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Comunicación y trastornos de conducta alimenticia en el adolecente de preparatoria (página 2)

Enviado por Harold Jean


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La transformación de ideas y representaciones sociales dan sustento a la vida social, estás se aplican también en los adolescentes que si bien parecen distintos a los de otras épocas (como los de las décadas cuarenta a sesentas), al mismo tiempo comparten trazos comunes. Las transformaciones intrínsecas de cada niño al llegar a la adolescencia se conjugan con su medio social y las peculiaridades de éste (Perinat, Corral, Crespo, Llaberia, Font-Mayolas, Lalueza, Larraburu, Martínez, Moncada, y Rodríguez, 2003). Para poder conocer el impacto que tiene la sociedad sobre el adolescente.

Para poder conocer el impacto que tiene la sociedad sobre el adolescente, John E. Horrocks (1986) considera "necesario conocer algo de la naturaleza del joven como persona, a fin de juzgar lo que puedan ser los resultados conductuales de las influencias de la cultura".

Sin embargo, los intensos cambios que implica la vida actualmente acarrean otros en las normas, metas y valores, provocando el debilitamiento de los vínculos de relación humana tradicionales como: el parentesco, vecindad y comunidad de tamaño humano, aceptando simultáneamente como valor predominante el individualismo exacerbado. De tal manera que las nuevas generaciones se abren a la vida sin apenas reglas Es innegable que ciertas relaciones o fenómenos sociales afectan como se vive la experiencia de la adolescencia, en las actuales generaciones. La modernidad, la creciente inestabilidad en la relación conyugal, con un incremento en el número de divorcios; una sorprendente y a menudo inexplicable, despreocupación de los hijos por los valores trasmitidos por sus padres; y una influencia cada vez mayor de los "pares" en la educación de los jóvenes, tanto como de los medios de comunicación masiva, principalmente la televisión, que hora tras hora penetra en la intimidad de los hogares, moldeando los modos de pensar, de sentir y de comportarse de niños y jóvenes. Por lo que no es extraño, encontrar desajustes, confusión o más aún problemas de salud mental en los adolescentes Castro (2001).

El torbellino del adolescente representa ruptura y confrontación, la primera, se da por el abandono de las identificaciones infantiles y la segunda ante la angustia producida por la autonomía corporal del adolescente frente a su dependencia económica y moral de la familia.

De acuerdo con Howard Gardner; un aspecto que dificulta al adolescente, la resolución de los conflictos relativos a la moralidad social es el hecho de que la sociedad sea conflictiva en sí misma. Su búsqueda de identidad está abierta a una profusión de modelos, muchos de ellos más imaginarios que reales. Miran hacia el futuro con la prospectiva de un imaginario cultural colectivo de dimensiones inusitadas: la globalización, la red de comunicaciones mundial, la representación de un mundo en progreso imparable, incertidumbres ecológicas y económicas, entre otras que integran el panorama de comienzos de siglo. (Horrocks, 1986)

A consecuencia de esto, se prolongan los años de estudio y se pospone la entrada en el mercado de trabajo, alcanzando así la independencia económica más cerca de los treinta años que de los veinte (Perinat 2007).

Una vez instalada la adolescencia, el rol social en el niño(a) se modifica depositándole una mayor responsabilidad y conciencia respecto a las consecuencias que sus actos pueden tener y la adquisición de nuevas relaciones sociales en distintos contextos. La actitud de los adolescentes puede ser radical, es decir, el joven puede involucrarse en actividades impuestas socialmente o adoptar la pasividad como su medio de conducción, simbolizando con esto su acuerdo o desacuerdo con dichos arreglos.

El adolescente desarrolla un nuevo significado de lo bueno y lo malo, lo que cree y el valor que tienen las cosas, teniendo regularmente una visión a la que no renunciará fácilmente pues el hacerlo representaría una amenaza.

Los múltiples factores del proceso obligan a ser cautelosos al estereotipar a los adolescentes o a extrapolar los esquemas y pautas seguidos por una misma generación en una cultura dada en el mismo período. Pues se quiera o no reconocer, los países iberoamericanos, son territorio en el que operan diferentes culturas en silencio o abiertamente y no siempre favorecen el que la adolescencia se viva de manera oportuna, adecuada y congruente (Dulanto, 2000).

12.6 Adolescente y Familia

La familia sigue considerándose como "el centro de socialización infantil y juvenil", es la base de la vida del adolescente; el adolescente es el reflejo de su familia. Los problemas familiares tienen repercusión directa o indirecta; a corto, largo y mediano plazo sobre la conducta del adolescente especialmente sobre su conducta alimenticia.

Se propone que a través de ella se transmiten valores, se da sostén emocional y afectivo, promociona el desarrollo adecuado de sus miembros, los prepara y entrena para la convivencia, enseñando la tolerancia a la frustración, el reconocimiento y disfrute de procesos en general (Guelar y Crispo, 2000)[4].

De acuerdo con Craig, las alianzas entre los miembros de una familia son naturales y sanas; pero es importante que los padres hagan un frente común y establezcan una clara línea divisoria con sus hijos. También deben colaborar para criarlos y corregirlos, ya que un vínculo que excluye a alguno de los progenitores resulta nocivo, pues el que es excluido pierde influencia como agente socializador y figura de autoridad. Además se resalta que las alianzas familiares desempeñan un rol decisivo en el proceso de comunicación.

Se menciona que esta fase del ciclo vital es un período crítico en la historia del adolescente y del resto de la familia. Ya que las interacciones en ella son parte de las fuerzas que facilitan y a la vez limitan el proceso, es decir, cuando se da comprensión y afecto durante este período, la transición es menos abrupta, pero cuando se responde con violencia y autoritarismo a las demandas del hijo o hija, la crisis puede agravarse. Así podemos entender la importancia que adquiere la atmósfera y actitud que prevalezca entre los miembros de la familia, para favorecer o entorpecer el desenvolvimiento y la conclusión de esta etapa. (Macías, 2000).

La forma que adopte el proceso también se relaciona con el tipo de familia al que se pertenece, pues sin duda y sobre todo en la actualidad, podemos encontrar diferentes y nuevas formas de agrupación familiar.

Las hay tradicionales: padre, madre, hijos; de padres separados que permanecen solos, que viven nuevamente en pareja o que han hecho una nueva elección de pareja homosexual, con hijos que conviven alternativamente con cada uno de sus padres; uniparentales en las que solo hay contacto con uno de los padres porque el otro ya falleció, porque no lo conocieron nunca o porque son hijos adoptados por una persona sola. También están las familias "ensambladas" o reconstituidas: caracterizadas por padres que se vuelven a casar, con hijos que conviven con otros de matrimonios anteriores de la nueva pareja de sus padres, y a las que a veces se incorporan medios hermanos o hijos del actual matrimonio. Otro tipo de familia en el que se puede desarrollar el adolescente, es aquella en la que viven con abuelos u otros adultos por fallecimiento de los progenitores o por traslado a otra ciudad, etc. (Guelar y Crispo, 2000).

Es indispensable considerar que cada familia se va a organizar de manera particular, requiriendo de reglas y constantes ajustes para funcionar y hacer posible el proceso de separación-individuación, que culminará con la autonomización del adolescente, enmarcando su evolución y regulándola para el alejamiento de la familia sin desgarramiento ni ruptura (Castro, 2001).

Esto no significa que cierta composición familiar sea condición necesaria y estricta para determinar funcionalidad o disfuncionalidad, puesto que la adaptación y funcionamiento que se tenga al interior y al exterior de la familia, se complementará con el contexto psicosociocultural particular en que se viva.

Así, durante el período adolescente, el joven necesita modificar sus hábitos infantiles y adoptar conductas para autoafirmarse, conocerse y reconocerse ante sí mismo y ante el ambiente que lo introduce en cierta medida al mundo de los adultos.

Los padres deberán desprenderse del hijo(a) niño(a), para enfrentar al adolescente quien en algunos casos se opone y rebela, teniendo que llegar a negociaciones y acuerdos, antes innecesarios. De ahí que la flexibilidad o rigidez con que se resuelvan las dificultades, obstruirán o facilitarán el proceso. Cuando los sentimientos de angustia y temor por el crecimiento de un hijo son difíciles de superar, pueden dar lugar a situaciones conflictivas complejas. Lo mejor para los padres es aceptar las ambivalencias, perseverando en la necesidad de comunicación (Guelar y Crispo, 2000).

El adolescente actual aprende cada vez más a desenvolverse solo, sin embargo esto no excluye la necesidad de la presencia, el tiempo, cuidado y atención de los padres. El apoyo que reciba de la familia será fundamental para lograr una expansión y fortalecimiento de la confianza en sí mismo y su núcleo.

Es conveniente que los padres y educadores tomen en cuenta las siguientes conductas y actitudes Macías[5](2000):

  • 1. Favorecer la autonomía de los hijos al llegar a la juventud, sin menospreciar al estudiante o trabajador, que por razones económicas aún vive en el hogar.

  • 2. Apoyar afectivamente al hijo o hija, pero sin retenerlo, poseerlo o hacerlo sentir que está sometido a la tutela parental (cuando ha llegado a la mayoría de edad).

  • 3. Favorecer la transición de la adolescencia a la juventud sin solapar actitudes regresivas o de búsqueda de sobreprotección.

  • 4. Para el ejercicio de la sexualidad, es necesario prevenir las consecuencias que esto acarrea.

  • 5. Respetar la actitud del hijo que ha decidido no ejercer su sexualidad.

  • 6. En la medida de lo posible, facilitar el desprendimiento del hijo de la matriz familiar y, aunque el hijo o la hija aún viva en casa, evitar controlar sus actos y emociones como cuando era niño.

Los recursos que brinda la familia al adolescente, más tarde se verán reflejados en la escuela y en las agrupaciones sociales a que pertenezca. Se dice "que los padres no solo tienen la oportunidad, sino también el deber de ofrecerles a sus hijos el aprendizaje y las experiencias que les permitan adaptarse al medio" (Horrocks, 1986).

En la medida en que el joven se adapte a las interacciones que se dan en su núcleo familiar, podrá tener un desenvolvimiento más o menos exitoso en las relaciones sociales, permitiéndole entender el sentido de dichas relaciones y las opciones que tiene para su afrontamiento. De lo contrario, "si la familia, la comunidad o el joven tratan o logran posponer, evadir o deformar el compromiso para que se asuma la adolescencia, conseguirán alterar no sólo la secuencia y las finalidades propuestas por la etapa de desarrollo, sino también darán oportunidad de abrir la puerta de la enfermedad psicosocial de la adolescencia" (Dulanto, 2000).

En otras palabras la familia es responsable del desarrollo psicosocial de niños y adolescentes; pues según Macías el avance del individuo a través de la adolescencia estará muy afectado por las expectativas más o menos constantes, adaptativas o inadaptativas, mantenidas por las personas que revisten importancia en su entorno inmediato.

12.8-Adolescencia y los Desórdenes Alimenticios

Los problemas de conducta alimentaria surgen durante el periodo de la adolescencia por lo que es preciso abordar algunas consideraciones al respecto de este periodo de vida del ser humano.

Derivada de la palabra latina adolescere (crecer hasta llegar a la madurez) la adolescencia considerada como una etapa transitoria entre la infancia y la adultez, en la cual ocurren una serie de cambios físicos representa también toda una complejidad psicológica y del mundo social (Jiménez, 2006).

Frydenberg (1997) señala que el periodo de la adolescencia es abordado en el ámbito psicológico principalmente desde dos perspectivas:

1) La perspectiva evolutiva, en la que la adolescencia está vinculada a la teoría psicoanalítica, la teoría del aprendizaje social y las teorías cognitivas entre las que se destaca la Piagetana. Esta perspectiva se centra en aspectos tales como la madurez del sujeto, los conflictos y la identidad, y se caracteriza por la investigación en función de la edad.

2) La perspectiva del ciclo vital. Esta postura en contraste con la del desarrollo, no asume ningún estado de madurez especial, la edad no funciona como una variable que marque o condicione el desarrollo, sino como un simple indicador considerando que el proceso de crecimiento psicológico es un continuo a lo largo de todo el ciclo vital.

Desde el punto de vista del ciclo vital, la adolescencia se percibe como un producto del desarrollo del niño y como un precursor del desarrollo del adulto. No es un período aislado de la vida sino una parte importante en el continuo del ciclo vital.

El enfoque ecológico del desarrollo humano de Urie Bronfenbrenner se inserta en esta perspectiva del ciclo vital proporcionando un marco conceptual y teórico para comprender las relaciones entre los jóvenes y el contexto social. En este modelo el foco de análisis pasa del sujeto a los contextos sociales en los que tiene lugar el desarrollo físico, cognitivo y emocional del adolescente.

El postulado básico de esta postura teórica del desarrollo humano que propone Bronfenbrenner supone la progresiva acomodación mutua entre una persona activa en proceso de desarrollo, por un lado, y por el otro las propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que esa persona en desarrollo vive. Esta mutua acomodación se produce a través de un proceso continuo el cual es afectado también por las relaciones que se establecen entre los distintos entornos en los que participa la persona en desarrollo y los contextos más grandes en los que esos entornos están incluidos.

Este enfoque se conforma en una disposición seriada de estructuras concéntricas denominada ambiente ecológico el cual está dividido en cuatro contextos: Microsistema (sistemas de creencias, ideología, estilos de vida y formas de organización social prevalecientes en una cultura); Exosistema (entornos que no necesariamente incluyen a la persona en desarrollo como participante activo, pero en los cuales se producen hechos que lo afectan). Romero y Frías en el 2008 lo definen como el sistema de relaciones más próximas de las personas, enmarcadas por las instituciones que median entre la cultura y el nivel individual, como medios de comunicación, organismos judiciales, instituciones de seguridad y la iglesia); Microsistema, Bronfenbrenner, (2002) lo define como el patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y materiales particulares el cual está caracterizado fundamentalmente por la familia; Mesosistema (interrelaciones entre los distintos microsistemas en los que la persona participa activamente).

Desde esta perspectiva, la adolescencia se sitúa en un momento de transición ecológica durante la cual se produce una modificación de la posición de la persona en el ambiente ecológico como consecuencia de un cambio de rol, de entorno o de ambos a la vez. Toda transición es consecuencia e instigadora de los procesos de desarrollo y depende conjuntamente de los cambios biológicos y de la modificación de las circunstancias ambientales, en un proceso de acomodación mutua entre el organismo y su entorno.

En este enfoque se considera que el adolescente crece y se adapta a través de intercambios con sus ambientes más inmediatos o microsistemas (familia, escuela e iguales) y ambientes más distantes como el trabajo de los padres o la sociedad en general, organizados en estructuras concéntricas anidadas.

Esta concepción actual de la adolescencia vista como un periodo de ajustes a diferentes tareas y cambios del desarrollo que se da generalmente entre los 12 y los 20 años de edad. Se divide en tres etapas o periodos: primera adolescencia (12-14 años), etapa en la que se producen la mayor parte de los cambios físicos y biológicos que se mantendrán durante toda la adolescencia; adolescencia media (15-17 años), etapa en la que los cambios de estado de ánimo son bruscos y frecuentes, expresan una mayor preocupación por su imagen y empieza la implicación en conductas de riesgo, y adolescencia tardía (18-20 años), etapa en que aumenta el riesgo de conductas desadaptativas, tales como el consumo de drogas, conductas agresivas, la conducción temeraria o las conductas sexuales de riesgo (Musitu et al. 2001) la cual se viene alargando en los últimos años debido a que los jóvenes permanecen más tiempo en el hogar parental.

En conclusión, se puede afirmar que la adolescencia supone una transición evolutiva en la que el individuo debe hacer frente a numerosos cambios. A este respecto, una de las diferencias entre este periodo y otras etapas del desarrollo evolutivo es, precisamente, el número de cambios a los que el sujeto se debe enfrentar, así como la brevedad y rapidez de los mismos. Todas estas transformaciones se articulan en tres grandes áreas: cambios en el desarrollo físico o biológico, cambios en el desarrollo psicológico y cambios en el desarrollo social.

Capítulo II

13-Comunicación Humana

13.1-Concepto de caja negra. (Inconsciente)

El adolescente acumula todas las pautas y patrones de la comunicación en la familia y todas estas informaciones se quedan en su inconsciente; ya que no se puede borrar el pasado y todo se suma en una parte de ser y da nacimiento según Friedrich Nietzsche (1844-1900) a la caja negra. El refiere al cerebro que recibe y almacena información de forma consciente e inconsciente. Lo consciente se procesa y genera una comunicación verbal y lo inconsciente genera una comunicación no verbal. De hecho la mayor parte de nuestra comunicación es no-verbal.

Desde la perspectiva de la teoría general de sistemas, la familia es un sistema autocorrector y dinámico y por lo tanto, nuestras observaciones deberán ir dirigidas tanto hacia las transacciones que suceden en su interior, como hacia la estructura interna del sistema; dicho de otro modo, lo que nos interesará será conocer la interacción entre los miembros, sus modos de relación y las reglas que rigen esa relación. Por el contrario, el pasado, el conocimiento de los porque es en las relaciones y la existencia de víctimas y verdugos como consecuencia de aplicar el modelo causa-efecto, no poseerá ningún interés dentro de este enfoque.

Todo esto supone un cambio de perspectiva y un abandono de la investigación intrapsíquica. De todas formas, en el caso de estudiar las conductas de los individuos, estas deberán ser interpretadas en función de la influencia que posean en relación con el sistema, y nunca deberán interpretarse de forma individual. El individuo se considerará como una caja negra en la que no será necesario entrar para explicar su comportamiento.

El concepto de caja negra se tomó del campo de la telecomunicación y de la electrónica, donde a veces resultaba más conveniente pasar por alto la estructura interna de los equipos, dada su complejidad, y centrarse en las entradas "imputs" y salidas "outputs" de los aparatos. También es cierto que observando las entradas y salidas del aparato podíamos hacernos una idea de lo que ocurría dentro o de su estructura interna. Conocer el contenido de la caja negra, no será esencial para conocer el aparato (individuo) dentro de un sistema más amplio del que forma parte. Esta visión modifica el concepto de síntoma ya que no podemos entenderlo como la expresión de un conflicto interno, sino como el extremo de un iceberg de patología familiar.

Muchas veces, reenfocar un problema determinado o un síntoma que ha permanecido intacto tras muchos años de tratamiento profundo, es decir, pasar de los "porqués" a los "para qué" posiblemente nos permita obtener una respuesta. Si tal como hemos comentado antes, toda conducta tiene valor de comunicación, será necesario empezar por exponer algunos principios básicos de la Teoría de la Comunicación Humana desarrollados por Watzlawick.

13.2 AXIOMAS DE LA COMUNICACIÓN.

Analizando los axiomas de la comunicación y adaptarlo a la adolescencia, es claro que los masajes que emanen los adolescentes están a veces a otro niveles de comunicación. Del mismo modo los impactos de las pautas de comunicación de los padres hacia al adolescente puede afectarlo en el ámbito escolar, social, familiar y puede poner en peligroso su conducta alimenticia.

A partir de los trabajos de Gregory BATESON, las investigaciones sobre la teoría de la comunicación adoptaron un enfoque sistémico, donde toda conducta era concebida de manera relacionar y representaba una forma de comunicación. La comunicación posee algunas propiedades de naturaleza axiomática (propuestas por Beavin, Jackson y Watzlawick) que pasamos a enumerar y que llevan implícitas consecuencias fundamentales para el estudio de las relaciones.

Un axioma es un enunciado básico que se establece sin necesidad de ser demostrado. Las dos características que poseen los axiomas son: indemostrabilidad y evidencia. Los axiomas no son verdaderos ni falsos en sí mismos: son convenciones utilizadas como principios de derivación de los demás enunciados de una teoría.

Los cinco axiomas que a continuación vamos a mencionar, son propiedades simples de la comunicación que encierran consecuencias interpersonales básicas. Watzlawick y colaboradores los han desarrollado concretándolos del siguiente modo:

13.2.1-La imposibilidad de no comunicar.

El adolescente esta siempre comunicando su estado de ánimo; si es triste, contento, molesto; como vive, come, duerme y sonríe. La comida es un reflejo de estado de ánimo, de la pauta de conductas y de su sentimiento. Es posible comunicar a través de los trastornos alimenticios.

No hay nada que sea lo contrario de conducta. La no-conducta no existe; es imposible no comportarse. En una situación de interacción, toda conducta tiene valor de mensaje, es decir, es comunicación; por eso, por más que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por tanto, también comunican.

Por ejemplo: un adolescente que llega a su casa, no saludo a nadie y se dirige directamente a la cocina para comer. O un adolescente que no come por la situación del divorcio de sus padres.

La persona puede "defenderse" de la comunicación del otro, mediante la importante técnica de la descalificación; esto es, puede comunicarse de modo tal que su propia comunicación o la del otro queden invalidadas. Las descalificaciones abarcan una amplia gama de fenómenos comunicacionales tales como autocontradicciones, incongruencias, cambios de tema, tangencializaciones, oraciones incompletas, malentendidos, interpretaciones literales de la metáfora e interpretación metafórica de las expresiones literales.

No es sorprendente que habitualmente recurra a este tipo de comunicación todo aquél que se ve atrapado en una situación en la que se siente obligado a comunicarse pero, al mismo tiempo, desea evitar el compromiso inherente a toda comunicación.

Por tanto, la conducta (comunicación) "alienada" no es necesariamente la manifestación de una mente enferma, sino quizá la única reacción posible frente a un contexto de comunicación familiar absurdo e insostenible.

13.2.3 Los niveles de contenido y de relación en la comunicación.

El adolescente a veces, no tiene los vocabularios suficientes para expresar sus ideas por la relación que lleva con sus padres y su entorno. Pero la comunicación no-verbal nos ayude a entender las pautas de conductas. A veces la comida representa una manera defensiva u ofensiva para decir lo que el adolescente está viviendo. Eso puede causar trastornos de conducta alimenticia.

Toda comunicación poseerá un contenido (lo que decimos) y una relación (a quién y cómo se lo decimos) A través de la comunicación, todos podemos expresar nuestra forma de ser y la visión de la relación la otra persona.

Una comunicación no sólo transmite información sino que, al mismo tiempo, impone una conducta o un comportamiento.

El "nivel de contenido" de un mensaje transmite "INFORMACIÓN".

El "nivel de relación" se refiere a cómo la comunicación sirve para "DEFINIR" el tipo de relación que quiero establecer con mi interlocutor.

Los expertos en computadoras también se enfrentan con estos dos niveles cuando se comunican con un "organismo artificial": Por ejemplo, si una computadora debe multiplicar dos cifras, es necesario "alimentar" esas dos cifras y "dar la orden" de multiplicar. Necesita, por tanto, información (DATOS) e información acerca de esa información (INSTRUCCIONES). Es evidente, que las .instrucciones son de un "tipo lógico" superior al de los datos: constituyen metainformación puesto que son información acerca de información.

En la comunicación humana observamos que esa misma relación existe entre los aspectos de "contenido" y de "relación": el primero transmite los "datos" de la comunicación, y el segundo, "cómo" debe entenderse dicha comunicación. De la misma manera, toda comunicación implicará un compromiso para el que la recibe, pudiendo rechazar, aceptar o descalificar la comunicación.

Cuanto más espontánea y sana es una relación, más se pierde en el trasfondo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación. Las relaciones "enfermas" se caracterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el aspecto de la comunicación vinculado con el contenido se hace cada vez menos importante. La capacidad para metacomunicarse en forma adecuada es indispensable de la comunicación eficaz.

Tal como anteriormente decíamos, las personas, en el nivel relacionar no comunican nada acerca de hechos externos. Una persona ("A") puede ofrecer a la otra ("B"), una definición de sí misma; es inherente a la naturaleza de la comunicación humana el hecho de que existan tres respuestas posibles por parte de esta última persona a la definición de la primera:

  • a) Confirmación:

Los trastornos alimenticios pueden ser una confirmación de las pautas de conductas del adolescente o puede confirmar los riesgos de conductas alimenticias. Hay que ver la figura-fondo de los trastornos alimenticios para poder confirmar.

La persona ("B") puede aceptar (confirmar) la definición que ("A") da de sí misma. Además del mero intercambio de información el hombre tiene que comunicarse con los demás, a los fines de su autopercepción y percatación. La persona es incapaz de mantener su estabilidad emocional durante períodos prolongados en que sólo se comunica consigo misma. Lo que los existencialistas llaman el "encuentro" corresponde a esta esfera. Como afirma el célebre filósofo MARTIN BUBER:

"En la sociedad humana, en todos sus niveles, las personas se confirman unas a otras de modo práctico, en mayor o menor medida, en sus cualidades y capacidades personales, y una sociedad puede considerarse humana en la medida en que sus miembros se confirman entre sí…

La base de la vida del hombre con el hombre es doble, y es una sola: el deseo de todo hombre de ser confirmado por los hombres como lo que es, e incluso como lo que puede llegar a ser y la capacidad innata del hombre para confirmar a sus semejantes de esta manera. El hecho de que tal capacidad esté tan inconmensurablemente descuidada constituye la verdadera debilidad y cuestionabilidad de la raza humana: la humanidad real sólo existe cuando esa capacidad se desarrolla".

b) Rechazo:

Las conductas alimenticias es una forma de rechazar su condición de vida y de las pautas de conductas de sus padres. Otra posible respuesta de la persona ("B") frente a la definición que la persona ("A") propone de sí misma consiste en rechazarla. Sin embargo, por penoso que resulte el rechazo presupone por lo menos un reconocimiento limitado de lo que se rechaza y, por tanto, no niega necesariamente la realidad de la imagen que la persona ("A") tiene de sí misma.

13.2.4 La puntuación de la secuencia de hechos.

Los trastornos alimenticios pueden puntuar la secuencia de los hechos en el adolescente .Para un observador una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios de mensajes. Sin embargo, quienes participan en la interacción siempre introducen lo que se llama "puntuación de la secuencia de hechos".

En una secuencia prolongada de intercambios, las personas puntúan la secuencia de modo que uno de ellos o el otro tiene iniciativa, predominio, dependencia, etc. Así, a una persona que se comporta de determinada manera dentro de un grupo, la llamamos "líder" y a otra "adepto", aunque resultaría difícil decir cuál surge primero o que sería del uno sin el otro. La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar secuencia de hechos es la causa de incontrolables conflictos en las relaciones.

Supongamos que una pareja tiene un problema en el matrimonio al que el esposo contribuye con su retraimiento pasivo, mientras que la mujer colabora con sus críticas constantes. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que su retraimiento no es más que la defensa contra los constantes regaños de su mujer, mientras que ésta dirá que esa explicación constituye una distorsión intencional de lo que "realmente" sucede en su matrimonio, esto es, que él lo critica debido a su pasividad.

Sus discusiones consisten en un intercambio de estos mensajes:

PADRES

ADOLESCENTE

ME RETRAIGO

TE REGAÑO

PORQUE

PORQUE

ME REGAÑAS

TE RETRAES

Tabla 3. Intercambio de mensajes

En la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se llamaría una "distorsión de la realidad" por parte de ambos cónyuges. A veces, resulta difícil creer que dos individuos puedan tener visiones tan dispares de muchos elementos de su experiencia en común. Y, sin embargo, el problema radica fundamentalmente, en su incapacidad para metacomunicarse acerca de su respectiva manera de pautar su interacción.

Las discrepancias no resueltas en la puntuación de las secuencias comunicacionales pueden llevar a 'impasses" interacciónales, en los que los participantes se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad.

Las discrepancias de puntuación tienen lugar en todos aquellos casos en que por lo menos uno de los comunicantes no cuenta con la misma cantidad de información que el otro, pero no lo sabe. Así, por ejemplo, una persona escribe una carta a otra proponiéndole pasar unas vacaciones con ella. Esta segunda persona acepta, pero su carta no llega a destino. Después de un tiempo, la primera llega a la conclusión de que la otra no ha tenido en cuenta su invitación, y decide no interesarse más por ella. Por otro lado, la otra persona se siente ofendida porque no tuvo contestación a su carta con la que esperaba más detalles, y también decide no establecer nuevo contacto. A partir de ese momento, el malestar silencioso puede durar eternamente, a menos que se decidan a averiguar qué sucedió con sus comunicaciones, es decir, que comiencen a metacomunicarse. En este caso, un hecho exterior fortuito interfirió la congruencia de la puntuación.

Estos casos de comunicación patológica constituyen círculos viciosos que no se pueden romper a menos que la comunicación misma se convierta en el tema de comunicación (metacomunicación). Pero para ello tienen que colocarse afuera del círculo.

Se observa en estos casos de puntuación discrepante un conflicto acerca de cuál es la causa y cuál el efecto, cuando en realidad, ninguno de estos conceptos resulta aplicable debido a la circularidad de la interacción.

El concepto de la "profecía autocumplidora" constituye un fenómeno interesante en el campo de la puntuación. Por ejemplo, una persona que parte de la premisa "todos me odian", se comporta, tal vez, con agresividad, ante lo cual es probable que los demás reaccionen con desagrado, corroborando así su premisa original. Lo que caracteriza la secuencia y la convierte en un problema de puntuación, es que el individuo, considera que él sólo está reaccionando ante esas actitudes, y no que las provoca.

13.2.5 Comunicación "digital" y "analógica".

Los trastornos alimenticios pueden aparecer de forma analógica y digital en los adolescentes para poder expresar lo que es, lo que siente, lo que percibe, lo que vive y lo tiene.

Lenguaje:

  • a) digital: el que se transmite a través de símbolos lingüísticos o escritos, y será el vehículo del contenido de la comunicación. El adolecente, a veces escribe, dice y describe lo que siente.

  • b) Analógico: vendrá determinado por la conducta no verbal (tono de voz, gestos, etc.) y será el vehículo de la relación.

Funciones: transmitir información.

Definir la relación entre los comunicantes, lo que implica una información sobre la comunicación, es decir, una "metacomunicación". Esta comunicación servirá para definir la relación cuando la comunicación haya sido confusa o ambivalente

En la comunicación humana es posible referirse a los objetos de dos maneras totalmente distintas. Se los puede representar por un símil, tal como un dibujo, o bien mediante un nombre. Estos dos tipos de comunicación, uno mediante una semejanza autoexplicativa y, el otro, mediante una palabra, son equivalentes a los conceptos analógicos y digitales.

En la comunicación digital, la palabra es una convención semántica del. Lenguaje; no existe correlación entre la palabra y la cosa que representa, con la posible excepción de las palabras Onomatopéyicas. Como señalan BATESON y JACKSON: "No hay nada" parecido a cinco en el número cinco; no hay nada particularmente "similar a mesa" en la palabra mesa. Por otro lado, en la comunicación analógica hay algo particularmente "similar a la cosa" en lo que se utiliza para expresaría.

La comunicación analógica tiene sus raíces en períodos mucho más arcaicos la evolución y, por tanto, encierra una validez mucho más general que el modo digital de la comunicación verbal, relativamente reciente y mucho más abstracto. La comunicación analógica coincidiría con la comunicación no verbal, entendiendo por comunicación no verbal: los movimientos corporales (kinesia), la postura, los gestos, la expresión facial, el ritmo, la cadencia de las palabras, el silencio y los indicadores comunicacionales que aparecen en el contexto.

El ser humano se comunica de manera digital y analógica. De hecho, la mayoría de los logros civilizados resultarían impensables sin el desarrollo de un lenguaje digital. Ello asume particular importancia en lo que se refiere a compartir información acerca de los objetos. Sin embargo, existe un vasto campo donde utilizamos en forma casi exclusiva la comunicación analógica, se trata del área de la relación. Así pues, el aspecto relativo al "nivel de contenido en la comunicación se transmite en forma digital, mientras que el "nivel relativo a la relación" es de naturaleza predominantemente analógica.

En su necesidad de combinar estos dos lenguajes, el hombre, sea como receptor o como emisor, debe traducir constantemente de uno al otro. En la comunicación humana la dificultad inherente a traducir existe en ambos sentidos. No sólo sucede que la traducción del modo digital al analógico implica una gran pérdida de información, sino que lo opuesto también resulta sumamente difícil: hablar acerca de una relación requiere una traducción adecuada del modo analógico de comunicación al modo digital.

Al emisor no sólo le resulta difícil verbalizar sus propias comunicaciones analógicas, sino que, si surge una controversia interpersonal en cuanto al significado de una comunicación analógica particular, es probable que cualquiera de los dos participantes introduzca en el proceso de traducción al modo digital, la clase de digitalización que concuerde con su imagen de la naturaleza de la relación. El hecho de traer un regalo, por ejemplo, constituye sin duda una comunicación analógica. Pero según la "visión" que tenga de su relación con el dador, el receptor puede entenderlo como una demostración de afecto, un soborno, o una restitución.

La psicoterapia se ocupa sin duda de la digitalización correcta y correctivo de lo analógico; de hecho, el éxito o el fracaso de una interpretación depende de la capacidad del terapeuta para traducir un modo al otro y de la disposición del paciente para cambiar su propia digitalización por otra más adecuada y menos angustiante.

En la comunicación patológica observaremos incongruencias entre lo digital y lo analógico. Una persona puede estar diciendo (digital). No estoy enfadado", y sin embargo, su tono de voz, su expresión facial y sus gestos expresan auténtica agresividad (analógico).

13.3- Interacción simétrica y complementaria.

Todas las relaciones podríamos agruparlas en dos categorías: o son COMPLEMENTARIAS 0 SIMÉTRICAS. En los adolescentes también manifestar en su manera de expresar, de vestir y de comer.

En el primer caso, la conducta de uno de los participantes complementa la del otro; en el segundo caso, los participantes tienden a igualar especialmente su conducta recíproca. Son relaciones basadas en la diferencia (complementarias), o en la igualdad (simétricas).

En una relación complementaria hay dos posiciones distintas. Un participante ocupa lo que se ha descrito de diversas maneras como la posición superior o primaria mientras el otro ocupa la posición correspondiente inferior o secundaria. Estos términos son de igual utilidad en tanto no se los identifique con "bueno" o "malo", "fuerte" o "débil". Una relación complementaria puede estar establecida por el contexto social o cultural (como en los casos de madre e hijo, médico y paciente, maestro y alumno), o ser el estilo idiosincrásico de relación de una díada particular. En cualquiera de los dos casos, es importante destacar el carácter de mutuo encaje de la relación en la que ambas conductas, disímiles pero interrelacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra. Ninguno de los participantes impone al otro una relación complementaria, sino que cada uno de ellos se comporta de una manera que presupone la conducta del otro, al mismo tiempo que ofrece motivos para ella: sus definiciones de la relación encajan.

En una relación simétrica no existen dos posiciones ya que está basada en la igualdad. La relación simétrica puede estar definida por el contexto social, como por ejemplo, la relación entre hermanos, entre amigos, entre marido y mujer, etc. También puede ser el estilo propio de una díada particular.

En la relación simétrica existe el peligro de la competencia o rivalidad. Cuando se pierde la estabilidad en una relación simétrica, se produce una "escapada" de uno de los miembros; el otro intentará equilibrar la relación, produciéndose, a partir de aquí, el fenómeno conocido como "escalada simétrica".

Los conceptos de complementariedad y simetría se refieren simplemente a dos categorías básicas en las que se puede dividir a todos los intercambios comunicacionales. Ambas cumplen funciones importantes y, por lo que se sabe por las relaciones sanas, cabe llegar a la conclusión de que ambas deben estar presentes, aunque en alternancia mutua o actuando en distintas áreas. Ello significa que cada patrón puede estabilizar al otro siempre que se produzca una escapada en uno de ellos; así mismo, es posible y necesario, que los dos participantes se relacionen simétricamente en algunas áreas y de manera complementaria en otras.

13.4 FUNCIÓN Y RELACIÓN: ESENCIA DE LA PERCEPCIÓN.

Los trastornos alimenticios como los demás trastornos tienen criterios que les rigen, tienen signos patognomónicos, la percepción del adolescente puede darlo una sensación y con las percepciones que él tienen, puede genera una emoción y puede caer en problemas emocionales con TCA.

Cuando el vocabulario de la psicología experimental se extendió a los conceptos interpersonales, el lenguaje de la psicología siguió siendo monádico. Conceptos tales como liderazgo, dependencia, extraversión e introversión, y muchos otros, se convirtieron en el objeto de detallados estudios. Desde luego, el peligro consiste en que todos estos términos asuman una pseudorealidad propia si se los piensa y se los repite durante bastantes tiempos y la construcción teórica "liderazgo" se convierte por fin en LIDERAZGO, una cantidad mensurable en la mente humana, concebida como un fenómeno en aislamiento. Una vez que se produce esta cosificación, ya no se reconoce que el término no es más que una expresión que sintetiza una forma particular de relación en curso.

Así pues, la esencia de nuestras percepciones no son "cosas" sino funciones, y éstas no constituyen magnitudes aisladas sino "signos que representan una conexión. Una infinidad de posiciones posibles de carácter similar…" Siendo esto así, no debe sorprendernos que incluso la percepción que el hombre tiene de sí mismo sea, en esencia, una percepción de funciones, de relaciones en las que participa, por mucho que después quiera cosificar esa percepción.

13.5. CIRCULARIDAD DE LAS PAUTAS DE COMUNICACIÓN.

Las pautas de comunicación en el adolescente tienden a ser circular, ya que tiene la costumbre de rodear en sus ideas y sus acciones. Estas mismas pautas pueden repetir en los TCA como variable de comunicación.

En el modelo clásico de la ciencia pura, se considera que la causalidad es lineal. En cualquier situación dada, se nos enseña a entender la "causa" de un efecto" alterando las variables una por una hasta que se aísla el factor que produce el hecho particular. Sin embargo si se trabaja a partir de la premisa de que los aspectos significativos de un sistema sólo pueden comprenderse examinando el sistema como una "totalidad", se hace necesario considerar la etiología desde un punto de vista diferente.

Si bien en las cadenas progresivas lineales de causalidad, tiene sentido hablar acerca del comienzo y el fin de una cadena, tales términos carecen de sentido en los sistemas con circuitos de retroalimentación. En un círculo no hay comienzo ni fin. En el mundo no es posible encontrar el claro y lineal ordenamiento de causa y efecto, a menos que se lo imponga artificialmente. La teoría general de sistemas considera que la causalidad es un proceso circular.

Mientras que en algunos tratamientos, como el psicoanalítico, la curación y el cambio provienen del conocimiento de ciertos sucesos traumáticos de la infancia, la curación y el cambio en la terapia familiar provienen fundamentalmente de examinar cómo opera corrientemente el sistema familiar y de comprender la función que los problemas desempeñan en los procesos orientados hacia un objetivo, presentes en la existencia ordinaria del sistema. Teóricamente, el concepto de causalidad lineal implica que la línea etiológica se desplaza del pasado hacia el presente, y de este hecho proviene la necesidad de retroceder hasta el comienzo de la sucesión de los hechos para poder comprenderlos; cuando se utiliza el concepto de causalidad circular, se enfatiza el "aquí y ahora", porque es aquí y ahora cuando todo el círculo puede verse operando. Como una escalera en espiral, el presente vuelve a actuar el pasado de modo tal que el significado debe buscarse dentro de los límites de los procesos actuales del sistema. El pasado se transforma en redundante, y el punto de partida del terapeuta familiar pasa a ser la ecología antes que la génesis.

El factor psicológico respecto a los desórdenes alimenticios tanto en investigación como en la actividad terapéutica ha estado influida por la tradición intelectualista en Psicología (Ribes, 2002).

Los diversos modelos teóricos sobre el tema en el plano psicológico tienen en común una característica que regula su estructura teórica y su quehacer práctico, que es la de centrar sus explicaciones en la determinación de factores causales de índole interna conceptualmente confusos.

Cuando se habla de desórdenes alimenticios se hace referencia a la problemática alimentaria en un amplio espectro que abarca problemas relacionados con sobre peso como con infrapeso, que se definen como un patrón de conducta anormal respecto a la ingesta de alimentos y el balance energético (Schlundt & Johnson, 1990).

El término conducta alimentaria de riesgo se refiere a los hábitos alimenticios que pueden desencadenar desordenes relacionados con el infrapeso (anorexia y bulimia).

La estructura contextual del presente estudio se centra en el modelo ecológico de Bronfenbrenner el cual se fundamenta en la teoría de campo gestáltica de Lewin. Esta postura ecológica, enfatiza que las interacciones y acomodaciones entre la persona en desarrollo y su ambiente, explican cómo los acontecimientos en diferentes contextos afectan la conducta humana directa o indirectamente (Martos, 2005).

Aún y cuando este modelo retoma el carácter fenomenológico reduccionista de la Psicología topológica. Se rescata el análisis sistémico contextual (círculos concéntricos) mismo que está exento de toda explicación fenomenológica.

Este modelo explicativo psicosocial contempla que la adolescencia (etapa en donde se presentan y desarrollan los desórdenes alimenticios) es un producto contextual, la cual es construida a partir de materiales e interacciones de un contexto que define el marco de sus posibilidades y oportunidades. Entendiendo este contexto como una multiplicidad de contextos como el cultural, familiar, escolar, comunitario y legal (Jiménez, 2006).

El planteamiento meta teórico de las variables personales se fundamenta en la perspectiva de campo interconductual la cual supone el abandono de la noción de que lo psicológico y/o sus supuestos procesos (emoción, aprendizaje, percepción etc.) sean algo que le sucede a un organismo o que sucede en el organismo; en vez de esto, se considera que cualquier cambio conductual es un cambio en el campo total (Kantor, 1971).

Esta concepción de campo interconductual de las variables psicológicas da sentido al concepto de variables psicosociales que se emplea en esta investigación. Se asume que la perspectiva de campo interconductual tiene una concordancia lógica con la estructura contextual de Bronfenbrenner y con los conceptos psicosociales de Musitu. Sin embargo, es preciso señalar que en el presente trabajo no se contemplan las variables psicosociales como eventos mediadores de procesos causales de naturaleza interna (psíquicos o cognitivos). Si bien no se adopta la estructura conceptual de la Teoría de la Conducta, las variables psicosociales son contempladas como eventos prístinos (Kantor, 1971).

Resumiendo, el marco teórico-conceptual que fundamenta esta investigación, integra la estructura contextual de Bronfenbrenner y la identificación de factores de riesgo y protección del modelo de Musitu, bajo una concepción de campo interconductual.

13.6 Sistemas de Actividad y Comunicación en la Adolescencia

El sistema de actividad y de comunicación del adolescente es muy complejo ya que tiene muchos adaptadores que les permite habla entre ellos, en los casos de TCA, la comunicación es el reflejo.

En cuanto a la actividad formal o institucionalizada tenemos que el adolescente continúa asistiendo con carácter obligatorio a las instituciones de la Enseñanza Media, cuestión que resulta semejante a lo que sucede al niño escolar, como característica en esta esfera.

Sin embargo, en la Adolescencia la actividad de estudio cambia tanto por su contenido como por su forma e impone al adolescente la necesidad de utilizar nuevos métodos de asimilación de los conocimientos, proceso que se torna más complejo en la edad juvenil.

En esta etapa, las variaciones que se producen en el contenido y los métodos de obtención del conocimiento, influirán notablemente en el desarrollo de la personalidad y, de forma especial, en el desarrollo del pensamiento, de los intereses cognoscitivos y profesionales.

Pasando a analizar la actividad informal o no institucionalizada, vemos que los adolescentes desarrollan diversas actividades en su tiempo libre de manera mucho más intencional que en la edad escolar, en cuanto a sus posibilidades de elección; es decir, hay mayor selectividad en la elección, en función de sus intereses generales. Alguna de estas actividades puede ser altamente motivante para el adolescente y relegar las actividades vinculadas a la escuela a un segundo plano. También pueden encontrase o no vinculadas con la profesión a la que piensan dedicarse en el futuro.

Al analizar el sistema de comunicación en la adolescencia podemos afirmar, primeramente, que esta etapa es considerada como un período crítico del desarrollo y una de las principales razones en que se sustenta esta valoración es la presencia de contradicciones entre adolescentes y adultos, que resultan prácticamente inevitables.

En sus relaciones con los adultos los adolescentes desarrollan una mayor criticidad en la valoración de estas figuras, en comparación con la etapa precedente, tanto en torno a los maestros como a sus padres, quienes dejan de ser autoridades sagradas. No obstante, por el carácter dicotómico del pensamiento, así como por la insuficiente consolidación de algunas formaciones motivacionales, esta valoración es poco reflexiva y también tiende a ser rígida.

En el caso de los maestros, la aceptación del adolescente va a depender en mayor medida de su estilo de comunicación, que de la preparación técnica, entendida como excelencia académica en la materia o materias que imparte. Los adolescentes privilegian a aquellos profesores que establecen con ellos un diálogo abierto y se preocupan por sus inquietudes e intereses, relacionados con la vida en general, y no únicamente con la esfera de los estudios.

En cuanto a las relaciones de comunicación entre los adolescentes y sus padres vemos que las mismas dependen de diferentes factores. Entre estos se encuentran el nivel socio-económico, escolar y cultural de la familia y el estilo de comunicación que se ha venido desarrollando entre padres e hijos en las etapas anteriores. Si existe costumbre de dialogar en la familia, si se colegian las decisiones, si se respeta la diversidad de las individualidades y el derecho a la independencia de los hijos, el tránsito por esta etapa será menos convulso en las relaciones adulto-adolescentes.

El conflicto adulto- tiene como principal causa la divergencia de opiniones de adultos y adolescentes, en cuanto a los derechos y deberes de estos últimos (adolescente, Petrovsky, 1980).

Es muy típico ver cómo los padres exigen al adolescente que cumpla deberes como son el ser un buen estudiante, cooperar en la realización de las tareas del hogar, ser responsable, disciplinado, respetuoso con los adultos, etc. Sin embargo, cuando el adolescente haciendo uso de sus derechos, y una vez cumplidos sus deberes, pide a sus padres que le permitan salir con sus amigos, ir a la playa, a una fiesta, al campismo etc., no son pocos los padres que sin dar razones le niegan esta posibilidad.

El conflicto adulto-adolescente se encuentra condicionado por factores objetivos y subjetivos, ya que el adolescente ocupa una posición social intermedia, continúa dependiendo económicamente de los padres, aún asiste a una institución escolar con vistas a lograr la preparación necesaria para su futuro desempeño profesional y muestra en ocasiones conductas infantiles o rasgos de inmadurez.

Este conflicto es más agudo al inicio de la adolescencia y tiende a disminuir a finales de ella. El carácter más o menos agudo del mismo, depende de la capacidad o incapacidad de los adultos, y en particular de los padres, para dejar a un lado la moral de obediencia -propia de las relaciones con sus hijos en etapas anteriores- y establecer un diálogo abierto y una actitud de entendimiento mutuo.

Es por ello, que para lograr atenuar este fenómeno o solucionarlo, una de las principales vías consiste en producir cambios en el estilo de comunicación con el adolescente, de forma tal que el adulto combine una dirección firme y consecuente con la flexibilidad necesaria y la racionalidad de las exigencias. Los adultos deben explicar a los adolescentes el motivo de sus exigencias, provocar reflexiones mutuas y aplicar la fuerza de su poder sólo cuando resulte imprescindible.

Una vez analizado en qué consiste el conflicto adulto-adolescente, las causas que lo condicionan y lo agudizan, así como las vías que favorecen su solución, pasamos a caracterizar la llamada crisis de la adolescencia.

El análisis e interpretación de la crisis de la adolescencia en la Psicología se encuentra estrechamente relacionado con la concepción que se sustente sobre los determinantes del desarrollo psicológico y su periodización, cuestiones tratadas en la primera parte de este libro.

Para los autores que poseen una concepción biogenética o biológica este fenómeno depende de la maduración del organismo y se asocia, de manera necesaria, a las transformaciones puberales. De acuerdo con este punto de vista la crisis transcurre de manera similar e inevitable en todos los casos, al estar determinada por factores biológicos, siendo calificada esta concepción como la del universalismo biogenético.

Las concepciones sociogenéticas o sociologistas abogan por conceder el papel determinante, en la aparición de la crisis de la adolescencia, a las influencias externas y, muy especialmente, a la "posición intermedia" que ocupa el adolescente, al ser considerado, desde lo social, como alguien que dejó de ser un niño pero tampoco es aún un adulto.

Como expresábamos al analizar las características del desarrollo en la edad escolar, el sistema de comunicación no se agota en las relaciones con los adultos, sino que incluye, de forma especialmente relevante en esta edad, las relaciones con los coetáneos o iguales.

En la adolescencia los sujetos pasan más tiempo con sus compañeros que en el seno familiar, por lo que sus valores y normas de conducta están determinados, en buena medida, por el carácter de estas relaciones, tanto en el grupo formal como en el espontáneo o informal.

La necesidad de ocupar el lugar deseado o lugar al que aspira en su grupo de coetáneos, desempeña un importante papel en el desarrollo armonioso de la personalidad en esta etapa, ya que el equilibrio y bienestar emocional del adolescente, dependerá de que logre ocupar el lugar deseado entre sus iguales este lugar y de la aceptación que alcance dentro del grupo. Recuérdese que L. I. Bozhovich (1976) señala cómo a partir del 4to grado el ser aceptado por el grupo se convierte en motivo fundamental de la conducta del niño. Esta autora explica diferentes fenómenos del comportamiento de los adolescentes como son el conformismo y el negativismo, los cuales concibe como indicadores de la trascendencia que tiene para ellos el hecho de ser aceptados por su grupo de iguales.

El conformismo se trata de que en determinadas circunstancias, el adolescente se pliega a la opinión de la mayoría del grupo, sin mostrar resistencia alguna aunque no la comparta o no esté convencido de ella, en busca de aprobación social. Como conducta contraria a estas actitudes conformistas aparece el negativismo, que consiste en la oposición sistemática a los puntos de vista de los otros, sin suficiente fundamento, algo así como la posición del "rebelde sin causa".

Ambas conductas reflejan el insuficiente desarrollo de un sistema interno de motivación, pues en el primer caso se aceptan las normas de forma poco crítica, y en el segundo, se rechazan sin hacer razonamientos al respecto.

Otra conducta interesante que también nos indica la importancia que confiere el adolescente a la aceptación grupal es la llamada"persecución de la nota". Muchos adolescentes se empeñan en obtener altas calificaciones en la escuela, aun cuando éstas no sean resultado de su preparación académica ni de sus conocimientos, como medio de obtener prestigio entre sus compañeros de clase. Esta necesidad conduce en ocasiones al fraude académico.

La ausencia del reconocimiento deseado por parte de sus iguales, puede llevar al adolescente a convertirse también en el peor alumno de su aula y por este camino a conductas antisociales que pueden desembocar en la comisión de actos delictivos. Investigaciones realizadas por M. A. Alemanski y G. G. Bochkarieva (citados por I. Kon, 1990) así lo demuestran.

La amistad constituye otra importante esfera en el sistema de comunicación durante la adolescencia. Esta relación se basa en la confianza total, la ayuda y el respeto mutuo. En la adolescencia se produce una tendencia a idealizar al amigo y la amistad puede romperse con relativa facilidad. Este hecho está en consonancia con el desarrollo intelectual, porque el pensamiento, como posteriormente veremos, tiende a ser dicotómico y poco flexible.

En cuanto a las diferencias de género, las mujeres sienten más tempranamente la necesidad de una amistad, como relación íntima y profunda, de marcado matiz emocional y acerca de la misma poseen criterios más elaborados que los varones. En el caso de estos últimos, se considera que las relaciones de amistad presentan, generalmente, una función más utilitaria.

En el transcurso de la adolescencia la aparición de la relación de la pareja comienza a relegar las relaciones de amistad a un segundo plano. Las relaciones de pareja en esta etapa, en sentido general son inestables, ya que poseen un carácter experimental y contribuyen al desarrollo de la autovaloración o identidad personal y, en particular, de la identidad sexual y de género del adolescente. Esto resulta peligroso, pues los adolescentes en muchos casos no cuentan con una adecuada educación sexual, por lo que constituyen un grupo de riesgo, por excelencia, para contraer enfermedades de trasmisión sexual, y también pueden llegar a una maternidad o paternidad precoz, para la que no están ni objetiva ni subjetivamente preparados.

En la elección de la pareja los adolescentes tienen dificultades para hacer coincidir su ideal desde el punto de vista físico con el ideal al que aspiran de acuerdo a sus cualidades psicológicas y morales, por la gran importancia que confieren a la imagen corporal.

La "situación social del desarrollo", propia de la etapa de la adolescencia, en la cual hemos analizado hasta aquí los cambios biológicos y su repercusión psicológica, así como las cuestiones relativas a la caracterización de los sistemas de actividades y comunicación permite, a partir de la interacción entre los aspectos internos y externos que la conforman, explicar el surgimiento de las nuevas particularidades psicológicas propias de estos períodos.

Estas particularidades, como hemos señalado con anterioridad, se presentan siguiendo algunas tendencias generales, aun cuando se expresen de manera singular e irrepetible en cada sujeto concreto, matizadas por las condiciones socio-históricas en que se transcurre su vida.

Capítulo III

14.- Modelo teóricos de los desórdenes alimenticios

14.1. -Modelos estructurales de los desórdenes alimenticios

Después de varios estudios hechos de diferentes corrientes y modelos psicológicos, hay muchas teorías que surgen sobre los desórdenes alimenticios, cada una de esta teoría con una base, una finalidad, una orientación y con una epistemología.

El término modelo ha sido ampliamente utilizado como herramienta conceptual en la investigación social, sin embargo su carácter polisémico ha ocasionado confusión por lo que es preciso delimitar y clarificar el concepto así como su relación con la teoría (Callejo, 2000).

Un modelo es la representación de un determinado fenómeno en el que todos sus elementos conceptuales han sido operacionalizados y expresados en una relación causal entre ellos, la cual ha sido validada por una teoría. Desde esta perspectiva se considera al modelo como una especificación de la teoría que ofrece una explicación observable de los elementos que integran el fenómeno estudiado.

A continuación se abordan brevemente los modelos teóricos más representativos de los desórdenes alimenticios.

14.2 La perspectiva de campo en Psicología

La ciencia es un modo de conocimiento que ha tenido a través de la historia una serie de modificaciones en sus parámetros axiológicos los cuales han sido influidos por la red de creencias y valores de cada época (Ribes, 1997).

El conocimiento científico contemporáneo ha tenido una serie de transformaciones como corolario de la denominada revolución científica que implica la transición del metaparadigma newtoniano-cartesiano de la explicación causa-efecto al metaparadigma constructivista de la multifactorialidad. Esta revolución ha traído consigo una serie de confusiones epistemológicas y teórico-conceptuales en diferentes áreas del conocimiento entre las cuales tenemos que destacar a la Psicología.

Este periodo de transición meta paradigmática de la ciencia (Kuhn, 2006) ha afectado particularmente a nuestra disciplina debido a que esta, se encuentra en un estado pre-paradigmático en donde no se ha podido establecer un objeto de estudio consensuado (Ribes, 2000) lo cual cancela posibles conciliaciones teóricas y/o metodológicas de las distintas posturas en Psicología (Benevides & Werner 2002). Por lo que el conceptualizar a la Psicología como una ciencia multiparadigmática resultaría un planteamiento espurio.

Tomando en consideración lo anteriormente señalado, resulta necesario establecer las bases epistemológicas y metateóricas que sustentan una explicación que se jacte de ser científica con la finalidad de no caer en hibridaciones conceptuales eclécticas que lejos de integrar teorías solo propician confusión conceptual.

Un análisis histórico – conceptual de nuestra disciplina permite esclarecer los principios y concepciones de las diversas líneas teóricas con la finalidad de establecer parámetros que nos permitan ubicar las aproximaciones teóricas contemporáneas como auténticas integraciones o como simples ensaladas conceptuales.

A este respecto, Kantor (1969) señala que el progreso de la ciencia ha pasado por tres etapas:

1) la etapa de la propiedad sustancia

2) la etapa de la correlación estadística

3) la etapa del campo integrado.

La ejemplificación de estas etapas en el desarrollo de la Psicología se explica, en la primera etapa de propiedad-sustancia con la concepción de una entidad o serie de entidades internas extra espaciales que constituidas en cosas, atributos o estados (alma, mente, cognición) son representados como centros de procesos causales (Ryle, 2005).

La segunda etapa gira en torno a fórmulas estadísticas que pretenden analizar empíricamente la interacción entre dos mundos; el mundo de la mente (extra espacial) y el mundo físico de sus expresiones (espacial). Finalmente la construcción del campo integrado tiene que ver con la interacción de un individuo con objetos estimulantes, en condiciones inmediatas precisas y sobre la base de contactos previos del organismo y los objetos estimulantes.

El modelo de campo en Psicología se apoya en la experiencia de disciplinas como la astronomía y la física, las cuales se fundamentan en que la noción de estructura ofrece una representación más adecuada de los fenómenos propios.

14.3. Teoría de Campo de la Gestalt

Considerado el padre de la psicología social, Kurt Lewin inspirado en los estudios perceptivos de la Gestalt que disocian figura y fondo, considera que el comportamiento humano es consecuencia del conjunto de las circunstancias ambientales. Más que su pasado o las previsiones de futuro, es el entorno personal el que define y describe la proyección social del individuo.

Lewin en 1978, señala que las características distinguen a una teoría de campo:

1) El empleo de un método constructivo más que clasificatorio – Que implica cambiar de una agrupación de eventos, objetos y personas según sus similitudes conceptualizados como elementos de abstracción producto de la experiencia, a uno constructivo en donde la agrupación sea determinada por relaciones vistas como elementos de construcción producto de la teoría científica.

2) El interés en los aspectos dinámicos de los hechos. En donde se concibe al comportamiento es fruto de la interacción de los individuos y grupos en un espacio y en un momento dado y el sujeto es concebido como un sistema que mantiene un equilibrio dinámico con el ambiente.

3) Un enfoque psicológico antes que físico – Esto implica que el campo que influye sobre un individuo no se suscriba en términos fisicalistas objetivos, sino de la manera en que éste existe para la persona en ese momento. Describir objetivamente una situación en Psicología significa en realidad describir la situación como una totalidad de aquellos hechos, y solo de aquellos, que configuran el campo de ese individuo.

4) Un análisis que parte de la situación global. La teoría de campo critica a las teorías fisicalistas por la ausencia de un análisis psicológico profundo. El procedimiento analítico de la teoría de campo tiene como norma caracterizar la situación en su totalidad.

5) La distinción entre problemas sistemáticos e históricos. Los eventos se explican en términos de las propiedades del campo que existen en el momento en que ocurre por lo tanto la teoría de campo es a histórica y considera que la influencia de los eventos pasados es indirecta.

6) La representación matemática del campo. La Psicología debe usar un lenguaje estricto y que concuerde con los métodos asimétricos para permitir derivaciones científicas. Aun cuando Lewin considera a la Psicología como una ciencia cualitativa, acepta el uso de la estadística, incluso considera que ciertos tipos de geometría como la topología son muy útiles para representar la estructura de situaciones psicológicas.

La Psicología de campo gestaltista aun y cuando rebasa la simple concepción holística de sus antecesores (Brentano & Stumpf) plantea una estructura general de los eventos, abriendo la posibilidad de auténticas descripciones de campo. Sin embargo, Kantor en 1969 señala una serie de características que no le permiten a la postura gestáltica ocuparse de campos auténticos.

1) Su concepción dualista La Psicología topológica y la teoría de la Gestalt en general hacen referencia a abstracciones internalistas y a condiciones medioambientales centrando sus explicaciones en las descripciones y/o propiedades de estos dos mundos en lugar de ocuparse del campo total.

2) Su carácter fenomenológico – El cual puede distinguirse claramente en su concepción del ambiente, el cual es visto no como es, sino como es experimentado y en donde la conducta no surge de las propiedades objetivas del mundo de los estímulos sino de un mundo transformado en un mundo interior. Por lo que la interpretación de conceptos como el de espacio conductual de Koffka resulta imposible de interpretar salvo como una concepción meramente metafísica.

3) Su concepción internalista – El conceptualizar entidades y/o atributos tales como conciencia, cognición entre otras, se aborda aquello que acontece en el individuo. Por lo que sus principios explicativos se refieren a lo interno y no al campo.

4) Su explicación isomorfica – En lugar de abordar directamente los fenómenos psíquicos adopta una explicación isomorfica al analizarlos como sistemas de interrelaciones neuro-fisiológicas.

5) Su carácter simbólico – Al ser la teoría de campo gestáltica una simple imitación de los sistemas físicos y matemáticos se convierte en una teoría de meras estructuras simbólicas formales y analógicas, con poco o ningún valor descriptivo o interpretativo para los eventos psicológicos.

6) Su carácter preanalítico – Al centrar sus explicaciones en entidades o atributos internos comete el error de abordar las interrelaciones objetivas de los factores solo en nivel de los datos burdos o preanalítico.

14.4 Teoría de Campo Interconductual

La historia y el desarrollo de la Psicología conductista ha estado marcada por una serie de imágenes erróneas algunas de las cuales han sido aclaradas por Belanger (2001) en su libro Images et realites du behaviorisme. Marino Pérez en el prólogo de la reedición en español de la obra, señala que la primera imagen a aclarar es la noticia de su fallecimiento y menciona que en los albores del siglo XXI resulta irónico que después de tanta revolución cognitiva, el conductismo lejos de desaparecer se ha desarrollado en diversas líneas teóricas.

Otra imagen falaz sobre el conductismo es su supuesto desarrollo hacia hibridaciones eclécticas dualistas (cognitivo-conductuales) las cuales son solo una degeneración cognitivista y no una evolución.

Otro aspecto relevante es el hecho de que Kantor formula un sistema descriptivo y explicativo sincrónico al poner de relieve el concepto de interdependencia en campos de relaciones, a diferencia del esquema causal clásico el cual es lógicamente diacrónico. Contrario a las posturas teóricas clásicas (incluyendo algunas conductistas), la propuesta de Kantor no destaca como objeto de análisis a ciertas formas funcionales de actividad del organismo, sino que pone de relieve la interacción misma entre el organismo y el ambiente como centro de interés teórico (Ribes, & López, 1985).

Kantor (1969) señala que la esencia de una construcción de campo es aquella en la que todos los eventos deben considerarse como interacciones complejas de numerosos factores en situaciones específicas, por lo que toda explicación de una teoría de campo necesariamente tendrá como primer condición el suplir las concepciones en términos de principios y propiedades de los objetos o eventos, ya sea que estén localizadas dentro de los objetos o eventos sujetos a observación o en alguna condición o cosa externa a ellos.

La teoría de campo interconductual especifica los detalles funcionales de la acción en lugar de apoyarse en una abstracción explicativa general, no propone causas internas tales como la mente, procesadores de información o pulsiones (mentalismo) tampoco proponen causas externas ubicadas en las condiciones medioambientales (conductismo Skinneriano) pues esta postura no asume la tradicional teoría de los dos mundos (Ryle, 1975), por lo que se argumenta que no existe lugar en el campo integrado para tales abstracciones, pues ninguna de ellas son necesarias o siquiera útiles dentro del sistema.

De tal forma que, una autentica teoría de campo exige la exclusión de principios psíquicos e internos. Así, la construcción del campo psicológico se debe derivar de la conducta real de los organismos con objetos y eventos en condiciones específicas. A diferencia del conductismo Watsoniano y Skinneriano que si bien rechazan la explicación dualista del psiquismo (mente-cuerpo) aún conservan los aspectos físicos del dualismo (interno-externo), la postura interconductual comienza y termina su trabajo en el estudio de eventos prístinos (Kantor, 1980), sin complicarse con construcciones lingüísticas propias de la tradición intelectualista en Psicología.

Cuando las relaciones funcionales específicas de los factores del campo han sido descritas, se completa la actividad científica justo como se hace en la descripción de cualquier otro evento en la naturaleza. Esta descripción de los componentes de un evento natural en términos estrictamente observacionales es la vía por la cual la Psicología científica debe proceder. (Smith & Smith, 1996).

14.5- El modelo Psicoanalítico

El psicoanálisis; como la primera fuerza de la psicología preconiza varios problemas psíquicas como la neurosis alimentaria causado por el abandono. Cual es realmente los trasfondos de los desórdenes alimenticios según el modelo psicoanalítico.

El modelo psicoanalítico de los desórdenes alimenticios se expresa en el manuscrito G de 1895 sobre la melancolía sostiene que la neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia argumentando que la tan conocida anorexia nerviosa de las adolescentes parece representar, tras detenida observación, una melancolía en presencia de una sexualidad rudimentaria. Sin embargo, así como surge esta pseudo-explicación intelectualista al más puro estilo literario freudiano, existen múltiples interpretaciones mágicas de corte psicoanalítico que a lo largo de la historia se han ido cobijando a la sombra del cuadro de moda del momento, melancolía, psicosis, histeria, etc. (Almenara, 2003) sin que hasta ahora puedan aportar elementos pertinentes en el plano descriptivo, predictivo y de intervención sobre los desórdenes alimenticios. Un claro ejemplo de estas variaciones psicoanalíticas lo representa la perspectiva transpersonal Jungiana en donde la anorexia podría ser entonces un camino hacia la individuación en el que la mujer se reúne con la Madre y recupera para sí el significado que tiene para ella su existencia femenina (Araya, 2001).

Durante la década de los setentas surgen las posturas neo psicoanalíticas que destacan el papel preponderante de las alteraciones de la Imagen Corporal (IC) en los denominados Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA). La Dra. Hilde Bruch de orientación neo Freudiana aun y cuando parte de que el psicoanálisis tradicional, con su énfasis en la interpretación de procesos inconscientes es bastante ineficaz atribuye las alteraciones de la IC a un déficit del yo, en lo que se refiere a autonomía y dominio del propio cuerpo, que da lugar a un sentido de ineficacia personal (Bruch, 1982).

Para Hilde Bruch (1973) la distorsión de la imagen corporal así como las disfunciones alimentarias tiene un carácter simbólico considerándolos como formas de camuflaje de diversos problemas que por otros medios no ha sido posible resolver. Ella menciona una serie de características que distinguen el síndrome de anorexia nerviosa: una persecución implacable por la delgadez; una preocupación casi delirante por la imagen corporal; una incapacidad para identificar el hambre con otros estados de tensión corporal; falta de identidad y un sentido de ineficacia paralizador.

Desde entonces, se considera un criterio diagnóstico de Anorexia y Bulimia a la alteración de la imagen corporal. Otra herencia de la postura Psicopatológica de los TCA es su relación con trastornos de personalidad, especialmente asociado a rasgos obsesivos, histéricos y compulsivos (González, Unikel, Cruz & Caballero, 2003).

Para el Psicoanálisis en cualquiera de sus acepciones, la explicación de los desordenes alimenticios tienen una base psicopatológica en la que no se constituyen conceptualmente con una nosología propia, sino que es una forma sintomática de otra estructura clínica llámese neurosis, perversión o psicosis (López, 1999).

14.6- Modelos Cognitivo-Afectivos

La cognición y la afectividad son dos aspectos importantes de la personalidad del adolescente; ya que de igual manera puede impactar en las conductas del adolescente para que sufren, que parecen o ha sido diagnosticado de TCA:

En el abordaje de los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) se considera a la alteración de la Imagen Corporal como el factor psicológico determinante tanto en la etiología como en el diagnóstico de estos desórdenes alimenticios.

Una alteración de la imagen corporal (insatisfacción corporal) se ha considerado clave dentro de los posibles factores predisponentes, y otra alteración (distorsiones perceptivas del tamaño corporal) como un criterio diagnóstico Así, tenemos que esta aproximación teórica considera que las alteraciones de la imagen corporal incluyen una distorsión perceptiva de la talla que conlleva una sobreestimación de partes del cuerpo y una alteración cognitivo-afectiva asociada a la insatisfacción y preocupación por la figura, contemplando de igual forma que ambas alteraciones se encuentran estrechamente relacionadas (Garner&Garfinkel, 1981).

Se han encontrado una relación directa y significativa entre insatisfacción de imagen corporal y conducta alimentaria de riesgo sin embargo, también se han reportado hallazgos contradictorios respecto a la relación que guardan estas variables. (Sánchez-Sosa, 2007; Ballester, de Gracia, Patiño, Suñol, & Ferrer, 2002; Benedito, Perpiñá, Botella, & Baños, 2003; Espina, Ortego, Ochoa, Alemán &Juaniz, 2001 Johnson &Wardle, 2005),

Partes: 1, 2, 3
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