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Los resortes de la globalización: El mundo del trabajo en tensión

Enviado por Adrián Sotelo


     

     

    "…el orden implicado es particularmente adecuado para la comprensión de la totalidad no fragmentada en movimiento fluyente porque, en el orden implicado, la totalidad de la existencia está plegada dentro de cada región del espacio (y del tiempo). Así, cualquiera de las partes, elementos o aspectos que podamos abstraer en el pensamiento, estará plegado en el todo y, por consiguiente, estará relacionado intrínsecamente con la totalidad de la cual ha sido abstraído. De este modo la totalidad impregna todo lo que se está discutiendo desde el mismo principio". David Bohm, La totalidad y el orden implicado

     

    Introducción

    Nuestro punto de partida contempla la teoría del valor de Marx que sustenta la de los ciclos económicos para analizar los problemas del mundo del trabajo en la época contemporánea. En segundo lugar, planteamos la hipótesis de la inversión de los ciclos económicos ­donde las fases de prosperidad se están reduciendo mientras que aumentan las de recesión y de crisis–, que provoca un fuerte impacto tanto en la disminución del empleo y en el aumento de la desocupación como en la flexibilización y precarización de la fuerza de trabajo como una necesidad del capital para continuar con su reproducción en la medida en que el sistema es incapaz de sustentarla con masas crecientes de valor. Es decir, el capitalismo ha entrado en un foso sin salidas, donde cada vez más produce menos valor y plusvalía provocando una extensión de la superexplotación del trabajo en escala mundial como mecanismo recurrente para mantener al sistema en niveles crecientes de ganancias extraordinarias que resultan de una intensificada competencia intercapitalista entre los grandes monopolios y conglomerados mundializados.

    Por último, vislumbramos la problemática del mundo del trabajo, sus principales mutaciones y transformaciones como el preludio de grandes cambios de diverso orden (social, ético, cultural, psicológico) que, sin embargo, no se traducen en la anulación de su centralidad dentro de la lucha económica y política entre el trabajo y el capital, sino más bien en su refuncionalización tanto en lo que respecta a seguir siendo pieza clave de la reproducción capitalista como, y más importante aún, en las grandes transformaciones que deben experimentar las sociedades de clase para superar el sistema de relaciones sociales vigente.

     

    Globalización y mundo del trabajo

    En el debate sobre la globalización-mundialización del sistema capitalista destaca el problema del mundo del trabajo como una categoría política, sociolaboral y cultural. Sin embargo, este mundo –que no solamente comprende la esfera de la producción y del proceso de trabajo sino, además, los mercados de trabajo donde se compra y se vende la fuerza de trabajo, las condiciones de trabajo y los derechos sociales y laborales– mantiene una relación compleja y contradictoria con otra categoría fundamental de la moderna sociedad, el capital, por lo menos en cinco planos de su existencia real.

    En primer lugar, en el económico y de la reproducción material figura la existencia legal e institucional de la propiedad privada de los medios de producción y de consumo, así como la apropiación por el capital, de los productos-mercancías producidos por la fuerza de trabajo, lo que supone que esta última siga dependiendo de la fórmula general del capital dinero-productivo y mercantil y que no pueda escapar de su órbita, lo que provoca que todos los productos del trabajo (valor, plusvalía, ganancia, renta y riqueza material) fluyan a las arcas de las empresas, de los bancos y de las bolsas de valores del capital privado nacional e internacional provocando crisis económicas, estallidos de burbujas especulativas (como en Japón y en los Tigres Asiáticos en la década de lo noventa), caída de la masa salarial, desempleo y precarización del trabajo con pérdida de derechos sociales y laborales para los trabajadores.

    En segundo lugar, cabe destacar que en la estructura social el mundo del trabajo se recrea dentro de fábricas, empresas, servicios, familias, matrimonios, amigos, territorios y comunidades que lo hacen constantemente identitario, cooperativo y expresivo de sus intereses de clase, de cultura, de etnia, de nación, de credo ideológico y religioso. Estructuras que entran en contradicción con los principios, ideologías y mecanismos de dominación vigentes en las sociedades de clase, en particular, con la capitalista que activa sus dispositivos en los medios de comunicación (TV, prensa escrita, vídeo, cinematógrafo, etcétera) prácticamente en todos los países y regiones del planeta para "desideologizar" y fracturar las actitudes solidarias y cooperativas del mundo del trabajo.

    En tercer lugar, en el plano político, el mundo del trabajo conlleva inherentemente fuertes procesos de despolitización de la clase obrera y del proletariado (campesinos, indígenas, estudiantes, amas de casa) que los imposibilitan para participar en el poder político del Estado capitalista para convertirse en sujetos reales e históricos de transformación de la sociedad en todos los planos: local, municipal, provincial, estatal, nacional, regional e internacional. Por eso la famosa "tercera vía" no funciona. La "democracia" en el capitalismo empresarial y liberal resulta sólo una quimera en la que deben creer todos los "participantes" si quieren subsistir y no ser reprimidos por los órganos de contrainsurgencia. Sólo los partidos políticos institucionales hacen el juego del poder para reproducirlo incesantemente como un rito mágico.

    El cuarto elemento es la cultura y la tradición de pueblos y comunidades, cuyo sistema central de valores (de pertenencia, libertad, solidaridad, lealtad, lengua, etnia, creencias y utopías) está amenazado por la vorágine de la globalización –expresada en la tecnología de internet y en la difusión de la "modernidad"– y de la mundialización del capital que implica la transnacionalización de los ciclos económicos nacionales empezando por la moneda (como en la Unión Europea con el euro) o por acuerdos comerciales como el Mercosur o francamente inequitativos, injustos y asimétricos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).

    En quinto lugar, la existencia real, material e histórica de la clase obrera, del proletariado y de categorías sociolaborales (técnicos, científicos, analistas, programadores, ingenieros, diseñadores) que reproducen su existencia mediante la venta en los mercados laborales de su fuerza de trabajo a un patrón –sea este el Estado o el empresariado o a un conglomerado mixto– para recibir a cambio un salario (cualquiera que sea la forma que éste asuma), confirma que la fuerza de trabajo en todo el mundo sigue siendo un factor fundamental del desarrollo de las fuerzas productivas y de mantenimiento de las relaciones sociales en el capitalismo contemporáneo, pero también la figura emblemática y real que visible o invisiblemente se enfrenta constantemente al capital en una suerte de lucha de clases que la prensa y los medios académicos corporativos intentan por todos los medios ocultar.

    En sexto lugar destaca el avance tecnológico y de la ciencia (I&n estratégicamente irreconciliable con el universo del capital, sobre todo, porque al revés de aumentar la ocupación, los salarios y la calificación en el trabajo, por el contrario, como demuestran estudios empíricos serios, provoca desempleo tecnológico, merma salarial, descalificación, segmentación de los mercados laborales, tercerización, marginalidad social, intensidad del trabajo (a través del neotaylorismo y el toyotismo), aumento promedio de la jornada laboral y superexplotación del trabajo en escala creciente.

    En el plano ideológico la lucha de las ideas y la toma de conciencia por parte de las clases trabajadoras de todos los países y continentes son fundamentales para la comprensión crítica, identitaria y conciente de la realidad social y laboral para descubrir y estimular las potencialidades críticas de su transformación.

    La ideología tiene dos vertientes: una se puede considerar negativa porque distorsiona la realidad de acuerdo con el color y los intereses con que se mire –"este es el mejor mundo posible", "el sistema capitalista puede resolver todos los problemas de los trabajadores", "la integración de las naciones es positiva porque me permite transitar más allá de las fronteras", "todo mundo tiene acceso a internet y puede volverse ciudadano del mundo"1–. Un mundo feliz sin riesgos y lleno de promesas…insatisfechas.

    La otra vertiente es positiva porque reabre el debate sobre la existencia real del mundo del trabajo y, sobre todo, porque postula que son sus sujetos concretos los que pueden, potencial y realmente, transformar radicalmente las sociedades existentes y el sistema capitalista que les sirve de sustento. Los trabajadores y trabajadoras recuperan así su potencial creativo para poder ser sujeto histórico de transformación.

    Estas contradicciones que hemos reseñado de manera general, muestran un hecho que es incontrovertible: que el mundo del trabajo existe en sí y para sí y constituye el polo opuesto del capital cualquiera que sea la forma de existencia que este asuma: productivo, comercial, financieroespeculativo, tecnológico o industrial: no es la forma sino el contenido lo que entra en tensión.

    La centralidad del trabajo asalariado, creador de valor, responsable de la producción de plusvalía y de las ganancias que dinamizan la reproducción ampliada del capital sigue siendo eje central en las sociedades capitalistas contemporáneas.

     

    Vertientes teóricas de la –supuesta– descentralización del trabajo en el capitalismo posmoderno e informatizado

    En las dos últimas décadas, de manera particular luego de la caída de la URSS y del bloque socialista el pensamiento marxista ha enfrentado una intensa envestida por parte de la ideología neoliberal y de las diversas expresiones ideológicas del "pensamiento único". Generalmente sin argumentos sólidos que las sustenten, dichas críticas van dirigidas contra las ideas-fuerza, conceptos, categorías, hipótesis y leyes como la del valor, de la plusvalía y de la tasa de ganancia que caracterizan al capitalismo como un sistema histórico que, por tanto, posee un ciclo de desarrollo, de crisis y de decadencia como demostró Marx y la corriente marxista en los últimos dos siglos.

    Particular relevancia reviste el descarte que el pensamiento dominante ha intentado de conceptos como el trabajo y el capital en tanto centrales en el sistema, así como dinamizadoras del mismo a través de una lucha secular entre ambos que se expresa tanto en el ámbito económico-estructural, como social, político y cultural.

    El carácter clasista de la contradicción trabajo-capital (contradicción que actúa como motor de la historia) fue sustituido por una especie de armonicismo sociológico que a lo sumo la reconocían, sí, pero como accesoria o subsidiaria de otras dimensiones "superiores" como el desarrollo tecnológico, los sistemas comunicativos y otras encaminadas a "explicar" la naturaleza social y económica del capitalismo de nuestros días presentando una "camino alternativo", "incluyente" y equitativo que no implica, se nos dice, cambios radicales que trasciendan el orden existente, aunque el mundo del trabajo permanece en tensión debido al cúmulo de transformaciones estructurales, sociales, jurídicas y laborales en marcha.

    En este contexto ha sido objeto de ataques, especulación y desestructuración la vigencia de la centralidad del trabajo en el mundo contemporáneo. Ciertamente que esta centralidad ha experimentado modificaciones debidas a la reestructuración del capital operada en las dos últimas dos décadas del siglo XX y en el primer lustro del siglo XXI. Sin embargo ello no ha implicado su deshabilitación como proceso fundacional, esencial e histórico del desarrollo del capitalismo mundial y de las sociedades de clase que se reproducen en función de la ley del valor, de la explotación, de la producción de plusvalía y del permanente aumento de las ganancias.

    A pesar de la evidente globalización-mundialización del capital que se ha verificado intensamente a partir de la década de lo ochenta del siglo pasado cuando el par dialéctico capitalismo-imperialismo se transformó en neoimperialismo-neoliberalismo, sin embargo, el mundo del trabajo sigue existiendo en tanto contradicción esencial del capital social global y él es insustituible hasta ahora para resolver los graves problemas de la humanidad y preservar su existencia en el futuro.

    Sin trabajo y sin valor no puede existir la sociedad capitalista, por lo menos la que se sustenta en sus cimientos constitutivos como la propiedad privada de los medios de producción, el ciclo del capital y la producción mercantil, la incontenible especulación inmobiliaria y financiera, la producción de plusvalía mediante los sistemas de explotación del trabajo basados en la plusvalía absoluta y relativa y en la superexplotación.2

    Las transformaciones estructurales, políticas, tecnológicas y sociales que experimentaron las sociedades de clase y el capitalismo mundial de carne y hueso en las dos últimas décadas estimularon la difusión de "tesis" relativas a que en ese contexto se habría producido un fenómeno de reducción sustancial de la importancia cuantitativa y cualitativa del trabajo como mecanismo central del proceso de creación de valor, de reproducción del capital y de la lucha contra éste. Tesis que surgen en contextos específicos delimitados por problemáticas sociológicas, técnico-económicas y jurídico laborales muy concretas de los países europeos y, en particular, de Estados Unidos y de Japón donde el mundo del trabajo representa una porción minoritaria respecto al contexto del mundo del trabajo global que, como hace notar Ricardo Antunes, en los países del tercer mundo cubre más de dos tercios de la humanidad. Su planteamiento es el siguiente:

     

    "Los críticos de la sociedad del trabajo pueden estar equivocados al enfatizar, eurocéntricamente, que el trabajo está en vías de extinción, que el capital ya no necesita de esa mercancía especial. Vale recordar que por lo menos dos tercios de la humanidad que trabaja se encuentra en el tercer mundo: en Asia, en Oriente, en África y en América Latina. No parece un buen ejercicio analítico tematizar sobre el mundo del trabajo con un corte excesivamente eurocéntrico. Eso sin hablar de la complejidad que deriva de la nueva división internacional del trabajo en la era del capital mundializado".3

    El predominio o si se quiere la hegemonía del mundo del trabajo sobre formas fetichizadas encubiertas de ciencia y tecnología4 en los países capitalistas dependientes de la periferia del sistema automáticamente relativiza afirmaciones eurocéntricas relativas al fin del trabajo que han sido elaboradas y tematizadas "científicamente" en función de realidades concretas e históricas del capitalismo y del mundo del trabajo existente en esos países: de manera particular en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia o Japón (cuna del toyotismo y de la revolución organizacional) por mencionar a los más importantes integrantes y socios del G-7 y del neoimperialismo.

    De esta forma la realidad que viven los trabajadores (as) de los países industrializados se edifica y analiza con consignas como el "fin del trabajo" que pronto se ven trasladadas mecánicamente y sin las mediaciones correspondientes al mudo del trabajo de los países subdesarrollados. En otras palabras se convierten primeramente en "modelos ideales" inspirados en planteamientos metodológicos de Max Weber para después importarlos a la periferia del sistema.

    Lo verdaderamente sorprendente es que estos fenómenos de "destrucción creativa" para erigir "otra cosa nueva" relativa al mundo del trabajo han sido interpretados, en buena parte de los casos por sociólogos, comunicólogos, politólogos y economistas como "pruebas empíricas" de la desaparición –o pérdida de eficacia cognoscitiva y constitutiva– del mundo del trabajo en la estructuración de las sociedades contemporáneas frente al "nuevo orden social" supuestamente diferente, en forma y contenido, del capitalismo. En su lugar, líneas evolucionistas de pensamiento de corte shumpeterianas y concepciones desarrollistas con base en la descripción de "trayectorias tecnológicas", exógenas al sistema, se habrían encargado de sustituir a la teoría marxista del capitalismo y de su crisis para "resolverla" mediante sustitutos como la ciencia y la técnica, la comunicación, la posmodernidad, el despliegue de la globalización, de las sociedades red y de un cúmulo de nociones abstractas y ahistóricas carentes de contenidos históricos, empíricos y cognoscitivos.5

    En este contexto un ejemplo de eurocentrismo puro se revela en la siguiente cita profética de un libro de André Gorz6 cuando afirma que:

     

    "La razón más inmediatamente perceptible es que la abolición del trabajo es un proceso en curso y que parece llamado a irse acelerando. Institutos independientes de previsión económica (¿?) han estimado para cada uno de los tres países industriales de Europa Occidental, que la automatización suprimirá, en el espacio de diez años, cuatro o cinco millones de empleos, a menos que se lleve a cabo una profunda revisión de la duración del trabajo, de los fines de la actividad y de su naturaleza".

    Sin que el autor explicite cómo, quién y con qué mecanismos se va a llevar a cabo esa "profunda revisión" de la duración del trabajo, de sus fines y naturaleza, ciertamente no se puede negar que desde que se publicó esta obra de Gorz, en todo el mundo se han registrado importantes cambios como el declive promedio de la industria, la informatización de los procesos de trabajo, el auge de los servicios y de la "sociedad del conocimiento", también han ocurrido despidos masivos de trabajadores por obra de la automatización, el aumento de la productividad social del trabajo, revoluciones en el capital fijo y circulante y en otros mecanismos encaminados a este fin, como por cierto constató el mismo Marx en su época en el siglo XIX. Sin embargo ello no representó el "fin del trabajo.", sino más bien su reestructuración y una nueva configuración estructural tanto en relación con la estructura capitalista como en su posición en la sociedad.

    En otro trabajo reciente André Gorz vuelve a insistir en el tema ahora bajo el ambiguo título de "Salir de la sociedad del trabajo"7 sin mostrar los caminos concretos de cómo hacerlo. Atrapado en la dicotomía de "superar" la sociedad salarial sin superar al mismo tiempo el modo de producción capitalista, el autor destaca su planteamiento central:

     

    "Superaremos la sociedad salarial-y con ella el capitalismo- cuando las relaciones sociales de cooperación voluntaria y de intercambios no mercantiles autoorganizados predominen sobre las relaciones de producción capitalistas: sobre el trabajo-empleo, el trabajo mercancía. Esta superación del capitalismo está inscrita en la lógica de la transformación técnico-económica en curso, pero ésta sólo conducirá a una sociedad poseconómica, poscapitalista, si esta sociedad es proyectada, exigida, por una revolución tan cultural como política, es decir, si los 'actores sociales' saben utilizar lo que todavía no es más que una transformación objetiva para afirmarse como los sujetos de la liberación que esta transformación hace posible".8

    Podríamos comentar más sobre esta cita de Gorz; pero basta la anterior, formulada en un altísimo grado de abstracción –tanto que se llega a volatilizar– para referir la total ausencia de sujetos concretos de transformación, los que más bien son representados en inidentificables "relaciones sociales de cooperación voluntaria y de intercambios no mercantiles autoorganizados" y en presuntos "actores sociales" cuyo contenido y perfil no se llega a materializar.

    Por su parte Jeremy Rifkin habla de "fin del trabajo"9, pero el problema con este autor es que se pronostica el advenimiento de una sociedad "sin trabajadores" en términos cuantitativos, pero no define qué es el trabajo y su diferencia con la fuerza de trabajo. Solamente verifica la disminución del mundo trabajadores en la industria por efectos de la automatización, pero no discute qué ocurre con la producción de valor y como éste queda reemplazado por las máquinas.10

    Claus Offe vislumbra una pérdida de centralidad del trabajo y merma de conceptos y de ideasfuerza como "capitalismo" y "sociedad industrial"11, a cambio de la re-asunción de la teoría comunicativa de Habermas12 en la que la "la esfera intersubjetiva de la razón comunicacional (en tanto proceso emancipador)13 viene a suplir al mundo del trabajo atrapado en la esfera de la razón instrumental.

    Alain Touraine sustituye la problemática del trabajo (supuestamente) por nuevas problemáticas cuando afirma que "Las luchas y reacciones antinucleares caracterizan un importante cambio en el campo de la política…es la primera vez que los problemas del trabajo y la producción han dejado de ocupar la posición central en la vida política".14

    Se entiende que a partir de aquí, en una escala jerárquica conforme el sistema se hace más complejo y multiplica su problemática (crisis, guerras, devastación ecológica, degradación sicológica y moral de las sociedades humanas, corrupción, narcotráfico, por mencionar algunas) el trabajo y sus sujetos, los trabajadores (as) de todo el planeta, queda estacionado en el piso –si no es que en el sótano– de la jerarquía; casi como una nota al pié de página.

    Offe propugna por crear una teoría dinámica del cambio social que explique las causas por las que el trabajo y la producción van perdiendo fuerza y capacidad para estructurar y organizar las sociedades contemporáneas frente a un nuevo campo de "acción social" caracterizado ­afirma- por la irrupción de "nuevos actores" y de "nuevas racionalidades"15, pero sin decirnos ni una palabra sobre cuáles son las nuevas fuerzas y formas estructurantes de dichas sociedades. El problema no está en crear, si es necesario, esa teoría, sino en formular antes, y despejar, verdaderamente si las anteriores teorías, particularmente la marxista, ya no responden y por qué a la nueva configuración social, cuestión a la que no da respuesta el autor.

    Por su parte Negri y Hardt en su libro Imperio hablan de la hegemonía creciente del "trabajo inmaterial"16 y de la necesidad de elaborar una nueva teoría del valor y de la subjetividad "…que opere a través del conocimiento, la comunicación y el lenguaje" (op. cit. p. 43), sin solventar sus afirmaciones con investigación empírica y con datos y hechos que las validen sobre todo en el conglomerado humano del mundo del trabajo de los países subdesarrollados.

    En otro trabajo, Antonio Negri y Maurizio Lazzarato17 afirman tajantemente, pero sin demostrarlo, que "El trabajo inmaterial tiende a volverse hegemónico, de forma totalmente explicita". Insisten en la hegemonía que ha alcanzado el trabajo inmaterial plasmado, según ellos, en la personalidad, la subjetividad y en el alma en la sociedad contemporánea. Identifican un ciclo social de la producción constituido por la "fabrica difusa", la organización del trabajo descentralizado y por diferentes formas de tercerización de la producción. De aquí resulta la siguiente tesis:

     

    "…el ciclo del trabajo inmaterial es preconstituido por una fuerza de trabajo social y autónoma, capaz de organizar el propio trabajo y las propias relaciones con la empresa. Ninguna organización científica del trabajo puede predeterminar esta capacidad y la capacidad productiva social".

    Afirmación problemática y difícil de comprobar relativa a que la fuerza de trabajo haya llega a ser "autónoma" frente al capital y las gerencias autoritarias del capitalismo informático que controlan el proceso de trabajo y la valorización del capital a través de sistemas automatizados. Según ellos el ciclo del trabajo inmaterial se ha convertido en la base fundamental de la producción, de la reproducción y del consumo.

    Lo más grave de su razonamiento de estos autores es cuando trasladan y sustituyen el problema de la explotación capitalista y lo resuelven-diluyen en el campo ético de la subjetividad cuando afirman que "…el trabajo inmaterial no se reproduce (y no reproduce la sociedad) en una forma de explotación, pero sí en la forma de reproducción de la subjetividad".

    En otras palabras se puede deducir de este razonamiento que si el trabajo inmaterial es hegemónico en la sociedad posfordista y, de acuerdo con la cita anterior, ese trabajo ya no se reproduce en función de la explotación sino en la reproducción de la subjetividad, entonces es evidente que en la sociedad y en su sistema capitalista ha cesado la explotación como categoría constitutiva de ese sistema. Por lo que ahora se tendrá que explicar cómo y de dónde se produce y reproduce la riqueza social sin explotación, es decir, sin reposición del capital fijo y circulante, sin creación de un nuevo valor equivalente al valor de los salarios y sin plusvalía (sin trabajo excedente no remunerado) que es la fuente de donde brota la ganancia de empresario y se asegura la reproductividad del sistema.

    La evidente fetichización que se hace de la fuerza de trabajo y del sistema capitalista en conjunto lleva a los autores a plantear tesis absurdas e inviables como la siguiente:

     

    "La época en que el control de todos los elementos de la producción dependía de la voluntad y de la capacidad del capitalista es superada: es el trabajo el que, cada vez más, define al capitalista, y no al contrario".

    En otras palabras obsérvese que aquí llegamos al límite máximo de la tergiversación e inversión de la comprensión dialéctica y lógica de la naturaleza de la sociedad capitalista en tanto modo de producción y formación social mundial. Ahora resulta que es el "trabajo" (¿?) el que determina y rige los destinos del capital, mientras que éste se convierte en siervo de aquél. ¿Realmente sucede eso en los mundos del trabajo reales de países como Estados Unidos, Alemania, Japón, Italia, Francia, Suecia, México, Brasil o en los del Caribe?

    La siguiente afirmación remata la concepción política que estamos criticando. Dicen:

     

    "Si el trabajo tiende a volverse inmaterial, si su hegemonía social se manifiesta en la constitución del General Intellect, si esta transformación es constitutiva de los sujetos sociales, independientes y autónomos, la contradicción que opone esta nueva subjetividad al dominio capitalista (si de alguna manera se quiere designar a la sociedad post industrial) no será dialéctica, y sí alternativa. Como decir que para existir este tipo de trabajo, que nos parece al mismo tiempo autónomo y hegemónico, no se precisa más del capital y su orden social, y, consecuentemente, el trabajo se pone inmediatamente como libre y constitutivo. Cuando decimos que esa nueva fuerza, no puede ser definida en el interior de una relación dialéctica, queremos decir que la relación que ésta tiene con el capital no es solamente antagonista, ella está más allá del antagonismo, es alternativa, constitutiva de una realidad social diferente".

    Aquí solamente cuestionamos que si como aseguran los autores, esta nueva fuerza del general intellect –que, por cierto, Marx concibe de una manera completamente distinta a como la interpretan los autores de marras18– es ya hegemónica como expresión del trabajo inmaterial: ¿puede construir una "realidad social diferente" (¿neocapitalista, o socialista, o comunista, o neoliberal o neoestructuralista keynesiana?) sin superar radicalmente el modo dominante de producción capitalista en su actual estadio neoimperialista y mundializado basado en la producción de valor y plusvalía mediante una extendida y universalizante superexplotación de la fuerza de trabajo?

    La tendencia a la universalización y a la supremacía del general intellect en la sociedad mantiene una constante contradicción con las relaciones capitalistas de producción y de apropiación basadas en la propiedad privada y en la explotación de la fuerza de trabajo del obrero colectivo por el capital.

    La explicación de Habermas respecto a la "absorción-integración" del mundo del trabajo mediante la lógica de la razón funcionalista, la que a la par corresponde a las funciones del Estado social, se apoya en los siguientes pasos:

    a) Realiza una diferenciación entre sistema y mundo de la vida.

    b) Ubica, en primera instancia, el mundo del trabajo en la esfera de la vida.

    c) Más tarde, es el sistema económico, administrativo y el Estado quienes absorben al mundo del trabajo, el cual queda encerrado en la jaula de hierro. Según Habermas, Marx no "previó" esta génesis en su teoría del valor-trabajo.

    d) Para Habermas la teoría del valor de Marx contiene tres debilidades:19

    d1) En primer lugar, según él, Marx diferenció el sistema del mundo de la vida, pero su separación no se tradujo en categorías propias de los subsistemas políticos y económicos.

    d2) Marx carece de criterios para distinguir entre el proceso de destrucción de las formas tradicionales de vida y el de justificación del mundo de la vida que corresponde a las sociedades postradicionales.

    d3) La tercera debilidad, siempre según Habermas, consiste en el sobredimensionamiento que Marx le otorga a la lucha entre el trabajo y el capital directamente derivada de la lógica conflictiva del valor, porque según Habermas los procesos de cosificación no necesariamente tienen que surgir de la esfera desde donde se originan, es decir, del mundo del trabajo.

    La conclusión final de estas tres "debilidades" de la teoría del valor de Marx se resume en el siguiente párrafo:

     

    "Las tres debilidades que hemos analizado de la teoría del valor explican por qué la Crítica de la Economía Política, pese a su concepto de sociedad articulado en dos niveles, capaz, por tanto, de combinar sistema y mundo de la vida, no ha permitido una explicación satisfactoria del capitalismo tardío".20

    No es aquí el espacio adecuado para realiza un análisis pormenorizado de la teoría de la acción comunicativa de Habermas y de sus consecuencias tanto en el desplazamiento de la teoría del valor como en la fundamentación de la acción comunicativa como base de una teoría de la sociedad contemporánea. Simplemente señalamos que la explicación habermasiana respecto del proceso de absorción-integración del mundo del trabajo mediante la lógica de la razón funcionalista pasa por alto los siguientes elementos.

    En primer lugar, que en la época de Marx (cuando desarrolla la teoría el valor) el Estado social capitalista es inexistente; entonces, se hablaba de un Estado capitalista liberal.

    En segundo lugar, la teoría del valor-trabajo de Marx parte de la dinámica de la producción y desde este esfera se proyecta al conjunto del cuerpo político y social lo que, con otro lenguaje diferente al parsoniano y sistémico, demuestra que sí contempla la relación entre sistema y mundo de la vida pero dentro de una concepción y lógica global fundamentada en la teoría del valor y de otras categorías como plusvalía y ganancia.

    Marx no ignora el papel de la ideología y, por lo tanto, del conjunto de los elementos que configuran la superestructura de la sociedad burguesa, así como el papel de la represión y el uso de la violencia por parte del Estado en la (relativa) absorción y contención de la lucha de clases y del conflicto social, cuestiones que explican que en determinados periodos de la historia aparezcan momentos de relativa estabilidad estructural y de "paz social".

    Por último, Habermas simplemente no aprecia que la teoría del valor-trabajo contempla una problemática específica que constituye la base de la reproducción material del sistema capitalista y de nociones cada vez más complejas y abstractas como la de sistema, Estado, clases sociales, poder y dominación.

     

    Reestructuración y centralidad: relación desarrollo- subdesarrollo en el mundo del trabajo

    Hemos destacado algunas concepciones influyentes en los medios académicos y científicos dominantes relativos a la supuesta pérdida de centralidad del trabajo por múltiples causas sin dejar de reconocer que una gran cantidad de argumentos son válidos descriptivamente para apreciar fenómenos de indudable valía respecto a cambios y comportamientos que han incidido en el mundo del trabajo.

    Sin embargo, a diferencia de las problemáticas del mundo del trabajo de países industrializados como Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, en los países subdesarrollados el mundo del trabajo (asalariado y otras formas refuncionalizadas por el capitalismo como el trabajo a domicilio y la informalidad) ha aumentado como se constata con el hecho de que en el año 2000 el total de la PEA mundial alcanzaba 2 mil 732 millones 342 624 personas, de las que 85% se concentra en los países de la periferia del capitalismo central.21 Es decir, es la inserción de esta periferia con el mercado mundial y con los procesos productivos de los países desarrollados, la que a través de transferencias de valor, de plusvalía y de riqueza (petróleo, gas, agua, productos agrícolas, minerales y un sin fin de mercancías que son producto del trabajo humano) posibilita que el núcleo duro de la reproducción capitalista se mantenga, incluso, con tasas declinantes de empelo industrial, con alza en el sector de los servicios y con importantes ciclos de aumento de desempleo estructural y tecnológico.

    Otro problema, que nada tiene que ver con el "fin del trabajo" es el hecho de que la población que trabaja, o sea como dice Antunes: "la clase que vive del trabajo"22 tienda a reproducirse en condiciones en que se incrementan las tasas relativas y absolutas de la pobreza y la extrema pobreza debido, entre otros factores causales, a las bajas remuneraciones reales que percibe. Es así que en términos de remuneración y de aumento del número de trabajadores el Informe sobre el Empleo en el Mundo 2004-2005: empleo, productividad y reducción de la pobreza de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para el año 2003 revela que de un total de 2 mil 800 millones de trabajadores de todo el mundo 50% percibe menos de 2 dólares por día y que, de éstos, 49.7% (550 millones), recibe menos de un dólar por día en un contexto en que en ese mismo año se registró un desempleo total de 185 millones de personas por lo que la tasa de desempleo mundial prácticamente no se modificó, pues pasó del 6,3 por ciento en 2002 al 6,2 por ciento en 2003.23

    En términos generales se pude decir que en la última década (1993-2003) en escala mundial se aprecian tres patrones relativos a la correlación niveles de desarrollo-desempleo por regiones y países. En el primero, concerniente a los países capitalistas desarrollados, las tasas de desempleo se fueron reduciendo al pasar de 8.0% a 6.8% en ese período, mientras que en otras regiones, como América Latina, aumentó de 6,9% a 8%, en Asia Oriental, de 2,4% a 3,3%; en Asia Sudoriental, de 3,9% a 6,3%, mientras que en Asia Meridional, Oriente Medio y África del Norte el desempleo se mantuvo con tasas estables.

     

     

    Cuadro 1 Indicadores del mercado de trabajo y económicos (para todo el mundo y distintas regiones en años determinados, porcentajes)

    Lo anterior prueba que por más que el sistema a través de la automatización presiona para sustituir crecientemente de sus procesos productivos y de trabajo al factor humano (en tanto fuerza de trabajo simple y compleja), este objetivo tiene límites histórico estructurales dados por las necesidades y características esenciales de la reproductividad del sistema . En segundo lugar, demuestra que lo que verdaderamente viene cambiando es la fisonomía del mundo del trabajo en escala global derivada de la nueva división internacional del trabajo y que la reestructuración, por lo menos, ha modificado en cuatro direcciones:

    a) Fomentado una profunda desregulación que opera en los planos jurídico-políticos bajo la acción coordinada del Estado y la patronal dentro de la llamada "reforma del Estado" así promovida por el Banco Mundial, sobre todo, en América Latina.

    b) Operando su flexibilización que implica la creación de obreros polivalentes (multiusos) y rotativos.

    c) Trocando su integridad laboral, salarial, social y conculcando sus derechos laborales mediante la precarización laboral24 y, por último,

    d) tercerizando las actividades productivas y el mundo trabajo.

     

    El resultado agregado de estas cuatro dimensiones, su síntesis, se codifica en la institución de la temporalidad como forma hegemónica del nuevo régimen neoliberal vigente de la división mundial del trabajo en relación con el capital y el Estado.

    A la temporalidad laboral a que se ven sujetos cada vez más amplios contingentes de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo, aunada a la situación de un crónico desempleo que involucra a grandes poblacionales que no gozan de prestaciones sociales ni de subsidios, se le denomina fractura social.25 Para nosotros este fenómeno de fractura social significa un despiadado y peligroso proceso de fragmentación de la clase obrera, de sus sindicatos y de sus ámbitos sociales centrados en la familia, en la vida cotidiana, en las formas de pensamiento y en las ideologías, así como en la dimensión pública de su campo de acción.26

    Desde una perspectiva teórico se presuponía que el desarrollo técnico-científico27 y su aplicación a los procesos de trabajo y la organización laboral, redundarían para contrarrestar la fractura social y los procesos de precarización y fragmentación del mundo del trabajo con el fin de afianzar la superación de los elementos negativos de la reestructuración capitalista en el curso de la década de los ochenta del siglo XX. Pero esto no ha sido así. Por el contrario, de acuerdo con investigaciones actuales28 se advierte que en esta perspectiva la tecnología aplicada en los procesos productivos y de trabajo, así como la adopción de nuevas formas organizativas basadas en el neofordismo, el neotaylorismo, la reingeniería y el toyotismo, por término medio, han reforzado esos cuatro ámbitos de la reestructuración del trabajo, además de extender su radio de acción a la economía y la sociedad amenazando seriamente a las poblaciones trabajadoras de todo el mundo.

    Pareciera que presentamos una visión negativa del estado de cosas relativo a la sociedad y al mundo del trabajo muy alejada de las figuras mediáticas y de las imágenes que promueven los medios privados y oficiales. Pero no es así, los autores citados han derivado de sus investigaciones impresiones similares que encuentran sustento en la realidad social de nuestros países y en las tendencias macro y micro que se proyectan en el horizonte. Es así como, por ejemplo, Nise Jinkings destaca las características de la sociedad contemporánea cuando describe la dinámica social en términos de "…destrucción, precarización, eliminación de puestos de trabajo, desempleo estructural, un mundo conducido por la razón instrumental que no es otra cosa que la vigencia de la sinrazón".29 Sinrazón que, sin embargo, rige la nueva organización capitalista del trabajo y la lógica instrumental de los métodos de producción de valor, de plusvalía y de ganancias (medias y extraordinarias) en el capitalismo actual informatizado bajo la cobertura del neofordismo, al reingeniería y el toyotismo informatizados.

     

    Palavras finais

    Desde la perspectiva de las ciencias sociales, de la sociología del trabajo y del pensamiento crítico latinoamericano en este ensayo no podemos asentar una "conclusión definitiva" simplemente porque no la hay en un tema tan complejo como el del mundo del trabajo y su actual dinámica dentro del proceso de mundialización del capital. En su lugar, más bien, debemos exponer que el tema del mundo del trabajo, en tanto objeto de estudio de las ciencias sociales, aún reclama mucha tinta por derramar a través de investigación teórica y empírica (por cierto muy escasa en nuestros tiempos); de tratamientos especiales de estudios de caso por empresa, rama, sector país y a escala mundial para poder estar en condiciones de poder inferir tendencias que apuntalan su reestructuración por los sistemas neoliberales imperialista y posfordistas como el neotaylorismo, el toyotismo, la reingeniería en concordancia con las estrategias tecnológicas y geopolíticas que desplieguen el capital, sus empresas y el Estado neoliberal.

    Ante la precarización, fragmentación, flexibilización y tensión del mundo del trabajo y de sus expresiones organizativas y de lucha (sindicatos, huelgas, autogestión, control obrero de la producción) debemos estudiar profundamente cuál va a ser primero el proceso de reestructuración y, en seguida, de reconstrucción de un nuevo mundo del trabajo y de la sociedad surgido de las miserias y calamidades de la reestructuración salvaje en curso, así como de la crisis civilizatoria del modo de producción capitalista en escala mundial.

    En este contexto teórico, epistemológico y analítico es urgente recuperar una visión completa y dinámica por localidades, regiones y países del mundo del trabajo como un plasma que abarca la totalidad del planeta. El concepto Trabajo como un coagulo que sintetiza los valores de uso y de cambio y sus categorías derivadas (salarios, precios, plusvalía, ganancia, renta, impuestos) que en el capitalismo dinamizan, de principio, la reproducción de mercancías, de las sociedades y de los Estados.

    En síntesis: estamos frente a la dialéctica de la historia y sus vicisitudes dentro de las dos únicas alternativas que el Estado capitalista contemporáneo y la sociedad burguesa plantean a la humanidad: o la barbarie destructiva (tipo Haití, Irak o Afganistán) o, bien, la civilizatoria, libertaria y democrática que carece de espacios territoriales, identitarios, éticos, culturales y espirituales dentro del actual (des)orden del modo capitalista de producción planetario.

     

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    Notas

    * Sociólogo, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Correo electrónico: amatl01[arroba]prodigy.net.mx

    1. Recuérdese una voluminosa obra de Jeremy Rifkin, La era del acceso la revolución de la nueva economía Barcelona, 2000 donde la clave del "acceso" es el comercio electrónico e Internet.

    2. Desarrollamos esta tesis en nuestro libro: La reestructuración del mundo del trabajo, superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo, coedición Editorial Itaca-UOM-ENAT, México, 2003, 1ª Edición.

    3. Ricardo Antunes, O caracol e sua concha, ensaios sobre a nova morfología do trabalho, Boitempo, Sao Paulo, 2005, p. 26.

    4. Al respecto dice Habermas que el objetivo de Marx "…es denunciar el proceso de mantenimiento del sistema económico como una dinámica de explotación que la objetivación y la anonimización hacen irreconocible", Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, vol. II, Crítica de la razón funcionalista, México, Taurus, 2005, pp. 477478.

    5. Un libro de inspiración evolucionista con fuerte contenido reduccionista tecnológico representativo de esta corriente es el de Carlota Pérez, Revolución tecnológica y capital financiero, la dinámica de las grandes burbujas financieras y las épocas de bonanza, Siglo XXI, México, 2002. El determinismo tecnológico se aprecia en el siguiente párrafo: "…cada revolución tecnológica ineluctablemente induce un cambio de paradigma…Un paradigma tecnoeconómico es, entonces, un modelo de optimización constituido por un conjunto de principios tecnológicos y organizativos, genéricos y ubicuos, el cual representa la forma más efectiva de aplicar la revolución tecnológica y de usarla para modernizar y rejuvenecer el resto de la economía" (p. 41). La pregunta necesaria ante este planteamiento y cuya respuesta está ausente en el libro de la autora es: ¿cuál es el sujeto real, la fuerza económica y política, la clase social o grupo, que desencadenan la "inminente" revolución tecnológica?

    6. André Gorz, Adiós al proletariado, Barcelona, 1980, Viejo Topo, p. 11.

    7. André Gorz, "Salir de la sociedad del trabajo", Memoria no, 199, México, septiembre de 2005, pp. 25-33.

    8. Ibíd., pp. 32-33.

    9. Jeremy Rifkin, El fin del trabajo, Paidós, Barcelona, 1997.

    10. Una gran parte de los autores que deshabilitan la centralidad del trabajo a partir de la "evidencia" de su "disminución" no advierten, al igual que Rifkin, la diferencia existente entre globalización de la fuerza de trabajo, que explica los flujos de las migraciones por todo el mundo, y la globalización del capital variable que indica el proceso de cambio en la distribución de las inversiones en fuerza de trabajo por parte de las empresas transnacionales. Al respecto véase esta diferencia en: Martínez Peinado, Javier, El capitalismo global, límites al desarrollo y a la cooperación, Icaria, Barcelona, 1999.

    11. Clause Offe, y Karl Hinrichs, La sociedad del trabajo, problemas estructurales y perspectivas de futuro, Alianza, Madrid, 1992.

    12. Véase Jürgen Habermas, "Ténica e ciencia como ideología", Os pensadores, Sao Paulo, abril de 1975, además de su Teoría de la acción comunicativa, op. cit.

    13. Antunes, O caracol…op. cit., p. 24.

    14. Alain Touraine en: "Antinuclear reactions on antinuclear movement" (cit. por Offe, op. cit, p. 50).

    15. Op. cit., p. 51.

    16. Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Paidós, Buenos Aires, 1ª reimpresión, 2002, p. 42 y ss. Véase también de estos autores su más reciente libro Multitud, Debate, Barcelona, 2004.

    17. Maurizio Lazzarato y Antonio Negri, Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción de subjetividad, DP&o de Janeiro, 2001 (Disponible en archivo PDF en Internet: http://www.google.com.mx/search?hl=es&s de explicar los efectos de la maquinaria (el "capital fijo" le llama) en el trabajo y en la fuerza de trabajo asienta que: "La naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras, electric telegraphs, selfacting mules, etc. Son éstos productos de la industria humana; material natural, transformado en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza y de su actuación en la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana; fuerza objetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fixe revela hasta qué punto el conocimiento o knowledge social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata y, por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del general intellect y remodeladas conforme al mismo. Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales son producidas no sólo en la forma del conocimiento, sino como órganos inmediatos de la práctica social del proceso vital real". Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política,1857-1858, Siglo XXI, México, Tomo II, 8ª edición, 1980, pp. 229-230. La secuencia no deja lugar a dudas: las maquinas, locomotoras, en general el capital constante (fijo y circulante) en tanto órganos del cerebro humano, son producto de la mano humana, o sea, de la fuerza de trabajo del obrero colectivo global que, a la vez, es fuerza objetivada del conocimiento en tanto fuerza productiva inmediata. En la lógica de este razonamiento de Marx, muy al contrario de la interpretación que hacen Negri y Lazzarato de este pasaje, este fenómeno del general intellect ocurre, contradictoriamente, en el seno del sistema capitalista y sigue sujeto a sus leyes inmanentes; la ley del valor, la producción de plusvalía y de ganancias mediante el proceso inminente de explotación de la fuerza de trabajo (global) por el capital. Lo que se puede decir, entonces, es que la verdadera liberación del "sujeto de la producción" (la "subjetividad" el obrero) ocurrirá en el seno de una nueva formación económica y social radicalmente distinta al capitalismo.

    19. Habermas, Teoría de la acción comunicativa…op. cit., p. 479 y ss.

    20. Ibíd., p. 484.

    21. Datos tomados de Irma Balderas Arrieta, Mujeres trabajadores en América Latina: México, Chile y Brasil, coedición Plaza y Valdés-UOM, México, 2005 (en prensa).

    22. Ricardo Antunes, ¿Adiós al trabajo?, ensayo sobre las metamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo, Cortez, São Paulo, 2001.

    23. OIT, Informe sobre el Empleo en el Mundo 2004-2005: empleo, productividad y reducción de la pobreza. Ginebra, OIT, 2005. ISBN 92-2-114813-0. Disponible en Internet: http://www.ilo.org/public/english/employment/strat/wer2004.htm.

    24. Este tema lo desarrollo en mi libro: Globalización y precariedad del trabajo en México, El Caballito, México, 1999.

    25. Esta denominación se debe al CAES, "¿Fin del trabajo?", Centro de Asesoría y Estudios Sociales (CAES), 5 de Septiembre de 2005, versión en Internet: http://www.nodo50.org/caes/articulo.php?p=428&alar que, en otro ámbito, la fractura social y la fragmentación en tanto fenómenos humanos, también se advierten en el plano del pensamiento y de las ciencias sociales. Al respecto véase mi libro: América Latina, de crisis y paradigmas: la teoría de la dependencia en siglo XXI, coedición Editorial Plaza y ValdésFCPyS-UNAM-UOM, México, 2005, 1ª edición.

    27. En América Latina Theotônio Dos Santos es uno de los pioneros estudiosos de los efectos de la revolución científicotécnica en las formaciones sociales contemporáneas y de sus impactos sobre el crecimiento económico. Al respecto véanse sus libros: Revolução científico-técnica e capitalismo contemporâneo, Vozes, Petrópolis, 1983 y Revolução científico-técnica e acumulação do capital, Vozes, Petrópolis, 1987.

    28. Nise Jinkings, Trabalho e resistencia na 'fonte misteriosa'. Os bancarios no mundo da eletrónica e do dinheiro, Editora da UNICAMP, Sao Paulo, 2005 y Eurenice De Oliveira, Toyotismo no Brasil, desencantamento da fábrica, envolvimento e resistencia, Sao Paulo, 2004, Expressáo Popular. También incluyo aquí mi libro: La reestructuración del mundo del trabajo, superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo, coedición Editorial ItacaUOM-ENAT, México, 2003, 1ª Edición. Existe una edición ilustrada de este libro publicada en Galicia, España: A reestructuración do mundo do traballo, editado por la Confederación Intersindical Galega y Promocións Culturais Galegas, S.A., Vigo (Galiza), España, marzo do 2005, 1ª edición.

    29. Jinkings, op. cit., p. 12. Cursivas de la autora.

     

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    Adrián Sotelo*