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Síntesis de todos los tratados de filosofía (página 3)

Enviado por cristian barrera


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  • La sustancia es causa de aquellos accidentes que derivan de ella misma: la figura de un animal, por ejemplo, es un efecto de sus principios esenciales y por eso a todos los individuos de una especie les corresponde una figura similar.

  • La sustancia tiene una capacidad pasiva(potencia) de recibir el ulterior perfeccionamiento que le confieren los accidentes, que por eso se llaman también formas o actos accidentales; por ejemplo, las operaciones, que son accidentales, constituyen como acabamiento, una perfección para la cual sus sustancia se encuentra en potencia.

  • El conocimiento de la sustancia y los accidentes

    La naturaleza de la sustancia y los accidentes y su mutua vinculación determina el modo como los conocemos.

    La composición sustancia-accidentes se conoce con la inteligencia a partir de los datos suministrados por los sentidos. El conocimiento sensible se refiere siempre a los accidentes de las cosas, mientras la inteligencia alcanza por medio de ellos su fuente y fundamento, que es la sustancia; y si la inteligencia puede alcanzarla, es porque los accidentes no son como un velo que esconde la sustancia sino que por el contrario, la manifiestan.

    En nuestro conocimiento del ente singular y concreto se da un continuo ir y venir de la sustancia a los accidentes, que por motivos de claridad, podríamos agrupar en tres etapas:

    • Conocimiento confuso del compuesto. Cuando nos encontramos ante un objeto desconocido, aunque no sepamos con precisión cuál es su naturaleza, entendemos que las cualidades inmediatamente presentes a nuestros sentidos -su color, su figura, su tamaño…- no constituyen realidades independientes, sino que componen una unidad por su pertenencia a una sustancia.

    • De los accidentes a la sustancia. Una vez conocido de manera imprecisa el sujeto de los accidentes, éstos, por ser manifestaciones de la sustancia, constituyen el camino natural para llegar a conocer lo que esa sustancia es, su naturaleza o esencia.

    • De la sustancia a los accidentes. Cuando hemos descubierto lo que una cosa es, su esencia, ese conocimiento constituye como una nueva luz, más intensa, que ilumina todos los accidentes derivados de esa sustancia, permitiéndonos adquirir una noción más adecuada de cada uno de ellos y de sus relaciones mutuas: no lo entendemos ya como simples modificaciones externas de algo que aún no sabemos qué es, sino como la manifestación natural y propia de un modo de ser concreto y específico.

    En resumen; nuestro conocimiento se inicia en los accidentes sensibles, entendidos como determinaciones de algo que tiene ser; esas propiedades nos llevan a conocer la esencia; y, a su vez, captamos los accidentes como derivados de esa sustancia, obteniendo así, un conocimiento superior de ellos. Este proceso no se cumple una sola vez, sino que constantemente realizamos ese ir y venir de los accidentes a la sustancia y de la sustancia a sus expresiones accidentales, logrando paulatinamente un conocimiento más profundo de una y otros.

    LOS PREDICAMENTOS[17]

    Noción de predicamento

    La sustancia y los nueve tipos de accidentes, constituyen los diez géneros supremos del ente, llamados también predicamentos o categorías: se trata, pues, de la descripción de los modos reales del ser.

    Como el ser se refleja en el conocimiento y en el lenguaje, a esos modos de ser corresponden los diversos tipos o géneros de predicados que pueden atribuirse a una cosa: de ahí el nombre de predicamentos, o su sinónimo de origen griego "categorías". Precisamente Las Categorías es el título de la obra lógica que Aristóteles consagró a este tema. Fue él quien por primera vez ofreció la clasificación de estos diez modos de ser.

    Los nueve géneros de accidentes

    • Accidentes que afectan intrínsecamente a la sustancia

    Dentro de este grupo están la cantidad y la cualidad, que determinan a la sustancia en sí misma o de modo absoluto, y las relaciones, que lo hacen por referencia a otros:

    • La cantidad. Las sustancias corporales tienen una cantidad determinada que se manifiesta en la extensión, magnitud, volumen.

    • Las cualidades. Son los accidentes que hacen ser a la sustancia de tal o cual modo y que surgen de su esencia, por eso a cada clase de sustancia le corresponde un conjunto de cualidades. Por derivarse de la forma, las cualidades se encuentran también en la sustancia carente de materia o espiritual. Ejm: un color o una forma.

    • Las relaciones. Que en cuanto a su término, pueden considerarse accidentes extrínsecos. Determina a la sustancia con referencia a otras cosas. Ejm; la familia constituye una filiación.

    • Accidentes extrínsecos

    Afectan a la sustancia de manera externa gracias a la relación con otros objetos.

    • El donde; (ubi); es la localización de la sustancia, ocurre por estar allí o aquí, no implica una modificación interior del sujeto, lo determina solo por su relación con otras sustancias corpóreas adyacentes.

    • La posición; (situs); es el modo de estar en el lugar (sentado, acostado, etc.) Se distingue de ubi porque hace referencia a la disposición de las partes del cuerpo localizado.

    • La posesión; (habitus); resulta de tener algo contiguo o inmediato (tener puestos los zapatos) solo el hombre es capaz de poseer, de donde resulta que es un accidente humano.

    • El cuando; (quando); constituye la situación temporal de la sustancia corpórea. Por ser materiales los cuerpos están sujetos a un cambio sucesivo y pasan por diversos estados.

    • Accidentes en parte intrínsecos y en parte extrínsecos

    Entre los cuerpos del universo se dan innumerables y continuas interacciones, de las que proceden los accidentes acción y pasión:

    • La acción: es el accidente que nace en una sustancia en cuanto es principio agente de un movimiento en otro sujeto. Por ejemplo empujar una mesa, calentar agua. No son accidentes en cuanto se considera a sí mismo.

    • La pasión: surge en los cuerpos en cuanto son sujetos pasivos de la actividad de otros, en virtud de esta afección decimos que el sujeto es paciente, consiste en sufrir un movimiento que procede de otro.

    El orden de los accidentes

    Un accidente puede decirse sujeto de otro, en cuanto el segundo infiere en la sustancia a través del primero. Ej.; la intensidad del calor se debe a su cantidad.

    Un accidente está en potencia con respecto a otro; lo que tiene cantidad está en potencia para un lugar distinto del que ocupa. Lo diáfano es capaz de ser iluminado, y lo que tiene cantidad está en posibilidad de ocupar un lugar distinto al que ocupa.

    Algunos accidentes pueden considerarse a causa de otros; como la acción de un golpe genera un moretón.

    Algunas relaciones mutuas originan un cierto orden entre los accidentes, y en este sentido se dice que la cantidad es el primer accidente de la sustancia.

    La cualidad; las sustancias poseen algunas características accidentales que completan su fisonomía: son las cualidades. La cualidad es el accidente que modifica intrínsecamente a la sustancia en sí misma, haciéndola ser de un modo u otro.

    Mientras la cantidad se deriva necesariamente de la materia y es por eso el accidente básico del mundo corpóreo las cualidades siguen a la forma sustancial y se encuentran tanto en las sustancias materiales como espirituales.

    La cualidad

    Esta característica la distingue de los restantes predicamentos, pues ningún otro accidente "configura o cualifica" a la sustancia: por ejemplo, la cantidad se limita a extenderla; la relación sólo la afecta por referencia a otros entes distintos de ella; y los demás accidentes, como se ha visto, son más externos.

    Las cualidades siguen a la forma sustancial, y se encuentran tanto en las sustancias materiales como en la espirituales. De este modo, la cualidad junto con la relación son los únicos accidentes que se encuentran en el ámbito espiritual.

    • Especies de cualidades

    Existe una gran diversidad de cualidades: espirituales (la voluntad, las ideas), materiales (la dulzura); unas son objeto de los sentidos (el olor), otras no se perciben directamente, sino a través de sus efectos (magnetismo); hay cualidades propias de una especie, otras se hallan sólo en algunos individuos de modo permanente o pasajero. Esta variedad de cualidades puede reducirse a los siguientes grupos fundamentales:

    • Las cualidades pasibles: son modificaciones que afectan a la sustancia, haciéndola susceptible de padecer alteraciones físicas: la temperatura, el color.

    • La forma y la figura: son cualidades de los cuerpos que delimitan su cantidad; figura: designa los contornos. Forma; la adecuada y correcta proporción de las partes de la figura. De ahí que se aplique muy a menudo a los perfiles de los entes artificiales, para los que se busca una configuración proporcionada.

    • Las potencias operativas: son determinaciones que capacitan a una sustancia para desarrollar algunas actividades. La inteligencia, la voluntad, la memoria, que hacen al hombre apto para entender, querer y recordar; las facultades motoras de los animales; la capacidad reproductora de las plantas, en los entes de vida, etc.

    • Los hábitos: son cualidades estables por las que un sujeto está bien o mal dispuesto según lo que conviene a su misma naturaleza. El carácter distintivo es la razón de bien o mal.

    La relación

    La relación es el accidente cuya naturaleza consiste en la referencia u ordenación de una sustancia a otra. Mientras los demás accidentes intrínsecos -la cantidad y la cualidad- afectan a la sustancia según lo que está en si misma, la relación es únicamente una "referencia a otro", una ordenación que tiene un sujeto hacia otros entes distintos de él: es un "ser hacia otro" o "ser respecto a".

    • Elementos de la relación real

    En cualquier relación real encontramos los siguientes componentes:

    • El sujeto, que es la persona o cosa en la que se inhiere la relación.

    • El término con el que el sujeto se relaciona (estos dos primeros elementos se denominan también, de forma genérica, términos o extremos de la relación).

    • Un fundamento de la ordenación entre ambas sustancias.

    • La relación misma, o vínculo que liga una cosa con otra.

    Vale la pena destacar la función del fundamento en las relaciones reales. La relación consiste en una referencia y no es una determinación interna del sujeto en el que inhiere; por eso, es necesario que tenga en el sujeto un fundamento distinto de ella.

    • Importancia de las relaciones reales
    • Todos los seres constituyen según su grado de perfección un orden jerárquico, en el que las realidades inferiores están en función de las superiores y todo el conjunto se ordena a Dios como causa primera y fin último.

    • En el ámbito del conocimiento, la función de las relaciones es también determinante. Las ciencias suponen y verifican constantemente la realidad de orden, tratando de encontrar algunas de las muchas conexiones -de causalidad, semejanza…- que vinculan a las cosas entre sí.

    • Además, la relación es uno de los fundamentos de la bondad que los hombres alcanzan con su obrar.

    • La relación trascendental

    A partir del siglo XV se empezó a hablar de la relación trascendental. Que sería una ordenación a otro incluida en la esencia de algo: por ejemplo, el orden de la potencia al acto, de la materia a la forma, de la voluntad al bien.

    La relación trascendental tiene el inconveniente de admitir una relación idéntica al contenido absoluto de las cosas, lo cual solo es posible en las relaciones intra-trinitarias que son idénticas a la esencia divina. Además, en los ejemplos aducidos no puede hablarse de relación, porque la potencia, la materia, voluntad no son entes, sino sólo principios constitutivos, y por eso no son sujetos capaces de relación.

    • Las relaciones de razón

    Las relaciones son de razón cuando faltan uno a varios de los elementos que requiere la relación real: bien porque los dos extremos, o uno de ellos, no son reales, o no son realmente distintos entre sí; bien porque no existe en sujeto un fundamento real de la relación.

    Algunos ejemplos de este tipo de relaciones son:

    • Las relaciones entre conceptos que estudia la lógica: como la que existe entre especie y género, o entre la especie y sus individuos.

    • La relación de identidad consigo mismo: cuando decimos que algo es idéntico a sí mismo, entendemos una sola realidad como si fueran dos; es cierto que cualquier cosa es idéntica a sí misma, pero no se trata de una relación real, pues allí no existe más que un extremo de la presunta relación.

    • Relaciones con extremos irreales: así ocurre cuando se compara el presente con el futuro, dos cosas futuras entre sí, el ente con la nada, etc.

    • Relaciones de razón, a las que corresponde una relación real de sentido contrario: las cosas por el hecho de ser conocidas no adquieren ninguna perfección, ni cambian en absoluto, pues la acción de conocer se desarrolla toda ella en el interior del sujeto cognoscente.

    LA ESTRUCTURA DE ACTO Y POTENCIA EN EL ENTE[18]

    NOCIONES DE ACTO Y POTENCIA

    La primera determinación de acto y potencia surge del análisis de movimiento. La capacidad de tener una perfección recibe el nombre de potencia. No es la mera privación de algo que se adquirirá, sino una capacidad real que hay en el sujeto para unas determinadas perfecciones. A la potencia se contrapone el acto, que es la perfección que el sujeto posee.

    El acto

    Es en general cualquier perfección de un sujeto: el color de una cosa, las cualidades de una sustancia, la misma perfección sustancial de un ente, las operaciones de entender, querer, sentir, etc.

    Potencia

    La potencia es lo que puede recibir un acto, o lo tiene ya. Podemos desglosar algunas características implicadas en esta descripción:

    • Potencia distinta del acto: esto se advierte con claridad cuando el acto es separable de la potencia correspondiente: la vista, por ejemplo, se encuentra a veces en acto de ver, y otras no.

    • El acto y la potencia no son realidades completas, sino aspectos o principios que se encuentran en las cosas. Por eso entendiendo que acto y potencia son realidades distintas, no podemos representarlas con la imaginación, que tiende a concebir la potencia como una realidad ya constituida pero vacía, en espera de recibir su acto.

    • La potencia se contrapone al acto como lo imperfecto a lo perfecto. En sentido estricto, el acto es perfección, acabamiento, algo determinado; la potencia, por el contrario es imperfección, capacidad determinable.

    • Sin embargo, la potencia no se reduce a una simple privación de acto, sino que es una capacidad real de perfección, pues una piedra, por ejemplo, no ve, pero tampoco es capaz de este acto, mientras que algunos animales recién nacidos, aunque todavía no vean, tienen capacidad de llegar a ver.

    CLASES DE ACTO Y POTENCIA

    Existe una gran diversidad de tipos de acto y potencia. Dentro de esta variedad, cabe hacer una división básica del acto y la potencia:

    • La potencia pasiva o capacidad de recibir, a la que corresponde el acto primero (también llamado entitativo o quiescente).

    • La potencia activa o capacidad de obrar, cuyo acto se denomina acto segundo, acción u operación.

    Potencia pasiva y acto primero

    Podemos señalar tres tipos fundamentales de potencia pasiva y sus actos correspondientes:

    • Materia prima-forma sustancial: en las sustancias corpóreas hay un sustrato, la materia prima, en la que se recibe la forma sustancial.

    • Sustancia-accidente. Todas las sustancias son sujeto a perfecciones accidentales: cualidades, cantidad, relaciones, etc. Al contrario de la materia prima, la sustancia es ya un sujeto constituido en acto por la forma, pero ella misma es potencia en relación a los accidentes.

    • Esencia -acto de ser. La manera en que se manifiesta la esencia recibe el nombre de forma, es decir el acto de ser.

    Potencia activa y acto segundo

    El acto correspondiente a esta potencia es el obrar, la actividad, que es el significado más habitual del término acto. En metafísica se llama acto segundo, en cuanto las operaciones proceden de un objeto en virtud de un acto primero, estable y más interno.

    La potencia activa tiene más bien carácter de acto, porque cualquier cosa obra en cuanto es un acto y, en cambio, padece en cuanto está en potencia. Para comunicar o producir una perfección, antes hay que tenerla, pues nadie da lo que no tiene.

    LA PRIORIDAD DEL ACTO

    Después de examinar la naturaleza y las clases de acto y potencia podemos considerar los aspectos según los cuales el acto le corresponde la primacía:

    • Prioridad de perfección: en el acto goza de prioridad sobre la potencia en cuanto a su perfección. Como hemos visto, el acto es lo perfecto, la potencia lo imperfecto. Cada cosa es perfecta en cuanto acto, e imperfecta en cuanto potencia.

    • Prioridad cognoscitiva. El acto es también anterior a la potencia en el orden del conocimiento. Toda potencia se conoce por su acto, ya que en ella no es más que capacidad de recibir, tener o producir una perfección.

    • Prioridad causal. El acto tiene primacía causal sobre la potencia. Nada obra sino en cuanto está en acto; por el contrario algo padece en cuanto está en potencia.

    • Prioridad temporal. En un mismo sujeto, la potencia posee cierta anterioridad temporal en la relación al acto, pues una cosa, antes de adquirir una determinada perfección, se encuentra en potencia con respecto a ella.

    A modo de conclusión cabe decir que el acto "es" en sentido principal y propio, y la potencia, sólo de manera secundaria. Se afirma que algo es, en cuanto es en acto y no según se halla en potencia. En sentido propio es el ente en acto; la potencia, en cambio, sólo es real por relación al acto. Directamente tiene el ser lo que es acto; de forma directa, en orden al acto, es real también la potencialidad de las cosas.

    LA RELACION ENTRE ACTO Y POTENCIA EN CUANTO PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS DE LOS ENTES

    La potencia nunca puede subsistir sola, sino que siempre forma parte de un ente que ya es algo en acto (la materia prima, aunque sea potencia pura, siempre se encuentra actualizada por alguna forma sustancial). También el acto, en el ámbito de lo finito, sólo se da unido a una potencia. Únicamente Dios es Acto Puro sin mezcla de potencia alguna.

    Consideremos ahora más detenidamente algunos aspectos de la relación entre estos dos coprincipios:

    • La potencia es el sujeto en que se recibe el acto. Al examinar las distintas clases de acto y potencia hemos visto cómo cada tipo de acto se asienta en un sujeto potencial: la materia prima es sujeto de la forma y la sustancia de los accidentes.

    • El acto es limitado por la potencia que lo recibe. De modo natural observamos que todo acto o perfección que se recibe en un sujeto, queda limitado por la capacidad del recipiente. Así por abundante que sea un manantial, un vaso sólo puede contener la cantidad de agua equivalente a su volumen.

    • El acto se multiplica por la potencia. Esto significa que un mismo acto se puede dar en muchos merced a los sujetos que lo reciben. Del mismo que el acto no se limita por sí mismo, tampoco se multiplica sino por la potencia receptora.

    • Acto y potencia se relacionan como lo participado y el participante. Las relaciones entre acto y potencia se entienden también en términos de participación. Participar es tener algo en parte, de modo parcial. Esto supone que hay otros sujetos que poseen también aquella misma perfección sin que ninguno de ellos la posea plenamente.

    El sujeto capaz de recibir la perfección es participante, y el acto es lo participado; así, todo lo que es por participación "se compone de participante y participado, y el participante es potencia respecto a lo participado".

    • La composición de acto y potencia no destruye la unidad sustancial del ente. Como la potencia es por su naturaleza capacidad de acto, al que está esencialmente ordenada y sin el cual no sería, se entiende que de su unión con él no surja una dualidad de entes; así, la materia prima informada por un principio vital da lugar a un único ser vivo.

    ALCANCE DE LA DOCTRINA DEL ACTO Y POTENCIA

    Acto y potencia aparecen en primer lugar como principios que explican el movimiento. Posteriormente se advierte que son también constitutivos estables de las mismas sustancias (materia-forma, sustancia-accidentes).

    Acto y potencia es la dualidad constante que se manifiesta en el estudio de cualquier ámbito del ser finito, y remite siempre, por la primacía del acto. A la subsistencia del Acto Puro de ser, que es Dios. No entraña entonces que la doctrina de las relaciones entre acto y potencia ocupe un lugar tan relevante en la metafísica de Santo Tomas, quien a lo largo de sus obras la presenta en un sin fin de formulaciones, cada vez más perfectas y unitarias.

    LOS TRASCENDENTALES[19]

    "Los trascendentales son conceptos que manifiestan directamente aquellas propiedades que podemos atribuir a todo ente por el hecho de ser ente, y que el término "ente" no manifiesta."[20]

    LOS ASPECTOS TRASCENDENTALES DEL ENTE

    Son aspectos derivados de modo necesario del ente, llamados trascendentales: unidad, verdad, bondad y belleza; características que acompañan a cualquier ente en la misma medida en que él -al Creador y las creaturas, a la sustancia y los accidentes, al acto y a la potencia…- y que por eso merecen un puesto de honor dentro de la metafísica.

    Deducción metafísica de los trascendentales

    ¿Cuántas y cuáles son esas nociones trascendentales? ¿Qué es lo que se puede predicar de todo ente en cuanto tal?

    • Considerado en sí mismo, sin compararlo ni ponerlo en relación con ningún otro, se puede decir de cualquier ente que es una cosa y que es uno.

    • De modo positivo, sin hacer negaciones, advertimos que lo único que conviene a todo lo que existe es tener una esencia, por la que es de un modo u otro.

    • Negativamente, rechazando la división interior, corresponde a todo ente la unidad. Cualquier cosa es unum, goza de una cierta unidad; y si la pierde, dividiéndose, deja entonces de ser ente, originando otros.

    • Considerado en relación con otros, podemos advertir en cualquier ente dos atributos opuestos: su distinción respecto a los demás, y la conveniencia entre unas cosas y otras.

    • Atendiendo a la distinción de los entes entre sí, afirmamos que cada uno de ellos es "algo". Al ver que hay una multiplicidad de entes, entendemos de modo inmediato que cada cosa difiere de las demás. Esa separación o división, manifestada en la distinción de unas cosas respecto de otras, da origen al trascendental que nos ocupa.

    • La conveniencia de un ente con todas las demás cosas sólo puede considerarse en relación a algo que pueda abarcar al ente en cuanto tal y, por eso, a todo ente: el alma intelectiva. El alma es de algún modo todas las cosas. Por la universalidad del objeto del entendimiento y de la voluntad; surgen de esta relación los tres últimos trascendentales:

    • En su conveniencia al intelecto, el ente es verdadero.

    • En su relación a la voluntad, todo se especifica como bueno.

    • Finalmente, según la conveniencia del ente al alma mediante una cierta conjunción de conocimiento y de apetito, compete al ente la belleza o hermosura; es decir, causar cierto placer cuando es aprehendido.

    LA UNIDAD DEL ENTE[21]

    La unidad trascendental

    Tratamos aquí de unidad propia del ente, que significa no que exista una sola cosa, sino que cada existente es en sí mismo indiviso, tiene cierta unidad.

    Todo ente, en la misma medida en que es ente, es uno: la destrucción de la unidad, la división interna, comporta necesariamente la pérdida de ser. La unidad va ligada al ser; por eso los animales, las personas y las sociedades de los más diversos géneros custodian con tanto empeño su unidad: está en juego su misma supervivencia.

    • Ente y unidad

    La unidad trascendental no es otra cosa que la indivisión propia del ente. No añade nada real a las cosas, sino sólo la negación de la división interior, la indivisión que todo ente posee de suyo, por ser ente: del mismo modo, que el topo, que por naturaleza no ve, no le agregamos nada real al llamarle ciego.

    Grados y tipos de unidad

    A los diversos grados de ser siguen, pues, distintas clases de unidad. La unidad más perfecta, la de simplicidad, es la del ente que carece de partes o pluralidad de principios y elementos constitutivos: Dios.

    Las criaturas, en cambio, poseen una unidad más rebajada, que alberga en sí una pluralidad de elementos. Se denomina unidad de composición. En los seres finitos, los grados de unidad dependen de los niveles de composición que haya en ellos. Puede distinguirse así la unidad sustancial, la accidental y la unidad de orden; y dentro de la unidad sustancial, la de las compuestas de materia y formas.

    • Los entes que más se aproximan a la simplicidad de Dios son los puramente espirituales (los ángeles), compuestos en la esfera sustancial, sólo de la esencia y acto de ser. La esencia del ángel no se divide en otros individuos: existe en cada especie un sólo ángel. Por otra parte, la esencia de los ángeles es espiritual, de modo que nada puede dividirse o separarse en ella: son indivisibles en acto y en potencia.

    • Un grado inferior de la unidad se observa en los entes materiales. En primer lugar poseen una estructura más compleja: además de la composición de ser y esencia, esta última necesita de la materia para subsistir. Por esta razón las cosas materiales son corruptibles. Además, son divisibles porque tienen el accidente cantidad: las partes extensas pueden separarse unas de otras dando lugar a la disolución del todo.

    • La unión entre la sustancia y el accidente es menor que la que existe entre los principios de la sustancia. La conjunción de la esencia y ser, materia y forma, da lugar a una unidad íntima, que no puede perderse sin que a la vez el ente deje de ser: si el alma se separa del cuerpo el hombre muere.

    La multiplicidad

    Multiplicidad de cosas significa que no son una sola, que no hay perfecta unidad. Se observa entonces que la noción de multitud depende de la unidad, y no al revés: pues uno no significa negación de multitud, sino de división. De lo contrario la noción de ente dependería de la noción de múltiple.

    La multitud sigue a la unidad, y por eso pertenece de algún modo a los trascendentales, aunque la multitud sólo es propia del ser creado: Dios es Uno y Único. Lo múltiple, sin embargo, no hace referencia a la unidad sólo para negarla: su dependencia respecto a la unidad es tal que toda multitud tiene una cierta unidad, pues todo lo que es, es uno en cierto modo.

    Nociones derivadas y opuestas a la unidad

    La identidad, la igualdad y la semejanza son relaciones entre entes derivadas de la unidad. En el lenguaje ordinario, el significado de estas nociones es algo fluctuante, pero en filosofía su sentido es bien preciso:

    • Lo uno en la sustancia es idéntico. En sentido estricto, la identidad dice conveniencia de una cosa consigo misma.

    • Lo uno en la cantidad es lo igual: ya sea en sentido propio (dos cosas igual de altas); ya en sentido impropio, como "cantidad" de virtud o perfección (dos hombres igual de fuertes o sabios).

    • La unidad en la cualidad es la semejanza: dos personas semejantes por su prudencia, por su color, por su temperamento.

    La diversidad, diferencia y distinción son reales entre entes, opuestos a la unidad:

    • La diversidad es la multiplicidad en la esencia, y se opone a la identidad: así decimos que un hombre y un perro son diversos, según su esencia.

    • La diferencia es un tipo de diversidad: son diferentes las cosas que convienen en algo, pero son diversas en otro sentido. Pedro y Juan pueden convenir en ser ingenieros y diferenciarse en que uno es ingeniero textil y el otro naval.

    • La distinción es la negación de identidad. Puede hacer referencia al orden de la sustancia y a sus principios constitutivos, a la cantidad o a la relación. Por ejemplo, decimos que la naturaleza del hombre se distingue de la del perro.

    El "algo" (aliquid)

    Hemos visto que "algo" (aliquid) equivale a otro que (aliud quid), y expresa la característica del ente de ser una cosa distinta respecto a las demás, en el seno de la multiplicidad de los entes creados: este hombre es otro que aquel.

    En cierto sentido, "algo" significa también que el ente es el opuesto perfecto del no-ente en absoluto (de la nada): "esto ya es algo, antes no teníamos nada". Por último, "algo" puede significar también la esencia individual conocida de un modo indeterminado (por ejemplo cuando decimos que es algo: "en ese lugar hay algo que atrae"); y desde este punto de vista se aproxima al trascendental "cosa" (res).

    LA VERDAD[22]

    El ente y la verdad

    El concepto de verdad se atribuye principalmente a los juicios del entendimiento: así decimos que una persona ha dicho la verdad, que una afirmación es verdadera, etc. Es verdadero un juicio cuando afirma que es, lo que es; y que no es, lo que no es.

    Pero la verdad del entendimiento depende del ser. Si es verdadero el entendimiento que se adecua a las cosas, es claro que la entidad de estas y su aptitud para ser captadas por la inteligencia es algo previo, fundamento y medida de la verdad. En otras palabras, no sería verdadero el entendimiento que se conforma a las cosas, si estas no tuvieran en sí mismas su verdad, la verdad del ente o verdad ontológica.

    La verdad, propiedad trascendental del ente

    El fundamento de la verdad es pues la verdad ontológica, la que pertenece al ente en cuanto tal. La verdad se identifica, así con el ente, y le añade una relación de conveniencia a un intelecto que puede comprenderla. Se trata de una propiedad trascendental, como por ejemplo la bondad, que añade al ente la razón de apetecible.

    • La verdad de las cosas: la verdad ontológica

    El ente es verdadero en cuanto es inteligible, en el sentido de que posee una aptitud esencial para ser el objeto de una intelección verdadera. La inteligibilidad corresponde al ente en cuanto tiene que ser, pues el ser es la raíz de toda inteligibilidad: entendemos lo que es, y lo que no es, no puede saberse.

    • Relación de la verdad con Dios y con el entendimiento humano

    Las cosas naturales se constituyen entre dos entendimientos, y según la adecuación a cada uno de ellos, se dicen verdaderas en diversos sentidos. Según su adecuación al Intelecto divino, son verdaderas en cuanto cumplen aquello para lo que han sido ordenadas por la inteligencia de Dios. Respecto al entendimiento humano, son verdaderas cuando tienen la capacidad de originar una estimación verdadera; por el contrario se llaman falsas las cosas cuya apariencia no corresponde a lo que son, o al modo en que son.

    De esta relación se dan las siguientes consecuencias:

    • La verdad de los entes es fundamento y medida del entender humano: la relación de los entes a la inteligencia del hombre es simplemente de razón; es nuestra inteligencia la que depende de la verdad ontológica, con una dependencia real.

    • La verdad de los entes creados se manifiesta en la inteligencia de Dios: lo inteligible creado guarde con el entendimiento creador una relación real de dependencia; las cosas son medidas por el entendimiento divino, en el cual se encuentran como los artefactos en la mente del artífice.

    La verdad del entendimiento humano

    La verdad del entender humano, o verdad lógica, consiste en la adecuación del intelecto a las cosas; de modo que es verdad afirmar que "Pedro corre" si así sucede realmente, y falso ese juicio si Pedro está quieto.

    La falsedad, en sentido estricto, sólo se da en el entendimiento humano, como un defecto suyo, pues el ente en cuanto tal es siempre verdadero. El entendimiento humano se ordena de suyo a la verdad, pues la inteligencia tiene la capacidad de conocer las cosas como entes, lo que no pueden hacer los animales irracionales.

    El intelecto verdadero no se convierte físicamente en la cosa conocida; se adecua operativamente a ella (accidentalmente) en cuanto participa de sus ser de un modo que denominamos "intencional". Esta misma capacidad de adecuación procede del mismo ser de los entes conocidos – si no fueran, no podrían entenderse- y del ser del mismo intelecto – las cosas que no tiene entendimiento no conocen intelectualmente.

    EL BIEN[23]

    La naturaleza del bien

    • El ente y el bien

    En la vida ordinaria usamos constantemente la noción de bien. Llamamos buenas a las cosas que reportan alguna utilidad (un buen trabajo, un buen instrumento); y así decimos que algo es bueno para la salud, para el descanso, para tal o cual actividad. También designamos con este término a las cosas que están perfectamente acabadas, que gozan de perfección (por ejemplo, un buen cuadro, un buen poema).

    ¿Qué significamos con esta palabra bien, al aplicarla a cosas tan diversas? En último término queremos referirnos al ser de los entes, y a lo que conserva o mantiene su ser y su naturaleza: el bien es obrar, vivir, perfeccionarse… en una palabra, ser. Para cada ente su bien consiste en ser según su naturaleza; por eso, males son aquellas privaciones que se oponen a su perfección natural: a ser, vivir, actuar, saber, etc. (enfermedades, muerte, ignorancia, pecado).

    • Lo bueno es el ente en cuanto apetecible

    Bondad añade a ente la conveniencia a un apetito. La bondad expresa que la perfección de las cosas es apetecible, amable, susceptible de ser estimada por la capacidad que tienen algunas criaturas no sólo de advertir el ente (inteligibilidad), sino de apetecerlo o quererlo (apetibilidad). En otras palabras: el ente se dice bueno en cuanto es apetecible, así como se dice verdadero en cuanto es inteligible.

    Conviene observar que el bien de las cosas, su capacidad de suscitar amor, su valor intrínseco, depende de su ser, y no del querer humano. Las cosas no son buenas porque las queremos, sino que las queremos en tanto que son buenas. Por eso las personas tienden a escoger los instrumentos más perfectos o que consideran más aptos para un determinado objetivo; y por eso las realidades más nobles -Dios, los seres espirituales- desencadenan un amor más intenso al ser conocidas.

    Bien y perfección

    Lo que contra-distingue la noción de bien respecto a la de ente es -como acabamos de ver- el carácter de apetibilidad. A su vez, el fundamento de que algo sea apetecible es la perfección, pues todas las cosas apetecen lo perfecto.

    • Concepto de perfección

    Perfección es sinónimo de acto y, por eso, se dice que algo es perfecto en cuanto está en acto; es imperfecto, en cambio, en la perfección, a quien posee actualidad. El acto puro -Dios- tiene que ser necesariamente Perfección Suprema, Bondad plena; todos los demás entes, en cambio, son buenos restrictivamente; son buenos y perfectos en el sentido que tienen perfección, pero no en el sentido absoluto de ser la perfección sin limitación alguna. Y esto ocurre precisamente porque las criaturas, además de acto, tienen potencia.

    • Los sentidos del bien

    Teniendo en cuenta estos sentidos de perfección y la aludida actuación entre lo bueno y lo perfecto, podemos establecer tres tipos de bondad:

    • Algo es bueno en cuanto es, según su constitución ontológica. Todo ente por el hecho de ser, tiene acto, posee un grado de perfección, es bueno.

    • Algo es bueno cuando ha alcanzado su fin. Este es un sentido de bondad más pleno que el anterior. Llamamos bueno sin más determinaciones a lo que alcanza su fin; y bueno, solo en cierto sentido a lo que existe, por el mero hecho de ser. Un corredor no es bueno por el simple hecho de correr, sino cuando corre bien; y corre bien cuando lo hace de tal modo que llega a la meta y vence la competición.

    • Algo es bueno en cuanto difunde su perfección. El ente verdaderamente perfecto expande su bondad en la medida justamente en que es perfecto: "igual que es mejor iluminar que sólo brillar, así también es más perfecto comunicar a los demás las verdades contempladas que simplemente contemplar".

    LA BELLEZA[24]

    Naturaleza de lo bello

    No es fácil definir la belleza. Santo Tomas la describe por sus efectos, diciendo que es "hermoso aquello cuya contemplación agrada". Se trata de una perfección trascendental, de algo que sigue al ser de los entes, y adquiere tantas formas distintas como varios y ricos son los grados y modos de ser. Y así, una es la belleza suprema de Dios, y otra la belleza finita de las criaturas. Hay una belleza inteligible, propia de la vida espiritual, y una belleza sensible, de rango inferior. La belleza inteligible se vincula necesariamente con la verdad y la bondad moral; de ahí que la fealdad (privación de la belleza) sea propia del error, de la ignorancia, del vicio y de los pecados.

    Hay también una belleza natural, que procede de la naturaleza de las cosas; y una belleza artificial, que se encuentra en las cosas humanas en las que el hombre intenta plasmar algo bello (el objeto del arte, o de las bellas artes, es precisamente hacer cosas bellas).

    • La belleza y el bien

    Cabe considerar la belleza como un tipo particular de bondad, pues responde a un cierto apetito, que se aquieta al contemplar lo bello. Se trata de un bien específico distinto de otros tipos de bienes: todo bien produce un gozo cuando se alcanza, pero las cosas que son bellas engendran un grado especial por el mero hecho de conocerlas.

    • El fundamento de la belleza

    Aunque la contemplación de lo hermoso lleve siempre aparejado un deleite, la belleza no es el placer o el agrado, sino aquellas propiedades que hacen que su contemplación resulte grata. Como en el caso de la bondad y de la unidad, los caracteres que hacen bello un objeto surgen, en último término, del ser de cada criatura. Por eso Dios, que posee el Ser en toda su plenitud, es también la Belleza suprema y absoluta.

    Belleza y perfección

    Señalar, como acabamos de hacer, que el fundamento de la belleza es el ser, supone, como en el caso de los otros trascendentales, enunciar la convenibilidad o equivalencia entre el pulhrum y el ens. Las cosas son bellas en cuanto que son, porque por el simple hecho de ser tienen una cierta actualidad, gozan de alguna perfección.

    Llamamos a una cosa bella en sentido pleno cuando posee toda la perfección requerida por su naturaleza. De este modo decimos por ejemplo, que una gacela es bella en la medida que tiene la armonía y perfección propias de la naturaleza.

    Este sentido principal de la hermosura se revela a través de unos caracteres que son los que producen inmediatamente el agrado estético. Santo Tomas encuentra tres rasgos fundamentales:

    • Una cierta armonía o proporción del objeto en sí mismo y en relación a lo que le rodea; proporción que no excluya la variedad, que no es monotonía ni ausencia de matices.

    • La integridad o acabamiento de objeto en relación con las perfecciones exigidas por su forma sustancial o sus formas accidentales.

    • La claridad, referida tanto al ámbito de la materialidad como al del espíritu. Para el entendimiento, claridad quiere decir inteligibilidad, verdad, ser.

    Los grados de la belleza

    La belleza divina, única y simplicísima, se refleja en las criaturas de modos dispares. La participación en el ser hace que también la belleza de los entes finitos sea limitada, que ninguno de ellos posea toda la hermosura, sino sólo la que compete al modo peculiar de ser determinado por su forma.

    A continuación nos referimos a las dos grandes regiones del universo creado -la del mundo espiritual y la de los entes compuestos de materia- para analizar cómo se despliega en cada una de ellas la hermosura:

    • Las sustancias espirituales, que no tienen su forma sustancial limitada por ninguna materia, poseen toda belleza que corresponde a su grado y modo de ser. En la misma medida que un ángel es, es bueno y bello. Y así, los espíritus puros se gradúan en una escala de hermosura que es reflejo fiel de la jerarquía de sus grados de entidad.

    • En la esfera de los entes compuestos de materia, la belleza se presenta con mayor fraccionamiento y dispersión, debido a que cada ente, por la limitación de la materia, no puede agotar, desde ningún punto de vista, todas las perfecciones de su especie.

    Ningún ente material manifiesta la belleza en toda su extensión, ni siquiera la de su género o especie, pues en los diversos individuos la forma sustancial se encuentra realizada de modos varios, con accidentes más o menos perfectos y adecuados a su naturaleza. El hombre, por no ser puramente una creatura material, está dotado de libertad, y es tarea que cae bajo su propio dominio alcanzar o no su fin último trascendente (Dios). De este modo, el grado de belleza más alto que objetivamente puede lograr el hombre es el que se desprende de su libre ordenación a Dios.

    La percepción humana de la belleza

    Aunque todas las cosas son buenas en sí mismas, algunas resultan dañinas para el hombre; por ejemplo, las sustancias venenosas. Lo mismo sucede con la belleza: todas las criaturas tienen su propia hermosura, mayor a menor según su perfección; pero para que al hombre le agrade la belleza de las cosas debe existir una cierta proporción entre sus potencias cognoscitivas y la hermosura que capta. Es precisamente esa adecuación, esa conveniencia con el objeto, lo que, al hacer más adecuado y fácil su conocimiento, causa deleite: nuestras facultades, creadas por Dios para conocer el ser, se gozan en la contemplación de lo que es perfecto.

    LA CAUSALIDAD[25]

    EL CONOCIMIENTO DE LA CAUSALIDAD REAL

    Después del estudio de la estructura del ente y sus aspectos trascendentales, es preciso afrontar la causalidad: una visión de las cosas, no ya en cuanto son en sí mismas, sino en cuanto influyen en el ser de otras. Se abre así una nueva faceta de la metafísica, que considera la dinámica en el ámbito del ser, el influjo mutuo que ejercen unos entes sobre otros por medio de la causalidad. Por tener ser, las cosas están capacitadas para obrar, para comunicar sus perfecciones y producir nuevas cosas. Se concluye entonces el camino metafísico: al contemplar cómo las criaturas, que salieron de Dios, sostenidas y acompañadas por Dios a cada paso, cumplen su destino de retorno a Él.

    La experiencia de la causalidad

    Las nociones de causa y efecto se incluyen en aquellas a las que el pensamiento humano apela con mayor frecuencia. Sin recurrir a experimentos peculiares, nuestra vida está llena de experiencias en las que la causalidad se pone de manifiesto:

    • Experiencia externa:

    Observamos, por ejemplo, la influencia mutua entre los objetos exteriores a nosotros, influjo que distinguimos perfectamente de la mera contigüidad temporal: nadie sostiene que el tres sea causa del cuatro, aunque siempre se encuentran uno detrás del otro en cualquier sucesión numérica.

    • Experiencia interna:

    Cada uno advierte también que es causa de sus propios actos (por ejemplo, mover una mano, caminar), y experimenta el efectivo poder de la voluntad sobre las demás potencias interiores: cuando queremos, recordamos acciones pretéritas, o encadenamos un conjunto de razonamientos.

    • Experiencia interno-externa:

    Por fin, somos conscientes de nuestra actividad causal sobre el exterior y del influjo que las cosas que nos rodean ejercen sobre nosotros: somos capaces de modelar un cuerpo, de instruir a otras personas, de moverlas con nuestro ejemplo.

    El principio de causalidad[26]

    Al entender la causalidad no aprehendemos aisladamente las nociones de causa y efecto, sino en su mutua e inseparable vinculación. Ambas se requieren recíprocamente, hasta el punto de que ni siquiera pueden entenderse una sin la otra: lo que es causa, es causa de algo, y ese efecto entraña con necesidad un origen causal.

    La dependencia causa-efecto entre las cosas que se expresan en universal de múltiples maneras, conocidas bajo el apelativo de principio de causalidad. Conviene aclarar que nos referimos aquí sólo a la causalidad eficiente, que en cierto sentido es más radical. Las causas material y formal, como veremos, se fundamentan en la causa eficiente, que siempre es trascendente al ente causado; en cuanto a la causa final, va unida a la causa agente (o eficiente), y de ella trataremos con detalle más adelante.

    • Algunas formulaciones del principio de causalidad

    Algunas de estas fórmulas son más universales, en tanto que otras abarcan sólo un ámbito más reducido del ser creado; pero todas expresan la exigencia primordial de que, en su propio orden, todo efecto requiere un fundamento causal:

    • Todo lo que empieza tiene una causa: puede aplicarse este principio a cualquier perfección de los entes que tenga un inicio temporal. Todo lo que no siempre fue, si comienza a ser, necesita algo que sea causa de su ser.

    • Todo lo que es movido, es movido por otro. La aplicación rigurosa de este principio llevó a Aristóteles a descubrir la existencia de un primer motor, Acto Puro, causa primera y radical del movimiento de los móviles.

    • Todo lo contingente necesita causa. Es contingente lo que es en sí mismo la potencia de dejar de ser.

    • Todo lo que conviene a algo y no es de su esencia, le pertenece por alguna causa. Las cosas son del modo que son justamente por su esencia.

    • Alcance del principio de causalidad

    El principio de causalidad es, evidentemente, posterior al primer principio de la Metafísica (no contradicción). Ya hemos visto que las nociones de causa y efecto incluyen la del ente; sin embargo, la noción de ente en cuanto ente no implica ni ser causado ni causar.

    El ser causado por otro no compete al ente en cuanto tal, pues de lo contrario todos los entes serian causados, y sabemos que Dios -ser por esencia- es incausado. Además la creación, acto causal primero del que depende todo el universo, no conviene a Dios de modo necesario, sino que es el fruto de una libre elección divina.

    El principio de causalidad no se deduce de la noción de ente, sino que se descubre inductivamente a medida que nuestra experiencia advierte la limitación y la finitud de cualquier efecto. Bajo este prisma, conforme notamos la imperfección constitutiva de todo lo creado, la causalidad se convierte en el camino natural para acceder al conocimiento de Dios, como Causa Primera y Perfección Absoluta.

    NATURALEZA Y GENEROS DE CAUSAS[27]

    La noción de causa

    La podría definirse como aquello que real y positivamente influye en una cosa, haciéndola depender de algún modo de sí. Entre las notas que caracterizan la noción de causa y efecto se encuentran las siguientes:

    • Dependencia efectiva en el ser: es como la contrapartida del influjo real de la causa en el efecto. Una causa es causa, justamente en la medida en que sin ella no puede comenzar a ser, o subsistir en efecto. Una casa, por ejemplo, no podría mantenerse en pie sin los materiales que la integran y sin una disposición adecuada de estos elementos.

    • Distinción real de la causa y el efecto: esto es evidente, pues la dependencia real entre dos cosas entraña necesariamente su efectiva distinción.

    • Prioridad de la causa sobre el efecto: toda causa es anterior a su efecto según un orden de naturaleza. En muchos casos esta prioridad de naturaleza supone también una anterioridad temporal: los padres son antes que los hijos, y el escultor antes que la estatua. La causa es causa cuando está causando; el efecto, en el momento de ser causado.

    Causa principio, condición y ocasión

    • El principio: es aquello de lo que algo procede de cualquier modo. Por tanto, toda causa es principio, pero no todo principio es causa.

    • La condición: es el requisito o la disposición necesaria para el ejercicio de la causalidad: algo meramente auxiliar, que hace posible o impide la acción de una causa; la condición en cuanto tal no posee causalidad.

    • La ocasión es aquello cuya presencia favorece la acción de la causa: es como una situación ventajosa para el ejercicio de la causalidad, pero no imprescindible para que esta se lleve a cabo: un día soleado es una buena ocasión para dar un paseo, pero no es causa, y ni siquiera un requisito indispensable.

    Los tipos principales de causa[28]

    Si el rasgo distintivo de la causalidad es la dependencia en el ser, pueden considerarse tantas especies de causas como maneras diversas de subordinación real.

    Es causa la materia de la que algo está hecho (causa material); la forma intrínseca a la cosa, que actualiza a esta materia (causa formal); el principio que hace surgir la forma en la materia (causa eficiente); y, por último, el fin hacia el que tiende el agente (causa final).

    • Causa "per se" y causa "per accidens"

    Junto a las causas propiamente dichas, o causas per se, encontramos las llamadas causas accidentales o per accidens. La causalidad per accidens tiene lugar cuando el efecto alcanzado esta fuera del fin propio al que tiende la acción.

    Podemos considerar a la ciencia la accidentalidad en cuanto a la causa o en relación al efecto:

    • Por parte de la causa: en este sentido, es causa accidental todo aquello que se une a la causa "per se" y que no está incluido en su naturaleza en cuanto causa: la causa per accidens no produce ella misma el ser del efecto, sino que simplemente se halla en conexión extrínseca con la causa en sentido propio. Por ejemplo, si una persona es a la vez arquitecto y músico, su preparación musical será sólo la causa per accidens de las casas que construya, ya que realmente no influye en ellas.

    • Por parte del efecto: se da este tipo de causalidad per accidens siempre que al efecto propio de una causa le acompañe otro que, en sentido estricto, no es alcanzado por la virtud de esa causa. Dentro de este grupo cabe considerar tres causas principales:

    • Remoción del obstáculo: lo que limita el impedimento que hace imposible que una causa realice su efecto natural y propio, es causa per accidens de ese efecto.

    • Efecto secundario fortuito: cuando al efecto propio de una causa le acompaña otro no exigido necesariamente por la eficiencia causal, la causa es per accidens con respecto al efecto derivado.

    • Coincidencia temporal: se puede hablar también, aunque en sentido impropio, de causalidad per accidens cuando no existe ningún orden real entre dos efectos, sino uno sólo el de la estimación que puede hacer una persona basándose en su coincidencia temporal.

    CAUSA MATERIAL Y CAUSA FORMAL[29]

    Naturaleza de la causa material

    Causa material es aquello de lo cual y en lo cual se hace algo. En este sentido afirmamos que una silla está hecha de madera, o una estatua de bronce, y que el bronce y la madera son su causa material.

    En relación a los otros géneros de causa, la material puede caracterizarse como:

    • Principio potencial pasivo: la causa material tiene razón de potencia pasiva que contiene al efecto como la potencia a su acto, es decir, de modo imperfecto, como mera capacidad. La imagen, por ejemplo, se halla incluida en el mármol informe.

    • Permanece en el efecto: igual que la forma la materia persiste como algo intrínseco al sujeto, ya que una y otra son sus principios constitutivos.

    • Indeterminación: en tanto que es potencia, la materia es algo inacabado, indefinido, abierto a distintas posibilidades: y esa indeterminación se cierra precisamente cuando la forma actúa en una de esas posibles relaciones.

    • Distintos tipos de causa material

    Las características de la causa material se encuentran realizadas de formas diversas. En sentido estricto se dan en:

    • La materia prima: realiza de modo pleno las notas peculiares de la causa material, pues es el sujeto que permanece a través de todos los cambios sustanciales, recibiendo en si las formas que dan forma a los diversos entes corpóreos; es pura potencia pasiva, desprovista por sí misma de cualquier acto y actividad, y de ahí que sea algo imperfectisimo, incapaz de subsistir si no es actualizada por una forma distinta de ella.

    • La materia segunda: la sustancia se denomina "materia segunda" porque ya presupone en su constitución a la materia prima.

    La causa formal[30]

    Causa formal es el acto o perfección intrínseca por el que una cosa es lo que es, en el ámbito de la sustancia o en el los accidentes. Así, es forma lo que hace que un hombre sea hombre -su alma-, o lo que la hace ser blanco -el color-, pesado -la cantidad-, bueno -la virtud-, etc.

    Cualquier forma es causa con respecto a su materia, porque le hace ser un acto según una modalidad determinada de ser. La forma sin la cual un ente no sería nada se denomina forma sustancial.

    • La causalidad ejemplar

    Especial interés presenta la causa ejemplar, o modelo que guía al agente en la realización de su obra. La causalidad ejemplar se encuentra en todos los procesos causales; pero más que un quinto género de causa, se asimila a la causa formal, y es una condición esencial para que el agente sea realmente causa. En efecto, ningún agente puede producir un efecto que el mismo no posea, si bien de otro modo, en su misma naturaleza (nadie da lo que no tiene): por tanto, toda causa agente propia y adecuada (no las causas per accidens) es a la vez causa ejemplar de sus efectos. Y esto sucede de dos maneras:

    • Las causas naturales poseen la perfección que comunican de modo natural: por ejemplo, un viviente trasmite su propia especie, y de ninguna manera puede producir un efecto superior a su perfección ontológica.

    • Las causas inteligibles poseen la perfección que producen de un modo intencional o espiritual, como "idea ejemplar" que concibe el agente inteligente y que luego plasma en una materia (si es un agente creado), o crea (si es la Causa Primera, que es Dios).

    Relaciones entre la causa material y la formal

    Como hemos venido observando, la relación entre la materia y su forma correspondiente puede resumirse diciendo que "la materia es potencia respecto de la forma, y ésta es acto de la materia". Se trata de examinar en qué sentido una y otra son causas mutuas y causas del todo corpóreas.

    • Materia y forma son causas del compuesto corpóreo

    El ente corpóreo depende de su materia prima y de su forma sustancial en cuanto al ser y al grado especifico en que posee el ser. De ahí que si sustrajera la materia o la forma, inmediatamente la cosa dejaría de ser.

    • Materia y forma son causas mutuas

    Del mismo modo que el ente no puede subsistir sin sus componentes intrínsecos, tampoco la materia y la forma sustancial de las sustancias corpóreas pueden encontrarse disociadas entre sí: la causalidad de ambas se reclama mutuamente. La materia se dice causa de la forma, en cuanto la forma no es sino en la materia; de modo análogo, la forma es causa de la materia, en cuanto esta no tiene ser en acto sino es por la forma. Por tanto, de algún modo la materia es causa de la forma, y la forma de la materia; pero su función causal es diversa:

    • En el caso de la materia prima y la forma sustancial, la forma es causa de la materia en cuanto la organiza específicamente y le da el ser; es decir, en cuanto confiere al compuesto el ser por el que subsisten tanto una como otra.

    • La función causal mutua entre la sustancia y las formas accidentales presenta características en parte iguales y en parte distintas a la materia prima y su forma correspondiente. En consecuencia, como lo que es menos principal se ordena a lo más principal, la materia (prima) es "para" la forma sustancial, mientras que la forma accidental es "para" el perfeccionamiento del sujeto (materia secundaria).

    LA CAUSA EFICIENTE[31]

    Naturaleza de la causa eficiente

    La causa eficiente o agente es el principio del que fluye primariamente cualquier acción que hace que algo sea, o que sea de algún modo. En el caso de los entes corpóreos, la causa eficiente siempre obra transmutando una materia, de la que educe una nueva forma. Por eso se le puede llamar también causa motriz: la causa eficiente es causa de la causalidad de la materia y de la forma, pues hace, por su movimiento, que la materia reciba a la forma y que la forma inhiera en la materia.

    • Notas distintivas de la causalidad eficiente
    • Exterioridad al efecto: en oposición a las causas formal y material, la causa eficiente se caracteriza como principio extrínseco al efecto: le otorga un ser realmente distinto del suyo, aunque proceda efectivamente de él.

    • Comunicación de la perfección propia: pertenece a la causa eficiente transmitir al sujeto pasivo la perfección que lo constituye como efecto suyo, perfección que el agente debe tener en acto: por ejemplo, el maestro es causa eficiente de la ciencia del alumno, porque comunica a éste parte de su conocimiento actual.

    • El efecto pre-existente siempre de algún modo en su causa de forma más eminente o, al menos, en el mismo grado que en lo causado: el hombre solo puede engendrar otro hombre.

    • El agente que opera produce siempre algo semejante a sí. Esta semejanza debe considerarse, no en relación a un acto cualquiera, sino precisamente respecto a aquel por el que el agente actúa en cada caso: el fuego, por ejemplo, no calienta en cuanto que es luminoso en acto, sino en cuanto es cálido en acto.

    • El principio por el que un ente actúa, produciendo un efecto, es su forma, no su materia, ya que es por la forma por lo que es en acto.

    Tipos de causa eficiente

    Dejando a un lado la causalidad per se y per accidens, ya estudiada anteriormente, y la fundamental distinción entre la causalidad de Dios (o primera) y la de las criaturas (segunda), que se verá con detenimiento más adelante, consideramos ahora otros tipos de causas eficientes.

    • Causa total y causa parcial

    En razón de su intensidad, las causas eficientes pueden ser totales o parciales. La causa total es causa completa del efecto en un determinado orden, en tanto que la causa parcial sólo produce una parte de este, y de ahí que siempre se encuentre en coordinación con otras.

    • Causa universal y causa particular

    Se llama causa universal a la que alcanza una causa particular, a la que se encuentra restringida a un solo tipo de efectos. En sentido absoluto, la única causa universal es Dios, que crea y conserva como causa eficiente a todo género de criaturas. Y la causa particular es la que alcanza su efecto bajo una razón más restringida, como el hombre, que hace un armario, en cuanto armario, pero no en cuanto ente.

    • Causa univoca y análoga

    Causa univoca es la que produce un efecto de su misma especie: el fuego engendra fuego, un árbol da origen a otro, etc.

    La causa análoga da lugar a un efecto de especie distinta e inferior a la causa, aunque siempre semejante a ella. Dios es causa análoga de las criaturas, que les otorga un ser que, por constituir una participación del que El posee por esencia, resulta semejante a Dios; pero por estar contraído por la esencia, se distingue infinitamente del Ser divino.

    • Causa principal y causa instrumental

    Se denomina causa instrumental a la que produce un efecto, no en virtud de su forma, sino sólo por el movimiento con que es movida por un agente principal: causa principal, al contrario, es la que actúa por su propia virtud.

    • Causas necesarias y contingentes

    Contingente y necesario son adjetivos que se aplican a las causas eficientes atendiendo al modo en que logran su objetivo: es necesario lo que alcanza siempre y de manera indefectible su propio efecto; es contingente, por el contrario, lo que no siempre lo produce.

    • Causas determinadas y causas libres

    Son causas determinadas las que producen su propio efecto por la simple espontaneidad de su naturaleza (a veces se las llama necesarias, en este otro sentido, distinto del que hemos comentado arriba). Por ejemplo una planta produce flores y frutos espontáneamente.

    En cambio, causas libres son las que producen su efecto con dominio sobre la operación, pudiendo o no producirlo en virtud de una decisión. Así, un hombre decide si salir a pasear o no pasear.

    LA CAUSA FINAL[32]

    Naturaleza de la causa final

    La causa final es aquello en vista de lo cual algo se hace, es decir, aquello por lo que el agente se determina a obrar, la meta a la que tiende con sus operaciones: el carpintero trabaja la madera para hacer una mesa, el padre de familia ejerce su profesión a fin de sostener a su mujer y sus hijos, las partes de un organismo actúan de una manera precisa para salvaguardar el bien del todo.

    • Rasgos distintivos de la causa final
    • El fin de la causa por modo de atracción: es justamente lo que caracteriza la causalidad del fin en contraposición a los otros géneros de causas. Lo propio del fin es atraer.

    • La causa final tiene razón de bien: el fin es aquello en lo que reposa el apetito, lo que colma una determinada inclinación: así, el deseo de saber descansa cuando se logra la ciencia, que es un fin. Si el fin atrae es precisamente porque es bueno, y porque, en cuanto tal, puede perfeccionar a otros.

    • El fin es verdadero principio causal, ya que es causa todo aquello que influye positivamente en el ser de otra cosa, y no cabe duda que el efecto tiene una dependencia real con respecto al fin, pues sin causa final el agente no se movería, y no tendría lugar el efecto.

    Tipos de causa final[33]

    El fin adopta una multiplicidad de formas, según el aspecto bajo el que se le considere.

    • Fin intrínseco y fin trascendente

    Al fin intrínseco se le suele llamar también fin-efecto, en cuanto que es producto de la acción. Fin trascendente de una acción es el objetivo al que está dirigida. Por ejemplo, un perro se dirige a un lugar concreto, porque allí podrá pasar la noche a reparo o recibir el alimento que necesita: el descanso o la alimentación son, en este caso, fines trascendentes con respecto a la acción de caminar.

    • Fin último y fines próximos

    En una serie encadenada de causas finales, se llama fin último a aquel por el que se entiende a todos los demás fines en un determinado ámbito; fin próximo, en cambio, es el que se pretende con vistas a otro fin ulterior; y así el restablecimiento de la paz perdida por la guerra es la causa final de un ejército, en tanto que las distintas victorias parciales son fines próximos, encaminados al triunfo final.

    • Fin honesto, deleitable y útil

    Se trata de una división del fin que la Ética estudia con particular atención: aquí nos limitamos a definir estos aspectos del bien, que originan otros tantos tipos de atracción final:

    • Se denomina fin honesto a aquel que se quiere en sí mismo, en cuanto es efectivamente bueno para el ente que lo desea.

    • Bien deleite es el mismo bien honesto, en cuanto aquieta el deseo y produce un gozo, que se sigue del bien poseído.

    • Por último, bien útil es el bien que se quiere como medio: no por sí mismo, sino en razón del bien honesto y deleitable.

    • Fin producido y fin poseído

    Existen acciones que tienen como resultado un objeto que antes no existía: son "productoras de su fin"; otras, sin embargo, no producen un nuevo ente, sino que relacionan al que obra con una realidad ya existente.

    El principio de finalidad

    La exigencia de la finalidad, aunque se descubra más fácilmente en los agentes libres, es algo que concierne a todo ente, en la medida en que es causa: todo agente obra por un fin.

    • La finalidad en el obrar natural

    La existencia de una causa final en los procesos no libres se puede inducir de una atenta observación de la naturaleza:

    • El orden interno de las acciones de la naturaleza: es patente que en todos los procesos ordenados a un fin, las distintas etapas se suceden por causa de ese fin. El fin es causa del orden: nada explica que unos acontecimientos sucedan regularmente a otros si no es la existencia de un fin común a todo el proceso.

    • La regularidad de los procesos naturales es una manifestación de que tienden a un fin; en cambio, la ausencia de finalidad se revela en los fenómenos desordenados y que acontecen por puro azar.

    • La existencia de los males físicos también supone, por contraste, la presencia de un fin en el obrar natural: si las acciones no se dirigieran a un objeto concreto, no se podría hablar de mal, de la falta de consecución de un fin, ya que algo es malo en la medida en que no alcanza la perfección a la que tiende.

    • La finalidad de las acciones libres

    Los seres inteligibles tienden a sus fines de una manera peculiar: lo conocen como tal fin, interiorizándolo, y, en consecuencia, tienen dominio sobre las acciones relacionadas con él.

    • La finalidad natural exige una inteligencia ordenada

    Como las criaturas carentes de conocimiento no pueden tender hacia su fin como consecuencia de la aprehensión del mismo, es necesario que estén ordenadas a él por alguna inteligencia superior. El orden y la finalidad del universo es una de las vías más expeditas para alcanzar el conocimiento de Dios como Inteligencia Suprema ordenadora: de hecho, es el camino más utilizado para el acenso natural a Dios.

    El fin, causa de las demás causas

    El fin es la primera de las cuatros causas, el presupuesto necesario para que se den los restantes tipos de causalidad: como ya vimos, el fin es la causa de la causalidad del agente, porque hace que este produzca su efecto; de la misma manera, hace que la materia sea causa material y que la forma sea causa formal, ya que la materia no recibe a la forma sino por el fin (es decir, en orden a la producción de un nuevo ente, o de una nueva perfección accidental), y la forma inhiere en la materia por el mismo motivo. Y esta es la razón de que se afirme que el fin es la causa de la causalidad de todas las causas.

    • La conexión entre las causas

    Las cuatro causas no pueden concebirse como yuxtapuestas o aisladas, sino produciendo su causalidad según un orden determinado, que podemos resumir:

    • Las causas extrínsecas: el agente es causa del fin en cuanto a la realización o adquisición, ya que el fin se consigue por las operaciones del agente.

    • Las causas intrínsecas: como ya se dijo, forma y materia son causas mutuas en cuanto al ser: la forma organiza a la materia y le da el ser, y ésta sustenta a la forma como la potencia sustenta al acto.

    • Las causas extrínsecas son causa de las intrínsecas: la materia y la forma -causas intrínsecas- no se unen si no es por la intervención de un agente, que a su vez no actúa si no es por la intención de un fin -causas extrínsecas-. Esta relación mutua entre las causas tiene gran trascendencia en el ámbito de la vida espiritual.

    LA CAUSALIDAD DE DIOS Y LA CAUSALIDAD DE LAS CRIATURAS[34]

    La limitación de la causalidad creada

    • El "hacerse" y las formas, objeto propio de la eficiencia causal de las criaturas

    La acción del agente creado es causa del hacerse del efecto, pero no produce el ser en cuanto tal. Influye efectivamente en que se produzca una nueva realidad

    -en el caso de las generaciones y corrupciones-, o en que algo que ya existía adquiera un nuevo modo de ser -como en las mutaciones accidentales-. Sin embargo, una vez que cesa la acción del agente natural, el efecto permanece, demostrando así su independencia actual con respecto a la causa que lo produjo.

    La educación de una forma es siempre el efecto propio de la causalidad de las criaturas; esto se advierte con claridad si recordamos que una sustancia es causa en tanto que influye realmente en el efecto, es decir, en la medida en que éste no puede subsistir si aquella se suprime.

    • Las criaturas causa particular de su efecto

    La precariedad de las causas creadas se observa aún más claramente al tener en cuenta el modo en que actúan:

    • Los agentes naturales obran siempre transmutando: ya que se trate de un cambio accidental, ya de la producción de un nuevo ente, las criaturas actúan sólo alterando una realidad anterior por medio del movimiento.

    • Por tanto, las causas creadas, en su obrar, presuponen un objeto ya existente: si lo que producen es una modificación accidental, necesitan un sujeto ya en acto, en el que producen esa trasformación.

    • La eficiencia causal de los entes finitos se encuentra limitada por su propia capacidad activa y por las condiciones del sujeto sobre el que actúa: está claro que nadie puede producir más perfección que la que el mismo posee.

    • En consecuencia, la causalidad de lo creado no tiene como efecto propio e inmediato el ser de su efecto: la causalidad de la criatura no explica la totalidad del efecto, sino sólo alguna de sus perfecciones, las que el eficiente puede comunicar y el sujeto -por sus propias condiciones- es capaz de admitir.

    • La causalidad creada exige una causa primera, que sea causa del ser

    Toda causación creatural exige de manera radical el ser que presupone. La causa de ese ser es Dios, Acto de Ser Subsistente, Causa Primera y Universal, en contraposición al cual los restantes entes no son sino causas segundas: sólo la causalidad divina puede tener como objeto propio el ser.

    La fundación radical del ser es privativa de Dios, porque sólo Dios es el Ser subsistente, y una Causa universal y todopoderosa. Veámoslo brevemente:

    • Ser subsistente y por esencia: únicamente el ser absoluto e ilimitado. La Plenitud de Ser, puede tener como efecto propio el acto de ser de las criaturas.

    • Omnipotente: la omnipotencia es un atributo exclusivo de Dios, pues sólo El es Acto Puro, no contraído por ninguna esencia.

    • Causa universal: sólo Dios es agente como el que da el ser, y no sólo como el que mueve o altera.

    Rasgos característicos de la causa primera

    Por contraposición a las causas segundas, la Causa Primera puede definirse por las siguientes notas:

    • Es causa de las especies como tales, mientras que las causas segundas sólo producen su transmisión.

    • Es causa de la materia, en tanto que las criaturas sólo dan lugar a los sucesivos cambios de forma.

    • Es causa universalísima, en posición a las creaturas que sólo son causas particulares.

    • Es causa por esencia: las criaturas, en cambio, sólo causan por participación.

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