europeo, aquí surgieron infinidad de personajes que se encargarían de darle un contraste diferente al horizonte negro que cubría nuestra región en esos días. Abolicionismo, reconocimiento internacional, revolución industrial, nacimiento y caída de naciones, conflictos internos e internacionales, paz, prosperidad y desarrollo fluctuantes. Todo ello marcó la transformación de nuestras naciones desde simples conglomerados de mini confederaciones, lo que venían siendo desde tiempos inmemoriales, a entidades sólidas que a partir del año de 1901, con el inicio del siglo XX, le abrieron las puertas a una turba de ideas que recogieron las ruinas de todo lo que con la fuerza de las armas había sido destruido. Recogieron ruinas y limpiaron el mar de tinta roja que inundaba no solo las calles sino también los documentos que en aquellas épocas se atrevían a reseñar lo más desdoroso.

Ahora llegaba un nuevo periodo. Se pasaba de los caballos a los automóviles; de dos simples corrientes ideológicas a todo un raudal inconmensurable que, bajo nombres propios defendieron no solo las dos que ya parecían perder influencia, sino otras que estaban en plena efervescencia desde el gigante europeo; de los ejércitos personales a los ejércitos nacionales; de sueños irrealizables a proyectos verdaderamente materializados en infinidad de organizaciones de toda cariz; del carbón al petróleo; de la elección de líderes por parte del congreso a la elección popular.

Comenzaba entonces el periodo de las dictaduras militares: La segunda etapa del caudillismo más organizado. Llegaban nuevas majestades que, si bien se deshicieron de todas las estructuras antiquísimas, continuaron, en ciertos aspectos, con el legado decimonónico. Ahora bien, si bien se vio represión en aquellos días del nuevo periodo, ahora si se vería desarrollo en las economías. Nuestras naciones pasarían a ser tributarias unas de otras y eso le trajo al continente cierto progreso. Empezaba el auge del "oro negro", y con el, la expansión territorial hacia esos lugares recónditos donde solo en el siglo anterior se habían atrevido a ir los más temerarios.

Pero aún quedaban rescoldos entre aquellos disconformes que, de manera similar al siglo anterior, volvieron las guerrillas. Volvían los grupos rebeldes mejor organizados, con nombre propio, símbolos propios y una jerarquía sólida. Estos, en ciertas ocasiones, lograron lo que sus antecesores no consiguieron: Tomar el poder. Mientras unos lo hicieron, otros continuaron a lo largo del segundo caudillismo y aún hoy persisten en su lucha. Vuelve la "Guerra del papel", esta vez destinada a criticar los sistemas existentes, acaudillada por personas de la talla de Miguel Ángel Asturias (Autor de "Señor Presidente"), Augusto Roa Bastos (Autor de "Yo, el supremo") y Gabriel García Márquez (Autor de "El otoño del patriarca"). Sus bolígrafos mataron todo sueño absolutista de estos nuevos reyes que parecían destinados a perdurar como soberanos de una "Latinoamérica eterna". Renacieron las ansias de las gentes en ciertas regiones de ver sus sueños independentistas y de reapropiación realizados. Volvieron los mismos problemas diplomáticos pero, esta vez, el campo de batalla no sería otro que nuevas mesas de negociación fuertemente instaladas sobre los cimientos de nuevos sueños de integración (OEA; CEPAL; ALADI; MERCOSUR…)

Todos estos nuevos caudillos que tomaron las riendas de una Latinoamérica sólida, Rafael Reyes (Colombia), Marcos Pérez Jiménez (Venezuela), Anastasio Somoza (Nicaragua), Fidel Castro (Cuba) Alfredo Stroessner (Paraguay), Joao Figueredo (Brasil) y otros, tuvieron un modo de trabajo muy similar a la de sus predecesores y, como diría el poeta chileno Pablo Neruda, "se repartieron coronas de César" entre sus colaboradores. No sería sino hasta muy avanzado el siglo XX, cuando terminarían sus reinados. Mas Latinoamérica aún no ha escapado de ese fenómeno que tantas veces ha resurgido en las figuras de aquellos que se creen destinados a obtener lo que nuestros libertadores no pudieron ganar. Mientras se siga apostando por utopías; Mientras se siga utilizando la fuerza de armas y gritos para doblegar adversarios; mientras se pulse el gatillo del fusil para hacer valer una autoridad sobre inocentes nunca podremos pasar a una Latinoamérica realmente sólida y respetable; nunca podremos organizarnos y mucho menos encaminarnos a un camino que nos llevará de las hordas de pueblos enfurecidos a una organización verdaderamente en paz; Nunca podremos tener esa tierra de gracia que descubrió Colon y nunca podremos ver una fortuna que crezca como la sombra del sol declinante.

Referencias bibliográficas

  • Gran Enciclopedia hispánica, Editorial planeta

  • http://www.biografiasyvidas.com/

  • http://www.1808-1814.org/

  • http://www.critica.com.pa/archivo/historia/1903.html

  • http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1826_119/Tratado_de_uni_n_liga_y_confederaci_n_perpetua_cel_202.shtm

  • Gran Enciclopedia Temática LIBER
  • María, Jorge Isaacs, Colección "La Palma viajera"
  • http://afrocolombianosvisibles.blogspot.com/2011/05/160-anos-de-abolicion-de-la-esclavitud.html

  • http://vidales.tripod.com/cipriano.htm

  • http://mgar.net/var/trata.htm

 

 

Autor:

Javier Andrés Molina Rodríguez

 

Partes: 1, 2
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