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Las pautas o patrones de recuperación de mujeres y varones adultos que pertenecen al programa de Narcóticos Anónimos del área de San José (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

CAPITULO I

Antecedentes

Las investigaciones científicas relacionadas con los grupos de Doce Pasos se iniciaron en 1960. El Dr. Jellinek, de la Universidad de Yale, EE.UU, investigó los factores que explican la eficacia de los programas de Doce Pasos e introduce el concepto de enfermedad, interpretando el alcoholismo como enfermedad primaria con su propia causa, prognosis y tratamiento. El Dr. Jellinek identificó las siguientes constantes:

-Explicaban su enfermedad como una reacción alérgica, la que producía una compulsión física cuando entraban en contacto con el alcohol. Se sentían impotentes, perdían el control de su consumo y el alcohol tomaba control del cuerpo. Una vez que adquirían esta condición no podían volver a tomar con control, ya que la enfermedad era progresiva y crónica. Así que se debía vigilar el proceso de recuperación durante toda la vida.

-La necesidad, los deseos (craving), el malestar que creaba esta alergia, conllevaba a una obsesión mental por conseguir la droga y justificar el consumo.

– La parte mental de la enfermedad consistía en un sistema de negación, de autoengaño. El enfermo consideraba que sus problemas eran ocasionados por otras cosas y no por la droga o el alcohol, con lo cual evadían la realidad.

-El primer paso de recuperación consistía en la abstinencia total y mantenida en el tiempo.

-Una vez lograda la abstinencia (parte biológica), trataban de ir eliminando todos los síntomas mentales y emocionales que constituían su adicción.

-El proceso de recuperación les llevaba a valorizarse y a lograr un despertar espiritual, a estrechar sus lazos con Dios y con sus familiares.

– El servicio a otros alcohólicos era un ingrediente muy importante en el proceso de recuperación.

En resumen, el Programa de Alcohólicos Anónimos planteaba que su condición morbosa comprendía tres partes:

-Física: por la alergia que se desarrollaba hacia la sustancia (alcohol o droga).

-Mental: por el componente de negación del problema de consumo.

-Espiritual: por la pérdida de uno mismo (el respeto por sí mismo y la autoestima) el distanciamiento de la familia y de Dios. (Fuente: Álvarez del Real, 1991).

En Costa Rica, la antropóloga Marta Eugenia Pardo (1986) realiza la investigación "Alcohólicos Anónimos un ejemplo de prestación total" y propone que las condiciones específicas de interacción recíproca y ayuda mutua (principios de autoayuda) mantienen la cohesión social de los grupos. La autora hace énfasis en la fuerza integradora y adaptativa generada por influencia del grupo. El criterio anterior fundamentará una de las propuestas de este trabajo, en la que se afirma que el grupo funciona como dispositivo superior y orientador de los procesos individuales de recuperación de los miembros, esta característica apunta hacia la potenciación de un locus de control externo en los beneficiarios.

En nuestro medio no existen investigaciones, sobre los aspectos específicos de tratamiento, recuperación y prevención de recaídas, menos aún sobre los grupos de Doce Pasos. En el documento, "Investigaciones sobre alcoholismo y farmacodependencia en Costa Rica 1996-2000", se anota que:

"…en cuanto a la distribución de las investigaciones de acuerdo con su tipo, se observa que la mayoría de ellas puede ubicarse dentro de la categoría de estudios de corte epidemiológico… puede establecerse que el principal interés investigativo se ha dirigido hacia el esclarecimiento de la extensión del fenómeno en el nivel nacional, así como hacia una delimitación de sus consecuencias, en términos cuantitativos, sobre la salud y sobre otros aspectos relacionados." (IAFA, 2002, p. 85).

Entre las pocas investigaciones de tipo descriptivo que podemos relacionar con el objeto de este estudio, sobresale la realizada por Sandí y otros (1995). En este trabajo se determinan los factores de riesgo, como condiciones que favorecen el inicio del consumo de drogas en la adolescencia.

Los factores de mayor prevalencia en cada área estudiada son:

  • a- Área de conducta: Molestar a los demás, actuar en forma peligrosa, ser una persona solitaria.

  • b- Área de salud: Aquí más bien se anotan los factores como consecuencia del uso; estos son: cambios en el peso, problemas respiratorios y disminución de la energía, entre otros.

  • c- Área emocional: Agresividad, rebeldía y baja tolerancia a la frustración.

  • d- Área social: Baja capacidad de ajuste social, dificultad para decir no, sentirse rechazado por sus compañeros de edad y dificultad para hacer amigos, entre otros.

  • e- Área familiar: Discusiones familiares, consumo problemático de alcohol en la familia.

  • f- Área académica: Notas más bajas que los compañeros, sentirse rechazados en las actividades colegiales, bajo rendimiento y ausentismo, entre otros.

  • g- Área de trabajo: Obtención de dinero en actividades ilegales, abandono de trabajo por falta de interés, problemas de relación con las jefaturas y otros.

  • h- Área de amigos: El estudio es contundente en este apartado, al determinar que la capacidad de influencia de los pares contrasta con la vulnerabilidad de la personalidad adolescente. Los factores mayores son, venta de droga por parte de alguno de los amigos. Amigos de mayor edad o que han tenido problemas con la autoridad, etc.

  • i- Área de recreación: El uso inadecuado del tiempo libre y el no tener actividades definidas fueron factores que mostraron una fuerte asociación con el consumo de drogas.

  • j-  Los factores más riesgosos son: Consumo de alcohol o drogas por recreación, sentirse aburrido la mayor parte del tiempo y tener pocos pasatiempos.

Este estudio es atinente a la presente investigación porque se refiere a las condiciones en las que los adultos adictos en recuperación (población meta) iniciaron su historia de consumo (adolescencia). Reconocer los factores de riesgo y las variables psicosociales que predisponen los patrones de consumo de drogas, permitirá clarificar por contraposición, los factores de protección, que son el fundamento de los factores que mantienen la recuperación en la persona exconsumidora adulta.

Al abordar nuestro tema sobre los factores que influyen en la recuperación o resiliencia de conductas adictivas, es necesario revisar las investigaciones desarrolladas sobre la prevención de recaídas, como condición profiláctica del mantenimiento en recuperación. A este respecto, Ana Lía Kornblit y otros (1989) realizaron la investigación "Situaciones de riesgo en relación con la recaída en las conductas drogadictivas", en la cual determinaron que los factores que parecen tener más relevancia con respecto a la recaída son:

-Las relaciones familiares, especialmente en cuanto a que el funcionamiento familiar en general no cumple con los requisitos de posibilidad de expresión de emociones, de continencia y aceptación para sus miembros y de capacidad de ayuda mutua.

-El apoyo social, en cuanto a qué tipo de ayuda concreta por parte de familiares y amigos recibe el sujeto en proceso de recuperación.

-En el factor situación psicológica personal, las variables de mayor peso son: (a) Los estados emocionales negativos, en especial la depresión y las situaciones vitales estresantes percibidas como incontrolables. (b) La conjunción de ciertas actitudes existenciales básicas, en especial la imagen crítica de la sociedad, la sensación de falta de sentido de la existencia y la tendencia a la satisfacción inmediata. (c) La confianza depositada en vínculos interpersonales más que el acrecentamiento de la autoestima y la proyección al futuro, dado que las relaciones afectivas pueden deparar frustraciones para las que los sujetos en proceso de recuperación pueden no estar preparados.

En tiempos más recientes, Allan Marlatt (1985), Efrén Martínez (1999) y otros han dedicado investigaciones continuas en el campo de la prevención de recaídas (sobre esto se ampliará en el marco teórico).

1.2. Importancia e identificación del problema

La problemática del fenómeno droga se puede comprender mejor si se contextualiza en las dimensiones histórica, política, ideológica, cultural, social, económica e individual del mundo humano.

Desde la dimensión histórica, la relación que el ser humano ha establecido con las drogas ha tenido diferentes significados sociales, dentro de determinadas estructuras y procesos socioculturales, de modo que se le han atribuido propiedades místicas, curativas, demoniacas y en nuestros días epidémicas.

Los factores ideológico-culturales contemporáneos tienen que ver con el desarrollo de una cultura de consumo, que estimula la competitividad, el estatus y el poder económico como valores a seguir. La producción, el tráfico y el consumo de drogas, son actividades que engranan en el funcionamiento socioeconómico de los sistemas políticos actuales, donde la droga se convierte en una mercancía más.

En Occidente, cuyo sistema capitalista globalizado promueve el consumo, el individualismo y la competencia como el más alto valor, los miembros de la sociedad están expuestos y formados por una ideología (a través de la familia, el sistema educativo, la religión y los medios de comunicación) que condiciona la tendencia a tolerar el uso de sustancias dañinas a la salud individual y pública, como es el caso del cigarrillo y el alcohol (droga de primer contacto en la mayoría de los adictos a sustancias psicoactivas). En este sentido, Bejarano (2002) constata que el inicio en el consumo del alcohol ocurre a la edad de 17,24 años, el de la marihuana 17,71, cocaína 19,93 y en el caso del crack 22,77.

Lo anterior refleja una de las contradicciones fundamentales del sistema modernista, su esencia filosófica-política, el consumo, la competencia y el libre mercado desembocan en uno de los problemas de salud más costosos a nivel mundial. Se puede desarrollar un razonamiento lógico, el cual evidencia que, donde hay uso legal, hay abuso y hay adictos.

Los factores socioeconómicos, como la disfuncionalidad familiar, la pertenencia a estratos sociales específicos o la presión de grupo, entre otros, están íntimamente relacionados con los factores individuales.

Los factores individuales implican aspectos genético-biológicos, Alvarez del Real (1991), anota al respecto que el 70% de adictos son hijos de alcohólicos. Por otro lado, están los aspectos psíquicos, que engloban lo emocional, lo cognitivo, lo conductual y lo espiritual (entendido como la dimensión axiológica del ser humano).

La persona que decide utilizar drogas desarrolla un estilo de afrontar la realidad desde una personalidad vulnerable, la cual presenta dificultades de autoestima e identidad y relaciones interpersonales y espirituales deterioradas, las que se han construido a partir de diferentes factores de riesgo, en un proceso personal, a través del contacto histórico-social del individuo con el ambiente cultural.

La condición de la adicción se refiere a una dependencia física y psíquica a sustancias psicoactivas que alteran el Sistema Nervioso Central y, por ende, la conciencia de realidad del ser humano enajenado. El proceso por el cual una persona se convierte en dependiente a sustancias psicoactivas es progresivo, crónico y mortal. Las variables individuales y contextuales definen en cada persona, el tiempo que transcurre para llegar a las etapas más autodañinas y dañinas socialmente. Las consecuencias del consumo de drogas provocan deterioros importantes en la salud, adaptación social, trabajo, estatus económico, y bienestar psicológico.

Los fenómenos socioculturales relacionados con las adicciones, desembocan en la calificación de estas como epidemia contemporánea, convirtiéndose en uno de los principales problemas de la salud pública mundial. La oficina de fiscalización de drogas y prevención del delito de la Organización de las Naciones Unidas informa que, 180 millones de personas que son el 3,0 % de la población mundial, consumen drogas ilícitas en el mundo, "Los datos sobre las tendencias(…) indican que las sustancias más populares de abuso en todo el mundo en los últimos años del Decenio de 1990, eran la cannabis y los estimulantes de tipo anfetamínico, seguidos por la cocaína y la heroína" (ONU, 2001, p. 235).

Según Bejarano (2000), otro parámetro de salud pública que permite valorar el impacto de las drogas es el del "costo social" (que implica generación de eventos traumáticos, delitos asociados al consumo, etc.), a este respecto el costo del abuso del alcohol y el alcoholismo fue estimado en EE.UU., para 1990, en $11.142 millones. Cuando se trata del abuso de drogas ilícitas, "no existen estimaciones para el nivel mundial, pero una aproximación conservadora que incluya costos directos e indirectos del abuso de drogas podría rondar los $150 billones" (Bejarano, 2000, p.178).

Estas cifras astronómicas indican la dimensión pandémica del consumo de drogas y su importancia como indicador ineludible de las contradicciones ideológico-políticas de las formaciones sociales contemporáneas. Este problema internacional transita por los caminos de la legalidad (alcohol, tabaco, café) hacia los de la ilegalidad jurídica y oficial, en el mercado negro o paralelo.

En Costa Rica, según Bejarano (2002), la población opina que la drogas y el alcoholismo son el segundo y tercero problemas más importantes del país, solo superados por la variable "costo de vida". Este mismo estudio constata que el 54,3 % de los costarricenses ha tomado licor alguna vez en su vida, el 5,5 % ha fumado marihuana y que el 1,8 % ha esnifado (inhalar) cocaína.

Lo anterior indica que el consumo de drogas lícitas e ilícitas es un problema real y concreto, para lo cual el estado costarricense ha desarrollado estrategias de prevención no siempre exitosas, en cuanto a las drogas ilícitas, cuyas prevalencias de consumo de vida han aumentado, aunque en el caso del alcohol sí se denotan disminuciones porcentuales.

Las tendencias contemporáneas de salud pública, pretenden enfocar esta disciplina, desde la puesta en práctica de procedimientos y acciones para la promoción de la salud, concepto que se define aquí desde una versión crítica. "La salud es un estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento, y no únicamente ausencia de malestar o dolencia"(Villalobos, 1992, p. 38).

La enfermedad y la salud son polos complementarios de la realidad social. Un enfoque integral de esta, implica realizar un enfoque también integral del proceso salud-enfermedad. Esto posibilita ver los aspectos biológicos, sociales, económicos, ideológico-culturales, psicológicos, educativos, geográficos y políticos, que inciden sobre el individuo y la colectividad y que producen, en el caso de esta investigación, las conductas desviadas de los sujetos que eligen el consumo de drogas psicoactivas.

Por otro lado, en la problemática adictiva es más fácil el proceso de iniciación y habituación que el de salida, debido a que la abstinencia y recuperación exigen por parte del individuo cambios radicales en el estilo de vida, que van desde la forma de afrontamiento de la realidad hasta las relaciones sociales y espirituales consigo mismo, el mundo y el futuro. Los procesos de recuperación no son lineales sino alternos, se desarrollan a través de una continua recuperación-recaída en forma recurrente y cíclica. Estos procesos implican una alta tasa de reincidencia en el uso activo de drogas. Según Aaron Beck (1999), citando a Mackay, Donovan y Marlatt (1991), anota que la mayoría de las personas que han dejado las drogas han tenido un desliz o han recaído y esto es más probable que ocurra a partir de los 90 días después de su abstinencia.

El tema de la recuperación y la prevención de recaídas, que aquí se enfoca desde la óptica del mantenimiento de la recuperación (y no desde la visión si se quiere más negativa de prevención de recaída) no se ha abordado, como objeto de estudio, desde el marco de los postulados recuperativos de los programas de autoayuda de Doce Pasos de Narcóticos Anónimos.

Alvarez del Real (1991) anota que a partir de 1987, la Asociación Médica Americana declaró que la adicción a las demás drogas y el alcoholismo eran la misma enfermedad, pues ambas producen alteraciones en los neurotransmisores del cerebro e involucran las mismas sustancias químicas y los mismos procesos.

Los grupos de Narcóticos Anónimos desarrollan un programa de apoyo social y contención, basados en la práctica de Doce Pasos o principios sistemáticos de vida, que consisten en guías de autocontrol y autoayuda, propiciando en los beneficiarios, un cambio en los estilos de afrontamiento de la realidad.

Este trabajo intentará organizar y sistematizar las variables, que refuerzan y mantienen un comportamiento abstinente, adaptativo y de autocuidado, en el individuo ex consumidor de drogas, que aplica el programa de Narcóticos Anónimos.

Además, se procura, siguiendo experiencias anteriores, determinar la proximidad funcional, congruencia o diferencias, entre los patrones ideales de recuperación (guías de Narcóticos Anónimos sobre lo que se debe hacer) y los patrones reales (lo que los informantes acostumbran hacer), según conceptos aportados por Cecilia Escalante (1975) en un estudio de patrones de la ingestión de alcohol.

La utilidad de esta investigación radica en sistematizar la visión que tienen los grupos de Doce Pasos sobre la naturaleza de la adicción y cómo mantener en el tiempo los procesos de recuperación, el cual es un tema poco investigado y poco estructurado.

En cuanto al alcance social del trabajo, en Costa Rica existen varias instituciones acreditadas por el Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), las que en sus programas de tratamiento, complementan sus intervenciones profesionales y de consejería, con la aplicación de los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos (Fundación Kayrós, ACERPA, Programa Vida Nueva, Centro Modelo del Ejército de Salvación y Hogares Salvando al Alcohólico, entre otros). Se pretende que el producto de esta investigación aporte elementos integrativos para estos tratamientos especializados. También se procura generar conocimientos para referencia teórica de profesionales del campo y los mismos adictos en recuperación. De lo anterior se colige la importancia de abordar el problema que orienta esta investigación: ¿cuáles son los patrones de recuperación de las adultas y los adultos que practican el programa de Narcóticos Anónimos, que se ubican en el área de San José, Costa Rica?. Este se aborda desde un enfoque psicológico, tomando en cuenta aspectos que permitan explorar los paradigmas de la disciplina en su interpretación de las adicciones, aunando la sistematización de los principios del programa de Narcóticos Anónimos. Tal enfoque permite producir conocimientos dirigidos a ser utilizados con fines terapéuticos, en especial los atinentes a los programas de Doce Pasos.

1.3. Objetivos

1.3.1. Objetivo general

Determinar los patrones de recuperación de mujeres y varones adultos que pertenecen al programa de Narcóticos Anónimos del área de San José.

1.3.2. Objetivos específicos

  • Sistematizar los principios de recuperación del programa de Narcóticos Anónimos

  • Discriminar las pautas de recuperación de mayor prevalencia en las vivencias de

la población meta.

  • Determinar las congruencias o diferencias entre los patrones ideales de

recuperación (principios del programa) y los patrones reales (lo que el beneficiario hace).

  • Producir parámetros teóricos que sirvan de referencia, a nivel de intervenciones terapéuticas.

CAPÍTULO II

Marco teórico

2.1. Perspectiva histórica del uso social de drogas

La relación que el ser humano ha establecido con las drogas es un fenómeno real, concreto e histórico. Desarrollar una visión integral del mismo implica un criterio múltiple, a fin de poder comprender y profundizar la significación de las drogas en nuestros días, cotejándola con las significaciones históricas, reconociendo el fenómeno droga, como un hecho social que cambia de sentido con los tiempos. A este respecto, "Pareciera fundamental abordar el tema de las drogas incursionando en el problema del lenguaje (…) en las palabras que se han venido utilizando para construir diversos discursos a lo largo del tiempo." (Olmo, 1998, p.13).

El lenguaje tiene implicaciones en la construcción social de la realidad y de la subjetividad humana. A través del significado de las palabras se da sentido, selectivamente a unos fenómenos sobre otros que se invisibilizan. El discurso nunca es neutro, existen conexiones entre los discursos científicos, las relaciones de poder y el ejercicio del control social. Estos elementos discursivo-ideológicos, en su relación con las drogas, desde la perspectiva histórica, se tornan cambiantes en sus significaciones sociales, de tal modo que la droga ha sido asociada a propiedades mágicas, religiosas, afrodisiacas, demoniacas y medicinales.

Náteras y Náteras (1994) apuntan que los fenómenos sociales (la droga como hecho social) no son independientes de las prácticas humanas que los producen, por lo que están "atravesados", condicionados por la temporalidad histórica donde se desarrollan y son cambiantes. Esto explica los diferentes significados sociales que ha tenido el uso de drogas.

En la dimensión individual, las drogas han proporcionado estimulación, liberación de estados emocionales y físicos indeseables y estados alterados de conciencia. En la dimensión social, las drogas han facilitado los rituales religiosos, ceremonias, actividades médico-terapéuticas y en la modernidad han tomado características de desafío contestatario.

En adelante, se hará un repaso sintético de las significaciones históricas del fenómeno droga, siguiendo especialmente a Escohotado (1989), deteniéndose un poco más en la modernidad contemporánea.

En el periodo Paleolítico (edad de la piedra tallada) surge el cultivo de la tierra y esta adquiere un significado simbólico de madre productora, deidad a la que se rinde culto. Todo lo que de ella nazca está impregnado de carácter religioso animista y sexual, incluyendo la droga. Todo lo cosechado era utilizado simbólicamente en forma de alimento espiritual dado por la diosa madre tierra.

Los médicos magos del periodo Neolítico (edad de la piedra pulimentada), disponían de sustancias para las trepanaciones craneales, evitando la muerte por el shock del dolor.

Los significados primitivos de la droga revisten un carácter sagrado-mágico, espiritual, erótico y ritualístico, para lograr la trascendencia y la purificación. Además, las drogas se utilizaban para cultos de iniciación, curaciones y rituales de virilidad, fertilidad o muerte. La ideología discursiva primitiva buscaba un contacto más cercano con los dioses, mediatizado por las drogas.

En la edad antigua, en Mesopotamia, el opio se conoció hacia los 6000 años a.C. El cáñamo o marihuana, indican documentos chinos apareció ahí hace 8.000 años, en Europa hace 7.000 años y en Egipto hace 3.000 años.

"Hacia el 3.000 a.C., tablillas cuneiformes descubiertas en Unok, Mesopotamia, representan a la adormidera (planta de opio), mediante dos signos de los cuales el segundo significa "júbilo"o "gozar"" (Escohotado, 1989, p.76). Las tablillas mencionan a la cerveza como remedio recomendado a las mujeres en estado de lactancia. También la civilización mesopotámica ofreció una de las primeras descripciones de la intoxicación alcohólica y la curación de la resaca. La medicina babilónica utilizaba normalmente opio, mandrágora, cáñamo, cerveza, bebidas alcohólicas y el Kiphy, incienso ceremonial de indudable psicoactividad cuyo ingrediente principal era el cáñamo (marihuana o hachís).

La adormidera se usaba como analgésico y tranquilizante. En China e India lo habitual era recomendar el jugo de las cápsulas (opio), en pomadas, por vía rectal y vía oral, usándola hasta para trastornos de dentición infantil.

En América Central desde el siglo X a.C. aparecen monumentos y tumbas suntuosas con representaciones de piedras y hongos, principalmente en la cultura Olmeca y Zapoteca (México), donde hay una veintena de especies de hongos. De la misma forma sucedió con la cultura Maya y Tolteca, todas matizadas de un contenido religioso y espiritual, fundamental en su discurso cultural.

En el Siglo IX a.C. en los escritos Sirios aparece el cáñamo de la Cannabis, mencionado como incienso ceremonial. En el siglo VIII a.C. "los chinos fueron pioneros en procedimientos imperfectos de destilación y obtuvieron aguardiente de la cerveza de arroz"(Escohotado, 1989, p.88). El peyote (hongo alucinógeno) era usado por los Toltecas y Chichimecas, pues hacia el siglo IV a.C. ya se sabía que producía alteración de la conciencia y se creía que tenía poderes adivinatorios.

La planta adormidera (opio) aparece en imágenes de la cultura cretense-mesénica (anterior a la civilización griega).

En Grecia existieron los herboristas quienes consumían y preparaban hierbas. Los griegos conocieron el fenómeno del acostumbramiento o tolerancia. Crearon el concepto de droga, definiéndola como sustancias que actúan enfriando, calentando, secando, humedeciendo, contrayendo, relajando o haciendo dormir. "Las principales drogas griegas, aparte del opio, la cerveza y los vinos, eran el cáñamo, la mandrágora, así como sahumerios e inciensos. Con la excepción del alcohol, los demás fármacos eran estrictamente medicinales" (Escohotado, 1989, p.136).

Por su parte los romanos usaban la vid y la adormidera. La creación del derecho romano incluyó límites al uso de drogas. Se trata de la primera regulación legal del uso de las drogas.

En el lado americano el consumo de coca, data del Siglo III a.C. La usaban para ceremonias mortuarias (se ha encontrado coca en la boca de las momias) , tenía una función estimulante como el té y el betel (planta de semilla picante y hoja con sabor a menta).

Como se puede ver, en la Edad Antigua (hasta el siglo V d.C.), se mantenían unidas la magia, la farmacia y la religión. La medicina se mezclaba con los rituales y ceremonias religiosas. De ahí la instrumentalización de las drogas en un contexto ideológico favorable.

Con la llegada del cristianismo al poder, en la Edad Media (siglos V al XV d.C.) se dio inicio a la reprobación del uso de cualquier clase de planta utilizada como droga, aun así el alcohol propiamente dicho es un hallazgo de los alquimistas europeos. El medioevo es la época de la demonización de la droga. La iglesia tomó la hegemonía sociopolítica del orden cultural, por lo que el clero se convirtió en agente de persecución directa, por ser consideradas las drogas como cultura farmacológica en prohibición. Según Valverde (1986), citando a Del Pozo, en 1570 en la Nueva España, Bravo, López y Farfán, misioneros evangelizadores, describen que los indígenas se emborrachaban, después de que utilizan ciertas hierbas desconocidas.

Rosa del Olmo (1998), apunta que en la Edad Moderna con el surgimiento del modo de producción capitalista en su etapa mercantil, las drogas dejan de tener exclusivamente valor de uso y adquirieron también valor de cambio convirtiéndose en mercancías, sujetas a la ley de la oferta y la demanda.

El uso de drogas como problemática de masas se edificó durante la modernidad, evidenciando que el problema no sólo es la droga ilegal sino la sociedad misma.

Desde finales del siglo XVIII hasta fines del XIX las drogas psicoactivas se distribuían ampliamente en los Estados Unidos. Según Beck (1999), citando a Musto, el opio y la cocaína eran legales y estaban a disposición del público por medio del farmacéutico local . Incluso Sigmund Freud (1884), citado por Vera Ocampo (1988), hizo una disertación en su artículo "sobre la coca", en la que concebía esta sustancia como un remedio para la adicción a la morfina y para el alcoholismo. Asimismo animaba a los psiquiatras para tratar la depresión y la fatiga. Esto evidentemente impulsó el uso de la sustancia. Aunque el mismo Freud fracasó en su intento de tratar a un colega.

Escohotado (1989), anota que en la época contemporánea, en la primera mitad del siglo XX el científico Albert Hofmann (1947), descubre el LSD (dietilamida del ácido lisérgico) sustancia que se extrae del hongo cornezuelo y se inicia una época de experimentación con drogas sintéticas producidas en los laboratorios de prestigiosas universidades como Harvard y Berkeley.

De los sesentas a los setentas, el consumo de drogas se vincula con cuestiones contraculturales: retorno a la vida rural, insistencia en problemas del medio ambiente, liberación del sexo, pacifismo, corriente humanista de psiquiatría, que piden al ser humano usar el proceso tecnológico en vez de ser usado por él y rechazar la deshumanización impuesta por el control del poder de las sociedades actuales.

En 1957 la Organización Mundial de la Salud (OMS) forma un comité de expertos que dan una primera definición de adicción: estado de intoxicación crónica y periódica originada por el consumo repetido de una droga, natural o sintética, caracterizada por: – Una compulsión a continuar consumiendo por cualquier medio. – Una tendencia al aumento de la dosis. – Una dependencia psíquica o generalmente física de los efectos. – Consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad.

En cuanto a este discurso oficial contemporáneo, mantiene en relación con las drogas un doble significado polarizando lo bueno y lo malo, según los criterios ideológicos hegemónicos (licor y cigarrillo son tolerables –buenos-, otras drogas son intolerables -malas).

Isabel Méndez (1997) anota que el discurso sobre la droga, oculta un hecho real que subyace peyorativamente al propio término satanizando algún tipo de drogas en particular, heroína, cocaína, Cannabis, LSD, etc. y trivializando como objeto de consumo deseable el uso de las llamadas drogas legales o sociales, (tabaco y alcohol). Contradictoriamente las drogas socialmente tolerables desde la oficialidad son las que producen más muertes y enfermedades secundarias.

Méndez resume los estereotipos sociales en el siguiente cuadro:

FALSOS ESTEREOTIPOS

DISCURSO SOCIAL

REALIDAD

Droga = amenaza

Droga = sustancia

Alcohol ( droga

Alcohol = droga peligrosa

Tabaco ( droga

Tabaco = droga peligrosa

Droga = heroína

Heroína ( droga principal

Enfermedad

Problema social

Jóvenes

Todas las edades

Consumo = delincuencia

Consumo ( delincuencia

Droga = paro

Droga en ocupados

Ambientes marginales

Ambientes no marginales

Fuente: Tomado de Méndez Isabel, 1997, "Drogodependencias en España y organizaciones no gubernamentales". En: Paraísos Artificiales. Un debate sobre las drogas en Costa Rica.

Náteras y Náteras (1994) visualizan nuestro tiempo indicando que los últimos acontecimientos de nuestra sociedad contemporánea, la transnacionalización de las culturas, las nuevas tecnologías de comunicación, la globalización de las economías, la narcoviolencia, los grandes flujos migratorios, los denominados nuevos movimientos sociales: feministas, pro-derechos humanos, urbano-popular, gay, rockero-juvenil, así como el uso social de drogas (dependencia de sustancias psicoactivas), conllevan a la construcción de diversos escenarios psicosocioculturales, vertiginosos, inusitados y complejos.

La perenne crisis de las estructuras políticas de todas las sociedades, produce la amenaza de la disolución social y el deterioro ecológico.

En la realidad cotidiana se comprueba la apatía e indiferencia de las generaciones jóvenes, que dejan pasar la vida y la realidad, no creen en los cambios ni en nada. En este contexto, "Los jóvenes construyen una serie de códigos simbólicos: vestimenta, música, lenguaje, drogas, en la apropiación de ciertos espacios que los provee de identidad colectiva"(Náteras y Náteras, 1994, p.124).

El uso de drogas es una expresión social de los sujetos ideológicamente enajenados. Martínez (2002), propone que el uso de drogas es el escenario de expresión del vacío existencial de la sociedad actual. Esta síntesis deconstructiva del uso socio-histórico de las drogas y su significado ideológico ha recorrido un camino que parte desde los fines místicos, mágicos y medicinales en las eras prealfabetizadas y antigua, pasando por la prohibición social en el medioevo, por estar relacionadas con las prácticas y rituales apócrifos, hasta el engranaje como mercancía dentro del doble discurso de la modernidad. Esta lectura permite visualizar el fenómeno droga como un hecho social más que como una enfermedad individualizada, ofreciendo otras dimensiones del problema en especial la arista histórico-social.

Para comprender mejor el fenómeno droga, es conveniente clarificar definiciones y conceptos relativos al tema. Sobre esto trata la próxima sección.

2.2. Cuestiones conceptuales y elementos básicos

La hegemonía del modelo médico-psiquiátrico lleva a identificar la enfermedad mental, como una condición de naturaleza preponderantemente individual más no colectiva, invisibilizando la raigambre sociocultural de la misma. No es el propósito de esta investigación realizar un análisis socio-histórico e ideológico profundos del tema, por lo que se trabajará desde los criterios más aceptados (oficiales), aunque no por ello concluyentes, en la problematización del fenómeno droga.

Existen una variedad de términos que sirven de referencia para designar los fenómenos relacionados con las drogas.

Según Beck (1999), se entiende por droga o sustancia psicoactiva aquellos productos químicos que afectan el Sistema Nervioso Central, alterando el pensamiento de la persona que usa los mismos, su estado de ánimo y/o sus conductas. Graña (1998), indica que droga causante de dependencia, es aquella que puede producir en un organismo vivo un estado de dependencia psíquica, física o de ambos tipos.

Es conveniente hacer una distinción entre los conceptos de uso, abuso y dependencia. El uso se entiende como la utilización de una sustancia por prescripción médica. Según Valverde (1986), el abuso se refiere a que la droga es utilizada fuera de toda prescripción médica, destinándola a fines no clínicos. Los especialistas prefieren definir el uso y el abuso como un continuo que va desde la primera ingesta al uso irregular y excesivo. De tal modo que la dependencia ocurre después de un periodo sostenido de episodios relacionados con el abuso de drogas. Técnicamente la dependencia ocurre paralela al desarrollo de la tolerancia y la aparición de los síntomas de abstinencia y no antes.

Kramer y Cameron (1975), citados por Graña (1998), aportan cuatro definiciones pertinentes a este apartado. (a) Dependencia psíquica (algunos prefieren el término habituación): Situación en la que existe un sentimiento de satisfacción y un impulso psíquico que exigen la administración regular o continua de la droga para producir placer o evitar malestar. (b) Dependencia física: Estado de adaptación que se manifiesta por la aparición de intensos trastornos físicos cuando se interrumpe la administración de la droga o se influye en su acción por la administración de un antagonista específico. Esos trastornos, esto es, los síndromes de abstinencia, están constituidos por series específicas de síntomas y signos de carácter psíquico y físico peculiares de cada tipo de droga. (c) Tolerancia: Estado de adaptación caracterizado por la disminución de las respuestas a la misma cantidad de droga o por la necesidad de una dosis mayor para provocar el mismo grado de efecto farmacodinámico. (d) Tolerancia cruzada: Fenómeno en el que se toma una droga y aparece tolerancia no solo a esa droga sino también a otra del mismo tipo o a veces de otro conexo, por ejemplo, el consumo de bebidas alcohólicas produce tolerancia cruzada a los fármacos de tipo barbitúrico.

Desde un enfoque cognitivo-conductual, Graña (1998), siguiendo a Donovan (1988), define la farmacodependencia como una pauta de conducta compleja que se caracteriza por una serie de componentes biológicos, psicológicos, sociológicos y conductuales. Lo que hace que el individuo lleve a cabo este tipo de conductas es la implicación patológica, la compulsión subjetiva a continuar realizándola y una disminución de la habilidad para ejercer un control personal sobre ella, de forma que la conducta se sigue emitiendo a pesar del impacto negativo en su funcionamiento físico, psicológico y social y de tener disponibles otras fuentes alternativas de reforzamiento positivo.

Jaffe (1985), citado por Beck, resalta el elemento de la recaída en su definición, "la adicción se define por un patrón conductual de consumo compulsivo caracterizado por (a) una implicación abrumadora con el consumo de una droga y (b) una fuerte tendencia a recaer después de terminar con su consumo" (Beck, 1999, p.206).

Desde un enfoque existencial humanista logoterapéutico, se enfatizan los elementos axiológicos e ideológicos al definir:

"La adicción(…) se puede describir etiológicamente en un marco contextual y no causal, en donde el hombre se desarrolla. Es decir, los seres humanos nacen y crecen al interior de un contexto familiar y sociocultural en donde las voluntades de poder y de placer son lo importante, ofreciendo un clima de competencia y obligatoriedad hacia el éxito a toda costa. Esta formación (o deformación) en las voluntades de poder o de placer permiten o invitan al desarrollo de estilos de afrontamiento ante la realidad que se manifiestan en conductas neuróticas, en síntomas como los problemas alimenticios o las adicciones" (Martínez, 2002, p.83).

La logoterapia propone que la drogadicción no es una característica inherente al ser sino la expresión de una problemática humana más profunda denominada vacío existencial.

Desde un enfoque experiencial-fenomenológico (desde adentro) Narcóticos Anónimos define la adicción proponiendo que:

"la enfermedad nos afecta en general, de las siguientes formas: mentalmente nos obsesiona la idea de consumir; físicamente, desarrollamos una compulsión que nos hace seguir consumiendo, independientemente de las consecuencias; espiritualmente, en el transcurso de nuestra adicción nos volvemos totalmente egocéntricos. Para muchos adictos tiene sentido ver la adicción como una enfermedad porque, según nuestra experiencia, la adicción es progresiva, incurable y puede ser mortal a menos que se la detenga" (Narcóticos Anónimos, 1997, p.6).

Los especialistas en el campo, tanto investigadores como clínicos, toman como punto de referencia común, los sistemas clasificatorios propuestos en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV, 1995) de la Asociación Americana de Psiquiatría y en la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10, 1992) de la Organización Mundial de la Salud. Ambas presentan un conjunto de criterios que sirven como guía para determinar nosológica y semiológicamente los trastornos asociados a sustancias psicoactivas. El DSM-IV establece una gradación o diferencia entre abuso de sustancias y dependencia de ellas. El abuso se entiende como un patrón disfuncional de utilización de sustancias psicoactivas menos grave que la dependencia, la cual se entiende como incapacidad de control del consumo, esto es por la compulsividad. En el CIE-10 se denota un mayor énfasis en resaltar el concepto de síndrome de dependencia.

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Tabla 1. Criterios para la dependencia de sustancias según el DSM-IV

Un patrón desadaptativo de consumo de la sustancia que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos, expresado por tres o más de los ítemes siguientes en algún momento de un periodo continuado de 12 meses:

  • 1- Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítemes:

  • a- Una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir la intoxicación o el efecto deseado.

  • b- El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su consumo continuado.

2- Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítemes:

  • El síndrome de abstinencia característico para la sustancia.

  • Se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

  • 3- La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un periodo más largo de lo que inicialmente se pretendía.

  • 4- Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el consumo de la sustancia.

  • 5- Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia

(por ejemplo, visitar a varios médicos o desplazarse largas distancias), en el consumo de la sustancia (por ejemplo, fumar un pitillo tras otro) o en la recuperación de los efectos de la sustancia.

  • 6- Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia.

  • 7- Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o exacerbados por el consumo de la sustancia ( por ejemplo, consumo de la cocaína a pesar de saber que provoca depresión, o continuada ingesta de alcohol a pesar de que empeora una úlcera).

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Fuente: Tomado de Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 1995

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Tabla 2. Criterios diagnósticos para la dependencia de sustancias según el CIE-10

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F1x.2 Síndrome de dependencia.

Se trata de un conjunto de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual el consumo de una droga, o de un tipo de ellas, adquiere la máxima prioridad para el individuo, mayor incluso que cualquier otro tipo de comportamiento de los que en el pasado tuvieron el valor más alto. La manifestación característica del síndrome de dependencia es el deseo (a menudo fuerte y a veces insuperable) de ingerir sustancias psicotrópicas (aun cuando hayan sido prescritas por un médico), alcohol o tabaco. La recaída en el consumo de una sustancia después de un periodo de abstinencia lleva a la instauración más rápida del resto de las características del síndrome de lo que sucede en individuos no dependientes.

Pautas para el diagnóstico.

El diagnóstico de dependencia solo debe hacerse si durante en algún momento en los doce meses previos, o de un modo continuo, han estado presentes tres o más de los rasgos siguientes:

  • a- Deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir una sustancia.

  • b- Disminución de la capacidad para controlar el consumo de una sustancia o alcohol, unas veces para controlar el comienzo del consumo y otras para poder terminarlo para controlar la cantidad consumida.

  • c- Síntomas somáticos de un síndrome de abstinencia, cuando el consumo de la sustancia se reduzca o cese, cuando se confirme por el síndrome de abstinencia característico de la sustancia, o el consumo de la misma sustancia (o de otra muy próxima) con la intención de aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

  • d- Tolerancia, de tal manera que se requiere un aumento progresivo de la dosis de la sustancia para conseguir los mismos efectos que originalmente producían dosis más bajas (son ejemplos claros los de la dependencia al alcohol y a los opiáceos), en las que hay individuos que pueden llegar a ingerir dosis suficientes para incapacitar o provocar la muerte a personas en las que no está presente una tolerancia.

  • e- Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversiones a causa del consumo de la sustancia, aumento del tiempo necesario para obtener o ingerir la sustancia o para recuperarse de sus efectos.

  • f- Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar de sus evidentes consecuencias perjudiciales, tales como daños hepáticos por consumo excesivo de alcohol, estados de ánimo depresivos consecutivos a periodos de consumo elevado de una sustancia o deterioro cognitivo secundario debido al consumo de la sustancia. Debe investigarse a fondo si la persona que consume la sustancia es consciente, o puede llegar a serlo, de la naturaleza y gravedad de los perjuicios.

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Fuente: Tomado de Trastornos mentales y del comportamiento. Descripciones Clínicas y pautas para el diagnóstico,

(CIE-10), 1992.

También se ha descrito como una característica esencial la reducción progresiva de las distintas formas de consumo de la sustancia (por ejemplo, tendencia a ingerir bebidas alcohólicas entre semana y los fines de semana al margen de las normas sociales aceptadas para un consumo adecuado de alcohol).

Una característica del síndrome de dependencia es que deben estar presentes el consumo de una sustancia o el deseo de consumirla. La conciencia subjetiva de la compulsión al consumo suele presentarse cuando se intenta frenar o controlar el consumo de la sustancia. Este requisito diagnóstico excluye a los enfermos quirúrgicos que reciben opiáceos para alivio del dolor y que pueden presentar síntomas de un estado de abstinencia a opiáceos cuando no se les proporciona la sustancia, pero que no tienen deseo de continuar tomando la misma.

El síndrome de dependencia puede presentarse a una sustancia específica (por ejemplo, tabaco o diazepam), para una clase de sustancias (por ejemplo, opiáceos) o para un espectro más amplio de sustancias diferentes (como en el caso de los individuos que sienten la compulsión a consumir por lo general cualquier tipo de sustancias disponibles y en los que se presentan inquietud, agitación o síntomas somáticos de un estado de abstinencia, al verse privados de las sustancias).

Por otro lado, de la gran cantidad de personas que entran en contacto con las drogas, no todas avanzan hacia los niveles de abuso y dependencia, pues muchos individuos consumen las drogas y las abandonan, en ese sentido se puede decir que no existe para todas las personas una línea progresiva insoslayable de uso a abuso y de este a dependencia. Pero en el caso de la persona que desarrolla una dependencia a drogas, esta pasa por un proceso que va desde el uso ocasional hasta el uso compulsivo, a través de periodos de tiempo en los que varía progresivamente la cantidad utilizada y la frecuencia del uso. Jonhson (1980) propone cuatro fases evolutivas: (a) Se aprende el cambio anímico; cuando se tienen los primeros contactos experimentales, basados en la curiosidad, la presión de grupo y el descubrimiento de un ánimo placentero. (b) Se buscan cambios de ánimo: la persona se convierte en consumidor social u ocasional y desarrolla la creencia de que al consumir mejorará su estado de ánimo. (c) Dependencia dañina: una alta tasa de individuos desarrollan una tolerancia y dependencia física y psicológica, caracterizada por la tendencia a la compulsión y la formación de un sistema de creencias autoengañosas acerca de sí mismo y la realidad. Graña (1998) anota que la necesidad que se experimenta varía desde un deseo, hasta la ansiedad y la compulsión. (d) Consume para sentirse normal, etapa que es la más extrema con características crónicas recurrentes.

En cuanto a la clasificación de las drogas, esta se realiza de diferentes formas, según criterios específicos: desde una perspectiva sociocultural, en drogas legales e ilegales, y por la acción farmacológica, con base en las manifestaciones que su acción produce en la conducta, que fundamenta las clasificaciones clínicas y psicopatológicas. En este caso se seguirá la clasificación farmacológica del American Handbook of Psychiatry (citado por Graña, 1998) que las divide en diez grupos farmacológicos: (1) Opiáceos (heroína, morfina, etorfina, meperidina, metadona, opiocodeína); (2) Psicoestimulantes (cocaína y anfetaminas); (3) Fenciclidina y otras arilciclohexilaminas, (4) Inhalantes; (5) Anticolinérgicos que producen desorientación, incoherencia, alucinaciones y, a veces, delirios (atropina, estromonium, trihexifenidil); (6) Alucinógenos clásicos (LSD y mescalina); (7) Anfetaminas metiladas (DOM, MDA o droga del amor, MDMA o éxtasis, MDEA o anfetamina Palma de Mayorca, PMA o droga de la muerte y cannabis (marihuana, hachís, y el tetrahidrocannabinol); (8) Tranquilizantes (barbitúricos y benzodiacepinas); (9) Tabaco y cafeína; (10) Alcohol.

Por otro lado, cada abordaje terapéutico mantiene una visión ontológica de la naturaleza de la drogadicción, que condiciona la concepción epistemológica y antropológica de la misma, influyendo en el tipo de metodología y los procedimientos técnicos que se utilizan en la práctica. En el campo de las adicciones existen dos enfoques ontológico-epistemológicos básicos que abordan la drogodependencia, enfatizando diferentes elementos según sus puntos de vista.

El primer enfoque interpreta la adicción como enfermedad y se caracteriza por los siguientes elementos, (a) interpreta la drogodependencia como una condición crónica, incurable, (b) enfatiza la abstinencia como principal objetivo de la terapia, (c) tiene una visión de la recuperación de tipo todo o nada, un modelo blanco y negro de abstinencia versus recaída, donde una única recidiva equivale a una recaída total y la recaída se interpreta como un fracaso y (d) parte de que la motivación para el cambio funciona a partir de un patrón lineal, basado en la dicotomía recuperación-recaída.

El segundo enfoque interpreta la adicción como trastorno sintomático y se caracteriza por los siguientes aspectos, (a) interpreta la drogodependencia como una condición aguda, curable, (b) el principal objetivo de la terapia es la reducción del perjuicio del consumo, aunque se busca lograr con el tiempo la abstinencia mantenida, (c) la recaída se interpreta como una etapa de un proceso en el cual la persona toma conciencia y avanza en estadios, procesos y niveles y (d) la motivación para el cambio se interpreta a partir de un patrón en espiral, ya que la persona recicla 4 o más veces la recaída antes de lograr el mantenimiento de la abstinencia.

Los grupos de Narcóticos Anónimos practican el enfoque de la adicción como enfermedad. Las terapias de base cognitivo-conductual practican el enfoque de la adicción como trastorno sintomático. La logoterapia, de acuerdo con Martínez (2002), realiza un intento por integrar ambos enfoques desde una interpretación axiológica-espiritual del ser humano.

Una de las preguntas comunes en cuanto al fenómeno droga, es la de las causas del problema. En el próximo apartado se anotarán los factores mas regulares en el desarrollo de la conducta adictiva.

2.2.1. Factores asociados al consumo de drogas

El consumo de drogas se inicia en la mayoría de los casos, en el periodo de la adolescencia, etapa de cambios y de especial vulnerabilidad en vista de la definición identitaria y de percepción autoestimativa que el individuo enfrenta como tareas de desarrollo. El proceso que cada persona recorre en las experiencias con drogas es específico y particular, su evolución depende de la interacción de las características individuales (genético-hereditarias y de personalidad), de elementos ambientales (familiares, escolares, de grupo) y sociopolíticos (culturales-ideológicos y económicos). En la coyuntura señalada, se presentan factores de riesgo y factores de protección que interactúan entre sí de modos dinámicos y complejos. Algunos investigadores definen factores de riesgo como aquellas circunstancias o eventos de naturaleza biológica, psicológica o social cuya presencia o ausencia modifica la probabilidad de que se presente el problema. En la exhaustiva y señera investigación de Sandí y otros (1995) se anotan los factores de protección más significativos, asociados con la edad, género, situación socioeconómica, salud mental de los padres, apoyo familiar y social, capacidad de adaptación y resolución de problemas.

Según Sandí y Otros (1995), los factores protectores personales se relacionan principalmente con la capacidad de autonomía, independencia, empatía, satisfacción por lo recibido, conducta orientada al logro,y una condición temperamental caracterizada por la regularidad de los ritmos biológicos (sueño, alimentación), capacidad de adaptación, tendencia al acercamiento hacia las personas y situaciones, nivel intelectual alto y humor positivo.

Los factores protectores sociales se relacionan con un ambiente familiar cálido y estable, madres que apoyan a sus hijos, comunicación abierta en la familia, padres estimuladores, una estructura familiar sin disfuncionalidad y buena relación con los pares.

Las relaciones que se establecen entre factores de riesgo y factores de protección influyen sobre la probabilidad del consumo de drogas, sintetizándose en la individualidad del sujeto. Las condiciones protectoras implican:

"Cuando una persona cuenta con una reducción de brechas de comunicación entre los adultos y jóvenes, con una autoestima alta y sentido de pertenencia, con una escala congruente de valores, un desarrollo espiritual adecuado y tiene acceso a programas de calidad diferenciados para jóvenes en salud, educación y promoción social, con enfoque de género, y estilos de vida sanos en sus familias y comunidades, se convierten en excelentes factores protectores y en alternativas para construir proyectos de vida viables y saludables" (Carvajal y colaboradores, 1998, p.6) .

Los factores de riesgo se dividen en: -factores individuales (hereditarios, emocionales, conductuales), -factores ambientales (familia educación, grupo de pares), -factores socio-políticos (cultura consumista, disponibilidad de drogas).

2.2.1.1.Factores de riesgo socioculturales

Empezando por los factores sociopolíticos de orden macrosocial, en nuestra formación social, por su naturaleza competitiva, consumista y neoliberal, el consumo de tabaco y alcohol es una conducta aceptable pues, "el medio social establece las condiciones propicias para la producción, distribución, promoción y consumo de estas drogas, prácticamente sin ninguna limitación" (Sandí y otros, 1995, p.19). Esta permisividad influye directamente en el uso de drogas ilícitas, ya que, como anotan Molina y otros (1996), es frecuente interpretar que existe cierta escala causal en el consumo de drogas, es decir, que el consumo de drogas fuertes tiende a estar precedido por el de marihuana y este por el de alcohol o tabaco. También el factor de la disponibilidad influye en el uso y abuso, a mayor oferta del producto, mayor demanda, y, por ende, el consumo excesivo y los problemas asociados aumentan, esto aplica igual para el caso de las drogas ilícitas.

Otro elemento influyente en la opinión pública y las valoraciones positivas del imaginario popular hacia el consumo de sustancias, es el papel de los medios de comunicación, como aparatos ideológicos que programan, junto a la religión, la educación y la familia, las percepciones y los comportamientos de las personas. Los mensajes comerciales asocian estilos de vida (esnobismo) con el consumo de drogas lícitas, que lleva a un alto porcentaje de sujetos al consumo de drogas ilícitas. Ya se ha señalado que esta contradicción del sistema es un indicador de que el consumo de drogas es un síntoma que evidencia una problemática más social que individual.

2.2.1.2. Factores de riesgo individuales:

  • a- Aspectos hereditarios: Según investigaciones especializadas "las estimaciones sugieren que un 50% de los alcohólicos tienen familiares alcohólicos y que los hijos de padres alcohólicos tienen cuatro veces más posibilidad de ser alcohólicos que los hijos de padres no alcohólicos" (Sandí y otros, p.20). Los mismos autores afirman que la búsqueda de sensaciones y la poca evitación del peligro son características fisiológicas predictoras del inicio temprano del alcoholismo. La acción de las drogas en el Sistema Nervioso Central provoca modificaciones en los neurotransmisores cerebrales y alteraciones en los centros del placer; estos efectos influyen en las formas de reaccionar el individuo ante el medio; es decir, en su estilo de afrontar la realidad.

  • b-  Aspectos emocionales: Los factores de riesgo emocionales se relacionan con la autoestima deteriorada que, según Washton y Boundy (1991) se manifiesta a través de carencias del sentido de sí mismo, vacío interior, sentimientos de vergüenza relacionados con inadecuación y necesidad de gratificación inmediata o bajos umbrales de tolerancia a la frustración. Arrieta (2000), agrega el factor de la tendencia a la dependencia emocional hacia las figuras parentales y desafío a las figuras de autoridad, paradoja de la conducta adictiva. Carvajal y otros (1988), indican también la imagen negativa de sí mismo y la falta de fe, que refleja la actitud pesimista de fondo.

  • c- Aspectos conductuales: Se ha encontrado que el temperamento difícil (nivel alto de actividad, excesiva emocionalidad y poca sociabilidad) es predictivo para el consumo de drogas. Otros rasgos del temperamento difícil son la impulsividad, la impaciencia, la rebeldía, etc. Sandí y otros (1995) anotan que la conducta agresiva en los niños es una clara señal para el desarrollo de conducta antisocial en el futuro. La hiperactividad y el déficit atencional están relacionados con problemas de conducta, sobre todo de agresión. Aquí también se anota la escasa capacidad para afrontar la realidad.

2.2.1.3. Factores de riesgo ambientales:

  • a- Aspectos familiares: Sandí y otros (1995), resumen las condiciones familiares que favorecen el consumo. El consumo de drogas por parte de los padres, ya que el modelo que ellos establecen es un tema en el que hay consenso a la hora de relacionarlo con las drogas. Si hay aprobación o poca censura de los padres hacia las drogas, esto aumenta la probabilidad de que sus hijos las consuman. Hay mayor riesgo de consumo en aquellas familias en las que hay pobre control de la conducta (baja supervisión), padres poco estimulantes, severos castigos a la conducta no deseable, ausencia de disciplina o reglas inconsistentes. Los patrones de comunicación caracterizados por la presencia de culpa, crítica y falta de reconocimiento, se asocian más con el consumo de drogas. Los consumidores tienden a referirse a sus padres como hostiles, rechazantes y adversarios, percepción contraria a la que refieren los no consumidores de droga con respecto a sus padres. Luna (1994), enfatiza el conflicto familiar y la ausencia del padre como otro elemento común de riesgo.

Bejarano (1994), citando a Rohsenow (1988), destaca la asociación entre el abuso sexual y el abuso de drogas, a partir de hallazgos que hacen referencia a la alta tasa de adictos que en su niñez sufrieron este tipo de agresión. No debe olvidarse que el mayor porcentaje de agresores son personas conocidas y familiares.

  • b- Otros aspectos ambientales: En cuanto al ámbito de la escuela, se ha encontrado que los problemas de conducta, el irrespeto a las normas disciplinarias, el bajo desempeño académico, el ausentismo frecuente y la deserción escolar, están asociados a una mayor probabilidad de consumo.

Otro elemento de riesgo es el involucramiento con los pares y la susceptibilidad a su influencia, la esfera de los amigos es más poderosa que cualquier modelo familiar; "la percepción de consumo de drogas en los amigos, así como una actitud favorable de estos hacia el consumo, han sido identificados como los predictores más fuertes para el consumo de drogas en adolescentes" (Sandí, 1995, p.30). Por último, en cuanto a la recreación, las personas que no tienen actividades de ocio satisfactorias, recurren al uso de drogas como un medio para enfrentar el tedio y el aburrimiento.

La psicología como ciencia del comportamiento, ofrece varias alternativas de intervención del fenómeno droga, esto se trata en el próximo apartado.

2.3. Tres enfoques psicológicos en el abordaje de la adicción

La problemática de la adicción a las drogas es abordada desde múltiples enfoques teórico-prácticos, que se fundamentan en los tres paradigmas de la psicología contemporánea. Desde el paradigma ambientalista, Prochaska y Diclemente (1992), entre otros, plantean un modelo transteórico de interpretación de la conducta adictiva. Desde el paradigma existencial-humanista, Efrén Martínez (2002), entre otros, propone una visión de la logoterapia frankliana de las adicciones. Desde el paradigma psicoanalítico, Eduardo Vera Ocampo (1988), entre otros, ofrece una interpretación basada en los postulados básicos de la psicología dinámica. A continuación se sintetizan las ideas más relevantes de estos planteamientos, seleccionados por su importancia y actualidad en los ambientes especializados.

2.3.1. El modelo transteórico de las conductas adictivas de Prochaska y Diclemente

Desde una visión de base cognitiva y conductual, la adicción se entiende como una estrategia de afrontamiento maladaptativa, contextualizada dentro de una carencia de integración, construida a través de diferentes factores de riesgo a los que el individuo se expuso. Se entiende el cambio o la modificación de la conducta adictiva como un proceso con una serie de etapas o estadios a lo largo del tiempo, en vez de enfatizar la abstinencia per se como principal objetivo a alcanzar (como en el caso de la interpretación ontológica de la adicción como enfermedad de los grupos de doce pasos). Al respecto "El cambio, especialmente el cambio de una conducta adictiva, no es un fenómeno que siga la ley del todo o nada. Un modelo comprensivo del cambio tiene que cubrir todo el curso del cambio, desde el momento en que el individuo empieza a darse cuenta de que existe una problemática hasta el punto en que esta ya no existe" (Tejero y Trujols, 1998, p.3). En la cita anterior también se puede colegir la postura de que la adicción es un trastorno extinguible, curable.

Según Beck (1999), el modelo de Prochaska y Diclemente es el que ha recibido mayor soporte empírico, en relación con su capacidad descriptiva, explicativa y predictiva del proceso de cambio en las conductas adictivas. Han proporcionado un modelo exhaustivo de la motivación de los consultantes para cambiar.

El modelo transteórico intenta describir los elementos esenciales del proceso de cambio intencional de cualquier conducta adictiva, con o sin ayuda profesional. Se ha desarrollado a partir del análisis de las teorías y las investigaciones en psicoterapia y de sus trabajos exploratorios en relación con las conductas adictivas, especialmente en fumadores. Los autores advierten que los individuos no progresan linealmente a través de los estadios, sino que mantienen un patrón cíclico reciclando entre tres y cuatro veces el paso por los diferentes estadios hasta consolidarse en el de mantenimiento. Según Tejero y Trujols (1998), este es un modelo tridimensional, que proporciona una concepción global del cambio en las conductas adictivas, integrando tres dimensiones explicativas: estadios, procesos y niveles de cambio, los cuales se describen a continuación:

2.3.1.1. Estadios de cambio

-Precontemplación: El adicto no se plantea la necesidad de modificar su conducta adictiva, ya que no es conciente de que su estilo de vida represente un problema, debido a que las consecuencias gratificantes son mayores que las aversivas. Existe poca evaluación de sí mismos como personas con comportamientos problemáticos. O son personas con poca información o se resisten a ser informadas sobre el tema de la adicción. Si asisten a tratamiento lo hacen presionados por los demás (familia o presión legal).

-Contemplación: El adicto es consciente de que existe un problema y considera la posibilidad de abandonar su conducta, pero no desarrolla un compromiso de cambio, cuyo indicador es la acción. Se interesa en comprender las características de la adicción y manifiestan una necesidad de hablar sobre ello.

-Preparación: Se caracteriza por ser la etapa en la que el adicto toma la decisión y se compromete a abandonar su conducta adictiva; además, la persona realiza algunos cambios conductuales (disminuir las dosis, sustituir las sustancias de mayor consumo por otras más suaves). Este estadio también se ha llamado de determinación o de toma de decisión.

-Acción: Es la etapa en la que el individuo cambia, con o sin ayuda profesional, su conducta y condiciones ambientales, con el objetivo de superar la adicción. Implica un compromiso importante, cuyo indicador básico es la abstinencia. Estos cambios conllevan un mayor refuerzo social.

-Mantenimiento: El individuo intenta conservar los logros alcanzados y prevenir una posible recaída en la conducta adictiva. Pueden tener miedo no solo de recaer sino del cambio en sí mismo, lo cual puede derivar en un estilo de vida muy rígido y estructurado.

-Recaída: Esta sucede cuando las estrategias de estabilización y mantenimiento de la abstinencia fallan. Según los autores, la recaída implica un movimiento a un estadio de preacción, contemplación o preparación).

-Finalización: Los autores han especulado sobre un supuesto estadio que pondría fin al proceso de cambio, en el que se cumplirían dos criterios: El deseo de consumir la sustancia psicoactiva en cualquier situación es nulo y la confianza o seguridad (autoeficacia) de no consumir la sustancia en cualquier situación es del 100 por 100. En el caso de la dependencia a la nicotina esto sucede después de 5 años. En el caso de las otras drogas no existen datos ni investigaciones concluyentes.

2.3.1.2. Procesos de cambio

Según Tejero y Trujols (1998), los estadios de cambio permiten captar cuándo ocurren determinados cambios y los procesos de cambio permiten comprender cómo suceden dichos cambios. Los procesos de cambio consisten en todas aquellas actividades experimentadas por un individuo para modificar su hábito adictivo. Los diez procesos de cambio propuestos por los autores son:

-Aumento de la concienciación: Es el proceso cognitivo, mediante el cual se procesa la información respecto a la problemática adictiva y los beneficios de modificarla.

-Autorreevaluación: El sujeto valora el impacto de la conducta adictiva sobre sus valores y manera de ser, como reconocimiento de la mejoría que representaría el abandono de la conducta problema.

-Reevaluación ambiental: Consiste en una valoración de sus relaciones interpersonales, antes y después del impacto de la conducta adictiva sobre su comportamiento. Reconociendo las consecuencias negativas y reforzando las positivas.

Relieve dramático: Es la experimentación de reacciones emocionales elicitadas por la observación o advertencias respecto a los aspectos negativos asociados a la conducta adictiva.

-Autoliberación: Representa el aumento de la capacidad para decidir y elegir, un compromiso personal y la creencia de que uno puede ser un elemento esencial en el proceso de cambio, ya que se poseen o se pueden desarrollar las habilidades para el cambio.

-Liberación social: También representa un aumento en la capacidad para decidir y escoger, pero propiciado por la toma de conciencia, tanto de la representación social de la conducta adictiva como de la voluntad de combatirla mediante el aumento de alternativas adaptativas disponibles.

-Manejo de contingencias: Consiste en el autorrefuerzo o heterorrefuerzo de conductas protectoras (creación de nuevas habilidades).

-Relaciones de ayuda: Es la existencia y utilización del apoyo social (familiares, amistades o grupos de doce pasos) en los que se pueda confiar.

-Contracondicionamiento: Modificar las respuestas provocadas por los estímulos condicionados a las conductas adictivas u otras situaciones de riesgo, desarrollando conductas alternativas.

-Control de estímulos: Evitar la exposición a situaciones de alto riesgo para consumir.

2.3.1.3. Niveles de cambio

Esta tercera dimensión se refiere a qué cambios se necesitan para abandonar la conducta adictiva. Aquí se representa una jerarquía de los cinco niveles en que se focalizan las evaluaciones e intervenciones terapéuticas. Estos son:

-Síntoma-situacional.

-Cogniciones desadaptadas.

Conflictos interpersonales actuales.

-Conflictos sistémicos familiares.

-Conflictos intrapersonales.

Tejero y Trujols (1998), anotan que este modelo considera el tratamiento de las conductas adictivas, como la aplicación diferencial de los procesos de cambio durante los cinco estadios del cambio, de acuerdo con el nivel del problema que se está enfatizando. Se recomiendan tres estrategias de intervención a través de los diferentes niveles: (a) La estrategia del cambio de niveles, centrándose primero en la conducta manifiesta (síntoma–situacional), para pasar luego a otros niveles, (b) La segunda es la estrategia del nivel clave; si se demuestra la existencia de un nivel especial de causalidad en la conducta adictiva, se focaliza el trabajo en este nivel y (c) La tercera estrategia es la del máximo impacto; cuando se planifican las intervenciones en diferentes niveles para lograr el mayor efecto posible.

2.3.2. Visión logoterapéutica de las drogodependencias

El psicólogo colombiano Efrén Martínez (2001), ofrece una interpretación psicoterapéutica de la adicción desde el paradigma existencial-humanista, fundamentado en la logoterapia, teoría creada por Víctor Frankl. La logoterapia propone una consideración del ser humano desde las dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual, haciendo énfasis en la respuesta a la pregunta por el significado de la vida. La logoterapia se divide en dos instancias según su autor, "la logoterapia como método de tratamiento psicoterapéutico y el análisis existencial como orientación antropológica de investigación" (Frankl, 1994, citado por Martínez 2001, p.33).

El análisis existencial plantea una mirada teórica, según la cual, el ser humano nace libre, como ser innatamente libre, pero es influenciado y programado por circunstancias hereditarias biológicas e instituciones sociales e ideológicas, que transmiten valores materialistas enfocados en el poder (dinero, estatus, consumismo, individualismo, éxito material, entre otros) y en el placer (la felicidad está en el poder, sexualización de la cultura y la figura femenina). Martínez (2001) afirma que hay algo en nuestro interior que es intocable, la naturaleza humana del ser espiritual. Es ese espíritu humano el que puede esclarecer nuestra libertad oscurecida por los condicionamientos. La persona humana cae en enajenación, se pierde a sí misma o pierde su libertad cuando trata de cumplir las expectativas sociales, creyendo que los valores de poder y placer son un fin en sí mismos, para la consecución de la felicidad. En esa coyuntura se desarrolla un sentimiento de frustración existencial, base del vacío existencial y la pérdida del sentido de la vida. La adicción es un lugar de expresión del vacío existencial:

"¿Qué podríamos decir de la época actual matizada por la postmodernidad con sus elementos de "supuesto progreso" como el capitalismo, la publicidad, la cultura del consumo, la producción en masa, la ausencia de normas, la crisis de paradigmas, la liberación de racionalidades, el respeto a la diversidad, el pluralismo y el nihilismo?. Al respecto, se puede decir que conllevan a que en el fin del milenio se realicen construcciones sociales que dejan al hombre de hoy ante la continua necesidad de crearse necesidades y buscar satisfacciones con soluciones rápidas a ellas; son estas construcciones las que impiden la apropiación de instrumentos de afrontamiento que releven las voluntades de placer y poder, por una voluntad de sentido" (Martínez, 2001, p.81).

Desde aquí la persona adicta mantiene una "ceguera axiológica", lo que significa que reconoce los valores de poder y placer, pero no alcanza a captar y realizar los valores de sentido (de creación, experiencia o actitud). Según Lukas (1986), citada por Martínez (2002), el adicto se encuentra entre los hombres que buscan ayuda para el hallazgo de sentido: los hombres que dudan y los hombres desesperados. Los hombres que dudan han tenido la dificultad para captar las preguntas y los valores implícitos de la vida, o son aquellos que, a pesar de su captación, no les han dado respuesta. Los hombres desesperados son personas que a pesar de haber encontrado aparentemente un norte, su sentido se ha oscurecido por un golpe del destino u otras razones. El hombre que encuentra sentido de vida lo hace a través de la práctica de los valores de sentido, y esta es la dimensión noética-espiritual del ser humano. Los valores de sentido son:

"Los sentimientos de valía interior basados en una voluntad de sentido dirigida a algo o alguien. Estos son los valores de creación, de experiencia y de actitud; los valores de creación son todos los sentimientos de completud que se dan cuando la persona le entrega algo al mundo con la intención de dar una parte de sí (un escrito, una pintura, un abrazo, un saludo); los valores de experiencia son los sentimientos de completud que se dan cuando la persona tiene la intención de recibir algo del mundo (aprendizajes, obsequios, atardeceres…); y los valores de actitud son las formas en que se asume con dignidad un sufrimiento inevitable e ineludible (aprendiendo y creciendo a partir del dolor o la dificultad). Son valores universales que ayudan a construir vida y que tras su captación puede configurar un sentido de vida" (Martínez, 2002, p.142).

Se considera que la adicción es psicógena o sociógena cuando se desarrolla en el contexto histórico-social de las ideologías volitivas del poder y el placer. Cuando se suma la imposibilidad de encontrar significado a la vida, es decir cuando no se despliega la voluntad de sentido (opuesta a las voluntades y valores de placer y poder), o esta se haya frustrada, surge el vacío existencial, produciendo la adicción noógena, (una limitación de lo espiritual desde lo psicofísico o psico-orgánico-conductual). En síntesis: "No hay vacío más grande ni carencia de sentido más fuerte como el que otorga la adicción, ni adicción más arraigada como la que genera el vacío existencial" (Martínez, 2002, p.83).

  • Dinámicas restrictivas de las adicciones:

Desde este modelo de abordaje, la adicción se entiende como el desarrollo de restricciones para la manifestación de la dimensión espiritual del ser humano.

El ser humano es un proyecto que constantemente está en desarrollo. Desde la infancia mantiene vivencias (experiencias fácticas) relacionadas con su familia, formación escolar, realidad socioeconómica e ideológica, a través de las cuales construye rasgos de personalidad y un estilo de vida, una forma de percibir y relacionarse consigo mismo y el mundo. Esto se conoce como el constructo "vida vivida", que contempla diversos caminos de curso, algunos de los cuales facilitan estados de vulnerabilidad, que impiden manifestarse a la parte espiritual (axiológica-transcendente), que implica el mundo de lo posible ya que se ve restringida por múltiples condicionamientos, introyectados en la vida vivida. La adicción es un ejemplo de cómo la vida vivida evoluciona en una personalidad vulnerable a factores de riesgo, de conductas autodestructivas, "Los restrictores de los contenidos espirituales poseen contenidos bio-psico-sociales, algunos de mayor fuerza biológica (enfermedades propiamente dichas), otros de mayor fuerza psicológica (trastornos de personalidad, psicosis…) y otros de índole social (hambre, cultura…)" (Martínez, 2001, p.47).

La restricción de las capacidades espirituales se refiere a la limitación de las capacidades específicamente humanas (libertad de la voluntad, conciencia, responsabilidad, sentido de la vida y voluntad de sentido). Lo que sucede es que el espíritu humano se ve limitado por el organismo psicofísico y esto impide la manifestación del poder de oposición del espíritu humano.

La restricción adictiva afecta tres dimensiones espirituales:

  • 1. La libertad de la voluntad.

  • 2. La voluntad de sentido.

  • 3. El sentido de la vida.

En cuanto a la primera dimensión, la adicción como enfermedad del organismo psicofísico deteriora la capacidad de elección y decisión impidiendo la manifestación de actos libres. El ser humano no puede responder ante la vida de forma libre. No ejercer su libertad restringe su responsabilidad (responder a la vida y asumir consecuencias de sus actos) y actitud con que asume la vida.

La segunda afección es la dificultad de expresión de la voluntad de sentido. Al haber restricción de la libertad de la voluntad, la persona se mueve según las voluntades de poder y placer, lo que deja sin expresión, latente y frustrada, la voluntad de sentido (captación de valores de sentido); originando el vacío existencial. En la adicción se busca la satisfacción inmediata de las necesidades psico-orgánicas obviando la autotrascendencia (ir más allá de los valores materialistas).

La tercera afección se da en la dimensión del sentido de la vida, donde la adicción se convierte en un pseudosentido. La conciencia (darse cuenta de), que se define como el órgano del sentido, al estar alterada, percibe un significado de la realidad distorsionado. Se desarrolla una ceguera axiológica ante la imposibilidad de captar valores de sentido. La pregunta por el sentido de la vida queda irresuelta y el vacío existencial gobierna la vida.

Los procesos de recuperación desde la logoterapia están dirigidos a posibilitar el crecimiento personal, el autoconocimiento, la libertad, la responsabilidad, la voluntad, el autoperdón y el sentido de la vida. Para estos efectos se utilizan las técnica clásicas creadas por Frankl, la intención paradójica y derreflexión y otras desarrolladas posteriormente como, captación de huellas de sentido, reestructuración cognitivo-humorística (terapias cognitivas), proyecto de vida, etc.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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