- Síntesis
- Preámbulo
- Territorios europeos
- "Oriente"
- Israel
- Territorios andinos: dualidad racial cultural
- Colonialismo y fragmentación de territorios
- República "criolla"
- Campesinos, socialismo y "repúblicas autónomas"
- La Selva
- Perú: nacionalidad en formación
- Afroperuanos y "chinos"
- Precisión importante
- Notas
- **Llamado a algunos doctores
"Cuando sobre los hombros de una clase productora, pesa la más dura opresión económica, se agrega el desprecio y el odio de que es víctima como raza, no falta más que una comprensión sencilla y clara de la situación, para que esta masa se levante como un solo hombre y arroje todas las formas de explotación" (J.C. Mariátegui)
"Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre" (Dionisio Inca Yupanqui en las Cortes de Cádiz en 1810)
Síntesis
Sobre el surgimiento del estado nacional y de las naciones modernas ha predominado una interpretación evolucionista, naturalista, mecanicista, según la cual la humanidad ha pasado por una serie de etapas lineales desde las gens comunales primigenias, esclavismo, feudalismo y por último capitalismo donde surgiría el estado nacional como comunidad de integración económica cultural y racial homogénea. Mariátegui es ajeno a este estereotipo. Los estados y naciones modernos se gestan de modo diverso inmersos en el sistema mundial. Para Mariátegui, el proceso de Europa Occidental difiere de Europa Occidental, al igual que los procesos en los territorios andinos y en pueblos de "oriente", a lo cual agrega culturas sin territorio como los hebreos. Si en algunos países de Europa Occidental el desenvolvimiento capitalista conlleva a la integración territorial mediante las redes de la economía, en el mundo colonial el desenvolvimiento capitalista bajo intereses imperialistas no tiende a la integración territorial. Dentro del sistema capitalista mundial para legitimar al colonialismo, además de ideologías políticas como el liberalismo, subyace el criterio racial de una supuesta "superioridad" del "mundo blanco" sobre los "bárbaros" o "razas de color".
Palabras clave: Mariátegui, civilizado, bárbaro, dualidad racial, oriente, occidente, mundo blanco, razas de color, Israel, aymaras, quechuas, afroperuanos, chinos.
Preámbulo
Uno de los principales problemas planteados por la intelectualidad desde después de la derrota en la guerra contra Chile es sobre la unidad nacional.
Por lo general, los intelectuales de la oligarquía reducían la historia peruana a la conquista, es decir, a cuatrocientos años. Lo anterior para ellos era "exotismo". En tanto los intereses particulares de la oligarquía no confluían con los intereses de las mayorías por lo que vivían asediados por las reivindicaciones populares, su visión del mundo era a la defensiva. Antes que preocuparse en solucionar los más apremiantes problemas integrando al conjunto social, se preocuparon en cómo detener la rebeldía popular. Entre sus propuestas, además de la "mano dura" (represión), era "incorporar" al indio a la vida nacional pero manteniendo la estructura económica social heredada de la conquista. No faltaron quienes, desde el parlamento, mediante un proyecto de ley, propusieron el exterminio de la población aborigen para reemplazarlas por inmigrantes europeos1.
Como contraparte surge la postura contestataria, radical, del anarquismo representado por Manuel Gonzáles Prada (1848-1918) denunciando que la causa de la derrota en la guerra contra Chile fue porque el Perú estaba formado por señores y siervos, con clases dominantes que además de estar subordinadas a potencias extranjeras son corruptas, por lo que "donde se pone el dedo brota la pus". Reivindicando el mundo indígena escribió: "No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la franja de tierra situada entre el Pacífico y los andes; la nación está formada por las muchedumbre de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera2".
Uno de los mayores logros en la evolución fue cuando una criatura, -gracias a sus atributos filo genéticos que se desarrollan y perfeccionan en lucha por la vida-, sobresale por encima del conjunto animal del que forma parte, emergiendo un nuevo ser, –el hombre-, el más activo de la naturaleza, en un proceso permanente de "humanización", entendido como lucha por dignificar su existencia mejorando las relaciones sociales entre semejantes, con la naturaleza y el cosmos. Es lo que en otra pate3 hemos dicho parafraseando a Hegel, que la historia es la lucha por la libertad. Cuando los intereses particulares de las clases sociales coinciden con el interés general, con la lucha por dignificar la existencia, se constituyen en clases con historia. Y cuando los intereses de las clases sociales dejan de coincidir con el interés general son clases sin historia.
En el Perú los intereses particulares de las clases dominantes desde la conquista no han logrado confluir con los intereses nacional populares, siendo por tanto clases sin historia, cuya mayor evidencia, además de frenar toda acción libertaria que ayude a mejorar la existencia, es la disociación entre estado y sociedad, por lo que el historiador Jorge Basadre diferenciaba al Perú "formal", "oficial", "legal" de las clases dominantes representadas en el estado, del Perú real de las mayorías. Nuestra única objeción al respecto es el empleo del término legal, ya que las clases dominantes, desde los virreyes hasta la actualidad, son los primeros en violar su propia legalidad.
"Estrecha vinculación con el problema de la evolución histórica de la ciudad, el campo y la multitud, tiene el problema de la existencia del Perú como Estado (país legal) o como "nacionalidad" (país profundo)".
"De 1836 a 1839 el Perú cesó de existir como Estado, pero continuó como país. En una oportunidad en este territorio gobernaron siete presidentes simultáneos. ¿Cuál de ellos representaba el Estado? Seguramente ninguno; pero el Perú seguía viviendo".
"Y si el Perú fuese únicamente y exclusivamente un Estado ¿Cómo podría ser explicado el caso de Tacna y Arica? En estas provincias, durante cincuenta años, hubo numerosos hombres y numerosas familias que se mantuvieron fieles a la roja y blanca4".
"La unidad política y la relación cultural entre costa y sierra, entre nuestro norte y nuestro sur se pierde en la lejanía de la pre historia5".
Mariátegui criticó a los oligarcas por negar lo autóctono, y también criticó a algunos indigenistas que denigraban del conjunto de la cultura occidental, explicando que el Perú es una "nacionalidad en formación. Lo están construyendo sobre los inertes estratos indígenas, los aluviones de la civilización occidental". La reivindicación del legado de las culturas primigenias como cimiento en la formación de la nacionalidad es inseparable de la reivindicación del legado libertario de la cultura universal. No se puede ni se debe separar lo autóctono de lo universal porque desde la conquista están interrelacionados6.
Territorios europeos
Para Mariátegui el proceso de formación de la unidad nacional en el Perú y los países andinos es diferente al seguido en países europeos, y diferente al proceso de pueblos "orientales".
"La unidad de la cultura europea -escribe-, mantenida durante el Medioevo por el latín y el papado, se rompió a causa de la corriente nacionalista, que tuvo una de sus expresiones en la individualización nacional de las literaturas7".
Este proceso -en algunos países de Europa – está inmerso en el desarrollo del capitalismo con el surgimiento del estado nación moderno. La economía, vía la manufactura, el comercio y los medios de transporte, sobrepasan las barreras feudales y tienden a relacionar los diversos confines de un territorio, emergiendo a la par una lengua y una literatura nacional rompiendo la unidad espiritual medieval basada en el latín y el papado (religión oficial). La burguesía, con un gran poder económico adquirido en el seno del feudalismo, confluyendo en parte con la nueva mentalidad e ideales promovidas por los movimientos del renacimiento, reforma y la ilustración, desplaza del poder político a la aristocracia y, desde el estado, defiende el muevo orden del acecho de potencias extranjeras, y en lo interno, del acecho de clases arcaicas desplazadas del poder o de clases y sectores populares que reivindican al socialismo.
En este contexto, la unidad para ciertos países europeos se presenta "como un problema de articulación y convivencia, dentro de los confines de un estado único, de varios antiguos estados o ciudades libres", herederos de una tradición común bajo la hegemonía religiosa del papado de Roma que se consustanciaba con tradiciones locales.
Pero en países como Rusia el proceso es diferente. La burguesía larvaria no puede liberarse del dominio y la opresión de la autocracia, conduciéndolo al desequilibrio y la impotencia para dirigir un proceso capitalista como en Europa Occidental, emergiendo una intelectualidad idealista, utopista, hostil al occidente capitalista, lo cual es interpretado por Mariátegui en base a lectura de textos de Stefan Zweig8 sobre Dostoyevsky y Tolstoy. Refiriéndose a Dostoyevsky Mariátegui escribe: "Mientras la novela occidental, hasta en su estación romántica, describe a una burguesía inquieta, pero normal, mediocre a veces, pero estable siempre, que asienta con confianza y sin disgusto sus pies en la tierra, y en la que el atormentado no es la regla sino la excepción, la novela rusa, de estirpe dostoyevskiana nos describe inevitablemente a una burguesía lunática, desequilibrada, sentimental, en cuya conciencia trabaja un complejo y en la que el empresario alegre, contento de sí mismo, es un caso extraordinario, contradicho y renegado por una descendencia neurótica". El mesianismo y misticismo del alma atormentada de la inteligencia rusa que aspira al infinito y a la eternidad, en palabras de Dostoyevsky citadas por Zweig: "Ha comenzado a filosofar apenas su conciencia ha despertado. Así, si toca un pedazo de pan blanco, en seguida se presenta un cuadro tétrico: es pan fabricado por esclavos. Y ese pan blanco se antoja muy amargo". En otra vertiente de la literatura rusa, León Tolstoy, el "artista exacto", realista, materialista, inmerso en un individualismo e idealismo anárquico, representa a Rusia rural: el "alma" de la aldea, del campesino, del aristócrata, hostiles al occidente capitalista, representados -según palabras de Zweig- en las más variadas y sutiles observaciones atrapadas siempre con exactitud en las redes de su creación: En Tolstoy, "el alma no puede volar jamás, no puede siquiera respirar libremente". En Dostoyevsky, el vidente, "la individualización comienza por el alma…; ella forja su destino por su propia potencia y el cuerpo no es sino una suerte de vestido larvario, flojo y ligero, en torno de su centro inflamado y brillante…", el alma puede "abrazarlo y elevarlo por los aires, hacerlo tomar su impulso hacia las tierras del sentimiento, hacia el puro éxtasis".
En un escrito no conocido por Mariátegui, Trotsky explica procesos "homogéneos" y "heterogéneos" en Europa de la siguiente manera: "Mientras que en los Estados de nacionalidad homogénea, la revolución burguesa desarrollaba poderosas tendencias centrípetas, representadas bajo el signo de lucha contra el particularismo como en Francia, o contra la fragmentación nacional como en Italia y Alemania, en los Estados heterogéneos tales como Turquía, Rusia, Austria-Hungría, la revolución retrasada de la burguesía desencadenaba, al contrario, las fuerzas centrifugas. A pesar de la evidente oposición de estos procesos, expresados en términos de mecánica, su función histórica es la misma en la medida en que los casos se trata de utilizar la unidad nacional como un importante receptáculo económico: esto exigía realizar la unidad de Alemania y por el contrario el desmembramiento de Austria-Hungría9".
Es decir, en Europa, en el caso de las nacionalidades "homogéneas", el capitalismo tiende a unificar un territorio y, al contrario, en nacionalidades "heterogéneas" desencadena fuerzas centrífugas que pueden conllevar al desmembramiento. Siguiendo este razonamiento diremos que los procesos "heterogéneos" se hacen más complejos en el mundo colonial, sobre todo en "oriente", donde se agregan y extreman los conflictos culturales bajo ideología religiosa tradicional y moderna.
Para el caso de Rusia, Trotsky describe la debilidad de la burguesía para promover el capitalismo y la unidad nacional al margen de la autocracia zarista y los terratenientes, que a su vez estaban sometidos a potencias de Europa Occidental. A esto se suma el conglomerado de nacionalidades que conformaban el imperio zarista, cada cual con sus especificidades, que iban desde los israelitas dispersos en las ciudades con seiscientas cincuenta leyes que limitaban su ciudadanía y no podían reivindicar autodeterminación nacional porque era imposible delimitar un territorio; hasta nacionalidades con clase dominante foránea gran rusa o alemana donde la opresión nacional podía ser inseparable de la explotación como clase.
El carácter subordinado del proceso ruso -según Trotsky- se expresa también en su literatura, que luego de un periodo imitativo se vuelve nacional: "Hasta Gógol tuvimos los Teócritos y los Aristófanes rusos, los Corneille y Racine patrios, los Goethe y Shakespeare nórdicos. Apenas si teníamos escritores nacionales. Puchkin no estaba libre de mimetismos y le recompensaron con el título de "Byron ruso". Pero Gógol fue simplemente Gógol. Y después de él nuestros escritores dejaron de ser duplicados de genios europeos10".
En cuanto a los países andinos, producto del choque violento con los conquistadores, quedan subordinados (colonizados) dentro del sistema económico mundial, por lo que la literatura para Mariátegui11, luego de un periodo colonial, se vuelve nacional inmersa en la emergencia de nuevos sectores sociales: clase obrera y capas medias, que confluyendo con las reivindicaciones de los campesinos, cambian por completo la faz socio política del país.
"Oriente"
En los países de oriente el imperialismo, en lo económico, domina, coloniza, fragmenta, balcaniza, igual que en Indomérica, pero no ha consumado la conquista moral. "El occidente se preocupó de consumar la conquista material del mundo oriental, pero no de intentar su conquista moral. Y así el mundo oriental conservó intactas su mentalidad y su psicología. Hasta hoy siguen frescas y vitales las raíces milenarias del islamismo y del budismo. El hindú viste todavía su viejo kaddar. El japonés, el más saturado de occidentalismo de los orientales, guarda algo de su esencia samuray".
Con la misma cultura han sobrevivido clases y elites nativas, lo que en determinadas coyunturas es determinante para el surgimiento de movimientos sociales contra el occidente capitalista, donde se mezclan elementos progresivos y retrógrados como el liderado por Mahatma Gandhi en la India, que repudiando la ciencia y la técnica, pretendía liberar a su pueblo del dominio imperialista mediante la resistencia pasiva. Cuando intelectuales como Barbusse decían que Lenin en su lugar (de Gandhi) hubiese hecho lo mismo, Mariátegui, que admiraba a Gandhi y estimaba a Barbusse, comenta que es imposible liberar a un pueblo con ayunos y oraciones. "Los revolucionarios de todas las latitudes, tienen que elegir entre sufrir la violencia o usarla. Si no se quiere que el espíritu y la inteligencia estén a órdenes de la fuerza, hay que resolverse a poner la fuerza a órdenes de la inteligencia y del espíritu".
Además, para Mariátegui, la India no puede liberarse sin la ciencia y la técnica. Por eso elogia al poeta Rabindranath Tagore cuando polemizando con Gandhi (que rechazaba a la ciencia), dice que la India no puede desligarse del occidente ni de la ciencia, y considerando el lugar relegado de la india en el sistema mundial, escribió: "Si las grandes máquinas son un peligro para el espíritu de Occidente, ¿las pequeñas máquinas no son para nosotros un peligro peor?"
"Oriente" estaba pasando por una de las transiciones más veloces de su historia. Sin perder sus raíces ancestrales hacía suyo los elementos de occidente en el terreno material y espiritual, demostrando que la tesis evolucionista de que "la naturaleza no hace saltos" se ve contrariada tanto por los descubrimientos en la biología como en el devenir de la humanidad12.
En gran parte de esos países las reivindicaciones sociales se legitiman bajo manto religioso, extremado en una ideología en torno a lo que surgen organizaciones políticas, agregándose otras ideologías como el liberalismo burgués, el nacionalismo, el socialismo. Es decir, lo progresivo y reaccionario coexisten, y en tanto no eran dirigidos por revolucionarios, muchos, incluso reclamados marxistas, no los apoyaban, lo cual es un gran error, dice Mariátegui, porque si bien es cierto que esos movimientos nacionalistas no son liderados por socialistas, se les debe apoyar en sus aspectos progresivos, participando activamente, para que no se queden en los marcos burgueses sino que su desenlace final sea el socialismo de modo que exista confluencia entre nacionalismo y socialismo13.
Inicialmente en la Tercera Internacional fundada en 1919 se promovió la tesis "leninista" de que todos los movimientos nacionalistas en países dominados son progresivos, pero Karl Radek (1885-1939) puso en evidencia que también existen movimientos nacionalistas reaccionarios, por lo que desde el tercer congreso de la Tercera Internacional (1922) se acordó apoyar sólo lo progresivo de esos movimientos. Mariátegui al seguir el proceso revolucionario chino, puso en evidencia que el movimiento nacionalista del Kuomingtang al inicio libertario, se convierte en contrarrevolucionario. Su conclusión fue que los movimientos nacionalistas pequeño burgueses atrapados entre el imperialismo y la revolución a la final caen en brazos del imperialismo, por lo que es fundamental una organización de claros principios socialistas. Las alianzas, pactos y hasta concesiones para reivindicaciones concretas en bien del conjunto de la sociedad, con diversidad de organizaciones políticas, culturales, incluyendo burguesas, se deben realizar sin perder autonomía organizativa ni política para llegado el momento, con la participación activa del pueblo, promover las reivindicaciones rumbo al socialismo.
Israel
Sumándose a la diversidad de procesos ya anotados, Mariátegui constata que no necesariamente existe identidad entre estado con sociedad o estado con nacionalidad. Un estado no necesariamente representa al conjunto de la sociedad, como en el caso de los países andinos, con sus mayorías marginadas del poder desde la conquista. También existen nacionalidades y culturas sin estado y sin territorio, como el caso de los judíos de siglos pasados esparcidos por Europa y el mundo, que no tenían territorio, menos estado, a los que Mariátegui prestó gran atención, aludiendo a su cultura cosmopolita, políglota, que sin perder identidad, sectores burgueses, entre ellos industriales, banqueros, grandes comerciantes, apuestan una solución en los marcos capitalistas, en tanto los organismos internacionales oficiales condenan el racismo contra los judíos; mientras los sectores explotados confluyen en sus reivindicaciones con el conjunto de explotados del mundo proyectándose al socialismo inmersos en la revolución mundial. La formación de un estado burgués judío, -escribe Mariátegui-reduciéndoles a un ghetto, alentado principalmente por el imperialismo británico, sería la última persecución contra una cultura cosmopolita, políglota, cuyos horizontes superan el nacionalismo, apuntando hacia el socialismo14.
La esperanza de Mariátegui -de una revolución mundial- quedó trunca y todo un periodo terminó en el fascismo, la contrarrevolución estalinista y la segunda guerra mundial (1939-1945). Los hebreos, víctimas de la fobia racista en los países europeos bajo dominio del nazismo, se vieron en la necesidad de buscar territorio propio y, azuzados por el imperialismo británico, ocuparon territorios de otros pueblos, originando a la postre (1948) lo que hoy es Israel, en medio de conflagraciones entre intereses económicos, de "razas" y culturas, porque se hizo en los marcos del capitalismo, que en vez de unificar, divide a los pueblos. Esto no es impedimento para apoyar todo proceso de paz en esa región del planeta, bajo respeto mutuo de territorios y culturas, de modo que puedan convivir cada cual con sus identidades inmersas en una comunidad mayor.
En la década del veinte cuando Mariátegui expuso su tesis, los hebreos constituían colonias minoritarias, en parte, viviendo bajo relaciones comunales (Kibutz), -con cierta semejanza a las comunidades andinas-, que coexistían con mayorías árabes palestinas. En 1948, luego de la segunda guerra mundial, a iniciativa de la ONU se decide crear un estado israelí autónomo con los resultados ya conocidos, "expulsando" a las mayorías árabes palestinas.
A Israel también confluyeron hebreos víctimas de la segregación estalinista en lo que era la Unión Soviética. Por algo Lenin, antes de morir, intentó destituir a Stalin del cargo de secretario general del partido bolchevique y de encargado de las nacionalidades no rusas que formaban la Unión Soviética.
Territorios andinos: dualidad racial cultural
En cuanto al proceso peruano, la república ha heredado de la conquista uno de los mayores lastres: la dualidad racial cultural. "El Perú costeño, heredero de España y de la conquista, domina desde Lima al Perú serrano; pero no es demográfica y espiritualmente asaz fuerte para absorberlo. La unidad peruana está por hacer; y no se presenta como un problema de articulación y convivencia, dentro de los confines de un estado único, de varios antiguos estados o ciudades libres. En el Perú el problema de la unidad es mucho más hondo, porque no hay aquí que resolver una pluralidad de tradiciones locales o regionales sino una dualidad de raza, de lengua y de sentimiento, nacida de la invasión y conquista del Perú autóctono por una raza extranjera que no ha conseguido fusionarse con la raza indígena, ni eliminarla ni absorberla15".
La explotación de clase sobre las mayorías -que conforman las cuatro quintas partes de la población- es consustancial con la opresión racial cultural: "Los elementos feudales o burgueses, en nuestros países, sienten por los indios, como por los negros y mulatos, el mismo desprecio que los imperialistas blancos… Entre el señor o el burgués criollo y sus peones de color, no hay nada de común. La solidaridad de clase, se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio, para hacer de las burguesías nacionales instrumentos dóciles del imperialismo yanqui o británico. Y este sentimiento se extiende a gran parte de las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesía en el desdén por la plebe de color, aunque su propio mestizaje sea demasiado evidente16".
Décadas después, el novelista indígena José María Arguedas17, dijo en una entrevista: "Entre el zar de Rusia y un mujik creo que había menos distancia que entre un comunero de Andahuaylas (mi tierra natal) y cualquiera de los presidentes del Perú".
Hoy es un lugar común decir que el racismo surge a la par que el capitalismo para legitimar el colonialismo. Los conquistadores e invasores europeos se ufanan ser "civilizados", "cultos", "modernos", y a sus víctimas, los pueblos conquistados, los tratan de "razas inferiores", "primitivos", "bárbaros", "salvajes", "incivilizados", "infieles", "gentiles", antropófagos (come hombres), violentos, crueles, etc.
Mariátegui ya era consciente de este fenómeno, que en territorios andinos es consustancial con la mentalidad de las clases dominantes que siente desprecio por las mayorías. El 22 de agosto de 1923, en una conferencia titulada "La agitación revolucionaria en el mundo orienta18", dijo que los europeos o el "mundo blanco", no hacen distinción de pueblos y culturas a las que sojuzgan, calificando a todas como "bárbaras". Para ellos, "…en los límites de la civilización occidental, comenzaba la barbarie egipcia, barbarie asiática, barbarie china, barbarie turca. Todo lo que no era occidental, todo lo que no era europeo, era bárbaro". Pero los pueblos oprimidos del mundo, por la crisis capitalista y la guerra mundial (1914-1919) han perdido respeto a los "civilizados": "…han visto a los pueblos de Europa confrontarse, desgarrarse, y devorarse con tanta crueldad, tanto encarnizamiento y tanta perfidia, que han dejado de creer en su superioridad y su progreso".
Esa mentalidad también se dejaba sentir en el "internacionalismo" obrero de la II Internacional que pregonaba liberar a la humanidad, pero para ellos la humanidad se limitaba a Europa o al "mundo blanco". La Tercera Internacional fundada en 1919 al calor de la revolución rusa acabó con todo eso. Mariátegui recuerda las palabras de su presidente Gregorio Zinoviev: "La Segunda Internacional estaba limitada a los hombres de color blanco; la Tercera Internacional no divide a los hombres según el color19". La revolución puede estallar en la cadena más débil del sistema mundial, sea un país imperialista o un país oprimido.
En la política cotidiana imperialista se evidencia el criterio racista en todos los sectores, desde la extrema derecha monárquica y fascista, hasta en estadistas reclamados liberales y democráticos, entre ellos, Lloyd George, Clemenceau, Nitti, etc., que se preocupan por la opresión de un pueblo europeo sobre otro pueblo europeo pero les parece natural la opresión de los europeos sobre los demás pueblos del mundo, sobre los pueblos de "color". Nitti -escribe Mariátegui- "No acepta el imperialismo de una nación europea sobre otra; pero si acepta el imperialismo del mundo occidental sobre el mundo cafre, hindú, árabe o piel roja20".
Décadas después, el historiador Pablo Macera21 puso en evidencia que en el territorio del Tawantinsuyo coexistieron muchas culturas, pero para los conquistadores no existía tal diversidad, nombrando a todas con el apelativo peyorativo de "indios" o "indígenas".
Colonialismo y fragmentación de territorios
Para el imperialismo, los países colonizados son una fuente de materias primas, y por la forma de penetración mediante la economía de enclave, en vez de articular un territorio, lo fragmenta, lo divide. Por eso: "Entre los pueblos hispanoamericanos no hay cooperación; algunas veces, por el contrario, hay concurrencia. No se necesitan, no se complementan no se buscan unos a otros. Funcionan económicamente como colonias de la industria y la finanza europea y norteamericana". Se disputan la inversión de capitales extranjeros y de mercados donde colocar sus materias primas. Por esto es más fácil contactarse con los grandes imperios que entre territorios vecinos22.
Las mismas características se reproducen al interior de cada territorio, con sus recursos naturales y grandes ciudades integradas a las potencias imperialistas. No está de más recordar que por esa época (inicios del siglo veinte) desde la capital del Perú (Lima), era más fácil comerciar o ir a Estados Unidos u Europa que al departamento oriental de Loreto, siendo una de las razones por lo cual, en cierta oportunidad la región de la Selva intentó su autonomía. Los centros económicos más florecientes, entre ellos haciendas exportadoras y minas, en manos del imperialismo o sus socios, no tienden a unificar al conjunto nacional, sino que segmentan, balcanizan, conectándose directamente al extranjero.
En tanto los países colonizados han perdido autonomía en su devenir desde las conquistas, el capitalismo surge impulsado por intereses imperialistas extranjeros, por lo que Mariátegui (y Haya de la Torre) decían que a más capitalismo hay mayor dependencia, mayor colonialismo23. (Posición diferente al estalinismo que en la primera Conferencia Comunista de Buenos Aires (1929) argumentaba que el imperialismo es una traba para el desarrollo capitalista, porque para ellos (estalinismo), desarrollo (capitalista) implicaba independencia nacional)
La resultante, además de la disgregación económica interna, fue la ausencia de una clase dominante sólida cuyos intereses se expandan en el ámbito nacional. La gran minería engendraba clase obrera, pero los dueños de las grandes explotaciones, la burguesía imperialista, reside en el extranjero. Los grandes propietarios agrarios, los "barones" del azúcar y del algodón de la Costa, los clásicos oligarcas, se erigieron en dominantes de la política muy a pesar suyo. Su forma de inserción bajo modalidad de enclave a la economía internacional, aunado a su mentalidad de casta heredada de la colonia, creyéndose en razones de "linaje", diferentes (superiores) al conjunto nacional, tendían hacia la autoexclusión, pero presidían formalmente una república liberal y burguesa. De allí que Mariátegui hablara de una sociedad y de un estado semifeudal, donde los grandes propiedades agro exportadoras y sus socios, los gamonales (hacendados) andinos, eran los primeros en violar su propia ley. También las comunidades indígenas se regían por sus costumbres ancestrales.
Entre fines del siglo diecinueve e inicios del veinte, en tanto el imperialismo, de acuerdo a sus intereses promueve el desarrollo capitalista colonizando la economía, los grupos de poder oligarca burgueses que se asociaban con esos intereses eran atacados por sus aliados, los gamonales andinos, -que se presentaban como "autóctonos", "federalistas", "descentralistas", "liberales" y hasta "indigenistas"- de ser extranjerizantes y antinacionales. Buscaban mayores privilegios para acrecentar su poder arcaico en sus regiones. Para Mariátegui la descentralización pasaba por liquidar el poder del gamonalismo y la oligarquía para enrumbar al socialismo24.
Recordemos además que la división, la disgregación de territorios, se acentúa con el surgimiento de repúblicas "independientes", sea por injerencia de potencias extranjeras, propietarios criollos o de caudillos militares.
República "criolla"
En la guerra contra el dominio español surgieron dos vertientes, la indígena y la criolla: "Un artificio histórico clasifica a Túpac Amaru como un precursor de la independencia peruana. La revolución de Túpac Amaru la hicieron los indígenas; la revolución de la independencia la hicieron los criollos. Entre ambos acontecimientos no hubo consanguinidad espiritual ni ideológica25".
El movimiento libertario indígena con Túpac Amaru (1780-1781) -coetáneo a la revolución francesa y a la revolución de independencia de Estados Unidos- atrajo a todos los sectores oprimidos, incluyendo criollos descontentos, que tendían a confluir en la formación de un gran bloque histórico. Su derrota forzó posteriormente a los criollos asumir el liderazgo, presidiendo una república formalmente independiente, liberal y burguesa, -pero en la práctica, republica colonial, semifeudal, de casta-, preservando la estructura colonial como fuente de sus privilegios, en contra de las mayorías nacionales.
Por ausencia de una clase dominante sólida y por ausencia de los campesinos reivindicando la propiedad de la tierra, en vez del conflicto entre la burguesía comerciante y la nobleza terratenientes se produjo su colaboración para separarse de España. En este contexto la independencia en el Perú aparece promovida por circunstancias internacionales favorables, "para nivelar a los pueblos más avanzados en su marcha al capitalismo con los más retrasados en la misma vía26".
Los caudillos de las nuevas repúblicas, considerando la fragilidad de las clases sociales y la ausencia de proyectos, tenían amplio margen para guiarse por su arbitrio personal: "Un nuevo orden jurídico y económico no puede ser, en todo caso, la obra de un caudillo sino de una clase. Cuando la clase existe, el caudillo funciona como su intérprete y su fiduciario. No es ya su arbitrio personal, sino un conjunto de intereses y necesidades colectivas lo que decide su política27".
Hoy sabemos que si bien la presencia de contingentes de indígenas y afroperuanos -al margen de los ejércitos criollos- en los últimos enfrentamientos contra los españoles fue limitada y sin política coherente, en tanto no reivindicaban la propiedad de los medios de vida, en especial de la tierra, eran temidos por los criollos. Por eso los ejércitos de San Martín y el último Virrey La Serna no se enfrentaron en Lima por temor a ser desbordados por montoneras y guerrillas de indios, negros y patriotas consecuentes que tenían sitiada la capital. Para muchos, entre ellos Julio Cotler28 o Virgilio Roel Pineda29, la proclamación de la independencia por el General José de San Martín el 28 de julio de 1821 fue un acto contrarrevolucionario. En el mismo sentido el historiador Pablo Macera30 escribe: "No importa quién (españoles o Argentinos) controlase la plaza de Lima. Lo que interesaba era una tropa que garantizase la seguridad pública o lo que se tenía como tal".
Derrotados militarmente los españoles, para cubrir la ausencia de una clase dominante en la naciente república, surge el caudillismo militar hasta pasada la segunda mitad del siglo diecinueve.
Los criollos -dice Mariátegui- en nombre del liberalismo, incluyendo Simón Bolívar, atacaron a las culturas aborígenes y a la propiedad comunal intentando disolverla, empeorando su condición. El capitalismo, que tiene su primer gran impulso a mediados de ese siglo con la reinserción de los grandes propietarios (agro exportadores) al mercado internacional, a lo que se suma la explotación del guano y del salitre, en vez del espíritu del burgo, surge bajo el espíritu del feudo. La gran propiedad latifundista "sofoca" a la ciudad. Lo contrario al proceso capitalista europeo occidental donde la ciudad -el burgo- domina al campo.
Las clases dominantes, o con mayor precisión, los grandes propietarios con espíritu de casta, fracasaron en todos los terrenos. En educación31 intentaron imponer el modelo alemán y luego el norteamericano, con resultados negativos.
El sistema religioso32 oficial tampoco ha logrado imponerse. Siguiendo a Frazer, Mariátegui dice que el mundo de la magia, universo en el cual el hombre, inmerso en la naturaleza, buscaba el "milagro" (por ejemplo disfrazándose de su presa que iba a cazar), antecedió a las religiones, que en su acepción metafísica, buscan la salvación en el más allá. El sentimiento religioso andino para Mariátegui, -"que no interroga a la razón sino a la naturaleza"- no se había separado del mundo mágico consustancial con el animismo, el totem y el tabú, que sobrevivió a la destrucción del sistema político incaico. En este sentido Diego Meseguer, interpretando a Mariátegui, escribe: "El derrumbe del sistema incaico supuso también la destrucción del sistema religioso del indio, como sistema político, pero no de las creencias más profundas de éste. El indio siguió creyendo en ellas a través de la nueva religión que le fue impuesta33".
Campesinos, socialismo y "repúblicas autónomas"
Siguiendo la tradición teórica del marxismo, para Mariátegui los campesinos, con intereses dispersos, no tienen política coherente para transformar y dominar el conjunto de la sociedad bajo sus intereses. Poniendo de ejemplo Europa feudal, escribe que las revueltas campesinas expresadas en "jacqueries" no pusieron en tela de juicio la feudalidad. Para que esto suceda fue necesario el liberalismo y el liderazgo de la burguesía. Distinto fue el caso de Rusia en el siglo veinte donde la liberación de los campesinos de la servidumbre fue parte del proceso de la revolución socialista hegemonizada por la clase obrera: "Dirigidas y actuadas por la burguesía urbana y el proletariado urbano, una y otra revolución han tenido como inmediatos usufructuarios a los campesinos. Particularmente en Rusia, ha sido ésta la clase que ha cosechado los primeros frutos de la revolución bolchevique, debido a que en ese país no se había operado aún una revolución burguesa que a su tiempo hubiera liquidado la feudalidad y el absolutismo e instaurado en su lugar un régimen demoliberal34".
Desde esta perspectiva para los países andinos, la solución a las reivindicaciones democrático burguesas, entre ellas, la liberación de los campesinos del trabajo servil en los andes, la democratización de la sociedad, la integración económica, la descentralización, la reivindicación del legado cultural autóctono y la unidad nacional para Mariátegui, forman parte de una estrategia revolucionaria rumbo al socialismo. Entre las singularidades de los países andinos, además de la dualidad racial cultural engendrada por la conquista, era la presencia de comunidades indígenas que serían pilares en la colectivización de la agricultura en un proceso socialista.
Cuando en la primera conferencia comunista latinoamericana de Buenos Aires (1929), aparece la propuesta estalinista de formar repúblicas autónomas de aymaras y quechuas, para Mariátegui -conforme exponemos en páginas anteriores-, no conducirían al socialismo, sino a la "constitución de un estado indio con todas las contradicciones internas y externas de los estados burgueses". "Sólo el movimiento revolucionario clasista de las masas indígenas explotadas podrá permitirles dar un sentido real a la liberación de su raza, de la explotación, favoreciendo las posibilidades de su auto-determinación política35".
Mariátegui no hace comentarios sobre la discusión en Buenos Aires. Pero la formación de repúblicas autónomas indígenas no tenía sustento, menos en la propuesta estalinista que lo entendía en los marcos del capitalismo, en una etapa previa al socialismo. Ya hemos mencionado que la vertiente andina fue derrotada quedando sin liderazgo, y era imposible delimitar un territorio autónomo, porque conquistadores y conquistadores forman una sola relación social de explotador explotado, opresor oprimido, inmersos en la dualidad racial cultural, los primeros expresan la vertiente siniestra de la modernidad y los segundos para liberarse expresan la tendencia libertaria de la modernidad, incluso al margen de su conciencia. Los movimientos autóctonos andinos desde Túpac Amaru o quizás desde antes han entendido que su liberación sólo es posible con la liberación del conjunto de las clases explotadas y oprimidas, lo que en el siglo veinte adquirió mayor claridad.
El estalinismo, imponiendo consignas iguales para todos los países no tenía en cuenta las peculiaridades nacionales inmersas en el devenir mundial, por lo que en la reunión comunista de Buenos Aires (1929), según Alberto Flores Galindo36, VIttorio Codovilla, uno de los estalinistas más representativos en América Latina, trató desdeñosamente a los "7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana" de Mariátegui porque hacía referencia a la "realidad peruana", diferente a otras realidades.
Para Mariátegui, la explotación como clase y la opresión racial cultural son indesligables, al igual que la reivindicación nacional, en lucha por el socialismo. Diferente a algunos pueblos de "oriente", entre ellas China, donde no existe dualidad racial cultural porque han sobrevivido clases y elites dominantes nativas que pueden cumplir un papel progresivo o reaccionario.
La Selva
Sobre las culturas de la Selva Mariátegui menciona que en unos casos se les arrebatan sus tierras, por lo que se debe luchar por su devolución. Y en otros casos son reducidos a la esclavitud en la explotación de madera y del caucho por parte de blancos y mestizos. La unidad del conjunto de explotados es indispensable para que puedan luchar por sus reivindicaciones con proyección al socialismo37.
La región de la Selva por esa época -inicios del siglo veinte- era la más desvinculada de la Costa y del estado. La expansión capitalista posterior a la muerte de Mariátegui, con la explotación de gas, petróleo, madera y otros recursos forestales, erosiona el medio ambiente y la forma de vida de culturas originarias. Ciudades como Iquitos, Pucallpa, Tarapoto, Moyobamba, Madre de Dios, etc., han visto aparecer contingentes de clase obrera y un ejército industrial de reserva, es decir, desocupados, parias, provenientes de la Sierra y de culturas aborígenes cuyos modos de vida han sido deteriorados.
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