Sus obras nacieron de necesidades pastorales, aunque no faltaron los intentos de sistematización.
Su estilo de teologizar es profundamente bíblico, con el recurso al símbolo y a la alegoría para que en el texto bíblico comentado brillase la totalidad del designio salvífico divino.
Aunque sus obras manifiestan una gran capacidad de análisis y conceptualización, sin embargo los Padres sobresalieron por el sentido de la síntesis, por la conciencia de la unidad de la revelación y la fuerza con la que alcanzan a expresarla.
PERÍODO ESCOLÁSTICO:[170]
El período escolástico abarca seis grandes etapas:
Pre-escolástica (del año 750 al 1100): domina la teología monástica; el comentario a la Sagrada Escritura se hace a modo de lectio o lectura meditada de los textos bíblicos, apoyada en los autores patrísticos; los escritos teológicos surgen en la época carolingea (del año 750 al 900) como fruto de la reforma de la orden benedictina; los autores principales de esta época son: Alcuino de York, Rabano Mauro, en la época carolingea, y Anselmo de Canterbury al final del siglo XI.
Escolástica incipiente o Alta escolástica (siglo XII): aparecen en los burgos las escuelas catedralicias, se nota un desarrollo de la sociedad medieval y un aumento del nivel cultural del clero; a mediados de siglo comienzan la triple recepción de la filosofía aristotélica, que unida a la tradición patrística y platónica, hace posible una nueva y original síntesis; el método analítico y discursivo abre un amplio campo a la especulación racional iluminada por la fe; los autores principales de esta época son: Pedro Abelardo, los Victorinos y Pedro Lombardo.
Apogeo de la escolástica (siglo XIII): las exigencias científicas y didácticas llevan a la aparición de grandes síntesis, las Summae, expresión característica de la producción teológica de los siglos medios; aparición de las órdenes mendicantes; los autores principales son: Alejandro de Hales, San Buenaventura, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, y el Beato Juan Duns Escoto.
Baja escolástica (siglos XIV y XV): la reflexión se escinde en disputas entre escuelas; Guillermo de Ockham y el nominalismo tienen una gran influencia en la teología posterior; se inicia la recuperación del tomismo (San Vicente Ferrer, San Antonino de Florencia, Pedro Cockaert).
Escolástica renacentista (primera mitad del siglo XVI): continúa la recuperación del tomismo con Tomás de Vío Cayetano; comienza un segundo momento de apogeo de la escolástica con los teólogos de la Escuela de Salamanca (Francisco de Vitoria, Melchor Cano, Pedro de Soto, etc.).
Escolástica barroca (del año 1550 al 1650): en esta época comienza la controversia de auxiliis (Luis de Molina, Domingo Báñez, etc.); es importante la obra de Francisco Suárez. A partir del año 1650 se inicia una fuerte decadencia que llegará hasta el final del siglo XVIII, por lo menos.
PERÍODO MODERNO Y CONTEMPORÁNEO:[171]
Características:
Desaparece la unidad política (Iglesia e Imperio) y aparecen los estados nacionales.
El centro de influencia política y cultural se traslada de los países mediterráneos al centro de Europa.
Ante la decadencia de la escolástica surgen nuevas líneas de pensamiento: el racionalismo francés y el empirismo anglosajón.
Se fortalecen las tendencias escépticas y naturalistas favorecidas por la crisis de la conciencia nacida de la dura experiencia representada por las guerras de religión que agitaron a la Europa de esos años.
Aunque la sociedad sigue siendo cristiana en su mayoría, en las capas intelectuales predomina el escepticismo y el agnosticismo a partir del siglo XVIII.
Se prepara una ruptura espiritual e intelectual.
A partir de entonces y hasta el momento actual la teología se encuentra con la gran tarea de salir de su decadencia, ir a la raíz de la fe, y conseguir mostrar, con fuerza nueva, su vitalidad y su verdad.
Las etapas de este período son las siguientes:
Decadencia a lo largo del siglo XVIII.
Inicio de un proceso de renovación en el siglo XIX, a través de la vuelta a las fuentes bíblicas y patrísticas, la recuperación de la tradición escolástica en su momento de esplendor y el diálogo con algunas corrientes del pensamiento moderno.
Plenitud de la renovación en torno al Concilio Vaticano II, punto decisivo de referencia para la valoración del precedente desarrollo de la Teología y para el juicio sobre la situación actual y su historia futura.
LOS SANTOS PADRES:
Minucio félix (150-270 d. C.)
Fue un abogado y apologista de Roma. Cristiano, que ha dejado la única apología escrita en latín y en Roma, el "Octavio". Esta apología es al mismo tiempo la mejor escrita de las que se tienen, y ha sido objeto de incontables estudios; su lenguaje es elegante, su exposición serena, su pensamiento claro. El autor tuvo sin duda a Cicerón como modelo, y también se observan influencias de Séneca así como, en menor grado, de otros autores, a los que alguna vez cita. Como es usual en las apologías, no aparecen citas de la Escritura, que no tenía ningún valor especial a los ojos de un pagano, y lo que se explica de la fe de los cristianos se limita a las verdades que podemos conocer con la razón natural.
Minucio Félix escribe en relación con las concordancias que pueden detectarse entre los filósofos griegos y el cristianismo: "y póngase atención que los filósofos afirman las mismas cosas que nosotros creemos, no porque hayamos seguido sus huellas sino porque ellos se dejaron conducir por un ligero resplandor que les refulgió en las predicaciones de los profetas sobre la divinidad, insertando un fragmento de verdad en sus sueños".[172]
Después de conocer el planteamiento de la escuela pitagórica acerca de la transmigración de las almas, también formulado por platón afirma: "esta aserción no parece ciertamente la tesis de un filósofo, sino la ocurrencia ingeniosa de un cómico"[173].
Escribe sobre Sócrates, los escépticos y los filósofos en general: "se la pase por cuenta propia Sócrates, el payaso de Atenas, con su confesión de no saber nada y se enorgullezca de un testimonio de un demonio mentirosísimo; y también Arcesilao y Cárnades y Pirrón y toda la multitud de los académicos que están siempre dudando Nosotros no sabemos qué hacer con la teoría de los filósofos; sabemos ciertamente que son maestros de la corrupción y ellos mismos corrompidos y prepotentes y por añadidura tan descarados como para declamar siempre contra aquellos mismos vicios en los que ellos han caído. Nosotros no hacemos alarde de sabiduría en la apariencia, sino que la llevamos viva en el corazón, no hacemos discursos grandilocuentes sobre la virtud sino que la practicamos, en síntesis nos enorgullecemos de haber alcanzado lo que ellos buscaron con empeño afanoso y no lograron nunca encontrar.[174]
Tertuliano (150-225 d.C.)
Cristiano y abogado "La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos". El primer Padre que escribe en latín.
El primero en utilizar la palabra "Trinidad" para referirse a las tres personas en Dios. Nació en Cartago, África 150 d. C. En sus últimos años entró en la secta montanista, apartándose de la ortodoxia. Entre sus obras se destaca el "Apologético".
Para Tertuliano Atenas y Jerusalén no tienen nada en común. Formula: ¿qué semejanza se puede captar entre el filósofo y el cristiano, entre el discípulo de Grecia y el candidato al cielo, entre el traficante de la fama terrena y el que trata cuestiones de vida, entre el vendedor de palabras y el realizador de obras, entre el que construye sobre la roca y el que destruye, entre el que altera la verdad y el que la protege, entre el ladrón de lo verdadero y su custodio?
No tiene nada en común la academia y la Iglesia. Rechaza cualquier intento de hacer del cristianismo una "contaminación de estoicismo, platonismo y dialéctica"; en efecto, la fe hace inútil cualquier otra doctrina.
Los filósofos para él son los patriarcas heréticos. Fe en Cristo y Sabiduría humana se contradicen y por eso en la "carne de Cristo escribe": "el Hijo de Dios fue crucificado y no me avergüenzo, justamente porque es vergonzoso.
El Hijo de Dios murió: esto es creíble, porque es una necedad. Fue sepultado y Resucitó: esto es cierto porque es imposible". [175]
Para llegar a Dios es suficiente el espíritu simple; la cultura filosófica no ayuda, sino que obstaculiza.[176]
San Ambrosio de Milán (340-397 d. C.) [177]
Fue un destacado arzobispo de Milán, y un importante teólogo y orador. Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina y uno de los 33 doctores de la Iglesia católica.
No es un pensador original. Depende mucho en sus escritos de los padres griegos. Su originalidad se encuentra sobre todo en los escritos ético-pastorales. Tomó de filón el método alegórico con el que entendió la Sagrada Escritura; tuvo una gran influencia sobre Agustín, de quien fue maestro.
San Jerónimo: (340-420 d. C. Dalmacia.)
Fue sin duda el más docto de los padres de la Iglesia latina, tenía un perfecto conocimiento del latín, del griego y del hebreo. Por su competencia en este campo, el papa Dámaso le confió la tarea de revisar las diversas traducciones latinas de la Biblia que circulaban entonces y que presentaban algunas divergencias. La traducción de Jerónimo (del 391 al 406) fue reconocida como canónica con el nombre de Vulgata.
San Agustín (354-430 d.C.)
Es el más importante de los padres de la Iglesia. Su itinerario espiritual y filosófico fue muy articulado. [178]
Fue el primer pensador cristiano que realizó una síntesis madura entre fe, filosofía y vida, pensando que la fe alcanza claridad de la razón, pero que también la razón alcanza estímulo e impulso de la fe. "credo ut intelligan, intellego ut credam".
La solución de San Agustín al problema de fe y razón se da empleando una expresión de la teoría gnoseológica moderna, es un, "circulo hermenéutico": esto significa que cada conocimiento presupone pre-concepciones adquiridas por otro camino y que pueden ser confirmadas, desmentidas o modificadas. La fe es una preconcepción respecto de la razón, pero la razón puede y debe examinar críticamente las verdades de fe.[179]
Como para S. Agustín lo importante es explicar la relación entre el alma humana y Dios, entonces fe y razón no son más que medios o instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad.
Por lo tanto fe y razón no se excluyen, sino que se complementan. Ni creer es algo irracional, ni el conocimiento racional (de Dios) destruye la fe. Para superar estas posiciones excluyentes, S. Agustín propone que la fe se sitúe al comienzo y al final de la especulación racional. Primero como una condición necesaria para que se ponga en marcha una investigación sobre temas que de otra manera permanecerían ignorados, (la fe es guía y pauta de la razón), por otro lado la investigación racional dirige al hombre hacia la fe, ésta elimina las dudas consolidando el conocimiento racional.[180]
La fe busca, la inteligencia encuentra. Busca la fe, encuentra el entendimiento. Por eso dice el profeta: "si no creyereis, no entenderéis. Sigue buscando el entendimiento al que encontró. Mira Dios a los hijos de los hombres, para ver si hay entre ellos algún inteligente que busque a Dios. Sea el hombre cuerdo y busque a Dios".[181]
INTERACCIÓN ENTRE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA
La ciencia de la fe y las exigencias de la razón filosófica: la teología, en cuanto elaboración refleja y científica de la inteligencia de esta palabra a la luz de la fe, no puede prescindir de relacionarse con las filosofías elaboradas de hecho a lo largo de la historia, tanto para algunos de sus procedimientos como también para lograr sus tareas específicas.
La teología se organiza como ciencia de la fe a la luz de un doble principio metodológico: el auditus fidei y el intellectus fidei. Con el primero, asume los contenidos de la Revelación tal y como han sido explicitados progresivamente en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia. Con el segundo, la teología quiere responder a las exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión especulativa.
La filosofía ofrece a la teología su peculiar aportación al tratar sobre la estructura del conocimiento y de la comunicación personal y, en particular, sobre las diversas formas y funciones del lenguaje. Igualmente es importante la aportación de la filosofía para una comprensión más coherente de la Tradición eclesial, de los pronunciamientos del Magisterio y de las sentencias de los grandes maestros de la teología. Es necesario, que la razón del creyente tenga un conocimiento natural, verdadero y coherente de las cosas creadas, del mundo y del hombre, que son también objeto de la revelación divina; más todavía, debe ser capaz de articular dicho conocimiento de forma conceptual y argumentativa.
La teología dogmática especulativa, por tanto, presupone e implica una filosofía del hombre, del mundo y, más radicalmente, del ser, fundada sobre la verdad objetiva.[182]
La teología fundamental, por su carácter propio de disciplina que tiene la misión de dar razón de la fe (1 Pe 3, 15), debe encargarse de justificar y explicitar la relación entre la fe y la reflexión filosófica. Ya el Concilio Vaticano I, recordando la enseñanza paulina (Rm 1, 19-20), había llamado la atención sobre el hecho de que existen verdades cognoscibles naturalmente y, por consiguiente, filosóficamente. Su conocimiento constituye un presupuesto necesario para acoger la revelación de Dios.
Al estudiar la Revelación y su credibilidad, junto con el correspondiente acto de fe, la teología fundamental debe mostrar cómo, a la luz de lo conocido por la fe, emergen algunas verdades que la razón ya posee en su camino autónomo de búsqueda. La Revelación les da pleno sentido, orientándolas hacia la riqueza del misterio revelado, en el cual encuentran su fin último. Piénsese, por ejemplo, en el conocimiento natural de Dios, en la posibilidad de discernir la revelación divina de otros fenómenos, en el reconocimiento de su credibilidad, en la aptitud del lenguaje humano para hablar de forma significativa y verdadera incluso de lo que supera toda experiencia humana. La razón es llevada por todas estas verdades a reconocer la existencia de una vía realmente propedéutica a la fe, que puede desembocar en la acogida de la Revelación, sin menoscabar en nada sus propios principios y su autonomía.
La teología moral necesita aún más la aportación filosófica. En efecto, en la Nueva Alianza la vida humana está mucho menos reglamentada por prescripciones que en la Antigua. La vida en el Espíritu lleva a los creyentes a una libertad y responsabilidad que van más allá de la Ley misma.
El Evangelio y los escritos apostólicos proponen tanto principios generales de conducta cristiana como enseñanzas y preceptos concretos. Para aplicarlos a las circunstancias particulares de la vida individual y social, el cristiano debe ser capaz de emplear a fondo su conciencia y la fuerza de su razonamiento. Con otras palabras, esto significa que la teología moral debe acudir a una visión filosófica correcta tanto de la naturaleza humana y de la sociedad como de los principios generales de una decisión ética.[183]
La Filosofía y La Teología Incluyen:[184]
Conocimiento de verdades
Teoría moral. Exigencia de vida moral
Relación vital con Dios (Culto)
Filosofía y Teología se asemejan en el hecho de representar ambas una visión profunda de temas que a todo ser humano interesan. Se distinguen, no obstante, por su diferente base (de fe y razón respectivamente) y por la mayor profundidad de algunos temas de Teología, que exceden el alcance de la Filosofía. La estrecha relación entre Filosofía y Teología ha quedado demostrada históricamente por el gran número de filósofos que fueron al mismo tiempo hombres de profunda fe religiosa y que en sus escritos pasaron continuamente del campo filosófico al teológico y viceversa. Bastaría para ello recordar que los filósofos cristianos católicos y protestantes por ejemplo, representan la gran mayoría de los pensadores.
En el filósofo con fe religiosa la Filosofía y la Teología cumplen una función perfectamente armonizada. La Filosofía pone la base racional. Y la Teología agrega la fe y completa la visión. Podemos afirmar que Filosofía y Teología se completan mutuamente en el ser humano de fe.
La Filosofía pone la base racional. La Teología aporta la fe y completa la visión. La historia ha demostrado que no son incompatibles.
"Si el teólogo rechazase la ayuda de la filosofía, correría el riesgo de hacer filosofía sin darse cuenta y de encerrarse en estructuras de pensamiento poco adecuadas para la inteligencia de la fe". "Si el filósofo excluyese todo contacto con la teología, debería llegar por su propia cuenta a los contenidos de la fe cristiana"[185]
ANEXO 1
MARTIN GRABMANN: (Winterzhofen, 1875- Eichstätt, 1949) Teólogo católico alemán. Enseñó en Munich y se consagró al estudio de santo Tomás de Aquino. Destacan, entre sus obras, La historia del método escolático (1909-1911) e
NUCLEO XII:
¿QUÉ ES? [186]
En la antigüedad lo que existía de las ciencias en sentido moderno se encontraba, por lo general, mezclado con filosofía. Cuando las ciencias particulares fueron adquiriendo una consistencia propia a partir del siglo XVII el espectacular progreso de la ciencia progreso de la ciencia experimental llevó a regalar a la filosofía a un segundo plano, y ese proceso ha continuado hasta la actualidad.
Desde la perspectiva ventajosa que nos proporciona la época actual, en las que las ciencias continúan progresando y, al mismo tiempo se ha adquirido una mayor conciencia de sus límites, vamos a examinar cuales son las fronteras y las relaciones entre ciencia y filosofía.
Nuestras consideraciones se refieren directamente a las ciencias experimentales, pero también nos referimos a las ciencias humanas que, por su misma naturaleza, se encuentran mucho más relacionadas con la filosofía. Ya hemos considerado algunos aspectos del problema al tratar de la naturaleza de la ciencia.
Apenas se discute ya que la ciencia es lo que distingue la cultura contemporánea de las anteriores. No solo es el fundamento de la tecnología que esta dando una fisonomía inconfundible a nuestra cultura material sino que de continuo absorbe doctrinas que antiguamente fueron artísticas y filosóficas; ayer la antropología, la psicología y la economía; hoy la sociología y la historia; mañana quizá la estética y la ética. Además, la concepción del mundo del hombre contemporáneo se funda en medida creciente, sobre los resultados de la ciencia: el dato remplaza al mito, la teoría a la fantasía, la predicción a la profecía. La cultura social y la personal se tornan, en suma, cada vez más científicas.[187]
A diferencia de las ciencias filosóficas de tipo antiguo las ciencias experimentales se despliegan desde Galileo, en un sistema de referencia metodológico que refleja el punto de vista trascendental de las posibilidades técnicas. Por ello, las ciencias modernas engendran un saber que por su forma ( y no por su intención subjetiva), es un saber explotable, aunque generalmente las posibilidades de utilización solo se presentan ulteriormente. No existe ninguna interdependencia entre ciencia y técnica hasta llegado el final del siglo XIX.[188]
Una de las ambigüedades cuando se habla de relación entre ciencia y filosofía consiste en entender la primera, solo en su formulación clásica, en su comprensión aristotélica desde la cual la misma filosofía seria ciencia de las causas fundamentales de la realidad. Pero des el renacimiento el concepto de ciencia adquiere otro sentido y por lo mismo sus relaciones con la filosofía se hacen más problemáticas. Para Aristóteles hay ciencia no solo cuando se comprueban hechos sino también cuando se les deduce de fundamentos reales. El conocimiento científico es aquel que conoce las causas, el porqué de las cosas, su esencia. Pero como esto es algo general, universal, la ciencia no puede versar sobre lo individual, la historia, por ejemplo. Este mismo concepto se utiliza y se prolonga en la edad media a través de la escolástica.[189]
En Aristóteles la teoría de las formas, en vez de orientarse hacia un constructivismo dialéctico, desembocó en una jerarquía inmóvil cuyos estratos superiores explican los inferiores, y cuya finalidad integral, y la noción del paso de la potencia al acto excluyente toda epistemología de la actividad del sujeto. Sin embargo, puede decirse que aquella gran doctrina tomo sus fuentes en dos especies de inspiración que son el grupo de partid a de dos de las ciencias mas importantes de hoy: la lógica y la biología.[190]
La demarcación entre ciencia y filosofía
El termino demarcación, se refiere al establecimiento de límites o fronteras entre dos territorios o asuntos. Karl Popper ha popularizado la expresión problema de demarcación para designar lo que según él afirma, es el problema más importante de la teoría del conocimiento. Sin embargo, la formulación del problema, en la obra de Popper es un tanto ambigua, por una parte Popper dice que este problema se refiere a la distinción entre ciencia y, metafísica: "llamo problema de demarcación al de encontrar un criterio que nos permita distinguir entre las cien ciencias por un lado, y los sistemas metafísicas, por otro. Sin embargo el enfoque de la solución de Popper tal como el mismo lo explica surgió en un contexto en que la cuestión no era esa. Ya que afirma: "tal y como primero se me ocurrió el problema de la demarcación no era el problema de demarcar la ciencia de la metafísica, sino más bien el problema de demarcar la ciencia la ciencia de la pseudociencia.
"Respecto de la ciencia, en general se ignora sus fundamentos y sus alcances. La mayoría cree que se trata de un método infalible y, además, considera falso todo lo que no cae dentro del marco de la ciencia experimental. Recordemos que, si bien la ciencia no puede confirmar muchas de las cuestiones derivadas de la religión, tampoco puede rechazarlas. Tampoco puede suponerse falso aquello que no ha podido describirse aceptablemente dentro del marco científico."[191] La ciencia describe la ley natural, de ahí que implica la búsqueda de la verdad objetiva, por lo que en ese ámbito resulta extraño todo tipo de relativismo cognoscitivo. En cuanto a las incompatibilidades entre ciencia y religión, debemos tener presente que los libros religiosos fueron escritos por hombres inspirados en Dios, mientras que la ley natural es su obra directa y concreta.
Galileo Galilei escribió: " Visto, pues, que tanto las Sagradas Escrituras como la naturaleza tienen el mismo origen en el Verbo divino, la una en tanto que dictada por el Espíritu Santo y la otra como obediente ejecutora de los proyectos de Dios; visto, además, que estamos todos de acuerdo en que, para que todos puedan comprenderlas, las Escrituras emplean un lenguaje que, tomado al pie de la letra, a menudo difiere de la verdad absoluta; visto también que, siendo la naturaleza inexorable e inmutable, de ningún modo puede ser afectada por las explicaciones que, con sus instrumentos limitados, pueden dar los seres humanos de sus fines recónditos y de sus modos de explicarse, porque nunca se aleja de la ley a la que está sometida; visto todo esto, puede razonablemente concluirse que no hay ningún motivo para plantear dudas ante lo que los fenómenos naturales o la sensata experiencia nos ponga ante los ojos, o ante las deducciones a las que nos conduzcan los experimentos rigurosos, oponiendo a ello pasajes de las Escrituras que aparentemente sostienen lo contrario, considerando además que toda proposición de las Escrituras no está vinculada a la obediencia severa de una ley, como sí lo están los fenómenos naturales" (Carta a Benedetto Castelli ).
José Manuel Saravia escribió: "Durante todo el pasado de la humanidad, unas pocas personas a las que se reconocía autoridad (sacerdotes, filósofos, sabios) opinaban sobre temas metafísicos y morales. Hoy habla con idéntico énfasis y aplomo, y sobre todo es escuchado por igual, el deportista, el político, el drogadicto o la actriz de moda. Todos pontifican con parecida autoridad, porque tanto la autoridad que provenía de Dios como la que se fundaba en la razón han sido aplastadas bajo el maremagnum de opiniones que transmiten los periódicos, la radio y la pantalla mágica.
¿Qué conclusión sacan de ello el hombre, la mujer, el joven, al cabo de las innumerables horas que permanecen expuestos a mensajes masivos provenientes de personajes con quienes frecuentemente se identifican? La única psicológicamente factible: que, en el fondo, todo es lo mismo, que sólo existen verdades y valores individuales, que algo puede ser válido para ti y no para mí, que todos tienen razones del mismo peso o, si se prefiere, que no hay ni una razón, ni una verdad, ni una moral, ni valores universales.
Quien se detenga a reflexionar a este respecto no podrá menos que estremecerse. La tragedia del relativismo moral no radica en que todo está permitido y sea posible, sino en que todo sea igual, en que cualquier conducta, propia o ajena, resulte indiferente para uno mismo y los demás. Los desafíos que estimulaban la conciencia moral han sido ahuyentados por el hastío complaciente de la frivolidad.
Paralizados por su falta de certezas morales, muchos padres se guardan de formular exigencias o inculcar valores o fines a sus hijos, dejando que cada uno siga sus impulsos. Consideran que un proceder distinto sería expresión de un arbitrario autoritarismo. Esos hijos, cuando llegan a la adolescencia, comienzan a enunciar sus elecciones valorativas en lo referente al estudio, al trabajo, al sexo, a sus vinculaciones con los padres y con la sociedad. No creen tener que justificarlas, ni podrán hacerlo en forma racional; simplemente, las afirman y las comunican a los demás. Pero llega fatalmente el día en que deben afrontar la realidad de la vida y, necesitando encontrar una ocupación lucrativa y abrirse camino en el ambiente impersonal y competitivo de la gran ciudad, se percatan de que ya no pueden hacer lo que quieren. El impacto de este descubrimiento suele ser devastador" (De "El silencio de Dios" - Emecé Editores).
¿QUÉ CLASE DE CONOCIMIENTO ES LA CIENCIA?[192]
Aquél que se encuentra lo más pegado a los hechos empíricos, aquellos enunciados que están más cerca de los hechos empíricos, que pueden verificarse a través de la observación y de la experimentación, esos enunciados se tienen por científicos; cuanto más analíticos, más especializados, más pegados a los hechos, más científicos.
Mientras que en la línea opuesta a lo empírico, en la línea de una mayor teoría o de una teoría de mayor alcance, más universal o menos particular, conforme va hacia interpretaciones más globales, hacia cuestionamientos teóricos de mayor alcance de los principios que regulan un mismo conocimiento; en esa línea se camina hacia planteamientos más filosóficos.
EL PAPEL DE LA FILOSOFÍA CON RESPECTO A LA CIENCIA
Función de fundamentación
La filosofía – en relación con la ciencia – juega un papel de fundamentación, en primer término. La filosofía analiza, escruta los fundamentos mismos y los supuestos con los que trabaja la ciencia, y da pensamiento a las distintas formas de epistemología: el intento de fundamentar la ciencia, nos dice cuando el discurso científico es coherente o no, cuando se está mejor orientado, cuales son las bases sólidas para la ejecución de la ciencia.
Función de totalización
El segundo papel que le cabe a la filosofía es una función totalizadora, una función de totalización. Es decir, dado que la ciencia avanza en el sentido de una especialización creciente, lo que supone una fragmentación creciente del saber, esa línea analítica se compensa tratando de recomponer los fragmentos; tratando de hacer síntesis del estado en que se encuentran los conocimientos, o bien, del conjunto del saber.
La totalización que puede y debe hacer la filosofía en relación a la base de los conocimientos es siempre provisional; de algún modo provisional en cuanto que la ciencia tampoco agota nunca su propia investigación. Entonces, esta labor es estar permanentemente totalizando, incorporando nuevas hipótesis, nuevas teorías, y desde ahí revisando una visión del mundo, revisando los mismos presupuestos del conocimiento humano en la medida que abarca el conocimiento intuitivo, el conocimiento de algunas ciencias humanas, también de las ciencias del conocimiento.
Necesidad mutua entre ciencia y filosofía
La filosofía actúa como distancia crítica, de algún modo innovadora. Reconduce las perspectivas bilaterales de la investigación. Reorganiza las piezas fundamentales, pudiendo arrojar alguna luz. En ese sentido la filosofía es siempre necesaria, imprescindible para la ciencia.
En la medida en que el científico se eleva por un lado a analizar los supuestos teóricos en los que se está moviendo, y por otro lado a querer integrar su propia investigación en la unidad del saber, acaba haciendo filosofía aunque no se dé cuenta, aunque haya partido del ámbito de una ciencia determinada.
Visto desde la otra parte, el filósofo necesita de la ciencia y la contrastación, de algún modo de saber si sus hipótesis, sus totalizaciones, tienen algún grado de validez. Si no, sólo tienen una coherencia interna; si no, se trata de una racionalización.
La racionalización tiene la apariencia de la racionalidad; pero excluye, rechaza hechos, no resiste la contrastación con todos los hechos que se tienen a la mano. Tiene sólo una coherencia interna pero no una correspondencia con los hechos. Tiene sólo la fachada de la racionalidad.
Las teorías científicas que han sido superadas, abandonadas, fueron teorías que expresaban una racionalidad en un momento determinado y en un momento ulterior no representaron ya la racionalidad del conocimiento del mundo. Por ejemplo la teoría newtoniana de la ley de gravitación universal confrontada con los conocimientos actuales del universo no es ya una expresión de la racionalidad de la ciencia. Hoy día, si mantuviese alguien esa teoría estaría manteniendo una racionalización que excluye cantidad de fenómenos que se han detectado después.
Ninguna teoría tiene un estatuto definitivo y un desarrollo acabado.
El conocimiento del mundo físico sólo se extrae del trabajo de las ciencias físicas y naturales; y del desarrollo de las ciencias matemáticas aplicado a la comparación de teoremas, y mediante la utilización de técnicas e instrumentos sofisticados, mediante el diseño de experimentos que traten de alguna manera de fijar las hipótesis.
Los contenidos del conocimiento, los contenidos empíricos, sólo nos llegan a través de las ciencias positivas, que necesitan de la filosofía para entramar esos conocimientos en tanto totalización, y para discutir hasta qué punto alcanzan esos conocimientos un grado de objetividad. Así que se necesitan mutuamente.
En el orden de la fundamentación, la filosofía tendría la preeminencia; en el orden de la verificación empírica, las ciencias tienen la preeminencia.
Colocadas ya filosofía y ciencia en el mismo plano, una insiste en el aspecto empírico, otra en el aspecto teórico y de totalización del saber.
Desde el comienzo de los tiempos modernos, siglos XVI y XVII, los filósofos europeos se han movido dentro del paradigma de la racionalidad. Algunos pretendidos postmodernos lo que quieren precisamente es transcender el paradigma de la razón que es el paradigma dominante en toda la modernidad, la razón y el sujeto de la razón.
La subjetividad desde el yo cartesiano, desde el "ego cogito ergo sum", que se ponía como la fuente indudable de toda certeza, la fuente de todo conocimiento porque a ese yo, a ese sujeto, le correspondían las ideas innatas.
De ahí se da un salto al siglo XVIII, a Kant, cuya obra no es más que una crítica de las estructuras de la subjetividad. La crítica de la razón pura, la razón es la esencia misma de la subjetividad. Se trata de decirnos cuál es el sistema de categorías que constituye la razón humana; es decir, la subjetividad humana.
Hegel también quiere desentrañar los secretos de la razón, el secreto último, la implicación última y todo lo demás. En esta historia, la razón y la racionalidad que trata de fundarse a sí misma, todo el pensamiento moderno no es más que un intento de la auto fundamentación de la razón, de la autosuficiencia de la razón, de la autonomía de la razón.
Es el desarrollo del proyecto cartesiano, de alguna manera, combinado a partir de la misma época con el empirismo, es decir, hay una lucha entre empirismo y racionalismo; que en el siglo XVIII se llamaban respectivamente materialismo e idealismo y que llega prácticamente hasta nuestros días con otras variantes. En la ciencia triunfan el empirismo y el materialismo, y la filosofía se queda más bien con la herencia del idealismo.
INDUCCIÓN [193]
Del latín inductio, es la acción y efecto de inducir (persuadir, instigar, ocasionar). Por ejemplo: "El niño actuó de esa manera por la inducción de sus padres", "El líder de la secta trabajaba mucho en la inducción de sus seguidores", "No tolero a los políticos que se esfuerzan para inducir a sus manifestantes a protestar contra el gobierno".
Para la filosofía, la inducción es el procedimiento que consiste en extraer, a partir de observaciones o experiencias particulares, el principio general que está implícito en ellas. Esto quiere decir que el razonamiento inductivo permite obtener una conclusión general a partir de premisas con datos particulares.
Un ejemplo de inducción, en este sentido, se produce cuando tras observar distintos sucesos de una misma índole, se extrae una conclusión que se considera válida para todos los eventos de dicha naturaleza. Si un futbolista ha pateado ocho penales en su carrera y todos los disparó hacia el lado izquierdo del arquero, es posible inducir que el noveno penal también lo pateará en dicha dirección.
En un sentido similar, un niño viaja a la costa patagónica con sus padres para ver a las ballenas y los cuatro primeros ejemplares que observa son de color negro. Por lo tanto, induce que todas las ballenas son negras.
La inducción, por supuesto, no es un procedimiento infalible. Una persona que no tiene ningún conocimiento sobre la población de Costa de Marfil y asiste a un partido de básquetbol de su seleccionado, puede notar que todos los jugadores miden más de 1,90 metros. Al notar que las doce personas que conoce de Costa de Marfil tienen dicha altura, por inducción puede creer que todos los marfileños miden más de 1,90 metros, lo cual no es cierto.
EL PROBLEMA DE LA INDUCCIÓN [194]
Los resultados de la observación y experimentación suministran la evidencia para una teoría científica, pero no pueden demostrar que la teoría es correcta. Hasta la generalización empírica más modesta, por ejemplo que toda agua hierve a la misma temperatura, va más allá de lo que puede ser deducido de la evidencia en sentido estricto. Si las teorías científicas no expresaran más que la evidencia que suele sustentarlas, tendrían poca utilidad. No podrían ser utilizadas para predecir el curso de la naturaleza, y carecerían de poder explicativo.
El vínculo no demostrativo o inductivo entre la evidencia y la teoría plantea uno de los problemas fundamentales de la teoría del conocimiento, el problema de la inducción, dada su formulación clásica por David Hume, el filósofo escocés del siglo XVIII. Hume consideró simples predicciones basadas en observaciones pasadas, por ejemplo, un vaticinio como: el sol saldrá mañana, teniendo en cuenta que se ha observado que siempre salía en el pasado. La vida sería imposible sin anticipar el futuro, pero Hume construyó una argumentación excelente para mostrar que estas inferencias son indefendibles desde presupuestos racionales. Esta conclusión puede parecer increíble, pero la argumentación de Hume tiene todavía que ser contestada de un modo concluyente. Admitía que las deducciones inductivas han sido por lo menos razonablemente fiables hasta ahora, o no estaríamos vivos para considerar el problema, pero afirmaba que sólo podemos tener una razón para continuar confiando en la inducción si tenemos algún motivo para creer que la inducción seguirá siendo fiable en el futuro. Hume demostró entonces que tal razón no es posible.
El nudo del problema es que pretender que la inducción será una garantía en el futuro es, en sí misma, una predicción y sólo podría ser justificada de manera inductiva, lo que llevaría a una cuestión de principio. En concreto, mantener que la inducción quizá funcionará en el futuro porque ha resultado útil en el pasado es razonar en círculo, asumiendo la inducción para justificarla. Si esta argumentación escéptica es válida, el conocimiento inductivo parece imposible, y no hay un argumento racional que se pueda plantear para disuadir a alguien que opina, por ejemplo, que es más seguro salir de la habitación por las ventanas que por la puerta.
La inducción como problema[195]
Se relaciona de forma directa con la ciencia. Sin una respuesta a la argumentación de Hume, no hay razón para creer en ninguno de los aspectos de una teoría científica que vaya más allá de lo que, en realidad, se ha observado. El asunto no es que las teorías científicas no resulten nunca ciertas por completo: esto es o debería ser una verdad obvia. El tema es más bien que no tenemos ninguna razón para suponer, por ejemplo, que el agua que no hemos sometido a prueba hervirá a la misma temperatura que el agua que hemos probado. Los filósofos han realizado un continuo esfuerzo para resistir a esta conclusión escéptica. Algunos han tratado de demostrar que los modelos científicos para sopesar evidencias y formular inferencias son, de algún modo, racionales por definición; otros, que los éxitos pasados de nuestros sistemas inductivos son susceptibles de emplearse para justificar su uso futuro sin caer en círculos viciosos. Un tercer enfoque sostiene que, aunque no podamos demostrar que la inducción funcionará en el futuro, sí podemos demostrar que lo hará si algún método de predicción lo hace, por lo que es razonable utilizarlo. Mediante teorías más recientes, algunos filósofos han sostenido que la actual fiabilidad de las prácticas inductivas, algo que Hume no niega, basta para proporcionar conocimiento inductivo sin otro requerimiento que el que la fiabilidad esté justificada.
Karl Popper ha aportado una respuesta más radical al problema de la inducción, una solución que constituye la base de su influyente filosofía de la ciencia. De acuerdo con Popper, el razonamiento de Hume de que las inferencias son injustificables desde una perspectiva racional es correcto. Sin embargo, esto no amenaza la racionalidad de la ciencia, cuyas inferencias son, aunque parezca lo contrario, deductivas en exclusiva. La idea central de Popper es que mientras la evidencia nunca implicará que una teoría sea verdadera, puede rebatir la teoría suponiendo que sea falsa. Así, un número de cuervos negros no implica que todos los cuervos sean negros, pero la presencia de un único cuervo blanco supone que la generalización es falsa.
Los científicos pueden, de esta forma, saber que una teoría es falsa, sin recurrir a la inducción. Además, enfrentados a una elección entre dos teorías opuestas, pueden ejercer una preferencia racional si una de las teorías ha sido refutada pero la otra no; entonces es racional preferir una teoría que podría ser verdad respecto a una que se sabe es falsa. La inducción nunca entra en escena, de modo que el argumento de Hume pierde fuerza.
Esta ingeniosa solución al problema de la inducción se enfrenta con numerosas objeciones. Si fuera cierta, los científicos nunca tendrían ningún motivo para creer que alguna de sus teorías o hipótesis son siquiera correctas por aproximación o que alguna de las predicciones extraídas de ellas es verdad, ya que estas apreciaciones sólo podrían ser justificadas por vía inductiva. Además, parece que la posición de Popper ni siquiera permite a los científicos saber que una teoría es falsa, puesto que, según él, la evidencia que podría contradecir una teoría, puede no ser nunca reconocida como correcta. Por desgracia, las inferencias inductivas que los científicos plantean no parecen ni evitables ni justificables.
EXPLICACIÓN[196]
Procede del latín explicatio y hace mención a una exposición de un asunto, doctrina o texto con la claridad suficiente para que se haga más perceptible. Dicha declaración ayuda a sacar a la luz o hacer visible el contenido o sentido de algo.
Por ejemplo: "Disculpe, profesora, pero la explicación del problema no me quedó clara: ¿podría repetirla?", "El jugador dio una explicación poco convincente sobre su ausencia en el entrenamiento", "El experto brindó una explicación muy sencilla que sorprendió a los asistentes".
La explicación, por lo tanto, es un proceso cognitivo que manifiesta el qué, el cómo, el por qué y el para qué de un suceso o una materia. De esta manera se transmite un conocimiento o un significado que permite hacer inteligible el asunto explicado.
Una explicación se articula a través del lenguaje. Un sujeto que comprende un suceso y no puede ponerlo en palabras no está en condiciones de explicarlo. La explicación debe ser coherente y lógica y estar destinada a un interlocutor competente. Un geólogo puede explicar el proceso que lleva a la creación de una montaña con un vocabulario técnico que sólo comprenden sus pares; la explicación, en ese caso, sólo será válida para otro especialista. Si dicho geólogo pretende transmitir el conocimiento a un sector más amplio de la sociedad, deberá adecuar su explicación.
En un sentido similar, las explicaciones que se brindan a los niños deben ser adecuadas a su capacidad intelectual y emocional. Por eso la pedagogía y la didáctica tienen que estar adaptada a las distintas edades.
Un reciente trabajo sobre el problema de los métodos de descripción inferencial en la ciencia ha tratado de evitar la debilidad del modelo hipotético- deductivo yendo más allá de las relaciones lógicas para responder a la conexión de la evidencia con la teoría.
Algunas consideraciones intentan describir cómo la plausibilidad de teorías e hipótesis puede variar conforme se va avanzando en las comprobaciones, y han enlazado esta idea con un cálculo formal de probabilidades. Otras apelan al contenido específico de las hipótesis sometidas a comprobación, en especial las afirmaciones causales que hacen muchas de ellas.
En el siglo XIX, John Stuart Mill dio cuenta de las inferencias desde los efectos a las causas que puede ser extendida para aportar un modelo de inferencia científica. Uno de los procedimientos por el que se ha intentado esa expansión ha sido recurriendo al concepto de explicación. La idea básica del modelo de inducción para la mejor explicación es que los científicos infieren desde la evidencia válida a la hipótesis que, de ser correcta, proporcionaría la mejor explicación de esa evidencia.
Si la inferencia para la mejor explicación debe de ser algo más que un eslogan, sin embargo, se requiere alguna consideración independiente de explicación científica. El punto de partida para la mayoría del trabajo filosófico contemporáneo sobre la naturaleza de la explicación científica es el modelo deductivo-nomológico, según el cual una explicación científica es una deducción de una descripción del fenómeno para ser explicada desde un conjunto de premisas que incluye, por lo menos, una ley de la naturaleza. Así, se podría explicar por qué sube el mercurio en un termómetro señalando el ascenso de la subida en la temperatura a partir de una ley que relaciona la temperatura y el volumen de los metales. El tema aquí es saber qué hace que algo sea una ley de la naturaleza, otro de los tópicos centrales de la filosofía de la ciencia. No todas las generalizaciones verdaderas son leyes de la naturaleza. Por ejemplo, la afirmación de que todas las esferas de oro tienen un diámetro de menos de diez millas es una verdad presumible pero no es una ley. Las genuinas leyes de la naturaleza parecen tener un tipo de necesidad de la que carece la afirmación sobre las esferas de oro. Describen no sólo cómo funcionan las cosas en realidad sino cómo, de algún modo, deben funcionar. Sin embargo, está lejos de ser evidente cómo tendría que articularse esta noción de necesidad.
Otra dificultad para el modelo deductivo-nomológico de explicación es que, al igual que el modelo hipotético-deductivo de comprobación, con el cual mantiene una notable similitud estructural, este modelo también es demasiado permisivo. Por ejemplo, el periodo (la duración de una oscilación) de un péndulo determinado puede deducirse de la ley que se refiere al periodo y recorrido de los péndulos en general, junto con el recorrido de ese péndulo determinado. El recorrido del péndulo es considerado de modo habitual como explicativo del periodo. Sin embargo, la deducción puede llevarse a cabo en el sentido opuesto: es posible calcular el recorrido de un péndulo si se conoce su periodo. Pero el periodo no está considerado por lo común como explicativo del recorrido del péndulo.
De este modo, mientras que la deducción funciona en ambos sentidos, se considera que la explicación va sólo en un único sentido. Dificultades de esta índole han llevado a algunos filósofos a desarrollar procesos causales de explicación, según los cuales explicamos los acontecimientos aportando información sobre sus procesos causales. Este enfoque es atractivo, pero pide un análisis de causalidad, un proyecto que se enfrenta a muchas de las mismas dificultades que tenía analizar las leyes de la naturaleza. Además, se necesita decir más sobre qué causas de un acontecimiento lo explican. El Big Bang es presumiblemente parte de la historia causal de cada acontecimiento, pero no aporta una explicación adecuada para la mayoría de ellos. Una vez más, hay un problema de permisividad excesiva.
Un reciente trabajo sobre el problema de los métodos de descripción inferencial en la ciencia ha tratado de evitar la debilidad del modelo hipotético- deductivo yendo más allá de las relaciones lógicas para responder a la conexión de la evidencia con la teoría. Algunas consideraciones intentan describir cómo la plausibilidad de teorías e hipótesis puede variar conforme se va avanzando en las comprobaciones, y han enlazado esta idea con un cálculo formal de probabilidades. Otras apelan al contenido específico de las hipótesis sometidas a comprobación, en especial las afirmaciones causales que hacen muchas de ellas. En el siglo XIX, John Stuart Mill dio cuenta de las inferencias desde los efectos a las causas que puede ser extendida para aportar un modelo de inferencia científica. Uno de los procedimientos por el que se ha intentado esa expansión ha sido recurriendo al concepto de explicación. La idea básica del modelo de inducción para la mejor explicación es que los científicos infieren desde la evidencia válida a la hipótesis que, de ser correcta, proporcionaría la mejor explicación de esa evidencia.
Si la inferencia para la mejor explicación debe de ser algo más que un eslogan, sin embargo, se requiere alguna consideración independiente de explicación científica. El punto de partida para la mayoría del trabajo filosófico contemporáneo sobre la naturaleza de la explicación científica es el modelo deductivo-nomológico, según el cual una explicación científica es una deducción de una descripción del fenómeno para ser explicada desde un conjunto de premisas que incluye, por lo menos, una ley de la naturaleza. Así, se podría explicar por qué sube el mercurio en un termómetro señalando el ascenso de la subida en la temperatura a partir de una ley que relaciona la temperatura y el volumen de los metales. El tema aquí es saber qué hace que algo sea una ley de la naturaleza, otro de los tópicos centrales de la filosofía de la ciencia. No todas las generalizaciones verdaderas son leyes de la naturaleza. Por ejemplo, la afirmación de que todas las esferas de oro tienen un diámetro de menos de diez millas es una verdad presumible pero no es una ley. Las genuinas leyes de la naturaleza parecen tener un tipo de necesidad de la que carece la afirmación sobre las esferas de oro. Describen no sólo cómo funcionan las cosas en realidad sino cómo, de algún modo, deben funcionar. Sin embargo, está lejos de ser evidente cómo tendría que articularse esta noción de necesidad.
Otra dificultad para el modelo deductivo-nomológico de explicación es que, al igual que el modelo hipotético-deductivo de comprobación, con el cual mantiene una notable similitud estructural, este modelo también es demasiado permisivo. Por ejemplo, el periodo (la duración de una oscilación) de un péndulo determinado puede deducirse de la ley que se refiere al periodo y recorrido de los péndulos en general, junto con el recorrido de ese péndulo determinado. El recorrido del péndulo es considerado de modo habitual como explicativo del periodo. Sin embargo, la deducción puede llevarse a cabo en el sentido opuesto: es posible calcular el recorrido de un péndulo si se conoce su periodo. Pero el periodo no está considerado por lo común como explicativo del recorrido del péndulo. De este modo, mientras que la deducción funciona en ambos sentidos, se considera que la explicación va sólo en un único sentido.
Dificultades de esta índole han llevado a algunos filósofos a desarrollar procesos causales de explicación, según los cuales explicamos los acontecimientos aportando información sobre sus procesos causales. Este enfoque es atractivo, pero pide un análisis de causalidad, un proyectoque se enfrenta a muchas de las mismas dificultades que tenía analizar las leyes de la naturaleza. Además, se necesita decir más sobre qué causas de un acontecimiento lo explican. El Big Bang es presumiblemente parte de la historia causal de cada acontecimiento, pero no aporta una explicación adecuada para la mayoría de ellos. Una vez más, hay un problema de permisividad excesiva.
REALISMO E INSTRUMENTALISMO[197]
Es posible distinguir dos interpretaciones respecto de las teorías científicas. Por un lado el realismo científico, que sostiene que el poder de explicación de una teoría, su fertilidad, es tan importante como su adecuación empírica o la capacidad predictiva: Más aún estos autores afirman que la capacidad de explicar que tiene una teoría es el mejor argumento para sostener que las teorías, que las estructuras, entidades y procesos hipotéticos que postula el modelo asociado a la misma son, en algún grado, reales (de ahí el nombre de esta posición). Se trata de la "inferencia de la mejor explicación": a mayor poder explicativo, mayor probabilidad de que la teoría proporcione una imagen adecuada del mundo.
Instrumentalismo
Esta postura es la de aquellos que defienden que lo único importante en una teoría es la adecuación empírica, es decir, que sus consecuencias observacionales se ajusten a la experiencia y que proporcione predicciones exactas. Estos autores no consideran relevante la cuestión de la realidad de las entidades y procesos postulados por la teoría, ya que para ellos las teorías son algo así como formalismos con alto poder de predicción. Para el instumentalismo las teorías son como herramientas de cálculo, no modelos que proporcionan una imagen metafórica del universo. Según este punto de vista, la explicación no es una instancia importante en una teoría. En todo caso, cumple con una función pragmática, es decir, depende del contexto, de la pregunta "por qué" que se efectúe.
Los defensores del realismo científico continúan de algún modo la tradición de la explicación causal de los fenómenos, la idea de que para entender el universo hay que postular un mecanismo o entidades como, por ejemplo, la imagen de las esferas celestes que explican cómo los planetas siguen determinadas trayectorias. Los instrumentalistas son asimilables a la tradición de "salvar los fenómenos", es decir, poder dar cuenta de algo mediante formalismos matemáticos, sin preocuparse en explicar, pues la explicación no tiene más valor que lo pragmático, en otras palabras, las hipótesis no tienen por qué ser creídas: las teorías son instrumentos de predicción. Entonces ninguna de las entidades o estructuras postuladas pueden aspirar a un valor de verdad.
En el caso de la inferencia deductiva la garantía de nuestras conclusiones se deriva del mismo mecanismo de deducción con el evidente problema de sostener la legitimidad de los primeros principios de dicha deducción. En el caso de la ciencia predictiva y la interpretación instrumentalista de las teorías, la garantía es la adecuación empírica o exactitud de las predicciones. Hay que tener en cuenta que en este tipo de inferencia no es posible "razonar hacia atrás", es decir, la predicción no me garantiza la verdad de la teoría (pues es una ley lógica que un enunciado verdadero puede devenirse de uno falso)
El otro tipo de inferencia es la retroducción. o "inferencia a la mejor explicación posible", que consiste en postular a partir de nuestra evidencia del modelo hipotético explicativo que dé cuenta de la misma. Aquí ya pasamos de la generalización empírica del mismo como su poder explicativo, el cual consisten la serie de "virtudes" a las que recién pasamos revista -en particular, la fertilidad de una teoría.
La adecuación de las consecuencias observacionales de nuestra teoría es lo que se pone a prueba con el método hipotético deductivo. Para algunos autores, si una teoría no pasa la prueba de la experiencia, la consideran una teoría fracasada. Raramente sucede esto en la práctica.
Si estamos tratando no con una generalización empírica, sino con una teoría más compleja, entonces las estrategias ante la refutación de sus consecuencias observacionales tienen que ver con la extensión del modelo o con la modificación de hipótesis auxiliares que actúan como "fusibles" en el proceso de contrastación, pues son las primeras que se descartan para salvar la teoría. Si nuestra predicción no es apoyada por los hechos algo está andando mal en alguna parte: se puede negar la observación inconveniente, dudar del conocimiento presupuesto, de alguna hipótesis auxiliar, de las hipótesis centrales, de los instrumentos, e inclusive de las matemáticas.
Hay que tener en cuenta la frase de Quine: "las teorías no se presentan solas ante el tribunal de la experiencia". Es decir, cuando contrastamos las consecuencias observacionales de una hipótesis con la experiencia en realidad estamos poniendo a prueba una complicada red de hipótesis.
Pierre Duhem concebía a las teorías como un grupo de enunciados abstractos formulados en términos de la matemática que no aspiraban a dar una imagen del mundo físico, sino a servir como aparato de predicción. En su libro La théorie physique (1914) decía: "una teoría verdadera no es una teoría que proporciona una explicación de las apariencias físicas conforme a la realidad; es una teoría que representa satisfactoriamente un grupo de leyes experimentales".
En 1920 Norman Campbell desafió esta concepción y defendió que si bien las teorías físicas son un conjunto de enunciados con términos teóricos y un "diccionario" que sirve de puente entre dichos términos teóricos y el nivel empírico, lo más importante de una teoría es el modelo explicativo basado sobre la analogía. En su libro Physics: The Elements (1921). "No puedo entender cómo alguien puede interesarse en la ciencia, si piensa que su tarea está terminada en el descubrimiento de leyes". La polémica actual entre filósofos de la ciencia instrumentalistas y realistas puede entenderse mejor en términos de Pierre Duhem y Norman Campbell, respectivamente.
Nagel, en La estructura de la ciencia, afirma que en el fondo la discusión entre realismo e instrumentalismo es una cuestión filosófica pero no científica. Para poder dirimirse científicamente debería producirse una experiencia crucial, una observación que permitiera decidir a favor de una de las dos posiciones y en contra de la otra. Es evidente que esto nunca sucederá, pues la controversia concierne al significado de los términos teóricos. Pero en lo que respecta al uso de tales términos, éste es el mismo en ambas escuelas y, por lo tanto, las contrastaciones de la teoría valdrán lo mismo para ambos casos.
Para el instrumentalismo y, también para el realismo, siempre es lícito usar términos teóricos porque sí, si no figuran en las hipótesis, o bien si figurando en ellas, no aumentan el contenido científico de la teoría, al punto de que nada cambia cuando se los elimina. Por consiguiente, para Nagel, ser instrumentalista o realista es una cuestión filosófica. Como se ve, éste es un poderoso argumento. El realismo es una posición muy respetada en filosofía, política y ciencias sociales, donde siempre es importante salvar la noción de realidad como algo independiente de la experiencia, aunque vinculada con ella y a la que podemos conocer y transformar.
Para aclarar la importancia del argumento de Nagel, consideremos el término "infinito". La posición instrumentalista afirma: "No me interesa lo que signifique la palabra "infinito", sino si puedo o no maniobrar con ella" Se puede: hay maneras de calcular, es útil para prever y predecir cosas. Pero en el ejemplo del infinito falla una cosa previa: no se advierte la utilidad de emplearlo en las ciencias fácticas, sean naturales o sociales. Supongamos que alguien descubre tal utilidad; entonces el instrumentalista diría lo siguiente: si se descubre que el uso de la palabra "infinito" es útil, eso no lleva a decir que significa algo especial, sino que podría ser un instrumento matemático de cálculo, útil para pasar de datos conocidos a nuevos "datos". Lo cual, tal vez, sea cierto: Pero un realista podría advertir: "No, lo interesante es que realmente puede existir algo que se llame infinito`. A lo que Nagel respondería "si no hay otra diferencia, científicamente no se podrá decidir entre ambas posiciones, pero filosóficamente el asunto será interesante, así que dejémoslos que sigan especulando"
Sin embargo, el argumento de Nagel no advierte que, en la historia de la ciencia, la posición instrumentalista no ha sido tan fecunda como la posición realista. Tomemos un ejemplo de la historia de la biología. En el siglo pasado, Mendel formuló la hipótesis de que ciencias particulares presentes en algún lugar del cuerpo, llamadas "genes", son los portadores y determinantes de la herencia y enunció hipótesis sobre su funcionamiento. Entre los instrumentalistas de las décadas de 1920- 1930, reinaba la moda de interpretar de manera instrumentalista la palabra "gen". Para ellos cuando hacemos mención de los genes no estamos hablando de "entidades", sino que empleamos una manera cómoda de hacer deducciones y, en particular, de deducir datos sobre qué clase de descendientes obtendremos al provocar un cruzamiento. La teoría genética sería sólo un cómodo instrumento para hacer predicciones sobre la herencia.
Por supuesto, un realista no se contentaría con ello, y advertiría que es oportuno conocer esas partículas, ya que conociendo sus propiedades químicas podríamos actuar sobre ellas. La diferencia fundamental con el instrumentalismo, ante el mismo hecho, es que un realista formula la hipótesis de que la partícula existe y anhela que ello suceda. Además, cuando en otro ámbito de la biología, la citología, se descubrieron los cromosomas, que se comportan de manera similar a los genes, los realistas que creían en la existencia de los genes pensaron que si los cromosomas se comportan de manera similar a los genes, aunque éstos no se vean, debemos suponer que están en los cromosomas. Entonces, pueden proponerse investigar los cromosomas.
En cambio, un instrumentalista, que no cree en la existencia de los genes, especularía sin hacer progresar el conocimiento. Por esta razón, los realistas se unieron con los citólogos e hicieron formidables descubrimientos acerca de los genes, que terminaron en lo que conocemos hoy como "ingeniería genética" Por consiguiente la propia discusión científica, y no ya la filosófica, no deja a las dos posiciones en igualdad de condiciones, pues quien es realista puede encontrarse en situaciones donde su posición lo ayude a realizar nuevos descubrimientos, cosa que no ocurrirá con el instrumentalista.
OBJETIVIDAD Y RELATIVISMO[198]
Aunque realistas e instrumentalistas discrepan sobre la capacidad de la ciencia para describir el mundo invisible, casi todos coinciden en que la ciencia es objetiva, porque descansa sobre evidencias objetivas. Aunque algunos resultados experimentales son inevitablemente erróneos, la historia de la evidencia es en gran parte acumulativa, en contraste con la historia de las teorías de alto nivel. En resumen, los científicos sustituyen las teorías pero aumentan los datos. Sin embargo, esta idea de la objetividad y autonomía de la evidencia observacional de las teorías científicas ha sido criticada, sobre todo en los últimos 30 años.
La objetividad de la evidencia ha sido rechazada partiendo de la premisa de que la evidencia científica está, de manera inevitable, contaminada por las teorías científicas. No es sólo que los científicos tiendan a ver lo que quieren ver, sino que la observación científica es sólo posible en el contexto de presuposiciones teóricas concretas. La observación es "teoría cargada". En una versión extrema de esta idea, las teorías no pueden ser probadas, ya que la evidencia siempre presupondrá la misma teoría que se supone tiene que probar. Versiones más moderadas permiten alguna noción de la prueba empírica, pero siguen introduciendo discontinuidades históricas en la evidencia para compararla con las discontinuidades a nivel teórico. Si todavía es posible hacer algún juicio del progreso científico, no puede ser en términos de acumulación de conocimiento, ya se trate de un enfoque teórico o desde el punto de vista de la observación.
Si la naturaleza de la evidencia cambia conforme cambian las teorías científicas, y la evidencia es nuestro único acceso a los hechos empíricos, entonces quizá los hechos también cambien. Este es el relativismo en la ciencia, cuyo representante reciente más influyente es Thomas Kuhn. Al igual que el gran filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, Kuhn mantiene que el mundo que la ciencia investiga debe ser un mundo hasta cierto punto constituido por las ideas de aquellos que lo estudian. Esta noción de la constitución humana del mundo no es fácil de captar.
No ocurre lo mismo que en la visión idealista clásica que explica que los objetos físicos concretos sólo son en realidad ideas reales o posibles, implicando que algo es considerado como objeto físico o como un objeto de cierto tipo, por ejemplo una estrella o un planeta, sólo en la medida en la que la gente así los categoriza. Para Kant, la contribución que parte de la idea y lleva a la estructura del mundo es sustancial e inmutable. Consiste en categorías muy generales tales como espacio, tiempo y causalidad.
Para Kuhn, la contribución es asimismo sustancial, pero también muy variable, ya que la naturaleza de la contribución viene determinada por las teorías y prácticas concretas de una disciplina científica en un momento determinado. Cuando esas teorías y prácticas cambian, por ejemplo, en la transición desde la mecánica newtoniana a las teorías de Einstein, también cambia la estructura del mundo sobre la que tratan este conjunto de teorías. La imagen de los científicos descubriendo más y más sobre una realidad idea independiente aparece aquí rechazada por completo.
Aunque radical desde el plano metafísico, el concepto de ciencia de Kuhn es conservador desde una perspectiva epistemológica. Para él, las causas del cambio científico son, casi de forma exclusiva, intelectuales y pertenecen a una reducida comunidad de científicos especialistas. Hay, sin embargo, otras opciones actuales de relativismo sobre la ciencia que rechazan esta perspectiva de carácter interno, e insisten en que las principales causas del cambio científico incluyen factores sociales, políticos y culturales que van mucho más allá de los confines del laboratorio. Ya que no hay razón para creer que estos factores variables conducen al descubrimiento de la verdad, esta idea social constructivista de la ciencia es quizás casi más hostil al realismo científico que lo es la posición kuhniana.
Los realistas científicos no han eludido estos desafíos. Algunos han acusado a los relativistas de adoptar lo que viene a ser una posición de auto contradicción. Si, como se afirma, no hay nada que sea verdad, esta afirmación tampoco puede ser entonces verdadera. Los realistas han cuestionado también la filosofía del lenguaje latente detrás de la afirmación de Kuhn de que las sucesivas teorías científicas se refieren a diferentes entidades y fenómenos, manteniendo que el constructivismo social ha exagerado la influencia a largo plazo de los factores no cognitivos sobre la evolución de la ciencia. Pero el debate de si la ciencia es un proceso de descubrimiento o una invención es tan viejo como la historia de la ciencia y la filosofía, y no hay soluciones claras a la vista. Aquí, como en otras partes, los filósofos han tenido mucho más éxito en poner de manifiesto las dificultades que en resolverlas. Por suerte, una valoración de cómo la práctica científica resiste una explicación puede iluminar por sí misma la naturaleza de la ciencia.
ANEXO 1
La etología (del griego «????» ethos, costumbre, y «?ó???» logos, razonamiento, estudio, ciencia) es la rama de la biología y de la psicología experimental que estudia el comportamiento de los animales en libertad o en condiciones de laboratorio, aunque son más conocidos por los estudios de campo.
Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, Suiza, 28 de junio de 1712 – Ermenonville, Francia, 2 de julio de 1778) fue un escritor, filósofo y músico franco-helvético definido como un ilustrado; a pesar de las profundas contradicciones que lo separaron de los principales representantes de la Ilustración.
Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución francesa, el desarrollo de las teorías republicanas y el crecimiento del nacionalismo.
Karl Heinrich Marx Pressburg, conocido también en castellano como Carlos Marx (Tréveris, Alemania, 5 de mayo de 1818 – Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883), fue un intelectual y militante comunista alemán de origen judío. En su vasta e influyente obra, incursionó en los campos de la filosofía, la historia, la sociología y la economía. Junto a Friedrich Engels, es el padre del socialismo científico, del comunismo moderno y del marxismo. Sus escritos más conocidos son el Manifiesto del Partido Comunista (en coautoría con Engels) y el libro El Capital.
Martin Heidegger (Messkirch, Alemania, 26 de septiembre de 1889 – Friburgo de Brisgovia, 26 de mayo de 1976) fue un filósofo alemán.
Estudió teología católica, ciencias naturales y filosofía en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, donde fue discípulo de Heinrich Rickert, uno de los máximos exponentes del neokantismo de la Escuela de Baden y luego asistente de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología. Comenzó su actividad docente en Friburgo en 1915, para luego enseñar durante un período (1923-1928) en Marburgo. Retornó a Friburgo en ese último año, ya como profesor de filosofía.
Herbert Marcuse (Berlín, 19 de julio de 1898 – Starnberg, Alemania, 29 de julio de 1979), filósofo y sociólogo alemán, fue una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt.
Nació en Berlín, sirvió como soldado en la primera Guerra Mundial y participó posteriormente en la revolución socialista que fue aplastada por las fuerzas de la República de Weimar.
Después de completar sus estudios en la Universidad de Friburgo de Brisgovia en 1922, regresó a Berlín, donde trabajó como vendedor de libros. Regresó a Friburgo en 1929 para escribir una «habilitación» (disertación postdoctoral para obtener el grado académico de profesor) con Martin Heidegger.
Karl Raimund Popper (Viena, 28 de julio de 1902 – Londres, 17 de septiembre de 1994) fue un filósofo, sociólogo y teórico de la ciencia nacido en Austria y posteriormente ciudadano británico.
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