- Introducción
- Estado actual del capitalismo y la democracia burguesa y sus repercusiones, para América latina y Venezuela
- La Globalización y sus implicaciones económicas y sociales
- Naturaleza de la Globalización
- El Socialismo del Siglo XXI de Heinz Dieterich
- Conclusión
- Anexos
- Bibliografía
Introducción
El origen de de la globalización podemos encontrarlo en el proceso internacionalización de la economía, que se viene dando desde la segunda guerra mundial, se entiende por internacionalización de la economía mundial el crecimiento del comercio y la inversión internacional más rápido que la producción mundial. Ya que los países a parte de comercializar dentro de su propio territorio, buscan alternativas de inversión en otros países, creando un intercambio económico entre naciones, promoviendo el capitalismo como modelo económico y modo de producción en el ámbito mundial.
Por otro parte el socialismo del siglo XXI, se ha mostrado como alternativa económica para el desarrollo de los pueblos asfixiados por el capitalismo global, un proyecto que avanza a paso firme frente a un sistema capitalista decadente, el socialismo del siglo XXI, no pretende ser un sistema abstracto a la globalización, al contrario aboga por un mundo multipolar y multicentrico.
Para entrar en el corazón de lo que hoy se denomina el Socialismo del Siglo XXI, son fundamentales la Democracia Participativa y Protagónica, la idea a partir de la cual se promueve otro modelo político es que la sociedad "no se decreta desde arriba sino que se construye desde abajo, ocupando el pueblo un papel protagónico". La democracia liberal burguesa ha llegado a su fin y debe darse un salto hacia el protagonismo del pueblo en la toma de decisiones. Y no se trata simplemente de resolver los problemas sociales de la gente (alimentación, salud, educación, etc.) sino de "transformar la forma misma de la democracia creando espacios que permitan que las personas, al luchar por el cambio de las circunstancias, se vayan transformando a sí mismas". Y esta transformación, es un cambio en la conciencia de cada persona que se impregna de solidaridad al actuar en nombre y a favor de la comunidad.
Estado actual del capitalismo y la democracia burguesa y sus repercusiones, para América latina y Venezuela
El capitalismo
Sin pretender abarcar un concepto tan amplio, se puede decir que el capitalismo es un sistema económico transitorio, puesto que el desarrollo de las fuerzas productivas están dejando sin sentido a las relaciones de producción; así como la sociedad comunista primitiva, esclavista y la feudal fueron superadas con el avance de la ciencia y la tecnología introducidos al proceso de producción, lo mismo decimos de esta sociedad actual, que la robótica, la nanotecnología, la biotecnología entre otros, están dejando sin sentido el modo capitalista de producción.
El capitalismo es un sistema que agudiza constantemente todos los problemas sociales (pobreza, desigualdad, corrupción, crisis, etc.) y no tiene el interés para resolverlos, puesto que su interés único y natural es la acumulación de capital por medio de la explotación de los asalariados en diversas ramas de la producción (industrial, comercio, servicio, etc.). Una de las manifestaciones de este sistema desde sus inicios hasta su etapa tardía son las crisis, cada vez más fuertes y más frecuentes, que se vienen manifestando desde la primera crisis capitalista de 1929 hasta la actualidad, convirtiéndose en un fenómeno cíclico, y esto no es porque los capitalistas sean codiciosos sino es un fenómeno natural de las leyes del capital del cual los burgueses son también víctima.
Democracia burguesa
La historia relata cómo y por qué la sociedad capitalista crea la democracia burguesa. En sus orígenes, ese sistema tiene como objetivo, primero, imponer límites al absolutismo mediante la creación de un parlamento encargado de aprobar los fondos requeridos por la Corona y, después, según el caso, suprimir a la monarquía o convertirla en una figura desprovista de poder político. Ese poder sería ejercido por instituciones ejecutivas, legislativas y judiciales, integradas y elegidas solo por ciudadanos varones poseedores de propiedad privada (entiéndase, burgueses). La oposición de la misma fue mayor y más doctrinaria en Gran Bretaña y, debido a su influencia, también en los Estados Unidos.
Las luchas de los movimientos obreros, socialista y feminista iniciadas en el siglo XIX, desempeñan un rol fundamental en la conformación del paradigma de democracia burguesa que hoy conocemos. Durante sus primeros años, el movimiento obrero y socialista lucha por la libertad de expresión y reunión, por el pluralismo político y por la ampliación del derecho al sufragio, con el propósito de consolidarse legalmente, generar condiciones más propicias para su desarrollo y arrancarle al capital los derechos de sindicalización y huelga.
La extensión del socialismo a los países de Europa Oriental liberados de la ocupación nazi por el Ejército Rojo, opera en la misma dirección que las condiciones económicas de posguerra. Ante el surgimiento de un bloque de países socialistas en Europa, las potencias imperialistas proclaman la «contención del comunismo» y desatan la Guerra Fría, uno de cuyos pilares es el «Estado de Bienestar», adornado con una profusa mitología en la propaganda y en la politología burguesas. La «amenaza del comunismo» obliga al capitalismo a una competencia política e ideológica, en la que necesita presentar un rostro «democrático» y «redistributivo». Sin embargo, el «Estado de Bienestar» no sería eterno. En los años setenta se evidencia el agotamiento de las condiciones económicas y de una parte de las condiciones políticas que lo sustentaban. Si el empleo, los salarios y los programas sociales habían sido motores del desarrollo económico durante la posguerra, en lo adelante se convertían en víctimas de la creciente dificultad para completar la valorización del capital. A partir de ese momento, los principales centros de poder mundial, con los Estados Unidos a la cabeza, enfrentan la necesidad de diseñar y ejecutar una estrategia integral de respuesta a los problemas planteados por el despliegue del capitalismo monopolista transnacional. Esa estrategia está basada en la concentración de la riqueza y, por consiguiente, presupone el descenso del nivel de vida de la mayoría de la sociedad.
Repercusiones en América Latina
Nunca como hoy la cuestión de la democracia ocupó lugar tan destacado en las luchas políticas y sociales de América Latina y en la reflexión que sobre ellas se ejerce. Ello se debe, sin duda, a la dura experiencia del periodo de autoritarismo y represión del que la región apenas comienza a salir. Pero se debe también a que, tal como se presenta entre nosotros, la idea de democracia involucra contenidos, se anexa conceptos y apunta a significados que trascienden su definición corriente.
Está, primero, la soberanía. En América Latina, hablar de democracia implica, como supuesto necesario, plantear el tema de su capacidad para auto determinarse, es decir, de fijarse sus metas en libertad, atendiendo primariamente a las exigencias de sus pueblos. Es, pues, evocar el tema de la dependencia en que se encuentra la región en el plano del capitalismo internacional, y conduce, por ello mismo, a entender la lucha por la democracia en tanto que lucha de liberación nacional.
Viene, después, la justicia social. Porque, en América Latina, el concepto de democracia está expresado hoy, en la conciencia de los pueblos y en el discurso de sus dirigentes, la atención a las necesidades más urgentes, la superación de las condiciones de supe explotación y miseria en que viven los trabajadores, la edificación de una sociedad que, al basarse en el respeto a la voluntad de la mayoría haga de los intereses de ésta el criterio prioritario de acción. En esta perspectiva, la lucha por la democracia es la lucha contra la dominación y explotación de los muchos por unos cuantos, es la lucha por un orden social tendiente a la justicia y a la igualdad, es en suma —allí donde se vuelve más definida— la lucha por el socialismo, importando poco los calificativos que a él se adhieran o los plazos que se establezcan para su consecución.
Hoy, como ayer, Estados Unidos está interesado en restablecer las bases de una división internacional del trabajo que permita la circulación plena de mercancías y capitales. La presión que ejerce sobre los países de América Latina va, pues, en el sentido de fomentar sus exportaciones, lo que implica en mayor o menor grado una reconversión productiva que no sólo respete el principio de la especialización según las ventajas comparativas, sino que abra mayor espacio al libre juego del capital, reduciendo la capacidad intervencionista del Estado. En la perspectiva de ese proyecto neoliberal, comienza a diseñarse el futuro que el capitalismo internacional reserva a la región: una América Latina integrada aún más estrechamente a la economía mundial, mediante su transformación en economía exportadora de nuevo tipo, es decir, una economía que, al lado de la explotación más intensiva de sus riquezas naturales, refuncionalice su industria para volverla competitiva en el mercado exterior.
Todo ello llevó a que el imperialismo norteamericano decidiera propiciar cambios institucionales que pudieran aplicarse sin poner en riesgo los sistemas de dominación vigentes, al tiempo que utilizaba nuevos instrumentos de presión para imponer su proyecto de reconversión económica. La imposición de los intereses de Estados Unidos a América Latina abandonó gradualmente los medios de acción político-militar —la Casa Blanca, el Pentágono, el Departamento de Estado— para ejercerse más activamente a través de canales como el Departamento de Comercio, los grupos privados y, naturalmente, el FMI. Esa tendencia se vuelve dominante a partir de 1980, cuando Ronald Reagan llega al poder y se afirma definitivamente tras la bancarrota mexicana y brasileña de 1982.
Cabe señalar que el cambio de la política exterior norteamericana hacia América Latina no implicó el abandono de la doctrina de la contrainsurgencia, en que aquélla se funda, como tampoco de la atención que concede a las Fuerzas Armadas. Se trata de un cambio de énfasis, que opera diferencialmente según la zona o la situación específica de cada país. Así es como, para Centroamérica la redemocratización se articula con la militarización, cual puede apreciarse en El Salvador, Honduras, Guatemala, Panamá y aun Costa Rica, mientras que en el Cono Sur el apoyo a los procesos de democratización excluye a Paraguay y no se extiende todavía a Chile.
Como quiera que sea, el sometimiento de los gobiernos de la región al proyecto económico norteamericano se encuentra todavía en proceso y se realiza en medio de resistencias y conflictos. Son muchos los intereses contrariados, global o parcialmente, por la reconversión, hecho que, por sí solo, hubiera exigido ya, en los países en cuestión, la apertura de espacios de lucha, es decir, procesos de redemocratización. Tanto más que la reconversión abrió brechas en el bloque burgués-militar, constituido a partir de los años sesenta, al tiempo que incentivó el ascenso de los movimientos populares. La suerte de la redemocratización actualmente en curso depende en una amplia medida del desenlace de esas contradicciones y enfrentamientos. Desde el punto de la reconstrucción democrática, la burguesía pone el acento principal en el fortalecimiento del Parlamento, donde puede con facilidad obtener mayoría, directamente o por mediación de la élite política a su servicio.
Las dificultades que enfrenta la burguesía para plasmar en la esfera política sus intereses se acentúan en relación a la definición e implementación de su proyecto económico. La crisis que vive la región concurre decisivamente para ello, en la medida en que, como toda crisis, agudiza las contradicciones de clases y propicia enfrentamientos internos en la misma clase dominante; tanto más cuanto que la crisis no representa un mero fenómeno cíclico dentro de un dado patrón de reproducción del capital, sino más bien la ruptura del patrón vigente y el esfuerzo difícil de gestación de uno nuevo.
Vimos ya que América Latina enfrenta el proyecto de reconversión económica planteado por Estados Unidos, cuya concreción implicaría para ella reasumir el papel de economía exportadora que desempeñó antes en el sistema capitalista y renunciar, pues, al intento de desarrollo auto-centrado, que inició en los años treinta. Existe, naturalmente, una diferencia fundamental en la situación que se quiere crear y la que rigió en el siglo XIX: al contrario de ayer, América Latina está hoy obligada a nivelarse internacionalmente en materia de productividad y de tecnología, cualesquiera que sean las ramas —agrícolas, mineras o manufactureras— que aseguren su vinculación al mercado exterior. Ello no hace sino agravar los problemas creados por la reconversión, al plantear de manera aún más drástica la supresión de ramas enteras de actividad —y por ende la destrucción del capital social correspondiente y de los sectores burgueses allí implantados—, así como la extensión del desempleo abierto o disfrazado para amplios contingentes de trabajadores.
En otro orden de ideas, la construcción de la democracia participativa es el reto que está planteado la izquierda latinoamericana; y que, si responde bien a él, le permitirá triunfar allí donde otros han fracasado: formular un proyecto independiente y alternativo al simulacro de democracia que pretende imponer la burguesía.
En la actualidad, Venezuela ya no es regida por la democracia puntofijista, sino que recuperó su independencia y su soberanía en la formulación de su agenda internacional el gobierno Bolivariano ha ejecutado un proyecto geopolítico internacional que se fundamenta esencialmente en la construcción de un mundo multipolar, a través de la creación de nuevos polos de poder que representen el quiebre de la hegemonía del imperialismo norteamericano y en el que el desarrollo energético desempeñará un papel fundamental.
Consecuentemente, ha logrado alianzas estratégicas fundadas en valores políticos compartidos, especialmente con Irán, Siria, Bielorrusia y Rusia, mientras que con China, India, Vietnam, Malasia y otros, se pretende una mayor relación económica, social, cultural, científica y tecnológica. En cuanto a la América Latina, procura un nuevo MERCOSUR y una nueva CAN, la consolidación del eje Cuba – Venezuela –Bolivia y del ALBA, como alternativa a los TLC, al fortalecimiento de la integración latinoamericana a través de mecanismos como UNASUR, Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, Banco del Sur, Telesur. Pretende, en definitiva, la conformación de un Bloque Latinoamericano de Poder, que lleve al establecimiento de una nueva institucionalidad basada en la democracia participativa, de inclusión de los pueblos y su participación en mecanismos internacionales. Igualmente quiere neutralizar la acción del imperio fortaleciendo los movimientos alternativos sociales regionales, incluyendo los existentes en los propios Estados Unidos. Las embajadas venezolanas se han convertido en difusoras y promotoras del contenido, objetivos y logros de la Revolución Bolivariana, promoviendo la movilización de masas, en los países ante los cuales se encuentran acreditadas, en apoyo al proceso revolucionario.
La Globalización y sus implicaciones económicas y sociales
La globalización es el proceso tecnológico, económico, político, social, cultural y ecológico a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados sociedades y culturas a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas. Que les dan un carácter global. Tal proceso es dinámico y se produce principalmente en las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales. La globalización configura los modos de producción y el movimiento de capital a escala planetaria, mientras los gobiernos van perdiendo atribuciones y control en una sociedad en red. Se incrementa el comercio internacional y las inversiones, debido a la caída de las barreras arancelarias y la interdependencia de las naciones.
El origen de de la globalización podemos encontrarlo en el proceso internacionalización de la economía, que se viene dando desde la segunda guerra mundial, se entiende por internacionalización de la economía mundial el crecimiento del comercio y la inversión internacional más rápido que la producción mundial. Ya que los países a parte de comercializar dentro de su propio territorio, buscan alternativas de inversión en otros países, creando un intercambio económico entre naciones, promoviendo el capitalismo como modelo económico y modo de producción en el ámbito mundial.
A comienzos de los años 80 se da inicio a la revolución informática y de las comunicaciones. Esta nueva tecnología se extiende a la vida económica, comenzando en los sectores productivos y abarcando los servicios y las finanzas. Surgiendo la unificación de los mercados financieros internacionales, la regionalización del espacio económico mundial (el pacto andino, comunidad económica europea) a fin de facilitar el intercambio comercial.
Así mismo las corporaciones transnacionales como corporaciones Daymler (Mercedes bens, Alemania) y Crhysler (USA) llegan a acuerdos entre sí, para apoyarse y poder entrar rápidamente a los nuevos mercados, así mismo empresas transnacionales Publicis (Francia) se asocian con empresas locales,67 Publicidad (Venezuela), valiéndose de su experiencia para entrar en el mercado nacional.
El termino GLOBALIZACIÓN fue usado por primera vez en 1985 por Theodore levitt en The Globalization of Markets para describir las transformaciones que venía sufriendo la economía internacional desde los años 60, se hizo internacional este nuevo termino con la constitución de la ONU(Naciones Unidas), Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Estos cambios generaron implicaciones sociales como: La globalización ha traído beneficios en el campo de la comunicación, situación que facilita la transferencia de información; Los servicios, la tecnología, los conocimientos, las costumbres, todo es cada vez más accesible. El impacto bajo este enfoque se puede advertir en la cultura, sobre todo al replantearse conceptos como: identidad, etnia, lengua, familia, valores; Debido a la globalización los países buscan aumentar su productividad y con ello, tener competitividad a nivel mundial; pero esto trae problemas ecológicos.
En lo económico la globalización tubo las siguientes implicaciones: Los términos que plantea idealmente la globalización supone una apertura económica que facilite las transacciones y los negocios entre los países; sin embargo, lo cierto es que estos lineamientos solo favorecen a los que más tienen, y dejan desprotegidos a los sectores más vulnerables, no solo a los países pobres como América Latina y África, sino también dentro de los propios países desarrollados. ; La economía global de mercado, afecta la organización del trabajo y con la llegada de nuevas formas de producción y tecnología, obligan a los trabajadores a prepararse profesionalmente para la actividad laborar, produciendo de esta manera una demanda laboral por los habitantes, y obteniendo un mayor índice de desempleo afectando a las relaciones familiares.
Naturaleza de la Globalización
La globalización se produce a partir de la confluencia de una compleja serie de procesos sociales, políticos, económicos y culturales. Los principales son:
• El desarrollo tecnológico, especialmente de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), entre la que se destaca Internet.
• La aparición y desarrollo masivo de la computadora personal (PC) en el trabajo y hogar.
• Las transformaciones de las empresas industriales después de la segunda guerra mundial, bajo el impacto del Toyota, reemplazando a la Ford.
• Las empresas multinacionales y su influencia en el mercado mundial.
• La caída del muro de Berlín en 1989 y la caída de Unión Soviética, fue inicio de un nuevo panorama mundial, y nace la UE Unión Europea favoreciendo una expansión internacional del mercado y el capitalismo.
• La integración de los mercados internacionales, genera una expansión de las economías y las empresas multinacionales, las transnacionales aprovechan este escenario para monopolizar los mercados.
Estructura de la Globalización:
La estructura piramidal y asimétrica de la globalización se articula alrededor de los siguientes componentes:
• Un conjunto de empresa y corporaciones globales de carácter industrial, financiero y comercial, cuyas estrategias y mercados se planifican a escala planetaria y también a especiales menores (continentes, regiones, países, regiones de países, sub mercados).
• Un con conjunto de espacios geo-económicos constituidos y articulados como mercados, a diferentes escalas y diferentes niveles de dinamismo.
• Un conjunto de organizaciones supranacionales relacionadas y interdependientes entre sí, configurando un sistema jurídico y económico global. (FMI, Banco Mundial, OMC). Incluyendo las organizaciones de carácter militar como la OTAN.
• Desarrollo de los medios de comunicación y transporte, especialmente internet.
• Crecimiento y fusiones entre empresas.
• Privatización de empresas públicas.
• Desregulación financiera internacional.
Beneficios Potenciales de la Globalización:
• Economía y mercados globales, que puede generar un mejor aprovechamiento de los recursos.
• Acceso universal a la cultura y la ciencia.
• Mayor desarrollo científico-técnico.
• Mayor capacidad de maniobra ante los cambios económicos nacionales.
• Cooperación internacional
• Sistema Global de protección de los derechos humanos.
Riesgos de la Globalización:
• Falta de control en los mercados y empresas transnacionales.
• Aumento de los desequilibrios económicos, sociales y territoriales.
• Concentración de la riqueza y aumento de la desigualdad social.
• Incumplimiento de los estándares laborales. (Horas de trabajo, empleo precario, irrespeto a los derechos laborales).
• Aumento del consumismo.
• Daños al medio ambiente.
• Amenaza a la diversidad biológica y cultural.
• Desaparición del estado de bienestar.
• Predominio de la economía financiera-especulativa sobre la economía real.
• Pensamiento único, con desprecio de la posibilidad de soluciones alternativas.
El Socialismo del Siglo XXI de Heinz Dieterich
Un refrito sociológico e histórico-filosófico de la utopía de un mundo más justo.
Los enunciados teóricos de Dieterich son más bien sencillos. La crítica y los argumentos que él propaga bajo el lema del "Socialismo del Siglo XXI" se resumen básicamente en un solo concepto equivocado pero muy corriente entre contemporáneos críticos: las condiciones capitalistas en el mundo son injustas; no deberían y no tendrían que ser así, si las organizáramos de una manera más justa. De ese suspiro hondo confecciona una crítica al capitalismo y un modelo de un mundo mejor.
La reflexión del remediador sobre el mundo: "¡Los de arriba son todos sinvergüenzas!"
Ese hombre conoce la miseria que depara el orden mundial capitalista a sus víctimas. Y tiene una explicación. Pero no exactamente de las ásperas costumbres que prevalecen en el mundo: Dieterich razona sobre el hecho de que no se ha conseguido eliminarlas:
"El género humano ha transitado por las dos grandes vías de evolución que tenía a su disposición: el capitalismo y el socialismo histórico (realmente existente). Ninguno de los dos ha logrado resolver los apremiantes problemas de la humanidad, entre ellos: la pobreza, el hambre, la explotación y la opresión de tipo económico, sexista y racista; la destrucción de la naturaleza y la ausencia de la democracia real participativa." (Heinz Dieterich: El Socialismo del Siglo XXI, p.9).
La nueva economía política: justicia como modo de producción
Ahora bien, el "socialismo del siglo XXI" lo hará mejor, haciendo uso de una "economía democrática de equivalentes". En este modelo desaparecerán todas las injusticas cuando todos reciban con el salario exactamente lo que han contribuido a la riqueza de la sociedad:
"Entonces el salario corresponderá al tiempo de trabajo gastado… Los precios corresponderán a los valores y no comprenderán nada más que el total del valor equivalente del trabajo representado en los bienes. De esta manera se cierra el circuito de la economía en valores, que sustituye a la de precios." (p.40)
Un tal circuito cerrado, efectivamente, no tendría nada que ver con el sistema salarial explotador del "capitalismo industrial". Plenamente conservado quedaría, evidentemente, el absurdo fundamental del viejo sistema: la división social de trabajo no se realiza a través del contexto real de procesos de producción establecidos con el fin de optimizar con eficacia la satisfacción de las necesidades, sino a través de un intercambio en el que el trabajo realizado entra como magnitud determinante, abstrayéndolo de todo su contenido concreto. Un suministro de bienes de consumo tiene lugar sola y únicamente en dependencia de derechos a una cuantía de trabajo ajeno, adquiridos a cambio una cuantía de trabajo propio de exactamente la misma magnitud; el trabajo no se hace conforme a la demanda social de utilidades, sino para alcanzar un trozo del poder económico de acceso y hacer valer un título contra los demás. El diseñador del nuevo camino de la evolución humana no se deshace de este absurdo principio básico de la economía de mercado: la economía, también en su ideario, funciona a base del dominio individual sobre trabajos ajenos, obtenidos por medio del rendimiento puro, y un trabajo cuya utilidad se define por nada más que el esfuerzo rendido. Por cierto, Dieterich es socialista, y por tanto no confía a la norma del dinero la abstracción que reduce la actividad productiva de la gente a una mera cuantía, ni mucho menos a la norma de aquel dinero que los propietarios capitalistas ganan en el mercado con la utilización de trabajo ajeno como fuente de la propiedad acrecentada. Siguiendo ideas del siglo XIX, según las cuales los males del trabajo asalariado desaparecerían con la asignación de papeletas que representan horas de trabajo como medios de adquisición, Dieterich quiere medir la equivalencia de los diferentes trabajos sólo mediante el tiempo de trabajo gastado, y eso con la misma rigurosidad con la que los críticos más ignorantes de Marx malinterpretaron lo enunciado de éste sobre el valor y el trabajo – como si la torpeza y la lentitud pudieran ser mecanismos de enriquecimiento:
"Entonces, la gratificación del trabajador (ingreso) es directamente proporcional al tiempo de trabajo gastado, independientemente de su edad, género, estado civil, raza, nacionalidad, carácter del trabajo, esfuerzo físico, educación, dificultad, habilidad, práctica, dedicación personal, trabajo pesado y riesgo de salud, en fin: la gratificación corresponde a las horas de trabajo de manera directa y absoluta". (p.99, ed.al.)2
En su concepto de un régimen económico de la equivalencia sobre la producción social, Dieterich no quiere saber nada en definitiva no sólo de la utilidad concreta
Del trabajo, sino tampoco del esfuerzo individual. Al menos está seguro de que el socialismo –según su concepción del mismo– hereda las fuerzas productivas desarrolladas por el capital y de las que éste ha confeccionado su herramienta de enriquecimiento:
"Dadas las condiciones actuales de las fuerzas productivas no cabe duda de que el trabajo manual necesario y el trabajo intelectual acaparán muy poco de la capacidad y del tiempo de la población activa del futuro. El orden ecónomico postcapitalista solo es imaginable bajo la condición de liberarse del trabajo necesario." (p.94, ed.al.)
Curiosamente, con respecto a la concepción del "orden económico postcapitalista" de Dieterich sucede que no se puede hablar de "liberar" al trabajador del "trabajo necesario". La verdad es más bien que el trabajo individual medido en horas tiene que procurar lo vitalmente necesario, y Dieterich está convencido de que la cuantía de necesidades insatisfechas, o sea la escasez, será lo suficientemente elevada para despertar a la gente las ganas de trabajar, algo que resulta altamente productivo para el sistema:
"También la economía equivalente ofrece, desde la perspectiva de los ingresos, estímulos para activarse. Cada uno incrementa sus opciones a bienes y servicios mediante su propia actividad. Siendo la única forma de incrementarlas, el incentivo material es mayor que en la economía no equivalente." (p.105, ed.al.)
Así, de la manera más bella, confluyen la justicia y las fuerzas productivas, mejor aún que en los viejos sistemas de gratificación capitalistas y sobre todo en la "emulación socialista" de la economía palanqueada del antiguo Bloque del Este: si la riqueza de la gente pobre no consiste en nada más que abonos de horas que fundamentan el poder de acceso cuantificado a los bienes producidos; todo interés económico se identifica con alcanzar dichos abonos, de ahí que se desgaste voluntariamente. Lo que en el capitalismo real consigue el capital por la fuerza explotando el trabajo abstracto como fuente de riqueza, es en la utopía brutal de Dieterich efecto del principio de la equivalencia: bajo el régimen de la justicia pura del intercambio la gnte se explota a sí misma voluntariamente y con ganas. A cambio tiene lo que según Dieterich más falta le hace: justicia salarial.
Evidentemente, la gratificación incondicionalmente justa por sí no implica la creación del conjunto material en cuanto a los valores de uso de la producción social, el cual es efectuado en el capitalismo real por la explotación de la mano de obra para el beneficio en el mercado, la competencia por la ganancia y la anarquía de los mercados. Para que realmente se "cierre" "el circuito de la economía en valores y no en precios", al régimen de la retribución justa se ha de añadir todo aquello de lo cual Dieterich hace abstracción a favor de la equivalencia depurada de las horas contabilizadas: el contenido de los trabajos parciales, su conjunto en cuanto a la repartición de trabajo, su nexo con un sistema destinado a la satisfacción de las necesidades… Existe una cierta inconmensurabilidad –no solamente en el sentido teórico– entre la abstracta definición cuantitativa de la riqueza, medida en las horas de trabajo gastadas, y la riqueza material, el trabajo concreto, todo aquello de lo cual Dieterich prescindió minuciosamente para hacer prevalecer la justicia del valor: el mismo capitalismo demuestra lo brutal que es –¡no son para nada "problemas de la humanidad"!– la subordinación del trabajo concreto y de la satisfacción de las necesidades a la acumulación de la riqueza abstracta. Al contemplar el otro "gran camino de la evolución" –se habla del
Socialismo del siglo XX– se podría notar qué locura resulta de la voluntad de unificar las dos definiciones de riqueza por medio de una planificación para el bien del trabajador. A Dieterich, en cambio, esto no le parece ningún problema. Piensa lisa y llanamente que las horas de trabajo que asignan a cada uno su parte de la riqueza socialmente producida serán más o menos lo mismo que las cuantías de trabajo necesarias en los diferentes sectores de la producción para garantizar la vida de una sociedad, y que esto generará de alguna manera también el aumento de las fuerzas productivas.
Por cierto, un poco sí se ha de ajustar. Hay que apartarse un poco del principio de la equivalencia de las horas de trabajo e introducir una evaluación diferente, referente a la utilidad material.3 También deben estar disponibles ciertos bienes públicos, cuya utilización no se puede reglamentar mediante el derecho, adquirido por el trabajo propio, a un equivalente de trabajo ajeno: salud, educación, hasta la manutención de barracas militares inclusive soldados está incluida en la economía de equivalencia de Dieterich. Del ideal maniático de organizar y reglamentar el proceso material de una sociedad entera con un régimen planificador del trabajo abstracto (un régimen que fundamenta la planificación en la igualdad entre la aportación y el ingreso medidos únicamente en horas de trabajo) resulta –necesariamente– un cúmulo infinito de problemas de coordinación y antagonismos de intereses. Porque, una vez por todas, la justicia en la medición y repartición de títulos de acceso no sirve para dirigir una producción generadora de riqueza concreta, de la cual depende cada uno con sus títulos de acceso; la abstracción de toda materialidad del trabajo de los distintos sectores no procura definitivamente ninguna división del trabajo materialmente razonable. En realidad la justicia es una relación de poder apersonal para reglamentar antagonismos de intereses, y esto también se demuestra en la utopía de Dieterich: donde la riqueza consiste en títulos de acceso individuales, ahí rigen la exclusividad recíproca de los artículos de uso, relaciones de mutuo aprovechamiento, o sea todas las bellezas de la competencia aunque el autor de esa composición poética de la equivalencia no lo quiera saber. Y lo que sí es cierto, su lema de la asignación justa da resultado sola y realmente en cuanto a la restricción de las necesidades individuales, efecto con el que ya cuenta, teniendo calculado el valor verdadero y justo como acicate.
Conque es una insensatez y un régimen de mano dura lo que Dieterich proyecta en su economía de equivalencia. Sin embargo, de buena intención. Y efectivamente: acabaría con el gran problema de la humanidad, aquel único problema de todos que nos daba mala vida, la injusticia. Y esto –Dieterich no es mezquino– tanto en lo pequeño como en lo grande:
"Si todas las mercancías en todo el mundo se intercambiaran con base en el tiempo laboral contenido en ellas (con lo que tal vez, tendrían que pagarse tan sólo 7.300 sacos de café por una locomotora, quiere decir, tantos, como los obreros en Brasil cosechan durante el mismo tiempo que se requiere para construir una locomotora), esta nueva relación de precios, producto natural / producto industrial traería consigo la necesaria igualdad de derechos económicos de los pueblos entre sí." (pp.101s., ed.al.)
Y con ello, de repente, desaparecerían todos los conflictos entre las naciones…
Según la vista del inventor de la nueva economía global basada en la justicia, los problemas que quedan, tanto en lo pequeño como en lo grande, son cuestiones de planificación, evaluación y coordinación. Sus ambiciones como científico y la mayor
Parte de su libro que está haciendo época las dedica a demostrar que todos aquellos problemas encuentran solución. Su construcción de un mundo mejor es realista, su modelo socialista de justicia no es una quimera! Como toda utopía, la suya también sale absurdamente concreta; una realidad minuciosamente planificada, calculada y organizada, pues un mundo anticapitalista listo para llevar. De esta manera se pretende convencer a la humanidad de que se puede, y fácilmente.
Y no sólo eso. El socialismo no sólo camina –por fin, hoy en el siglo XXI–; también llegó su hora. Primero, porque todo lo demás al fin y al cabo no funciona para nada – eso es lo que Dieterich afirma del imperialismo del siglo XXI en muchas parábolas y metáforas. Segundo, porque el "camino de la evolución" de la humanidad ya corre hacia el socialismo como meta final: Dieterich desperdicia muchas páginas para comprobar que el mundo mejor figurado en su cabeza, en realidad no es otra cosa que lo que el mundo presente ya lleva en su programa – aunque pueda tardar en realizarlo…
Las víctimas ya no se enterarán, pero la transición hacia una "sociedad global posburguesa" mejor es inevitable.
Ésta es la ciencia materialista. Ciencia con la que Dieterich –la cuarta prueba de la validez de su profecía– piensa estar alineado con todos los grandes científicos: "Newton", "Darwin", "Marx"… Todos ellos se han comprometido con la "evolución", cada uno a su modo, procurando el progreso dentro del reino de la ciencia. Con esa línea de ascendencia, la teleología socialista de la historia de Dieterich también se ha legitimado en cuanto a la historia de la ciencia.
Conclusión
El socialismo del siglo XXI, se muestra como una alternativa económica, política y social frente al caos que ha dejado la globalización del capitalismo en el escenario mundial. Después de la crisis ocasionada por la segunda guerra mundial, se expandió la globalización, pero aun el mundo estaba polarizado en dos bloques las republicas socialistas y los países capitalistas, que dan origen a la guerra fría cuyos conflictos traen una lucha en el escenario mundial, donde el juego o el papel democrático fue adsorbido, y la democracia burguesa toma el control irrespetando y opacando la voluntad de las masas, para contener el bloque socialista a nivel mundial, en nuestra América latina el final de las dictaduras directas fueron suplantadas por unas dictaduras indirectas denominadas – "democracia representativa"- los cuales no gobernaban obedeciendo al pueblo más sin embargo si obedecían, al pulpo extranjero, el imperio norteamericano, quien impidió que los beneficios de desarrollo económico llegaran hasta nuestra comarca, donde América latina contribuyo a la globalización sin obtener beneficios directos de la misma para los pueblos subdesarrollados quienes fueron denominados pertenecientes al tercer mundo dejando como consecuencia miseria en las barriadas situadas a los márgenes de la ciudad y en los espacios geográficos rurales, extraña consecuencia que se encuentra hasta en las grandes ciudades desarrolladas. Después del fin de la guerra fría con la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS, el neoliberalismo toma el control en la globalización, cuyo modelo está asfixiando hasta la pequeña burguesía mundial. Reiterando el tema principal en el siglo XXI, el sol esta vez ha salido por el sur, y la integración latinoamericana ya no es un sueño sino una realidad, la cual no es una unidad en pos de los beneficios de unos pocos sino a favor del bienestar social y económico de todo un pueblo que ha sufrido y ha luchado por ser independiente autosuficiente y por una verdadera soberanía que ahora se está forjando con el cuchillo entre los dientes.
Anexos
Bibliografía
Guía de nuevo orden mundial de la profesara: liliver Aguilar http://www.opalc.org/web/index.php?option=com_content&view=article&id=587:dentro-de-la-globalizacion-si-hay-alternativa-el-socialismo-del-siglo-xxi&catid=117:economie&Itemihttp://pabloraulfernandez.blogspot.com/2010/08/el-socialismo-del-siglo-xxi-la-unica.html http://www.oocities.org/es/domingosalcedovalladares/planif/foro/efectos_en_latinoamerica_y_en_venezuela.htm
Marini, R.M., America Latina: democracia e integración, Nueva Sociedad, Caracas, 1993
http://evyrocker.blogspot.com/2009/05/la-globalizacion-y-sus-implicaciones.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Globalizaci%C3%B3n
www.journalmural.com/…/dentro-de-la-globalizacion-si-hay-alternativa
Federico Engels: «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado», Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas en tres tomos, t.3, Editora Política, La Habana 1963,
Autor:
Jorge Acevedo
Olber Torrealba
Eduardo Sierralta
Carlos Alvarado
Republica Bolivariana De Venezuela
Ministerio Del Poder Popular Para La Defensa
Universidad Nacional Experimental Politécnica
De La Fuerza Armada
UNEFA-Núcleo-Lara
Prof.: Liliver Aguilar
Economía Social 1M1ES
Barquisimeto, 2013