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Corrupción en la administración de justicia: ética y moral (página 2)


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No habrá progreso en la vida espiritual mientras no amemos al prójimo y a nosotros mismos. La característica fundamental de la familia debe estar basada en virtudes y valores como la responsabilidad, amor, dialogo, sinceridad, respeto, solidaridad, trabajo, entre otros.

No olvidemos, que en manos de los padres de familia, está la posibilidad de que nuestro país cuente con ciudadanos que contribuyan con su buena marcha sin contravenir las normas y las leyes, como hasta hace, fuimos testigos de uno de los gobiernos más corruptos de la historia del Perú (1990-2000).

Si bien es cierto que el hogar es la Primera. Escuela, no debemos dejar de lado al colegio, el Maestro, institución acertadamente denominada "el segundo hogar para los niños y adolescentes que asisten a sus clases".

  • c) El Colegio.

EL Colegio, cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistada por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara para la vida profesional, fomenta el trato amistosos entre los o alumnos de diversa índole y condición contribuyendo a la mutua comprensión; además, se constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar juntamente las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica, religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana.

Al igual que los padres, los profesores deben no solo educar impartiendo sus clases sino también sus acciones ejemplares donde demostraran el respeto y consideración hacia sus discípulos, preocupándose de su educación integral, tanto en conocimientos como en valores y virtudes.

El maestro deberá erigirse en el segundo pilar –el primero son los padres–, donde se sustentaran las acciones de los futuros hombres y mujeres que engrandecerán nuestra patria.

Básicamente, el colegio no solo será fuente de conocimiento sino también de sentimientos positivos, para enfrentar a este mundo "globalizado" en que la feroz competencia ha hecho que los valores y virtudes humanas hayan ido decayendo a una velocidad vertiginosa.

  • 8. La Virtud.

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Fuerza, vigor o valor, integridad de ánimo y bondad de vida, habito y disposición del alma para las acciones conformes a ley moral (moral ética). Hábito de obrar bien, independientemente de los preceptos de la ley, por la sola bondad de la operación y de conformidad con la razón natural.

  • 9. Las 4 Virtudes cardinales.

Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental, las demás se agrupan en torno de ellas. La "prudencia", la "justicia", la "fortaleza" y la "templanza". Las virtudes son el fruto de nuestros esfuerzos, pues nos forjan la templanza y la prudencia para aplicar con fortaleza la justicia.

  • a) La Prudencia.

Es la virtud que dispone la razón práctica a discernir y distinguir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo .Buen juicio para huir del mal y evitarlo El hombre cauto medita sus pasos" la prudencia es la regla recta (medida) de la acción, escribe Santo Tomas, siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con timidez o el temor, ni con el doblez o la disimulación. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

b) La Justicia.

Es la virtud que consiste en la constante y firme voluntad de dar al prójimo lo que es debido. Virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece y corresponde La justicia dispone respetar los derechos de cada uno y establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las virtudes y valores, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo.

c) La Fortaleza.

Es la virtud que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, huir de la temeridad, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrifico de la propia vida por defender una causa justa.

  • d) La Templanza.

La templanza es la virtud cardinal que recomienda moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. En un sentido más amplio, los académicos la definen como sinónimo de "moderación, sobriedad y continencia".

10. Los Valores Morales.

Los valores morales se arraigan en las virtudes espirituales que adaptan las facultades del hombre a la participación de su naturaleza interior y exterior. Son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón (conciencia) y la fe.

Las virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con el esfuerzo perseverante, se agrupan en torno a las 4 virtudes cardinales: Prudencia, Fortaleza, Templanza y Justicia.

Los valores Morales son, la "Amistad", "Autodominio", "Bondad", "Compasión", "Comprensión", "Decencia", "Generosidad", "Gratitud", "Honestidad", "Laboriosidad", "Lealtad", "Magnanimidad", "Obediencia", "Optimismo", "Orden", "Paciencia", "Patriotismo", "Perdón", "Perseverancia"; "Pulcritud", "Respeto"; "Responsabilidad", "Sencillez", "Sinceridad", "Sobriedad", "Solidaridad", "Superación", "Tolerancia" y "Valentía". La Verdad.

a) La Amistad.

Es un valor universal. Está claro que difícilmente podemos sobrevivir en la soledad y el aislamiento. Necesitamos a alguien en quien confiar, a quien llamar cuando las cosas se ponen difíciles, y también con quien compartir, convicciones políticas, religiosas, sentimientos, gustos, aficiones, opiniones, ideas, creencias. La vida pone a prueba la generosidad, la lealtad, el agradecimiento. La amistad es el regalo más bonito y costoso jamás confiado al ser humano. La amistad es libre, es libre, espontánea y no obligada. La amistad es llevada con simpatía, consideración y bondad.

b) Autodominio.

Es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.

El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.

El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles. En la familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas. No se trata de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño.

En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crítica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.

La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegría autentica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos, además, tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir por sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.

c) Bondad.

La bondad no es debilidad, ni el bueno del que todos se aprovechan, bondad es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre. La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de sentir de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones.

Ser bondadoso no es ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que está bien o mal en las actitudes y palabras de quienes nos rodean. Por el contrario, el bondadoso sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan, por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.

El valor de la bondad perfecciona a la persona que lo posee porque sus palabras están cargadas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; sabe dar y darse sin temor a verse defraudado; y, sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.

d) Compasión.

Compadecerse es una forma de compartir y participar de los tropiezos materiales, personales y espirituales que aquejan a los demás, con el interés y la decisión de emprender acciones que les faciliten y ayuden a superar las condiciones adversas.

Diariamente ocurren todo género de desgracias: las fuerzas naturales, la violencia entre los hombres y los accidentes. Ante todo, debe quedar claro que tener compasión y sentir lastima no es lo mismo. Por otra parte, pasa el tiempo y vemos con asombro la indiferencia que poco a poco envuelve a los seres humanos, los contratiempos ajenos parecen distantes, y mientras no seamos los afectados todo parece marchar bien. Este desinterés por los demás se solidifica y nos hace indolentes, egoístas y centrados en propio bienestar.

Con el valor de la compasión se reafirman y perfeccionan otros valores:

Generosidad y Servicio por poner a disposición de los demás el tiempo y recursos personales: Sencillez, porque no se hace distinción entre las personas por su condición, Solidaridad, por tomar en sus manos los problemas ajenos haciéndolos propios; Comprensión, porque al ponerse en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda desinteresada.

e) Comprensión.

El comprender es escuchar y compartir sentimientos e ideas en un momento determinado. Cuando nos sentimos comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. Pero, ¿somos capaces de comprender a los demás?

La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos de otro. Es entender los motivos y circunstancias, es saber que pasa, es poner de nosotros mismos. La comprensión debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos.

La comprensión se vive cada día en cada momento de nuestra vida, con todas las personas, en los detalles más pequeños y en apariencia insignificantes, es el acto de generosidad, aprendemos s disculpar, a tener confianza en los demás. Comprensión es aprender a comunicarse.

f) Decencia.

Decencia o Pudor, es el valor que nos hace conscientes de la propia dignidad, por él se guardan los sentidos, la imaginación y el propio cuerpo, de exponerlos a la morbosidad y al uso indebido de la sexualidad. En la decencia hay responsabilidad, hay fidelidad, respeto.

Cuando una persona deja de vivir este valor, su personalidad sufre una transformación poco agradable: muchas de sus conversaciones hacen referencia al tema sexual; continuamente busca algo que estimule su imaginación y sentidos.

La falta de decencia es búsqueda de placer, infidelidad, divorcios, madres solteras, orfandad, irresponsabilidad, pornografía, violaciones al honor, etc. Sin normas morales.

g) Generosidad.

Es entregar al que necesita, en sus necesidades, es la caridad, es escuchar al amigo en sus venturas y desventuras, es llevar un vaso al sediento, es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera. No hacia adentro.

Dar sin esperar nada a cambio, ofrecer y entregar la vida, volcarse a los demás, ayudar a los que nos necesitan, dar consuelo a los que sufren, es puerta de la amistad, el cimiento del amor, la estrella de la sociedad. Todos somos importantes.

h) Gratitud.

Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros. La gratitud no es devolver el favor, el agradecimiento es reconocer la generosidad ajena, no es el pago de la deuda.

La persona agradecida busca tener otras atenciones con las personas, no pensando en pagar por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo. Las muestras de afecto son una forma visible de agradecimiento; la gratitud nace por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido.

Nuestro agradecimiento debe surgir de un corazón grande. La persona que más sirve es la que sabe ser más agradecida.

i) Honestidad.

La honestidad es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y la conducta que se observa hacia el prójimo, que junto a la justicia, exige en dar a cada quien lo que le es debido. Podemos ver como actitudes deshonestas la hipocresía, aparentando una personalidad que no se tiene para ganarse la estimación de los demás: (demagogia, hablar a favor actuar en contra); el mentir continuamente; el simular trabajar o estudiar para no recibir una llamada de atención de los padres; el no guardar en confidencia algún asunto del que hemos hecho la promesa de no revelarlo (secreto profesional); no cumpliendo la palabra dada, el compromiso hecho y siendo infieles.

Faltar a la honestidad nos lleva a romper los lazos de amistad, establecidos en el trabajo, la familia y en el ambiente social en el que nos desenvolvemos; pensemos que de esta manera la convivencia se hace prácticamente imposible, pues esta no se da, si las personas somos incapaces de confiar unos en otros. Para ser honesto hace falta ser sinceros en todo lo que decimos; fieles a las promesas hechas. Los politiqueros son demagogos, los políticos cumplen sus promesas. Todos esperan de nosotros un comportamiento serio. Correcto, justo, desinteresado, con espíritu de servicio, pues saben que siempre damos un poco más de lo esperado.

Los administradores de justicia, sean los jueces o gobernantes debemos empezar por enfrentar con valor nuestros defectos y buscar la manera más eficaz de superarlos, con acciones que nos lleven a mejorar todo aquello que afecta a nuestra persona y, como consecuencia, a nuestros semejantes, rectificándose cada vez que nos equivocamos. La práctica de la honestidad no es fácil, pero más difícil es ir por la vida arrastrando las consecuencias de nuestra falta de honestidad.

j) Laboriosidad.

La laboriosidad significa hacer con cuidado y esmero las tareas, labores y deberes que son propios de nuestras circunstancias. El estudiante va a la escuela, el ama de casa se preocupa por los miles de detalles que implican que un hogar sea acogedor, los profesionales dirigen su actividad a los servicios que prestan. Laboriosidad no es cumplir nuestro trabajo implica ayudar a quienes nos rodean en la escuela, universidad, trabajo, incluso durante nuestro tiempo de descanso; los padres deben velar por el bienestar de toda la familia y el cuidado material de sus bienes; (en los sectores más necesitados) los hijos, además del estudio, proporcionan ayuda en los quehaceres domésticos.

Para ser laborioso se necesita estar activo, hacer cosas que traigan un beneficio a nuestra persona, o mejor aún, a quienes nos rodean: dedicar tiempo a la buena lectura, pintar, hacer pequeños arreglos en casa, ayudar a los hijos con sus deberes y tareas.

La vida se construye con pequeñas decisiones, donde todas y cada una cuentan, aun las más pequeñas…mañana será el resultado de sus actitudes y elecciones hechas hoy.

k) Lealtad.

Todos esperamos la lealtad de los demás. A nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo hablo mal de nosotros, la lealtad es un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso. Es un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso, el concepto de la lealtad se da en temas como la defensa patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando algo o alguien nos han dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.

La lealtad es un valor, pues quien es traidor se viuda solo. Debemos ser leales manteniendo nuestros principios con quien nos ha ayudado, sean amistades que nos defienden, país que nos acoge como patria, una empresa que nos da trabajo. La lealtad es defender a quien nos ha ayudado. Lealtad es un compromiso en los buenos y malos tiempos. La lealtad al prójimo es demostración de nuestro humanismo de ser mejores humanos.

l) Magnanimidad (Mahatma).

El valor de la magnanimidad es poco conocido, poco entendido y su definición formal tampoco nos lleva demasiado lejos. Todas las definiciones nos hablan de ánimo grande o espíritu grande (gran alma). Nos quedan más claros los conceptos contrarios de la magnanimidad: mezquindad, tacañería, pusilanimidad. La magnanimidad (Mahatma, título religioso que se otorga en la India a personajes ilustres, como el caso de "Gandhi"), es una disposición a dar más de lo que se considera normal, de entregarse hasta las últimas consecuencias, de emprender sin miedo, de avanzar pese a cualquier adversidad. El ánimo grande, la magnanimidad, es el valor que convierte a un simple ser humano en un héroe.

No debemos confundir una grandeza de ánimo con una motivación extraordinaria e impulsiva para realizar algo, los valores se practican independientemente del buen humor y entusiasmo con que recibimos el día y de la simpatía que tengamos por las personas.

Un ánimo grande aleja de si toda envidia y resentimiento, supera el temor a ser criticado por hacer algo que considera bueno, tiene la capacidad de afrontar grandes retos con paciencia y perseverancia, y sobre todo alegría y los buenos modales son rasgos característicos de su personalidad.

Sería absurdo pensar que este valor excluye otras realidades de nuestra vida, que también son empresas y retos a alcanzar, como perfeccionar y acrecentar nuestros conocimientos, aspirar a un mejor puesto laboral y alcanzar una posición económica desahogada. ¿Es que estas aspiraciones van en contra de la magnanimidad? No, se desvirtúan por la intención con que se realizan. Todo aquello a lo que aspiramos, dinero, conocimientos, posición, influencia, debe tener como finalidad un servicio para el prójimo.

La magnanimidad es un excelente medio para robustecer nuestra comprensión, el espíritu de servicio, la generosidad, el perdón y el optimismo. Todas nuestras acciones se ennoblecen cuando están al servicio de los demás: el consejo, la ayuda, la compañía y hasta el mismo trabajo, son los medios ordinarios que tenemos al alcance para hacer de nuestras labores y aspiraciones algo grande, algo fuera de lo común, algo que pocos están decididos a hacer. Hay que tener la fuerza de la voluntad para acrecentar los conocimientos y descubrir en el saber, los errores insospechados, pues es grande el arte y en él puede penetrar más y más el espíritu del hombre.

ll) Obediencia.

Una de las cosas que más trabajo no cuesta es someter nuestra voluntad a la orden de otra persona. Vivimos en una época donde se rechaza cualquier forma de autoridad, así como las reglas o normas que todos debemos cumplir. La soberbia y el egoísmo nos hacen sentir autosuficientes, superiores, sin rendir nuestro juicio y voluntad ante otros, pretextando la defensa de nuestra libertad.

Debemos evitar caer en el error de sentir que obedeciendo nos convertimos en seres inferiores y sumisos, caracterizados por una libertad mutilada. Por el contrario, la obediencia nos lleva a practicar una libertad más plena, porque echamos por la borda el pesado lastre de la soberbia y la comodidad.

Debe quedar claro, la obediencia no hace distinciones de personas y situaciones; para que sea realmente un valor, debe ir acompañada de nuestra voluntad de hacer las cosas, agregando nuestro ingenio y capacidad para obtener un resultado igual o mejor de lo esperado. Por tanto, el obedecer es un acto consciente, producto del razonamiento, discriminado todo sentimiento opuesto hacia las personas o actividades.

La obediencia nos hace sencillos porque nos enfocamos en la tarea a realizar y no en criticar subjetivamente a las personas; generosos por la disponibilidad de tiempo, el interés y entusiasmo que ponemos al servicio de los demás, generando confianza al actuar responsablemente podemos ver que la obediencia es una actitud responsable de colaboración y participación, dejando atrás el hacer para cumplir, porque eso lo hace cualquiera. Poner lo que está de nuestra parte es lo que hace de la obediencia un valor, no solo importante, sino necesario para las buenas relaciones, la convivencia y el trabajo productivo. Al enfrentar la disyuntiva de obedecer o no una orden, caemos en crisis de conciencia que solo el análisis y el buen juicio nos ayudaran a superar.

m) Optimismo.

El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir. La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo– radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desanimo. El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades; la diferencia es mínima, pero tan significativa que nos invita a cambiar de una vez por todas nuestras actitudes.

Alcanzar el éxito no siempre es la consecuencia lógica del optimismo, por mucho esfuerzo, empeño y sacrificio que pongamos, algunas veces las cosas no resultan como deseábamos. El optimismo es una actitud permanente de recomenzar, de volver al análisis y al estudio de las situaciones para comprender mejor la naturaleza de las fallas, errores y contratiempos, solo así estaremos en condiciones de superarnos y de lograr nuestras metas. Si las cosas no fallaran o nunca nos equivocáramos, no haría falta ser optimista.

Cualquiera que ha sido campeón de ajedrez u otra disciplina, llego a colocarse en la cima por su esfuerzo, perseverancia y sacrificio, pero pocas veces, o mejor dicho nunca, se alude a su optimismo, a esa entrega apasionada por alcanzar su fin, conservando la confianza en sí mismo y en las personas que colaboraron para su realización. El optimismo refuerza y alienta a la perseverancia.

No es más optimista el que menos ha fracasado, sino quien ha sabido encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo su voluntad y empeño; y en los errores y equivocaciones una experiencia positiva de aprendizaje.

n) Orden.

El orden externo de la persona, de su espacio de trabajo, de su casa o incluso de su automóvil, son muy importantes, es cierto, pero lo más importante es el orden interior y es el que más impacta en la vida. Sin duda, todos conocemos a gente desordenada que olvida pagar sus cuentas, o que no sabe colocar sus prioridades adecuadamente en la vida y que termina generando un desastre en su propia vida y en la de los demás.

Adquirir el valor del orden va mucho más allá que acomodar cosas y objetos, es poner todas las cosas de nuestra vida en su lugar. El orden interior se refleja en todas las cosas. Si recreamos nuestra imaginación en fraguar proyectos un tanto inalcanzables, nos entrenemos en pensar que haremos el próximo fin de semana, o en los nuevos accesorios para nuestro automóvil, difícilmente nos concentraremos en las cosas importantes que debemos hacer y perdemos un tiempo valioso. En este ambiente ficticio esta la pereza, no nos extrañe que nos cueste mucho trabajo recoger las cosas o terminar a tiempo cualquier actividad.

La falta de orden se presenta muchas veces con el activismo: dar la apariencia de hacer sin hacer. Algunas personas no tienen el interés o la conciencia de la importancia de este valor porque todo lo tienen resuelto, tienen a su alrededor personas (en la casa, la oficina, el colegio, la universidad, etc.) que se ocupan de la limpieza y disposición de las cosas para crear un ambiente agradable. Esta comodidad en nada favorece a quienes cuentan con este servicio.

Por el contrario, toda persona que vive el orden en extremo (más que meticuloso, un perfeccionista molesto) dificulta la convivencia y manifiesta poca comprensión hacia las personas, yeso aniquila su actitud de intención en este valor, suplantándolo por la soberbia y la intolerancia. El orden debe tener un equilibrio.

Es tan importante en todos los aspectos de la vida el valor del orden que vale la pena el esfuerzo por cultivarlo: formalidad, eficacia, pulcritud, cuidado. El valor del orden puede cambiar significativamente nuestras vidas, pero aún más importante, la vida de quienes nos rodean.

o) Paciencia.

La paciencia es el valor que hace a las personas tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza, sin lamentarse; moderando sus palabras y su conducta para actuar de manera acorde a cada situación. Uno de los grandes obstáculos que impiden el desarrollo de la paciencia es, curiosamente, la impaciencia de esperar resultados a corto plazo, sin detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito, el tiempo y esfuerzo requeridos para alcanzar el fin.

La persona que vive el valor de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conversando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias, generando paz y armonía a su alrededor.

p) Patriotismo.

Es le valor que procura cultivar el respeto y amor que debemos al Perú, mediante nuestro trabajo honesto y la contribución personal al bienestar común. El verdadero patriotismo se vive en un sentimiento permanente y conmemorativo en fiestas patrias.

La conciencia parece despertarse cuando aparecen los desastres, conflictos y sucesos extraordinarios resaltando la solidaridad y el patriotismo, debemos tener capacidad de entrega y trabajo gustoso por los demás.

Debemos asumir que el desarrollo y construcción de un país que logra con el esfuerzo y trabajo personal sumado al de todos los compatriotas.

El patriotismo se manifiesta por los valores que transmitimos como ciudadanos conscientes: trabajo, conducta, modales, respeto a las normas y costumbres, pero podemos suponer que de poco sirve tener una actitud recta cuando se transige con la trampa, el abuso y propone los medios para poder solucionarnos, pues no es correcto contemplar como el país se hunde cada día más sin que hagamos algo al respecto.

q) Perdón.

En los momentos en que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándose a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión.

Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino, por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras. Nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio. El perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Una sociedad, una familia o un individúo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta. Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

r) Perseverancia.

La perseverancia es hermana de la fortaleza. Con frecuencia en muchos aspectos de la vida, existe una verdadera lucha. Desde la escuela, el aguantar a un jefe lleno de defectos, tener una novia o un novio que hace cosas que nos desagradan, tener un marido o una esposa que hace cosas que nos desagradan, tener un marido o una esposa que a veces nos rompe los nervios y muchos otros momentos de la vida son difíciles. Desde pequeñas crisis hasta grandes huracanes, la vida nos depara un hecho innegable; la vida es hermosa, pero no necesariamente sencilla.

Si somos como un barquito de papel, la menor llovizna nos hunde irremediablemente. Hace falta la fortaleza. La perseverancia es un esfuerzo continuado. Es un valor fundamental en la vida para obtener un resultado concreto. El combustible para que la perseverancia pueda moverse largamente es el de la visión de largo plazo y la profundidad. La perseverancia requiere sentido común. A cambio de contar con el valor de la perseverancia obtendremos el gozo de luchar por lo que queremos. Tal vez no lo logremos de inmediato, incluso tal vez no logremos algo en el final, sin embargo es importante disfrutar el camino. La perseverancia brinda estabilidad, confianza y es un signo de madurez.

A veces nos olvidamos de la sabiduría popular, pero no sería mala idea reflexionar solo un momento sobre el viejo refrán: "El que persevera alcanza". No dejarse vencer ante las dificultades y caídas.

s) Pulcritud.

El valor de la pulcritud es la práctica vital de la limpieza, con la práctica diaria mostrando nuestra personalidad y costumbre a través de nuestro arreglo personal el esmero para trabajar el cuidado para utilizar las cosas y en general, en la limpieza que procuramos mantener en nuestra vivienda y lugar de trabajo.

En algunos momentos de nuestra vida nos preocupamos en dejar una buena impresión entre las personas: elegimos con cuidado nuestro atuendo, peinamos nuestro cabello al detalle, acomodamos al interior de nuestro portafolio, y esto lo hacemos cuando vamos a solicitar un empleo, asistir a una reunión de negocios o cualquier otro acontecimiento que consideramos importante para nuestra vida.

Desafortunadamente, muchas veces esa impresión positiva dura poco tiempo, pasan los días y comienza a notarse cierto descuido en nuestra forma de vestir.

Orden, disciplina, perseverancia y congruencia, son valores que se complementan con el ejercicio de la pulcritud, por que dejamos de presentar una personalidad ficticia y de apariencias, para convertirlo en un modo de vida que demuestre educación, y buenos modales. El vivir el valor de la pulcritud nos abre las puertas, nos permite ser más ser ordenados y brinda en quienes nos rodean una sensación de bienestar, pero sobre todo de buen ejemplo.

t) Respeto.

Hablar de respeto es hablar de los demás es establecer hasta donde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer y donde comienzan las posibilidades de los demás.

El respeto es la base de toda convivencia en sociedad. Las leyes y reglamentos establecen las reglas básicas de la que debemos respetar el respeto no es sólo hacia las leyes o la actuación de las personas. También tiene que ver con la autoridad, como sucede con los hijos y sus padres, o los alumnos con sus maestros. El respeto es también una forma de reconocimiento de aprecio y de valoración de las cualidades de los demás, ya sean por su conocimiento, experiencia o valor como persona.

El respeto también tiene que ver con las creencias religiosas dada la formación religiosa, ideológica o política, es tan íntima la convicción religiosa que es una de las fuentes más comunes en la historia de la humanidad.

Aquí viene entonces el concepto de pluralidad es decir, de las diferencias de ideas y posturas respecto de algún tema, o de la vida misma. Sin embargo, cuando la pluralidad entra en el terreno de las convicciones políticas, sociales y religiosas las cosas se ponen más difíciles. Así es como llegamos al concepto de intolerancia, es decir, el no tolerar. Fácilmente, ante alguien que no piensa, no actúa, no vive o no cree como nosotros, podemos adoptar una actitud agresiva. Esta actitud, cuando es tomada en contra de nuestras ideas, se percibe como un atropello a uno de nuestros valores fundamentales: la libertad. La intolerancia puede ser tan opresiva, que hace prácticamente imposible la convivencia humana. El respeto parte, de no hacer a otro lo que no queremos que nos hagan a nosotros mismos.

u) Responsabilidad.

La responsabilidad (o la irresponsabilidad, antónimo de responsabilidad) es fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su faceta negativa: la vemos en el trabajador que no hizo correctamente su trabajo; que no cumplió, que no realizo lo que prometió. Plantearse que es la responsabilidad, parte de que es cumplir con nuestro deber, la responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal, de cumplir con lo que se ha comprometido. La responsabilidad tiene un efecto directo en otro concepto fundamental: la confianza; confiamos en aquellas personas que son responsables. Ponemos nuestra fe y lealtad en aquellos que de manera estable cumplen lo que han prometido.

La responsabilidad es un signo de madurez, pues el cumplir una obligación de cualquier tipo no es generalmente algo agradable, pues implica esfuerzo ¿Por qué es un valor la responsabilidad? Porque gracias a ella podemos convivir pacíficamente en sociedad, ya sea en el plano familiar, amistoso, profesional o personal.

La responsabilidad debe ser algo estable. Todos podemos caer fácilmente alguna vez en la irresponsabilidad. Empero, no todos toleraremos la irresponsabilidad de alguien durante mucho tiempo. La confianza en una persona en cualquier tipo de relación (laboral, familiar o amistosa) es fundamental, pues es una correspondencia de deberes.

La responsabilidad es un valor, porque gracias a ella podemos convivir en sociedad de una manera pacífica y equitativa. La responsabilidad, en su nivel más elemental, es cumplir con lo que se comprometido, o la ley hará que se cumpla. Pero hay una responsabilidad mucho más sutil (y difícil de vivir), que es la del plano moral.

Ser responsable es asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Ser responsable también es tratar de que todos nuestros actos sean realizados de acuerdo con una noción de justicia y de cumplimiento del deber en todos los sentidos. Debemos actuar con responsabilidad y consecuencia ante cualquier circunstancia de la vida.

v) Sencillez.

Probablemente no hay nada más chocante que una personalidad "inflada" o quienes se vanaglorian constantemente de sus propios logros, cualidades y posibilidades. Una personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su fortaleza interior y su encanto son mucho más profundos y perdurables.

La personalidad sencilla es única, recia, sin adornos ni artificios, no le hace falta mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades, porque son evidentes y naturales. La sencillez nos enseña a saber quiénes somos y lo que podemos.

La persona humana está dotada de inteligencia, cualidades y habilidades. Pero, ¿Para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia? ¿De qué sirve estarme comparando constantemente con los demás? El progreso interno, donde nosotros crecemos, es en verdad lo importante. No debemos centrar nuestra vida en querer impresionar a los demás.

La persona sencilla no se exalta ni menosprecia, aprecia a las personas por lo que son, lo cual permite un dialogo amable y una amistad sincera. Todos sus bienes y posesiones están a disposición de los demás.

El valor de la sencillez nos ayuda a superar el deseo desmedido por sobresalir, sentirnos distinguidos y admirados solo por la apariencia externa. Nuestro interior, nuestro corazón, es lo que verdaderamente cuenta. Una persona sencilla gana, más corazones. La sencillez y la humildad brillan con luz propia cuando son auténticas, no importa la apariencia y el esplendor.

w) Sobriedad.

El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor ya manejar adecuadamente nuestros apetitos, estableciendo en todo momento un límite entre lo razonable y lo inmoderado.

El problema en una sociedad consumista no es la comercialización de los productos, sino la forma en que nos vemos afectados por la publicidad y la propaganda consumista, el adquirir un producto innecesario para nuestro organismo nos convierte en seres dependientes del sistema consumista. Y damos por cierto que la felicidad está en nuestra vanidad consumista, en nuestras satisfacciones, ahí estamos bajo la influencia de agentes externos. La sobriedad nos ayuda a saber comprar solo lo verdaderamente necesario, indispensable y de utilidad; por el contrario, aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar de lado las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar.

También debemos ser sobrios en nuestra forma de vestir (vestimenta estrafalaria, donde se pierde la elegancia), de hablar, (gusto de sentirse escuchados) de comportarnos (sin caprichos, sin ser dominados para no vivir bajo su dependencia). Hay que fortalecer nuestra voluntad y desarrollemos este valor necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera personalidad.

x) Solidaridad.

Pensamos en la solidaridad como una actitud que debemos asumir en emergencias y desastres, sin embargo, la solidaridad es local, nacional, internacional una característica de la sociabilidad que inclina al hombre a sentirse unido a sus semejantes y a cooperar con ellos. No podemos reducir el concepto de solidaridad a un simple servicio extraordinario.

La solidaridad es la ayuda mutua que debe existir entre las personas, no porque se les conozca o sean nuestros amigos, simplemente porque todos tenemos el deber de ayudar al prójimo y el derecho a recibir la ayuda de nuestros semejantes. Que agradable es el momento en que un desconocido se ofrece a ayudarnos, es la voluntad de servir a los demás desinteresadamente y fraternalmente.

Debemos descubrir y comprender que en cada lugar de trabajo y de convivencia todos aportan y enseñan, debemos aprender a interesarnos por el bienestar de todos, y que estamos en condiciones de ayudarles y prestarles un mejor servicio.

Si queremos que la educación mejore debemos decidirnos a tomar el problema en nuestras manos, no esperemos que las cosas cambien por si mismas. Debemos encontrar las personas solidarias que coincidan con nuestros objetivos.

Generalmente, el bien común va planteando nuevas necesidades, consecuentemente la labor no termina, pero se crea un ciclo en el cual se va haciendo más efectiva la ayuda y participación de todos. En resumidas cuentas, para vivir la solidaridad se requiere pensar en los demás como si fuera otro yo, pues no vivimos aislados y nuestros conciudadanos esperan que alguien se preocupe por el bienestar y seguridad de todos, tal vez de alguien como nosotros, como líderes emprendedores. En las circunstancias más adversas, la naturaleza humana se impone y surgen las grandes manifestaciones solidarias.

y) Superación.

La superación es el valor que motiva a la persona a perfeccionarse a sí misma, en lo humano, espiritual, profesional y económico, venciendo los obstáculos y dificultades que se presenten, desarrollando la capacidad de hacer mayores esfuerzos para lograr cada objetivo que se proponga. Si la superación es un deseo innato de los seres humanos, ¿Por qué en ocasiones nos detenemos? El principal obstáculo es nuestra persona, con temores encubiertos de excusas, con la vana esperanza de una oportunidad "de oro" o el momento adecuado para cambiar de vida; la pereza y el pesimismo es parte del conformista.

Las personas que constantemente hablan de sus planes y el noble afán que tienen por darle un nuevo y mejor rumbo a su vida, sin embargo, todo se queda en las palabras y en el deseo, argumentando dificultades y contratiempos no previstos, los cuales han impedido concretar los objetivos planeados.

La superación personal se encuentra en la persona misma y no en los bienes materiales, como tampoco es exclusivo de una determinada edad; existen hoy en día jóvenes y personas mayores capaces de lograr grandes empresas, observando como sus sueños se hacen realidad y sin detenerse a considerar la falta de experiencia o el cansancio natural que traen los años. Renunciar a mejorar equivale a una vida triste, gris y con falta de aspiraciones, en una palabra conformismo.

En esta vida nada es fácil, todo lo que vale la pena requiere de perseverancia y paciencia para alcanzarlo, es entonces cuando la superación se hace sublime alejada de toda vanidad y soberbia con el gozo interior de acercarnos cada vez más a la cima de la humana perfección.

z) Valentía.

La valentía es un valor universal que nos enseña a defender aquello que vale la pena, a dominar nuestros miedos y a sobreponerlos en la diversidad. Sin la valentía, en los momentos difíciles nuestras vidas podrían irse a la deriva. Sin embargo, la fortaleza interior conducida por una conciencia recta, pueden llevarnos más lejos de lo que podríamos imaginar. Ser valiente no es sencillo. En ocasiones, la valentía significa afrontar las consecuencias de nuestros actos, los productos de nuestros errores. El niño que admite ante sus padres sus faltas, el empleado que admite no haber hecho su trabajo como era debido, el padre de familia que acepta ante sus hijos que debió haber pasado más tiempo con ellos, ejemplos de personas que han tenido la fuerza de aceptar su error y de afrontar sus consecuencias.

La vida misma no es sencilla y puede ser, en ocasiones, sorprendentemente dura: la muerte de un ser querido, una enfermedad, la ruina de un negocio son ejemplos de momentos tremendamente difíciles. La valentía es la diferencia entre hundirse o seguir nadando, seguir luchando, sin rendirse.

La valentía también tiene que ver directamente con defender lo que sabemos que es correcto. La conciencia con frecuencia nos indica que se está cometiendo una injusticia, o que se está violentando algún derecho. En esos momentos, es necesaria una posición concreta para actuar como es debido y para defender lo que está bien

Z1) Sinceridad.

La sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y su realización en las acciones. Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo.

Utilizamos las mentiras piadosas en circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasas nada: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente. Obviamente, una pequeña mentira llevara a otra más grande y así sucesivamente…Hasta que nos sorprenden.

Decir la verdad es un aparte de la sinceridad, pero también actuar conforme a la verdad es requisito indispensable.

El mostrarnos como somos en la realidad nos hace congruente entre los que decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de nuestras cualidades y limitaciones. En algún momento la sinceridad requiere valor, nunca se justificara el dejar de decir las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra persona. Si por ejemplo, es evidente que un amigo trata mal a cualquier persona todos los de su entorno familiar, amistades o de trabajo tendrán la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que incurre y el daño que provoca, no solamente a las personas, sino a la buena convivencia que debe hacer.

La persona sincera dice la verdad siempre, en todo momento, aunque le cueste, sin temor al qué dirán. Vernos sorprendidos en la mentira es más vergonzoso. Al ser sinceros aseguramos la amistad. Somos honestos con los demás y con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la veracidad que hay en nuestra conducta y nuestras palabras.

Z2) La Verdad.

Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma a mente. Conformidad de lo que se dice, con lo que se siente o se piensa. Es el Reflejo fiel, acertado, de la realidad en el pensamiento, reflejo comprobado, en última instancia, mediante el criterio de la práctica. Lo característico de la verdad es el pertenecer precisamente a los pensamientos y no a las cosas mismas ni a los recursos de su expresión por medio del lenguaje. Tenemos la Verdad objetiva, Verdad Absoluta y verdad relativa, Verdad concreta, Criterio de la verdad. La suma de las verdades relativas forma la verdad absoluta.

El término verdad se usa frecuentemente para significar el acuerdo entre una afirmación y los hechos o la realidad a la que dicha afirmación se refiere, o la fidelidad a una idea. El uso de la palabra verdad abarca también desde la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana en general, hasta el acuerdo de los conocimientos con las cosas que se afirman como realidades: los hechos o la cosa en particular; así como la relación de los hechos o las cosas en su totalidad en la constitución del Todo, el Universo.

A medida que la ciencia avanza, vamos descubriendo cada vez con mayor profundidad y plenitud las propiedades de los objetos y las relaciones entre los mismos, nos vamos acercando al conocimiento de la verdad absoluta, lo cual se confirma a través del éxito (victoria) en la aplicación de la teoría en la práctica (en la técnica, en la tecnología de la producción, etc.).

La doctrina acerca de la verdad absoluta y la relativa se concreta en la ciencia en el principio de correspondencia "toda ideología es históricamente condicionada pero es incondicional que a toda ideología científica (a diferencia de las ideologías no científicas y religiosas) corresponda una verdad objetiva, una naturaleza absoluta". V. I. Lenin. "Es así que para llegar a la verdad es necesario el conocimiento racional, sistemático, exacto verificable, por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo que, es cada vez más amplia profunda y exacta".

La verdad llega con una ideología, un cuerpo de ideas coherentes verdaderas, acerca de la realidad o de un sector de esta. Hay ideologías que se refieren a cuanto existe: son las cosmovisiones otras restringidas como el psicoanálisis que se limita a los seres humanos, otras sobre la naturaleza y las ideologías sociopolíticas que tienen una visión del mundo social.

La verdad como ningún sentimiento viene arraigando en el hombre desde hace tanto tiempo como el "miedo a las fieras", a la suya propia, "la bestia por dentro". Pues el miedo es nuestra excepción. Todos los antecedentes del hombre se me antojan "valor" y aventura y deleite de la incertidumbre, de la empresa jamás aventurada.

A los animales más salvajes y bravos les ha envidiado y arrebatado todas sus virtudes; solo así se convirtió en hombre.

Este valor, vuelto al fin sutil, clerical, espiritual; este valor humano dotado de alas de águila y sabiduría de serpiente, tengo entendido que se llama (ciencia) (verdad)*

La Búsqueda de la Verdad, en realidad no hay nada, no existe nada, salvo la verdad (para otros solo el Poder). Siendo la verdad lo que es, no puede ser jamás destruida. La verdad subsiste, aunque las gentes no crean en ella; subsiste por ella misma. La verdad no se convierte en error porque nadie la ve… todos proclaman al unísono que nada es real en este mundo salvo la verdad.

Pero, ¿Qué es la verdad? Es lo que nos dicta la voz interior, y que en todos tienen ideas diferentes y contradictorias, puesto que la mente humana trabaja por innumerables medios y no evoluciona de la misma manera en todos, se deduce que lo que es verdad para uno puede ser error para otro (verdad objetiva y subjetiva) y después de todo, ¿Quién posee la verdad absoluta? (que son la sumatoria de las verdades relativas).

En la vida corriente es solo un término relativo; lo que para mí es verdad puede no serlo para otros. La regla de oro de la conducta es la mutua aceptación, puesto que nunca compartiremos todas las mismas ideas (ideologías) y puesto que solo entreveremos la verdad fragmentariamente o desde distintos ángulos. El hombre es un ser falible. No puede estar nunca seguro de no equivocarse. Cualquier cuestión puede ser examinada desde al menos siete puntos de vista, todos exactos en sí, pero no a un tiempo ni en idénticas circunstancias. La verdadera moralidad no consiste en seguir los caminos trazados, sino en buscar la auténtica vía para uno mismo y seguirla intrépidamente.

Para llegar a la verdad y hacer justicia, "cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de actuar como si todos nuestros pensamientos, palabras y actos tuvieran una real importancia, porque, en realidad, la tienen. Nuestras vidas tienen tanto un propósito como un significado". Con orientación moral a partir de la espiritualidad y la compasión como modelos de conducta humana.

  • 10. La Ética y el Derecho.

No podemos entender el derecho sin un imperativo axiológico que oriente su creación, su desarrollo y su transformación. Pues, si el derecho fuera solamente normas y la administración de justicia se limitase a la aplicación de estas normas, tendríamos un saber pobre y pusilánime. No valdría el esfuerzo de transformación, sino bastaría saber técnicas de encasillamiento de la realidad en normas y conocer el derecho no exigiría seis años de estudio, sino seis meses para memorizar normas.

El Derecho exige un magistrado con una escala de valores que le pueda dar criterios de la naturaleza humana, de las aspiraciones e ideales sociales. Así como nuestra noción del derecho no puede desligarse de determinados valores, la administración de justicia no puede desligarse de la práctica de los mismos.

El Derecho tiene un implícito contenido de justicia, la magistratura implica ser justo. La ética es la dimensión práctica de la labor jurisdiccional.

La ética es un actuar de acuerdo a los valores imperativos del Derecho. La administración de justicia exige jueces justos y que puedan practicar los mismos valores que se exige a los usuarios de la administración de justicia.

  • 11. La Ética y Principios Generales del Derecho.

Las normas, hemos indicado antes, tienen poco sentido si es que no se orientan a la realización de valores. Los principios generales del derecho, los principios establecidos en la Constitución Política del Estado y en los Títulos Preliminares de los principales códigos de nuestro ordenamiento orientan el cómo debe entenderse las normas, cómo debe aplicarse las normas y qué es lo que se quiere al solucionar conflictos. Así la ética del magistrado se hace una labor técnica orientada a la plasmación de los valores en cada caso particular.

Los Principios Generales del Derecho pasan a ocupar un lugar importante en el actuar ético de los magistrados. Pues, implican una valoración y una filosofía específica.

Los principios son en su naturaleza –y al mismo tiempo– preceptos normativos, orientaciones de interpretación y presupuestos filosóficos; son la fuente de valores que permitirán la creación, comprensión y suplencia de las normas jurídicas.

De allí que la conducta ética del Juez además deberá plasmarse en sus resoluciones, y en los casos específicos se podrá observar la preferencia por determinados valores al momento de resolver conflictos. Así, los principios del derecho son una de las fuentes más importantes para plasmar valores y el último reducto ético ante orientación normativa impropia.

  • 12. Ética del Magistrado.

La economía de mercado nos da un margen cada vez más limitado al actuar de los jueces, entendiendo que su labor es la solucionar y componer conflictos sociales en el marco del derecho. El margen que nos da la economía es el de la eficiencia y la equidad, el ceder ante una expectativa, para conseguir otra, social y económicamente aceptable teniendo como principios orientadores los de la economía de mercado y el menor costo de riesgo.

La ética entonces deja de ser una exclusiva actitud personal para orientarse a una actitud socialmente eficiente, y cuya finalidad es la composición de conflictos sociales teniéndose como referencia los principios de la economía del mercado: libre y leal competencia; igualdad y pluralismo económico y empresarial; protección del consumidor; libre iniciativa privada, entre los más importantes.

Frente a la transformación de la estructuras económico–sociales, corresponde hacer una escala de los valores que socialmente se imponen como orientadores en la solución de conflictos, aunque no corresponde ceder esencialmente en los criterios de justicia y respeto a la persona, la labor del magistrado además de tener funcionalidad social exige un compromiso moral. La eficiencia no es un valor; es el resultado de la composición del conflicto y donde el magistrado determinará la justicia de cada acto.

La postmodernidad ha generado ya la polémica sobre quienes hacen el discurso jurídico y que condiciones hacen prevalecer la validez de los valores, así mismo, la necesidad de precisar valores irreductibles como el respeto a la libertad y a la persona misma, que es titular de dicha libertad. No está demás indicar que la democracia como modelo político para la plasmación de valores es tema de atención para establecer que solamente puede garantizarse un actuar ético y que garantice derechos dentro de un sistema político que distribuya suficiente poder a los jueces para hacerlo.

Finalmente, la sociedad competitiva exige también que la administración de justicia sea un servicio de excelencia–perfeccionamiento permanente de la administración de justicia, donde la plasmación de valores implica perfeccionamiento moral y técnico permanente del magistrado.

La Ética, entendida en este contexto, se manifiesta en tres aspectos de la administración de justicia:

a) La conducta ética del magistrado en el ámbito personal. Ello como piedra angular para construir un sistema donde la confianza en la persona del magistrado como actor de las transformaciones implique además su autoridad moral para el respeto de los usuarios.

b) Los valores de la institución (Poder Judicial) como una organización destinada a la satisfacción de necesidades de un servicio. Lo que implica la formación colectiva de criterios y conductas que puedan distinguir a la institución de otras, por la creación de una cultura de servicio al usuario.

c) La responsabilidad del producto final (La sentencia u otras resoluciones) de plasmar valores en las relaciones sociales, orientando la aplicación y promoción de determinados valores y sancionando su contravención.

Como ya hemos señalado líneas arriba, la palabra "Ética" proviene del griego "ethikos" ("carácter"). Se trata del estudio de la moral y del accionar humano para promover los comportamientos deseables. Una sentencia ética supone la elaboración de un juicio moral y una norma que señala cómo deberían actuar los integrantes de una sociedad.

Por profesión se entiende una ocupación que se desarrolla con el fin de colaborar con el bienestar de una sociedad. Para realizar dicha labor es necesario que el profesional (persona que ejerce la misma) actúe con responsabilidad, siguiendo los requisitos que la ley vigente plantee para el desarrollo de esa actividad.

La Ética profesional pretende regular las actividades que se realizan en el marco de una profesión. En este sentido, se trata de una disciplina que está incluida dentro de la ética aplicada ya que hace referencia a una parte específica de la realidad.

Cabe destacar que la ética, a nivel general, no es coactiva (no impone sanciones legales o normativas). Sin embargo, la ética profesional puede estar, en cierta forma, en los códigos deontológicos que regulan una actividad profesional. La Deontología forma parte de lo que se conoce como ética normativa y presenta una serie de principios y reglas de cumplimiento obligatorio.

Podría decirse, por lo tanto, que la ética profesional estudia las normas vinculantes recogidas por la deontología profesional. La ética sugiere aquello que es deseable y condena lo que no debe hacerse, mientras que la deontología cuenta con las herramientas administrativas para garantizar que la profesión se ejerza de manera ética.

  • 14. Ética de la Abogacía: Defender causas justas.

"Defender una causa justa es, pues, sostener por medios correctos lo que la ley y la moral permiten a un hombre de bien afirmar o defender"; Theo Collignon.

"La conciencia es él arbitro supremo de nuestras acciones. Seguir su dictamen cierto nos libra de pecado, aunque la solución errónea, siempre que no hayamos tenido la culpa en el error"; Antonio De Luna.

El fundamento sobre el que descansa la validez del derecho es la moral, porque hace posible que garantice una meta al orden jurídico. Toda persona es sensible a la falta de moralidad, cuando ella es la víctima. Por eso, siempre ha existido un principio evidente que corresponde al perfeccionamiento natural del hombre a buscar su propia felicidad, de acuerdo al estado de la conciencia personal, lo que comúnmente se expresa en la frase: "obra aquello que te hará feliz y evita lo que te hará infeliz". Lograr la felicidad, como estado subjetivo de la persona, se identifica con la realización objetiva del bien.

La Ética es la ciencia que elabora y sistemática reglas o normas respecto de la conducta humana para su perfeccionamiento personal y comunitario; dichas normas son las que afirman o niegan que una conducta sea debida o prohibida.

Los deberes éticos de la función profesional, pueden distinguirse de otros deberes por el modo como se exige su cumplimiento por Vías de aceptación o rechazo social y la correspondiente sanción por la corporación a que pertenece.

En el caso específico del ejercicio de la función de abogacía sus actos deben circunscribirse en cumplimiento del Código de Ética establecido por la entidad gremial y además como complemento se debe tener presente algunos adagios de la convivencia humana: "Vivir honestamente, no dañar a nadie, dar a cada uno lo suyo"; "Solo sobre un terreno sanamente moral puede florecer la cultura".

La moral o la ética busca la perfección del hombre como su último destino, pero este objetivo se logra realizando los actos conforme a los deberes preestablecidos y de acuerdo al buen criterio de la conciencia individual.

Hay que motivar el cumplimiento de los deberes éticos en el ejercicio profesional. La difusión de la doctrina, la aplicación del código de ética.

  • 15. Principales Reglas del Abogado.

  • a) El Abogado debe alegar con razones, y no con denuestos.

  • b) El error de los abogados no debe perjudicar a los litigantes.

  • c) El Abogado no patrocina malas causas.

  • d) Las alegaciones formuladas por los abogados, en presencia de aquellos cuya causa defienden, deben ser consideradas como pronunciadas por los patrocinados.

  • e) Por Abogado debemos entender todos los que de alguna manera trabajan en la defensa de las causas; pero no deben contarse en su número a los que suelen recibir emolumentos por algún servicio no prestado.

  • f) No es lícito al Abogado vender ni develar los secretos de sus patrocinados.

  • g) Es cosa vergonzosa para el Abogado ignorar las leyes en que se apoya.

  • h) Los defensores de las causas deben andar más solícitos de la verdad que del triunfo.

  • i) Los Abogados no deben prorrumpir ciegamente en ultrajes y maledicencias, más allá de lo que exija la utilidad de los litigios.

  • j) El Abogado no acusa.

  • 16. Los Mandamientos del Abogado.

  • a) ESTUDIA: El Derecho se transforma constantemente, si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos Abogado.

  • b) PIENSA: El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

  • c) TRABAJA: La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.

  • d) LUCHA: Tu deber es luchar por el Derecho; pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia.

  • e) SE LEAL: Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el Juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que en cuanto al derecho alguna que otra vez, debe confiar en el que tú le invocas.

  • f) TOLERA: Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieras que sea tolerada la tuya.

  • g) TEN PACIENCIA: El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

  • h) TEN FE: Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la Justicia; y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz.

  • i) OLVIDA: La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegara un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

  • j) AMA TU PROFESIÓN: Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga Abogado.

Eduardo J. Couture.

  • 17. Deontología Jurídica: Deberes Morales de Abogados.

Es aquella parte de la ética profesional que se ocupa de los deberes morales de los abogados, de los deberes de estos servidores del Derecho.

La doctrina ha elaborado numerosas definiciones de deontología profesional; todas tienden a configurarla como conjunto de reglas de comportamiento, basadas en la costumbre profesional y subrayan su carácter moral. Por ello se conceptúa que la Deontología es "aquella parte de la filosofía que trata del origen, la naturaleza y el fin del deber, en contraposición a la ontología, que trata de la naturaleza, el origen y el fin del ser". En consecuencia, la Deontología es la esencia del deber y se refiere, en particular, a los deberes que corresponden a determinadas situaciones sociales.

  • 18. Ética del Abogado.

La Ética de la Abogacía consiste en la aplicación de los principios básicos de los valores culturales de su misión y sus fines en todas las esferas de su actividad. La historia señala que ya en la época de los grandes jurisconsultos romanos, existía una sistematización de prácticas profesionales que se consideraban ajustadas a los principios de moral.

La Ética abarca un campo más amplio que el derecho, por cuanto se considera que la violación de algunos principios morales no implica necesariamente la trasgresión de una norma positiva legal ni el consiguiente castigo. La aplicación de estas reglas busca la realización de la coexistencia pacífica entre los hombres mediante el perfeccionamiento espiritual de cada persona.

Por tales razones, se considera que la Ética y el Derecho, por su estrecha relación en su esencia, se complementan. Es también por eso que se conceptúa que las reglas deontológicas están destinadas a garantizar, por su aceptación libremente consentida, la buena ejecución por parte del abogado de su misión reconocida como indispensable para el buen funcionamiento de toda sociedad humana.

La no observación de estas reglas por el Abogado, tendrá como consecuencia, en última instancia, una sanción disciplinaria. Las normas particulares de cada Colegio se refieren, a pesar de ello, a los mismos valores y tienen su origen en una base común.

La Ética de la abogacía en la legislación universal Los legisladores de casi todos los países han adoptado, como base de sus organizaciones gremiales, estatutos y/o códigos de ética, documentos que contienen las principales normas de ética a cuyo cumplimiento se someten los Abogados en su ejercicio profesional. En la elaboración de los estatutos y/o códigos de ética se ha considerado como fuente de primer orden la opinión de los abogados y la jurisprudencia de los tribunales.

Estas instituciones tienen competencia legal para vigilar la conducta de los Abogados en cuanto al cumplimiento de las normas de la Ética y la Moral en sus labores profesionales con sus clientes, sus colegas y los funcionarios públicos; verifican además las actuaciones que denotan en el abogado un excesivo afán de lucro, falta de sentido de responsabilidad y carencia de lealtad y veracidad tanto en la defensa como en el ataque.

En base a estas normas, cada corporación gremial aplica sanciones a sus afiliados. Estas entidades ejercen una especie de labor de vigilancia sobre la conducta de los abogados en cada país. Sus miembros están obligados a:

a) Cumplir el Estatuto del Colegio, así como los acuerdos, disposiciones y decisiones de las Juntas Directivas, que se adoptan dentro de su respectiva competencia.

b) Respetar los órganos de Gobierno y a los miembros que la componen, cuando intervengan en tal calidad, aceptando las disposiciones emanadas de aquellos órganos, en el ejercicio de sus funciones.

c) Contribuir a las cargas colegiales, estar al día en el pago de las cuotas, y soportar todas las contribuciones económicas de carácter corporativo a que la profesión se halle sujeta.

d) Prestar a la Junta Directiva la colaboración que sea necesaria.

Los Colegios de Abogados no deben limitar su acción solamente a sancionar las faltas, como lo han hecho hasta ahora, sino también en función de prevención, deben difundir por medio de conferencias, cursillos o charlas las reglas de comportamiento del abogado con el magistrado, con el colega y con el cliente.

Con la capacitación permanente, el cumplimiento de los deberes éticos dará espléndidos frutos permitiendo una mayor integración de la abogacía, un reforzamiento de la ética profesional reafirmando los valores de competencia e integridad del abogado, en su excelsa misión de participación en la administración de la justicia y en su perpetua tarea de colaborar en la consecución de una sociedad más libre y más justa dentro de un estado de derecho. Por último, es indispensable tomar en cuenta que en el aspecto humano no es solamente importante inculcar la letra de códigos de ética, sino también se debe analizar la disposición de ánimo del profesional, que plasmó en parte la naturaleza de su misión, y factores como el ambiente familiar y social en que vivió y vive, lo que forja al verdadero abogado, a aquel que sabe sentir y vivir, que lucha por dar a cada uno su derecho, para alcanzar el ideal de justicia.

  • 19. Ética y Corrupción en la Administración de Justicia de Iberoamérica.

  • a) La Ética y la necesidad del Código de Ética del Funcionario Judicial de Iberoamérica.

Existe un consenso en el sentido de que la transformación de la justicia es una prioridad impostergable como medio para consolidar el estado de derecho a que aspiran nuestros pueblos y que las reformas, la renovación y la modernización de nuestros sistemas judiciales hace surgir como prioridad urgente la necesidad de elaborar un Código de Ética que regule las acciones del Poder Judicial. Los elementos coincidentes en nuestras legislaciones internas o con nuestros principios éticos básicos, sobre los cuales puede descansar el Código sugerido, entre otros: probidad, independencia e imparcialidad, transparencia, eficiencia, prudencia, conciencia democrática e institucional, protección de los bienes públicos, discreción, idoneidad, etc. En Iberoamérica debe permanecer libre de prevaricadores y que debemos sentirnos orgullosos de nuestra judicatura, redoblando nuestros esfuerzos para que, siendo humanos podamos superar las flaquezas de esa condición, y mediante el estudio aplicado de las normas que nos rigen, sigamos siendo para honra de nuestros pueblos, una judicatura ejemplar:

El Código de Ética debe contribuir a solucionar los problemas que afectan la justicia; el principal problema que afecta a los Códigos es su inaplicación, se deben identificar previamente las causas que generan su inefectividad. No se debe repetir en los Códigos Éticos lo que el derecho interno de cada uno de nuestros países prevé y sanciona; que encuentra algunas situaciones en el Código Ético que contradicen el derecho positivo.

Debe existir una eficacia del Código de Ética para que pueda resolver todo. La normativa respectiva regula las faltas administrativas por un lado, y por el otro regula las faltas a la ética judicial y que es procedente diferenciar una cosa de otra, definiendo con exactitud lo que queremos entender y lo que queremos sancionar con faltas a la ética judicial. Los litigantes perdedores abusan con las denuncias a funcionarios judiciales por falta a la ética y que se debe pensar para actuar en la forma de regular estos abusos. El introducir un punto de reflexión en el sentido de que es un documento de trabajo, el cual no tiene ninguna capacidad vinculante para Iberoamérica.

Es necesaria una proposición en el sentido de incluir en las leyes respectivas de carrera judicial, o bien en los instrumentos disciplinarios de control judicial, una disposición que prevea el enriquecimiento ilícito como causa de destitución. La idea de que se redacte o se proponga un Código de Ética para Latinoamérica, el tema de la ética no sólo debe ser formal sino que debe transformarse en sistemas, realidades; la idea de que los jerarcas de los Poderes Judiciales deben tener la obligación de seleccionar a personas idóneas para ocupar cargos en la administración de justicia. ¿Hasta qué punto sería indispensable la formulación de un Código de Ética?: El problema de la corrupción en el Poder Judicial esta magnificado. Existen formas de sancionar conductas incorrectas de los funcionarios judiciales en las leyes de toda América Latina y es necesario elevar el nivel intelectual de dicho funcionario para mejorar los niveles éticos. Se debe mejorar la formación de los jueces y endurecer los requisitos de selección.

A los Magistrados y funcionarios judiciales se les hace una exigencia mayor que a cualquier otro funcionario y que los escándalos sobre corrupción son mayores sí en ellos está implicado un juez. Se debe formular un Código de Ética que establezca normas generales como recomendaciones a los países latinos.

El Código de Ética es un conjunto de principios que rigen en nuestros sistemas, con un planteamiento mucho más general y menos detallado para no confundirlo con un Código disciplinario que se preservaría para la normativa interna de cada uno de los países participantes. Es posible formular una declaración general que sirva como un llamado de conciencia a nuestros funcionarios judiciales, sin inmiscuirnos en lo que ya objeto de régimen disciplinario. Se debe mantener un nivel de principios y reformular algunos cánones en términos que sean unos principios éticos que inspiran a cualquier funcionario judicial.

Lo que se debe hacer es tratar de plasmar en unas conclusiones los principios éticos que deben regir para todo funcionario judicial, no teniendo en ese sentido un valor residual en términos de los procedimientos disciplinarios de cada uno de nuestros países. Se deben recoger los principales principios generales para la elaboración de una Declaración de Principios en base a los generalmente aceptados o adoptados por cada uno de los países. Es necesaria una declaración general que puede servir de base para los Códigos de Ética de cada uno de los países participantes en esta Cumbre. Se acordó elaborar una Declaración de Principios que se recojan en un Código de Ética.

  • b) Código Deontológico.

La función social de la Abogacía exige establecer unas normas deontológicas para su ejercicio. A lo largo de los siglos, muchos han sido los intereses confiados a la Abogacía, todos ellos trascendentales, fundamentalmente relacionados con el imperio del Derecho y la Justicia humana. Y en ese quehacer que ha trascendido la propia y específica actuación concreta de defensa, la Abogacía ha ido acrisolando valores salvaguardados por normas deontológicas necesarias no sólo al derecho de defensa, sino también para la tutela de los más altos intereses del Estado, proclamado hoy como social y democrático de Derecho.

Como toda norma, la deontológica se inserta en el universo del Derecho, regido por el principio de jerarquía normativa y exige, además, claridad, adecuación y precisión, de suerte que cualquier modificación de hecho o de derecho en la situación regulada, obliga a adaptar la norma a la nueva realidad legal o social.

  • c) Función trascendente: El Abogado precisa, más que nunca, unas normas que respondan a la defensa de los valores superiores.

Durante siglos, los escasos cambios operados en las funciones del Abogado y en la propia sociedad motivaron reducidas modificaciones en unas normas deontológicas que venían acreditándose eficaces para la alta función reservada al Abogado, casi siempre motivadas por drásticas convulsiones sociales, pero que terminaron devolviendo al Abogado su función y la normativa deontológica con que la desempeña.

Es a partir de la segunda mitad del siglo XX, desde el momento en que los Estados decididamente consagran la dignidad humana como valor supremo que informa todo el ordenamiento jurídico, cuando la función del Abogado alcanza su definitiva trascendencia, facilitando a la persona y a la sociedad en que se integra, la técnica y conocimientos necesarios para el consejo jurídico y la defensa de sus derechos. De nada sirven éstos si no se provee del medio idóneo para defender los que a cada cual le corresponden.

En una sociedad constituida y activada con base en el Derecho, que proclama como valores fundamentales la Igualdad y la Justicia, el Abogado experto en leyes y conocedor de la técnica jurídica y de las estrategias procesales, se erige en elemento imprescindible para la realización de la Justicia, garantizando la información o asesoramiento, la contradicción, la igualdad de las partes tanto en el proceso como fuera de él, encarnando el derecho de defensa, que es requisito imprescindible de la tutela judicial efectiva. Por ello hoy el Abogado precisa, más que nunca, de unas normas de comportamiento que permitan satisfacer los inalienables derechos del cliente, pero respetando también la defensa y consolidación de los valores superiores en los que se asienta la sociedad y la propia condición humana.

Recientemente, muchas han sido las reformas legislativas y muchos también los cambios políticos y sociales que han afectado al ejercicio profesional del Abogado en España.

El Consejo General de la Abogacía, atento a estos cambios, ha venido modificando, incorporando a las normas deontológicas, las que daban respuesta a determinada modificación legal o cambio social. La importancia de alguno de estos cambios justificó incluso la redacción de reglamentos y disposiciones autónomas no incorporadas a nuestro Código Deontológico, aun cuando su naturaleza y función fueran estrictamente deontológicas, como el Reglamento de Publicidad aprobado por la Asamblea de Decanos de 19 de diciembre de 1997, en el caso peruano.

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