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Rebeliones indígenas y negras en América Latina (página 2)

Enviado por Kintto Lucas


Partes: 1, 2

  1. GUAICAIPURO
  2. 1560. En la región de Caracas habitan los teques y los caracas, dos tribus indígenas que se han unificado y eligen su cacique supremo por voto popular.

    Seis meses hace ya que Guaicaipuro fue elegido, y tres días que empezaron a llegarle malos augurios… Por las costas aparecieron gentes extrañas: "Llevan en la cara la color de las nubes ligeras de la mañana y toda manchada de cabellos espesos… están cubiertos sus cuerpos por una piel tejida tan sólida que no le penetran los más duros y agudos dardos", así el mensaje corre y llega al jefe.

    Después de arrasar con lo que encontraron a su paso, los hombres pálidos construyeron casas rodeadas de trincheras y profundos pozos, para resistir posibles ataques de los que aquí viven. El cacique no espera que lleguen a sus dominios, no espera que la mañana tome el color de las nubes ligeras, no quiere que la noche pierda su luna… Levanta su pueblo en armas… Desde muchos rincones llegan los guerreros para concentrarse en el valle de los caracas… varias tribus de la zona se pliegan a la lucha.

    El valle es un arco iris de penachos de plumas brillando al sol. Enseguida atacarán el poblado construido por los recién llegados. Asaltarán con arrojo las trincheras, pelearán cuerpo a cuerpo sin temor a las armas de fuego, querrán tomar la ciudad… pero el poderío europeo es mayor. No basta la fuerza, ni las flechas, ni los dardos, ni el valor: el enemigo vence.

    Guaicaipuro siente la derrota como una deshonra personal y piensa en el suicidio. Un viejo sacerdote de los teques interviene: "Lo que ocurrió es una prueba caprichosa de la loca fortuna. Hay que seguir peleando, debemos acosar, herir y asaltar a los extranjeros para que dejen estas tierras"… Las palabras reaniman al cacique y la guerra de guerrillas se desata. Cuando sale el sol o se oculta, bajo el relámpago o la lluvia silenciosa, con el viento o el silencio de la quietud, en cualquier momento los guerreros atacan a los españoles… Surgen desde las sombras y por las sombras se van… Durante siete años escapan al enfrentamiento directo porque saben sus limitaciones. En Antímano no pueden evitarlo. Los cañones destrozan batallones indígenas uno tras otro. Los nativos siguen guerreando. Luego de tres horas, ya cansados algunos desertan. Guaicaipuro no tiene otra opción que refugiarse en la montaña.

    Los españoles fundan Santiago de León de Caracas y el cacique se transforma en su pesadilla. Varios ejércitos llegan desde España para defenderla del puñado de rebeldes… Un capitán al frente de ciento ochenta soldados es el encargado de ir a buscarlo, si vence tendrá de recompensa una alcaldía. El cacique junto a veintitrés hombres se parapeta en uno de sus refugios de la montaña: una casa de madera, que resiste el embate durante varias horas. Ni los indígenas pueden poner en fuga a los soldados, ni estos derrotar a los guerreros…

    Recurren al fuego, que avivado por el viento arde la cabaña y obliga a los rebeldes a abandonarla. Al salir, el jefe indio grita a sus enemigos: "Español cobarde, le falta el valor para rendirme y se vale del fuego para vencerme. Soy Guaicaipuro, a quien tanto buscas y quien nunca tuvo miedo a su nación soberbia. Aquí me tienes, muéreme para que con mi muerte se libre del temor que siempre le causó‚á". Y así, lanzando una flecha tras otra, corrió contra ellos. Varios soldados murieron, pero él fue atravesado por una bala. Luego lo remataron. Su rebeldía se mantiene hasta que deja de ver el cielo y la floresta. Ya agonizante habla a los conquistadores: "Ven extranjero, ven a ver como muere el último hombre libre de estos montes", luego deja de respirar. Su cabeza fue colocada en un lugar muy frecuentado, para que todos la observaran. La luna se nubló; el Orinoco, el Apure y el Arauca ensombrecieron su cauce; el viento se aquietó como triste con la vida; no hubo ruidos, hasta los pájaros decidieron callar, todo el paisaje se silenció y las lágrimas caminaron por el valle con su pesar… aletargando las miradas. Pero la alegría siempre vuelve a nacer y la sonrisa revive… Yaracuy caminará el mismo paso guerreando al invasor… y habrá un Bolívar peleando la independencia

    1569. Tranquilos con su universo, en paz con la naturaleza y alegres con su destino, así viven los yaracuyes. Habitan la costa norte del Golfo de Paria, unos quinientos kilómetros al oeste de la ciudad de Caracas. Mansos viven hasta que llega el europeo y se instala como en terreno propio…

    Si bien hace años que invadieron la región, todavía no habían incursionado por la zona de los yaracuyes. Indignado ya con la presencia tan cercana de los extranjeros en su territorio y con voluntad de pelea, el gran cacique Yaracuy envía un mensaje a Mencio Vargas, jefe de las tropas españolas, y le dice:

    "Les pido con mi pueblo que dejen estas tierras, que no les pertenecen y se marchen hacia otros rumbos". La respuesta del europeo fue contundente "Id a decirle al cacique que venga él a echarnos". Y así fue. El cacique fue a echarlos…

    Primero ataca con sus guerreros un destacamento de indígenas al servicio de los invasores, luego el campamento del Tocuyo, donde está el jefe de los conquistadores con sus soldados… En la batalla de Cuycutóa los yaracuyes logran la victoria. Los vencedores saquean el campamento español y los poblados cercanos, luego persiguen a los colaboradores indígenas. El jefe Yaracuy se molesta con esta acción y los reprende: "Ese proceder es tan feo como cobarde, no somos saqueadores".

    Cañones, arcabuces y otras armas son capturadas por los rebeldes pero no pueden utilizarlas porque desconocen su manejo. Los yaracuyes confían que su victoria ya es definitiva y se dispersan. Los conquistadores aprovechan el tiempo reconstruyendo sus filas: setecientos hombres de todas las armas llegan desde Europa, quedan bajo el mando del conquistador Diego de Losada y parten en busca de los sublevados. En Uricagua, que así llamó ese paraje el jefe español, fue el enfrentamiento final. Los indígenas luchan con valor pero igual les llega la derrota. Yaracuy es preso y atado a un árbol. Luego, cuando ya la batalla había terminado, un capitán español manda que lo desaten. El agua del sudor le moja los cabellos, las gotas corren por su rostro y se deslizan por el cuerpo desnudo, solo cubierto con algunas plumas y cordajes.

    En el túnel de sus ojos negros se observa el dolor y el fuego de la rabia. Los españoles lo miran asombrados. El capitán dispone a seis soldados y un cabo para custodiarlo. Le hacen seña que permanezca sentado, hasta que resuelvan su destino… El no hace caso y permanece de pie, quieto, silencioso, mirando al suelo rojo de la sangre fresca… Los europeos se distraen un poco al ver que el cacique no da muestras de resistencia. Pero de repente se lanza sobre un soldado, quita su arma, atraviesa el pecho del capitán y lastima otros tres… Los arcabuces se descargan sobre él. Cae en su tierra, se revuelca en su sangre y se introduce en la leyenda… Los indígenas que logran escapar se marchan a las montañas con el jefe en sus pensares… Organizarán guerrillas indígenas para acosar a los españoles durante veinte años… El espíritu Yaracuy recorrerá el Caribe…

  3. YARACUY

    1578. La selva que durante miles de años protegió a los indios Quijos ha sido violada por los hombres de la espada y la cruz. Los sagrados árboles del monte comienzan a caer y los pájaros no cantan su voz alegre… El culto de los indígenas quiere ser substituido por la religión de un Dios distante y otro hablar… Pero los Quijos mantienen sus ritos escondidos en la floresta y sus sacerdotes siguen siendo sabios profetas de lo que vendrá, porque todo los ven conversando con los Supay.

    Jumandi el gran cacique no acepta someterse a los conquistadores que quieren usurpar su mundo. Solo piensa en destruirlos… Antes consulta a los supremos sacerdotes Guami y Beto. Ellos hablan con los dioses y el gran volcán Sumaco es testigo del hablar. Días después todos los caciques se reúnen para escucharlos. Guami dice haber bajado a las entrañas del Sumaco para ver a Sabela, la diosa del infierno: "cinco días viví con ella y me ordenó que termináramos con los europeos porque ellos cortaron nuestra libertad".

    Beto asegura haber hablado con el gran Supay selva adentro: "me dijo que el Dios de los cristianos está con mucha ira de los españoles y quiere que los ataquemos". Luego de escucharlos, entre dosis de yuco bravo preparan la conspiración. La furia de los espíritus se contagia y las lanzas guerreras se levantan. Jumandi secundado por Guami, dirige la arremetida contra la población española de Avila que cae en pocas horas. Beto comanda el ataque sobre el poblado de Archidona, que –prevenido– logra resistir por más tiempo, aunque igualmente es abatido. Tras la victoria Jumandi es nombrado por el pueblo Quijo como Jatum Apu, encargado de conducirlo hacia la libertad. Las próximas ciudades a ser atacadas son Baeza primero y Quito después.

    Jumandi habla antes con su gente: "La expulsión del invasor debe ser total. Nuestro sufrimiento es el mismo que el de nuestros hermanos de las montañas. La libertad de los Quijos comienza en la libertad de todos. Y que los Supay nos guíen". Los chasquis llevan el mensaje a los indígenas de las tierras altas para que se sumen al levantamiento… Eso no ocurre, y una gran expedición militar sale de Quito para defender Baeza del ataque de los Quijos… Al frente del ejército español están los traidores Francisco Atahualpa y Jerónimo Puento junto a cientos de indígenas admiradores de sus dueños…

    El ataque a Baeza es sofocado y el alzamiento derrotado. Jumandi, Guami y Beto son llevados a Quito para recibir la justicia española: primero los pasean por las calles atados a un carro, los torturan con fierros candentes y finalmente los ahorcan.

    Sus cuerpos descuartizados son exhibidos en la plaza principal y sus cráneos permanecen allí por muchos años, "para que bien los miren" según dicen…

    Pero el último grito del cacique rebelde retumbó iluminando distintos rincones de la geografía, y nuevas rebeliones surgieron: en 1760 San Miguel de Molleambro; 1764 Riobamba; 1768 Cualaceo; 1777 Cotacachi; 1778 Guano, Otavalo y Cayambe; 1781 Alausí… Hoy la Amazonía ecuatoriana está dividida entre las grandes empresas petroleras, madereras, agrícolas o mineras. Se han contaminado ríos, exterminado especies animales y vegetales, y varios grupos indígenas están a punto de extinguirse… Pero son los Huaoranis quienes corren más riesgo, por eso están en guerra… defendiendo la selva que hace latir sus corazones… y los hace respirar. En junio de 1990, de la Amazonía al Cotopaxi, del Cotopaxi al mar, los indígenas del Ecuador volvieron a sonreír cuando todas las nacionalidades unidas realizaron su mayor levantamiento en años… Ocuparon carreteras, entraron en latifundios, detuvieron soldados, no sacaron productos al mercado, tomaron oficinas públicas, realizaron movilizaciones y concentraciones. El ejército salió a la calle, hubo algunos enfrentamientos, penetró en las comunidades, golpeó y baleó defendiendo a "los de mucha tierra". Cuatro indígenas muertos, varios heridos y decenas de presos… Luego de tres días el gobierno aceptó dialogar… Y en mayo de 1992 los rebeldes volvieron a caminar desde la Amazonía… de Pastaza a pie se llegaron a la capital… Tal vez el espíritu de Jumandi había decidido salir de las entrañas del Sumaco para marchar la vida junto a sus hijos…

  4. JUMANDI

    1666. Los caciques Nicaragua y Nicoya obsequian objetos de oro y plata, y telas hermosas a los extranjeros… Están fascinados con los españoles que hace poco llegaron a estas tierras… hacen a su gente trabajar para el invasor…

    Nicaroguán, señor de las montañas del sur observa indignado a sus vecinos y hace conocer su sorpresa: "No puedo aceptar que quieran al enemigo como hermano, ni que se acojan a sus feos y horripilantes ritos. Atacará‚á a todos, invasores y traidores".

    El jefe español González D'Avila ordena a los caciques colaboradores que preparen un ejército poderoso mientras contesta a Nicaroguán. "Mi único propósito es conocer el país. en estos días partirá‚á, no quiero provocar su ira". El jefe nicaragüense cree en la palabra y se dirige hacia donde están los europeos para conversar. Diez días tarda el viaje… Los que esperan se preparan…

    Veinticinco soldados españoles se adelantan al ataque y van contra los hombres de Nicaroguán. Los indios nicaraguatecas contraatacan. Solo tres españoles se salvan de las lanzas y las flechas nativas. El cacique ve el engaño pero no puede retroceder. Pelea heroicamente contra la superioridad del ejército europeo, reforzado con la gente de Nicoya y Nicaragua. Cuando interviene la artillería la victoria es de los conquistadores. Nicaroguán, furioso, se retira a la montaña maldiciendo a los traidores. Días después D'Avila envía su emisario con una propuesta: "Si se unen en la obra común de la evangelización, dejaré de lado las armas y os hará‚á muchos regalos". La respuesta de Nicaroguán al emisario caminó por todo el territorio nicaraguita:

    "Decid a esos infames, criminales y traidores que les odio y les exterminaré. Yo bien podría recurrir a la mentira y la traición, como ellos y sus aliados Nicoya y Nicaragua. Podría fingirme sometido y sumiso a su poder para sorprenderlos y diezmarlos. Pero no necesito de bajos modos, me basta el valor".

    Las tropas europeas avanzan hacia los lugares ocupados por el cacique rebelde. Las hojas de los árboles amarillean la mirada de los pájaros. El sol despunta en el horizonte pero el viento enfría la montaña. Los pueblos son abandonados, destruidos los sembrados, quemadas las casas. "No dejaremos nada al invasor", grita el cacique.

    El encuentro de los dos ejércitos es terrible. Nicoya el colaborador, muere junto a gran parte de su gente. Aunque la derrota no aparece el combate abate y entristece a Nicaroguán. Se retira llorando… por los guerreros perdidos y los hermanos indígenas que debió matar.

    Pasan los años… Todos piensan que el retiro del cacique a la montaña es definitivo. Un día vuelve. En la primera acción arrasa con dos encomiendas y pone en fuga a un grupo de arcabuceros. Nueve años dura el miedo español, hasta que la corona ordena formar una gran ejército para combatir a los rebeldes.

    Una mañana de 1678, mil doscientos soldados de todas las armas salen de La Coruña rumbo a Castilla de Oro, que así le decían a las tierras nicaragüenses… El ejército extranjero ataca al grupo de revolucionarios.

    Muchos indígenas caen en la batalla. Cuando el jefe se ve rodeado, ya vencido y a punto de ser preso, da un salto, sube en un caballo y grita: "¡No me vencieron infames!. No tendrán ni siquiera el cadáver de este guerrero que mucho los apavoró, a pesar de sus armas"…

    Después se arroja al vacío… El espeso bosque lo recibe… Augusto Cesar Sandino lo recibe… Carlos Fonseca Amador lo recibe… Un cielo rojinegro de sueños, risas y lloros… con la vida lo reciben…

  5. NICAROGUAN

    1695. El negro viejo de pelo blanco, fuma su pipa recostado contra una pared de madera. Fuma y mira los negritos que corren por la plaza ser reprendidos por sus madres. Fuma y recuerda… "Cien años ya que se fundó Palmares. A sabiduría do Exu, a força de Ogún y a astucia de Oxosse nos faz viver… Y nosos irmaos siguen chegando… "Como hace cien años, cincuenta o veinte, ayer varios negros han llegado a Palmares… Y llegan queriendo ser gente.

    "No somos cosas, tenemos nuestra historia" suelen decir. Escapan del maltrato en los ingenios de caña de azúcar que se extienden por el nordeste brasileño. Tierra de sol quemante: selva, sertao y sierras. No quieren seguir dejando el corazón y el alma en los trapiches. Se hacen cimarrones y caminan a la sierra en busca de la libertad de esta nación negra comunitaria de seis pueblos: Macacos que es la capital, Subupira, Dambrabanga, Obenga, Tabocas y Arotirene. Cada uno es dirigido por un jefe y en las plazas las asambleas populares definen rumbos. Cosechan feijao, maíz, mandioca y tabaco; crían gallinas y porcos. La palma africana que cubre la sierra les regala su nobleza: las hojas son techo, pared y cama; las fibras material para tejer ropas y canastos; la pulpa del fruto alimento y el carozo da el aceite. Son treintamil libres, dueños de su propio mundo. Trabajan para ellos… y también descansan porque "o branco nao vem cá, si vem o diabo levará y a garrotazos sairá". Al son de maracas, tambores y campanillas cantan y bailan; veneran a sus orixás, defienden con armas las conquistas… y por las noches tocan fogo nos cañaverales… "Cuando amanece desde a praia, la de longe, se ve a fumaza", piensa el preto velho, y sonríe con cierta ironía, soltando bocanadas de humo…

    Los portugueses están preocupados: en cien años, más de treinta expediciones militares intentaron acabar con Palmares… no pudieron. Unas veces los soldados–cazadores de negros, terminaron enloquecidos, tragados por la floresta, otras quemaron pueblos vacíos creyendo haber vencido…

    Siempre imaginan vencer… tan solo vencen la sombra que aparece y desaparece. Ni los holandeses que ocuparon Pernambuco durante muchos años, ni los portugueses, han podido con Palmares… Cuando lograron algún prisionero: los holandeses lo crucificaron y los portugueses lo mutilaron para dar temor a los que todavía eran esclavos. "Cuando los holandeses invadieron –recuerda el viejo–, los portugueses querían darnos la libertad para que combatiéramos con ellos. Creyeron que aceptaríamos… esa guerra no era nuestra, cualquiera que triunfara nos seguiría esclavizando".

    Algunas de las expediciones contra Palmares estaban comandadas por negros esclavos a los que se daba la libertad por liquidar a sus hermanos…

    Otras cruzadas iban dirigidas por mestizos engreídos como aquel capitán que en 1677 dijo a sus tropas antes de partir: "La naturaleza hizo a los esclavos para obedecer y no podrán resistir. Si terminamos con ellos habrá tierras para plantar caña de azúcar nuestra, negros para el trabajo y honor para todos".

    Volvió derrotado… Y como la victoria no llega, los portugueses inician conversaciones de paz… Al año siguiente en Recife el gobernador de Pernambuco representa la corona portuguesa, el jefe Ganga Zumba al pueblo de Palmares, y el obispo hace de intermediario. Hay acuerdo: "Los santuarios de Palmares serán desalojados. Se declara libres todos los que allí nacieron.

    Los que llevan la marca de fuego candente vuelven a ser propiedad privada de sus amos". De los treinta mil palmarinos solo cinco mil aceptan el trato.

    "Traidor, merecía la muerte, ese grande diabo de Ganga Zumba", piensa el negro viejo y sus ojos se iluminan. Zumbí, jefe de Macacos y sobrino de Ganga no acepta lo que cree traición. "No creo en la palabra de mis enemigos, ni entre ellos mismos se creen", dice al pueblo que se queda… "Han pasado diecisiete años y la resistencia se mantiene. Zumbí sigue aplicando la justicia del fuego en los cañaverales", piensa el viejo. Y mientras el recuerda y se regocija con sus pensares, en Recife se prepara la mayor expedición militar de que se tenga memoria.

    Jorge Domingos, un mestizo que había sido contratado por la corona portuguesa para exterminar indígenas sublevados en el sertao de Pernambuco y Río Grande do Norte, cumplidor de su trabajo, fue llamado para destruir Palmares. Tierras, negros para vender, órdenes religiosas y grados militares, son los ofrecimientos. Se vacían cárceles y pobres de todos los rincones vienen a engrosar el ejército más grande que se haya formado en Brasil. Diez mil hombres: indios, negros y mestizos –los europeos mandan no pelean–, atraviesan la selva y suben la sierra donde están las fortificaciones negras. Varios días duran los cañonazos que logran destruir la triple muralla de madera y piedra. Tras el combate cuerpo a cuerpo son miles los muertos, otros al intentar huir resbalan por el despeñadero al vacío; también están los que se arrojan al precipicio prefiriendo la muerte a la esclavitud; unos pocos logran escapar… El preto velho cae con lágrimas en los ojos pidiendo a los orixás que protejan a Zumbí de la saña enemiga… Desde la costa se puede ver el humo que surge de la sierra mientras las llamas se tragan Palmares. El jefe Zumbí ha logrado escapar y se interna en la selva reuniendo a sus hermanos. Allí estará tiempo reconstruyendo los sueños… Entre los esclavos se corre la voz: "A Zumbí la muerte no lo toca"… Pero un día, cuando el sol está naciendo llega un negro a la floresta, amigo en Macacos. Zumbí lo abraza, el traidor le hunde su puñal en la espalda. Los soldados lo degollan y clavan la cabeza en una lanza. La llevan a Recife para exhibirla en la plaza: "Así aprenderán que Zumbí no es inmortal", gritan. El viento ya camina rápido por las ruinas de Palmares. El fuego se ha comido todo… creen los que han vencido que con Zumbí han muerto la memoria de Palmares… Y como antes, se equivocan. Dicen sus hermanos que el jefe sigue caminando entre los espíritus y a veces decide bajar. Mientras un hombre explote a otro, él andará por acá, entre las palmas, cantando el canto de las araras, danzando el ruido de los tambores, dirigiendo a su pueblo entre el cielo y la tierra… Los jefes de las rebeliones que vendrán seguirán llamándose Zumbí…

    Hoy cuando mil o dos mil agricultores sin tierra del nordeste ocupan un latifundio o toman un pueblo saqueando depósitos de alimentos hay quienes recuerdan a Zumbí. El anda caminando, baja en los templos de candomblé, sale a la calle y dirige las revueltas fumando seu charuto. Hasta que un hombre explote a otro, andará revelándose por los tiempos…

  6. ZUMBI

    1756. En la cuchilla de Caimboaté, sur del Brasil, se escucha una voz que susurra entre triste y agotada: "El mes que pasó mataron al gran capitán Sepé Tiarajú y a 2.500 de mis hermanos". Es el decir de Miguel Mayra, último cacique misionero que, casi llorando, entierra una cruz en el suelo. "Señal que camine los tiempos, marcando la tragedia guaraní", grita. Luego mira hondo al horizonte y su mirar recorre los campos, navega los ríos, camina los pueblos y se pierde en las Misiones… Allí los guaraníes aceptan la evangelización que proponen los jesuitas, pero ejercen el gobierno. La propiedad se divide en dos:

    Tupambae son las tierras colectivas y Amambae las pequeñas parcelas de cada familia. Las tierras no se heredan, solo se hereda el título de cacique.

    Las herramientas de trabajo son de todos y cada pareja tiene su vivienda. Se trabaja seis horas diarias, cinco días a la semana, y se descansa jueves y domingos. Los guaraníes viven alegres, la vida sonríe, el mundo no tiene dueño conocido y la cruz no los maltrata como a hermanos de otras geografías. Pero los reyes de España y Portugal, que se dicen dueños de muchas tierras en este gran país, intercambian Colonia del Sacramento por los territorios misioneros. Ciento cincuenta años de las Misiones. Ciento cincuenta años de trabajo, sueños, esperanzas y sonrisas… todo abandonado. La propiedad privada se abre paso y la espada ocupa el lugar de la cruz.

    Cuando llegan los demarcadores de límites trayendo regalitos para conquistarse a los indios y custodia de soldados, Sepé Tiarajú, gran cacique de los pueblos misioneros, les ordena que se retiren de las tierras guaraníes… y comienza a preparase para enfrentar los invasores que sabe llegarán…

    Algunos jesuitas lo apoyan, la mayoría no. Los que intentan interceder ante el rey van al destierro. Sepé recorre la campaña unificando a su pueblo para la resistencia. Los guaraníes caminan tras su jefe y justifican la rebelión en "el derecho a tierra que otorgó el propio Dios cristiano que veneramos y el Ñanderú–Guazú que llevamos en nuestros pensares". Sepé envía un chasque a sus enemigos advirtiéndoles: "Castellanos y portugueses, en los tiempos pasados mataron a nuestros difuntos abuelos, sin reservar las inocentes criaturas y se rieron de las santas imágenes de los santos. Hoy veinte pueblos nos juntamos para salirles al encuentro y con grandísima alegría nos entregaremos, antes que dar nuestras tierras".

    En febrero de 1764 los indígenas atacan el cuartel de Río Pardo sin éxito y el cacique Tiarajú es preso… pero la noche anterior a su ejecución burla la guardia y escapa. El ejército hispano–portugués va ganado posiciones. Sepé sabe que no lo podrá derrotar en campo abierto y aplica tácticas guerrilleras: realiza emboscadas, ataques sorpresa, aparece y desaparece. Los guaraníes se esconden en montes y cuchillas, están en todas partes. Buscan así diezmar al enemigo antes del inevitable enfrentamiento directo.

    El 7 de enero de 1756 esta nublado, el sol se oculta pero el calor queda… Ataque sorpresa en San Gabriel, algo sale mal y el ejército se lanza a la caza del puñado de indígenas. La huida no es fácil. El caballo de Sepé tropieza en un pozo y el cacique cae. Cuando intenta levantarse, una lanza le atraviesa la espalda… luego el jefe de las tropas españolas lo remata de un tiro. Sin embargo Sepé sigue respirando… Sus compañeros intentan socorrerlo y la descarga de artillería cae sobre ellos. Muy pocos logran escapar monte adentro. Los invasores queman con pólvora al cacique y luego le separan la cabeza del cuerpo… En la noche los indígenas regresan sigilosamente, juntan las partes, se las llevan y las entierran al pie de un árbol, al son de flautas y cantares. Tres días después 2.500 guaraníes van a la muerte y 153 son apresados en el campo abierto de Caimboaté. Solo dos horas dura la resistencia al fuego de los cañones y el embate de miles de soldados. Dos horas para que la palabra de los reyes se cumpla, y la vida comunitaria sea destruida. Las tierras donde cayeron Sepé y sus hermanos serán tierras de pocos dueños y gauchos pobres. La mala hora durará muchos años, pero la furia del gran cacique queda guardada en las memorias que caminan los tiempos. Y así vive… Dos siglos después, 1978, los campesinos de los pueblos misioneros se cansan de almorzar sosiego y apoyados por otros curas, deciden salir a pelear "un pedazo de tierra para plantar"… Setecientas familias acampan Encrucilhada Natalino y renacen la vida. La esperanza busca la realidad carpariendo Río Grande. El día amanece de hazadas buscatierra sepetiarajuando primaveras, como herederas en los caminos de la ira. Surgen los Sin Tierra. La vida comunitaria vuelve…

  7. SEPE TIARAJU

    1761. Tirado en un rincón de la cárcel Juan Al Akun recuerda su hetzmek. Recuerda su padrino que le hizo conocer las letras del Chilam–Balam.

    Recuerda su compañera que prefirió morir antes que ser tocada por el capataz de la hacienda. Recuerda su vida de peón… Afuera los europeos preparan la condena del puñado de rebeldes detenidos. En pocos días la muerte se hará presente. Juan mira al jefe y sigue recordando…

    Los mayas, despojados de sus tierras, vivían la profunda indignación de ser esclavos. Jacinto Canek, indígena educado en colegio franciscano, conversa con los sirvientes del monasterio contando las leyendas mayas para que se identifiquen con su mundo… De a poco el sol va creciendo en su pensar y late en su corazón la necesidad de ayudar a su pueblo. Imagina que siendo cura podrá cumplir sus soñares… pide ser ordenado. Los franciscanos no aceptan la petición. "Los indios no pueden ser sacerdotes", le dicen antes de expulsarlo del colegio por "el atrevimiento". Esa actitud deja un sabor amargo y el corazón triste. "Los europeos no saben nada de la tierra, ni del mar, ni del viento de estos lugares. ¿Qué saben ellos si noviembre es bueno para quebrar los maizales?", pensó Jacinto antes de comenzar su peregrinación por los pueblos de Yucatán.

    En distintos rincones sus palabras consiguen la admiración: "Observen, el europeo parece que marcha, el indio parece que duerme. El europeo husmea, el indio respira. El europeo quiere poder, el indio descanso". Poco a poco se inicia la conspiración… Cierto día, reunidos en pueblo Cisteil, su decir levanta a la gente, que vibra identificada con él: "Cuando un indio muere peleando solo deja de caminar en la tierra, su espíritu crece y ronda por los lugares cubiertos de fuego. Dentro de cada uno de nosotros habita el espíritu de nuestros antepasados. Si nuestros abuelos vivieran, lucharían contra estos hombres que nos oprimen. Derrotarían a los dzules, duros de entraña y sordos de espíritu".

    A mediados de octubre la rebelión ya está madura. Los caciques de la zona se suman. El levantamiento hace correr a los españoles. Casas de autoridades y conventos son atacados, y finalmente Cisteil es tomado por los rebeldes.

    Canek es nombrado rey de los mayas… El fraile Miguel Ruela llega hasta el pueblo Sotuta para pedir ayuda al capitán Cosyaga. Este tras escucharlo prepara la expedición a Cisteil. Cuando llega al pueblo, está desierto… Pero de repente, incontables indígenas caen sobre ellos, como salidos de cielo y tierra.

    Solo un soldado logra sobrevivir… En pocos días tropas de todas la provincia marchan sobre Cisteil. El 26 de noviembre llegan a la entrada del pueblo. A su mando está Cristóbal Calderón. La pelea dura dos horas. Seiscientos indígenas y cuarenta soldados mueren guerreando. Jacinto Canek junto a trescientos hombres, logra escapar.

    Toman una hacienda y allí resisten. Al atardecer del día siguiente las fuerzas ya son pocas… y son desalojados por el ejército europeo. Después de la derrota el cacique y un puñado de seguidores se mantienen en el monte.

    Antes de ser apresados, el jefe indígena comenta a su gente: "Ahora existimos. Con esta lucha y en este dolor hemos dado vida al espíritu de nuestro pueblo". Ahora Juan Al Akun vuelve con su pensar a la celda. Junto a Canek y otros hermanos espera el dictamen de la justicia extranjera… Primero será la tortura a todos. Juan y otros siete serán ahorcados. Algunos acabarán su vida en las mazmorras carcelarias. A otros les cortarán los brazos… Jacinto Canek será "roto, atenaceado, quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas por el aire"… Yucatán seguirá indómito durante siglos. La rebelión de Canek caminará cuerpo de la dignidad y la esperanza… espíritu contra la injusticia de los años que vendrán. Las palabras del rey maya quedarán en la tradición oral como perlas nacidas del sol…

  8. JACINTO CANEK

    1779. El barco negrero atraca en el muelle de Cabo Haitiano, al norte del país. De los más de doscientos esclavos que salieron de Guinea, en la lejana Africa, llegan solo cuarenta.

    Los otros murieron en la travesía y fueron tirados a los tiburones. En el grupo que sobrevive está Makandal, un moreno mandinga de cuerpo hecho escultura y voz grave, al que las cadenas parecen no herir. En la subasta lo compra un monsieur dueño de plantaciones de caña de azúcar.

    Makandal corta la caña como nadie, pero pierde un brazo en el trapiche y va a cuidar el ganado. Comienza a sentirse inútil. Lo invade la nostalgia de su tierra y de su gente y la desazón se apodera de su pensamiento. Sin embargo, no se deja vencer, se encomienda a los dioses negros y encuentra en la observación de la naturaleza una razón para vivir. Así conoce muchas plantas, distintas a las de su rincón natal, pero igual de sabias. Plantas raras, a las que nadie había prestado atención antes. Y descubre un hongo que huele a enfermedad y muerte… y se lo da a comer al perro de monsieur. Mientras lo mira despatarrarse contra el suelo, Makandal piensa en el sufrir de su pueblo…

    Un día desaparece de la finca: no está en el corral de las vacas, ni en la cocina, ni en el barracón donde duermen amontonados todos los esclavos. No anda por ninguna parte. "Makandal es un mandinga, y todo mandinga es rebelde. Ahora se hizo cimarrón y el que se encuentre con él tiene que informarme", grita el francés a sus esclavos.

    Viene la época del aguacero: ríos y arroyos crecen y se desbordan, pero Makandal no da señas de vida. Pasa la lluvia y los ríos vuelven a su cauce…

    Cierto día el esclavo Tinoel, que ya creía muerto a su amigo, recibe un mensaje: "Te mando a buscar porque llegó el momento de nosotros, la hora de los negros. No tenemos armas pero tenemos la sabiduría de Run, el guerrero, y la inteligencia del gran Oxosse". En pocas semanas el hongo venenoso invade establos y potreros. Vacas, bueyes, caballos y ovejas caen por centenares cubriendo la comarca de olor a carroña. Y la peste no tarda en entrar a la casa del hombre blanco. Makandal proclama la "campaña del exterminio" para crear "un imperio de negros libres". Soldados y mayorales se lanzan a cazarlo… revisan cada rincón y no lo encuentran. Pero los ojos de sus hermanos lo ven por todas partes: "Se viste con el traje de los animales –dicen–, se adueña del curso de los ríos, habla por boca del viento, conoce cada árbol, cada caverna…". Cuatro años duraron sus andares: convertido en lagarto, cobra, pájaro, mariposa o cualquier otro bicho. Cuatro años saliendo de sus escondites para asistir a los ritos en los que se veneran los dioses africanos. Y llega diciembre, días de fiesta negra en Haití. Tras el tambor madre surge la figura de Makandal. Nadie lo saluda, pero su mirar afectuoso se encuentra con el de todos y los tazones de agua ardiente corren de mano en mano hasta la del visitante que tiene sed.

    De tanta alegría junta olvidan que los blancos aún existen, y que la traición siempre es posible… Veinte soldados se lo llevan ante la mirada asombrada de sus hermanos. El canto triste de los tambores retumba desde el río Artibonito hasta la isla de la Tortuga. En la plaza mayor, todo está preparado:

    autoridades cómodamente ubicadas en la iglesia y esclavos cercanos a la pira, obligados por sus patrones a ver el "fuego del ejemplo".

    Makandal habla con Oxosse y Run: "Grandes dioses de mi pueblo, les pido me dejen seguir en el reino de este mundo para continuar peleando por mi gente".

    Las llamas comienzan a subir por las piernas; Makandal da un grito, las ataduras vuelan y su cuerpo se estira por el aire, saltando por sobre la multitud que observa. Luego desaparece. Los sacerdotes negros hacen caminar la voz:

    "Makandal se quedó entre nosotros, en el reino de este mundo". En el se inspiran los independentistas que declaran la "Primera República Negra del continente" en 1789, y los campesinos guerrilleros que resistirán la ocupación norteamericana de la isla en 1915. Hoy cuando se da una revuelta popular, por las chozas y los cafetales se escucha alguna voz que canta: "Ahí anda el manco, confundido entre su pueblo. Ahí anda el mandinga, que se quedó en el reino de este mundo. Ahí anda Makandal…".

  9. MAKANDAL

    1780. Los indígenas de la tierra del sol, del corazón de los Andes, han sido transformados en esclavos o viven en pequeñas propiedades a las que los españoles cobran altos impuestos denominados mitas. Otrora dueños de estas tierras, los indios vagan por la vida de ojos tristes, mirando al suelo, olvidados "como el escarabajo de los caminos", humillados…

    Los corregidores, que así se llaman los gobernadores nombrados por los reyes de España para estos lados de la América, tienen amplias atribuciones administrativas y judiciales… y utilizan ese poder para subyugar a indígenas y criollos. Pero de repente la sangre arde en las venas de José Gabriel Condorcanqui al ver el tormento de su pueblo.

    En homenaje al último rey de los incas, al último inca–rey o Inkarri, joven indio de 16 años, descuartizado por los conquistadores dos siglos antes, José Gabriel pasa a llamarse Tupac Amaru. Así nace Tupac Amaru II, y al grito de rebelión se levanta contra el opresor. Cuatro mil hombres lo siguen y surge la primera proclama: "Yo, José Gabriel, desde hoy Tupac Amaru, hago saber a los criollos moradores de picchus y sus inmediaciones que viendo el yugo fuerte que nos oprime con tanto pecho, y la tiranía de los que corren con este cargo, sin tener consideración de nuestras desdichas y exasperando de ellas y de su impiedad, he determinado sacudir el yugo insoportable y contener el mal gobierno que experimentamos".

    El movimiento se expande rápidamente: desde Cuzco a la frontera de Tucumán, pasando por La Paz, Santa Cruz y Potosí, 24 provincias se levantan. Desde los trabajadores de las minas a los peones de las haciendas, se contagia la esperanza. Indios, criollos y mestizos van tras un mismo futuro, dentro de esta tierra que ahora sí comienzan a sentir nuevamente de ellos… y ya son 10.000…

    La consigna revolucionaria "Castigar los malos corregidores, abolir las mitas y liberar al pueblo de la opresión", baja de los Andes al llano y así es ajusticiado Arriaga, el corregidor más totalitario de todos, cuando el movimiento ya contaba con 14.000 hombres. Pero los españoles pensaron y pensaron… y surgió la idea: "Vamos a dialogar y a prometer que daremos tierras".

    Cuando los alzados llegan para conversar, el ejército real los rodea y aniquila la mayor parte de los ya más de 15.000 revolucionarios. Tupac Amaru y su compañera caen vivos en las manos enemigas. Ella es torturada y luego muerta. El –boca arriba mirando el infinito– es atado por los cuatro miembros a cuatro caballos que tiran cada uno para su lado. Sus hijos obligados a presenciar el macabro rito, miran con ojos de triste mirar… A pesar del largo tiempo que tironean los potros, no logran matarlo. O los caballos son muy débiles o el Inca–rey es tan fuerte como su pensar. Entonces lo desatan y lo matan delante del pueblo, "para que sirva de escarmiento"… pero no lo mueren. Su cuerpo sube a los Andes para un día regresar, su nombre recorre América. Un año después en Oruro, indios, criollos y mestizos inician una nueva sublevación liderada por Tupac Catari, discípulo del Inca–Rey. Tres décadas más tarde los pueblos de nuestra América comienzan la revolución independentista siguiendo los pasos del gran Tupac Amaru II. Hoy el pueblo de los Andes espera un nuevo Pachakutik…

    Cuentan los más viejos, los de la piel de muchos años, que cuando el mundo se de vuelta Tupac Amaru II regresará junto a su antecesor, para andar como en las épocas antiguas, reconstruyendo el país de todas las sangres, reviviendo el mundo americano. Al quinto siglo de la conquista, su cuerpo destrozado y esparcido como el del Inkarri, comenzará a juntarse y conducirá a la reconstrucción de la libertad y la justicia, ubicando nuevamente en orden al universo. Tal vez ese día Abya–Yala, la tierra en plena madurez, nuestro continente, sea transformado por la sabiduría; Amaru, la serpiente sagrada lo resguarde, y el cóndor proteja a sus pueblos.

  10. TUPAC AMARU

    1781. Los precios de la producción minera de Oruro, en Bolivia, bajan rápidamente. Los mineros, en su mayoría criollos, contraen grandes deudas y pasan a depender del fisco y los comerciantes… pasan a depender de los europeos. El resentimiento se siembra y crece como la coca, por todas partes.

    Los mineros que antes mandaban en el cabildo y algunas veces hasta corregidores eran, habían perdido ya toda su influencia en diciembre del año anterior, poco después de la rebelión tupacamarista, cuando sus puestos de gobierno fueron ocupados por los españoles. Ahora por primera vez piensan en aliarse con los indígenas… ahora por primera vez lo concretan. El 15 de enero se inicia el levantamiento. Las milicias que se habían formado el año anterior para defender Oruro de la llegada de Tupac Amaru II, están al frente de la sublevación contra "el mal gobierno de los europeos", atando la vida a su tierra. La pelea hace fuerte la unión de criollos e indígenas. Los hombres criollos usan poncho de terciopelo negro como el del Inca–Rey, mujeres y niños se visten como Aymaras. En marzo estalla otro foco rebelde, esta vez es en La Paz y las zonas cercanas. El líder es Tupac–Catari que se hace jefe de mil lanzas guerreras y se proclama "salvador del pueblo Aymara".

    Andrés Tupac Amaru, sobrino del gran Inca llega con su ejército Quichua para sumarse al levantamiento… Vencen en Sorata, y La Paz queda sitiada. Está a punto de rendirse, los españoles están sorprendidos y ya no pueden resistir…

    Pero surgen problemas entre los rebeldes: Tupac Catari y sus Aymaras no quieren alianza con los criollos, Andrés y sus Quichuas ven un poco más allá y como su tío quiere el levantamiento de todo el pobrerío. Evitando la pelea entre hermanos decide retirarse. Tupac Catari es vivado por su gente y pelea heroicamente contra el colonizador, pero sus fuerzas no son muchas y termina derrotado. En Oruro el movimiento se mantiene algunas semanas más, allí la unidad es más fuerte…

    Los españoles supieron sembrar resentimiento entre los de abajo para disminuir sus fuerzas, pero no mataron el espíritu de los guerreros, que siguió caminando. En 1809 el mestizo Pedro Domingo Murillo se rebela contra la corona… 158 años después hubo un Che caminando por La Higuera… Y años más tarde un tupamaro regó su sangre en Cochabamba… Hoy Quichuas y Aymaras, mineros y mestizos, viven su tristeza muda. Tal vez cuando se junten la tristeza grite… y otra historia recomience…

  11. TUPAC CATARI

    1831. Desde el río de los pájaros pintados hasta el mar ancho como océano, se escucha el reclamo de los que dinero tienen: "Hay que terminar con la inestabilidad. Para valorizar la riqueza y resguardar las fortunas internacionales hay que exterminar a los Charrúas".

    Los indígenas desconocen la propiedad privada porque "la tierra es de todos como el ñandú, el carpincho o la pava de monte; como el dorado del río, la pitanga y el mburucuyá".

    Todo es de la naturaleza, todo es de la comunidad. Ninguno está al servicio de otro. Los más viejos dicen a los más jóvenes "no hagan agravio, ni mal a nadie, ni sean holgazanes". No tienen leyes, ni costumbres obligatorias, ni castigos… Son mansos como la hierba, no llaman de lejos a gritos sino que apuran el paso y hablan en voz baja.

    Ya pasaron trescientos años, desde que –dueños de este rincón de la Américamataron al conquistador Juan Díaz de Solís, y solo algunas décadas de aquellas horas en que –parte del ejército libertador– seguían a don José. El tiempo caminó como liebre en campo abierto, y los Charrúas no aceptan las nuevas leyes: esas que permiten vender y comprar el trabajo del indio en un país independiente, esas que autorizan a pocos mucho y el indígena nada…

    Los pocos de la mucha tierra –criollos o internacionales– presionan. Don General Fructuoso Frutos Rivera, héroe de extranjeros y presidente de las tierras ubicadas al oriente del río Uruguay, se reúne con Bernabé –su hermano– y con el general Julián Laguna –su amigo. En Durazno planifican la traición. Hablan con los caciques y los invitan a concurrir con su pueblo a la zona de Salsipuedes, en el norte cercano a la frontera brasileña. "Allí recuperaremos tierras usurpadas por el Brasil y ustedes tendrán territorios y vaquerías", les dicen.

    Ante la insistencia de que concurrieran con mujeres y niños los caciques Polidoro y El Adivino no aceptan la propuesta. Conversan entre ellos y recuerdan la traición de Frutos a don José, cuando se entregó a los portugueses que luego lo nombraron comandante. "Frutos es corazón malo y traidor", dicen y no van. Otros cinco caciques al mando de quinientos indígenas, sí van. Son recibidos con asado y caña en abundancia. El ejército los rodea: los muertos son hombres, mujeres y niños. A pesar de su inferioridad, los charrúas resisten peleando. Rondeau, un cacique que tomó su nombre del antiguo sitiador de Montevideo, despacha con su lanza un enemigo tras otro. Más de quince quedan tendidos a su lado antes de sembrarse en la tierra, Brown, otro cacique de nombre expropiado, se mantiene firme tras haber perdido todos sus hombres…

    La imagen del espíritu Charrúa se encarna en Cordúa, un jovencito de quince años que, con sus boleadoras, echa soldados al piso como peras que caen, hasta que un jinete lo domina. Pero a los pocos pasos de andar prisionero, el joven da un salto y trepa a las ancas del caballo. Toma un cuchillo del cinto del soldado y se lo hunde en el pecho. Luego de arrojarlo al suelo, mantiene el galope, logrando cruzar las líneas enemigas, pero el caballo está cansado y lo alcanzan.

    El muchacho pelea, pero no puede escapar. Después de atormentarlo durante varios minutos, le perdonan la vida para poder exhibirlo junto a otros prisioneros en las calles de Montevideo. "Este es uno de los pichones de salvaje", vociferan. Los campos de Salsipuedes quedan regados de sangre Charrúa… muy pocos lograron escapar…

    De los presos, cuatro –Vaimaca Perú, Cenaqué, Tacuabé y Guyunusa– son enviados a Francia "para ser estudiados". Todos mueren pronto, tras ser mostrados por un circo ambulante como raros animales. La piel del guerrero artiguista Cenaqué es vendida por 18 francos…

    Así, don Frutos y sus amigos arrancaron el corazón de la raza Charrúa. Los valores espirituales no… los valores de la raza madre viven… Cada cierto tiempo afloran. Algunos cuentan que un 16 de julio de 1950, el Negro jefe y sus compañeros eran Charrúas en pelea… Otros recuerdan los años 60 y el peludaje en marchas rumbo al sur… y un Raúl que sigue caminando.

  12. CORDUA

    1831. Se había ido el tiempo, se había ido el mundo, se había ido la vida, los fantasmas… Se habían marchado las estrellas, la luna, el sol, los venados, los ñanduces, los yacarés… desaparecieron el hornero, el chajá, el picaflor, el, gorrión del monte. Todo estaba gris, desde la cuchilla Negra al Plata, desde la laguna Merín al Uruguay… La hora Charrúa era triste como sus miradas, perdidas en un abismo, escondidas en los campos de la pampa. Solo quedaba la memoria… la conciencia maltratada por caudillos al servicio de extranjeros…

    Solo queda la última pelea, que tal vez no sea la última. Pero hay que darla aunque se pierda, hay que darla para que otros den nuevas batallas en el mañana, hay que darla por el corazón de la raza madre, por Don José, por el agua de los ríos, el color de las flores y el aleteo de los pájaros, hay que darla porque no se puede seguir escapando…

    Meses atrás cuando los cobardes de Frutos Rivera y su hermano Bernabé emboscaron y mataron mujeres, hombres y niños Charrúas, o los pasearon amarrados por Montevideo antes de darlos como esclavos, o los enviaron a Francia para mostrarlos como bichos raros; el cacique Sempé y un puñadito de rebeldes se escaparon de la humillación. Y anduvieron escapados por los campos extranjeros del Uruguay –un país que lo dicen independiente–, robando vacas para sobrevivir, escondiéndose de Bernabé y su ejército que los persigue… Pero se terminó el tiempo, y en el norteño potrero del Yacaré, un rinconcito perdido cercano al río Arapey, fue el encuentro. Los guerreros, cansados ellos y sus caballos pero viendo que los soldados no son muchos deciden dejar de escapar, deciden dejar de morir… deciden vivir… y atacan al grupo del hermano del primer traidor colorado a boleadora limpia. Ahí nomás Bernabé conoce la muerte junto a dos oficiales y nueve soldados… ahí nomás besa el piso de la que nunca fue su patria, ahí paga parte de la matanza de Salsipuedes.

    Sempé y sus guerreros caerían después, pero antes se transformaron en victoria, antes fueron héroes de la última jornada… que no fue la última… La que reafirmó el espíritu y dio vida a la garra para caminar futuros, la que despertó los pájaros de su canto triste para sonreír los campos, la que rescató la sangre… La que iluminó la vida y parió mil sueños para despertar la estrella…

  13. SEMPE

    1872. Se despidió de su mujer con el rostro sereno y la mirada tranquila. Miró hacia las montañas y luego salió al camino. Es integrante de la familia de los Shiris Puruhuaes. Hijo de las cimas heladas, amigo del hablar poco, compañero del silencio de las montañas… Hacia él se había dirigido la gente de Cacha el 18 de diciembre cuando lo nombró jefe de la sublevación. Aunque en principio creyó muy prematura esa investidura, su valentía y el mandato de la comunidad lo llevó a ponerse al frente del pueblo.

    Había visto de niño como maltrataban a su padre en la hacienda Tungurahuilla, donde el dueño daba latigazos a los empleados. Conocía el sufrimiento de su pueblo: humillado por el diezmo y obligado por el gobierno a trabajar dos días sin remuneración…

    De no cumplir el castigo era la prisión. Aquella tarde cuando llegó el diezmero lo bajaron de la mula a golpes, lo ataron a un poste y lo atormentaron, luego fue arrastrado por la mula humedeciendo el suelo con su sangre. Era el odio de siglos desenfrenado en aquel instante. "Un escarmiento para los blancos", decían. El por entonces presidente del Ecuador, doctor García Moreno, amigo del orden y el patíbulo defendió airadamente la represión total. "No vacilaré en pasar por las armas a los sempiternos enemigos del orden. Mandaré pasar por las armas a todos los que favorezcan de cualquier modo a los enemigos y los ejecutaré religiosamente". Así dijo y así fue…

    Las bocinas llamaron a los indios de los diversos rincones para que se sumaran al alzamiento. Las fogatas se multiplicaron para comunicarse con todos los ayllus del Chimborazo. Por todos los caminos fueron llegando los indígenas y pronto fueron dos mil. La luna, roja de ponchos, miraba el acontecer. La brisa caminaba rápida refrescando la montaña. En la plazuela de la Virgen del Rosario en Cacha, Fernando Daquilema fue proclamado rey.

    El pueblo tomó el manto escarlata y la corona de metal amarillo de la imagen de San José y se la otorgó al nuevo jefe. Uno de los indios, Juan Manzano, se acercó y entregó un látigo con madera de chonta, donde se advertían los anillos de Rumiñahui, vara de la justicia. El nuevo rey de Cacha nombró a José Morocho gran jefe del ejército rebelde y le encargó formar una caballería de por lo menos 300 nombres, luego envió embajadores a las distintas comunidades para comunicar su nominación, exigiendo obediencia y pidiendo que se sumaran al alzamiento colectivo.

    Una choza ubicada en la cima –amoblada con un sillón y una mesa expropiados de la iglesia–, desde donde se miraban todos los rincones, fue la casa del gobierno provisorio. La noche fue agitada preparando la lucha. El martes 19 los rebeldes atacaron la parroquia de Yaruquí, los soldados que habían llegado desde Riobamba repelieron el ataque. Daquilema mandó la retirada para reacomodarse y luego volver. Después de la victoria atacaron Sicalpa, donde el primero en ser atravesado por una lanza fue el jefe del ejército gubernamental. Sicalpa fue tomada… Después caerá Punín y se destacará en la lucha la guerrera Manuela León.

    De a poco comenzaron a llegar contingentes gubernamentales de Riobamba y Ambato… Cuando los indios caminaban venciendo vino la superstición y el miedo. Los blancos, que rogaban insistentemente a los santos, lograrán hacer creer a los alzados que llegarían escuadrones desde el cielo, comandados por San Sebastián. Los indios se asustan, muchos guerreros están muriendo y piensan que ya no vencerán. Hasta el día de la navidad el gobierno de García Moreno es jaqueado… el 27 los indígenas se rinden.

    Después vendrán las condenas. El 8 de enero, ante más de 200 indios, obligados a mirar la ceremonia preparada, Manuela León y Juan Manzano serán fusilados. Después, Daquilema camina hacia la prisión de Riobamba, marcha hacia un juicio espectacular, va hacia la condena de muerte por ser "principal cabecilla en el motín que tuvo lugar en la parroquia de Yaruquíes…", y sigue hacia el 8 de abril… hacia un madero donde ser atado para que truenen los fusiles.

    Los ojos de los indios verán nubes oscuras caminar el Chimborazo. Les llorará el alma de la vida ante la sombra que cae… pero no desanimarán. Desde aquel caminar de Daquilema hacia el otro mundo, los levantamientos se repetirán buscando un país plurinacional…

  14. FERNANDO DAQUILEMA
  15. Fuentes Consultadas

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(*) Primera edición, Ediciones Abya Yala, 1992 // Segunda edición, Ediciones Abya Yala, 1997 // Tercera edición, Ediciones Abya Yala, 2000 // Cuarta edición, Quincenario Tintají, 2004

Kintto Lucas **

** Kintto Lucas. Escritor y periodista nacido en Salto (Uruguay). Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí 1990. Pluma de la Dignidad 2004 otorgado por la Unión Nacional de Periodistas de Ecuador. En Uruguay fue miembro del Consejo Editorial del Semanario Mate Amargo. Desde 1992 vive en Quito donde ha sido Editor Cultural y Editorialista del diario Hoy y Editor de la Revista Chasqui, además de columnista de los diarios El Comercio de Quito y Expreso de Guayaquil. Actualmente es corresponsal de la Agencia de Noticias Inter Press Service (IPS) y Director del Quincenario Tintají de Quito. Algunos de sus libros son: La rebelión de los indios, traducido al inglés con el título We Will Not Dance on Our Grandparent's Tombs. Indigenous uprisings in Ecuador; Rebeliones indígenas y negras en América Latina; Mujeres del siglo XX, Apuntes sobre fútbol, Plan Colombia. La paz armada y El movimiento indígena y las acrobacias del coronel.

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