Las disputas con los condes de Toulouse no cesaron hasta medio siglo más tarde y, para vergüenza de la Iglesia, fue para formar un ejército en común entre catalanes y occitanos con objeto de enfrentarse a los cruzados. Éstos habían sido enviados a una "guerra santa" por el pontífice Inocencio III contra cientos de miles de personas bautizadas. Olvidando viejas disputas entre ellos, los condes de Barcelona, de Toulouse, de Foix, de Carcasona y de Bearn se confabularon en primavera del año 1209 para presentar batalla conjuntamente contra la internacional tropa invasora. Capitaneados por el rey Pedro II, los catalanes (con cuatro veces más soldados) no pudieron detener al ejército de Simón de Montfort, de mala memoria, porque el gigantesco conde catalán, después de pasar una noche extraordinariamente lujuriosa, de madrugada y sin esperar la llegada del grueso de su ejército, insensatamente osó alardear de ser el rey en pleno campo de batalla de Muret (burgo a unos 20 km. al sur de Toulouse del Languedoc). Fueron directamente a él para matarlo, y todo porque el rey Pedro II se envalentonó, quizá sintiéndose prepotentemente porque en 1.212 había vencido en las Navas de Tolosa. Su muerte fue calamitosa para todos los habitantes de cada lado del Pirineo catalán. En consecuencia los cátaros quedaron sin protección y la gran mayoría fueron masacrados sin que hubiesen cometido delitos.
LA UNIÓN CONFEDERADA DE ARAGÓN Y CATALUÑA
Cuando falleció Ramón Berenguer IV su hijo heredero tan sólo contaba siete años de edad, por lo que el obispo Guillem ultimó las gestiones de la política internacional. Las dirigió siempre acertadamente, al tener Guillem un muy amplio punto de vista político, gracias a su contacto regular con su hermano Arnau. Es muy probable que al morir Ramón Berenguer IV (1162) el obispo Guillem hubiese reclamado su presencia en Barcelona, acelerando el que Arnau se viese libre de sus compromisos en tierras de Outremer.
En el siglo XII Arnau de Torroja debió de colaborar varias veces, y en diferentes etapas de su vida, con su hermano obispo en la curia del palacio episcopal de Barcelona. Él se debió de interesar siempre por las gestiones del obispo Guillem, tanto cuando era joven e inexperto en política, como después de ostentar el cargo de maestre provincial de la orden del Temple para el Sur de Francia e Hispania. Arnau de Torroja acabó formando parte del Consejo de Regencia de Alfonso II, junto a su hermano Guillem. En efecto, Arnau consta en las actas oficiales, y no sólo asistía para legitimar en todas partes a la novedosa orden del Temple (y viceversa), sino que Guillem sabía bien que era la mejor forma de promocionar a su hermano.
Arnau expondría muy interesantes puntos de vista cuando se gestionaron los trámites para hacer desarrollar al máximo la confederación entre Cataluña y Aragón. Gracias a sus altos cargos ambos hermanos procuraron conseguir un amplio hiterland que incluyese a los más poderosos estadistas de cada vertiente de los Pirineos, a fin de dominar la zona intermedia entre Castilla y Francia, para lo cual los inteligentes hermanos Torroja supieron manejar bien el apoyo del rey Enrique II "Plantagenet". Suponerle, erróneamente, al niño heredero suficiente capacidad para resolver los temas políticos que habría entonces sobre la mesa del despacho de su tutor y vice-regente, me parece tan desorbitado como cuando se atribuyeron las murallas de Constantinopla (una maravilla de la ingeniería), a un soberano que entonces sólo tendría unos diez años.
La infanta de Aragón, Petronila Ramírez (1136-1173), había sido concebida para dar continuidad a una dinastía en decadencia. Fue la hija de Ramiro II, apodado "el Monje" e Inés de Poitou, siendo prematuramente casada (a sus 14 años) con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, consorte a título de príncipe (11317-1162). Se zanjaron así los problemas de sucesión en el reino de Aragón, siendo el conde de la Casa de Barcelona quien realmente estuvo al frente para gobernar la confederación catalano-aragonesa.
La alianza que el rey Ramiro II había ofrecido a Ramón Berenguer IV de Barcelona, no fue debida tan sólo con objeto de unificar territorios, sino también para evitar pertenecer a Castilla, y además tener un acceso al mar Mediterráneo. Decrépito, sólo podía establecer lazos de parentesco, concediéndole la mano de su hija y con ella el trono de Aragón. El joven conde no desaprovechó la alianza tan ventajosa, la cual, con el tiempo, le daría más poder. Transcribo a continuación la donación del rey Ramiro II, hermano de Alfonso I "el Batallador":"Yo el citado rey Ramiro, te lo hago a ti, Ramón, conde y marqués de los barceloneses, de tal modo que si mi hija muriese antes y tú sobrevivieses, tengas la donación del citado reino libremente e inmutable, sin ningún impedimento, después de mi muerte. Pero en tanto, si quisiere hacerte mientras viva cualquier aumento o entrega de honores o castillos en el citado reino, permanezca bajo la citada fidelidad del homenaje firme e inmutable, y yo el citado rey Ramiro seré Rey, señor y padre en el citado reino y en todos los condados hasta que me plazca."
El motivo de la unión se remontaba a cuando el conde de Barcelona había ayudado a Ramiro "el Monje" en tiempos difíciles de su gobierno; pero además se temía que la monarquía castellana, autoritaria, pudiese absorber los señoríos aragoneses, mientras que el conde de Barcelona les permitiría conservar sus privilegios, previniéndose que después ambos estados mantuviesen sus instituciones políticas. Ramiro II transfirió el poder pero no la propiedad, la cual conservó mientras viviesen él o su hija.
La niña-infanta Petronila de Aragón, al alcanzar la edad requerida por el Derecho Canónico para poder consumar el matrimonio, fue casada con Ramón Berenguer IV de Barcelona. La boda se celebró en Lérida el año 1150. Él estaba comprometido desde cuando tenía unos 30 años, siendo el obispo Guillem de Torroja quien años después tuvo que hacer una solemne validación de antigua promesa de enlace marital. Recuérdese que se remitía a cuando la herencia del rey aragonés Alfonso I "el Batallador" recayó en el conde catalán Ramón Berenguer IV, con lo cual salieron muy beneficiados los caballeros Templarios (a pesar de renunciar a sus derechos en 1140), haciendo posible la repoblación de Daroca. También sería firmado un tratado, por el cual Castilla reconocía a Cataluña derechos sobre Valencia, Denia y Murcia.
Después de la Paz de Sahgún se proclamó una Carta Puebla, y el superior poderío territorial de Castilla, aquel mismo año, supeditó la actuación peninsular del Consejo de Regencia de Alfonso II "el Casto" (cuando sólo tenía 15 años) a los designios del emperador de Castilla Alfonso VIII. Por cierto, recordaré aquí el contexto político religioso en Catalunya y en toda la Península ibérica, ya que el año 1138 había sido el de la llegada de la orden del Cister a Catalunya, coincidiendo con el fin de la preocupación de invasiones de los almorávides. (Los almohades aún tardaron dos años en invadir la Península).
La princesa Petronila, al morir su padre el rey Ramiro II, dispuso de un Consejo de Regencia para la administración del reino. Siendo muy niña y cambiándole el nombre por Peronella, pasó a residir en la corte de Barcelona, aunque conservó su regia dignidad. Ello se hizo efectivo en sus testamentos y en la donación del patrimonio conjunto en herencia a su hijo.
Al morir Ramón Berenguer IV en 1162, la reina Petronila I de Aragón convocó Cortes Generales en Huesca y aprobó todas las disposiciones que dejó ordenado su esposo. Al quedar viuda, el poder real fue sustituido por una comisión de magnates aragoneses y barceloneses, entre los que figuraron los altos prelados (obispos de las principales sedes) y ricos hombres de ambas procedencias, reunidos para ese fin en las primeras cortes documentadas del Reino de Aragón el 11 de noviembre de 1164, pocos meses después de la transmisión de la herencia de la reina Petronila Ramírez. Cuando "Peronella" reunió en Huesca a los prohombres de Aragón y Cataluña, seguía la iniciativa del obispo Guillem de Torroja empeñado en acelerar el reconocimiento de los derechos de su hijo Alfonso II (ACA "Pergamino de Alfonso I", Reg.I, fol.10; publicado por Próspero Bofarull "CODOIN", Barcelona 1849-vol. IV, doc. 1666- ps. 391-393).
En teoría Alfonso II en 1162 heredó la corona, ya que su madre doña Petronila Ramírez no abdicó hasta un año antes de que ella falleciese, siendo entonces cuando de hecho heredó el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona (documento fechado el 18 de julio de 1164). Ello no empece para que fuese una figura que los nacionalistas catalanes consideran que fue el primer rey catalo-aragonés.
Aquel año Arnau de Torroja regresó de Tierra Santa, probablemente con las recomendaciones papales que fuesen necesarias, a fin de colaborar a resolver los numerosos problemas de todo tipo, incluyendo el garantizar la mejor escolta armada en los desplazamientos de su hermano obispo de Barcelona, principal de los corregentes. Su trabajo era inmenso, porque en 1163 convocaron las Cortes de Aragón, con asistencia en Zaragoza de procuradores de varias ciudades, siendo aquellas las primeras Cortes europeas con participación de representantes burgueses. Esto que hoy puede parecer de poca importancia, representó un gran logro social, a nivel europeo, que Cataluña siempre tendrá que agradecer a la familia Torroja de Solsona. Por otra parte, aprovecharé para hacer notar que, según la historia oficial, el rey Alfonso II en 1164 concluyó una campaña militar contra los musulmanes del Bajo Aragón, incluyendo Caspe y después Calanda. Se olvida que entonces el regio protagonista idealizado tan sólo tenía nueve años.
Dicho Consejo de Regencia tomaron siempre las decisiones de gobierno (que fue una gran responsabilidad después de morir Ramón Berenguer IV), y se prolongó hasta cuando Alfonso II cumplió oficialmente los dieciséis años de edad. El hombre de confianza de la reina Petronila Ramírez al residir en la corte de Barcelona, fue el obispo Guillem de Torroja. La Iglesia lo dominaba absolutamente todo en la sociedad medieval, y bastará para demostrarlo que su propio padre Ramiro II "el Monje", habiendo heredado de Alfonso I "el Batallador" Aragón y Navarra unidas, a fin de garantizarse la salvación, hizo testamento a favor de la orden del Temple. Por considerarlo muy exagerado, los navarros se desvincularon de Aragón para siempre. Afortunadamente, en 1158 los templarios renunciaron a sus derechos sucesorios allí. Había sido por el testamento del rey Ramiro II de Aragón, el difunto suegro de Ramón Berenguer IV, que los templarios entraron en Navarra, cuyo rey Sancho, por cierto, en 1164 encarceló en una mazmorra al gran conquistador pirenaico Arnau Mir de Tost (otro gran catalán injustamente olvidado).
Guillem de Torroja, tanto antes como después de ser arzobispo, fue más que un "primer espada", porque trabajó con eficacia y cristiana humildad personal, pero con esperanza inquebrantable procuró la grandeza nacional, por lo cual siempre actuó con celeridad en todos los frentes. Me niego a silenciarlo y dejarlo en el anonimato histórico. El fue quien realmente consolidó la confederación catalana-aragonesa, la cual, por cierto, duró tanto como su vida de mitrado (1162-1175), o sea, los años que Guillem la dirigió. Advertiré que dicha confederación no debe ser confundida con la Corona de Aragón, que sería tan poderosa en el siglo siguiente. Por cierto, la confederación inicial vio discutida su existencia histórica por parte de algunos eruditos aragoneses. Según ellos, en la historia de Aragón, explicada sin interferencias de los catalanes, nunca existió. Simplemente, niegan la existencia de una corona catalano-aragonesa, la cual, insisten, tan sólo habría sólo sido fruto de la omnipresente megalomanía nacionalista catalana.
Al morir la reina viuda Petronila I de Aragón (1173), el niño heredero de la corona ya tenía 18 años, pero también era obvio que necesitaba tutores, regentes, etc., siendo uno de ellos el muy experto –entonces ya arzobispo- Guillem de Torroja. Él fue quien desempeñó las más altas responsabilidades políticas en especial cuando murió, siendo muy joven, la madre del rey Alfonso II. Guillem también fue su albacea, ayudado por su amigo Bernat Marcús. Anteriormente ambos ya habían firmado como testigos de la abdicación que hizo a favor de su hijo cuando tenía 9 años (18.6.1164). Los firmantes del testamento de Petronila Ramírez fueron: Actum est hoc in Barchinona XIIII kalendas julii anno Dominice incarnationis M C LXIIII. Sig+num Petronille, Dei gratia regine aragonensis et comitisse barchinonensis, qui hoc laudo et confirmo et testes firmare rogo. Sig+NUM Guillelmi barchinonensis episcopi. + Petrus, Dei gratia cesaraugustanus episcopus…. Por otra parte, remito a los interesados al opúsculo escrito por Antoni Llorens Solé, titulado: La valuosa ajuda, bèl.lica i diplomàtica, prestada al comte de Barcelona, Ramón Berenguer IV, pels Torroja, senyors del Castell de Solsona, publicado en 1988 en la revista Medievalia, ISSN 0211-3473, nº 8. (Estudios dedicados al Profesor Frederic Udina i Martorell- ps. 253-264").
La reina Petronila I de Aragón en su testamento se refirió a su heredero llamándolo Alfonso, aclarando que su marido lo llamaba Ramón. (La documentación de la época confirma que desde su nacimiento en Huesca, el primogénito de la pareja fue llamado indistintamente Alfonso y Ramón). Siendo heredero del conde de Barcelona, se habría debido llamar Ramón Berenguer V, pero de cara al Vaticano se lo llamó Alfonso, como su abuelo. Se le varió el nombre en beneficio de los aragoneses, pasando a considerársele rey de Aragón. Una cuestión sólo de renombre, pero que eclipsaría el nombre de Cataluña a nivel internacional, y ello pudo haber sido la causa primera del casi anonimato de Guillem de Torroja. A pesar de ser rey Ramón Berenguer V, por humildad, nunca quiso ser llamado rey, o príncipe; ni tampoco sus descendientes, aun cuando el término Principado de Cataluña estuvo de moda en el siglo XIV. En consecuencia, mientras el nombre de Regnum Aragonum crecía, el de Cataluña casi estuvo a punto de desaparecer.
Alfonso II de Aragón (y I de Cataluña, después apodado sin motivo "el Casto"), a todas luces no era competente para gobernar sin los corregentes, y hasta la tutoría, de los eclesiásticos y el gran senescal Guillem Ramón de Montcada, entre otros aragoneses y catalanes. La firma de cualquier obispo en el siglo XII era más importante que la de un juez, y la opinión de Guillem de Torroja obviamente era definitiva en cualquier juicio que asistía. Recordaré que, además, acostumbraba a presentarse con su hermano Pere, también obispo de Osona. Así pues, incluso el gran senescal de Cataluña (hoy diríamos, ministro de la guerra) Guillem Ramón de Montcada debió de quedar relegado a un segundo plano.
LOS INTERESES DEL ARZOBISPO GUILLEM DE TORROJA
Cuando empecé a investigar la vida de Guillem de Torroja, la mayor fuente de información sobre su persona, siendo muy escasa, al menos consta en la monumental Enciclopedia Espasa-Calpe, (Año 1928; vol. nº 62 – p.178), donde se explica que se distinguió especialmente por su celo, tanto en sentido religioso como patriótico. Lo más chocante fue su "invento" de gravar con un impuesto especial a los pescadores, desde Sant Feliu de Guixols hasta el castillo moro de Tamarite (besando la playa al norte de Tarragona), de forma que pagasen a la Iglesia un diezmo, o sea, una parte del dinero que ganaban;…¡y a perpetuidad!. Esta manipulación de la sociedad ignorante fue un gran fallo de los clérigos, y explica la simpatía popular por los templarios, pues al menos ellos sólo debían obediencia al Papa. En otras palabras, cuando querían, impunemente podían dejar en evidencia al prepotente y corrupto clericato, o si se daba el caso, a cualquier otro soberano.
El obispo Guillem no actuó por ambición al dictar aquel impuesto, porque el dinero recaudado sirvió para preparar la conquista de Tortosa, siendo a petición del propio Ramón Berenguer IV que Guillem le entregó cincuenta libras de plata del tesoro de la Seo barcelonense. Para poder reunir tal cantidad, consta que fundió no pocos objetos de culto religioso de todas las iglesias que pudo. Después de la conquista de Tortosa el obispo de Barcelona Guillem recibió en recompensa (15.10.1148) posesiones en las tierras ganadas a los musulmanes, y en hipoteca el castillo y bienes de Viladecans, cerca de Barcelona (según los cronistas Pujades y Diago). Cuando testó, todo lo entregó a la Seo de Barcelona, a condición que su dinero se gastase en alumbrar las lámparas de la iglesia, en especial las de la capilla de Santa Eulalia, seguramente para ayudar al monasterio que él había fundado en Santa Eulalia del Camp.
Asimismo, como obispo, a Guillem de Torroja debió de satisfacerle mucho el hecho de que la diócesis de Tortosa -después de sus numerosas gestiones para conseguirlo- incluyese todos los pueblos de la comarca del Mataranya, los cuales hasta el año 1152 habían sido el límite de la frontera eclesiástica. También los monjes cistercienses le agradecerían mucho los favores que recibieron de Guillem en el monasterio de Valldaura. Fuera de su diócesis, estuvo presente en la fundación de los monasterios de Poblet y Santes Creus (Tarragona), ambos en la frontera que se acababa de reconquistar a los musulmanes. Parece poca cosa, pero podemos mirarlo desde la perspectiva que tienen hoy en el alma de la población de Catalunya.
En fecha 23/5/1170, el rey-niño firmó junto a los dos hermanos obispos Torroja, y con el conde Arnau Miró del Pallars y otros nobles, para que el monasterio de Poblet quedase bajo su real protección, decretando que cuanto fuese robado o roto a sus monjes les debería ser repuesto y aún doblado. Resulta obvio pensar que era el lugar elegido para ser convertido en panteón real. Ya Ramón Berenguer IV para aquel cenobio había dictado beneficios incluso superiores, haciéndose eco de ello el Papa Eugenio III los confirmó (30/11/1152). Era el año siguiente de que el conde catalán concedió la Carta Puebla a la vecina población de Vimbodí. Posteriormente (13/8/1162) lo confirmó Alejandro III después de haber muerto Ramón Berenguer, mal llamado "el Santo". Es evidente, pues, que el rey Alfonso II, pese a ser quinceañero, se le presenta erróneamente con un nivel espiritual suficiente para que se le ocurriese conceder a los monjes de Poblet todo cuanto en sus alrededores estuviese sin propietario reconocido, lo cual, por cierto, fue causa de varios conflictos con la nobleza del sector.
Me entretendré en la historia de esta zona de la comarca de Tarragona, porque entre dichos nobles litigantes estuvo Ramón II de Torroja, señor de Solsona, de afición "viajante". Como ya dije, su esposa Gaia tenía propiedades en l'Espluga del Francolí, en la comarca de la Conca de Barberà (Tarragona). Además allí heredaron también los bienes de Ponç I de Cervera (J.Mª. Sanç Travé estudió el testamento), todo ello hizo que el Señor de Solsona pasase allí largas temporadas cada año al cuidado del patrimonio de su esposa, y por ello disputó a la súper protegida comunidad monacal, ciertas propiedades en Mont-Roig. Obviamente estuvo envalentonado por ser sobrino del arzobispo Guillem de Torroja. No le valió; aunque a base de litigios, las mantuvo en su poder hasta 1180 cuando, ya muerto su tío, cedió a las exigencias del nuevo arzobispo de Tarragona.
Al ser citado a juicio, Ramón II se embarcó como peregrino a Tierra Santa con excusa de acompañar a su otro tío Arnau de Torroja quien ya había sido nombrado en Jerusalén nuevo gran maestre universal de los caballeros templarios. Ramón II previno que en su lugar se presentase su esposa, la cual, sábiamente, renunció en nombre de su marido. El mes de enero de 1172, a petición del abad Hugo del monasterio de Poblet, el papa redactó un documento específico para salvaguardar los bienes de aquellos monjes, poniéndolo todo bajo su especial protección, quedando además la comunidad de los monjes de Poblet libres del pago de impuestos. El día 27/6/1172 incluso fueron dueños del cercano pueblo de Vimbodí (con unos 50 habitantes), y también las tierras de su jurisdicción, por donación expresa del rey Alfonso II, que sólo tenía diecisiete años y no era ningún genio. En cambio, Guillem de Torroja entonces ya arzobispo de Tarragona.
Es anecdótico que fue un abad de Poblet quien por primera vez adquirió el dominio de Vimbodí. Este pueblo interesa a estas páginas, y no porque fuese una "isla de paz". Ello sería insólito, si consideramos que la multi-propiedad era lo más habitual del siglo XII, tanto para los castillos como para las tierras reconquistadas, porque al estar atomizados sus propietarios, éstos no dejaban de crear conflictos a los nobles feudales.
Quizá por su destacado papel fundacional en Poblet, su hermano Arnau de Torroja hizo a la dicha comunidad la primera de las donaciones importantes que se tiene noticia. Y es que al obispo Guillem de Torroja se le recordó por su gran generosidad, por ejemplo, en la iglesia de San Juan de Ripoll, en Santa María de Arles, y muy especialmente entre la comunidad monacal de Santa María de Solsona, por ser en ella donde, tanto él como sus hermanos habían ido a la escuela desde su infancia.
Desde comienzos del siglo XI la estirpe de los Torroja mantuvo excelente relación con la dicha canónica agustiniana. Fue por serles muy cercanos en espíritu que Guillem sintió la necesidad de interceder por aquellos religiosos que dependían de su sobrino Ramón II de Solsona. Se dio el caso de que audazmente logró una bula papal el año 1169 la cual estableció tanto los límites de la diócesis de Barcelona, como a la vez era una confirmación de sus bienes. Hay que decir que, tanto debió de apreciar mi paisano este documento, que comparto lo escrito Mn. J. Mª Martí Bonet (historiador y decano de la catedral de Barcelona) quien, tras su comparación de las bulas de 1169 y 1176, opinó que Guillem debió de ir a recogerla personalmente al Vaticano ("Las bulas del papa Alejandro III dirigidas a los obispos de Barcelona", 1979). Toda su vida mi biografiado dejo testimonio de ser un viajero incansable. Alejandro III le confirmó, además de los bienes de su diócesis (26-5-1169), los pertenecientes a las iglesias de las Islas Baleares.
En los registros del obispado de Barcelona, del mitrado Guillem de Torroja se conservan actas de algunas concesiones y consagraciones de templos, siendo el más importante la iglesia románica de Nuestra Señora de la Guía, hoy aún en pie en pleno casco antiguo de Barcelona (calle Corderers). Eran los años cuando se construían, con gran furor y mayor amplitud, nuevos templos en estilo románico en toda Cataluña, y al mismo tiempo se empezaba ya a escribir en lengua catalana, o sea la vernácula. Nuestra Señora de la Guía fue edificada por el rico comerciante y consejero real Bernat Marcús, quien tuvo propiedades incluso en la comarca del Solsonés, de donde los Torroja eran oriundos. Bernat Marcús consta también en el testamento de Ramón Berenguer IV en 1162 ("Codoin" IV, ps. 202-203, 391-393 i 387-390). Siendo Bernat un buen amigo del obispo Guillem, cierto día del año 1150, aquel noble comerciante dedicó un nuevo templo a la advocación de Nuestra Señora de la Guía, que (1166) pasó a ser puesto de correos a caballo (postas). Al construirse, estaba fuera de las murallas de la ciudad, en un cruce de caminos ideal para las postas reales y obispales (llamados "troters", de creación anterior a los servicios de correos de la ciudad de París). Cerca de la dicha iglesia el obispo Guillem de Torroja fundó un hospital, el cual con los siglos fue absorbido, como todos los de Barcelona, por el de "La Santa Cruz". Aunque el edificio se perdió, conservaría hasta hoy su nombre en el hospital que había en la actual Gran Biblioteca de Cataluña (C/.Hospital). Curiosamente, dicha minúscula iglesia de la calle Corderers aún sigue activa, y está muy presentable a base de restauraciones. Sólo su fachada se conserva original;…y también un espacioso sótano, el cual fue utilizado como polvorín durante las guerras del siglo XVIII.
LOS HERMANOS TORROJA PEREGRINARON A "CAMPOSTELA"
Defender que los hermanos Torroja peregrinaron a Santiago de Compostela, tal como en el siglo XX era la "gran moda", tiene un trasfondo muy bien fundado, dejando a parte que aprovecharon para visitar la supuesta tumba de Santiago apóstol. En todos los confesionarios de su tiempo, dicha peregrinación (que significa penalidades) se imponía como penitencia a los nobles y a cuantos católicos se creyeron con suficientes fuerzas. La función vitalizadota que supuso hacer a pie el Camino de Santiago catalizó el impulso civilizador, siendo la estructura básica de una nueva Europa. La ciudad de Santiago de Compostela durante el siglo XII aún disputaba a Roma el privilegio de ser la principal sede del cristianismo, pues tuvo el mayor poder de atracción espiritual para los cristianos de aquel tiempo. Era allí a donde acudían los fieles católicos, dado el gran auge de peregrinos de toda Europa que en el siglo XII hacían la Ruta Jacobea.
Negarles a los hermanos Torroja el tan esforzado desplazamiento, sería conocerles mal, a ellos y a la gran habilidad del clero para mover los hilos de la fe entre las diferentes masas creyentes. Desde que peregrinó allí el Cid Campeador para postrarse ante el sepulcro del apóstol hermano de Cristo, luego hicieron la ruta jacobea tanto reyes como emperadores, prelados y mendigos, y todos se quedarían sorprendidos por el furor de la actividad picapedril a lo largo de cientos de kilómetros, de lo cual son buena muestra las catedrales que jalonan la ruta hasta el Finisterre. Muchas iglesias fueron allí promovidas por la orden del Temple, a instancias del también peregrino san Bernardo de Claraval. Unos y otros se quedarían meditando ante una imagen de la Virgen María preñada, que tanto sorprende aún ver entronizada en la catedral de León. Es un capitel que la presenta esculpida con el divino Niño; 尥ro ella está a punto de dar a luz otra vez.
Ante la empresa que para Guillem de Torroja representó planificar la futura catedral de Barcelona, cabe pensar que viajasen hasta el Finisterre los dos hermanos para copiar el modelo del templo que estaban erigiendo en Santiago, entonces considerado el mayor de la Europa. Por cierto, Arnau de Torroja fue contemporáneo del constructor maestro Mateo, aunque cuando los Torroja de Solsona estuvieron allí tan sólo verían terminada la llamada Catedral vieja, que corresponde a la actual cripta, pues se empezó en 1075 y se concluyó en 1178. Su entrada está justo bajo el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago, que luego el pontífice Alejandro III consideró Ciudad Santa.
Como obispo que era, le hubiese agradado más entregarse a su misión apostólica, que no se debe olvidar que fue la de vigilar los intereses de su extensa diócesis;幠ello empieza por disponer de un templo tan digno como el que más. Tan sólo seis días después de la conquista de Lérida, y su relativamente vecina Fraga, Guillem consagró su catedral de Barcelona (30/10/1149), asistiendo al menos al acto su aguerrido hermano Berenguer, que por entonces también era su principal brazo armado, y en consecuencia, hasta su prematura muerte (1161) también lo debió de ser del rey-niño y sus corregentes.
El obispo Guillem, tenía su ejército personal, como todos los mandatarios de la Iglesia católico-romana, y después de morir su hermano Berenguer de Torroja no pudo depositar su confianza para capitanearlo en nadie mejor que en su otro joven hermano Arnau. Resulta una deducción tan obvia, vistos los documentos oficiales que éste firmó como testigo, que no voy a extenderme en demostrarlo. Diré tan sólo que Arnau debió de haberse establecido en Barcelona con sus hermanos Guillem y Berenguer, porque asistió (31-5-1160) a la redacción del testamento de éste último, poco antes de morir de enfermedad (Ramón de Sarobe: Huesca "Colección diplomática de la casa del Temple de Gardeny (1070-1200)". El testamento de Berenguer de Torroja interesa a estas páginas porque dejó claro el parentesco que tenía.
Por ello sabemos que su abuelo se llamaba Ecard Miró, y que un tío suyo llamado Pere era diácono de la Iglesia de Urgel. Asimismo, citó a sus hermanos Guillem,Arnau, Pere, si bien se omitió el nombre de Saurina, que era su hermana. También consta que su sobrino era Ramón II, señor de Solsona. Sería inconcebible que Arnau, entretanto, se hubiese quedado en su muy aislada Solsona natal. El hecho de alternar con quienes visitaban al obispo de Barcelona le habría dotado de modales y trato exquisito para ser un buen diplomático a pesar de su juventud. El caso es, que tanto si estuvo a su lado, como si no, mi estimado paisano Arnau de Torroja había seguido con el máximo interés los once años que oficialmente su hermano Guillem y el señor de Montcada, que era el gran senescal de Cataluña (equivalente a un ministro de la guerra actual), gobernaban la gran coalición catalano-aragonesa, habiendo logrado exitosamente, primero promover, y luego confirmar, la paz entre dos estados vecinos.
Mi biografiado en muchas ocasiones se vería obligado a delegar en sus subordinados las obligaciones pastorales que tenía para con su diócesis. Lo hizo muy a pesar suyo, pero resultaba acuciante el trabajo de un jefe de gobierno entregado a consolidar la autoridad de la Casa de Barcelona, porque peligraba su integridad después de la muerte de Ramón Berenguer IV. Guillem extendía cotidianamente cartas dando normas para los nuevos núcleos de población, especialmente los ubicados en tierras de Aragón, pero también dictó "Cartas Pueblas", como la de Montblanc, asi como extendió confirmaciones de privilegios para muchas otras poblaciones catalanas. Siempre que le fue posible Guillem se vio acompañado de su hermano Pere, primero obispo de Osona y después de Zaragoza, puesto que además él fue en realidad el único representante de lo aragoneses en la soberana corte de Barcelona.
EL CORDERO PASCUAL ES UNA IDEA TEMPLARIA EN VILADECANS
Mi biografiado vivió en unos años cuando los nativos tuvieron necesidad de acabar de una vez para siempre con el miedo a los ataques de los musulmanes, que los comerciantes sufrían en sus desplazamientos. Se deseaba mejorar las comunicación entre tierras de los cristianos, y la ocasión de oro llegó después del enlace de los herederos de Aragón y Cataluña. La estrategia consistía en que los musulmanes de Lérida no pudiesen recibir ayuda de los de Tortosa, por lo cual decidieron atacar primero ésta, aun a riesgo de que fuesen ayudados por los musulmanes de Valencia, lo cual no sucedió. Después de la toma de Tortosa, donde la ayuda económica de Guillem fue definitiva para rendir la Suda, también Lérida sería conquistada antes de pasar un año.
En fecha 15/10/1148, cuando el sitio de Tortosa amenazaba con eternizarse porque los soldados no cobraban, y se sentían impotentes ante aquellas altísimas murallas, la concesión insólita de buena parte del tesoro de la catedral de Barcelona entregado al conde Ramón Berenguer IV por el obispo Guillem, resultó ser, no sólo oportuna, sino incluso definitiva para rendir antes de terminar el año aquella plaza, y otras varias que conquistaron después, hasta dejar libre de musulmanes Siurana de Prades, que fue su último bastión en Cataluña. Por sus aportaciones, después de la conquista de Tortosa recibió en recompensa (15.10.1148) posesiones en las tierras ganadas a los musulmanes, y en hipoteca el castillo y bienes de Viladecans, actualmente población satélite de Barcelona,… y quizá también (se firmó el mismo día 15 de octubre) el real permiso para construir un molino para abastecimiento de la canónica de Barcelona. (ACB "Liber Antiquarium" IV, fol.203 nº 464; que fue publicado por S. Puig: "Episcopologio de la Seo Barcelonense"; ps. 418-419, doc.LXXIII (Barcelona, 1929).
Los cronistas Pujades y Diago (Historia de los condes de Barcelona" libro II-cap. 153) seguramente tuvieron acceso al interesante pergamino Liber Antiquitatum (Vol. I, folio 10) conservado en el ACB de la catedral de Barcelona, fechado el 15 de octubre del año 1148, donde se lee: "Señorío de Viladecans, junto con la vila (batllia), a cambio de 50 libras de plata obrada del tesoro de la catedral, después que fuese aprobada por el Capítulo". Se ignora si una vez devuelto el dinero que el conde necesitaba, Viladecans volvió a ser propiedad de la Casa de Barcelona; aunque es poco probable, porque los preparativos para la conquista de Lérida se hicieron antes de transcurrir un año. Probablemente Viladecans y su torre pasarían a ser propiedad de la muy rica familia Marcús, el antes citado colaborador del obispo Torroja en la corte del conde Ramón Berenguer IV.
En la Alta Edad Media, lo que hoy es municipio de Viladecans pertenecía a la parroquia de Sant Climenç del Llobregat, en el término del castillo de Erampunya: comarca del Mataranya (documentado desde el año 957), el cual dominó un extenso territorio, que hoy incluye media docena de poblaciones del litoral de la desembocadura del río Llobregat. Tuvo su esplendor al ser la frontera entre Al-Andalus y la parte del Imperio Carolingio controlado por los condes de Barcelona, siendo a partir del siglo XI una zona reforzada y ampliada continuamente. Se vivía en un mundo diferente después de verse tantos siglos limitados por el curso del río Libreta, y por poniente el curso medio de los ríos Legre y Cardaren. Cuando se repobló la zona interior, que se empezó a llamar "Cataluña Nueva", la superficie del país tuvo los mismos límites que en el siglo XXI.
A continuación me referiré al actual símbolo del escudo heráldico de la población de Viladecans por sospechar que debió de ser introducido en dicha población por el obispo Guillem. Se trata de un frágil dibujo del "Cordero pascual" (o "Agnus Dei"), el cual aparece justo en una zona que con seguridad fue visitada varias veces por Arnau de Torroja, aunque fuese por supervisar las obras de la construcción de la Torre-Roja erigida por voluntad de su hermano el obispo Guillem.࠼/font>
Dado que los caballeros templarios adoptaron el cordero Agnus Dei como símbolo de san Juan Bautista, repasaré brevemente tan rica referencia bíblica, no sin recordar la degollina que todos los peregrinos a la Meca hacen anualmente en recuerdo del patriarca Abraham (tronco común de las tres religiones monoteístas), rememorando cuando el dicho patriarca recibió de Dios un cordero para que lo sacrificase en lugar de su hijo. También el profeta Jeremías se comparó a sí mismo como a un cordero llevado al matadero (Jeremías; 11, 19), y el profeta Isaías retomó esta misma imagen recordando que: El Mesías debe morir por los pecados del mundo, sin abrir la boca para protestar, a pesar de todas las injurias e injusticias que se cometen contra Él, manso e indefenso como un cordero llevado al matadero (Isaías; 53, 7). Dicha expresión se representa gráficamente mediante un corderito blanco y totalmente indefenso, dado que, por su inocencia y mansedumbre, cuando es pequeño su cuerpo despierta simpatía.
Jesucristo gustó de referirse a sí mismo como Cordero de Dios, que le aplicó san Juan Bautista y después Jesús tomo de buen grado, resultando que por ello después pasó a ser un signo común entre los cristianos, junto con el del pez. En el Nuevo Testamento, la tradición cristiana ha visto en el cordero, con razón, la imagen de Cristo mismo. Cristo, "nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado", decía san Pablo a la comunidad de Corinto (I Coríntios; 5, 7). Y san Pedro, en su primera epístola, invitaba a los fieles a recordar a Cristo, Cordero sin defecto ni mancha" (I Pedro; 1, 18-19). También consta en el Cuarto Evangelio (I, 29-34): en aquel tiempo, al ver Juan a Jesús venir hacia él exclamó: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el elegido de Dios. Asimismo en el Apocalipsis todos los ancianos y miles de ángeles se postran delante del cordero para tributarle honor, gloria y adoración por los siglos (Apocalipsis; 5, 2-9.13). Al final del dicho libro se presentan "嬡s bodas místicas del Cordero con su Iglesia 威pocalipsis; 19, 6-9; 21, 9). Es el cordero místico que quita los pecados del mundo, el Cordero pascual que se inmoló e instituyó como sacramento la noche del Jueves Santo.
El libro del Éxodo explica que, cuando Dios decidió liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, ordenó que cada familia hebrea sacrificase un cordero macho de un año y sin defecto, debiendo comérselo por la noche y con su sangre untar las jambas de las puertas de sus casas. Así todos los hebreos de Egipto aquella noche evitaron que muriesen sus hijos primogénitos (Éxodo; 12, 1-14). Posteriormente en el monte Sinaí, Dios consolidaba su alianza con los hebreos del éxodo sellando el pacto con la sangre de un cordero (Éxodo; 24, 1-11). Fue entonces cuando los escapados de la esclavitud pasaron a ser: El pueblo de la alianza, el sacerdotal, el elegido y consagrado a Dios. (Éxodo; 19, 5-6). La Ley Mosaica establece que el Cordero Pascual debe ser atravesado por dos palos en cruz para asarlo al fuego, y luego comerlo ceremonialmente.
Reclamo la atención acerca de que, sin otro palo para ensartarlo, no podría hacerse rodar el cordero muerto sobre el fuego para asarlo. Lo comento debido al inédito símbolo que descubrí grabado en un anillo de hierro meteórico, el cual atribuí a Moisés porque recuerda el tipo de parrilla antes citado. Volviendo al simbólico Cordero pascual , habitualmente se lo presenta sosteniendo una cruz de malta sobre una larga vara. Es una asociación que tiene gran riqueza teológica: Para los actuales fieles cristianos simboliza la humildad de Jesús y su enseñanza evangélica, si bien la metáfora es muy anterior al nacimiento del Señor. Es muy interesante que aún se vea dicho cordero místico en el frontispicio de algunas viejas iglesias de la orden del Temple, como la que tuvieron en la ciudad de Palma de Mallorca. La edificaron tan pronto conquistaron las Islas Baleares sobre un fortín musulmán. En Palma dicha iglesia del Temple aún presenta en su interior otras imágenes pintadas del "Cordero pascual".
Explicado ya el simbolismo del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, de nuevo me referiré a la población de Viladecans, para apostillar que allí se lo recuerda más que en parte alguna, debido a que lo tienen como emblema heráldico, y muy probablemente se remonte a cuando lo eligió Guillem de Torroja, sin duda el mayor colaborador medieval con la Orden del Temple. A él debe serle atribuida la propiedad de la torre de planta cuadrada del siglo XII, que aún conserva el nombre de Torre-Roja gracias a que la piedra con que se construyó es de color rojo. No hay otro modo de justificar la existencia allí de una torre roja tan bien estructurada y edificada en el siglo XII, al ser un lugar de peligroso tránsito, por ser vía de acceso a las murallas de Barcelona.
LA ITINERANCIA AGOTADORA DEL ARZOBISPO GUILLEM DE TORROJA
Hasta la investigación del erudito J.Mª Sans Travé, en 2003, de Guillem de Torroja se había escrito escuetamente que fue regente del rey Alfonso II dada su minoría de edad, motivo por el cual sólo los muy eruditos saben que se le atribuyeron grandes logros políticos cuando de hecho él era todavía un niño. Por mi parte, al escribir esta aproximación biográfica deseo poner en evidencia que, para presentar al polifacético soberano pude haber escogido otra fecha de su nacimiento que lo haría aún bastante menor, y en cambio lo considero algo más crecido; pero, así y todo, muy niño.
En modo alguno se le deben seguir atribuyendo, indebidamente, estrategias, alianzas, y, en fin, unos méritos a una edad en que era imposible que pudiese tenerlos. De la clara exposición de estos acontecimientos, Guillem de Torroja sale siempre agigantado, porque fue el verdadero impulsor de todo cuanto se ha atribuido a un jovencito inepto total. En pocas palabras, la persona de Alfonso II nos ha llegado magnificada, justamente debido a su política, aunque en realidad ha de ser vista ajena a su persona.
Se le considera el artífice de la alianza catalano-aragonesa, y ello sucedió porque Guillem de Torroja, quedó completamente eclipsado para la posteridad. Quizá ya estaría bien así,… si no fuese porque, como Arnau, él también es mi paisano de siglos pretéritos. Opino que debió de ser un gestor nato, emprendedor, y por encima de todo un conciliador, tipo A.Neville Chamberlain en 1938, pero con éxito.
Ramón Berenguer IV había promulgado la ley llamada "Los Usatges", siendo el principal de sus consejeros mi biografiado, quien le convencería de que era la mejor forma de legalizar su gobierno. La política de ambos consistió en ser benevolentes para con sus nobles barones; y lo demostraron, por ejemplo, al comprar, por 300 morabatines de oro, el castillo de La Guardia, enclavado en los repliegues de la milagrosa sierra de Montserrat (a 40 km. de Barcelona), el cual, por circunstancias de la vida, pertenecía a un musulmán que lo heredó del conde Reverter (Traté de ello en mi libro "Montserrat Ganga del Grial"; autoeditado en 1982).
No obstante, no pudo actuar siempre simplemente pacificacando. La belicosidad de los condes y barones catalanes obligó a veces a moverse con rapidez a los Torroja de Barcelona. Aunque se puede entrever que sacarían ventajas incluso de las desgracias, sabiendo anticiparse a los acontecimientos. Ciertamente hubo ocasiones en que el muy diplomático obispo Guillem debió mostrar su temple, como cuando amenazó a cuantos nobles eran reticentes a que sus castillos pasasen a considerarse feudos del rey-niño Alfonso II (I de Cataluña). En efecto, Guillem entonces desarrolló su más enérgica persuasión, y al fin logró su propósito amenazándoles con quitarles todos sus bienes, seguramente mediante la excomunión.
No son afirmaciones hechas a la ligera, aunque sea fundamental esclarecer la edad del rey para reivindicar la importancia política de Guillem de Torroja, y ello es problemático. Aunque se diga que comenzó a reinar a los cinco años, haciéndole jurar su nombramiento en Zaragoza el año 1164, ¿quien se puede creer que un niño de esa edad ya tuviese suficiente capacidad? El problema de la edad de Alfonso II es que la fecha de su nacimiento sigue estando por dilucidar. A mi no me corresponde hacerlo, y sólo me limitaré a exponer el trascendental gobierno del principal de los miembros de su Consejo de Regencia, que fue Guillem, el hermano de Arnau de Torroja. Era muy grande la autonomía que tuvo Guillem como obispo de Barcelona, pues había sido nombrado por Ramón Berenguer IV vice-regente de su hijo el pequeño rey-niño. A los pocos dias de morir el conde Guillem, representando al huerfano, ya pactó nada menos que con el rey Fernando II de León la destrucción de Navarra, cuyas tierras se repartieron.
Una vez presentado su poderío, procuraré seguir un orden cronológico para el seguimiento de sus gestiones, de acuerdo con el itinerario recopilado por Joaquín Miret Sans. Expondré, en síntesis, pero sin ánimo de ser exhaustivo, el destino de sus principales viajes, avisando que aún debieron de haber muchos más. Antes, no obstante, sepamos como llegó Guillem de Torroja a ser arzobispo en 1171, y a pesar de todo no relajarse ni lo más mínimo en sus numerosas gestiones, sino todo lo contrario. Cuando violentamente falleció su antecesor en la sede tarraconense, el arzobispo Hugo de Cervelló, Guillem fue elegido arzobispo de Tarragona, periodo durante el cual, al mismo tiempo siguió ejerciendo también de corregente de la confederación catalano-aragonesa hasta que murió.
Guillem consiguió alianzas que nunca habrían alcanzado los que junto a él tuvieron la responsabilidad de la corregencia. Obviamente, yo ignoro la mayoría de documentos donde aparece la firma de Guillem, obispo de Barcelona, consejero principal (a veces llamado "curador") del rey, por lo cual me limitaré a recoger algunas noticias de sus desplazamientos con el rey-niño, que le seguiría seguramente a desgana. Sin entender la importancia de sus actos, aquel soberanito, con vocación musical y teatral, siempre que fue posible estuvo acompañado del verdadero artífice de la política de su tiempo. Para no decir que fue Guillem de Torroja, digamos que fue Alfonso II quien, incluso siendo niño, se le recuerda con potestad suficiente para enviar a los hombres de una ciudad a la guerra, y entre otras heroicidades, también ordenaba perseguir delincuentes. Por tal motivo fueron creadas las "veguerías", distritos gobernados por un veguer, sin vínculos familiares con otros nobles de la zona. Así se creó la primera administración local de Cataluña, cuando los castillos y las baronías dejaron de ser feudatarios y pasaron a ser del soberano. Esto era revolucionario para su tiempo.
Para establecer el nacimiento del soberano llamado sucesivamente: Ramón, Alfonso, y apodado "el Trovador", "el Casto", etc., se han defendido muy diferentes años (1152-1154-1157 y 1158). Me inclino por la fecha del mes de marzo de 1157, pero hubo historiadores que siguieron defendiendo las teorías iniciales, y así en la wikipedia consta que el rey nació en 1154, por lo que sería tres años más joven de lo que yo le presento. Me convendría seguir la corriente establecida, pero sólo hay que atender a su fama de trovador y no será necesario imaginar a Alfonso II con más edad para verlo completamente ignorante de cuantos asuntos oficiales sucedieron a su alrededor.
La confusión antaño fue enorme, y aún persisten dudas. La reina Petronila, si bien citó a su hijo al redactar su testamento cuando estaba de parto, en fecha 4/4/1152, resulta que, aunque lo escrito fue corroborado en fecha 18/6/1164, se duda de si corresponde al nacimiento de su otro hijo llamado Pedro, muerto al poco tiempo de haber nacido. Por si todo lo dicho parece poco, téngase en cuenta que, además, está el problema de convertir los años a la datación del calendario gregoriano; y para colmo, hay que contar que se convino una posterior reducción de los años del reinado de Luís VII, que fue la manera de datar los documentos por los notarios catalanes de aquella época. En fin, como ya dije, se trata de un soberano que nació siendo Ramón Berenguer V de Barcelona, y luego se le llamó Alfonso I de Cataluña, y II de Aragón. En mi opinión, lo más sensato para esclarecer su verdadera edad es remitirnos a los 22 años del joven soberano cuando firmó el Tratado de Cazorla (1179).
A Guillem de Torroja, lo creo impulsado por su fe cristiana y su humildad personal, pero muy esperanzado con el éxito de sus gestiones, y con grandeza de espíritu nacional. Siempre actuó con celeridad en todos los frentes y probablemente procurando quedar en el anonimato. Arnau, el hermano templario de Guillem, estuvo a su lado en todos los casos que era requerido; y debieron ser muchos, porque en realidad el arzobispo Guillem de Torroja debió de morir de puro agotamiento, debido a los continuos desplazamientos por todos los dominios catalano-aragoneses, incluyendo muchas galopadas en el Sur de Francia. Seguramente debió representar para él un martirio tanto cabalgar, y ello contando que el joven soberano de alma bohemia, lo siguiese sin protestar; pues en caso contrario, pudo haber sido para Guillem un verdadero calvario. Había tenido mucha salud, pero la perdió, desplazándose con el niño-rey de uno al otro lado de los Pirineos y viceversa. Para verificarlo presentaré las pruebas documentales que llevan su firma junto a la del gran soberano Alfonso II, dado que los desplazamientos que éste realizó (seguramente a regañadientes) fueron recogidas por el insigne investigador de la historia de Cataluña Joaquín Miret Sans .
"ITINERARIO DEL REY ALFONSO I DE CATALUÑA, (II EN ARAGÓN)"
Guillem de Tarroja, entre otros, firmó como testigo del rey cuando, en nombre de los templarios, su hermano de Arnau de Torroja concedió a la confederación catalano-aragonesa 1.100 morabatines en fecha 20/4/1164, para ser devueltos el día 4 de abril de 1165 (Pascua).
El día 8 de mayo de 1167 otorgó Alfonso II una donación a favor del monasterio de La Celle (que acabó siendo un burdel para nobles de la Provenza), del castillo de Millars hecha por Hualguer al rey, prueba que éste estaba en la ciudad de Arles, a orillas del río Ródano el segundo semestre de 1167, cuando también se hizo un convenio entre el rey-niño y el conde de Rodez. Después del rey, firmaron Guillem, obispo de Barcelona, Guillem de Montpelier y Arbert de Castellvell.
Aún Alfonso II estaba en Arles (Sur de Francia) el día primero de octubre de 1167, siendo allí donde el rey-niño se dice que celebró (léase: asistió a) un convenio con los comisionados genoveses. Estaban presentes al acto Guillem Ramón Dapifer y el obispo Guillém de Barcelona, quienes también firmaron el acta en la cual Alfonso II, a sus cinco años, y titulándose: Dux Provincie, le hicieron admitir la deuda de 1.200 morabatines, y dejó en garantía la mitad de unas rentas que le pagaban en Lérida y Ascó.
El rey Alfonso II y el obispo Guillem de Torroja vuelven a aparecer en un documento del 26 de junio de 1168 en Barcelona; y en verano se encaminó con una considerable escolta armada, marchó hacia Tarragona y Tortosa. Regresó a Tarragona pronto, donde en su presencia se dictó sentencia en el litigio entre el prelado de aquella diócesis y los hijos de Roberto Aguiló. La firmaron también los obispos de Barcelona y Zaragoza, y a ambos se les encuentra en el monasterio de Poblet (a pocas horas de Tarragona) donde el niño-rey nombró una delegación para que estableciesen los lindes del territorio del Puig de les Avellanes con el citado convento. Firman el documento Guillermo de Montpeller y los dos prelados de la familia Torroja. (A Poblet fue el 17 agosto de 1168, y volvió a ir dos años más tarde).
El 29 septiembre del año 1169 encontrándose en Huesca, Alfonso confirmó los privilegios, o inmunidades, que sus antepasados habían concedido a la orden del Hospital de Jerusalén. Entre los magnates que asisten al acto se contaban Arnau Mir, conde de Palláis y Guillem de Torroja. En fecha 20/5/1169 le fueron concedidos otros dos prestamos; uno de 350, y otro de 5.000 morabatines. Dado que el último era realmente mucho dinero, Arnau de Torroja también hizo comprometer por escrito a muchos nobles fieles al soberano para mejor garantizar su devolución.
El 12 de noviembre el soberano catalano-aragonés, se encontraban en Jaca, prometió a los templarios darles mil morabatines anuales, de los tributos que recibía del rey moro Lobo. Aquel mismo mes de noviembre, estando aún en Jaca, otorgó los castillos de Chivert y Oropesa.
El historiador aragonés Zurita afirmó que en 1170 Alfonso II acudió desde Aragón a los montes de Prades y Siurana para sofocar la insurrección de los sarracenos. Otro documento del año 1170 es la publicación, ó declaración de sentencia, disponiendo el joven soberano dar plena posesión al obispo de Pamplona, de la iglesia de Santa María de Un-Castillo. Está fechada en Almenar, el mes de marzo del año 1170, en presencia de Hucli, arzobispo de Tarragona y legado, Guillem, obispo de Barcelona, Pere, obispo de Zaragoza, Ponç, obispo de Tortosa, Arnau Mir, conde de Pallars y Arbert de Castellvell (Perg. del Archivo de la Catedral de Pamplona; veáse Moret: "Anales del reino de Navarra", II, pág. 498).
El día 10 de noviembre del año 1170, estaban en el bajo Aragón, otorgando un reconocimiento de deuda de cien morabatines a favor de Guerau de Marimón. Alfonso II aún se encontraba en la capital de Aragón en diciembre de 1170 y el 27 de diciembre estaba en Ribagorza. En un documento otorgado en Roda, hizo constar que el día de Navidad se había presentado en la iglesia de San Vicente de dicha villa acompañado de Guillem, obispo de Barcelona, Pere, obispo de Zaragoza, Arnau Mir, y otros. Esta escritura fue publicada en "España Sagrada" (vol. 30).
El 17 de abril de 1171 fue asesinado el anterior arzobispo de Tarragona, y por razón de tan grave acontecimiento se encaminó el rey y todo su séquito donde el día 14 de octubre del citado 1171, se previno también separar en dicha ciudad, los derechos de la mitra y los de la Corona, lo que justificó el derecho señorial de la Iglesia tarraconense. (Noticia publicada por el historiador Morera: Apendice 27). Aunque acompañó al niño-rey a Tarragona, Guillem estuvo pocos días allí, pues el 22 del mismo octubre ya estaba en Lérida.
Al mencionar tantas veces la moneda morabatines, se impone esclarecer su valor durante la época medieval que tratamos. Era la sucesora de la moneda del siglo XI llamada "mancuso", que era de oro, a imitación de los "dinares" árabes mucho más prestigiosos. Es anecdótico que Ramón Berenguer I compró los condados de Carcasoa y Razès, en el Sur de Francia, por 44.800 "mancusos" de oro. Los acuñaron en Barcelona y Besalú, y las falsificaciones incluyeron las habituales palabras árabes. Una referencia al valor del mancuso de oro (procedente de San Juan de la Peña), estableció que valía cuarenta y dos "sueldos". A finales del siglo XI el mancuso fue sustituido por el antes citado morabatín, también llamado "maravedí". La moneda catalana por excelencia del siglo X al XIV fue el "sou" de Barcelona, significando "sueldo", era una moneda de plata que en los años de gran influencia de los hermanos Torroja, llevaban la efigie del rey Alfonso II. Su valor era de 12 dineros ("diners"), lo cual en su tiempo era una suma considerable.
ɮcluso un soberano que hubiese sido realmente adulto, para acuerdos de tanta cuantía necesitaba el consentimiento de sus nobles y máximas jerarquías religiosas más allegados, y más siendo el rey muy joven, por todo lo cual tuvo la gran suerte de que lo apoyaran los dos influyentes clérigos hermanos de Arnau de Torroja, Pere, que era obispo de Osona y Guillem obispo de Barcelona y arzobispo de Tarragona. Los encontramos a ambos avalando el préstamo de mayor cuantía (24.000 morabatines) otorgado al joven soberano por Guillermo de Montpelier el mes de mayo de 1171. La garantía entonces consistió en que veinte hijos de nobles catalanes residiesen en Perpignan (Fr.) hasta que aquella cantidad le fuese devuelta.
En 1172, por haber fallecido el sultán musulmán de la taifa de Valencia, Ibn Mardanis, Alfons II sitió la ciudad de Valencia con todas sus tropas, las de su obispo y demás aliados. Aquel conflicto concluyó mediante una alianza con el nuevo mandatario, a condición de que al rey de la corona catalano-aragonesa le doblaran la cantidad pagada como tributo anual, después de lo cual Alfonso decidió atacar. Sucedió que se rompieron los acuerdos firmados para permanecer en paz, y empezaron a pensar en atacar las fortalezas de Xàtiva y Murcia, Xivert y Oropesa (Alicante). Incluso antes de ser conquistadas, a la orden del Temple ya se les había concedido muchos beneficios sobre ellas;幠todo se atribuyó a un joven con sólo 17 años!.
Después de la muerte del conde de Rosellón, el joven rey el mes de julio de 1172 estaba ya en Perpigñan, donde le rindieron homenaje los hombres de dicha villa. El día 21 de julio, seguiría en el Rosselló, pues allí dictó un decreto por el cual tomaba bajo su protección la abadía de Fontfreda, situada en las cercanías de Narbona, en cuyo documento figuran los mitrados hermanos Torroja.
El día 23/6/1173 el joven soberano y su séquito regresaban a Cataluña, y dictó la sentencia pública en las cuestiones sobre el castillo de Lauret, que enfrentaron al obispo de Gerona con el heredero de Bernat de Palafolls. Entre los firmantes figuran también el arzobispo Guillem de Tarragona y Arbert de Castellvell. Pasados sólo unos días estaban en Anglesola (entre Cervera y Lérida), donde otorgó la restitución del término de Tarragona hasta el río Gaya y los montes de Carbonera a favor del arzobispo y de la iglesia de Santa Tecla.
En julio de 1173 estaban en Cervera, y allí se firmó la donación de un molino a favor de Arnau de Monseren y de su mujer Ermesenda. Se dirigieron hacia los Pirineos y allí, a ruegos de la vizcondesa de Bearn, le concedió los bienes que tenía en Aragón el difunto vizconde bearnés, a favor del monasterio de Bolvestre de la orden de Fontherault. Entre otros presentes al acto, estaban los dos hermanos Torroja.
Sería difícil determinar cómo en 1173 se consiguió reunir a sus corregentes en Font d'Aldara para redactar unos estatutos para disfrutar en sus dominios de Paz y Tregua; unas normas que fueron institucionalizadas, y por cuya constitución se confería a los obispos una importante función jurisdiccional. Entonces ya tenía 18 años y era admirable como cantaba sus propios poemas amorosos.
Volviendo ya al itinerario, día 31 de octubre 1173 el joven soberano aún continuaba en Lérida (Lleyda, o también Larida) donde, el 6 de noviembre, concedió a la iglesia de Santa Tecla de Tarragona los territorios que su abuelo Ramón Berenguer III había donado en la zona llamada el Engolador de Cabra y los montes de Carbonera. El día 18 de julio firmó un auto a favor de Guillem, arzobispo de Tarragona.
Guillem de Torroja introdujo en la mente del joven, tan pronto pudo, una idea de apaciguar y pactar con todo el mundo siempre y cuando ello fuese posible (G.Gonzalvo: "La constitució de Pau i Treva de Catalunya. Segles XI-XIII"; en "Textes juridics catalans. Lleis i costums"; vol.11/3 Barcelona, Generalitar de Catalunya – Dep. de Justicia 1994, p.74a88). El arzobispo Guillem encargaría elaborar una normativa de paz y tregua general poco antes de su muerte, por lo cual no tuvo tiempo de hacer dearrollar aquella idea que, en el cambio de milenio, logró implantar el abad Oliba, el que fuese también el obispo promotor del santuario de Santa María de Montserrat en Cataluña.
El mismo año que fue armado caballero, Alfonso II contrajo matrimonio con Sancha, hija de Alfonso VII de Castilla el día 18 de enero de 1174 (según prueba la escritura de donación propter nupcias, que el joven monarca hizo a la esposa, de las villas de Tamarit, Barbastro, Pomar y otras. Al haber colaborado con Castilla en la conquista de Cuenca el 1177, Alfonso II "el Casto" a sus 22 años consiguió librarse del vasallaje por Zaragoza que Alfons VII de Castella había impuesto a su padre Ramón Berenguer IV.
LA MUERTE DE GUILLEM DE TORROJA
Tan pronto Guillem fue nombrado arzobispo metropolitano de Tarragona, obedeció las instrucciones del papa de Roma de castigar a los asesinos del arzobispo antecesor suyo en aquella Seo (J.Villanueva "Viaje literario a las iglesias de España", vol. XIX, p. 289- doc. XXIX). Era como si se repitiese la historia poco después de ser nombrado obispo de Barcelona.
Siendo arzobispo, y en teoría residente en Tarragona, Guillem consta que volvió a Barcelona -supuestamente por última vez- con motivo de la fundación de los beneficios de la iglesia de Sant Andreu del Palomar (frente a salida del metro Plaza Orfila de Barcelona) lo cual no sólo le representó muchas jornadas de cabalgar, sino que además necesitó el permiso de su sucesor el mitrado Guillem Bernat de Berga (ACB, 1-2-57. Cf. Anexo doc. 10).
Fue durante sus últimos años de vida cuando el arzobispo Guillem creo haber demostrado que vivió agotadoras jornadas de trabajo, también físico, por coincidir con periodos políticamente muy conflictivos. Todo se le complicaría aún más al morir el otro corregente, y consejero real, el senescal conde de Montcada un año antes que él. A partir de entonces también hay que decir que concluyó el mejor período en la vida de Alfonso II. En efecto, la historia recuerda, además, como la política catalana-aragonesa cambió para ir peor, y fue con brusquedad. Lo determinaron su matrimonio, la muerte de su madre, la reina Petronila, casi simultánea de la del anciano senescal Guillem Ramón de Montcada, y la de Guillem de Torroja a finales de 1174.
Por supuesto que también hubo discusiones entre el joven soberano y su mano derecha. Primero por la tozudez de un alma de artista que se vio obligado a estar presente en actos oficiales sin entender muy bien el por qué; y posteriormente cuando se dio cuenta que era todo un rey, y lógicamente no debió gustarle ser corregido continuamente por un "carca" de la Iglesia, a quien, de haberlo querido, lo podía ver como perteneciente a una generación muy superada. Se tiene constancia de que incluso sostuvieron pleitos durante algún tiempo, pues al crecer, Alfonso II y el obispo Guillem se repartieron en Tarragona los bienes y derechos de la familia Bordet. Posteriormente ambos firmaron la concordia conocida actualmente como Ad Perennem (7/7/1173), en la cual constan varios miembros de la familia de Arnau de Torroja. (A.I. Sanchez Casabón: "Alfonso II…"doc. 148, ps. 218-220). De hecho con anterioridad ya había firmado el documento que delimitaba la jurisdicción del soberano y el prelado, fijando los límites del señorío de Tarragona. En fin, cuando Arnau de Torroja estaba en el país, formaba parte de la comitiva real en sus desplazamientos, lógicamente acompañado por sus impresionantes monjes-guerreros de capa blanca.
El traspaso a mejor vida del arzobispo Guillem aconteció en Tarragona, y debió de ser muy sentida por todos sus feligreses, pero a nadie le dolería tanto como su hermano Arnau, quien por entonces aún le esperaba la sorpresa de tener el mayor ascenso jerárquico dentro de la orden del Temple. Aunque a Arnau de Torroja lo agobiaban los problemas que su alto maestrazgo comportaba, es obvio que, por preparado que estuviese un viejo militar, que además era fraile, lamentó la muerte de su hermano como cualquier bien nacido. Arnau era muy consciente de que al mismo tiempo desaparecía el mejor político de la confederación con los aragoneses, quedando peligrosamente aparcados muy graves problemas de estado. Unos problemas y proyectos que Arnau de Torroja, como catalán y como templario, además de buen hermano, siempre puso su máximo empeño en tratar de coadyuvar dentro de sus posibilidades.
Como eclesiástico, a Guillem debió de satisfacerle el hecho de que la diócesis de Tortosa incluyese todos los pueblos de la comarca del Mataranya, satélite de Barcelona, porque hasta 1152 había sido el límite de la frontera eclesiástica. El 23 de marzo de 1154 el papa Anastasio IV estableció los límites de la archidiócesis y sus sufragáneas: Gerona, Barcelona, Urgel, Vich, Lérida, Tortosa, Zaragoza, Huesca, Pamplona, Tarazona y Calahorra.
El arzobispo Guillem de Torroja, usaba un tipo de letra cancilleresca romana, como se puede apreciar en su firma del documento de abdicación de la reina Petronila. Ha sido el reciente descubrimiento del mismo, que se revela un ignorado detalle: El jovencísimo rey Alfonso II no salió de Catalunya después del mes de septiembre de 1173, o sea que permaneció en Barcelona hasta que se fue a Zaragoza para casarse. Todo lo que poseía el arzobispo Guillem de Torroja cuando murió lo entregó en su testamento a la Iglesia católica, a condición que su dinero se gastase en alumbrar las lámparas de la capilla de Santa Eulalia de la catedral de Tarragona, quizá en recuerdo del monasterio que él había fundado en Santa Eulalia del Camp.
Me referiré ahora a uno de los muchos monasterios que Guillem benefició. Se trata de Sant Vicens de la Roda, porque de sus monjes recibió la supuesta cabeza del mártir san Valerio (S. Puig:"Episcopologio de la Seo Barcelonense" Barcelona 1929, p. 166). Quizá fuese un regalo de agradecimiento; aunque también pudo suceder que Guillem se lo pidiese expresamente. Quiero recordar que en la parte principal de esta trilogía sobre Arnau de Torroja, me ocupo extensamente del culto al cráneo, ya que sin duda los monjes templarios veneraban uno con gran discreción, dando pie, después de su detención en el siglo XIV, a especulaciones aún no bien resueltas.
También los monjes de la orden cisterciense por su parte agradecieron mucho los favores recibidos de Guillem de Torroja, porque les dio los monasterios de Poblet, Valldaura, y más tarde Santes Creus y Vallbona de les Monges, todos ellos fundados a partir del año 1152. Para concluir con los méritos de Guillem de Torroja, recordaré que la catedral de Tarragona, que se comenzó a edificar en el siglo XII, no fue terminada hasta dos siglos después de morir él. Su firma quedó recogida en un documento inédito hasta mediados del siglo XX (Inexplicablemente estaba en el fondo archivístico nº 30 de Sant Llorenç del Munt). Se trata de un pergamino del año 1173 escrito en el monasterio de Sant Cugat del Vallés, que fue estudiado por la erudita investigadora de l'ACA de Barcelona, y buena amiga mía, la señora Josefina Font Bayell, que lo presentó en el "Congreso de Historia de la Corona de Aragón", Vol. II (celebrado del 1 al 6 de octubre de 1962). Se lee en el mismo que, el mismo año que murió Guillem, el rey Alfonso II permaneció en Barcelona hasta marchar hacia Zaragoza para casarse.
En efecto, el regio pupilo de Guillem de Torroja en fecha 18 de enero de 1174 se casó con doña Sancha de Castilla y Polonia (la que sería tía de Alfonso VIII de Castilla); y el arzobispo no debió de quedar al margen (por ser todavía el principal de los corregentes), de los meses -o años- que hicieron falta para llegar a los acuerdos necesarios entre embajadores para poder celebrar un tan regio enlace. Arnau de Torroja y sus dos hermanos obispos estaban presentes en la ceremonia del enlace de Alfonso II. Todos firmaron como testigos en la concesión de muchos castillos y villas de Aragón y Cataluña, y entre las principales se incluyó Tarragona (J. Mª Font: "Cartas de población y franquicias de Cataluña". Ed. Madrid-Barcelona, 1969 ps. 143-144).
De cara a los consuegros, no debió de ser fácil para el arzobispo ocultar la personalidad boemia del rey trovador. Asimismo, recordaré lo que escribió el historiador Próspero Bofarull: "Podrá ser cierto que Alfonso II no consumase su matrimonio hasta el año 1174, según afirma Zurita, pero es igualmente exacto que, en 1171, estaba ya casado con Sancha de Castilla y que vivían juntos". Recuérdese que el joven soberano en 1171 tenía 16 años.
Guillem se responsabilizó con seguridad de que todo saliese bien, porque el Derecho Canónico establecía con claridad meridiana que todo hombre no alcanzaba la mayoría de edad hasta que no estuviese casado. El obispo Guillem, iniciado de joven en la corte del condado de Urgel, había demostrado su pericia entre regios esponsales, porque unas décadas antes debió de organizar el enlace matrimonial de su sobrino Ramón I, señor de Solsona, con doña Ermessinda, una sobrina del conde Ramón Berenguer IV, dado que se le encuentra firmando como testimonio en su boda el año 1162. Este sobrino suyo fue quien en 1181 también intervino en la isla de Sicilia, a las órdenes del Conde de Foix (Fr.), donde se defendía la herencia de su sobrino Hug Ponç de Cervera; siendo entonces, por cierto, la primera vez que los catalanes pusieron pie en aquella isla (J. Miret Sanç: "Els vescomtes de Bas a l'Illa de Sardenya", Barcelona 1901- p.73).
Aunque costó bastante tiempo, bajo su reinado de nuevo se vivió una época esplendorosa por la pujanza de la llamada Corona de Aragón. Alfonso II incorporó a su reino las tierras occitanas de Provenza, el Rosellón y el Pallars Jussà. Con los años el joven soberano conquistó zonas que antes habían ocupado los sarracenos, siendo repobladas por cristianos de lengua catalana, según los cronistas de la época. Se reavivó la economía creándose nuevas vías comerciales y otorgando a las nuevas poblaciones "Cartas Puebla" y "Cartas de Franquicia". Incluso firmó el Tratado de Cazorla en 1179 (por el cual renunció a Murcia) con su cuñado el rey castellano Alfonso VIII;寬vidando que éste había traicionado continuadamente a su padre desde el año 1158. Si pasamos por alto este "detalle", a buen seguro que su amigo y protector, el arzobispo Torroja, habría estado satisfecho de haber encaminado a su pupilo, pues éste al menos se libró de rendir el debido vasallaje a Alfonso VIII de Castilla por sus conquistas.
Su sepelio coincidió con la pésima noticia de que el sultán Saladino había conquistado Siria, potenciando al máximo la ofensiva amenaza bélica, la cual realmente acabó con expulsar a los cristianos de Tierra Santa. Los restos de Guillem de Torroja reposan en un osario dentro de la capilla de Santa Bárbara de la catedral de Tarragona. Lamentablemente se encuentra a bastante altura, por lo que no se puede leer la inscripción, pero fue transcrita por E. Morera: "Memoria, o descripción histórico-artística, de la santa iglesia catedral de Tarragona, desde su fundación hasta nuestros días" (Tarragona, 1904- p. 49).
El nombre de Guillem de Torroja siguió constando durante años en algunos escritos eclesiásticos. El último documento conocido donde se lo citó, se extendió catorce años después de su sepelio (AHN "Santes Creus" Perg. 132; presentado por J. Papell:"ob.cit."P.238-240-doc.-307). © RRRiu
MARÍA MAGDALENA (Anexo a: LAS TRES CORONAS -11-11-11)
En María Magdalena se combinan, sin duda, otras varías Marías bíblicas, mal conocidas incluso por los primeros cristianos. Se cita a la bíblica Pecadora Arrepentida en las enseñanzas esotéricas, así como la recordaron los espiritualistas del período helenístico. A Maria Magdalena la veneraron los gnósticos, los templarios y los cátaros, así como los buscadores del Santo Grial, porque su persona absorbió muchas enseñanzas esotéricas de la adoración a las Vírgenes Negras, a su vez herederas del culto a la diosa Isis del Antiguo Egipto.
Cuando en el siglo IV los Padres de la Iglesia remodelaron la versión oficial de la Biblia católica, encontraron poco espacio para las "Tres Marías" del Nuevo Testamento, porque estuvieron obcecados siguiendo el antiguo criterio: Las mujeres deben ser castigadas por su sexualidad. ¡Y ello se consideraba justicia divina! En tal contexto, la que fuese compañera/novia/esposa de Jesús clandestinamente continuó representando "lo sagrado" del sexo femenino. Es un fenómeno complejo y polifacético, que comenzó ya en los periodos oscuros de la Humanidad porque la Diosa-Madre-Tierra, reproduciéndola de color negro, se tuvo por más rica y más fértil.
Dejando a un lado su veneración entre los prehistóricos y el druidismo de la Europa primitiva, el culto que se potenció en la diosa Isis fue elaborado en el Antiguo Egipto, pasando desde allí a Éfeso. Cuando floreció en Europa durante la Edad Media, de grandes hambrunas, ya la habían enriquecido mucho gracias a los contactos mantenidos de los caballeros templarios con los filósofos sufistas islámicos. Entre las creencias de los templarios se incluía una mística más sabia gracias a ocultar su nueva visión de Nuestra Señora, motivo por el cual la veneración a María Magdalena ha persistido a pesar de cierta oposición por parte del catolicismo. Ahora de nuevo se comienza a desvelar ofreciendo una renovada orientación hacia lo trascendente, muy necesaria en el mundo moderno.
En tiempos de Jesús los agnósticos confiaban su salvación en su capacidad de intospeción y hacía dos siglos que triunfaba entre los judíos monoteístas de Jerusalén, debido a los continuos contactos comerciales con la lejana Persia, vía Mesopotamia. Los hebreos de la Galilea donde nació Jesús, convivieron además con el panteísmo de los griegos y de los romanos. Después de Cristo el gnosticismo estuvo en la salvación a través del conocimiento de los verdaderos secretos revelados. Entre los primeros agustinos calabreses (que al cabo de los siglos fracasaron en su intento de establecerse en Jerusalén), estaba el famoso monje llamado Pedro el Ermitaño, el mismo que posteriormente predicó febrilmente la Primera Cruzada en Francia, la única que acabó con éxito al conquistar Jerusalén (1099). Gracias a las iniciaciones y revelaciones de los citados monjes calabreses, después los caballeros templarios, de los que fue Gran Maestre mi paisano Arnau de Torroja, de Solsona, habían superado la fe simplona y adoptado ciertas ideas heterodoxas.
Como en esta aproximación a María Magdalena se trata de presentar la visión que tuvieron tanto mi biografiado Arnau de Torroja como el resto de los templarios del siglo XII, empezaré recordando que la literatura rabínica aún hoy presenta a Jesús como un "bastardo Galileo hijo de un soldado romano llamado Pantera". Se lo califica de mago que habría aprendido sus trucos de los egipcios, durante las décadas que vivió entre ellos. La reacción de los judíos al descubrirle sus trucos fue lapidarlo. Al negarle la divinidad, se basan en el olvidado "Segundo libro de Set" (s. III), donde se lee que el verdadero Cristo nunca fue crucificado. Para colmo, Eusebio de Cesarea había creído que sólo una décima parte de los Cuatro Evangelios era verdad (F. Conde Torrens: "El grupo de Jerusalén y Simon: Opera magna" (Revista "Año Cero" nº 7-192 – año XVII, ps 66 a 71).
Con lecturas semejantes los templarios de Palestina tuvieron motivos para dudar de lo aprendido dentro del catolicismo. Hoy ya es un "secreto a voces" que, especialmente el Evangelio de san Marcos, recuperó algunas fuentes del Antiguo Egipto, cuya cosmología sagrada de adaptó al Nuevo Testamento. En el fondo este no debería se el problema, sino que la gente de todas partes utiliza mal el necesario referente divino. Particularmente constato que a lo largo de mi vida se ha avanzado mucho, puesto que hasta 1960 el catolicismo incluso tuvo impedimentos para asumir el pensamiento humanista, la ilustración y el liberalismo político.
Debió de ser una gran sorpresa para los hermanos Torroja de Solsona, mis dos reivindicados biografiados, enterarse en Palestina de que María Magdalena en la vida real habría sido mucho más que una gran "Dompna" (o para los trovadores: "Domina" y "Midonis"). En el siglo XII "Nuestra Señora" popularmente fue la idealizada "Gran Dama portadora del Grial" de los romances que circulaban de boca en boca. Era el símbolo del ideal femenino, presentada como la Madre de Jesús, y servía tanto para los monjes como para los caballeros andantes. A ella le rezaban y le construían templos como si fuese una soberana de carne y hueso.
El clero explicaba otra cosa diferente de María Magdalena: Era una ramera arrepentida ¿Pero por qué, de ser así, en el Sur de Francia, a pesar de los dogmas, María Magdalena tradicionalmente fue siempre recordada cual una gran maestra iniciada en conocimientos gnósticos? Los gnósticos no tenían dudas de que ella impartió enseñanzas exclusivas, tal como era de esperar de la privilegiada persona que fue el primer testigo de la Resurrección. En 1945 hubo que darles la razón, debido a que fue descubierto en Nag Hammadi (Alto Egipto) el más importante de los evangelios gnósticos. Consta en total de trece manuscritos, nunca manipulados, que fueron escritos en lengua copta, y encuadernados en piel, hacia el año 400 d.C.. Una vez estudiados, fueron editados en inglés por primera vez en 1977, y el mundo supo que en ninguno de ellos se lee que María Magdalena fuese prostituta. Tal hallazgo vino a confirmar lo que ya se había leído en otro evangelio gnóstico encontrado anteriormente a orillas del Mar Muerto, donde tampoco consta que María de Magdala fuese prostituta ni nada parecido.
Los dirigentes de la Orden de Sión, fundadores de los templarios, de mente abierta y preclara, mantuvieron muy discretamente su devoción por la faceta femenina de la divinidad, de lo cual habían sido precursores los monjes agustinos calabreses de Jerusalén que fundaron la Orden del Santo Sepulcro (siguiendo la tradición del evangelista san Lucas), y la orden de Sión, cuando posteriormente se fusionaron con los esenios "Sabios de la Luz", cuyo símbolo era una rosa y una cruz. Por dicha vía secretamente conectaron con el esoterismo cristiano establecido en Alejandría (Egipto), ciudad donde se enseñaba la Sabiduría de Hermes, readaptando las iniciaciones del faraón hereje Akenaton.
Fue a partir de 1118 cuando los sabios agustinos calabreses decidieron crear su brazo armado, llamándolo Orden del Temple. Por su vinculación a la Orden de Sión se puede entender que el rey Balduino II de Jerusalén reconociese que a ellos les debía su trono. Después los que eran belicosos se enrolaron a la Orden del Temple, pero casi un centenar de miembros de la Orden de Sión regresaron a Francia después de la Segunda Cruzada. Viajaron embarcados en la misma nave que llevó de vuelta al rey Luís VII, y se establecieron en una abadía cerca de Orleans.
MARIA MAGDALENA: DE PUTA, A "APÓSTOL DE APÓSTOLES"
La Santa Biblia alude a la "Puta de Babilonia" (Apocalipsis, 17:1-5), lo cual se utilizó para asociar a María Magdalena con la pecadora que Jesucristo liberó de los espíritus malignos. Cambiarle su identidad sirvió para evitar que sus hijos fuesen reconocidos herederos legítimos de Jesús en la Iglesia primitiva. Tal error lo perpetuó el pontífice san Gregorio I "el Magno" al llamarla "arrepentida prostituta redimida" al leer un sermón que pronunció en la basílica de San Clemente de Roma (14.9.591). La identificó claramente con la pecadora arrepentida, redimida o reformada. Tal error fue debido a no distinguir entre la María del Evangelio de Lucas, con la del Evangelio de Marcos. San Lucas se había confundido al asociarla con santa María Egipciaca, nacida en Alejandría en época romana, que a los doce años abandonó a su familia para llevar una vida desordenada hasta los veintisiete. Entonces María Egipciaca, arrepentida de su conducta, decidió hacer penitencia en el desierto durante cuarenta y siete años. María Egipciaca contó su pasado a un monje, siendo transcrita por el dominico Jacobo de la Voragine en la Legenda Aurea (1275). El pintor Nicolás Poussin representó a la santa de Egipto recibiendo la comunión en el río Jordán de manos de san Zósimo.
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