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El multiculturalismo en Argentina: ausencias, ambigüedades y acusaciones

    Descriptores Temáticos: Multiculturalismo; Argentina

    El surgimiento o el retorno de la cuestión étnica se relaciona con las tensiones existentes entre las actuales tendencias homogeneizadoras y diferenciadoras del proceso de globalización y entre los niveles global y local (Hall, 1999). Los movimientos migratorios producto de los procesos de (des) colonización y las reivindicaciones y luchas de los distintos grupos minoritarios vinieron a otorgar la posibilidad de repensar las formas actuales de construcción de identidades en el marco de los Estados–nación y a escala transnacional. De hecho, muchos de los esfuerzos teóricos están encaminados en el presente, desde distintos enfoques políticos, a la constitución de una ciudadanía multicultural (Taylor, 1993; Kymlicka, 1996; Touraine, 1997; Martiniello, 1998; Torres, 2001; Santos, 2003). Asimismo, la dimensión étnica de los fenómenos multiculturales se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los Estados que se autodenominan "poliétnicos" o "multiétnicos" y también en la fuente de ingresos de empresas multinacionales que han hecho de la diferencia cultural un gran mercado. En el caso de la Argentina, probablemente, la nueva conformación de la inmigración internacional a partir de los años sesenta y las reclamaciones de los distintos grupos indígenas han actualizado la necesidad de indagar acerca del proceso de conformación de la otredad/ alteridad, además de cuestionar las premisas de una sociedad que generosamente se califica a si misma como abierta, tolerante y plural. Este artículo realiza, a manera de introducción, algunas consideraciones críticas acerca del multiculturalismo, con especial referencia a la realidad argentina, con el propósito de ofrecer ciertos elementos de reflexión y discusión para futuros desarrollos teóricos y prácticos (2). Nuestro análisis se organiza a partir de los siguientes ejes temáticos:

    1) el multiculturalismo y sus ausencias (o silencios);

    2) el multiculturalismo y sus ambiguedades (o conveniencias);

    3) el multiculturalismo y sus acusaciones (o incomodidades).

    El multiculturalismo y sus ausencias (o silencios)

    Ausencias remotas. El multiculturalismo, a igual que la globalización o mundialización, y a pesar de las apariencias, no es un fenómeno problemático reciente, sino que lleva más de 500 años de existencia. Como nos recuerda Hopenhayn, entre otros, está ligado históricamente al período de colonización, conquista y evangelización, cuando las relaciones sociales se basaban en la "dialéctica de la negación del otro". Este vínculo se desarrolla con la relación entre la metrópoli (España y Portugal) y la periferia (América Latina y el Caribe) y continúa a lo largo de nuestra historia bajo formas de homogeneización nacional. La negación del otro que primero se plasmó en el sometimiento de las culturas indígenas a las formas culturales de la norma blanca–europea se transfiere más tarde al otro–extranjero, visto como amenaza a la identidad nacional (3) , y al otro de adentro, el indio o el mestizo, junto con la definición del ethos nacional a partir de un ideal europeo o ilustrado. Fórmulas excluyentes como civilización–barbarie fueron utilizadas –en Argentina, por ejemplo– para promover y legitimar la "negación del otro" y los procesos de aculturación que tuvieron lugar en la región (Hopenhayn, 2001; Hopenhayn y Bello, 2001). En la actualidad, algunos análisis regionales destacan el caso de la Argentina por el rechazo y la discriminación dirigida a inmigrantes limítrofes, especialmente aquellos provenientes de Bolivia y Paraguay.

    En este contexto, los diferentes grupos étnicos distinguibles en la región, siempre heterogéneos hacia su interior, poseen distinto peso político como académico. En un documento de la CEPAL elaborado por Hopenhayn y Bello (2001) se plantea por qué en América Latina la cuestión indígena ha recibido mayor atención que la temática de la negritud o la migratoria. Según los autores, "el tema indígena tiene más presencia en el debate político, más reconocimiento en la opinión pública, más resonancia en los debates internacionales, y más tradición en la investigación social" (Hopenhayn y Bello, 2001: 22). Comentan que los argumentos elaborados, a modo de justificación, suponen que las identidades culturales de los pueblos indígenas se encuentran más claramente diferenciadas respecto del conjunto de la sociedad y que sus formas de organización los constituyen en actores sociales más definidos en el debate político y en la escena pública en general. Según nuestro parecer, si bien estas razones pueden ser válidas, no habría que descartar la posibilidad de que sus reivindicaciones y reclamos aparezcan en el imaginario social como mayormente legítimos por pertenecer a los llamados "pueblos originarios". La población negra y la inmigrante, en cambio, por motivos bien distintos, tienen sus "raíces" en otro lugar del mundo. La pregunta no deja ser inquietante, cualquiera sea la respuesta, ya que la discusión subyacente atañe a los derechos civiles y políticos y a la construcción de nación y ciudadanía (4).

    Ausencias transitorias.

    La cuestión multicultural, asociada en Argentina a los grupos indígenas y a la población no nativa, permanece actualmente en un lugar periférico en las agendas académicas y gubernamentales y no se ha incorporado aún a los debates sociales y políticos (a pesar de algunos tímidos y rentables intentos (5) ). En nuestra opinión, se trata de una discusión emergente, reducida por ahora a algunos ámbitos de la academia y la opinión pública (desvinculada una de la otra). En el campo de la investigación, específicamente, si bien se constata un creciente interés por la temática (6), a juzgar por la bibliografía hallada, se destaca la escasa atención que ha recibido hasta ahora el multiculturalismo (bajo diferentes etiquetas y desde diferentes enfoques) en comparación con la abundante elaboración teórica y experiencias prácticas desarrolladas en Estados Unidos, Canadá y Europa, donde los nuevos contactos y conflictos culturales dieron origen a numerosas reivindicaciones y controversias. En América Latina la problemática multicultural difiere también notablemente según la realidad étnica de cada país. Por ejemplo, en México, ligada a la cuestión indígena, "la temática multicultural, por distintas razones, ha pasado a ocupar un lugar central en la actual agenda política del país" (Sermeño, 2001). En Brasil, el asunto de la negritud, relegado durante tantos años, ahora se ha incorporado de manera significativa en los espacios educativos de los diferentes niveles y ha generado la creación y desarrollo de programas específicos desde organismos estatales y no gubernamentales. Según Oliveira y Gonçalves (1998: 96–97), "la diversidad en el interior del propio movimiento negro, a partir de los años 80, coloca la cuestión del multiculturalismo en la agenda de los militantes". En Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Chile, desde hace más de una década, se realizan esfuerzos encaminados a "( r) eflexionar a partir de las comunidades indígenas y de los pueblos andinos y amazónicos", ya que esto es considerado como un acto imprescindible "para romper las estructuras verticales con las que los Estados y sociedades nacionales desde hace quinientos años tratan de extinguir o asimilar" (Schmidt, 1990: 7–8). Seguramente la tendencia a trabajar temas ligados a las identidades étnica y nacional seguirá creciendo en la región latinoamericana, ya que las tensiones interculturales son consideradas hoy en día como "uno de los objetos más fecundos de investigación y una oportunidad para construir sujetos colectivos, políticas abiertas y democráticas" (García Canclini, 1999: 18).

    Ausencias fatales.

    El multiculturalismo suele ser pensado y tratado solamente en términos de "diversidad", aludiendo de esta manera a una coexistencia armónica y horizontal, por lo tanto no conflictiva y no jerárquica, de una variedad de formas o grupos culturales. Ésta es una de las trampas del multiculturalismo, ya que "pasa por alto muy concretas (y actuales) relaciones de poder y violencia intercultural, en las que la diferencia o la hibridez es la coartada perfecta de la más brutal desigualdad y dominación" (Gruner, 2002: 22). McLaren, por su parte, indica que el multiculturalismo conservador utiliza el término "diversidad" para (en) cubrir "la ideología de asimilación que fundamenta su postura" (McLaren, 1997: 150). En el terreno de la educación, la perspectiva de la diversidad resulta particularmente problemática, dado que es difícil que si "se limita a proclamar la existencia de la diversidad pueda servir de base para una pedagogía que coloque en el centro la crítica política de la identidad y de la diferencia. En la perspectiva de la diversidad, la diferencia y la identidad tienden a ser naturalizadas, cristalizadas, esencializadas" (Silva, 2000: 73). Relacionar, entonces, la diversidad y la diferencia con la desigualdad es la única manera de no quedar atrapado por el "encanto multicultural". En este sentido, entendemos que el abordaje del multiculturalismo como fenómeno problemático se justifica sólo en la medida que permite visualizar –con una intencionalidad transformativa–nuevos (y viejos) mecanismos, procesos y formas de desigualdad y dominación, discriminación y exclusión, opresión y resistencia. No se puede obviar que las desigualdades étnicas, junto a las de clase y género, constituyen una de las fracturas sociales más significativas (Enguita, 1995). Desde la perspectiva de Zizek, "(l)as "excepciones" actuales –los sin techo, los que viven en guetos, los desocupados permanentes– son el síntoma del sistema universal del capitalismo tardío" (Zizek, 1997: 177). Por otro lado, nos oponemos a ridiculizar las posturas multiculturalistas como si todas formaran parte de un gran engaño (o de uno de los grandes engaños del "movimiento posmoderno"). Lo que pasan por alto buena parte de los teóricos enemigos del "proyecto político multicultural" es que las condiciones de vida de muchas "minorías" (étnicas, en nuestro caso) han mejorado y sus derechos han sido reconocidos gracias a los llamados movimientos multiculturalistas.

    Ausencias presentes.

    La problemática multicultural en Argentina debe ser rastreada en las aproximaciones que contemplan categorías como identidad, etnicidad, nacionalidad, diversidad y diferencia, ya que no es frecuente encontrar referencias explícitas al término multiculturalismo o derivados. A diferencia de Estados Unidos, Canadá y Europa, donde la cuestión multicultural es pensada mayormente en términos de etnicidad o identidad étnica, en muchos países de América Latina, como en la Argentina, prevalece el análisis de la construcción de la nación o identidad nacional, a tal punto que constituye parte de una tradición académica. No obstante, hay que tener presente que la misma constitución de los Estados–nación en América Latina se distingue del resto de occidente debido a que las elites se enfrentaron a la doble tarea de "dar una nación a la etnia y al mismo tiempo dar una etnia a la nación" (Bauman, 2001: 47), lo cual refuerza la importancia de reconocer la relación entre estas dos categorías también en nuestro contexto. Según Étienne Balibar, "ninguna nación posee naturalmente una base étnica, pero a medida que las formaciones sociales se nacionalizan, las poblaciones que contienen, se reparten o dominan dichas formaciones son "etnicizadas", es decir, representadas en el pasado o en el futuro como si constituyeran una comunidad natural, dotada por si misma de una identidad de origen, de cultura y de intereses que trascienden a los individuos y las condiciones sociales" (Balibar, 1991). Por otra parte, si bien en América Latina las investigaciones sobre las desigualdades sociales y culturales deberían incorporar en mayor medida lo étnico, esto no debe desencadenar el abandono o sustitución de la clase social, categoría fundamental para comprender el complejo entramado de identidades culturales dominantes y subalternas y desarrollar prácticas sociales con fines emancipatorios. Por el contrario, se debería estimular la interrelación de estas potentes categorías para describir la realidad.

    En esta línea, también es necesario destacar que en varias discusiones sobre problemáticas (multi) culturales, la autonomía relativa de la cultura, tan controvertida en su momento, parece haber obtenido una total independencia de las esferas económica, social y política. Si bien "la relevancia de la cultura reside en el hecho de ser, en la era del capitalismo global, el espacio privilegiado de articulación de la reproducción de las relaciones sociales capitalistas y de antagonismo a ellas" (Lowe y Lloyd, 1997, citado en Santos, 2003), parecemos asistir a una notable "culturalización" (o "absolutización cultural") del espacio social. "( E) s peligroso convertir la cultura en la única clave interpretativa del mundo social, olvidando las interacciones entre las esferas culturales, económicas y sociales", advierte Martiniello (1998: 83), ya que corremos el riesgo de encubrir la desigualdad social y económica a través de la diversidad y diferencia culturales. Consecuentemente, insistimos, no deberíamos dejar de relacionar los procesos de configuración de identidades con los procesos y mecanismos de producción, reproducción, legitimación y transformación de las desigualdades. En este sentido, tampoco alcanza con analizar los discursos, aunque es necesario, sino también la formación de prácticas, o al menos mostrar la relación que se establece entre discurso y política (7). Por último, pareciera ser que, como dan cuenta algunos trabajos recientes, se está perdiendo la fascinación/ seducción que provocó el componente imaginario de la construcción de identidades (o la exageración de aquél). Se percibe ahora el surgimiento de una preocupación por los elementos identitarios no inventados que hacen a la unión/ desunión de los grupos. Por lo tanto, habría que indagar no sólo sobre identidades imaginadas, sino también sobre alteridades reales y quizás híbridas (Domenech, 2001). Ausencias capitales. La incorporación de la participación del mercado en la configuración de identidades y en la formación de "comunidades imaginadas" (Anderson, 1991) no es frecuente en los estudios sociales y culturales realizados en Argentina, aspecto clave a nuestro juicio para avanzar en la comprensión y transformación de la desigualdad social y cultural. "( E) l poder colonizador no proviene más del Estado–nación, sino que surge directamente de las empresas globales" sentencia Zizek (1998: 171). Baste pensar, a modo de ejemplo, en la campaña publicitaria de la empresa multinacional Coca–Cola o de la cerveza Quilmes durante los mundiales de fútbol, donde la estrategia de venta consiste en resaltar sentimientos nacionales y patrióticos que apuntan a la unificación y cohesión social, adquiriendo mayor relevancia que las propias estrategias discursivas del Estado–nación (8). No dudamos en señalar que el gran ausente de muchas investigaciones sociales sobre las relaciones étnicas, especialmente aquellas desarrolladas en el campo de la educación, es el sistema capitalista. Podríamos estar entreteniéndonos con "cuestiones menores" y perder de vista la cuestión de fondo. Zizek nos advierte claramente que mientras se da batalla por diferencias culturales "el capitalismo continúa su marcha triunfal" (Zizek, 1998: 176).

    El multiculturalismo y sus ambiguedades (o conveniencias)

    Ambiguedades atenuadas. La diversidad étnica, cultural y linguística existente en América Latina y el Caribe, en contra de lo que proponen muchas de las miradas homogeneizadoras y homogeneizantes provenientes de los países capitalistas avanzados –también algunos académicos latinoamericanos– no se reduce a la cuestión indígena. Es posible distinguir otros dos grandes grupos (muy heterogéneos en su interior): la población negra (afrolatina y afrocaribeña) y la población inmigrante o extranjera. En función del peso porcentual de determinado grupo étnico sobre el total de la población de la región, se destacan principalmente Brasil, Venezuela y Colombia por su población negra, Perú, México, Guatemala, Bolivia y Ecuador por su población indígena, y Argentina y Venezuela por la población extranjera o inmigrante residente en el país (9). Esta diferenciación, a su vez, es fundamental para evitar la importación de debates multiculturales ajenos a nuestra realidad y para entender las diferentes "políticas de identidad" en desarrollo (o, si se quiere, a desarrollar). En la Argentina, específicamente, la problemática multicultural puede vincularse a la existencia de diferentes grupos indígenas, así como a la presencia de colectividades de inmigrantes que resultaron de los flujos migratorios europeos producidos, con breves interrupciones en el medio, entre fines del siglo XIX hasta mediados del XX, y la inmigración latinoamericana limítrofe (proveniente especialmente de Bolivia, Paraguay y Chile), latinoamericana no limítrofe (Perú principalmente) y de ultramar (procedente de Corea y China, entre otros) acontecidas, o mejor dicho, visibilizadas desde la década de los "60 en adelante. Pero, esta presencia ya visible de la diversidad cultural, trajo consigo en la sociedad receptora –como ya indicáramos anteriormente– la renovación de una discusión sobre la diferencia y la desigualdad socioculturales en el plano de las ideas, no así de las acciones. De todas maneras, la multiplicación de organizaciones de inmigrantes, así como el crecimiento de espacios académicos destinados al tema de las migraciones, son indicios del progresivo cambio que se viene produciendo en el país desde hace algunos años en esta materia.

    Ambigüedades múltiples.

    El multiculturalismo, como tantos otros conceptos de las ciencias sociales y humanas, no presenta una significación unívoca y es objeto de múltiples desacuerdos. El desconcierto se amplía debido a los difusos límites establecidos entre el "multiculturalismo" y nociones afines, si es que se traza alguna distinción (en la literatura angloamericana predomina el uso exclusivo del término, mientras que en la europea continental se introduce el prefijo inter y el sufijo dad para destacar las discrepancias conceptuales). Una primera diferencia que puede establecerse para despejar ambiguedades es entre el multiculturalismo entendido como descripción y/ o como proyecto (Stam, 1997, citado en Santos, 2003). Precisamente, uno de los factores que seguramente favorece la confusión es el uso simultáneo o alternado que puede hacerse del término. Otra de las diferenciaciones que puede realizarse es la que establece Torres (2001): el multiculturalismo puede ser aprehendido como movimiento social, enfoque teórico y educación multicultural. Algunos autores distinguen entre multiculturalidad y multiculturalismo, ya se trate de una situación de hecho o de un programa político o entre multiculturalidad e interculturalidad en función de las formas y contenidos de la comunicación, interrelación e intervención entre las partes. Otros proponen nuevas diferenciaciones: por ejemplo, Enguita (2002) establece que es el "interculturalismo" el que debe guiar la política educativa, Bharucha (2000) distingue entre "intraculturalidad" e "interculturalidad" (citado en Santos, 2003) y Sartori diferencia el multiculturalismo del "pluralismo" (definiendo al primero como la negación misma del segundo).

    Ambigüedades desconsideradas.

    En Argentina, el discurso multi e intercultural pareciera haber arraigado más fuertemente en el campo de la educación que en el ámbito de la teoría social, manteniendo a su vez discusiones alejadas unas de otras. Por una parte, muchas investigaciones educativas omiten algunas de las principales discusiones en torno a la cuestión multicultural que se desarrollan en las ciencias sociales (particularismo vs. universalismo, esencialismo vs. construccionismo, individualismo vs. comunitarismo, entre otras). Además, en la escuela existe un tratamiento privilegiado de la "diversidad cultural", en tanto coexistencia cuasi armónica y desjerarquizada de formas culturales, y rara vez se discuten los modelos de sociedad o ciudadanía que se construyen. Por otra parte, los teóricos o investigadores sociales subestiman el estudio de la construcción de la identidad étnica y nacional centradas en el campo de la educación, con lo cual se descuida una de las instituciones claves en la producción y reproducción de la cultura dominante, de desigualdades sociales y culturales y en la formación del espacio público. Y cuando la educación se convierte en una preocupación común, como es el caso de muchos teóricos del multiculturalismo, lamentablemente la discusión suele centrase por desconocimiento o simplificación en las cuestiones curriculares (10), relegando la importancia de otras dimensiones de la educación a un segundo plano (11). Es en el campo educativo donde se visualizan muchas de las dificultades prácticas y debilidades teóricas de algunos supuestos sociales. Tampoco se puede desconocer que la educación en tanto política pública ofrece la posibilidad de concretar proyectos alternativos y emancipatorios.

    Ambigüedades heterogéneas.

    En muchas ocasiones se pierde de vista la construcción social de la imagen del inmigrante que se produce en el ámbito académico. Es común encontrar trabajos sobre el discurso y las prácticas de la sociedad receptora, del Estado, de los medios de comunicación, pero rara vez se plantea algún análisis sistemático sobre las representaciones de los académicos acerca de los inmigrantes (a su vez, merecerían más que algunas líneas las motivaciones y el origen social de los investigadores que nos dedicamos a este tipo de estudios). Algo se ha dicho ya sobre las representaciones de los inmigrantes sobre los investigadores, análisis colateral que ha surgido de investigaciones etnográficas. En el ámbito académico, fundamentalmente en los países capitalistas avanzados, se visualiza una imagen homogénea del migrante, además de "romántica", asociada a una "ciudadanía global", expresada en la noción "ciudadano del mundo". Esto lo encarna muy bien la teoría de frontera norteamericana. Pablo Vila plantea que en ella la metáfora del "cruzador de fronteras" se privilegia a la del "reforzador de fronteras" y afirma que "es proclive a construir al "cruzador de fronteras" o "híbrido" algo así como el nuevo "sujeto privilegiado de la historia" (…) Pareciera que para el "cruzador de fronteras" o el "híbrido" la experiencia de moverse entre diferentes disciplinas, etnicidades, culturas y países no es esencialmente muy distinta. Así, este tipo de experiencias tiende no sólo a homogeneizar experiencias que pueden ser muy diferentes, sino que también tiende a homogeneizar las fronteras" (Vila, 2000: 101–102). En esta misma línea, Boaventura de Sousa Santos retoma la crítica de Bharucha (2000) y señala que el concepto de multiculturalismo tiende a ser abordado en el ámbito de los estudios culturales y de los estudios poscoloniales y de las ciencias sociales por una asociación privilegiada a la movilidad y a la migración, con énfasis en la de los intelectuales y con el silenciamiento de las situaciones de movilidad forzada u subordinada (refugiados, trabajadores migrantes, migrantes regresados) o de los que, sin moverse, son sujetos a los efectos y consecuencias de las dinámicas culturales, económicas y políticas translocales. "La tendencial esencialización y universalización de la condición migrante niega las historias diferenciadas de las migraciones y más allá de eso ignora a los individuos y comunidades que resisten a la migración en base a otras lealtades y lazos como la familia, tradición, comunidad, lengua y religión que no siempre son traducibles a las normas del individualismo liberal", dice Santos (2003: 30). Afortunadamente, en el ámbito académico argentino, a diferencia de lo que puede ocurrir en los países desarrollados del hemisferio norte, no aparece una representación idealizada de los inmigrantes que soslaye o subestime sus precarias condiciones materiales y consecuentes padecimientos, propio del contexto de exclusión social donde transcurre la vida de muchos ellos. Sin embargo, una visión del inmigrante teñida de cierta homogeneidad parece predominar actualmente en el imaginario académico: suelen ser vistos como un grupo unido de hombres trabajadores manuales urbanos (no rurales) de baja calificación y de origen latinoamericano, muchos de ellos ilegales, que se desempeñan en la construcción o en el sector agropecuario. Sin lugar a dudas, esta imagen atenta contra la heterogeneidad al interior de las mismas colectividades de inmigrantes, y no sólo limítrofes, cuestión que nunca se deja de especificar en las investigaciones más sólidas sobre el tema, y sugiere cuál es la mirada que se deriva sobre el fenómeno migratorio.

    El multiculturalismo y sus acusaciones (o incomodidades)

    Acusaciones indiscretas.

    En general, las críticas orientadas al corazón del multiculturalismo apuntan a su dimensión ideológica, esto es, a su condición como corriente de pensamiento, proyecto o movimiento político, mientras que como hecho social pareciera suscitar discusiones ocasionales. En cierta manera, parafraseando a Zizek, podríamos decir que "el multiculturalismo está aquí para quedarse". Según Touraine, por ejemplo, tanto el multiculturalismo como el multicomunitarismo en sus formas extremas "son afirmaciones ideológicas u operaciones políticas más que realidades sociales o culturales" (Touraine, 1997). Sartori, por su parte, irritado en realidad por la carga ideológica de origen marxista que conlleva una de las vertientes del multiculturalismo, declara: "Es obvio que el multiculturalismo como existencia en el mundo de una enorme multiplicidad de lenguas, culturas y etnias (del orden de las cinco mil) es un hecho en sí tan obvio y tan sabido que no necesita un término ad hoc para identificarlo" (Sartori, 2001: 72–73). En el caso de la Argentina, el multiculturalismo como descripción o situación de hecho puede verificarse en zonas fronterizas rurales y urbanas y en áreas del interior de gran concentración poblacional, mientras que como proyecto o movimiento político está lejos de tomar forma por ahora.

    Algunas de las principales críticas que ha recibido el multiculturalismo en términos generales y en sus múltiples versiones (12) han sido sistematizados por autores como McLaren (1997), Kincheloe y Steinberg (1999), Torres (2001) y Santos (2003). Una de las acusaciones, formulada a nivel conceptual, apunta a que el multiculturalismo, como observa Boaventura de Sousa Santos a partir de las consideraciones de Bharucha (2000), forma parte de una imposición que implica la exportación/ importación de conceptos o marcos analíticos que sirven como vehículo de una dominación intelectual eurocéntrica: se trata de un concepto creado para describir la diversidad cultural de las naciones norteamericana, canadiense y europea, que busca imponerse a los países menos desarrollados del hemisferio sur como modo de definir su condición histórica y sus identidades (Santos, 2003: 30). Por otro lado, intelectuales conservadores y progresistas coinciden en acusar al multiculturalismo directa o indirectamente de "racista" (13). Sartori, por una parte, no fundamenta en absoluto su posición al respecto, solamente señala cierta conveniencia lingüística, pero puede inferirse que su declaración se apoya en el sentido antipluralista que le atribuye al multiculturalismo. Para Zizek, por la otra, el multiculturalismo –reducido a una sola expresión– si bien "no opone al Otro los valores particulares de su propia cultura", lo considera racista porque "el respeto multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad" (Zizek, 1998: 172). En esta misma línea, Fish tilda de "racistas" a los multiculturalistas (conservadores) no por el hecho de que persigan la subyugación de determinados grupos, sino porque reproducen los estereotipos raciales y respaldan a las instituciones que los potencian (McLaren, 1997: 151). Para McLaren, el racismo sería una "precondición" para el multiculturalismo de tipo conservador, que convierte a las virtudes occidentales en la base de la estética nacional sobre la civilización y la ciudadanía, no extensible a las demás formas que puede adquirir (McLaren, 1997: 152).

    Una de las principales acusaciones formuladas por la crítica liberal se relaciona con la "balcanización cultural" que promovería el multiculturalismo en detrimento de la cohesión social. Muy cerca de este planteamiento se encuentra la ofensiva conservadora, la cual culpa al multiculturalismo de la destrucción de la unidad cultural, al atacar aquél el canon cultural euronorteamericano. La siguiente explicación de Sartori ilustra bien estas ideas: el multiculturalismo es "un creador de diversidades que, precisamente, fabrica la diversidad, porque se dedica a hacer visibles las diferencias y a intensificarlas, y des ese modo llega incluso a multiplicarlas" (Sartori, 2001: 123). Así las cosas, la "política de la diferencia" es vista como una verdadera amenaza a la identidad y unidad nacionales y a los valores tradicionales. Por estos motivos, se lo acusa al multiculturalismo de "separatismo", atribuyéndole a su vez falta de "universalidad". Desde sectores progresistas se le reprocha el "perspectivismo" y "esencialismo" que adopta el multiculturalismo, o una de sus expresiones, la política de identidad, al basarse en características específicas más que universales –"(a) nte la negación fundamentalista de la Particularidad, tenemos ahora la negación multiculturalista de la Universalidad" afirma Gruner (2003: 130 )– y al sostener una creencia en diferencias esenciales entre los grupos culturales, lo cual implica la asociación de "la diferencia con un pasado histórico de autenticidad cultural en el que se desarrolló la esencia de una determinada identidad; una esencia que supera las fuerzas de la historia, del contexto social y del poder (Kincheloe y Steinberg, 1999: 45) (14).

    Pero la acusación más contundente es aquella, proveniente del marxismo, que atribuye al multiculturalismo insuficiente capacidad para desafiar el orden social existente, esto es, la organización de la sociedad capitalista, o más aún, formar parte de la ideología del capitalismo global. Obras de la corriente crítica norteamericana como las de McCarthy (1993) y Ladson–Billings y Tate (1995) coinciden en señalar que el multiculturalismo, o mejor dicho algunas de sus facciones, se han visto absorbidas por el "sistema", dirigiendo sus críticas a los fundamentos liberales del multiculturalismo. Además de no ofrecer soluciones radicales a los problemas sociales, económicos y políticos relacionados con la discriminación, la desigualdad y la explotación, reducen la problemática multicultural a la promoción del respeto y la tolerancia, propiciando en todo caso la proliferación de las diferencias en términos de "unidad", entendida toda diferencia en tanto análoga como equivalente, pero reconciliando las tensiones entre ellas (Torres, 2001: 252). Jacoby, por su parte, destaca la relación entre la diversidad cultural y la sociedad de consumo y afirma que "esas culturas diversas no ofrecen opción ni al consumismo ni al capitalismo" (Torres, 2001: 264). Desde esta perspectiva, la preocupación multiculturalista estaría instalada en la incorporación de los distintos grupos étnicos a la sociedad de consumo en vez de estar focalizada en su superación. Zizek, asimismo, concluye que "la problemática del multiculturalismo que se impone hoy es el modo en que se manifiesta la problemática opuesta: la presencia masiva del capitalismo como sistema mundial universal" (Zizek, 1998: 177).

    Acusaciones convergentes.

    Las investigaciones sociales dedicadas al análisis de la "cosa multicultural" –como por ejemplo aquellas relacionadas a colectividades de inmigrantes– son cada vez más crecientes; sin embargo, la mayoría no tendrá repercusión favorable alguna en las vidas de los actores sociales que de alguna manera forman parte de la población en estudio (esto mismo ocurre con la impresionante cantidad de estudios sobre la pobreza). No hay miras de que la brecha existente entre la producción académica y la responsabilidad social se reduzca. En el mejor de los casos, la elaboración teórica y empírica ha servido para visibilizar las desigualdades, actuando a su vez como mecanismo de denuncia social. Esto no es en absoluto algo insignificante, sin lugar a dudas ésta es una de las funciones de la investigación, pero cabe preguntarse si es suficiente. Convencidos que a la investigación social no sólo le cabe interpretar sino también cambiar el mundo, tampoco sostenemos que ella deba considerar siempre su aplicación práctica (esta sería otra discusión), pero sí sostenemos que parte de la obligación de intelectuales y académicos es cuestionar y suprimir la perpetuación de la cosificación de los sujetos sociales en los procesos de investigación, quienes pueden resultar muy útiles para mantenerse y crecer en el sistema académico. Quienes realizan regularmente algún tipo de trabajo de campo seguramente recordarán algún episodio donde los actores sociales les hayan planteado que no quieren volver a ser utilizados. No deberíamos dejar de preguntarnos acerca de los intereses y las necesidades que atienden nuestras investigaciones.

    Finalmente, no podemos pasar por alto la relación que puede llegar a establecer en un futuro la academia argentina con el multiculturalismo. En nuestra opinión, el actual discurso políticamente correcto que se declara a favor del multiculturalismo, sufrirá un desplazamiento que lo llevará a pronunciarse en contra de todo proyecto multicultural o multiculturalista. Se trata, a nuestra manera de ver, de la adopción rápida y entusiasta de discursos críticos de manera acrítica. En este paso, por ejemplo, se soslayan la precisión conceptual necesaria y las controversias teórico–prácticas básicas para comprender y tomar partido respecto a las cuestiones apremiantes que plantean los ya de por sí difusos contornos del fenómeno multicultural. Pero dada la velocidad de este probable cambio, habría que pensar si realmente existirá tal paso, ya que por momentos pareciera que hay un punto de llegada pero no de partida: nos enteramos de la discusión del multiculturalismo cuando ya se ha instalado como políticamente correcto un discurso en contra de él (15).

    A MANERA DE CIERRE

    Las consideraciones realizadas en torno a las ausencias, ambiguedades y acusaciones del multiculturalismo en la Argentina quizás sirvan para advertir los riesgos que pueden correr las buenas intenciones si quedamos atrapados por el "encanto multicultural". Además, posiblemente sean útiles para preguntarse por la pertinencia que tiene el uso del término "multiculturalismo" como hecho social, categoría analítica, enfoque teórico, proyecto político o movimiento social en nuestro contexto. Pero no deberíamos confundir esta prudencia intelectual con el riesgo y la incertidumbre inevitables a la hora de actuar en los reconocidos espacios sociales multiculturales. Por ello, las observaciones hechas en este trabajo también pueden ser útiles para pensarlo en plural, esto es, en términos de "multiculturalismos". En este sentido, no deberíamos perder de vista las múltiples posibilidades de transformación social que ofrece el multiculturalismo asociado a contenidos y proyectos emancipatorios y contrahegemónicos, tal cual lo plantean propuestas alternativas como el "multiculturalismo emancipatorio" (Santos, 2003), el "multiculturalismo revolucionario" (McLaren, 1998) y el "multiculturalismo emancipatorio crítico" (McCarthy, 1994, 1998). No obstante, ante cualquier intento o declaración entusiasta, correspondería contemplar la naturaleza del cambio propuesto, así como las condiciones y circunstancias necesarias, para no fabricar prolijas ilusiones desoladoras, ni quedar entrampados en los discursos encantadores de la buena sociedad.

    REFERENCIAS

    • Anderson, Benedict (1991): Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
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    Notas

    1. Este trabajo surge como resultado de las discusiones planteadas en el seminario de investigación "Multiculturalismo, migraciones internacionales y desigualdades sociales" del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba.

    2. En general se reconoce que el multiculturalismo se extiende a distintos tipos de diversidad, es decir, diferencias de raza o etnia, clase socioeconómica, género, cultura, lenguaje, preferencia sexual o discapacidad, pero los análisis sociales suelen concentrarse en categorías como clase social, género y raza/ etnia (Kincheloe y Steinberg, 1999) o abarcar focos de atención como la etnicidad, la nacionalidad y la religión (Bauman, 2001). En este trabajo sólo nos ocuparemos de la dimensión étnica del multiculturalismo, siempre considerada en su relación con la clase social. Esto no debe leerse como desconocimiento de nuestra parte de la importancia de las relaciones de género en los procesos de producción, reproducción y resistencia de la desigualdad social y cultural.

    3. Hopenhayn y Bello (2001) señalan acertadamente que "(e)s el Estado el que ha promovido no pocas veces una "xenofobia funcional" destinada a asegurar, ante un conflicto o una guerra, la adhesión y fidelidad de los ciudadanos a los valores de la patria". En la actualidad, de manera complementaria, pueden observarse en la Argentina manifestaciones elocuentes de un revival del nacionalismo, una "endopatía funcional": en la ciudad de Córdoba, por ejemplo, desde el año 2002 se organizan eventos oficiales de gran envergadura en ocasión de las fechas patrias (el mayor despliegue acontece en el mes de mayo con el Festival de Bandas –militares y juveniles–en conmemoración del 190° aniversario del Himno Nacional Argentino).

    4. Kymlicka (1996) distingue entre las minorías nacionales, que resultan de un proceso de conquista o incorporación cuya demanda es la autonomía político –administrativa y la autodeterminación, y los grupos étnicos, que se originan de un proceso de inmigración cuyo reclamo se basa en el reconocimiento cultural e identitario.

    5. Actualmente, algunos medios de comunicación se han hecho eco de la actual "crisis de identidad nacional" (también económica, política, institucional) y están dedicando cierto espacio a la (auto) definición de la "argentinidad": ¿quiénes somos los argentinos? ¿qué es ser argentino? se han vuelto una vez más preguntas "relevantes". Asimismo, periodistas, historiadores y escritores (con la participación de la industria editorial) han encontrado un nuevo mercado para sus producciones.

    6. El creciente interés que se constata en Argentina por el tema en el ámbito académico se visualiza, por ejemplo, en las reuniones científicas desarrolladas en los últimos años. Entre las primeras se destacan las Jornadas sobre Colectividades del IDES, las Jornadas de Reflexión sobre Bolivianos en la Argentina de 1996 y las periódicas Jornadas de Investigadores de la Cultura auspiciadas ambas por el Instituto Gino Germani de la UBA. También el Seminario Internacional sobre Migraciones Internacionales organizado en Buenos Aires en el año 2000 por la Comisión de Migraciones de la Asociación Internacional de Sociología (ISA) da cuenta del interés suscitado. La creciente preocupación académica por temas vinculados al multiculturalismo también se refleja en la cantidad de simposios específicos dedicados a este hecho social en las VII Jornadas Regionales de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales desarrolladas en el año 2002 por la FHyCS de la Universidad Nacional de Jujuy y el Congreso Internacional "¿ Cómo construir el diálogo intercultural?" coordinado por la Asociación de Estudios Interculturales en el IRICE–CONICET durante el presente año en Rosario. Por otra parte, aunque la mayor producción se concentra en Buenos Aires, hay varios equipos de investigación dedicados a temáticas afines en distintos puntos del país (Córdoba, Jujuy, Rosario, Tucumán, Neuquén y Mendoza, entre otros), cuya difusión de los trabajos es generalmente menor. En Córdoba, por ejemplo, se desarrolla actualmente una significativa cantidad de investigaciones que centran su atención en distintos aspectos socioculturales o sociodemográficos de las migraciones (es el caso de los trabajos de S. Begala, E. Bologna, D. Celton, E. Domenech, A. Dujovne, C. Ortiz, L. Misetich, A. Oliva, O. Páez, A. Pescio, B. Ribotta, R. Rufino, entre otros).

    7. En el caso de los inmigrantes se podrían contemplar, por ejemplo, las implicaciones sociales, políticas y jurídicas de la condición de ilegalidad de los inmigrantes, los elementos estructurales que condicionan su integración/ exclusión, la discriminación en el mercado de trabajo y en el acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, los derechos civiles y políticos de los inmigrantes, etc.

    8. Estos ejemplos fueron sugeridos, respectivamente, por Zoraida Ahumada y Amalia Pescio, ambas integrantes del seminario de investigación "Multiculturalismo, migraciones internacionales y desigualdades sociales" (CEA–UNC). Durante los enfrentamientos comerciales y publicitarios entre empresas también se hacen otros usos de la nacionalidad: "La mejor forma que encontró Isenbeck de defender a los consumidores fue una campaña publicitaria que, tomando en cuenta la histórica rivalidad entre Argentina y Brasil en el fútbol, aprovechó el inicio de la Copa del Mundo para publicar en los diarios argentinos un anuncio en el que con el fondo de la bandera brasileña, a la cual se le sustituyó el círculo azul por una tapita de cerveza Quilmes (patrocinadora oficial de la selección argentina), se lee: Los brasileños compraron Quilmes. ¿Justo antes del Mundial? ¿Cómo se decía vendido en portugués?" (27–06–2002) [http://www.rel–uita.org/sectores/bebidas/ ambev_quilmes.htm]

    9. Con excepción de Uruguay todos los países latinoamericanos tienen poblaciones indígenas. Se calcula que en América Latina y el Caribe hay entre 33 y 40 millones de indígenas divididos en unos 400 grupos étnicos, alcanzando aproximadamente el 8% de la población regional. La población negra y mestiza afrolatina y afrocaribeña estimada comprende a 150 millones de personas, lo que representa aproximadamente el 30% del total poblacional de la región (Hopenhayn y Bello, 2001).

    10. En los países anglosajones, otra de las discusiones privilegiadas gira alrededor de la acción afirmativa o discriminación positiva.

    11. Véase Taylor, 1993.

    12. McLaren (1997) propone distinguir diferentes tipos de multiculturalismo según su afiliación ideológica: conservador, liberal, liberal de izquierdas, crítico y de resistencia. Posteriormente, plantea un "multiculturalismo revolucionario" (McLaren, 1998). Es interesante destacar que Bharucha (2000) cuestiona la multiplicación de adjetivaciones del multiculturalismo, ya que considera que el concepto se vacía de un contenido preciso (Santos, 2003: 30).

    13. Véase Zizek, 1998; Sartori, 2001; Gruner, 2002.

    14. Es interesante observar, en el caso de los Estados Unidos, cómo las mismas políticas sociales promueven este "esencialismo" al hacer efectivos ciertos derechos u otorgar ciertas "ventajas" en base a la adscripción étnica de los individuos.

    15. Esto no responsabiliza a aquellos teóricos que, como Eduardo Gruner, buscan desmontar desde una perspectiva crítica nociones como el multiculturalismo, sino a aquellos que adoptan una postura frente a la cuestión multicultural a partir de una lectura simplificadora y reduccionista que no es cotejada, al menos, con la realidad cotidiana de inmigrantes o indígenas.

    Como citar este documento: Domenech, Eduardo E.. El multiculturalismo en Argentina: ausencias, ambiguedades y acusaciones. En publicacion: El multiculturalismo en Argentina: ausencias, ambiguedades y acusaciones. Eduardo E. Domenech CEA, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Cordoba, Argentina.

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    Eduardo E. Domenech