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Los primeros años de nuestro continente

Enviado por Javier Molina


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Los "Hombres fuertes"
  3. ¡Vivan la libertad y la opresión!
  4. Rebeliones y conflictos internos
  5. Las fallidas monarquías y la efímera vuelta a las glorias precolombinas con estilo europeo: Los nuevos Cien mil Hijos de San Luis
  6. Intentos monárquicos en América Latina
  7. El problema de la esclavitud: Los olvidados de la guerra independentista
  8. ¡Rompan las cadenas!
  9. Nuevas fronteras y nuevos problemas: El nuevo tratado de Tordesillas inconcluso
  10. Conflictos internacionales y Fronterizos del siglo XIX
  11. Revolución industrial latinoamericana, intentos restauradores de las confederaciones, entrada en escena de los estados centroamericanos, inauguración de un nuevo siglo y la transición hacia una nueva forma de gobierno muy similar
  12. Últimos representantes de la primera etapa del caudillismo
  13. María
  14. Conclusión
  15. Referencias bibliográficas

Introducción

La gran Europa que no pudo ser

1808: España se halla sacudida por la invasión que pretendía expandir el proyecto imperial del Primer Emperador de Francia Napoleón I. Mientras tanto, en América Latina se avecinan cambios drásticos; El nuevo rey José Bonaparte es ahora quien controla todos los territorios coloniales españoles, mientras la familia real se halla en Francia. Se conforma una junta de regencia encabezada por el tío del rey Carlos IV, Antonio de Borbón, la cual no pudo hacer frente a la marea que ya inundaba la monarquía borbónica, y que ese mismo año se ve amenazada por un cruento intento revolucionario en el mes de Mayo. Comienzan las gestas independentistas, cuyas ideas tendrán, en un principio, semejanzas con Europa. Anteriormente a esto, se vivieron otros alzamientos, como el de José Gabriel Condorcanqui, en Perú (1780), el de los Comuneros del Socorro en Nueva Granada (1781), José Leonardo Chirinos en Venezuela y el de Toussaint L"Ouverture en Haití (1795), además de una nueva rebelión en la misma isla que acabaría por iniciar la gesta emancipadora en 1804, con Jean Jacques Desalinees.

Comenzaba así la construcción de nuevas naciones y en ellas un proceso que estuvo marcado por todo tipo de contextos: lealtad, traición, insubordinación, rebelión interna, victorias y derrotas. En un primer momento se producen demostraciones de apoyo a su majestad el rey Fernando VII, prisionero en Francia: Unos se declaran partidarios de los franceses, mientras que otros siguen apegados al rey español. Al terminar, en 1824, con la Batalla de Ayacucho y la expulsión del Virrey José de La Serna, habían nacido nuevas naciones, mas aún faltaba darle cohesión a ese gran proyecto unificador que, de la mano de Simón Bolívar, comenzó a materializarse a partir del año de 1821. Por esas mismas épocas se desarrollaba en la metrópoli un último intento por pacificar la guerra que ya dejaba a un continente arrasado. Los principales líderes europeos y latinoamericanos se dieron un abrazo de aparente reconciliación, mas este se terminó disipando en medio de las últimas acciones que daban fin al monopolio ibérico. Se retiraban hacia su emplazamiento y, cuando Su Majestad se disponía a relanzar su campaña, un último golpe que acabó derribando todo sueño imperial: la revolución de Enero de 1820

Primero, se creó la República de la Gran Colombia, agrupando a Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador mas en sus ideales quería que otros a quienes no tuvo la oportunidad de visitar, pero cuyos líderes compartieron sus mismas ideas, se uniesen en una única entidad político territorial. El, como muchos, pensaba que si el continente tenía un mismo origen, un mismo idioma y unas mismas costumbres, también debía tener un mismo gobierno que satisficiera las necesidades de todos sus integrantes y que permitiese convivir en una paz duradera. Llevó su proyecto más al sur, hacia Perú, donde, ante la situación inestable, y al igual que en la antigua República romana, asumió el gobierno en calidad de dictador y desde donde invitó en 1824, dos días antes de el fin del colonialismo, a todos los recientemente formados gobiernos a un congreso llevado a cabo en Panamá en 1826.

Al asumir la dirección de nuevos estados nacionales, los caudillos, ahora aclamados por las grandes muchedumbres, se ocuparon de distanciar a sus nuevos territorios del aislamiento en el que se encontraban hasta 1820. Se establecieron relaciones nada más y nada menos que con el ex ocupante, quien continuó influyendo en todos los ámbitos a lo largo de esos años muy confusos. Primero habían dejado atrás los esfuerzos diplomáticos por obtener un reconocimiento pacífico, mas, para ese año, con un conflicto que se acercaba ya a su fin, la situación estaba tan avanzada que era imposible lograr tal cometido, pues, como se escribió en las opiniones de varios diputados, todos buscaban sus intereses en aras de las corrientes a las que pertenecían.

Con el fracaso del congreso istmeño, la toma por parte de cada uno de los nuevos países de su propio rumbo, el fallecimiento mismo del que estuvo a punto de coronarse monarca de su confederación, sucede un periodo de agitación en el que toman parte sus antiguos adversarios. De las federaciones se crean los países que hoy conocemos, mas estos estarán, en esos primeros años, sujetos al recuerdo que les había dejado el hombre de la Carta de Jamaica y el Discurso de Angostura. Tanto al comienzo, como al final de ese siglo, por razones particulares de los nuevos absolutistas, entre las que imperaron las económicas, intentaron unirse unos con otros. Dominación de territorios o la necesidad de crear naciones "fuertes" marcaron el intento de repetición de las declaraciones independentistas. No lo lograron.

Había concluido la primera parte de la conformación de un continente. Ahora, había un trabajo muy difícil por hacer, y ese era rescatar al continente de la anarquía en la que se hallaba sumido. Se desató entonces una persecución contra los que aún mantenían vivas las esperanzas de una unión inquebrantable. Habían llegado a rebelarse antiguos partidarios de este sistema, como ocurrió en Colombia, en el año 1831, cuando Rafael Urdaneta derrocó al presidente Joaquín Mosquera. No se redactaría un nuevo discurso de Angostura.

La iglesia y las distintas religiones también fueron atacadas por los nuevos reformadores en los que se convirtieron nuestros caudillos. Desde amenazas con el cierre de centros de profesión, conflictos religiosos, prohibición de práctica de ciertas creencias, negación de las altas autoridades clericales a jurar las nuevas cartas magnas hasta la creación e institución de nuevos dogmas. Latinoamérica pudo haberse convertido en una especie de Europa reformista, y sus principales ciudades a punto de ser sometidas a otro saqueo, como ocurrió en Roma (Italia), en 1527. Aunque esto ocurría y se generaban tensiones con la Santa Sede, logró detenerse la nueva "Liga del cognac", conformada, como ocurrió en la realidad en la Europa del Renacimiento, por quienes querían detener el avance de alguna religión. Se había evitado la existencia de un nuevo Clemente VIII, y con ello, una Guerra de los treinta años ambientada en escenario latino.

Resulta fácil ver el periodo caudillista asemejándolo al decadente imperio español que por aquellas épocas solamente tenía sus bastiones tratando de salir a flote en las islas de Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas, mas permanecía siempre dispuesto a recuperar, a cualquier costo, sus ex colonias. Ahora, si bien unos ex independentistas fueron eficientes hasta el final de sus días, otros evolucionan negativamente hacia el autoritarismo, queriendo incluso asimilarse a los ex ocupantes, cosa que lograron. Se produjeron guerras, crisis económicas, industrialización, invasiones armadas por parte de potencias externas que hicieron revivir el colonialismo. La independencia Latinoamericana, si bien logró dar la libertad a un continente que clamaba por ella, también logró revivir nuevamente las "glorias" de las antiguas civilizaciones precolombinas. Por una parte, se pensó en establecer monarquías. Ya se había logrado en México y Brasil pero este proyecto cobró popularidad en otras naciones y, de hecho, durante las tantas ausencias del Libertador Bolívar, su consejo de ministros pensó en coronar un soberano para garantizar el orden y la estabilidad en la cada vez más decadente Gran Colombia. También porque, ahora, los garantes de la libertad, pasaron a ser garantes de la opresión y de todo cuanto iba en detrimento contra sus gobernados. Este fue el periodo donde Latinoamérica trató de parecerse más a sus ex ocupantes.

La revolución industrial, que había comenzado en 1750, no tardó en llegar al continente y, rápidamente, se ejecutaron majestuosas obras de ingeniería que dieron cierta gala al territorio donde antes reinaban casas y edificios de materiales fabricados con elementos naturales; Claro, bajo el amparo y financiamiento de las potencias extranjeras como Francia con el Canal de Panamá. Lejos de los ideales de cohesión, se dividió el territorio en "zonas económicas" y, dada la presencia de grandes territorios ricos en recursos del subsuelo, surgieron reclamaciones de uno y otro país por apropiarse de ellos. Aún existían colonias europeas, como era el caso de la Honduras Británica (Hoy Belice) y la Guyana Británica (Hoy República Cooperativa de Guyana. La demarcación de nuevas fronteras, puso en riesgo de guerra colonial a todos quienes se atrevieron a hacer valer sus derechos sobre territorios en los que ya se habían establecido gente de todas las razas, lo que llevó a disentir a unos de otros. Transcurriría todo el siglo XIX y parte del siguiente cuando se volvió a tratar el tema. Mas no solo entre imperios y ex vasallos, sino también entre regiones que llegaron a constituirse en nuevos y efímeros estados independientes como fue el caso de la "República de Los Altos", surgida de la fragmentación de las "Provincias Unidas del Centro de América" y luego integrada a Guatemala, la provincia de Buenos Aires en Argentina o el intento secesionista acaudillado por el rebelde Venancio Pulgar, en la región de Zulia (Venezuela) En aquellos años la zona geográfica que separa a Europa de América, se convirtió en un "hormiguero" a través del cual se dirigieron en ambas direcciones gentes de todos los lugares y hacia todos los lugares. Buscaban mejor calidad de vida, progreso económico, algún lugar donde encontrar a sus contemporáneos y difundir sus ideas, eran enviados especiales de cada gobierno, se retiraban después de una vida agitada… Ese hormiguero no cesó hasta nuevos desencuentros con "nuevos amigos", y digo nuevos amigos porque en ese momento aún no eran bien reconocidos los nuevos estados. Se firmaron importantes tratados que dieron por terminada no solo esta, sino otras disensiones porque como dijo Bolívar en el Congreso de 1819 "La imprenta es tan importante como los pertrechos". El mismo llamaba a los nacientes diarios que en su tiempo difundían su causa por todos los rincones del mundo la "Guerra de papel". Fue esta guerra de papel la que también hizo sucumbir a los primeros dictadores que vio la recién nacida América Latina. Como sucede en los regímenes represivos actuales, los nuevos gobiernos no dudaron en perseguir a quienes por cualquier medio de comunicación posible se atreviesen a criticarles. Tanta fue la locura de algunos que incluso se entrevistaba a todo aquel que saliera del territorio y entrara en el, como fue el ejemplo del gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia (Paraguay)

Las corrientes ideológicas surgidas en esos días provocaron baños de sangre muchísimo peores a los vividos tres siglos antes. Luchas de poder, por territorio o simples ataques contra diversas amenazas vistas desde los intereses personales de cada caudillo. Fue similar al tribunal de los tumultos establecido en el Imperio español europeo. Las repúblicas pasaron a ser parte de una réplica de las añejas monarquías europeas donde predominaron las alianzas, tal y como las que estableció el emperador Carlos V entre sus hijos y los de otras monarquías europeas, siempre aislando a su enemigo francés. Aunque se que Europa es un continente muy diferente a América, ambos tuvieron esa similitud; Incluso las primeras constituciones asentaron sus bases sobre viejos textos de la Ilustración o constituciones de países que ya se constituían para la época. Fue en este tiempo donde se intentó hacer un segundo "Siglo de las Luces", el renacimiento del despotismo ilustrado; Teníamos a las repeticiones del marqués de Pombal, la Emperatriz austriaca María Teresa y el rey prusiano Federico El Grande. En los momentos finales de los "Soberanos", se apostó a un reestablecimiento de las confederaciones. Invasiones de un estado a otro, planes desde un país de derrocar gobiernos externos cuyos intereses resultaban un obstáculo, apoyo a alzamientos armados y todo cuanto tuvieron a la mano y que de alguna u otra manera evitaron que los recién emancipados fuesen base para otros estados que pudieron haber surgido dada la desunión entre quienes querían ostentar lo más alto. Entonces el continente estuvo a punto de tener tres independencias: Respecto de España, Respecto de las confederaciones y ahora las regiones internas de cada país establecido querían ganar su puesto.

Entre un mar hirviente se calentaba una olla que a partir de 1830 estalló en múltiples sabores para la población que puso sus ingredientes y que pudo disfrutar o importunarse del resultado que esto dio. En ese mar cuyas aguas se enturbiaban se concitaron fuerzas de todo color que quisieron nuevamente uniformar y subordinar bajo un mismo símbolo. Y fue ese mismo mar hirviente y turbio cuyas aguas agitaron las masas y con las que dieron inmortalidad a lo que se realizó para beneficio, mas congelaron aquellas en donde depositaron todo lo que mal causó. Unos lograron salir de esa prisión que se les impuso, mas otros ya se habían condenado a destruirse y a ser enviados al "Basurero Histórico"

Los "Hombres fuertes"

Anteriormente, durante los sucesos finales de la guerra de independencia hispanoamericana, estalló en la metrópoli española la revolución de Enero de 1820, acaudillada por el teniente Coronel Manuel de Riego. Este no es el tema central de esta primera parte, mas tuvo mucha relación con el establecimiento final de una Latinoamérica independiente y su acercamiento al mundo. El ocupante viene de soportar un periodo de invasiones externas por parte de su vecino francés y, con esto, llega el clarinazo para el grito libertario. Al finalizar la ocupación, luego de la revolución del 3 de Mayo de 1808, la guerra de independencia española la restauración de Su Majestad Fernando VII y el levantamiento nombrado más arriba, comienza el llamado "Trienio Liberal" (1820-1823).

A partir de ese momento, la América Hispana busca normalizar las relaciones con su ocupante y, de igual modo, intentar trazar una vía pacífica para la autonomía. Se nombran cortes provinciales dedicadas a atender los asuntos de los territorios ultramarinos, además de elegirse 30 legisladores para la representación del continente en España. Asimismo se envían agentes de confianza de algunos gobiernos ya establecidos, así como se propone la división del gobierno de las provincias en tres cortes: Una para México y América central, Una para Nueva Granada y otra para Argentina, Perú Bolivia y Chile. Mas estos intentos fallidos por detener la guerra que se acercaba a su fin fracasan. La independencia no da marcha atrás, aún ante la restauración del absolutismo ibérico como parte de un plan de la llamada "Santa alianza" (Austria, Rusia y Prusia). Aunque se logró todo aquello, el ex ocupante todavía tenía intereses en explotar los recursos que sus colonias le habían dado. Aún cuando en ambos lados se cernían tiempos aciagos, siempre se intentó desde la monarquía católica restablecer las glorias imperiales que anteriormente la habían convertido en la mayor potencia colonial. Se ha logrado la independencia política, mas aún falta el reconocimiento pleno de estas, cosa que tendrían por tarea los sucesores del último absolutista español. Comienza a gestarse una segunda unión con Europa que, si bien no se vio en los primeros tiempos, se hizo casi permanente y necesaria para los intereses de quienes detentaban las nuevas instituciones.

Como lo había dicho el mismo Simón Bolívar mientras se hallaba enfermo en Perú, al escuchar la noticia de que los rebeldes de ese país se habían pasado al bando realista, "Triunfar" fue lo que hicieron quienes liberaron este nuevo mundo. Y una vez consumada esta liberación se avecinan nuevos estados, nuevos símbolos y nuevos rostros en los nuevos gobiernos. Ya no está presente la figura del gobernador colonial, sino la de un presidente o un rey, para casos exclusivos como México y Brasil, que ahora es quien abraza todo el control de todo cuanto tiene a la mano para ejecutar obras en beneficio o en detrimento de sus conciudadanos.

Ahora ya no se trata de tribus primitivas que creen en sus divinidades y que luchan con base a avistamientos naturales que les predicen el orden o el caos. La población misma al apoyar a sus caudillos los diviniza y, en el caso de las repúblicas, los convierte en soberanos de las nuevas colonias en las que están a punto de transformarse las nacientes entidades territoriales en las que se ven varias tendencias: Una unificadora y otra que promueve la fragmentación. Una que deja todo el poder en un mismo individuo y otra que, sin descuidar al líder, propone autonomía para las regiones interiores de cada país. Mientras unos se encaminan a la modernización y se distancian del pasado colonial para mejorar la calidad de vida de quienes hasta hacía pocos años no gozaban del más mínimo privilegio, otros reproducen, ahora con sus propias instituciones, formas similares o incluso peores de opresión.

Surgen diferencias entre los mismos "Libertadores", llegando al extremo de querer eliminarse físicamente unos a otros. Para mantener el orden en un continente que parece hundirse en un mar de anarquía, unos piensan en dictaduras que en ciertas ocasiones son necesarias porque se sabe que la inestabilidad de uno amenaza la estabilidad de todos los demás, mas en otros no es sino para instaurar formas de vida que significan un retroceso hacia lo más primitivo y que hacen eclipsar el sol de libertad que para muchos parecía asomarse en el horizonte; Entonces se destruye totalmente la frase que José Domingo Choquehuanca dijo a Bolívar cuando este dio, en el cerro del Potosí, el anuncio de la libertad tan ansiada por todos los estratos sociales en 1825: "Con los siglos crecerá tu victoria como crece la sombra cuando el sol declina". La victoria fue lo único que creció positivamente para los que vivieron aquellos días, y también la sombra negra que envolvió al territorio en décadas de dolor, baño de sangre, conflicto y todo cuanto pudo causar daños a todo aquel que se oponía a su nuevo amo.

Comienza la promulgación de constituciones de los ahora si estados independientes, las que surgieron de insubordinaciones contra los textos jurídicos que regían las confederaciones que acabaron sucumbiendo la inminente partición de la tierra en totales "Zonas de guerra" donde unos a otros se masacraban por diferentes motivos (Diferentes ideologías, Negaciones a aceptar una ley, Deseo de arrojar al cacique, entre otros). Cada región de cada nación tendrá su propio caudillo, lo que a veces hace pensar que se preparaba el terreno para nuevas emancipaciones. Toda América Latina parece una reproducción de los antiguos reinos germánicos que se desgajaron del Imperio romano. Es preciso recordar que, durante el congreso de Cúcuta en 1821, cuando se constituyó la "República de la Gran Colombia", Bolívar expresó en el discurso que lo habría de convertir en líder de la confederación: "La espada que gobierna Colombia no es la balanza de Astrea, sino la que el cielo deja caer para el escarmiento de los pueblos". Con los ahora emperadores de la nueva Roma no fue ni una espada ni una balanza la que gobernó nuestra América Latina, sino el mazo de mayor dureza, el cual destrozó todas aquellas obras de quienes si deseaban una verdadera equidad. Ese mismo mazo fue el que utilizó una población en estado de cólera para derribar a los absolutismos incipientes que intentaron mediante alianzas similares a las practicadas en las milenarias monarquías europeas que para aquel tiempo volvían a tambalear.

Mas no todos los "Hombres fuertes" del nuevo mundo fragmentado gobernaron para el perjuicio de sus pueblos. Y estas benevolencias les hicieron merecedores de ingentes reconocimientos por parte de personas de las distintas áreas. Y además, como conocemos todos, no solo existió Bolívar y el congreso de Cúcuta no fue el único celebrado para constituir megaestados. En 1823 también se celebró una reunión dirigida por el sacerdote José Matías Delgado cuyos objetivos fueron los mismos: Habían nacido las "Provincias Unidas del Centro de América", bajo la presidencia de Francisco Morazán. Un año después se promulgó una constitución, que en principio fue calificada de "Aborto natural". También imperó el uso de la fuerza no solo para gobernar a los habitantes de una sola nación, sino para establecerlas y derribarlas, como fue el caso de la confederación Peruano-Boliviana, creada tras una guerra civil en Perú por el dictador boliviano Andrés de Santa Cruz y disuelta por la acción conjunta de tropas de Argentina y Chile

Las leyes que en esa época se promulgaron contribuyeron tanto a incentivar las mejoras como a acabarlas. Con ellas se buscó eliminar todo vicio e impulsar prácticas que se vieron necesarias aunque también separar a la población por estratos, tal y como ocurrió en tiempos coloniales. El acercamiento con los ex ocupantes significó la necesidad de ayuda y reconocimiento. Ayuda porque los contingentes humanos que se desplazaron hacia Europa deseaban captar todo lo que los ostentadores de poder quisieron dejar sin efecto para la sumisión y posterior conversión de su población en sus adeptos perpetuos. Ante la ausencia de manos de obra esclavas que generasen ganancias, se fomentó la inmigración desde el viejo mundo. Un verdadero hormiguero donde las hormigas que coexistieron tenían diversas cargas de los más variados contenidos para llevar de una dirección a otra.

Como en el Imperio Español de Carlos V todos temían el avance de enemigos en el territorio. Si el emperador temió el avance de los turcos otomanos en su momento, entonces las nuevas autoridades que se establecieron en aquellos días en Latinoamérica temieron el de sus oponentes, el de nuevas potencias y de nuevos proyectos nacionales. Contra todo ello emplearon todo su arsenal para combatir contra quienes habían sido sus seguidores, y así permanecieron inamovibles de sus tronos hasta que cansados y a punto de caer ante las presiones de sus propios contendientes, decidieron dejar todo en manos de fieles colaboradores que, así como terminaron la doble labor de sus antecesores, sufrieron lo que estos no quisieron que aconteciera pero que tristemente para los contemporáneos de aquellos hechos tiñó de negro los jardines sobre los que había comenzado a nacer el árbol en cuya cúspide se situaron y desde donde dieron de comer a sus gobernados amargos frutos que ellos mismos habían cosechado como dulces pero que al solo ocuparse de sus personas dejaron de nutrir con los ideales libertarios que habían adquirido en las décadas anteriores. La desnutrición de ese gran jardín que se había avizorado desde que comenzó a pensarse en una América independiente y en donde, según los ideales revolucionarios, todos vivirían en igualdad y sana paz se debió a que los ahora emperadores no supieron emprender un sistema

que verdaderamente satisficiera las necesidades de quienes junto a ellos venían de sustituir a una corona por otra que se impuso ante las miradas de gentes que poco conocimiento tenían sobre sus nuevos líderes. Los caudillos que tomaron, bien fuese por las armas o mediante elecciones, las riendas de sus nuevos territorios lo hicieron mediante los mismos mecanismos que sus antecesores europeos (Alianzas, Uniones territoriales, Tratados…) mas esta vez la única base de la cual surgía su poder era la capacidad de emplear cualquier arma para irse al corso de sus enemigos y adiestrar a aquellos quienes se consideraban aptos para dar continuidad a sus proyectos. Estas personas aprovecharon de sus altos puestos para modernizar, reprimir, expandir e incluso reconstruir sus naciones. Tejieron relaciones con gentes de tan alto reconocimiento que, al igual que ocurrió durante el llamado despotismo ilustrado, les dieron altísimos cargos a los que luego estos renunciaron al ver que sus hombres de confianza se volvían megalómanos.

Los hombres que habían nacido en medio de la sociedad supeditada a férreos controles por parte de reyes que desde sus relucientes palacios hicieron versiones americanas de sus personas en las figuras de virreyes, capitanes generales e intendentes, para el ámbito español, y, en el caso portugués, de un "Gobernador general"; Aquellos que, teniendo altísimas alcurnias, y la oportunidad de visitar la sede del gobierno de aquellos días adquirieron conocimientos por medio de las teorías que más curiosidad y efervescencia generaban a los ciudadanos; Aquellos que confraternizaron con los grandes sabios que aportaron a sus incipientes mentalidades. Ellos fueron quienes, viendo juntarse a todos estos componentes la observación de lo que ocurría en sus entornos y las ansias de un nuevo Nerón-Napoleón Bonaparte– de introducir una nueva dominación, se alzó para ponerse de lado del rey-Fernando VII- que, estando preso en Bayona, seguía enviando sus contingentes a tratar de reconquistar sus tesoros.

Cuando acabó una guerra en la que, al final, ambos soberanos acabaron vencidos y obligados a capitular, el continente que les había servido de suministro se convirtió un gran cuartel donde se vivieron momentos de tensión y equidad, y donde al final todos acabaron dándose de baja y, con sus propios soldados dividieron el terreno para fundar nuevos estados donde tendrían auge copias de Napoleón o de Fernando VII. Allí, en sus tronos, disfrutaron con la felicidad o la tristeza de sus gentes; Aunque lograron liquidar problemas heredados de la sociedad colonial y modernizar, todo a expensas de decretos materializados en leyes que recibieron desde los mayores apoyos hasta las más grandes denigraciones, al final acabaron, como Juan VI de Portugal, exiliándose de sus países y estableciéndose en otros a los que hicieron sus bases para retomar la dirección de sus patrias. Unos lo lograron, mientras que otros vieron cerrado para siempre el camino por el que habían transitado, habían peleado y en el que habían caído víctimas de aquellos quienes se atrevieron, tal y como ocurrió en la revolución del 3 de mayo de 1808 en España, a no dejarlos entrar para que no se repitiese otro acto negro o a no dejarlos salir para azotarlos y hacerlos pagar hasta con su propia vida

¡Vivan la libertad y la opresión!

1823: Antonio López de Santa Anna, presidente de México

1826-1827: Bernardino Rivadavia, presidente de Argentina

1828: Fructuoso Ribera, presidente de Uruguay, tras la independencia del nuevo país respecto del imperio del Brasil

1830: Disolución de la Gran Colombia. El reparto de nuevos líderes queda así: Colombia: Francisco de Paula Santander; Ecuador Juan José Flores; Venezuela José Antonio Páez.

1831: Joaquín Prieto, presidente de Chile

1835: Juan Manuel Rosas dictador Argentino. Se mantendrá en el poder hasta 1853

1836-1839: Andrés santa Cruz presidente de la confederación Perú-boliviana

1838: Braulio Carrillo, presidente de Costa Rica

1840: Carlos Antonio López dictador supremo de Paraguay

1842: Fusilamiento del líder de las Provincias Unidas del Centro de América, Francisco Morazán. Surgen los estados de Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica

1845-1863: Ramón Castilla presidente de Perú.

1847-1865: Rafael Carrera presidente de Guatemala

1854-1855: José María Obando, presidente de Colombia

1863: Juan Crisóstomo Falcón, presidente de Venezuela.

1870-1886: Antonio Guzmán, presidente de Venezuela

1886: Rafael Núñez presidente de Colombia

1877-1911: Porfirio Díaz, dictador de México

1894: Floriano Peixoto, presidente de Brasil

Rebeliones y conflictos internos

1827: Es derrocado el presidente constitucional argentino Bernardino Rivadavia, lo cual abrió una larga y penosa guerra civil que no finalizó sino hasta 1853.

1831: Es derrocado el primer presidente colombiano Joaquín Mosquera, por el general Rafael Urdaneta, quien establece una dictadura

1835-1845: Guerra de los "Farrapos" en brasil, la cual pretendió independizar a la provincia de Río Grande Do Sul

1836: El presidente constitucional venezolano José María Vargas es derrocado por la llamada "Revolución de las reformas"

1842: Derrocado el presidente constitucional de Costa rica Braulio Carrillo

1843-1845: Revolución constitucionalista (Perú), la cual acaba con la presidencia de Manuel Ignacio Vivanco

1845: Revolución Marcista (Ecuador), la cual acaba con el gobierno de Juan José Flores

1855: El presidente de México Antonio López de Santa Anna es derrocado por un movimiento rebelde que, un año antes, había suscrito el llamado Plan de Ayutla

1855: El aventurero estadounidense William Walker se une al "ejército inmortal" y derroca al presidente de Nicaragua Fruto Chamorro.

1861: Tomás Cipriano Mosquera se declara dictador de Colombia

1859-1863: "Guerra federal", en Venezuela. Ante la sangrienta situación, los federalistas pidieron la ayuda a Inglaterra para que llevase a cabo una invasión, bajo la promesa de entregarle la Guayana Esequiba, tal y como Francia lo hacía en México

1864: Mariano Melgarejo lidera una rebelión en Bolivia con la que derroca al presidente José Achá y se proclama dictador

1868: Revolución azul en Venezuela, la cual le costó el poder a Juan Crisóstomo Falcón, y ascendió a José Ruperto Monagas

Las fallidas monarquías y la efímera vuelta a las glorias precolombinas con estilo europeo: Los nuevos Cien mil Hijos de San Luis

¡Viva Su Majestad! Esto y muchas otras consignas es lo que hubiésemos tenido que decir si Latinoamérica se hubiese enrumbado por la forma de gobierno absolutista monárquica, tanto fragmentada en estados independientes como unida en una sola entidad territorial; y es por ello que me resulta muy fácil decir que los caudillos en su función de presidentes ejercieron funciones monárquicas debido a las herramientas que utilizaron para consolidar su poder y a los largos años que ostentaron estos poderes dictatoriales. Mas no tardaron en caer en las ambiciones de coronarse o implantar realmente reyes o emperadores. Ahora si parecía que se volvían a las viejas glorias precolombinas, mas esta vez modernizadas y con nuevas herramientas para reestablecer los imperios que habían sucumbido en manos de los europeos y que pudieron haber renacido no bajo el amparo de dioses, como era la tradición del imperio Inca donde el emperador era descendiente de Inti, el dios Sol, sino de los gobiernos agitados de las potencias quienes pretendían reconstruir su imperio americano.

Ya en Julio de 1822, durante su reunión con Bolívar en Guayaquil (Ecuador), José de San Martín había propuesto para Argentina y el Perú un príncipe europeo. Pero no solamente San Martín ideó cetros en lugar de bandas presidenciales. Tanto antes como después de el, se pensó en convertir al continente en un nuevo Imperio Carolingio. Este nuevo imperio, que ocupó las mentes de los libertadores por circunstancias multifactoriales comenzó a fraguarse desde la madre Europa; Inclusive, según diría quien fuera presidente de Ecuador a partir de 1830, Juan José Flores: "Colombia no será independiente si no se erige una monarquía constitucional". Anteriormente a el, otro prócer independentista, Juan de Montúfar propuso en 1809 la idea de convertir a la audiencia de Quito en un reino independiente de España.

Ahora entraban en combate dos ideales antagónicos entre si, que se desgajaron entre los conservadores y liberales: Uno que propuso la adopción de las antiguas estructuras europeas que ya se habían derrumbado en algunas naciones como Francia y la otra que fue la imperante, y esa es la de establecer un sistema republicano. Pareciera que llegaban los cien mil Hijos de San Luis para formar en nuestro continente una nueva Santa Alianza de estados latinoamericanos. Aunque ya se habían adoptado estos sistemas en países como México y Brasil, la instauración de estos en los demás miembros de la región significaría que se reanudaba la dependencia europea sobre América. En Portugal se escuchó decir, en el momento en el que Brasil fue elevado a la categoría de reino y Juan VI llegó a Río de Janeiro para establecer su corte, que este país dependía de su colonia (Que había formado parte del reino unido de Portugal, Brasil y Algarve). Por ello se produjeron intentos revolucionarios en es país pero, en 1822, el príncipe Pedro I se insubordinó en contra de su padre y declaró la independencia del imperio, coronándose soberano del mismo en Diciembre de aquel año.

Sea como fuese, volvieron a respirarse aires europeos en la recién nacida América latina alentados no solo por gustos de los mismos republicanos, sino por influencias exportadas desde la endeble monarquía española restaurada en 1823. A la muerte de Fernando VII diez años después, con la regencia de María cristina de Borbón, se inició el proceso de transición no solo hacia el reconocimiento de la independencia de las nuevas entidades nacionales, sino también de reapropiación psicológica de los nuevos líderes, algunos de los cuales, dentro de su analfabetismo y ambición por incorporar a sus banderas el escudo de las monarquías europeas, se congregaron en un ritual en el que quisieron llamar de regreso a los dioses precolombinos. Estos regresaron humanizados en las figuras de gentes de todas las ascendencias y todos los estratos sociales que tuvieron razones diferentes para pensar en monarquías para sus países: Estabilización, Poder político, Gusto por la forma de gobierno, así como también las potencias tuvieron las suyas, y estas giraron en torno al plano económico y a las tensas relaciones que aún tenían con sus ex colonias a las que, si bien habían abandonado, no reconocían.

El establecimiento de monarquías en América Latina respondió a una deuda histórica que los dictadores-reyes tenían con los que, antes de su verdadera entrada en la escena independentista, intentaron lo mismo pues recordemos que personas como Simón Bolívar no fueron quienes iniciaron los primeros alzamientos. También respondió a una necesidad por parte de los europeos, puesto que, por las constantes guerras entre reinos, la economía se deprimió. Entonces necesitaron de los mercados latinoamericanos para abastecerse pero, el continente tenía onerosísimas deudas con ellos. Mientras tanto, los futuros reyes dudaban de sus coronas en sus países hasta que decidieron lanzarse al mar para salir en busca de nuevos suelos donde pudieran ver materializadas sus ambiciones y donde, además, pudieran tomar protagonismo entre masas de gente que al principio los vio como salvadores y héroes.

Al llegar, los nuevos monarcas se impresionaron por la situación de pobreza existente en el territorio que hicieron todo lo posible, con todo lo que tenían a la mano por volver a llenar las arcas con las que solo por un breve instante lograron subir los ánimos de aquellos quienes formaban parte de un espiral de miseria que, en algunos casos, les había sido dejado por sus propios ancestros. Mientras transcurría todo esto, mientras eran aclamados, mientras parecía que estaban destinados a perdurar sus hegemonías, con o sin descendientes propios, una facción divergente se armó para comenzar a anunciar que no se retrocedería a otros tres siglos de colonización; Anunciar que no se conformarían con ver una restauración forzosa del imperio europeo, mas no siempre bajo la representación de España, sino de otro país, de otra dinastía y de otro estandarte. Estos monarcas pronto cayeron en un remolino del que no les fue fácil salir. Desde su caída volvería el orden y el caos y más y más intentos por volver a lo que se había expulsado. Aún cuando al mismo Bolívar le recomendaron en cierta ocasión que se coronase rey de la Gran Colombia; cuando se quiso establecer un mismo trono que gobernase todo un conglomerado territorial; a pesar de todas las cartas y documentos con los que se quiso bajar las banderas nacionales latinoamericanas y colocar nuevamente las europeas, todo acabó derrumbándose ante los ojos de quienes, desde Europa, manejaban los hilos que dirigían a sus propios parientes a los que enviaron en una misión imposible: Revivir las grandezas del que había sido destinado a ser una copia del antiguo Imperio Romano. Ante presiones externas o internas; ante visiones que, como lo que contempló el emperador azteca Moctezuma, desmembraron naciones y desataron todo tipo de sucesos ominosos; cuando se aferraban a sus tronos; cuando acudieron presurosamente ante sus mentores en busca de consejos o del cumplimiento de promesas olvidadas, acabaron desmayándose ante la avalancha gigante que derrumbó sus palacios que, de estar relucientes como oro, finalizaron como una pila de escombros donde se edificaron nuevamente las estructuras de las repúblicas, mas esta refundación continuó bajo el mismo estandarte que, aunque no continuó siendo el de la tutela europea, tuvo ciertas líneas que, con el fin de los efímeros reinos, no se borraron y continuaron trazando nuevas sendas hacia nuevas tentativas de este tipo durante todo ese siglo (XIX).

Esta monarquía latinoamericana que se intentó establecer, primero bajo gobernantes propios, luego bajo soberanos europeos quienes en su calidad de regentes, como el caso de María cristina de Borbón, enviaron emisarios fallidos ante otro derrumbe de sus cortes, intentando establecerse en nuestro continente, tal y como hizo Juan VI en Brasil, sucumbieron ante nuevos gritos que, como en la independencia, combatieron al remanente europeo y, como ocurrió con el emperador mexicano Maximiliano I, los enviaron a bordo de los mismos barcos con los que habían intentado llegar. Desde el exilio, los derrocados presidentes idearon su vuelta triunfal de la mano de quienes serían sus reyes o reinas consortes. Mas hubo algo que los separó de sus tronos. Todo lo que pudo haberlos alejado de su sueño de constituirse como copias de Europa, también los alejó de alguna posibilidad de retomar el liderato de sus naciones.

Esa fallida guerra de restauración, que no resultó ser más que una aplastante victoria para los republicanos, desprestigió totalmente a los nuevos herederos de Europa, quienes se vieron obligados a quitarse sus investiduras, sus coronas y a soportar un diluvio de descontento de aquellos quienes tomaron la decisión de eliminar todo cuanto de ellos se hiciese presente en el territorio. Había fracasado la reinserción de los nuevos Carlos V. No supieron respetar las leyes de cada uno de sus territorios; intentaron conseguir quienes les sucedieran en sus cargos; intentaron reunificar, conquistar y apropiarse nuevamente de su gloria perdida, pero consiguieron todo tipo de fracasos al no saber reunirse con quienes les confrontaban. Al final, quedaron abandonados frente a la inminente caída de sus reinos y sin más opción que volver a Europa llenos de decepción. Aquellos que intentaron establecer absolutismos en nuestro continente no pudieron contrarrestar la nueva marea que terminó por ahogarlos y devolverlos ante sus envejecidos remitentes. Unos sobrevivieron y otros murieron en el intento por hacer de Latinoamérica la Roma de la revolución industrial. Al final, aunque algunos fueron olvidados y otros recordados por algún beneficio, regresaron a Europa en un barco que, al llegar a su destino, se hundió en la arena de las costas para no volver a ser asiento ni transporte de nuevos hijos de San Luis.

Intentos monárquicos en América Latina

1809(Agosto): Durante la declaración de la Independencia de Ecuador, los seguidores del patriota Juan Pío de Montúfar contemplaron la idea de proclamarlo Rey del nuevo país, bajo el nombre de Juan I de Montúfar

1821(Febrero): Agustín de Iturbide lanza el "Plan de Iguala", proclama la independencia de México y se corona emperador, bajo el nombre de Agustín I. Posteriormente será depuesto por Antonio López de Santa Anna, quien instaurará la república

1822(Julio): Durante su reunión con Simón Bolívar, José de San Martín propone un príncipe europeo como gobernante para el Perú

Septiembre

Grito de Ypiranga; el hijo de Juan VI de Portugal, Pedro I declara la independencia de Brasil y se corona Emperador

1826: El caudillo venezolano José Antonio Páez escribe una carta al libertador Bolívar donde le recomienda que, para mantener la estabilidad de la Gran Colombia se declare monarca

1831 Accede al trono del Imperio Brasileño Pedro II

Partes: 1, 2
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